sábado, 4 de noviembre de 2017

"LA HERENCIA". CAPÍTULO TERCERO.



“LA HERENCIA”.
CAPÍTULO TERCERO.
Martes, 03 de octubre de 2017.

El amor es un centro.
“Una esperanza un huerto un páramo
una migaja entre dos hambres
el amor es campo minado
un jubileo de la sangre
cáliz y musgo/ cruz y sésamo
pobre bisagra entre voraces
el amor es un sueño abierto
un centro con pocas filiales
un todo al borde de la nada
fogata que será ceniza
el amor es una palabra
un pedacito de utopía
es todo eso y mucho menos
y mucho más/ es una isla
una borrasca/ un lago quieto
sintetizando yo diría
que el amor es una alcachofa
que va perdiendo sus enigmas
hasta que queda una zozobra
una esperanza un fantasmita”.
*Mario Benedetti /
__Señor.


Al oír aquella voz, se encogió.
ÉL.
Se dio media vuelta y lo miró.
Las miradas se encontraron, los ojos se comunicaron algo especial, único, irremediablemente único.

Bs. As., miércoles 04 de octubre de 2017.
Estudio Graziani y asociados, provincia.

__Beto, ¿llamaste a Guille? __interrogó Gaby preocupada, los papeles llenaban su escritorio.

__Lo llamé, pero no me dio bolilla, apenas  oyó creo que le dije que tiene que venir un rato. Y pensar que no quería hacerse cargo de los hoteles, ahora no sale de allí, si no fuera por el poco tiempo que pasó, diría que se enamoró,
__!Albert! Ya pareces Marcos, debe de estar muy ocupado, es sólo que acá también lo necesitamos, tengo mil expedientes para su firma.
__Eso lo dices porque no viste lo que es el lugar, y los pibes que hay __ dijo Alberto  rodando el sillón hasta el de su socia estampándole un beso en la mejilla, Marcos asomó los ojos claros por encima de las gafas.

__Lo que faltaba, Guillermo con un metejón en el hotel. No lo vemos más, es la culpa de ustedes que lo empujaron.
__Marcos, termina, es su herencia, es su trabajo ahora.
Albert _ronroneó__, ¿no me llevarías a conocer? De paso le alcanzo los expedientes a Guille.

__No sin permiso, Gaby, al fin me arrepiento de haberlo dejado solo, lo llamaré de nuevo. Si me dice que le llevemos las cosas, le diré que me acompañarás.
__Porfa.
__ Che, si se van a mudar todos allá, avisen que de paso me escapo de Isabel.
__!Marcos!


Ciudad Autónoma, Hotel.


—Oye, ¿vas a contarme algo de  Moncho algún día? __interrogó Diego.

—Claro...— Respondió Pedro con un resoplido—. Cuando quieras... Pero no creo que ahora sea el mejor momento.

— ¿Por qué no? Es un momento como cualquier otro. Y hay cosas sobre él que me gustaría saber...— Pedro suspiró un momento en señal de rendición antes de contestar.

—Vale, pregunta lo que quieras. 
Pedro contestó a sabiendas que Guillermo estaba escuchando todo al tiempo eludiendo el llamado.

— ¿Cómo la conociste?— inquirió  Diego sin levantar la vista mientras sus dedos acariciaban el suave  pelo de Pedro, Guillermo enarcó la ceja.

—En el bar. Una noche que tocábamos se acercó y empezó a hablar conmigo. Me dijo que le encantaba nuestra música... y acabamos juntos en su casa...— contestó Pedro con más sinceridad de la que Diego había esperado.

— ¿Y cuánto tiempo estuviste saliendo con él?
—Un par de semanas, pero no significó nada, ya te lo he dicho. No fue nada comparado con... Sólo fue sexo,  nada especial.
— ¿Y ahora... sigue sin significar nada para ti?
—Claro que no, ya te lo he explicado antes...
—No te enfades, sólo tengo curiosidad.
—Lo sé, pero no me gusta este tema. No quiero que acabemos cabreándonos otra vez.
—No te preocupes, no voy a volver a enfadarme. Sólo necesito saber si  te gusta, porque está claro que tú le gustas a él e irá al cine.
—No. Te lo he repetido demasiadas veces esta  mañana. No me interesa en absoluto, no me interesa nada ni nadie, ¿cuántas veces necesitas que te lo diga para que me creas?

Diego levantó la cabeza en ese momento y miró a Pedro con gesto preocupado.
—Sólo una vez más— respondió medio en broma.  Pedro esbozó una pequeña sonrisa antes de volver a quedarse serio de nuevo, lo miró a los ojos y le acarició el pelo antes de responder a su petición.

—Sólo me gustas tú, tonto. Sólo me interesas tú y algún día serás capaz de verlo __. La estrategia para hacerle creer al jefe que era amante de Diego era genial, sin dudas.

Diego sonrió al darse cuenta de que había utilizado sus propias palabras contra él antes de abrazarse de nuevo a su pecho con fuerza. Quizá tenía razón y ambos eran demasiado inseguros, cada uno a su manera. Pero si había algo que tenía claro era que nada de eso importaba.

