“REDENCIÓN”
CAPÍTULO
CUARTO.
Poema
XII - Pablo Neruda.
“Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es
en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He
dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alto y taciturno.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alto y taciturno.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedor
como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.”
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.”
Pablo
Neruda.
¡Qué diantres!
Se asustó ante el rumbo que estaban tomando
sus pensamientos. Aparte de ser un idiota, se estaba convirtiendo en un
neandertal. Ya solo faltaba apoyarse en los nudillos para caminar y empezar a
jadear. ¿Qué mosca le había picado? No tenía ningún derecho a sentirse dueño de
Pedro Beggio, lo acababa de conocer, y por cierto, él lo odiaba… con razones. Ah,
y además… era alumno suyo.
Tenía
que irse a su casa, tumbarse y respirar hondo hasta calmarse de una jodida vez.
Luego iba a necesitar algo más fuerte. Mientras seguía caminando, alejándose en
contra de su voluntad de la joven pareja, se sacó el iPhone del bolsillo y apretó unos cuantos
botones.
Alguien
respondió al segundo timbrazo.
__ ¿Hola?
__Hola,
soy yo. ¿Podemos vernos esta noche?
El miércoles siguiente, Pedro salía del
departamento tras el seminario de Graziani, cuando oyó una voz familiar a su
espalda.
__ ¿Pedro?
Pedro Beggio. ¿Eres tú?
Se
volvió en redondo y una joven lo abrazó con tanta fuerza que pensó que lo iba a
ahogar.
__Gaby
_logró decir mientras luchaba por respirar.
La
chica alta, rubia y delgada, gritó de alegría y volvió a abrazarlo.
__Te
he echado mucho de menos. No puedo creer que llevemos tanto tiempo sin vernos.
¿Qué estás haciendo aquí?
__Gaby,
lo siento mucho. Siento lo de tu mamá y… todo lo demás.
Los
amigos guardaron silencio mientras se abrazaban durante un buen rato.
__Siento
haberme perdido el funeral _ añadió Pedro, secándose las lágrimas__. ¿Cómo está
tu padre?
__Se
siente perdido sin ella. Todos lo estamos. Ha perdido permiso a la universidad
para ausentarse temporariamente mientras se recupera. Yo también estoy de licencia,
pero tenía que salir de allí. ¿Por qué no me dijiste que estabas aquí? _le
reprochó Gabriela, con los ojos llenos de lágrimas.
Pedro
apartó la mirada de su amiga para dirigirla hacia el profesor Graziani, que
acababa de abandonar el edificio y lo estaba mirando, boqueando como un pez
fuera del agua.
__No
estaba seguro que fuera a quedarme. Las dos primeras semanas fueron… bueno,
duras.
Gaby
que era muy inteligente, captó la extraña energía conflictiva que circulaba
entre su hermano adoptivo, parado junto a ellos, y su mejor amigo, pero pensó
que por el momento sería mejor obviarla.
__Le
he dicho a Guille que esta noche prepararé la cena. Ven a cenar con nosotros.
Pedro
abrió muchos los ojos, la energía de ese hombre lo estaba abrasando.
Guillermo
carraspeó.
__Gaby,
estoy seguro de que el señor Beggio tiene otros planes.
“Qué
diantres, que no quiero tenerlo cerca. ¿Qué me haces Pedro Beggio? Al borde de
tus labios encuentro mis sueños más anhelados
y de ellos bebo hasta la última gota de tu ser, poco a poco, sin prisa, sorbo a
sorbo, como se bebe el vino más dulce y el más deseado a la vez, que lentamente
va saciándome, embriagándome, hasta hacerme perder la razón y mientras la
respiración se acelera, el éxtasis se apodera de mí y mi ardiente cuerpo cubre tu desnudez, piel contra piel y tu
aroma va impregnándola, pero nosotros nos olvidamos del mundo y
continuamos amándonos, generando placer, hasta recibir el amanecer. Deja que
sean mis labios los que griten la pasión
de mis sentimientos, porque hoy quiero dejar de amarte en silencio, ya me cansé
de callar mi amor, mas, quiero dejar de imaginarme tu mirada, tu sonrisa, tus
besos y tus caricias, basta de jugar a
tenerte, basta de sueños y fantasías, hoy quiero al fin detener el tiempo,
vivir en tu mirada y que sean tus ojos la luz de mi amanecer, perderme en tu cuerpo,
con el candor de mis labios y así conocer cada uno de los secretos que esconde
tu piel, mientras los cuerpos se irán
fundiendo, en el eterno abrazo de la pasión
y así podré pintar un arco iris en mi vida, porque al fin pude tenerte a
mi lado…”
Pedro
captó el mensaje que él le estaba enviando y en susurro oyó lo que decía su
otro yo y asintió obediente.
Pero
Gaby se volvió hacia su hermano.
__ ¿El
señor Beggio? Pedro, Pedro era mi mejor amigo en la secundaria. Somos amigos
desde entonces. ¿No lo sabías acaso? _ escudriñó los ojos de su hermano y no
encontró en ellos ni el rastro de reconocimiento__. Oh, me había olvidado de
que no habían coincidido. No importa. Tu actitud es exagerada. Hazme el favor
de sacarte el palo de…
Al
volverse hacia Pedro, vio que acababa de tragarse la lengua. O eso parecía
porque se había puesto azul y estaba tosiendo.
__Será
mejor que nos veamos otro día, a la hora de comer. Seguro que el profesor… que
tu hermano querrá estar a solas contigo
esta noche.
Pedro
trató de sonreír, lo que no era fácil con Guillermo fulminándolo con la mirada
por encima de la cabeza de Gaby. Esta entornó los ojos.
Ensombrecí
las cejas, la angustia secaba mi boca, escombrando en mí a mi amor y mi credo. La luz difuminaba las
sombras y el alma se debatía en duelo, efímera ya era su boca, su mirada lánguida de espliego, y el color de la cerveza me recordaba su pelo. Se hizo acre, el dolor
de mi pecho, aquel castillo de naipes,
se hacía un montonero. Después de la ruptura fueron la carcoma y la ausencia quienes minaban el
corazón, temeroso se creó el vacío y en aquella oquedad cavernosa se instaló el
hastío. Las necesidades del alma son cortesanas del ego, y el ego es soberbio y
egoísta. Imperiosa la mente buscaba el encuentro, no quería ser homicida de su otra realidad masculina,
aunque el dios creado en la locura de la indulgencia, fuese divino
erótico y gracioso. Y aquel día de
improviso el azar quiso que estuvieran en el mismo sitio, y un escalofrió
recorrió el espacio, una presencia mitigó al dolor, las miradas celadas se buscaron y el
encuentro radiante diluyó el dolor. Una media sonrisa dibujaba las caras, y sin
mediar palabra los labios tiraban de los
cuerpos como dos imanes que se atrapan y el uno sin el otro no fuese nada. Y
aquel beso irradió la paz y el sosiego
quebrantando las armonías del alma, tatuado a fuego en los labios, grabado a
hierro en las almas. Sin decir nada, te dije todo,
sin mediar palabra, tuvimos la conversación más larga, y sin unir nuestros sexos llegamos al más profundo éxtasis. La alegría y el rictus trasmutó en las caras la armonía del espíritu, nunca fuiste mío, como aquel instante, nunca habré amado así a nadie. Después de aquello mirándonos nos reconocimos y saltaron sendas lágrimas, de mis ojos y tus ojos fue un fin apacible pero irremediable. No se puede parar el tiempo, ni deshacer lo hecho, una vida bramaba en algún lugar del cielo y algunas burbujas del pasado duelen más que un dulce beso.
sin mediar palabra, tuvimos la conversación más larga, y sin unir nuestros sexos llegamos al más profundo éxtasis. La alegría y el rictus trasmutó en las caras la armonía del espíritu, nunca fuiste mío, como aquel instante, nunca habré amado así a nadie. Después de aquello mirándonos nos reconocimos y saltaron sendas lágrimas, de mis ojos y tus ojos fue un fin apacible pero irremediable. No se puede parar el tiempo, ni deshacer lo hecho, una vida bramaba en algún lugar del cielo y algunas burbujas del pasado duelen más que un dulce beso.
