domingo, 17 de enero de 2021

EL EMBAJADOR TERCERA PARTE CAPÍTULO TREINTA Y TRES

EL EMBAJADOR

TERCERA PARTELa imagen puede contener: 2 personas, incluido Angel Emanuel Graziani, texto que dice "Claudia.E"

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

“Me basta mirarte para saber que, con vos,

me voy a empapar el alma”.  Pablo Neruda.

Amo tu boca, floración de mi otoño que se mece  en tu primavera como la luz, cuando amanece. “Montecristo”.

“De todas las aberraciones sexuales, la más singular  tal vez sea la castidad”. Remy de Gourmont.

“En todo encuentro erótico hay un personaje invisible

y  siempre activo: la imaginación". Octavio Paz.

 

__Perdón _ musitó, Pedro entre sollozos.

__No. No pidas perdón __amonestó Guillermo sin dejar de acariciarlo__, por el contrario, si te pedía me contaras tus secretos qué mayor intimidad que saber al fin el porqué de tu tristeza en el fondo de las pupilas, de tus silencios, de las sombras que opacan tus sonrisas, nunca pidas perdón, me siento afortunado de que al fin confiaras en mí. __ Sin dejar de acariciarlo le tomó el rostro entre las manos barriendo lágrimas que caían como ríos de dolor por las mejillas__. Ahora no necesitas buscar refugios en cada sitio, ahora mi pecho lo es, en él puedes llorar que nadie jamás  va a juzgarte precioso.

 

__ Gracias __ susurró sin apartar la mirada __. Desde que él se fue, cada noche me cuesta conciliar el sueño, por agotado que deje el cuerpo, siento la necesidad de ser abrazado, del beso de buenas noches, de las charlas de las fechorías de cada uno, pero de pronto, desde que te conocí, sin darme cuenta, esa necesidad empezó a tener tu rostro. Y aunque al principio intenté apartarte de mis pensamientos, tus ojos café, penetrantes,  me perseguían a todos lados, desde la mesa o el escritorio en medio de la gente taladrándome hasta hacerme bajar la vista,  al despacho,   con el poder de hacerme sentir la sangre estallando en las venas para manifestarse en un sonrojo.

 

__ ¿De verdad?

__ Te amé desde que posé mis ojos en ti,  aunque me reprobaste aquella primera vez en la embajada,  desde ese día ya no pude desalojarte de mi mente, menos de mi corazón – confesó Pedro conmovido__. De pronto entendí todo, al sentir cómo me habías cautivado, supe por qué no me atraían las chicas, por qué no terminaba de sentir demasiado por Camila a pesar de quererla mucho, solo cuando me enterré en tu pecho me estremecí, sentí que somos  un alma, un cuerpo, que nacimos para amarnos, lo dice nuestra piel, y allí descubrí lo diferente que es la plenitud de amalgamar  el sentir al placer de unir el cuerpo al del par que nos corresponde. __ Guillermo lo miraba con una expresión entre incrédula y de asombro,  el nudo que le agarrotaba la garganta  le impedía articular__. Yo tenía otra misión designada, hasta que aceptaste el cargo, entonces Marcos me llamó, y me dijo que jamás podría confiar tu cuidado en otro, y aquel día le pedí estar cerca aunque no me conocieras, deseaba verte aunque te conocía por fotos, y en tus ojos leí tu nobleza, tu honradez, tu ingenuidad, y miedo también, y me juré que así como no había podido  proteger a mi hermano, daría la vida por la tuya de ser necesario. ¿Entiendes por qué esa especie de obsesión por protegerte? No son siempre celos, nunca pude combatir la culpa de no ayudar a Agustín, es un sentimiento que me aplasta el alma, ahogándome, asfixiándome, y que me impidió ser feliz,  y desde verte me dije que no te perdería a ti, nunca, que te cuidaría para siempre.

 

Visiblemente emocionado, Guillermo trató de recomponerse, acariciándole las mejillas, terminó estrechándolo más contra sí, cuánto dolor había guardado mientras él lo trataba con desdén y desprecio las más de las veces sin saberlo.

__No podías ayudarlo, no tienes la culpa de nada _ insistió.

 

Pedro perdió la mirada en algún punto fijo, como mirando en ese pasado que punzaba como daga.

__ A mí me alcanzó una esquirla, estuve un mes y algo en un hospital de campaña, con los ojos vendados, pensé que quedaría ciego, y me dije que sería poco __Guillermo se estremeció__, pero me operaron, y no perdí los ojos, aunque me dieron la baja porque tardé en recuperar la visión plena y así…  ya no les servía, tal vez ya no quería ver lo que debería enfrentar, papá, Camila, el embarazo… __Al año ya tenía visión normal, y lo que  veían mis ojos nuevos era una realidad espantosa… Mi familia había sido amputada, ya no existía casi nada.

El llanto recrudeció nuevamente y Guillermo volvió a acunarlo.

 

__Entonces creo que me convencí de que por Camila y los que quedaban debería cubrirme de una armadura y fingir para siempre, y ya me creí no merecedor de nada bueno, ni de amor, ni de la vida misma _ reconoció mirándolo entre el manto de lágrimas__, más lo pensé cuando perdimos al niño, al último regalo de mi hermano, y desde entonces me dediqué a sobrevivir con la sensación de ser una cáscara vacía, una mitad de un todo ya para siempre negado, y aun así intenté seguir adelante, la vida empujaba, por Camila, por Beto, por Marcos, mis seres leales que nunca me abandonaron. Y me aturdí en miles de cosas, me casé sin amor, pero buscando esa complicidad que da la pérdida, el mismo dolor, Camila también necesitaba ese abrazo. Con la llegada de los chicos nos sentimos mejor, mi padre una vez hablando de mamá, había dicho que cuando fuese padre jamás volvería a sentirme solo, pero en mi caso no fue así. Adoro a mis niños, anestesiaron el dolor, pero ese desamparo de sentir que a mi alrededor no había nadie, no se fue…, no hasta que te vi.

 

__Amorcito… __ Y yo creyéndote un atrevido en ese contexto, y seguramente si ya eras mi supuesto subjefe de misión conocerías al dedillo cada detalle de mi vida. Y yo nada de la tuya.

 

__Tenía un legajo con tus antecedentes, pero nada de eso me importó, solo lo que leí en tus ojos, para mí, eso fue suficiente para saber que siempre desearía protegerte de todo mal, que eras lo mejor que me pasaría en la vida, que sin saberlo eras la persona que llevaba esperando desde una eternidad.

__La persona que desea curar tus heridas, suavizar con amor tus cicatrices _ reconoció, Guillermo_, ¿me dejarás hacerlo?

__Lo vienes haciendo desde que te vi, aun cuando me despreciabas.

__ Nunca lo hice _ dijo con prisas__, solo estaba confundido, nunca me había atraído un hombre, ni se me había cruzado la idea de cómo era tan fiel a Silvina, y de pronto ese nerviosismo inusitado de cada vez que te veía, me desconcertaba, vos me desconcertabas, misterioso, a veces contenedor, protector, otras un hombre que parecía desearme, en otras, uno que me detestaba.

 

__Detestarte… jamás. Eres como una amante fiel que vienes a mí, cada noche. Como luna de octubre, enamoras las estrellas con tu luz de primavera cuando recorres con tu belleza sideral, iluminando de amores la tierra. Tu amor correspondido es el sol, que con su luz te besa con tibieza. Él te impone su pasión, su fuego y la necesidad de amor turbulento espera tu amor dulce, generoso, tu belleza y te somete a su tormento. Los vientos, el mar y sus mareas son esclavos de la fuerza de tu amor. Las playas son testigos de sus olas,  y ardientes amores locos y profanos embrujados por la lujuria de tu luz, dejan sus corazones en tus manos. Pero yo te amo y siempre he de amarte.

¡Cuántas noches tibias acariciaste mis amores descarriados. Cuántas veces esperé con tu bella compañía a un amor desesperado!

Entonces comprendí que por ti lloré y sufrí entre mis locos desatinos con mi amor y mi alma, mi roto corazón, presa de amores prohibidos.

 

¡Eras tan bello! cuando te alejabas, vestido de oro como una bello rey te grababas en mis retinas en eterna y tibia lejanía y eras mi amor imposible, pero siempre te amaré como si fueras mío desde siempre.

__Precioso, ya estoy acá, ya no más por hoy, ya entiendo casi todo _ confesó Guillermo apretándolo a su ser.

__No podría contar más, además nada más importa, esta es la base y raíz de todas las decisiones buenas o malas que vengo tomando en mi vida, desde las profesionales a mi divorcio, a mi relación con Marcos. No muchos saben esto, no suelo hablar de ello aunque me oculte cuando necesito a llorar en los rincones,  pero él siempre estuvo, es un idealista como tú, por ello los amo de manera diferente aunque los crea en peligro, por ello es el padrino de mis hijos, casi ocupó el sitio de mi padre y no me sentí tan solo. Cuando empezó la carrera a la presidencia pensé que Orestes le daría batalla, y yo me puse en su equipo, es el mejor presidente que podemos tener _ dijo Pedro emocionado.

 

__ ¿Me crees ingenuo e idealista?

__Un poquito… como a Marcos, por ello los admiro y amo.

__ ¿Y con Orestes…  qué pasa?

__Nada, todo bien con él, solo que es más frío, ni siquiera es muy paternal con Camila, su carrera es lo primero. Ella es diferente, no deseaba el divorcio, pero sé que es lo mejor para los dos, ella cree amarme, yo pienso que solo sigue amando a mi hermano en mí, y que lo mejor es dejarla libre. Es joven y hermosa, y decida o no seguirnos si nos mudáramos de país, merece ser amada de verdad, volver a amar _ confesó, Pedro.