__Señor Beggio, ¿no oyó que lo llamé? __interrogó Guillermo lanzando un sonoro suspiro.

Pedro se volvió y lo miró.
__ ¿Sería tan amable de traerme una botella de Cabernet de 2005, Nieto Senetiner? __ pidió amablemente.

__ Por supuesto, señor.

Con paso sigiloso, se dirigió hacia el sitio donde tenían aquel maravilloso vino, y regresó con él. Guillermo extendió la mano para cogerlo y Pedro le entregó la botella.
__ ¿Lo has probado? __Mirando la etiqueta.

Pedro negó con la cabeza, los vinos no lo volvían loco. Guillermo continuó.

__Esta maravilla es un fruto de unos viñedos de más de sesenta años de Mendoza, en su proceso de elaboración ha sido altamente mimado para que se lo disfrute al beberlo.

Acalorado por aquellas simples palabras dirigidas al vino, que Pedro se tomó como si se dirigieran a él, mintió. Cuando él le devolvió la botella y Pedro estaba a punto de tomarla, chispas se dispararon en el roce, y Guillermo preguntó:
__He oído que esta noche quizá vayas al cine con unos amigos.
Sorprendido por su curiosidad, murmuró abriendo la botella para decantarla:
__Puede…

De pronto, el jefe de sector se acercó hasta ellos y, quitándole al joven la botella de vino de las manos, le ordenó.
__Yo me ocuparé, Pedro. Regresa a tu trabajo.

Pedro asintió, y, sin mirar a un ofuscado Graziani, se marchó. Debía continuar con sus tareas.

Aquella tarde, al salir del trabajo, Pedro esperaba en la puerta del hotel fumándose un cigarrillo cuando oyó una voz a sus espaldas.

__Fumar perjudica a la salud.
Al volverse, sorprendentemente se encontró de nuevo con el hombre que no podía quitarse de la cabeza, Pedro, sin hablar asintió. Cuanto menos hablara él, mejor.
Durante unos segundos ambos permanecieron callados, hasta que Guillermo agregó.
__ ¿Has terminado tu turno?
__Sí.
__ ¿Sabes qué película vas a ver?
__No. Llegaremos a un consenso con los colegas.

Guillermo molesto por saber que se marchaba con los amigos iba a hablar, cuando un coche con la música a todo volumen apagó todo esbozo de sonido y paró junto a ellos.

__!Pedro! __saludó alegremente el Moncho desde el interior.

Pedro sonrió y apagó el cigarrillo, y Guillermo, sin dejar  de escudriñar al chico que iba dentro del vehículo, preguntó con curiosidad:
__ ¿Qué le pasa en las orejas?
“Otro antiguo como mis padres”, pensó resoplando y, sin contestar a su pregunta, se despidió.
__Hasta mañana, señor.

Guillermo farfulló también una despedida y, ante sus ojos, aquel joven arrancó el vehículo y Pedro se marchó.
Para Guillermo, perderlo de vista era decepcionante, por lo que se dio la vuelta y decidió volver al trabajo. Para eso estaba allí descuidando el estudio.

Esa tarde Pedro lo pasó de muerte con sus amigos e intentó olvidarse de su engreído propietario del hotel, aunque no lo consiguió. Aquel endemoniado hombre tenía un magnetismo especial y fue incapaz de quitárselo de la cabeza.
Se fueron a pasear por Palermo, y al final de la tarde, decidieron aparcar el cine e irse a tomar unas cervezas a un local de unos amigos.
Durmió peor de lo que pasó la tarde, dio  mil vueltas y soportó otras tantas veces, convencido de haberlo soñado.

“Sutil movimiento de formas...Apenas somos perceptibles ante nuestros propios ojos. Historias que sólo quedan en nuestra memoria y que se irán con nosotros. ¿Qué es nuestra existencia?
Sólo son reflejos. Algunos turbios, sucios, que tememos y evitamos.
Otros claros y nítidos, los cuales nos emocionan con sólo mirarlos y no quisiéramos que nada los distorsionaran, ni siquiera el fuerte viento, ni que la tierra los convierta en simple barro.
Amores intensos, reflejos de emoción en las miradas, besos escondidos entre los reflejos del agua.
Todo. Todo son reflejos, nada más, cada momento… nos acompañan a lo largo de nuestra frágil existencia, tan frágil como ese charco de agua de lluvia que una tarde reflejó esos momentos de amor y promesas que nunca se cumplieron y se secaron como se secó aquel charco con el sol.
Cuántos reflejos sin ver, cuántos espejos sin mirar, cuánto temor al ver nuestros espectros avanzar.
Amar, amar y volver a amar nos devolverá ese brillo que perdimos y volverá a reflejar ilusiones nuevas en nuestros caminos.
Quiero ser ese espejo en el que tú, mi amor, te mires sin temor, con esperanza e ilusión por avanzar cada día, paso a paso sin dudar.
Y, si acaso llegan las dudas, los recelos y la incertidumbre, el calor de mi mirada de nuevo te alumbre, que te mires en mis ojos enamorados y que tu reflejo en ellos te lleve hasta la cumbre.
Que nuestra felicidad sea tan inmensa y plena que se afiance en nosotros hasta que sólo quede un simple reflejo de nuestro paso por la tierra.
¿Qué estoy pensando? Ese hombre no es mi amor, santo Dios bendito, es imposible, sólo es un reflejo, una ilusión, mas pareciera la brisa que acaricia mis pensamientos, y mi piel, alborota mis ilusiones, me roba el desaliento, despierta mis sentidos herrumbrados de ausencias, anida su recuerdo en mi mente, en mi sonrisa.
Quitaría los obstáculos de su camino por caminar a la vera de sus pasos, por ser su sombra, por abrazar sus tristezas, parir alientos desde las vísceras cuando en esos ojos refleje desamores, si dejara de verlo sería un vaho de añoranza, una lúgubre silueta lejana respirando el mismo aire, anhelando verlo feliz aunque jamás pueda ser mío”.

