“LA
HERENCIA”.
CAPÍTULO
SEGUNDO.
Martes, 03 de octubre de 2017.
Amor
mío, mi amor...
“… Quiero comer contigo, estar, amar contigo,
quiero tocarte, verte.
“… Quiero comer contigo, estar, amar contigo,
quiero tocarte, verte.
Me
lo digo, lo dicen en mi cuerpo
los hilos de mi sangre acostumbrada,
lo dice este dolor y mis zapatos
y mi boca y mi almohada.
los hilos de mi sangre acostumbrada,
lo dice este dolor y mis zapatos
y mi boca y mi almohada.
Te
quiero, amor, amor absurdamente,
tontamente, perdido, iluminado,
soñando rosas e inventando estrellas
y diciéndote adiós yendo a tu lado.
..."
Jaime Sabines.
tontamente, perdido, iluminado,
soñando rosas e inventando estrellas
y diciéndote adiós yendo a tu lado.
..."
Jaime Sabines.
Puedes
contar conmigo. Canción.
“Un
café con sal.
Ganas
de llorar.
mi
mundo empezando a temblar,
presiento
que se acerca el final.
No
quiero ganar. Ahora eso qué más da.
estoy
cansada ya de inventar excusas que no saben andar.
y
sólo quedarán los buenos momentos de ayer que fueron de los dos.
y
hoy sólo quiero creer...
Que
recordarás las tardes de invierno por Madrid,
las
noches enteras sin dormir.
La
vida pasaba y yo sentía que me iba a morir de amor
al
verte esperando en mi portal sentado en el suelo sin pensar
que
puedes contar conmigo.
Nunca
hubo maldad. Sólo ingenuidad.
Pretendiendo
hacernos creer que el mundo estaba a nuestros pies.
cuando
el sueño venga a por mí en silencio voy a construir
una
vida a todo color donde vivamos juntos los dos.
Y sólo
quedarán los buenos momentos de ayer que fueron de los dos.
y
hoy sólo quiero creer...
Que
recordarás las tardes de invierno por Madrid,
las
noches enteras sin dormir.
La
vida pasaba y yo sentía que me iba a morir de amor
al
verte esperando en mi portal sentado en el suelo sin pensar
que puedes
contar conmigo para siempre.
Y no
puedo evitar echarte de menos
Mientras
das la mano a mi tiempo y te vas.
yo
siento que quiero verte y verte y pienso
que
recordarás las tardes de invierno por Madrid,
las
noches enteras sin dormir.
La
vida pasaba y yo sentía que me iba a morir de amor
al
verte esperando en mi portal sentado en el suelo sin pensar
que
puedes contar conmigo.
Que
recordarás las tardes de invierno por Madrid,
las
noches enteras sin dormir.
la
vida se pasa y yo me muero, me muero por ti”.
-
FUENTE -
MUSICA.COM
__Apuesto a que ni siquiera es cierto que
tengas el turno de la mañana, veremos, al
fin no es tan aburrido ser el dueño de esta mole.
Pedro, qué bonito que es.
Beto, te voy a matar, ¿por qué tuviste que
dejarme solo?
Retirado, Graziani, estado civil… retirado.
Bs.
As., miércoles 04 de octubre de 2017.
Cuando
sonó el despertador a las seis menos
cuarto de la mañana, Pedro se quiso morir. Estaba agotado. Apenas había dormido
cuatro horas y él sin ocho no funcionaba.
Tras
desperezarse, se sentó en la cama, resopló, se levantó y se encaminó sonámbulo
a la ducha. Allí se quitó el vendaje que llevaba en el codo sin mirar
demasiado. No quería marearse. El recuerdo del que lo había realizado inundó la
mente.
Cuando
el agua comenzó a correr por su cabeza, murmuró:
__
¡Qué placer!