 

__ ¿Entonces lo de irnos y ser libres lo dices de verdad?

__Por supuesto que sí, nada tiene hoy valor más que poder formar un hogar contigo y los chicos, si corriéramos peligro inminente y ya tuviéramos a Abdul, podría disponer de un avión en una hora para que nos sacara hacia la libertad, y no miraría atrás, lo prometo. Ahora sabes el porqué no soportaría una pérdida más, y  aunque protestes y me pegues, y lo que fuere, mi vida solo tiene por objetivo cuidarte, darte cobijo, y protección, tú y los chicos de ambos dan sentido a lo que me quede de vida __ concluyó, Pedro.

 

_ ¿Los chicos lo saben? Tus hijos __  interrogó Guillermo intentando dominar la emoción que amenazaba con desbordarlo.

__ Sí _ respondió Pedro__, en la medida que pueden entender le fuimos contando, no tendría sentido ocultarlo. Hay fotos por todos lados, no puedo ocultar a mi propia imagen _ musitó con el pecho de nuevo atenazado de angustia__. Saben que tuvieron un tío que fue muy valiente y por ello dio la vida por su país, que  llevaba mi mismo rostro, tienen un álbum de fotos familiares, y además consensuamos con Marcos y Camila que tengan  un sitio donde creen están todos nuestros seres queridos ausentes.

__ ¿Cómo? __Guillermo clavó  en sus ojos la mirada profunda penetrante.

__Cuando murió papá, decidimos usar el sitio para que recordara también a mi hermano, a mamá, y al hermanito no  nato. __Enfrentó la mirada ante la confusión de Guillermo__. Saben que pudieron tener otro hermanito, que Camila lo perdió en el camino porque quiso irse con el papá, y se llamaría como él  si era varón o Agustina si era nena, lo habíamos decidido con ella antes de la pérdida. Hay lápidas y siempre todos tienen flores que los recuerdan, están todos allí, al menos para ellos, yo los llevo en mí, como supongo Camila.

Guillermo quedó sin posibilidad de articular, solo lo  atrajo más hacia él y le acariciaba el cabello, sintiendo su respiración agitada, por el esfuerzo de contener el llanto.

__  ¿La quieres mucho, verdad? _ interrogó más para  cambiar de tema _. A Camila.

__ Sí, hoy como a una hermana, es además la mamá de mis hijos, es buena  madre y ha sufrido demasiado, somos grandes compañeros de ruta, le deseo lo mejor.

 

Luego de un tácito espacio de silencio compartido, Pedro algo más repuesto se incorporó y aclaró la garganta para hablar.

__ Me siento un desastre, entre el llanto y el asado, creo estar lleno de humo en la ropa y deformado el rostro _ dijo con una leve sonrisa adornando la boca.

__Estás precioso aun con ojos hinchados y rojos _ musitó Guillermo besándole en la frente.

__ Mentiroso __ retrucó el otro__, iré a adecentarme con un baño y  cambiándome, quiero que luego vayamos  a las escalinatas de atrás que dan al jardín y que allí, abrazados, nos  sentemos a disfrutar de la noche, mientras…  tú prepara las copas para beber un champagne que tengo bien frío, listo para nosotros, o llama a los chicos si lo deseas, eso no tengo que decírtelo.

 

__Preparo las copas, ellos ya están dormidos hoy _ asintió, Guillermo__, empieza a atraparme este sitio, no sé si querré volver a la ciudad.

__ Mejor así, porque por ahora ni pienses en asomarte.

 

Levantaron la mesa entre los dos y Pedro se retiró. Guillermo mientras buscaba las copas por todos los estantes sin encontrarlas por ningún lado, trataba de desalojar la tristeza que rondaba desde hacía un rato su alma ante lo que iba conociendo de Pedro, y pensaba que le gustaría vivir esto, todos los días, que no era tan descabellado a la luz de lo corta que era la felicidad el pensar en dejarlo todo y recomenzar con una familia, recordaba la propuesta de Pedro de lo que podrían armar en un país libre para vivir ese amor, allí o en el de ellos, en su ambiente…  prohibido:  “Esto sería así, cada día de nuestras vidas, hasta que seamos viejitos”. Se apenaba pensando en tener que renunciar siempre a tanto para tener otra cosa, pero quizá cuánto sufrimiento podrían ahorrar en ese caso. Lo pensaría muy bien, se sentía de pronto más unido a él que nunca, más dueño de sí y de su vida que antes… y en muchos sentidos.

 Deseaba  hacer algo más como embajador por esa pobre gente que lo necesitaba, pero también era cierto, que había aceptado ese cargo, empujado por la muerte y el vacío en que quedara al morir Silvina, como hiciera Pedro tras su pérdida, pero no era lo suyo, no quería esa vida de peligro continuo, menos para los chicos, y tampoco se sentía capacitado para soportar una pérdida más, debería  tomar muchas decisiones.

Pedro reapareció recién bañado, con pantalón azul, prendiéndose las mangas de una impecable camisa blanca, que Guillermo no podía imaginar que era ropa nueva, porque para su compañero, por él el todo, todo, hasta el colmo de comprar y buscar la mejor ropa cada día. Pedro se pasaba las manos por el pelo húmedo y por toda la cocina se esparcía la fragancia   mezcla de madera, hierbas, piel y suya, mientras su mirada profunda de miel lo perseguía en cada movimiento, lo analizaba.

Guillermo, paralizado, con las manos apoyadas en la última puerta de  la alacena donde le faltaba buscar las copas, observándolo en la misma contemplación en detalle, no pudo más.

 

__! Pedro, ven acá! Abrázame… no sabes…

Él  estuvo a su lado en dos pasos y lo abrazó.

__ ¿Qué es lo que no sé?

__ Cuánto me gustas… cuánto más te amo al conocerte… siempre te he amado en verdad aunque no entendiera, aunque te tratara mal y me resistiera.

__Yo también te amo, te amé al verte el primer día, no lo entendí al inicio, pero ya te entregué en esa primera mirada que nos enlazó para siempre, mi cuerpo, mi ser, y mi alma. Y luego  ya dejé de negar lo que sucede al verte, al pensarte, al desvelarme imaginándote.

__ ¿Qué?

 

__ Un mundo _ musitó__. Se acelera el pulso, mi respiración se agita,  esa sensación de descubrirme en tus manos, provocando instintos naturales, puliéndome, abrillantado mi ser, mi mente se revela contra la locura con quién me acosa, ¡tú!

Me rindo ante tus brazos como amante, tu amor me deja inmóvil, sin aliento, tómame, te doy ese derecho, ahora que me cedo a tus caprichos,  sombras de agonía, evoco los sabores de cada caricia, pides que comience el tormento  de amarte, de seducirte, dejándote huellas precisas. Corazón ágil que grita, aliméntame mi boca, que fulja como gema, para ti la palabra, para mí los mimos, busco  tus secretos, la dulzura, el peligro  en cada noche aterciopelada, tu figura altiva, siempre viva, desempeño de eros, de deseos,  de travesuras y juegos, torrentes fieros que me conducen a la ladera, pides mi olor fragante, para calmar tus ansiedades, sed de callar, hundes tu rostro en mi regazo, tus labios en mis  cumbres no se hacen esperar, es el fuego que calcina, la pasión que arrebata sentidos.

Centella amenazante, vicio divino, declamo tu nombre cuando me posees, pruebas irrefutables, ¡sin el mínimo pudor! cuando astutamente me llevas al éxtasis, eres mi pensamiento único cuando te desbordas oriundo a mi cuerpo desnudo, mis manos jugando en tu silueta, pidiendo a la noche que muera, fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro sublime, impaciencia de tus yemas que pasean mis bordes, mis llanuras, mis valles,  mis salientes, mi ser, avariciando mi cuerpo, resbalándose por el mío, mapa memorizado en sal. Tus manos fuertes, cálidas y dulces me marcaron sin retorno en cada caricia y supe que sería tuyo eternamente, en cada encuentro esa fragilidad de esa ascensión momentánea donde vivimos callante en óbito, para mis calles desiertas, contemplando mi perdición en tus pupilas, subes, bajas, me envuelves, estrujando tus ganas, es la ley de la carne, es envilecimiento, arte en tus manos, ¡mi hombre! vocablos como efímeras mareas, fiel esclavo de mi cuerpo, te sé mío, navega mi pirata, ladrón de mi erotismo, ven solo a inundar mi cuerpo intencionalmente.

 

Si las noches hablaran dibujarías mi cuerpo con tus labios, descubriendo mis secretos, el hueco de mis ansias, una noche eterna llena de memorias que  quedarían grabadas en el torrente de los sentimientos, soberanas mieles deletrean cada beso que pregona tempestades, yo he de ser tu gozo, tu tormenta, tu llamarada, tu terremoto, sacudiendo tu mundo, yo te haría mío, solo mío a cada instante, y qué no dirían las manos, las miradas, esos besos, esas caricias de locura, esos murmullos intensos que el oído escucha muy suavemente, nuestras bocas gritan rebeldía, tiemblo a gusto ante tus  altas murallas,  qué no diría ese silencio de amarnos intensamente todas las noches con la bravía de nuestras fantasías, capricho de mis antojos, deleite del fruto más sabroso, dejando que el fuego avance en la hoguera, trepando mis poros, confesando tus anhelos. Siluetas enlazadas piel a piel sodomizándose con rudeza, te regocijas como ninguno, dame de tus agonías, de esta mi codicia crecer mi retorcido afán de darme tus delicias, nuestros cuerpos tiemblan en ese éxtasis que solo la carne sacia, ¡cuánto placer existe ¡ delirante sensación que explota, dominando nuestro aire, noche etérea y apasionante, pensamientos sórdidos e indecentes, apetitos desquiciados, márcame…  soy de tu propiedad, me tomas, me encadenas en esta tu habitación, te acercas sigilosamente nuevamente caigo sin redención, murmullas… ¡eres mío por siempre! nos saboreamos como el vino, embriagándonos en exceso uno del otro, doblegando la selva sensible, la precipitación de nuestras furias, ven a habitarme ya sea de día, o de noche, ya sin miedos nos transformaremos en pasión y deseo, tú y yo somos lo prohibido, lo que sabe a sublime, a excelso, serás rey en la melaza de mi boca, labraré tu cuerpo ardiente  sembrando mi aroma, mi esencia,  porque entre más te miro más te deseo, esta noche si hablara seríamos piel obligada a amarnos intensamente.

