lunes, 19 de julio de 2021

REDENCIÓN CAPÍTULO TRECE

REDENCIÓN

 

CAPÍTULO TRECE

 


Pedro hizo una mueca ¿Por qué tenía tan mala suerte? Se quitó la toalla de la cabeza y  la puso a secar. Luego regresó al dormitorio, dejó el teléfono en su sitio. No se iría a casa porque le había prometido a Guillermo, pero dormiría en la habitación de invitados.

De repente, él abrió los ojos y lo miró fijamente.

 

__Beatriz _ susurró, alargando la mano hacia él.

Pedro empezó a temblar convulsivamente.

__Mi musa, mi Pedro, mi Beatriz _ susurró él sin rastro de duda en sus ojos.

__ ¿Guillermo? _sollozó Pedro.

 

“Cualquiera sea la libertad por la que luchamos

debe ser una libertad basada en la igualdad.”

Judith Butler.

¡Nunca dejes que se duerma tu entusiasmo!

Es una virtud demasiado valiosa para abandonarla.  “Montecristo”.

 

Guillermo abrió los ojos mas solo por un instante. Una sonrisa dulce y lenta apareció en su rostro y al llegar a la mirada la tornó en suave y muy cálida.

__ Me has encontrado.

 

Pedro se mordió el labio, el interior de la mejilla para no lanzar el llanto al oír su voz. Esa era la voz  que recordaba, la del hombre que amaba. Llevaba mucho tiempo esperando volver a oírla. Llevaba años esperando que él regresara a su vida.

__ Mi musa. __ Agarrándolo de la muñeca, tiró de él. Se apartó un poco en la cama para buscarle un sitio, rodeándolo con los brazos,  mientras,  Pedro apoyaba la cabeza en su pecho__. Pensaba que te habías olvidado de mí.

__ Nunca __ contestó sin reprimir las lágrimas por más tiempo__. He pensado en ti cada día de mi vida.

__No llores, me has encontrado.

Guillermo cerró los ojos  y volvió la cabeza. Su respiración empezaba a regularizarse otra vez. Pedro trató de quedarse quieto para no molestarlo con sus sollozos, pero el dolor y el alivio mezclados eran tan grandes que no pudo evitar que la cama temblara un poco. Las lágrimas formaron dos riachuelos que descendían raudos por las mejillas y se unían sobre el pecho bronceado de Guillermo.

Su Guillermo lo había recordado. Su Guillermo  al fin había regresado.

__ Amarte es privilegio de dioses celestiales ya que encontré en tus ojos  de miel la magia de la vida que me hace enloquecer. Tu boca manantial de mi veneración  que se vuelve caudal de mi obsesión arrastrándome sin freno a tu pasión. Tus manos motivación de mi codicia  por encontrar el camino a la victoria  que me lleve a la conquista de tu piel; y  en esa piel perderme en el infinito del deseo y placer profundo de una musa que imprime con tinta la música de tu amor. Y de repente descubro, que tengo mil caricias nuevas para darte,  mil maneras de decirte que te amo, mil formas de dormir entre tu aliento y tus párpados, mil gritos que resuman este amor en silencios prolongados ...perdido entre tus pupilas  y en el calor de nuestras manos, nos daremos la vida, por el sudor de nuestros poros al tocarnos.

 

__ Mi lindo. __ Le rodeó las caderas con un brazo y susurró en su pelo todavía húmedo de la ducha__. No llores.

Hoy nueva y claramente vuelvo a recordarle, vuelvo a imaginarlo y por consecuencia vuelve a inquietar e intrigar mis deseos más caóticos.

La perseverancia y dedicación en absoluta satisfacción es lo que nos despoja de toda complejidad, no hay límites y no hay tabúes, simplemente no hay pretextos abstractos e irracionales. Vuelvo hacerlo mío desde para continuar con una mirada paralela, una sonrisa estrecha y unas palabras embelesadas. Vuelvo a proclamar y plasmar mi poesía más refinada en cada poro de su delicada pero no obstante placentera piel, la tinta es mi esencia y las letras mis caricias, es como desbocar un mar de sensaciones al minimizar puntos suspensivos. Tocar su ser, apoderarme de su alma, impregnarme de su aroma para así fundirme con su mente y liberar la imaginación y el deseo más peculiar. Hoy una vez más seremos cómplices en esto que llamamos satisfacción más allá de la dedicación, y por qué no, más cercano a la perfección en absoluta imaginación. Hoy nuevamente vuelvo a recordarle, hoy vuelvo a satisfacer mis demonios más dormidos, hoy una vez más vuelvo a pronunciar su nombre en un extravagante suspiro.  Hoy nuevamente y una vez más volvemos  a ser piel y esencia, algo sofisticado quizá, mejor dicho algo etéreo e indescifrable. Pedro… Siempre amable y bondadoso, condescendiente con todos, me capturó su alma bondadosa y su carácter, un verdadero ser puro, cuidadoso de su corazón, todo lo opuesto a mí, un hacedor de buenas obras con quien hoy solo puedo compartir el gusto por Dante, por la literatura y contemplarlo en clases, metido en su mundo de pensamientos profundos y espirituales, lector de filósofos y temas existenciales, curioso de  por qué estamos en este mundo, de cuál es su rol en esta vida, su propósito, de conocer mundo, otras culturas y creencias, tan interesado en la indagación personal que sé que escribe. No le importa el dinero, solo conocer a los hombres que habitan este mundo, mezcla de mente brillante, alma cristalina y buen corazón que no puedo mancillar, no puedo ser tan cruel con vos.”

 

__ Te he extrañado tanto, por tanto tiempo __ murmuró Pedro, con los labios pegados a la piel del pecho.

__ Me has encontrado __ musitó Guillermo__. Debí haberte esperado esa noche. Te quiero.

__Somos tú y yo, somos uno, somos dos. Soy tu paz y tu volcán, tú eres tempestad y alma. Soy tu prisa, tú mi calma, soy tu llanto, tú mi risa. Soy tu sueño, tú mi dueño, tú eres mi vida, yo por ti muero. Soy tu día, tú mi noche, soy tu luna, tú mi sol,  somos uno, somos dos, en la vida y el amor. Soy tu poesía, tú mis versos, mis caricias y mis besos, tú me escribes, yo te leo, me emocionas, te agradezco. Yo soy hielo, tú eres fuego que derrites mi piel, que me quema por fuera, y lo hace por dentro. Yo soy entrega, tú eres mi ruego, somos uno, somos dos, yo soy tu vida, tú eres mi amor,  hoy, mañana y siempre, tú y yo.

 

 

Pedro se echó a llorar con desesperación, abrazándose a él como si se estuviera ahogando y él fuera  su tabla de salvación. Le besó el pecho con suavidad mientras le acariciaba  el abdomen.

Como respuesta, las manos de Guillermo le acariciaron la piel erizada de los brazos antes de deslizarse bajo la camiseta. Tras recorrerle los senderos de la espalda con delicadeza, se acomodaron en la parte baja de su espalda, donde permanecieron quietas cuando él regresó al país de los sueños con un suspiro.

__ Te quiero, Guillermo. Te quiero tanto que me duele _ le susurró apoyando su mano en la zona del corazón, para luego susurrarle palabras de Dante algo cambiadas y mezcladas con lo que sentía.

 

“¿Quién te salva poeta de tu propia tormenta? Tu ilusión perdida, memoria y conciencia te dominan. ¿Por qué tu verbo se silencia como cadena y ancla sumergidas? Tus letras mantienen anegada tu conciencia atormentada por las tantas muertes sin destino ni consuelo en viaje a la nada.

El amor se adueñó de mí durante tanto tiempo, que su señorío acabó por resultarme familiar. Y aunque al principio me irritaba, aprendí a apreciarlo.

Lo guardo en mi corazón, que es donde mejor se guardan los secretos, Y así, cuando me destroza la vida como nadie sabe hacerlo. Y parece que no me quedan fuerzas para nada más, mi yo más profundo se siente libre de angustia librado de todo mal. Porque el amor hace brotar de mí tanto poder, que mis suspiros más que hablar, gritan tu nombre. Lastimeramente suplican que mi Guillermo me salude. Cada vez que me abraza todo es más dulce de lo que las palabras pueden expresar.

