sábado, 30 de septiembre de 2017

"NAUFRAGIO". CAPÍTULO 106.



“NAUFRAGIO”.

RESURRECCIONES. PABLO NERUDA.
“Si alguna vez vivo otra vez
será de la misma manera
porque se puede repetir
mi nacimiento equivocado.
y salir con otra corteza
cantando la misma tonada.
Y por eso, por si sucede,
si por un destino indosránico
me veo obligado a nacer,
no quiero ser un elefante,
ni un camello desvencijado,
sino un modesto langostino,
una gota roja del mar.
Quiero hacer en el agua amarga
las mismas equivocaciones:
ser sacudido por la ola
como ya lo fui por el tiempo
y ser devorado por fin
por dentaduras del abismo,
así como fue mi experiencia
de negros dientes literarios.
Pasear con antenas de cobre
en las antarticas arenas
del litoral que amé y viví,
deslizar un escalofrío
entre las algas asustadas,
sobrevivir bajo los peces
escondiendo el caparazón
de mi complicada estructura, 
así es como sobreviví
a las tristezas de la tierra”.
CAPÍTULO CIENTO SÉIS.

Nordelta, 20 de octubre de 2016.

“Mi esposo está impactado,  desbordado por una catarata de recuerdos que no sólo eran de Mirna, sino que guardaba enterrados…  casi muertos como pensó que estaba ella, y que  regresan sin remedio, como sucede en su misma madre.
Se durmió exhausto como quizá pase casi con todos, pero mañana cumplimos el año de casados, y no quiero dejarlo pasar, el catamarán espera para zarpar al Atlántico unos días, casi una segunda luna de miel, aunque en verdad nunca la hubo. Apenas unos días navegando antes de aquel viaje a Kenia donde  sané del todo mi pasado,  donde se completó la familia con la esposa de mi padre, con Andrés.
La desnudez de un gemido que roza mis labios tal cual suspiro, cándida melodía vibra en mi boca, desnudo en la tarde recorro tu cuerpo dormido.
Pálpitos movimientos recorren tus caderas, mi boca golosa planea en los caminos de tu cuello como pétalos de miel en mi boca, dulce despertar, sabroso y dulce como eres conmigo.
Húmedas comisuras, gemidos que afloran despacio, piel que resbalan mis manos como sueños encontrados por el surco de tus labios.
Camino que mi boca hambrienta devora, deleito mi hombría en tu sendero de seda, hombría que muerde a besos mis besos. Esposo y amante, jefe y colega, socio de mi vida, de  mi alma el consuelo, susurro de mis frías noches, gimes en mis labios cuando se acercan a los tuyos.
En tus ojos encontré el sentido perdido, en tus ojos encontré la calma y la lujuria, en tus ojos encontré el anhelo buscado, en tus ojos encontré el amor deseado.
En tus labios encontré el deseo rebuscado, lo caliente y lo dulce, la pasión de unos labios que aman, en tus labios encontré el juego bonito, en tus labios encontré el sentido de la vida.
Deseo ser un estruendo y olvidarme en los rincones de tu alma, cultivar el fruto del amor, ser el señor de todo y de nada a la vez.
Existir como los ríos que corren en la tierra, que moja su camino y luego se va, así como el río anhelo viajar en la senda de tu cuerpo, ahogarnos de besos y caricias.
Aspiro ser el viento y sentir tu piel, deseo ser tus lágrimas, anhelo verte sonreír, ser psíquico para conquistarte en los sueños cuando duermes por las noches para hacerte mío, sin tener que sufrir.
Quisiera ser como un lucero, reflejarme en tu mirada y observarla brillar, deseo ser la capa que envuelva tus tristezas, amarte eternamente, hacerte muy feliz y enseñarte a ser fuerte día a día”.

__

__Mami, ¿puedo darle el regalo  a papi? __preguntó con su año y tres meses José a Camila que amamantaba a Pilé.

__Sí mi amor, puedes, pero a papi deberás darle el de cumpleaños y el de aniversario, además de uno a Guillermo y otro al tío.
__Uh, son un montón __exclamó José llevándose las manos a la boca, paseando la mirada hasta dar con los paquetes que Camila guardaba para cada uno, cuando se  asomó Manuel.

__Claro que son muchos, sobrino, a ver, venga con el tío, que tenemos que  ponerles las tarjetas, porque además se casa Mirna con Fernando.
__Mi amor, ¿dónde estabas? _preguntó sonriente Camila.

__Con mi hermano, terminando de dejar en condiciones el barco para su viaje con Guillermo, espero que quiera subir luego de lo que está recordando.
Mi princesa, ahora que pienso, si seguimos con sobrinos  e hijos nunca tendremos nuestra luna de miel.
__Exagerado, en cuanto Pilé sea un poquito mayor, la tendremos, no pienso darte la  nena sin antes un viaje. Ahora que lo pienso, es también nuestro aniversario, nos conocimos el veintiuno, nos enamoramos en el momento, mereceríamos regalos, casi pareciera Navidad el día, sólo espero que Mirna se encuentre bien.
__Lo estará, dicho sea de paso, regreso a la otra casa, quieren reunirse en el living, y terminar el relato, si es que acuden todos los recuerdos.
Vaya enigma que es la mente, recuerdo años de ella en Kenia donde luchaba hasta por saber su nombre y solamente tenía  la imagen de Guillermo, y de repente el saber que se casaba o la charla con mi madre, disparó el resto.