 

Se abrazaron, se besaron, Guillermo le desprendió dos botones de la camisa, metió la mano allí, tocó piel tibia, vellos escasos, sintió el calor que lo quemó, lo vio cerrar los ojos en un suspiro, extasiado, y le gustó verlo así, saberlo en sus manos, saberlo y sentirlo suyo.

Pedro al sentirlo luchar con su camisa lo ayudó, mientras se besaban apenas se apartaron para desprenderlas el uno la del otro, una de tantas de esas pulcras camisas que siempre les habían impactado. Pedro lo empujó suavemente contra uno de los muros de la cocina, lo apoyó fuerte, y allí terminó de dejar caer las prendas, le besó los hombros como venía deseando desde hacía horas, se los besó desprendiendo besos suaves, luego con la boca abierta dejando ríos de saliva candente, perfilando una línea, llegando casi hasta la axila, para regresar y ascender por el cuello hasta posarse en la garganta, y desandar el camino sin avanzar más o haciéndolo muy despacio dejándole la marca de su saliva como sello. Sus labios de hombre enamorado aguardaban la señal, el permiso que otras veces no había pedido para descender, e ir por más, por el todo, y brindar lo mismo, dejarse recorrer de cabeza a pies.

Llevaban minutos así, besándose con hambre postergada y desesperación, por momentos chocando los dientes  con violencia como deseando devorarse, Guillermo apoyado contra la pared, sintiendo ambos el deseo del otro, Pedro con la camisa abierta, teniéndolo abrazado, contra su cuerpo pero sin avanzar un centímetro de más, hasta que Guillermo explotó.

 

__ Por Dios, Pedro Beggio, llévame a tu cama, desnúdame del todo, bésame entero, haz lo que quieras conmigo.

Pedro lo miró y sonrió, no pudo evitarlo, la sonrisa se esparció hasta sus ojos, hoy mandaba Guillermo. Él siempre le había perseguido, ahora el turno de decidir le tocaba a su par.

 

__! Pedro… ¡

__Guíame _ le pidió en susurros, Pedro. Quería que comprendiera que deseaba que esta vez él dirigiera el encuentro. Luego puso su mano sobre la de Guillermo. Entonces este guió esa mano fuerte de dedos esbeltos y diestros, llevándola por debajo del reborde de su pantalón, empujándola a adentrarse en su bóxer. Eligió el dedo que más quería, lo depositó donde más deseaba. Pedro, con los ojos cerrados, el rostro hundido entre el cuello y el cabello de Guillermo, se ahogaba en su aroma y sentía que todo su ser vivía en esas manos que se adentraban en los secretos íntimos de ese hombre que ahora sentía más suyo que nunca, en esas manos y dedos que se movían con destreza como Guillermo pedía sin palabras, estas no eran necesarias, las pieles escribían sus deseos, las bocas se buscaban y se bebían los  deseos, hasta que Guillermo se tensó, para estallar en una serie de gruñidos que fueron música para sus oídos.

 

__Guíame _ pidió, Pedro en el oído con voz más ronca, y casi como una orden. Y Guillermo bajó esas camisas y tela que molestaba, para al hacerlo dejar expuestos esos pezones que venía adivinando, y al hacerlo dejó al descubierto los propios erguidos, sedientos, desnudos, y lo guiaba de nuevo, pues poniendo su mano firme en la cabeza de Pedro, lo empujó suavemente llevando su boca a la cima de sus cumbres. Pedro los rodeó con sus labios, los succionó con fruición, estirándolos  suavemente, Guillermo gemía y su amor perdió la cordura, y sin poder contenerse se los besó y chupó sin  contemplaciones, como nunca antes lo había hecho. Como al invadir la boca lo hizo con avaricia, enlazando la lengua a jugar con la ajena, chocando los dientes para devorar y beber elixires, y sin dejar de besar y acariciar, lo fue empujando hacia la habitación, a la cama que desde la tarde los aguardaba con sábanas nuevas, dejando en el piso de la cocina como testigos del preludio, un par de prendas enredadas.

 

__ Cada vez que te miro, tu belleza ardiente quema mis pupilas. El sol…  lujurioso acaricia tu piel y bebe sin consuelo tu sensualidad. Y  ya quiero beber el néctar de tu amor, que calme mi deseo bestial.  Tu boca se entreabre y es una catedral roja de silencios elegidos en la espera que mi lengua se pierda en tus labios de tibios sonrojos y la brisa que enreda el trigal de tus cabellos sobre el mar de tus ojos.

Cuando te acercas, tu casi desnudez cautiva hasta el horizonte. Diminutos diamantes dejan las olas en tu bello cabello de miel y sol y mi corazón gime, bello  Adonis  de dulce ternura que busca el amor.

¿Dónde estabas tú para que mi soledad deje de ser ardiente espera?

Con mis caricias y besos, voló tu virtud y voy a poseerte suavemente olvidando el tiempo, viviendo los bordes dulces de tu vientre ardiente.  Sin otros horizontes que tus pestañas, bebo la vida de tu boca. Quiero sentir la lujuria que me mata y lo que siento cuando te sueño, llenar mi vida que fue nada sin ti y poder murmurarte los ¡te quiero!

¡Estás tan cerca! Las enervadas puntas de tu pecho ardiente,  me pierde. En una tarde tibia, mi corazón enloqueció cuando tu cintura fue mía y sentí en tus brazos, la dulce y tibia pasión de tus primaveras, mías. Voy a recorrer tu ombligo desnudo lentamente, con mi lengua y boca. Déjame abrevar con ella todos los perfumados barrancos de tus mapas y pierda toda mi cordura penetrando las  fosas cálidas y túneles  de tu vientre perfecto, de tus montes y hendiduras, y beberé con lujuria de mi boca el amor en el manantial de tus sueños.

Entreabierta tu boca murmura y gime, y me enamoro de tu aliento. Bebo de ti todas las curvaturas dulces de tu cuerpo, complacidamente  en una tarde entera infinita, sin sentir el dolor del tiempo y amándote. Tu lengua acaricia la mía, en el instante supremo de sentir el amor. Ya mi sangre que estalla en el latir acompasado de tu vientre y el mío, de tu deseo evidente y del mío y mis simientes se siembran ardientes, tras mi boca que antes te premiara de pasión. Extasiados, comenzamos otra vez queriendo no terminar nunca. Vivamos apasionados el amor consentido, en la unión de los cuerpos abandonados al amor, rendidos de pasiones en esta tarde sin tiempos.

No quiero que vivas conmigo para sentir tu presencia. Hazlo para que cuando no estés, extrañe tu ausencia. Mis besos anclarán en el mar profundo de tus labios, y mis deseos desenfrenados en tus latitudes, sentirás el roce de mis manos suavemente por tus secretos,  desenmascarando tus misterios, y tu corazón sentirá el abrazo de mis caricias,  gritará tu alma en libertad por las pasiones de mi amor, ese amor que ha llegado para contagiarte de mis placeres ardientes, que se esconden tras las tentaciones intensas que rigen el rumbo de tus dudas.

 

Pedro lo depositó sobre su lecho sin siquiera encender la luz, cómplices los astros, disipadas las nubes, la claridad de la luna se colaba en el cuarto casi semejando un amanecer.

Ya sobre la cama, expectante y pleno, Guillermo le susurró:

 

__ Ahora guía tú.

Y entre las risas de ambos, Pedro lo desnudó por completo, deteniéndose a contemplar hechizado ese pecho firme y fuerte que lo cobijaba en su angustia, y saliendo del hechizo, enganchando las miradas se puso de pie y terminó de desvestirse.

Los ojos color café y los de miel celebraban el escrutinio… tenían frente a sí, lo que más amaban.

Pedro diestro amante jugó con sus labios y manos enloqueciéndolo, y al fin se compadeció no deseando prolongar su agonía, entendiendo la consigna que las pieles en mudo lenguaje escribían lamió montes,  selvas y salientes, ascendió con la lengua y los labios hacia el vientre bordeando el ombligo, mientras las manos continuaban las intrépidas caricias y Guillermo se contorsionaba creyendo morir de placer, despojado de voluntad, a merced de esos dedos y lengua que bañaban sus poros, Pedro succionó sus pezones y ya se apiadó volteándolo y cubriendo su cuerpo con el suyo, no soportando más la necesidad de los dos, en un instante lo penetraba sin consideraciones.

Guillermo era su hombre, siempre lo había sido, solo suyo, ya no necesitaba preguntarle si se había acostado con Arismendi, simplemente no… y punto, y con el otro… ya no importaba, ese no existía, no había marcado su huella, y él con su amor borraría los restos de polvo y cada indicio que hallara. Una, dos, mil arremetidas, Guillermo acompañó el ritmo elevando las caderas excitándose los dos aún más, y  olvidados del entorno, ascendiendo a otro mundo donde flotaron y solo existía el placer. Eran solo un alma, un ser, el mismo olor, el mismo sudor, el ascenso estelar único, gemidos, gruñidos, jadeos completando lo que alguna vez pareciera inconcluso,  como nunca antes ascendieron juntos. Pedro desalojó pesares y Guillermo las dudas, cerrando los ojos se sintieron a cada instante gozar como nunca…  en cada gemido, suspiro, y beso,  lo descubrían en cómo uñas se clavaban en pieles, Pedro en cada contracción de ese túnel húmedo oscuro que se cernía sobre su carne, lo comprimía, lo impelía a avanzar, lo succionaba, lo expulsaba, lo absorbía,  lo apretaba intentando que liberara todo su ser.

