lunes, 29 de marzo de 2021

REDENCIÓN CAPÍTULO DOCE.


REDENCIÓN

 

CAPÍTULO DOCE.

 

Guillermo aguardó pacientemente a que Pedro acabara de dejarlo todo en orden antes de hacerse a un lado y señalar hacia el pasillo.

__Después de ti.

 

Pedro le dio las gracias. Mientras salían, él alargó la mano hacia las asas del maletín. Pedro notó el roce de sus dedos y la electricidad que lo atravesó desde ellos hacia todas las terminales de su cuerpo, y se apartó instintivamente, dejándolo caer.

Guillermo lo recogió.

 

__Es un maletín muy bonito. ¿Te importa que lo lleve un rato? __preguntó con una sonrisa que le robó el habla, lo hizo ruborizarse, y tan solo pudo asentir.

__Dice que eres el destinatario de la Beca M.P. S. Graziani. Me pregunto quién será M.P. Graziani. ¿Crees que sería pariente del profesor Graziani? Aunque Graziani  no es un apellido demasiado común, olvídalo, probablemente, no sea nada más que una coincidencia.

__Graziani _  murmuró, Pedro, embargado de emoción…

 

“En la oscuridad no parecía importar

que casi todas las respuestas fueran absurdas”. Stephen King.

“Lo absurdo de una cosa no prueba nada contra su existencia,

es, más bien, condición de ella”. F. Nietzsche.

Lo que es más aterrador del absurdo al fin de cuentas,

es que en definitiva tenga, per se, su propia lógica. “Montecristo”.

 

“La cena  se deslizaba hermosa, hasta parecía que Guillermo estaba intentando seducirme, su mirada penetrante me quemaba, los labios y la piel me ardían, sentía su calor… y  creo que no escuchó ni una letra de lo que le conté de mi proyecto para la tesis… hasta que ese maldito llamado lo hizo alejarse, hasta que la brisa se coló y me trajo ese nombre, ¿cómo puede ser que Guille no sea gay si me besó aquella noche? ¿Es que acaso es…? No, pero ese nombre, ¿quién es Silvina? ¿Qué poder tiene sobre él como para que virara su estado de ánimo y me dejara dinero para un taxi? Casi salió corriendo del restaurant”.

 

A la mañana siguiente, Pedro aún no había decidido qué hacer respecto a la beca. No quería obrar precipitadamente. Tenía miedo de que la generosidad de Guillermo quedara al descubierto, aunque la Sra. Isabel lo desvinculó, y le dijo que era un apellido repetido, en la administración universitaria había gente desconfiada, y mentes que no dudarían en atacarlo.

 Y también debía de ir con cautela por su propio bien. Cualquier paso en falso podía hacerlo quedar como lo que no era. Y no quería que nadie lo viera como otra cosa que un estudiante universitario de postgrado responsable y serio. Por eso, no se atrevía a dirigirse al director de departamento y rechazar la beca. Entre otras cosas, una beca era siempre algo que quedaba bien en un currículum. Y se suponía que para un estudiante serio, el currículum era más importante que el orgullo personal. Hablando claro, el señor Beggio se encontraba entre la espada de proteger tanto a Guillermo como a sí mismo y la pared de su orgullo. Por desgracia, para este último, rechazar la beca era peligroso. Y para huir del peligro, lo único era aceptar el dinero. Pero sin embargo no le gustaba nada. Especialmente luego de haber aceptado la ropa, los zapatos que le comprara Gaby, y de la maniobra no tan secreta de Guillermo para reemplazar su vieja mochila.

No le había comentado que había enviado la vieja  a la fábrica y que estaba esperando que se la cambiaran por una nueva. Y que, cuando la recibiera, tenía previsto usarla, aunque solo fuera para reafirmar su independencia.

 

Sin poder dominar más la curiosidad le envió un mensaje de texto a Gaby contándole lo de la fundación y lo de la beca, y preguntándole si sabía quién era M. P. GRAZIANI.

Gaby le respondió casi inmediatamente mientras Guillermo se debatía en sus sueños con el mismísimo deseo o recuerdo de Pedro.

_

Salimos de aquel bar cuando ya la noche se había apoderado de la ciudad, estábamos contentos, pasamos a una licorería a comprar un tequila azul, luego le sugerí que buscara un buen hotel, él  accedió y por un rato deambulamos por la ciudad en su carro en busca de nuestro objetivo hasta que finalmente encontramos el adecuado. El cuarto tenía una cama de grandes proporciones, pero lo mejor era el jacuzzi; y mientras uno  lo preparaba con esencias aromáticas, yo preparaba las bebidas, le pasé su copa y brindamos mirándonos a los ojos intensamente, sabiendo que por dentro estaba consumiéndonos el deseo de amarnos como la noche pasada. Y mientras bebía su copa por segunda vez sus ojos café claro me miraban directamente a la cara, luego una sonrisa tierna asomó a sus labios, me acerqué y lo sentí demasiado frágil, lo abracé y hundí mi nariz en su pelo, extasiado por su embriagador aroma, después me separé un poco y lo sujeté con una mano por la nuca mientras le daba un beso que me correspondió generosamente, con la mano que me quedaba libre la fui deslizando lentamente por su cuerpo y toqué su pecho, su cintura, sus nalgas, sus muslos y Pedro  gemía.
Lo ayudé a desnudarse y luego yo hice lo mismo, y descendimos a las cálidas aguas del jacuzzi, lo encendimos y miles de burbujas nos rodearon y sentimos un masaje reconfortante y al abrazarnos sentimos la viscosidad de nuestros cuerpos, la temperatura iba en aumento, y mis manos eran como tentáculos que se multiplicaban y deslizaban por toda su piel; con mi virilidad  ya bien erecta hice el primer intento de penetrarlo  y así lo hice, entraba y salía y me producía una delicia en todo mi cuerpo y él gemía, jadeaba y lo disfrutaba con una entrega total. Luego de disfrutar hacer el amor dentro del jacuzzi por unos minutos pero sin concluir, salimos y nos fuimos a la cama, ahí él  se abrió de piernas y comencé a chuparle a placer su fuente, con una mano empecé a mover mi dedo en el sentido figurado de las agujas del reloj para deleitarlo mientras mi lengua por momentos en forma alternativa le chupaba el pene.
Después de un rato me puse en posición y lo penetré, primero despacio deleitándome al sentirlo alrededor de mi  carne  y gradualmente aumenté la velocidad y lo seguí penetrando una y otra vez cada vez más de prisa, en mi mente solo estaba el objetivo de saciarlo,  de quererlo hacer feliz y al parecer lo estaba logrando, porque lo veía en su cara y lo escuchaba en sus gemidos. Luego de un rato de intenso placer para ambos, explotamos en un orgasmo fabuloso, Pedro  gruñó más fuerte y se estremeció, yo exhalé un suspiro largo y me desmadejé sobre su cuerpo por un momento en un clamor torturado que brotó de mi garganta,  luego me rodé a un lado; por unos segundos no dijimos nada, solo respirábamos agitadamente y nuestros cuerpos estaban perlados de sudor. Luego me incorporé y preparé dos bebidas le alcancé su copa y dimos un trago grande, lo necesitábamos.

La copa de Whisky  resbaló de la mano, y como siempre lo sacó del sueño.

 

__ Yo confieso antes dos, o ante tres, no sé, ante ti o ante aquel, ante mi perro o ante mi soledad, ante mis libros, que encierran miles, quizá millones ¡qué sé yo! todos poderosos, todos llenos de amor, ante ustedes, mis hermanos de corazón, que he amado, y sigo amando mucho, con el pensamiento, con miles de palabras y cientos de prosas, con mis obras y acciones, con bombones y mariposas, pero nunca con omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa, pero sin arrepentimiento y sonriendo, con los brazos siempre abiertos, así como el corazón, con besos a flor de labios, con manos siempre abiertas para tomar las tuyas, con sonrisas y caricias, con dulzura y pasión, con ternura y locura, con silencio y canción.
Por eso ruego a la vida, siempre bella, a los locos y a los valientes, a los que aman sin tregua, a los que ríen siempre, a los eternos soñadores, a los que miran la luna y con ella lloran, a los que se bañan bajo la lluvia, a los que saben amar, que intercedan por mí ante ti, ante quien sea necesario, para así poder compartir y expandir mi amor pero siempre a tu lado…
¡Amén! O mejor…  ¡Amen, siempre amen!

