domingo, 17 de octubre de 2021

REENCUENTRO CAPÍTULO TERCERO

 

 REENCUENTRO

CAPÍTULO TERCERO

 

 


Esa noche, junto a Guillermo es uno de sus más bellos recuerdos, porque luego sus vidas cambiaron de rumbo, y es esa noche la que quiere llevar en su viaje al otro lado del camino, en su último viaje acompañado de la muerte,  pues alguien le torció los senderos, y  allí estaba en ese caos, en tanto soñaba… un reencuentro.

 

 “Entonces me entenderás, cuando te duela

el alma como a mí.” Frida Kahlo.

“No sé. El peor sentimiento no es estar solo. Es ser olvidado

por alguien que tú nunca vas a olvidar”. Max Huerta.

 

La relación de Guillermo  con Silvina iba en picada, Pedro sabía cuál era la causa, aunque él no quisiera admitirla, ya no sentía, o nunca sintió deseos de ella.

Fue con motivo de la cena de bienvenida de Agustín que volvió a verlo. Pedro sintió que el corazón le galopaba en el cuerpo, las piernas  no lo sostenían, le faltaba el aire o tenía demasiado, ni siquiera podía entenderlo mas se ahogaba. Guillermo estaba tan apuesto como siempre y más, era todo lo que él  deseaba, y ni siquiera se daba cuenta.

Cenaron en familia, y luego de un rato los hombres se separaron, jugaron a las cartas. Al atardecer, Pedro decidió irse. Se levantó del sillón y anunció que se iba.

 

__Te llevaré. También me voy _ dijo Guillermo.

El viaje se deslizó en medio de un silencio tenso. Un muro de incomodidad se erguía entre ellos hasta que llegaron a casa de Pedro, Guillermo apagó el motor.

 

__Gracias por traerme _se inclinó para saludarlo, el perfume extraño lo embriagó__. ¿Cambiaste de perfume?

__ Sí, un regalo. Pedro, me voy a La Plata __ anunció él de repente.

__ ¿Qué? _creyó haber oído mal.

__ Que me voy. Eres el primero en saberlo  __. Pedro se quedó de piedra, la inquietud y el desasosiego le llevaron al exilio las palabras, no sabía qué decirle, temió que su expresión lo delatara.__ Voy por trabajo. Tengo un proyecto para un bufete importante. Hace casi un año que hice una pasantía, lo venía dilatando por distintos motivos, pero me llamaron, hice algo que creo merece la pena, si no viajo, ocuparán el trabajo con otro.

__Yo no puedo separarme de ti Guille, no de nuevo __logró balbucear luego del mutismo, quería preguntarle tantas cosas__.  Quiero naufragar en las mieles de tus labios y perder cada uno de mis deseos entre tus brazos, anhelo ser un barco a la deriva en las aguas de tus pasiones y entregarme a las corrientes de tu amor y te amaré  en cada momento de mi vida, te quiero con cada molécula de mi cuerpo porque tú eres lo más importante de este mundo, tú formarás parte de mi vida para siempre… Al conocerte deseé  ser más que un suspiro en tu vida, más que un consuelo en los momentos de melancolía por los que pasaba tu vida, fue cuando conocí tu lado más oscuro y triste, fue tu lado más real y vulnerable, por eso no quiero ser en tu vida un amante más que llene tus noches de soledad, quiero ser el que llene tus días y te someta cada noche… Desde ese día que me acerqué a ti diciéndote te amo, con la voz cortada por mi timidez, miedo al rechazo, en ti descubrí un fuego mientras besaba tus labios tus mejillas enrojecían y mi corazón se desbocaba de felicidad, con tu amor mi vida es más bella, ahora entiendo tantas cosas de los enamorados, lo nuestro fue tan solo un beso eterno que perdurará  por el tiempo pues yo no puedo separarme de ti…

__No Pedro _evadió la mirada__ vos no sos como yo, lo que pasó cuando estaba herido, fue un error, vos no sos como todos, y yo no te merezco en todo caso, no quiero mancharte _ admitió Guillermo.

 

Pedro sintió las lágrimas peleando por saltar a trompicones de los ojos, mas dejó traslucir el amor como furia.

 

__ ¿Tú qué mierda sabes cómo soy y siento?

__No eres, no sos como yo, no sos como Juan, te confundí, me confundí, a vos te espera Camila, ella es para vos, tendrás una familia, es preciosa, tus hijos serán perfectos.

