jueves, 30 de mayo de 2019

EL EMBAJADOR. TERCERA PARTE. CAPÍTULO VEINTITRES.

EL EMBAJADOR.
TERCERA PARTE.

CAPÍTULO VEINTITRES.



Solo el amor engendra melodías.
José Martí.

__Mi vida social es asunto exclusivamente mío.
__Lamentablemente no concuerdo con usted, embajador. Es asunto de todos los de esta delegación. Tenemos una norma estricta que nos prohíbe relacionarnos con extranjeros, por seguridad, y el doctor lo es. Además, sucede que es un agente enemigo.
Guillermo quedó demasiado azorado como para contestarle.
__Eso es absurdo __polemizó_. ¿Qué sabe usted del doctor Olazábal?

__Piense  en qué forma lo conoció. El extraño en apuros y el caballero de brillante armadura que justo estaba allí. Es el truco más viejo del mundo, que yo mismo he usado alguna vez.
__Me importa un bledo lo que haya hecho o dejado de hacer. Él vale diez veces más que usted. Luchó contra los terroristas en Argelia, y ellos le torturaron y mataron a la mujer y las hijas.
__Qué interesante. Estuve examinando el legajo de él: su… amigo no tuvo nunca mujer ni hijos… señor embajador.


“Seguir esperando… Lo veo todas las tardes desde hace unos meses, salvo los días que tengo  otra misión, días que de todas maneras me imagino verlo ahí sentado. Yo estoy muy acostumbrado a ver toda clase de personas atravesando toda suerte de estados de ánimo pero este hombre me cautivó desde el día en que lo vi por primera vez. Tal vez por su parecido físico o porque me imagino su parecido físico a mi padre. Puede ser que esté forzando el parecido físico para acomodarlo antes que el parecido emocional, que prefiera pensar en cómo se parece a mi papá o a mi abuelo o hasta a mí antes que detenerme en el porqué, en lo que esa figura realmente significa para mí, en fin…
Cuando ingreso a su despacho  ahí está sentado inmóvil, casi muerto. Imagino que lo preferiría, que ahí sentado reflexiona en maneras de apurar el reloj, acomoda una y otra vez sus sentimientos y sus tesoros en uno y otro plato de la balanza y hasta ahora no hay ventaja o sí pero la ignora, no se atreve y no por él, sino por los de él. Es que no es lo correcto, para qué aumentar el dolor. Cuando me voy pasada las diez de la noche ya no está y es obvio pero tampoco lo vi marcharse ¿debería? Quizá ya esté muerto y no lo sé, quizás es solo mi imaginación que lo sitúa día tras día en su lugar para atormentarme o a solicitud de mi conciencia, no sé. Al otro día está nuevamente allí, lo miro mientras hago mis tareas presagiándolo en un acto indistinto o rompiendo la monotonía que lo precede. Alguna vez casi lo rozo, lo saludo con una imperceptible reverencia, puedo oler el dolor y el desasosiego. También fui impertinente y me acerqué y le pregunté si necesitaba algo, cuando levantó la cabeza vi sus ojos muertos y húmedos, no se atrevió a responderme, no hacía falta. Desde ese día lo examino a la distancia, ya sé todo de él pero no entiendo, por qué lo miro si hay tantos, es la fuerza gravitatoria sobre la cual vago esperando respuestas que tal vez no tolere, que tal vez esté empeñado en evadir.
Está vivo todavía, lo sé y de algún modo se percibe pero cuando lo veo indolente frente al frío invernal, el viento que cala los huesos o la lluvia en todas sus formas, no puedo más que imaginar un gran amor y una fuerza arrolladora que lo dejó para siempre y lo despojó de la voluntad que seguramente ya ni se plantea en estos términos. Supongo que solo el dolor le recuerda su paso y estadía en esta realidad que lo retiene solo por un tiempo más.  Quizá fue su esposa el gran amor y soy yo el equivocado, quizá sea otro y nunca me ame. Quisiera abrazarlo y asegurarle que lo aman pero…  seguramente lo sabe y eso me expondría, yo no alcancé ese grado de displicencia, no estoy listo para la confrontación, prefiero simular, hacer como que los pensamientos inquietantes no están aunque me abrumen parte del día y la noche. Si me preguntara ¿qué diría?, expuesto como un cadáver no habría más remedio que decir la verdad, enfrentarla. No estoy listo.
Nadie sabe de él pero cuando llego a casa de algún modo lo llevo conmigo y  quien me acompañe lo nota aunque no pregunte, creo que sabe todo pero respeta mis tiempos, quisiera abrazarme y asegurarme que él me ama, no obstante calla y refrena su impulso, ¿no me quiere exponer sabe que no estoy listo, sabe que creo que no estoy listo?
Es lunes y finjo apatía, todo el descanso traté de sacarlo de mi mente, es solo una imagen parecida, mejor dejarlo pero miro y vuelvo a hacerlo, no está, acaso la imagen era irreal y se desvaneció, Tal vez me curé. Me acerco más y más, cauteloso. Profano su santuario con decisión exterior pero asustado por dentro, aún no sé qué pensar, él debería estar aquí. ¿Estas flores? ¿Qué es esto? Su imagen acompaña a la de su amada. Corro a la oficina y pregunto por él, mi compañero me informa que el viernes a la noche  se fue con él…
Aunque no estés conmigo, aunque te encuentres lejos muy lejos amor, siempre, siempre palpitarás en mí, porque en mí permanece tu perfume y aquel aroma de café, las caricias de tus ojos en mis labios quedarán para siempre como quedan las huellas de las gaviotas en la arena húmeda de nuestra playa en la mañana, como queda la melodía en la espuma de las olas, esa melodía eterna que nace de los abismos del mar.
Amor mío, le voy a pedir a Dios que me conceda el sueño de convertirme en paloma blanca, el sueño que tanto anhelo, y así lanzaría mi vuelo con rumbo a tu cielo,  con mis alas rotas hacia tus besos, me dormiría entonces en un suspiro de un te quiero, y contigo, moriría de amor.
¿Sabes? Cuando solo me siento, salgo en tu busca sonámbulo y perdido, sueño el encontrarte entre los mares de mi soledad, y te veo en cualquier parte, te acaricio con mis ojos sin tú saberlo, y te sigo y te respiro en el aire, luego en las noches de mi locura, sin más, te busco para soñarte y siempre tú sales a mi encuentro.
Te amo aunque lejos de mí te encuentres.