__

“¿Qué dices que hizo mi hermanito ahora? Nunca había oído hablar de esa fundación, menos de esa  sigla. Podría ser su madre biológica. Su abuela.

TQM. Gaby”.

 

Pedro leyó el mensaje varias veces. Le pareció que lo que tendría más sentido es que fuera su abuela, dudaba que le hubiese puesto a la beca el nombre de alguien a quien odiaba. Y estaba seguro de que seguía odiando a su madre biológica.

Aunque también podría ser que Guillermo le ocultara cosas a Gaby, igual que se las ocultaba al resto del mundo. Tras un trago para darse valor, le envió un mensaje a su amiga para preguntarle si Guillermo tenía novia, para ver si esta sabía algo de la beca, que acababa de ver recién llevaba otra sigla, al final estaba también la S. La respuesta le llegó de nuevo en instantes, pero en la bandeja de entrada del correo electrónico.

 

“¡Pedro! Te escribo por aquí porque los botones del teléfono son muy pequeños y no veo nada. Guillermo, nunca… NUNCA ha tenido novia, nunca trajo a nadie a casa para presentársela a  mis padres, ni siquiera cuando era un crío. Una vez…  Miguel lo acusó de ser gay, pero su radar no funciona para estas cosas. Yo no lo creí.

¿No viste su departamento? ¿No viste las fotos en su dormitorio? ¿Las viste? Vamos, seguro que no tiene novia. Solo amigas para tener sexo, una sola,  seguramente no. Aunque, cuando se lo pregunté, reaccionó de manera extraña. A su edad. ¡Ya no tiene edad para andar  saltando de aventura en aventura!

¿Estás seguro de que no se ha inventado esas siglas? Se lo preguntaré a Miguel, por ahora no quiero molestar a mi padre. Sigue estando muy mal por la muerte de Mirna.

Albert y yo vamos de camino a Uruguay, pasaremos allí dos semanas en una cabaña, sin internet ni teléfonos. Los dos solos. Paz, amor, tranquilidad, un jacuzzi al aire libre, sol y mar.

Por favor, no permitas que Guillermo caiga en el abismo hasta mi regreso.

Te quiere.

Gaby.

Albert quiere saludarte, te dejo con él.”

 

“Hola, Pedro. Gracias por cuidar de mi novia cuando estuvo de visita allí, sospecho que mejor que Guille, volvió muy cambiada, y sé que no debo agradecérselo a él.

Te extrañamos en el funeral de Mirna. Ojalá podamos vernos pronto. Vamos a hacer algo para mi cumpleaños, no fiesta obvio, pero queremos que estés. Si no pensabas venir, ¿podrías reconsiderarlo? Será duro este año, sin Mirna. Gaby y el papá necesitan tener a toda la familia cerca, con Guille y Miguel nunca se sabe, por lo cual familia te incluye a ti.

Piénsalo.

Te quiero.

Alberto”.

 

Pedro se secó una lágrima ante la dulzura de los amigos, al sentirlos felices y aliviado porque al menos ellos siguieran juntos y muy enamorados. Pedro daría cualquier cosa por ser amado de esa manera.

Se preguntó por qué la amable oferta de Alberto de que le enviaría el pasaje no le había parecido caridad pues se estaba planteando seriamente aceptarla, en cambio todo lo que viniera de Guillermo le generaba decir que no. Pensó en Mirna… Ella tenía razón. Cuando no hay contrapartidas y un regalo se ofrece de corazón, no hay nada vergonzoso en aceptarlo. Si aceptaba la propuesta de Alberto, podría visitarlos tras la muerte de Mirna y devolver la beca.

Al pensar en Mirna se dijo si sería útil rogarle a ella tanto por él como por Guillermo, pues ella sí era una santa, una madre celestial, un ser de luz que cobijaba a todos y que sin duda enviaría ayuda a sus hijos. Mientras la santa de Gaby, aunque menos que la madre, estaba de vacaciones con su amado Albert, Pedro dirigió los ojos a un crucifijo y le pidió a Mirna que intercediera por las vidas de todos, encendió una vela en su memoria en la ventana de su pequeño estudio, y antes de perderse entre las mantas… decidió aceptar el regalo como muestra de su nueva actitud hacia la caridad, y su capacidad de tragarse el orgullo cuando era necesario. Lo que significaba que su pecado capital no lo era tanto.

 

En ausencia de Matías, Pedro se encontró con que el sábado se le hacía muy largo, además la imagen de Guillermo se paseaba a su antojo tras sus párpados en escenas que prefería ignorar y no podía, no sabía si soñaba o era real, si balbuceaba o los sonidos emanaban desde su ser, pero oía hasta sus voces:

“Esta noche quiero ser tuyo, bajo el hechizo de la luna, hazme el amor, la guerra, el odio, me haces perder el control, con tu boca, con tus manos, soy presa de tus juegos, tapízame con tus labios, hasta el último rincón olvidado, aromas extraños que se funden, tú hueles a mí, y yo a ti, me rendí a tus perversas fantasías, sabernos desnudos no es agonía, es disfrutar de nuestra pasión. Quiero que me tomes a placer, quémame la piel, ¡devórame! Tú mi dulce tortura, seré esclavo, tú mi amante de encuentros casuales, eres esa droga alucinante  que me controla; sentirte palpitar, vibrar y que tiembles, cubriéndome con tu cuerpo, tu ligero musitar palabras entrecortadas, presagio desenfreno de este deseo que nos hace delirar.

Pruébame de mil formas, en tus manos soy pecado, explora mi desnudez, transforma mi silueta en lo que desees, navega palmo a palmo, desata ilusiones sin compasión, bajo la tenue luz de las estrellas, serás mi cómplice, el bandido inaudito de mi erotismo; si tus dedos en mis poros gozan, liberemos el animal que traemos dentro. En todo tu ser me pierdo, desde la noche hasta un nuevo día no me canso de amarte, en la zozobra  llegó nuestro desconcierto, mi tez se sintió anegada; quedando mis sentidos al descubierto, ven amor a la cuna de mis brazos, hazme pedazos, provocando momentos soberanos en tu regazo, soy la osadía, todos los resquicios fueron saciados, eres el peor de mis vicios.

 

Mi vida es hereje al conocerte amado mío, sabes que existes en mi alma vagabunda, incierta a este idilio prohibido, qué ironía, dejar mis palabras en una vida perdida, piensas en solo adulaciones de mi ser que hastía, mi vida diera sin pretensiones en sinfonía, me llegas y llenas mis sentimientos, los que destrozas con tu sonrisa y vanidad… He profanado el idilio, sintiendo tu amor, amor que dejo en cenizas para luego restaurar, sin pensar que mis años sucumben en ocaso, es tarde volver, y buscar otro sentir sin ilusión, estoy huérfano a tus besos y caricias ya perdidas… cuando me hablas al otro lado de la línea, eres ángel, mas cuando llegas a mí, me hablas con desprecio, es un laberinto que encierra mi razón, mi herejía es amarte, herejía es perderte, pero no existe albergue en tu primavera, ella deja que el invierno cobije mi alma, la que estoy llevando a un funeral en vida, sin doliente a este corazón herido, pero tu recuerdo deja huellas indelebles, las que este bardo no quiere olvidar, porque no quiere sufrir esta desilusión, marcado en este sentir perdido en ti, amado  que envenenas mi dolor…, tantos amé, tantos amores dejé, hoy los indulto en este amor, profano, amor hereje, prohibido a los dioses. Ellos descargan su ira en mi razón, me dicen…  morirás en nostalgia, ese duende no será tuyo, tus letras aunque amen, serán posdatas, y me niego en ese recuerdo, me niego a que él me olvide, mi alma muere en loza fría, la que no quiere flores, buscando un recuerdo, mis lágrimas, bajo tierra se han de secar, un día te dije, cuando veas mi rostro, debajo del cristal mortuorio, levantes la tapa de mi cofre, deja tus besos en mis labios fríos, deseando los tuyos, sabré que me amaste y yo a ti en eternidad, no entraré a ella, penaré en este valle, viéndote en tu caminar, seguiré amándote, así será después de mi despida, amado mío, mis restos mortales, también amarán, a ese amor que no quiso perder, sabrás, mi herejía es amarte, herejía perderte.”