Jueves, 05 de octubre.
A la mañana siguiente, cuando Pedro llegó al hotel, coincidió con él en el ascensor.

“¿Por qué lo encuentro siempre?  ¿Acaso me sigue?”

Sólo se saludaron con una rápida mirada que a  él lo acaloró, la de Guillermo la percibió insondable.
Aquel hombre tan serio, tan imponente y tan interesante despertaba sus más prohibidas fantasías, le hacía sentir algo que nunca había experimentado e, inevitablemente, al final se tuvo que dar aire con la mano. Pero el ascensor se llenó de gente, y Guillermo en actitud protectora, se colocó a su lado, el calor que irradiaba el cuerpo lo abrasó mas  necesitaba aquella cercanía.
A Pedro, el olor de su perfume  y  de su piel le inundó las fosas nasales y, cuando segundos después los nudillos de sus manos se rozaron con más intensidad de la necesaria, no puedo evitar temblar.

“¿Qué me está ocurriendo? Y sobre todo, ¿qué estoy haciendo?
Añoro sentir su abrazo, quedar atrapado en la red de esos brazos fuertes, sentir su beso en mi espalda desnuda,  su cálido aliento en mi oído,  su voz susurrando tiernas palabras. Sería divino sentirme querido por él…perseguido por su mirada otoñal, seducido por sus mágicas manos que me elevan a un mundo irreal. Sentir que me besa con frenesí, que me hace llegar cerca de la gloria, que me deja suspendido entre cielo y tierra, atando las almas con un hilo rojo de amor como dice la leyenda. Qué bueno sería al fin, sentirme amado por él, que ilumine mi horizonte, que jamás desaparezca”.
__
Guillermo, al llegar a la planta donde tenía sus oficinas, se bajó del ascensor con aplomo y sin mirarlo y, tras él, las puertas se cerraron, entonces tuvo que pararse unos instantes para tranquilizarse. Pedro, sin saberlo, lo estaba volviendo loco.

“Olas largas viajan a la orilla, con tu luz iluminas la espuma y estrellas, también mi mirada, que a él espera,  ver al amor que aún no llega...Luna radiante, luminosa aclaras mis verbos que van con la brisa, aire salobre en mi costa cercana, la dulce miel de sus labios, los míos esperan.
Oigo el murmullo, rugir del mar, lamentos de ballenas escucho al pasar, cantos de amor, bellas sirenas, tranquila la arena, espera la suave ola...Son noches inspiradoras para mí con aire fresco que refrescan mis prosas, escritas desde mi alma con la pluma al amor que suspira en sus costas lejanas.
 Pedro, me estoy mirando en tu espejo para no volver  a caer en fracasos cuando recién salgo de Ana, me he alejado del mundo desde que recibí la herencia y por ella te conocí.
Vengo siguiendo tus pasos y ya nunca me alejo de vos, te espío, te anhelo, oigo lo que planeas, te huelo, te escruto, te añoro, sos precioso, pero sos diferente a todo lo que en miles he conocido.
Cuando no estás junto a mí la vida es un poco incierta. No me cierres esa puerta que vengo detrás de vos. Cuando a vos me acerco, un aroma de flores y bosque me envuelve, siento un sinfín de mariposas revoloteando en mi cuerpo. Me despierto con la brisa que me susurra que llegarás, te busco en mi cama y no te encuentro pues tan sólo te sueño cada noche. Bajo para
Tomar un café con vos sin prisas y charlar de nada. Precioso si algo nos pasa, no pierdas la constancia, ámame siempre a distancia, que todo amor traspasa el alma y al fin se ve.
No temas porque somos de mundos diferentes, si fueras mío, no podría dejarte jamás. Cuando está amaneciendo y aún observo a la hermosa luna de  primavera, mientras le confieso mi amor y mi dolor, grito desde el fondo de mi corazón todo el amor que siento, como un aullido de lobo, en cálidas noches de amor.
Tanto te quiero, que quisiera  detener el tiempo cuando estoy con vos, para amarte por más tiempo, para amarte con el alma y corazón, para amarte como sólo yo sé amar y sólo desde que te conocí. Sólo tu amor me da vida, sólo tu amor llena mi vida de alegría”.
__

Aquella tarde, tras rechazar decenas de llamadas e intentar pasar el día alejado de él, vio, a través del cristal del ventanal de su despacho, cómo el mismo joven del día previo, lo recogía en una moto.