__ ¿Lo vio al fin? _interrogó Alberto en la burbuja a Pedro.

__Me temo que no, está ciego, me rechaza, olvidó lo que hicimos por él cuando el atentado, no puedo arriesgarlo, Beto.
__ ¿Qué se hace?
__Lo que debo de hacer, pagando el costo,  segundo plan de no resultar.
__Te va a odiar, lo sabes, ¿verdad?
__Lo sabía desde siempre, ya se dará cuenta, tengo que desaparecer unos días por unos planes impostergables, y me vendrá  muy bien para que me extrañe, necesito que me añore, que se dé cuenta de mi ausencia, y tú quedarás a cargo de cuidarlo, pero antes, intentaré lo que vengo haciendo.
__Cuenta conmigo.


Citas en secreto llenas de intenciones, un buen amor con sabor a manos imprudentes,
un beso cerca de los labios acariciando el olor de tu presencia atrayendo la mentira al instante, cena con ingredientes afrodisíacos,  miradas indiscretas, gestos tentadores, risas llenas de misterios, toques con astucia,  palabras destinadas al engaño después de un licor que provoca la libertad en nuestros actos, música romántica placentera a oídos que escuchan las letras de canciones obligándonos al baile,  cuerpos moviéndose al compás de los deseos de la mente, sin querer nos provocamos,  manos entrelazadas,  roces de la piel que incitan al abrazo de sentimientos mutuos de vivir una locura deseada, noche interminable complacidos por la luna, esperamos los rayos del sol, sueños vividos con intensidad, realidad poseída por las dudas. Despertamos prisioneros de la incertidumbre de haber vivido al borde de una verdad en sueños,  producida por ideas amadas,  enajenadas con razón o una mentira de nuestra realidad absurda en la sensatez de amar con placer, nunca encontraremos las respuestas de los misterios de la mente,  solo debemos caminar buscando el amor sin entender de qué forma llegó a nosotros.

__El brindis del amor llega con nuestra manera de actuar y pensar. Hay que aprender a ser independientes, hacer lo que nos gusta, y comer lo que queramos. Nadie siente ni desea lo que nuestro cuerpo, porque solo nosotros nos conocemos y sabemos cómo y cuándo necesitamos darle lo necesario. A nadie más que a mí, me debe importar el amor, porque es mi cuerpo y soy quien le da mantenimiento y sabe de sus necesidades. No me juzgues por feo  o bonito, o porque no comparta tus mismos gustos; cada quien es un mundo y cuando enfermamos, todos se las dan de doctores: que tome de esto de aquello o de lo otro... pero es que no es tan fácil automedicarse: si fuera tu cuerpo el enfermo, ¿le meterías todo lo que otros matasanos te formularan? -no; si te valoras acudes a un especialista, pero no crees en todo lo que otros te digan, porque el que da concejos nunca pierde.
Hay que aprender la independencia, ser uno mismo, y aprender que somos una constante fuente de pensamientos sabios e impulsos y emociones que debemos controlar para nuestro beneficio.
El amor es un brindis entre dos cuerpos que al son de la espuma, hacen enaltecer la degustación y efervescencia de la vida.
¿A dónde va el amor que yo no vaya? Caminaré a tu lado buscando ser el jardinero que cuida la rosa para mañana probar el néctar como abeja acariciando pétalos y saciándose de sus encantos.
Acaricia el amor para que labios apasionados busquen las mieles de otro ser que como complemento hará de ti un ser importante. No dejemos que otros mundos a nuestra mente  gobierne; aprendamos a ser nosotros mismos dando rienda suelta al amor, siempre que este no se desboque mezclado con lo que no es.
__ ¿Qué quieres decir exactamente, Pedro?

__ Te dejo en libertad Guillermo, siempre supe que lo nuestro estaba destinado a terminar, no confías en mí, no puedo soportar los celos, siempre te acosarán hombres y mujeres y sufro,  no confías en mí haga lo que haga, así fue desde siempre, no veo futuro, solo soy una aventura para ti __ la voz no fue acompañada por la mirada.

__ ¿Siempre lo supiste? Mientras me jurabas amor eterno pensabas en poner fin a lo nuestro, ¿verdad? Nunca te creí tan frío y calculador, Pedro, no eres mejor que los otros, al menos ellos son sinceros en sus intenciones.
__No hay un “lo nuestro” si ni siquiera crees lo que te digo de Olazábal, vive lo que deseas con él, yo siempre estaré para ti, Graziani, estoy aquí.
_Pedro… Estoy confundido, me salvaste la vida, por momentos creo que…
__No hace falta que sigas, anda,  sé libre para vivir lo que quieras con el Doctor Olazábal o quien te plazca, igualmente yo me ausentaré un tiempo dentro de poco, ni tendrás que soportarme.
__ ¿Cuándo? ¿Con permiso de quién?
__De quienes nos pusieron en el cargo a los dos… Señor embajador. No quiero atarte a mí, no quiero quitarte la libertad, no seré un peso de plomo sobre tus alas, un ancla, anda, vuela, no te lo impediré.

