domingo, 27 de junio de 2021

REENCUENTRO PRÓLOGO Y CAPÍTULO PRIMERO

REENCUENTRO

 

PRÓLOGO Y

CAPÍTULO PRIMERO

 


Nunca debemos callar todo aquello que sentimos.

Porque es correr el riesgo de perder lo que amamos.

“Montecristo”.


“Siempre que hablo contigo, acabo muriéndome

un poco más” Frida Kahlo.

“Hay veces que el amor más intenso se oculta

detrás del silencio más profundo”. Ch. Dowson.

 

_Hoy.

Bs. As. Estudio Graziani y Socios.

 

 Guillermo entró al estudio lanzando humo por las orejas, con una montaña de expedientes bajo el brazo, y el ceño marcado, mientras sus socios se miraron cómplices, Gaby se animó a hablar.

 

__Guille ¿qué sucede?

__Ana, y su maldita presencia en casa, eso sucede.__ Se sentó echando con furia los papeles sobre el escritorio, Marcos tenía la mirada clavada en una página del diario.

__ Bueno, hermano _ terció Alberto__, ya está, vas a explotar, si ella ya firmó el divorcio, que se vaya y listo.

__Eso esperaría, pero sigue allí __ bramó Guillermo con la cabeza apoyada en el respaldo, apretándose los ojos con los dedos de una mano__. Ella dice que quiere a Fabián, pero puede quererlo e irse, no sé qué pretende obtener de mí, nunca le di nada, si no se va en unos días, me iré yo __ afirmó.

__ ¿Te ayudo? _ se ofreció solícita Gaby.

__No__ susurró Guillermo__,  currículum de aspirantes a socios, hace dos semanas que los paseo para verlos en casa, y luego con las crisis y peleas, al fin no los miro, los traje para leerlos acá tranquilo.

__Mira vos __ habló Marcos__, pobre pibe.

Los otros lo miraron sin entender.

__ ¿Quién? _preguntó Beto.

__ Escuchen… Abogado joven desapareció según testigos abordado al salir de su edificio sito en…__ se interrumpió__, a este  seguro se lo llevó un cliente que mandó a la tumba, no cuenta el cuento, lo que nos podría pasar a cualquiera.

__ ¿Lo conocemos? __ preguntó Alberto.

__Yo, no. Es muy bonito, un tal Pedro…

 

El corazón de Guillermo  se detuvo, la alarma en su mente se encendió, el solo eco del sonido de ese nombre lo hizo incorporarse,  aunque las piernas no obedecieron cuando intentó llegar al escritorio de Marcos, pero, no, no era, no podía ser, otra vez… no.

__ ¿Guille? __ se preocupó Gaby.__ ¿Qué te sucede?

__ ¿Cómo se llama el abogado, Marcos? __interrogó en un hilo de voz sin darse cuenta que estaba conteniendo el respiro.

__Pedro, Pedro Beggio, treinta y pocos, desapareció, va lo secuestraron ayer al parecer…

__”! Mierda, no! ¡No otra vez! __ gritó y  de súbito saltó hacia el diario que arrebató a Marcos, sus ojos taladraron la foto…  la sonrisa, los hoyuelos, los ojos almendrados, la mirada dulce… Pedro.

__ ¿Quién es? ¿Guillermo? __ le gritó Marcos pues no oía__, la vista se nubló, solo escuchaba ecos del pasado que asomaban en su mente, paso de imágenes que taladraban sus retinas, y el mundo ya no existió, más que esa mirada que lo enredaba  e hilvanaba su alma desde  la foto del diario.

__ ¿Por qué no me buscaste? ¿Cuándo regresaste? __ hablaba para sí más que para todos. __ Leyó algunos datos, todo confuso: “Renunció a empresa donde trabajaba… abogado corporativo… Autorrobo… Denuncia, se especula con”__. ¡Alberto, vamos, te necesito, y a todos tus contactos…  de todos lados, hasta  los tumberos!

_ ¿A dónde vamos?

__Por empezar a esta empresa donde denunció la corrupción que halló y renunció, tal vez Marcos no ande muy lejos, el ataque debe de venir de allí__ barbotó las palabras sin saber cómo__, luego a la policía.

__Pero… ¿quién es? __ continuó Gaby.

Guillermo le clavó la mirada ya con el saco en la mano.

__El amor de mi vida es, ¿contenta?

Salía disparado cuando una idea lo asaltó, no podía ser, no, pero tampoco podía irse sin verificarlo. Dejando a todos más atónitos si podía, voló a su mesa de trabajo a revolver los papeles, allí  fue abriendo las carpetas, hasta que sí, allí estaba, Pedro Beggio, su currícula, su foto, su belleza, su ternura.

__!Mierda! Por culpa de Ana, por la mía, pude salvarlo y no lo vi.

Gaby se acercó  y apenas tocarlo pareció que le quemaba, se soltó, las lágrimas asomaron cuando la horadó con la mirada.

__ Está acá…  su currículum, iba a presentarse para el cargo, y yo peleando con esa estúpida borracha, no le vi, no lo supe… Y ahora… Y pude evitar lo que sea que le esté sucediendo, yo…

El llanto no se hizo esperar, pero no impidió que arrastrara a Alberto hacia la salida, quedando Marcos y Gaby leyendo el Currículum de… Pedro Beggio.

__Guille, te escucho,  hace mil que te conozco, nunca me enteré de este pibe _ le reclamó Alberto mientras manejaba, y Guillermo perdía la vista en el camino.

__Nos criamos juntos __comenzó__, una vez,  cuando yo era un adolescente, sus padres llegaron de Chile, se mudaron junto a nuestra casa, Pedro era un nene… precioso, apenas estaba en la primaria, tenía ocho años, yo diez más, empezaba a pelear con mis dudas. Nuestros viejos se hicieron como hermanos, y yo lo adopté como tal, pero ese nene precioso creció, y yo no me di cuenta que era como yo, que me amaba, que me buscaba y lo zaherí, pensó que lo había usado, y se fue, se fue a Chile y nunca supe que había regresado, es una larga historia, Beto, no puedo ahora, ya sabes, estaba Silvina dando vueltas, y él conoció a una chica en una fiesta, hermosa ella, Camila, me confundí, creí que la amaba, y estaba Juan…

__Guille así no entiendo nada, ¿por qué dijiste que no otra vez?

__Porque ya lo secuestraron una vez, yo lo rescaté entonces…

 

“Pedro no lo vio venir. Fue todo muy rápido. Una furgoneta negra, dos hombres mirándolo fijamente y un tercero apareciendo tras él.

No tuvo tiempo de gritar, aunque de nada le hubiera servido dado lo solitario del lugar. El hombre que lo seguía lo agarró por el cuello y lo inmovilizó con facilidad mientras otro lo llevaba a la furgoneta a golpes y empujones. Pedro intentó gritar, pero la mano del hombre le tapó la boca con rapidez, nada podía hacer para evitarlo. El hombre no lo dejaba respirar, todo comenzaba a darle vueltas y sentía cómo su cuerpo perdía fuerza con rapidez.

La visión de  él en brazos de aquel hombre y lo que aquello significaba le dio unos instantes de coraje y con rabia clavó sus uñas en la cara de su oponente. El hombre gritó sorprendido y aflojó la presión y él aprovechó el momento para lanzar con fuerza la cabeza hacia atrás y asestarle un golpe que por el ruido que hizo debió destrozarle la nariz.

Al sentirse liberado, a pesar de que su cuerpo estaba débil y pedía aire con urgencia, corrió hacia ellos gritando con desesperación. Uno de los hombres lo recibió con un puñetazo que lo arrojó al suelo, pero él no estaba dispuesto a rendirse. La visión  de estar asustado en brazos de aquel hombre le daba una fuerza que no sabía que poseía. Se levantó fuera de sí y agarró del suelo una botella de vino vacía. La rompió contra la acera y corrió con ella levantada igual que si fuera una espada.