 Mi poeta,  esperas algún símbolo, un aroma, que a veces llega. Entre tus letras rebeldes y sin consuelo, aúllan como fieras esperando un mensaje de esperanza, como brisa en primavera. Tu memoria sufre, porque conoce de otros tiempos. Sabes que es posible que lo veas y no sabes cuando llega y tú quieres que sea pronto, la miseria y la vida ya no esperan. Y ves morir con dolor y lo comprendes. Solo el amor te salva de todas las tormentas.

__ Tu pierna sobre mi  espalda,  o tú abrazado aquí en mi pecho, qué bonito se siente, después de haber hecho el amor. Qué cansancio tan hermoso, con un jadeo que nos convierte  en amantes impetuosos, como jóvenes adolescentes. Tu olor que excita mi cuerpo, y me hace querer poseerte, todo, todo el tiempo. Luego la paz en la rama  de una felicidad indecible que paraliza la cama, como flecha infalible. Y al despertar mi querer, huelo tu perfume, olor  que consume mi sentido del placer. Por eso déjame ver, déjame respirar profundo, para llevar por el mundo, tu olor que me narcotiza y ya nada duele __ musitó Guillermo entre adormilado y despierto.

Cuando a Pedro se le  secaron las lágrimas, le dio varios besos inseguros en los labios, suaves como plumas.

__ Qué dices, nunca hicimos el amor _ le musitó al oído, pero los sonidos no penetraron en la mente de Guillermo.

Pedro luego cayó en un sopor profundo y sin sueños entre los brazos de su amado.

 

“Te conozco tanto,  que te amo desde siempre. No olvidaré tu sonrisa y  la miel de tus ojos cuando un beso te robé en aquella tarde inocente de adolescente, dulce recuerdo del ayer. ¡Tantos otoños, tanta vida, deseando una primavera contigo! Quién no ocultó en su alma aquella pasión del amor de amigos y así verte todas las mañanas, tú y yo y mi pasión como testigo. Se aquietan mis ojos en tu perfumada primavera virginal. Siento una dulce ternura en mi sangre, lava ardiente inesperada que dispara tu sonrisa con hoyuelos y llega al mar dulce de tu mirada. Tu belleza provoca la bella prosa, jamás escrita por mi verbo. Vamos tomados de las manos hasta que el amanecer nos encuentre y es triste mi soledad cuando tú no estás y me acompaña siempre. ¡Tanta vida en esperarte! Sabiendo que tú existías tan cerca. Y esta soledad mía, amando y madurando en mis otoños, atardecía y allí mi alma atrapó tu aliento y sonrisa, y revivió con tu alegría. Persiguiendo tu sonrisa, me extravío en el mar de tus ojos. Voy a respirar el aroma a pétalos de tu piel olvidando mis esperas cuando me des tu amor, mío en mi pasión como rosa en primavera. Rotas las quimeras de mis pasiones, al fin  serás mío.

Caminas desnudo, un mínimo ropaje que te roza como una melodía entre tus piernas y reverdece la pasión pura, desatada, del alma mía. Un temblor apasionado me estremece, cuando acaricio tu espalda, tu pelvis. En el fuego de la pasión, vencido tu pudor, tomo dulcemente tus secretos y mis manos recorren tu espalda, dormida tu piel de ansias ausentes. Siento la necesidad de amarte, sin descanso ni sosiego. Desnúdate, déjame verte y olvidarme la quimera de un viejo sueño y encántame con el paisaje  de tu vientre, ya soy su dueño. Siento cómo tu primavera ama dulcemente a mis otoños. Vivo en ti antiguas ansias en el desierto que habitan mis nostalgias,  te amaré en amaneceres y auroras gozando juntos en tibias alboradas. Hombre  de mi vida, despertaste conmigo al amor. Ahora, duérmete conmigo, yo velaré de tu vida.”

 

__ ¿Guille? __ Pedro no supo si lo había oído y lo estaba soñando, también él seguía adorándolo en la mirada y con las palabras__.  Eres todo lo que yo buscaba en mi vida.

“Ama como si el amor fuera a durar siempre, lucha como si pudieras cambiar el mundo, sueña como si fueras a vivir eternamente y disfruta como si fueras a morir mañana.

Quiero decirte entre las estrellas más hermosas,  entre las nubes, que estoy bien, aquí solo hay paz, amor y perdón... No te pongas triste por mi ausencia,  no me he ido de tu lado, simplemente que ahora no me puedes ver como antes, ni puedes oír mi voz, pero estoy contigo a toda hora, en cada latido  de tu corazón, en cada lágrima que derramas por mí.  Pero ¿sabes? te las he secado con mis manos y con  mis besos pero no te das cuenta, el dolor y el no aceptar  que no estoy físicamente, no dejan que me veas. Sabes bien que esta es la ley de la vida. No culpes a nadie. Me encuentro pensando, cubierto en una bruma; hasta me parece broma, escribirte en este tono.”

 

Pedro despertó sobresaltado, no le gustaba su sueño, Guillermo estaba vivo, estaba a su lado, espantó las ideas negras y miró el reloj, eran las siete de la mañana. Él seguía profundamente dormido. De hecho estaba roncando. Aparentemente, ninguno de los dos se había movido durante la noche. Pedro supo que nunca había dormido tan bien como esa noche, en ese refugio, en ese su hogar, o bueno, sí, solo una vez.

No quería moverse ni romper esa magia. No quería separarse de él ni un centímetro, todo era raro, ni siquiera sabía si era gay,  estaban esas fotos raras, esa mujer odiosa al teléfono, pero su musa era él, desde mucho tiempo, y sonrió al recordar cómo estaba de borracho, aunque luego supo que no era tema de risa que se castigara así… para olvidar le había dicho. “¿Olvidar…  qué?”

Su mente era un torbellino de preguntas sin respuestas, mas lo mismo quería permanecer en sus brazos para siempre y fingir que el tiempo se había detenido, que nunca se habían separado.

“Me reconoce. Me ama. Por fin.”

Nunca se había sentido amado antes, él había sido su despertar, siendo casi un niño con él había conocido el amor. No realmente. Él se lo había susurrado anteriormente y su madre se lo había dicho a gritos, pero solo cuando estaba borracha, por lo que ese amor enfermo puesto en palabras no habían calado en la conciencia de Pedro. Ni en su corazón. No se lo había creído pues eran palabras huecas, no respaldadas por sus acciones. Pero creía a Guillermo.

Y así,  esa mañana, Pedro se sintió amado, por primera vez despertó con la sensación y la certeza. Sonrió con tanta fuerza que pensó que se le rompería la cara. Acercó sus labios al cuello de Guillermo, le acarició con ellos la piel,  resbaló sus caminitos impregnándose de su aroma y sabor, disfrutando de la textura de la barba incipiente. Él gimió débilmente y lo abrazó con más fuerza, pero su respiración honda y regular le indicó que seguía profundamente dormido.

Pedro tenía suficiente experiencia con alcohólicos como para saber la resaca que lo dominaría y el malhumor que   traería el despertar, por lo cual no tenía demasiada prisa en que lo hiciera, prefería admirarlo y mimarlo teniéndolo así, dormido, sumiso. Había sido una suerte que la noche anterior se hubiese comportado como un borracho seductor e inofensivo, era el tipo de borracheras que él sabía cómo manejar. Era el otro tipo el que le deba miedo.

Pasó casi una hora empapándose de su calor, y su olor corporal, grabándolo en sus poros y retinas, disfrutando de su cercanía, buceando en los detalles, acariciándole delicadamente el torso. Aparte de aquella noche que había compartido con él en el bosque, esos momentos estaban siendo los más felices de su vida. Pero como entonces, al final, de nuevo tendría que marcharse.

