domingo, 16 de mayo de 2021

“EL PODER DEL AMOR” CAPÍTULO 16

 

“EL PODER DEL AMOR”

 


CAPÍTULO  16

 

__Así lo hiciste con Ana _ meditó, Pedro.

 

__Y sí, y nació mi hijito, solo que no lo sentí, no me gusta hacerlo con mujeres sino con hombres, y eso nunca se lo pude decir a nadie, porque está prohibido, y es pecado. ¿Nunca lo hiciste con tu novia?

Pedro avergonzado bajó la cabeza para negar.

__Mejor así, será más fácil dejarla o te obligarían a desposarla.

__Nahuel, tu papá secuestró y violó a mi tía, fue muy duro leerlo _ musitó, Pedro al fin.

 

Guillermo lo miró y carcajeó.

__ ¿Y crees que lo hizo como yo con la india, para satisfacer y apagar ese fuego, y nada más? Pedro, mírame __insistió, Nahuel.

 

¿Crees que yo solo quiero tu cuerpo de vos?

__ ¿Es un pacto de amor eterno?

__Sí, Pedro, para mí, lo es. ¿Y para ti?

__Si, porque sé que siempre te amaré.

__Y siempre estaremos juntos. Toda la vida, ¿verdad?

__Sí, toda la vida.

Pedro se acobardó al ver que Guillermo extraía la navaja del morral.

__ ¿Me va a doler?

__No, confía en mí.

 

Guillermo le aferró el pulgar de la mano izquierda y lo apretó hasta que la punta se cargó de sangre y se tornó roja.

__Cierra los ojos, Pedro. Te prometo que no sentirás nada. __Pedro obedeció y él sin dejar de presionar el dedo, hundió apenas el filo de la navaja en la carne__. Ya está. ¿Dolió?

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“De nadie seré solo de ti. Hasta que mis huesos se vuelvan

cenizas, y mi corazón deje de latir”. Pablo Neruda.

"Lo único que me duele de morir, es que no sea de amor."

Gabriel García Márquez.

“Y es que el amor no necesita ser entendido

solo necesita ser demostrado” Paulo Coelho.

 

¿Dónde estás Guillermo? Hicimos un pacto de amor eterno mas no volví a verte, ni siquiera visitas a mi hermano, ¿acaso te fuiste con los tuyos? _ se preguntaba Pedro caminando los senderos del jardín, tras dejar a Agustín con su hermana, llevaba días sin hallarlo, hasta que de súbito vio asomar a  Blasco, él era su mano derecha, Guillermo le guardaba secretos, lo presentía, después de todo él era  huinca, no terminaría de confiar en él hasta mucho tiempo después, hasta que diera más que su sangre por él.

 

__ ¡Antonio! __ le gritó, y el muchacho se estremeció, el señorito le haría preguntas que él no deseaba responder, no podía si no lo hacía  antes Guor  o al menos el padrecito Agustín, aunque no sabía si este conocía todos los secretos, si podría perdonar su Dios.

 

Pedro fue hacia él y no tuvo oportunidad de huir, estaba anclado a la tierra y la mirada  era un cúmulo de preguntas que llevaban el nombre que imaginó.

__ ¿Dónde está él? Hace días que ni siquiera visita a Agustín, nunca antes sucedió _ preguntó Pedro con un sobre que escribió para hacerle llegar si no lograba dar con su paradero.

__ No lo sé, a veces viaja a San Luis, otras a las misiones de Corrientes, otras al Paraguay, comercia con los guaraníes que se desparraman por allí _ mintió pero se ruborizó, y Pedro había madurado en el tiempo que llevaba allí.

__No mientas, no te creo nada, hay cosas del pasado de  Nahuel que sé, muchas que ignoro, ¿no es así? Comienzo a entender su origen, también sé  algo de su padre, de cómo viven en el pueblo, pero intuyo que hay mucho más, pero si no me lo cuentas tú, o él no se sincera, en cuanto vea a mi padre, y mi hermano se recupere, me trasladaré con él  a tu pueblo, él quiere afincar una misión allí _ le espetó y Antonio pensó en Laura y en si le diría la verdad__, y sí sé que gustas de mi hermana, la conozco, siempre estuvo a mi lado, es probable que los dos sigamos a Agustín si es lo que te complace.

__ Nahuel  estuvo en su ciudad señor __ le dijo el muchacho__, tiene una misión que cumplir, y tuvo que estar allá buen tiempo para hacerlo, pero la vida del indio no es fácil de entender, siempre marginado, desplazado, desolado, diezmado, no sé si un blanco puede entender cómo ve el deber un cacique y su pueblo, sus normas, su moral es diferente, señor Pedro, si ni siquiera el padrecito creo pueda perdonar algunas cosas, a lo mejor sí entienda que lo que a veces hacemos es por justa causa, pero nunca justificará la venganza o la muerte… __Ante la mirada de Pedro que pareció ver una faceta por primera vez, Blasco calló.

__ ¿Te refieres a los malones como los que se llevaron a mi tía? ¿A los que matan para defenderse de otras tribus o del blanco que quiere colonizar sus tierras? _ preguntó con voz trémula.

__Para el huinca el mejor indio es el muerto Pedro, nunca olvide eso, mire a Racedo si no __ balbuceó Antonio.

__ Yo también lo soy y no pienso como ese tipo, es más, lo detesto _ le retrucó.

__ Usted y la señorita son diferentes, el padrecito lo es, pero no el resto, ni siquiera el doctor y la familia __ le dijo sombrío bajando la mirada, pero Pedro no se conformó.

__ Estás hablando mucho y no diciendo nada _ le reclamó__, cuéntame, qué venganza atormenta a Guor, qué carga soporta,  necesito bucear en su interior, y hay corazas  que me ocultan cosas que no logro descubrir, cosas que lo llevan a ser a veces un ser sombrío y taciturno, y yo sé que conoces todo de él. __Pedro buscó la mirada oscura y profunda y se estremeció, era un abismo de sangre y muerte __.  ¿Se trata de Fabián y Mariano? ¿Ha viajado a verlos?

__No, no  es por ellos que se alejó de usted, tampoco por temor a esos milicos asesinos, es solo que… __ se cortó y la fiereza de la mirada de Pedro lo conminó a confiar__. Señorito, yo soy amigo de él, si sabe que le confío esto, me podría llegar a matar, pero yo sé lo que le sucede con él, y solo por eso se lo cuento, porque por sus sentimientos es que solo usted puede ayudarlo.

__ ¿Ayudarlo… yo?

__ A perdonar, a no seguir el camino de la venganza, a no dejarse mandar por el odio, pero también tiene que saber que usted si lo sigue puede sufrir y mucho, hasta perderlo todo por nada _ dijo evasivo y Pedro lo miró confundido.

__No entiendo. Solo sé que tú lo verás, y quiero que cuando lo hagas le des esta carta. __ le tendió el sobre__. Solo a él y en mano, necesito que regrese pronto, mi padre llegará y tengo que verlo antes.

“Cuando te conocí, presentí el amor de ayer y para siempre. Naciste en mi vida como flor que el sol acaricia en tardes florecidas, lo supe para siempre, de ahora, mañana y del alba de todos mis días. Solo ver tu cuerpo de un dios ilumina mi alma. Y serás mío a la luz de sutiles profecías entre una noche profana en mi jardín de sueños, sombras y desvelos, horizontes y alboradas. Eres una perfumada y tibia brisa, en la vigilia de mis ensueños. Voy a morar en tu regazo con el calor de tu piel ardiendo y beber de la fuente del amor de tu boca, entre caricias enamoradas. Tu belleza, es un abecedario de  senderos y amores descarriados. Mi verbo te acuna con palabras inventadas en tu espalda  y más allá y mi boca busca besar esa boca tan tuya. Siento tu gozo y el aliento ardiente de tu boca fundiéndose en mi boca en audaz vértigo de tus besos y los míos entre los accidentes de tu cuerpo y un banquete voraz de los sentidos. Eres como un ángel alucinado, y tu desnudez asalta mis pupilas. Amor mío, es dulce y lenta agonía  morir de amor cada mañana, tus caricias paganas incendian mi cuerpo, que engalanas y profanas. Siento tu aliento en mi pecho, perdido el mío en tu cuello. Voy a sembrar el oasis de tu cuerpo penetrando senderos conocidos. Cuando respiro en tu boca, es como beber lágrimas de cielo. Nuestros cuerpos reposan de las pasiones en las lujurias de poseerse, juras amor eterno y extasiado en el cielo de tus ojos, miro sin verte. Amor, déjame morar en tu morada, hasta el fin de mis días. Llévame a nuestro destino en nuestro cielo azul sin salir de tu lecho entre los luceros de tus ojos, la llanura de tu espalda, y tus ¡te quiero!

Siempre tuyo. Regresa. P.B.”

 

 __Lo que la carta diga, Nahuel lo sabe, él puede ver más allá que cualquier  par de ojos, ¿se lo contó? No, él no cuenta, calla, mi amigo se debate entre el deber y la venganza, ahora entre ellos y el amor, por eso le digo que solo usted puede llevarlo a otro camino, al de la libertad, porque en los que anduvo, sufre y no sé si son para él.

__Sigue.

__Nahuel usó   nombre huinca para pasar por gaucho en Buenos Aires, y anduvo las llanuras buscando a alguien,  él tiene que llevar al pueblo…  una prueba  de que cumplió su misión, y además posee el don, el don de conducir y sanar, el de enlazar los mundos, el de shamán, él podría elegir serlo, en poco tiempo, o también puede que suceda a Mariano y sea el jefe de su pueblo, y en ese caso o en el otro, es muy difícil que usted pueda estar a su lado, tiene que saberlo. __ De pronto pareció que Blasco deseaba  borbotear las palabras  en una exhalación y pedirle a Pedro que sacara al hombre que quería como hermano de eso, de todos, aunque su padre no lo permitiera o lo reclamara__.  Ha ido a llevar una alforja que guardaba en el convento desde que cumplió la misión, cuando se malonea, o cuando el blanco arrasa una aldea, hay prácticas que él no aprueba, pero que son deber del indio vengar, y él tuvo que hacerlo.

__ Me estás mareando,  ¿a qué te refieres? Sé que quisieras que me lo cuente él, y eso espero que haga, pero dímelo, ¿qué llevó a su gente?

__Una cabellera, tuvo la misión de escalpar a un huinca, ¿sabe lo que es? Bueno para probar que había cumplido su misión en su tierra, llevó el cabello unido a una capa de piel, el cuero cabelludo de un blanco, pero  era su deber.