 

Salió de la ensoñación y acabó yendo a trabajar en la propuesta de proyecto al despacho de El Profesor, en la biblioteca. Parte de él deseaba que Guillermo volviera a sorprenderlo allí… pero no sucedió. Y recordó sus palabras de despedida: “Nos vemos a mitad de semana… si sigo aquí”.  ¿Qué le había querido decir con eso luego de la llamada de esa mujer? A pesar de lo que Gaby decía, era muy posible que Guille tuviera novia, o tal vez novia y novios como comenzaba a sospechar, y sintió celos del sonido que le había asignado en el teléfono a la tal Silvina, ¿dónde estaría esa mujer misteriosa si Gaby no la conocía?

Pedro no era tan inocente como Guillermo pensaba, es obvio que él ya no era virgen ni aun cuando lo conoció, pero una cosa era saberlo, y otra era que se lo restregaran por la cara.

Pensó en él y en Silvina, o en él y cualquier otra chica u hombre sin rostro, desnudos piel con piel, entrelazados. Se los imaginó besándose, a él explorando su cuerpo con la boca, con las manos, los ojos. Vio a Guillermo dando y recibiendo placer físico de una rubia alta y preciosa, lo rechazó, de un hombre así… más probable.

Se lo imaginó en éxtasis, gritando el nombre, mirándola o mirándolo a la cara, a los ojos mientras alcanzaban la cima. Pensó en él convirtiéndose en un solo ser con otra alma, perteneciendo a esa mujer. Esa Silvina, ¿lo amaría? ¿Sería amable con él y lo cuidaría? ¿Quería como él que se convirtiera en mejor persona o solo desearía disfrutar de su cuerpo, su pasión, su naturaleza animal? ¿Le importaría si detrás de sus preciosos ojos café se escondía el alma de un hombre herido, desaparecido, necesitado de redención y cura como él sí podía leer? ¿O procuraría arrastrarlo aún más hacia las profundidades, atrayéndolo con su cuerpo y sus largas uñas?

La sola idea de Guillermo llevándose a una mujer o a otro hombre, a cualquiera a su cama _ya no digamos a su alma_ le resultaba muy dolorosa. Pero la idea de que existiera una mujer que calentara su cama más de una noche, aunque fuese solo una pantalla, era devastadora. Porque Pedro llevaba toda la vida queriendo ser él ese protagonista.

A pesar de sus ideas triste y sórdidas no era capaz de quitarse el jersey que él le dejara en la noche, y se lo llevó puesto cual fetiche a la biblioteca, pasó  horas envuelto en su calor, en su aroma, y se temía que eso era lo más cerca que conseguiría estar de él.

Olvidándose del CD de Matías, se puso a escuchar a Yael Naim, una canción adecuada a su situación… Far Far. Pedro se había pasado toda la vida esperando que le pasara algo bueno, guardándose sueños y esperanzas muy dentro del alma. Pero pronto llegaría el día en que tendría que encargarse personalmente de que esas cosas buenas sucedieran. La música era suave y relajante, y le permitió avanzar mucho en la propuesta, hasta el cierre de la biblioteca, al salir, se puso los auriculares y pasó rumbo a una búsqueda de una cena líquida, luego de comprarla, regresó a casa andando, bebiendo y pensando. Como iba distraído, preguntándose dónde estaría Guillermo y qué andaría haciendo. Casi no vio a Ed, que lo saludó al pasar él junto a la larga cola de gente que aguardaba para entrar al boliche que visitaran con Gaby y con él.

 

__Hola, Ed __ lo saludó, quitándose los auriculares.

 

Él hizo un gesto para que se acercara.

__Hola, pedro. Gracias otra vez por ayudarme a escribirle a mi novia. Le encantó. __ Sonrió con los ojos brillantes__. Me está enseñando italiano.

Pedro se echó a reír, encantado que al menos él fuera tan feliz.

__ ¿Cómo van las cosas? ¿Mucha gente? _comentó señalando la cola.

__Ahora dejaré entrar a unos cuantos _ dijo mirándolo con intención__, pero antes tengo que sacar a alguien.

__Eso suena amenazador _ respondió, Pedro.

Ed negó con la cabeza.

__Tu amigo está dentro. Nunca lo había visto tan borracho. El camarero se niega a seguir sirviéndole copas y eso significa que tengo que sacarlo a la fuerza, y meterlo en un taxi.

Pedro enarcó las cejas.

“Guillermo está aquí. ¿Y Silvina?”.

__Lo he intentado solo, y casi me ha dado un puñete. Estoy esperando que alguien me sustituya aquí para ir a buscarlo, pero voy a necesitar refuerzos. A no ser que me ayudes tú _ dijo mirándolo con admiración__. Creo que podrías convencerlo de que salga voluntariamente.

 

Pedro negó con la cabeza.

__ ¿Estás de broma? No me haría caso. Ni siquiera somos amigos, lo soy de la hermana.

__No es esa la impresión que me dio, pero no pasa nada. Lo entiendo. __Se encogió de hombros y miró la hora.

 

Pedro bebió un poco más de su chocolate y se acordó de la promesa que le había hecho a Gaby. Se preguntó si ese sería uno de esos casos en que estaba obligado a intervenir.

“¿Y si no hago nada y Guille termina en la cárcel? Digamos que se ha esforzado en ser amable conmigo esta semana. No puedo ignorarlo.”

 

__Ed, mira, creo que puedo intentarlo. El ver si quiere salir por las buenas _ dijo no muy convencido __: No me gustaría que acabara montando un escándalo y detenido.

 

__A mí tampoco. Nos gusta que nuestros vips estén contentos. Pero no ha parado de beber un whisky doble tras otro desde que ha llegado. No podemos servirle más. Tal vez a ti te escuche. Lo que tiene que hacer es ir a casa a dormir la mona.

Ed apartó el cordón de seguridad para que pasara.

__No voy vestido para entrar allí _ se excusó Pedro, mirándose las zapatillas, los jeans rotos y el jersey de Guillermo, que olía de manera deliciosa, pero le quedaba demasiado grande.

 

__Vas bien, pero escucha, si está demasiado borracho, y no te ves capaz de tratar con él, vuelve, puede ponerse imposible, no es fácil de controlar cuando ha bebido tanto.

 

Pedro sabía de lo que era capaz Guillermo cuando estaba borracho, pero se recordó que con él había sido muy dulce aquella noche, años atrás, claro que lúcido la había olvidado.

Entró en el club esperando que nadie lo reconociera, se había colocado un gorrito tratando de que lo ocultara de miradas curiosas, elevó una plegaria a los dioses de bares para que mantuviera alejado al magnate que le había dado su atención y tarjeta, no quería que lo viera así. Se abrochó los botones del chaquetón verde militar porque no quería que Guillermo descubriera que seguía llevando su prenda.

 No le costó mucho localizarlo. Estaba sentado en el bar, charlando con una atractiva morena que quedaba de espaldas a Pedro. Guille no estaba mirando a la mujer, que tenía una mano enredada en su pelo y que lo estaba atrayendo hacia ella por la corbata, sino el vaso vacío. No parecía contento, pero eso probablemente tuviese  más que ver con el estado de su copa que con otras cosas. Desde su observatorio privilegiado, a varios metros de distancia, vio que la Graziani adicta, que casi estaba sentada en su regazo y metiéndole los pechos en la cara, no era otra que Sonia. Mierda. ¿Pensaría llevársela al fin Guille a su casa?