Pedro dio vuelta la cara, no deseaba que lo viera llorar.

__ Con lo que me paguen por un caso podré amoblar y terminar mi departamento _ siguió Guillermo.

__Me alegro _ mintió Pedro

__ Me voy en dos días.

__ ¿Te vas por mucho tiempo? __ Pedro se odió mas no pudo evitar hacer esa pregunta.

__ El tiempo que sea necesario, mínimo tres meses _ la cifra sonó como una bomba en los oídos de Pedro. ¡Tres meses, un semestre tal vez sin verlo! Era demasiado. __ Saldré de madrugada, ¿vendrás a despedirme?

__No __ fue rotundo y lo sorprendió__. Seguramente Juan estará contigo, ¿verdad?

Guillermo ignoró el comentario.

 

__ No. ¿Por qué?

__No soporto las despedidas __ desvió aún más los ojos hacia la calle.

__Pedrito, no me iré al Tíbet _bromeó él, advirtiendo la angustia,  que lo torturaba en las entrañas y el alma.

__ Donde sea, no me gustan las despedidas, siempre termino llorando.

__Como quieras, no te obligaré __ dijo en tono comprensivo.

__ Deseo que tengas un buen viaje _ replicó Pedro fríamente.

 

Se inclinó, le dio un beso en la mejilla y bajó de la camioneta. Entró en su casa sin volverse. De haberlo hecho, Guillermo hubiera visto que su cara estaba bañada en lágrimas.

Gracias a la ayuda de Malvárez habían detenido a un sospechoso, y Pedro tuvo que ir a identificarlo. Su padre lo acompañó, y allí encontraron a Guillermo. Luego de la rutina, ambos confirmaron que era Lito.

 

Pedro rehusó la invitación para la cena de despedida de Guillermo, sus padres partieron sin él.

A Guillermo le molestó su ausencia, le corroía las entrañas dejarlo, más tras lo que dijera en la camioneta, se dejó dominar por desatinados pensamientos. Tomó un papel, sin titubeos los escribió:

 

“Encanto nocturno, préstame tu abrigo,  tus labios a mi cuerpo se han puesto en huelga, recorriendo mi cuerpo pulgada a pulgada, sensaciones de intensas caricias, guardianes son mis ojos de eterna seducción, piel pícara que a guiños me embruja, contigo son así mis noches, ¡siendo tu dueño, tu amante y tu quimera! Mis manos tiemblan, aumentando el deseo, no soporto tu ausencia, ¡cómo atesoro tus besos que no llegan, precioso! Martirio al no saciar nuestro instinto. Infranqueable fortaleza de increíbles elixires, rítmica interacción de vaivenes, me subyugas, tu fuerza imagino como  majestuosa potencia, quiero  grabarme  a fuego en ti, sin pudor, eres rayo implacable que  traspasas mis defensas, mi geografía te pide a gritos, hombre labriego surca, siembra mis entrañas, vivamos este rato de selva, estoy en primavera,  en insomnio de león enternecido, despierto en peligro entre tus muslos, mi carne se renueva.

No puedo creerlo, pero estoy hambriento de vos, como la muerte te regalo un poco de mi frío, yo en el crepúsculo, reinventándote sería cauto al amarte, una furia, así son nuestros  sueños, desordenados, nuestros pensamientos destinados, enredo mi osadía entre sábanas, en plenitud excéntrica e irreverente, ejercicio ciego e incesante, entre latidos del tiempo que se recrean en el eterno silencio,  lucha de fieras detrás de la maleza, delicadamente, vine a ser tu obsesión en el instantáneo frenesí, dos cuerpos deseosos, espléndidos, cautelosos, asustados por el asombro de verse al natural, atados a la deidad de sus pasiones.”

 

Cumplidos los rituales del postre y del café, Guillermo anunció que se iba, dejando a la familia en la creencia de que iría a despedirse de esa joven con la que salía.

Nada más lejos de Silvina, aun de Juan, Guillermo se halló conduciendo a la casa de Pedro, una misteriosa fuerza,  más poderosa que el deseo que acababa de sentir en su mente y cuerpo, lo impelía hacia él. Pedro lo recibió descalzo, envuelto en un pijama, y a juzgar por la escenografía, estaba acostado en el sofá, a oscuras, viendo una película.