 

“Siento tus frágiles caricias, llenas de embelesos; disfruto tus cálidos besos, adornados de premisas. Caricias inciertas ilógicas, nostálgicas, sopor de pensamientos… llenos de bellos momentos.  Manantial de agua clara, luz de  crisol fino de la mañana, prenda extraña y cara. Cómo  quisiera ser viento, llegar hasta tu humilde aposento; conjurar y parar el tiempo… para que este amor no sea  simple pasatiempo. Cómo  quisiera ser agua, para deslizarme por tu cuerpo cada relente mañana; llegar como temprana  brisa  y pasearte cual frágil piragua. Disfrutar tus caricias lejanas, que me queman como fuego; sosteniendo que las distancias…  no son obstáculo ni enemigo. Tus caricias tierno ángel, son para mí el abrigo; son el mejor amigo… que se puede sostener. Tus caricias amor mío, son puro gusto a miel; con toquecitos de hiel… insomnio y sueño profundo. Tus caricias adonis  mío, son esos toques mágicos; gestos positivos y negativos, condicionales e incondicionales… que  se extrañan  en toda mi anatomía. Es mejor así, precioso, no soy hombre para vos, estoy marcado, perdí mi alma, nunca podré merecer tu amor.”

“Dentro del bosque hay un lugar donde llegar,  donde recomponer un ramo de flores secas,  donde oler las mañanas y también las noches  y atardecer en la serena calma del rumor de un bosque. Atreverse a entrar, allí, donde el olvido  cavó una fosa y esperar nada. Mirar mis pies, la huella hundida en el barro ácido  de mi memoria y cubrir mi piel con el valor del viento  para poder mirar de frente, para pasar dentro y apartar la oscuridad con el brillo de mis ojos,  el reflejo de mis lágrimas,  comer la sal tanto tiempo  almacenada. El tiempo está delante,  si yo me muevo él se escapa, se escapa, se escapa y aquí, paralizado como una foto en el pasado,  observo el bosque que fue mi casa,  sus voces llegan hasta mí en palabras enredadas  como una marea de invierno con resaca. Quiero entrar, y quedarme en el abrazo de sus ramas,  no salir jamás, unirme a su savia y recorrer el mundo  como raíz profunda alimentando mi alma. Había un lugar cuando empezó mi historia,  ahora intento encontrar el camino para regresar  y no perderme en un día gris y frío  como aquel que convirtió mi corazón en arena,  en aquello que no quiero recordar, y que ahora olvido.”

 

 

“No puede mi verbo describir tu belleza y tu figura. Eres un  duende misterioso de alma curiosa que buscas el amor, un parpadeo fugaz de tus alas y huelo perfume  que me hechiza. Caminas casi volando en cadencia lujuriosa, y me enamoras. Las curvas de tus muslos revelan mi lujuria de pasión liberada. El sol, en tu desnudez, sin pudor te acaricia y profana. La brevedad de tu figura de pasión pura enciende tu cuerpo,  bebo la piel de tus  colinas y el delirio de la cumbre. Enamórate de mí, y déjame beber el néctar de tu boca. Todas mi soledades se sumergen entre la miel de tus muslos, loco por el aroma de tus besos. Duende  y dios de aquel bosque de manzanas encantadas, vienes de la nada, para amar enamorado. Sentiré tu gozo y el delirio que seas mío, entre tus sombras dulces y bebiendo de tu ombligo a besos. Así, amándote apasionado, bebo las mieles de tu boca. Tu aliento, una bella primavera que abre las  fuentes en el éxtasis  y con tu pasión latiendo por mí. Enséñame a volar y llévame contigo al cielo o a tu infierno. Yo te amaré, y no más noches solitarias,  en los grises de mi vida te haré mío dulcemente, viviendo en nuestro amor y tú, rendido. Y así como llegaste te fuiste, volando hacia un ocaso triste. Yo pensando si eres solo una fantasía que acarició mis sentidos con el recuerdo de tu belleza de sueños y delirios. Es muy hermoso pensarte en mi vida solitaria con tu amor, dulce y apasionado.”

 

Sigilosamente, Pedro salió de debajo del brazo de Guillermo, y fue de puntillas hasta el cuarto de baño, cerrando la puerta. Vio una botella de perfume en el tocador, la abrió para olerla. No era el aroma de antaño, no era el aroma que recordaba del huerto. Su olor como todo él de entonces había sido más natural, más… salvaje.

“Este es el aroma del nuevo Guillermo. Es como él, fuerte, intenso, imponente. Y ahora es mío.”

Pedro se cepilló los dientes, se acomodó el pelo, al fin estaba tan enredado que lo mojó pues estaba alborotado en nudos, resuelto el tema de su rostro y su pelo, fue a la lavadora a sacar la ropa, la metió en la secadora. No podía volver a casa hasta que estuviera seca, pero no tenía intenciones de marcharse, ahora que él lo había recordado, habría tanto por contar, tanto que decir, o quizá no, no por ahora.

¿Y qué pasa con esa Silvina? ¿Y ese tatuaje de Male? Ofuscado, Pedro apartó esos pensamientos de su mente. Eran irrelevantes. Aunque fuera bisexual, y ellas amantes, las dejaría, Guillermo solo lo amaba a él.

“¿Pero cómo vamos a resolver el problemita de que sea mi profesor? ¿Y la beca? ¿Y si es alcohólico y lo de anoche no fue casual?

Años atrás se había jurado que no tendría jamás una relación con un alcohólico. Pero en vez de plantarse en esa posibilidad de manera honesta, desechó todas las sospechas y dudas, las mandó a un rincón recóndito de su mente. Quería creer que su amor sería capaz de vencer todas las vallas y barreras.

“Que a matrimonio de alma y alma verdaderas no haya impedimentos”, recitó Pedro a Shakespeare, como un mantra contra sus miedos. Creía que los vicios y lo que veía diferente en este Guillermo nacían de la soledad, de la desesperación y ese desasosiego que despuntaba en su mirada, que él no sabía dónde se enraizaba, mas ahora que se habían reencontrado, su amor bastaría para rescatarlos a ambos de la oscuridad, porque juntos serían más que dos, más fuertes y cuerdos que separados.

Mientras pensaba todas esas cosas iba inmiscuyéndose en su casa como antes en su rostro y en cada resquicio de piel, abría armarios de la cocina, estaba muy bien equipada, seguramente, Gaby antes de irse le había comprado de todo. No sabía si él desearía desayunar. Recordaba que su madre nunca deseaba hacerlo luego de una borrachera. Prefería tomar extraños cócteles a base de arándanos y alcohol que para su desgracia, Pedro había aprendido a preparar a la tierna edad de siete años.

Sin embargo, tras tomar un desayuno de café dulce, y bizcochos, preparó uno para Guillermo, café negro amargo, mermelada como le gustaba, según Gaby,  a cucharadas, y tostadas, con jugos de pomelo y naranja, y no sabiendo si como su madre él sería uno que curaba sus resacas bebiendo,  por las dudas preparó un cóctel símil al que su madre usaba. De este encontró la receta en una guía de cócteles y eligió el whisky que le pareció menos caro para mezclarlo con jugo de frutas.

Cuando acabó, se sentía exultante ante esa inesperada oportunidad de malcriarlo, y al tiempo cuidarlo como le pidiera Gaby. Incluso cortó unos tallos de perejil para decorar con esmero la bandeja del desayuno los colocó junto a unos gajos de naranja que había dispuesto en forma de abanico, se molestó en envolverle los cubiertos con servilletas de hilo, que dobló en forma de bolsillo. Deseó ser capaz de hacerlo formando algo más insinuante e interesante, como un pavo real, y decidió investigar el tema la próxima vez que se conectara a internet, aunque su habilidad manual era nula.

Armándose de valor, Pedro entró en su despacho,  y buscó papel y una pluma para escribirle una nota:

 

__ Querido Guillermo.

El amor es un acto de fe dijiste entonces,  sin embargo, yo la había perdido, hasta que anoche me miraste a los ojos, reposaste en mi alma que es la tuya y finalmente me viste.

Ahora aparece tu bendición.

Tu musa.

 

Apoyó la nota en la copa que había usado para el zumo de naranja. No quería despertarlo todavía o se sentiría peor, así que metió la bandeja entera, con cóctel y todo, en la gran heladera, que estaba casi vacía, se apoyó en la puerta de la nevera y suspiró.

