lunes, 9 de octubre de 2017

"LA HERENCIA". CAPÍTULO SEGUNDO.



“LA HERENCIA”.
CAPÍTULO SEGUNDO.
Martes, 03 de octubre de 2017.

Amor mío, mi amor...

“… Quiero comer contigo, estar, amar contigo,
quiero tocarte, verte.
Me lo digo, lo dicen en mi cuerpo
los hilos de mi sangre acostumbrada,
lo dice este dolor y mis zapatos
y mi boca y mi almohada.
Te quiero, amor, amor absurdamente,
tontamente, perdido, iluminado,
soñando rosas e inventando estrellas
y diciéndote adiós yendo a tu lado.
..."

La imagen puede contener: una o varias personas y personas de pie Jaime Sabines.
Puedes contar conmigo. Canción.
“Un café con sal.
Ganas de llorar.
mi mundo empezando a temblar,
presiento que se acerca el final.
No quiero ganar. Ahora eso qué más da.
estoy cansada ya de inventar excusas que no saben andar.
y sólo quedarán los buenos momentos de ayer que fueron de los dos.
y hoy sólo quiero creer...
Que recordarás las tardes de invierno por Madrid,
las noches enteras sin dormir.
La vida pasaba y yo sentía que me iba a morir de amor
al verte esperando en mi portal sentado en el suelo sin pensar
que puedes contar conmigo.
Nunca hubo maldad. Sólo ingenuidad.
Pretendiendo hacernos creer que el mundo estaba a nuestros pies.
cuando el sueño venga a por mí en silencio voy a construir
una vida a todo color donde vivamos juntos los dos.
Y sólo quedarán los buenos momentos de ayer que fueron de los dos.
y hoy sólo quiero creer...
Que recordarás las tardes de invierno por Madrid,
las noches enteras sin dormir.
La vida pasaba y yo sentía que me iba a morir de amor
al verte esperando en mi portal sentado en el suelo sin pensar
que puedes contar conmigo para siempre.
Y no puedo evitar echarte de menos
Mientras das la mano a mi tiempo y te vas.
yo siento que quiero verte y verte y pienso
que recordarás las tardes de invierno por Madrid,
las noches enteras sin dormir.
La vida pasaba y yo sentía que me iba a morir de amor
al verte esperando en mi portal sentado en el suelo sin pensar
que puedes contar conmigo.
Que recordarás las tardes de invierno por Madrid,
las noches enteras sin dormir.
la vida se pasa y yo me muero, me muero por ti”.

- FUENTE -
MUSICA.COM
__Apuesto a que ni siquiera es cierto que tengas el turno de la mañana, veremos,  al fin no es tan aburrido ser el dueño de esta  mole.
Pedro, qué bonito que es.
Beto, te voy a matar, ¿por qué tuviste que dejarme solo?
Retirado, Graziani, estado civil… retirado.

Bs. As., miércoles 04 de octubre de 2017.

Cuando sonó el despertador a las  seis menos cuarto de la mañana, Pedro se quiso morir. Estaba agotado. Apenas había dormido cuatro horas y él sin ocho no funcionaba.
Tras desperezarse, se sentó en la cama, resopló, se levantó y se encaminó sonámbulo a la ducha. Allí se quitó el vendaje que llevaba en el codo sin mirar demasiado. No quería marearse. El recuerdo del que lo había realizado inundó la mente.
Cuando el agua comenzó a correr por su cabeza, murmuró:La imagen puede contener: una o varias personas

__ ¡Qué placer!

Durante varios segundos se apoyó en la pared de la ducha mientras el agua resbalaba por su cuerpo, la imagen del hombre con el que había terminado la noche cruzó de nuevo por la mente y suspiró. Pensar en él, en su sonrisa, en su mirada penetrante que lo atravesaba y en su seguramente más potente virilidad,  le daba calor al alma y sin saber por qué, se pasó las manos por el cuerpo hasta dibujar el tatuaje en forma de diamante que descendía por el costado, debajo del ombligo. Allí se detuvo en su peregrinar, y sonriendo, dijo:

__Pedro... Pedro... ¡No alucines que es casado y no es tu estilo!

“Soñando con la magia de tu cuerpo, sintiendo el fuego quemando las entrañas me abrazo a tu amor sin la distancia, y en tus besos, ya no busco la mañana. Tus  pezones como cumbres empinadas, incitan mis deseos de acariciarte. Elixir de las mieles insospechadas, llena de dulzor lo agrio de mi boca.
Mis dedos en tu cuello… enamorados  se estarcían en la flor que me regalas. Tus labios que de pronto se desgarran, buscan mi boca, deseas incendiarla.
Emigro con mis manos a tu espalda, dibujo  historias con letras imaginarias, de ti y de mí mientras mis dientes dejan marcas, será recuerdo de pasión descontrolada. Tus glúteos acaricio, eximia piel dorada, son calderos hirvientes, pura brasa. Gimes y clavas tus uñas en mi espalda, mientras murmuras que me amas. Mi hombría enervada ya no aguanta, saco con mis dientes tus bellos bóxeres. Acometo libre, con mi boca tu saliente, quieres ser mío, es tu última palabra.
Te abrazo dulcemente, eres mi amado, penetro en tu cuerpo, como esperabas mientras tú, te abrazas enamorado, y enmadejas tus piernas que buscan las mías.
Un momento eterno, que nunca acaba, una y otra vez fundimos las almas, cuando los orgasmos logran la calma somos dos luceros en noche estrellada. En ese desgano, de obra consumada, reposas en mi pecho, mi  hombre soñado.
Acaricio tu pelo, mi mano encantada, busca su descanso, ya no hay palabras. Ya se ha dormido, lo busca mi mirada, es tan bello, me llena el alma. Con sus suspiros, mi corazón manda, da luz a mi vida, soñando mañanas”.

Suspiró tratando de olvidar lo que segundos antes imaginaba, aunque intentó recordar si realmente sabía que era casado o si alguna alianza molestaba entre sus esbeltos dedos, pero la imagen y las palabras no se asomaron.
Terminó rápidamente la ducha. Una vez que se hubo vestido, y ya más despejado, se dirigió hacia la cocina, donde cada mañana sus padres lo esperaban tomando café. De pronto recordó la mentira de decir a Guillermo que estaban en Londres, cuando jamás habían salido del barrio.

__Buenos días mi lindo Pedro  Daniel  __saludó el padre que lo seguía tratando  como cuando era adolescente.
Con una deliciosa sonrisa con hoyuelos se aproximó al hombre de su vida que veneraba, y lo saludó con un beso en la mejilla. Luego se acercó a su madre a la que saludó de igual manera y, mientras él se servía un café, preguntó guiñándole un ojo a su padre:

__Mamá, ¿has hecho tostadas?
Amalia le puso inmediatamente un plato delante y, satisfecha, contestó:
__Por supuesto Danielito. Sé que te gustan mucho.
__Madre, llámeme Pedro, padre, lo mismo, sin el segundo nombre, ¿vale?

Su padre le guiñó un ojo y, Pedro encantado, sonrió.
Sabía lo importante que eran aquellos pequeños detalles  y, no le costaba nada hacerle saber a su madre lo mucho que aquellas tostadas representaban para él.
__Madre, ¿qué planes tienen para hoy? _se interesó mientras desayunaba.

__Iré a comprar fruta al mercado y luego, esta tarde, tu padre y yo nos iremos a casa de tu tía a jugar una partida de cartas. Por cierto, ese amigo tuyo Moncho cada vez tiene más pinta de delincuente.
__! Mamá!
__Ni mamá, ni nada, Pedro. Pero ¿qué se ha hecho en las orejas y en la nariz ese muchacho? Si parece un batusi. ¡Qué disgusto debe tener su madre de verlo todo lleno de agujeros!

Pedro no pudo evitar reír, Moncho llevaba meses dilatándose los agujeros, visibles, de orejas y de nariz.
__Sólo pido al cielo que nunca te enamores de un hombre que lleve las orejas así, hijito, que seas gay pase, pero al menos elige a alguien más normalito,  ni...__ prosiguió su madre.

__Ni que lleve piercing, ¡ya lo sé madre! __la interrumpió él.
Su madre suspiró. No entendía a la juventud actual y, mirando el pelo alborotado y desmechado de Pedro, agrego:

__Mira tu cabello. ¡Ay, qué pena hijo mío! Con lo bonito que lo tienes !menudo crimen te has hecho en tu hermosa cabeza al dejar que te pasaran la navaja!
__Madreeee…
__Vale. Me callo, pero llevo la razón. Mejor me callo y no digo nada más.