El llanto reprimido se transforma en temblores, hasta que el dolor pareciera desgarrarme el pecho y entonces estalla en sollozos y en llanto convulso, caigo al piso, apenas me arrastro en el jardín, me hago uno con el barro, uno las lágrimas a la lluvia, y entonces sé que la muerte no debe de ser peor que sentirse así,  amar es ser uno con el otro, cuando se ama tan profundamente como lo amo, el cuerpo es el mismo, y separarse es perder una parte, no se puede vivir sin esa parte, no puedo vivir sin él, esa libertad tan ansiada no me sirve de nada, ya no puedo  asirla, él se posesionó de mí, de mi cuerpo, de mi alma, de mi vida,  y esto es para siempre, Guillermo Graziani. ¿Podrás disfrutar del sexo con el otro ahora que conoces tu esencia? No soporto imaginar que alguien te acaricie, te roce, te mire siquiera y sin embargo sé que en tanto regreses a mí, no podré quitar esas imágenes de mi mente, te amo embajador.
Se torna gris a lo lejos en la bruma las dudas, llega la noche apoderándose del cielo azul, cierra sus ojos el día, exhausto se derrumba sin caer en el pasto, pues las brisas del viento lo hacen flotar y el crepúsculo lo abriga con sábanas que lo cuidan de la frialdad de las penumbras. A lo lejos en el horizonte se divisa el límite de lo inalcanzable por mis manos,
solo en los sueños logro acariciar esa franja enrojecida en la distancia, tiempo que se escapa en los recuerdos imprescindibles de mi memoria. En el firmamento las estrellas se desvisten deseosas por romances. Invitándome a las aventuras ardientes bajo los misterios develados por la luna, la cual se siente poseída por la inigualable fuerza y vitalidad entre los brazos del sol ambos dueños en su propio templo. Logro ver una luz que atraviesa de un lado a otro entre las nubes que tratan de confundir mi mirada. ¿Será una visión imaginaria impulsada por los nervios que habitan prisioneros en mi subconsciente hechizado por el deseo de sentir el placer que vivo en mis sueños?
Se escuchan susurros en la oscuridad de la eternidad que acoge en sus aposentos los rumores del silencio,  huésped a la espera de milagros que cumplan las expectativas que aún respiran en las sombras de la incertidumbre. Noches que gritan sus pecados y agonizan velozmente por el empuje de la aurora que llora sus cristalinas e incontrolables pesares por interrumpir apasionadas historias que vivirán por siempre en un espacio pequeño,
pero imborrable en mi mente. Luces que nunca se apagarán mientras me cobije el amor. En realidad siempre supe que Guillermo no me pertenecía, aunque tuviese su cuerpo nunca pude poseer su alma, su espíritu, es para mí un ser etéreo, perfecto, inalcanzable quizás.

Pararon a almorzar en Timisoara cuando iban  rumbo a los Montes Cárpatos. La posada se llamaba  el Viernes del Cazador, y estaba decorada como una bodega de época medieval.

__Te recomiendo el venado que es la especialidad de la casa.
__Bueno. _Guillermo nunca lo había comido, y le pareció muy sabroso.

Pidieron una botella de Zghihara, el vino blanco de la zona. Matías irradiaba una sensación de fuerza, de confianza, que lo hacía sentir protegido.
Él había pasado a recogerlo en la ciudad, lejos de la embajada.

_Es mejor que nadie se entere de adónde vas, porque de lo contrario correrán los chismes por todo el ambiente diplomático.
“Demasiado tarde”, pensó Guillermo.
Matías le había pedido prestado el coche a un amigo de la embajada francesa. El vehículo tenía una patente blanca y negra ovalada, con las iniciales CD.
 Guillermo sabía que las chapas patentes eran para utilidad de la policía. A los extranjeros se le emitían placas cuyo número empezaba con doce. Los de color amarillo, eran para los funcionarios.
Cuando terminaron de almorzar reanudaron la marcha. Pasaron junto a campesinos que conducían primitivos carros hechos con ramas de árboles enroscadas unas con otras, y caravanas de gitanos.
Matías era un diestro conductor. Guillermo lo conservaba de costado mientras recordaba las palabras de Pedro: “Estuve examinando su legajo. Su amigo no tuvo nunca mujer ni hijos. Es un agente enemigo”.
No creía esas acusaciones. El instinto le indicaba que Pedro mentía. No era Matías quien entró subrepticiamente en su oficina para pintarrajearle las paredes. Era otra persona quien lo amenazaba. Matías le inspiraba confianza. “Nadie puede llegar a fingir tanta emoción como vi en su rostro cuando jugaba con los chicos. No puede ser tan buen actor.”

El aire iba volviéndose más fresco, y los bosques de robles cedían paso a fresnos y abetos.
__Esta zona es excelente para la caza _ le contó Matías__. Hay jabalíes,  corzos, lobos y gamuzas negras.

__Nunca he ido de caza.
__A lo mejor algún día puedo llevarte.
Las montañas que se alzaban ante sus ojos parecían esas fotos que suelen verse de los Alpes suizos, con sus cimas cubiertas de nieve y bruma. El camino atravesaba bosques y verdes praderas donde pastaban las vacas. Las nubes del firmamento tenían el color del acero, y Guillermo tuvo la sensación de que, al levantar una mano podría tocarlas, se le quedarían adheridas a los dedos como el metal frío.

Había atardecido cuando llegaron a Sioplea, un minúsculo chalé que se alquilaba como sitio de descanso. Guillermo esperó en el auto mientras Matías se bajaba para dar órdenes y los datos de ambos.
Un anciano conserje los acompañó hasta su suite formada por un living amplio y cómodo y de sencillo mobiliario, un dormitorio, baño y una terraza con una imponente vista a las montañas.

__Por primera vez en la vida me gustaría ser pintor.
__Realmente es un paisaje precioso.
“Me siento nervioso como un adolescente en su primera cita.”
__No _ dijo Matías, acercándosele__. Pensaba que sería muy lindo pintarte a ti.

Matías lo tomó en sus brazos y lo estrechó con fuerza. Guillermo hundió la cabeza contra el cuello masculino y sintió luego los labios que rozaban los suyos, que exploraban su cuerpo. Olvidó todo, salvo lo que estaba ocurriéndole.
Experimentó una necesidad desesperada que iba mucho más allá del sexo. Era la necesidad de que alguien lo abrazara, lo protegiera, le dijese que nunca más iba a estar solo, necesitaba a Matías dentro de él, y estar él dentro de Matías, ser uno los dos, borrar a Pedro.
Tendido en la enorme cama, sintió esa lengua que recorría su cuerpo desnudo, que llegaba hasta la profunda suavidad de sus secretos y cuando muy pronto lo sintió en su interior, no pudo menos que lanzar un grito salvaje, apasionado, antes de acallar y convertirse en miles de gloriosos trozos. Y de nuevo, y otra vez, hasta que la felicidad fue tanta que casi no podía resistirla.
Matías era un amante increíble, exigente  y tierno al mismo tiempo. Al cabo  de un rato largo, larguísimo, quedaron exhaustos, llenos de felicidad, Guillermo se acurrucó en sus brazos fuertes y así conversaron.