Estamos todos de licencia por estas fechas, pero me llamó Máximo, al parecer terminó la sucesión de la mansión y llegó todo al estudio, ahora se venderá esa casa, le daremos el dinero a Pía, si quiere podrá comprar algo, de lo contrario ahorrar el dinero para terminar su carrera, para el nene.
__No se mudará, adora a María y a Mirna, a ustedes, y el nene se pegó a los nuestros, es de la familia, tampoco creo que Fernando se lleve a Mirna demasiado lejos, pasará como con papá y  María que al fin se quedaron acá, ellos terminarán en la otra casa, y Fabián en el verano en el anexo que le dijo Guillermo, estará listo antes que nazca la nena, verás.
__Recuerdo cuando Orestes nos prestó el dinero para comprar, esto parecía inmenso, y mira, ahora para alojarnos a todos hasta se hará una ampliación, pero me encanta que Fabián también quede acá, si al fin todos viajamos al centro para cada trabajo.
Bueno, el barco está, no puedo olvidar nuestra primera vez allí, mi bella esposa, tenía pánico de que amaras a Pedro, de que no pudieras separarnos, y disfrutaste tanto del paseo por el Delta.
__En él y al aprender a llevar el timón del barco, al hacer el amor supe que no eras él, excepto el parecido externo, la esencia, tenían la sexualidad diferente, es la tuya y tu alma la que me correspondían.

Iré contigo, estamos con Pía y con Valeria  verificando el catering y todo  lo necesario para la fiesta, mañana en esta casa es más importante que cualquier otra fecha, es aniversario de muchas cosas. Vamos Josecito __concluyó emocionada Camila.

Entre todos colocaron a Pilé en el cochecito, y José insistió en empujarlo, abrazados salieron rumbo al mini bus y hacia la otra casa, donde ya estaban todos reunidos en el living, bebiendo unos jugos, se había sumado la familia de amigos del alma, Marini- Soria.

__
__Poco se supo de los abuelos, madre, papá  me dejó una carta, pero…__Las palabras se quedaron encalladas ante el asombro de Guillermo, una carta que estaba en una caja fuerte desde hacía casi cuarenta años, una carta que su padre le pidió sólo abrir en caso de saberse alguna vez algo de Mirna.

__ ¿Amor? __ interrogó Pedro, con la mirada, con las palabras.

__Papá me dejó una carta que he olvidado por años, allí seguramente cuenta lo que recordó de aquellas horas finales, lo que nos falta en la mente para completar la historia. Perdón, madre, lo había olvidado, me la entregó poco antes de morir cuando fui a visitarlo, de las pocas veces en que nos vimos en aquellos años.
__Está bien hijo, está todo bien.

“En el único camarote ocupado del Italy, una pareja mayor charlaba tendida sobre la cama. Era el diálogo final de una vida de dos, la última conversación de toda una vida de conversaciones…  juntos.
Los padres de Mirna, los abuelos de Guillermo sentían cómo el agua avanzaba hasta alcanzar sus ropas y les mojaba el cuerpo en su correr inexorable. Se habían pasado casi cinco horas en la cama recordando buenos y felices momentos de la vida, en especial, lo memorablemente bonito, porque no valía la pena pensar en el resto.
Si en alguna ocasión, por cierta razón o por culpa de una persona se habían sentido  lastimados o traicionados, se esforzaron para no grabar esos momentos en sus mentes y corazones. Y hoy, sintiéndose livianos, disfrutaban de haberse tomado ese trabajo porque podían afirmar que se encontraban en paz para partir. Ni siquiera el agua que los empapaba los irritaba. Eran sus últimos momentos juntos y no los arruinarían quejándose, a pesar de que el cuarto era ya una piscina.

__No tengo miedo a lo que viene __ dijo ella__. ¿Y tú?

La linterna que iluminaba sus cabezas les permitía verse el rostro.
__Tampoco __dijo seguro mirándola a los ojos, los mismos que conocía desde que era casi una niña.

__He sido feliz contigo… con lo bueno y con lo malo.
__Yo igual, muchísimo, de eso se trata amar, sólo espero que Mirna lo consiga alguna vez…con lo bueno y aun con lo malo __aseguró él.

Ambos sonrieron. Sus vidas no habían sido perfectas, ni todos sus días soleados, pero se habían amado mucho y habían sido muy felices.
__Te amo _dijo ella casi en estado de ensoñación.

__Y yo te amo a ti _respondió él.

__ ¿Te preocupa Mirna? __ preguntó ella volviendo a la realidad.

__No. Guillermo sabrá muy bien qué hacer con ella __contestó él que había buceado en diferentes oportunidades en los ojos de ese hombre. Creía que su presentimiento de padre no le fallaría, desconociendo el largo peregrinar de su hija hasta llegar a su destino, tan lejos de ese Océano donde quedaron ellos.

__Yo opino igual… ellos serán felices, como así también nuestro nieto __pronosticó ella con una sonrisa en el rostro. Y luego agregó __. Te amo, amor mío.
Quería que a él se le grabaran las palabras, para reencontrarse tal vez del otro lado, tal vez en otra vida.
__Y yo te amo a ti. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

Se pegaron más aún y abrazándola, se quedó muy quieto. El camarote estaba tan inundado que su camisa  ya se hallaba mojada a la altura del abdomen. Ella lo besó en la boca. El agua comenzaba a tapar la cama y subía hasta casi sus pechos, pronto llegaría al cuello. Se abrazaron con más fuerza. Para ellos, no habría desesperación, tampoco griterío, ni luchas por un bote. Sería como lo habían planeado, quedar sumergidos y no salir más. En ellos no había miedo, sino sólo amor.

__El perfecto amor echa fuera el temor __recordó ella. Y esa fue la última frase que se escuchó en el interior del Italy. Sus bocas volvieron a unirse mientras sus mentes se aferraban a ese pensamiento para enfrentar lo que vendría en segundos. El abrazo se hizo más fuerte… ellos… juntos para siempre.
Sí… Otra vez el entorno acomodándose al amor”.

__No llore madre, fueron ejemplo del amor eterno, quizá por ellos llegó a nosotros __dijo Guillermo abrazando a su madre.

Trataré de recordar lo que viví junto a papá, y me ayudaré con la carta, porque de usted, madre, lo que se supo luego de hundirse el bote, lo saben los Beggio, fue el hallazgo en aquella playa por el papá de los gemelos.
__Sigue, amor, escuchamos __alentó Pedro.