__
¿Recuerdas nuestra leyenda preferida, Gaby? _dijo Pedro mirándola.
__No,
¿cuál?
“La imagen que tenía ante mí, en una primera visión era un revés, una transgresión a mi proceso de adivinación.
Rompía los preceptos de urbanidad y limpieza y su dejadez y pasividad junto a su mirada penetrante me incitó a la búsqueda de su verdadera identidad.
Tenía ante mí un hombre cuya edad, no podía precisar.
Planteándome la situación, llegué a la conclusión de que no parecía violento y en consecuencia me pude sentar cerca para observarle y así saciar mi curiosidad.
Su figura era particular, digna de ser plasmada en las páginas de mi libreta de poemas y cuentos para quedar entre mis recuerdos.
Su atuendo gastado por mucho uso, lo podría describir como deportivo, casual.
No olía mal. Se encontraba sentado con sus largas piernas estiradas, que ocupaban mucho espacio, delante de una taza de café.
Un desvaído jersey quizá azul plomo, arrugado y de cuello vuelto, cuyo color por lo muy lavado y usado era algo impreciso, servía de fondo a una chaqueta deportiva azul marina, cuyos bolsillos resaltaban por estar muy desvarados y sobados en los bordes por las manos inquietas y que de forma nerviosa, continuamente guardaban cosas y sacaba de ellos.
Su cabello largo y canoso era rizado y tenía aspecto seco.
Se le enmarañaba sobre la nuca de forma impertinente y cubría los laterales de su cara angulosa y demacrada donde sobresalían unas moradas y profundas ojeras, que daban un marco de profundidad a su mirada.
En esencia, mirando con detalle sus costuras, me fui dando cuenta, que tenía ante mí un hombre cuya historia era un enigma digno de descubrir.
Al fijarme en la comisura de su boca, vi que la distendía con firmeza y esbozaba una sonrisa invitadora, que regalaba de vez en cuando a los que pasaban junto a su mesa.
! Quién pudiera asomarse sin exclusiones a su interior y ver su auténtica naturaleza ¡
De repente, sin esperármelo, sorprendido, él se puso de pie, le vi levantarse, era más alto de lo que imaginé.
Miró la cuenta y depositó unas monedas en la pequeña bandeja.
Luego... muy despacio se encaminó hacia mi mesa e inclinándose, como el que ejecuta una cortés reverencia, muy bajito y con voz grave llena de vivencias y cadencias, me dijo en forma de pregunta:
¿Resultó fructífera su búsqueda?
¿Resolvió usted su problema?
Y dejándome rojo como una granada y avergonzado, con la boca abierta por la sorpresa, continuó aquel hombre sin nombre, pero con gran clarividencia al juzgarme, caminando algo encorvado, clavando sus zapatos con fuerza en el pavimento, buscando dejar sus huellas, alejándose seguro zancada a zancada, mirando fijamente el suelo buscando quizás una nueva senda, donde no se le escudriñara ni juzgara por su aspecto.
Me sirvió de lección la experiencia vivida:
! Nunca
saques conclusiones por el aspecto de las personas ¡
__
Genial, entendí. Es Guillermo, Pedro. ¿Qué demonios les pasa a los dos?
__Es
mi alumno, Gaby. Hay reglas al respecto. __El tono de voz de él era cada vez
más frío y agresivo.
__Es
mi mejor amigo, Guillermo. ¡Que les den a las reglas! __Miró a uno y a otro.
Vio que Pedro se estaba contemplando los zapatos y que su hermano tenía el entrecejo
fruncido__. ¿Alguien podría explicarme qué está pasando aquí?
Al
ver que ninguno de los dos respondía, se cruzó de brazos y entorno los ojos aún
más. Al recordar el comentario de su amigo sobre la dureza de las dos primeras
semanas de curso. Llegó a la conclusión.
---Guillermo
Graziani, ¿te has estado comportando como un idiota con Pedro?
A
este casi se le escapó la risa y
Guillermo se enfureció todavía más. A pesar del silencio, la reacción de ambos
indicó a Gaby que sus sospechas eran fundadas.
__Bueno,
pues no tengo tiempo para tonterías. Van a
tener que darse un beso y hacer las paces. Solo voy a estar aquí una
semana y quiero pasar todo el tiempo posible con los dos.
Y
tomándolos del brazo, los arrastró hacia el coche.
-Te
veo y no puedo ya resistirme, siento tu mirada unirse a mi mirada, siento tus
labios llamándome y mi boca esta sedienta de tus besos, cómo resignarme, a no
tener esa mirada, a no sentir esos labios, a la suavidad de tus caricias, al
sabor de tu piel, al aroma de tu cuerpo, a vivir sin tus suspiros, a no gozarte
todas la noches y a descubrirte cada madrugada, cómo resignarme a este deseo que
fluye como mi sangre y que hace vibrar mi ser, con tan solo verte, pero cómo
hacerte mío, si tú pareces un amor prohibido y eres como el insomnio que llega a mí cada noche, porque tú eres lo
que el corazón no entiende y lo que la mente sí comprende,
eres mi deseo, mi tentación y mi pecado, pero muchas veces el pecado, es la puerta de entrada al paraíso…
eres mi deseo, mi tentación y mi pecado, pero muchas veces el pecado, es la puerta de entrada al paraíso…
__ ¿Qué
dijiste Pedro?
__Nada,
no he hablado.
“Dios,
¿cuándo dejaré de pensar en voz alta?”
Gabriela
Soria no se parecía en nada a su hermano adoptivo. Trabajaba como ayudante en la
secretaría de prensa de la intendencia de la ciudad aun siendo abogada. Sonaba
importante, pero no lo era. De hecho, se pasaba casi toda la jornada revisando
los periódicos locales en busca de noticias que mencionaran al intendente, o
haciendo fotocopias de los comunicados de prensa. En el mejor de los casos, se
le permitía actualizar el blog de la intendencia.
Gaby
era esbelta, con rasgos delicados y pelo liso que llevaba largo. Tenía los ojos
enormes y de color miel y muchas pecas por su color de cabello pelirrojo. Era
muy espontánea, lo que muchas veces sacaba de quicio al introvertido de su
hermano, que era bastante mayor que ella y cuidadoso de su intimidad y pudor.
Guillermo
mantuvo la boca cerrada durante el trayecto hasta su piso, mientras las dos
jóvenes charlaban en el asiento de atrás, riendo y poniéndose al día como un
par de adolescentes. No tenía ninguna gana de pasar la velada con ellos, pero
sabía que su hermana lo estaba pasando mal y no quería ponerle las cosas más
difíciles.
Pronto,
el trío, compuesto por dos personas felices y otra no tanto, subía en el
ascensor del edificio de Guillermo, un impresionante rascacielos de lujo en la calle
Alcorta. Al salir del ascensor en la última planta, Pedro se fijó en que solo
había cuatro puertas en cada rellano.