Dicho esto, salió de la cocina y, Pedro sonrió, aunque sintió pena por no ser el príncipe que su madre anhelaba, su padre, que había seguido la conversación en silencio, miró a su hijo y, murmuró:

__A mí tampoco me gustan los chicos agujereados, precioso, y sé que tú serás un poco más selectivo, ¿verdad?
Dispuesto a cambiar de tema, se le acercó y cuchicheó con sorna.
__Jugar a la canasta con mamá y la tía. ¡Qué planazo!

Durante un rato comentó con su padre la noticia que éste leía en su Tablet. Desde que le había regalado el juguete, él era feliz, aunque de vez en cuando se aturrullaba dándole a todo lo que salía en la pantalla y la liaba.
Cuando acabó el café y las tostadas, se levantó, y tras percatarse de que él lo miraba con una ternura increíble, le dijo mientras le daba un sonoro beso en cada mejilla:
__Me voy a trabajar. Hasta luego, guapetón.

Él encantado con la jovialidad y el cariño que el chico le demostraba todos los días, respondió a la vez que le guiñaba un ojo:
__Hasta luego, Pedro Daniel. Que tengas un buen día.
__Pedro, sólo Pedro.

Cuando llegó al hotel, eran diez para las siete. Rápidamente, se cambió de ropa en el vestuario frente a las taquillas, se puso el uniforme y corrió al restaurante, donde comenzó a servir desayunos mientras tarareaba una leve música que sonaba por los altavoces.

Su trabajo le gustaba, aunque a veces, cuando hacía algún extra como la noche anterior, al día siguiente estaba agotado. Cada año se inscribía en la facultad de derecho, en la UBA, y a pocos días ni siquiera podía comenzar, por los turnos rotativos de los restó, o por los extras, esperaba  que en ese hotel fuera diferente pero al fin trabajaba doce horas o más y no llegaba tampoco a la facultad. Había optado por ahorrar para en algún momento tomar turnos de ocho horas.

__Buenos días…

Aquella voz profunda y ronca lo sacó de su ensimismamiento y, al mirar se encontró con el guapo y apuesto hombre de la noche pasada, de inmediato corroboró la ausencia de alianza barriendo los dedos. Pero ¿no le había dicho que no estaba alojado en el hotel?
Sin muchas ganas de confraternizar con nadie, y aún molesto, porque en cierto modo, en la noche pasada él lo había llamado feo e insignificante en su cara, tomó una bandeja vacía y, sin mirar atrás, entró en la cocina.
Allí se sentía a salvo. Pero diez minutos después tuvo que salir. Aquél era su trabajo y él continuaba sentado, sin el amigo, en la misma mesa que minutos antes.
Lo miró de reojo, estaba muy elegante con aquel traje oscuro, sintió las mejillas encendidas al recordar lo que imaginó bajo la ducha, regresó al escrutarlo, llevaba la camisa celeste y aunque no parecía cómodo con ella, corbata a tono. Demasiado elegante para su gusto. Él, al verlo, se levantó y caminó hacia él con decisión.
Sin querer darse por enterado de que iba a su encuentro, suspiró, cuando oyó a su lado, sintiendo casi la calidez del aliento:

__Buenos días Pedro Daniel...
__Incómodo por la cercanía, molesto por la familiaridad con que lo trataba en el trabajo, murmuró:
__Bueno días, señor.

Sin más se separó rápidamente de él. Tenía que seguir preparando mesas para los comensales y tenía el corazón latiendo a mil por minuto. Él lo siguió y le preguntó:
__ ¿Has descansado?
__Sí, señor.

Al ver la distancia que el muchacho de sus sueños marcaba entre ellos, a pesar de que el comedor estaba prácticamente desierto, murmuró:
__Te he llamado por tu nombre y te he tuteado. ¿Qué tal si dejas de decirme señor y haces lo mismo?
__Señor, estoy trabajando y le rogaría que me dejara hacerlo, no estoy fuera de horario, ni en la calle.

Ahora era él quien marcaba las distancias y con rapidez se separó, pero a los dos segundos, ya volvía a tenerlo detrás. Tras comprobar que nadie los observaba, le dijo:
__ ¿Qué pasa? ¿Qué quiere ahora?
__ ¿No te permiten hablar con los huéspedes del hotel? _le preguntó Guillermo, divertido.