—Mételo dentro, rápido —le dijo el hombre que esperaba el ataque— Este loco va a despertar a los vecinos.

Pedro, gritando, se preparó para clavársela con toda la fuerza que le quedaba, pero no llegó a hacerlo. Su primer oponente, con la nariz destrozada y la cara marcada, lo golpeó por la espalda y todas sus esperanzas se evaporaron en un segundo. Tirado en el suelo, con el cuerpo dolorido y la cara ensangrentada, intentó levantarse, pero los dos hombres comenzaron a patearlo sin piedad.

—Este puto me ha destrozado la cara —comentó furioso su primer oponente—. Voy a matarlo a golpes.

—Déjate de tonterías. No hay tiempo. Vámonos. Seguro que algún vecino ha llamado a la policía. Además, fíjate… está medio muerto. Venga, olvídalo y marchémonos de una vez.

—Está bien, tú mandas —respondió el otro resignado mientras lo golpeaba una última vez.

Pedro, sin poder moverse, miró a su  barrio antes de que la furgoneta se perdiera en medio de la noche. Todo su cuerpo estaba paralizado. Ningún órgano le respondía salvo sus ojos y los aprovechó. Lloró como nunca lo había hecho hasta que perdió la conciencia y todo se hizo negro, muy negro”.

 

Pedro está contra la pared, las manos atadas detrás de la cabeza, los ojos vendados, los tobillos grillados, la boca amordazada, clama en un grito mudo que muere antes de llegar a la garganta. Ante el menor ruido se sobresalta, se hunde cada vez más contra el rincón donde presume hay solo mugre y arañas, el abismo de su existencia, pero ya nada importa, pues siente que va a morir, que no tendrá la bendición de la vez anterior, cuando Guillermo apareció para rescatarlo.

 

“Guiiermo, mi amor,  te hice llegar  mis datos, no te importó, no me llamaste, no quieres verme ni que sea tu socio, ¿por qué? Tanto por decir y voy a morir de esta absurda manera,   si tan solo  hubiese  podido verte…

Escúchame, amor de mi vida… Quiero sentir las tibias caricias de tus manos en mi piel como palomas en vuelo, que aletean lujuriosas, dibujando el amor en lo agreste de mi pecho. Rompamos las quimeras de las esperas y vivamos el amor consentido con un susurro entre mis labios y el ensueño de vivir  nuestro amor prohibido. Déjame estrellar mis labios en los tuyos y comerme esa boca.

Luego recorreré lujurioso tu columna hasta el linde  en tu espalda con mi lengua y mi boca, extasiado por tu piel y el nudo de tu ombligo.  Sabes que soy tu néctar amor, bébeme, déjame embriagar tus sentidos y erizar tu piel con la fuerza de la pasión en tu cuerpo, que ya es mío. Déjame desnudarte y besar el lunar de tu vientre, mirar tu alma en tus ojos de miel y decirte que te amo. Te besaré y beberé todo el calor y el aroma de tu aliento de fuego.

Unamos nuestros cuerpos entre tus piernas y las mías, amándonos al extremo de la misma vida, entre crepúsculos rojos nuestro amor prohibido, hasta sentir la sensación de querer escaparnos de este mundo de sordas congojas y hostil, antes de enloquecer de lujuria y sentir el amor, unidos en un mismo ser y querer.  Y allí sentiremos, al fin, la tibia caricia de amarnos, y el amor. Deja que los puros cristales de tus lágrimas recorran tus mejillas de piel de durazno y se detengan en la comisura de mis labios sedientos, y no las dejaré escapar de mi boca. Vibremos como las mariposas en la brisa, uniendo nuestros cuerpos, dándole vida a mi amor aventurero, que vivió muchas noches sin consuelo, y sintamos juntos la búsqueda amorosa de los instantes de los gozos dulces del éxtasis final.

Mis manos vuelan tibiamente, instintivamente al contacto de tu piel de seda, y descubro en cada poro y cada curva el ensueño de sentirte y tenerte en la lujuriosa dimensión de tu desnudez, que desgaja los sentidos de mi vientre. Entonces, amor de mi vida ven conmigo, para desearte y amarte hasta la misma muerte.  Bébeme y ámame amor.  Soy tu elixir del amor y la vida. Que yo le contaré a la vida nuestro amor. Y ven, olvídate de nuestro amor prohibido, vida mía.”

 

“Te preguntarán por qué gritas  con la mirada sombría de naufragio. Te preguntarán por qué  de tu garganta sale un silencio quebrado, por qué hueles a desgarro, por qué ya no te vistes de guerrero, ni alzas banderas de esperanza,  ni te exhibes con el ardor de la vida. Tal vez porque tu vida y  el  tiempo te han dejado a tu suerte,  en tu propia guerra,  en la reiterada muerte  en la que tanto piensas, ¿acaso quieras ser  la humillación del doloroso olvido? Sombra de soledad, en tu infierno perdido, que no ha podido defenderse y sangra.

Mi fiero imposible, ¡amarte me da miedo! Eres…  mis ansias, mis pasiones secretas,  mi utopía de amor que no puedo calmar, mi locura, mi dueño cautivo, mi mente divaga gritando por dentro ¡te deseo mío! vociferándote es mi agonía, en este silencio que pesa mucho en el umbral de mi lecho. ¿Cómo saber si soy tu razón o tu aventura? ¿Si amas  mi piel como tu abrigo  cuando solo hace frío,  o  soy tu hombre imprescindible que respiras profundo, que no huele a pecado, único, que solo quiere dar su amor, su pasión, su ardor, su sensibilidad a todo lo que a él le parece prohibido? Un café, una copa de licor, dos bocas, son la sensación de esos besos entregados, es el sabor tan natural de la claridad de dos fuegos encendidos, noches de insomnio, de sortilegio, galanura de sus ojos arrebolados ante mi cuerpo desnudo, llevo puesto el latir de mi corazón ante mi diseñador que con sus manos estruja mis sentidos.

Es la más exquisita cita que se puede soñar,  la que quedará como legado en la memoria, mi imposible amor, mi victoria, ¿quién va a creer, que usted sería mi tierno amante? El más canalla, insensato, el que con sus mentiras, roba mi corazón a diario, a deshoras, en este tiempo exacto, siendo dos locos arrebatados por el erotismo.

En la geografía de tu cuerpo, mis dedos hacen afanoso viaje, curiosean en el ondulado declive de tu espalda. Deseosos van a tu vientre y pelvis, llanura colmada de rocíos, donde mi pasión cabalga en pastizal silvestre. En el medio de la andanza encuentro una depresión,  más allá dos  montes se avivan cuando los rozan  mis labios. Tu pecho el continente donde mi aliento se detiene en explosión jadeante de devoción vehemente.”

 

El recuerdo de los hechos y sucesos hasta ese fatal momento se impone, desaloja al hombre de sus sueños, ya no podrá ni siquiera volver a perderse en su mirada, no hubo…  reencuentro.

 

Años atrás…

 

Moría el verano. Había salido a caminar por los senderos donde sus padres tenían su casa de veraneo o fines de semana. Algo extraño en el ambiente lo alertó, y todo sucedió de repente.

Unos hombres, tres, estaban robando una casa, lo vieron y empezaron a perseguirlo. Pedro corrió cortando camino entre los árboles y la maleza, pero  la furgoneta lo siguió por una calle paralela. Cuando estuvo casi a la par, los hombres bajaron, peleó, se resistió, los hirió y lo golpearon, hasta que uno de ellos lo derribó. A golpes terminó dentro del rodado, uno le tapó la boca con una cinta, los gritos murieron en ella, le ató luego de manos y tobillos y lo cegó con una venda.

Solo recuerda que sus captores eran tres, uno rubio joven, apuesto, los otros mayores, uno  viejo corpulento con una cicatriz de sien al labio superior como seña perpetua.

El auto partió a velocidad, y enseguida supo que estaban en la ruta porque el andar se volvió suave, uno de ellos fumaba, ansió un cigarrillo, algo conocido pues por entonces él fumaba, Guille lo había dejado, él recién lo copiaba.