“Vaya,
estos pisos tienen que ser enormes:”
Cuando
entraron detrás de Guillermo, y cruzaron el vestíbulo hasta la grandiosa y
diáfana sala de estar, Pedro, entendió por qué la sensibilidad de El profesor
se había sentido herida en su estudio. Su espacioso piso tenía cristaleras que
iban de suelo al techo, cubiertas por unas impresionantes cortinas de seda de
un tono de azul pálido como el hielo. Desde los ventanales veía el lado sur de
los bosques de Palermo y más allá el
río. Los suelos eran de madera noble, oscura, adornadas con alguna alfombra persa,
y las paredes, estaban pintadas de color visón claro.
Los
muebles del salón parecían sacados del catálogo de Testoration Hardward. Destacaba
un gran sofá de cuero color chocolate con remaches, con dos butacas a juego.
Delante de la chimenea vio una otomana y otra butaca de terciopelo rojo y de
respaldo recto.
Pedro
se quedó embelesado mirando la butaca y la otomana con sana envidia. Era el
lugar perfecto donde pasar una tarde lluviosa, tomándose una taza de café y
leyendo un libro. No él, desde luego.
La
chimenea funcionaba a gas y encima, en vez de un cuadro, Guillermo había
colgado un televisor de plasma de pantalla plana. En la sala había varias
clases de obras de arte, pintura al óleo en las paredes y alguna figura sobre
el mobiliario. Tenía piezas de vidrio romano y de cerámica griega que podrían
estar en museos y reproducciones de esculturas famosas como la Venus de Milo, Apolo y Dafne de Bernini. La verdad es que
allí había muchas esculturas, todas ellas de desnudos femeninos.
Lo
que no tenía eran fotografías personales. A Pedro le extrañó mucho ver que tenía
fotografías en blanco y negro de París, Roma, Londres, Florencia, Venecia y
Oxford, pero ninguna de la familia, ni siquiera de Mirna.
En
la habitación de al lado cerca de una
mesa de comedor grande y formal, había un bufet de ébano que Pedro
contempló con admiración. Encima, se veía un gran jarrón de cristal, una
bandeja de plata labrada con varias licoreras llenas de bebidas
ambarinas, una cubitera y copas de cristal anticuadas. Unas pinzas de plata
completaban la estampa. Estaban colocadas prudentemente sobre un montón de
pequeñas servilletas de tela blanca con las iniciales G.G. bordadas. Pedro se
rio para sus adentros al darse cuenta de qué con pequeñas variantes de nombre,
podrían haber sido GOD, Dios en inglés.
Resumiendo
el piso de el profesor era estéticamente agradable, decorado con muy buen
gusto, claramente masculino y muy frío. Pedro se preguntó si alguna vez
llevaría mujeres a aquel lugar tan poco acogedor, aunque trató de no imaginarse
lo que haría con ellas una vez allí. Tal vez tendría una habitación específica
para esos asuntos, para que nadie, ensuciara sus preciadas posesiones. Al pasar
una mano por el gélido granito negro, de la cocina se estremeció.
Gaby
precalentó el horno y se lavó las manos.
__Guille,
¿por qué no le enseñas a Pedro la casa mientras yo empiezo a preparar la cena?
Pedro
se abrazó a la mochila. No se atrevía a dejar su objeto tan ofensivo en ninguno
de los muebles, pero Guillermo se la arrancó de las manos y la dejó en el
suelo. Bajo una mesita. Pedro le dedicó una sonrisa de agradecimiento y él se
sorprendió a sí mismo devolviéndosela.
No
quería enseñarle la casa. Sobre todo, no
quería que viera su dormitorio, ni las fotos en blanco y negro que adornaban
las paredes. Pero sabía que con Gaby allí no iba a librarse tan fácilmente. Al
menos tendría que enseñarle las habitaciones de invitados.
Así
pues poco después se encontraban en su estudio, había sido un dormitorio de invitados, pero lo
había convertido en una cómoda biblioteca con estanterías de madera oscura que
iban de suelo a techo.
Pedro
se quedó contemplando los libros con la boca abierta. Había volúmenes nuevos y
otros muy antiguos.
__
¿Te gusta? _lo tuteó. Sabía que Matías no iba a permitir que le hablara de
usted.
__Mucho
_respondió Pedro__. Es preciosa.
Alargó
la mano para acariciar la butaca de terciopelo
rojo, era igual que la que había admirado antes en el salón, pero se
detuvo justo a tiempo. A El Profesor no le gustaría que la tocara.
Probablemente lo reprendería por ensuciarla con sus dedos mugrientos.
__Es
mi butaca favorita. Es muy cómoda. ¿Quieres probarla?
Pedro
sonrió como si acabara de darle un regalo y se sentó con las piernas dobladas,
enroscándose como un gato.
Guillermo
juraría que lo había oído ronronear. Sonrió al verlo. Lo hizo sentirse relajado
y casi feliz. Era un impulso, decidió enseñarle uno de sus tesoros más preciados.
__Ven,
te enseñaré una cosa _le dijo, con un gesto de la mano.
Pedro
se levantó en seguida y se quedó esperando del otro lado del escritorio.
Guillermo
abrió un cajón y sacó dos pares de guantes blancos de algodón.
__Póntelos
_le dijo, dándole un par.
Sin
decir nada, Pedro imitó sus movimientos.
__Esta
es una de mis posesiones más valiosas _le explicó él, sacando una caja de
madera de un cajón que acababa de abrir con llave.
Cuando
dejó la caja sobre el escritorio, Pedro tuvo miedo.
_ ¿Qué
habría dentro? ¿Una cabeza reducida? ¿Tal vez la cabeza reducida de un antiguo
alumno?
Pero
no. El Profesor abrió la caja y sacó lo que parecía un libro. Al abrirlo, Pedro
vio que se trataba de una serie de sobres de papel unidos, formando un
acordeón. Estaban etiquetados en italiano. Rebuscó entre los sobres
cuidadosamente hasta encontrar el que buscaba y entonces sacó algo de dentro,
que sostuvo reverentemente sobre las palmas.
Al
ver de qué se trataba, Pedro ahogó una exclamación.
Guillermo
sonrió orgulloso.
__ ¿Lo
reconoces?
__ ¡Por
supuesto! Pero… ¡no puede ser el original!
Él
se echó a reír.
__Por
desgracia no. Eso no está al alcance de mi modesta fortuna. Los originales son
del siglo XV. Estas son reproducciones del XVI.
Tenía
en su mano una copia de la famosa ilustración de Dante y Beatriz y el cielo de
las estrellas fijas del Paraíso. El
original había sido realizado por Sandro Botticelli con pluma y tinta. Era una
ilustración de unos cuarenta por cincuenta centímetros. Aunque el pintor solo
había utilizado tinta, el nivel de detalle era asombroso.
__ ¿De
dónde lo has sacado? No sabía que existieran copias.
__Pues
las hay. Además, probablemente fueran hechas por un alumno de Botticelli. Y lo
mejor de todo está completo. Botticelli realizó cien ilustraciones para la
Divina Comedia, pero solo se conservaron noventa y dos. En cambio, mi juego de
copias está completo.
Pedro
abrió los ojos, que le brillaban emocionados.
__ ¿Me
tomas el pelo?
Guillermo
se echó a reír.
__No.
__Fui
a ver los originales cuando los expusieron en la galería los Uffizi, en
Florencia. El Vaticano tiene ocho, si no me equivoco, y el resto pertenece a un
museo de Berlín _dijo Pedro.