La mirada de Pedro se enturbió, uno de los secretos de su amor, que pensaba necesitaba para llegar a su corazón, era la prueba más horrorosa  de que pese a estar evangelizado, a estar siempre junto a Agustín, a sus modales y educación… aquel hombre era un salvaje. Claro que sabía lo que era la práctica, escalpar no la habían inventado los indios sino los franceses, los pioneros que cazaban pieles en América virgen, y luego esa práctica se esparció entre carapálidas y pieles rojas como revancha ante los ataques entre unos y otros. La repugnante revelación lo golpeó tan hondo que por un momento creyó que caería desmayado allí, no podía respirar y el cielo giraba, ni en su más desaforada locura podría haber imaginado que aquel hombre que amó fuese capaz de esa crueldad, y sin embargo, le había temido al conocerlo, a veces su mirada era fría como el hielo y asustaba, pero…  era tan civilizado, tan amoroso, conocía oficios, hasta acunaba a bebés, lo hizo con su hijo, así lo imaginó… De pronto el futuro se le presentó más incierto que nunca. ¿Cómo fingir ante sus hermanos o  a solas que no conocía esa terrible faceta del hombre al que amaba y se entregaba, al que había unido su sangre?

 “¿Por qué Guillermo? porque seguro así fuiste a la ciudad, entonces por eso tu educación, en ella te mueves como uno de nosotros gracias a ella y usas tu nombre huinca.  ¿Por qué hiciste algo así?”

 

__Algunos indios cuelgan las cabelleras en las entradas de sus toldos, y el número de ellas aumenta su prestigio, pero no es el caso entre nuestra gente, menos para Nahuel, él no siente culpa por ello, era su deber, lo que se debía de hacer, sin más,  para vengar algo que significa mucho, son normas que el blanco no entiende. Si usted lo ama, deberá saberlo, señorito, a veces  algunos indios no pueden regirse por lo que enseña el padrecito, ni sentir lo que él predica __ le informó __. Usted no puede o no suele mentir, como sus hermanos, porque si lo hacen los ojos gritan la verdad, están condenados a la  sinceridad más brutal. Los demás, en cambio, podemos fingir cosas que no somos, engañar, crear expectativas, aunque no sea nuestra intención, pero pocos nos pueden entender, pregúntele, Pedro, él le contará, lo ama y aunque tarde,  él le abrirá su corazón.

__De quién es…

__Del asesino de un hermano, era su misión, y tiene que seguir  vengando a… Evítelo, Pedro, solo usted puede.

__ ¿Hermano? Él nunca dijo tenerlo __ se asombró Pedro.

__Medio hermano, y su madre,  y un pueblo diezmado,  Mariano tuvo varias esposas, no simultáneamente, pero tuvo varias, y Nahuel hermanos, sobrinos, y otra misión que cumplir si elige ese camino, que es el que veo, y es el que lo hará más infeliz ahora, pero búsquelo, camino del río,  él suele  recluirse a meditar, a calmar sus demonios,  a comunicarse con el Gran Espíritu, a hacer viajes shamánicos, búsquelo _ soltó Blasco y salió corriendo, con la carta en sus manos. Pedro que había quedado de piedra, ni siquiera movió un pie para seguirlo.

 

“Un silencio ardiente quema mi alma. Mis ojos mustios cerrados, una penumbra gris, mil palabras muertas reviven  cuando pienso en ti. Tu amor voy a mirar en espejos intangibles y el aroma de tu perfume quedará en mi almohada hasta que las frías sombras del olvido me dejen olvidar. Ahora me asaltan tantos recuerdos dormidos. Mis labios sin ti son desiertos que se mueren de sed y siento que la memoria y el destino los convocó otra vez. Pero la vida contigo duele en su cruel alquimia. Abro mis ojos a la vida y no descubro el amor en una mujer u otro, Camila no me enseñó el aroma del amor, a soñar, a vivir y a querer. Solo tú, ¿qué hacer, cómo comprender?

Me he enamorado… para mi desgracia, al menos puedo decírmelo a mí mismo”.

 

Pedro sin darse cuenta había llegado a un sendero agreste que cruzaba un bosque. Dejó que sus pies lo llevaran, pisando las hojas que crujían bajo sus botas. El viento helado le recordó El Pampero, y el bosque al autor que había leído antes de viajar…  “en la profundidad del bosque, dejamos atrás los vestigios humanos, y nuestra reflexión adquiere una riqueza superior a la vida en las ciudades…” “En la soledad del valle, en el riacho que baja de las laderas sembradas de juncos salvajes, nuestra vida es más serena y digna de contemplación”.

¿Un maestro de almas como Guillermo? ¿Cómo se podía conjugar ser eso con lo que podía llegar a hacer? Era imposible. Pedro no era ciego, sabía que su amor no se valía de las palabras, sino de gestos, miradas, a veces duros, otras blandos, tiernos. Un relincho apagado llegó a sus oídos y caminó en dirección al sonido. Un caballo cuyo pelaje oscuro contrastaba con el gris de los árboles asomó entre los árboles. Intrigado, atravesó la maraña de ramas y descubrió una precaria choza junto a un riacho murmurante, y la figura potente que apareció detrás, portando una pila de leños, lo paralizó.

Era él, con el torso desnudo, el hombre que alimentaba la chimenea y la propia, su cabello mojado revelaba que a pesar del frío se había bañado en esas aguas. Pedro contemplaba petrificado la imagen, cuando él lo vio por encima de los troncos, sin asombrarse, como si supiese que llegaría.

 

__ Entra que hay fuego o te congelarás __ le dijo con mirada inescrutable, y Pedro no se hizo rogar, mas antes miró al caballo premiado con avena silvestre.

 

_ ¿Es tuyo? __ preguntó sin atreverse a abordar el otro tema.

__Monto bien, cabalgo mejor dicho, sin montura inglesa ni firuletes, ni modos aristocráticos, solo movido por el instinto, como todo indio.

__También yo sé hacerlo.

Guillermo se asombró.

__ ¿Un señorito fino de ciudad montando a horcajadas y a lo salvaje? _ se burló.

__Suelo ir al campo, Laura también lo hace, y sabes que en Argentina hombre y jinete son uno.__Pedro no pudo callar más la herida que sangraba en el pecho__. ¿De dónde eres, Guille?

 

Guillermo supo que no le preguntaba por su sitio, ya le había relatado eso, él quería saber más de su origen, sus medias explicaciones le habían dado pistas, pero ¿de qué? No podía decir lo que Agustín aún callaba o lo que no había leído, y al mirarlo sus ojos colmados de preguntas le dijeron que él era sincero, puro, directo como siempre.

 

__Soy mestizo, Pedro, como mi padre, su madre es india, su padre no, mi madre fue una cautiva huinca que me crió hasta que pudo en las tolderías. No donde vivimos ahora, en otro sitio, de donde fuimos expulsados por los colonos.

Las palabras brotaron con dulzura.

__Por fin entiendo tu apego a mi hermano, tus modales y educación y tu exótica belleza, tu espíritu osado.

__ ¿Te parezco bello?

__Mucho, y seductor, y no te propones serlo, como… el idiota de Matías. Eres un brujo indio que hechiza a los hombres, enemigos o amigos.

Guillermo le acunó el rostro entre sus manos ásperas.

 

La mirada dulce de Pedro lo atravesaba, diluía en parte su temor al rechazo, junto con el sentido común que le quedaba.

__Conozco de sortilegios, algunos…__ Las palabras se detuvieron, y Guillermo señaló _. Entra que hace frío.

 

Pedro confuso y contrito lo siguió al interior que era sencillo, tan solo tenía la chimenea de barro, un taburete y un catre, un remolino oscuro de premonición se agitó en su pecho, y subió por su garganta hasta casi ahogarlo, Antonio le había contado, Guillermo sabía, y mientras este removía el fuego con un atizador el recuerdo lo hizo estremecer. El seductor desapareció de repente, para dar paso al depredador que calcula el momento de atacar a su presa, y fue un instante aterrador, en que Pedro pudo asomarse a las tinieblas del alma de su hombre. Claro que él no lo había visto todo, no aún. Los ojos de Guillermo se pasearon en torno a los suyos con extraño fulgor.

 

__ ¿Quieres ver al hombre que tienes delante además de ya saber de dónde provengo, lo que soy? ¿Te atreves a conocer el espíritu de alguien que jamás conocerá la paz?

Eran amenazas, que suponían un castigo feroz.

__Sí __ dijo con aplomo.

__ ¿Cómo me encontraste? __interrogó Guillermo,  atravesándolo con la mirada.

__ Por el caballo, estaba caminando, me perdí en el bosque y te vi _ respondió Pedro sincero.

__! Por casualidad! __ lo dicho por Guillermo con sorna se clavó como daga en Pedro__.  Está bien, no necesito que digas nombres, solo una persona sabría dónde puedo estar, déjalo. Supongo que esa misma persona te debe de haber contado de mi ausencia de estos días, tal vez más, ¿no es así?

__ Yo pregunté, a mi hermano, a todos _  balbuceó Pedro entre confundido y  dolido por la distancia que él imponía __. Estaba preocupado, hace días que hicimos un pacto, luego no te vi más y… ¿viste a los tuyos?

__ De pasada.

__ ¿Te escondes en esta choza desde hace días? ¿Ya no irás al convento?

__ Solo la armé ayer, voy y vengo, según donde me encuentre la noche, ese es el destino del indio _ dijo en tono monocorde.

__Te dije que sí quiero saber todo de ti, Guor _ repitió Pedro con un aplomo que no sentía.

Una respuesta simple y fatídica. Guillermo se incorporó con lentitud como si quisiera encandilarlo con su mirada profunda antes de devorarlo de un bocado, y sin evadir la mirada, se golpeó el pecho con un puño, el corazón de Pedro se saltó un latido.

 

__ Por tu Dios Pedro _ bramó__, es que no te das cuenta de que soy un egoísta que te llevó a ese pacto, te libero, olvídalo, soy un indio, un asesino, un paria, no puedes amarme, no vos. Este hombre _dijo mordiendo las palabras _, sigue revolcándose en el fango  y así será. No es un viudo excéntrico ni un caballero de tu sociedad de pitucos que tenga fortuna y cuna. Es hijo de una cautiva de un cacique, con un destino que cumplir entre su gente, una misión de venganza que no podrías entender, un tipo que hizo infeliz a su esposa, que fornicó con su cuñada buscando sentir, hasta entender que era gay, que apenas ve a su hijo, alguien que ha matado indios enemigos y huincas, y con oscuros secretos que creo descubrir en esa mirada, tras el resto de amor, debería haber solo espanto. Este y sin ahondar, es el hombre que tienes ante ti, precioso, tan egoísta que te llevó a un compromiso de sangre siendo que no te llega ni a un dedo del pie. ¿Creías que por ser gay acarreas con  algo poco elegante? Eso puedes disimularlo, casarte con esa chica, ser amante de ese Doctor que se casaría con tu hermana, pero eres un rey a mi lado, jamás te mancharías las manos con sangre, y apenas puede entenderlo tu hermano que es cura. En mi cultura la justicia no la imparte un juez, precioso, es un deber de honor, que cuando te afrentan,  un amigo o familiar tome venganza, y no por ello hay luego culpa o arrepentimiento, es algo que el huinca no podría entender. Y por todo eso es que no quiero que te acerques, no soportaría verte reducido a la miseria también, ya muchos padecieron por mi culpa. Soy un paria, no merezco ser amado, no merezco nada.

