viernes, 22 de junio de 2018

"SIGNIFICAR". CAPÍTULO SEXTO.


“Compañero
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo
si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo
si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo
pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.
* Mario Benedetti / Hagamos un trato.

"SIGNIFICAR".

CAPÍTULO SEXTO.

Guillermo se despide a regañadientes. Le ha dejado ensalada y pan para la cena. Si insiste en llevarle de comer, él encantado, le ha dicho Pedro, pero no tendría que preocuparse. La cantina de la esquina brinda servicio a domicilio.

__Pizza y vino barato _dice Guillermo sin poder evitar el tono irónico.

__Comida típica de acá _dice Pedro __. Te voy a invitar yo un día de estos.

__Te tomo la palabra.
__!Guille! __ lo llama.

___ ¿Qué?
__Al fin me alegra que me atropellaras, es una suerte conocerte.
__Gracias. A mí no me alegra haberte roto todo… pero sí conocerte, Pedro Beggio.

“Para mi ego necesito tu admiración, para sentirme amado tu ternura, para mi entrega tu abnegación; para saberme bien tu querer que cura… Para erizar mi piel el roce de tu mano, para mi serenidad tu dulce compañía, para mi tristeza tu humor sano; para mi color gris el sol de tu día. Para mi quebranto la fuerza de tu hombro, para mi pérdida de fe en mí tu confianza, para mi seguridad de tu persona el asombro; para mi equilibrio que estés en mi balanza. Pero para cambiar mi mundo todo, más que nada te necesito en conjunto a ti, porque sé que de cualquier modo; me sentiré completo si te tengo aquí.
Tu sensación aletea entre los barrotes de mi osamenta. Florece morbosamente, hace metástasis en mis vísceras y ese olor envuelve mis ideas.
La ansiedad de tu llegada es aliviada por la derrota de mi presunción de importancia; por las habladurías que aseguran que cuando vuelvas migajas mi disfraz, estas serán útiles para algo tal vez más relevante; por la desaparición de un golpe de mis tristezas, mis incertidumbres, mis dolores, todo, incluso las efímeras felicidades y las inciertas alegrías. Se irá el amor y el desamor, el placer y el dolor. Ya nada importará.
Y no es triste tu antesala. Le da talla importante al amor y a los minutos. Agotaré la esencia de las alegrías, para qué atesorarlas. Trataré de no dejar pasar las chispas de felicidad que se ignoran por rutina o por estar alienado a las liturgias de apariencias de este absurdo circular humano. Admiraré y sentiré con asombro este hogar que en algún momento dejaré. ¿No es tonto desperdiciar sus gratis pinturas? Amaré amplio y bonito sin esperar algún pago. Si el amor se irá junto conmigo...  ¿por qué guardarlo? se perderá en la nada. Acortaré los dolores de sentimiento, no tiene sentido prolongarlos más allá de sanar desvíos. Pero los viviré honesto. Me miraré en los ojos de mi amado y honraré su amor todo lo que pueda. Somos tesoros vaporosos que nos gozaremos sin ambages. ¿Qué más da? A ti te da lo mismo recibirme casi en los huesos.
Sé que tú no dueles. Es la vida resistiéndote. Yo he sospechado que tú eres antes y vienes luego. Nunca lo sabré y no me importa saberlo.
Sé que nunca fallas. Acá te espero, como a Guillermo”.
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Final del formulario
 Final del formulario

