“EL PODER DEL AMOR”
CAPÍTULO
CATORCE.
“El alma que hablar puede con los ojos, también
puede besar
con la mirada”. Gustavo Adolfo Bécquer.
con la mirada”. Gustavo Adolfo Bécquer.
“Al primer amor se le quiere más, pero a los otros,
se les quiere mejor”. Antoine de Saint Exupery.
se les quiere mejor”. Antoine de Saint Exupery.
__ Nahuel, ¿por qué no tomaste esposas en tierra
adentro? _preguntó Pedro mirándolo.
__Tomé a Ana y tuve un hijito, Pedro _
respondió luego de un silencio__. Más lo
hice por mis padres, ellos querían ese nieto.
__ ¿Y tu padre?
_ ¿Qué sucede con Mariano? ¿Qué es lo que en verdad
te preocupa?
__Lo que leo de Blanca, lo que él hizo con mi tía,
las cosas que aún no aclaro, que quizá solo mi padre pudiera, aunque dudo hable
de ello.
__Pedro, cuando un indio quiere algo, y desea algo,
lo toma, es lo que hizo mi padre con Blanca que quizá te espante, pero le salvó
la vida, y la amó hasta su muerte, eso
te lo aseguro _ concedió, Nahueltruz __. Una cosa era mi pueblo antes de la
llegada de Agustín y otra luego de la evangelización, muchos se convirtieron,
aunque es difícil alejarlos de sus ideas y supersticiones, muchas cosas
cambiaron cuando nos hablaron de tu Dios.
Nahueltruz desvió la mirada y se quedó en silencio.
__ ¿Qué sucede?
__Que
justamente por eso, porque Agustín me bautizó es que lo que siento por
vos en teoría es pecado, es un sacrilegio
hacer el amor sin casarnos y mucho más ser dos hombres.
__Eso a mí no me importa.
_ Me cuesta mentirles a ellos _ continuó__, más a Agustín, cuando me confiesa,
al comienzo le decía algunas cosas reales, otras las inventaba y las peores las
ocultaba, pero hoy me cuesta mentirle.
__ ¿Por mi culpa?
_ Porque lo quiero, porque él confía en mí, pero yo
no creo en Tupa… en Dios… cuando ellos llegaron
a mi tierra, una vez me dijo que Dios es tan bondadoso que todo lo
concede, pero tantas veces le pedí la
paz con el huinca, que Ana no muriera, que Blanca siguiera en el pueblo, que me
di cuenta que él no me escucha, por tanto llegué a la conclusión que no existe
y menos la culpa y el castigo. Otras veces me permití creer que sí existe pero
que no le importo, por tanto tampoco a mí me interesa cumplir sus normas tan
difíciles. Pero ahora me importa saber qué sientes vos amando a un indio, a
otro hombre.
__Yo tampoco creo que me castigue nadie con el
infierno por amarte, ni creo que amar sea pecado, y te prometo que quiero
visitar tu tierra y conocer a tu gente.
__Pedro, el
huinca que vive con nosotros, ya es uno más,
lo hizo de pequeño o por amor, pero tú…
__Yo te amo, Guillermo, y nunca pude sentir nada por Camila ni por nadie, pero me
comprometí con ella por mi familia, ahora se terminó, y sospecho que Laurita
hará lo mismo, la he visto cerca de Blasco… de Antonio y yo la apoyaría.
__Espera a que llegue tu padre, y a que Agustín
hable con él, termina las memorias de Blanca, amorcito, ya veremos qué hacer.
__Yo no quiero que sufras por mi culpa, que te
expongas a Racedo o a no ver a tu hijito por no separarte de mí, mi hermano
está mejor, todos lo vemos _ susurró, Pedro__, no puedo prometerte ir contigo
ahora que mi padre está en camino, pero entenderé si vas con los tuyos, no
tienes que temer que yo me aleje de ti, porque nada ni nadie logrará que te
abandone.
__Pedro…
__No, debes escucharme. Tú despertaste mis
sensaciones que creí estaban dormidas o apenas existían y como volcán en
erupción explotaron esa noche…
Me quedé perdido en ti para
juntar tu vida con la mía y los besos se hicieron verbo para inspirar en mí este amor con la familiaridad de conocerte
desde siempre y llenarme todo
de ti y hacerte nido en mi alma y en mi corazón melodía inolvidable. Siempre mis pies saben a dónde vas, yo sigo tu huella y huelo tu piel y sé dónde estás y nuestros cuerpos se encuentran, tus ganas y mis ganas y te hago mío... muy mío y yo muy tuyo, nos
tenemos, nos amamos y también
descubrimos que somos el uno
para el otro.
Dios y la vida nos juntó, en el tiempo justo para amarnos, entre
minutos y horas nos perdemos porque
el tiempo se adapta a nosotros… sabe
que es hora de amarnos y el
tiempo se detiene juntándose
los labios en un beso apasionado ansiosos
con deseos de tenerse y amarse en
un delicioso beso de enamorados dándonos
la vida y el alma en un beso.
Sin
tiempo y sin espacio nos tenemos, somos
uno para el otro en la galaxia
que los dos encontramos, haciéndolo
refugio para nuestro amor y que no sea perturbado por miradas impías… pecaminosas queriendo estorbar a nuestro amor cuando el destino es nuestro aliado.
Despertaste sensaciones con fuego y pasión en
mí en noches con un cielo de estrellas para saciar este amor desesperado de los dos, fuego y pasión se hicieron leña para arder
en la hoguera de la fragua ardiente de
los dos, para poseeros y
tenernos piel con piel, sentirnos
y con pasión vestir mi desnudez con
tus besos, cuerpo a cuerpo seducidos por el amor y la
pasión, despertaron las
sensaciones para amarnos. Y
este despertar es con promesa de amarnos.
Y tenernos toda una vida… juntos… llena de amor.
¿De
veras me amarás para siempre aunque sea prohibido? __preguntó Pedro acariciando
el rostro de Guillermo con el dorso del índice.
__Un
día vi marchar los pájaros sentado en el patio de los recuerdos, allí estabas
tú sereno y fresco como las hojas de albaricoque al amanecer.
-Entonces me amabas con las manos pobladas de alas blandas-.
-Entonces me amabas con las manos pobladas de alas blandas-.
Me
fui enamorando de los hilos de oro de tu cabello rizado, y te amaba más que
cualquier cosa
en el planeta. Con el estandarte de mi alma tatuada por los sonidos de tu voz, me fui enamorando, fui envolviendo mis sentidos con la música de tus labios que bautizaban
los valles repletos de tu nombre.
en el planeta. Con el estandarte de mi alma tatuada por los sonidos de tu voz, me fui enamorando, fui envolviendo mis sentidos con la música de tus labios que bautizaban
los valles repletos de tu nombre.
Jamás
pensé que tu amor desgarraría mi piel, ni el sabor de tus besos me hiciera llorar
con tanto ímpetu, que a veces el infinito temblaba.
Eres
lo que por fortuna el destino escribió en mi ser, un viaje solo de ida, a una
felicidad golpeada por el cuervo de la envidia. Después de amarnos, de
desgastarnos, de tantos roces benditos, de tantas leyendas creadas por nuestros
vientres nocturnos, hoy tu espalda es mi playa preferida, tu hombro mi planicie,
y cuesta arriba tu mirada que vibra de deseos. Mientras un amor casi divino
pernocta en las paredes de mi vida, así te amo, precioso, así temo que un día
me abandones __respondió Guillermo con los ojos brillantes__. ¡Tanto tiempo te
esperé! hasta que fuiste hombre mi vida fue como mustio jardín de abandonadas
madreselvas moribundas, ya perdido sin retorno al mirar tus ojos de cielo, y
soñando con tus senderos. Nací para
quererte, entre los silencios de la vastedad de mi alma.