Pedro  supo que, en ese momento, el único que podía cuidar de él era él mismo.

Si Guille se acostaba con Sonia por su acoso continuo, no solo estaría violando la política de la universidad y poniendo su carrera académica en peligro, sino que se vería envuelto en una incómoda relación con esa joven descarada que según Matías no deseaba otra cosa que convertirse en la Sra. Graziani. Y no podía olvidar que era muy posible que Sonia estuviera intentando seducirlo para vengarse de cómo Guille la había tratado por defenderlo a él.

Fuera lo que fuese, no podía permitir que su compañera siguiera adelante con sus planes de seducción.

“Las manos fuera de mi tesoro.”

Volviéndose, fue en busca de Ed y le susurró al oído:

__Necesito tu ayuda. Está con una chica a la que no le conviene llevarse a casa, porque es una de sus alumnas. Necesito separarlo de ella antes de meterlo en un taxi.

__Yo no puedo meterme en eso __ Coligió Ed__. Es asunto suyo.

__ ¿Y si el camarero le tira una copa encima y la envía al cuarto de baño? Entonces yo podría convencer a Guillermo para que salga del local.

__ ¿Crees que podrás hacerlo?

__No lo sé, pero seguro que me será más fácil si logramos separarlos. No creo  que él sea capaz de formar pensamientos coherentes con esas siliconas en la cara. Es una… __ no completó la frase__. Ayúdame a mantenerla alejada de él.

Ed se echó a reír.

__Parece una película de intriga. De acuerdo, seguro que el camarero nos ayuda. Tiene sentido del humor y tal vez se quede un rato con la morocha. Si Graziani se pone difícil, dile que me llame, ¿de acuerdo?

__De acuerdo.

 

Ed hizo una llamada y momentos después le indicó a Pedro que podía acercarse a Guillermo. Respirando hondo, él enderezó la espalda y volvió junto a él. Algo le había hecho mucha gracia, porque estaba riéndose a carcajadas, con la cabeza echada atrás y sujetándose el estómago con las manos.

Pedro tuvo que admitir que todavía estaba más atractivo cuando se reía. Llevaba una elegante camisa de tono verde, con los dos botones superiores desabrochados, lo que le dejaba a la vista un poco de vello ralo, un trozo de piel que se le antojaba suya que asomaba bajo el manto blanco de su camiseta. Por suerte, había abandonado lo tradicional y la corbata le colgaba suelta, de seda negra, con rayas grises, llevaba pantalones de vestir negros y zapatos del mismo tono acabados en punta… elegantes.

En resumen, y como siempre, lucía esa personalidad enigmática y madura que lo maravillaba, esa distinción y elegancia que lo volvía impecable y hechizaba.

 __ ¿Profesor?

 

Él dejó de reír en seco y se volvió hacia Pedro, sus ojos lo taladraron, mas al escudriñarlo unos instantes, sus labios dibujaron una sonrisa amplia que le dedicó. Parecía contento de verlo. Demasiado contento.__ Señor Beggio, ¿a qué debo este inesperado placer? __ Le tomó la mano y se la llevó a los labios, donde la retuvo demasiado tiempo, Pedro sintió el rubor en sus mejillas, se estaba delatando, era gay, ¿y Silvina?

 

Pedro frunció el ceño, en verdad es que no parecía borracho, pero estaba comportándose de un modo extraño, demasiado amistoso, seductor incluso, sin duda a causa del alcohol. (O eso o había recibido un trasplante encantador de personalidad de alguien símil a quien conociera años atrás)

__ ¿Podrías ayudarme a conseguir un taxi? Tengo que volver a casa _ dijo Pedro y retiró la mano mientras disimulaba una mueca por lo absurdo de la excusa.

__ ¿Y tú admirador de la otra vez?

__ Yo no tengo admiradores _ se enojó Pedro.

__Bien. Por ti haría cualquier cosa. Y lo digo en serio. ¿Puedo invitarte con una copa antes? __ preguntó, sonriendo. Mientras se sacaba un fajo de billetes del bolsillo y se los daba al camarero.

__No, gracias, ya tengo una __ respondió Pedro, sacudiendo su vaso bajo la nariz de Guillermo.

El camarero rio y miró con escepticismo el estridente vaso de polietileno, pero se limitó a cobrar sin comentarios.

 

__ ¿Por qué estás bebiendo eso? ¿Marida bien con el cuscús? __Guillermo volvió a reír, pero al ver a Pedro que se mordía el labio inferior, se detuvo en seco, ese labio deseaba morderlo él.

Algo bruscamente, le pasó el pulgar por el labio y Pedro tembló.

__Para, no soporto que te hagas sangre. __Y sujetándole la cara con las manos, le acercó a la suya. Estaban muy cerca. Demasiado cerca__. Lo que dije fue una broma.

Pedro estaba aturdido, aún estaba recuperándose de la impresión de haber tenido el pulgar de Guille entre los labios.

__Una broma que no ha tenido gracia. No es divertido reírse de la pobreza de la gente. Y tú eres un precioso muchacho muy dulce.

Pedro apretó los dientes, preguntándose cuánto tiempo iba a aguantar aquella actitud condescendiente antes de irse y dejarlos__ a él y a su virilidad _ en las garras de Sonia.

__Profesor, yo…

__Estaba hablando con alguien. La conoces. Es  una auténtica zorra__. La mirada de Guillermo barrió la sala antes de volver a centrarse en la de él__. Se ha largado. Me alegro, es la bruja de siempre, me harta.

Pedro asintió. Y sonrió.

__Te miró como si fueras basura, pero yo la puse en su sitio, si vuelve a molestarte, la expulsaré. Todo irá bien, ya verás.

Volvió a acercar su cara a la de Pedro, y se pasó la lengua por sus labios perfectos muy lentamente.

__No deberías estar en un sitio como este, te lo dije cuando Gaby quiso venir, pero no solo. Ya deberías estar durmiendo en tu camita, enroscado como un gatito, el gatito precioso de grandes ojos castaños que me encantaría poder acariciar.

Pedro dio un respingo.

“¿De dónde saca esas ideas?”

__Sí, es verdad. Tengo que irme a casa ahora mismo. ¿Sales conmigo y me ayudas a parar un taxi? Por favor profesor. __Señaló hacia la salida, tratando de mantener una prudente distancia entre los dos.

 

Él tomó su abrigo inmediatamente.

__Lo siento. El jueves tuviste que volver solo luego de la cena. No volverá a ocurrir. Vamos, te llevaré a casa, mi cielito lindo.

 

Le ofreció el brazo, Pedro se tomó de él preguntándose quién guiaba a quién. Al llegar a la calle, Ed los estaba esperando con un taxi. Al verlos acercarse, les abrió la puerta trasera.

__Señor Beggio _ susurró Guillermo al oído, apoyándole una mano en la parte baja de la espalda de Pedro.

__Pensándolo bien, creo que regresaré caminando _ contestó este, tratando de alejarse.

Pero él insistió, igual que Ed, este probablemente porque quería librarse de ellos antes de que Guillermo decidiera que quería seguir bebiendo y lo derribara de un puñetazo. No deseando causarle problemas a Ed, y para huir de Sonia que podía aparecer con su voz chillona en cualquier momento reclamando su tesoro, Pedro se metió en el taxi y se deslizó por el asiento hasta el extremo opuesto.

Guillermo entró tras él. Pedro trató de no respirar por la nariz para no embriagarse con los efluvios de todo el whisky que había consumido. Ed cerró la portezuela despidiéndose de Pedro con la mano.

__ Al edificio _ indicó Guillermo, dando su dirección.

 

Pedro estaba a punto de corregirlo cuando lo oyó decir:

__ No has venido al bar a beber.

Sus ojos, que lo estaban examinando de arriba abajo, se detuvieron en sus rodillas que asomaban bajo los rotos del pantalón...

__Mala suerte, estaba en el lugar inadecuado, en el momento inoportuno.

__No lo creo _  susurró él, con una sonrisa aflorando en los labios finos__. Creo que tienes buena suerte. Y ahora que te he encontrado. Yo también la tengo.