“Amor, debo y quiero confesarte que ayer te vi, ahí confundido entre toda esa muchedumbre de gente, entre toda esa algarabía, todo ese ir y venir; así gallardo montado en ese brioso corcel. Sabes sin querer me remonté a aquellos días, cuando todo entre tú y yo era dicha y alegría, cuando reinaba en tu corazón, y tú habitabas en el mío, y aquí sigues en este cofre encefálico, en mi mente y alma.
Te recuerdas, cuántos dulces momentos mi amor, confundidos tú y yo entre la gente, tomados de la mano, buscando el rincón más oscuro para que me pudieras robar un beso, todo era tan mágico tan sublime, que aún dormido el encanto seguía; si ahí también en mis sueños disfruté sin medida tus caricias, y apenas amanecía y ya quería salir corriendo hacia la escuela, porque sabía que ahí otra vez te vería.
Sabes amor hoy al ver toda esta estampa de recuerdos, quise plasmarlo y enmarcarlo en mi memoria, pero lamentablemente hoy es otra la historia, el chip cambió, y por más que busqué encontrarte en esa estampa de añoranzas, tú ya no estabas, solo estaba yo con mis sueños y utopías, con mi melancolía, ya no estás, ya no eres parte de mi vida, y sin embargo mi mente te tiene aquí presente, no te olvida, porque cuando manda el corazón, aunque se revele la razón, se arriesga todo por amor, porque solo hay una vida...y entre tus brazos, es donde tiene sabor la vida, Juan, y juro que así fue, quizá aún lo sea, pero empiezo a dudarlo.
Busco en tu boca la sonrisa que me conquistó, Pedro Beggio, en tus labios la miel que endulzan los míos.
Mis labios con fuego encienden sobre los tuyos, busco en tu boca arder de pasión.
Busco en tu mirada la osadía con que me desvistes, y tus ojos ardiendo de pasión por mí.
Fuego encendido que no fácil se apaga,  y en esa llamarada ardemos los dos.
Busco tus abrazos donde encuentro la quietud, donde me refugio de mis miedos y tristezas.
Busco ese abrazo que no olvido y me llevó a la calma y al olvido del dolor que en duelo sufría mi corazón. Busco tu cuerpo sosegado y tibio que me da la paz. Cuando estás a mi lado y siento el calor de tu abrazo, busco la pasión que tu cuerpo me pide a gritos,  al sentir mi cuerpo junto al tuyo en ardiente fuego.
Busco amarte como ninguno para que de mí nunca te olvides, y si un día no vuelves a saber de mí me guardes en tu memoria,  como el hombre que dio su vida amándote sin pedir nada a cambio.  Te soñaré para aprisionarte  hasta el final de mis días;  no despertaré para que no termine esta hermosa fantasía, Pedro.
Ayer te soñé  y en el cansancio de mi cuerpo mi alma en tu aliento reposaba;  con mis ojos cerrados tristemente te lloraba;  no podía colgarme de la luna,  no podía hablar con mis labios sellados, le sonreía a él sin voluntad;  y en espasmos involuntarios desesperado te pedía;  ¡no me dejes, no me dejes!  Dulce amado mío.  Mi sueño lo sentí tan real que  no quería despertar  porque sabía  que al despertar no te encontraría;  te encadené a mis recuerdos y tiré las llaves de tu encierro en lo más profundo de mis sueños;  porque sabía que al despertar para mí tan solo te tendría  en el edén de mis recuerdos,  en las cenizas de mi alegría y juro por Dios  que de ahí nunca te irías;  y aunque te tenga en mis sueños serás el más bello motivo para recuperar mi alegría;  no podrás evitar que deje de amarte por el resto de mi vida;  aunque solo pueda soñarte,  te tendría...  eternamente amor mío”.