Caminas jugando sobre el cristal de la arena que besa y acaricia tus pasos con el trigal de tu cabello que reposa húmedo en tus mejillas, y tus labios.
Caminas jugando sobre el cristal de la arena que besa y acaricia tus pasos con el trigal de tu cabello que reposa húmedo en tus mejillas, y tus labios.
Enamorado
sigo tus pasos, al murmullo de tus pies descalzos. Eres como la primavera,
pintando a la brisa de azul y con aromas de flor vives la vida sin atreverte a
estremecerte cuando me miras, y ves el amor. Jugamos abrazados juntos en la
arena, acariciados por la brisa.
Entreabres tus labios, tu boca murmura una sonrisa, música para mi alma
tomo tu frágil cintura y te protejo de la brisa, ya perdida la razón y calma.
El
sol enerva tus pezones turgentes y
siento el presagio de amarte, su luz acaricia tus labios, besa tu boca, y
cuelga cristales en tus pestañas.
¡Qué cerca estás! siento tu tibio aliento a fresas y sin saberlo casi me matas.
¡Qué cerca estás! siento tu tibio aliento a fresas y sin saberlo casi me matas.
Ven
a mí juguemos al amor, la tibieza da la lujuria. No existió el tiempo, ni sol,
ni día, solo amor, llegó la luna y ella nos unió cuando siento la dulce pasión
virginal de tu boca y allí nuestro amor nació.
Voy
a beber de tu boca, con la arrogancia de una profecía cumplida. Eres el hoy y
el mañana de mi vida bebiendo sediento tu piel de porcelana cuando beso tus
mejillas arrobadas con una caricia de mi alma enamorada. Y se ungió mi alma, al
amarte con una pasión desesperada.
Ven precioso, desnuda tus sombras perfumadas, tus santuarios entre las horas encendidas de los desvelos y nuestros murmullos paganos.
Ven precioso, desnuda tus sombras perfumadas, tus santuarios entre las horas encendidas de los desvelos y nuestros murmullos paganos.
El
primer amor, embelesa el alma, y desgarra los sentidos. Y dio comienzo la
historia de dos amores que se hacen uno ¡tan esperado! Lo viviremos amándonos entre el sol y la luna
que nos unió, enamorados. El primer amor
es como un bello ocaso rojo transformado en un esplendor de colores en el alma.
__Quiero llevarte a un sitio que puede ser nuestro secreto no está lejos, pero
no ahora, cuando Agustín sane. Eres mi amor Pedro, y si bien no cumplo lo que
los curas dicen a rajatablas, sí tengo en claro que solo puedo amar a un ser, y
ese ser eres tú. A Ana no podía amarla, yo supe desde joven que no me atraía la
mujer, aunque no me atrevía a darle nombre a lo que sentía.
__ ¿Cómo
lo supiste?
__Viendo
aparearse a los animales, me gustaba ir a cazar, pasaba días solo en la selva,
durmiendo en los árboles, y una vez desperté con una placentera sensación o
soñé con ella, había sido mi primer orgasmo en sueños y a partir de entonces me
di satisfacción, no sentía nada cuando
en el arroyo espiaba a las mujeres desnudas, no las deseaba. Pero por mi padre
una vez tomé a Ana, ella se me ofreció, y sentí que era más honesto aliviarme
gracias a ella que solo, ya no tendría que mentir a todos, y la tomé por
esposa, y tuve a mi hijito, y cuando ella murió, volví a ser un hombre solo,
era buena mujer, y me quiso mucho, la quise también aunque no pudiera amarla.
Un hombre libre. Hay días nublados que
arrastran melancolía en mis pensamientos,
instantes atrapados por el aroma
de los tantos recuerdos vividos,
haciendo perdurables los
momentos compartidos… Vivo tiempos de
agobio sofocados de sueños, de amores
inciertos vagando bajo la oscura luna,
lugar donde se esconden mis pérfidos
secretos y se refugian los pecados que nacen de mi ensueño.
¿Dónde
están aquellas caricias… esas que
devastaron mi alma sin piedad, sin
calma…? Me preguntaba al principio,
caricias diluidas entre el tiempo
y mi cuerpo… caricias perdidas entre
las mantas húmedas de deseos presos que raudas buscaron libertad al sentir el vibrar de aquellos tus ardientes besos… Los sentires en mi
historia hoy se han vuelto parte de mi vida, son amores que se tornaron humo,
son heridas y caricias bálsamo para esta
soledad perdida por el enorme placer que hoy
me deja el adiós de la partida… Hoy decidí callar mis pensamientos…
serán libres cual polvo al viento sin
temor a ser atrapados por mi mano. Hoy, seré un hombre libre… Y así fue hasta
que te vi.
Carita
lavada, muchacho sencillo. La belleza expuesta y sensible en la mirada. No me
busquen en la altura, no pretendan lo que no es. Me gusta el amor de frente, la
sonrisa franca y lagañas en los ojos. Yo me veo así tal vez porque lo soy.
Quiero verte también traslúcido como gema de ámbar y el corazón expuesto.
Si me buscas así, te dejo encontrarme y tal vez me pinte para vos, tal vez resalte mis ojos y peine mi pelo de hombre bravo y comprensivo, tal vez, pero nunca olvides mi amor, que puedo ser muchas cosas pero seré para ti solo el hombre sencillo de cara lavada.
Si me buscas así, te dejo encontrarme y tal vez me pinte para vos, tal vez resalte mis ojos y peine mi pelo de hombre bravo y comprensivo, tal vez, pero nunca olvides mi amor, que puedo ser muchas cosas pero seré para ti solo el hombre sencillo de cara lavada.
Hoy si me amas príncipes y princesas de mi reino,
hablaré con mi yo, porque hace muchos
años nacía el niño que llevo dentro de mí, hoy hablaré con él, porque lo echo
de menos, le extraño, y lo necesito.
Es él el que me empuja cada día y me mantiene vivo, él camina a diario a mi lado, el me fabrica sonrisas cuando las lágrimas asoman, él cambia por bellos sueños mis tristes realidades, él me ayuda a apreciar y valorar lo bueno de la vida cuando los mares están revueltos, él sabe más de mis anhelos y desvelos, más que yo mismo, él es el que frena y detiene los giros del viento cuando sopla fuerte.
Te extraño niño, hoy en mi madurez sé que eres tú mi esperanza, sé que tú puedes convertirme en la mejor versión de mi yo, solo tu niño eterno, nacimos del mismo vientre, tenemos la misma madre, tienes un pacto conmigo ¿recuerdas? Jamás me abandonarías, y serias tú el que me ayudaría a encontrar el camino lleno de sonrisas donde juntos tú y yo abrazaríamos a la vejez y la soledad, ellas son grandes amigas y llegarán cogidas de la mano, es ahora niño cuando te necesito porque los recuerdos acuden a mi mente llenos de melancolía, niño escribamos historias hagamos un largo cuento, tú lleno de felicidad, vestido de colores y flores traerás a mi vida el aire fresco que necesita mi alma, yo, soñador empedernido, te contaré de mis sueños de amor.
