lunes, 12 de julio de 2021

SINO CAPÍTULO QUINCE

SINO

CAPÍTULO QUINCE


“Si no ardes por alguien, si nada te sacude el alma y sin

entusiasmo: vas mal, algo te detiene, vives a medias”. W. Riso.

Si no vas a amar a mis demonios, vete.

No intentes sacarme de mi infierno. “Montecristo”

“Ni la juventud sabe lo que puede,

ni la vejez puede lo que sabe.” José Saramago.

No hay hombre más peligroso para sus semejantes

que aquel que ya no tiene nada que perder. “Montecristo”.

 

__ ¿Te sientes mejor como para ver a esa gente? __indagó Guillermo en el rostro y en la mirada, Pedro asintió mientras tomaba el aire de mar y Guillermo bebía sus lágrimas.

__ Perdona, no quise ocultártelo, es solo que no hablo de esto desde que dejé terapia, y al igual que tú, no creí que te amaría, y luego que tú me mirarías siquiera__ balbuceó Pedro.

__Ya está, ahora intentaremos despojarnos de esto por el día, pero mañana escaparemos temprano, y no hablaré yo, necesito que te sueltes, que me abras tu corazón, que compartas el averno, para ello soy tu pareja, lo mío puede esperar, la muerte de Juan fue horrible, es verdad, pero la tortura de ustedes supongo que fue mucho peor, y para ayudarte necesito conocerla __ le pidió Guillermo, Pedro tragó el nudo de emociones.

__No podré contarte detalles, no me los pidas, hay un diario, te lo daré _ confesó__, hicimos con mi hermano terapia, el analista me lo aconsejó, allí sí está todo, lo que yo ya no deseo poner en palabras. __ Pedro lo miró con los párpados de nuevo empapados__. ¿Podrás seguir a mi lado?

__Siempre, soy tu espíritu afín, tu alma gemela, tu otra parte, no lo dudes, y poco a poco podrás entregarte a mí, no hay apuro, siempre estaré.__ El dolor de Pedro que se hacía carne en Guillermo le despertó la necesidad y certeza de que deseaba cobijarlo y protegerlo de todo mal, para siempre, él no se perdería como Juan__. En el café de las mañanas sumerjo tus besos, en la dulzura de estos dibujo tus labios; esos labios que me queman, que me hacen buscarte al acostarme. En el café de las mañanas escribo tu nombre, el deseo más anhelado no solo por mi mente y cuerpo, sino también por este corazón. Es el deseo más dulce y puro que puedo entregarte, el deseo más difícil, el deseo que quiero alcanzar, como se alcanza una estrella. En el café de las mañanas dejo recuerdos, dejo todo aquello que me conduce a vos. En cada sorbo recuerdo cada beso, cada caricia que me regalas. En el café de las mañanas puedo dejar todo, pero a la vez no dejo nada pues, todo está atesorado en este enorme corazón.

“Adoro cuando cierro mis ojos y sus dedos recorren mi piel con sutileza, como enardeciéndome entero juega con mis sentidos alertándoles. Disfruta cómo eriza mi piel, delata mi deseo, continúa el recorrido por las piernas entre mordidas y besos, es casi imposible que no se escape un suspiro entrecortado, continúa llegando a los muslos, se detiene lamiéndome. Me retuerzo por sentirlo. Su juego se va extendiendo y frente a mi sexo él acerca su aliento y nota geografía y las gotas que desbordan de mi carne. Su lengua recorre ávida de deseos y me estremece cómo él recorre y continúa al vientre besando cada marca y  tatuaje, juega con  mi ombligo, mordisquea su piel, sigue hasta llegar a los pezones erectos y le invito a hacerles mil besos, a destrozarles con cada lamida, con cada mordisco,  él ve que yo desespero con cada sensación, besa mi boca, respira en mis oídos donde susurra a su  hombre… eres mío, besa con desespero mi boca, sus manos encendidas me exploran y se adentra en mi cuerpo mientras  observa cómo  yo me   entrego a sus pasiones. Extasiado me transformo y suplico a mi dueño que posea por entero mi cuerpo.”

 

Pedro se estremeció pues todo pudo sentirlo, sí, lo deseaba, se creía preparado, haber empezado a contar su verdad era el inicio de la sanación, no negarla y apartarla hasta del recuerdo.

_ ¿Amorcito?

 

__Pensaba, o me imaginaba haciendo el amor contigo, y siento que no era en silencio y negando como podría sanar mi fobia, así como no lo hizo mi hermanito__ musitó ruborizado__. He esperado una  vida para  encontrarte siempre buscando entre el día y la noche. Pensando qué decir, qué hacer al verte. He creado historias, he descrito mundos. Cartas  y líneas escritas solo a ti…  a tu alma, a tu corazón. Qué misterios: No te veo pero te idealizo. No te escucho pero imagino el tono de voz. ¿Quién no ha soñado con el amor? ¿Quién no ha esperado una vida por él? A lo largo del tiempo he guardado historias, he deshojado flores en tu nombre. ¿Me querrá? ¿No me querrá? Un mundo. Un espacio vacío por llenar. Un sueño por cumplir. He esperado una vida  y esperaría mil vidas más en la espera de ti, mi enigmático y misterioso  ser de mis sueños,  dueño de mis suspiros. Siempre quise saber por qué soñaba, tenía una especie de don, presentía cosas  que sucederían, y de niño lo tomé como un juego, luego como algo curioso, al fin como una tortura, hasta que mi analista me explicó que era un don, que la mayoría de gente sueña con su pasado, y que yo puedo trascender mi presente, mi persona y mi entorno, y empecé a sentirme dueño de mi destino, a gozar  de soñar, a hacer de ello un arte, y la confianza llave de la felicidad, inundó mi interior,  pero luego me enseñó  que para alimentar este don, existe siempre un centinela, un guardián del don, de los sueños, un espíritu afín que apuntala el don, que todo el mundo necesita un centinela como el reflejo o la sombra, solo que entonces yo no conocía el nombre, la misma esencia compartida, y que no se sueña solo sino de a dos, y que para ello se necesita de dos almas enlazadas, que un sueño verdadero es un mensaje entre dos almas, y, recién ahora puedo entenderlo, al sentir cómo se unen nuestras historias, que siempre he estado esperándote, y soy afortunado, pues a veces ese espíritu se halla en otras vidas, y yo te encontré  muy cerca.

__ ¡Qué buena noticia! Porque yo también sueño con vos, precioso, y es la primera vez que me pasa, te presiento antes de tu llegada, persiste tu aroma en mí, siento que me llamas y el sonido parte desde mi mente, o desde mi interior, y ya pensaba  que estaba volviéndome loco __ confesó Guillermo despuntando una sonrisa seductora__. Bueno, ahora todo en  un rincón, pero mañana tomaremos el barco y nos perderemos en una isla, nos contaremos todo, ¿sí?

__ ¿Y ellos? No quisiera que lo busquen o se ofendan por no ser invitados, si es que empiezan a tratarme mejor luego del paseo de hoy.

__Ellos… dormirán hasta tarde, y se hartarán de navegar, y si siguen molestándote o juzgan nuestro amor, no fueron nunca mis amigos. Vamos.

Pedro lo retuvo posando su mano en el brazo.

 

__Guille, yo era…  un hombre muerto, sin haber comenzado a vivir, solo esperaba la muerte, hasta que te vi, estaba en silencio, y escondiendo mi fobia. Pasaba el tiempo y regresaba la noche. En el pequeño hotel ubicado en el centro del bosque reinaba un absoluto silencio. Era un silencio conmovedor, intangible, que más que un silencio imaginaba como un silencio triple. El primer silencio discurría entre la vitrina colmada de copas y el mobiliario de la sala principal, con una calma sorda, que resonaba en mis oídos.

No se escuchaba sonido alguno en el largo garaje del hotel, ni de autos o personas. Si hubiera habido gente alojada en el hotel, aunque solo fueran unos cuantos pasajeros que pasaran allí la noche, su lento caminar en el pasillo del crujiente piso de madera del piso superior, sus tranquilas respiraciones o sus ruidosos ronquidos, habrían derrotado al gris sonido del silencio, como el de una tibia brisa perfumada, en una noche de un verano palpitante.

Tampoco se escuchaba música, así que tampoco se escuchaba acorde alguno. Y por supuesto, no había ninguna de estas cosas, y por eso persistía cada vez más grave, el silencio.

Parecía como si también el frondoso y hermoso bosque que rodeaba también al cuidado jardín del hotel, con la complicidad de la naturaleza, se había convertido en un lugar lúgubre y silencioso.

En el pequeño y coqueto hotel del bosque, un hombre solitario yacía en su habitación en la posición fetal, acurrucado en su enorme cama, tapado casi hasta su cabeza. Perecía que tuviera miedo de algo a suceder. Estaba despierto con sus ojos abiertos, esperando el sueño en la oscuridad, absolutamente inmóvil.

En otra habitación se encontraba otro hombre, parecía un sacerdote, se había despojado de su ropa y desnudo, solo cubierto con una gran túnica roja estaba acostado en el piso formando con su cuerpo una cruz, con su cabeza apuntando hacia la ventana de la habitación. Estaba absolutamente inmóvil, hasta parecía que no respiraba, y en una conmovedora quietud y silencio.

Estas situaciones le añadían un oscuro presagio y asustado silencio, al otro silencio, haciéndolo aún más frío y más fuerte. Entre los dos parecían hacer una especie de voz muda, como una segunda voz.

Al tercer silencio, no era nada fácil reconocerlo. Si pasabas un largo tiempo tratando de escuchar, entonces quizás empezaras a percibirlo entre las paredes cubiertas por una enorme biblioteca o en los cristales tallados de sus vitrinas, o en las enormes copas que colgaban quietas y transparentes detrás de la barra del bar.

También se lo percibía, extrañamente, en la luz amarillenta de una lámpara que alumbraba el pasillo del piso superior, con sombras silenciosas que se movían. También estaba en el silencioso bosque, donde ni siquiera una hoja de su frondosa vegetación se movía, y ni ave nocturna se escuchaba. Estaba también en un montón de hojas arrugadas, apiladas y usadas, arriba de un escritorio en una oficina del hotel. Allí todo parecía viejo, se percibía el aroma de libros viejos y un extraño perfume a mirra flotaba como una tibia niebla en la habitación. Y estaba también en las manos del hombre que se encontraba allí, sentado inmóvil.

Sus ojos eran distantes como el mismo cielo, y se movía con la silenciosa certeza de aquellos hombres que, como sabios, saben muchas cosas, aun las que pueden suceder. El pequeño hotel era suyo, como también era suyo el tercer silencio. Y así debía ser, puesto que ese era el mayor de los tres silencios, y más poderoso, que envolvía a los otros dos. Era frio, gris, desagradable y profundo, como el tiempo de un otoño frio y lluvioso.

Se lo apreciaba como grande, duro como una gran roca rodada por años en las aguas de un río de montaña de aguas frías. Era un sonido silencioso, paciente, impasible, con un destino seguro a cumplir, como el de las flores cortadas y moribundas; y así era.  Era el silencio de un hombre que esperaba su muerte. Eso sentía o soñaba, un hombre sin vida.