Pedro siente un deseo irrefrenable de fumar. No lo hace desde hace meses. Logró dejarlo forzándose a posponer la ansiedad de la nicotina por períodos de veinticuatro horas hasta que se sumaron días. Sin embargo, ahora con las manos ociosas, impedido de labrar o cortar la madera, piensa en lo bien que le sentaría a sus nervios inquietos. Ahora, leer con un cigarrillo en la mano como el reflejo condicionado que se formó hace años. Filosófico, compara el humo con la puntuación que crea espacios, pausas, piensa en las palabras subiendo en espiral fuera de la página, volutas flotando en el aire circundante. Nadie que no haya fumado comprende la fascinación que ejerce ese mortífero y pequeño rollo de papel y tabaco. Más que la nicotina lo más difícil de abandonar  es el rito, la relación de boca mano, el velillo en los ojos, hasta el olor en la punta de los dedos.
De vuelta del hospital se conminó a descansar y a ver ese tiempo como las vacaciones postergadas que se debía, pero estar de vacaciones es una idea ajena a su experiencia o la de su familia. Entre los asalariados las mejores vacaciones son las que se conocen como vacaciones trabajadas, porque la paga es doble. Contradicción de contradicciones.
Aunque la pierna ha dejado de molestarle y el pecho apenas le duele cuando se inclina, es cuidadoso. Dos costillas quebradas requieren mesura. Se arreglarían solas ha dicho el médico, siempre y cuando haga su parte.
Por pudor ha evitado contar que en sus ratos libres escribe poemas, quizá porque desde niño sus padres lo veían como algo de mujeres o de vagos, al fin terminó escribiendo a escondidas, pero las sensaciones en cascada que le causa Guillermo, quisiera garabatearlas en unos versos. La mano izquierda es cada día más hábil. La ha estado entrenando para que haga el trabajo de la derecha, pero no para escribir, y ni siquiera ha pedido a Camila que le deje a mano papel y lapicera y sin embargo es poco lo que una mano puede hacer sin la otra. Cuando se utilizan las dos se ignora la fuerza de ese apareamiento, la manera en que la derecha se apoya en la izquierda, la cantidad de funciones que realiza la mano que parece más relajada, menos crucial. Pero él ingenioso y con tacos de madera logra fijar y estabiliza los objetos que tendría que sujetar la mano izquierda que ahora hace funciones de derecha.
Es sábado y sabe que ese día Guillermo no le llevará el almuerzo, ni aparecerá. Se lo anunció el viernes, su esposo, regresaba del congreso médico donde estuvo toda la semana en que él llegó diariamente, lo extraña y se obliga a dormir hasta tarde, mas en el sueño también habita su presencia.