__Exacto.
Pensé que sabrías apreciarlos.
__Pero
nunca he visto los ocho que faltan.
__Casi
nadie los ha visto. Deja que te los enseñe.
El
tiempo pasó volando mientras él le mostraba sus tesoros. Pedro los estuvo
admirando en silencio hasta que llegó la voz de Gaby desde el vestíbulo.
__Guille,
¿quieres servirle una copa a Pedro y dejar de aburrirlo con tus antiguallas?
Guillermo
puso los ojos en blanco y Pedro se echó a reír.
__ ¿De
dónde las sacaste? ¿No deberían estar en un museo? _preguntó mientras lo miraba
guardar las ilustraciones en sus respectivos sobres.
Guillermo
apretó los labios.
--No
están en un museo porque me niego a desprenderme de ellas. Nadie sabe que las
tengo, solo mi abogado y mi agente de seguros. Y ahora vos.
Luego
apretó los dientes, como dando el tema por zanjado, por lo que Pedro no insistió.
Lo
más probable era que las ilustraciones hubieran sido robadas de algún museo y
que él las hubiera comprado en el mercado negro. Eso explicaría su reticencia a
darlas a conocer. Pedro se estremeció al darse cuenta de que había visto algo
que menos de media docena de personas habían visto. Eran tan hermosas que
cortaban la respiración. Obras de arte.
__Guillermo
__insistió Gabriela desde la puerta.
__Vale,
ya. ¿Qué quiere beber, señor Beggio? –le preguntó él, saliendo del estudio y
dirigiéndose al botellero climatizado que tenía en la cocina.
__!
Guillermo!
__Perdón,
Pedro.
Este
se sobresaltó al oír su nombre completo en esa boca alucinante.
Al
notar la extraña reacción de su amigo. Gaby desapareció en un pequeño anexo que
servía como despensa.
__Cualquier
cosa estará bien, profe… Guillermo _respondió Pedro, cuando los ojos se le
cerraron para disfrutar del placer de poder decir por fin el nombre en voz
alta. Luego se sentó en uno de los elegantes taburetes de la barra del
desayunador.
Él
se decidió por una botella de chianti y la dejó sobre la encimera.
__La
dejaré fuera un rato para que se ponga a temperatura ambiente _dijo sin
dirigirse a nadie en particular.
Y
tras excusarse, desapareció, probablemente para cambiarse de ropa y ponerse más
cómodo.
__Pedro
_dijo Gaby dejando un montón de verduras a un lado del fregadero doble__.
¿Puede saberse qué pasa entre Guillermo y tú?
__Vas
a tener que preguntárselo a él.
__No
te preocupes que lo haré. Pero ¿por qué se comporta de un modo tan raro? ¿Y por
qué no le dijiste quién eras?
__Pensé
que me reconocería _admitió él, que parecía a punto de echarse a llorar__, pero
no me recuerda _añadió, con voz temblorosa y la mirada fija en alguna parte.
Gaby
sorprendida tanto por sus palabras como por su respuesta tan emocional, se
acercó para abrazarlo.
__No
te preocupes. Ahora estoy yo aquí y me ocuparé de él. En algún lugar, debajo de
la ropa, tiene corazón. Se lo vi una vez. Pero ahora ayúdame a limpiar
verduras. El cordero ya está en el horno.
Cuando
Guillermo regresó, abrió el vino sonriendo para sus adentros, iba a pasar un
buen rato. Sabía qué aspecto tenía Pedro cuando probaba el vino e iba a tener
esa sesión privada de su erótica representación de la otra noche. Sintió un
tirón involuntario en alguna parte del cuerpo y deseó haber colocado alguna
cámara secreta de video en el apartamento. No creía que fuera buena idea sacar
la máquina y empezar a hacerle fotos.
Le
mostró la botella, satisfecho al ver la expresión de aprobación que le iluminó
la cara al ver la etiqueta. Había comprado una botella de esa cosecha de la
Toscana y habría sido una lástima malgastarla en alguien que no supiera
apreciarla. Le sirvió un poco de vino en la copa y se echó hacia atrás, observándolo
y esforzándose por no sonreír.
-Igual
que la otra vez, Pedro hizo girar el líquido transparente y lo examinó a la luz
halógena. Cerró los ojos y aspiró su aroma. Luego acercó los labios temblorosos
al borde de la copa y probó el vino con delectación, manteniéndolo en la boca
unos instantes antes de bebérselo.
Guillermo
suspiró mientras miraba cómo el chianti viajaba por su larga y elegante
garganta.
Estoy
amor mío con mi pizca de locura _pensaba Pedro__ con mi sonrisa en plenitud porque
sé que ha llegado la hora de soñar que tus besos se lían con los míos, sueño que bailo bajo la lluvia de tus caricias,
sueño vida mía, que tus manos se enredan en mi cuerpo perdiéndose entre mis
lunares y el tiempo, te sueño en el aire amor y dibujo sonrisas para ti, sueño
contigo amor mío pero solo sueño, me duermo en tus brazos con todo este
dispendio de emociones, sin poder llegar nunca a ese destino, te salgo a buscar
entre la gente, camino imaginándome que te encontraré en la esquina de mi
calle, en cualquier trocito de suelo donde solo quepamos los dos, pobre corazón
mío, condenado de por vida por las cadenas de tu sonrisa, de esa mirada tuya
carcelera de mi razón, nos miramos aquel día y sin saber ni cómo ni por
qué la voz de mi alma me susurró… este es el fin de tu camino, llegaste a tu
destino, imposible descreerlo no quería, pero ese artífice del destino estaba
escribiendo el epílogo de esta historia de amor, y en esta tarde tormentosa
donde falta el aire donde la tormenta se acerca, el pensamiento cruel me
pregunta, ¿cuántas vidas todavía le hacen falta a este amor para volver a
encontrarnos, y poder estar juntos al fin?, dejo errante a ese pensamiento pues
el destino nunca da respuestas, nunca es generoso, es caprichoso y
desconcertante ante el amor.
Es locura amarte como te estoy amando, lo sé, pero me enamore de ti y de este amor imposible, pero sé que sueñas con mi ternura, que soy tu capricho en las noches de luna, que soy tu niño, que sueñas bailar en mi sonrisa haciéndome parte de ti, que te duermes soñándome en tus brazos, en la oscuridad de tu soledad me sientes a tu lado, lo sé amor, lo sé.
Vuelve a mí esta noche vida mía, y si dormido me encuentras, bésame amor, bésame hasta el amanecer.
Es locura amarte como te estoy amando, lo sé, pero me enamore de ti y de este amor imposible, pero sé que sueñas con mi ternura, que soy tu capricho en las noches de luna, que soy tu niño, que sueñas bailar en mi sonrisa haciéndome parte de ti, que te duermes soñándome en tus brazos, en la oscuridad de tu soledad me sientes a tu lado, lo sé amor, lo sé.
Vuelve a mí esta noche vida mía, y si dormido me encuentras, bésame amor, bésame hasta el amanecer.
Cuando
abrió los ojos, Pedro se encontró a Guillermo tambaleándose ligeramente delante
de él. Sus ojos de mirada profunda se habían oscurecido y tenía la respiración acelerada. La parte delantera de sus
pantalones gris marengo… Pedro frunció el cejo.
__
¿Te encuentras bien?
Pasándose
la mano por la cara, él se obligó a calmarse.