Con ganas de degollarlo, Pedro clavó sus ojos en los de él y murmuró:
__Mire, señor, dejemos algo en claro: yo trabajo aquí y usted al parecer se aloja aquí. Creo que, con ese simple detalle, ya se lo he dicho, todo. __Guillermo sonrió y Pedro añadió___: Por lo tanto, una vez aclarado ese detalle, haga el favor de regresar a su mesa para que yo pueda seguir con lo que tengo que hacer o mi jefe me llamará la atención y yo pagaré algo que usted ha iniciado.

__ ¿Cómo está tu herida del codo? __se interesó él haciendo caso omiso a su comentario.
__Bien.
__Pero, bien, ¿cómo?
__Y dale,.. ¿Es que no me ha oído? __Y al ver que esperaba una contestación, agregó__: Está perfecta. Es usted perfecto curando… ¿Contento con la respuesta?

__Sí.
__Vale, me alegro.
De nuevo se alejó de él. Se dirigía hacia las bandejas calientes para revisarlas cuando oyó:
__ ¿Por qué estás de tan mal humor?

“Dios mío, dame pacienciaaaaa”, pensó entrecerrando los ojos Y, cuando los abrió, sin mirarlo, insistió en que lo dejara en paz al ver entrar a su jefe de sector en el restaurante.
__Haga el favor de regresar a su mesa, señor. Mi jefe acaba de entrar y no quiero líos. Si necesita cualquier cosa, pídamela y yo la llevaré a la mesa encantado.
De nuevo se alejó, esta vez en dirección a la cocina.

“Vaya un arrogante pesado”.
Guillermo al ver que se marchaba, caminó hacia su mesa y se sentó. Había ansiado  el momento de volver a verlo, cosa que parecía que en el caso de Pedro, no había sido así.
Sonó su móvil y atendió, mientras hablaba con Beto, vio a Pedro salir de la cocina y lo siguió con la mirada.
Aquella manera de andar y su descaro al contestar le atraían como imán, tanto como aquellos labios gruesos que lo invitaban a ir por ellos. Aquél era el hombre más real que se había acercado a él en su vida. Cuando colgó el teléfono, vio entrar a unas chicas al comedor, que no dejaban de mirarlo, por lo que en un todo alto y claro, para que todo el mundo lo oyera, le pidió:

__Señor, por favor, ¿sería tan amable de traerme un café?

Molesto al ver que su jefe de sala lo miraba e indicaba con la cabeza que hiciera lo que aquel cliente pedía, Pedro dejó lo que estaba haciendo, se encaminó hacia la mesa donde estaban las tazas y el café y, tras servirle uno, se lo dejó sobre la mesa.
__Su café, señor.
__Gracias __dijo y, mirándolo con sorna, preguntó: ¿podría traerme tostadas con mermelada?, doble porción__. Esperaré el desayuno completo, el café puede esperar. O mejor, llévelo, y me lo trae todo junto.

Sonriendo ante el gesto enfurruñado de Pedro, no dejó de desnudarlo con la mirada.
“Déjame besarte en toda tu magnitud,  recorrerte el cuerpo, en longitud y latitud.
Déjame besar, todo el horizonte de tu vida, envolverte en mis sales y amarte como a ninguno. Bajar con mi boca a tus abismos y salientes, llenarme de tu elixir que me entregarás a raudales.
Subiré con mi lengua reptando el vientre, escalaré a tus montes y cubriré de besos los hombros, cual si fueran unos tirantes... Déjame besarte, no me niegues esa dicha, refréscame con la brisa, de tus muslos al abrazarme. Déjate besar  todo tu cuerpo  amorcito.
El Sol estará  celoso de sentir tanto calor. Besos más besos y ardor, yo penetrándote todo.
Tú gimiendo de pasión. Y cuando allá en la mar se sienta la marea crecer, cuando ya no sepamos si es tarde o amanecer, te volveré a besar... Y te haré mío otra vez”.

Pedro deseó ahorcarlo.
__ ¿Por qué no le pidió el desayuno completo?

Observó a su jefe y vio que atendía a unos clientes y después salió del comedor. Eso lo tranquilizó. Luego miró a ese hombre que parecía disfrutar incomodándolo, con servilismo, tomó la taza que le tendía y murmuro:
__Por supuesto señor, ahora mismo.

Entre refunfuños internos, caminó hacia la mesa en la que estaban la mermelada, la manteca, el azúcar, medialunas y masas, mientras la música que sonaba suavemente por los altavoces del restaurante lo hizo canturrear.
Al escuchar  aquella canción… Puedes contar conmigo, sonrió. Le encantaba La Oreja de Van Gogh y pensar que en unos días iría a uno de  cinco conciertos privados en Bs. As. le alegró el momento.