__Qué extraño _ confesó Matías _. Vuelvo sentirme entero. Desde que murieron Sanara y las chicas, he sido una especie de fantasma que deambulaba, perdido.

__Yo también _ dijo Guillermo__. Desde que perdí a Silvina.

 __ La echaba de menos en cosas importantes y en otras que jamás se me hubieran ocurrido. Me sentía desamparado sin ella. Me refiero a cosas tontas, triviales. No sabía cocinar, por ejemplo, o lavarme la ropa, tender bien la cama, los hombres damos por sentado tantas cosas.
__Matías, yo también me sentía desamparado. Silvina era para mí como un paraguas protector. Cuando empezó a llover y ella ya no estaba a mi lado para cubrirme, casi me ahogo.

Se quedaron dormidos.
Volvieron a hacer el amor, pero esa vez lenta, dulcemente con el fuego menos intenso, más exquisito.
Fue casi perfecto. Casi, porque había una pregunta que Guillermo deseaba formular pero que no se atrevía. ¿Tenías esposa e hijos, Matías?
Sabía que, apenas pronunciara esas palabras, terminaría todo lo que los unía. Matías jamás le perdonaría la falta de confianza. Maldito seas, Pedro Beggio, ¿por qué  nunca te alejo del todo? ¿Por qué tus palabras  quedan grabadas y  atesoro cada línea de tu bello rostro o me acosan tus recuerdos?
Matías lo estudiaba.
__ ¿En qué piensas?
__En nada.
“¿Qué hacías en ese callejón oscuro cuando aquellos hombres intentaron secuestrarme, Matías?”


“Un viento ardiente sin puntos cardinales de comienzo ni rumbo evapora la humedad de las caricias que esperan en mi piel por entregarse en tu cuerpo, su aire reseca mis labios, marchita mis besos y los arrastra como hojas secas sin destino, para que mueran, así lo temo y siento, lejos de tus labios.
Ese calor que por fuera mi ser castiga y azota, aliado de la soledad y angustia, se vuelve ventisca helada por debajo de mi piel, abrazante frío quiere transformar las llamas de pasión que por ti arden dentro de mí, en un fuego de hielo que congele mi latiente y desesperado amor, volviéndome un ser que vaga sin rumbo ni sentido.
Se me seca la boca y me niego a dejar de gritar tu nombre a la soledad, le repito una y otra vez, con tu nombre atado a las palabras, que te amo con el alma… y castiga así mi insubordinación, dejando el sabor frío, amargo… sabor a soledad en mi boca ha dejado, por tanto tiempo de manera dominante haberme besado.
Quitarás lo sé  irremediablemente el aroma a soledad  con tu perfume,  será borrada de mi cuerpo la sequedad de mi piel, inevitables huellas de la ausencia de caricias, tus manos y la humedad de tu pasión despertarán mis sentidos y harás que en cada encuentro de amor mis poros estallen y se abran a tu esencia.
Aguardaré así, cautivo de este vacío que ya condenado está a desaparecer, a que el néctar de tu boca, a que esos labios rojos abracen los míos y que en ese delicioso torrente de saliva, donde las lenguas juegan, ahogues el mal sabor a soledad y viva en mi boca, en mi piel la esencia deliciosa de tu amor.  Me destroza saber que estás con él, el dolor en el pecho me dobla en dos, me quita el aliento, pero tienes que darte contra la pared, no puedo evitarlo, no debo. Perdón Guille, no tengo opción solo tu vida es lo que importa, algún día… nos volveremos a encontrar.”

Esa noche… Matías y Guillermo cenaron en la terraza, y el primero pidió Cemurata, el licor de frutillas que se fabricaba en los montes de la zona.
El sábado se bañaron en la piscina cubierta, hicieron el amor en el sauna privado y jugaron al bridge con una pareja de ancianos que estaba de luna de miel.
Por la noche fueron en auto hasta Eintrul, un restaurante rústico en medio de la montaña. Allí cenaron en un amplio salón con un hogar donde crepitaba un hermoso fuego. Bellas arañas de madera colgaban del techo. Y alrededor del hogar, varios trofeos de caza. La habitación estaba iluminada con velas, y por las ventanas se apreciaba el paisaje cubierto de nieve. Un ambiente perfecto en la perfecta compañía.

Y por fin, demasiado pronto, llegó la hora de regresar. Hora de volver al mundo real, pensó Guillermo. ¿Y cómo era ese mundo verdadero? Un lugar de amenazas,  de secuestros, de horribles graffiti en las paredes de su oficina.

El trayecto de vuelta fue agradable. La tensión sexual que existía a la ida cedió paso a una sensación de comodidad en la mutua compañía. Matías era una de esas personas  con quienes uno siempre se siente a gusto.
Cuando se aproximaban a Bucarest, pasaron por campos sembrados de girasoles, que movían su cara hacia el sol.
“Ese soy yo, que finalmente salgo a la luz del día”.

Fabián y Malena ansiosos aguardaban el regreso de su padre.

__ ¿Vas a casarte con Matías papá? __preguntó Malena.

Se sintió azorado. Su hija había puesto en palabras lo que él mismo pese a ser imposible no se atrevía a pensar.
__No se puede hija __respondió, cauto__. ¿A ustedes les gustaría que viva con él?

__Él no es mamá _ afirmó lentamente Malena__, pero estuvimos conversando del tema con Fabián y llegamos a la conclusión de que nos gusta mucho.

__A mí también _ expresó Guillermo, feliz__. A mí también.

Recibió docenas de rosas con una notita sin firma: “Gracias por ser como eres”.