Pedro miró en pasmo cómo el gran cacique se desmoronaba ante sus ojos víctima de las culpas  por lo que su cultura le había llevado a hacer, por lo que aún debería hacer, y por lo que no se sentía capaz de hacer, o merecedor de  sentir. Toda su fuerza ciclópea, su entereza ante la adversidad se deshacían frente a sus demonios internos. Él podía lancear y malonear, escalpar y luchar contra cualquier obstáculo, menos contra aquello que provenía de sí mismo, la invariable naturaleza de su ser y su cultura diferente, para lo cual ni Agustín le ofrecía redención, y Pedro sentía a flor de piel la desgracia que se cernía en torno y sobre ellos.

 

_Nahuel… __musitó, y la reacción violenta de Guillermo lo enmudeció.

__! No me llames así! Solo mi esposa, y mis amantes, mi cuñada, los de mi pueblo lo hicieron. ¡No quiero que pronuncies ese nombre así vos, nunca! __ le gritó con ferocidad.

 

Más herido que jamás, Pedro retrocedió, necesitaba el aire que cortaba el rostro, se ahogaba, necesitaba cielo, tierra, agua, la apacible visión del mundo que aclarase su mente. Y huyó de la choza antes de que Guillermo pudiese darse cuenta de lo que estaba haciendo. Corrió entre arbustos y ramas heladas arañándose el rostro, desgarrándose la piel sin notarlo, y al llegar al caballo, aferró sus crines, trepó a la grupa de un salto, taloneó en los ijares y la monta respondió al instante sacándolo de allí cortando camino por el bosque pisando lo que fuese con sus cascos.

Inclinado sobre la grupa como si huyese de un enemigo gigante que le pisaba los talones, con el rostro encharcado, sorteó cada roca y obstáculo que ese bosque oponía ante él y salió a la carrera. Tomó un camino divergente desconocido, galopó sin mirar atrás, sin saber qué hacer adonde fuese mientras las lágrimas le barrían el rostro y se congelaban en sus mejillas. Ningún desplante que hubiese sufrido en su familia, siquiera si hubiera gritado que era gay en esta tierra,  podría haberse clavado tan hondo, atravesar con tanta crueldad su interior hasta hacerle sentir con más dureza que él no estaba destinado al amor, que nunca tendría un compañero ni un sitio que pudiera ser propio, como seguramente Guillermo en su tribu aunque escalpase para ganarse a su gente, siempre sería mitad indio, mitad huinca, así se extendía ante él un abismo que lo separaba de todos, que le impedía la unión completa, hasta con un par, porque Guillermo no veía que eran lo mismo, renegaba de ese amor eterno que corría  por sus venas.

El caballo agotado y sudoroso se detuvo en un páramo junto a un riacho. Pedro no supo adónde dirigirlo, comenzó a dar vueltas en círculos. Los cañaverales se entreveraban formando un suelo falso que lo hizo caer en una trampa. El animal se hundió en el agua, corcoveó asustado. Pedro se sujetó a las crines pero resbaló debido a que no sentía las manos y cayó al agua helada. Hubo entonces un instante de silencio y paz en su mente, un alivio pasajero al sentir cómo el frío se adueñaba de él, lo congelaba, dejando el dolor que lo había quemado desde el momento en que Antonio habló, su vida como decía el libro parecía más serena, digna de contemplación.

Po fin contemplaría la verdad profunda, dejaría de hendirle el alma la sensación de estar fuera de todo, se desprendería de ese cuerpo, sería solo alma que seguiría a Guor, entraría hasta fundirse en la suya si así podía amarlo. Se hundió con lentitud, y sus pies tocaron  el terciopelo del fondo. Una acogedora amnesia se apoderó de su ser. Nada dolía, nada existía, fuera de ese pozo frío que lo acogía para evitarle más dolor.

Por eso el tirón que lo sacó del agua fue tan abrupto y le provocó tos y náuseas, tampoco ayudaban las palabras feroces, el tono revelaba una ira intensa y la voz que se abrió camino en la memoria le resultó penosamente familiar.

 

__Pequeño tonto, cabeza hueca, mocoso del diablo…

Unos brazos sólidos lo levantaron y lo colocaron sobre el suelo duro. Pedro entreabrió los ojos y chocó con el rostro pálido demudado de Guillermo, con sus cejas fruncidas,  los ojos fuera de las órbitas, el pelo mojado. Lo frotaba con tanta violencia que sentía que le deshacía hasta los huesos.

__! Diablo de huinca, ladrón de caballos también…!

Lo último, a su pesar,  le arrancó una sonrisa con hoyuelos que iluminó la noche, y enseguida se convirtió en tos.

_ Ahora cargaré con más culpas, no ya de tu muerte, pero por lo mínimo de una neumonía.

 

Sin saber si él hablaba en broma o en serio, aún aturdido y aterido, Pedro se dejó llevar a lomo del caballo, que obedeció al silbido del amo. En su interior se alegró de saberlo bien, había temido marcarlo con su alocada carrera. Tiritaba tanto que le dolían los músculos, y aunque Guillermo lo apretaba contra su fuerte pecho, Pedro no conseguía arrebatarle el calor que su cuerpo le reclamaba.

Llegaron a la choza rápido pese a que a él la huida le había parecido una enorme distancia. Con eficiencia, Guillermo lo cargó, lo entró y lo depositó junto al fuego, le quitó la ropa empapada a manotazos y, sin darle tiempo a nada, lo envolvió en una manta que había puesto a calentar, lo frotó hasta que le hizo arder la piel, y sin intervalo, puso entre sus manos un tarro de lata con una bebida hirviendo.

 

__Tómatelo hasta el fondo.

Pedro como autómata bebió quemándose la garganta, los vapores de lo que fuere lo marearon, pero enseguida se repuso, y miró al hombre que seguía moviéndose a su alrededor como en un ritual, procurando hacer confortable ese refugio desolado.

__ ¿Cómo me hallaste? _ preguntó Pedro, confundido.

Guillermo se frotó la cara y el pelo.

__Dabas vueltas en círculos, no fue difícil, pero me diste un susto que en mi vida tuve, ni con mi hijito. Creí que te habías descabezado, que el caballo te había pisado, y al fin te vi en el lago.

__ Pero… estaba hundido en el fondo.

__ Es poco profundo, flotabas, pero podrías haber muerto, de todos modos, y lo único que ibas a lograr es aumentar mi dolor.

__ ¿Su dolor cacique? _ gritó Pedro con la voz cascada por el enfriamiento y el brebaje__. ¿Y el mío? ¿Puede entender el dolor ajeno, o solo siente el propio?

__Precioso, no estás ahora en condiciones de pelear conmigo.

El castañeteo de los dientes le impedía hablar claro, pero Pedro lo hizo.

__Moriré peleando, si hace falta, usted no es el único que lucha señor Graziani.

__ ¿Graziani? ¿Ya no me llamas Nahuel?

__No si soy indigno de ello.

_! No entendiste nada! Te dije que nunca me llamaras así porque eres único, porque eres distinto a todos, eres mi amor. Así me llamaba Ana, mi cuñada, hasta cuando me descubría alguien en tu bendita ciudad para humillarme, no quería que ese nombre estuviese en tu boca. Quiero que mi nombre suene diferente en tus labios. Llámame como lo dirías en tu lengua, necesito ser otro para ti. ¿Qué creíste que te estaba diciendo? ¿Por eso escapaste?

Pedro se sintió un tonto por haber supuesto lo que no era, y furioso  porque él lo hubiese puesto en ese trance.

 __ Di mi nombre, Pedro.

__No quiero.

__Por favor, dilo y te contaré todo lo que desees saber.

Pedro le lanzó una mirada furtiva antes de dar otro sorbo al brebaje. ¿Le estaba rogando, Guor suplicando a él?

__Ahora parece que no le molesta volver a ser mi amigo __ refunfuñó.

Guor lo taladró con los ojos.

__Ahora es cuando me doy cuenta de que pude perderte __ respondió contundente.

 

Pedro capturó esa mirada, y percibió tanta súplica, tanta desolación y amor que no pudo evitar que una mano huyese hacia él y le rozase la barba ya crecida, áspera.

Era el primer contacto que tenían en días y los impactó por igual, Guillermo lo degustó cerrando los ojos y aspirando hondo… su aroma, a tierra, agua…

 

__Guillermo __susurró Pedro con voz ronca, accediendo a su pedido__. Para mí eres ese hombre mitad huinca que te habita, Guillermo, Guille, o Graziani cuando me enfade, además de ser el nombre con el que te bautizó mi hermanito.

 

Los ojos de él se abrieron, intensos, profundos, y lo envolvieron en una oleada de amor que le hizo olvidar todas las circunstancias de sus vidas… que Pedro solo estaría un tiempo allí, que él tenía uno o tal vez  más hijos, una esposa muerta, que se había enredado con una cuñada, su venganza  y sus misiones…

Los labios de Guillermo aterrizaron con suavidad sobre los de Pedro, se deslizaron dejando huellas por la frente, los párpados, las mejillas, mientras una mano se deslizó bajo la manta, le acarició senderos, capturando las caderas y montes con la tibieza que el cuerpo empezaba a emanar, y Pedro se estremeció ante el contacto.

 

__No soy un hombre libre para huir con  vos Pedro __ le dijo con dolor__, mi hijo y mucho más me retienen  cerca de mi gente, al menos por ahora.

La duda se filtró en la mente de Pedro, había tenido amantes mujeres, acaso… ¿hijos? Era el shamán de su gente o sería su jefe, todas las piezas encajaban, cómo él no lo había visto antes, sus cambios de humor, sus silencios, atados a la culpa, al deber, era increíble cómo se esparcía la luz sobre el misterio y el velo comenzaba a descorrerse, cada pieza de ese rompecabezas encajaba a la perfección.