Luego de un rato no medible sintió que la velocidad disminuía y que el auto doblaba, había entrado en otro pueblo, ya que el andar volvió a ser irregular.

Le dolían los golpes, tenía mucho miedo, temblaba, tenía frío pese a hacer calor. El  vehículo se detuvo y le ordenaron salir. Le tomaron del brazo y entró a un sitio húmedo y frío, maloliente. Le destaparon los ojos y vio un sitio en ruinas, una especie de establo o galpón abandonado, mas poco pudo evaluarlo pues lo empujaron y encerraron en un cuartucho oscuro, con peor olor, y allí se quedó, acurrucado  en un rincón. Pedro recuerda que en ese estado de pánico repasó en su mente los rostros de las personas amadas, Diana y Alberto, sus padres, su hermano Agustín, tíos, primos, amigos… y él, Guillermo, su eterno amor imposible.

Guillermo era una especie de primo postizo, hijo del vecino y mejor amigo de su padre. Se habían criado juntos desde que ellos llegaran de Chile, pese a que él le llevaba diez años. Y Pedro lo amaba desde que conocía el significado y sentido de la palabra. Él, sin embargo, solo lo veía como un niño, como un hermano.

Tenía que soltarse, tenía que escapar, lo intentó tanteando el piso, golpeando una botella contra una pared, los pedazos de vidrio quedaron esparcidos cerca, pero, no lo logró, eso solo sucedía en las películas. Solo consiguió lacerarse las manos y las muñecas.

En ese instante entró el viejo de la cicatriz. Al advertir que intentaba desatarse, lo levantó de un brazo y lo arrastró a otra habitación mientras lo insultaba. Lo dejó contra la pared y le ordenó al joven que le disparara.

El joven llamado Lito, estaba parado frente a él, a escasos dos metros apuntándole con una pistola. Pedro quedó de piedra, a causa del miedo,  sin capacidad de reaccionar, era demasiado joven para saber de armas y de delincuentes, pese a estudiar abogacía, por seguir los pasos de Guillermo, ya  recibido.

La puerta se abrió con violencia tanto como brincó su corazón. El viejo sacó un cuchillo para clavarlo en el intruso. Pedro corrió hacia él solo con la fuerza que da el amor, lo pateó en el estómago, estuvo a punto de caer puesto que con manos y tobillos atados no podía hacer equilibrio para asestar el golpe que pretendió ser más abajo. Aun así el cuchillo rodó hacia el suelo y el viejo se agachó para recuperarlo, con lo cual el muchacho aprovechó para patearlo en el rostro. Él tomó su pierna, y cayó al piso. El hombre se acercó, arma en mano, y se preparó para hundirle el cuchillo en el cuello, cuando Guillermo lo golpeó con fuerza en la nuca con un palo, cayendo hacia delante.

Hoy…

Ahora en similar situación, Pedro sabe que Guillermo no puede acudir en su auxilio, nadie vio esta vez cuando esos hombres lo obligaron en un déjà vu a subir a ese otro auto, nadie lo espera en su departamento tampoco, sus padres viajaron, para cuando alguien note su ausencia, él ya estará muerto.

Las lágrimas caen por sus mejillas, mojan la venda que ciega sus ojos, se escurre por su ropa. Prefiere volver a sus recuerdos, a los escasos momentos que pudo en ese pasado de niño joven disfrutar de Guillermo, y su mente retrocede en el tiempo a otro sitio oscuro y sucio donde estuvo entonces capturado, por simples rateros.

Años atrás…

Guillermo lo había encontrado, Lito estaba desmayado en el suelo.  Guillermo estaba golpeado, y un hilo de sangre salía de la comisura de su boca, esa boca que había deseado tantas veces.

Pedro se incorporó, y corrió hacia él. Apoyó la cara en su hombro, se recostó en su cuerpo fuerte. Guillermo lo abrazó, le acarició la espalda, la cabeza con ternura. Pedro no pudo hacerlo, aún tenía las muñecas atadas. Pese a ello, se apretó a él con todas sus fuerzas y lloró sobre su pecho.

 

__Shhh… Ya pasó precioso _ era el único que lo llamaba así, hasta hace unos meses le decía pequeño__. No llores, vamos a casa.

 

Guillermo le liberó manos y pies, limpió sus muñecas cubiertas de sangre seca. Los dos maleantes estaban desmayados en el piso. Salieron en busca de sogas para atarlos y, cuando estaban por llegar al vehículo, un disparo reventó una de las cubiertas, el segundo impactó en el muslo derecho de Pedro, que cayó al suelo ante la expresión de terror y dolor de Guillermo. Fue como si le hubieran traspasado la carne con un carbón o un hierro candente. Empezó a temblar. Guillermo se tiró a su lado y tocó la herida.

__ No te asustes, es superficial, la bala solo te rozó. Tenemos que escondernos entre los árboles _ dijo, señalándole una arboleda cercana.

 

Se arrastraron como pudieron, ocultándose entre el follaje y la maleza, reptando de a ratos, con la oscuridad de una noche sin luna como cómplice, pese a que desde la casa continuaban disparando. Una vez en el bosque, Pedro y Guillermo pudieron incorporarse, y caminaron entre los pinos.

__Guille, me duele, no puedo mover la pierna, casi no la siento. Sigue tú,  ve por ayuda, yo me quedaré escondido.

__ No, saldremos juntos de esto. Vamos,  apóyate en mis hombros __dijo aferrándolo a él.

 

Escucharon las voces de sus perseguidores que se acercaban. Pedro no sentía la pierna, la fiebre se mezclaba con el dolor y lo anulaba. Guillermo se preocupó al verlo, se dio cuenta, lo alzó en sus brazos, no iba a dejarlo.

La marcha se hizo más lenta. Pero Pedro sentía latir su corazón agitado, sus brazos fuertes bajo sus piernas se tensaban, lo mismo alrededor de sus caderas, el olor de su piel lo embriagaba. ¡Cuánto lo amaba en silencio! ¡Cuánto fantaseaba con esos brazos, con ese olor, con esos latidos!

Guillermo le dijo que vio cuando lo llevaron, que había ido a buscar el auto y seguido la huella. Continuaron alejándose de las voces de los ladrones. Estaban en lo profundo del bosque. La noche totalmente cerrada, solo algunas estrellas bañaban el cielo negro.

 

Pedro recuerda que Guillermo lo hacía detenerse de a ratos para que descasara, y al tiempo relajar sus brazos, y una sonrisa se dibuja debajo de la mordaza que sella sus labios. Pese a no amarlo, él se había preocupado, él lo había salvado. Y Cuántas cosas le dijo fingiendo que deliraba producto de la fiebre, tantas palabras reprimidas casi desde conocerlo, algo cambió en el rostro amado, algo sutil, casi imperceptible.

“Toma mi cuerpo un momento, enséñame  lo que has vivido, seremos juntos  el deseo prohibido y lo volveremos satisfacción; aquí no habrá amor, todo será pasión  de instante, disfrutemos de este mundo sensorial donde no existan las excusas, solo momentos que nos lleven a más... Seré tuyo por un instante, sin promesas ni temores, pero que tus pensamientos se vuelvan obscenos cuando estemos juntos, que tus labios y los míos se unan por instintos  y nuestras hormonas se junten formando un laberinto cuya salida será la complacencia de nuestros placeres prohibidos.

Cogeré tus manos y las llevaré a mis  tetillas, te mostraré los caminos que te conducirán a lo suave y estrecho donde aumenta mi lujuria y placer y tú sin pensarlo te dejaste poseer... me encanta escuchar tus hermosos deseos y entre ellos querer ser el dueño de mi lunar.

Cuánto placer hubo en ese encuentro de ese inolvidable día, nuestros cuerpos desnudos envolvimos en aquellas sábanas blancas y nuestros gemidos fueron una erótica melodía agitada, entrecortada, extasiada,  llena de besos acompañados del sudor desbordante.