__En el mar la actividad frenética continuaba. Algunos botes se alejaban logrando huir del terror mientras cientos de personas braceaban enloquecidas cuando desde el Italy se oyó la atronadora detonación que quedó en mi mente, provino de sus entrañas y fue seguida por el pavoroso grito dado al unísono por todas las personas que aún se hallaban en el barco. Fue entonces que aparecieron las llamas, y papá me aferró, con las últimas fuerzas que le quedaban.
Efectivamente aquellos disparos fueron el último sonido que se escucharía de la nave.
A las veintidós horas, la inclinación del barco fue espantosa. Nadie podía mantenerse en pie sin sostenerse de la baranda y la gente quedaba colgada, pendida de un hilo.
El mozo español, que estaba en el lado derecho de la nave, en ese momento experimentó la sensación de un torbellino enorme sobre su cuerpo, que lo envolvía, lo arrastraba y gobernaba su ser, casi así logró contarnos minutos después, porque él fue quien nos permitió la vida, madre. Era el final del fin. Sintió cómo la presión del agua lo arrebataba, lo arrancaba del buque y lo levantaba por el aire varios metros hasta  caer en el mar. El Italy se hundía por completo y se llevaba todo consigo. Desaparecida, y en su lugar, sólo se divisaban terribles y enormes remolinos. A pesar de la violencia con la que fueron eyectadas, algunas personas lograron salir a flote, las llamas que guardé por años, se apagaron al ganar el agua. Papá llego a tener secuelas, porque estábamos asidos al barco, y sólo se soltó al final para evitar que nos devorara el mar.
Entre las personas que quedaron ilesas estaba ese hombre, y algunos más lograron entre las olas, aferrarse a las maderas que iban de un lugar a otro, como restos de un universo que alguna vez existió.
El mar se convirtió en un revoltijo de personas y objetos, de los peores insultos y de las más sublimes oraciones. Un revoltijo de esperanza y desengaño, de vida y de muerte, de buenos actos y de malos.
En ese vaivén y sin imaginarlo, ese hombre estaba a punto de cometer uno, aunque no sabía de qué clase. Miró hacia arriba y vio la luna brillante y límpida como nosotros, le pareció buen presagio y le subió el ánimo.  Miró un poco más allá en busca  de algún buque redentor, pero no lo halló, sólo descubrió que el destino había querido ponerlo cerca de papá para que nos ayudara. Porque lo tenía al alcance de una brazada, y lo manoteó justo cuando vio que la cabeza se hundía, yo estaba apenas encima, trepado a sus hombros, y desaparecía él bajo el mar.
Papá, que había pasado largo tiempo meditando sobre sus recuerdos y que había sufrido la explosión final y las llamas, intentando  mantenerme ileso, ahora se daba por vencido, desfallecía y yo con él, abandonábamos la vida, casi como los abuelos. El cansancio le había ganado.
Había luchado con todas sus fuerzas pero el agotamiento lo hizo flaquear y pese a tenerme aferrado sobre sus hombros, se dejó ir, una vez más.
Te amo, hijo, me dijo cuando el agua le cubrió la cabeza, y mis lágrimas caían al mar. Pero la mano de ese hombre lo sacó del agua. Y otra vez, y otra, y otra y yo nunca me hundí del todo… hasta asegurarse que no nos tragaría el mar, hasta que papá recibiera las bocanadas de aire necesarias para subsistir, hasta salvarlo. Lo sujetó bien fuerte y ya no lo soltó, ni yo a papá. La luna alumbraba y le daba el impulso para hacerlo.
__Había una vez una luna que cuidaba a los hombres y a un niño de doce años.

Y así como papá había usado sus trucos para mantenerse despierto, ese hombre también empleó los suyos valiéndose de sus recuerdos. Tenía un cometido, y lo cumpliría. Salvarnos.

Pero las horas fueron pasando: una, dos, tres y la inconsciencia también lo acechó porque los hombres  seguían varados en el mar y en la misma posición sobre la tabla. Agua, madera, sal, lágrimas, recuerdos, cuentos. Parecía que esa madrugada de octubre, no podía haber nada para ellos cuando algo inesperado y muy malo sucedió: corrió una brisa fuerte hasta convertirse en viento, y la ventisca, aunque no era violenta, formó olas  más altas que las sufridas durante la catástrofe. El mar abierto se comportaba como tal, bravo, implacable, indócil, turbulento. Un nuevo enemigo había aparecido y les hacía frente, no tenían otra opción que luchar en su contra. Las grandes olas tapaban a los sobrevivientes que aún quedaban braceando en la zona del naufragio. El clamor, que poco a poco se había apagado, resurgió con el embate aunque ya con mínima intensidad, débil, debilísimo, pues no había voz para gritar, ni energía para resistirse.
 La mano del hombre, acalambrada de tanto sostenernos, los náufragos que intentaba salvar, no resistió un potente oleaje y debió abandonar la tarea. Por lo tanto, desaparecimos bajo el agua.
 Ese hombre, a quien ese ser inconsciente se le había vuelto prioridad, quizá por mí, o los dos, se desesperó y, soltando la tabla, se sumergió antes que nos perdiéramos para siempre en las entrañas del océano. Tras encontrarnos, nos trajo consigo a la superficie, pero ya no halló la tabla a la que se había aferrado, sino una más pequeña abandonada por uno de los náufragos que acababa de darse por vencido. Era una mesilla  blanca de la cubierta, en esa en las que él había servido cada tarde bebidas a los pasajeros. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, usando sus últimas fuerzas, ubicó a papá sobre la tabla de flotación y me posicionó encima, él permaneció a un costado, nadando. Creo que entonces, mientras braceaba lo comprendió: era su vida o la nuestra. Porque esa madera sólo soportaba apenas nuestro peso. Si él se apoyaba, nos hundiríamos los tres. El hombre braceó, braceó, braceó y, a punto de quitar nuestros cuerpos para apoderarse del lugar, se arrepintió, y no lo hizo. Tomó una decisión: nosotros nos quedábamos en la mesilla aunque a él le costase la vida. Braceó y braceó. Porque él había visto a mamá salvarse, y pensó que debíamos ir tras usted para ser felices, madre, para aprender ustedes a no discutir, a entenderse y yo a crecer y anestesiar los recuerdos. Braceó. Porque él daba la vida, se la ofrecía aunque no lo conocía a papá, porque lo había visto llorar, así como la había visto llorar a usted. Braceó, braceó. Porque él ya no tenía una vida sino migajas, despojos de una existencia pasada. Braceó recordando que quizá aquella mañana que salió a caminar y desde la playa vio los  barcos, comprendió por qué, justamente, tenía que estar  aquí, ahora, este día. Y pensándolo, se sintió satisfecho de podernos ayudar. Braceó, y braceó. Pero esta fue la última vez que lo hizo porque los brazos le dijeron “Basta” y sus piernas lo abandonaron.
Una sonrisa tenía en la boca cuando se hundió en el agua pensando… “Había una vez un hombre que fue feliz después de mucho tiempo de no serlo, porque al fin dio le mejor de sí…”