No quisiera que te pusieses triste niño, nunca te he abandonado, solo estaba entretenido cuidando las flores de mi jardín, que ya tú conoces, me aportan vida y me dan el alimento del amor, ya sé que me olvidé de ti y de mí, sacrificios innecesarios que solo se ven con la adultez, pero como puedes ver, me he guardado para esta etapa de mi vida una chispita de energía, y fantasía que como tú sabes bien, la tengo a raudales, no me faltan recursos ya lo ves, sigo soñador incurable de amores y locuras de niño, que solo tú eres culpable, sé que lo haces para mantenerme vivo.
Es ahora cuando te necesito, sé que has llamado muchas veces a las puertas de mi alma, compréndeme estaba enredado en la telaraña de la vida que con sus hilos de plata me mecía, ayúdame con ese encanto de niño inconformista y rebelde, no dejes que me atrapen esos días sin colores ni campos verdes donde soñar.
Ponme sonrisas donde habitan mis lágrimas, y muéstrame el camino a seguir.
Abrázame no me sueltes. Abrázame cielito __pidió Guillermo emocionado.
Es él el que me empuja cada día y me mantiene vivo, él camina a diario a mi lado, el me fabrica sonrisas cuando las lágrimas asoman, él cambia por bellos sueños mis tristes realidades, él me ayuda a apreciar y valorar lo bueno de la vida cuando los mares están revueltos, él sabe más de mis anhelos y desvelos, más que yo mismo, él es el que frena y detiene los giros del viento cuando sopla fuerte.
Te extraño niño, hoy en mi madurez sé que eres tú mi esperanza, sé que tú puedes convertirme en la mejor versión de mi yo, solo tu niño eterno, nacimos del mismo vientre, tenemos la misma madre, tienes un pacto conmigo ¿recuerdas? Jamás me abandonarías, y serias tú el que me ayudaría a encontrar el camino lleno de sonrisas donde juntos tú y yo abrazaríamos a la vejez y la soledad, ellas son grandes amigas y llegarán cogidas de la mano, es ahora niño cuando te necesito porque los recuerdos acuden a mi mente llenos de melancolía, niño escribamos historias hagamos un largo cuento, tú lleno de felicidad, vestido de colores y flores traerás a mi vida el aire fresco que necesita mi alma, yo, soñador empedernido, te contaré de mis sueños de amor.
No quisiera que te pusieses triste niño, nunca te he abandonado, solo estaba entretenido cuidando las flores de mi jardín, que ya tú conoces, me aportan vida y me dan el alimento del amor, ya sé que me olvidé de ti y de mí, sacrificios innecesarios que solo se ven con la adultez, pero como puedes ver, me he guardado para esta etapa de mi vida una chispita de energía, y fantasía que como tú sabes bien, la tengo a raudales, no me faltan recursos ya lo ves, sigo soñador incurable de amores y locuras de niño, que solo tú eres culpable, sé que lo haces para mantenerme vivo.
Es ahora cuando te necesito, sé que has llamado muchas veces a las puertas de mi alma, compréndeme estaba enredado en la telaraña de la vida que con sus hilos de plata me mecía, ayúdame con ese encanto de niño inconformista y rebelde, no dejes que me atrapen esos días sin colores ni campos verdes donde soñar.
Ponme sonrisas donde habitan mis lágrimas, y muéstrame el camino a seguir.
Abrázame no me sueltes. Abrázame cielito __pidió Guillermo emocionado.
_Con
inusual pereza siento mi mente se despierta, me quito la noche de encima aunque
afuera aún las estrellas acarician el cielo, busco ideas nuevas en mi cabeza
que hayan amanecido más frescas… el café quita la somnolencia y entre su aroma
respiro el aire viciado de tu ausencia… y me pregunto a qué huele tu piel una
mañana de primavera.
Voy
dejando atrás escalones y como siempre en mi cabeza empiezas a caminar, el
bullicio de la calle no logra evitar, que en mi mente de mil maneras te lleve
presente, de repente logras que de mí me ausente… pues viajo a un real instante
imaginario donde camino de tu mano, despilfarrando sonrisa al día, arrancando
carcajadas tuyas y mías poniéndole sonido de amor a este comienzo del día.
Y
voy detrás de mis pasos sintiendo que en un sueño de amor contigo aún voy
navegando, mi andar de antemano programado por una angosta acera me lleva
transitando, detengo mi andar abruptamente y cedo el paso a una pareja que me
lleva años... llevarte tan presente me hace ver todo diferente, un buen día
regalo a esa pareja que, podríamos ser tú y yo en algunos años.
De
regreso a casa mis pasos se aceleran como queriendo llegar pronto para
encontrarte, sabiendo que te siento conmigo, aunque estés ausente, así te vivo día
y noche amor de mis tiempos presentes, me haces verte en la rutina diaria, te
vuelves amor hecho compañía que de tanto esperarte y sentirte llegas a
entibiarme la piel y con tu esencia me abrigas el alma.
Hoy
quiero amarte, Nahuel, porque amarte a
ti es el principio de algo que no tiene fin, lentamente me miras y me cautivas,
sonríes y esa sonrisa pícara parece abrirme el camino a tu deseado cuerpo, te
beso desesperadamente y casi me ahogo en el frenesí de tus labios, esos labios
rojos que hipnotizan en silencio, y que hacen que pierda la calma, cuando me
besas con sabor a inocencia, y mientras tus manos acarician mi piel cargada de
ansiedad, es el perfume de tu amor, el que me cautiva y me deja sin respirar
otro aire, porque tú me has enseñado a sentir, a vivir, a disfrutar, y ahora sé
qué es el amor, porque el amor eres tú.
He
agotado mis pasos en cientos de lugares a ninguna parte. Entre calles de
olvidos, he caminado entremezclándome aglomerado con la masa solitaria de las
gentes, y como un átomo de sentimientos he tropezado con ellos, generando la
reacción en cadena de la soledad.
He
amado a quienes no me quisieron, y me quisieron cuando no les amaba, amigos
perdidos, profanadores de la tumba de mis secretos, devoradores al igual que yo
que hace más personal
la soledad. He mirado el cielo con los prismáticos de mi espíritu, con el ansia de la respuesta
precisa que justifique mi existencia. He divagado entre estrellas las distancias vacías de la bóveda, pero el universo es ese dios indescifrable que abandona el mundo arrepentido, dejando tras su llanto expandido estrellas y esperanzas para la soledad. He descrucificado mil cristos y clavado ángeles caídos anunciantes de utopías agonizadas. He escarbado la tierra saciada de lo prohibido donde el perdón justifica el pecado. He buscado entre profundidades y sombras a quién vender mi alma para justificar el bien que prevalece sobre el mal de la soledad.
la soledad. He mirado el cielo con los prismáticos de mi espíritu, con el ansia de la respuesta
precisa que justifique mi existencia. He divagado entre estrellas las distancias vacías de la bóveda, pero el universo es ese dios indescifrable que abandona el mundo arrepentido, dejando tras su llanto expandido estrellas y esperanzas para la soledad. He descrucificado mil cristos y clavado ángeles caídos anunciantes de utopías agonizadas. He escarbado la tierra saciada de lo prohibido donde el perdón justifica el pecado. He buscado entre profundidades y sombras a quién vender mi alma para justificar el bien que prevalece sobre el mal de la soledad.
He
visto la muerte traspasando la carne, demonios disfrazados de la paz. He
contemplado el infierno en mil guerras sin vencedores y he visto a Dios, viejo
y asustado en tus ojos de hombre solitario, donde él y yo, como tú, nos
rendimos a la soledad.
El
ser humano es el más ciego de todos, mira
al cielo esperando ver a Dios y es tan ciego que no ve al que tiene delante.