Mi lujuria cobró vida contigo, tu lengua jugueteaba con mi cuerpo con movimientos muy sabios  en los cuales te pusiste de rodillas y con tu boca ardiente me tentabas, diciéndome con tu traviesa mirada: ¿Quieres más? Tus ojos me mostraron el camino donde tu lengua marcó mi cuerpo, el cual saboreaste como el vino que nos embriagó en exceso.

Un exceso de lujuria que disfrutamos juntos pero que no sería eterno, porque lo eterno no existe  así como no existió  amor entre tú y yo, solo derroche de pasión que quedó en el recuerdo que marcó un adiós.

El límite de mis deseos es donde se encuentra el punto aquel  donde sabes ser miel  en la punta de mi lengua. Donde estalla  el sentimiento de rendirse vehemente  mientras los cuerpos estallan enredados de placer. Alborozo al sentido de combinar  los gemidos abigarrados al perfume que secreta tu piel y converge cada poro  como único elemento  de nuestra única y más fiel frontera.

Sabe algo, pienso en usted y en su bella sonrisa, en sus hermosos ojos y su voz, la sensualidad que invade e inquieta mi mente y mis sentidos.

Sería vulnerable si llegara a rozar su piel, si llegara a deslizar mis yemas para así descubrir la inmensidad de su espalda, la suavidad de su naturaleza.

Sería interesante poder robarle un beso y hacerlo sonreír después de un breve suspiro para así desequilibrar sus sensaciones.

Poder adentrarme en territorio perpetuo siendo sus  pezones mi delirio al sujetarlos y besarlos, hacerlo desfallecer cuando mi imaginación desborde más intensidad volcando satisfacción al llegar a su preciado vientre y así probar la miel que brota desde lo más profundo de su ser al descender a su virilidad que es mía.

Ser ocaso en plena vereda o un arcoíris por encima de tan inmenso mar, así sería mi presencia y dedicación en plenitud, descubriendo y liberando emociones y placeres entre su sexo y mi degustación.

Hundirme en dicha  hendidura endulzando más que mis labios, de manera literal endulzar mi oído gracias a sus expresiones entre gemidos y susurros, ser de usted y para usted.

Un breve y sutil comienzo para dar paso a lo que realmente está por congeniar y desbordar piel a piel.

Un breve comienzo y una breve pausa a lo que llamo dedicación más allá de la satisfacción...

Perdón a tus labios, por besarlos con el arrebato de las tempestades y la fuerza de los tornados...

Perdón a tu piel, por erizarla de tal manera que el fuego de ella queme, hasta dejarla fundirse con la mía...

Perdón a tus suspiros por confundirlos con el viento de los huracanes, y por dejarlos subir al cielo...

Perdón a tu humedad por dejar que se derramara en un caudal de deseo hasta la  profundidad de mi cuerpo. Perdón por creer que era yo, quien despertara todo esto cual si mi locura me gritara por dentro... Quizá, no era yo. ¿O sí?

Así, bajo la luz tenue nuestro amor ocurrió, fueron momentos inolvidables.

Desde el comienzo de la noche al final del día siguiente, las horas han pasado sin darnos cuenta.

Todo lo que nuestros corazones deseaban, nuestros cuerpos realizaban.

Pasar estos días contigo, fue una experiencia maravillosa de vivir, hoy ya transcurridos tantos años de mi vida.

Quisiera yo, que este tiempo se detuviera y nuestro amor nunca terminara, seguramente yo sería la persona más feliz de esta vida.

Nuestro cariño y nuestros deseos han sido cumplidos con intensidad y mucho gusto.

Conocer cada parte de tu cuerpo y sentir tus vibraciones no tiene precio, hacerte el amor, así que se ha convertido en algo nuevo, magnífico, contagiaste tu ser y esencia, desde los dedos del pie hasta el último hilo de cabello.

Hoy, aquí recordando tu olor, tu tacto, sentí tu perfume, una dulce fragancia embriagándome.

Sí, recordé tu cuerpo desnudo en suaves toques al mío.

Alcanzando el apogeo de nuestros extasiantes momentos de amor sublime. Dulce, deslizante amor, en diversas posiciones.

Cada caricia cambiada, cada beso mojado y nuestras bromas, que cariñosamente y con lascivia me llevaban al delirio.

Así cada momento vivido contigo es un recuerdo sabroso que traigo conmigo, es una nostalgia que no me deja olvidar lo feliz que fui en aquellos días.

Y por fin... al final del día, otra llegada a la cima de la montaña, donde todo se puede ver, desde los re cantos lejanos hasta finalmente el hermoso atardecer. Oh si pudiera volver el tiempo y tenerte conmigo otra vez. ¡Qué nostalgia de ti!

 

En aquel bello momento de ese paso ya no mucho atrás,   nuestros cuerpos enredados, en la sala, en el sofá,  después del baño, ahí en la cocina, en ese piso duro donde no se necesitó ningún tipo de sábanas; mucho menos las almohadas, solo fue en su momento  unir estos nuestros cuerpos. Quedando uno y el otro,  esos nuestros cuerpos extasiados,  sudados del placer entregado de uno como del otro por lo vivido, ahí en ese su momento  donde en ese día nuestros labios como manantial de verano, fueron y son ese punto de llegada  para calmar nuestra sed del deseo mutuo en lo íntimo. Siendo esas dos fieras de la naturaleza que acechamos  a nuestra presa deseada para ser comida muy sabrosamente. Donde de un salto de fuego, sangre, dientes y ricos zarpazos te o nos agarramos mutuamente fuerte uno del otro, para comernos y quitarnos este…  nuestro deseo,  bebiéndonos y entregándonos ese, nuestro néctar lujurioso,  hoy y en este instante  deseo y necesito vivirlo de nuevo encontrando ese momento íntimo como ser esa pareja de recién casados. Permitiendo besar las sienes, las manos, los ojos,  nuestras bocas,  sabiendo muy bien que no somos dioses ni mucho más,  simplemente hoy somos dos seres humanos;  que no nos importa nuestra edad o ese nuestro estado físico porque hoy es realidad, que tú y yo tenemos amor que entregarnos”.

__ Pedrito, estás delirando, es que  ¿acaso ya hiciste el amor con Camila? __ interrogó Guillermo, con una extraña sensación de fastidio.

__No. Ella es solo mi amiga.

 

Cuando Lito los alcanzó en la playa desierta, Guillermo le había dado una navaja y lo había obligado a escapar, quedándose para enfrentar al agresor. Pedro le había obedecido a regañadientes, no quería abandonarlo, mas estaba herido, y tampoco deseaba ser una carga o peor aún.

Mientras corría por la orilla donde la noche lucía en todo su esplendor, sentía los disparos y los gritos a su espalda, las lágrimas saladas se mezclaban con el salitre que se elevaba del mar.

El joven que era no recuerda cuánto tiempo pasó hasta que Guillermo lo encontró. Él había caído sobre la arena dolorido y con la pierna ardiendo, quemando. Y él llegó lleno de sangre y moretones, pero con vida. Le refirió la pelea con el otro, a quien al fin desmayó golpeándolo con una roca, y la huida del viejo.

Con suma delicadeza, Guillermo  había sacado el pañuelo de su raída camisa y con él le había limpiado la herida, que lucía oscura.

Cuando Pedro pudo ponerse de pie, lo abrazó y se apretó contra el cuerpo amado.

__Estás muy golpeado _ le dijo.

No supo de dónde sacó valor y lo besó en la mejilla, dejando los labios cobijados allí,  en su piel. Guillermo también lo besó, primero en la frente, después en los ojos, en la sien, en la mejilla, y muy cerca de la boca, en la comisura de sus labios que rogaban el beso. Mas allí, súbitamente se detuvo. Lo apretó contra él, y se quedaron así largo rato, sin moverse, sin hablar, sin verse los rostros, solo sintiendo esos corazones siendo uno, latiendo al unísono. Luego Guillermo lo separó, y se introdujo en el mar para limpiarse la sangre.