 

 “Las horas se van amontonando sobre el sofá. El tedio se acurruca entre mis piernas moribundas. Las cortinas se dilatan de frío. Ya las estrellas serpentean sobre el manto del cielo oscuro. El aire manchado por el humo de mi último cigarrillo parpadea frente a mi boca mientras las ventanas golpean. Y espero. Tan solo espero hasta que mi mente se apoya en sus pupilas. Hasta que mis labios como galaxias encendidas besan la cúspide de sus pezones. Como espejos enfrentados por cuál besar primero. Y así sosteniendo desde dentro la mirada lo hago mío en mi boca hasta que el ruido de una puerta a medio cerrar golpea una y otra vez martilleando incesantemente en mi sueño.

Maldita puerta. Maldito viento que me despiertas ahora. Ahora que lo estaba amando. Ahora que su boca gemía junto a la mía. Como la vez anterior.”

 

- ¿Qué haces aquí? Vienes y te vas… Siempre es lo mismo, siempre es igual, sentado en la arena mirando la mar,  miro esas olas cómo vienen y van, se acercan furiosas como  si fueran a engullirte  y de nuevo se van alejándose con suavidad para coger fuerza antes de regresar…

Miro ese vaivén de las olas  y me acuerdo de ti,  de tu fuerza irresistible, arrebatadora  pero después también te vas, te alejas de mí y yo me siento solo, perdido y confuso porque te vas, porque te alejas.

¿Qué sucedió, qué escondes en tu interior?

  A mí solo me queda esperar tu regreso como se espera a los marineros  ansiosos de que lleguen a puerto,  ansiosos de abrazarlos,  te amo y deseo abrazarte, tenerte a mi lado, que no nos separemos jamás,  vivir una vida juntos, vida de pasión,  de amor.

__Ya, Pedro, no te confundas, dado que no fuiste a despedirme, tuve que venir. __ Lo siguió hasta el sillón y se sentó junto a él.

__Te dije que no me gustan las despedidas_ estaba triste.

__ Y yo no puedo irme sin despedirme de vos__ respondió mirándolo, Pedro advirtió que estaba siendo sincero.

 

Guillermo se acercó más a Pedro, tomó sus manos, garabateó con sus dedos las palmas, la electricidad entre ellos los asustó, Pedro comenzó a aflojar el enojo, el deseo le quemaba entero. ¿Por qué había aparecido si luego lo rechazaba con excusas? Había decidido empezar otra etapa, olvidándose de él, y entonces Guille aparecía a destruir esa coraza incipiente que apenas había empezado a forjar.

 

__No quiero que estés triste.

Pedro parpadeaba para ocultar las lágrimas que se empecinaban en empapar su rostro, Guillermo lo descubrió y lo abrazó con ternura. Pedro no pudo soportar, y rompió a llorar sobre su pecho.

__No. No llores, no puedo soportar, no llores cielito _ susurraba y le acariciaba el cabello alborotado, la espalda, le capturaba gotas de sal con los pulgares.

__No quiero que te vayas _ confesó Pedro entre sollozos__. Voy a extrañarte demasiado, y temo que no regreses.

__Lo haré, sabes que acá me espera mi propio estudio, y yo también voy a extrañarte. Sin embargo, no puedo evitar irme. Lo dilaté demasiado, cuanto pude, si no viajo, perderé la oportunidad. Significa mucho para mí. Tengo planes para el futuro, planes que no podré concretar quedándome. __ Guillermo le hablaba con dulzura, como si Pedro aún fuera un niño, sin dejar de acariciarlo. Poco a poco aquel fue calmándose y dejó de llorar. Se quedaron abrazados y en silencio un buen rato.

 

__A ti que seduces con tu mirada las fibras de toda mi estructura, he intentado presentarme en la totalidad de mi existencia para que entiendas lo que soy para ti. Anímate a soltar no solamente tu cabello al viento, qué  importa si se pierde alguna de las prendas. Que si de abrigarte se tratase, hay mucho más que el alma mía, para el frío de tus soledades pasadas, o las mentiras que ganaron tus entregas que solo fueron satisfacción de un alma vacía...

¿Si tienes historias?

Ten por seguro que las conozco todas, aunque no conozca ni quiero conocer los lujos del detalle. Simples amantes que dañaron tus sentidos y yo que te he amado entero mi ser, solo quiero sanar cada una de tus heridas. Esas,  las que ocultas detrás de la seguridad de tus palabras, detrás de tu maravillosa sonrisa.