Vale, Graziani, no pedirás más cosas, te llevaré la bandeja completa. De pronto se dijo que no le había preguntado cuántas cucharadas de azúcar le echaría al café, y el demonio interno le  trajo una idea disparatada, le gustaba la mermelada, por tanto el azúcar. “Te echaría sal, como dice la canción,  pero no, tendrás lo que te gusta”.

“Un café dulce que te quite la amargura, Graziani. Además te gusta que te den todo servido, muy bien, allí tendrás de todo”.

Con disimulo, observó al tipo estirado y sin dudarlo, cogió los sobrecitos de azúcar, los fue abriendo, y sin pensar en las consecuencias menos  con alguna intención de regresar a preguntar, tomó seis, los fue echando en el café y lo removió.
A continuación, caminó hacia la mesa donde él lo esperaba tranquilamente ojeando el periódico y, cuando dejó las cosas ante él, murmuró:
__Su desayuno, señor, ¡que le aproveche!

Guillermo lo miró, y vio cómo un gesto pícaro en el bello rostro se esfumaba al ver entrar de nuevo al jefe en el restaurante y dirigirse nuevamente hacia ellos.
__”Dios, me ha pillado”, supuso desconcertado.
Instantáneamente se arrepintió de su acción. Pero, ¿qué bicho le había picado para echar en la taza más azúcar que café y sin preguntar?
¿Se había vuelto loco?
Pensó en cómo arrebatárselo antes que el estropicio llegara a más, pero el jefe se acercaba hacia ellos y ya nada se podía hacer para remediar el inminente desastre.

__ ¿Todo bien por aquí, señor Graziani? __preguntó parándose cordialmente junto a la mesa.

Guillermo, que  en ese instante acababa de dar un sorbo, notó el sabor de aquel brebaje y quiso vomitarlo. Aquello parecía matarratas, sin embargo al ver que Pedro estaba pálido, mirándolo, intentó controlar su gesto y, deglutiendo la bazofia que le había servido, respondió con seguridad.

__Todo perfecto.

Pedro se quiso morir, el trago que acababa de darle al café, tenía que haberle sabido a rayos y centellas y, cuando su jefe se alejó, se mordió el labio inferior, y arrepentido por lo que había hecho, susurró llenándole un vaso con agua fresca:
Dios mío… Lo siento... Lo siento...
--¡Cállese! __bramó, Guillermo sorbiendo el vaso de agua entero__. Lo tomo amargo, negro y amargo. ¿Acaso le pedí que le echara una bolsa de azúcar?

__Se me nubló la mente y escapó el loco. Perdí la razón por un instante y yo… le eché mucho, seis cucharadas y… Oh, Dios…, lo siento…de todo corazón, y le pido millones de disculpas.

Con mal sabor en la boca, Guillermo se levantó y rechazó otro vaso de agua que Pedro le ofrecía. Lo que acababa de hacerle era una falta muy grave, intolerable.
Pedro, asustado y arrepentido por su mala acción, se encogió y, él mirándolo desde su imponente porte, le advirtió mientras se acercaba a su cara:
__Aléjese de mí antes de que haga que lo despidan.
__Lo siento.__ Además bueno, que no imaginaba que lo tomaba amargo.

__Fuera de mi vista, que lo ha hecho a propósito  o le juro que…

Pero no pudo continuar. En ese momento se oyó un estruendo en la sala. Su jefe se había resbalado y estaba espatarrado en el suelo. Sin tiempo que perder, los dos acudieron en su ayuda, y Guillermo, al ver que aquél tenía sangre en la frente, dijo:
__Pedro, no mires…
__ ¿Por qué? __Y al hacerlo murmuró__: Oh. Dios… tiene… tiene… sangr…

Guillermo lo asió de la cintura con celeridad antes que cayera desplomado junto al otro. Era la segunda vez que lo sostenía en menos de veinticuatro horas. Durante unos segundos, se demoró escrutando el bello rostro y finalmente, al ver al hombre en el suelo, lo llevó hasta uno de los sillones.
Instantes después aparecieron en el comedor varios camareros.

__Llamen a una ambulancia __pidió Guillermo. Luego miró a Diego que se les acercaba y añadió__: Ocúpese de su amigo mientras yo me encargo de él.