Hoy…

 

Ahora Pedro se arrepiente de no haber asaltado y conquistado esa boca. Ahora sabe que va a morir, siente que esos hombres que escucha discutir afuera van a matarlo, que su propósito es deshacerse de él, porque descubrió de quiénes se trataba, esta vez no eran delincuentes comunes, los conocía.

“Cuando el espejo ya no es mirado, cuando el silencio devora el desierto moribundo, cuando el tiempo dibuja espacios con tu nombre, cuando la distancia muerde el cascarón del olvido,  arde un dolor intenso en la boca y en la tormenta. Todavía hay gritos que la montaña necesita. Soy una mala versión del amor actual, así que prefiero quedarme con mi o esa bella versión del amor  a la antigua, no es la más valorada por hombre y mujeres de hoy; pero sí es la más sincera al entregar ese verdadero amor a quien se desea como nuestra o esa,  tu pareja, y formas una posible familia cargada de felicidad. Discúlpame por desear amarte a la antigua,  es que lo disfruté del ser niño y verlo en esos que fueron mis padres,  y esos bellos consejos de los abuelos,  amarte a la antigua, robarte sonrisas,  el tomarte de la mano, abrirte la puerta, regalarte bellas flores, bello es hoy  este mi deseo de amarte a la antigua. Entregándome en ser,  yo alma y cuerpo;  llenándote de bellas rosas,  cantarte lindas canciones;  y ese pintarte mi amor con caricias. El amarte a la antigua es lo que me permite buscarte cada segundo,  ese no dejar de admirar esa tu belleza para mi ser, por ese haberme enamorado locamente de ti mi bella compañía; siendo en este segundo del minuto en la hora de hoy mi todo, mi más, mi siempre,  así con flores, cartas, alzarte cuando te beso, eso es amor a la antigua; como dirían muchos hoy y en este instante, se ve muy cursi pero para este tu enamorado es lindo amarte a la antigua. Dejando de un lado ese rico chocolate, ese café caliente  porque lo que mi ser desea es disfrutarte y saborearte a ti;  con este mi amarte a la antigua vida mía;  por eso te digo ser hombre, sin importar edad ni género,  si deseas un verdadero amor;  ámate primero tú en cuerpo y alma, y así logras ese bello amor; a la antigua llamado amor propio, y desde él el amor real de tu otra parte, de tu alma gemela.

Entre silencios solitarios, sin tiempo de vida se apaga mi suerte, permanecerás para siempre en mis recuerdos,  no podré olvidarte… sobrevive mi alma entre todos mis silencios, y grises soledades. No tengo tus manos entre las mías, ya la muerte es mi destino, la muerte en soledad infinita, rebusco en mis neuronas, intento encontrar el porqué no de esto, sino de tu silencio, pero solo encuentro sombras de un pasado feliz que casi he olvidado. Busco tu mano, no quiero morir en agonía lenta, en soledad, yo quiero sentir en el último suspiro la compañía de mi amor, la voz de quien amo, el calor de las manos firmes, tu amor presente, el que  intenté buscar, para elegir morir mucho más tarde con la dignidad de saber que viví la vida con mis aciertos, errores, triunfos, derrotas y tu amor entrando al descanso eterno cuando sea el momento de mi partida. Dejaré de vivir entre este martirio de los espantos y los dolores, entre horizontes de pupilas dilatadas, en mi viaje hacia la nada rodeado de la vida que  hicimos contigo y mi alma enamorada y con el último beso y el aroma tu aliento, amor de mis amores.  Pero soy consciente de los imposibles, solo debo morir.

Se niega a aceptar esa suerte, al menos regresa al refugio de los recuerdos, esos que atesora para llevárselos en su viaje de muerte.

Años atrás…

 

Guillermo había logrado llevarlo a casa sano y salvo.

Con los ojos ciegos de luz, rememora su cuerpo, ancho de hombros, el pecho firme, sus caderas, sus brazos musculosos, su cabello oscuro, corto, su nariz arrogante recta, su mandíbula fuerte, sus ojos color café y miel donde una chispa brillaba constantemente. Y su voz, esa voz ronca, profunda, pausada, que lo transportaba en tiempo y distancia. Sus manos, sus bellas manos de dedos esbeltos, tantas caricias soñó que brindarían a su piel, hasta hacerla trepidar de placer…

Luego del secuestro vino el reencuentro con la familia, la denuncia en la seccional de policía, la ida al lugar del hecho, la descripción de los tipos, la asistencia en la guardia, y el estancamiento en la investigación, dado que no hallaron nada en el sitio donde había sido secuestrado, ni una furgoneta, ni signos de lucha, ni casquillos de bala. Nada.

Tanto insistieron,  que el mismo comisario los recibió para complementar la denuncia, un tipo  grande, de setenta y pico, que los recibió tras un escritorio ordenado pese a la montaña de carpetas. Un hombre bajo, pasado en kilos, de piel blanca, ojos claros, que les congeló la sangre, cabello cano corto, aspecto de hombre rudo, decidido, un dictador a quien daba miedo mirar, no les agradó a ninguno de los dos.

 La investigación no avanzaba por falta de pruebas, terminaron creyendo  que los jóvenes habían tenido una pelea de pareja en el bosque, a juzgar por los golpes que ambos presentaban, sintiéndose descubiertos en su naturaleza, Guillermo se avergonzó, Pedro se ruborizó, y el otoño llegó sin permiso, separando algo sus caminos.

Guillermo continuó con sus primeros pasos en la carrera que había terminado, preparando además una tesis para ser penalista, Pedro estudiando para las materias que debía rendir en marzo, dando también los primeros pasos pero en la facultad, mientras evitaba las insinuaciones de Diego, y esquivaba las invitaciones de Camila, los dos le pedían salidas, y él se negaba, solo pensaba en otro, que ni siquiera lo llamaba.

Una noche aceptó una salida de cuatro, oficialmente fue con Camila, y Diego con un amigo del gimnasio, la imagen que le devolvió el espejo le gustó, y solo pensó que le hubiera gustado que Guillermo le viera así.

Hoy…

Un fuerte ruido proveniente de otra habitación lo asusta, detiene los recuerdos, su cuerpo se tensa. Voces airadas, discuten, gritos. Luego un portazo y un auto que se aleja. Pedro no entiende qué ocurre afuera donde sea que esté, pero escucha un gemido lastimero que se cuela por debajo de la puerta. ¿Habrá alguien más secuestrado? En un impulso, patea la pared y escucha,  del otro lado alguien devuelve el golpe. Pedro patea dos, tres veces, y siente el eco de las respuestas. No está solo, de alguna manera eso lo alivia. Inicia con el otro secuestrado un extraño diálogo mudo de golpes en la pared.

Por un momento, logra olvidar el pasado, pero enseguida vuelve a sus recuerdos.

Años atrás…

Esa noche en el boliche había notado a Guillermo celoso, y eso le había hecho feliz, porque al fin él estaba allí con unos amigos, o eso pensaba entonces, pues al verlo pasar, uno le dijo algo, apenas un susurro.

 

__Esta noche este bomboncito no se me escapa.

Cuando Guillermo descubrió que era Pedro de quien su amigo hablaba, lo asaltó una furia ciega que nunca había visto en él. De repente se inclinó hacia delante, lo tomó con fuerza de la remera, impidiéndole que se acercara a Pedro.

__ ¿Qué te pasa? ¿Estás loco? ¿Acaso no ves que es…? __ inquirió el otro, intentando soltarse. Pero los dedos de Guillermo eran como tenazas de hierro.

__Hablo en serio, es un chico casi, y no, no es gay, si te acercas a él, te mato __lo soltó, se levantó de la silla y enfiló hacia donde Pedro se había ido.