Durante
varios segundos se apoyó en la pared de la ducha mientras el agua resbalaba por
su cuerpo, la imagen del hombre con el que había terminado la noche cruzó de
nuevo por la mente y suspiró. Pensar en él, en su sonrisa, en su mirada
penetrante que lo atravesaba y en su seguramente más potente virilidad, le daba calor al alma y sin saber por qué, se
pasó las manos por el cuerpo hasta dibujar el tatuaje en forma de diamante que descendía
por el costado, debajo del ombligo. Allí se detuvo en su peregrinar, y
sonriendo, dijo:
__Pedro...
Pedro... ¡No alucines que es casado y no es tu estilo!
“Soñando
con la magia de tu cuerpo, sintiendo el fuego quemando las entrañas me abrazo a
tu amor sin la distancia, y en tus besos, ya no busco la mañana. Tus pezones como cumbres empinadas, incitan mis
deseos de acariciarte. Elixir de las mieles insospechadas, llena de dulzor lo
agrio de mi boca.
Mis
dedos en tu cuello… enamorados se estarcían
en la flor que me regalas. Tus labios que de pronto se desgarran, buscan mi
boca, deseas incendiarla.
Emigro
con mis manos a tu espalda, dibujo
historias con letras imaginarias, de ti y de mí mientras mis dientes
dejan marcas, será recuerdo de pasión descontrolada. Tus glúteos acaricio,
eximia piel dorada, son calderos hirvientes, pura brasa. Gimes y clavas tus
uñas en mi espalda, mientras murmuras que me amas. Mi hombría enervada ya no
aguanta, saco con mis dientes tus bellos bóxeres. Acometo libre, con mi boca tu
saliente, quieres ser mío, es tu última palabra.
Te
abrazo dulcemente, eres mi amado, penetro en tu cuerpo, como esperabas mientras
tú, te abrazas enamorado, y enmadejas tus piernas que buscan las mías.
Un
momento eterno, que nunca acaba, una y otra vez fundimos las almas, cuando los
orgasmos logran la calma somos dos luceros en noche estrellada. En ese desgano,
de obra consumada, reposas en mi pecho, mi
hombre soñado.
Acaricio
tu pelo, mi mano encantada, busca su descanso, ya no hay palabras. Ya se ha
dormido, lo busca mi mirada, es tan bello, me llena el alma. Con sus suspiros,
mi corazón manda, da luz a mi vida, soñando mañanas”.
Suspiró
tratando de olvidar lo que segundos antes imaginaba, aunque intentó recordar si
realmente sabía que era casado o si alguna alianza molestaba entre sus esbeltos
dedos, pero la imagen y las palabras no se asomaron.
Terminó
rápidamente la ducha. Una vez que se hubo vestido, y ya más despejado, se dirigió
hacia la cocina, donde cada mañana sus padres lo esperaban tomando café. De
pronto recordó la mentira de decir a Guillermo que estaban en Londres, cuando
jamás habían salido del barrio.
__Buenos
días mi lindo Pedro Daniel __saludó el padre que lo seguía tratando como cuando era adolescente.
Con
una deliciosa sonrisa con hoyuelos se aproximó al hombre de su vida que
veneraba, y lo saludó con un beso en la mejilla. Luego se acercó a su madre a
la que saludó de igual manera y, mientras él se servía un café, preguntó
guiñándole un ojo a su padre:
__Mamá,
¿has hecho tostadas?
Amalia
le puso inmediatamente un plato delante y, satisfecha, contestó:
__Por
supuesto Danielito. Sé que te gustan mucho.
__Madre,
llámeme Pedro, padre, lo mismo, sin el segundo nombre, ¿vale?
Su
padre le guiñó un ojo y, Pedro encantado, sonrió.
Sabía
lo importante que eran aquellos pequeños detalles y, no le costaba nada hacerle saber a su
madre lo mucho que aquellas tostadas representaban para él.
__Madre,
¿qué planes tienen para hoy? _se interesó mientras desayunaba.
__Iré
a comprar fruta al mercado y luego, esta tarde, tu padre y yo nos iremos a casa
de tu tía a jugar una partida de cartas. Por cierto, ese amigo tuyo Moncho cada
vez tiene más pinta de delincuente.
__!
Mamá!
__Ni
mamá, ni nada, Pedro. Pero ¿qué se ha hecho en las orejas y en la nariz ese muchacho?