__No digas eso, sos un sobreviviente, y puedes confiarme todo, yo no juzgaré, no te condenaré, y tienes que dejarlo atrás porque quiero que camines a mi lado cielito __ pidió Guillermo mirándolo con fijeza__, y así yo podré sepultar mis propios demonios. Justo aquí, y ahora, en este preciso momento, debo ese porqué “resolver” resurgir el resto de mi vida, no importa lo que digan los demás. En este momento no necesito todas las respuestas, ellas vendrán a su tiempo, o no, o quizás aquella pregunta innecesaria simplemente se desvanecerá. No hay prisa. La vida no tiene prisa. Soy a ratitos como las estaciones del año. El invierno no está tratando de convertirse  en verano. A la primavera no le urge ser otoño. La misma hierba crece a su propio ritmo. Las decisiones que vaya a tomar se harán y en eso no tendré  más opción que seguir adelante.  Las decisiones que tomé se tomaron, los acontecimientos se irán revelando, sin embargo, en este momento tal vez no necesite saber las soluciones o los resultados o cuál es la mejor manera de proceder. Tal vez ese no saber es un huésped bienvenido al banquete de la vida. Tal vez esa apertura a todas las posibilidades es un amigo muy querido. Tal vez incluso la confusión pueda llegar a descansar aquí. Y así, en lugar de querer “arreglar” mi vida, en lugar de tratar de resolver cuidadosamente lo imposible y así completar esa historia épica de un ficticio “yo”, simplemente me relajo  en el absoluto no saber, desentrañando  todo en el cálido abrazo del misterio,  sumergiéndome profundamente en el momento, saboreándolo plenamente  con toda su singularidad y grandeza.

Y entonces, en mi aquí  y ahora  tal vez sin ningún esfuerzo, sin lucha ni tensión, sin que tenga que involucrarme en nada, las verdaderas respuestas surgirán dulcemente en su propio tiempo.  Y sé que llevarán tu nombre…

 

El día en el barco con las parejas de artistas y modelos resultó más excitante de lo que el grupo de Guillermo había imaginado.  Los varones se mostraron encantadores, y eran tan  atractivos que Gaby e Isabel no les quitaron los ojos de encima. Para sumar, ellos las colmaron de atenciones, a todos, y se aseguraron de que la tripulación hiciera lo mismo. Pese a los chistes y algarabía, Guillermo no quitaba su atención disimulada de Pedro, pero al verlo tranquilo y relajado, más tarde también se relajó, su risa era la suya, y pese a lo que sus padres ahora sabía que le debían, él parecía a gusto con esos amigos. Les asignaron camarotes, se cambiaron de ropa, y las mujeres se hicieron compinches de entrada, la modelo de pasarelas de Milán, y París se pasó la tarde flirteando con Alberto quien pensaba que debía haber muerto y que estaba en el cielo.

El almuerzo que ofrecieron estaba delicioso, y después, todos se tumbaron al sol, disfrutando de un confort y de una opulencia vergonzosos. Para cuando acabó el día, aunque Pedro no era más atractivo para Isabel y Gaby, sus amigos, las estrellas de cine y pasarelas, sí lo eran, Guillermo las miraba taladrándolas, incrédulo de lo que mostraban.

Isabel le susurró a Gaby mientras descansaban en cómodas tumbonas, que no le costaría nada acostumbrarse a esa vida y olvidarse de Marcos y de sus aventuras. Las dos estaban sorprendidas de que Guillermo y Pedro quisieran quedarse en la destartalada casa, conociendo ese barco, más aún Pedro que era el objeto de su malicia. Era evidente que toda esa gente admiraba al chico enormemente, si hasta conocían sus propias películas, y apenas le preguntaron por sus padres. Se desvivían por Pedro, aunque él los trataba como a hermanos o amigos. Estaba claro quién le importaba, y mucho, y ese era Guillermo y nadie más, con gran pesar de Gaby e Isabel. Le dedicaba todas sus miradas, su atención, y se ocupaba de que estuviera cómodo, desperdigaba sonrisas seductoras que competían con el sol, se dedicaba a que se sintiera satisfecho y bien tratado, y Guillermo lo miraba arrobado. De haber sido justas, en verdad ellas deberían haberse alegrado por el amigo, al menos eso les decían Alberto y Marcos y ellos sí lo practicaban.

Cenaron en el comedor del yate, anclado frente al puerto, viendo deslizarse los veleros que regresaban a casa, de vuelta de los cruceros de placer o las carreras. Toda una serie de embarcaciones más pequeñas daban vueltas alrededor del yate, solo para admirar la hermosa nave y para ver quién iba a bordo. Varios turistas, un par de paparazzi les hicieron fotos, mas Guillermo y Pedro lograron pasar desapercibidos, aunque los de la prensa parecían saber que había varias estrellas a bordo, bebiendo champán y vestidos con minúsculos trajes de baño. La modelo anduvo en topless toda la tarde, las chicas en prudentes biquini y enteritos, los varones en trajes de baño convencionales, Guillermo sobre todo sabía lo que la prensa sensacionalista podía hacer con menos de eso.

Pero ellos parecían siempre relajados y felices, sentados juntos, con la complicidad de un mundo de dos muchas veces, cuchicheando, cuando no reían con sus anfitriones, o cogidos de las manos, sin decir nada, abstraídos en sus pensamientos contemplando el mar, las olas deshaciéndose en espuma contra la quilla y lamiendo el barco, muy cerca el uno y el otro. Pedro no alardeó de nada en ningún momento, y apenas comentó del trabajo de sus padres, Guillermo nada contó de los suyos. Isabel y Gaby los miraban de vez en cuando, una insistiendo en que era una vida a la que Guillermo pese a ser del ambiente no se adaptaría nunca pues había sido un ermitaño, que no querría hacerlo, que era demasiado jet set para él, especialmente si se pensaba lo sensata y serena que había sido su vida con Juan, pues sencillamente no eran esa clase de personas, pero lo malo era que Pedro tampoco demostraba pertenencia con esa gente, sino que ambos parecían estar pasándola bien y se les veía tan cómodos hablando con las estrellas como con sus viejos amigos, o entre ellos.

Marcos estaba claramente impresionado por la modelo, Alberto lo mismo, les había dejado sin habla cuando se quitó la parte de arriba del biquini  siguió charlando con ellos como si tal cosa. Era costumbre en Francia, pero ninguno de los dos estaba preparado para el efecto que tendría en ellos. Y a la hora de la cena todos estaban muy cómodos, unos con otros.

Cuando al fin del día el bote los llevó al muelle, Isabel dijo que se sentía como cenicienta, mientras veía convertirse a los lacayos en ratones, y a la carroza en calabaza.

 

__ ¡Guau! _ exclamó Gaby__, vaya día__.La colorada tenía la mirada perdida aún en el horizonte mientras uno de los empleados del barco la ayudaba a bajar del de ellos al diminuto muelle.

Los tres actores del barco la habían colmado de atenciones y detestaba tener que marcharse. Se moría de ganas de contar a quiénes había conocido y en qué yate había estado. Se sentía como una reina por un día.

 

__ ¿Te deja sin respiro, eh? __le dijo Marcos a Beto mientras servía vino para todos ya en la sala de la casona de ellos__. Vaya vida que llevas _ le dijo a Pedro, admirándolo todavía más por no jugar a hacerse una estrella.

__No llevo esa vida, ni siquiera mis padres _ reconvino, aunque nadie le creía excepto Guillermo que sabía la verdad. En cierto modo, verlo con sus amigos había puesto las cosas en perspectiva. Pero a Guillermo le gustaba eso de él, el hecho de que estuviera tan en sus trece con los amigos de él como con los de sus padres, y que no se diera aires de importante, ya que él tampoco lo hacía. Se había dado cuenta de ello ni bien lo conoció, aun junto a su madre se sentía uno más y el tiempo que había pasado con él desde entonces se lo había confirmado.

 

Por una vez en días Gaby  e Isabel tenían muy poco que decir, y por la forma en que lo miraban, parecían haber cambiado sutilmente. De ninguna manera lo habían aceptado, aún estaba el tema de la edad y más, no porque conociera un montón de estrellas de cine tenía el cielo ganado, pero estaban dispuestas a reconocer, por lo menos en privado, quien quizá había más en él de lo que al principio habían creído o sospechado, y no podía negarse que Guillermo parecía muy feliz. Sin embargo seguían sintiendo una abrumadora necesidad de protegerlo. De qué… ya no estaban tan seguras, pero ambas seguían empecinadamente convencidas de que Pedro no podía ser tan bueno y honesto como parecía. Pero ahora, resultaba más difícil asignarle intenciones perversas. No había ninguna razón para que estuviera con Guillermo, excepto que le importara de verdad, en verdad venía a parecerles mejor que Silvina y Ana, aunque no lo decían… todavía.

Aquella noche, ellos se fueron solos a la ciudad, a un bar,  aunque el día había sido demasiado perfecto, terminaron en una discoteca gay, riendo de la torpeza de ambos para el baile, aunque disfrutando de los roces furtivos, abrazos y besos, mientras Guillermo le daba las gracias por el maravilloso día que había ofrecido a todos ellos, presentándoles a esa gente, y se echó a reír al recordar las caras de sus amigos cuando la modelo se quitó el biquini.

 

__ Gracias al cielo que no gustas de mujeres, porque en ese caso estaría echando humo, te relacionas con gente osada precioso _ comentó.

 

Pedro asintió sonriendo, y al hacerlo a Guillermo le pareció aun más joven, mientras Pedro pensaba que él de osado no tenía nada, que su fobia antes de Guillermo le había impedido hasta eso, ir a un bar, y bailar.

__Son divertidos… en pequeñas dosis. __ Las personas con las que habían compartido el día eran buena gente, pero bien sabían ambos que mucha de la gente del ambiente no les atraía en absoluto. Guillermo pensó que en Pedro había mucha más sustancia__. Hace falta más que eso para que la vida sea interesante, me temo. Y si te dejas, esa vida acaba estropeándote.

Estaba claro para ambos, que eso no les había sucedido a ellos, y se admiraban uno al otro por quienes eran, sin dobleces, ni artificios.

 

__ ¿Y no te aburres con esos terribles amigos míos letrados?

Guillermo pensaba que eran todos mayores que Pedro, sus vidas más comunes, que él mismo era tan sensato que no se sentía una figura romántica fuera de los personajes. Y sin embargo, Pedro lo veía así, y mucho. Pedro no había conocido nunca a nadie que le impresionara tanto, a quien admirara tanto, ya antes de salir con él, sabía que estaba enamorándose de él, por no decir al verlo en el plató. La buena noticia era que pese a su pasado, él parecía corresponder a su sentimiento, pues lo había considerado inalcanzable.