“Quiero despertarme de esta horrorosa pesadilla. Me asedia el horror de la guerra, el odio desmedido desatado en mi lindo pueblo. Sombras malévolas, sombras de muerte y destrucción me invaden, tiran de mí, me sacuden el alma y yo tengo miedo.
Me encuentro solo, totalmente solo y te busco, susurro tu nombre, pero no me escuchas.
Corro de un lado a otro, pretendiendo huir, camuflarme, protegerme de los demonios que atacan por doquier y con denuedo. No,  no pueden vencer, no se pueden apoderar de nosotros, no deben separarnos. Nuestro amor es único e imbatible, no deben derrotarnos.
Mi respiración se agita, el corazón danza desesperado y debo escapar. ! Ayúdame!
¿A dónde estás amor? ¿Por qué no estás a mi lado cuando más te necesito?
Es el grito de mi alma que se queda en el silencio. Ayúdame amor, tráeme tu sonrisa para que se exorcice el miedo. Tráeme tus tiernos besos, la firmeza de tus brazos sosteniéndome. Ya me quiero despertar. No quiero ver cuerpos de tantos hermanos muertos. No quiero seguir aspirando el humo de los incendios,  ni ver correr tanta sangre, ya no más. Quiero recuperar la sonrisa, el alma de mi patria, el canto de los jilgueros, quiero verme en el espejo de las aguas cristalinas, mojarme en el invierno, quiero oír el regaño amoroso de las madres, el pregón de los vendedores, que deambulan por el pueblo. Quiero perderme en el brillo de tus ojos contemplándome amorosos y percibir las suaves caricias estremeciéndome el cuerpo. Ya me quiero despertar. Porque si sigo viviendo en esta pesadilla sin ti me muero, Guille, ven.
Mi alma adormecida hoy te ha conocido, soy "optimista" que tú sabrás sepultar mi soledad.
Seguro tus manos tomarán las mías y captarás mi necesidad de no cobijar más tristezas.
Ayúdame a recordar mis emociones y olvidar los sinsabores.
Ahora si has comprendido mis anhelos, deléitame con tus labios, abrázame fuerte muy fuerte.
Bríndame calor, ya no quiero soledades ni un lecho vacío y frío.
Despierta mi pasión, seré tu ternura, tu primavera, tu buen amor y moriré en tus brazos amándote sin nostalgias y en paz. Cómo me gusta soñar contigo. Hoy quiero escribirte esta carta, de pronto te extraño más de lo acostumbrado y tengo sueños extraños como por ejemplo, no sabes cómo me gustaría saber cómo duermes, cómo respiras por las noches, y quedarme extasiado mirándote hasta que llegue el nuevo día( extraños sueños porque no estás  aquí)Me gustaría contarte cómo sueño contigo, que con solo pensar en ti me desvelo, me gustaría llenarte de dulces besos cuando duermes, acariciar tu espalda, jugar con nuestros cuerpos, hacer de tus noches una eterna caricia, para que nunca tengas que marcharte, acostado cerca de ti, quiero escucharte pronunciar mi nombre, que te metas debajo de tus mantas y arroparte con dulce amor. Quiero ser  dueño de tus sueños, de tus deseos, quisiera meterme bajo tu piel amor mío, pero la realidad es que estás muy lejos de mí, y me viene un dolor muy grande por no poder hacer todo lo que te cuento en mis locos deseos, ya no quiero extrañarte, me haces mucha falta, ya solo quiero estar contigo, no quiero estirar mis manos y no encontrarte. Quiero tu sonrisa siempre en mi vida  porque iluminas mis días, no te das cuenta lo bien que me haces. Dios te pido, acorta esta distancia, hazme estar cerca de él, de su sentir, déjame mirarme en sus ojos, déjame que pueda contarles mis cosas y no sentirme tan solo frente a este mundo tan vacío sin él. Solo quiero tenerle cerca. Sentir su corazón muy cerca del mío,  permanecer aquí, en este momento. Por el resto del tiempo, desde mi rincón para él,
el hombre que amo,  es invisible a mis ojos todavía,  pero es tan concreto en mi corazón que sin verlo lo veo, que sin tocarlo lo toco, que sin besarlo lo beso, que sin poder verlo la siento dentro de mí.
Yo sé que este hombre especial al que amo tanto es tan  diferente a todos que un día tal vez lo pierda, que sin haberme pertenecido nunca, se aleje de mi lado, pero estoy tan feliz de amarlo que solo me importa darle gracias a Dios por haberme permitido encontrarlo, conocerlo, disfrutarlo y sobre todo respetarlo.
Amor, si tan solo pudiera abrirme el pecho y darte todo mi corazón,  si tan solo pudieras ver que en él late furioso mi amor por ti,  si tan solo pudiera regalarte ese soñado amanecer, y despertar contigo envueltos en ese manto de ternura que brota de nuestras almas sería la persona más feliz del universo...
Amor mío, seguiré soñando con ese día,  seguiré pidiéndole a Dios por un momento a tu lado, por una caricia de tus manos, por un beso de tus labios.”
__
En los días pasados hacía las once él oía la camioneta estacionarse afuera y luego el sonido de los pasos desde la cancela de entrada hasta que el eterno aserrín sobre el piso del taller amortiguaba el  pisar y él veía su silueta a contraluz en la puerta, cargado con la bolsa donde traía los recipientes de plástico, el termo con el refresco y hasta mantel y servilletas porque decía que no darle de comer a los ojos convertía la comida en un vil acto de gula. Las cortas visitas iniciales se habían extendido, los dos hablaban largamente. Él contaba historia de sus clientes y Guillermo rememoraba su vida. Compartían inconformidades y en ellas se reconocían. Pedro lo hacía reír. Le encantaba su risa y que Guillermo le dijera que hacía mucho no reía tanto.
Pedro desiste de salir a comprar cigarrillos y va y se sienta en la mecedora que puso Guillermo frente a la puerta de atrás por donde entra un poco de fresco del patio vecino. Echa de menos la gentileza de Graziani.