-Tus labios sensuales  son mi recuerdo en la orilla de mi boca, me basta tu dulce miel cuando viene a mí. ¿A dónde te llevo, dónde moriremos de amor total? Mis besos  tendrán sabor a ti. Quiero besarte más,  todo rincón hasta ver brillar tus pupilas en silencio. Hoy besarte hasta encender tu ser, y llenar mi alma de pasión. Necesito poner en tus manos mi vida, llévate el deseo de lo más profundo de mí. No aparto de ti mis ojos antojo de mi corazón, me has enseñado el amor.

Tienes la experiencia de tus encantos, ahora convertido en sed de ti locamente. Estoy perdido ¡no te rías!, quiero tenerte y así poder estar en ti más fuerte. Quiero llevarte a lo alto del cielo, y muy fuerte decir tu nombre. Y quiero agradecerte por enseñarme a disfrutar de todo lo bello que hay a mi alrededor. Por cantar y reír, por encontrarme en tu voz y hacerme feliz cuando te escucho. Por decir mi nombre a la distancia, por encender el fuego, y calmar la sed. Por enseñarme a volar y a conjugar el verbo amar. Por verme bello en el fondo de tus ojos. Por estirar mi frente cuando me enojo. Por tenderme la mano y no dejarme caer,  por ser pilar  donde apoyarme en los peores momentos. Por eso y mucho más,  te agradeceré hoy y siempre. Te quisiste alejar,  sabes que en mi corazón,  siempre te vas a encontrar pues somos dos almas que viajan en el mismo destino. En cosas del amor debemos hablar menos y hacer mucho más y en cada beso compartido debe ir la esencia de la vida, el amor nunca deja de ser,  nunca pierde su luz ni su profundidad y muchas veces es malinterpretado ya que lleva un velo  de orgullo y egoísmo que nos le permite expandir su corazón, me gusta cómo nuestro mundo lo hemos vuelto magia y poesía y cómo en cada día el escepticismo se ha hecho amor y cómo en cada caricia nacen nuevas esperanzas que son ilimitadas y llenas de la felicidad de dos almas que viajan hacia el mismo destino… Dijimos que ya es hora de amarnos. Que si no la vida no tiene sentido. Todo pasa por alguna razón. Y mi razón es amarte. Es decirte, cuánto siento por ti. Si no,  no tiene sentido.  Al anochecer te extraño. Al día siguiente te anhelo. Mis días sin ti son solitarios. Por la noche mi corazón, piensa en ti. A altas horas de la noche, qué le digo, ¡sí,  estoy sintiendo! Cómo hago para decirle que no estás a mi lado, que los días pasan en un suspiro. Y yo solo deseo tus besos, tus caricias, todo de ti.

Te regalo porque eres el dueño de todos mis suspiros, que son latidos que se conjugan entre el tiempo, realidad e irrealidad de almas que unieron sus sueños. Suspiros acompañados de tormentas donde los engaños, los celos y la rutina del tiempo pierden la batalla entre esas almas que buscan una eternidad juntos amándose como locos, sufriendo como almas en pena, qué desdicha que en esta realidad tema a la soledad al sentir que no me llevan a tus recuerdos, que me llevan al caos del vacío olvido. Pero ahora nos hemos encontrado, y ya no será así, cada suspiro te llevará solo mi amor.

 

Los golpes en la puerta, lo sacaron de su ensueño. Y su rutina de novio doméstico se vio interrumpida por alguien que llamaba a la puerta.

“Mierda. No puede ser que haya venido.”

Al principio no supo qué hacer. ¿Sería preferible esperar a que Silvina abriera con su propia llave? ¿Cómo podía ser que Gaby no supiera de ella? ¿Y si le mostraba lo real volviendo a la cama acurrucándose en los brazos de Guillermo? Tras un par de minutos su curiosidad pudo más y se dirigió a la puerta de puntillas mascullando a los dioses.

“Tras años de separación habiendo acabado de reencontrar a mi alma gemela, tras seis años, no permitan que la futura, examante de mi amor lo arruine todo. Por favor.”

 

 Pedro respiró hondo, y miró por la mirilla. El rellano estaba desierto, mas vio algo en el suelo. Abrió la puerta con precaución, respirando aliviado al encontrar un ejemplar del diario.

En su rostro despuntó una deslumbrante sonrisa porque su reencuentro con su Guillermo no había terminado por esa mujer, recogió el periódico y cerró la puerta. Sin dejar de sonreír, se sirvió un vaso de jugo y se acomodó en la butaca de terciopelo rojo de enfrente de la chimenea, con los pies descansando en la otomana tapizada de negro y suspiró, podría acostumbrarse a una vida así.

 Si dos semanas atrás, cuando estuvo allí con Gaby, le hubieran preguntado si creía que estaría en esa casa, un día domingo por la mañana, habría dicho que no. No habría creído posible ni eso y menos  haber dormido junto al amor de su vida, ni aun con la santa intervención desde el cielo de Mirna. Pero ahora estaba allí, y se sentía muy feliz, y se dispuso a disfrutar de la mañana de domingo a base de ese jugo y del periódico, amén de que una mañana así se merecía un poco de música, se decantó por música cubana, y mientras hojeó la sección de arte del periódico, descubrió un tesoro, pronto se inauguraría una exposición sobre arte florentino, era un préstamo de la galería de los Uffizi, un sueño para él, y tal vez a Guillermo le gustaría acompañarlo. Podrían tener una cita.

Sí, no habían tenido un baile juntos en la promoción, ni en ninguna de las fiestas de la universidad, ni menos en boliches, pero Pedro estaba seguro de que ahora podrían recuperar el tiempo perdido, y sería mucho mejor, ya no era un chico, era un hombre. Contento, se puso de pie de súbito justo cuando la cantante comenzó una estrofa muy alta,  se sumaron instrumentos de viento, voces y sonidos demasiado altos, mientras bailaba con el vaso de jugo en la mano, vestido con pretenciosos boxers, totalmente ajeno al hombre semidesnudo que se dirigía  hacia él.

 

__ ¡¿Qué se supone que estás haciendo?! __bramó el profesor.

Pedro quedó de piedra al oír la voz de trueno a sus espaldas, de nuevo él estaba enojado. Arrancándose los auriculares de la cabeza, se volvió, y lo que vio, lo dejó destrozado.

 

__ ¡Te he hecho una pregunta! __ Los ojos café penetrantes parecían dos pozos de agua__. ¿Qué haces vestido con mi ropa interior dando saltos en mi salón?

 

El corazón de Pedro se rompió, sintió el sonido de ese órgano partiéndose en dos ante la daga de esas palabras, o el último clavo hundiéndose en el ataúd de su difunto amor que descansaba eternamente, mas nunca en paz.

Tal vez fuera por su tono de voz, furioso y autoritario, o porque con una sola pregunta le había dejado en claro que ya no lo veía como su musa y que todos los sueños y las esperanzas acababan de morir apenas nacidos como se diluyó la noche al despuntar el alba. Fuera lo que fuese, su iPod y el jugo se le resbalaron de entre los dedos, el vaso se rompió, el aparato nadó en el charco de líquido, a sus pies.

Se quedó mirando el estropicio, tratando de que las palabras entraran a sus neuronas para comprender lo que acababa de suceder. Cualquiera que lo viera pensaría que era incapaz de entender que el vidrio pudiera romperse y causar un desastre en el inmaculado piso del departamento de su profesor. Finalmente, se dejó caer de rodillas para recoger los cristales, mientras en su mente se repetían las preguntas: “¿Por qué está tan enojado? ¿Por qué no me reconoce?”

Un Guillermo poderoso y descamisado lo miró desde su porte. Llevaba solo los bóxers, lo que le daba una apariencia un poco sexy y un poco ridícula. Tenía los puños tan apretados que se le marcaban los tendones de los brazos.

 

__ ¿No recuerdas lo que pasó anoche, Guillermo?

__ No, gracias a los dioses del Olimpo, no lo recuerdo. ¡Y levántate! Ya te he dicho que no soporto verte así, pasas más tiempo de rodillas que…  __ exclamó sin animarse a decir la última palabra, aunque Pedro la adivinó, con los dientes apretados.

Pedro alzó la cabeza bruscamente. Al mirarlo a los ojos, comprobó que era cierto, que no recordaba nada en absoluto y que estaba cada vez más furioso. Más le habría valido a Guillermo atravesarle el corazón con una espada, pues se lo había destrozado con sus palabras y ya le había empezado a sangrar.