Eran las cinco de la mañana cuando, en un vapor italiano, que se hallaba en la zona dando la última vuelta, uno de sus tripulantes descubrió la mesilla, le pareció que estábamos con vida. Uno de los marineros se lanzó al agua aunque con pocas esperanzas. Acercándose a la mesilla que hacía de salvavidas, miró y nos tocó, y emitimos un débil quejido.
__ ¡Hombre y niño vivos! __comenzó a gritar para que lo ayudaran a acarrearnos.

En pocos minutos, papá y yo, éramos subidos al vapor que llevaba algunos náufragos rescatados en la última hora.
Del Italy, no quedaba nada. En la zona, sólo se hacía palpable el dolor que habían sufrido sus pasajeros y que quedó impregnado en el mar, el cielo y el aire del sector. Porque jamás nunca antes ni después había habido un desastre marítimo tan terrorífico allí como ése: Las mujeres y los niños perecieron porque nadie les cedió el lugar en las lanchas, la tripulación se reservó su sitio en los barcos y una vez a salvo, se desentendió de la suerte de los pasajeros y nunca volvió para ayudarlos, la Navigazione Generale Italiana dio órdenes equivocadas porque primó cuidar su economía antes que la vida de los pasajeros.

El veintisiete de octubre perecieron  cientos de personas. Papá y yo habíamos salvado la vida por milagro, pero nunca más seríamos los mismos de antes, él había aprendido lecciones, entre ellas la que había reclamado tantas veces al universo para saber cómo ser feliz, y no sé si alguna vez sin usted pudo, madre. El precio pagado por el aprendizaje al menos de no suicidarse por temas económicos, había sido muy grande, pero se supo dueño de un valor supremo: la vida. Era poseedor de una existencia para criarme, para seguir disfrutando más allá de lo que sobreviniera, diera o negara, y ya no le interesaba si tenía dinero o no, estaba vivo, con eso le alcanzaba, pero sí deseaba  recuperarse por mí, tampoco le importaba si usted decidía seguir su destino, pero no dejó de preguntarse  dónde estaba.
Los vapores que llegaron para el rescate final, además de los sobrevivientes, también cargaron los cuerpos sin vida que recogían en el mar. Unos habían muerto ahogados al inicio del naufragio, otros, al momento de la terrible explosión de las calderas que consumió al barco, y algunos, hacía sólo minutos. Así era el mar, no perdonaba.
Entre los cuerpos hallados, ciertos casos llamaron la atención de los marineros dice la carta de papá: una madre abrazaba a su niñito de manera tan fuerte que fue imposible despegarlos. Sólo el forense, más tarde lo logró. Otro caso similar fue el de un hombre y una mujer que habían quedado abrazados muy fuerte. En el cuello, ella llevaba una cadenita de oro. La explosión había querido que los cuerpos volvieran a tierra, como el suyo madre, porque de hecho estábamos muy cerca de la costa de Kenia, una excentricidad de ésas que decide el destino, como cuando con su dedo señala vida para unos y muerte para otros.
Sí, Mirna, dice, papá, los abuelos fueron encontrados abrazados en la playa, así como él no supo que Don Pedro la encontró a usted, viva.

Así durante días y meses posteriores a la tragedia, se llenaron los hospitales de Kenia, había cuerpos para llorar y enterrar, mientras que, para otros, ni eso... Los nombres de los fallecidos y de los heridos que viajaban a bordo de los barcos se desconocían porque todavía reinaba el caos. Sólo a partir de los que podían hablar y contar el horror vivido, que eran trasladados por los vapores a Kenia, se podía reconocer un listado con algunos apellidos del pasaje, como fue que yo llamé a papá y di el nuestro al despertar, como fue que el suyo no estaba en las listas.
La opinión pública estaba consternada, no había periódico en todo el mundo que no hablara del naufragio, así se enteró Marcos. El planeta entero estaba conmovido. La gente de mar aseguraba que antes hubo otros, pero ninguno tan  horroroso como ese naufragio.
Nosotros fuimos llevados a Kenia, fuimos atendidos en el hospital de la ciudad junto a otros náufragos. Tardaría como le dije en recuperarse, la herida de la pierna se había infectado, tenía quemaduras y los pulmones habían sufrido, había tragado demasiada agua salada por lo que una gastroenteritis y fiebre lo tenían en vilo, estuvo en coma. Y fui yo el menos afectado, el que antes despertó, y un médico argentino convocado para entenderse con el idioma fue al que le di el apellido, al que le pedí que los buscara, el que le preguntó a papá, al que le pidió que no me trasladaran, yo di los datos, y respiré de verdad  cuando me dijo que papá estaba allí, mal pero vivo, no sabiendo que Marcos ya estaba en camino. Al oírlo comencé a llorar pidiendo verlo, y tras la conmoción, como sucedió luego con papá vino la inevitable pregunta.

“__ ¿De Mirna de Graziani saben algo?
__Déjame que traiga la lista de sobrevivientes _pidió el médico.

El hombre se marchó y regresó unos minutos después, que por la ansiedad, se hicieron eternos.
Cuando regresó, se sentó en la punta de la cama, comenzó a leer los nombres. A algunos los deletreaba en voz alta, pero el suyo mamá no estaba por ninguna parte. Ni siquiera el apellido de los abuelos.
¿Está seguro? __pregunté antes que papá despertara.
El hombre por cortesía la repasó. Pero era indudable que esa mujer no estaba en el registro. Me lo hizo saber con dolor, y luego yo se lo dije a papá, los dos más tarde a Marcos.