“¿Por qué te viene a buscar ese chico? ¿Será tu novio acaso o lo es el que dice ser tu amigo acá?”

Ver cómo él le sonreía, cómo posteriormente se aferraba de su cintura, lo llenaba de frustración.

Las horas y días iban pasando, en silencio y a la distancia lo veía bromear y salir con sus compañeros. Aquellos muchachos con los que él reía y confraternizaba, que llevaban pantalones caídos, remeras con imágenes plasmadas en ellas, eran chicos de su edad o menores. Jóvenes a los que les encantaba divertirse y parecían no tener un sentido del ridículo, tan opuesto a sus malditos pudores, a su falta de osadía hasta para salir del armario y gritar que era gay.
Pero no dispuesto a cesar en su empeño y necesidad de conocerlo, ese día decidió dar un paso adelante, y comer en su despacho. Avisó a su secretaria, para que le sirvieran el almuerzo allí, y se aseguró para quien lo hiciera fuese, Pedro. El jefe de salón, al recibir la nota, sin darle la mayor importancia, así se lo pidió a éste, que suspirando se decidió a cumplir su cometido.

__ “¿Pensará en mí como yo en él? Dime por favor que he cruzado por tu mente en bellas noches de luna enamorada. Haz un esfuerzo amor mío y ven, rescata todo este amor que por ti yo siento desde el alma y corazón, ven estréchame entre tus brazos y regálame un beso de amor, un beso que me libere de tanto dolor.
Ya no dejes que arroje tantos suspiros al vacío, ya no dejes que arroje al viento
mis versos de amor, ya no dejes amarte  así desde esta lejanía.
Qué diferente es pronunciar la palabra amor. Decirla frente a frente pues suena a la distancia diferente. Es como si se pronunciara en una pieza vacía al espejo en frente, con rostro sonriente.
Observarte a ti mismo en el reflejo. Es como estar viendo sólo en cruel pensamiento  mientras pronuncias: “Te amo” pensando que tú estás en lejanía como dos polos opuestos a la distancia, sin esperanzas en esta vida, pensando que la distancia o las diferencias matan el sentimiento  y dejan vacía el alma.
Se angustia la vida, se pierde la calma, se muere el amor y  sólo queda, un vacío lleno de dolor.
Ahora comprendo lo imposible. Ahora  quizá observe... morir el amor”.

Una vez que tuvo en la bandeja lo que él le había solicitado, se encaminó hacia el despacho. La secretaria al verlo, se levantó y, guiñándole un ojo, le indicó:
__Entra. El jefe espera su  comida. Yo me voy a almorzar.

Pedro asintió y, tras llamar con los nudillos a la puerta y oír su ronca voz invitándolo a entrar, pasó.
Sin mirarlo a los ojos, se acercó hasta la mesa donde él lo esperaba y preguntó:

__ ¿Dónde quiere que coloque la bandeja, señor?
Atontado como siempre que lo veía, Guillermo rápidamente miró a su alrededor y señaló una mesita baja que había junto a dos sillones mientras indicaba:
__Allí estará bien.

Pedro se encaminó hacia donde le había dicho. Una vez hubo dejado la bandeja, se volvió para marcharse y se tropezó con él. Lo tenía detrás. Guillermo, al percibir el gesto molesto de él, se retiró a un lado, pero añadió:
__ ¿Serías tan amable de sentarte un segundo, Pedro? Tengo que hablar con vos.

Al escuchar aquello, se le vino el mundo encima. Sin duda había tomado la decisión y lo iba a despedir. Con las piernas temblorosas, se sentó en uno de los sillones que había libre y él planteó:
__ ¿Lo pasaste bien el otro día con tus amigos?
Sin entender a qué se refería con aquella pregunta, respondió.
__Sí, señor.
__Guillermo, por Dios, ya no soporto que contestes como una máquina a todo, “sí, señor” __lo corrigió.

Pedro no dijo nada y lo miró con cierto reproche.
Guillermo se sentó frente a él. Lo miró y lo miró, hasta que éste, con un hilo de voz susurró:
__Escúcheme, señor, si me va a despedir…
__Pedro, tutéame, por favor, estamos solos __insistió él.

Con la cabeza embotada por todo lo que por ella pasaba, Pedro prosiguió:
__Si me vas a despedir créeme que lo entiendo, te enojaste con razón, te he demostrado que soy mal empleado tras aquel maldito café lleno de azúcar que te serví. Pero… por favor… por favor, piénsalo de nuevo. Necesito este trabajo y te prometo que…
__Pedro…
__ ¡Qué mala suerte la mía! Con lo bien que estaba aquí y con lo que me costó que aceptaran mi currículum. Recién, hace poco que llegué de Chile, y estoy acomodándome, apenas tengo los papeles, y departamento alquilado, quiero estudiar, con la crisis que hay en el país y siendo extranjero, me costaría encontrar un nuevo empleo. Y eso por no hablar del disgusto que le voy a dar a mis padres. Estaban tan felices de que hubiera encontrado mientras esto y…
__No te voy a despedir __lo cortó___. ¿Por qué crees eso?