Se preguntó entonces si le habría mandado flores a su esposa muerta, y se de veras ella había existido y dos hijas... Se odió a sí mismo por plantearse la duda. ¿Por qué habría de inventar Pedro Beggio una mentira tan terrible? Además no había forma de verificarla. Y justo en ese momento, el asesor político y agente de la CIA, Miguel Mendoza, entró en su despacho.

__Se lo ve muy bien señor embajador. ¿Tuvo un buen fin de semana?
__Sí, gracias.

Conversaron un largo rato acerca del coronel rumano que se había puesto en contacto con Miguel respecto de la posibilidad de desertar.
___Para nosotros sería muy  valioso, puesto que traería información útil. Esta misma noche envío un cable negro a Washington, pero quería ponerlo en aviso porque seguramente Arismendi va a reaccionar indignado.
__Gracias, señor Mendoza.
El hombre se puso de pie.
__Espere _le indicó Guillermo, por impulso__. ¿Puedo pedirle un favor?

__Sí, cómo no.
De pronto le costaba un enorme esfuerzo continuar.
__Se trata… de algo personal, confidencial.
__Casualmente, ese es nuestro lema _ acotó Mendoza con una sonrisa.

__Necesito información relativa al doctor Matías Olazábal, ¿sabe quién es?
__Sí. Está adscripto a la embajada de Francia. ¿Qué es lo que quiere saber de él?

Responderle eso iba a ser más difícil aún de lo que suponía porque implicaba una traición.
__Fundamentalmente. Si alguna vez estuvo casado y si tuvo dos hijas. ¿Cree que podrá averiguarlo?
__ ¿Puede esperar veinticuatro horas?
__Sí, por supuesto.
“Perdóname, Matías”, pensó.

Al ratito entró Pedro en la oficina de Guillermo...

__Buenos días.
__Buenos días.

Apoyó el pocillo de café sobre el escritorio. Había algo en su actitud que había cambiado sutilmente. Si bien no estaba seguro de lo que era, tenía la sensación de que Pedro sabía lo de su fin de semana con Matías en la montaña. Se preguntó si él no lo haría seguir con espías. Que luego le informaban sobre sus actividades.
Guillermo bebió un sorbo de café. Excelente, como era habitual.
“Esto sí que es algo que sabe hacer bien, aunque seducir no se le da nada mal”, pensó.

__Tenemos algunos problemas, señor.

Todo el resto de la mañana estuvieron intercambiando opiniones sobre otros rumanos que deseaban emigrar hacia Los Estados Unidos, acerca de la crisis económica de Rumania, de un soldado norteamericano que dejó embarazada a una chica del país y varios asuntos más.
Al finalizar la reunión, Guillermo se sentía más cansado que de costumbre.

__Esta noche hay estreno de ballet y baila Corina Socoli _anunció Pedro.

Guillermo reconoció el nombre. Se trataba de una de las principales bailarinas del mundo.
__Tengo entradas por si le interesa ir _agregó Beggio.

__No, gracias. __Recordó lo que le sucedió la vez anterior cuando Pedro le dio entradas para el teatro. Además, estaba invitado a cenar en la embajada de China, y posteriormente se reuniría con Matías en la residencia. No les convenía que los vieran demasiado a los dos juntos en público.
Sabía que estaba violando las normas al tener una relación con un miembro de otra embajada. Pero no era una aventura amorosa cualquiera.

Le molestó esa poderosa energía entre ellos que los ataba a través del contacto visual, la misma que le estremecía la piel, que descargaba una corriente eléctrica que lo subyugaba, le dejaba la mente en blanco, cosas que solo Pedro Beggio era capaz de causar.

“Cómo extraño tu sonrisa, esa hermosa voz, diciéndome buenos días mi rey.
¿Qué pasó con nuestro amor, dónde se marchó? El amor se lleva en el alma, pero se siente en el corazón, tu nombre en él está tatuado. Mi mente dibuja tu silueta, esperando encontrarte. Si supieras que a la luna  pregunto por ti, que tu esencia está grabada en mí, que tus ojos, son la luz de mi existir. ¿Dónde estás que no te encuentro?, ya nadie está pendiente de mí, el tiempo me hizo fuerte, pero aún no es suficiente, sigo esperando que llegues a mí. Anda, camina aprisa, ven a mí, te espero en el mismo lugar, con mi cuerpo listo para amar, esperando estoy por tu mirada. Quiero ver tus ojos posarse sobre mi piel desnuda,  quiero sentir tu roce tibio y tus besos en mi pecho. Quiero sentirte vibrar y tus manos abrazar todo mi sensible cuerpo y que me hagas volver loco de frenesí y pasión con los besos de tu boca.”
Cuando se preparó para la cena, fue a buscar un traje de noche que tenía en el armario, y se encontró con la empleada que lo había lavado en lugar de llevarlo a hacerlo limpiar, en consecuencia lo había arruinado. Malditos reglamentos que me impiden despedirla, se dijo Guillermo.
De pronto se sintió extenuado y tuvo que recostarse en la cama. Ojalá no tuviera que salir esta noche. Sería tan lindo quedarme acostado y poder dormir, pero no tienes alternativa, señor embajador. El país depende de ti.

Se quedó tendido en la cama, fantaseando. Como no pensaba levantarse, no iría a la fiesta. El embajador de China saludaría a los demás invitados, pero lo esperaría a él con suma ansiedad. Por fin se anunciaría que estaba servida la cena. El embajador norteamericano no había llegado, lo cual debía tomarse como una afrenta premeditada. China perdería prestigio. El embajador enviaría entonces un cable negro, y cuando su Primer Ministro lo leyera, se pondría tan furioso que en el acto llamaría al presidente de Los estados Unidos para protestar: “Ni usted ni nadie puede obligar a mi embajador a concurrir a sus cenas”, gritaría el doctor Labrapoulus. “A mí  nadie me habla en ese tono”, gritaría el primer ministro “porque ahora nosotros también tenemos bombas atómicas, señor presidente”. Ambos líderes apretarían juntos el botón nuclear, condenando a la destrucción a sus respectivos países.

Guillermo se incorporó en la cama.
Más vale que vaya a esa maldita cena, se dijo.