 

__Me gustan tus amigos _ dijo serenamente mientras regresaban a la casa en coche__. No creo que yo les guste mucho, pero puede que lo superen. Me parece que lo único que quieren es ser leales a Juan y a tu hijo. Quizá con el tiempo, comprenderán que no estoy intentando ocupar el lugar de nadie, que solo me gusta estar contigo _ dijo con una sonrisa y Guillermo se inclinó para robarle un beso otra vez.

__Haces que me sienta un hombre muy afortunado _ dijo él__. Todavía me debato internamente pensando en lo mucho que creí amar a Juan, en lo diferente que era de vos, en los maravillosos años que pasamos juntos. Pero hace tiempo que él ya no está acá, quizás aun vivo no estuviera, aunque siempre lamentaré su muerte. Trato de decir  que tengo derecho a que al fin haya alguien en mi senda, en mi vida, aunque a veces me digo que sos demasiado deslumbrante, con solo pensar en los años que te llevo, no puedo imaginarte a mi lado mucho tiempo.

__A mí no me intimida la diferencia de edad, y yo soy el afortunado, cuando te vi con mi madre, no pensé que me registrarías siquiera, me sentía nada _ dijo Pedro conduciendo bajo la luz de la luna que impúdica dibujaba sombras dentro del coche__. Eres tremendamente famoso, atractivo, inteligente, divertido, y una de las mejores personas que he conocido nunca_ dijo mirándolo, y Guillermo sonrió.

__ ¿Cuántas copas has bebido exactamente? _preguntó bromeando.

 

Se echaron a reír, y siguieron haciendo chistes, hasta que llegaron, y Pedro detuvo el coche, Guillermo lo tomó en sus brazos, le susurró ternezas lamiendo la oreja, le besó sin reparos, midiendo cada gesto en Pedro.

_Sos voluptuosidad, pasión, te encuentras entre mis sueños, conjugándote en metáforas, en sudores, en permanente goce, brío erótico, cayendo al piso, cortinas que aletean en la penumbra, así nos desciframos, bajo la inmensa luna plateada, volviéndonos peligrosos, en las montañas ondulantes donde perezco, manos que palpan desafíos en el edén que sobrevuelo.  Sabiduría que se intuye, marcando el ritmo del caos, sabores de pieles desnudas, aromas fundidas, obras literarias leídas, esculpidas como arte, humedad cifrada de tu templo, catástrofe avasalladora, partículas "tuyas, mías" en la alquimia de nuestros efluvios, rendidos como súbditos, vértebras tensas en arco al infinito. Estallando en átomos, suspirando en espiral convulsión en cúspide, noche de amantes. De pecados mortales,  atrévete a amanecer conmigo,  asfíxiame de tu incertidumbre, germina en mis entrañas deambula sin prisa, torbellino que aceleras sin pudor mi apetito. El límite de mis deseos es donde se encuentra el punto aquel  donde sabes ser miel  en la punta de mi lengua. Donde estalla  el sentimiento de rendirse vehemente  mientras los cuerpos estallan enredados de placer. Alborozo al sentido de combinar los gemidos abigarrados al perfume que secreta tu piel y converge cada poro  como único elemento  es nuestra frontera más fiel.

_ Y yo, me bebí la vida me jugué el destino, bebí de tu copa,  bebí de tu vino. Perdí la razón solo te encontré en el corazón. Levanté la mirada, vi mi sombra, rota alargada, vi tu silueta a contra luz, vi el sol en tu mirada, sentí cómo el deseo nos devoraba, cerré los ojos, no pude pensar en nada, solo sentía el calor de tu mirada, sentí cómo el deseo nos devoraba, nos arrastraba, cerré los ojos, no pude pensar en nada,  solo en el calor de tu mirada, tan solo sentía, oía, latidos, suspiros, y al abrir los ojos, no había nadie, no había nada; solo… el recuerdo de tu mirada.

Se esconde la noche en los brazos de Morfeo, tímida y elegante toda ella  se dedica este amor: En la suave medianoche de verano  se oye un batir de alas cortando el aire, furtivas; cual baile inquieto de una lechuza blanca.  Volando sobre mares de estrellas  juntos buscan el alba. En luz titilante, alegres las sombras solo buscan el alba de sus viejas historias milenarias. Llamando, suavemente una estrella fugaz, alumbra el cristal de una ventana: el sueño de un niño es sorprendido por su entrada, aunque rápido  regresa a su sueño quedamente.  La estela yerma del páramo despierta. Las aves derraman sobre las ramas de un viejo árbol  un manto de alegres cantos.  Una paloma despierta bajo una estrella rezagada. Ella es portavoz de que se acerca el alba. Cerca, en los campos el ulular del viento  se une al canto de nuestros antepasados,  ellos nunca fueron pájaros, sino almas de hombres en el viento, buscando, incansables, el seno materno, el corazón que es suave y amable. De la calma que llega es dueño el silencio,  que viene de los campos de labranza, retorna al hogar, cual semilla de esperanza, sobre los primeros rayos de sol en una nueva mañana.

 

Entraron a la casa procurando el silencio para no despertar a los demás, Guillermo dejó a Pedro en la puerta de su habitación a desgano, tras un beso prolongado, podrían haber pasado la  noche juntos, pero mejor sería no arruinar ese mágico día.

__ ¿En verdad no deseas que charlemos dentro? __ interrogó no obstante.

__No amor, sé que no haríamos nada malo, pero ellos me miran mejor, por el bien de ambos, no tentemos a la suerte, no esquivo el tema, iremos a navegar como dijiste y seguiremos hablando__ pidió Pedro y cada uno entró a su cuarto.

 

Guillermo apenas cerró la puerta, fijó al volverse la mirada en la foto de Juan que siempre tenía en la mesa de noche.  Se preguntó que opinaría él de todo aquello, si le diría que era un viejo bobo o si desearía que le fuera bien. No estaba del todo seguro. Ni siquiera podía creer lo que sentía por Pedro en tan poco tiempo, pero cuando no le daba tantas vueltas, tenía que admitir que era más feliz con él de lo que nunca había creído posible, aunque también temía que aquello no fuera a ninguna parte como creían todos, que terminaría siendo una fase divertida de su vida, como lo fueron las otras, una ilusión, como siempre pensó del amor, solo un invento, pues todo acababa demasiado pronto, o quizás era todo lo que él tocaba que se arruinaba, se marcaba, se quemaba. Temía que Pedro lo fuera, esa aventura  por la cual por tiempo los otros le tomarían el pelo, y que él recordaría para siempre.

El golpe suave en la puerta lo sorprendió, apenas estaba detrás, y abrió sin pensar.

 

__! Pedro! __ se asombró y emocionó.

__Solo vine a darte el diario, no quiero volver a poner en palabras todo lo que contiene, mas tampoco deseo ocultarte nada, confío en ti como en nadie, pues ni mi psicólogo lo llegó a leer, solo necesité poner todo acá, vaciarme de la pena en letras _ musitó mientras Guillermo tomaba el  escrito, encuadernado en tapas de cuero sintiendo el trepidar de sus manos__. Por haber volcado acá todo el dolor, es que pude verte, amarte, y puedo sonreír, como ante los tuyos, con mi madre, o con los amigos, antes ni siquiera. Lee lo que quieras y puedas, ahora te dejo, y mañana nos tomaremos el día, y te diré solo algunas cosas, igualmente casi siempre fui un ser incompleto, mi vida se completó al conocerte, porque aunque aún no sea totalmente tuyo, sé que nuestro amor va más allá del tiempo, que soy parte de ti,  y tú lo eres de mí _ concluyó con un beso de pluma y desapareció, Guillermo se quedó mirándolo desvanecerse, abrazando ese cuaderno, como deseando incorporar el dolor que contenía, y con él fue hasta la cama, se sentó, abrió en cualquier parte, y una lágrima borroneó las líneas que acababa de leer, luego otra, y otra más, hasta que la lectura del diario se le tornó imposible. Pedro desgranaba su pena sobre esas páginas y el torrente de dolor le ahogaba el pecho.  Su desgracia lo sacudía en lo más hondo e íntimo. Aquel hombre al que deseaba con pasión, era quien pese a ese horror, lo acariciaba con ternura, en una combinación de sentimientos que calaba hondo en su ser, él había descansado sobre su pecho, absorbido su calor luego de cada arrebato amoroso pese a su fobia. Pedro era su héroe, su amigo, su actual compañero de vida, el que a menudo se quedaba sin palabras y dependía de él para entender las cosas o las suplía en miradas, y gestos. Pedro, el ser que lo hacía hombre.

Cortó esa hoja, la dobló  muchas veces hasta formar un cuadradito, y lo guardó en un bolsillo, lo llevaría siempre consigo, de ese modo, la desdicha de Pedro, seguiría con él, pasara lo que pasase, para siempre o hasta que lograra sanar.

Cuando se metió en la cama, permaneció despierto preguntándose en qué estaría pensando Pedro en su habitación.

 Moría de ganas de llamar a su puerta, besarlo de nuevo, contenerlo en sus brazos, pero no se atrevía y seguía temiendo permitirse algo más que besarlo, arruinarlo todo por no esperar sus tiempos, y curiosamente se quedó dormido en el anhelo, y soñó con los dos. Con Juan y con Pedro.

“Quiero saber si el amor  llega con el viento, permanece un momento, o el frío invierno  se lo llevó presuroso junto al despiadado tiempo. Quiero saber si las manecillas del reloj no se detienen,  a pesar  de desear permanecer  a tu lado sin pensar que al terminar  este momento, se alejarán nuestras rutas. Quisiera salir corriendo y gritarle al viento, que te traiga una vez más. Que si hace frío, tendré abrigo para los tres, para ti, para mí y para él también. Si el viento  te aleja de mí, ya no quiero saber más, ni de relojes, ni de vientos,  ni de tormentos, ni del tiempo. Una vez más me sentiré estafado, al creer que así se podía querer, por querer saber,  lo que no puede ser. Que amarte es un pecado, eso lo dice alguien, que nunca ha amado, o no supo ver lo hermoso  que le vida le ha mostrado, las sorpresas que emergen de las sombras al anochecer. ¿Cómo va a ser pecado? cuando se ama con el alma, con los sentidos uno en uno con los latidos de la vida, vida que no está vacía, que corre sangre por cada una de sus venas, que está llena de un caudaloso, libre, grande y emancipado arroyo de sueños y verdades. Pecar es algo oculto, negro, sordo, mezquino y ciego. Se peca con el pensamiento, esos que no implican el cuerpo, ni cuando dan un abrazo y menos un beso. Se peca con palabras y gestos. Se ama sin pecar, cuando uno disfruta de la esencia que emana de las manos y baja por la mejilla. Los labios muestran los dientes, cuando sonríen, no muerden, acarician cuando se abren al besar, si tú piensas que amar es un pecado, no estás amando, no lo has hecho nunca, te has convertido en el zorro, que se esconde bajo una suave y blanca piel, que no es la tuya, tu piel es limpia, tan limpia, que deja ver tu corazón. Mas con vos cielito entendí que la vida tiene colores,  que si la miro con tus ojos, todo se vuelve más hermoso. Me llevaste a ver el sol que sale cada mañana, que en su luz puedo ver tu sonrisa pícara y encantadora. Descubrí que nunca cambiaré para ser lo que tú quieres que sea, porque así como soy, me conociste y me dijiste que te enamoraste de mí. Supe que ayer te comencé a querer, despacito, con miedo y turbado, hoy lo hago abiertamente, sin censuras, solo hay magia. Encontré las palabras que había guardado  en un rincón del alma, lo escribiré para que sepas, lo que es estar sereno, tranquilo y en calma. Que al entrar y hurgar debajo de tus sentimientos, hay un mundo lleno de paz, solidaridad, amor para dar y grandeza espiritual.”