Si parece un batusi. ¡Qué disgusto debe tener su madre de verlo todo lleno de
agujeros!
Pedro
no pudo evitar reír, Moncho llevaba meses dilatándose los agujeros, visibles,
de orejas y de nariz.
__Sólo
pido al cielo que nunca te enamores de un hombre que lleve las orejas así,
hijito, que seas gay pase, pero al menos elige a alguien más normalito, ni...__ prosiguió su madre.
__Ni
que lleve piercing, ¡ya lo sé madre! __la interrumpió él.
Su
madre suspiró. No entendía a la juventud actual y, mirando el pelo alborotado y
desmechado de Pedro, agrego:
__Mira
tu cabello. ¡Ay, qué pena hijo mío! Con lo bonito que lo tienes !menudo crimen
te has hecho en tu hermosa cabeza al dejar que te pasaran la navaja!
__Madreeee…
__Vale.
Me callo, pero llevo la razón. Mejor me callo y no digo nada más.
Dicho
esto, salió de la cocina y, Pedro sonrió, aunque sintió pena por no ser el
príncipe que su madre anhelaba, su padre, que había seguido la conversación en
silencio, miró a su hijo y, murmuró:
__A
mí tampoco me gustan los chicos agujereados, precioso, y sé que tú serás un
poco más selectivo, ¿verdad?
Dispuesto
a cambiar de tema, se le acercó y cuchicheó con sorna.
__Jugar
a la canasta con mamá y la tía. ¡Qué planazo!
Durante
un rato comentó con su padre la noticia que éste leía en su Tablet. Desde que
le había regalado el juguete, él era feliz, aunque de vez en cuando se
aturrullaba dándole a todo lo que salía en la pantalla y la liaba.
Cuando
acabó el café y las tostadas, se levantó, y tras percatarse de que él lo miraba
con una ternura increíble, le dijo mientras le daba un sonoro beso en cada
mejilla:
__Me
voy a trabajar. Hasta luego, guapetón.
Él
encantado con la jovialidad y el cariño que el chico le demostraba todos los
días, respondió a la vez que le guiñaba un ojo:
__Hasta
luego, Pedro Daniel. Que tengas un buen día.
__Pedro,
sólo Pedro.
Cuando
llegó al hotel, eran diez para las siete. Rápidamente, se cambió de ropa en el
vestuario frente a las taquillas, se puso el uniforme y corrió al restaurante,
donde comenzó a servir desayunos mientras tarareaba una leve música que sonaba
por los altavoces.
Su
trabajo le gustaba, aunque a veces, cuando hacía algún extra como la noche
anterior, al día siguiente estaba agotado. Cada año se inscribía en la facultad
de derecho, en la UBA, y a pocos días ni siquiera podía comenzar, por los
turnos rotativos de los restó, o por los extras, esperaba que en ese hotel fuera diferente pero al fin
trabajaba doce horas o más y no llegaba tampoco a la facultad. Había optado por
ahorrar para en algún momento tomar turnos de ocho horas.
__Buenos
días…
Aquella
voz profunda y ronca lo sacó de su ensimismamiento y, al mirar se encontró con
el guapo y apuesto hombre de la noche pasada, de inmediato corroboró la
ausencia de alianza barriendo los dedos. Pero ¿no le había dicho que no estaba
alojado en el hotel?
Sin
muchas ganas de confraternizar con nadie, y aún molesto, porque en cierto modo,
en la noche pasada él lo había llamado feo e insignificante en su cara, tomó
una bandeja vacía y, sin mirar atrás, entró en la cocina.
Allí
se sentía a salvo. Pero diez minutos después tuvo que salir. Aquél era su
trabajo y él continuaba sentado, sin el amigo, en la misma mesa que minutos
antes.
Lo
miró de reojo, estaba muy elegante con aquel traje oscuro, sintió las mejillas
encendidas al recordar lo que imaginó bajo la ducha, regresó al escrutarlo,
llevaba la camisa celeste y aunque no parecía cómodo con ella, corbata a tono.