¿Qué hacer entonces? La distancia entre lo que se esperaba de un hombre decente educado como él y lo que su mente y cuerpo le reclamaban era tan inmensa como ese amor eterno que se juraran, y lo que decidiera marcaría su rumbo para siempre. O aceptaba al hombre con defectos y su mundo, y caían  o se salvaban juntos, o lo rechazaba en nombre de la rectitud moral y lo alejaba para siempre.

__Solo vine de mi pueblo para estar cerca de Agustín, Pedro, pero… me enamoré __escuchó decir a Guillermo, y no entendió a quién se refería hasta que vio sus ojos fijos en él.

__Me juré que nunca sucedería, que querría a Ana por darme a mi hijito, pero amar…  nunca _siguió diciendo__, y… aquí estoy, siendo nada, mas dependiendo de una palabra, esperando un pensamiento dedicado a mí, y a la vez sintiéndome indigno de ellos, no soy libre, no soy nada, no soy bueno, no tengo nada.

 

De todas las carencias enunciadas, la única que le pesaba era la libertad negada que él declaraba, y lo que sabía era capaz de hacer, ese camino de venganza de algo en el que al parecer caminaba, y seguiría.

 

__ ¿Amas a esa mujer? __ se atrevió a preguntar.

Se quedó perplejo.

__ ¿Amar a una mujer? Nunca sentí nada por ella, salvo remordimiento por haberla usado, para conocer mi esencia, lo que deseo, lo mismo a Ana, aunque a Fabián lo adoro, eso no puedo negarlo.

__ ¿Tu cuñada te ama?

__No… O a su modo, como el resto de mujeres de una tribu a uno de nosotros, por lo que pueden obtener de poder en el rebaño,  al pertenecer a alguien poderoso, no es amor eso.

Guillermo lo miró.

_Lo que en verdad es un misterio, me engalana, es una incógnita es que tú, vos creas amarme, que vos te hayas enamorado de mí, es tuyo el mérito __ dijo apesadumbrado__. Vos sos el objeto de deseo más bello que pude conocer en una vida, y yo puede que tenga fortuna heredada, algo de cultura,  que sea bueno para los números, que pueda moverme entre el huinca…, no paso hambre ni necesidad, hasta pude tener una profesión, pero no tengo boleto hacia la alta sociedad, ese boleto que no da el progreso, sino el lustre que se obtiene por la cuna, algo que nunca me había importado hasta que afloró este amor. Intenté poner una distancia que fuese un escudo, pero cuando empezaste a verme como un hombre, a conocer de mi oscuro pasado, de mis culpas, miedos y marginación que yo mismo cruelmente te señalé y lo seguiré haciendo, igual la distancia desapreció vertiginosamente, y puedes despreciarme por el secreto que intuyo te espantó hace un rato, pero no puedo dejar de pensar que éramos dos espíritus que vagaban,  que se  reconocieron en la diferencia, en la necesidad, en la carencia, y si muriese ahora, ellos rondarían el mundo hasta reencontrarse.

__Sea como sea, siento tu rumor en mi sangre _ musitó Pedro__,  imagen etérea de este nuestro amor, encanto sutil, dulce embeleso, vibración hecha cántico del alma en comunión con el universo. Tú estás allí, allende de los tiempos, más allá de las lides del destino; me afirmas y sostienes sin rozarme cuando acechan las sombras del abismo. Tu energía bienhechora me energiza, espíritu de luz que aún no eres sol, esencia del astral que me custodia protegiéndome en nombre del amor. Pensar que por tu tránsito en la vida, te sientes un ser débil y yo un marginado. Jamás imaginé que ya en la ausencia, seguiría a mi lado tu valor. Si te fueras en una de esas misiones te rogaría te integraras a ese mundo que es de luz y de paz, cerca de Dios, porque aquí, entre mis genes tienes vida y en mi sangre está latiendo tu rumor. Te siento y te presiento en la yugular del beso, en la cercanía del cuerpo a cuerpo, en la dermis que suscita y emprende un viaje sin retorno al interior de nuestros deseos. En ese cerrar y abrir de ojos cuando el calor derrite la puerta de lo eterno,  cuando me agarro a cada poro de tu piel en una escalada sin más abismos que el ser tan tuyo, como tu mío, despojados de todo miedo. Viajo por tu estremecimiento, ensordezco a cada uno de mis sentidos  al fundirme con todo tu ser  sin más freno, que tus manos marcándose  como la lava de tu foro interno… Me sientes y presientes sin límites, en una carrera a fondo sin final a lo largo y ancho de todo nuestro universo. Caemos rendidos el uno sobre el otro apoyando tu frente en el descanso de mis labios,  me entrego a tus últimas palabras antes de que caigas en un profundo sueño: ¡te amo!

 

__"Noche, espejo, péndulo...y un destello del portal con cadenas en las manos". Bien sabes que mi cercanía hacia ti es ineludible y más aún cuando las penumbras nos rodean con su espesa sensación penetrante de gris oscuro. La noche, para ti es parte de tu condena y a la vez, una puerta que te conduce hacia la libertad esotérica. Brilla tu imagen dentro del espejo oval tanto como una estrella fugaz que surca los cielos.

Tu vestimenta color noche no hace más que resaltar tu rostro encendido a través de tus ojos. Ahí, en tu mirada firme, penetrante y perdida a la distancia se esconde el misterio del más allá. Una brisa helada recorre la habitación cerrada y tras de ella se perciben luminiscencias rojizas como lenguas filosas de fuego sin calor. Parece ser una señal de inicio de algo desconocido traspasando los confines del tiempo en el vaivén del péndulo del viejo reloj de pared.

El sonar de las doce campanadas instala un murmullo de mil voces a la vez, agudas, penetrantes, lastimeras y agónicas… hasta que la voz más audible pronuncia palabras indescifrables pero que  eriza la piel y promueve un temblor en el cuerpo y en las cosas que lo rodean,  por cercanía. Y allí te veo, rindiendo culto con una vela roja encendida en cada mano, junto al viejo reloj de pared transformado en santuario viviente de las dimensiones desconocidas. No entiendo tus palabras que cortan el aire con un sonido ronco, pausado, como midiendo una respuesta que la otra voz esperaba.

Un gélido soplo apagó las velas en tus manos, tus rodillas se vencieron y ya en el piso, entraste en un trance prolongado con los ojos abiertos y perdidos en la distancia. Lentamente, las velas tomaron vida y se transformaron en finas cadenas… y fue en el despertar del nuevo día, cuando observé las marcas moradas en tus muñecas.

__Pedro, ¿estás delirando?

__Es la imagen, tu imagen en el portal entre mundos, la que tuve bajo el agua, al parecer estás influyendo en mí con tu don, sé que eres shamán __ le dijo de frente___. Desde tu desnudez sin obstáculos. __ Pedro regresó  a las palabras de Antonio y se estremeció. Guillermo acababa de rescatarlo, había estado a su lado cuidándolo, ahora le declaraba de nuevo su amor y miserias mas nada decía de lo peor, ¿cómo podía mostrarse tan sereno cuando era capaz de dejarse llevar por la ira sanguinaria y arrancar el cuero cabelludo de un hombre? Se imaginó sus facciones deformadas por la furia, sus ojos negros salidos, la mandíbula apretada, los pómulos sobresaliendo, la boca en una mueca feroz de depravación, los ojos inyectados antes de la venganza, quizá pintados para aumentar el terror, y Guillermo vislumbró en la mirada límpida que leía,  una procesión de emociones… terror, asco, incomprensión, dudas, amor, miedo…

__ ¿Qué sucede? __ se animó a decir Guor.

__Nada.

__Eso no es cierto, no intentes mentir porque no sabes, algo te ha conmocionado.

Guillermo lo rodeó por la espalda y al oído le susurró que mentía.

__ ¿Qué ha ocurrido para que tiembles de esa manera?

--No estoy temblando.

__Más mentiras, y te lo haré fácil _ se decidió sentándolo en un movimiento en  su regazo, él en el taburete. Ya sabes que soy mestizo, y bastante de mi padre, y solito preguntando lo que no debías yo creo que sabes otro de mis secretos o más, ¿no es así? Y ahora tienes que cargar con el peso de lo que sabes, y lo entiendo.

Él se hallaba tan cerca que el aliento le movía el pelo en la coronilla, Pedro no podía alejarlo, sus manos estaban paralizadas, y Guillermo aprovechó para acercarse más aún.

__Sabes que soy un hombre peligroso, y temes decírmelo por si reacciono con la violencia del salvaje, pero vos no conoces toda la historia, y lo único que arma tu cabecita es la leyenda del blanco.

Estaban tan pegados que a Pedro le quemaba el aliento en la mejilla, y sentía su dureza presionándolo, esa proximidad podría haberlo alterado, pero en ese momento lo conducía al paroxismo del terror.

__Descubriste que el hombre que amas tiene muchas facetas, y que no es tan fácil leer en el corazón de la gente como creías, la gente no es objeto en una mano que pueda manipularse al perder su espíritu, solo los entregados. La medicina del hombre blanco produce eso, quita el espíritu, en lugar de insuflarlo, cuanto más se intenta curarlo, más se lo enferma, y estás acostumbrado a tratar con esos hombres, no con aquellos que poseen todo su poder, y te refugias con tu familia y sociedad porque la vida real es demasiado como para lidiar con ella.

__No… No es cierto.

__Lo es. Y ya hoy estás arrepentido de haber salido de tu ciudad, de la casa de tu abuela, y no te culpo, pero no tienes que mentirte a vos mismo. ¿De qué huyes al refugiarte entre esos hipócritas? ¿De tu condición… de los hombres como yo? Te voy a contar por qué escalpé a ese hombre, conocerás otra parte de mi vida en la tribu.

Amorcito, no te juzgaré aunque nuestras sangres sean una si luego huyes de mí, pero tienes que saber lo que sufrió el indio cuando expulsaron a las misiones jesuíticas, cómo se jugaron la vida por los padres, cómo se lucha en la Patagonia, acá, en Chile, en la ribera del Paraná, en América, el blanco es insaciable, y mentiroso.

__Yo…

__No hablo de vos, hablo de tu pueblo contra los míos, en todas partes, quieren todo lo que es nuestro, lo leerás en el diario de tu tía y sabrás que no miento, pero acá y en todas partes, nos diezman y nos prometen, nos mienten y asesinan, solo por...  la tierra…,  arrasan tolderías, se quedan con las granjas y ganados, violan a nuestras mujeres, asesinan a los mayores, al negro lo convierten en esclavo, al indio lo matan, cielito, y nos van corriendo de nuestro origen pero un indio vaya donde vaya siempre lleva consigo la tierra de sus ancestros, si un día puedo ir con vos a otro sitio, nunca  esa tierra dejará de ser mía, ¿comprendes?