__No, lo siento, sólo sabemos de tu papá, pero pueden haber más sobrevivientes, no todos están en condiciones de hablar y decirnos sus nombres _reconoció el médico tratando de dar esperanza.

Más adelante fue papá el que preguntaba.
__ ¿Cómo puedo hacer para saber de ella?
El hombre recordó que en algunos casos había sido posible identificar a los cuerpos por un anillo u otra alhaja. Las piedras preciosas tan de moda, habían ayudado a reconocer a tantos muertos como sobrevivientes graves que no podían expresarse. Le preguntó.

__ ¿Ella llevaba alguna joya?
__No lo sé…
Madre, usted no las usaba,  entonces papá recordó la alianza y la cadena con el dije que le había colocado regalo del abuelo.
__Bien déjeme averiguar. Intentaré conseguir algún dato… __dijo el hombre y agregó__. Si tengo noticias, regresaré  para verlos.

Luego se marchó dejándonos consternados pero con una pizca de optimismo.
Papá ansioso miraba el reloj de pared del cuarto esperando el paso de las horas, de los días, pero quien llegó antes fue Marcos.
Uno de los días anteriores, el médico había llegado con la noticia de que entre los cuerpos que los vapores encontraron en el mar se hallaba el de una mujer que llevaba una cámara y una cadenita al cuello como la que le describió. Tenía que ser usted mamá.
Al oír la noticia, papá  se dio vuelta contra la pared y lloró amargamente durante horas. El médico se retiró. Papá se quedó allí, sin cambiar de posición, y no volvió a emitir palabra ni tampoco quiso verme  ni comer por días”.

Luego le contó a Marcos que no entendía, por qué no se había salvado usted, él la había visto subir al bote de las primeras, pero tenía claro que muchas de esas pequeñas embarcaciones habían zozobrado por sobrepasar su capacidad o porque las maderas estaban resecas… De nuevo: ¿Por qué usted?  ! Por qué! No encontraba consuelo ni resignación, no le importaba  no tener dinero, ni siquiera le hubiera importado que usted quisiera trabajar... Lo vivido le había hecho cambiar  la manera de ver la vida. Ahora miraba cosas como pequeñeces y no como los grandes escollos que creía le habían impedido ser feliz. Él no necesitaba más que a su familia, y sólo me tenía a mí, a usted no la tenía. Lo importante era respirar para vivir juntos y recomenzar. Trataba de aferrarse a la idea de que la vida era un don, porque sabía que sin usted, la vida sería vacía.

Al día siguiente su salud empeoraba, el médico  se había preocupado por su estado. Trataba de darle ánimos. También lo retaba por negarse a comer, cuando la llegada de Marcos lo sacó del letargo, que apenas llegar y enterarse que estábamos con vida se presentó de inmediato en el hospital.
No bien él entró en la habitación, se abrazaron y lloraron. El cariño estaba allí, incondicional, como siempre. Yo no podía verlo, fue entonces que papá le encargó a Marcos que me buscara, que la buscara, que él tenía para rato. Intentó el traslado pero los médicos se lo negaron.
A pesar que nadie era el mismo que antes de la desgracia, sólo los que habíamos vivido el infierno del Italy entendíamos cuán grande era el cambio del encuentro producido.
Luego de la emoción de éste, de las primeras frases y las palabras sobre el naufragio, el resto salió a borbotones. Entre la turbación y las lágrimas, Marcos le contó de la gente de Bs. As. y que en cuanto autorizaran haría los trámites para regresar a Argentina. Papá lloraba al contarle que aparentemente su cuerpo había sido encontrado, e identificado por la cámara y una cadenita, tal como la que recordaba que llevaba ese día. Hablaba y no tenía consuelo, entremezclaba su relato con el de la historia de los abuelos, quienes habían decidido quedarse a morir en el barco encerrados en su camarote.
Marcos no podía creer tanta desgracia, pero algo lo dejó pensando, y dudaba si contarlo.

“__Cuando comencé a averiguar si estaban con vida me dieron el dato de una muchacha que no pudo dar datos, que estaba con vida pero inconsciente. Por eso no sabían el nombre.
__Pero está lo de la cámara y la cadenita… __dijo papá sin ilusión.
__No sé qué decirte, sólo cuento la información disponible”.

Marcos trataba de ser cuidadoso, no quería darle esperanzas, pero cuando se marchó a buscarla por los hospitales, a papá y a mí nos latía con fuerza el corazón, a pocos días me dieron el alta, empecé a acompañarlo, papá se infectó, supimos que estaría tiempo internado, y se empecinó en que se quedaría hasta encontrarla, madre.
Lamentablemente ocurrió aquella confusión, que los forenses nos llevaron a la morgue, y sólo nos dieron la cámara y la cadenita, entonces la dimos por muerta, sin recorrer clínicas privadas por desconocimiento, por no tener listados, por no saber que usted estaba en coma  como para saber su identidad, menos que quedaría sin memoria por años, y Marcos se lo dijo a papá, que no obstante nos envió de regreso y se quedó buscándola, pero jamás dio con usted, era casi imposible encontrarla en coma, sin memoria en una clínica privada, o con el apellido de los Beggio que le dio María.

__Lo sé hijo, lo sé. Lo que ustedes no supieron es que cuando el bote se hundió, estaban llegando barcos ingleses, que ante el s.o.s. hallándose a cinco millas del Italy, apuraron máquinas y llegaron a tiempo para ayudar.
Todo había pasado de manera precisa como en una película. Las voces nerviosas de los marinos resonarían para siempre en el aire.
__Apuren, aún podemos encontrar gente con vida __ordenó el capitán de uno de los barcos, lanzando al agua los últimos botes salvavidas de su nave. Sus hombres venían trabajando arduamente en el rescate, sabían que el tiempo corría en su contra. A las nueve de la noche habían logrado rescatar cien personas entre pasajeros y tripulantes. Pero a medida que se acercaban al Italy, faltando minutos para las diez, veían el hundimiento acelerado, e iba quedando pequeñito mientras que el mar se lo tragaba. Hombres y mujeres desesperados atiborraban los botes, al punto de que tres de ellos ya habían zozobrado. Les resultó imposible controlar a la gente, que, aterrorizada, sin importarle nada, sobrepasaba el número que soportaba un bote. Mientras los marinos del buque inglés regresaban a la nave madre con las barcazas llenas de sobrevivientes hacían un doloroso trabajo: se detenían y revisaban los cuerpos de niños y mujeres que flotaban, los subían al bote y, al ver que ya no respiraban, los volvían al agua, para dejar lugar a otros posibles náufragos. Ni uno solo estaba con vida, todos eran pequeños cadáveres.