Demasiado elegante para su gusto. Él, al verlo, se levantó y caminó hacia él
con decisión.
Sin querer
darse por enterado de que iba a su encuentro, suspiró, cuando oyó a su lado,
sintiendo casi la calidez del aliento:
__Buenos
días Pedro Daniel...
__Incómodo
por la cercanía, molesto por la familiaridad con que lo trataba en el trabajo,
murmuró:
__Bueno
días, señor.
Sin
más se separó rápidamente de él. Tenía que seguir preparando mesas para los
comensales y tenía el corazón latiendo a mil por minuto. Él lo siguió y le
preguntó:
__
¿Has descansado?
__Sí,
señor.
Al
ver la distancia que el muchacho de sus sueños marcaba entre ellos, a pesar de
que el comedor estaba prácticamente desierto, murmuró:
__Te
he llamado por tu nombre y te he tuteado. ¿Qué tal si dejas de decirme señor y haces
lo mismo?
__Señor,
estoy trabajando y le rogaría que me dejara hacerlo, no estoy fuera de horario,
ni en la calle.
Ahora
era él quien marcaba las distancias y con rapidez se separó, pero a los dos
segundos, ya volvía a tenerlo detrás. Tras comprobar que nadie los observaba,
le dijo:
__ ¿Qué
pasa? ¿Qué quiere ahora?
__
¿No te permiten hablar con los huéspedes del hotel? _le preguntó Guillermo,
divertido.
Con
ganas de degollarlo, Pedro clavó sus ojos en los de él y murmuró:
__Mire,
señor, dejemos algo en claro: yo trabajo aquí y usted al parecer se aloja aquí.
Creo que, con ese simple detalle, ya se lo he dicho, todo. __Guillermo sonrió y
Pedro añadió___: Por lo tanto, una vez aclarado ese detalle, haga el favor de
regresar a su mesa para que yo pueda seguir con lo que tengo que hacer o mi
jefe me llamará la atención y yo pagaré algo que usted ha iniciado.
__ ¿Cómo
está tu herida del codo? __se interesó él haciendo caso omiso a su comentario.
__Bien.
__Pero,
bien, ¿cómo?
__Y
dale,.. ¿Es que no me ha oído? __Y al ver que esperaba una contestación,
agregó__: Está perfecta. Es usted perfecto curando… ¿Contento con la respuesta?
__Sí.
__Vale,
me alegro.
De
nuevo se alejó de él. Se dirigía hacia las bandejas calientes para revisarlas
cuando oyó:
__ ¿Por
qué estás de tan mal humor?
“Dios
mío, dame pacienciaaaaa”, pensó entrecerrando los ojos Y, cuando los abrió, sin
mirarlo, insistió en que lo dejara en paz al ver entrar a su jefe de sector en
el restaurante.
__Haga
el favor de regresar a su mesa, señor. Mi jefe acaba de entrar y no quiero
líos. Si necesita cualquier cosa, pídamela y yo la llevaré a la mesa encantado.
De
nuevo se alejó, esta vez en dirección a la cocina.
“Vaya
un arrogante pesado”.
Guillermo
al ver que se marchaba, caminó hacia su mesa y se sentó. Había ansiado el momento de volver a verlo, cosa que
parecía que en el caso de Pedro, no había sido así.
Sonó
su móvil y atendió, mientras hablaba con Beto, vio a Pedro salir de la cocina y
lo siguió con la mirada.
Aquella
manera de andar y su descaro al contestar le atraían como imán, tanto como
aquellos labios gruesos que lo invitaban a ir por ellos. Aquél era el hombre
más real que se había acercado a él en su vida. Cuando colgó el teléfono, vio
entrar a unas chicas al comedor, que no dejaban de mirarlo, por lo que en un
todo alto y claro, para que todo el mundo lo oyera, le pidió:
__Señor,
por favor, ¿sería tan amable de traerme un café?
Molesto
al ver que su jefe de sala lo miraba e indicaba con la cabeza que hiciera lo
que aquel cliente pedía, Pedro dejó lo que estaba haciendo, se encaminó hacia
la mesa donde estaban las tazas y el café y, tras servirle uno, se lo dejó
sobre la mesa.