 

Veía a Juan y Pedro paseando por un  jardín tomados del brazo mientras sus amigos lo señalaban con los dedos  acusadores y le gritaban algo ininteligible. Era un sueño perturbador y se despertó varias veces.

Cuando regresó al sueño, soñó con Fabián que sostenía la foto de su madre en sus manos y lo miraba con tristeza.

__ La extraño mucho _ decía.

__ Yo también hijo __ le respondía él.

 

Esta vez, cuando despertó, tenía el rostro empapado en lágrimas, su hijo extrañaba a Silvina, y soportaba a Ana, y no sabía nada de él, y se quedó despierto, mucho rato pensando.

Lo sobresaltó un golpecito en la puerta. Se puso los pantalones, y abrió, era Pedro que lo sorprendió, era temprano y no había oído levantarse a los demás.

 

__ Buenos días _ dijo él en voz baja__. ¿Has dormido bien? No sé por qué, pero estaba preocupado por ti.

 

Estaban en el pasillo, hablando, y Pedro, estaba hermoso, descalzo, con una bermuda clara, una bata blanca encima.

__ He tenido unos extraños sueños, con mi hijito, y con vos y Juan paseando por un jardín.

Pedro pareció sobresaltarse al oírlo.

__ ¡Qué cosa tan rara! Yo he soñado lo mismo. He estado mucho rato despierto pensando en ti _ dijo suavemente, mirándolo.

Con el cabello alborotado tenía un aspecto más atractivo.

__ Yo también pensaba en vos. Quizá deberíamos habernos hecho una visita o dormir juntos __ dijo Guillermo muy bajito para que nadie los oyera. Le encantaba sentir a Pedro tan cerca, de pie, allí a su lado, sonriéndole__. Me doy una ducha y en diez minutos me reúno con vos para desayunar.

__ Te esperaré con tus tostadas, y con una cesta para llevar al barco, todos duermen aún, tenías razón.

 

Cuando apareció Guillermo abajo, tenía un aspecto inmaculado, informal, y quedó sin respiro, pues Pedro estaba radiante, con pantalones cortos y camiseta, y se entretuvieron charlando, antes de que los demás se levantaran, desayunaron y huyeron de la mano hacia el barco, Pedro era excelente llevándolo, no por nada  había nacido junto al mar.

Guillermo se embebía de los proyectos de Pedro, e iba descubriendo como ya le sucediera en el día anterior charlando con los otros, a medida que lo trataba, las capas profundas de una personalidad fascinante, alejada de cualquier fingimiento, o estrategia. Miradas pícaras, sonrisas cómplices, el roce de una mano, el leve contacto cuando lo ayudó a subir a la embarcación, nunca conllevaban intenciones secundarias, aunque Guillermo de todos modos suspiraba cada vez que ocurrían, y las veladas que compartían se hacían tan placenteras que por momentos no existía en su vida, y mente, otra cosa más que estar con Pedro. Si se dejaba llevar por el torrente de sentimientos corría peligro, pero de un modo u otro, sabía que Pedro y unirse a él estaban en su sino, lo que debía cuidar era no torcer el rumbo de ese destino con ningún acto fallido.

Pedro se sentía tan a gusto con Guillermo que le parecía haber crecido a su lado. Él era sus ojos, sus manos, su fortaleza de piedra en medio de la convulsionada guerra de su pasado, y él había sido a su vez, el consuelo y alegría de ese hombre muchacho sin guía ante sus primeros dolores, y hoy solo sufriría una mentira, porque sabía que Guillermo era él, y él era Guillermo, no podría haber dobleces o engaños en alguien que formaba parte o era su alma, eso sería una herida asestada donde podría matar, no habría cura para ese hueco, salvo cerrar el corazón, sabía que para todo lo demás sí la habría. Ahora cuando ese corazón latía alocado, Pedro no podía negar que haría cualquier cosa por ese hombre, él volvía a creer en días felices, en que acababan de encontrarse y sería para siempre, mientras podía sentir su aroma como el calor del sol sobre su cabeza, la arena ardiente bajo los pies, y el chillido de gaviotas… y las manos de Guillermo sobre su piel aprisionándolo en un abrazo que lo conmovía por entero. Eran almas compañeras o gemelas o ambas.

 

Guillermo era un hombre acostumbrado a actuar, le costaba permanecer callado sobre las muchas cosas que pesaban en su mente, el recuerdo de lo leído del diario removió sus fibras en el fuero interno, mas sabía que Pedro no se arrepentía de los besos entregados como adelanto, que no lo haría de una mayor entrega, porque no se arrepentía de nada en general, al igual que él, ya que los sucesos de la vida eran eso, sucesos, rara vez los humanos podían dirigirlos como personajes sobre un escenario, como marionetas.

Sin embargo deseaba ir más allá con Pedro, esa alegría, esa necesidad de adentrarse en él, hacerlo suyo para siempre, sobre el amor Guillermo no poseía reglas, no juzgaba, y en ese caso solo le bastaba el espíritu, saber que el de Pedro era puro, y nada más importaba, menos las normas sociales que exigían comportamientos, ni siquiera la opinión de sus allegados. Además él se sacrificaría por ese hombre, pues si existían las almas gemelas, los espíritus afines, a él le había sido otorgado conocerlo en Pedro, y nadie más que él daría la vida por él, haría cualquier cosa por él, soportaría injurias y juicios, burlas y no lo abandonaría. Lo amaba, ya no cabían excusas ni dudas, y entendía por qué en tanto tiempo su corazón no había sucumbido ante los que se apiñaban a su alrededor, ni sentía interés en flirtear o bailar o salir, con meridiana claridad distinguía la camaradería, la tierna admiración, los avances, o el descarnado interés de quien da para recibir,  nada de eso era el amor, que no espera nada a cambio. Y por ignorancia, todo se le había revelado recién al conocer a Pedro, que en su simpleza, poseía un corazón que latía al compás del suyo. Separados, los latidos eran huecos, sonarían sin consistencia, sin esencia.

 

__ Tú y yo nos besamos como en guerra, brotes de gloria en que me enajenas, te aprendí aferrándome a tu tierra,  eres peligro entre mis piernas,  no demores, desprende mi ropa, destilaré la vida que me sobra, somos naturaleza en este universo,  acósame, ¡no dejes de ser mi amante! Sé mi fuego desquiciante.  Arden los rincones, la promesa de venenos, dulce embriagador de dos bocas colmadas de miel, disfruto de tus besos, fulgen miradas, desafíos, deleito tus labios, aferrados a los míos con los susurros en que me asfixias, perdido absurdamente en tu carne, ahógame en tu rabia salvadora, en los latidos constantes de temblores, eres tú lo que vivo en muerte. Tienes la altura perfecta a mis deseos húmedos, un café delirante, un aroma memorable, en que en tus ojos me reflejo, roza mis caderas con tus largas manos, que voy llameando en poderosa sangre, llevándome a tu mundo exacto, cerrando mis párpados  sudorosos, desvainándonos noche con noche,  guíame a esa llama que se apague distinto, miedo a ser divergente, no quiero que se terminen estas noches, recuérdame siempre inocente.

__ Sos inocente, cuéntame lo que puedas, lo que te salga.

 

_Cuando mamá llegó a casa _ comenzó__, las nenas ya no estaban, gracias a Dios, una vecina las oyó llorando, y vio cuando nos sacaban, entonces las rescataron, porque a mi madre, también la estaban esperando, nada podría hacer por ellas, solo mis hermanitas se salvaron aquella noche, y  yo me vi solo en ese patio, sin saber de nadie, todo lo rearmamos después, y al  tiempo, lo sepultamos para mantener inocentes de ese dolor a las nenas.

 A poco de llegar, uno de los jefes, me vio, yo era un zombi, no quería mirar, me había deslizado o dejado resbalar en una pared, estaba ovillado con la cara oculta entre las rodillas, agotadas las lágrimas, cuando al toque en el hombro elevé la mirada, y vi esos ojos, claros y fríos como el hielo, esa mirada y esa expresión siniestra que no sé si olvidaré alguna vez.

 

Guillermo lo abrazó, lo llevó a sus brazos continentes, estaban en el sillón del salón, en cubierta el viento arreciaba, nubes plomizas corrían por el cielo, en su prisa ocultaron el sol, las olas  rugían y golpeaban impetuosas, como esos latidos que sentía contra su pecho.

__Me tomó del brazo ante las risas de los guardias, pero a una mirada de él callaron, se cuadraban a su paso, aunque de mí se burlaron, pero él me arrastró, me pedía silencio cuando los sollozos huían sin permiso de entre mis labios, y de pronto, me hallé en otro sitio, en un colegio, rostros y olores similares, gente amontonada en los pisos, soldados riendo, borrachos, fumando, armas, golpes, hasta que el sonido de una pesada puerta  aisló todo detrás, y me encontré a solas con él. Me prometió ser mi dueño y protector, que si lo obedecía nadie más llegaría a mí, que  al fin volvería a la libertad, que los demás morirían, que él no admitiría que nadie más me tocara.

__! Maldito! _ masculló Guillermo y contuvo la náusea al recordar lo leído en el diario.

__Yo le pedí a cambio, que  buscara a mi hermano, que me reuniera con él, y que nos dejara juntos, que nunca nadie lo dañara a él, y que yo haría lo que ambos, y lo hizo, Agustín no lo supo al inicio, al otro día del primer abuso, de obligare a hacerle de todo, de pegarme porque vomité, de arrastrarme por mis propios desechos, de hacerme lamer el piso sucio, de molerme a golpes, para luego enviar a una mucama tan atemorizada y cautiva como yo para que me lavara y curara las heridas, me echó sobre la cama ropa limpia, y luego de abusar de mí de nuevo, me dejó reencontrarme con mi hermano, que pese a la edad, creo que vio mis marcas.

__ ¿Supiste su identidad?

__Solo Beco, así me hacía llamarlo, mucho después de aquello, cuando fueron juzgados, reconocí su rostro, en los medios, y supe que sería condenado, si no   lo mataron en prisión, ya supongo debe de arder en el infierno.