Y aquí sigo cuidando la flor de sol que no se marchite tras el dolor de cada rechazo, en el silencio de tus palabras o en mi sed de tus besos. Y no cuido de mí,  que los años se marchan, que mis fuerzas se acaban, y me mantengo vivo cada amanecer viendo como  el alba me pregunta por ti.

Hoy bésame, que ya acaba de amanecer y así como el rocío derrama su humedad sobre las flores, así deseo sentir tus labios, humedeciendo los míos, por eso al despertar cada mañana, solo bésame _ se animó Pedro.

 

Estaban muy cerca el uno del otro. Guillermo lo miró a los ojos y quedó prendado de la miel de ellos. Se acercó lentamente, sin dejar de mirarlo, y cayó en el embrujo sin remedio, de nuevo lo besó con ternura, apoyando los labios sobre los de Pedro que de inmediato se abrieron en  íntima invitación. La lengua tentó, intentó, saboreó, rozó, lo acarició con avidez, mientras los brazos  se ceñían a la geografía.

De pronto Guillermo se detuvo, se puso de pie como impulsado por un resorte. Se llevó las manos a la cabeza, derrotado, arrepentido, en un gesto de nerviosismo. Pedro quedó vacío y desconcertado por su actitud, veía a Guillermo otra vez luchar consigo mismo. Se incorporó y lo enfrentó mirándolo al rostro.

 

__ ¿Qué pasa? ¿Por qué de nuevo empiezas algo que luego…? _ no pudo continuar.

__Perdóname, estoy confundido, perdóname. Tengo que irme _ dijo enfilando hacia la puerta.

__ ¡Me lastimas con todo esto!  -le gritó Pedro.

 

__Lo sé. No volverá a ocurrir _  se acercó, le dio un abrazo, un beso en la frente y se fue, dejándole el alma suspendida entre hilos de dolor.

Otra vez más, Pedro se vació de lágrimas sobre el sillón.

 

Hoy.

 

El ángel lo instó para que mirara debajo de su rostro. El pequeño espejo de agua sobre la mesa de roble, había aparecido extrañamente, milagrosamente. En él, pronto se reflejarían escenas que Guillermo  pretendía no ver, sabiendo que el tenor de lo reflejado allí, no pasaría sin que la angustia lo embargara poderosamente. ¿Quién no sabe de antemano los errores que cometió en esta vida? Él  levantó la vista como suplicando ser librado  de tamaño sufrimiento pero el ángel para esto había sido enviado, y no regresaría sin cumplir su misión.

Resignado  cedió, no tenía el poder necesario para torcer la voluntad del que lo apremiaba apostado a su lado como un temible verdugo, aunque sabía muy bien que solo se trataba de justicia, solo eso. Suspiró, segundos antes de que esa imagen conocida apareciera implacable ante sus ojos. Él  sabía, muy bien sabía, que todo se refería a él, a Pedro. Como si se tratase de la más triste historia jamás contemplada en una pantalla, reconoció el ambiente en que estas imágenes se desarrollaban, dolorosas, insoportablemente decisivas.

Caminaba de la mano con él, feliz, en el desparpajo del amor. Se le acercaba y besaba tiernamente y él solo lo  miraba con esos ojos infinitos y enamorados. La imagen cambió y reconoció el día en que  Pedro corrió y lo abrazó tiernamente y le recordó que él era todo para él, que nunca lo dejara. La nueva secuencia los encontró sentados a la mesa familiar, en medio del bullicio de personas queridas, de los otros amores de ambos. Reían y cruzaban gestos y miradas cargadas  de lo necesario para una vida plena. A sus oídos, llegaban como un eco de gloria, las voces de los que conformaban esa feliz familia. No presenció la discusión que seguramente precedía aquella escena, pero la percibió como si realmente la hubiese vivido, en cambio, sí observó el abrazo con su amor, el mutuo pedido de disculpas, el beso que reafirmaba su amor y el resurgimiento de todo lo que siempre estuvo entre ellos adhiriéndolos, consolándolos, allanando su camino juntos. Se reconoció aunque su apariencia había cambiado, el paso del tiempo. También sintió en su piel el amor que emergía imparable de la unión de esos corazones. Cuando pudo mirarse en ese reflejo, recostado  en el regazo de su amor mientras él acariciaba su cabeza, casi paladeó el sabor de ese momento que hasta entonces no había conocido. Su templanza se desvaneció y comenzó a llorar y sus lágrimas al caer, generaban sobre la imagen que contemplaba, círculos que emborronaban un poco la imagen pero que nada podían hacer con ese profundo amor que sobresalía del plano en que se presentaba y golpeaba su garganta sin permitirle tragar ni respirar.