__Más o menos, sí, he estudiado de las misiones y de los pueblos como el tuyo.

__La versión de huinca, no la realidad, como yo nunca pensé en amar a un blanco y hoy te añoro sin reparos ni prejuicios, aprendo a amar tu cuerpo, tu alma,  tu corazón. Tu desnudez derriba con su calor los límites, me abre todas las puertas para que te adivine, me toma de la mano como a un niño perdido que en ti dejara quieta su edad  y sus preguntas. Tu cuerpo desnudo es una obra de arte que espera verse culminada,  toda una suprema efusión de geografía. De todas las cosas que de ti más extraño, son esos caminos que nunca anduvimos, esas caminatas que ambos de la mano, forjaron mil huellas por playas desiertas y esas fogatas entre tus pupilas, mostrando marchito, el sol en su cuesta. Extraño el verdor rastreado en tu lengua y el sabor que tanto en tus labios, lo mismo en los míos, quedaba impregnado después de un licor, mientras la pasión de besos ardientes irradiaba  al cuerpo calor anhelante. Extraño en tu voz ángeles divinos, risas de alegría, susurros, suspiros, esos despertares bajo un solo lienzo, dos cuerpos desnudos, libres y felices, fundidos en uno. El abrir mis ojos después de soñarte, sentirte tan cerca, despertarte a besos, tocarte sutil tu piel con mis dedos, verte estremecer y volver amarte. Extraño el abrazo largo y caluroso, que en nuestros encuentros, siempre relucía y ese palpitar al ritmo del mío, por el amor  tierno que crecía en ambos, ese amor intrínseco de dos corazones,  motivos,  sueños, romances. Extraño a tu lado esa puesta de sol tiñendo nuestras pieles de dorado, las aguas burbujeantes y a toda prisa, borrando las pisadas al caminar, deleitándose con cada toque de tus plantas y la delicadeza de tus pies, los que al compás de los míos, van en busca de un mismo destino. Extraño cuando nos rendíamos, arrullados al murmullo de las olas, que trataban sin suceso  de remover las arenas que cubrían nuestros cuerpos, para que así la luna nos contemplara desnudos, rendidos por amarnos, sin tiempo, sin vergüenza y casi mudos. Así te he añorado en estos días de ausencia, pero no puedo exigirte una respuesta sin que antes sepas eso que te tortura.

__Cuéntame __ pidió Pedro algo confundido__. Pensé que mi tía había sido su  amor.

__Y lo fue, su único amor y su última esposa fue Blanca y aún la sigue amando, no lo dudes, pero antes tuvo otras esposas. Amorcito, hay cosas de los indios que no sabes o quizá sí y no comprendas, por ejemplo, las mujeres pueden tener hombres antes de elegir marido, y nadie las juzga por ello, cuando un indio desea una esposa la rapta para tomarla, como hizo  Mariano con tu tía, los niños son sagrados, nunca se los maltrata y andan libres por allí, y los hombres guerrean, y pueden tener varias esposas más allá del amor. Blanca fue el amor, es el amor de Mariano, pero cuando llegó había muchas que lo codiciaban, y no lo pasó bien, pero no te contaré lo que puedes leer en el diario, ¿aún no lo terminas?

__Y no, pasa que cuando desapareciste estaba demasiado preocupado, temí que ese Racedo te hubiese apresado o peor, ni siquiera me dijiste que no estarías, no pude concentrarme, aunque sé que debo terminar con ello para dárselo a Agustín _ reconoció Pedro.

__ Ahora sabes el porqué de mi ausencia. Hace mucho tiempo, nuestro pueblo vivía a orillas del Paraná, en lo que se llamaba Provincia Jesuítica del Paraguay, convivíamos en paz con tribus amigas, con guaraníes y con los padres, hasta que ellos fueron expulsados, y entonces el pueblo se dividió, nos alejamos de la costa y nos trasladamos tierra adentro. Solo acompañándome a mi pueblo podrás entender lo que soy Pedro, ese lado que no entiendes.

Guillermo sostuvo a Pedro con una mano rodeando las caderas, mientras la otra le alzaba la barbilla para mirarlo fijo a los ojos. Los de él ardían de furia contenida. El pulgar le acariciaba la mejilla hasta los labios, deteniéndose en ellos con insistencia, Pedro no podía despejar su mirada tampoco atraído por ese magnetismo irresistible. Poco a poco el roce hizo que la boca se relajara, y él aprovechó la ocasión para introducir su  dedo, mientras la mano fuerte abierta en la espalda lo mantenía apresado, con la otra el hombre gozaba del contacto húmedo de la lengua del muchacho. ¿Por qué Pedro sabiéndolo todo no le daba un puñete o un rodillazo entre los muslos como señal de repulsa? ¿Es que sentía miedo de él, o pena de lastimarlo, o lo amaba demasiado? Lo desesperaba no penetrar del todo en su interior, aunque para él lo que compartían no era sexo, hacer el amor era una comunión que los llevaba a las profundidades del ser del otro, allí donde buscaban los misterios, allí donde el alma se hacía una, y estaban presentes absolutamente reconcentrados en complacerse, en todos los sentidos, con todos ellos allí. Cómo deseaba saborearlo lento… con la vista, con el tacto,  con todos los sentidos, y más aún arder y consumirse en el fuego de la pasión.

 

__Con esta mano __ dijo sin embargo __que te acaricia así, tomé el cuchillo.

Sintió el estremecimiento del joven mas continuó, implacable.

__ Y con esta otra _ y la movió sobre las nalgas de él, empujándolo más hacía sí__ sujeté la cabellera de aquel hombre.

Pedro estaba a su merced, nada haría para huir, quizá por miedo a que él volcara su salvajismo, o tal vez por esa empecinada fe en la especie humana que compartían los tres hermanos. Guillermo no iba a dejarlo escapar esta vez. Dejó que su mano vagara sobre el cuello grácil y se aposentara en la zona donde la garganta palpitaba con fervor.

__Fue con esta que arranqué de cuajo la cabeza.

__ ¿La… cabeza? __y Pedro estuvo a punto de desmayarse al oírlo.

__Sí, era lo que merecía el degenerado, luego de lo que le hizo a mis hermanos, a mi padre, a sus esposas.

Antes de que Pedro pudiese objetar algo, lo oprimió contra su cuerpo y descendió con brusquedad su boca, rozándole con la lengua impertinente, buceando en busca de los secretos que escondía. Al fin, antes de retirarse, sorbió con rudeza la lengua de Pedro con la suya y su labio inferior grueso, y este creyó que le arrancaría pedazos. Recién entonces lo soltó, no sin antes sobarlo con impudicia.

__Puedo hacer muchas cosas con mis manos, Pedro, y no todas son malas.

Lo sostuvo hasta sentarlo sobre el catre, y luego ocupó un sitio a su lado, mirando hacia afuera donde el mediodía derramaba algo de calidez.

Pedro ya no sabía qué lo conmocionaba más, si  la promesa de contarle la historia de esa  cabellera, o el beso de Guillermo luego de tantos días. Su temor al salvajismo del hombre se había troncado en otro miedo, la excitación que pese a todo le causara aquel contacto, de manera indigna sin conocerlo del todo por debajo de la ropa su cuerpo clamaba por sus caricias, a pesar de que no las pediría las deseaba. Guor lo despojaba de todo, de sus secretos, pudor, voluntad, y cordura, entre sus pensamientos enredados, supo que ese salvaje casi desconocido a veces parecía conocerlo mejor que él mismo desde otro tiempo o lugar, lo tenía prisionero de sus designios, sus palabras lo habían sacudido hasta los huesos, como ese beso le había asaltado  y atravesado hasta ellos, mas quería conocer la historia, encontrar el motivo para disculparlo, para entender y confiar.

 

__Yo viajé a esa ciudad de la que vienes en busca de una venganza __ comenzó Guor con parsimonia__. La planeé durante mucho tiempo, debido a un hecho que  masacró a mi familia, Mariano está grande, ya no podía hacerse cargo, tenía que hacerlo yo. Mi padre y mis hermanos mayores, eran hombres dignos, a quienes todos escuchaban en la aldea, aún hoy de nuevo la palabra de Mariano es venerada por su sensatez, ellos siempre se mostraron valientes y capaces de defender a su gente, Mariano es un líder, mis hermanos seguían sus pasos.

__ Como tú _ balbuceó Pedro.

__Yo soy mestizo, cielito, ellos eran sangre india pura, no es lo mismo.__ Sonrió y continuó_. Cuando los blancos decidieron que nuestras tierras les convenían, hallaron miles de maneras para convencerlos de venderlas, hablaron con cada jefe, y entonces, se redactó una ley, un pacto de sangre, una ley de sangre que impedía a cualquiera vender la tierra a un blanco sin permiso del consejo Tribal. Nosotros estábamos, estamos organizados, tenemos leyes, ceremonias, nuestro Consejo y asambleas que imparten  justicia, diferente, pero no somos tan bárbaros como todos imaginan como no lo fueron aquellas misiones. __Pedro pensó que Mariano debía de casarse por propias ceremonias, y de súbito quiso preguntar si ellos podrían hacerlo, pero no se atrevió__. Mi padre mismo firmó esa ley, fue uno de los mentores. Pasados los años, la presión del estado aumentó, ya no les importaba cuántos tratados hubiesen firmado los indios, ni tampoco discriminaban entre los que guerreaban y los que, como nosotros, nos habíamos amoldado a la vida de ellos. Como pregonaron antes los padres, fuimos pacíficos, cultivamos no solo la tierra sino las ciencias y las artes, muchos viajaron para estudiar,  Mariano pudo haber ido a Europa a hacerlo, tal vez yo mismo, y hasta visitaron a Rosas en son de paz. Tuvimos un periódico, un alfabeto, una escuela, ya vez que aprendimos la religión del huinca, y nos dieron otro nombre, aunque nunca perdimos nuestras lenguas ancestrales.

Mientras escuchaba, Pedro reflexionaba sobre lo llamativo que le habían resultado los modales de Guor, ahora entendía la razón de todo ello.

__También fuimos buenos a la hora de prestar nuestras armas a los blancos contra rebeldes de tribus enemigas, ganaron batallas con nuestra sangre, pues nadie cabalga ni pelea mejor, ni con más valor que un indio.