Oír aquello fue un bálsamo para sus oídos.

__Que yo haya heredado esta cadena de hoteles no quiere decir que vaya a despedir a todos, es más, no he pensado en cambiar nada de nada, no me he dedicado jamás a este rubro, soy abogado, he abandonado en estos días mi estudio.
__ ¿De verdad que no me vas a echar? __insistió, incrédulo, con un hilo de voz.

__No, Pedro. Claro que no. Es más, quizá podrías trabajar en el estudio. Los horarios de acá rotativos te harán complejo estudiar, podría darte algo mejor.

Pedro, nervioso se tocó la frente. Contó hasta diez para tranquilizarse mientras se retiraba un mechón de pelo que le caía sobre el rostro sintiendo cómo la mirada de Guillermo perseguía el movimiento de su mano. Se restregó los ojos, se dio aire con la mano y, levantándose murmuró:

__Uff… Pensé que querías hablar conmigo para eso.
Consciente del mal rato que le había hecho pasar, se levantó de su sitio, y plantándose frente a él, dijo tomándole una mano:
__Tranquilo, Pedro y discúlpame por la confusión. No me temas, no soy tan malo como parezco.

Pedro sonrió y tras soltar una bocanada de aire, afirmó:
__Ya me veía en la cola del paro, arreglando papeles con mi madre detrás.

Guillermo hechizado por el magnetismo que Pedro le provocaba, acercó una mano a su rostro y, mientras se lo acariciaba, susurró:
__Sos muy bueno trabajando, a pesar de lo ocurrido entre nosotros. Te observo y veo cómo cuidas al detalle tu zona de trabajo, cómo sonríes a los huéspedes y cómo te desvives para que ellos se sientan como en su casa.

Sorprendido por aquello y consciente de que la cálida mano de él estaba en su mejilla, fue a decir algo, cuando intuyó lo que iba a pasar, pero no se movió. Lo sabía. Aquél era un momento lleno de tensión sexual. Ambos se miraban a los ojos a escasos centímetros el uno del otro y, como imaginó, Guillermo acercó la cabeza y, rozándole en la boca con sus labios, murmuró:
__ Sólo proseguiré si lo deseas tanto como yo.

Sus bocas se tocaron, sus alientos se unieron, sus cuerpos se tentaron. Guillermo controlaba a duras penas su loca apetencia y ambición por él. No quería asustarlo. No deseaba que huyera. Desde hacía tiempo, Guillermo en referencia a los hombres, tomaba lo que se le antojaba, sobre todo desde que Ana le diera el divorcio. Por suerte podía hacerlo. Podía elegir y ellos nunca lo rechazaban, pero Pedro tan joven era diferente y sólo anhelaba que lo deseara y no se asustara de él.
Sin apartarse de él, sus respiraciones se aceleraron y Guillermo insistió:

__Pedro… ¿qué deseas?   Sos gay, ¿verdad?

Atontado por el morbo de la situación y la sensualidad de su voz, Pedro cerró los ojos. Tomar lo que él le ofrecía era lo más fácil. Lo deseado... Durante unos segundos dudó sobre qué debía hacer mientras su bajo vientre se deshacía por aceptar aquella propuesta dulce y seductora. La sensación era muy fuerte, y Guillermo, muy apetecible.
El deseo que sentía por besarlo le nublaba la razón, pero, consciente de que él era su jefe y no uno de sus compañeros con derecho a roce, dio un paso atrás y en un hilo de voz musitó, marcando las distancias:
__Señor, prefiero no continuar.
Guillermo asintió. Aceptó aquella negativa. No iba a presionarlo.
__Puedes marcharte, Pedro _dijo, sin dejar de mirarlo.

Acalorado caminó hacia la puerta del despacho y, una vez que hubo salido, se apoyó en la pared para darse aire con la mano y respirar. Había estado a punto de besar al jefe. Había estado a punto de cometer una tremenda locura y, consciente de que había hecho lo más sensato, se encaminó hacia el ascensor a toda prisa.
Exaltado le dio al botón de llamado varias veces. Debía huir de allí cuanto antes. La tentación, el morbo y el deseo gritaban en su interior que no lo dejara así y, cuando las puertas de la cabina se abrieron, no se pudo mover. Su cuerpo le exigía, le rogaba, le pedía que ingresara al despacho y acabara lo que no había sido capaz de terminar.