 

Pedro suspiró. Era tarde para decirle al taxista que diera la vuelta. Ya estaban circulando en la dirección contraria. Iba a tener que asegurarse de que el Profesor llegaba a casa sano y salvo y después volver andando a su departamento. Negando con la cabeza, dio un largo sorbo a su copa.

__ ¿Me estabas espiando? __preguntó Guillermo, mirándolo con desconfianza__. ¿Te pidió Gaby que lo hicieras?

__Claro que no. Volvía de la biblioteca y te he visto por la ventana.

__ ¿Me has visto y has decidido entrar a  hablar conmigo? __preguntó Guillermo, sorprendido.

__Sí __mintió Pedro.

__ ¿Por qué?

__Solo conozco a dos personas acá. Tú eres una de ellas.

__ Es una pena, supongo que la otra es Matías.

Lo miró de reojo, pero no respondió.

__Follaángeles.

__ ¿Por qué lo llama así?

-Porque es lo que es. O para ser más exactos, lo que quiere ser. Pero tendrá que pasar por encima de mi cadáver, ya puedes decírselo… si se sigue pegando como lapa a ti, que se atenga a las consecuencias.

Pedro alzó una ceja ante su comportamiento feudal y su lenguaje procaz. Lo había visto borracho anteriormente, por supuesto, y, sabía que en esos momentos alternaba momentos de absoluta lucidez y otros de completa locura.

“¿Y cómo se las arreglaría Matías para tener sexo con un ángel, un ser celestial e inmaterial sin genitales? Guille,  serás una especialista en Dante, pero estás loco.”

 

__ ¿Por qué bebes tanto?

__Para olvidar.

__ ¿Para olvidar qué?

Guillermo lanzó un sonoro suspiro, le clavó la mirada, una sonrisa seductora asomó a sus labios, y Pedro se derritió en el recuerdo de otra borrachera.

__ Pedro, eres precioso, lo sabes, no deberías tentar a los demonios en esos sitios, no son para ti, aunque con quien debe de ser, algún día deberás mostrarle tu belleza _ murmuró con voz ronca__. A veces creo que eres mi obsesión.

 

__ ¿Qué?

__No tengas dudas  al exhibirte con tu otro ser, que tu violencia, tu vigor…  sean regocijo, placer, que nuestras esculturas renazcan, se unan, conjugando frases, murmullos, tú…  mi perversa obsesión, mi manía, hormonas que perturban laberintos, bocas que se unen por instinto en deleites ilícitos, muéstrame tus senderos delicados y estrechos, amena tortura de tus  botones que consumo como alimaña, tu íntimo rincón, perfección. ¡Yo, dueño de tu belleza natural! Impúdico templo, delicia nítida, táctil, gratificante fortaleza que explota cobrando vida, selvas negras que incitan a desvariar, con oscilaciones lentas, sabias, como las olas del mar, la marea sube y baja, desorden que causa amar, ronroneo continuo de mil emociones, mirada que halaga, es la tentación de una diablo sin recato, encuentro pasional inolvidable, quiero celebrarte, llenándome con tu nombre la boca, apoderarme de este instante trémulo.

Subo al viejo camino que he recorrido en la oscuridad, haciéndote estallar, me tienes en tu poder, es brutal locura que quiero poseer salvajemente, agitas mis sentidos, en ti desfallezco mis sudores, mis sabores, tu cintura  es mi principio, mi destino  tu sexo tropical, punto de éxtasis, montes, selvas, fuente, me desnudan tus fantasías, es un gran cobijo amanecer en ti, soy rehén de tu vino, fluyes en mis venas, se rompe la cordura, es la dosis embriagadora de tu droga.

__ Deliras _ dijo Pedro  no muy seguro de nada.

 

No tardaron mucho en llegar al bloque de pisos. Cuando el taxi se detuvo, ambos salieron a la vez. El estudio de Pedro estaba solo a cuatro manzanas, y no tenía dinero para un taxi, así que se despidió de Guillermo con una sonrisa, le deseó  buenas noches y se volvió, dándose un aplauso figurado de parte de Gaby por haberlo rescatado, para luego iniciar la caminata hacia el departamento.

__He perdido las llaves _ le llegó la voz de Guillermo, que se estaba cachando, apoyado precariamente en una pared__. Pero he encontrado los anteojos. __ Le mostró su montura negra.

 

Pedro cerró los ojos y respiró hondo. Quería dejarlo e irse. Quería delegar la responsabilidad de su bienestar en otro ser humano buen samaritano, a ser posible algún vagabundo que pasara por allí. Pero cuando vio su expresión confusa y que empezaba a deslizarse hacia el suelo, supo que no podía hacerlo. Guillermo había sido el niño de Mirna en otra época y él no podía dejar abandonado a ese niño, por arrogante y perdido que estuviera el hombre de hoy, en algún sitio recóndito ese niño debería seguir existiendo, y quizás él aún podría hallarlo, y rescatarlo, además Pedro sabía que la amabilidad por pequeña que fuera, nunca se perdía.

“Ni siquiera es capaz de encontrar las llaves, por el amor de Dios.” Suspirando, Pedro tiró su vaso de plástico a una papelera cercana.

 

__Vamos __ dijo, rodeándole los hombros con un brazo. Hizo una mueca cuando él le rodeó a su vez los suyos y le dio un apretón con demasiada familiaridad.

Entonces entraron en el vestíbulo inclinándose como barco en una tormenta. El conserje los vio y los dejó entrar, abriendo la puerta desde su puesto automático. Cuando llegaron  al ascensor, el whisky pareció castigar a Guillermo con más fuerza. Permaneció con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, gruñendo de vez en cuando.

Pedro aprovechó el momento para buscar las llaves en su bolsillo. En cuando consiguió arrancarle de las manos su preciada gabardina, las halló enseguida.

 

__Me has buscado en un bar y me has llevado a casa, gatito travieso. Pensaba que no te llevabas a casa a hombres pervertidos que habías conocido en bares, ¿al otro imbécil lo llevaste?

__Guille, estás diciendo tonterías. No te he llevado a mi casa Profesor, aun borracho con lo que tienes dentro pareces un idiota. Te he acompañado a la tuya, para ayudarte, y no sé cómo harás para despertar de esta. Y como sigas comportándote así, voy a soltarte y caerás __ murmuró Pedro, cada vez más enfurruñado.

Tras unos minutos, Pedro dio con la llave y abrió la puerta. Lo ayudó a entrar y sacó la llave de la cerradura. Estaba a punto de dejarlo allí, cuando él murmuró que se estaba mareando. Se lo imaginó ahogándose en su propio vómito. Muerto en el baño, solo y sin amigos, y decidió quedarse. Esperaría hasta que estuviese en la cama y se aseguraría de que no vomitara ni se ahogara. Dejó las llaves y el abrigo sobre el mueble del recibidor. Luego se quitó el propio y lo puso encima de su maletín.

Guillermo estaba apoyado contra la pared, con los ojos cerrados, así que no había peligro de que se diera cuenta de que seguía allí llevando su jersey como un tesoro, como un adolescente enamorado, que era lo que a veces se sentía.

 

__Vamos, profesor.

Pedro que era más alto, lo apoyó en su hombro y lo ayudó a recorrer el pasillo.

__ ¿Adónde me llevas? __preguntó él, abriendo un ojo.

__ A la cama.

Guillermo se echó a reír, se apoyó en la pared y separó las piernas para mantener el equilibrio.

__ ¿Qué le parece tan gracioso?
__Tú, señor Beggio __ respondió él con un ronco susurro__. Me llevas a la cama y ni siquiera me has besado. ¿No crees que deberíamos empezar con algún que otro beso? Luego podríamos hacer manitas un par de noches en el sofá, y a partir de allí ya pasaríamos a la cama. Ni siquiera he tenido la oportunidad de acariciarte, eres virgen, no lo olvides.

 

Pedro se enfureció, especialmente por el último comentario.

__Tú, no has hecho manitas en tu vida, y yo no te llevo a la cama para lo que crees, idiota, solo te acompaño hasta allí para que duermas la mona.