“Como en el tatuaje, él es el dragón, y yo soy el corazón que sangra, desde hace años, y así será por siempre.”

Pero en ese instante, tuvo lugar un hecho remarcable, después de seis años, al fin algo se rompió en el interior de Pedro.

 

__ Voy a tener que confiar en tu palabra por lo que se refiere al comportamiento de los pu…, Graziani_ replicó, con una especie de gruñido__. Al parecer, experiencia no te falta, ni con unos ni con otras, al ver lo que tapiza tus paredes.

El desgarro de su corazón seguía expandiéndose dolorosamente. No del todo satisfecho con ese comentario, se olvidó de los cristales,  se puso de pie de un salto.

__ ¡No te atrevas a volver a hablarme en ese tono, borracho adicto asqueroso! _ ¿Quién crees que eres por solo tener dinero? Después de todo lo que hice por ti anoche, desde salvarte del asedio de una de esas como Sonia a evitar que te echaran a la calle, o peor,  a una celda, debí haber dejado que Sonia te atrapara, que hicieras con ella lo que acostumbras delante de toda la gente del club, y que al fin durmieras la mona en la cárcel.

__ ¿De qué estás hablando?

Pedro se acercó a él con los ojos brillantes, las mejillas arreboladas y los labios temblorosos. Se estremecía de rabia, mientras la adrenalina corría por su sangre. Tenía ganas de golpearlo, de borrarle a puñetes aquella expresión, esos gestos. Quería arrancarle el pelo. Dejarlo calvo, para siempre.

Guillermo aspiró su aroma, erótico e incitante, y se pasó la lengua por los labios, pero hacer eso ante un hombre  tan enojado fue un error.

 

Pedro alzó la cabeza, orgulloso, y salió a grandes zancadas del salón, murmurando variados y exóticos insultos, en varios idiomas, italiano incluido, señal inequívoca de que estaba muy furioso.

Guillermo se frotó los ojos con parsimonia. A pesar de padecer unas de las peores resacas de su vida, estaba empezando a disfrutar del espectáculo de Pedro vestido con su ropa interior, apasionado y furioso, gritándole en todos los idiomas. Era el segundo espectáculo más erótico que había visto nunca, y totalmente fuera de lugar.

“¿Fuera de lugar?... Después de amarte tiernamente,  me siento tan extasiado, como si hubiera tomado el cielo y a todas sus estrellas unidas en el hombre más bello que he conocido, y colocado su luz en mi pecho suavemente, siento que aún me quema. Bajaste  el sol a mi tierra,  llenaste de palabras mi día,  se acabó la dura porfía, que aterra  a mi corazón  con tu voz,  bella melodía  a la que se aferra mi alma. Fui dueño del universo con la firma de tu idilio,  establecí mi domicilio sin un sentimiento adverso,  tú me diste el utensilio  para escribir este verbo. Y porque me llenas de amor,  con ese momento perfecto,  porque entiendes mi dialecto,  y manejas bien mi ardor,  cómo no llenarte de afecto, hombre de mis sueños

Amo, ¿amo todo lo que siento por amor? ¿Qué es amar sin poseer? Es lo que yo quiero cuando pienso en  vos, amarte sin encadenarte, deseo  que vos me encadenes a tu alma, a tu corazón… quiero, deseo hacer un sueño de nuestro encuentro,  un sueño donde los suspiros hablen más que nuestras palabras.  Dicen que los suspiros son cantos de almas enamoradas. Deja…, permite que mi alma le cante a tu alma todo lo que con mis miradas mi corazón te dice a  vos, solo a vos… te amo. __ Guillermo sacudió la cabeza, las imágenes que se deslizaban raudas y sin pausa por su aturdida mente, no podían ser más que de sueños, y las palabras que resonaban en sus tímpanos solo delirios de borracho, versos que había escrito:  Envuélveme en tus alas, hazme sentir con tu cuerpo que te falta el mío. Envuélveme en tus brazos que no quede ni un espacio sin llenar. Tómame en tu alma y desata mi sentir, que solo tus alas me envuelvan para cobijarse de amor. Ese amor que solo en tus alas encuentro y mi piel se eriza al sentir tu contacto, es verdadero mi amor hacia ti. Desvanece mis dudas y mis deseos de fundirme en ti. Confúndeme con tus alas y déjame sentir. Despierta mis deseos adormilados de tanto extrañar tus brazos, esos brazos que solo me llevan al cielo. Que mis alas aún no están listas, o las perdí en el camino, como  abdiqué mi libertad,  pero con las tuyas elevo mi vuelo. Bésame los labios que quieren hablarte, decirte tantas cosas que se han quedado calladas. Bésame los deseos que a mi cuerpo queman, esas ansias por tenerte y perderme en ellos. Solo tómame la piel,  puedes erizarla, bebe mis suspiros y mis gemidos sordos. Deja que mi humedad se confunda con la tuya en un torrente de pasiones y gemidos certeros. Bésame la piel en ese juego delirante que me lleva hacia los cielos y se confunde con las nubes envueltas en mi locura...

Si supieras lo que enciendes en nuestros encuentros, sería majestuoso el desborde de pasiones, tormentas inalcanzables, de una pasión absoluta. Acerca tu boca a la mía. Tengo una historia que contarte. Deja que hable mi silencio y bebe mis suspiros.”

 

__ ¿Qué dices ahora? _ replicó Pedro asomándose.

__ ¿Dónde aprendiste esas palabrotas?__ le preguntó, siguiendo la retahíla de insultos hasta el lavadero, donde lo vio sacando su ropa de la secadora.

__Ya basta, Guillermo, déjame en paz, no entiendo quién eres, qué estás haciendo con tu vida _bramó Pedro con dolor, furia y pena lidiando por un primer papel en esa obra.

__La búsqueda siempre fue parte de mi vida. Muchas veces no sé siquiera qué busco. Quizá solo lo que la humanidad… paz, felicidad, descanso, no sé,  pero, mi mente y corazón inquietos no encuentran todavía sosiego. Cada despertar me planteo si hoy será el día, si esta noche, habiendo saboreado la exquisitez, por fin habré hallado lo que tanto me empeñé en encontrar.

Lidiar con estas dos situaciones: ansiedad por lo que espero se realice y comprobar finalizando el día que eso no sucedió, genera en mí un cansancio que dista mucho de ser meramente físico. Flaqueo pensando que tal vez, lo que busco no exista, que debo conformarme con lo que hay. Mente inconformista y cuestionadora. ¿No podría ser solo como tantos que viven su vida sin prestar demasiada atención a los detalles?  ¿Por qué tengo que mirar tus dedos y sentir eso tan emocionante? ¿No son acaso solo dedos de hombre? ¡Qué maldición posarme en la delicadeza de su piel, en las venas que las recorren tornándolas en maravilla sobrenatural! Sí, analizar tus manos, no me deja respirar en modo de reposo, mi percepción realmente me hace desfallecer.

De niño busco cosas, y no es que me crea especial, con todas las letras lo soy. ¿Quién acaso se paralizaría como yo al observar la sutileza de tus párpados que hacen lo que se les asignó? Si les presto atención, una parte de mí respira, habla, sonríe y despliega gesto como si más, pero adentro de mí, mi corazón se detuvo y la respiración, y mi sangre quiere explotar mis venas y el pecho ejerce toda la presión, sin embargo este desdichado hombre que soy, te mira en una realidad que es la que se espera para un mortal, como si nada hubiese pasado.

Busqué cosas en mi vida que no siempre fueron para bien, pero las busqué, no me paralicé. Ahora, en el tiempo del fin, debo admitir que todavía no encontré. El fuego aún me consume y me pregunto si alguna vez se apagará. Hay cosas que no puedo entender, las comprendo en base a esta realidad pintada por un mundo preocupado de más, en no pensar, en rellenar los huecos existenciales y la angustia de no lograr, con cuentas de colores que los vivos de siempre, los gurúes de la felicidad, le sueltan miserablemente para conformar y distraer.