__Sí,
lo siento. __Tras llenarse una copa, se sirvió también y empezó a disfrutar del
vino, sin dejar de mirarlo por encima del borde de la copa de cristal.
_Te
pido permiso para entrar en la ventana de tu amanecer, para abrir mis ojos a tu lado cada
aurora, volaré al infinito del universo
descubriendo tus misterios para conquistar tu amor.
Te
pido permiso para sanar tus heridas y limpiar con mis verdades los engaños en
tu vida, calar hondo con caricias tu piel adivinando sus secretos, besarte a cada instante perdiéndome en tu
boca y abrazarte en el abismo de los sueños, alimentando el placer de
quemarnos, sintiendo el equilibrio entre tu cuerpo y el mío en un nuevo
anochecer. Y en el vuelo de las aves descubrir las respuestas que no logramos
ayer, para que los pensamientos fluyan y los sentimientos bailen en el viento, purificando
los deseos de recuerdos que yacen en las memorias de un pasado. Amor mío hoy me
encuentro en las cárceles de tu alma, y si mañana me das la libertad, dejaría de respirar en las paredes sagradas
de tu hermoso corazón, naufragaría en
las tormentas sin rumbo, alejándome así de un ser divino que ha rescatado en mí
las ansias de volver amar, llenando los espacios vacíos que habitan en el interior
de mi soledad _susurró entre sorbos y Pedro se ruborizó.
__
¿Y eso?
__
Soy hombre de versos y letras, soy de
nostalgias y sueños, soy hombre de tus sueños,
el que camina de tu mano por encaros perdidos si sentir miedo alguno, escribo
cada tarde noche en papel mis letras donde te hago saber que eres poesía, que
eres parte omnipresente en los suspiros que derrama mi tinta, soy ser de arte en el pensamiento y arte en mis
manos, soy una prosa que amanece enamorada cada día, acurruco mi sentir entre
mis labios callados, y me hago mar en mi sonrisa, sabes que eres tú el artífice
de tanta pasión, que eres tú mi ídem amado, el que hace que broten de mi alma
palabras adormecidas, acunadas por el mirar de tus ojos, lo sabes y te callas
al igual que yo con riguroso silencio alimentándonos de ternura cada noche, esa
ternura que precisamos para sentirnos vivos.
En mi recuerdos guardo cada noche, cada día, cada instante, hacías de lo más sencillo lo más maravilloso, hacías que llenara el mundo de risas y melodías, hacías de mi mundo solitario el escenario del teatro representando para tu enamorado la obra más bella jamás soñada por mí, tú y yo, actores principales, hacías que me sintiera dios sagrado del amor, el príncipe sin castillo, nos reíamos de los celos de la luna, del mundo entero que puesto a nuestros pies como la más bella alfombra tejida por las estrellas brillaba ignorando, que dos amantes se morían de amor sobre él.
Mi amado amor, no tardes en venir esta noche preciso sentir en tu mirar que me amas.
En mi recuerdos guardo cada noche, cada día, cada instante, hacías de lo más sencillo lo más maravilloso, hacías que llenara el mundo de risas y melodías, hacías de mi mundo solitario el escenario del teatro representando para tu enamorado la obra más bella jamás soñada por mí, tú y yo, actores principales, hacías que me sintiera dios sagrado del amor, el príncipe sin castillo, nos reíamos de los celos de la luna, del mundo entero que puesto a nuestros pies como la más bella alfombra tejida por las estrellas brillaba ignorando, que dos amantes se morían de amor sobre él.
Mi amado amor, no tardes en venir esta noche preciso sentir en tu mirar que me amas.
__Debes de
estar muerto de hambre, Guillermo _comentó Gaby por encima del hombro, mientras
removía la salsa que estaba preparando__. Y sé que te conviertes en una bestia
salvaje cuando tienes hambre.
__ ¿Qué vamos
a tomar con el cordero? _preguntó él, observando a Pedro como si fuera un
halcón, mientras él se llevaba la copa a los labios una vez más.
Gaby dejó una
caja sobre la barra.
__! Cuscús!
Pedro se
atragantó y escupió de golpe todo el vino que tenía en la boca, empapándolo a
Guillermo y su camisa blanca. Al ver lo que había hecho, se asustó y soltó la
copa, que se rompió en mil pedazos al chocar contra la base del taburete, manchándolo
a él y manchando el suelo de madera noble.
Guillermo se
limpió la cara y la camisa mientras maldecía en voz alta. Muy alta, Pedro se
bajó del taburete, se arrodilló y empezó a recoger los trozos de cristal roto.
__Déjalo _
dijo él suavemente, mirándolo desde el otro lado de la barra.
Pero Pedro siguió
recogiendo, con lágrimas en los ojos.
__! Que lo
dejes! _repitió él más fuerte, rodeando la barra.
Pedro se
pasó los trozos de cristal de una mano a la otra, y siguió con su tarea.
Parecía un cachorro arrastrándose, patéticamente por el suelo con una pata
herida.
--¡Para!
¡Por el amor de Dios! Te vas a cortar. __Guillermo se alzaba ante él
amenazadoramente y su enfado descendía desde las alturas como la ira de Dios.
Agarrándolo
por los hombros, lo levantó y lo obligó a soltar los trozos de cristal en un
cuenco que había sobre la barra, antes de conducirlo hasta el cuarto de baño de
invitados.
__ Siéntate
_le ordenó.
Pedro se
sentó en la taza del váter y sollozó en silencio.
__Enséñame
las manos.
Entre
manchas de vino, Guillermo distinguió algunas gotas de sangre, y alguna
esquirla de cristal clavada en la palma. Maldijo varias veces negando con la
cabeza mientras abría el botiquín.
__No se te
da muy bien escuchar, ¿no?
Pedro parpadeó,
lamentando no poder secarse las lágrimas de las mejillas con las manos.
__Y tampoco
obedecer _gruñó, mirando por encima del hombro.
Lo que vio
lo hizo detenerse en seco.
Si más tarde
alguien le hubiera preguntado por qué lo hizo se habría encogido de hombros y
no habría sabido responder por meses. Pero se detuvo y cuando miró a la
criatura angelical allí encogida, llorando sintió que se le desgarraba el alma. Ese algo no era
irritación, ni enfado, ni culpa ni lujuria. Sintió compasión… Y se arrepintió de haberlo hecho llorar.
Inclinándose
hacia él le secó los dedos con delicadeza. En cuanto lo rozó, notó un
estremecimiento y la sensación de que su piel le resultaba familiar y deliciosa.
Cuando le hubo secado las lágrimas, le sostuvo
la cara entre las manos, se internó en sus ojos, se la levantó hacia él para
ello y sintió que leía lo escrito en su alma, que un lazo de plata las entrelazaba,
se asustó al pensar que ni tan solo la muerte sería capaz de romperlo y sus
labios se movieron sin que pudiera detener las palabras que parecían ser
independientes de la mente.
__Ayer
lo esperé, tras los cristales de mi ventana, con el reflejo de mi soledad y la
transparencia urbana de la calle. Los segundos del reloj de mi corazón
palpitaban en el exacto momento de su presencia, se impacientó el reloj de
arena de mis ojos, pues cual fue mi tristeza que no lo vi pasar por la pasarela
de la calle en ese estimado momento, en el que el sol radiante y envidioso de
usted brilla en su plenitud.
Miré el horizonte lejano de la calle por la que usted transita, esperé expectante sobre ese punto inmenso, en el que siempre aparece como el sol amanece.
Miré, calle abajo, hasta la esquina donde se detiene, en el intento de tropezar con mi sombra.