Por las hendijas se colaba la brisa tímida y la claridad de la luz de la luna iluminaba los cuerpos en uno ondulando que celebraban así el amor, el encuentro. Hilaban la trama del tiempo y los sentimientos. Se estremecían gozosos haciéndole honor a las horas sin límite, al espacio de la felicidad.

 

Algunas horas más tarde, en mitad de la noche, mientras Pedro al parecer aliviado el dolor dormía, Guillermo dormitaba, porque él no dejaba que el sueño lo venciera. Cada tanto, cuando estaba a punto de entrar en un sueño profundo, volvía a abrir los ojos buscando confirmar que todo lo oído, lo visto, lo vivido era realidad, verdadero y no un sueño. Era de madrugada cuando Guillermo vio por la  pequeña salida posterior una luna gigante, y vestido solo con una camisa blanca de Pedro, vio el reflejo de la luna en el campo, las sombras que dibujaba, plateadas, y también lo que estaba más cerca… el jardín, y recordó la propuesta de Pedro antes del amor urgente, observó durante unos instantes y ya no pudo contenerse, fue hacia donde él estaba acostado. Su perfil armonioso lo mostraba dormido, las mejillas sonrojadas tanto como los ojos por el llanto previo y los labios por sus besos, el pelo alborotado. Embelesado ante la visión y creencia de que era suyo se recostó a su lado, lo besó en la oreja, en la frente, le habló al oído y le dijo ternezas. Él abrió los ojos, una tierna sonrisa se pintó en su boca, lo miró sorprendido.

 

__Guille, ¿qué haces levantado?

__ Me debes una copa, ¿lo olvidaste?

__Soy un hombre de palabra embajador, jamás.

 

Se quedaron un rato inmóviles, Pedro acostado, Guillermo, también con la cabeza en el pecho de él, hasta que Pedro ya despabilado, se levantó, fue hacia la ventana, y vio. Era verdad, la tormenta parecía lejana, la luna reinaba, el jardín invitaba con aromas derramando perfumes a metros de distancia. Se dio vuelta, y con la claridad, vio a Guillermo sentado en el borde de la cama, mirándolo desbordando ternura.

Guillermo observaba a ese hombre que hoy tanto amaba preguntándose cómo se había vuelto en días tan dependiente de alguien que antes detestara, ¿o no? Ya no importaba, lo necesitaba, como al aire que llenaba sus pulmones, una sombra paseó por la mirada… cómo extrañaría verlo todas las mañanas llevándole el café, cómo sus ojos de miel analizándolo por sobre la taza, cómo añoraría sus manos, esas que lo habían acariciado por todas partes marcándolo como propio, hechizándolo para siempre… y su cuerpo, extrañaría su cuerpo, su pecho como él el suyo para recostarse uno en el otro, Pedro para dormirse como le prometiera, luego de liberar angustias en llanto cuando lo necesitara. Ese hombre había llegado a su vida para trastocarlo todo, pero  en verdad lo había rescatado de la ignorancia de su sentir, de la soledad e indiferencia porque se preocupaba por él y sus hijos, lo cuidaba… le brindaba su amor. Y él ahora sentía haberse entregado en cuerpo y corazón. Sabía que Pedro estaría rodeado de problemas, y él se limitaría a extrañarlo, a añorarlo, ese muchacho enigmático, valiente y dulce, tras la coraza de fortaleza exudaba soledades y abandonos, y él ansiaba compensarlo. Detrás de la fortaleza de espíritu adivinaba ahora a una persona carente de atenciones cariñosas, de palabras, y cuidados del alma, y él conocía ese terreno, él podía rescatarlo de su vida impar. Lo observaba, tan bonito, tenía puesta una camiseta de algodón y un bóxer, mientras abría el placar y tomaba una frazada. Con la manta en las manos fue hacia él y lo invitó a cobijarse.

__Ven, vamos afuera, haremos lo que te dije antes, nos sentaremos en las escaleras, contemplaremos las estrellas y beberemos de ese champagne.

 

Guillermo se puso de pie entusiasmado, no era una noche para dormir. El enamoramiento que alumbraba los rostros, la locura de ese encuentro tan íntimo, aislados de todo y los sentimientos a flor de piel no lo dejarían pegar un ojo. Lo que venía sucediendo desde la llegada al refugio, era demasiado importante en la relación.

Lo siguió de la mano. De camino, Pedro tomo las copas, el champagne y salieron al patio por la puerta simulada detrás. Estaba frío, pero se sentaron en las escalinatas y puso la frazada sobre las espaldas. Se quedaron así, disfrutando de la noche, su proximidad, la compañía, el poder tenerse uno al otro.

 

Eran pasadas las nueve de la mañana cuando los dos se levantaron luego de amarse y desayunaron juntos, café negro y amargo requería el desvelo. Mientras lo hacían, Pedro lo llenaba de besos que premiaban la piel donde cayeran y Guillermo o los devolvía o lo abrazaba. Aprendían a conocerse en la vida cotidiana como nunca pudieron en la capital. Pedro supo que el embajador comía la mermelada con fruición a cucharadas, y la risa le teñía el rostro, eran iguales y tan diferentes, eran uno para el otro. Sentados en  la mesa de la cocina hablaron de todo, también de lo inevitable.

 

__ ¿A qué hora viene Beto y a qué hora se van?

 __A las catorce…  a las quince pasará a buscarnos, luego de dejarte en Manos que Curan, iremos a evaluar la estancia del padre de Gaby, veremos si logro caerle mejor al viejo y nos deja poner medidas de vigilancia.

__! Qué temprano!

__Si mañana dejamos eso listo, yo partiré para la embajada _ anunció, Pedro, Guillermo dejó la cucharada de mermelada a mitad de camino y le clavó los ojos.

 

__Ni se te ocurra insistir en lo mismo, si quieres puedes escribirle a los chicos, les prometí visitarlos a diario.

 

Guillermo asintió pensativo, ninguno quería irse de allí, recién probaban el primer bocado de intimidad a solas, de ese platillo delicioso y ya se lo quitaban de las manos.

__Todavía tenemos unas horas… Además, necesitamos planear cómo nos veremos cuando regresemos los dos allá, ya no pienso dejar que me eches de tu lado, y dudo podamos estar juntos en la burbuja _ dijo Pedro con picardía.

 

__ ¿Acaso tienes idea de cómo huir de cámaras y micrófonos?

__ Pues tendré que pensar en algo, porque dormiré contigo para siempre, acá o donde la ruta de la vida nos lleve.

__Estoy de acuerdo, pero ven aquí, que deseo tenerte bien cerca de mí.

Guillermo se acercaba y empezaban a besarse con pasión, En minutos sin saber cómo, terminaban amándose otra vez en las sábanas nuevas, que, de nuevas ya no tenían nada, habían aprendido todas las lecciones en una noche y ellos se quedaban en la cama, mimándose, conversando, tímidamente comenzaban a aparecer los primeros planes juntos: visitas, vida en Rumania, qué en el después… Empezaban por ahora a organizar cómo sería su relación de regreso a la capital, a la embajada.

 

--Hagamos todo para que nuestros mundos choquen, que colapsen y exploten, que se incendien, que nos consuman por completo hasta volvernos cenizas y resurgir de ellas,  como uno solo.

De solo imaginarme  las  fantasías pensadas por tu mente cuando cierras los ojos..., siento ese deseo de entregarte mi fuego, me sofoca una angustia secreta, me atormento de ternura, el cuerpo se me torna todo llama, por los poros desnudo me bebes, credo que me nutre, sombras de deseos que me ladran, me guía a tu oleaje tu olor a mar y sal, a rituales como aullidos, sinuoso, implacable, rastreas mi piel como serpiente, envenenas todos mis sentidos.

Soy un hombre impúdico, atrevido, queriendo llegar a lugares escondidos con mis besos, irrumpiendo tus húmedos rincones, propaga tu amor  en mí, en mi boca, me acosa sed de ti en las noches hambrientas,  porque hasta mis huesos han de amarte,  incendiado ante tus brasas, ardes en mis venas, apacigua tu mirada impertinente que me desviste, que me acaricia sin tocarme, entra por mi pecho  y baja por mi espalda, disfruto el tacto de tus dedos que se dejan guiar, tu mirada incrustándose en mis pezones, tú…  desnudo eres  seda entre mi cuerpo.

Desatas mi geografía con tus manos, estacionándote en cada paisaje, opio palpitante emana entre mis piernas, ahoguemos la mirada en un piélago de saliva y sudor incandescentes, volvámonos locos, abandónate, enséñame el sabor de tus líquidos, rindámonos a esta atracción magnética, que gritan nuestros átomos, sé mi sueño, sin vacilaciones ni permisos, ahora que abro los ojos mírame y hablemos, destrózame la cintura, ráptame, amordaza mis silencios, fragilidad de la ascensión momentánea donde morimos, invádeme con tu ir y venir, hasta quedarnos tendidos en la arena entre sábanas. Vuelves  a cerrar tus ojos,  ambos temblamos de placer, deseo escuchar que llegas al éxtasis, adoro empaparme de tu sudor, cierro ahora los ojos, en la oscuridad memorizo tu ser,  hurta mis labios, mi boca, mis besos, naveguemos por nuestras gotas, juntemos nuestros bosques, quedémonos saciados en nuestros regazos  hasta el alba, quedarnos derrotados, inundados en nuestras pieles.

Nunca hoy  entiendo  me había permitido abrir el corazón, nadie habitaba en él. Sí, había vagado por el cuerpo de Camila, de algunas otras mujeres, pero jamás había podido entregarme, me negaba al placer  y no nacía, y debía alejarme cuando ellas reclamaban. Cada intento de ser feliz me llevaba a ese pasado oculto, escondido, a ese que me había desgarrado el corazón y el alma y me había convertido en un ser errante y solitario,  aun entre la gente. Hoy por un tiempo esto será un secreto a voces entre tres, si contamos a Beto, algo de lo que no se habla mas que flota en el aire y se siente en la piel y en los poros.