__Su
café, señor.
__Gracias
__dijo y, mirándolo con sorna, preguntó: ¿podría traerme tostadas con
mermelada?, doble porción__. Esperaré el desayuno completo, el café puede
esperar. O mejor, llévelo, y me lo trae todo junto.
Sonriendo
ante el gesto enfurruñado de Pedro, no dejó de desnudarlo con la mirada.
“Déjame
besarte en toda tu magnitud, recorrerte
el cuerpo, en longitud y latitud.
Déjame
besar, todo el horizonte de tu vida, envolverte en mis sales y amarte como a
ninguno. Bajar con mi boca a tus abismos y salientes, llenarme de tu elixir que
me entregarás a raudales.
Subiré
con mi lengua reptando el vientre, escalaré a tus montes y cubriré de besos los
hombros, cual si fueran unos tirantes... Déjame besarte, no me niegues esa
dicha, refréscame con la brisa, de tus muslos al abrazarme. Déjate besar todo tu cuerpo amorcito.
El
Sol estará celoso de sentir tanto calor.
Besos más besos y ardor, yo penetrándote todo.
Tú
gimiendo de pasión. Y cuando allá en la mar se sienta la marea crecer, cuando
ya no sepamos si es tarde o amanecer, te volveré a besar... Y te haré mío otra
vez”.
Pedro
deseó ahorcarlo.
__ ¿Por
qué no le pidió el desayuno completo?
Observó
a su jefe y vio que atendía a unos clientes y después salió del comedor. Eso lo
tranquilizó. Luego miró a ese hombre que parecía disfrutar incomodándolo, con servilismo,
tomó la taza que le tendía y murmuro:
__Por
supuesto señor, ahora mismo.
Entre
refunfuños internos, caminó hacia la mesa en la que estaban la mermelada, la manteca,
el azúcar, medialunas y masas, mientras la música que sonaba suavemente por los
altavoces del restaurante lo hizo canturrear.
Al
escuchar aquella canción… Puedes contar
conmigo, sonrió. Le encantaba La Oreja de Van Gogh y pensar que en unos días
iría a uno de cinco conciertos privados
en Bs. As. le alegró el momento.
Vale,
Graziani, no pedirás más cosas, te llevaré la bandeja completa. De pronto se
dijo que no le había preguntado cuántas cucharadas de azúcar le echaría al
café, y el demonio interno le trajo una
idea disparatada, le gustaba la mermelada, por tanto el azúcar. “Te echaría
sal, como dice la canción, pero no,
tendrás lo que te gusta”.
“Un
café dulce que te quite la amargura, Graziani. Además te gusta que te den todo
servido, muy bien, allí tendrás de todo”.
Con
disimulo, observó al tipo estirado y sin dudarlo, cogió los sobrecitos de
azúcar, los fue abriendo, y sin pensar en las consecuencias menos con alguna intención de regresar a preguntar,
tomó seis, los fue echando en el café y lo removió.
A
continuación, caminó hacia la mesa donde él lo esperaba tranquilamente ojeando
el periódico y, cuando dejó las cosas ante él, murmuró:
__Su
desayuno, señor, ¡que le aproveche!
Guillermo
lo miró, y vio cómo un gesto pícaro en el bello rostro se esfumaba al ver
entrar de nuevo al jefe en el restaurante y dirigirse nuevamente hacia ellos.
__”Dios,
me ha pillado”, supuso desconcertado.
Instantáneamente
se arrepintió de su acción. Pero, ¿qué bicho le había picado para echar en la
taza más azúcar que café y sin preguntar?
¿Se
había vuelto loco?
Pensó
en cómo arrebatárselo antes que el estropicio llegara a más, pero el jefe se acercaba
hacia ellos y ya nada se podía hacer para remediar el inminente desastre.
__
¿Todo bien por aquí, señor Graziani? __preguntó parándose cordialmente junto a
la mesa.