Salí al asfalto buscando su apariencia, recorrí el largo pasillo del terror de mis pesadillas, extenso, eterno e infinito sin sus formas de caminar en su final.
Miré el horizonte lejano de la calle por la que usted transita, esperé expectante sobre ese punto inmenso, en el que siempre aparece como el sol amanece.
Miré, calle abajo, hasta la esquina donde se detiene, en el intento de tropezar con mi sombra.
Salí al asfalto buscando su apariencia, recorrí el largo pasillo del terror de mis pesadillas, extenso, eterno e infinito sin sus formas de caminar en su final.
Retorné mis pasos hasta la misma esquina, donde mis ojos lo besan y mi alma lo despide
hasta mañana. Y créame, sentí miedo a su ausencia, me sentía hueco, sin vida, el futuro me era ausente. La esperanza asomó en mis recuerdos, y corrí, desesperado sin detenerme en los calabozos de los semáforo, hasta el parque de su paz interior, hasta el banco bibliotecario
donde usted sostiene, en el atril de sus manos un libro, a su imaginación abierta, allí, donde los niños juegan corriendo tras las palomas.
Se detuvo el mundo, se vaciaron los ríos de
mis venas, los océanos de mi alma desnudaron mis lágrimas, porque usted, mi
apreciado señor, no estaba. Se exterminaba el día me consumía yo, y triste,
lento, lóbrego me perdí entre las calles.
No, no hubo ambulancias para la urgencia de mi soledad, para la paz de mi desespero, para el entierro de mi cuerpo. Detuve un taxi a la urgencia de su casa, apagadas las luces silencioso el hábitat, mis ópticas no traspasaban la radiografía de sus paredes, ni los sensores termo gráficos de mis sentimientos lo hallaban.
Sentí… miedo, desolación, el caos se apoderaba de mí, tuve pánico, terror, espanto ante la vida, me vi solo, sin usted sin su lejanía.
Me pesaba más su ausencia que la humanidad y ya muerto se encendió una luz de la creación tras su ventana, y agradecido, lloré, lloré como los hombres lloran, en el silencio de sus adentros, como los niños lloran entre lágrimas de felicidad.
No, no hubo ambulancias para la urgencia de mi soledad, para la paz de mi desespero, para el entierro de mi cuerpo. Detuve un taxi a la urgencia de su casa, apagadas las luces silencioso el hábitat, mis ópticas no traspasaban la radiografía de sus paredes, ni los sensores termo gráficos de mis sentimientos lo hallaban.
Sentí… miedo, desolación, el caos se apoderaba de mí, tuve pánico, terror, espanto ante la vida, me vi solo, sin usted sin su lejanía.
Me pesaba más su ausencia que la humanidad y ya muerto se encendió una luz de la creación tras su ventana, y agradecido, lloré, lloré como los hombres lloran, en el silencio de sus adentros, como los niños lloran entre lágrimas de felicidad.
Le
ruego no desaparezca de mi ventana ni de mi vida.
__Sumido
en esas noches que no duermo, que no lo vivo, que no lo siento, somnoliento de usted, profesor… Guillermo, le escribo rellenando un poco este vacío que sin
usted tengo. Sé, que en breves días descorcharemos nuestra presencia, en abrazos nuevos recientes, frescos y lozanos, recién salidos de la fábrica del corazón, llenando el vaso
de su presencia, con el llanto del que nace a la vida, a los golpes de sus besos amamantándome de su lengua. Son tan frías las noches, tan largas las horas prolongadas, serias y estiradas, que el tiempo se hace espeso, nublado, boscoso, que no me da su aliento.
Acaricio, esa foto fija en el revelado de usted en mi pensamiento, buscando en mi desespero
en mis ansias ese peculiar sentimiento que usted me hace vivir como si estuviese aquí, conmigo. La noche discurre, como luna llena, transcurre como Dios pasa, en su silencio, como la esperanza discurre entre calles y cementos, entre cementerios, ambulancias y desesperos, mientras la ciudad, sonámbula en sus tejados, duerme, entre semáforos rojos deteniendo los sueños imposibles.
usted tengo. Sé, que en breves días descorcharemos nuestra presencia, en abrazos nuevos recientes, frescos y lozanos, recién salidos de la fábrica del corazón, llenando el vaso
de su presencia, con el llanto del que nace a la vida, a los golpes de sus besos amamantándome de su lengua. Son tan frías las noches, tan largas las horas prolongadas, serias y estiradas, que el tiempo se hace espeso, nublado, boscoso, que no me da su aliento.
Acaricio, esa foto fija en el revelado de usted en mi pensamiento, buscando en mi desespero
en mis ansias ese peculiar sentimiento que usted me hace vivir como si estuviese aquí, conmigo. La noche discurre, como luna llena, transcurre como Dios pasa, en su silencio, como la esperanza discurre entre calles y cementos, entre cementerios, ambulancias y desesperos, mientras la ciudad, sonámbula en sus tejados, duerme, entre semáforos rojos deteniendo los sueños imposibles.
Pero sigo, soñándolo despierto, en esa vigilia, sonámbulo de usted, como el enamorado
de guardia las veinticuatro horas a su servicio. Sé, que en escuetos días, nos abrazaremos,
inaugurando jornadas nuevas y las que restan por llegar y las que nos quedan, desprecintando nuestra cama, entre sábanas nuevas, con su piel siempre virgen de arrugas y estrías, de surcos abiertos de su existencia y su vida.
En
estos instantes, somnolientos, sonámbulo
de sus tejados, es usted, mi distancia
más breve, solo será cuestión de cruzar el puente de mis sueños y duerma usted,
conmigo.
Hoy he decidido que no quiero esconder los te
quiero ni los besos que me diste en mi sueño de amor, no quiero los silencios
de tus caricias extraviadas por mi cuerpo, no quiero que se pierdan en el aire, quiero
tenerte cerca y que tu boca se desnude en la mía, quiero jugar con mi sonrisa,
hacer que te pierdas en la comisura de mi boca, como lo hacías cuando te
volvían loco mis locuras de niño.
Quiero bailar un bolero entre tus brazos, ceñirnos a nuestros cuerpos, sintiendo el pálpito de un latido enamorado, sentir que un compás en tus pies, y tus manos en mi cintura, me lleve de nuevo a ese lugar donde un quiero se hace verso.
Quiero vida mía esconderme contigo en ese cielo y entregarte mi dulzura, donde solo el cariño sea el amante eterno, entrégame tus manos amor y en ellas pondré mil primaveras para vivirlas de nuevo.
Prometo vida mía no guardarme una lágrima ni el temblor de mi cuerpo, al sentirme amado, al sentirme de nuevo enamorado, y perdido en ti.
Si yo pudiera recaudar los suspiros del viento para que en susurros conformen tu nombre y sin caminar hagan camino para llevarlo a destino y en tus labios hilar cada letra con mi saliva.
Si yo consiguiera agrupar todas las travesías para que la distancia desfallezca en su intento de alejarnos anudando los paralelos y meridianos. Si la luna fuera además mi mensajera y en las impolutas noches junto a las estrella apacentaran a tu lado cuando la jornada sucumba y entre la funda de mi almohada morara tu cabello. Si yo tuviera la autorización de detener las agujas del reloj y lograr que las caricias sean eternas... sería alondra plegando mis alas, tanteándome refugio entre tus brazos... acurrucado vivir y extender mi propio universo tejido con mis cabellos ensortijados en letras y canto. Si yo pudiera desgajar, sacar los designios al destino escrito en vetustos y ajados papiros para leer en las líneas de nuestras manos cuándo será el definitivo encuentro.