Tras un breve período de oscuridad, la nueva imagen rompió contra su ser y casi lo tira al piso. El ángel ciñó su brazo. Él  no lo miró, igual pudo sentir su penetrante mirada aguijoneándolo. Conmovedora y explícita la imagen no dejaba lugar para las dudas. Sentado al lado de su amor, sostenía la mano del que tanto había amado. Se miraban con profundo amor y agradecimiento. Él pronto se iría y ambos no podían esconder el dolor de tener que separarse después de esos maravillosos años juntos. En el esfuerzo del final, él le hizo señas y  Pedro  se acercó. Apenas audible le susurró al oído comunes palabras que a ellos les sonaban nuevas e insuperables cada vez. “Gracias mi amor”, -dijo él y apenas pudo apretar la mano de su compañero. Pedro   cerró sus ojos en interminable movimiento.  Guillermo levantó su rostro ahogado  de emoción y le rogó al ángel: “¡No por favor!”. Ese ser excepcional soltó su brazo,  su rostro se cargó de ternura. Acarició piadosamente su cabeza y le confesó: “Esto nunca sucedió ni va a suceder, recuerda que no te atreviste, que  permitiste que el miedo te robara este futuro que nunca verás. Tomó su rostro y lo guió suavemente hacia la mesa, como instándolo  a volver a mirar. Ahí estaba Pedro   nuevamente, la escena había sucedido pocos años atrás. Arrodillado  al costado de la cama, le rogaba a Dios misericordia, le pedía que lo sacara de esa soledad que tanto lo  angustiaba. Entendiendo el mensaje aceptó resignado  la culpa. El ángel nuevamente lo  guió hacia las imágenes, él sabía, sabía lo que iba a ver muy a su pesar. Ahí estaba firme y endurecido  rechazando el amor del que le brindó su corazón. Recordaba bien ese día.

Nadie más que él fue  causante de esta soledad que lo consumía en este tiempo final. Acomodó su rostro y emociones para enfrentar la penetrante mirada del ángel pero este no estaba más allí. Quizá  nunca había estado, quizá  no hubo nunca una historia de amor, o nunca la rechazó. Miró la mesa otra vez y nada,  salvo su reflejo en la lustrosa intimidad de su ser. Solo dos cosas seguían siendo penosamente reales: su invariable soledad y ese amor que ya no sería más.

 

 

__ ¡Guille! __ gritó Alberto sacudiéndolo para sacarlo del trance, la mirada perdida del amigo lo asustó__. ¿Qué estás haciendo?

 

__Yo tuve la culpa, yo soy el culpable, le eché una vez, dos y mil de mi vida, yo lo perdí, nunca supe  quedarme a su lado, por no darme cuenta, por no sentirme merecedor, por amarlo demasiado, yo lo perdí, lo dejé frente al mundo, frente al peligro, yo impedí el reencuentro cientos de veces, yo lo arrojé hoy a manos de quienes lo tengan, yo Beto __ gritó sin sentir el torrente de lágrimas que mojaban su ropa.

Y si no llego a tiempo de salvarlo… no voy a poder seguir, esta vez no podré…

 

Años atrás.

 

El día en que Guillermo se fue en casa de Pedro recibieron la noticia. El atacante, Lito había aparecido muerto en su celda. Los diarios solo decían que había sufrido un paro cardiorrespiratorio, la causa de muerte de todos, y ellos sabían que no era cierto. Malvárez, cuyos contactos le habían proporcionado información fidedigna, les confió que había sido estrangulado en las duchas.

La noticia revolucionó a ambas familias, que volvieron a temer por su seguridad. Se hallaban frente a una organización delictiva cuyos alcances eran poderosos.

Pedro, no obstante, continuó con su vida, que se había teñido de gris ante la ausencia de Guillermo. Faltaban días para el inicio de clases, se había esfumado el verano sin disfrutarlo a pleno como en años anteriores. Y en pocos meses cumpliría años y Guillermo no estaría como siempre, como el año anterior.