__Bésame, Pedro, deliro por tus labios gruesos desde que te vi. Dame al menos un beso de buenas noches. __Guillermo lo estaba mirando fijamente, su voz se había convertido en un murmullo aterciopelado__. Y te prometo que luego me iré a la cama como un niño bueno. Y tal vez, si te portas bien, dejaré que tú te acurruques a mi lado.

 

Pedro ahogó una exclamación. En ese momento no parecía borracho. Tenía un aspecto bastante lúcido y le estaba acariciando con la mirada, deteniéndose más tiempo del necesario en sus labios. Y al tiempo se pasó la lengua por los propios.

“Ahora viene la arrebatadora sonrisa seductora… Va a llegar en cinco,… dos… uno… ahí está.” (Menos mal que en  su actual estado de ánimo, Pedro era inmune a esas sonrisas)

Soltándolo inmediatamente. Dio un paso atrás y apartó la vista. No podía permitírselo. Mirarlo directamente cuando sonreía era como mirar el sol sin protección, Guillermo dio un paso hacia él. La espalda de Pedro chocó contra la otra pared del pasillo. Estaba atrapado, él se acercó un poco más

Pedro abrió mucho los ojos. Lo estaba acechando. Y parecía hambriento.

 

_Por favor… no…  no me hagas daño.

Guillermo frunció el cejo, levantó las manos y le sujetó la barbilla para que lo mirara directamente a los ojos, que brillaban atrevidos.

__Nunca _ dijo y lo besó.

 

En cuanto sus labios entraron en contacto, Pedro perdió la capacidad de razonar, y se sumergió en las sensaciones, nunca había sido tan consciente de su físico como en ese momento en que Guillermo buceaba en su boca absorbiendo hasta su esencia. Al inicio notó que los labios de Guillermo apenas se movían, eran labios cálidos, húmedos y sorprendentemente suaves. No sabía si lo estaba besando así por la borrachera, hurgó en su mente el recuerdo del beso de años atrás mas no lo halló, era como si sus bocas se hubieran quedado pegadas, como si fueran la misma, como si se conocieran desde siglos, desde la eternidad. Como si su conexión, tan real como intensa, no pudiera romperse ni por un segundo. Pedro no se atrevió a moverse por miedo a que él lo soltara y no volviera a ser besado así nunca más en su vida. Guillermo se apoyó en Pedro con suavidad pero con firmeza, mientras le acariciaba las mejillas con las manos. No abrió la boca hasta mucho después, pero el sentimiento y la corriente mágica que circuló entre ellos y alrededor fueron muy intensos.

Pedro notó el latido de su corazón en los oídos, como él dijera su sangre bullendo subió al rostro, sintió el rubor y cómo le aumentaba la temperatura en todo el cuerpo. Se acercó un poco más a él. Eliminando la separación que quedaba entre los dos y rodeándole la espalda con los brazos se zambulló en el beso. Percibió la tensión de los músculos debajo de la camisa y su corazón latiendo contra su pecho. Pero lo trataba con demasiado cuidado, con demasiada delicadeza… Pedro quería más, mucho más.

No supo cuánto tiempo pasó desde que empezaron a besarse, pero cuando Guillermo se apartó, a Pedro le daba vueltas la cabeza como si hubiese absorbido su borrachera. Había sido algo trascendente. Emocional. Durante unos instantes, había logrado satisfacer su deseo más profundo, era mucho más que la atracción sexual de antaño,  había una trascendencia emocional, una fascinación que antes no percibió. Había sido un momento real y muy emotivo que le había provocado una marea de recuerdos y de sueños del huerto de los manzanos. Pero ese beso no se lo había imaginado. La chispa, la atracción, habían vuelto a la vida. Se preguntó si él habría sentido lo mismo, o tal vez, a esa altura de su vida ya era inmune a los sentimientos.

 

__Precioso Pedro _ murmuró Guillermo tambaleándose__, dulce como un caramelo, como la mermelada que devoro cada mañana.

 

Se pasó la lengua por los labios como si lo estuviera saboreando. Cualquier rastro de lucidez, había desaparecido. Con los ojos cerrados, se desplomó contra la pared, a punto de desmayarse.

Pedro recobró el juicio en ese instante, cosa que le llevó más de un minuto, lo arrastró hacia su habitación. Todo habría acabado bien si en ese momento él no le hubiera vomitado encima. De Pedro y de su precioso jersey, de su carísimo jersey de cachemira. Cuando acabó, el verde de la tela había dado paso a otro tipo de verde.

Pedro ahogó un grito y reprimió sus propias náuseas ante la visión y el olor.

 

__Lo siento, Pedro. Siento haber sido tan malo _ se disculpó Guillermo con una voz que le recordó a un niño pequeño.

__No pasa nada. Vamos. __Lo arrastró hasta el cuarto de baño y logró que se arrodillara ante el váter antes de la siguiente erupción estomacal.

 

Mientras vomitaba, Pedro se tapó la nariz con dos dedos y miró a su alrededor intentando distraerse. El cuarto de baño era elegante y muy espacioso, como todo el departamento, lo definía…  ¿Había una bañera donde cabían cómodamente dos personas o más? Correcto. ¿Una ducha inmensa para dos personas con una función de ducha tropical? Correcto. ¿Toallas blancas, esponjosas, enormes, perfectas para recoger vómitos?  Correcto.

Cuando Guillermo acabó, Pedro le ofreció una toalla pequeña pero absorbente para que se secara la cara. Guillermo gruñó e ignoró el ofrecimiento. Así que Pedro se inclinó hacia él y lo limpió con delicadeza antes de darle un vaso de agua para que se enjuagara la boca.

Luego se lo quedó mirando, analizando. A pesar del desastre que había sido su familia y de su miedo al matrimonio. A veces se preguntaba cómo sería tener un bebé que se pareciera a él y a su marido. Mirando a Guillermo, que seguía fatal, se imaginó lo que supondría alquilar un vientre, inseminar a alguien, y ser padre, y cuidar de un niño enfermo. La vulnerabilidad de Guillermo le llegaba al alma. Solo la había presenciado una vez anteriormente, no hacía tanto, en su despacho, cuando había llorado por la muerte de Mirna.

“Ella se alegraría de saber que estoy cuidando de su hijo del corazón, el más amado.”

__ ¿Estarás bien si te dejo solo un minuto? __ preguntó, apartándole el cabello de la frente.

Guillermo volvió a gruñir, sin abrir los ojos,  Pedro lo interpretó como un sí.

“Te muestras tan fuerte en la clase, ante el mundo, pero yo puedo leer en tu alma un millón de heridas, que sangran, aunque no el porqué.”

Le costó separarse de él. Mientras Guillermo gemía, Pedro siguió acariciándole el pelo y hablándole como si fuera un bebé.

__Está bien, Guille. Todo está bien. Siempre he querido cuidar de ti, preocuparme por ti, aunque tú nunca te preocupes por mí, aunque no me recuerdes siquiera.

Cuando se convenció de que podía dejarlo solo unos minutos fue a su dormitorio y rebuscó en los cajones en busca de algo, cualquier cosa que pudiera ponerse. Resistiéndose al impulso de registrar el cajón de la roa interior en busca de un trofeo que llevarse a casa –o que vender-, se apoderó de los primeros bóxers que encontró. Eran negros y estaban decorados, y le pareció que eran demasiado pequeños para el trasero bien formado de Guillermo.

“Hasta tu ropa interior es presuntuosa”, pensó, buscando una camiseta.

En el cuarto de baño de invitados, se quitó la ropa sucia, se metió en la ducha para lavarse el pelo de vómito y se puso su ropa.

Luego trató de limpiar un poco el desastre del jersey. Lo lavó lo mejor que pudo en el lavabo. Después lo dejó en la encimera de mármol para que se secara. Guillermo ya decidiría más tarde que debería llevarlo a la tintorería o quemarlo, Pedro tomó el resto de su ropa, la metió en la lavadora y volvió al cuarto de baño del dormitorio.