Diego asintió.
_Sí, señor.

Media hora después, Pedro ya repuesto de su desmayo, andaba junto a Diego cuando vio que Guillermo entraba en el hotel. Él aceleró el paso para acercarse hasta él y, cuando estuvo a su lado, le preguntó internándose más allá de las pupilas con la mirada:
__ ¿Te encuentras bien, Pedro?

Diego sorprendido porque aquel hombre conociera el nombre de su amigo, lo miró.

“¿Desde cuándo Pedro se tuteaba con aquel hombre?

Pedro, atosigado por la mirada de ambos, murmuró:
__Sí, señor. Gracias.

El compañero al intuir que sobraba por cómo lo miraba Guillermo a Pedro, se excusó para alejarse.

__He de regresar, urgentemente a la cocina.
Una vez que quedaron solos, él, sin quitarle los ojos de encima a Pedro, dijo:
__Sin duda, vez una gota de sangre y te mareas. Nunca te podremos contratar de enfermero.
__ ¿Es médico?
__No.

A Pedro le hizo gracia y sonrió, Guillermo perdió la mirada en los labios, y en los pocitos que se hundieron en las mejillas y en el mentón.

__Siento lo del café. Fue una tontería y…
__Francamente estaba asqueroso __lo cortó___. No es algo que un camarero que se precie de trabajar en este hotel deba hacer. Pero __sonrió__, si eso ha hecho que me vuelvas a sonreír, habrá merecido la pena ese sorbo de  azúcar con café.
Ambos sonrieron, Pedro se sintió muy acalorado por cómo lo miraba y trató de escabullirse.

__He de regresar al trabajo. Gracias por todo.

Con rapidez, Guillermo se movió y tras tomarle la mano, se la acarició con delicadeza. Aquel gesto tan caballeroso que su padre siempre hacía cuando le presentaban a una mujer le hizo gracia y,  le intrigó, tras guiñarle un ojo, se marchó. Debía continuar trabajando.
Cuando entró en la cocina, Diego fue a su encuentro.

__ ¿Qué me tienes que contar?
Al oír aquello, Pedro sonrió y antes de poder decir nada, Diego insistió.
__ ¿De qué  lo conoces? ¿Por qué sabe tu nombre?
Pedro se encogió de hombros y respondió.

__Anoche, cuando me despedí de ti e iba a mi Sony, un coche casi lo atropella… y yo lo salvé.
__ ¿Que lo salvaste?
Pedro asintió.
__Me lancé contra él como si fuera un jugador de rugby y el resultado fue que él sigue vivo y coleando y yo me destrocé un codo __explicó enseñándole el apósito que se había puesto después de la ducha.

Incrédulo, Diego murmuró:
__Es fantástico.
__ ¿Es fantástico tener el codo así? __se mofó.

___Eso te habrá hecho ganar puntos con ese increíble caballero.
__ ¿Puntos? ¿Para qué?
__Para que no te despidan. Ya sabes que están haciendo reestructuración de plantilla de personal, y tú eres de los últimos en llegar.

Al recordar lo que había hecho con el tema del café, susurró:
__Lo dudo.
__No digas tonterías __insistió, Diego y, al ver que lo miraba preguntó: ¿No me digas que no sabes quién es el elegante señor? __Pedro negó con la cabeza y Diego cuchicheó ___: Es el dueño del hotel, ni más ni menos, hace días que lo heredó.

Al oír aquello, Pedro se agarró a la mesa más cercana.
No sólo había llamado hortera a los padres del adonis, entre otras lindezas, además le  había dado aquel maldito café, mirando a su amigo, murmuró convencido de su corto futuro allí:
__Creo que, ahora que sé quién es, tengo todos los puntos para que me despidan, el primero.