¡Qué cosa! ¿Por qué no puedo retener la sensación? Cierro mis ojos sobre vos, apoyo mi mejilla en tu pecho y restriego suavemente mi cara, percibiendo cada comienzo y cada final. El aroma me embriaga y la sensación es fundamental. Mi respiración sobre ti y el calor que madura y suelta toda tu ternura y me abrasa sin que manos participen de tan maravillosa postal. La fuerza de atracción de tu amor, impele mi vida hacia tu boca pero parece que soy yo el que busca ir. El juego se plantea de muchas formas pero la que me enloquece hoy es redondear chiquita mi boca y apoyar mis labios sobre tus dientes y que tu boca rodee la mía en suavidad. Todo se detiene, hasta nuestra respiración. Siento que flotamos en un mundo que no se vería igual si quisiera mirar, miro… Miro con la percepción y nos veo rodeados de nada o felicidad o todo. Flores, rocío, multitud de estrellas y viento fresco que nos hace girar y que en nada perturba esta expresión de amor que seguro se repetirá.

Antes de abandonar la sensación, comprendo que esto es lo que busco yo, que este es el fin, la meta de mi corazón que ya no quiere esperar hasta la próxima vez.

Minutos después, puedo percibir que no me equivoqué, que mi búsqueda si es de algo real, acabo de palpar esa realidad, la sostuve en mis manos, la olí, bebí de ella. El amor de ojos abiertos, el amor al contemplarte a vos, me protege de todo lo que va a pasar, es como el remedio que evita la enfermedad o la atempera. Me hace fuerte ante la soledad, la indiferencia y todo lo nocivo que debemos afrontar. Te miro y de algún modo siempre es para bien. Me ayuda a llegar al momento en que todo mi ser encuentra su lugar, el milagro de la tranquilidad. Cuando cierro mis ojos y estoy con vos, no necesito nada más, mi mundo se completó, mi país se encuentra en ese lugar. Nuestro amor de ojos cerrados, es lo que siempre busqué, es mi felicidad.

 

__ ¡Basta, Guillermo, basta!

El aludido se había distraído momentáneamente con la visión de otra ropa interior que colgaba de una mano adorable, sujeta por unos dedos que creyó haber sentido marcando su piel. Al mirar con más atención, se dio cuenta de que la talla que le había venido a la cabeza durante la cena era acertada, se felicitó en silencio.

Se obligó a apartar la vista de forma deliberada, y levantarla hacia los ojos de Pedro, buceó en ellos, y vio las chispas color caramelo entre el oscuro chocolate, como un delicioso helado.

__ ¿Qué estás haciendo?

__ ¿Qué te parece a ti? Me estoy yendo de aquí antes de que te estrangule, o te rompa esa bonita cara que tienes.

Guillermo arqueó las cejas, frunció el ceño.

__ ¿A quién nombraste antes?

__A la jodida de Sonia, te estaba acosando.

Guillermo alzó mucho las cejas. “¿Sonia?

__Déjala en paz, me importa una mierda Sonia. ¿Anoche vos y yo nos acostamos? _-preguntó muy serio, cruzándose de brazos, insistiendo en encontrar la mirada que no podía mentir.

__ En tus sueños, Guillermo.

__Eso no es una negativa, señor Beggio. __ Le sujetó el brazo para que dejara de hacer lo que estaba haciendo__. Yo no lo niego. ¿Niegas tú haberte acostado conmigo en tus sueños?

__ ¡Quítame las manos de encima, arrogante! __ Pedro se soltó con tanto ímpetu que casi se cayó de espaldas__. Por supuesto, tendrías que estar borracho para querer hacer algo conmigo.

Guillermo se ruborizó.

__ Cálmate, ¿quién ha hablado de…?

__ ¿Ah, no? Para ti soy un putito que se pone de rodillas cada cinco minutos. ¿De qué estamos hablando? No te preocupes, pasara lo que pasase, lo recuerdes o no lo recuerdes, no importa. Seguro que no fue nada memorable.

Guillermo le tomó ese mentón precioso hendido por ese hoyuelo que lo llamaba y le buscó la mirada, lo atrajo hasta que lo tuvo a escasos centímetros de distancia.

__Te he dicho que te calmes. __ Lo estaba advirtiendo con la mirada penetrante__. No eres ningún putito, no vuelvas a hablar de ti en esos términos, es solo que no quiero verte de rodillas.

Su tono, gélido, resbaló por la espalda de Pedro como cubos de hielo.

Luego le soltó la barbilla y dio un paso atrás. Tenía la mirada ardiente y la respiración acelerada, era un lobo acechando a su presa. Cerró los ojos, y empezó a respirar hondo, muy despacio. Incluso en su actual estado de nebulosa mental, Guillermo sabía que las cosas habían llegado demasiado lejos. Tenía que calmarse y después tenía que calmar a Pedro, antes de que hiciera algo de lo que pudiera arrepentirse.

Los ojos de Pedro no escondían nada, él era transparente, y en ellos podía leerse que estaba furioso y herido como un animal acorralado. Además de asustado y triste. Era como un gatito irritado y dolido, que había sacado garras, pero estaba a punto de llorar. Y maldición, todo era obra suya. Había sido él quien le había hecho aquello a ese ángel de ojos de miel al compararlo con un p…, al olvidarse de lo que había pasado entre los dos la noche anterior.

 

“Debes de haberlo seducido. Si no, no se estaría comportando así, es tímido. Graziani, eres un imbécil de primera. Y ya puedes además ir despidiéndote de tu carrera. Pero cómo no tentarse, si es en sí mismo una obra de arte. El origen de mi caos, tú.  Ya no existen ni espacio, ni tiempo,  o palabra alguna que te describa. No cuento ni cuentas que dejen números,  ciencia o historia que te defina. No hay simbiosis,  ni simbologías, lenguaje o naturaleza  que defina o detalle tu perfección.  Observarte es mejor que admirar un dios,  ¿cómo no admirarte? No sé si eres de este mundo tras esa mirada... pero con tan solo escuchar tu voz  puedo decir que eres arte. Eres melodía, armonía y ritmo sobre  la partitura de mi vida, una loca sinfonía.  Los trazos más perfectos, inspiración  y sentimientos sobre el blanco lienzo.  Eres versos románticos,  escritos de madrugada y hermosa poesía. Eres sentido, tacto, sensibilidad   y perfecto movimiento en una danza. Eres la más hermosa lírica, narrativa,  dramática y épica obra literaria. Todo ello en un cúmulo perfecto  que da vida a una bella obra de teatro.

 Eres cine, música, teatro, que da vida a la mejor obra artística. Obra que se desenvuelve en la perfección de tu ser. Eres la combinación equilibrada y bella  de una obra mejor que la más bella, seguro  que Chopin reviviría solo para poder  tener la dicha de en el arte volver a creer. Eres la sincronía más hermosa entre diálogos  y acciones que dan vida al mejor dueto porque claro, tú eres ese maravilloso, infinito y delicado libreto. No hay verso, palabra o frase que a ti se iguale, eso Shakespeare lo acepta. No hay comedias, farsas, dramas que a ti se te comparen, no hay clásico, romanticismo o siglo de oro en el que te etiqueten, pero por, sobre todo, no hay arte que a ti se iguale, no hay forma perfecta de imaginarte. No hay verso hermoso en tu universo, no hay forma melódica que vaya a tu ritmo, no hay técnica para poder pintarte. Solo queda admirarte, pues tú eres lo que está pasando… ¡Tú eres arte! Pero no puedo admirarte, no yo.”

 

__ Pedro, dime, qué hice anoche, en verdad no recuerdo, no quise…

Mientras él divagaba, lentamente y con esfuerzo, Pedro aprovechó la oportunidad, esta vez sería él quien se iría, y con el último insulto, recogió sus cosas, y se encerró en la habitación de invitados, sintiéndolo por Gaby, él no podía hacerse cargo de ese Guillermo.

Tras quitarse la ropa de él,  dejó el bóxer ajeno en el suelo de una patada, se puso sus medias, sus jeans, aún algo húmedos, se dio cuenta que había dejado su bóxer en el lavadero, decidió soportar y salir sin él. “Puede añadirlo a su colección, profesor”. Optó por no cambiarse de camiseta. La de Guillermo era más discreta que la suya, y si él se la reclamaba, le arrancaría los ojos.