En la recepción se encontró con las mismas caras de siempre, pero las veía como una masa borrosa. Apenas si tomó conciencia de quiénes estaban en la mesa. No veía la hora de volver a su casa.
Cuando Florián lo llevaba de regreso a la residencia. Guillermo pensó medio entre sueños: “¿Se dará cuenta el presidente de que esta noche impedí una guerra atómica?”

A la mañana siguiente cuando fue a trabajar, se sentía más descompuesto. Le dolía la cabeza y tenía náuseas y lo único que le hizo sentir mejor fue la visita de Mendoza.

__Tengo la información que me pidió, señor embajador _ dijo el agente de la CIA __: El Doctor Matías Olazábal estuvo casado durante catorce años. Nombre de la esposa. Sanara. Dos hijas de diez y doce años. Phillips y Genevieve__. Fueron asesinadas en Argelia por los terroristas probablemente como venganza contra el doctor, que combatía en la clandestinidad. ¿Algún otro dato desea saber?

__No _ exclamó él__. Eso es todo. Gracias.

Mientras bebían el café de la mañana. Guillermo y Pedro comentaron la inminente visita de un grupo universitario.

__Quieren que los reciba el presidente.
__Veré qué puedo hacer –contestó Guillermo, con voz confusa.

__ ¿Se siente bien? ¿Ha ido a los controles luego de que regresáramos de Zúrich?
__Estoy cansado, nada más.
__Entonces, lo que necesita es otra taza de café que lo reanime.

A media tarde se sentía mucho peor. Llamó a Matías y puso un pretexto para cancelar la salida a cenar esa noche. El malestar físico le quitaba las ganas de ver a nadie. Deseó que el médico norteamericano estuviese en Bucarest. A lo mejor Matías podía darse cuenta de lo que le pasaba... Si no me compongo, lo llamaré.
Gaby le hizo enviar un analgésico de la farmacia, pero no le sirvió de nada.

__Realmente tiene mal aspecto, señor –expresó, afligida, la secretaria __. Debería irse a la casa.

__Ya voy a mejorar __murmuró Guillermo.

El día parecía tener mil horas, Guillermo se reunió con los estudiantes, algunos funcionarios rumanos, un banquero norteamericano, y un  oficial del servicio de informaciones de los Estados Unidos, y soportó una interminable cena, se desplomó en la cama.
No pudo dormir. La alta temperatura le provocaba pesadillas. Se imaginaba corriendo por un laberinto de pasillos, y cada vez que doblaba hacia cualquier lado, se topaba con alguien que escribía inmundicias con sangre. Solo podía ver la cabeza del hombre desde atrás. Luego aparecía Matías, y unos diez individuos trataban de meterlo por la fuerza dentro de un auto. Pedro Beggio llegaba corriendo por la calle, gritando: “! Mátenlo! ¡No tiene familia!
Y en el sueño curiosamente vivir sin Pedro le caía como un peso en medio del pecho que lo ahogaba. Era un túnel oscuro, largo, húmedo que no deseaba recorrer sin él, no tenía luz al final, su luz y el sentido de su vida era… Pedro Beggio”.

Se despertó bañado en sudor frío pese al calor insoportable que había en la habitación. Se quitó las mantas y de pronto sintió frío. Comenzaron a castañetearle los dientes. Dios mío, ¿qué me pesa?
El resto de la noche la pasó despierto. Tenía miedo de dormirse y volver a soñar.

Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para levantarse a la mañana siguiente e ir a la embajada. Pedro Beggio estaba esperándolo y lo observó con rostro de preocupación.

__No se le ve nada bien.
__ No, estoy bien. __Tenía los labios secos, paspados, y se sentía totalmente deshidratado.

Pedro le entregó el pocillo de café.

__Aquí tengo las nuevas cifras de comercio. Los rumanos van a necesitar más cereales de lo que creíamos, situación que podríamos capitalizar…

Procuró prestar atención, pero la voz de Pedro aparecía y se esfumaba.
A fuerza de tesón consiguió ir pasando el día. Matías llamó dos veces e hizo contestar que estaba en reuniones necesitaba conservar hasta el último ápice de fortaleza para seguir trabajando.
Cuando por fin esa noche iba a acostarse, sentía que le había subido la fiebre y le dolía todo el cuerpo. Estoy verdaderamente enfermo. Me siento morir. Fue un esfuerzo supremo levantar un brazo para tocar el timbre. Al instante apareció Cuca.

__! Señor! _ exclamó la mujer preocupada. ¿Qué...?

La voz de Guillermo fue apenas un susurro.
__Pídale a Sonia que llame a la embajada de Francia. Necesito al doctor Olazábal.

Abrió los ojos y parpadeó, vio dos imágenes borrosas de Matías que se acercaba a la cama y se inclinaba para mirarle de cerca el rostro enrojecido.

__Por Dios, ¿qué te pasa? __Le tocó la frente y le sintió hirviendo. __ ¿Te tomaste la temperatura?

__No quiero ni enterarme. __Hasta hablar le dolía.

Matías se sentó  en el borde de la cama.
__Querido, ¿desde cuándo estás así?
__Hace unos días. Probablemente sea algún virus.
Matías le tomó el pulso y lo notó débil. Cuando se inclinó sobre él percibió su aliento.
__ ¿Comiste algo con ajo hoy?
Guillermo meneó la cabeza.
__Hace dos días que no pruebo bocado.
Entonces él le levantó los párpados.
__ ¿Tienes mucha sed?
Guillermo asintió.
--¿Dolores, calambres musculares, náuseas y vómitos?
Todo eso, pensó él, exhausto, pero en voz alta dijo:
__ ¿Qué es lo que me pasa, Matías?
__ ¿Estás en condiciones de responder algunas preguntas?
Guillermo tragó saliva.
__Trataré.
Matías le tomó el pulso.
__ ¿Cuándo empezaste con estos síntomas?
__Al día siguiente que volvimos de las montañas. __Su voz era un leve murmullo.