__ ¿Y tu madre? ¿La viste?

__No hasta que todo acabó,  también la llevaron a una escuela, pero mi padre lo supo, y la salvó,  para ella llegó a tiempo de que no la violaran, ni convirtieran en una más, negoció nuestra entrega y su fidelidad a cambio de cuidar de ella, y creo que ella le agradeció eso, salvarla del infierno que al paso vislumbró sería el suyo, y no supo que estábamos cautivos, ni de su traición hasta el final, pensó que él estaba prisionero, y que por algo le permitían cuidar de ella, pero no sospechó la verdad hasta mucho tiempo después. __Pedro perdió la mirada en un punto invisible para Guillermo, como si la mantuviera dentro de sí__. En cierto modo, mi papá se arrepintió de lo hecho al verla cautiva a ella, pero no pudo o no quiso rebelarse, porque los habrían asesinado a ambos, como antes nos entregó para salvarse él.

Yo pasaba el día  en paz, cuando ese hombre se iba, me dejaba encerrado, a veces venía esa mujer, ella me consolaba, me daba de comer, mejor  que a otros, me contaba de mi suerte, me lavaba, me traía ropa limpia, y luego yo mismo limpiaba la habitación, el pequeño cuarto que era estar y comedor, el baño, y entonces disimulaba ante mi hermanito, a él lo dejaban dormir muy cerca, y pasar el día conmigo, yo reinventaba historias, luego supe que no las creía del todo.

Cuando se lo llevaban, sabía que pronto se reiniciaría mi calvario.

 

“Pedro apoyó la cabeza sobre el muro recalentado por el sol. Su cabello antes suave y alborotado, lucía tieso y recortado de cualquier modo, lo que aumentaba la sensación de soledad y desamparo que lo envolvía. En los pabellones se acostumbraba a cortarles el cabello cuando ingresaban por cuestiones de higiene, y para estigmatizarlos como reos, zurdos… Se encontraba en el patio interno al que a veces podía salir para desentumecer los músculos, y aliviar las tensiones producidas por el encierro, o tan solo para intentar respirar un aire menos viciado. Vivía en una espiral sin tiempo, de días sin sentido que se deslizaban sin puntos de cambio… comía, dormitaba, deambulaba, sin pensar, sin esperar nada. Un guardia vigilaba el comportamiento, y luego quedaba tras la puerta, no le asombró un día reconocer que era un conocido, el régimen había convertido en enemigos a hermanos, mucho más a simple amigos o vecinos. A veces por un ventanuco, o resquicios del muro del patio miraba la plaza soleada, los árboles meciéndose a lo lejos, oía campanadas de una iglesia, y obra de su mente perdida, hasta oía relinchos y galope de caballos, recordaba a su padre en el suyo, en la casa grande, cuando los llevaba a montar. Y en su pecho no latían ni el temor ni la rabia, la pena lo cubría por completo. Los sucesos de su vida se entremezclaban como las fotografías de un revuelto baúl, sin orden ni sentido. Sus padres y hermanos, todos felices, la pérdida, la casita pobre, las peleas, su padre yéndose, y  ese hombre, sus labios asquerosos posados en los infantiles, sus ojos de hielo, entrando a su boca de niño, ese sabor asqueroso, sus vómitos, los golpes, hasta que aprendió a beberlo, a no pensar, y hacer todo sin sentir… A creer que un genio, un mago, un Padre que lo rondaba en sueños, lo cobijaba, y soñando hacía para salvar del oprobio a Agustín, o rogaba que llegara el final, ese en que todos olvidarían su existencia, si él no tenía culpa ni responsabilidad en ningún crimen y estaba merced  a ese horror, qué podía entender esa mente donde retumbaban palabras soeces, reo, retazos de conversaciones donde hilaba algunos sucesos que apenas entendía. Solo la muerte haría que ese horror en el mañana no fuese recuerdos, un pasado que nadie debería saber, recuerdos lacerantes que de otro modo hervirían bajo su piel, donde su propio padre lo había introducido para sus propios fines. Rabia, dolor, humillación, asco, un arsenal de sentimientos que apenas podía contener debía disimular bajo una máscara cada noche para proteger a su hermano, para que no se lo arrebataran como al resto, como a todo, y eso tenía un precio, liviano y placentero para su captor, para su cinismo,  satisfacer su interés personal era amor, un hombre horrible, con una mente peor, para él era su vida destrozada o perdida, por lo suyo, y apenas podía distinguir el horizonte a causa de las lágrimas que abultaban sus párpados.”

 

__Haremos nuestra vida amorcito _  lo tranquilizó Guillermo__, sin importar lo que digan otros o lo que haya sucedido antes. Yo estuve casado dos veces contra mi voluntad, vos pudiste hacerlo sin amor con esa chica, sin desearlo. Nos gustan las mismas cosas, hoy, tenemos heridas, ¿no lo ves? Estamos destinados el uno al otro. Somos iguales, Pedro, tenemos los  mismos sentimientos, y si no te sientes cómodo entre la gente, a mí no me importa, puedo prescindir de ellos, vos me salvas la vida, nadie más.

__No me agradezcas nada _ dijo con rudeza__. Tú eres mi salvador. Te necesito,  para saber qué limite tengo con respecto al horizonte. Me necesitas para sentir que la noche tiene nuestro sudor en sus estrellas. Nos necesitamos ciegos, sin control alguno sobre las caricias, para vivir lo que queda de la noche, con lo que queda de las olas que vinieron, con las estrellas convocantes de nostalgias, hasta tocar el cielo y sus tormentas solamente con la punta húmeda de los dedos. Eres tú a quien necesito entre mis brazos, para vender el tiempo y su memoria, tallar suspiros como alondras, besos como lunas y miradas como besos. Simplemente el hombre que amo. Te necesito como el verbo que me dará vida y la marea que nos hará carne.

 

Todo fue así, hasta que un día anunció que debería salir en viaje por una misión, ordenó que no me moviera de allí, que no nos hiciéramos ver por nadie, su despacho estaba a una pared, nadie excepto su segundo lo ocupaba, nunca entró donde yo estaba, y entonces se fue.

Y un día estaba jugando con mi hermanito, los pasos eran decididos, me alisté pensando que habían regresado… Golpes. Portazos, risas, rostros, burlas… eran otros, borrachos decían que habían tomado el control, que ese tipo ya era historia, y entonces fue que ya no pude salvar a mi hermano, nos llevaron con ellos, nos hicieron de todo, no… no todo, no hubo penetración, decían que nos iban a matar, y que deseaban disfrutar de otros favores, el día que abusaron de Agustín, me quitaron el corazón y lo pisaron,  grité, supliqué, me ofrecí, me arrastré, terminamos los dos sometidos, pero alcancé a atarlo a mi mirada, lo tomé de la mano, y supo lo que yo venía pasando desde el primer día, de lo que había intentado salvarlo, y desde ese día, ya casi no hablamos, no volvimos a jugar, esperábamos los sonidos, abrazados sobre el piso, o en un catre, envueltos en una manta.

 Y un día  nos despertaron llantos, gritos, botas sobre el piso, disparos, pensamos que era lo habitual, fusilamiento de prisioneros, pero no… él había regresado, y enterado de lo que nos hicieran esos tipos, mandó fusilar a algunos en el patio, y trajo ante nosotros al jefe y a otros oficiales, y los fusiló él mismo, frente a mis ojos, porque alcancé a ocultar el horror tapando los de mi hermano, aunque no los alaridos que entraron a sus oídos.

Luego… todo volvió a lo de antes, pero él tenía una mujer, una de su partido, no cautiva, ella supe que pese a todo lo amaba, que venía por voluntad, y entonces me sentía aliviado porque ella lo llevaba a la cama, y yo me arrebujaba con mi hermanito en el piso del comedor, y oía, solo oía las palabrotas, esos gemidos, jadeos, me dolían las manos de taparme los oídos, y velaba el sueño de Agustín que para entonces ya había comenzado a regresar a su infancia, a hablar menos, a olvidar hacerlo.

__ ¿Cómo? _interrogó alarmado Guillermo.

__ Hizo una regresión, y perdió el habla, por muchos años, amor, cuando alguien nos dijo que éramos libres, tuve que arrastrarlo, a veces cargarlo para salir de allí, y fuimos a terapia, luego de estar internados un tiempo por lesiones, y fue a colegios especiales, estuvo años apenas balbuceando, ante el horror, regresó a un mundo feliz, y no deseaba salir de allí, solo lo hizo una vez, y por mí, ya a salvo, en casa con nuestros padres, años después, antes de saber nadar, caí peleando de mentira con las nenas, a la parte profunda de la piscina, y allí fue cuando reaccionó.

__! Pedro! __el grito me llegó amortiguado, pero lo supe, y él atrajo a mis padres, y mi papá me sacó del agua, desde entonces, conmigo, y con las nenas, comenzó a hablar.

 

__ ¿Cuánto duró el calvario de la prisión?

__Hasta el fin, hasta que el dictador estaba por entregar el poder, mis padres ya estaban fuera, mi papá le confesó todo a Amalia, y arrepentido, hallaron primero a las nenas apenas regresar a la casita, y luego fueron a la Vicaría y a todos los organismos de derechos humanos y centros de detención a buscarnos, creo que mi madre pidió el divorcio entonces, mas luego, como las nenas lo querían, y nada sabían ni sabrán nunca,  volvió atrás, y comenzó a trabajar hasta ser lo que sabes, y lo sacó a él del fango, si lo ama hoy, creo que no, pero lo dejó en nuestra vida en un acuerdo tácito con nosotros, por ellas, y por mantener eso que para ella es casi sagrado, la apariencia de familia. Y mis hermanitas son felices, gemelas y tan distintas, una desea ser más famosa de lo que fue mi madre como actriz, la otra lo opuesto, solo filósofa, o escritora, o profesora de historia.

Agustín cuando no pudo con la farsa, pidió irse a Boston, allá fue a colegios especiales, sigue en terapia, y cuando se recuperó, logró ir a la universidad, nunca volvió a ser el mismo, y viene solo para fin de año, casi diría que a verme, bueno a las niñas, y a mis hermanas también, ya son mujeres, solo yo sigo viendo a aquellas niñitas indefensas que al menos pudimos salvar.

Pero lo peor no había pasado, antes de volver al mundo, mientras nuestros padres ya estaban buscándonos, ese hombre empezó a humillarme ante sus amigos, camaradas, en verdad quería presumir de que tenía mujer y un hombre, porque muy a mi pesar esa mujer no me liberó, a veces nos llevaba a los dos a la cama, nos deseaba juntos, y comenzó a llevarme a cenas, me sentaba en sus piernas, pero solo para que le diera de comer en la boca, o de beber… Ante las burlas de los otros,  comenzó a empujarme, a echar cosas al piso… comida, vasos, y me ordenaba comer lamiendo eso del piso, limpiar el piso, le llamaba.

 

Guillermo se estremeció. Quiso detener el relato, temió lo peor, igualmente podría leerlo. Pedro pareció necesitar explicar.

_ Lo hice de nuevo para intentar salvar a mi hermano, el segundo del tipo había puesto sus ojos en él, y no le negaba nada, pero fue en vano, un día lo hizo traer, y mientras yo lamía comida  del piso, vi la desolación pintada en el rostro de Agustín cuando ese otro monstruo lo sacaba del comedor, entonces, ya no siguió durmiendo de a ratos a mi lado en al catre.