Guillermo,
que en ese instante acababa de dar un
sorbo, notó el sabor de aquel brebaje y quiso vomitarlo. Aquello parecía
matarratas, sin embargo al ver que Pedro estaba pálido, mirándolo, intentó
controlar su gesto y, deglutiendo la bazofia que le había servido, respondió
con seguridad.
__Todo
perfecto.
Pedro
se quiso morir, el trago que acababa de darle al café, tenía que haberle sabido
a rayos y centellas y, cuando su jefe se alejó, se mordió el labio inferior, y
arrepentido por lo que había hecho, susurró llenándole un vaso con agua fresca:
Dios
mío… Lo siento... Lo siento...
--¡Cállese!
__bramó, Guillermo sorbiendo el vaso de agua entero__. Lo tomo amargo, negro y
amargo. ¿Acaso le pedí que le echara una bolsa de azúcar?
__Se
me nubló la mente y escapó el loco. Perdí la razón por un instante y yo… le
eché mucho, seis cucharadas y… Oh, Dios…, lo siento…de todo corazón, y le pido
millones de disculpas.
Con
mal sabor en la boca, Guillermo se levantó y rechazó otro vaso de agua que
Pedro le ofrecía. Lo que acababa de hacerle era una falta muy grave, intolerable.
Pedro,
asustado y arrepentido por su mala acción, se encogió y, él mirándolo desde su
imponente porte, le advirtió mientras se acercaba a su cara:
__Aléjese
de mí antes de que haga que lo despidan.
__Lo
siento.__ Además bueno, que no imaginaba que lo tomaba amargo.
__Fuera
de mi vista, que lo ha hecho a propósito
o le juro que…
Pero
no pudo continuar. En ese momento se oyó un estruendo en la sala. Su jefe se
había resbalado y estaba espatarrado en el suelo. Sin tiempo que perder, los
dos acudieron en su ayuda, y Guillermo, al ver que aquél tenía sangre en la
frente, dijo:
__Pedro,
no mires…
__ ¿Por
qué? __Y al hacerlo murmuró__: Oh. Dios… tiene… tiene… sangr…
Guillermo
lo asió de la cintura con celeridad antes que cayera desplomado junto al otro.
Era la segunda vez que lo sostenía en menos de veinticuatro horas. Durante unos
segundos, se demoró escrutando el bello rostro y finalmente, al ver al hombre
en el suelo, lo llevó hasta uno de los sillones.
Instantes
después aparecieron en el comedor varios camareros.
__Llamen
a una ambulancia __pidió Guillermo. Luego miró a Diego que se les acercaba y
añadió__: Ocúpese de su amigo mientras yo me encargo de él.
Diego
asintió.
_Sí,
señor.
Media
hora después, Pedro ya repuesto de su desmayo, andaba junto a Diego cuando vio
que Guillermo entraba en el hotel. Él aceleró el paso para acercarse hasta él
y, cuando estuvo a su lado, le preguntó internándose más allá de las pupilas
con la mirada:
__ ¿Te
encuentras bien, Pedro?
Diego
sorprendido porque aquel hombre conociera el nombre de su amigo, lo miró.
“¿Desde
cuándo Pedro se tuteaba con aquel hombre?
Pedro,
atosigado por la mirada de ambos, murmuró:
__Sí,
señor. Gracias.
El
compañero al intuir que sobraba por cómo lo miraba Guillermo a Pedro, se excusó
para alejarse.
__He
de regresar, urgentemente a la cocina.
Una
vez que quedaron solos, él, sin quitarle los ojos de encima a Pedro, dijo:
__Sin
duda, vez una gota de sangre y te mareas. Nunca te podremos contratar de
enfermero.
__ ¿Es
médico?
__No.
A
Pedro le hizo gracia y sonrió, Guillermo perdió la mirada en los labios, y en
los pocitos que se hundieron en las mejillas y en el mentón.
__Siento
lo del café. Fue una tontería y…
__Francamente
estaba asqueroso __lo cortó___. No es algo que un camarero que se precie de
trabajar en este hotel deba hacer. Pero __sonrió__, si eso ha hecho que me
vuelvas a sonreír, habrá merecido la pena ese sorbo de azúcar con café.