__ ¿Recuerdas haber comido o bebido algo que te haya descompuesto después?
Respondió que no con la cabeza.
__ ¿Simplemente fuiste sintiéndote cada día peor?
Asintió.
_ ¿Sueles desayunar aquí, en la residencia, con los niños?
__Por lo general, sí.
__ ¿Y ellos están bien?
Asintió.
__ ¿Almuerzas siempre en el mismo lugar?
__No. A veces como en la embajada, en ocasiones en algún restaurante.
__ ¿Hay algún lugar donde vayas regularmente a comer, o algún alimento que ingieras en forma habitual?

Estaba demasiado cansado como para continuar con la conversación y deseaba que él se fuera.
Al ver que cerraba los ojos. Matías lo movió suavemente.
__Guillermo, no te duermas. Escúchame. __Había un tono de urgencia en su voz. __ ¿Hay alguna persona con quien suelas comer constantemente?

Él parpadeó, adormilado. __No. __ ¿Por qué me pregunta todo esto? __Es un virus_ farfulló__. ¿No es cierto?

El médico respiró hondo.
__No. Alguien está envenenándote.
Al oír esas palabras sintió que una corriente eléctrica recorría su cuerpo.
__ ¿Qué? _ exclamó. Abriendo desmesuradamente los ojos__. No puedo creerlo.

Matías tenía el entrecejo fruncido.
__Casi podría asegurarte que es un envenenamiento por arsénico, si no  fuera que el arsénico no se vende en Rumania.
__ ¿Y quién…? ¿Quién puede querer asesinarme?
__Guille _ dijo él, apretándole una mano__, tienes que pensar. ¿Estás seguro de que no tienes ninguna rutina fija, que alguien te dé  todos los días algo de comer o de beber?

__No, claro que no _ protestó él débilmente__. Ya te dije que… “__Café. Pedro Beggio. Hecho por mí_. ¡Dios mío!

__ ¿Qué?

Guillermo carraspeó a atinó a murmurar.
--Pedro Beggio me trae café todas las mañanas. Me espera siempre con un café. Pero no hace mucho, me debieron hacer análisis y nadie alertó.
__Eso puede arreglarse, pero no puede haber sido Pedro. ¿Qué motivos tendría él para matarte?
__Quiere… quiere desligarse de mí.
__Eso vamos a conversarlo más tarde. Ahora lo primero es curarte. Me gustaría que te internaras en un hospital, pero la embajada no lo permitiría. Voy a buscar un remedio y vuelvo dentro de unos minutos.

Guillermo trató de comprender cabalmente las palabras de Matías. Alguien está dándome arsénico. Lo que necesita es otra taza de café que lo reanime. Yo mismo lo preparo. Dios, Pedro. ¿Por qué?
Volvió a entrar en estado de inconsciencia hasta que lo despertó la voz de Matías.

__ ¿Guillermo?

Con esfuerzo consiguió abrir los ojos y lo vio junto a la cama, en el momento en que sacaba una  jeringa de una bolsita.
Matías le buscó una vena en el brazo y le clavó la aguja.

__Te estoy poniendo una inyección de  BAL,  un antídoto para el arsénico, que voy alternando con penicilamina. Por la mañana te aplicaré otra. ¿Guillermo?
Estaba dormido.


 __Pedro, no puedo verte así _dijo Beto.

__Muriendo en silencio, no puedo hacer más, Beto, lo sabes. Me encanta mirarle
y ver en sus ojos ese destello de felicidad, esos ojos que son mi refugio y donde quiero perderme, me encanta su sonrisa, ese bella mueca que engalana su rostro y le muestra al mundo esa alma enamorada, podrán quitarme todo, pero jamás quitaran de mis ojos, esa pícara sonrisa suya, además extraño esos labios delineados que son mi deseo, mi pasión y que solo pensar en ellos me desvelo, mas como me encanta verle respirar y sentir el calor de su piel, mientras duerme acurrucado en mis brazos, por eso me encanta amarle, y sentir cómo nuestros cuerpos  comienzan a incendiarse y en cada poro se siente la pasión, mientras los cuerpos vibran al unísono, porque amarle  es un boleto al paraíso.