Guillermo estaba con la espalda apoyada en la pared, las rodillas dobladas ante el pecho, la cara escondida en las manos. Seguía gimiendo.

Pedro limpió el váter rápidamente y se arrodilló a su lado. No le gustaba la idea de dejarlo vestido con la ropa sucia de vómito, pero tampoco tenía ganas de desnudarlo. Probablemente él lo acusaría de acoso sexual o algo parecido, y no le apetecía enfrentar a un Profesor ebrio y furioso, o sobrio y furioso. Como un dragón, podía revolverse y atacar si creía que alguien le estaba tirando la cola.

__Guillermo, te has manchado de vómito, ¿me entiendes? ¿Quieres quedarte así, o…? __Dejó la frase sin acabar.

 

El negó con la cabeza, e intentó quitarse la corbata. Por supuesto, con los ojos cerrados no tuvo éxito. Pedro le aflojó el nudo con delicadeza y se la sacó por encima de la cabeza. La lavó con agua y la dejó en el mármol. También iba a terminar en la tintorería.

Mientras estaba de espaldas, él trató de desabrocharse la camisa, pero era mucho más difícil de lo que había previsto, por lo que empezó a blasfemar y a tirar de la tela, casi arrancando los botones.

Pedro suspiró.

__Déjame a mí.

Volvió a arrodillarse a su lado, le apartó las manos y le desabrochó los botones con facilidad.

Guillermo sacó los brazos de las mangas y luego se quitó la camiseta por encima de la cabeza. Desorientado como estaba, fue incapaz de acabar de hacerlo, y permaneció allí, con la camiseta enrollada alrededor de la cabeza, como un turbante.

La imagen era divertida y Pedro tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse a reír. Deseó tener el móvil en la mano y sacarle una foto. Le habría encantado usarla de fondo de pantalla. O como avatar, si alguna vez necesitaba uno. Liberándolo de la camiseta con delicadeza, se sentó sobre los talones y ahogó una exclamación.

El pecho desnudo de Guillermo era impresionante. Todo su torso era un estudio de perfección. Tenía los brazos grandes y musculados. Los hombros anchos y los pectorales definidos. Cuando iba vestido. Parecía mucho más esbelto. Pero no había nada de esbelto en el hombre que tenía delante. Absolutamente nada.

Tenía un tatuaje, y eso fue la mayor sorpresa. Había visto fotos de Miguel y de Guillermo sin camiseta _fotos tomadas durante las vacaciones de verano antes de que Pedro se mudara__ y habría jurado que no tenía ningún tatuaje en esas fotos.

Así que era uno reciente, hecho en los últimos siete años.

Se extendía por la parte izquierda de su pecho, le cubría el pezón, parte del esternón. Mostraba un dragón medieval que rodeaba un corazón de grandes dimensiones, desgarrándolo con sus zarpas. El corazón era realista, nada estilizado, y las garras se hundían en él con tanta saña que lo hacían sangrar profusamente.

Pedro se quedó mirando embobado la perturbadora imagen. El animal era verde y negro, con cola con púas, grandes alas abiertas y escupía fuego por la boca. Pero lo que más le llamó la atención fueron las letras negras escritas sobre el corazón. MALE. ¿Un acrónimo o sería un nombre propio?

Pedro no tenía ni idea de quién podría ser Male o de qué podría ser MALE. Nunca había oído ese nombre en casa de ellos. Por otra parte, no le parecía propio de Guillermo hacerse un tatuaje. El que Pedro había conocido y el que estaba empezando a conocer esos días nunca se haría uno, y menos uno tan inquietante. ¿Lo sabría Gaby?

Pedro se preguntó qué otras sorpresas acechaban en la superficie de su piel y, sin querer, sus ojos se desplazaron más abajo. Incluso estando sentado, tenía los abdominales marcados, y la uve que nacía de sus caderas, y se perdía bajo los pantalones.

 

“Guau, el Profesor debe de entrenar y mucho. He cambiado de idea. Quiero una foto de sus abdominales como fondo de pantalla.”

Ruborizándose apartó la vista. No estaba bien que lo mirase de esa manera. No le gustaría que alguien le hiciera lo mismo, especialmente si no se encontraba bien. Sintiéndose culpable. Recogió la toalla que había usado para limpiar la alfombra del dormitorio, la ropa sucia, y lo llevó todo al lavadero. Lo metió en la lavadora, junto con su ropa, llenó la cubeta del jabón y la puso en marcha. Al pasar por la cocina, tomó una jarra de agua filtrada y un vaso.

En su ausencia, Guillermo había conseguido arrastrarse hasta la impresionante cama cubierta con una colcha de seda, que ocupaba el centro de la habitación, Pedro lo encontró sentado en el borde de la misma, descalzo y vestido solo con unos bóxers negros, con el pelo alborotado.

__! Madre de Dios!

Aunque probablemente no había nada más excitante en el universo que la visión de Guillermo semidesnudo sentado en la cama, Pedro apartó la vista y dejó el agua en la mesita de noche. Quería preguntarle cómo se encontraba, pero pensó que tal vez debería darle un momento de respiro. Así que se apartó y miró a su alrededor. Y lo que vio, lo dejó asombrado.

La afición de Guillermo por las fotografías en blanco y negro se hacía patente allí, como dijera Gaby. En tres de las cuatro paredes había una par de fotos muy grandes, enmarcadas en impresionantes marcos negros. Sin embargo, lo sorprendente era el contenido.

Eran fotos eróticas, fotografías de desnudos, básicamente y sorprendentemente femeninos, aunque en algunas de ellas aparecían hombres, uno y una mujer juntos. Los rostros y los genitales no se veían en ninguna, o bien estaban difuminados o en sombras. Eran fotografías elegantes, hechas con muy buen gusto y estéticamente bonitas. A Pedro no le parecieron obscenas, pero sí muy sensuales, mucho más sofisticadas que las pornográficas, y más excitantes.

Una de ellas mostraba a una pareja de perfil. Estaban cara a cara sentados en una especie de banco. Tenían los torsos pegados y él tenía las manos enredadas en la melena larga de ella. Pedro se ruborizó mientras se preguntaba si la foto habría sido tomada antes, después o mientras la pareja hacía el amor.

 En otra se veía la espalda de una mujer y dos manos masculinas. Una de ellas sujetaba a la mujer por el centro de la espalda. La otra la agarraba por la cola. En  la cadera derecha de ella se veía un tatuaje, en letras árabes y Pedro no lo entendió.

Las dos fotos mayores colgaban sobre el cabecero de la cama.

Una retrataba a una mujer tumbada boca abajo. La forma de un hombre flotaba sobre ella como si se tratara de un ángel oscuro. Mientras le apoyaba la mano en la parte baja de la espalda, le daba un beso en el hombro. Le recordó la escultura de Rodin: El beso del ángel.

La otra fotografía lo dejó sin respiro. Era la más abiertamente erótica que Pedro vio y sintió rechazo por su crudeza y agresividad. Era la visión lateral de una mujer tumbada boca abajo. Solo se le veía desde el torso hasta la rodilla y sobre ella se cernía parte de una figura masculina. El  hombre le agarraba la cadera y la nalga izquierdas con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos, mientras presionaba sus propias caderas contra la curva del trasero de la mujer. Él tenía un  atractivo glúteo muy definido y dedos largos y elegantes.

Algo de la foto lo hizo sentir tan incómodo que tuvo que dejar de mirarla.

“¿Por qué quería tener nadie una foto así colgada en su habitación? Pedro negó con la cabeza, después de haber visto las fotos, estaba aún más confundido, Guille no era gay, y claramente le gustaban las nalgas, ¿no era gay?”

A juzgar por la decoración y las obras de arte que adornaban el dormitorio, este parecía tener una función muy definida: servir como caldero a una lujuria desatada. Él no hacía nada a la ligera. Pensó que ese tenía que ser el efecto que quería conseguir, a pesar de la aparente frialdad tanto del apartamento como de su dueño. Esta era una sensación de hielo que desprendían no solo las paredes de color visón y las fotografías en blanco y negro, sino también la seda azul claro de las cortinas, la colcha y los muebles.