Pese a su desánimo, aprobó el examen para el que tanto había estudiado y aceptó nuevamente invitaciones de Diego. A Camila ya no la veía, se había sincerado con ella, no deseaba a mujer alguna, era gay, y Diego no le hacía sentir lo mismo que le provocaba Guillermo, mas al menos era como él, y atractivo, inteligente.

La investigación estaba detenida, ambas familias retomaron sus vidas sin dejar de lado las precauciones.

 

Llegó el día de su cumpleaños, había organizado una cena íntima con sus padres, su hermano, y sus tíos. Luego saldría con Diego y amigos del club.

Esa tarde cuando arribó de la facultad, halló  en el buzón de correo una carta, y apenas una cajita, lo recogió sonriendo, pensando que  sería su primer regalo, de sus padres.

Tomó la tarjeta:”Deseo que seas muy feliz en este día tan especial. Con todo mi cariño”. No tenía nombre.

Entonces decidió dejar la carta para el final, abrió la caja, gemelos de oro.

 

Diana salió de la cocina y lo abrazó.

-¡Feliz cumpleaños, hijo!

_Qué hermoso regalo, papá siempre me sorprende.

Le mostró.

__Hijito, eso no lo ha comprado tu padre… __Sonrió la madre.

__ ¿Y quién si no?

__Si no lo sabes tú. __ Ella le sonrió con picardía.

 

Pedro supuso que entonces era el regalo de Diego, ya le preguntaría. Leyó la carta, y se deslizó de entre sus dedos, temblaba como una hoja, un extraño cosquilleo lo invadió, mas no tenía firma, lo mismo que la tarjeta.

 

A la noche sonó su teléfono.

__ Felicidades –la voz profunda que escuchó al otro lado lo paralizó un instante, y al segundo, su corazón parecía un pájaro descontrolado luchando por escapar de la jaula que era su pecho.

Era Guillermo. Se sorprendió de que se acordara de él estando lejos.

 

__Nunca me olvido de vos _ la rotundidad de las palabras lo hizo estremecer__. ¿Te gustaron mis regalos?

__ ¿Qué? __ interrogó, creyendo que había oído mal.

__ ¿No recibiste unos gemelos y una carta hoy?

__Sí, pero… ¿tú los enviaste? __inquirió incrédulo.

__ Por supuesto. ¿De quién supusiste que eran?

__Pensé que era el regalo de Diego _ dijo decidido a darle celos.

__ ¿Diego? _ el tono de Guillermo denotó irritación y más.

__ Jamás hubiera pensado que era tu regalo__su pecho estaba agitado y la voz le salía endeble. Pese a ello tenía la resolución de dejarle en claro las cosas, y con  la intriga respecto de Diego.

__ ¿Y por qué no? __ preguntó Guillermo, dominado por el enojo de saber que había alguien en la vida de Pedro, un hombre, no Camila.

__Porque no eres del tipo…

__ ¿Qué tipo, Pedro?

__Del tipo de hombre que regalan a otros, no a mí al menos.

__Hay demasiado que no conoces de mí _ dijo él, dándose cierta entonación__. ¿Te gustaron? _ agregó, cambiando el tono, restando seriedad a la charla.

__Mucho _ dijo con sinceridad__, y más la carta.

 

Guillermo obvió el comentario a ella.

__ Quería estar presente de alguna manera __ hizo una pausa__. Pedro, tengo que colgar __lentamente las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de Pedro.

__Guille, me hace muy feliz que me hayas llamado.

__No llores __ pidió él, como si estuviera viéndolo__. Hablaremos a mi regreso precioso __ convino, insinuando una conversación pendiente__. Cuídate.

 

En ese momento sonó el timbre, y su madre le pidió que atendiera. Se recompuso, intentó disimular su llanto y se dirigió a la puerta.

 

HOY.

 

Pedro sabe que no habrá otro cumpleaños. Sabe que no volverá a festejar nada junto a sus seres queridos, y lamenta no haber sido alguna vez más atrevido, había confesado su amor a Guillermo, pero él no lo creía, y ya no podrá repetirlo.

El estampido de un disparo hace estallar los vidrios de la ventana y Pedro se comprime aun más. Siente el aire frío que ingresa por las hendijas, escucha los gritos, las corridas, el motor de un auto alejándose, las sirenas.

La luz, una luz de esperanza se cuela en su mente, la luz de el… reencuentro.

CONTINUARÁ.

HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.

CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.

LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.