__Cuando te marches me sentiré más solo que nunca, con una orfandad enorme creciéndome por dentro. Antes de vos pensé que la soledad había sido lo que sentí al morir Silvina,  cuando apenas reparaba en lo que quedaba a mi alrededor. Pero desde que me enamoré de vos, cada día sin tu presencia se hace insoportable. Antes de estos días incluso, el haberte tenido aunque más no fuera por breves momentos robados, sin darme cuenta me había convertido en tu esclavo. Te necesito, precioso, ansío ver tu figura, anhelo escuchar tus pasos fuertes llegando hasta mi ventana para colarte en la casa de Manos que Curan, tus manos dulces a la hora de acariciar, tu mirada de miel indagándome, tu sonrisa fresca con hoyuelos que me pierde. Y tu boca de labios gruesos, añoro y añoraré tu boca como el agua de cada día. Esa boca que me robó los primeros besos de hombre, que me ha premiado en cada recodo de cuerpo y piel con el  néctar de su pasión, no sé cómo soportaré la espera que intuyo más prolongada que otras, ese viaje que dudo sea solo para vigilar la embajada y a los chicos.

Bueno, amor, necesito ahora que no llueve ir a saludar a mis amigos a la granja  __ informó, Pedro poniéndose de pie ante  el desencanto pintado en el rostro de su amado __.  Te diría que me acompañes pero no creo que aceptes ni caminar en el barro ni subir al caballo por lo poco que vi cuando vino a pelear... embajador.

 

__ ¿Te burlas?

__No amor, es solo que voy cabalgando a saludar antes  que aparezca Alberto __ completó__. Deduzco que ya deben de saber que hay alguien acá, es buena gente, y no quiero defraudarlos.

 

__No me parece acompañarte ahora, quizás en otra oportunidad y en otro medio de locomoción _ dijo Guillermo evadiendo la mirada para que no viera sus ojos brillantes, aún no se iba y ya lo extrañaba, ya le aplastaba el pecho una loza de angustia__. Pensé que almorzaríamos juntos.

 

__Y lo haremos...  pero no prepares nada, cada vez que voy allá, doña Rosa me carga de productos, te sorprenderías  de ver desde jamones colgando a esas verduras orgánicas con las que hace de todo, de verdad, es solo saludar y ver que estén bien, que les funcione el teléfono _  completó, Pedro__. Las cosas no están  tranquilas y solo cuentan con caballos, no tocarían mi vehículo.

 

__ ¿Hablaste con Alberto?

__No. No ha llamado y es raro, acostumbra a hacerlo antes de salir en mi auxilio, debe de estar peleando con el suegro, o acaramelado junto a Gaby, si llegara antes que yo… que espere, o bien pasen por mí _  sugirió Pedro__. Debo marcharme así almorzaremos juntos.

 

Uno se moría de pena, el otro agonizaba de tristeza, la partida  real  de uno u otro modo era inminente.

__No estés triste __ susurró Pedro__. Te llamaré a diario, tal vez solo sean días.

__Cómo no estarlo _ respondió Guillermo con perlas bailando en la cornisa de las pestañas__, te me vas, luego de estos días acá, no sé cómo imaginarte en otra parte,  ni siquiera puedo quedarme en la misión o con los chicos, se me rompe el corazón pensando que tal vez llegue Beto antes y ya no vuelvas, y aunque no sea así, esto me parecerá enorme, frío y vacío. No quiero separarme de vos Pedro, en verdad ni siquiera por unas horas, y saber que en un par de días ya estarás a kilómetros…

 

__ Shh… atesora este instante y cada uno de los que vivimos para siempre en tu alma para rememorarlos en momentos de ausencia, también yo necesitaré verme reflejado en tus ojos, es tu cuerpo del que tendré ansias por las noches, es tu boca la que desearé besar, querré oler tu cabello, tu piel, sorber cada una de tus  sonrisas y tus lágrimas, ambos lloraremos en esta y en cada despedida hasta que ya dejen de existir.

 

Pedro fue el primero en avanzar. Apenas respiraban mientras  sus miradas estaban sostenidas por ese amor que iba más allá de la naturaleza humana. Le acarició la mejilla y Guillermo cerró los ojos para impedir que las perlas plateadas resbalaran por sus mejillas, sin lograrlo, fue él quien elevó los brazos y se colgó del cuello de Pedro, fue Guillermo quien se apretó a su cuerpo que encajaba pieza a pieza en el otro y quien rogó al oído “llévame contigo”.

Pedro no pudo resistirse y lo abrazó con toda la fuerza de su humanidad, sus bocas se dieron un beso tan ansiado y demorado, tan reprimido como soñado, como el primero,  se besaron con la ferocidad de amantes nuevos, con la pureza del amor verdadero, con la espera de años, con la premura de lo prohibido por ahora.

 

__Guille, te amo _ murmuró sobre sus labios__, pero no puedo llevarte por ahora, sería peligroso, luego de todo lo que hablamos, no me sometas a esa tortura, no te expondré a más atentados.

 

__Jamás estaría en riesgo a tu lado, siempre me salvarás de todo, de todos __ los ojos penetrantes colmados de confianza__, llévame.

__ No soy infalible o mi hermano estaría vivo, Guille _ dijo Pedro en un hilo de voz.

 

 Se fundieron en un nuevo abrazo que les traspasó el alma y les sacudió los sentidos, mas Pedro negó con la cabeza, le tomó  las manos, las apretó como si ya fuese la despedida, lo besó en la frente tomándole la cara entre sus manos, cuando Guillermo cerró los ojos se apoderó de su boca. La pasión los enlazó, las manos y brazos cobraron vida, y cuando saciaron su sed, Pedro se separó, se arregló ropa y alma, y salió poco después sin mirar atrás.

Guillermo lo vio partir, y le pareció que se llevaba su vida. Sentado en la cama se sintió deshecho, trató de recomponerse pensando en que solo serían minutos, que esta no era la despedida, y fue por un café, y como su ánimo no logró ascender regresó a la cama, se acostó, intentó en vano dormir. Al cabo de minutos que para él fueron horas de no conciliar el sueño, se levantó, y salió al jardín, rememorando en los escalones el instante de felicidad en que ellos abrazados, al abrigo de la manta, disfrutaron de la noche hacía apenas horas. Sumido en su punto máximo de melancolía, cuando los ojos comenzaban a nublársele, desanimado sin esperar sorpresas, regresó en busca de algo que lo llevara a Pedro. Recordaba su mirada de antes, de cuando él apenas se la devolvía, siempre había percibido un cierto deseo reprimido, un mudo pedido en sus ojos de miel que él no quiso interpretar entonces, y cómo lo extrañaba ahora, y cuánto cuando lo supiera lejos aunque las rutinas siguieran con la misma precisión que el sol amanecería a diario. Guillermo necesitaba verlo, y ansiando algo que lo conectara al hombre que desvelaría sus sueños y  noches empezó a recorrer la habitación… Se apoyó sobre la puerta luego de cerrarla, hizo lo mismo con los ojos y olió el aire. Allí estaba él, su esencia, su olor. El aroma de su perfume y de su piel estaba impregnado en el ambiente, entró por sus fosas nasales, lo llevó a la garganta, lo atesoró en el alma. Se aproximó al lecho donde se amaran, tocó las mantas, solo las paredes desnudas eran testigos de su desdicha. Luego se sentó y de inmediato se recostó. Se abrazó, imaginando que era Pedro quien estaba detrás de él y  quien  cerraba sus  brazos en torno a su cuerpo. Ladeó la cabeza y aspiró el aroma que ascendía desde la almohada, su perfume. Hundió la cara en la sábana y dejó escapar una impertinente lágrima. La angustia lo atravesó, lo obligó al llanto. Se sentía solo, extremadamente solo, y llevaría la  sensación aun a esa casa llena de gente, lloró durante un rato, abrazado a ese objeto que le traía algo del hombre amado, una brisa lejana, un suspiro apenas, con apenas un aleteo entre la risa y  la lágrima ante cada recuerdo, hasta que el cansancio lo venció.

Al despertar se sacudió la angustia que dejó desparramada sobre la cama, para que cuando Pedro regresara la recogiera y la convirtiera en alegrías, en su ingreso agónico de nostalgias no había percibido más que sombras, y deseaba indagar en esa habitación, de pronto pensó si alguien más habría estado allí con él, y la furia bulló en las venas, nunca  pensó en que los celos aparecieran entonces, pero no podía desalojar del todo la mirada de Arismendi siempre rondando a su hombre, aun cuando parecía ir por él.

Sin pensarlo posó la mano en una caja que antes no viera, estaba  sobre la mesa de luz, a poco de hacer vagar la mirada vio varias similares en estantes de una biblioteca de pared, y hasta en el piso.

Estaban apiladas, rotuladas, ordenadas pulcramente, y esparcidos aquí y allá quedaban a la vista algunos libros.

 Con cuidado fue estudiando los rótulos, eran listados manuscritos de libros, montones de libros infantiles, desde algunos con solo letras y dibujos, a mujercitas, y clásicos libros para cada edad.

“Cajas de libros guarda acá, en polaco, en inglés, para todas las edades, son tantos que supongo dado lo que le he visto llevar a la misión, los regalos que les hiciera a Abdul y a los chicos, deben de ser para los huerfanitos, los debe de comprar en la ciudad y guardar acá hasta llevarlos, aunque algunos parecieran para mayores, ¿acaso dona libros también al colegio donde están mis hijos? ¿Quién eres Pedro Beggio? Es que siempre piensas y cuidas de todos, de Gaby y Alberto, de la misión, de la seguridad de todos, donas teléfonos que supongo cuestan fortunas, vehículos, a veces creo que esa gente secreta que te apoya  te ayuda, en otras luego de conocer tu historia… que todo lo haces solo, como tú mismo dijiste, como no pudiste hacerlo en batalla, o como no puedes hoy estar junto a tus hijos.