Pegó la oreja a la puerta, pero no oyó nada. Mientras esperaba para asegurarse de que no hubiera nadie al salir, en el pasillo, reflexionó sobre lo sucedido.

Había perdido los nervios y se había comportado como un idiota. Sabía cómo era él en ocasiones. Había visto la mesa destrozada y la sangre en la alfombra de Mirna. Aunque estaba convencido de que Guillermo no le pegaría como hiciera con Miguel, no sabía de qué era capaz el profesor Graziani cuando estaba resacoso y perdía  el control.

Pero lo había hecho sufrir y enojar mucho, y él nunca antes había podido expresar la rabia que había ido acumulando durante esos años, la soltó de pronto, apenas había encontrado una salida, y quiso sacarla toda junta y a gritos. Y, además tenía que defenderse. Tenía que librarse de su dependencia de Guillermo de una vez por todas, odiarlo si era el primer paso, para luego no sentirlo más, ni en la piel, ni en los huesos. Se había pasado media vida suspirando por una ilusión, por un ser que no era real, solo una temporal consecuencia del alcohol. Debía poner fin a esa relación de uno insana.

“Le has gritado y le has insultado. Sal de aquí antes de que reaccione y se ponga nervioso.”

 

Mientras Pedro se vestía, Guillermo había ido tambaleándose hasta la cocina. Necesitaba algo que le despejara las telarañas causadas por el alcohol que le tapaban  las neuronas. Abrió la puerta de la nevera, y la luz fluorescente le hirió inundándolo.

Sus ojos vagaron hasta llegar a la gran bandeja blanca, muy bonita, muy bien presentada, parecía un pedido de cumpleaños a la mejor confitería, había comida, jugos, lo que parecía un cóctel.

“¿Qué mierda era eso? Pero si le había dejado todo listo.”

Se quedó mirando la bandeja sin dar crédito, cómo sabía de su gusto por la mermelada, las tostadas, el café amargo… Pedro era amable y compasivo con todos, pero ¿por qué iba a prepararle una bandeja de desayuno si no se hubiera acostado con él? Aquel presente, en todo su esplendor, era una prueba evidente de su seducción y, por esa misma razón, provocaba en él un gran rechazo, no podía haberlo hecho.

A pesar de todo, se sintió agradecido de que la hubiera preparado, sobre todo por el cóctel, y se lo bebió de un trago. ¿Cómo sabía ese ser angelical de esas cosas? Era justo el antídoto que el martillo que taladraba sus sienes necesitaba. Momentos más tarde, empezaba a sentirse mejor.

Sus ojos se movieron lentamente sobre el contenido de la bandeja hasta detenerse y plantarse en una nota apoyada en el vaso con el jugo. La leyó lentamente, sin comprender por qué Pedro habría elegido esa manera de comunicarse con él, hasta que llegó al final.

“Ahora aparece tu bendición.

Tu musa”.

En castellano  e italiano.

 

Tiró la nota enfadado, aunque no era prueba de que se hubieran acostado, sí era la prueba de que Pedro estaba enamorado de él. No le extrañaba que hubiera sido tan fácil hacerle perder la virginidad. Sus estudiantes, mujeres y hombres solían encandilarse con las figuras de autoridad como el cautivo del captor, y entablar relaciones inadecuadas con ellas. En el caso de Pedro era obvio. Veía su relación a través de la lente de los personajes  de su tesis de investigación. Se imaginaba que él era la Beatriz, la musa, que él mismo era su Dante.

Una relación prohibida, como de hecho lo era la de ellos. Pero una tentación en la que él mismo había caído en un momento de egoísmo y de inconsciencia alcohólica. El apetito se desvaneció de súbito.

¡Gaby me va a asesinar cuando se entere, lo quiere más a Pedro que a mí, de esta no me salvo, la única que siempre me quiso!

Maldiciendo su lujuria, su falta de lucidez y autocontrol, pasó sin detenerse frente a la habitación de invitados de camino a su dormitorio. Le vinieron a la mente fugaces recuerdos de la noche anterior, atisbos del iceberg, palabras sueltas, gestos, piel, labios, sabores, miradas, caricias.

Envuelta en bruma esta mi pasión por ti, sí por ti que me vuelves loco  solo con un beso, un beso que llega al alma  con un suspiro de placer encerrado en la esencia de tu alma pura e inquieta, solo amor, si eso eres para mí, solo amor,  que con caricias me hipnotizas solo con esa mirada pacífica y juguetona que me seduce y penetra mi sentir  y al llegar a la alcoba,  se vuelve perversa, inquieta y pasional así como tus besos recorren mi piel  dejándome "envuelto en bruma" , la bruma de nuestra pasión.

Cuando nos quedamos detenidos en el tiempo, aun con el torbellino de voces y de gente que va y viene, es cuando, por un instante somos quienes somos. Es el momento que pase lo que pase nos conectamos con nosotros mismos. Y es allí donde conectamos con nuestra esencia, con el cielo y la tierra. Dejamos de lado tantas tonterías, y dejamos que nuestra mente se vacíe, se limpie. Y cuando al fin retornamos al mundo que nunca se detiene, es cuando descubrimos lo importante de nuestra existencia, y pierde valor todo lo demás. Es por ello que siempre es necesario detenerse de vez en cuando. Para conectar con lo real. Conectar con el amor. Conectar con la vida misma. Conectar con el otro desde el alma. Conectar con Dios, y redescubrirnos y dar lugar a lo más grandioso...la comprensión del porqué estamos aquí.

¿Te has detenido alguna vez para conectarte contigo y descubrir tu misión en este camino que llamamos vida?

“Mierda, si me detengo, tengo demasiado miedo, Pedro es vida, pero no puedo, no debo abrirle mi puerta, no puede entrar a la mía, no merece ver lo que soy.”

Se acordó de haber besado a ese ángel con hoyuelos en el pasillo. Recordó el suave tacto de su piel bajo sus manos, que lo había deseado como jamás antes, intensamente, profundamente, locamente, anhelando la dulzura de esos labios gruesos, su cálido aliento, respirar su aire, recordó cómo temblaba de placer al acariciar su piel desnuda, recordó y un torbellino de sensaciones desfilaba y se empujaban en su propia piel, en cada poro… Aunque no recordaba el acto en sí, ni del placer del éxtasis, ni siquiera el de acariciar su piel desnuda, su geografía como conquista de su asedio, sí recordaba haberlo mirado a la cara mientras estaba tumbado a su lado en la cama, y que él había apoyado  la mano en su cara y le había suplicado que fuera hacia la luz. Tenía rostro de ángel. Un hermoso ángel de ojos almendrados de color miel.

“Pedro quería ayudarme. ¿Cómo se lo he pagado? Le he robado la virginidad y ni siquiera lo recuerdo. Se merecía algo mejor, aun al imbécil de Matías. No. Otro, mucho mejor.”

Gruñendo como alma torturada, se puso unos jeans, una camiseta, buscó sus gafas por la habitación. Cuando estaba por salir  se detuvo en seco, inexplicablemente atraído por el cuadro que colgaba frente a su cama.

Beatriz.

Se movió hasta quedar casi pegado al precioso rostro de la familiar figura vestida de blanco. La musa de Dante. Un ángel mujer de ojos castaños. Pedro su par ángel de ojos de miel.

Un destello de lo imposible apareció frente a sus ojos, un mundo, un tiempo detenido, una noche, una chispa, pero como una espiral de humo, se desvaneció. Tenía resaca, y le costaba un gran esfuerzo pensar.

 

Pedro sigilosamente abrió la puerta y se asomó al pasillo. Cómo hubiera querido saber quiénes eran Male y Silvina, mierda, ni siquiera le había dicho de ese llamado, era lo de menos, se dirigió hacia el recibidor. Guillermo lo estaba esperando allí, apoyado en el vano de la puerta.

 

_No puedes irte… hasta que me expliques un par de cosas.

Pedro tragó saliva con dificultad, tenía el corazón herido, y atravesado en la garganta.