Todo lo que te cuento fue hace mucho, yo no había nacido, los indios ayudaron a huir a los padres de las misiones, salvaron a muchos, pero conozco las historias de cada pueblo palmo a palmo, los mayores las van contando, para nunca olvidar. Aun así, ayudando y amoldándonos al blanco, aun con la relación buena con Rosas, y antes con cada gobierno, nadie abogó en favor del indio a la hora de la conquista cielito, siempre prevaleció la traición a la palabra, a los pactos y tratados, a todo, pensaron siempre que el mejor indio es el muerto. __ Guillermo sonrió con cinismo ante la exclamación de Pedro que recordó que lo mismo le había dicho Blasco__. Tu fe, la de Agustín más, está hecha de ignorancia de la vida.

__ ¿Sabe él todo lo que me vas contando, sabe que eres gay?

__Lo sabe, me manda a rezar, pero como no me puedo arrepentir de lo que la sangre manda como deber, su dogma le impide perdonarme, aunque su persona lo entienda, y sí, sabe que soy gay, y ¿de ti?

__Es el único, y tú, y Laura__ musitó Pedro__, no guardamos secretos entre los hermanos y todos para con el resto de la familia. Sigue, yo no soy cura, pero necesito ver una razón para una muerte premeditada, lo de la guerra o el malón puedo entenderlo, la defensa propia, pero así…

Guillermo iba a replicar que no se trataba ni se trataría solo de uno, pero calló esa vez,  como quiso evitarle a Pedro los excesos de aquella victoria, cómo su padre se había abierto paso entre cadáveres humeantes, sembrados de adornos de shamanes  de la tribu, y cómo muchos habían usado cuchillos de los muertos para extraer testículos, orejas, dedos, parches de piel, cabelleras, trozos de cuello entre collares… Así como pateaban cabezas  ladera abajo, toda vileza era permitida en esas masacres, él lo sabía de boca de esos guerreros, pues su padre jamás dijo una palabra de ello. No terminaba de entender esa villanía, la extrañeza de la carnicería que se apoderaba de las mentes otrora cabales.

__ Tras la batalla, cuando mi padre y su gente regresaron a la aldea, encontraron que mientras ellos ayudaban al huinca, había sido saqueada, por el mismo ejército del que formaban parte. Robaron caballos, mataron vacas, destruyeron cercas, quemaron huertos luego de apropiarse del maíz, y el azúcar. Hubo reclamos al gobierno, y los jefes del ejército enfurecieron, no deseaban nada que empañara la gloria de esa victoria, y los predispuso contra mi gente, y  cada batalla que cerraba la puerta a un invasor la abría a la colonización por otro, eran y son nuestra perdición.

Pedro se dejaba cautivar por la voz melodiosa de Guor que narraba historias  terribles con serenidad, como si se tratase de leyendas, y pese a todo, empezaba a compadecerlo al verlo cargar con tantos pesares desde antes de nacer.

__El jefe de la milicia convertido en héroe vivió sobornando indios, sabía que nada obstaculizaría su sueño  de ampliar los territorios.

Guillermo lo miró, una mirada honda, la más triste que Pedro vio y lo conmovió.

__ Mis hermanos y también mi padre, cometieron el peor de los errores, creyeron que harían una favor a su gente accediendo a firmar un tratado de paz que incluía cambiar las tierras originales por tierra adentro,  como los ancestros las del Norte por las del Paraná, o el Chaco salvaje, así decía el huinca que se solucionaría el problema indio.

__ ¿Pero acaso no estaban conviviendo hasta entonces en paz?

__Y los ayudamos en todo cuando llegaron, pero nunca nos tomaron en serio, siempre desconfiaron de nosotros, después de todo yo mismo acabo de degollar a un hombre. Todos somos capaces de cometer aberraciones Pedro, aunque no lo creamos posible. Como te dije  el pueblo  se dividió, algunos se mudaron al Chaco, otros al sur, o al Oeste pensando en fundar aldeas nuevas,  parte de mi pueblo se quedó, confiando en las visitas de los jefes a Buenos Aires, fueron y vinieron cientos de veces, cargados de regalos y promesas, allá hicieron trampas, tratados fraudulentos donde confundían tierras cedidas por otras tribus, y lo que querían era el éxodo masivo del indio, ya sabrás por tus estudios de cómo fue la España a Perú, a Chile, como los fueron empujando.

Para resumir, el comandante en jefe tribal, mi padre, mis hermanos y otros jefes de clanes fueron convocados al Consejo, se dijo que la ola blanca ya no se podía detener, y que si el indio no vendía la tierra, de todos modos le sería confiscada y los expulsarían como animales. Mi abuelo envió una carta personal al presidente, y mi padre, recordando los tiempos de guerra compartidos, la paz firmada, los acuerdos, pero lo primero que hicieron desde Buenos Aires fue  apoyar la expulsión del indio, como seguirá ocurriendo, es lo que siempre digo, no hay sitio para los dos bandos, las guerras seguirán hasta que gane el más fuerte.

Pedro entendió que la amargura de Guor venía por su familia, lo instó a ir allí.

_ Las tierras de mi familia, de mis abuelos, de padre fueron jugadas a la lotería primero, y cuando se hizo evidente que mi pueblo tarde o temprano sería obligado a irse, mi abuelo, mis hermanos, y mi padre decidieron que era mejor aceptar los términos que ofrecía el gobierno, pactar al menos una compensación que ayudara a iniciar la vida en otro sitio, antes que ser expulsados por la violencia o sometidos por las leyes territoriales del huinca, en cambio  otros jefes se mantuvieron firmes en resistir, el pueblo se dividió, y vilipendiaron a los firmantes del tratado acusados de actuar en un  pacto a espaldas del Consejo, y aunque conociéramos  vivir civilizadamente, los jefes que resistieron llegaron lejos, hasta hicieron pinturas de los nuestros conversando con los presidentes, yo no lo viví mas llevo el recuerdo marcado en la piel.

El consejo declaró a mi familia y a los firmantes del acuerdo como enemigos de la nación tribal, los condenó a dimitir de sus cargos y a ser juzgados, solo a Mariano, por intervención de alguien que tú mismo leerás, se le restituyó mucho después, pero entonces fue un terrible golpe para mis abuelos, para mi padre y mis hermanos, una humillación pública que recayó en toda la familia como estigma.

Pedro empezaba a entender el carácter sombrío, su terrible carga a lo largo de la vida, empezaba a entender lo que era el honor de un indio.

__Mi hermano mayor lo supo cuando no pudo asumir como orador del Consejo, y yo nací con ese estigma, pero viví aislado por los estudios que te conté, y luego por ser aprendiz de shamán  y no lo sentí al principio.

__ ¿Eso te acerca a mi hermano, te da tu temple, tu aura de suficiencia, lo puedes sanar?

__Es algo que ayuda, pero no soy aún uno de ellos, no me acerco por eso.

No se pudo saber quiénes fueron los atacantes, pero uno a uno, los firmantes del tratado empezaron a sufrir accidentes, caída del caballo, cultivando… el hacha de guerra enterrada entre hermanos.

__Pero… Tu padre vive y es el jefe y tú…

Guillermo mantuvo la vista en un punto fijo inaccesible para Pedro, un horizonte que parecía brotar desde adentro como reflejo del dolor que laceraba su corazón.

__A él le dieron el privilegio de dejarlo vivo, y la dudosa dicha de ir viendo morir a sus esposas, a sus hijos, a sus padres y abuelos, le fueron arrancando todo cuando menos lo esperaba, en momentos en que se reconciliaba con la vida y disfrutaba de sus nietos.

En definitiva, alguien los entregó cuando  nos trasladamos tierra adentro, uno de los nuestros y Mariano  retiene su gloria al costo de haber visto diezmada una y otra vez su tribu, y  de haber visto morir a toda su familia. Y antes que lo preguntes, yo nací mucho después, y Blanca por si no lo leíste vino luego también, esto pasó antes de llegar acá, y la cabeza que corté, la cabellera no es del asesino de mis dos hermanos, ni de mis abuelos, ni de mis sobrinos, es de un médico que iba con el ejército, y quiso recoger los cráneos para estudiarlos, y cuando  la gente de mi familia fue asesinada por cumplimiento de la ley de sangre, el doctor que acompañaba al ejército pidió les cercenaran las cabezas a todos como bustos imponentes de indio, como se cuelgan la de los animales de caza, así ese desgraciado colgó en alguna pared las cabezas de mis hermanos, todos quienes intentaron defenderlos fueron masacrados, las cabezas pasaron a ser trofeos, solo se salvó Mariano que estaba maloneando fuera de la aldea, y las mujeres que alcanzaron a esconderse con los niños. Las que no, fueron cadáveres apilados.

El horroroso relato, debilitó la entereza de Pedro, que empezó a temblar, acudieron a su mente imágenes espantosas de cabezas chorreando sangre, rodando, de cuerpos mutilados, los dientes le castañeteaban, sintió la náusea, el mareo que precede al vómito, y apenas alcanzó a ponerse de pie, cuando ya se halló doblado en dos echando fuera todo, asustado corrió en busca de aire fresco como si de él dependiera su supervivencia, Guillermo lo siguió, lo sostuvo mientras Pedro boqueaba, no quería que lo tocase, y al tiempo lo deseaba, no podía evitarlo, el shamán que ayudaba a su hermano, el hombre que amaba, el que le sonreía y lo derretía, el que le había hecho sentir lo inexplicable, era heredero de una venganza, pues entendía que ahora estaría tras el entregador de su gente, le habían robado su infancia, desde nacer ya estaba marcado, no podía condenarlo, Dios era testigo de su carga, mas su corazón sangraba, temía a que esa violencia fuera su natural, que el amor no la aplacara siquiera. Guillermo esperaba el directo rechazo, la estocada, lo entendería pues la venganza era un concepto arraigado en sus pueblos, desde tiempos ancestrales, se aceptaba que amigos o parientes vengaran la muerte o el ultraje de un miembro del clan. Quien no acataba la ley de sangre, estaba condenado, lo que él no perdonaba era la profanación de los cadáveres, eso había ido a vengar. Pedro necesitaría tiempo para entenderlo, y además entrar a su clan, estar en la toldería, como sucediera con Blanca Montes.

 

__ Hay más, pero entenderás del todo cuando termines el diario, no repetiré cosas que tu tía solo pudo comprender viviendo entre nosotros.

Debo regresar y elegir, cumplida mi venganza, entre convertirme en shamán,  pues el actual es muy mayor, o suceder a mi padre como jefe, pues asesinaron a todos sus otros hijos, y no sé cómo torcer ese destino para que entres en mi vida, pero si me aceptas pese a todo, lo lograré.

Pedro lo miró entre atónito y confundido.