Por momentos pienso en el veneno, en la extraña desaparición de Matías, en que esas mismas manos que me arrancan el mayor placer pueden disparar un arma, y me estremezco, dudo…, pero luego miro esto, y lo que haces por todos, y vuelves a ser el mismo enigma de siempre, del primer día, pero sea como fuere, estoy locamente enamorado de ti, con ese amor incondicional que no admite reparos ni excusas, que no tiene explicación, y puedo aceptarlo todo, como tú mismo dijiste, la muerte de tu hermano fue la raíz de todo lo que eres, no siempre un orgullo para ti, pero ahora sé que te acepto tal y como eres, que por eso es que sé que te amo.

Ya basta, me explicaste miles de veces lo del veneno, solo deseabas protegerme, y lo de que seas soldado de ese grupo raro, tu carrera, toda tu vida estuvo marcada desde ese día, eran dos críos que fueron a una guerra estúpida, y perder a tu hermano te llevó al vacío, pudiste caer en el delito, en las adicciones, y sin embargo cuidaste de tu padre, de Camila, seguiste adelante aun con el alma vacía. Cuántos son militares o policías, no es para espantarse que andes armado. Gracias a ello y a lo que eres ya me salvaste la vida unas cuantas veces, y lo mismo Alberto, soy un idiota. No puedo desconfiar de ti cuando ayudas a quien puedes, y si recurres a otra cosa también lo haces para ayudar, para cuidar a quienes amas.

Recuerdo cómo me sentí al morir Silvina, aun cuando los chicos son un viento de ilusión, de esperanza,  pero creí que quedaba solo, irremediablemente solo, implacablemente solo. Cuánto más debe de ser el vacío al perder a un gemelo, y de esa manera, sé que ahora mismo, o al menos hasta hace poco buceabas entre el dolor y la angustia, aparentando ser fuerte, yo hoy sé que eso es una cáscara, y quiero acompañarte en tu resignación, rescatarte poco a poco de tus dolores, quiero verte  renacer de tus propios escombros, erguirte feliz sobre todas esas heridas y lucir una nueva piel que yo estoy dispuesto a adorar amorcito, porque en definitiva, es lo que con paciencia vienes haciendo conmigo desde conocerme.

Desde que partas miraré cada día hacia el camino por donde ansiaré verte aparecer, y tal vez eso me decida,  porque cada hora es más atractivo el sueño de que eres mi esposo, de que espero que regreses a casa en busca del cariño de un abrazo. Imagino además de nuestros hijos que nos hacen afortunados, porque nos descubrimos luego de haber amado a mujeres y tener hijos biológicos, pero me atrevo a vislumbrar a otros pequeños corriendo por allí, flores en jardines que son mi debilidad y que abandoné. A veces creo que solo acepté ese cargo además de para escapar de la soledad de la pérdida para cruzar tu camino, que estaba escrito que así fuera, pero  en verdad tal como creo te sucede, me conformaría con pocas cosas, o solo ansío ser amado…  siempre por ti con ese amor que nos enaltece, que la vida a ti te arrebató a temprana edad y quiero darte para que deje de vagar por tu alma como un desconocido.

Quisiera pedirte perdón, quizá sea un perdón que no te debo. Pero una culpa inoportuna se me viene instalando por a veces desconfiar de lo que haces, o tal vez de sentir cuánto me ocultas todavía, porque sé que apenas me dejas ver tu interior, que eres un enigma, reservado, que pocos llegan a verte por dentro, sospecho que solo Alberto y Marcos, que intuyo adoptaste como el papá que perdiste, pero será mi desafío descifrarte, y algún día terminarás de abrirme el libro de tu vida, lo sé. Y nada de culparte por nada, eres un sobreviviente, a pesar tuyo eres  el sobreviviente de esa familia que el destino , la vida o alguien desgarró, y la culpa de serlo te ha llevado a negarte al placer, al amor, a la felicidad, porque en verdad los tres son decisiones, y hoy sé que al morir tu hermano decidiste negarte a todo lo bueno, hasta de la cercanía de tus hijos te privas, pero una luz de ilusión baila en tu mirada cuando hablas de ellos, y volverás a disfrutar de su presencia, lo prometo.

Hoy entiendo tanto más. Eras un muchachito alegre e inocente, y naturalmente dejaste de serlo tras aquello.  Esa muerte torció tu vida, tal vez de no haber ocurrido hoy trabajarías como lo hacía yo, tranquilo, en un bufete de abogados, dando clases, pero   todo cambió, y te revestiste de murallas para que nadie volviera a lastimarte, te refugiaste en mil trabajos de riesgo, cerraste tu corazón, tal vez apenas te permitiste el placer despojado de sentimientos, o ni siquiera por esa culpa que te atormenta y no es tuya, esa que te arrojó a los límites de tu propia voluntad, y como castigo decidiste no amar, no ser feliz… y me siento afortunado, porque todo cambió cuando se unieron nuestras miradas, y luego, cuando bebiste de mi piel el ardor del deseo, tocaste, chupaste, nos embriagamos de olores y esencias, y dejamos caer la ropa como hojas en otoño a la par que cáscaras de murallas, terminando revolcándonos en alfombras de sanación, desnudos en cuerpo y alma, olvidándonos del mundo, y por momentos me asombra, pero asoma la necesidad  de tenerte en mi cama, en mi casa, en mi vida todo el tiempo, y sé que sientes igual, tus sonrisas encierran promesas, ya no eres un muchacho vacío de amor, pleno de amargura, y me alegro de ser el causante del cambio, de haberte rescatado del pozo de la tristeza, de haber espantado esas ganas de buscar la muerte que te habían encadenado, aunque sé que una parte de tu corazón estará quebrado para siempre, todo será mejor mi amor “.

No podía saber que Pedro cabalgando por momentos no podía evitar que sus recuerdos lo llevaran por derroteros que no quería transitar. La muerte de su hermano lo había lanzado a los caminos de la oscuridad, sin dirección, sin futuro, sin propósitos, sin vida. Un tiempo había vagado aquí y allá negándose líquido y alimento, pero el instinto de supervivencia hacía que cuando estaba al borde de sus fuerzas, ingiriera algo. Y su cuerpo revivía, no así su alma. Quería morir como única manera de alejar el sufrimiento, yendo con su mitad, pero para hasta eso se sabía cobarde, no era capaz de quitarse la vida. Ni siquiera pudo caer bajo el influjo de la niebla de las adicciones, aunque tal vez el peligro lo era, un equivalente, pero a veces no había nada que lo rescatara del infierno en que se sumergía, lloraba de dolor, de culpa, de impotencia de furia, ante sus hijos a veces debía de hacer esfuerzos por no derrumbarse pesando en el perdido, buscando curiosamente en ellos rasgos de otra persona, porque a veces escapaba de ellos cuando se conmovían sus decisiones y se aflojaban las lágrimas, cuando era como ver en ellos una prolongación de su hermano, un trozo de su piel, de su sonrisa, aunque eran reflejo de él mismo, pero lo llevaban a la crueldad de saber que él ya no estaría, que nunca más disfrutaría de su mirada, que jamás escucharía ya su voz, su risa, y a veces miraba a sus hijos con fascinación, aunque antes de Guillermo fueron los únicos capaces de abrir nuevamente su corazón,  los amaba, cuando estaba les dedicaba toda su  vida y cariño intentando recuperar el tiempo perdido, los colmaba de juegos y regalos escondiendo en su mirada un sentimiento que por momentos parecía ahogarlo, ellos no podían saber que su vida había quedado vacía al igual que su corazón, pero por ratos ellos mismos le hacían recordar la pérdida, se tornaba ausente, huraño, y entonces sabía que tenía que partir por un tiempo, admiraba por ello a Camila, que siempre estaba allí, con ellos.

 

Mientras Guillermo  espiaba los libros que supuso serían para la misión y para el colegio, unas hojas que en verdad descubriría eran fotos cayeron en su regazo, y lo hicieron detener la mirada en ellas, dejó con cuidado las cajas ordenadas, y se centró en el nuevo descubrimiento.

La emoción le  atenazó en un nudo la garganta al descubrir en una de ellas a su amor, pero en dos, y supo que allí estaba el tesoro escondido de Pedro,  sus seres más amados guardados en refugios, fotos de ellos, de él con su hermano desde bebés a soldados, y se sorprendió buscando detalles, diferencias, algo, pero nada halló, en verdad eran lo mismo, idénticos.

Tomo una  de las últimas, porque en ella uno de los hermanos estaba sin el uniforme, y era abrazado por el otro, algo le susurró que Alberto estaba tras la máquina, y que eso marcaba algo especial.

Volvió el trozo de cartón  ya algo amarillento, y encontró la respuesta. Una fecha… una hora… una leyenda… ¡Feliz cumpleaños Pedro!

Supo que quien estaba sin la marca de soldado era su amor, y al estar la hora intuyó que la inscripción la había dejado Agustín, que en verdad el primero en salir, el primogénito era Pedro y por ello estaba así, porque buscando luego halló  la compañera, casi idéntica, unos minutos después, invertido el nombre.

 

“Tu cumpleaños, amorcito, fue en octubre, estábamos en la embajada, ni Alberto ni vos contaron nada, y seguramente te traté como un ogro, como casi siempre, pero sí que tienes algo de él, su letra, este regalo de cumpleaños, el último, el peor, por eso tal vez lo tienes acá. __ El alma se  le encogió al pensar en el dolor que encerraban esas letras__.  Tal vez, y depende de mí enteramente, pero tal vez, en el próximo podamos estar lejos de esto, casados, todos unidos en ese sitio que me vienes proponiendo, tal vez…”.

 

Apartó las fotos de los hermanos, y halló la de los pequeños, la emoción lo desbordó, Thomas y Dayana le sonreían desde bebés a poco tiempo atrás, y casi creyó ver  a Camila y a Pedro a esa  edad, pues eran sus retratos, o muy parecidos en verdad, tan bellos. Los había conocido en la embajada, una vez en que hablaron de ellos, vio una foto que Pedro llevaba consigo, carné, en pequeño, pero eran mucho más bellos de lo que recordaba y entonces comprendió cuánto le costaría a él negarse a estar siempre junto a esas dos criaturas.