Yo los veía hijo, estaba en el agua, me sumergía y volvía a aparecer, una y otra vez, las olas me tapaban, la vida se me escapaba, a punto de desmayarme, sentía que sería la última bocanada de aire, y de pronto supe que o me ayudaban o me moría, entonces a nado llegó un marinero. Quería decir “! Ayuda!” Pero la extenuación era tan intensa que no salía ni una palabra y veía alejarse el barco y la vida de nuevo. Mis gritos eran mudos, sin sonido alguno, salían del alma, llegaban al cielo y allí, una fuerza poderosa, me oía.
Esa noche, un marinero que dejó el barco alejarse, viró el bote con los remos, justo cuando yo me hundía de nuevo. Al acercarse, sin embargo, vio que mi cabeza reaparecía entre la espuma de una ola. Entonces, sin perder tiempo, me tomó con fuerza del cabello. Alcanzó a hacerlo porque era largo. La maniobra dolorosa hubiera hecho gritar a cualquiera, pero yo estaba mitad en este mundo, mitad en otro: los ojos cerrados, la boca entreabierta y un solo pensamiento: ¡Ayuda!

__! Está viva! ¡La rescataré! __gritó el marinero, que de inmediato fue asistido por otro compañero. Entre los dos me subieron. Llevaba el vestido hecho jirones, hacía horas que luchaba en el agua, era una chica desvalida que pálida y lastimada, peleaba por la vida, y en algún momento sé que pensé que quería una vida contigo, un porvenir, un mañana, que nada más importaba, lo único que deseaba era vivir. La vida era bonita y ya no quería desesperarme por nada.
La desgracia ponía en su lugar las prioridades de la vida, también aprendía mi lección, esa que, al igual que papá, tantas veces había pedido al universo, cuando pedía que sucediera algo trascendental, que al fin acomodara las cosas.
Me  intentaron revivir, cuando ya era de noche y se producía la explosión, escuché un ruido que no supe qué fue, un aullido general y desgarrador que impregnó el cielo y el mar. El palacio se hundía, y nadie podía evitarlo. Era un final sin el gran milagro. Se sucedían algunos pequeños, yo respiraba en brazos de aquel oficial.
El viejo y los dos niños que aferramos a su cuerpo mientras nadaba en un intento desesperado de arrimarse al Athens, a pesar de haberse estrellado varias veces contra el casco de esa nave debido a la violencia de las olas, también se había salvado, y sin embargo, cuando el bote intentaba alcanzar al buque inglés, el mar de nuevo ganó la partida, hijo, pese al desesperado intento de ellos, volvimos a zozobrar, y no me pudieron retener en sus manos, no supe si a nado se salvaron, no supe más nada de nada, al parecer algo hizo que quizá yo sí nadara, o que como a los abuelos el mar me llevara a la playa, porque lo último que recuerdo, o lo primero fue a María, cuando abrí los ojos… sin memoria.
__Madre, leo lo que le dice papá en su carta a usted.

“Amor mío…Si algún milagro hace que estés viva, quiero que sepas que pasamos un año buscándote. Deseé con cuerpo y alma volver a encontrarte, desechando en un abrazo egoísmos, ése… que antes habíamos tenido a la hora de exigirnos renuncias o de negarnos a aceptarlas, sería un encuentro sublime, único y maravilloso. Pondría en cada palabra y lágrima el amor pero pasado por el fuego de la desgracia. Jamás volvería a exigirte nada, ni sacrificio que te hiciera doler el alma. Tú sé que no me romperías el corazón negándome nada. Exigencias y negaciones eran avaricias que el naufragio se habría llevado. Esos deseos mezquinos eran menudencias al lado del don de la vida que se nos estaba regalando al menos al nene y a mí, para disfrutar y ser felices. Ese obsequio, junto al amor inmenso que nos teníamos, podrían haber estado allí para expiar todos y cada uno de los dolores y darnos la fuerza para seguir adelante.
No puedo estar a tu lado para acariciarte y consolarte a la hora de decirte que tus papás murieron en el barco porque así lo quisieron, no te encuentro y no puedo darte en persona la dolorosa y cruel noticia, pero tu mamá se estaba muriendo, pero quiero que sepas que estuvimos con el nene junto a ellos hasta último momento, y a pesar de lo terrible de la situación, tus padres se encontraban bien, se cuidaban uno al otro, se amaban y ese amor les quitaba todo el miedo. Lo último que me dijo tu madre es que el perfecto amor desaloja el temor, echa fuera el temor, y al no encontrarte, lo dejo escrito, se lo dejo a nuestro hijo, es como habría vivido de haberte podido encontrar, dejando de lado desacuerdos, lugar donde viviéramos o dinero, sólo deseaba estar vivo, con ustedes, lo podría haber tenido todo, pero no te hallo, y debo regresar con Guillermo, sé que donde sea que estés así lo entenderías. Quisiera mirarte a los ojos y abrazarte con fuerza, hacer un pacto tácito, de sostener la relación en medio de futuras discordias y pequeños naufragios cotidianos, como le enseñaré a nuestro hijo, el mismo acuerdo se encargaría de traer cordura en medio de discordias, él salvaría del egoísmo. Ese pacto que jamás olvidaríamos porque la experiencia del naufragio ha grabado a fuego la enseñanza: mientras se está vivo, hay que luchar por ser feliz, y los seres queridos no son para contender, sino para acompañar, respetar y amar, es lo que intento trasmitir a nuestro hijo, porque en verdad, debo regresar a su lado, aunque jamás olvidaré a mi amor, y ese amor sos y serás tú, Mirna”.