__
 “Pedro, no te vayas, acércate y amémonos bajo esta luz del sol de primavera, o esta noche de la luna  que me mira silenciosa, que atenta escucha mis confesiones  de amor, bella luna que me alumbra llenándome de una inmensa necesidad  de verte, de amarte.
¿Cuántas noches más seguiré solo, lleno de amor guardado en el fondo de mi alma?
¿Por qué no  me puedo entregar al hombre que sé que voy a amar?
¿Cuántas noches más miraré con  los ojos llorosos a la bella luna, mi fiel compañía de mi eterna soledad? Pero aun así, te amaré, sin estar, te amaré en cada noche.
Pero tus pocas palabras y tu profundo silencio me privaron las esperanzas, quedé esperando ansioso, con nostalgia. Si, fuiste la estrella que en mi cielo vi brillar, fuiste aquel horizonte que una vez creí alcanzar. Pero todo fue  un sueño, está bien. Una estrella, un horizonte era mucho poseer.
Ya mi vida siguió el rumbo que el destino le marcó, quizá te escriba, y no respondas y viva siempre no sabiendo si mi carta te llegó. Te agradezco mucho que aunque no te conocí, mantuviste en este hombre la ilusión para vivir.
Luz cálida de mi amanecer un dulce sorbo a café, fresca brisa que me acaricia, es tu voz amada melodía. Sos mi dulce noche… soñador, ironías del destino  no poder tocarte ni sentir tus labios besar los míos, ni calmar mi sed con tu dulce miel y aroma. Se desviste mi día, desnudando la noche yo con un baño de luz, de la luna acaricio estrellas con mi mirada tierna, viajo con las nubes, ¿dónde estás? Estos pasos andaré sin fin que se interpone entre vos  y yo,
haces vagar cada uno de mis sentires deshojando ocasos en noches  sin fe.
Hojas  verdes y flores vagan como yo, con ellas he de vagar buscando respuestas a esta soledad suspirando estamos, yo aquí y vos allá”.

Pedro se resistió durante unos segundos. Era una locura. Era su jefe máximo. No debía hacerlo. Pero, al final, en lugar de entrar en el cubículo, se dio la vuelta y regresó sobre sus pasos.
Esta vez entró sin llamar. Encontró a Guillermo en la misma posición que lo había dejado y, cuando éste lo miró, Pedro sin hablar caminó hacia él y se hundió entre sus brazos.
Sin dudarlo  Guillermo lo acogió. Aspiró su perfume, su aroma desde el pelo, lamiéndole detrás de la oreja y enloqueció cuando lo oyó decir cerca de su boca:

__Quiero ese beso, dámelo.

Encantado por aquella efusividad y exigencia, acercó su boca y, con decisión, lo devoró. Lamió los labios saboreándolos, los mordió, los succionó. Introdujo su lengua en el ósculo a conocer y conquistar y saboreó hasta su último aliento poseyéndolo en la boca, mientras lo tenía enjaulado en sus brazos y lo sentía temblar de excitación.
Durante varios minutos, los dos se olvidaron del mundo, de quiénes eran y de cualquier cosa que no fueran ellos, sus bocas, el sonido de sus respiraciones acompasadas.
Guillermo enredó sus dedos en el abundante pelo suave de Pedro, Pedro enardecido le revolvió el  suyo, y  mientras notaba cómo Guillermo lo apretaba contra la pared y colaba las manos para acariciarle con posesión las nalgas, murmuró en silencio el placer, arrebatado al sentirse entre sus brazos.
Extasiado por lo que aquel hombre le hacía experimentar, se dejó llevar. Nunca ninguno de los chicos con los que había estado,  lo habían besado con tanto deleite y maestría, ni lo habían tocado marcándolo con tanta posesión y precisión, y un jadeo escapó de su cuerpo cuando él, separando su boca unos milímetros, murmuró:

__Te arrancaría la ropa, te sacaría el bóxer con los dientes, te separaría los muslos, bebería hasta la última gota de tu esencia, te haría mío contra esta pared, luego sobre la mesa y seguramente en mil sitios más. ¿Lo permitirías, Pedro?
Excitado, calcinado y exaltado al oír a aquel hombre decir aquella barbaridad tan morbosa, se olvidó de todo decoro y asintió. Sí… quería que le hiciera todo aquello, lo anhelaba.
Sin demora la atrevida mano de Guillermo, agarró un lateral del bóxer y tiró de él para clavárselo en la piel, Pedro jadeó.

__Hazme saber lo que te gusta para poder darte el máximo placer, Pedro.

Esas palabras y los movimientos de las endemoniadas manos enredadas bajo su jean en el bóxer lo volvieron loco. Inconscientemente, su nuevo jadeo cargado de tensión salió de su boca y tembló de morbo al sentir que un experto en aquel campo era quien lo guiaba a la acción y lo iba hacer disfrutar.
No hacía falta hablar. Ambos sabían a qué jugaban y qué querían, jamás un hombre poderoso se enamoraría de alguien inferior, pero ya a Pedro no le importaba… hasta que sonó el teléfono de la mesa del despacho y, de pronto, la magia creada se rompió en mil pedazos.
Separaron sus lenguas y posteriormente sus bocas que parecían pegadas con cemento, para quedarse detenidos mirándose. La mano de Guillermo soltó las prendas íntimas de Pedro, mientras sus respiraciones desacompasadas les hacían saber el deseo que sentían el uno por el otro, porque sólo podía ser eso... deseo, jamás más allá.
De repente, Pedro pensó en su padre, si él se enterara de lo que estaba haciendo él con su jefe en el despacho se llevaría una tremenda decepción. Él no lo había criado para eso, y tembloroso, susurró:

__Creo… creo que es mejor que paremos.

Guillermo suspiró sin dejar de mirarlo. Si por él fuera, lo desnudaría en un instante para continuar con lo que deseaba con todas sus fuerzas, pero, como no quería hacer nada que él no deseara, murmuró:
__Tienes razón. Éste no es el mejor momento ni lugar para lo que estamos haciendo.