Anoche,
tras el preludio de sus emociones, las mías, las de la noche la de la luna casi
llena y casi escondida, y tras un beso de buenas noches, hilado a su espalda me
dormí en esa extraña paz que me hace creer que el mundo es bueno. Mi pensamiento
divagaba en esa fase intermedia, de mi subconsciente inconsciente, de su
conciencia, entre la ficción y la realidad de mis sueños. Me vi envuelto de un cementerio vivo, con un
Sol que despuntaba el silencio,
sin que nadie irrumpiera su elemento inamovible y quieto.
Un ligero viento golpeaba mas que acariciaba, el plástico de las flores y a los cipreses guardianes, ancianos y orgullosos de la vida y la muerte. Caminaba sin dirección sin nombre sin epitafio alguno, me detuve sin miedo sin inquietud alguna, ante el manto oscuro del que nunca estuvo muerto y no está vivo, ese ángel, en desgracia de Dios, sicario de los hombres soldado de guerras. Contemplé sus cuencas vacías, llenas del horror de las almas de su innoble calavera, y mirándome me dijo: _ Me honran las almas que temen a la vida y no a la muerte,
insurgentes rebeldes sin dioses, sin patrias sin reyes que esclavicen su existencia _, al tiempo que sus óseas manos, se posaban amigables en mis hombros.
_ Vive, ama, por cuantos no te amaron, por cuantos han perecido sin amar, por cuantos nacerán y no serán amados.
Ama, vive, que la vida es breve y la soledad inmensa, y cuando tus labios cansados de besos, tus manos de caricias tu alma tu corazón agotado en el infarto del mundo, vendré, a recibirte _
_ Un favor te pido y te ruego hermana muerte - Le dije. _ A tu recibimiento, te imploro que de blanco sea tu manto, una rosa azul, sin espinas sin guadaña, cien años de soledad en la mano, y sobre tus huesos el fuego de su carne, sobre el rostro los injertos de su piel en su exacta fisonomía, su sonrisa de niño en los labios, y sus abrazos de amante llevándose mi vida, y no, no me reclames el alma porque a él, pertenece.
sin que nadie irrumpiera su elemento inamovible y quieto.
Un ligero viento golpeaba mas que acariciaba, el plástico de las flores y a los cipreses guardianes, ancianos y orgullosos de la vida y la muerte. Caminaba sin dirección sin nombre sin epitafio alguno, me detuve sin miedo sin inquietud alguna, ante el manto oscuro del que nunca estuvo muerto y no está vivo, ese ángel, en desgracia de Dios, sicario de los hombres soldado de guerras. Contemplé sus cuencas vacías, llenas del horror de las almas de su innoble calavera, y mirándome me dijo: _ Me honran las almas que temen a la vida y no a la muerte,
insurgentes rebeldes sin dioses, sin patrias sin reyes que esclavicen su existencia _, al tiempo que sus óseas manos, se posaban amigables en mis hombros.
_ Vive, ama, por cuantos no te amaron, por cuantos han perecido sin amar, por cuantos nacerán y no serán amados.
Ama, vive, que la vida es breve y la soledad inmensa, y cuando tus labios cansados de besos, tus manos de caricias tu alma tu corazón agotado en el infarto del mundo, vendré, a recibirte _
_ Un favor te pido y te ruego hermana muerte - Le dije. _ A tu recibimiento, te imploro que de blanco sea tu manto, una rosa azul, sin espinas sin guadaña, cien años de soledad en la mano, y sobre tus huesos el fuego de su carne, sobre el rostro los injertos de su piel en su exacta fisonomía, su sonrisa de niño en los labios, y sus abrazos de amante llevándose mi vida, y no, no me reclames el alma porque a él, pertenece.
_ Desperté, en ese hondo silencio de la
habitación, y te contemplé, como
esa parte mía, que duele hasta las entrañas sin importarme el resto de mi cuerpo.
Te besé, hasta bajar a tus labios, despertándote en un gemido, y te amé, Dios que te amé
con todo el tiempo del mundo, antes, que todo el tiempo de la muerte.
esa parte mía, que duele hasta las entrañas sin importarme el resto de mi cuerpo.
Te besé, hasta bajar a tus labios, despertándote en un gemido, y te amé, Dios que te amé
con todo el tiempo del mundo, antes, que todo el tiempo de la muerte.
Ya
hace tiempo que te vendí mi ser a tu persona, mi cuerpo a tu piel y mi alma,
a la tuya, así te amo, Nahueltruz.
a la tuya, así te amo, Nahueltruz.
__Yo
más y te demostraré cuánto, Pedro, confía en mí.
__Siempre.
__Amorcito,
es peligroso que yo vaya a la posada o que tú visites el convento, te llevaré a
nuestro lugar secreto, pero necesito un par de días, ¿de acuerdo?
__Está
bien. Otra vez cómodo y tranquilo; recostado sobre mi soledad. Proscribí la
imagen de tu apenado rostro regado por la sal que acumulé en tu sentir con la
tenacidad de hormigas obreras. Esa recurrente compulsión por boicotear mi
felicidad. El miedo al abandono disfrazado de abandono. La habilidad de encontrar
en nimiedades la perfecta excusa para culpar al otro y librarme así del pago
efectivo por permitirme soñar, no me sé llevar con la tensión de la espera;
como si indefectiblemente el fracaso esperara por mí.
Siempre
preferí pagar en cuotas, el control, el dolor asegurado pero a mi manera. La
tontedad de fingir que así no sufro, que sufro menos.
Cometí otra vez los errores habituales que me aseguran que el jarrón de esta relación termine hecho añicos en el suelo del fracaso. La escena que este pobre tipo repite hasta el hartazgo como si supiera que eso es lo mejor. Desdichado que soy.
La suerte estaba echada, los siete pecados capitales nuevamente florecieron tras la profusa siembra.
No me preocupé por ti.
Jamás escuché lo que tenías que decir.
Nunca te conté mi dolor.
No correspondí tu cariño.
Ignoré tus expresiones de amor.
Escondí mi corazón.
Te dejé partir. Pero no volveré a hacerlo, lo prometo. Mi muy eterno sentimiento
viajero del tiempo amado y señor mío: Hoy al despertarme a su lado y contemplarlo, en mi inquieta calma en la profundidad de su sueño, he filosofado, conmigo mismo sobre el ser y no ser, la existencia, la vida la muerte, usted, y no existir, contemplándolo, en este instante en el tiempo, previo al espacio que usted ocupa en mi alma y el mundo.
Y he sentido miedo a la velocidad que el tiempo discurre, hiriéndolo de surcos con el dedo en la llaga de los días, el destino que lo encorva de experiencias reverenciándose, a la muerte.
Cometí otra vez los errores habituales que me aseguran que el jarrón de esta relación termine hecho añicos en el suelo del fracaso. La escena que este pobre tipo repite hasta el hartazgo como si supiera que eso es lo mejor. Desdichado que soy.
La suerte estaba echada, los siete pecados capitales nuevamente florecieron tras la profusa siembra.
No me preocupé por ti.
Jamás escuché lo que tenías que decir.
Nunca te conté mi dolor.
No correspondí tu cariño.
Ignoré tus expresiones de amor.
Escondí mi corazón.
Te dejé partir. Pero no volveré a hacerlo, lo prometo. Mi muy eterno sentimiento
viajero del tiempo amado y señor mío: Hoy al despertarme a su lado y contemplarlo, en mi inquieta calma en la profundidad de su sueño, he filosofado, conmigo mismo sobre el ser y no ser, la existencia, la vida la muerte, usted, y no existir, contemplándolo, en este instante en el tiempo, previo al espacio que usted ocupa en mi alma y el mundo.