 

“Será por poco tiempo más amor mío, no seguirás negándote a disfrutar de ellos. Ojalá Camila no se oponga a acompañarnos si decidimos huir a un país libre.

Qué curioso es todo, recuerdo a Camila y me lleva a Silvina. Cómo cambió mi vida en tan poco tiempo, en verdad desde su muerte y desde conocer a Pedro, desde ser…   el embajador.

Silvina querida,   si estás viéndonos como creo tal vez pienses que enloquecí, que te olvidé para volverme gay, y que llegar a Rumania me convirtió  en esto, pero no es así, no sé si soy gay, sé que antes  de Pedro  te amé, que nunca te fui infiel, que nunca me atrajo un hombre, que era feliz en nuestra vida, que pensé lo tenía todo a tu lado, en nuestro hogar, en nuestro pueblo, en esas vidas ensambladas apacibles y simples, con los chicos. De nada de lo que vivimos puedo arrepentirme, fue todo perfecto, fuimos felices siempre, con las peleas y diferencias, pero felices, y siempre serás mi única mujer, la mamá de mis hijos, mi mayor tesoro. Sé que no deseabas que aceptara el cargo, también que tu muerte no   fue un accidente, que te debo una disculpa por no haberme quedado a investigar qué sucedió.

 Quiero que sepas dos cosas, que  Pedro… como el amor,  fue un rayo que se cruzó en mi ruta cuando ya creía todo perdido por tu partida, y que antes siempre  te quise mucho, no podría compararlos, todo es diferente, lo que siento por cada uno es hermoso, pero no puede ponerse en palabras la diferencia, es amor, solo diferentes, y estar ahora disfrutando de otro tipo de unión e intimidad me hace sentir pleno de otro modo, no sé si me califica como gay ni le resta valor a lo que sentí antes por ti querida, es solo diferente.  Profesionalmente hablando, creo que tenías razón, que esto no era para mí, como yo mismo pensaba, no estaba calificado para este cargo, pero algo importante sucedió para que llegara a él, y tal vez era la manera que “Alguien”  eligió para rescatarme de tu pérdida y de llegar a Pedro.

Sé o presiento que desde donde estás todo lo sabes,  como que pensaba en algún momento investigar qué te hicieron esa fatídica noche. Hoy, luego de conocer este mundo, de riesgos, intrigas y poder, creo que estarías de acuerdo conmigo en que no serviría de nada intentarlo, no lograría descubrir nada, y tal vez pondría en peligro a los chicos, creo que lo entiendes. Solo quiero que sepas que ellos son felices, que por momentos, rechacé lo que sentía por Pedro, lo traté mal a él, lo intenté alejar, pero creo que simplemente me enamoré de él, que el amor me atravesó sin permiso, y  me asombra tanto como a ti seguramente, pero sé que no te molestará que vuelva a ser feliz, que sabes que él ama a nuestros hijos, y ellos lo veneran, quiero que sepas que siempre tus hijos serán felices, que los cuidaremos como el tesoro que son, y que te llevo en mí querida, no te eché al olvido por volver a amar, estás guardada con llave como un preciado tesoro en un recodo de mí para siempre, y   sé nos volveremos a encontrar alguna vez “.

 

Luego de comprobar que ningún rastro de otra persona había en la habitación, desistiendo de escribir a sus hijos puesto que los podía llamar a diario por esos teléfonos que Pedro les daba, Guillermo  dominado por la ansiedad, vestido con una camisa desprendida, descalzo, pese a lo que él dijera, revolvía una olla intentando elaborar un arroz con pollo como una vez había visto hacerlo a Silvina, aunque hacía demasiado tiempo que había olvidado esas tareas, ahora siempre había tenido cocinera, tanto que pensaba era un milagro que del contenido de esa cacerola que agitaba con la cuchara de madera saliese ese aroma delicioso que se esparcía por todo el ambiente.

 Espiaba la comida mientras pensaba que cocinar era todo un arte, que retomaría como la jardinería si  dejaba la embajada, si se casaba nuevamente, no sabía quién sería el encargado de hacerlo. Y estaba en esas disquisiciones cuando Pedro se acercaba cargado de frutas y vinos, y  buenas noticias, al menos era lo que creía, pues Alberto se había demorado por una tormenta en la casona de los Soria, y le costaría rescatarlos, aunque tenía su propio vehículo, la excusa fue un bálsamo que le daría el tiempo para regalarse otro día junto a su hombre.

 Los cascos y los ruidos fuera lo alertaron a Guillermo, se asomó,  la mirada colmada de amor lo vio…  gallardo, guerrero montando el soberbio caballo como al llegar lo había imaginado, y el alma le regresó al cuerpo, sintió su ingreso entre feliz y sorprendido, mientras Pedro ansiaba contarle que había decidido no irse ese día,  decirle que tendrían esa tarde, esa noche, la mañana por delante, veinticuatro horas juntos, que la vida era bella.

Guillermo tras verlo ya ansiaba colgarse de su cuello, besarlo, cobijarse en él, llorar angustias, compartir emociones, el todo con él. Cuando levantó la mirada simulando que seguía cocinando concentrado, se encontró con la de Pedro,  que lo observaba fijamente, petrificado, junto al marco de la puerta. La bolsa con las provisiones estaba en el piso.

 

__ Regresaste mi amor, al fin… ¿Qué pasa, Pedro? _ exclamó de pronto preocupado al verle el rostro.

 

__ Me quedo un día más, tendremos un día más. Pero al sentir el aroma a comida casera, y verte aquí, con mi ropa…  cocinando, descalzo, en mi cocina…

__ ¿Qué…?

__Que te siento mío… Y  es que temo que esta intimidad se diluya cuando regresemos a la rutina de la embajada, allá no es fácil.

__Pero… me verás todos los días.

__ Allá eres mi jefe, no sé cómo nos manejaremos entre todos. ¿Entiendes de lo que hablo…? No sé si estoy dispuesto a conformarme con menos después de lo que hemos vivido aquí, estos días… yo te amo tanto… te amo con locura, de verdad.

__Yo también te amo, y sé de qué hablas… Vengo pensando lo mismo. Por momentos me pasa igual _ reconoció Guillermo__. Ya me resulta desesperante pensar que te vas a ir, aunque sean días. __ Guillermo apagó el fuego, y muy serio, sin apartar la mirada, le dijo:

 

__ ¿Por qué no te casas conmigo, Pedro…? Huyamos, nos casamos y listo.

Ambos rieron.

__ ¿Acaso me está proponiendo casamiento embajador?

__Sí… Una vez me lo propusiste tú, ahora me tocaba a mí, ahora guío yo… _ dijo con picardía.

__Me gusta la idea.

__ ¿Cuál? ¿Que esta noche guíe yo, o que nos casemos?

__Las dos ideas __le respondió rápido.

 

Guillermo lo miró  en profundidad.

__No sé en cuánto tiempo, pero te amo, Pedro y sí que quiero que seas mi esposo.

__Con gusto cuando creas que es el momento aceptaré, ahora sigue guiando…

 

 El beso llegó  de la mano de la alegría, y fue como beber en un manantial cuando se está muerto de sed.  Las bocas se abrieron, acogieron, una a la otra, las lenguas se acariciaron ávidas de besos, los cuerpos se ajustaron, se apretaron uno en el otro, arrancando sinfonías de sonidos renovados, gemidos y jadeos de ansiedad.

 

Lo apretó contra sí, Guillermo se aflojó. Lo  tomó de la mano, lo llevó hasta la habitación. Y una vez allí lo empujó hacia la cama.

Las preguntas sobre las fotos y los libros que pensaba hacerle, podían esperar, el amarse… no.

Mientras Pedro lo miraba y permanecía acostado, Guillermo le sacó los pantalones, la remera que llevaba cubierta con una campera, mientras él mismo luego comenzó a quitarse la camisa que llevaba puesta. Pedro apoyó la cabeza entre dos almohadas y mientras Guillermo se desvestía comenzó a mirarlo divertido, le gustaba el juego, verlo así, pero a medida que la piel blanca de Guillermo aparecía fue poniéndose serio, como si se tratara de una cuestión de vida o muerte. Los pezones erguidos lo llamaban, eran su debilidad, desde que los viera por primera vez, aunque nunca se lo confesaría. Como si lo adivinara, Guillermo ya desnudo, se subió sobre él, y apoyó esas dos colinas sobre la cara de Pedro, durante unos instantes. Pedro cerró los ojos, aspiró el aroma que emanaba de ellos, y sintió su calor, separándose un poco, Guillermo devoró la boca, seguía guiando.

Y bajo su dirección, esa  tarde, la misma en que él le había propuesto casamiento devolviendo la gentileza, tomaría la iniciativa de amarlo por primera vez, cambiando roles y posiciones, Pedro entendió la consigna, encantado se volvió, y Guillermo entró en él, sintiendo que era su hogar, entendiendo lo que Pedro venía sintiendo desde la primera vez, no deseando salir nunca más de allí, mientras su amor seguía sus vaivenes debajo de ese cuerpo amado y ambos ascendían al infinito, flotando fuera del mundo conocido.

Media hora después, el mismo cuarto que había escuchado temblores, gemidos, jadeos, gritos…  oiría los planes de cómo sería ese ansiado casamiento que tarde o temprano, ahora estaban seguros… llegaría. Aunque primero pasarían tormentas, y deberían informar a los chicos. Era más fácil eso, que intentar buscar el modo de estar juntos al regresar a la ciudad, aunque no por ello lo resignarían.