__
En los días siguientes, Pedro se levantó y se marchó a trabajar, a pesar de la incertidumbre de si lo despedirían, sintió cierto júbilo en su interior al llegar al hotel. Observar a aquel maduro hombre caminar por el establecimiento se había vuelto una necesidad.
Sólo con verlo sentía que el corazón  le golpeaba a toda mecha y, si encima lo miraba, ya se quería morir de felicidad.
Sobrecogido, intentaba entender qué le ocurría. No era su tipo. A él le gustaban los chicos más jóvenes y, a ser posible, de su mismo palo en la vestimenta y gustos, y sobre todo, divertidos y alocados… y aquél, de divertido y alocado, tenía lo que él de monje tibetano.
La noche anterior cuando llegó a su casa, había indagado sobre él en Google. Allí descubrió que el hotel pertenecía a su familia y que él era la tercera generación en heredarlo y regentarlo. Tenía cincuenta y dos muy bien llevados años, era recientemente separado, de una mujer adicta, no fea, abogado dueño de un estudio de Provincia, él penalista famoso, con un hijo de veintidós años estudiante inicial de abogacía. Guillermo había cursado nada menos que tres carreras universitarias, y acababa de heredar la cadena hotelera con sucursales en Londres, París, Miami y Las Vegas.
Saber todo aquello, lo acobardó. Nunca había conocido a nadie con tanto poder y al recordar cómo lo había tratado con anterioridad, intuyó que tarde o temprano tendría problemas con él.
Pero, sin saber por qué, comenzó a fantasear con Guillermo y eso le fastidió. ¿Por qué pensar en un hombre que era en todo lo opuesto a él?

De lo que él no se había dado cuenta, era que Guillermo, cada mañana a la misma hora, se plantaba tras el ventanal de cristal del que fue el despacho de su padre, para observar el aparcamiento donde Pedro solía dejar el Sonic azul. Le gustaba contemplarlo cuando él no se percataba y disfrutaba extraordinariamente con cada paso y cada gesto al reencontrarse con sus compañeros y sonreír.
Una vez que lo veía entrar al hotel, bajaba al restaurante y, pacientemente, esperaba a que él apareciera en el comedor y, con su galantería habitual, le daba los buenos días. Pedro sonreía iluminando la estancia al verlo y después comenzaba a trabajar sumido en mil preguntas inquietantes.

Guillermo, por su parte buscó información sobre él a través del legajo que el hotel poseía. Saber que sólo tenía treinta y tres años le hizo entender la manera un tanto loca y desenfadada de vestir y de moverse, y el descaro que tenía al hablar, para él era un muchacho.
Cuando lo veía llegar con los pantalones vaqueros caídos y las zapatillas de cordones de colores, le chirriaban los ojos, parecía menor, y un extraño regocijo se instalaba en su interior y no podía dejar de buscarlo con la mirada.

A la hora de la comida, bajó al restaurante  a almorzar y allí, parapetado tras la cristalera, escuchó a Pedro comentar a uno de sus compañeros que esa noche pensaba ir al cine con unos amigos. Cuando Pedro pasó por su lado, lo llamó.

__Señor.

Al oír aquella voz, se encogió.
ÉL.
Se dio media vuelta y lo miró.
Las miradas se encontraron, los ojos se comunicaron algo especial, único, irremediablemente único.

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES MERA COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.



Amor de verdad me has entregado, falsedades de ti
No he tenido, palabras de amor de Tu boca han salido.
Autor/Pedro Fernández


16 comentarios:

  1. Patricia Muchísimas gracias querida Eve Monica Marzetti siemore tus novelas me enseñan y agradan y me siento honrada de formar parte de tu grupo .

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  2. Josefina MAGISTRAL
    GRACIAS POR COMPARTIR ESTA BELLEZA....FELIZ DÍA... 🎻

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  3. Tamaira Gracias infinitas gracias por ese sentir y delicado que al leerlo sentí exactamente lo quería alguien dijera,somos así exactamente. Recibe mi abrazo

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  4. Lyda gracias Eve Monica Marzetti por esta especial distinción de poder leerte.

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  5. Victoria Precioso relato.Gracias por compartir tus bellas letras felicidades.!!

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  6. Angel No se si son tus hermosas fotos o las novelas que publicas perooo que haríamos sin vos EVEEEE.QUERIDA.

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  7. TapasKumar Sarkar Fantastic, Marvellous and Excellent. Excellente tu trabajo.

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  8. Me fascina esta historia Eve...Tanta seducción y seguramente tanto amor por parte de los dos...Muy dulce y romántico...

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  9. Veronica Lorena Piccinino Eve, esta historia me encanta... la Herencia una de las más románticas, graciosa y hermosas que leí de que hayas escrito.. Vecinos me gusta y no fuimos culpables.. tres historias a puro amor a lo Grazziani-Beggio.

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  10. Sol Urvino Realmente adorables...un hermoso comienzo desde distintas posiciones sociales. UN BESO, EVE.

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  11. Me encanta esta historia auténtica divertida una trama apasionante gracias por escribir genia :)!!!

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