Y he sentido miedo a la velocidad que el tiempo discurre, hiriéndolo de surcos con el dedo en la llaga de los días, el destino que lo encorva de experiencias reverenciándose, a la muerte.
Miedo, pavor, al asesinato masivo de los años, que forjan las arrugas en el crematorio del sol,
en la fricción del aire de la indiferencia, que frena el avance de su belleza.
Miedo, fobia, ante este impasible Dios, que no existe para evitar su sufrimiento, que este diablo, del lado oscuro de este Dios inamovible no adquiera mi alma por la suya,
que entre los elementos que lo componen a usted, de la materia que compone el universo,
no encuentre la mezcla exacta precisa, al justo bebedizo que le otorgue, juventud eterna,
o la química ajustada en el balsámico que le evite angustia y padecimiento.
Miedo, pánico, que sea el abono, de una flor en mi estiércol, que la eternidad borre toda huella de su memoria, que el infinito ignore quién fue en mi corazón, que este futuro, que no vivo que no siento, que no veo… lo recuerde siempre eterno. Que el caos, en la distancia
del principio, del inicio dilatado en el vacío hacia ese algo impreciso de su ser, cree la materia de las galaxias iniciando soles, fraguando mundos dilatando continentes, hasta el bello accidente geográfico de su persona.
Y
siento horror, miedo pánico, fobia, pavor, de no amarlo lo suficiente sabiendo
que lo suficiente no es amar… esperaré a que despierte para unir nuestros
continentes, fusionando mundos unificándonos en el universo y que el infinito,
nos encuentre.
__
Ya es noche y te espero ansioso, cierro
mis ojos, y aparece tu esbelta figura, e inmediatamente nace mi deseo, porque
tú eres fuente de ilusiones y fantasías, mas cómo quisiera que ya estuvieras
aquí, para besar tus labios y así beber el elixir de tu boca, acariciar tu
cuerpo y perderme entre la suavidad de tu piel y beso a beso disfrutar de un
cóctel de aromas y de sabores que brotan de tu cuerpo y así lograr que tu
perfume quede definitivamente grabado en mi cuerpo, me excitas tanto que de
solo pensarte enloquezco, siento el taconeo característico de tu caminar, pasan
unos segundos, siento la llave abriendo la puerta y en la penumbra de la
habitación, tu bello cuerpo resplandece y un hola mi amor brota de tu boca…
__Sea bien descubierto bien hallado,
bienvenido a su casa del habitáculo de mi ser, bien remunerado en mis
atenciones de caricias y flores, y besos, besos impacientes queriendo morir en
su cuerpo y su cara. Bien aparecido en mis extremos, bien oído en la banda
sonora de mis silencios, bien abrazado hasta la saciedad de mis adentros.
Bien contemplarlo, en la incredulidad de mis ojos, en la fábula de mi corazón en el ateísmo de mi alma. Me es urgente el sentimiento en la prontitud del sexo, me urge amarlo despiadadamente, poseerlo a bocajarro sin protocolos a quemarropa, sin llamadas perdidas, sin mensajes sin avisos, con la rabia, abrupta vengativa de mi soledad.
Bien contemplarlo, en la incredulidad de mis ojos, en la fábula de mi corazón en el ateísmo de mi alma. Me es urgente el sentimiento en la prontitud del sexo, me urge amarlo despiadadamente, poseerlo a bocajarro sin protocolos a quemarropa, sin llamadas perdidas, sin mensajes sin avisos, con la rabia, abrupta vengativa de mi soledad.
Amarlo, así, vestido con los botones heridos exponiendo el simple horizonte, sujeto de su escote, y los servicios mínimos de su pecho.
Su calzón caído sus piernas cruzadas en mi cintura, mirándome a la cara sujetado a mis glúteos, o asentando sus nalgas en la presión de mis manos, su umbría en mi boca.
Percibir el húmedo flujo de sus ausencias, el movimiento de su erección, acunar sus testículos,
recorriendo la distancia al encuentro de mi pelvis. Sentir en su mirada el placer del encuentro, el gemido de hallarme, el jadeo de encontrarme.
Concluir su desnudez, desplazarlo a la cama, hablar con su boca dialogar con su lengua, besando sus labios íntimos y callados, excitar el momento, prolongar el instante, subyugar el pene de todos mis anhelos, para que gima mis sentimientos, jadee el amor que siento, para que grite salvaje en un orgasmo mi nombre.
Disculpe mi sexo exprés me urgía más el
sentimiento que mi orgasmo, en usted.
__Necesito de ti… Mirarme en el espejo de tus
bellos ojos, sentir tu voz susurrando en mi oído,
oler tu perfume, sentir tus pasos, tocar tus manos, escuchar tu corazón, sentir tu cabellera en mi rostro, el calor suave y envolvente de tus brazos. Esa suavidad de brisas de tu piel, las formas de tu cuerpo, la curva de tus caderas en movimiento, la geometría perfecta de tu espalda, tu cintura que se me escapa.
oler tu perfume, sentir tus pasos, tocar tus manos, escuchar tu corazón, sentir tu cabellera en mi rostro, el calor suave y envolvente de tus brazos. Esa suavidad de brisas de tu piel, las formas de tu cuerpo, la curva de tus caderas en movimiento, la geometría perfecta de tu espalda, tu cintura que se me escapa.
El aroma y sabor de tus pezones en mis
labios con su lácteo perfume, necesito tus manos dibujando en mi piel. Tu boca
hambrienta devorándome, tus labios ansiosos por mis besos. Tu cuerpo encendido la
locura deliciosa de tu corazón.
El desenfreno de tus sueños salvajes. Necesito de ti, tierra perfumada de rosas, surco bendito de mi huerta florecida de setos. Vertiente cálida de mis deseos, carne mía, ansia mía.
Yo soy argonauta en tus brazos, el grillo en tu amanecer húmedo, la brisa que te desnuda
el espacio cálido en tu lecho. El hombre que te hace ser con la furia de mi sangre
y el grito telúrico de mis genes, sometido a la esclavitud dulce de tu boca. El guerrero vencido en la colmena de tus brazos. El campesino sudoroso que ama su fragmento de universo.
El desenfreno de tus sueños salvajes. Necesito de ti, tierra perfumada de rosas, surco bendito de mi huerta florecida de setos. Vertiente cálida de mis deseos, carne mía, ansia mía.
Yo soy argonauta en tus brazos, el grillo en tu amanecer húmedo, la brisa que te desnuda
el espacio cálido en tu lecho. El hombre que te hace ser con la furia de mi sangre
y el grito telúrico de mis genes, sometido a la esclavitud dulce de tu boca. El guerrero vencido en la colmena de tus brazos. El campesino sudoroso que ama su fragmento de universo.
El minero que se hace hombre en tu veta
cobriza. El astrónomo embriagado por la soledad de la noche. Te necesito
vestido o desnudo, como prefieras, como un dios necesita luz y tierra, agua y
fuego para crear.
__Una sonrisa se asoma a mi boca mientras tus
ojos solo me incitan a pecar. Mi instinto se desborda cuando tú me provocas mientras
nos excitamos y en la habitación vuela la ropa.
Me tomas así a quemarropa. Estoy sentado y
veo en mi entrepierna tus ojos que se asoman. Veo cómo te pierdes en mi selva
accidentada. Me gustan esas charlas entre tus labios y mis montes y salientes. Me gusta sentir tu
gusto muy adentro del mío. Pero yo también quiero exprimir la lujuria de tu ser.