__El shamán vive solo sin relación alguna, y el jefe debe desposar a la cuñada cuando muere un hermano, Ana murió, y Fabián es mi hijo, pero la esposa de uno de mis hermanos vive y tengo un sobrino, me debo de casar con ella y criar al muchacho si aceptara ser jefe.

__ ¿Qué? __Las lágrimas acudieron raudas al rostro de Pedro antes que las palabras penetraran en la mente, y Guillermo lo acunó, le había dolido más saberlo tan atado que lo que había hecho por su venganza.

__ ¿Lo nuestro será siempre imposible? __ musitó entre sollozos.

__ No, no podría vivir sin vos, Pedro, no sé qué haré, necesito ir a mi pueblo, aclarar las cosas, que lo conozcas, pero no voy a perderte, simplemente no puedo, pero todo depende de tu respuesta de la que sigo pendiente.

 

Pedro dejó el jarro en el suelo, tomó entre sus manos el rostro de Guillermo, vio la mirada desafiante, esa que escondía el temor al rechazo, y que lo perdonase Agustín y toda su familia, pero no podía negarle apoyo a ese hombre que se había forjado a sí mismo en el peor de los ambientes, que había nacido marcado.

En cuanto a Guor, no se había sentido así de vulnerable e inseguro jamás, Pedro era mucho más puro, y por ello más fuerte que él en su interior, conocía lo que pensaba solo con mirarlo, se daba perfecta cuenta del poder que él ejercía, su rechazo sería un golpe mortal.

 

__Di algo, precioso, lo que sea.

__ Te acepto no por lo que eres, no por lo que haces, sino como eres, pero necesito pedirte algo,  ya intercambiamos nuestra sangre, lo hice antes de conocerte por entero, ahora quiero que pienses, el pasado es horrible, el futuro es incierto, pero este instante puede hacernos inmensamente felices, si abandonas ese camino de venganza que solo traerá más dolor y sangre, tienes una parte blanca, mi hermano te mostró el perdón de los pecados, conociste por él a Jesús, abandona ese camino, y yo cerraré mi alma a las dudas y reproches, a lo incierto del futuro y a las consecuencias, porque te amo, y pese a que mi cuerpo se descompuso, nada puede persuadirme de que  te ame.

 

Por toda respuesta, Guillermo lo tomó en brazos, y permanecieron así, fundiéndose el uno en el otro hasta que el calor del fuego, unido al de los cuerpos, reclamó más, y ya no se murmuraron excusas, todo se anhelaba sentir.

Pedro era un remanso para el torbellino interior de Guor, un embalse que aquietaba el oleaje impetuoso, y no podría vivir ya sin él, hiciera lo que hiciese con sus deberes para con su tribu, también era blanco, y muy ligado a él, aunque Pedro aún no lo supiese, lo acomodó en su regazo, y el cuerpo cálido, tibio, lo tentaba como los demonios que se apoderaban de su alma. Lo acarició bajo la manta sin dejar de mirarlo a los ojos. Sus profundidades verdosas eran como aguas de su tierra natal, su mano vagó a detectar los contornos de la silueta sintiendo cómo se delineaban los músculos en ese cuerpo atlético y erguido que para él era la perfección de la belleza. Podría adaptarse a la vida del indio, cabalgar como jinete experto, resistir los embates del clima, recibirlo por completo como ya había hecho, solo él lo cobijaba dentro por entero, sin mostrar debilidades. No le exigía nada, hasta entonces que le pidiera esa renuncia, pero ya le había dado todo. Lo acunó un momento antes de besarlo en profundidad, reclamando su rendición, la lengua buscando sitios nunca besados, absorbiendo y adueñándose de las sensaciones sin escrúpulos, mientras la de Pedro salió al encuentro con audacia, y así entrelazados, comenzaron a reencontrarse con caricias tibias que aumentaron de intensidad a medida que el calor trepaba en los cuerpos, y la sangre hervía en las venas, aquellas manos ya habían recorrido antes los caminos, eran los de un viejo amor de eones que regresaba en busca de cobijo, protección y consuelo, dispuestos a dar y recibir, a complacer y sentir.

 

“Escarbé tus cabellos, mientras tus manos acariciaban mi espalda. Ardía mi sangre bajo mi piel, rozando tus labios con mis labios. Empecemos a ser arena en una playa, mojados con el vaivén de nuestros cuerpos, ombligo con ombligo y de repente mi boca se confundió con tu lengua. Mis manos empezaron a recorrer tus rutas, mientras andabas mirándome sin miedo, tu lengua se escapó de mi boca y se perdió en mi cuello, bajando despacio, ardiendo mi corazón. Yo tomé sobre tu pecho, el cáliz dulce de tu cuerpo, mientras tú, te adueñabas del mío por completo. Ardían nuestros cuerpos, y ninguno se hizo responsable de ese fuego. Fuego sí, mojado en nuestros dedos, del agua que brotaba al mismo tiempo  de nuestros cuerpos.

Una extensión de placer corría por la espalda, mientras encontré un lago cristalino en tu mirada. Una mirada fija, que buscaba la mía, mientras apretabas las mantas y tus piernas me abrazaban. Un mar de besos se adueñaron de nosotros y un temblor de piernas pararon nuestros cuerpos, y en un suspiro de placer, nos dijimos...Te quiero.

Cierra los ojos y sé discreto, hay gente a nuestro alrededor que no tiene por qué enterarse de lo nuestro. Ven, te daré ese masaje que te prometí. ¿Lo quieres? Solo déjate llevar, sigue con tus ojos cerrados y siente mis manos en tu cuello, siente cómo las deslizo de ahí a tus hombros y de regreso. Sí, mis manos están temblando, en verdad estoy nervioso, eres único y no me gustaría decepcionarte; sin embargo, también tiemblan por lo excitado que estoy.

¿Hueles mi aroma? Lo estoy creando para ti, quiero que este momento se grabe tan fuertemente en tu memoria, que puedas volver a vivirlo cuando quieras con solo cerrar tus ojos, esos ojos negros de pasión  que tanto me gustan. Pero sigue relajado, mis manos siguen​ acariciándote, tú de pie y de espaldas a mí, mientras paso  una mano por tu cintura para presionarte más a mí, nuestras respiraciones se agitan más y más, pero seguimos en lo nuestro.

Con la otra mano, acaricio tu rostro, y el dorso de mi dedo índice pasa de tu oído a tu mejilla y continúa hasta tu barbilla, sube hasta tu boca y lentamente dibuja el contorno de tus labios, pasa entre ellos y no puedes evitar las ganas de lamerlo. Lo chupas, y lo haces magistralmente, con tus labios cerrados lo succionas hasta dentro de tu boca, y una vez ahí, con tu lengua lo acaricias, lo sacas y le pasas la punta de ella, como si no quisieras que quedara alguna parte sin tocar. Lo vuelves a meter en tu boca, y con un movimiento rítmico de tu cabeza, lo metes y lo sacas varias veces, dándome con ello una pequeña muestra del delicioso sexo oral que me podrás hacer.

Con la otra mano en tu cintura, la paso lentamente por tu estómago, la subo por él y busco traviesamente hacerlo por debajo de tu ropa; pero no puedo, así que continúo por encima de ella. Beso tu cuello y lo muerdo, siento que te gusta, así que lo vuelvo a hacer mientras mis manos llegan a tus tetillas y al mismo tiempo  las  aprieto... Hacer todo eso provoca que tus rodillas se doblen y tu trasero se pega más a mí para que sientas mi erección. Noto que lo has sentido y veo que te gusta.  Mientras beso tu oído, introduzco la lengua hasta el fondo de él y la muevo de un lado a otro buscando que vivas esa rica sensación, esa que bien podría compararse con un mini orgasmo... Eso de verdad te agrada, desabotono tu camisa, saco la manta de en medio  y te despojo por completo de ellas. Ahora estoy ahí, a casi nada de ser el poseedor de esos magníficos trofeos, de ser el dueño exclusivo de tus bellezas; solo habrá que hacer a un lado un   estorbo  negro, o rojo que lo hace lucir mucho mejor.

Lo veo fijamente, después, nos vemos a los ojos y ves en mí esa mirada pícara. Veo tus labios y nos perdemos en un beso. Mi lengua recorre tu boca como un explorador, disfrutando cada rincón. Con tu boca, la succionas y la haces entrar lo más adentro posible, entrelazándola con la tuya, iniciando una lucha entre ellas que provoca que nuestras respiraciones se agiten aún más.

Mientras nos seguimos besando, mis manos enfrentan una lucha de poder contra tu prenda íntima, hasta que logran liberar tu virilidad y sus alrededores, ahora sí, son míos, esos  secretos que tanto he anhelado, esos que he admirado desde la trinchera, ahora son míos, solo para mí.

Te dejo de pie y me siento en la cama para estar a su altura,  tus tetillas erguidas me llaman, las toco al descubierto y comienzo a besar una de ellas. El pezón está completamente exaltado y la areola comprimida por la sensación de mi lengua sobre ella. Con mis dientes entrecerrados, jalo ligeramente tu pezón y echando la cabeza hacia atrás, exhalas un pequeño gemido. Levanto la vista hacia tu cara, estás ahí pero no estás, tus ojos cerrados y la cabeza echada para atrás me indican que lo disfrutas igual que yo, con la otra mano, aplico una dosis similar en tu otro botón. Ocupo mi boca con tus  montecillos y paso mis manos por tu espalda, haciendo círculos de arriba para abajo, deteniéndome en tu cintura y volviendo a ejecutar la maniobra, haciendo la antesala perfecta para bajarlas hasta tus nalgas y apretarlas.

Contoneas las caderas en señal de que quieres más, así que a la vez, te nalgueo con ambas manos. Tu única reacción es gritar tembloroso, voy al botón de tu pantalón y lo quito, lo bajo hasta las rodillas, me levanto, te volteo y te recuesto sobre la cama. Te quito por completo el pantalón y me resta solo una prenda, solo una prenda para encontrar el paraíso.

Me acerco hasta tu oído y muy quedito te digo que la quitaré con los dientes, aunque para no perder el tiempo, de regreso hasta tu pubis  voy besando cada parte de tu cuerpo y con mi mano, toco tu intimidad por encima de la tela  y la siento  húmeda, tibia, anhelante por completo, estás listo... Listo para mí, listo para recibirme dentro de ti. Listo para que beba de tu elixir o listo para entrar en mí.