 

Al pie de la escalera hacia donde  Pedro estaba, Guillermo se detuvo resoplando, intentando controlarse, y comprender por qué había reaccionado así. Pedro parecía un hombre hecho y derecho vestido así, sensual como nadie, bonito como un adonis, y odiaba verlo expuesto a tantos ojos masculinos, pero era verdad, él estaba de novio con Camila, no era gay, por eso él…

En esas cavilaciones estaba cuando entre tanta gente Pedro pasó a su lado sin verlo. Él lo siguió, lo tomó del brazo.

__ ¡Qué…! __Pedro quiso soltarse y al darse vuelta vio que era Guillermo __. ! Guillermo!__ exclamó, su corazón dio un vuelco y no supo qué hacer.

__ ¿Qué haces aquí? __preguntó él, enojado.

__Me divierto, lo mismo que tú. _Pedro no entendía nada, Guillermo parecía enojado y aún no lo soltaba __. Suéltame, me estás lastimando.

__Lo siento __ lo dejó__. No esperaba encontrarte acá__ dijo torpe y se fue normalizando poco a poco. Él tampoco lograba entenderse. ¿Con quién viniste además de Camila?

__ ¿Qué? Parece un interrogatorio _protestó Pedro.

__ Solo quiero saber con quién viniste.__ Pedro nunca había visto a Guillermo tan serio.

__Con unos amigos, me están esperando, tengo que volver con ellos.

__ ¿Por qué tanto apuro?

__Porque vine con ellos, no quiero que piensen que les he dejado plantados. Además, ¿qué quieres que haga acá, contigo?_  al decir eso, en forma desafiante, se le acercó y terminó la frase en su oído. Jamás hubiera hecho eso si no fuera porque estaba, un poquito borracho.

__ ¿Bebiste? _  preguntó Guillermo.

__ Un poquito _ levantó la cabeza al decirlo, sin apartar la mirada, haciendo el gesto con los dedos.

 

Sus caras estaban muy cerca, y Pedro quería besarlo. Guillermo lo miró de una forma extraña, como viéndolo por primera vez, Pedro lo supo, notó que por primera vez en su vida, ese hombre invencible estaba inseguro. Pedro lo tomó de la nuca con una mano y le dio un suave beso en el cuello, luego debajo de la oreja, y sintió que con ello, lo hizo estremecer.

__Me voy, Guillermo _ se desprendió de su brazos y se fue, dejándolo perplejo, apoyado contra una columna respirando con dificultad.

Hoy

La mordaza le aprieta, impidiéndole sonreír.

Años atrás

Había sido esa noche, cuando Pedro  había sentido un poquito de poder sobre Guillermo. Había leído en su mirada penetrante que cambió por segundos, al fin el deseo, un deseo que había sido reprimido y que ya nunca podría concretarse.

 

Después, había surgido el viaje de Agustín y su cuñada a Europa, sus padres que decidieron escoltarlos  hasta la capital, en coincidencia, los padres de Guillermo también habían decidido regresar. Ellos se quedaban, solos, y Diana le pidió a Guillermo que lo cuidara durante su ausencia.

__Mamá, que no soy un nene__ protestó el joven airado.

__Me quedaré más tranquila si tu primo se da una vuelta por acá de vez en cuando.

Su madre lo invitó a cenar, para darle las últimas recomendaciones, los recuerdos de la dictadura en ellos seguían presentes, Pedro no podía culparla. Guillermo lucía cansado, se había llevado trabajo, estaba casi listo para comprar un departamento, en tanto, para no renovar alquiler, estaba en casa de los padres por unos meses.

El teléfono sonó, era Diego para invitarlo a salir. Pedro lo aceptó solo para darle a entender a Guillermo que era como él, que sabía de él, y para darle un poquito de celos, encargándose de que él se enterara de que saldría con un hombre, pero su primo, estaba tan cansado que no acusó recibo de ninguno de los mensajes.

 

Hoy…  Y allí estaba ahora, atado, intercambiando sonidos con un desconocido… a punto de morir.

“Quiero saber a qué sabes, mirarte, hueles a deseo. Quiero que cubras mi boca con tu humedad y volverme loco abarcando tu virilidad,  no me pidas explicación amor. Deja seguir…   cada gota se va hasta  mi alma pasando por mi corazón. Siento cómo me vas acariciando, ahora tu sabor vive en mi boca anegada de ti, qué felicidad.

Amor no puedo detenerme,  será mejor que siga,  que tu esencia dure hasta mañana, dime que me quieres dentro de ti.

No me hagas sufrir, dame de beber,  quiero caer en ti amor aquí,  que el viento corra por nuestros cuerpos, dame de ti y toma de mí,  solo tú y yo.

Tu pelo enredado en mis dedos,  voy hasta dentro, veo cómo cierras tus ojos, mi cuerpo desbocado te  ama con fuerza. Te abrigo en mi cuerpo caliente,  me  instalo en lo más profundo de ti, ya no aguanto más,  bésame,  no te invento,  mi piel está erizada.

Años atrás…

 

Diego lo llevó a un bar con mucha gente, música alta. Se sentaron a la barra y pidieron cervezas. Entre el gentío Pedro divisó a alguien que le resultó familiar y al cabo de un momento lo reconoció, era Lito, uno de sus captores.

Comenzó a temblar, entre sollozos y miedo huyó del lugar, solo pensando en encontrar los brazos de Guillermo, mas esta vez Diego iba detrás, quien no comprendió nada de lo que intentó explicar, y no tuvo más remedio que llevarlo a su casa sin obtener ni siquiera un beso de despedida.

Luego de una noche plagada de pesadillas, fue a casa de Guillermo. Solo él sabía y podría ayudarlo. Pero lo atendió con una bata, el pelo mojado, y Silvina a sus espaldas.

Sin darle explicaciones de su visita y con los ojos brillantes y tensos en su lucha por contener las lágrimas, Pedro abandonó la vereda a la carrera, dejando a Guillermo con un extraño malestar.

Luego de llorar y  meditarlo mucho, sentado en el banco de la plaza, decidió ir con el comisario, pero este que se mostró paternal, no tenía noticias, no había hallado el auto en el cual lo habían transportado ni a los captores.

Cuando Pedro le refirió que acababa de chocar con uno de ellos, el hombre manifestó interés en conocer los detalles. Le preguntó si alguien más estaba al tanto o si alguien más lo había visto, y lo despidió prometiendo poner más efectivos en el tema y en la zona.

Esa noche tormentosa, cuando aún la imagen de Guillermo con su novia era una daga que horadaba el pecho, este apareció en su casa, y con la excusa de estar organizando una reunión, lo llevó con él. ¿Acaso lo quería hacer creer que Silvina había sido la primera en llegar y él así la recibía?

 Guillermo había intuido que algo sucedía y sumado a eso un extraño malestar lo rondaba. La mirada triste de Pedro al verlo con Silvina lo había inquietado y conmovido.

Lo llevó a un bar, y Pedro pidió un jugo, Guillermo una medida de whisky. Ambos evitaron el recuerdo en tácito pacto, luego Pedro le relató su encuentro con el captor y su visita al comisario.

__ Hiciste bien en no preocupar a tus padres.

La música alta los obligaba a acercarse para poder hablar. A Pedro lo subyugaba su perfume. Conversaron y bebieron hasta que fueron interrumpidos por el amigo de Guillermo, Juan.

__! Guillote!  Veo que están muy bien acompañado. __Guillermo lo fulminó con la mirada, mas Juan le dio una palmada en el hombro y un beso a Pedro en la mejilla__. ¿Cómo estás, bonito?

A Pedro le molestó ese hombre, que fuese amigo de Guillermo, la interrupción, que pareciera desnudarlo con la mirada, todo.

__Vine con unos amigos _ continuó el flaco, señalando hacia el grupo__. Ahora entiendo por qué no me dejaste acercarme a él, lo querías para vos _ bromeó__. Te comprendo, yo hubiera hecho lo mismo. Adiós _ guiñó un ojo a Guillermo y se marchó.