Quiero devorarte poco a poco. Tomarme tu cuerpo y explorarlo. Besar tu sexo
hasta saciarlo. Apenas vamos calentando ese cielo que ahora convertimos en
infierno, nos está quemando y eso me sigue excitando y es que tu cuerpo junto
al mío es dinamita pura, sexo sin pudor. No hay nada más rico que un sexo oral.
__Ve a casa amorcito, no me marcharé nunca,
al menos sin que lo sepas. Te amo.
MEMORIAS
DE BLANCA MONTES.
“Sorprendí
a Escalante cuando se topó con mi aspecto lamentable en el vestíbulo.
“Tengo
que hablarle”, farfullé. Me hizo pasar, me obligó a sentarme, a beber un vaso
de agua, y al verme más repuesta, me preguntó si alguien en casa sufría
problemas de salud. Aclarado el error, pasé directo al grano, “no podía casarme
con él”.
“Yo
soy una mujer simple”, aduje, “acabo de pasar los últimos cuatro años de mi
vida en un convento, antes de esto, vivía con mi padre y lo ayudaba con sus
pacientes, éramos humildes, vivíamos sin
lujos ni comodidades, como ve no soy mujer de mundo ni educación, no tengo las
cualidades de una esposa como usted necesita, general, no he viajado, no sé
tocar el piano ni dibujar, en realidad sé hacer muy pocas cosas. ¿Qué puede
esperar de mí? Se desilusionará… Anoche me precipité, no debería haberle dicho
que sí, no quiero que… “
Me tomó entre sus brazos y me besó con una voracidad
que desentonaba con sus maneras reservadas, siempre tan controladas, una pasión
y frenesí que me dejaron inerme. Me reclinó sobre el sofá, y me siguió besando,
mientras susurraba que yo era lo que él deseaba, que no cambiaría un cabello de
mi apariencia, un solo aspecto de mi temperamento, lo seducía mi pasado, él se
haría cargo del futuro.
“Pídeme
lo que quieras y te lo concederé”, manifestó por último, y sentí que me
engatusaba como a un niño. “Cómprame a María Pancha”, expresé, luego de una reflexión.
La
negra llegó a casa de tía Carolita algunas semanas antes de la boda. Tía que
conocía al detalle mi amistad con la hija del príncipe africano, la instaló en
una recámara contigua a la mía, sin hacer caso del escándalo con que tía
Ignacia recibió la noticia, que terminó de asegurar que sus hijas no volverían
a poner un pie en una casa donde se daba el mismo trato a señores y esclavos.
Dolores y Soledad no regresaron mientras M.P. vivió allí, y aunque la orden
alcanzaba a Magdalena, ella no obedeció, durante las siestas venía a
visitarnos.
Tanto
María Pancha como yo nos habíamos dado cuenta de las preferencias de Magdalena
por el general, sin embargo aquella devoción hacia mi futuro esposo jamás se
tradujo en envidia, rencor o desprecio, en Magdalena perseveraron la dulzura y
el cariño con que me había tratado desde el primer momento. No puedo decir lo
mismo de mi prima Soledad que había puesto sus esperanzas en un conveniente
matrimonio con el soltero más codiciado del Río de la Plata, para verlas destrozadas
el día que le contaron de mi compromiso con él.
María
Pancha había vivido toda su vida en un convento mas no se comportó como una
monja, no nos sorprendió que nos contara que había tenido amantes, quien
proveía de leña al convento y el hijo del aguatero. Agregó que no los amaba,
pero que había gozado en sus brazos. Magdalena y yo no dábamos crédito a sus
descripciones, demasiado sórdidas e indecorosas para ser ciertas. El día
anterior a mi boda, Magdalena no obstante llegó agitada a casa de Carolita, con
un libro oculto, que encontró entre las cosas de su abuelo: Las mil y una
noches, y lo abrió a la mitad en la ilustración de un hombre y una mujer
completamente desnudos en una pose tan extraña como inverosímil.
“Quizás
el general Escalante espere eso de mí, paro no me animé a expresarlo en voz
alta”.
Luego
de la ceremonia religiosa y de una recepción, el general me llevó a su casa,
mientras Socorro, la doméstica me acompañó a mi recámara, la del señor, aclaró
para mi desconsuelo.
Cuando
el general entró sin llamar, yo vestía el camisón dispuesta para la primera
noche. Me estaba cepillando el pelo. Vi a Escalante reflejado en el espejo, su
expresión me amilanó, su actitud me desconcertó, porque no entraba ni salía, se
quedaba inmóvil bajo el dintel, con la mano en el picaporte, la vista hija en
mí, la boca media abierta.
De inmediato cerró la puerta y farfulló una
disculpa. Se quitó la chaqueta, se deshizo del plastrón y del cuello, de las mancuernas, luego de la camisa, y al
comenzar a desabrocharse el pantalón me puse de pie y me escabullí hacia la
ventana donde me escondí tras los cortinados. De allí me sacó él, que sonreía
por lo bajo, le brillaba la mirada como si estuviera contento.
Eso
me tranquilizó, al igual que sus palabras musitadas. “No me tengas miedo,
Blanca, ¿qué crees que voy a hacerte? Nada malo, nada que te dañe, por cierto.
Tú eres mi tesoro, mi joya más preciada, te cuidaré y te trataré como a una
princesa. ¿Por qué estás temblando? ¿Qué temes? ¿He sido malo y rudo contigo de
alguna manera para que estés tan asustada?
Y mientras hablaba, se deshacía de mi camisón
y de sus prendas, me tumbaba sobre la cama, me acariciaba, me besaba. Noté que el
cuerpo se le ponía tenso, que dejaba de lado las frases susurradas y las
caricias delicadas y que comenzaba a jadear y a apretarme la carne con torpeza.
El
dolor fue lo peor de todo, abrasador y afilado. Quedé paralizada debajo de su
cuerpo, mientras él se refregaba contra el mío completamente ajeno a mi
padecimiento. No grité no pedía que me dejara, le tenía demasiado miedo y lo dejé continuar.
Mis manos le sujetaban los hombros sin pasión, más pendientes de empujarlo
lejos que de acariciarlo. Lo escuché gruñir, y por los intersticios de mis
párpados, le percibí un gesto de dolor en la cara. Otro gruñido largo y
profundo, para luego desplomarse sobre mí, agitado y sudado. En ese estado de
conmoción me pregunté: “¿cómo haré para mirarlo otra vez a la cara?”
“Será
mejor la próxima vez”.
Amanecí
a la mañana siguiente afiebrada. María Pancha se mantuvo a mi lado, y cada
tanto despotricaba contra la brutalidad del general… Podía oler su perfume,
escuchar su respiración. El corría el trapo de mi frente y la besaba, me
llamaba chiquita.
José
Vicente Escalante es un hombre moderado y reflexivo, a veces frío y esquivo,
solía pasar horas en su estudio escribiendo cartas o leyendo. Recibía
correspondencia de Francia, donde tenía como mejor amigo al general San Martín,
a quien veneraba, y cuando se mostraba expansivo me sentaba entre sus rodillas,
y mientras me acariciaba el pelo, me relataba sus aventuras en el ejército, a mí me gustaba especialmente
el cruce de Los Andes.
El
día que Escalante supo que mi apellido era Pardo, me preguntó si conocía a Lorenzo
Pardo, el único hermano de mi madre enrolado en el ejército del norte bajo las
órdenes del general Manuel Belgrano para desertar cuando la rebelión de Santa
Fe, y para Escalante no quedó duda que era el que había conocido en Lima en los
veinte, con quien había trabado amistad, me prometió escribirle y mi felicidad
era desbordante.