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__ Pedro, mi cielo, ya todo terminó, ve con Guillermo, iré con Orestes, Fernando recibió bien la noticia, la carta digo, porque Mirna hoy lo ama, está seguro del mañana, ya no quedan fantasmas, ya cada uno sabe todo lo que debe de saber.
__Pensar que papá fue quien la encontró, quizá los objetos quedaron en el agua en la primera caída y ella llegó a la playa luego de la segunda, como sea que haya sido, el destino la puso en nuestro camino, y ella me trajo a su hijo, y yo se la traje a ella.
__Ya pasó todo, ahora mañana ella se casa, tú cumples años, con Manuel, el aniversario, es una fiesta mayor, hoy estamos todos en el Delta, lejos de Kenia, lejos del Naufragio, Mirna se irá de viaje unos días a Brasil, regresará luego a esta casa, ustedes se irán con José en el yate, yo me quedaré con Pía y Camila, con los chicos y Orestes.
Está todo bien, ve a descansar mi amor, todo es como debe de ser.

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__Abrázame fuerte amorcito que esta noche tengo temor. Abrázame… tómame inclemente, entre mis brazos, quiero tenerte. Abrázame como nunca lo has hecho, estrújame con tus manos, dentro de tu pecho.  Esta noche quiero verte cual última noche de amor a muerte.
Abrázame con tus lindas palabras. Abrázame con tus detalles de belleza.
Abrázame con sonrisas que me das. Abrázame como si fuera el último día.
Quiero sentir el roce de tu piel en la mía, tu bello despertar mirar cual una avecilla, así amor abrázame fuerte sin tapujo ni decoro, sos la joya que siempre quise, mi tesoro.
Sentir tus labios en los míos, besarlos, retorcerse en gemidos lastimeros, de placer, tan sólo en el  abrazo, escuchando que vivo  en tu propio latido en el pecho. Tu alma, fundida con mi alma, sintiendo cómo galopa tu corazón. Como un tropel, viento en popa cuando susurras, te amo en calma. Que mis oídos, escuchen sin bulla y sentir, que tu vida entregas, con la mía.
Saber que  mi alma y la tuya  son una sola. Igual que nuestras vidas.
__Te elegí a ti con tus defectos y virtudes porque es ideal sentirte en mis inquietudes, si mi vida dio un vértigo de noventa grados,  felices hemos vivido unidos desde hace dos años, uno casados, codo a codo siendo mucho más que dos, como bien dice la canción, mira el hogar que hemos sabido construir. Y no me arrepiento, de lo que hice a tu lado,  porque se vive una sola vez, y  te amo, pese a que has estado un poco frustrado, mi amor cerca de mí te siento...te clamo.
Mañana cumplo años como esa víspera de nuestro encuentro en Palermo o de nuestro casamiento, y se casa tu madre, la que pude devolverte al llegar a tu lado, la que le diste de la mano a Fernando, la que hoy sabe que lo ama y elige, mientras ella trajo a María a nosotros y a los brazos de Orestes.
Fabián vivirá en esta casa, Guillermito en ocho meses tendrá una hermanita, José, Andrés y Pilé crecerán juntos, y en dos días zarparemos en otra mini luna de miel, pero sin temor de naufragios, sólo a compartir la vida, con nuestro hijo pequeño.
__Déjame que sueñe esta noche con tus labios en los míos. Déjame que imagine poder tenerte en mis brazos, contornear tu cuerpo con caricias que provoquen pasiones en tu ser, déjame que mis manos te devuelvan  miles de caricias un poco olvidadas que tanto me regalabas.
Deja que vuelva el amor a nuestras vidas, deja que tus ojos vuelvan a mirarme como hace tiempo cuando era tan fuerte esa mirada que  hacías que temblara de emoción, sin resabios de muertes. Déjate abrazar con amor, con ternura, con deseo, que aunque sea en sueños pueda revivir el tiempo que se fue lento, las noches son el refugio del amor, del recuerdo de mi padre, al que quizá no supe amar como debí, porque había perdido los recuerdos como mamá.
El porqué nunca se sabrá, los caminos nos llevaron por rutas distintas, pero mi amor por  vos destierra culpas y miedos, legado de mi abuela que también había olvidado y  a pesar de todo ello en mí queda la noche para volver a estar en tus brazos, poder besarte y sentir que mi corazón sigue amando como el primer día.
__ Quiero sentir en mi cuerpo, el río que de tu cuerpo emana, cuando estamos tendidos en esta cama. Ser leño y chispa que el viento aviva,  para formar ese fuego que nos queme de a poco y sentir cómo los dos ardemos  en nuestro infierno. Ese infierno de pasiones,  que entre ambos formamos,  hasta quedar nuestros cuerpos,  muy calientes y mojados. Siento cada gota de tu mar y tú del mío alojando umbrías, y ahora quiero sentir en mi boca, ese río que me ahogue. Río de lava caliente,  que cae en mi boca y me ahoga, es manantial de pasión, que me entregas con amor. No he de dejar ni una gota,  de todo lo que me entregas, es la más bella coronación, de una noche apasionada.  Sellamos nuestro encuentro, en un beso apasionado, entre tu boca y la mía,  todo ese elixir derramado, que lleva tu sabor y tu nombre.
Una mañana de octubre de hace dos años desperté desconocido. Repleto de destinos, de luces con consignas y secretos sin candados, los segundos entraban gateando, no entendían las huellas que el naufragio había trazado en nuestros caminos.
__ Son miles y miles de idiomas los existentes, y entre esos tantos, mi preferido es tu idioma corporal. El contenido que trasmite.
Tu mirada, la entiendo  a la perfección  y la sensación que despierta en mí ser es excepcional.
Todos tus gestos me provocan, tus besos surcando los caminos de mi piel desalojan pretéritos, los diluyen en horizontes de esperanza y de fe, son verbos  conjugados que deseo encanten mi boca. Tu cuerpo es un diccionario, y como buen alumno me lo he memorizado,
Tus caricias sensuales son símbolos de puntuación que viven en mi corazón.
Tus gemidos son aumentos de latidos de mi corazón. Soy un adicto a tu idioma y mi deseo es aprender más de ese lenguaje que me induce  y  produce mi ventura.
__Somos sexo y tentación.  En mi pelvis tus anhelos,  mis ansias en tus besos, cierra  tus ojos, abre tus deseos. Caricia tu aliento, mi esencia agita  deseos al vuelo, adoro tu hombría. Mi besar es candor, hazme volar, provoca mi entrega, mi almíbar haz brotar. Disfruta mi aliento, camino tu cuerpo, incito tu desenfreno, transito tu desespero, instigo tu devaneo. Bosquejo tu cetro, degusto tu vino, excavas mi sendero, navegas mis mareas, te pierdes en ella, avanzas y retrocedes en exquisito vaivén. Somos locura sublime, somos aventura, sexo y tentación.
__Placer y delicadeza, agenda liberta. Sos suave nostalgia tejida en seda lavada en caricias.
Hilvanando miradas adosadas al preludio. Amanecido en labios catando maestría de besos que yacen en ardientes entradas y salidas o que se quedan silentes mordisqueando ternura en el universo del mar con sus olas entregadas al deseo infinito de  instintos apresurados, de estallidos y choques contra acantilados humeantes. Muero de amor y muero de tanto sentir y espero. Muero cuando presiento que esta noche el frenesí dormirá en tu cama, en mi cama pegado a vos y junto a mí... es tu sueño y es el mío.
Cuerpo a cuerpo, piel con piel…Lengua y besos en frenética batalla que al final juntos se gana  entre pasión y placer.
Tiernamente me acaricias  y vas limpiando mi espalda de esos granitos traviesos de la arena de la playa. Se deslizan por mi piel tus yemas,  despertando sensaciones que me erizan, me estremecen encendiendo las pasiones. Y volvemos a perdernos y encontrarnos otra vez entre pájaros y brisa, entre mar y atardecer…