__ ¿Qué quiso decir con eso de acercárseme?

__Olvídalo, le gusta hacer bromas, nada.__ Pedro supo que no lograría otra respuesta de él.

Le había robado un trago de su copa, y estaba mareado, se suponía que solo bebía cerveza, y a veces, pocas, vino en otras.

Se apoyó contra una pared, Guillermo intuyó que algo le sucedía, le tomó la mano.

__ ¿Qué tienes?

__Me cuesta fijar la vista.

__ Esto se está haciendo costumbre. ¡Estás borracho! __ Guillermo no le ladró, por el contrario se largó a reír__. Esto me pasa por salir con niños.

__ No soy un niño __ protestó Pedro__. No estoy acostumbrado a beber, menos esa cosa que tú tomas, eso es todo.

Guillermo no dejaba de reír, ¿acaso alguna vez dejaría de verlo como el niño que había conocido al llegar?

Hoy…

 

Un disparo desaloja los bellos recuerdos de Pedro. Su cuerpo se tensa, sus sentidos se ponen en alerta, y el miedo en cambio lo lleva a derrumbarse hasta quedar acurrucado contra el rincón, casi en el piso. Aguza el oído. Solo se oyen pasos y puertas. Apoya la oreja contra la pared, presiente, patea despacio mas lo sabe, nadie responde desde el otro lado ya. Llora. Siente el amargo sabor de la mordaza mezclado con la sal de sus ojos, y se obliga a seguir con el recuerdo del bar, de su amor, pronto vendrán por él, y solo quiere morir con él en su mente, con él en su alma.

Años atrás…

Guillermo lo llevó a su camioneta tomándolo por los hombros y emprendieron el regreso. Pedro se recostó en su hombro y se durmió, solo él era su puerto seguro. Entre sueños supo que él estacionaba frente a su casa y, al ver que Pedro no reaccionaba, volvió a partir. Vio adormilado los ojos penetrantes de Guillermo escrutándolo, y supo que él lo deseaba, Pedro conocía su secreto, aunque intentara taparlo con Silvina, por eso supo que él no comprendía cómo su primito al que él  consideraba un niño, un hermanito, de pronto se había convertido en un hombre, en un objeto de su deseo. Alentado por el alcohol, Pedro se apretó contra su pecho y lo abrazó por el cuello. Guillermo dudó, Pedro pudo sentirlo cuando sus rostros casi se rozaron y sus labios respiraron el mismo aire. Pero soportó, fue más fuerte, y lo llevó a su casa.

Ahora eso queda tan lejos…

No sé qué hacer, vivo entre sombras como un ciego,  vivo la más terrible incertidumbre de no saber de ti. Incertidumbre que no me permite respirar, vivo a la deriva de tu ausencia. Ausencia que se ha reflejado en lo más profundo de mi alma. Alma que proclama tus caricias,  la mirada de tus ojos,  y el néctar dulce de tus labios. Labios que tengo tatuados en la memoria de mi cuerpo. Labios que con tan solo pronunciar mi nombre estremecían cada rincón de mi ser. Ser que supo cómo amoldarse a cada una de las vivencias que le regaló tu piel. Piel que hoy extraño,  y sé que en otro cuerpo hoy habita. Piel que un pasado se conjugó con la mía, y experimentó lo más sagrado del amor. Amor que fue de los dos.

Años atrás…

 Al día siguiente sus padres se fueron,  y Pedro quedó solo en la casa. Regresaba de hacer unas compras y no advirtió que alguien lo seguía, iba absorto en sus pensamientos. Y casi había llegado a su hogar cuando sintió que alguien le tapaba la boca y que un brazo se ceñía en torno de él, empujándolo con violencia hacia un sitio solitario.

Con sumo terror, Pedro de nuevo vio ese brillo, un cuchillo…  mas frente a sus ojos. Su hoja afilada brillaba con un haz de luz de luna. Comenzó a temblar y no pudo evitar que se le derramaran las lágrimas. No podía defenderse, de nuevo estaba completamente inmovilizado.

El hombre acercó el cuchillo a su rostro mientras él no cesaba de gemir. Lo gozaba al apoyarlo sobre su cuello, sintió el frío del acero. Se quedó inmóvil, temiendo lo peor. El hombre apretó un poco la hoja hasta rasgar la piel y Pedro tembló. Acercó su boca a la oreja de su víctima y casi en un susurro, le amenazó:

__Déjate de indagar, metiche, porque la próxima vez te desangraré__ en forma repentina lo soltó y desapareció en la oscuridad.

 

Pedro rompió en llanto, cómo había pensado que ese tipo al verse descubierto en el bar nada haría, no podía moverse. Le temblaban las piernas, los brazos, no podía reaccionar. Quedó aterrorizado en ese portal oscuro sin hacer otra cosa que temblar y gemir hasta que empezó a mover sus piernas.

Una vez en la casa aseguró ventanas y puertas. Luego telefoneó a Guillermo, que en cinco minutos estaba frente a él, examinando la herida que la hoja había dejado en su cuello.

 

__Maldito degenerado _ dijo furioso__, por suerte no ha sido profunda, pero es la segunda, mañana iré a ver al comisario.

 __Iré contigo, esta vez tendrá que dar explicaciones.

__No. De ahora en más si van a amenazar a alguien, será a mí, no volverás a exponerte, Pedro.

Mas el temor se instaló en los ojos de miel pese a las promesas de Guillermo de que nada malo sucedería.

El comisario le informó que aún no encontraban a ese Lito, pero lo despistó diciéndole que había otras denuncias sobre un loquito que andaba amenazando por el barrio, desvinculando así toda relación entre ambos sucesos, pero el olfato de penalista de Guillermo le susurró otra cosa, y se fue con la sensación de que todo era una gran mentira. Ofreció a Pedro quedarse con él esa noche, pero él le aseguró que estaría bien, no deseaba que le viera débil, menos en pánico.

__No salgas de la casa para nada__le dijo antes de irse.

 

Pedro cenaba cuando comenzaron las llamadas. Primero pensó que serían sus padres, pero, cuando descolgaba el tubo, nadie respondía. Luego empezó a temer porque los sonidos eran incesantes, repetidos cada minutos, y solo oía una respiración agitada, jadeos cada vez más fuertes. El miedo subía por sus rodillas, trepaba por las entrañas, lo hacía temblar y le cerraba la garganta. En vez de acudir a la policía, se preparó café con el alma en vilo.

A medianoche, la voz se dejó oír.

__Te dije que no indagaras. Ahora tendré que matarte __la voz sonó lenta, pastosa.

__ ¿Quién habla? _ susurró mientras un escalofrío lo azuzó.

__Ahora me conocerás y sufrirás como mereces _ dijo y cortó la comunicación.

Pedro colgó y empezó a sollozar. Continuaron llamándolo ininterrumpidamente, siempre la misma voz, la que reía y amenazaba. De pronto las llamadas cesaron y pudo respirar en paz. Sabía que no podría dormir de modo que eligió un programa mas no logró entretenerse, menos relajarse. Una explosión de vidrios lo hizo saltar del sillón. Alguien había arrojado una piedra. De nuevo fue presa del terror.

Trató de pensar con lucidez. Apagó todas las luces, se acercó a la ventana para espiar afuera mas la vereda estaba desierta. Debía salir de allí, no podía quedarse.

Pese a que estaba muy exaltado, actuó con velocidad. Salió a la calle y corrió hacia la avenida que distaba solo una cuadra siempre mirando a todos lados. Allí tomó un taxi y dio la dirección de Guillermo.

Era una bello chalet, con frente de piedra y tejas. El muro dividía la casa con la del vecino, y era bajo y corto, ya que comenzaba el techo empinado. De adolescentes, Guillermo solía jugar allí con chicos del barrio, subían por el paredón, de allí saltaban al techo y se tomaban de las tejas hasta llegar a la cima. Luego descendían por la parte posterior, retomaban el muro que dividía las propiedades y de allí brincaban al patio.

Pedro los espiaba y los había visto varias veces, nunca le permitieron participar, solo observaba desde la vereda, cuando desaparecían del techo, corría a la casa, para verlos aparecer en el patio.