Ambos
sonrieron, Pedro se sintió muy acalorado por cómo lo miraba y trató de
escabullirse.
__He
de regresar al trabajo. Gracias por todo.
Con
rapidez, Guillermo se movió y tras tomarle la mano, se la acarició con delicadeza.
Aquel gesto tan caballeroso que su padre siempre hacía cuando le presentaban a
una mujer le hizo gracia y, le intrigó,
tras guiñarle un ojo, se marchó. Debía continuar trabajando.
Cuando
entró en la cocina, Diego fue a su encuentro.
__
¿Qué me tienes que contar?
Al
oír aquello, Pedro sonrió y antes de poder decir nada, Diego insistió.
__ ¿De
qué lo conoces? ¿Por qué sabe tu nombre?
Pedro
se encogió de hombros y respondió.
__Anoche,
cuando me despedí de ti e iba a mi Sony, un coche casi lo atropella… y yo lo
salvé.
__ ¿Que
lo salvaste?
Pedro
asintió.
__Me
lancé contra él como si fuera un jugador de rugby y el resultado fue que él
sigue vivo y coleando y yo me destrocé un codo __explicó enseñándole el apósito
que se había puesto después de la ducha.
Incrédulo,
Diego murmuró:
__Es
fantástico.
__ ¿Es
fantástico tener el codo así? __se mofó.
___Eso
te habrá hecho ganar puntos con ese increíble caballero.
__
¿Puntos? ¿Para qué?
__Para
que no te despidan. Ya sabes que están haciendo reestructuración de plantilla
de personal, y tú eres de los últimos en llegar.
Al
recordar lo que había hecho con el tema del café, susurró:
__Lo
dudo.
__No
digas tonterías __insistió, Diego y, al ver que lo miraba preguntó: ¿No me
digas que no sabes quién es el elegante señor? __Pedro negó con la cabeza y
Diego cuchicheó ___: Es el dueño del hotel, ni más ni menos, hace días que lo
heredó.
Al
oír aquello, Pedro se agarró a la mesa más cercana.
No
sólo había llamado hortera a los padres del adonis, entre otras lindezas,
además le había dado aquel maldito café,
mirando a su amigo, murmuró convencido de su corto futuro allí:
__Creo
que, ahora que sé quién es, tengo todos los puntos para que me despidan, el
primero.
__
En
los días siguientes, Pedro se levantó y se marchó a trabajar, a pesar de la
incertidumbre de si lo despedirían, sintió cierto júbilo en su interior al
llegar al hotel. Observar a aquel maduro hombre caminar por el establecimiento
se había vuelto una necesidad.
Sólo
con verlo sentía que el corazón le
golpeaba a toda mecha y, si encima lo miraba, ya se quería morir de felicidad.
Sobrecogido,
intentaba entender qué le ocurría. No era su tipo. A él le gustaban los chicos
más jóvenes y, a ser posible, de su mismo palo en la vestimenta y gustos, y
sobre todo, divertidos y alocados… y aquél, de divertido y alocado, tenía lo
que él de monje tibetano.
La
noche anterior cuando llegó a su casa, había indagado sobre él en Google. Allí
descubrió que el hotel pertenecía a su familia y que él era la tercera
generación en heredarlo y regentarlo. Tenía cincuenta y dos muy bien llevados
años, era recientemente separado, de una mujer adicta, no fea, abogado dueño de
un estudio de Provincia, él penalista famoso, con un hijo de veintidós años
estudiante inicial de abogacía. Guillermo había cursado nada menos que tres
carreras universitarias, y acababa de heredar la cadena hotelera con sucursales
en Londres, París, Miami y Las Vegas.
Saber
todo aquello, lo acobardó. Nunca había conocido a nadie con tanto poder y al
recordar cómo lo había tratado con anterioridad, intuyó que tarde o temprano
tendría problemas con él.
Pero,
sin saber por qué, comenzó a fantasear con Guillermo y eso le fastidió. ¿Por
qué pensar en un hombre que era en todo lo opuesto a él?