__Déjame marchar o llamaré a la policía.

__Si lo haces, les diré que has entrado de colado.

__Si dices eso, les diré que me has retenido contra mi voluntad y que me has hecho daño. __ Otra vez estaba hablando sin pensar lo que decía, y eso no era muy inteligente. Además, acababa de amenazarlo con una mentira. Porque todo lo que había pasado entre ellos, había sido consentido, aparte de muy dulce y casto… como aquella primera vez. Y ahora Guillermo lo había estropeado todo. Pero no lo sabía.

__Por favor, Pedro. Dime que no… __Sus ojos se cerraron con una mueca de dolor__. Dime que no fui brusco contigo. __ La idea de haberle hecho daño rondaba en su mente y le causaba náuseas. Llevándose una mano a los anteojos, preguntó__: ¿Te hice mucho daño?

Durante un instante, Pedro se planteó la posibilidad de mantenerlo colgado del anzuelo, de seguirle el juego, pero él no era así, no fue más que un instante. Cerró los ojos.

__No me hiciste daño. Físicamente no, al menos. Solo querías que alguien se metiera en la cama y te hiciera compañía. Me rogaste que me quedara, pero como amigo. Fuiste mucho más caballero anoche de lo que lo has sido esta mañana, creo que me gustas más cuando estás borracho, bien dicen que niños y borrachos dicen la verdad. Nada, dormimos juntos, nada más.

__No digas eso Pedro. Y sigo borracho. __ Guillermo negó con la cabeza y suspiró__. A menos me alegro de no haber sido el primero.

Pedro inspiró hondo, una expresión de tristeza le cruzó el bello rostro,  e impactó en Guillermo.

__Pero… tu ropa… __Le miró, trató de no ver, de apartar la vista, pero fracasó, iba de estrépito en estrépito con su dilecto alumno.

__ ¿Me estás tomando el pelo? __ preguntó Pedro, molesto__. ¿De verdad no te acuerdas de nada?

__Tengo lagunas. Me pasa a veces cuando bebo.

__Me vomitaste encima. Por eso me cambié de ropa, la metí en la lavadora. Por ninguna otra razón, te lo aseguro.

Guillermo lo miró, aliviado y avergonzado al mismo tiempo.

__Lo siento _se disculpó__. Y siento mucho haberte insultado.

No pensaba lo que decía, ni pienso eso de vos en absoluto. Me sorprendió encontrarte aquí, vestido así. He creído que nosotros… Yo… __ Dejó la frase sin terminar flotando en el aire, haciendo un gesto vago con la mano.

__ Tú eres un Don Juan y te gustan los tipos también, lo sé, pero yo no soy tu tipo.

__ Bobadas.

Guillermo le dirigió una mirada de advertencia.

__ Si alguien de la facultad, del entorno de la universidad descubre que has pasado la noche acá, me echarán. Y a ti, lo sabes, ¿verdad?

__No se lo diré a nadie, Guillermo. A pesar de lo que piensas de mí, no soy idiota.

Guillermo frunció el cejo.

__ Ya sé que no sos idiota. Pero si Matías o Sonia llegaran a enterarse, yo…

__ ¿Eso es lo único que te preocupa? ¿No quedarte con tu prestigio y cargo? Pues no te preocupes, ya me ocupé de cuidar que eso no suceda anoche. Alejé a Sonia de ti, mejor dicho de tu sexo antes de que pudiera consumar la relación profesor- alumna ante un selecto público, ¡deberías estar dándome las gracias, no echándome la bronca!

La expresión de Guillermo se ensombreció aún más.

__Gracias señor Beggio. Pero si alguien te ve salir de aquí…

Pedro levantó las manos, frustrado. Era imposible tratar con él en esa mañana.

__Si alguien me ve, le diré que estaba de rodillas ante tu vecino para conseguir dinero para comprarme comidas. No les costará creerme.

Guillermo le sujetó el rostro por última vez.

__Te he dicho que pares con eso. No vuelvas a hablar así.

Pedro se quedó petrificado por la sorpresa, pero solo durante un instante que le llevó librarse del manotazo.

__No me toques __ le dijo entre dientes.

Trató de abrir la puerta, pero él puso la mano en el pomo y siguió barrándole el paso.

__ ¡Maldito sea! ¡Te he dicho que pares!

Levantó la mano para agarrarlo, pero Pedro pensó que iba a golpearlo y se cubrió la cabeza con las manos. Al verlo a Guillermo se le encogió el estómago.

__Pedro, por favor _ le suplicó, susurrando__. No voy  pegarte. Solo quiero hablar contigo. __Llevándose una mano a la cara, hizo una mueca__. He hecho cosas terribles cuando he perdido el control, algunas las conoces. Y tengo miedo de haberte tratado mal, anoche. Por eso te hablo en ese tono. Pero estoy furioso conmigo, no contigo.

“Tengo una gran opinión de ti, precioso. Cómo no iba a tenerla. Eres hermoso, dulce, ingenuo, inocente. No me gusta verte tirado en el suelo como si fueras un animal o un esclavo. Deja los cristales donde están, que no me importa.  ¿Recuerdas las palabras despectivas que me dijiste sobre ti mismo al volver del club? El recuerdo de esas palabras me ha martirizado desde ese día. Ten piedad de mí, deja de denigrarte. No puedo soportarlo, eres mucho más que yo. Soy yo quien no vale nada.”

 

__No recuerdo lo que sucedió con la señorita Sonia, pero me disculpo. Fui un idiota y tú me rescataste. Gracias. __ Se recolocó las gafas con parsimonia__. Lo que pasó anoche no puede repetirse. Siento haberte besado. Estoy seguro de que fue una experiencia traumática. Un borracho babeándote por todos lados, perdóname.

Pedro contuvo el aliento. Para ser una disculpa, sus palabras habían sido hirientes. Al parecer él no recordaba el beso igual que él mismo. Y eso le partió de nuevo.

__Ah, eso _ replicó con indiferencia que no sentía__. Ya ni lo recordaba. No fue nada.

Guillermo alzó las cejas. Por alguna razón, su expresión se ensombreció.

__ Claro que fue algo. ¿Nada?

Se lo quedó mirando, preguntándose si debería hablarle de la nota de la bandeja o no.

__Estás enojado, y yo no estoy del todo despejado. Es mejor dejarlo antes de que digamos algo de lo que podamos arrepentirnos _ concluyó con repentina frialdad__. Adiós, señor Beggio.

Abrió la puerta y le permitió salir.

 

__Guillermo… __Pedro se volvió hacia él en cuanto estuvo en el rellano.

__ ¿Sí?

__Tengo que decirte una cosa. Silvina llamó anoche, mientras estabas… indispuesto. Y yo respondí el teléfono.

Guillermo se quitó las gafas y se frotó los ojos.

__ Mierda. ¿Qué dijo?

Me llamó casualmente putito, me dijo que te dieras vuelta y te pusieras al teléfono, le contesté que no estabas bien.

__ ¿Te dijo por qué llamaba? ¿Le dijiste quién eras? ¿Le diste tu nombre?

-No a todo, tranquilo.

__Gracias a Dios __ murmuró él.

 

Pedro temió llorar, había esperado que se disculpara en  nombre de esa mujer por el insulto… pero no lo hizo. Ni se inmutó al oírlo. Al contrario, parecía preocupado por si ella se había molestado.

“Tiene que ser su amante, de hecho…. Me olvidó.”

Pedro le dirigió una mirada de hielo y empezó a lanzar sus dados de rabia.

__Me dijiste, me rogaste que te siguiera. Que te buscara en el infierno. Y ahí te encontré. Por mí, puedes quedarte en él… eternamente.

__ ¿De qué estás hablando?

__De nada. Se acabó, profesor Graziani.

 

Volviéndose, se dirigió al ascensor. Confuso Guillermo lo vio alejarse. Tras unos minutos, fue tras él, algo sucedía, la nota, esa nota, Beatriz y Dante… no podía dejarlo ir.

__Pedro, ¿por qué me dejaste esa nota? ¿Quién eres en verdad?

__Beatriz, en hombre, la musa de Dante… tu musa. Lo era, porque ya no lo soy _ dijo Pedro rompiendo a llorar.

Guillermo apoyó la frente y las manos contra la pared, dejó caer la cabeza.

__” ¿Qué he hecho?”__Pedro, espera… Explícame, no te vayas…

 

 

CONTINUARÁ

 

HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.

CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA

LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.

 

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