Meses
después de la boda, Escalante me comunicó que, partiríamos rumbo a Córdoba. Su
hermana mayor, Selma, lo reclamaba, los asuntos de la casa en la ciudad y de la
estancia lo reclamaban. Desde su llegada de Europa casi un año atrás no había
regresado a su ciudad natal. La idea de alejarme de tía Carolita y de Magdalena
me entristecía, pero Escalante anunció que partiríamos hacia Córdoba el primer
lunes de febrero de 1841, en condiciones normales un viaje de siete días, pero
como tenía intenciones de desviarse unas cuantas leguas para visitar una
estancia del gobernador Rosas llamada “El Pino”, el periplo se dilataría entre
tres y cuatro días.
Y
así partimos la madrugada de ese lunes en la volanta. Dos carretas con nuestro
equipaje, algunos sirvientes y María Pancha habían dejado Buenos Aires horas antes. En el viaje Escalante me
sorprendió con la respuesta de mi tío Lorenzo de estar en Córdoba en algunas
semanas para conocer a su sobrina y para estrecharla en un abrazo.
--Tu
tío es un hombre muy rico ahora, Blanca, me contó mientras me estrechaba en sus
brazos y me besaba la coronilla, dulce y comprensivamente __, es un comerciante
próspero de Lima.
En
el viaje hacia El Pino, Escalante hizo despliegue de un carácter suave y benevolente
que no había mostrado en los meses de matrimonio previos. Me leyó a Francesco
Petrarca, su poeta preferido. “Tendremos una hija, habló, una niña con tu
belleza y delicadeza, ella y tú serán mis tesoros más preciados, se llamará
Laura.
En
la estancia de Rosas nos recibió el capataz Isasmendiz, que tenía orden de
Rosas de atender a su amigo a cuerpo de rey. El general Escalante se encontraba
más allá de la lucha entre unitarios y federales, él que compartía la gloria
por la liberación de América del Sur, aseguraba que no se rebajaría a tomar
parte de una escaramuza de incivilizados, y le tenía aprecio a Rosas quizá
porque este lo veneraba por ser amigo de San Martín.
La
mujer del capataz, Rosa del Carmen me informó que tendríamos que dormir en
dormitorios separados.
Fueron
tres días magníficos en los campos de Rosas. Mi negra y yo con Rosa del Carmen,
nos aventuramos por los alrededores, aun a sitios prohibidos para mujeres donde
los peones marcaban al ganado, esquilaban ovejas y domaban caballos. Mientras,
Escalante pasaba la mayor parte del día montado a caballo con el capataz, la
visita se debía exclusivamente a un acuerdo de compra de ganado.
La
segunda noche un incidente me dejó desasosegada. A la madrugada me despertaron
los golpes del reloj de la sala, abrí los ojos de un sobresalto, pero enseguida
me atemoricé al percibir a alguien en la recámara, la persona se movía tan
sigilosamente que no la oía, solo la percibía a través del juego de luces y
sombras cuando se deslizaba a la luz de la luna y no era Escalante.
Finiquitados
los asuntos de mi esposo, debíamos proseguir hacia Córdoba, el último tramo del
periplo que Escalante auguraba completar en cuatro días _se presentaba eterno y
fastidioso. El calor era lo peor. Yo trataba de cerrar los ojos, y dormir, y
olvidarme de todo para empezar una nueva vida al lado de un esposo al que, más
que amar, temía.
Me
despertó la orden del mayoral que detenía los caballos. Escalante se apresuró a
descorrer el pistilo y preguntar de mal modo qué diantres ocurría.
“Hemos
avistado una tropilla de gentes y una bandada de ñandúes huyendo al sur,
general.
Escalante
cerró el libro que había estado leyendo, y paseó la mirada por los sirvientes.
-Enganchen
la remuda al coche, aten los caballos cansados a la sopanda, en caso de ser
necesario, corten la reata para que no sean un lastre- . Alisten sus trabucos,
añadió, y cerró la ventanilla y reemprendimos la marcha.
El
buen humor de mi esposo se había esfumado. Yo permanecía quieta, silente,
embargada de angustia, porque no era difícil saber que algo grave estaba
pasando. Luego de controlar que las pistolas estuvieran cargadas y prontas,
Escalante se mantuvo alerta al paisaje. Tenía gesto grave, y por primera vez lo
noté inseguro y temeroso. Nuestras miradas se cruzaron y él se apiadó de mí.
_No
estés intranquila, Blanca, quizá se trata de un grupo de hombres arreando
caballos o de una cuadrilla de soldados, y me apretó la mano torpemente, la
suya estaba fría y sudada.
__ ¿Y
qué si es un grupo de hombres arreando a una cuadrilla de soldados?
Escalante
avistó una columna de polvo y, a los gritos ordenó al postillón que se subiera
al toldo y distinguiera de qué se trataba.
--"Indios”
–informó el hombre__. Son pocos, general y vienen arreando caballos.
Escalante
sacó medio cuerpo por la ventanilla para dar órdenes a sus hombres. Los indos
se aproximaban a una velocidad impensable. Nunca olvidaré los alaridos que
lanzaban, que, en principio, se mezclaban con el traqueteo del coche, los
comentarios vociferados del mayoral y del postillón, las indicaciones de
Escalante y mis rezos.
Escalante
me tomó por el hombro, y sin decir palabra, me arrojó al piso de la volanta a
sus pies, inmediatamente comenzaron los disparos, los de los trabucos y los de los revólveres.
Yo había dejado de rezar y lloraba histéricamente, lo que más me desasosegaba
era el gesto de mi esposo, que, siempre seguro y altanero, lucía medroso e
impotente.
Los
indios nos rodearon, y el mayoral detuvo
la volanta tan abruptamente que Escalante terminó sobre mí. Enseguida se irguió
para cargar las armas y reabrir el fuego.
Yo cerraba los ojos y me apretaba los oídos,
no quería ver, no quería escuchar, solo quería despertar de la pesadilla.
En un momento debió resultarle evidente al
general que estábamos perdidos, porque detuvo los disparos, me contempló desde
arriba y me apuntó con el arma, dispuesto a matarme antes que saberme cautiva
de los indios. Yo lo miré sin entender… Escalante descerrajó un tiro y un golpe
seco me dejó a oscuras.
Me
despertaron las náuseas. Me incorporé y vomité bilis, un sabor amargo que me
quemó la garganta. Alguien me extendió un trapo húmedo y un jarro de agua. Me
limpié y enjuagué la boca y levanté la vista para observar en torno. Me hallaba
en una carreta protegida con hule, que reconocí como la de Escalante. Allí
estaban mis baúles y los del general.
--¡María
Pancha! _llamé, con voz cavernosa, y el esfuerzo me arrancó lágrimas, me tendí
nuevamente, me había mareado.
Un
hombre me colocó un trapo frío sobre la frente y sonrió al presentarse.
__Mi
nombre es Miguelito, señora, pa” lo que mande.
Mi desconcierto
debe de haber resultado palmario, pues el hombre agregó que no me preocupara,
que él me cuidaría.
__Por
fin despierta __exclamó a continuación__. Estuvo sin sentido cuatro días.
Me
llevé la mano a la frente y me palpé la cicatriz. Me dolía la cabeza, me latían
las sienes y me di cuenta de que tenía fiebre.
__La
bala le rozó la frente _ acotó, Miguelito__. Si no fuera por Mariano, usted
estaría muerta. El general Escalante casi la mata.