Un día  mientras estaba en el patio, se acercó al descuido, como limpiando,  el guardia, el que yo conocía, y comenzó un plan, me  pidió perdón, me hizo saber que estaba allí porque tenían a su madre, pero que tenía un plan, que estaba preparando papeles falsos y una huida de ellos dos, y con nosotros hacia Argentina. Yo temía oírlo, pero cada día veía mi reflejo en el dolor de la mirada de mi hermano, y empezamos a creer que sería posible, él estaba infiltrado, conocía la forma, me decía que confiara.

 

De pronto la mirada distante de Pedro se anegó con un llanto silencioso como la lluvia que afuera comenzaba a lamer el barco.

La puerta se abrió un día, entró él, detrás tres soldados con el guardia maniatado, y ante mis ojos, el tipo ordenó el disparo, me deshice en llanto, en disculpas, en  mentiras, en que no lo conocía, pero todo lo veía, todo lo sabía, y le volaron su virilidad, lo castraron a tiros, y ese alarido superó todos los otros que llevaba grabados, mi amigo, sentado, atado a una silla, sangraba a chorros, y era una máscara de suplicio, me miró, y leí su pedido, y …

 

Un puñal rasgando su carne no habría podido causar más dolor en el pecho de Guillermo, cuando lo miró erguido, inexpugnable como las rocas que resisten los embates del mar,  reprimiendo las lágrimas mas como un autómata.

__Le quité el arma a él que estaba a mi lado, y le disparé, era lo que me pedía, que terminara con ese sufrimiento, nunca pensé que necesitaría de toda mi energía y una superior para hacerlo, pero recién cuando vi que cerraba los ojos, y caía la cabeza a un lado con una sonrisa pintada en los labios, supe que el esfuerzo me había echado al piso contra la pared, y vi la risa de burla de los otros.

__ Ese será tu castigo __ dijo él.         

__Luego un día un guardia me buscó en el patio, me condujo por un estrecho pasillo, entré a un despacho, un cuarto frío y desnudo como todos, con una mesa llena de papeles, y sellos, pensé de nuevo que sería el fin, mas de pronto, apareció un comandante con un fajo de papeles, se sentó, y me dijo que era libre.

Detrás… oí la voz de mi madre.

Ella no estaba allí, esperaba en la calle, pero yo sentí su voz, como en mis sueños, pero sí, ese hombre dijo que yo era libre, y un abogado estaba allí para firmar los papeles. Intercambiaron palabras que apenas entendí, solo pensaba en Agustín, y de súbito un guardia lo empujó hacia mí, y él mismo nos conminó a rajarnos de allí, como si ahora fuésemos una molestia.

El abogado dijo que éramos libres, que esperaría afuera.

Libre, en mi mente de reo ya no se captaba su significado, esa palabra no contenía la dimensión de lo sucedido. Aquel día era en el que debía morir, y en efecto pensaba que la plaza que vislumbraba desde los cristales sería nuestro sitio de ejecución. Los compañeros de comedor o de celdas solían hablar de las torturas, la muerte lenta, el refinamiento del castigo, y ya todo eso era lo que cabía, me parecía lo natural. Aunque nunca hablé con ninguno de ellos, a veces escuchaba retazos de conversaciones e hilaba lo que podía.

 ¿Cómo resultaba en ese momento que me  arrastraban de un brazo y yo a mi hermano para liberarnos? Pero a tropezones salimos del despacho, a empujones tocamos la reja, y en la calle el sol nos cegó, pero estaba el abogado, y detrás… mi mamá, con los brazos abiertos, esperándonos. Solo que Agustín había olvidado caminar, y yo no soportaba, me quemaba y dolía que alguien rozara mi piel.

__ ¡Queridos! __La voz de ella quedó flotando en el aire.

-

Pedro aun con culpa no se atrevió a mirarlo. Necesitaba aire, darle la bienvenida a un frío gélido mayor al que sentía en el alma, a un viento embravecido mayor que su torbellino emocional, mas de pronto, apretó los párpados y se cubrió los oídos en un acto instintivo para cerrarse a las escenas  finales del relato.

__! No! __ gritó y cayó de rodillas, rompió a llorar con unos alaridos que sofocaba tapándose la boca para que no desgarrasen más allá del rugir de las olas.

Lo destrozaba el dolor que había reprimido tanto tiempo, y que ahora hacía erupción dentro de él. Lo doblegaba por completo, con rabia. Con encono, con servicia, como si se tomara revancha por haberse obligado a permanecer años a la sombra, despreciado, arrinconado.

Una fuerza muy superior a la suya lo contuvo, y luchó por zafarse. No quería que lo consolaran, no lo merecía. Ese padecimiento era el justo castigo por todas sus culpas, la más grande de todas que lo convertía en un monstruo, en un desnaturalizado.

 

__ ¡Pedro! __ Reaccionó a la voz profunda, grave y autoritaria de Guillermo, y se quedó quieto, tenso, la espalda pegada al pecho de él__. Pedro, amorcito. __ Lo besó en la frente, y a Pedro los ojos se les inundaron.

__No te merezco, Guille.

__Te mereces todo, amor. Todo.

__ ¡No! __ Intentó rebullirse, en vano, pues él lo sujetaba con un vigor infranqueable.

__Tranquilo, mi amor, tranquilo, ven.

 

Lo condujo abrazándolo de nuevo al sofá, lo ubicó entre sus piernas, los brazos bien cerrados en torno a él para evitar la huida, y le besó la mejilla húmeda y helada.

__ Amor de mi vida, quiero que me cuentes lo que está torturándote.

__No puedo… _ gimió sin arrestos, y recomenzó a llorar, un llanto lastimero, silencioso, uno cargado de pena y arrepentimiento.

__Sí, cuéntamelo. Nada de lo que me digas me hará admirarte o amarte menos.

__ Sí, me odiarás, me despreciarás tanto  como yo me odio y me desprecio, soy feo, por dentro soy oscuro.

__Deja de decir tonterías, sos hermoso. ¿Tan poco confías en mí?

 __ Confío en ti como en nadie.

__Entonces habla.

La garganta se le comprimió y soltó un gemido angustioso, prolongado que a él mismo lo desestabilizó. Guillermo absorbió su dolor, y se echó a llorar mientras lo apretujaba contra su pecho y besaba su perfil.

__No, precioso, no sufras__ repetía en voz quebrada__. Déjame ayudarte con tus cargas. No importa cuán pesada sea. Te amo, la llevaremos juntos. Te amo como jamás he amado a nadie, y tu dolor está destruyéndome.

 

Pedro se giró en los brazos de Guillermo y se colgó de su cuello. Lloraba amargamente con la cara pegada a su piel, los dos lloraban, se apretujaban como si temiesen morir en caso de ser separados.

__Mi madre, Guille __ alcanzó a decir entre espasmos y sollozos.

__Háblame de ella, ¿qué sucede?

__Ella estaba allí, con los brazos abiertos, y como siempre, era una reina _musitó, de nuevo en trance, con lágrimas derramándose en silencio__, y detrás estaba él…, mi padre, Guille, fue entonces en que sentí todo el asco de los meses de cautiverio, todo el odio, no hacia esos tipos, no hacia los milicos, hacia ellos, los odié… él estaba vestido… como ellos, y ella había trabajado para ellos… Entonces pesé… creí… que los dos eran unos traidores malditos, y supe que jamás nadie volvería a ponerme un dedo encima, que nunca nadie me tocaría, allí empezó todo, en el odio cerval que sentí, y quise alejar a mi hermanito de esos monstruos, sacarlo de allí, y rescatar a las nenas, llevarlos lejos…

__Está bien amor, está bien, tu padre los entregó, hasta yo sentiría lo mismo, y con ella te confundiste, es lógico.

__La odié, por años la odié, y ella no tenía culpa de nada. Mi hermano luego me lo hizo ver, él sí la amaba. ¡Agustín la amaba!

__Pues bueno, la amaba por los dos. Y debió saber que vos estabas demasiado herido para amarla, por eso en silencio la amó por los dos.

__! Soy un monstruo peor que mi padre! ¡Soy peor que él cuando nos hizo eso!

__Shhh…

__Hui, vi esos brazos abiertos, el rostro lleno de lágrimas de ella, mas arrastré a Agustín, ni sé de dónde saqué fuerzas, pero me escabullí entre el desbande, desaparecí con él, y choqué en algún momento con un militar de los de rescate, me preguntó… los negué, le dije que éramos huérfanos, Guille, huérfanos, porque para mí ellos estaban muertos, me dejé llevar con el nene en andas de él con los demás, los que no tenían a nadie. No pude abrazarla.

__Pero ahora puedes.

__Luego de años, cuando perdoné, me pudo tocar, solo ella, no él, ese padre que sin siquiera saber que soy gay, me rechaza, me juzga, ni siquiera aprueba mi trabajo.__Lo miró desolado__. ¿Con qué autoridad moral lo hace? No puede hablar siquiera de mí, y gritaré en su rostro que te amo. Entonces los vi y sentí como dos extraños, que salvaron la piel a costa de la nuestra, de nuestras heridas que aún no han sanado. Ellos permitieron la tortura.

__ Pero dijiste que regresaste a tu casa.

__Cuando escuché orfanato, cuando pensé dónde llevarían a mi hermanito, a mí mismo…, cuando Agustín en ese estado de shock me miró, leí en sus hermosos ojos una súplica. Lo hice por él, supe que él los quería, a pesar de todo entonces quería su hogar, y en ese hogar al menos estaba mi madre, entonces dije a otro de los militares mi apellido, la verdad. Al rato ellos aparecieron.

 

“_ ¡No me toques! _ le grité a mi madre mirándola con odio___. ¡Nadie puede tocarme!

__ ¿Qué le sucede a Agustín?

Entonces estallé peor, de haber podido acercarme…

__ ¡No lo saben, malditos! ¿Acaso no saben lo que le sucede? ¿No saben lo que nos hicieron?__ A él no pude mirarlo, solo sé que cargó a mi hermano, mis brazos habían cedido, él lloraba, empezamos a caminar, yo apartado, detrás, sintiendo odio… impotencia… frustración.

__Tranquilo amor. __ Guillermo acunó el rostro y le absorbió las lágrimas, le besó los labios resquebrajados y empapados__. Los odias, a él lo odias todavía, ¿no es así? Dilo en voz alta. Pedro, mírame, por favor. Confía en mí. Atrévete a enfrentar al demonio más nocivo que te habita, la culpa por odiar a tus padres. Aquí estoy yo para sostenerte y ayudarte, pero dilo.

Alzó lentamente la mirada, movido por un fatalismo al tiempo liberador. Se dijo que de ese modo debían sentirse los condenados a muerte, cuando hartos de esperar, van camino al cadalso y no ven la hora de que llegue el fin.

__No puedo quererlos, me sumé a esa farsa de familia por las nenas, por mi hermanito, él los acepta, de lejos a ella la quiere, cuando salió de ese pozo donde creó un mudo propio, lo hizo sano, pero yo a mi otro ser, lo perdí para siempre, y el dolor, el odio y la culpa desde entonces no me dejan vivir. ¿Me odias? __preguntó Llorando.