__ ¿Para qué necesitas que te traiga de comer  si tu vecina te prepara tu plato? _inquirió Camila.

 Pedro se hizo el desentendido. No iba a explicarle cuán diferente era ver llegar a Doña Carmela con el plato de plástico  de su cantina, la montaña de arroz, el plátano verde, la carne ensopada, cubierto todo con tortilla, a ver aparecer a Guillermo con las verduras asadas, las ensaladas, la pasta que hacía él mismo, las comidas de sabores complejos, sutiles, distintos, en el plato de cerámica con buenos cubiertos y servilletas de tela. Esas delicadezas eran para él un territorio inexplicado y seductor. No le ha costado nada disfrutarlas, ni ha sentido la necesidad como le sucede a su amigo Diego, de burlarse de la burguesía como se le dice en el país a la gente de clase media para arriba desde el golpe, cuando no gorilas, desde que se condenó con despecho el pertenecer a una clase con mejor  estatus económico o social que la mayoría, a pesar de que los mismos dirigentes revolucionarios ni cortos, ni perezosos abrazaron ese nivel de vida apenas estuvo a su alcance. Como le decía su padre, la lucha de clases era malentendida.
El fin de las revoluciones era acabar con el proletariado, y se hacía la revolución para que se apropiara de lo que poseía la burguesía, no para hacer apología de la pobreza. Pero la igualdad era un mito, sostenía, siempre había unos que eran más iguales que otros. Llegados al poder, muchos no tenían empacho en aprovecharse, repetir el ciclo y justificarlo con otro discurso. Pedro bien sabe que la injusticia de fondo trasciende a Guillermo, a su marido, a él mismo.
 Ni ellos ni él conseguirían remediarla. Pensarlo lo deprime. El entusiasmo por la revolución fue el aire que envolvió a su infancia, quizás a la adolescencia de Guillermo. Recuerda acudir a las plazas en los hombros de su padre, las torres que armaban los adolescentes subiéndose unos a otros, la algarabía y alegría, la pasión de los discursos, pero no olvida la desesperación en el barrio cuando mataban a los muchachos y llegaban ataúdes y había que ir a los velorios, casi como lo que contaban abuelos y bisabuelos emigrantes de Europa  en la guerra mundial. Algunas madres llevaban a sus hijos pequeños para mostrarles que nunca olvidaran el costo de los levantamientos en el futuro. Caminaban por las calles adornadas con banderas. En el recuerdo surgen imágenes del recorrido: las ventas desabastecidas, mujeres de luto, las candelas en las noches de largos apagones, la desilusión creciente de su madre lamentando que le tocara vivir de nuevo lo mismo que pensó no sucedería más, lo que juró no se repetiría una vez que triunfara la revolución.
¿Qué sentido tenía haberlo hecho si estaban más pobres que antes? Ella fue apartándose de todo, dejó de ir a las reuniones de los Comités de Defensa y Derechos humanos. No quería ni oler la política a medida que él se aproximaba a empezar a entender. Menos permitiría que en el futuro reclutaran a su hijo en un servicio militar, tendrían que pasar sobre su cadáver, decía. Fue entonces que su madre inició los contactos con unos parientes en Estados Unidos para que los ayudaran a pasar mojados la frontera. Pero después de la derrota del régimen a manos de la democracia, cuando él ya se había salvado del servicio militar obligatorio, fueron ellos los que no regresó,  no él que en verdad se trasladó a Argentina que había padecido más o menos el mismo devenir.

Escucha pasos y se vuelve, el corazón le da un vuelco, sin embargo, no es Guillermo sino Camila. Llega sonriendo con un tarro de helado en las manos. Pedro se da cuenta de que por un instante, antes de volverse, pensó que sería Guillermo. Debe hacer un esfuerzo para no develar la decepción de haberse equivocado y contener el aire de un suspiro.