Con mis dientes, muerdo tu ropa interior y la voy bajando, cooperas levantando la cadera y entonces me llega ese olor, ese rico olor a deseo, ese olor a pasión, me apresuro a terminar mi misión y te quito por completo la ropa. Eres mío, estás ahí desnudo solo para mí. Hincado entre tus piernas, y tu recostado, puedo verte, puedo apreciar tu belleza. Tu respiración agitada provoca movimientos en tu pecho, tus pezones exaltados me indican tu nivel de excitación, me inclino y vuelvo a besarlos, con la punta de mi lengua lo tarareo y la areola se comprime aún más, continúo  mi tarea con tus  tetillas; mientras con mi mano, busco en medio de tus piernas, tus  montes  y fuentes inferiores están completamente hinchados, lubricas por el glande y detrás.  Mojo mis dedos de ti, tu secreción escurre entre mi mano, entonces, con ella toda mojada de ti, froto tu otro  botón y lo sazono de ti. Como loco me vuelvo a tu  montecillo  recién sazonado y lo mamo, lo beso, lo chupo y lo muerdo, mientras mi mano, vuelve por instinto a tu entrepierna.

Estás que no puedes más, casi a gritos me pides que te ayude, sigo acariciando toda tu parte. Meto un dedo, pero no te es suficiente, quieres más, así que meto dos y dentro de ti los abro y los cierro dándote placeres que tal vez desconocías, tu interior comienza a inflamarse, lo siento en mis dedos, es el momento exacto, abro más tus piernas y me dejó ir a besarte en medio de ellas... Los dedos detrás, te beso por delante.  Estás empapado, estás delicioso, tus fluidos me escurren por la boca, con mi lengua, con mis labios, con mis dientes enfundados   juego en ese lugar y con ellos te hago vibrar, te hago gemir, te estremeces y gritas mil cosas, contoneas tu pelvis. Entonces, mientras mis dedos frotan tu interior, con un último gemido, cierras las piernas y atrapas mi cabeza, con tus manos la presionas hacia abajo y estallas. Chorros de un delicioso líquido van contra mi cara, es mucho, sale más y más   cuando entras a mi boca, cuando bebo de ti sin tapujos, y me embriago. Me incorporo y te veo, estás sudando, jadeando, mis dedos siguen dentro de ti, pero los muevo muy poco, tu sensibilidad es tanta que no quisiera lastimarte. Abres los ojos y me ves, pero no me ves, descubres que te he provocado demasiado placer, que te he hecho el amor, y que te  trepar al cielo, antes de enterrarme dentro de ti, y de cabalgar como el jinete que soy en las pampas.

 

__ Al horizonte, un sol descolorido enseña camino hacia el ocaso. En la lejanía, la lluvia fina vacía las plumas de las almohadillas, mullidas nubes declaradas reinas entre las alturas montañosas.

Descalzo, abandono mis pies en la blandura de la arena. Aquí, cerca de la orilla del mar, huele vagamente a tormenta. El aire se mueve imperceptiblemente, como tus pasos en torno del tiempo; imprecisos, convertidos en la enmarañada vegetación que se extiende sin rumbo preciso.

Entristecido, un pájaro prende su vuelo. Es hora de partir, dejar atrás el nido y el ala de su madre para llenar el vacío hueco que le está esperando en una de todas esas dimensiones. Tiempos inmemorables le devolverán la vida entre intuiciones y misterios; el pájaro y yo, los dos tuvimos la sensación de una pérdida irremisible.

Los pasos, tus pasos, siguen guiando mis huellas, encaminando mi palabras mientras el mundo arde en el crepito de un largo y agudo grito. Es la hoguera de mis deseos incumplidos, el alma que pide la clemencia del día y la bendición de la noche. Huele a vino dulce y borrachera de amor, a pureza de cuerpo despojado de la concupiscencia del pecado.

Descalzo, abandono mis pies en la blandura de la arena, exhalando recuerdos y consagrarme a ti.

 

__Creo que los procesos vividos en el contexto del amor desesperante, son los que al atravesarlos, dejan en mí toda esta necesidad irrefrenable de contarte lo que siento. Lo que siento es lo difícil de poder contarte, no difícil porque no lo entienda, o tenga alguna duda de estas imágenes que me golpean la mente y el corazón con encanto descomunal y furioso, no, es la falta de palabras adecuadas y recursos que siquiera se acerquen a lo que experimento cuando el amor rompe con fuerza ante mi humanidad y me transforma en un animalito que solo quiere y desea estar ahí, a tu lado, dentro tuyo si es eso posible. Igualmente voy a tratar, este amor que te tengo necesita que ponga toda mi ilusión entre mis manos y te la suelte en el rostro y tu cabello y que de ahí descienda por todo tu cuerpo y colonice todo hasta plantar bandera en tu corazón. Ojalá logre transmitirte lo que me sucede en ese momento que mi vida entera, la ofrezco a tu voluntad.

Me acerco a tus labios y ese evento en sí, ya carga de electricidad todo mi entorno. Si pudieras verme como yo, notarías los destellos color  violeta de los rayos como de estática que me rodean y disfrazan mi cuerpo al saber lo que está por suceder. Solo apoyo mis labios sobre los tuyos en suavidad ceremonial, pues no quiero perder ni un segundo de emoción, que nada se escape de lo que está sucediendo entre nosotros en ese momento, que justo ahí, es lo más maravilloso que podemos vivir. Apoyo mis labios sobre los tuyos y solo respiro, nada más, el juego de seducción está planteado y solo espero que con el calor de mi aliento, doblegar la fiera que acecha desde la oscuridad. Con besos suaves de miel comienzo la faena irresponsable para enloquecer. Besito, besitos que te digan quién soy, que todo tu ser hasta la próxima vez, desespere por mí. Ya había cruzado mis manos por debajo de tus piernas y apreté tus fabulosos muslos que rítmicamente me empiezan a enredar con ese amor loco que  tienes y me aprietan en franca constricción de la que ni quiero escapar. El aroma de tu piel hace lo suyo, esta fiera ya está domada también.

Entre los besos y mi desesperación espío a la bestia que no para de caminar nerviosamente de acá para allá. Me penetra con su insolente mirada, me quiere intimidar, excitada se pasea un poco más, se muestra, duda en ceder, pero sé que lo estoy por lograr. Llevas tus manos hacia la pared, detrás de tu cabeza y comienzas  a empujar con tus palmas desplegadas. Escucho tu voz, adivino lo que me dices, aunque no logro entender en el idioma natural, sí en el otro, en el que hace poco nos deleitamos en crear. Es mi momento de mostrar mi poder. Venzo la resistencia y accedo a la suavidad y encuentro tu poder.  No lo veo, lo entiendo por tu vibración, puedo percibir tus manos empujando más fuerte la pared, tus hermosos y calientes pies dibujan cosas indescriptibles en  el aire y empiezo a enloquecer. Mis besos, recorren toda tu  virilidad, montes, selvas, y nalgas  y hasta las comisuras que unen tu amor y  el ingreso a vos con que me sometes, llegan a sentir la entrega que soy capaz de demostrar  por vos. Sacudón tras sacudón llegamos al cielo más alto que podemos soñar y aun así es más abajo que la próxima vez.

 

Besos de despedida por hoy, me entregas tus últimos temblores y la bestia me embebe de poder, otra vez me dejó hacer, me dejó que la ame como yo sé, recostada en paz en su lugar, autoriza que me acerque, ahora sí beso su boca, y la abrazo y le cuento mi amor. Los ojos nos brillan a los dos. Bebe mis lágrimas en silencio y me cura. Yo no necesito nada más, eso es el amor, yo le entregué mi tiempo, energía y mi pasión, pero en ese acto puro de amor, el feliz también soy yo.  Hay que saber muy bien cómo amar, mi manera es mostrándole, sin egoísmo, mi corazón.

 __ ¿Qué haremos ahora? __ preguntó Pedro aún aturdido entre tantos sucesos, emociones, terror y amor.

__ Esperar a que sane Agustín, tú deberás ver a tu padre, y yo esquivar a los milicos en tanto, pero en algún momento, cuando termines el diario, cuando aclares todo con tus hermanos, necesitaré que viajemos con los míos, que te adentres en ese mundo, que no te será desconocido, tengo que estar allá para poder tomar la mejor decisión. Y por ahora deseo volver a saborearte sin detenerme por nada, sin limitarme en mis sentidos, sin tener que recatarme ante la mirada de nadie. Dejarme llevar por mis deseos, y beberme a sorbos tus latidos,  dejarme llevar a los cielos con tu piel sobre la mía... Llevar en mi aliento tus suspiros y revolcar mis deseos húmedos en tu cuerpo, jugando enardecido con mi piel caliente sintiendo el fuego abrasador de la tuya.

No sé hasta dónde me lleve este amor, esta pasión que de pronto me consume y desata mis demonios hasta llevarme a la locura porque eres tú quien inquieta mis sentidos. Estas ganas de perderme en tu cuerpo y acabar entregado  dentro de ti. No me temas, Pedro, jamás te haría daño…  aunque mis manos estén…  manchadas de sangre.

__ ¿Te quedarás en esta choza? __interrogó Pedro.

__ Por esta noche solamente, me gustaría dormir con vos, mas creo que deberías regresar con tus hermanos, o a la pensión __ respondió sensato Guillermo.

__No puedo, no en este estado, casi me ahogué en ese lugar, y luego de espanto, más tarde de amor, es demasiado intenso todo _ se sinceró Pedro.

__Mi bello y valiente jinete __murmuró Guillermo__, quiero amarte sin descanso y que  me ames siempre, quiero reiniciar el juego del amor una y otra vez, hasta caer rendidos en un abrazo, y al fin poder dormir en paz, por ahora olvidado de mi venganza, de mis deberes, no sé cómo será el futuro, pero en este instante, soy el hombre más feliz del mundo, nunca pude sentirme así en mi vida, y eso es por tu amor, Pedro, el amor que me redime, el amor que me cobija, que  me protege de mis demonios, de mis culpas,   el que me da el poder. El verdadero don.

__ ¿El poder del amor? ¿Qué otro don?

__La libertad, cortas mis cadenas, y me devuelves las alas, y al menos por hoy, sé que puede que exista una esperanza  de una vida mejor.

__ ¿En verdad no puedes sanar a Agustín?

__ No, Pedro, no soy shamán… todavía, es otra cosa lo que me lleva a él.

 

 

 

CONTINUARÁ.

HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS, HECHOS CON REFERENCIAS HISTÓRICAS MODIFICADAS DE DIFERENTES FUENTES.

Libro de anclaje para  algunos personajes: Indias Blancas de Florencia Bonelli, otros pertenecen a Pol- ka, Farsantes, año 2013, base de ficciones Guilledras sin fines de lucro.

CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.

 

1 comentario:

  1. Linda historia pero para mi un poco compleja de entender.. muy lindo Eve Monica Marzetti

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