Los
comentarios de aquel hombre y mis recuerdos me aturullaban.
__ ¿Dónde
estoy? ¿Quién es usted? ¿Dónde está María Pancha? __sollocé, y el hombre me pidió
que no me agitara.
__Estamos
a unos días de Leuvucó, en la selva del Mamuel_ Mapú _informó solícitamente,
como si aquello fuera esclarecedor. Me ayudó a incorporarme y me dio de beber
agua con azúcar.
__Mariano
regresará dentro de poco _ continuó__. Él fue primero a Leuvucó para saludar a
su familia, luego vendrá por nosotros.
Las
últimas instancias del ataque aparecieron frente a mí: recordé los alaridos de
los indios, el gesto de Escalante, el
sonido de las balas, el relincho de los caballos, los gritos del mayoral y del
postillón, y reviví la espantosa sensación que me había aterido de miedo.
Deseé estar muerta.
Al
día siguiente la fiebre había remitido, me sentía mejor. Miguelito, mi guardián
y enfermero, se mantuvo junto a mí en la actitud de un servil lacayo. Me
alimentó, me dio de beber, me acomodó sobre el jergón y se mostró solícito a responder
a mis preguntas.
Por
él supe que antes de atacar la volanta, habían secuestrado las dos carretas, y
cautivado a los sirvientes, pero que no habían hallado a María Pancha.
Me
desconsoló la idea de que no sobreviviese al desierto, sin agua, sin alimentos,
sin un caballo ni un baquiano. Miguelito
agregó compungido que el mayoral y el postillón habían muerto y que el tal
Mariano se había enfrentado al general Escalante.
__ ¿Cómo
es que conoces el nombre de mi esposo? –quise saber.
__Porque yo y el grupo de indios que los atacamos,
éramos peones de la estancia El Pino, patroncita__. Mariano la vio a usted la
mañana en que se arrimó con la esposa del capataz donde esquilábamos ovejas.
__ ¿Cómo?
__Esa
huinca va a ser mía _nos dijo, refiriéndose a usted, señora, y todos pensamos
que bromeaba.
Mi
esposo asesinado, mi amiga del alma desaparecida vagabundeando por esas tierras
olvidadas de Dios, y yo en manos de un salvaje que me había arrebatado del
mundo real para satisfacer un instinto animal. Comencé a llorar y el hombre
dejó la carreta cabizbajo.
Mi
estado de ánimo y mi debilidad física me hacían perder la conciencia y a menudo
caía en una duermevela plagada de pesadillas que no terminaban cuando abría los
ojos.
Una
tarde percibí una agitación inusual en torno a la carreta en la que se
distinguía la voz de Miguelito y la de otras gentes que hablaban una lengua
desconocida gutural, también se oía relinchos y el crepitar de una fogata.
Me
asomé por un resquicio del hule, aunque atardecía y comenzaba a oscurecer
reconocí a Miguelito, el único blanco, rodeado de un grupo numeroso de indios.
Me
llamó la atención el que ponía la mano
sobre el hombro de Miguelito y le hablaba muy serio. Miguelito le sonreía y a
su vez le palmeaba en la espalda. Lo llamó Mariano.
Se
trataba de un hombre tan alto como Escalante, pero corpulento y macizo. Vestía
pantalones, y el torso lo llevaba desnudo. Los músculos de los brazos y los pectorales
me brindaron una clara pista de su fuerza física.
El
pelo largo, lacio y negro, lo usaba suelto sobre los hombros, con un tiento de
cuero ajustado en la frente. A esa distancia, me resultó imposible distinguirle
las facciones.
Más
tarde los indios montaron a sus caballos y se alejaron al galope. Apagaron la
fogata, Miguelito trepó al pescante de la carreta, y la puso en marcha. Era
noche cerrada cuando alcanzamos destino.
Miguelito
me ayudó a bajar de la carreta y me
condujo a una tienda.
__Mi
nombre es Mariano Rosas _me dijo en castellano el indio alto y corpulento, luego de que
Miguelito me dejó a solas con él en la tienda.
Me
explicó con parsimonia que me hallaba en, Leuvucó, la capital del Mamuel_ Mapú,
el País de los Ranculches, donde su padre, el gran cacique general Painé Guor,
era la autoridad indiscutida.
Yo
lo contemplaba en silencio, perdida toda capacidad de reacción. El miedo me
atenazaba y el desparpajo del indio destruía mi resolución de mostrarme segura
e infranqueable.
Estiró
la mano y me acarició la frente donde me había herido Escalante. Impulsada por
la aversión, salté hacia atrás.
__No
se atreva a ponerme un dedo encima _le grité.
En
un instante que no viví, me aferró ambas muñecas con una mano, y me aseguró
cerca del oído.
__Odiarás
tu cuerpo, maldecirás haber nacido hembra porque todo eso es lo que más deseo,
y me saciaré tantas veces como quiera, y… También tu corazón, me pertenecerá.
Me
arrancó la bata de cotilla, cortó con una cuchilla las cintas del corsé, me
arrojó al piso sobre unas pieles y me poseyó. Su fuerza, cien veces superior a
la mía, me dejó laxa e inerme bajo su cuerpo.
Lo
escuché gemir, y alejé el rostro, asqueada, por fin, Mariano Rosas se apartó de
mí y me abandonó en la tienda sin mirar el despojo que había quedado en el
suelo.
Grité
hasta sentir la garganta desgañotada y el sabor metálico de la sangre en la
boca. Grité de asco, de rabia, de desesperanza.
Me
daba repulsión mi propio cuerpo porque había enloquecido a ese salvaje, y
porque le había pertenecido en ese acto bajo. Quería lavarme, sumergirme en el agua, refregarme la piel
hasta volverla color carmesí. Pero no me animaba a moverme, menos aún a
traspasar el umbral de la tienda y pedir ayuda… ¿A quién acudir en el país de
los ranqueles?
Permanecí
entre las pieles, hecha un ovillo y lloré… hasta quedarme dormida”.
Cuando
Pedro no pudo seguir leyendo, se dio cuenta que estaba temblando, y que las lágrimas resbalaban por
sus mejillas.
__ ¿Puede
ser tan diferente Nahueltruz de su padre, el hombre que secuestró y violó a mi
tía?
¿A
quién me he entregado en cuerpo y alma?
No…
él no me violó, yo lo amo, él me ama, conoce a mi hermano.
Y
dice que su padre amó a Blanca.
¿Por
qué siempre lo nombra como Mariano Rosas? El nombre huinca.
¿Rosas?
LIBRO DE ANCLAJE. INDIAS BLANCAS. FLORENCIA BONELLI Y BIBLIOGRAFÍA HABITUAL DE LA WEB. ALGUNOS PERSONAJES PERTENECEN A POL- KA PRODUCTIONS Y SUS GUIONISTAS DE LA NOVELA FARSANTES. 2013- 14.
FICCIÓN GUILLEDRA SIN FINES DE LUCRO.
LIBRO DE ANCLAJE. INDIAS BLANCAS. FLORENCIA BONELLI Y BIBLIOGRAFÍA HABITUAL DE LA WEB. ALGUNOS PERSONAJES PERTENECEN A POL- KA PRODUCTIONS Y SUS GUIONISTAS DE LA NOVELA FARSANTES. 2013- 14.
FICCIÓN GUILLEDRA SIN FINES DE LUCRO.
CONTINUARÁ.
HECHOS
Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER
PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE
ADULTO.
ESCENAS
EXPLÍCITAS.