__No vino tu visita hoy _dice Camila mientras sirve el helado.

__ No. Iba al aeropuerto a recoger al marido.
__ ¡Ah! ¿Por eso es que ha estado viniendo entonces? Estaba solo como vos _sonríe.

__Seguramente.
__Pues no hay duda de que se ha portado muy decente el señor. Otro te atropella, te paga y no te vuelve a ver. ¿Cuál es su historia? Si me perdonas la expresión, yo cuando lo vi pensé que era se esos que no hacen nada en la vida más que ejercicios en un gimnasio, y noches de copas.
__Eso paga __sonríe Pedro __.Ya ves qué guapo está. Seguramente va a un gimnasio y se cuida, más con un marido médico.

Camila desiste de indagar. Querría saber de Guillermo. Entender qué podían conversar él y Pedro, pero su imaginación le falla porque lo que imaginó con lujo de detalles fue un escenario en el que sus coqueteos con él en la farmacia se convertían en intimidad, en una relación de los dos, o sea lo que no ha ocurrido. Las noches en que ella se quedó a dormir a su lado como samaritana aguardando a que él fuera capaz de caminar sin bambolearse y que aprendiera a valerse de su mano izquierda, compartieron la cama pero él la trató como a una antigua consorte o a una vieja amiga, hablando hasta que el sueño los silenciaba. A veces mientras conversaban él le tomaba un mechón del pelo, rizándolo entre sus dedos como sin percatarse de lo que hacía, como si ella fuera un manso animal acariciante. No supo por qué el gesto la mortificó. La frustración le ayudó a comportarse como una hermana con él. Se prometió matar por desnutrición su tendencia a imaginarse dentro del guión de telenovela rosa, pero lo cierto es que estaba prendada de Pedro y después de un rato a su lado se volvía a pensar que cualquier día él se daría cuenta y la vería con otros ojos.

__ ¿Y crees que al marido le parezca bien que venga a visitarte? ¿No será celoso?
Pedro ríe.
__ ¡Por favor! En todo caso le preocupará la posibilidad de que en este barrio lo asalten, ya viste cómo él salió casi corriendo. Si quieres mi opinión, este señor piensa que está haciendo una obra de caridad conmigo pero soy yo más bien el caritativo ocupándole el tiempo y dándole algo que hacer que signifique su vida anodina __  sonríe__. Mira que yo tengo experiencia con todos los que vienen a encargarme muebles, Camila, ¿tú no me harías el inmenso favor de ir a comprarme cigarrillos?

Camila lo mira de arriba abajo. No le suena auténtico lo que él dice. No es el tipo de persona que hace ese tipo de obras de caridad. Toma el dinero para el tabaco que él le da y sale dejando que su silencio hable por ella.
Pedro vuelve  a la mecedora, recoge los platos del helado y los lleva a la pileta. Tendría que haber ido él, piensa. No le gusta que Camila empiece a preguntarle por lo que hace o deja de hacer, ni le gusta sentir la expectativa que percibe cuando están juntos. Seguramente ni se entera, pero su cuerpo, sus movimientos, sus ojos, le piden algo que él no se anima a dar. Es buena, sagaz, inteligente y él aprecia lo que ha hecho pero la admiración por la sonrisa no ha trascendido a más. La sonrisa permanece en sus pupilas como los retazos de trozos de cuarzo rosa, exquisitos pero estáticos. Él no quiere herirla. Ha abandonado el coqueteo inofensivo para no darle señales equívocas sobre todo en la intimidad de los últimos días en que debió depender de ella para comer, cepillarse los dientes y vestirse __o sea en una circunstancia muy diferente a la de verse cada uno  en su espacio a través del mostrador de la farmacia__.
Maldice a Diego que vive cerca y sería quien tendría que haberlo acompañado.
__ Me perdonas, hermanito, pero me cayó un trabajo grueso. Hay una exposición de pintura y soy el de los marcos de todos los que exponen. Hasta tuve que contratar gente, se excusó. Era eso, pero también que había vuelto con un novio, el peluquero, en parte gracias a que se reencontraron por el accidente.
No puede culparlo. Así es la vida. La persona sola como él no puede  esperar que aparezca la gente a voluntad, cuando se necesita. No tiene razones para quejarse, además, los del barrio han sido generosos visitándolo, llevándole comida, pero tienen sus ocupaciones. Camila solo llega a ratos. No puede correr riesgos dado el jefe eternamente vigilante y desconfiado. Él quería corresponderle pero hacerlo por interés sería oportunista. No es agradecimiento lo que quiere de la muchacha. De eso está claro.