Entre la sencillez, destacaba la cama y su cabecero labrado, con columnas a los lados, y al pie de la cama, más bajo pero con una talla igual de intrincada.

“Medieval –pensó__. Qué adecuado.”

Al pie de la gran cama medieval, desentonando bastante entre las fotografías eróticas, vio un cuadro prerrafaelista a todo color. Los vivos  y gloriosos colores y tonos pertenecían a una reproducción a gran escala del cuadro de Dante y Beatriz de Henry Holiday, el mismo cuadro que colgaba junto a la cama de Pedro.

Se volvió hacia Guillermo y luego atónito, miró el cuadro de nuevo. Se lo imaginó dormido cada noche contemplando el rostro de la musa. Era la última imagen que veía cada noche y la primera que vislumbraba por las mañanas. No sabía qué tenía ese cuadro para él. Él era la razón por la que Pedro lo había comprado. Guillermo. ¿Sería Pedro la razón por la que lo había comprado el profesor?

¿Acaso lo recordaba todo y fingía?

La idea lo hizo estremecer. No importaba quién entrara en su dormitorio. No importaba qué chica o chico fuera a calentarle la cama. Beatriz, su musa siempre estaba allí. Siempre estaba presente.

Pero… Guille no recordaba que él era su Beatriz.

Sacudiendo la cabeza para liberarse de esa idea, se acercó a  él y lo convenció de que se tumbara en la cama. Luego lo cubrió con la sábana y el edredón de seda y le remetió los bordes por debajo. A la altura del pecho. Se sentó a su lado. Guillermo lo estaba mirando.

 

__Estaba escuchando música _ murmuró, como si hubieran dejado una conversación pendiente y la estuviera retomando.

__ ¿Qué tipo de música? __preguntó Pedro, confuso.

-- Hurt. Una y otra vez, sin parar.

__ ¿Por qué escuchas esas cosas?

__Para recordar.

__Guille. ¿Por qué?

Pedro parpadeó para no llorar. Esa era la única canción de Trent Reznor que podía escuchar sin sentir náuseas, pero siempre lo hacía llorar.

Guillermo no respondió.

Pedro se inclinó hacía él.

__ ¿Guillermo? Amor, no vuelvas a escuchar ese tipo de música, ¿lo prometes? Ni Lacrimosa, ni a los Nine Inch Nails.  Sal de la oscuridad. Camina hacia la luz.

__ ¿Dónde está la luz? __ murmuró él.

__ ¿Por qué bebes tanto?

__Para olvidar, ya te dije.

Guillermo cerró los ojos.

De ese modo, Pedro podía contemplarlo y admirarlo. Debió de ser un adolescente muy dulce, con esos grandes ojos café, esos labios que pedían a gritos ser besados, y aquella mata de pelo oscuro tan sexy. Podría haber sido un chico tímido en vez del chico triste y agresivo. Podría haber sido noble… bueno.

Si Pedro y él no se hubieran llevado tantos años de diferencia, tal vez lo habría besado en el porche de su padre, lo habría llevado al baile de promoción y le habría hecho el amor por primera vez sobre una manta bajo las estrellas. En el viejo huerto de los manzanos. En un universo perfecto, él podría haber sido el primero.

Pedro se preguntó cuánto dolor podría soportar un alma humana __ la suya en concreto__ sin marchitarse por completo y se levantó para marcharse. Una mano cálida salió disparada de debajo de las sábanas y lo sujetó con fuerza.

__ No me dejes __ le suplicó él con un hilo de voz. Sus ojos, entornados, le estaban suplicando que se quedara__. Por favor. Pedro.

 

Sabía quién era y quería que se quedara. A juzgar por su voz y por su mirada, no solo lo quería, sino que lo necesitaba No podía negarse.

Pedro le dio la mano y volvió a sentarse a su lado.

__No voy a dejarte. Duérmete. Hay luz a tu alrededor. Mucha luz.

Una sonrisa asomó en los labios perfectos de Guillermo. Lo oyó suspirar, aliviado. La mano con que lo agarraba, se relajó, Pedro inspiró hondo, retuvo el aire. Y suavemente, le acarició las cejas con un dedo. Al comprobar que él no abría los ojos ni hacía ninguna mueca, se las siguió acariciando, primero una. Después la otra. Su madre lo había hecho alguna vez, cuando él no podía dormir de niño. Pero de eso hacía mucho tiempo. Había sido antes de que lo abandonara para ocuparse de asuntos más importantes.

Guillermo seguía sonriendo y eso le dio ánimos para mover la mano hasta su pelo. El tacto de los mechones alborotados le trajo recuerdos de un día en una granja durante un año que pasó en el extranjero. Un niño italiano lo había llevado a ver los campos y Pedro había acariciado las puntas de las espigas con la palma de la mano. El pelo de Guillermo era suave como una pluma o como las susurrantes espigas italianas.

Le acarició el pelo, como debió de hacerlo Mirna en el pasado. Guillermo permitió que le acariciara también la mejilla, que le trazara la angulosa línea de la barbilla y le rascara suavemente  la barba incipiente, volvió a subir la mano para rozarle los pómulos, altos y nobles. Nunca volvería a tocarlo de esa manera. Estaba seguro de que primero le habría mordido la mano. Y luego la yugular.

Su pecho perfecto subía y bajaba rítmicamente. Se había dormido.

Se quedó contemplándolo… su cuello, los músculos de los hombros y de la parte superior de los brazos. Las clavículas, y la parte superior del pecho. Si hubiera estado pálido, le habría recordado a una estatua romana tallada en mármol blanco. Pero aún conservaba el rastro del bronceado del anterior verano.

Pedro se besó dos dedos y los colocó sobre los labios entreabiertos.

 __ Te amo, Dante…  Yo soy tu Beatriz.

 

 En ese momento, sonó el teléfono fijo de Guillermo y rompió el hechizo.

Pedro dio un brinco. El teléfono sonaba muy fuerte, y Guillermo estaba empezando a moverse. El horrible ruido estaba perturbando su descanso, así que Pedro respondió.

__ ¿Diga?

__ ¿Quién demonios es? __ quiso saber una voz de mujer, aguda y sorprendida.

__Es la casa de Guillermo Graziani. ¿Quién llama?

__Silvina llama. ¡Que se ponga Guillermo!

El corazón de Pedro se aceleró y luego se saltó varios latidos antes de desbocarse. Levantándose, se llevó el inalámbrico hasta el cuarto de baño y cerró la puerta.

__Ahora mismo no puede ponerse al habla. ¿Es alguna emergencia?

__ ¿Qué quiere decir que no puede? Dígale que soy Silvina y que quiero hablar con él.

__Bueno, está indispuesto.

__ ¿Indispuesto o drogado? Escucha bien putito, dale la vuelta y ponle el teléfono en la mano. Llamo desde…

--Ahora no puede hablar. Haga el favor de llamar mañana. _Pedro apretó el botón y cortó la comunicación, interrumpiendo el torrente de furiosas palabras de la mujer y sintiéndose asqueado.

 

“Es demasiado exigente para una aventura ocasional. Debe de ser su amante oficial. Se habrá puesto furiosa al oírme contestar. Tal vez se enoje tanto que rompa con él.”

Pedro hizo una mueca ¿Por qué tenía tan mala suerte? Se quitó la toalla de la cabeza y  la puso a secar. Luego regresó al dormitorio, dejó el teléfono en su sitio. No se iría a casa porque le había prometido a Guillermo, pero dormiría en la habitación de invitados.

De repente, él abrió los ojos y lo miró fijamente.

 

__Beatriz _ susurró, alargando la mano hacia él.

Pedro empezó a temblar convulsivamente.

__Mi musa, mi Pedro, mi Beatriz _ susurró él sin rastro de duda en sus ojos.

__ ¿Guillermo? _sollozó Pedro.

 

CONTINUARÁ.

HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS, CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.

LENGUAJE ADULTO, ESCENAS EXPLÍCITAS.