 Luego de la cena combinada, sucumbieron al amor nuevamente con premura. Se sintieron, se olieron, se reconocieron luego de ese rato de distancia. Sus cuerpos estaban hechos el uno para el otro, se moldeaban a la perfección, sus respiraciones eran una y sus bocas se buscaron para sellar el encuentro. Sin darse cuenta estaban enredados en la cama, desnudándose, tocándose, acariciándose, redescubriéndose. No hubo palabras, no hacían falta, las pieles escribían en mudo lenguaje, sus bocas delineaban mariposas aquí y allá, desquitándose por las ausencias  a que se habían visto y se verían obligados.

Luego de amarse, se metieron debajo de las mantas y  se abrazaron. También en esa misma habitación, esa noche se escucharían los “te amo”, dichos quedamente, con sabor a sal por la emoción. La concreción de ese amor no sería fácil, pero llegaría, con lágrimas…  pero de felicidad.

 

__ Hay tanta  historia que escribir en nuestros labios, sonidos reservados en nuestra intimidad, insinuaciones, gestos, miradas, sonrisas y mucho que hacer para hacernos felices, traigo un  traje nuevo, justo para estrenar contigo… atardece, tú en mis pensamientos, tú y yo en esta dimensión, escribiendo caricias en nuestros cuerpos, vibrando, sintiendo el candor de tu boca, adularte mientras tus caricias son garras enguantadas, delirando por tu amor, impetuoso, formidable, ardiente,  deslizándote como culebra en mis ramas, desbordado de locura, tus ojos son mis medianoches crueles, panales negros de malditas mieles, es beber veneno por el licor suave. Te amo, mi corazón se embarga y se enajena, en mi fantasía y hoy realidad brilla tu imagen apacible y pura, tú,  el destino implacable de mi hoguera, mi furia desvelada; hierve la sangre en las venas, yo no sé si eres muerte o vida, solo sé que ardo en la fusión de nuestros pechos, que aroma derramas, el perfume de tu ungüento, uniendo dos bronces en el lecho,  desnudos, rozagantes, un poco de hambre, un infantil deseo de pureza, una suelta palabra indiferente, eres el tesoro oculto mío. Fiebre incesante que ansío, impaciente pregunto por tu piel, poros vapores furiosos, el pudor se desvanece, perdidos en la  libido ascendente, la pasión explota, dos volcanes consumiéndose, detonando sus sentidos, amándote como si fuera la última noche, tu mirada es mi descanso,  tu nombre la dulce melodía, solo vivo para amarte, el amor empieza por desasosiego, solicitud, ardores e insomnios, tus manos enlazadas en las mías, enredarme contigo es inmensurable. Nuestro amor es inasible, amo ser tu prisionero porque me alimentas con tu cariño, con tus besos, con tu locura, te admiro, derretiste el hielo, te quemas conmigo, pero no me dejas, te quitaré el aliento, me declaro vencido, a bocanadas bebes mi vida, sorbes, sin dolerme, mimando mis sentimientos, gracias por tu destino, amor un sentimiento sin límites, mas que íntima delicia, terca realidad que todo inventa.

 

Un ruido fuerte proveniente del exterior, arrancó del sueño a Pedro, un silencio de muerte precedió a la estampida, gritos y golpes  se acercaban con la ferocidad de lobos en celo.

Se incorporó y vistió con prisas, tomó su arma, pensó primero en los caballos, tal vez los dejara al descuido, mas un negro presagio lo llevó hacia  el refugio rústico,  y a asomarse a la negrura de la noche, sin percibir que Guillermo lo seguía de cerca, aunque este no llegó a salir más allá del refugio oculto que tuvo la precaución de cerrar, cuando gritos ahogados se colaron por las paredes, se metieron por sus poros y lo sumieron en la desesperación. ¿Dónde estaría Pedro?

Un ruido sordo lo sobresaltó, alguien había pateado la puerta, y desde su escondite no pensado, el armario que tapaba el refugio real tembló e intentó no delatarse, en vano. El hombre ya sabía de su presencia, la ropa ya seca estaba en la silla, y una sonrisa de dientes amarillos y desparejos iluminó el rostro perverso que se acercaba, al tiempo que Guillermo reprimió el grito que ascendía desde sus entrañas y quemaba su garganta.

Un súbito presentimiento se le develó.  Venían por él, y si así era, no podía ser otro que Juan, solo Arismendi que estaba con él en la casa de Manos que Curan al momento de la llegada de Alberto, había podido seguirlo  o hacer llegar a esos hombres allí, eran los comunistas quienes terminarían con él, allí, no en la embajada.

El individuo lo arrancó de sus pensamientos corriendo el mueble y arrastrándolo tomándolo del brazo y dándole un culetazo en la sien con el arma que alojaba su mano ante lo cual Guillermo aturdido atinó a escupirlo y empujarlo, pero se sintió al borde del desmayo, y el tipo sin reparos lo hizo girar, lo apoyó sobre la mesa, golpeándole la cara con la madera, aplastándolo con su cuerpo para besarlo en el cuello. Guillermo pese a su escasa conciencia pudo sentir el miembro erecto entre sus nalgas y el asco se apoderó de él. Se movió con ímpetu intentando quitarse de encima a ese ser despreciable, sin lograrlo. La lengua ascendía por su piel e intentaba penetrar su boca.

 

__Puto de mierda, quédate quieto como lo haces con tu compañerito _ bramó el tipo, ciego de excitación.

 

Sentir a ese hombre que seguramente tenía la orden de humillarlo detrás de él lo llenó de repugnancia y le dio las fuerzas para patearlo con ímpetu. Sin embargo, nada lo hacía  desistir, y sus gritos se elevaban al aire pero no eran escuchados, sumergidos en la vorágine de descontrol que no sabía era el exterior.

Manos calientes y húmedas lo tocaron aquí y allá arrasando con su dignidad, colmándolo de humillación.

 

__Vamos perro, que el jefe te quiere sumiso, no lo hagas difícil _ dijo el sujeto mientras intentaba quitarse los pantalones.

 

 Guillermo gritó, aulló, presa de furia. Todo sucedió apenas en minutos que a él le parecieron eternos. De afuera llegaban ruidos, gritos, disparos, y cuando el hombre logró bajar su ropa, la puerta que antes este había cerrado se abrió y el cuerpo de Pedro se abalanzó sobre el atacante de Guillermo. Ambos hombres se trenzaron en riña, mientras Guillermo recobraba lucidez, se acomodaba la ropa, y el alma…  al ver que su amor estaba a punto de ser ahorcado por el gigante, recobró su espíritu y su fuerza,  tomó un palo del rincón más próximo, que con fuerza aplastó sobre la cabeza del agresor, con lo cual este aflojó la presión sobre el cuello de Pedro. Este aprovechó y sacó un arma blanca que al parecer había quitado a alguien afuera,  y sin hesitación la hundió en el costado del invasor, al tiempo que un disparo lo terminó de congelar, y cayó al suelo herido de muerte.

Los ojos de Guillermo vírgenes de esa violencia se arrasaron,  Pedro lo vio, y en instantes lo abrazó, conteniéndolo, susurrándole que todo estaría bien, al tiempo que la voz de Alberto se oyó.

 

__Fue ese malnacido de Arismendi, Pedro, solo él nos vio minutos antes de que yo  pasara por Guillermo. El disparo que abatió al agresor provino de su arma__. Cuando hablamos, por precaución no te dije que estaba merodeando la casa de Manos que Curan, pero algo me trajo para acá, intuí que habría una encerrona.

 

Pedro acariciaba a Guillermo, al tiempo que escuchaba, pero estudiaba su herida en la sien.

__ ¿Cuántos hay afuera?

__ Abatimos a dos que merodeaban la casa de tus amigos, dos más que viste entre los árboles y este, no creo que quede nadie _ respondió__. Tengo la camioneta, ¿llevamos a Guille a que lo vea el médico?

 

__ Estoy bien _ murmuró, Guillermo__. Solo fue un golpe,  no quiero ir a ese sitio si Juan está por allí __ afirmó.

 

__ Perdón amor mío, no debí dejarte solo, creí que dormías,  casi no llego a tiempo.

__ Pero llegaste, llegaron _  completó mirando a Beto con agradecimiento__ y me salvaron, ¿este es el atentado que esperaban? Arismendi me iba a secuestrar.

__ Posiblemente _ dijo, Pedro__, pero no, esto es su calentura personal, vio la oportunidad ayer cuando Beto fue a buscarte e improvisó, pero no, lo que esperamos es algo mucho mayor, esto lo arreglaré con ese cretino cuando lo tenga a mi alcance.

__! Pedro, no! _ suplicó Guillermo.

Pedro se recompuso, disimuló la furia agazapada y se volvió hacia Alberto, sin dejar de abrazar a Guillermo.

__Nos quedaremos acá, Beto, limpia la zona, tengo que pensar a dónde llevaremos a Guille.

__ ¿Seguro que estará bien y que no quieres ir a otro lado?

__No volverán acá, yo cuidaré del embajador, no vieron el otro sitio, pensarán que estábamos en la granja o acá, no regresarán, nos quedaremos  en el sitio que sabes, no acá, de necesitar médico tengo la salida y el vehículo, pero prefiero pensar y quedarnos un día más acá _ le informó, mientras Alberto asentía.

__ No es mala  idea si Guillermo se siente mejor, limpiaré a estos, veré dónde está el jefe, e iré a lo de Gaby, podemos demorar un par de días eso, tranquilos.

__Gracias amigo __ dijo Pedro sonriendo.

__Estaré bien y prefiero ocultarme abajo __ opinó Guillermo fijando la mirada en Pedro__. ¿Esto no te convence que lo mejor es que viaje contigo?

Pedro rio sin ganas besándolo frente a Beto.

__Lo siento… pero no me convence… no me manipules ni lo intentes.

 

La resignación se pintó en el rostro de… el embajador.

 

CONTINUARÁ.

HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS. CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.

LENGUAJE ADULTO.

ESCENAS EXPLÍCITAS.

LIBRO DE ANCLAJE. EL CAPRICHO DE LOS DIOSES.  SIDNEY SHELDON.