__ ¿Cómo crees que sería capaz de odiarte o despreciarte luego de tanto? Lo único que siento es amor, un amor profundo, infinito, respeto, admiración, un amor desconcertante __ añadió__. Y no sos capaz de comprender cuánto te admiro, Pedro.

__No te merezco. Soy un ser oscuro. Al odiar a mi padre, más lo que me hicieron en ese sitio, y la fobia, no creí que pudiera nunca enamorarme,  menos entregarme a alguien, y hoy aún temo, y tú mereces todo. A un hombre completo.

Guillermo apoyó sus dedos en los labios.

__Fuiste lo que pudiste ser en condiciones que sin leer el diario aún no me atrevo a imaginar, viviste lo que nadie debería, y menos un nene.

__Yo la quiero, a mi madre, mas a veces necesito castigarla… por estar con él, ¿entiendes? Y él me sigue lastimando, y yo deseo lastimarlo tanto como él lo hizo y sigue haciéndolo, y lo haré de la peor manera, cuando le grite que soy gay, me va a repudiar, y yo lo voy a disfrutar, soy un monstruo, pero lo voy a disfrutar, y me estoy cavando una fosa donde me vuelvo peor que él, estoy muerto desde entonces, ya te dije.

__ Estás vivo a mi lado dijiste, renaciste. Dios nos ha concedido la bendición de encontrarnos y amarnos, de ayudarnos uno al otro a sanar. Juntos seremos felices, nos curaremos las heridas mutuamente. Solo verte me da alegría, me devuelve las ganas de vivir.

Pedro negaba con la cabeza sollozando.

__No te merezco.

__Ahora te arrepientes del rechazo hacia tu madre, ¿negarás también que me amas porque quieres perpetuar un castigo que no te corresponde? ¿Cuánto tardarás en arrepentirte de alejarme si eso fuera posible, Pedro?

El llanto arreció.

__Te amo, Guille. ¡Te amo tanto! Eres todo para mí.

__Gracias __ repetía él con voz quebrada__. Gracias por devolverme la vida.

__ ¡No podré dejarte jamás! Aunque sea egoísta y no te merezca, no podré dejarte.

__ No te permitiré que me dejes. No podrás hacerlo. Si lo haces moriré de tristeza y será justo que sientas culpa entonces.

Pedro rio entre lágrimas. Las miradas se encontraron, y las sonrisas fueron languideciendo en tanto sus expresiones cobraban sobriedad. Intensidad.

__ Cuando seas padre, entonces lo perdonarás _ afirmó Guillermo, porque sé que lo serás, y el mejor que haya conocido, porque tienes un corazón inmenso, colmado de amor, y es por eso que te castigas, porque negaste las caricias a ellos, tu amor, entonces no se las das a nadie, o solo a mí, porque te amé, y me amas. Es el castigo del que te hablé desde que supe de tu fobia, y no vino solo de los abusos, el trauma está relacionado con lo que como niño vivenciaste como la peor traición, relacionada a la maternidad, y a la paternidad, pero esto también pasará, lo prometo, esto también va a pasar.

 

Los truenos,  y la tormenta que sacudió la barca, los sacaron del relato, y del infierno para sumirlos en otro, cuando  llegaron a cubierta, ya era tarde.

El mar estaba furioso, olas gigantes zarandeaban el barco, y a lo lejos las luces de otros pequeños se perdían entre gigantes de agua, Pedro resistía los embates intentando llegar al timón, a la cabina de mandos, e intentaba sostener a Guillermo que se balanceaba sobre sus piernas, los dos empapados, cuando Pedro vio que todo estaba perdido, en un segundo tomó la decisión, y saltó al abismo arrastrando a Guillermo, a la masa oscura y reluciente.

Mientras el barco se hundía bajo las aguas furiosas, Pedro nadaba como si el hilo de la vida lo tirase desde la costa.

Llevaba a Guillermo en brazos y lo impulsaba hacia arriba, para que respirase, luego se hundían juntos, mas Guillermo pasado el susto inicial entendió la dinámica, y colaboraba.

__Pedro… __balbuceó en un momento.

__ Shhh __jadeó él__. Guarda el aire amor, que ya llegamos.

Nadaba con la misma facilidad que los lobos marinos, girando sobre su cuerpo para permitir que su amor respirara hondo, luego volvía a la posición inicial y daba grandes brazadas que lo avanzaban varios metros. El mar y las olas los zarandeaban en todas las direcciones. El mar desatado era temible. Pedro comenzó a pensar en él como en un amigo, la dulce compañía de sus horas de tristeza, hasta rememoró un lamento marino, tal como él lo entendía. Y ese encantamiento, le dio fuerzas para seguir luchando contra la corriente que se empeñaba en llevarlos más al sur, adonde ya no había residencias ni nadie podría auxiliarlos.

__ Respira, Guille.

Guillermo inhaló, y Pedro se sumergió apretándolo contra su pecho como si fuese su propia alma.

Bucearon juntos hasta que por fin la marejada cesó, y el oleaje recuperó su ritmo normal. Habían cruzado la línea de la rompiente. Ahora quedaban las olas, inmensas, voraces, pero regulares y acompasadas, que les permitirían flotar de a ratos, y eso hizo Pedro, se acostó y puso a Guillermo sobre su cuerpo, vueltos ambos boca arriba, la luna recién pispiando de a ratos blanqueaba sus rostros.

Pedro luego lo tomó de la mano, Guillermo lo ayudaba con la otra, y así lo arrastró para que nadase con él, y así, como dos seres míticos surgidos de las aguas, llegaron a tocar el suelo arenoso al fin.

Pedro se incorporó y levantó a Guillermo, para correr ofreciendo el pecho a las olas hasta la orilla, donde se desplomó con él en brazos.

Boqueaban como peces en una red. Apenas se repuso un poco, Pedro se inclinó sobre su amor para evaluar su estado. Con un dedo rozó el contorno del rostro…

__Querido amor.

Los ojos de Guillermo se abrieron mucho.

__ Creo que voy a vomitar _ balbuceó, y se volvió de lado para arrojar fuera toda el agua salada que había tragado.

Permanecieron echados en la orilla, lamidos por la espuma, cubiertos por la arena que arrastraba el viento, hasta que Pedro pudo reunir las fuerzas para ayudarlo a incorporarse y llevarlo con él.

Reconocía el sitio de una caminata, cerca había una gruta entre rocas,  y una cabaña,  y hacia una de ellas deseaba llegar, estaban empapados, y hacía frío, volvería a llover.

 

Hallaron el refugio a la tarde con la tormenta avanzando desde el sur. Igualmente, calculaban que contarían con un tiempo para reponerse, secarse y desandar el camino para regresar a la casa. Entraron y se tomaron unos minutos para acompasar sus corazones, prácticamente no sentían los pies y las manos y un entumecimiento general mezcla de hielo y cansancio les entorpecía los movimientos y los sumía en el sopor, primer síntoma de la hipotermia, todo abrigo había quedado en el barco.

 

__ Come amor _ ordenó Pedro, y le acercó dos caramelos a la boca, un hallazgo que estaba en su pantaloncito__. Caramelos con azúcar, una fuente rápida de energía, y bebe.

__ ¿Cómo tienes esto?

__Lo llevaba colgado al cuello, se salvó de milagro, aunque es poca cosa, tenía más en la mochila, pero no  pude volver por ella.

Esto es una cabaña de guardabosque o algo así, la vi cuando un día salí a correr.

Más repuesto, Guillermo se ocupó de encender fuego, Pedro paseó la mirada previendo si podrían quedarse allí, o solo secar algo la ropa y  calentar el cuerpo.

Tras una hora en silencio, iniciaron el regreso, intentando acertar con el camino, pese al riesgo que implicaba cruzar el bosque con la noche y la tormenta encima. Se trasladaban con determinación como conocedores del sendero, movidos por el anhelo de reunirse con los demás, y de cobijarse a resguardo, estarían preocupados, en verdad si vieron el naufragio, desesperados. El viento les hería la piel, había incrementado la velocidad, el frío era cachetadas en el rostro, lo que dificultaba el avance y obligaba a mermar la marcha. La temperatura descendía, Pedro supo que Guillermo no lo lograría esta vez, estaban casi sin ropa, la que llevaban aún estaba húmeda, la lluvia estaba reiniciando el suplicio, hacía cada vez más frío, y ya se habían congelado en la hora de lucha contra las olas, no se quejaban, pero se congelaban.

Tras media hora de penosa caminata, los labios morados, los temblores, decidieron a Pedro a volver a la cabaña. Guillermo asintió con dificultad, los dientes le castañeteaban, le costaba articular palabras. Pedro lo apoyó en sus hombros y lo condujo a la cabaña. Entraron tambaleando y extenuados. Lo ayudó a acostarse en un catre que había, con una manta raída y  una frazada, y lo cubrió con ella, rebuscó por todos lados alguna ropa, encontró una chaqueta de leñador, la echó encima, y otra manta, y luego se afanó por encender el fuego de nuevo, con miradas furtivas hacia Guillermo.

__ ¡Guille! _ lo llamaba cuando se daba cuenta de que la hipotermia lo seducía para que se rindiese al letargo__. ¡No te duermas! ¡Mantente despierto! Amor, llámame.

__ Pe… dro…

 __ Sigue nombrándome.

Las llamas cobraron vida y ascendieron, Pedro se lanzó sobre Guillermo para darle golpeteos en las mejillas, este entreabrió los ojos y sonrió apenas estirando los labios lastimados y trémulos. Pedro le quitó las zapatillas y la ropa mojada, y lo envolvió con la frazada. Se deshizo de sus prendas antes de meterse bajo la chaqueta y acostarse junto a él. Lo abrazó para transmitirle calor humano, como activista lo había aprendido en el Ártico. Lo envolvía con las extremidades tibias y lo percibía temblar.

__ Ahora te sentirás mejor _ lo animaba__. El fuego pronto entibiará el ambiente. __Lo ayudó pues seguía entorpecido__. ¿Mejor?

__Sí, gracias.

__ De nada,  mi amor.

Transcurrió media hora en silencio, solo se contemplaban. Pedro con el índice sobre la carótida de Guillermo le controlaba las pulsaciones y lo observaba con expectación a medida que los signos de recuperación se evidenciaban.

 __ ¿Dónde aprendiste de esto? ¿Qué habría sido de mí sin vos? Me acabas de salvar dos veces.

__Allá, vi morir a muchos, intenté salvar a otros, luego hice cursos, fui activista _ le contó__. Tú habrías puesto a salvo a todos de haber estado en el barco, la necesidad enseña.

__Tus recursos parecen infinitos, yo ni siquiera sé nadar _ confesó.

__Pero sabes amar. ¿Qué?

__Es que no sé cómo pude soportar el frío en el agua, y sin embargo ahora no.

__ Porque ahora la temperatura es muy baja, inferior a la del agua, estamos mojados, y el movimiento más el temor en el mar ayudaron. Además llevas horas sin dormir, y no hemos comido desde el desayuno. Estás extenuado amor. Porque eres tan fuerte y sano es que estás vivo pese a la hipotermia.