__ Te amo, Pedro, y amar no sólo es dar sino también estar. Hacerse presente en la desgracia, atender y dar ayuda con eficacia. Hombro con hombro salir a luchar...Porque cuando nos unimos, es que nos encontramos cuando en algo el alma damos.
Después de lo que sufrimos...que de caídas nos levantamos, del dolor nos reponemos, antepondremos siempre este acto de fe y cuando ayudemos sin ver a quién, estaremos confiando en el porvenir, en un mañana mejor donde siempre vamos a construir.
Antes de vos dejé pasar el tiempo indolente, el recuerdo de muchos se lo llevó el viento, y la calma regresaba cuando estaba en el trabajo o con mi hijo, acaso con Juan.
Pero al verte en Palermo, supe que sería capaz de recorrer mares y subir montañas, de recorrer kilómetros de valles para no esperar por vos. Nadaría océanos y ríos para terminar la búsqueda, pero al fin fuiste vos el que regresó a mis brazos devolviéndome el alma que dejé en tus manos. Un nuevo horizonte me esperaba.  La luz de la esperanza junto con tranquilidad y calma. Dando paz y amor con ese bello resplandor que surgió en el alba con vos a mi lado.  En los brazos de este tierno querer que apartara el dolor, mientras calmé tu pánico en la primera guardia. Encendiendo mi corazón con el calor de tu pasión, allí, aprendimos a ser felices en ese primer acto de entrega al unir lo que el destino venía hilvanando, y supe que la búsqueda había terminado porque las almas se reconocieron, y se juraron un juntos para siempre, en ese amor eterno.
 Ven, preparemos el mejor elixir. El fruto del deseo está en su punto exacto y su textura es inigualable. Mientras, capta su esencia y su perfume triturándolo en tu paladar exigente.
La fiesta será una danza de cuerpos excitados. Apretando y exprimiendo nuestros jugos con las manos. Saborearé la casta exquisita  y dedicaré a los dioses las primicias. La música no para hasta que la última gota de placer caiga al suelo en este paraíso que inventamos al amarnos; fugaces relámpagos que tiritan a lo lejos; besando los matices que conocemos, alimentándose el amor profundo y claro. No deben terminar nunca las palabras en alas; depositando allí nuestra calma; seremos fuego al amarnos y remanso en noches claras...Eterno nuestro amor que  jamás dejará de existir.
__Amanecí despierto soñando con tu piel. Rasgué mil veces tu alma sintiendo estremecer tu cuerpo. Entre tus alientos mantuve mi soledad. Sólo tuve el deseo de diluir tus sueños en mi amanecer. Susurré mil veces tu nombre que me suena a poseía. Si más aún la oigo de tus labios, del sabor de tu boca. Si, así siento al decir tu nombre. ¿Cómo será sentir tus besos?
Serán como seres pasionales que buscan sueños  dentro de un cielo descubierto.
La humedad de esta noche al sentir la calidez de tu piel se reflejó en mis entrañas al sentir el furor de tu ser entre sueños desnudos apasionados delirantes. Sentí que mi cuerpo inerte deseaba ser acogido en tu ser.
 ¿Estás mejor?
__Estoy feliz amorcito,  ya no quedan fantasmas, ya todo pasó, cada uno está donde debe, en su lugar.

Guille  se arrojó al abismo de mis ojos, se perdió en los vericuetos de mi alma, y con los labios casi en los míos, respirando el mismo aire, al fin susurró.
__! Feliz cumpleaños amor  mío, feliz aniversario esposo amado, feliz vida cielito lindo!, te amo más que hace un año cuando nos casamos, mucho más que hace dos en Palermo y en ese momento dejé mi alma en tus manos.
__ ¡Feliz vida, amor de mis vidas!
¡Feliz aniversario! y gracias por esperar… que llegara a ti desde Kenia.


CONTINUARÁ.
UN DESTINO. UN AMOR. PEDRO Y GUILLE. GUILLE Y PEDRO.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICITICIOS, CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.

LENGUAJE ADULTO, ESCENAS EXPLÍCITAS.