De
lo que él no se había dado cuenta, era que Guillermo, cada mañana a la misma
hora, se plantaba tras el ventanal de cristal del que fue el despacho de su
padre, para observar el aparcamiento donde Pedro solía dejar el Sonic azul. Le
gustaba contemplarlo cuando él no se percataba y disfrutaba extraordinariamente
con cada paso y cada gesto al reencontrarse con sus compañeros y sonreír.
Una
vez que lo veía entrar al hotel, bajaba al restaurante y, pacientemente,
esperaba a que él apareciera en el comedor y, con su galantería habitual, le
daba los buenos días. Pedro sonreía iluminando la estancia al verlo y después
comenzaba a trabajar sumido en mil preguntas inquietantes.
Guillermo,
por su parte buscó información sobre él a través del legajo que el hotel
poseía. Saber que sólo tenía treinta y tres años le hizo entender la manera un
tanto loca y desenfadada de vestir y de moverse, y el descaro que tenía al hablar,
para él era un muchacho.
Cuando
lo veía llegar con los pantalones vaqueros caídos y las zapatillas de cordones
de colores, le chirriaban los ojos, parecía menor, y un extraño regocijo se
instalaba en su interior y no podía dejar de buscarlo con la mirada.
A la
hora de la comida, bajó al restaurante a
almorzar y allí, parapetado tras la cristalera, escuchó a Pedro comentar a uno
de sus compañeros que esa noche pensaba ir al cine con unos amigos. Cuando
Pedro pasó por su lado, lo llamó.
__Señor.
Al
oír aquella voz, se encogió.
ÉL.
Se
dio media vuelta y lo miró.
Las
miradas se encontraron, los ojos se comunicaron algo especial, único,
irremediablemente único.
CONTINUARÁ.
HECHOS
Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER
PARECIDO CON LA REALIDAD ES MERA COINCIDENCIA.
LENGUAJE
ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.
Amor
de verdad me has entregado, falsedades de ti
No
he tenido, palabras de amor de Tu boca han salido.
Autor/Pedro
Fernández
Patricia Muchísimas gracias querida Eve Monica Marzetti siemore tus novelas me enseñan y agradan y me siento honrada de formar parte de tu grupo .
ResponderEliminarAlicia Maidana Bellísimo!
ResponderEliminarMiguel Angel Excelente,extraordinario
ResponderEliminarSunny Yadav So beautiful
ResponderEliminarJosefina MAGISTRAL
ResponderEliminarGRACIAS POR COMPARTIR ESTA BELLEZA....FELIZ DÍA... 🎻
Tamaira Gracias infinitas gracias por ese sentir y delicado que al leerlo sentí exactamente lo quería alguien dijera,somos así exactamente. Recibe mi abrazo
ResponderEliminarAgustina Es un encanto
ResponderEliminarLyda gracias Eve Monica Marzetti por esta especial distinción de poder leerte.
ResponderEliminarVictoria Precioso relato.Gracias por compartir tus bellas letras felicidades.!!
ResponderEliminarAngel No se si son tus hermosas fotos o las novelas que publicas perooo que haríamos sin vos EVEEEE.QUERIDA.
ResponderEliminarTapasKumar Sarkar Fantastic, Marvellous and Excellent. Excellente tu trabajo.
ResponderEliminarMe fascina esta historia Eve...Tanta seducción y seguramente tanto amor por parte de los dos...Muy dulce y romántico...
ResponderEliminarVeronica Lorena Piccinino Eve, esta historia me encanta... la Herencia una de las más románticas, graciosa y hermosas que leí de que hayas escrito.. Vecinos me gusta y no fuimos culpables.. tres historias a puro amor a lo Grazziani-Beggio.
ResponderEliminarSol Urvino Realmente adorables...un hermoso comienzo desde distintas posiciones sociales. UN BESO, EVE.
ResponderEliminarMe encanta esta historia auténtica divertida una trama apasionante gracias por escribir genia :)!!!
ResponderEliminarHermoso capítulo!!!
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