__ ¿Y vos no sufriste el mismo frío?

__ Estoy entrenado para él, fui activista, una vez te conté, en una época de rebeldía fui al Ártico, y un amigo me enseñó a sobrevivir al frío extremo.

__ ¿Un amigo?

__No volví a verlo, no fue mi novio si es lo que te preocupa.

__ ¿Te tocaba él?

__No, pero confiaba ciegamente en él, como en pocas personas, pero una vez que dejé aquello, no he vuelto a verlo, era solo amigo, como Diego, Guille, ninguno pudo tocarme, solo tú amor. __Intentaré preparar algo de beber y de comer, esto ha estado habitado, algo debe de haber.

Se enfundó de nuevo en la ropa algo más seca, se cubrió con la manta, recogió cenizas en la pala antes de salir a orinar, y juntó más leña. Regresó desanimado.

__La tormenta de antes es nada en comparación con la que está llegando, deberemos hacer noche acá, amor.

__ Aquellos se van a morir _ se preocupó Guillermo.

__ Y a mí me odiarán de por vida, pero no podremos salir.__ Pedro afligido se dispuso a hervir unos saquitos de té, había encontrado unos cacharros, con mate, azúcar, té, y algunas latas, pero lucía preocupado.

__ ¿Qué sucede?

__Me siento culpable, debimos  conversar anoche en la cama, tenías razón, ya se sabía que habría tormenta, lo subestimé, no debimos salir a navegar, y me descuidé al sumirme en el relato, no lo vi venir, pudimos haber regresado antes… Ahora estamos metidos en este lío, ellos preocupados, nosotros atrapados en esta tormenta, en medio de la nada, no me lo perdono.

__Yo propuse salir en el barco. __Guillermo lo obligó a acercarse y se incorporó ubicándolo entre sus piernas__. Esto fue en todo caso mi culpa _ susurró con acento paciente y amoroso__. Te propongo que no malgastemos energía en culpas tontas. Las fuerzas que nos quedan quiero que las usemos para superar esta prueba difícil que se nos presenta, que Dios nos pone supongo.

__Tu Dios no me simpatiza desde hace tiempo _ declaró, y apretó los labios enfurruñado, Guillermo se los aprisionó entre los dientes y luego los succionó.

__A mí tampoco _ admitió él, y siguió besándolo hasta que lo sintió ceder entre sus brazos.

Bebieron té y comieron unas barras de cereales.

__ ¿En qué piensas?

__ En una cafetera, en tazas de café con tostadas y mermelada.

__ ¿No te gusta el té? Tendríamos que buscar agua.

__No nos quedaremos mucho más que esta noche, y dadas las circunstancias con lo poco que hay todo me encanta. __Pedro le sonrió con labios inseguros.

__ Lo que me encanta de ti, es que habiendo sufrido tanto, y te recuerdo que sigue tu relato ahora, yo te di mi diario, con tanto dolor,  te hayas convertido en el más perfecto de los hombres, y mucho más,  que un ser extraordinario como tú se haya fijado en alguien insignificante como yo.

__Sos extraordinario para mí, y no me importa lo que vos digas, eres mi otra parte _ repitió__. Llegaste vos, un día sin aviso, de manera sorpresiva e inesperada, y fue como salir del infierno para pasar al paraíso, sin escalas. Eso sos para mí, Pedro, el paraíso.

__ ¿Aun tras casi ahogarnos y en este refugio a punto de desmoronarse?

__Sí, en cualquier sitio en que estés vos, será mi paraíso.

Pedro despertó serenamente, y descubrió a Guillermo a su lado, enredado en él, se sostuvo la cabeza con la mano, y se dedicó a observarlo con esa expresión relajada sobre la cual danzaban sombras proyectadas por las llamas del fuego. Se contemplaron en silencio ensordecido a causa del viento y de los golpes del agua y de las ramas que azotaban el techo y las endebles paredes del refugio. Pedro solo prestaba atención a los ojos café de él concentrados en bucear en los de miel. Se había producido un cambio, y ya no lo miraba con mansedumbre sino con exigencia y un deseo que desató en su cuerpo una reacción insospechada en esas circunstancias y con los problemas que los acuciaban, al mismo tiempo, se sentía relajado, seguro, increíblemente cómodo pese a hallarse en un catre y con frío. Todo era una paradoja, desde que Guillermo se había apoderado de su alma, de su corazón, de él por entero.

Lo aferró por la nuca y ejerció una ligera presión para darle a entender que añoraba besarlo, en esos labios finos que despuntaban sonrisas sensuales, esos  que añoraba de súbito prendidos a sus pezones, la imagen lo dominó, y profundizó el intercambio al tiempo que lo atraía para indicarle que se le colocase encima. Guillermo se apartó apenas, para volver a contemplarlo asombrado y concentrado, más sobrio, algo incrédulo, todo junto. Pedro le sostuvo la mirada, incapaz de expresar en voz alta lo que deseaba por temor a que la necesidad que le bullía entre las piernas se revelase como tantas veces un espejismo y acabara por desilusionarlo, solo que la necesidad resultaba incontenible, su pelvis entera pulsaba, y el instinto, al cual había aprendido a respetar, le susurraba que había llegado el momento de romper otra cadena, ahora que había confesado su dolor, su cuerpo pedía lo increíble, entregarse, darse por entero.

Guillermo se inclinó, Pedro le habló al oído.

__ ¿Qué quieres amorcito?

Pedro ocultó el rostro en su cuello para murmurar la respuesta.

__ Que me acaricies en mi sexo, no como antes, de verdad.

 Lo sostuvo de ese modo implacable mientras Guillermo extendía la mano y le acariciaba las piernas y las rodillas desnudas. Un escozor lo recorrió y terminó de acentuarle la pulsación de su virilidad, inerte hasta entonces. Subyugado por un impulso, se aferraba a él con intemperancia y contenía el respiro en tanto los dedos y las manos de Guillermo ascendían con lentitud, esculpiendo y dibujando garabatos en la piel trepidante. Apretó la cara contra su cuello, lo mordió y conjugó la imagen de esa mano firme, fuerte sobre el muslo erizado. Ahogó un grito y ciñó más los brazos cuando él empleo las manos y los dedos para deslizar el bóxer hasta por primera vez tocar su carne, su mástil enhiesto resbaladizo, expectante.

__ ¡Guillermo! __ exclamó en un susurro apenas audible en el fragor de la tormenta.

__ Bésame _ exigió él. Y sin aguardar autorización, se apoderó de sus labios y le penetró la boca en tanto movía sus manos en la intimidad no alcanzada por nadie jamás.

Pedro le clavaba los dedos donde podía, respondía al beso desesperado, le parecía que lo tenía por todo el cuerpo. Se entregaba a su incontinencia, se embriagaba de imágenes y sensaciones, un poco aturdido porque le resultaba imposible, que él, un hombre roto que había sido abusado en ese sitio horrible, sintiese esas manos tan diferentes, y fuese el que se mecía,  se contorsionaba con esas caricias osadas de un hombre sin experimentar ni asco, ni violencia, ni la urgencia de quitárselo de encima.

__ Quiero que lo intentemos, amor __ susurró Pedro en un hilo de voz.

__ ¿Seguro? ¿Te sientes preparado?

__ Sí. Confesarte todo, me ha liberado. Necesito saberlo… si eres mi sino, necesito entregarme por entero, hazme al amor, porque te amo, te amo con el alma, y te amo con mi cuerpo, porque tus manos no hieren, ellas aman, ellas hacen el amor. Hazme el amor. Quiero ser enteramente tuyo, quiero darme por entero, y sanar para siempre por y para ti, solo por el hombre que me sana, el que me cortó las ataduras de mi cautiverio, tú… Guillermo… mi sino.

_ Y te das cuenta que la vida te cambia... Que te has hartado de escuchar incansablemente lo mismo y decides ser diferente. La vida se ha encargado de cambiarte... Porque no has aprendido la lección, has tropezado muchas veces con la misma piedra que te ha dejado lastimado y hoy empieza tu transformación, esa evolución tan profunda y necesaria para tu crecimiento. Hoy te has dado cuenta que la vida te ha cambiado... Es cierto a fuerza de golpes, porque, simplemente repites la misma historia, y empiezas desde cero y te olvidas de la experiencia vivida. Hoy por hoy, te alejas del bullicio con un nudo en la garganta, sin expectativas, te levantas a ver un maravilloso amanecer, envuelves tu cuerpo con tu cobija predilecta, una buena taza de café caliente y te sientas en un desvencijado sillón y entre sorbo y sorbo te quedas escuchando el sonido de la naturaleza, observas la transición de colores, te quedas un buen rato. ¡He cambiado, y todo es para bien!-suspiras profundamente- . Y te quedas en la quietud, de esa tranquilidad tan necesaria en ti. Hoy la vida me ha cambiado. Y reflexionas, ¿a dónde voy? ¿Qué quiero ser y hacer? ¿Cómo lo debo hacer? Justamente... poniendo siempre el corazón en todo, viviendo al máximo sin temor alguno, empezar desde la experiencia, puliendo los aprendizajes del pasado, aceptándome como soy, cerrando círculos con amor y agradecimiento, fluyendo, conservando mi energía y mi paz. La vida me ha cambiado es cierto... ¡Solo  hoy sé que la vida es un cambio permanente, nada es estático ni eterno! Tanto tú, como yo debemos cambiar nuestras creencias limitantes y afrontar con valor nuestros temores y tener siempre mucha fe de que podemos lograrlo, la fe será la luz interior que nos guiará en los instantes más difíciles, el amor es un acto de fe, y la vida es cambio, evolución, experiencia, y yo podré entregarme, porque el amor es dar, darse.

“Era mi mejor amigo, el mejor que he tenido fue Juan. Le contaba mis penas y alegrías, siempre encontraba la palabra exacta  para consolarme, o la risa, para reír conmigo. Amar de nuevo, lo había desechado, no lo había pensado, ni en sueños escrito. Hoy, después de algunos años,  el amor golpeó mi puerta, mi corazón dio un vuelco cuando me miró. Vi que había cambiado, solo el brillo de sus ojos era el mismo, sus sienes vestían de plata, su voz demostraba nostalgia y esperanza. Me abrazó y giró conmigo entre sus brazos. No me pudo olvidar, fue lo que me dijo  sin palabras, yo sentí que volvía para hacerme  el hombre más feliz. Lo había amado en silencio, ahora lo podía gritar. Lo esperaba para que secara mis lágrimas con sus manos,  su piel y sus labios. El amor regresó, infinito y real, completo y eterno, fue tibio e inmaduro con Juan,  y se hizo enorme, y un señor, con este precioso ser que sobrevivió como yo a todo, con Pedro… mi sino.”

 

CONTINUARÁ.

Hechos y personajes son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es coincidencia.

Lenguaje adulto. Escenas explícitas.

 

 

 

 

 

 

 

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