Pedro mintió rápidamente y afirmó:
__No. No lo es.

Con pesar, Guillermo lo bajó al suelo y, una vez que lo hubo soltado, se tocó el pelo para peinarlo, cuando fue a decir algo, Pedro se dio vuelta y se marchó. Necesitaba salir de allí. El calor y la vergüenza por lo ocurrido apenas lo dejaban respirar y corrió hacia la escalera, no quería esperar el ascensor.
Cuando llegó a las cocinas, fue al fregadero, se llenó un vaso con agua y se lo bebió.

__ “¿Qué he hecho? Por el amor de Dios, no puedo enamorarme de mi jefe”.

Sus labios todavía hinchados por los fogosos besos de aquel hombre todavía le escocían cuando oyó a su jefe de salón decirle:
__Vamos, Pedro, regresa al restaurante. Te necesitan.

Soltó el vaso, se arregló el pelo y la ropa, y levantando el mentón volvió a su trabajo. No era momento de pensar, sólo de trabajar.

__
En tanto Guillermo en el despacho se desmoronó en el sillón, cerró los ojos, y su mente y cada átomo llevaban un nombre… Pedro.

“Nunca he dicho te amo, y hoy quise decirlo y preferí sentirlo, y ahora te dejé ir con el alma rota de dolor, se ahoga mi calma  pensando en amarnos a la distante lejanía esperando el tan añorado día en que tus verbos besen los míos llenos de amor.
¡Te Amo! Lo repetimos incansablemente en cada una de nuestra comunicación haciendo revivir la llamarada del amor que una triste lágrima no la ha de apagar.
Siento mis manos vacías, sin las tuyas siento frío en mis noches solitarias, cada día sin verte en mis amaneceres, cuando busco la diferencia entre amar y querer. Aunque te quiero pero más que quererte  te amo, quiero tenerte cerca, a mi lado para decirte sin cansancio siempre...Te Amo.
¿Y si me equivoco y no lo es?
Quiero pedirte perdón por este error, a veces la soledad nos confunde, al decir te amo sin querer se hiere y no fue mi intención hacerte daño. Deseo que me comprendas y perdones, aún es tiempo para rectificar el daño, entre vos y yo no debe existir amor aunque amor es lo que yo siento y me posesionó el deseo por un momento. Quise abrazarte entre la soledad reinante de mi oscura y fría habitación, pero sólo sentí el murmullo de risas burlándose de mí y me llené de pena.
Tuve miedo del silencio que reinaba, abrazando mi almohada te sentí a mi lado, se apasionó mi cuerpo, se elevó mi alma, para luego regresar...Me sentí tan solo.
Caricias muertas de un amor ausente, amante de mis sueños y mis deseos inquietos, amor de tierras lejanas... ¿Dónde andas cuando no te veo para acariciar tu rostro acongojado y escuchar tu voz como un eco entre la brisa?
Le diré adiós nuevamente al amor, guardaré mis emociones, ocultaré mi tristeza mas me sentiré confeso ante el mundo entero, al decirles que te amé, que te sigo amando.
Te amo en el silencio de las noches calladas cuando el insomnio se quede lejos de mis sueños, cuando sorprenda el alba boreal mis ojos henchidos de tanto llorar. Te recordaré como aquel caminante de sueños que pasó por mi vida sólo en mi imaginación.
No voy a poder, no después de haber probado de tus besos la miel, sabes a café, a dulce, a vos. Ansío que tu cuerpo  sea cómplice del mío y de tu corazón compartir sus latidos. Acostarme con vos, compartir el sudor, la lujuria, el deseo  al hacer el amor. Recorrer los caminos  ya por mí conocidos  de tu rostro, indagar los de tu pecho, de tus lugares íntimos.
Saciarme del sabor de tu piel, de tu boca, de ese sabor tan tuyo que me excita y provoca. Quemarme en el calor  abrasador de tu vientre mientras te cabalgo con mi pasión ardiente. Alcanzar el instante  sublime del encuentro. Piel con piel, alma y alma. Complicidad de sentimientos.
 No lo sabe, quizás ni lo imagina, pero mi pluma recorre la blancura del papel dejando escritas para él líneas con tinta fina, cree que sólo lo deseo, y siento por primera vez mucho más.
No está enterado, yo no se lo he dicho, y no se lo he dicho por falta de valor, me inspira verbos su carita con una tierna sonrisa iluminada y sus mejillas con un leve toque de rubor, sus hoyuelos que deseo moldear.
Quizás; si yo no consigo vencer mi absurdo orgullo, su tonta timidez por sentirse mi empleado, nunca llegará a enterarse, me quedaré mudo, sólo mirándolo y suspirando desde mi escondite, posiblemente sea que alguna vez, mis ojos plañideros la han de mirar marcharse y una vez más en mi vida la misma historia se repite.
No lo sabe, pero es culpable, así la declaro, responsable de que estas mariposas no encuentren ni paz ni sosiego, el veredicto no puede ser más claro, culpable, no se lo digo por falta de valor, pero valientemente tampoco lo niego”.