Cuando el taxi se fue, quedó solo en la vereda desierta. Tocó el timbre presumiendo que Guillermo no estaría en casa, pero él no se quedaría allí, escalaría el muro y entraría al patio, esperaría en el lavadero hasta que Guillermo regresara, oculto y seguro.

Se ajustó el morral y de un salto trepó al paredón. Caminó por él hasta que comenzó el techo, la oscuridad no lo ayudaba. Se tomó de las tejas y abandonó la seguridad del muro. La subida era difícil sin salientes de donde tomarse y se asustó.

Fue arrastrándose, tomándose de las tejas con pies y manos y logró llegar a la cima. Tenía las manos y rodillas raspadas, miró de soslayo, las calles seguían desiertas. Decidió descender de espaldas, se acostó sobre el techo y comenzó a deslizarse con lentitud.

Llegó a la pared cuya parte superior estaba cubierta de alambres de púa, como pudo apoyó los pies tratando de evitarlos, le costaba mantener el equilibrio. Se agachó, apoyó sus manos en la pared, y entre los pinches intentó bajar, perdió la estabilidad y cayó al pasto. Golpeado,  con sangre por el roce con las púas, se sintió no obstante a salvo.

El lavadero estaba con llave, no pudo entrar. Se lavó en la canilla del patio y se acurrucó junto a la puerta de la cocina, a esperar.

Estuvo allí, encogido, llorando de a ratos, hasta que vio que la luz se encendía. Se incorporó de un salto y empezó a golpear la puerta que se abrió de repente y apareció Guillermo que lo miraba atónito. Pedro se arrojó en sus brazos, llorando sin consuelo.

Guillermo no lograba entender qué sucedía, menos cómo había llegado hasta allí. Estaba preocupado, pero, en el estado de desesperación que Pedro estaba, no pudo obtener respuestas. Lo abrazó y comenzó a acariciarle la espalda con ternura mientras le hablaba  suavemente.

__Ya,  cálmate cielito. Ya pasó, no llores más __siguió animándolo pero no dejaba de llorar__. Pedro, tranquilízate__ no sabía qué decir.

 

Era inútil, estaba fuera de control, y se quedaron así, en el centro de la cocina abrazados, él sin dejar de acariciarlo, hasta que finalmente el llanto fue disminuyendo y su respiración ralentizándose. Cuando al fin notó que estaba más calmo, se separó apenas, y buscó la mirada.

__ ¿Qué pasó? ¿Cómo llegaste al patio? __ Cuando él se apartó para sentarse, Guillermo vio la sangre seca en el buzo__. ¿Quién te lastimó ahora?__Se arrodillo a su lado, tomándole las manos__. Vamos, cuéntame.

 

Fue una larga noche. Finalmente, Pedro se durmió en la cama de sus tíos, luego de una ducha y de dejarse curar las heridas.

Al día siguiente durante el desayuno, Guillermo le dijo:

__Por el momento no iremos a la policía. Todas las amenazas se produjeron a minutos de las denuncias, y no creo en las casualidades.

Luego de buscar las cosas de Pedro, pues ya no lo dejaría quedarse solo, fueron a buscar ayuda en un amigo del padre de Guillermo, un inspector retirado, pero no lo encontraron.

La tarde se esfumó entre la tesis de uno, el estudio del otro, no era el verano soñado, pero al menos estaban juntos.

Guillermo preparó la pasta, le gustaba cocinar, luego de la cena, Pedro se acomodó en el sillón para ver una película. Estaba con una bermuda y una remera, Guillermo por primera vez sentía que esa piel era un imán  para su deseo.

Guillermo terminó de ducharse y se sentó a su lado. Su perfume se mezclaba con la loción de afeitar, y Pedro se sintió embriagado por la mezcla. Todo le atraía, el cabello mojado, la camisa abierta, su olor. No pudo seguir concentrado.

__ ¿Cambiaste de perfume?

Guillermo  negó medio aturdido.

Se quitó los zapatos, se recostó en el sofá hasta quedar con la cabeza en el apoyabrazos y las piernas encogidas contra los muslos de Guillermo. Sin darse cuenta, él se encontró acariciándole los pies, Pedro, cerrando los ojos, sintiendo esos masajes que lo reconfortaban y generaban hormigueos en todo su cuerpo. Guillermo continuó ascendiendo, trepó a pantorrillas y a muslos.

Pedro apenas podía respirar, se quemaba en esas caricias y al tiempo estaba ansioso por ese contacto, quería que se arrojara sobre su cuerpo y lo besara, pero permanecía allí, laxo, con los ojos cerrados, solo sintiendo.

El calor entre ambos era casi un incendio, y Guillermo avanzó, le levantó las piernas acercándose más a él, las apoyó sobre sus rodillas. Comenzó a pasear sus manos por los muslos, subiendo y bajando. Pedro sentía fuego por fuera y en su interior. ¿Qué se proponía?

 

__Ya basta, Guillermo, este juego no me gusta _tomó sus manos y trató de quitarlas, aunque le fue imposible__. Guillermo, por favor _ él se acercó aun más.

 

Pedro estaba recostado contra el lateral del sillón, y él lo inmovilizaba mientras le acariciaba las piernas sonriendo.

__Déjame _ dijo en un hilo de voz. Vio el brillo en su mirada y temió sucumbir a sus deseos que eran los propios, porque no había dudas de que se deseaban, pero Pedro no quería ser uno más, sabía que nunca sería el primero, pero jamás uno del montón. __ Déjame _ repitió__, no soy uno de tus amiguitos.

 

Verse descubierto en lo que Guillermo pensó que todos ignoraban lo volvió a la realidad de quién era y lo soltó de inmediato, avergonzado, Pedro se puso de pie, y salió de la estancia.

__Perdóname, no quise ofenderte, menos sos uno más _ alcanzó a decir antes de que él cerrara la puerta.

 

Comenzaba a prepararse para acostarse y procesar lo sucedido, cuando escuchó una explosión muy cerca, luego otra, y una tercera, se quedó  inmóvil. ¿Eran disparos? Estaba seguro de que sí y provenían de la sala, Guille, abrió la puerta, lo llamó.

__ ¡Guiiermo! _ al no recibir respuesta, salió corriendo en dirección al comedor.

Lo que vio allí, lo paralizó. Guillermo estaba tendido en el piso, inconsciente y manchado de sangre. Se abalanzó sobre él ya sin medir consecuencias ni recelos.

__! Guille, contéstame, mi amor contéstame!

Comenzó a llorar, desesperado, mientras buscaba su pulso, estaba vivo, tenía una herida en la pierna, como la suya en el secuestro, en el muslo, y había mucha sangre que brotaba de algún lugar de su espalda. Como él no reaccionaba, fue a la cocina por agua. Le mojó los labios, la cara, tratando de despertarlo. __Guille, mi amor, despierta, por favor _ no quería moverlo, y empezaba a desesperarse__. Guille, por favor __ él abrió los ojos.

 

__ Llama a Juan _ musitó.

Pedro se preguntó qué rol jugaba ese hombre, se reprochó el mal sentido de la ubicación, pero antes de llamarlo, llamó a la ambulancia.

Fue la noche más larga de su vida.

 

Hoy…

Pedro sigue llorando. Llora por su situación actual y por el recuerdo de esa noche en que creyó que Guillermo moriría. Oye discusiones afuera, uno recrimina a otro a gritos y golpes. Tiembla. Reza para que se acabe pronto su calvario, para que terminen de una vez por todas con él o lo dejen ir.

Su mente empecinada vuelve a Guillermo.

Pensar en lo que vino después le hace cosquillas en el alma, y el dolor de no haberlo llegado a ver, lo lacera, pero ya es demasiado tarde, solo quiere revivir aquellas horas, no fantasear con un… reencuentro.

 

CONTINUARÁ.

HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.

 CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.

LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.

RELATO HOMENAJE FARSANTES OCHO AÑOS.