Si yo pudiera... si yo pudiera... hacer sin soñar, lograr sin planificar, recibir sin buscar, tenerte sin esperar.
Quiero bailar un bolero entre tus brazos, ceñirnos a nuestros cuerpos, sintiendo el pálpito de un latido enamorado, sentir que un compás en tus pies, y tus manos en mi cintura, me lleve de nuevo a ese lugar donde un quiero se hace verso.
Quiero vida mía esconderme contigo en ese cielo y entregarte mi dulzura, donde solo el cariño sea el amante eterno, entrégame tus manos amor y en ellas pondré mil primaveras para vivirlas de nuevo.
Prometo vida mía no guardarme una lágrima ni el temblor de mi cuerpo, al sentirme amado, al sentirme de nuevo enamorado, y perdido en ti.
Si yo pudiera recaudar los suspiros del viento para que en susurros conformen tu nombre y sin caminar hagan camino para llevarlo a destino y en tus labios hilar cada letra con mi saliva.
Si yo consiguiera agrupar todas las travesías para que la distancia desfallezca en su intento de alejarnos anudando los paralelos y meridianos. Si la luna fuera además mi mensajera y en las impolutas noches junto a las estrella apacentaran a tu lado cuando la jornada sucumba y entre la funda de mi almohada morara tu cabello. Si yo tuviera la autorización de detener las agujas del reloj y lograr que las caricias sean eternas... sería alondra plegando mis alas, tanteándome refugio entre tus brazos... acurrucado vivir y extender mi propio universo tejido con mis cabellos ensortijados en letras y canto. Si yo pudiera desgajar, sacar los designios al destino escrito en vetustos y ajados papiros para leer en las líneas de nuestras manos cuándo será el definitivo encuentro.
Si yo pudiera... si yo pudiera... hacer sin soñar, lograr sin planificar, recibir sin buscar, tenerte sin esperar.
Cuando
los dos despertaron del hechizo, Guillermo al darse cuenta de lo que estaba
haciendo a milímetros de sus labios se apartó rápidamente y empezó a limpiarle
las heridas.
__Gracias
_murmuró Pedro incrédulo del borboteo de palabras, agradeciéndole el cuidado
con que estaba retirando los trocitos de cristal. Usaba pinzas y no dejaba ni
un milímetro de piel sin examinar.
--No
se merecen.
Cuando
se dio por satisfecho con el resultado, echó yodo en una borra de algodón.
__Esto
va a doler un poco… Lo siento.
Vio
que él se preparaba y se encogió por dentro por tener que causarle daño. No le
apetecía hacerle daño. Era tan suave y frágil. Tardó minutos en armarse de
valor para aplicarle el desinfectante en los cortes.
Durante
todo ese tiempo, Pedro permaneció inmóvil, mirándolo con los ojos muy abiertos
y mordiéndose el labio, esperando a que se decidiera de una vez.
__Ya
está __dijo él de nuevo malhumorado__, limpiándole los últimos restos de
sangre__. Curado.
__Siento
haber roto la copa. Sé que era de cristal.
"No
puedo olvidar tu voz. Ha pasado tiempo y
aún no logro olvidarte. Sabes amor
por qué no olvido cómo tu voz… me erizaba la piel. Porque aún creo escuchar tu voz diciéndome: Muero por estar contigo besando cada curva de tu cuerpo. Muero por estar contigo y rozar tu piel con mis labios. Muero por tenerte entre mis manos y sentirte estremecer en cada roce de mis dedos.
por qué no olvido cómo tu voz… me erizaba la piel. Porque aún creo escuchar tu voz diciéndome: Muero por estar contigo besando cada curva de tu cuerpo. Muero por estar contigo y rozar tu piel con mis labios. Muero por tenerte entre mis manos y sentirte estremecer en cada roce de mis dedos.
Muero
por acariciarte y en cada caricia, sientas el amor que te tengo. Muero por
fundirme
y perderme contigo en cada abrazo. Y aún recuerdo esa última vez que dijiste: Quiero encender tu cuerpo, susurrándote al oído: Muero por tenerte, pero más que tenerte, muero por amarte. Jamás me ha vuelto a suceder, jamás he vuelto a sentir mi piel estremecer como lo hiciste tú, sin siquiera tocarme, tan solo tu voz, me llevó a alcanzar el paraíso.
y perderme contigo en cada abrazo. Y aún recuerdo esa última vez que dijiste: Quiero encender tu cuerpo, susurrándote al oído: Muero por tenerte, pero más que tenerte, muero por amarte. Jamás me ha vuelto a suceder, jamás he vuelto a sentir mi piel estremecer como lo hiciste tú, sin siquiera tocarme, tan solo tu voz, me llevó a alcanzar el paraíso.
Miro
la lluvia caer a través del cristal de mi ventana, la melancolía me invade, te
pienso y te extraño, pronuncio tu nombre y mi corazón parece volver a latir, me siento enloquecer, sí, me siento loco, muy loco, porque amarte es
eso, una locura, una bendita locura, que llega y me invade de sensaciones, de
las más bellas sensaciones, sigue y sigue lloviendo y miles de gotas estallan
contra el cristal de la ventana, y hasta me parece sentir tu voz llamándome, cual
dulce melodía, despertando tantos deseos, mas, cómo no amarte así, si tú eres
la razón de mi vida
y de mi existir, además creo que no sabría vivir si no es contigo, pero llueve y sigue lloviendo y yo aquí sigo soñándote…”
y de mi existir, además creo que no sabría vivir si no es contigo, pero llueve y sigue lloviendo y yo aquí sigo soñándote…”
_Su
suave voz en susurro interrumpió sus pensamientos mientras guardaba las cosas
en el botiquín.
Guillermo
hizo un gesto con la mano quitándole importancia.
__Tengo
varias decenas. Y hay una tienda debajo de casa donde las venden. Si necesito
otra, iré buscar.
__Me
gustaría reponerla.
__No
podrías permitírtelo.
Las
palabras salieron de su boca antes de darse cuenta y volvió a odiarse por lo
que estaba diciendo… causando. Al ver que Pedro se ruborizaba y luego
palidecía, se horrorizó. Había vuelto a agachar la cabeza, y por supuesto se
estaba mordiendo la mejilla, era como una avecilla con un ala herida, lo que
necesitaba era que alguien le ayudara a
sanarla, para que pudiera montar vuelo, y lo único que hacía con su torpeza,
era machacarla una vez y otra.
__Señor
Beggio, nunca se me ocurriría cobrarle una copa, va en contra de todas las
leyes de hospitalidad.
“Y
eso sería intolerable para el nuevo Guillermo Graziani”, pensó aquel con tristeza.
__Pero
también te he manchado la camisa. Deja que pague la tintorería al menos.
Guillermo
bajó la vista hacia su preciosa camisa, pero indudablemente estropeada camisa y
maldijo en silencio. Le gustaba. Ana se la había traído de Londres. La mancha
de saliva mezclada con el vino no iba a
desaparecer nunca.
__Tengo
varias camisas iguales __mintió__. Además,
seguro que la mancha saldrá fácilmente.
Gaby
me ayudará.
Pedro
se mordió el labio una vez más.
Guillermo
sintió que le daba vueltas la cabeza, pero sus labios eran su perdición, tan
rojos, carnosos, suculentos, tentadores que no podía apartar la vista de ellos,
era una sensación comparable a estar contemplando un accidente de coche desde
la cubierta de un barco.