Y él se cruzó por su camino,  como aquella nube solitaria  que vaga en el cielo sin destino; y en su lento pasar,  acaricia dulcemente al sol, aunque el sol.... solo brille distraído.
¡Pobre nube! que en una mirada enamorada, disimuló tantas noches, las noches que soñó con el sol;  y al pasar por su lado, hizo realidad lo que tanto ella soñó,  aunque por amarlo tristemente... su vida evaporó;  dejando huellas en el cielo de su  no correspondido amor; dulces gotas de lluvia,  ¡lluvia! que al sol tanto le lloró.  Y él se cruzó por su camino,  como aquel solitario pajarillo,  que observa en un árbol escondido, a la luna... a la luna que vive enamorada de la noche;  mientras él sin consuelo le reza al silencio,  derramando unas lágrimas desde el silencio de sus ojos, que destiñen al pico que la menciona en su rezo, de donde salen... las gotas de su nombre; teñidos con la solitaria desventura de una luna que ilumina a la noche, mientras él va muriendo lentamente iluminado por el polen de las flores. ¡Pobre pajarillo! que desde lejos muere por la luna, que grita en silencio que la ama; mientras la luna enamorada es poseída por la noche,  mientras el pobre pajarillo... muere en las ramas.  Y él se cruzó por su camino, mientras ella a él no lo miraba;  de sus ojos unas lágrimas brotaban,  ¡porque ella ignoraba! que con el alma él la amaba;  pobre hombre de alma enamorada, pobre nube, pobre pajarillo; que en cada paso andado por su lado dejaron su alma abandonada; ¡pobre hombre de alma enamorada!  Pobre  nube, pobre pajarillo; murieron... por buscar de ella una mirada; pobre de quien ama en silencio, pobre de quien ama con el alma.
“Toda una vida no bastaría para que me conocieras, para que supieras de mis batallas perdidas, de las ganadas, de mis derrotas, de mis penas y alegrías, de mis llantos, de mis risas, de cuanto anhelo, de mis deseos.
¿Acaso sabrías decirme, cuántas madrugadas me vistieron de insomnio contemplando la luna, contando las estrellas una a una como si fuesen ovejitas, acaso notaste, acariciaste mis manos vacías, acurrucaste mis pies helados, llenaste de calor mi cuerpo en esas noches enteras despierto sobre la almohada?
No, no tendrías vida suficiente, para llenar todo lo que quedó, todo lo que dejaste en el camino.
Mis deseos, mis plegarias, mis sueños, mi lucha constante por sobrevivir, la vida que a veces se me quedó cuajada y ni siquiera te enteraste, los días que conté uno a uno sin comentarte cuántos eran mis sueños mientras tú presumías de saberlo todo de mí, y nada más lejos,
no tendrías suficiente tiempo aunque nacieras de nuevo, para descubrir cuánto llevo dentro, cuánto amo, cuánto quiero...
Te olvidaste en un rincón al corazón, al alma la echaste de comer a los perros, y el cuerpo no responde si no hay alma y corazón...
Por un momento soñé, miles, millones de veces, que llegaría ese día en que tu corazón gritaría al mío un te quiero en mayúsculas, que tu alma rozaría tan de cerca la mía, que las dos se fusionarían, a veces soñé que me amabas tanto, a veces, muchas más veces de las que hayas imaginado.
Y la vida va de largo y los "te quiero" temblaron por mis labios, y se escondieron los "te amo" en un rincón del alma y les perdí la pista, por ahí andan de vacaciones, surfeando en las orillas de una playa, rompiéndose la crisma, arrebatados entre las rocas y las espumas.
No, jamás supiste de mí más allá de mi primera capa de piel, las otras seis se quedaron para proteger el daño que causabas a mi corazón con tu ignorancia.
No, no me conoces, no te molestaste, es tan fácil como preguntarte, qué número de pie calzo, qué talla visto, cuántos kilos peso o cuál es mi color y mi aroma preferido o cuántas son las cosas que no me gustan nada... el amor lo hace cualquiera, para acariciar el alma hay que ser todo un experto... no, no sabes nada, no sabes de mí, nada de nada...”

A la mañana siguiente Guillermo recibió otra inyección, y una más por la noche. Los efectos de las drogas fueron milagrosos. Uno a uno fueron desaparecieron los síntomas. Al otro día ya le había bajado la fiebre. Y los demás signos vitales habían vuelto casi a su valor normal.

Matías estaba en el cuarto de Guillermo guardando jeringas en bolsitas de papel para que no pudieran verlas nadie del personal. Guillermo se sentía agotado y débil como si hubiese soportado una larga enfermedad, pero ya no le aquejaba dolor ni malestar alguno.

__Es la segunda vez que me salvas la vida.
__Convendría saber quién ha intentado quitártela ya dos veces.
__Tres, pero tú solo estuviste en dos salvándome.
“Y Pedro en la peor, nada tiene sentido”.
__ ¿Y cómo puede hacerse?
__Yo anduve averiguando en diversas embajadas y en ninguna hay arsénico. No sé en la embajada de ustedes. Deberías hacer una cosa. ¿Crees que tendrás fuerza como para ir a la embajada mañana?
__Pienso que sí.
__Quiero que vayas a la farmacia de la embajada y digas que necesitas un pesticida porque hay muchas hormigas en tu jardín. Pide la marca Antrol, que tiene un alto contenido en arsénico.
Guillermo lo miró intrigado.
__ ¿Y para qué todo eso?
__Porque tengo el presentimiento de que el arsénico tuvo que ser traído  a Bucarest. Si es que está en alguna parte, seguramente es en la farmacia de la embajada. Cualquier persona que solicita un veneno debe firmar al recibirlo de modo que, cuando te lo den y debas firmar fíjate qué otros nombres figuran antes que el tuyo.

 Gunny lo escoltó desde la puerta de la embajada. Guillermo se dirigió a la farmacia donde la enfermera trabajaba detrás de una reja.

__Buenos días, señor embajador. ¿Se siente mejor?
__Sí, gracias.
__ ¿En qué puedo servirlo?
Guillermo respiró hondo, sumamente nervioso.
__El… jardinero se queja de la cantidad de hormigas que hay en el jardín. ¿No tendrían ustedes algo para combatirlas… como por ejemplo Antrol?
__Sí. Casualmente nos queda algo. __La enfermera se volvió y tomó de un estante una lata con una etiqueta  de veneno. __Es muy raro que haya hormigas en esta época del año. __Le alcanzó a Guillermo un formulario. __Perdone, pero tiene que firmar, señor embajador. Porque el insecticida contiene arsénico.
Guillermo no podía apartar la mirada del papel, donde figuraba un solo nombre… Pedro Beggio.

Quiso hablar con Matías para contarle lo que había averiguado, pero le dio ocupado. Matías estaba hablando con Pedro Beggio. La primera reacción instintiva del doctor fue informar el intento de homicidio, pero no podía creer que el criminal fuese Beggio. Por eso, decidió hablar él mismo por teléfono con él.

__Acabo de estar con su embajador. Va a sobrevivir.
__Esa sí que es una buena noticia, doctor. Pero, ¿por qué no habría de vivir?
__Alguien ha estado envenenándolo.
__ ¿Qué dice?
__Quizás usted sabe de lo que estoy hablando.
__Un momento. ¿Insinúa que yo soy el culpable? Está muy equivocado. Le propongo que conversemos en privado, en algún sitio donde nadie pueda oírnos. ¿Podemos encontrarnos esta noche?
__ ¿A qué hora?
__Yo  tengo un compromiso a las nueve. ¿Por qué no nos reunimos unos minutos más tarde, en el bosque  Baneasa? Nos vemos allí, junto a la fuente, y le explico todo:
Matías vaciló.
__De acuerdo _ aceptó__. Nos vemos__Después de cortar se dijo: Pedro Beggio no puede estar detrás de esto.

Cuando Guillermo trató de llamar de nuevo a Matías, este se había ido y nadie sabía adónde.

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.
LIBRO DE ANCLAJE: EL CAPRICHO DE LOS DIOSES. SIDNEY SHELDON.