“Guille, no logro desprender esa imagen de mi mente, entraste como torrente por mis venas, dejando gotas de dulce veneno que aún permanece tan estancado en mi cuerpo. Ese amor impregnado es más dañino que la más altamente calificada como peligrosa droga, eres tan adictivo para mi ser, sabía al escuchar tu voz que eras mi dulce perdición.
Como paso de huracán  dejas devastada la razón,  arrastras contigo mi alma, mi corazón, no dejas a salvo ni un trozo de mi piel noche a noche adicta a inhalar el olor de su acanelada piel. Yo no pensaba amarte pero tus estrategias me atrapan, eres un demonio con camuflaje de divino ángel, seguro de conquistarme con besos que no me entregó jamás nadie”.
__

Esa tarde, cuando salió del hotel, decidió irse a tomar algo para meditar sobre lo ocurrido. Sin duda se había vuelto loco. Él no era mojigato, pero ser algo de su jefe, era demasiado y en su despacho, un escándalo. No era que le faltara un tornillo, sino miles.
Pensó en llamar a su amigo que todo entendía, que le tenía confianza plena, pero no. Tampoco podía hacerlo. Meterse con el jefe era una de las cosas peor vistas por la gente y hasta él se horrorizó.
Si sus padres se enteraran,  se querría morir de vergüenza.
Pero le gustara o no, era incapaz de dejar de pensar en él… en su ojos, en su boca, en sus manos cuando lo habían acariciado, en sus palabras susurradas y llenas de deseo. Resopló. Sin duda aquel hombre sabía muy bien lo que se hacía. Se lo había demostrado en segundos, y sólo con imaginarlo, se acaloraba de nuevo.
Guillermo, como él, seguía dándole mil vueltas a lo ocurrido, intentó no cruzarlo durante el resto del día para no incomodarlo, pero estuvo pendiente de su marcha. Cuando vio que Pedro salía del hotel, no lo dudó, y lo siguió a cierta distancia. Si antes lo espiaba y pensaba en él, tras lo sucedido, y tras haber probado sus besos, se había convertido en una loca necesidad.
Llovía como siempre en Buenos Aires, y Pedro tras aparcar el coche en un parking público, caminó bajo su paraguas por las calles de la ciudad hasta entrar en un bar de la calle Córdoba. Guillermo pidió a su chofer que se marchara y, sin paraguas, anduvo tras él, cuando lo vio entrar en aquel local, lo buscó a través de la cristalera. Mirarlo, desearlo y recrearse en lo ocurrido ese día se había convertido en su mayor deleite. Cuando lo localizó, empapado de agua, lo vio recoger en una bandeja su pedido y dirigirse hacia el fondo.
Empapado hasta los huesos, vio que buscaba  una mesa libre, mientras movía los hombros y la cabeza al compás de la música, Sin duda llevaba los benditos auriculares puestos.
Sonrió, justamente aquella espontaneidad y frescura, poca vergüenza era lo que llamaba tanto su atención, y lo observó sin ser visto.
Durante varios minutos, bajo la lluvia, como un tonto,… se planteó sin entrar o no.

Las dudas pasearon por su mente, las preguntas se multiplicaron por mil, y todo por la culpa de… “la herencia”.

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA RELIDAD ES MERA COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO, ESCENAS EXPLÍCITAS.

15 comentarios:

  1. Sol Urvino De eso se trata, Eve, defender el amor de todo aquello que lo deteriora y lo desgasta. UN GRAN BESO.

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  2. Katia Es un placer leerte . Me siento honrada por ello. Bendiciones Eve Monica Marzetti. Saludos.

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  3. Ára Gracias... por la oportunidad de leerte amiga.... gracias...

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  4. Jenn Querida Eve Monica Marzetti, es un enorme placer pertenecer a puentes, leerte y tenerte en mi vida, ... Dios te bendiga

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  5. Gladys Sandoval Me encantó. Igual a ti hermosa princesa, gracias. Feliz noche 💞

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  6. Bellísimo Eve...Me encantan esos encuentros donde se aman con tanta intensidad, con tanta seducción, aunque no se atrevan todavía a la entrega total y definitiva...Te imaginás que espero con ansiedad el próximo capítulo...Estoy segura de que esta vez no puede no pasar...

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  7. Veronica Lorena Piccinino bellisimo Eve... de todos los que vengo leyendo tuyos, este me encanta... al igual que el que pierde la memoria, creo que es Accidente... ese fuego entre ambos me mata... hermoso

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  8. Alicia Leguizamon A mi también me encanta!!Solo que como son muchas historias tenemos que esperar para leer el próximo,admiro tu inagotable fuente creativa,sos maravillosa,deberías publicarlas al menos algunas,es que son tan hermosas!!!

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