Inclinándose
hacia él le acarició la mano.
__Los
accidentes son inevitables. No son culpa de nadie _dijo para tranquilizarlo.
Pedro
dejó de morderse y lo recompensó con una sonrisa con hoyuelos, el efecto en
Guillermo fue un ramalazo de placer, un puñete en el vientre.
“La
amabilidad lo hace florecer. Es como una rosa que abre sus pétalos.”
__
¿Se encuentra bien? _preguntó Gaby a su espalda.
Guillermo
retiró la mano apresuradamente y suspiró.
__Sí,
aunque me temo que Pedro odia el cuscús.
Y
tras decirlo, le guiñó un ojo a Pedro y disfrutó viendo cómo el rubor se
extendía desde sus mejillas por su piel de porcelana. En verdad era un ángel de
ojos de miel.
__No
pasa nada. Prepararé arroz _dijo Gaby, que salió del cuarto de baño, seguida
por Guillermo.
Pedro
se quedó donde estaba, tratando de impedir que el corazón se le saliera del
pecho y se fuera con él.
Mientras
Gaby guardaba el cuscús en la nevera, Guillermo fue a cambiarse al dormitorio. Se
quitó la camisa y, muy a su pesar, la tiró a la basura. Al volver a la cocina,
acabó de recoger los cristales y el vino del suelo.
__Hay
un par de cosas que deberías saber de Pedro por si no lo recuerdas _dijo Gaby
por encima del hombro.
__Preferiría
no saberlas.
__Pero,
¡por favor! ¿Qué te pasa? Es mi amigo, fue…
__Pero
también es mi alumno. No debería saber nada de su vida. Que sea tu amigo ya me
resulta bastante problemático.
Su
hermana irguió la espalda y tragó saliva, negó con la cabeza. Sus ojos se oscurecieron
al decirle:
__ ¿Sabes
qué?, no me importa y me temo que no podrás evitarlo. Lo quiero mucho y mamá
también lo adoraba. Será mejor que lo recuerdes la próxima vez que sientas
tentación de gritarle.
Al
cabo de unos momentos añadió:
__Lo
ha pasado muy mal, idiota. Por eso se ha mantenido a distancia este año. Y
ahora que por fin empieza a salir de su caparazón, un caparazón que yo pensaba
que no abandonaría nunca, tú con tu arrogancia y condescendencia lo empujas a
volver a ocultarse. Así que, deja de actuar como un estirado inglés que ambos
sabemos de dónde venimos y trátalo como se merece. No eres nadie, por el amor
de Dios. Compórtate o regresaré y me encargaré de ti, Guillermo.
Guillermo
se asombró de la fuerza de su hermana, enderezó la espalda y la fulminó con la
mirada.
__Espero
que te refieras a una tortilla con maíz.
Gaby
no se amilanó. De hecho se irguió aún más. Tenía un aspecto casi amenazador.
__De
acuerdo _se rindió él.
__Bien.
Por otra parte, me cuesta creer que no reconocieras su nombre después de la
cantidad de veces que te he hablado de lo mucho que le gusta Dante. ¿A cuántos
entusiastas de Dante conociste en tu
vida en nuestro pueblo?
Guillermo
se inclinó hacia su hermana y le dio un beso en la mejilla, otro en la frente
enfurruñada.
__No
seas tan dura conmigo, Gaby, sabes que trato de no pensar en nada relacionado
con nuestro pueblo si puedo evitarlo.
El
enfado de ella desapareció al oírlo.
__Lo
sé__ dijo abrazándolo con fuerza__. Pero quizá… Pedro debería ser la excepción.
“Ruinas
de un ayer forzado por las manos del engaño, me abrieron las puertas a vivir como
huésped en la tierra de los sueños. A pesar que olvidé ! aprendí tanto !
Mi
tiempo ha llegado, caminar en sentido opuesto al dolor, labrando el destino que
impone mi orgullo aventurero. Soy solo eso, tal como me ves, sencillo y rebelde. Gravito sobre una cuerda
floja que se alimenta del equilibrio entre verdades que callan sus deseos y
mentiras que gritan su inocencia. Voy sin miedo, disipando mi rumbo, enfrentándome
a los misterios de las culpas, vagando entre cantos y poesías, presintiendo las
embestidas de un reloj antiguo que marca las huellas borrosas del tiempo. Candilejas
en las calles, puertas entreabiertas, ventanas que lloran romances, estrellas
en silencio que se ocultan, vientos que añoran tus alas, puentes que agonizan
sobre ríos secos, barca que pierde sus remos de libertad, piedras golpeando
memorias. Trampas que nunca hicieron falta, besos que hechizan, caricias que
dejan su imagen, apariencias que tatúan sus dudas, conciencias esperanzadas en
la fe.
Soy
solo eso, tal como me ves, como nubes
inquietas en el viento, te ofrezco mi sombra
donde cubriré tu piel de roces que serán el antídoto a las heridas abiertas que lloran en tu alma. Acompáñame en mi andar por la soledad, tócame y sentirás el placer de amar. Soy un ser de carne y hueso también, aunque quizá no lo creas, soy solo eso, tal como me ves. Rompo tus cadenas, me libero de las miserias; expulso de mis entrañas los residuos de tus migajas. Extirpo de mi cavidad torácica las huellas de tus garras. ¡A mi corazón ya no lo amarras! Tus marcas están cicatrizadas. Desnudo de ti renace mi alma; ya mi latir tu ausencia no clama, tu añoranza no empaña mi calma. ¡Tú, emigras!, la raíz de mi esperanza se ciñe tenazmente a la bonanza. Fenece en este invierno tu jaula”.
donde cubriré tu piel de roces que serán el antídoto a las heridas abiertas que lloran en tu alma. Acompáñame en mi andar por la soledad, tócame y sentirás el placer de amar. Soy un ser de carne y hueso también, aunque quizá no lo creas, soy solo eso, tal como me ves. Rompo tus cadenas, me libero de las miserias; expulso de mis entrañas los residuos de tus migajas. Extirpo de mi cavidad torácica las huellas de tus garras. ¡A mi corazón ya no lo amarras! Tus marcas están cicatrizadas. Desnudo de ti renace mi alma; ya mi latir tu ausencia no clama, tu añoranza no empaña mi calma. ¡Tú, emigras!, la raíz de mi esperanza se ciñe tenazmente a la bonanza. Fenece en este invierno tu jaula”.
CONTINUARÁ.
HECHOS
Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER
PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE
ADULTO.
ESCENAS
EXPLÍCITAS.
Julio Excelente
ResponderEliminarFlor Maravillosa
ResponderEliminarLoli Me encanta, su forma de escribir. Felicidades
ResponderEliminarGaby Excelente,
ResponderEliminarDelia Bellísimo
ResponderEliminarNidia Bello...
ResponderEliminarKuki Fascinante !!!
ResponderEliminarBlanca Bellísimo
ResponderEliminar
ResponderEliminarMitzi Hermoso.
1
Isabel Que hermoso,
ResponderEliminarTodavía no entiendo bien Eve porqué Guillermo dice no recordar a Pedro, es raro cómo se comporta con él...De todas formas no puede negar la atracción que siente...De todas formas sé que, como todo lo que vos escribís, va a ser una hermosa historia de amor...
ResponderEliminarCALMA, ES ANTIANSIOSAS, YA LO SABRÁS, DISFRUTA DE LA SEDUCCIÓN. BESOS MIL
Eliminar