En cambio Guillermo le inspira algo distinto, un poco morboso quizás. Verlo entrar bruñido como un metal brillante, luciendo impecable con olor a jabón caro, el pelo corto lustroso, ver ese cuerpo firme, tan bien atendido (no le ha pasado por alto que ha perdido peso) moverse en el rústico entorno de su taller y oír las historias de su mundo paralelo (él es apenas consciente de lo ajeno que le resulta a alguien como él) es como ser un niño jugando con imanes. Le gusta el tono ronco de la voz de él y mirarlo cuando se pasa las manos por la cabeza o suspira. Y le divierte oírlo hablar del marido con un tono de cariño viejo, más bien utilitario que le recuerda a él su relación con Menfis, relación de dos especies que se acompañan pero entre las cuales las distancias son infranqueables. Le intriga pensar si volverá a visitarlo con el almuerzo. Ningún marido sería tolerante con el interés de su esposo por un desconocido atropellado, a menos que este yaciera en coma en la cama de un hospital. Sin embargo tiene la íntima certeza, quizá la pueril arrogancia, de que él regresará, que es inevitable porque también vale para él lo de los imanes, el morbo de saber quién es él y cómo es su vida.

“Guille te extraño, será tu bella mirada  la que a mi corazón duerme de tanto amor, mi mirada cae si  a mis ojos me miras tú. Dime amor qué te pasa que el fuego de tus ojos se está apagando y solo  en ellos veo lágrimas. ¿Por qué? ¿Qué te pasó?
¿Qué te tiene tan triste?, tú no te mereces estar así, sé que solo mi compañía  te aliviará de tu dolor. Porque ahora necesitas  de mi compañía y mi calor, ¿quién fue el que tanto daño te hizo,  la persona que dijiste  que mucho te amaba y te quería?
Ya ves,  no eres nada para ella,  porque si en realidad te amaba no le haría tanto daño como  le está haciendo a tu corazón. Puedes confiar en mí, sabes que  en mi oscuridad siempre estuve enamorado de ti, aunque tú nunca lo pudiste ver porque estás con otro. Conmigo tendrás todo el calor y amor que nunca pudiste imaginar, todo en mí es para ti, no necesito nada si estoy
a tu lado, si tengo tu alma y tu corazón. Tenía sitio esperando a que tú algún día te enamoraras de mí, es tanto el tiempo que durante las frías y oscuras noches  llevo soñando contigo que en mi mente. No tengo sitio para nada más, toda ella está llena de ti, de tu cara, de tu sonrisa, cuánta es mi felicidad de que por fin  estarás a mi lado como siempre soñé”.

Estudio Graziani y Asociados.

__ ¿Qué pasa con Pedro, Guille?
__ ¿Se nota tanto?
__Más o menos, bastante.
__Ese momento en el que te das cuenta de que todo está llegando muy rápido e inesperadamente.  Ese momento en el que la ilusión te invade y sabes de sobra que si vas hacia adelante con ello puede ser una locura.  Esas locuras son las que nos dan la vida, esas que si salen bien acabas orgulloso de haberlo intentado pero, en el caso contrario, si no sale como esperas te quedas con el buen sabor de boca de haber ido a por ello.  Esas locuras que hacen que el corazón nos salga palpitando de esa manera única.
__ Haz realidad todas tus locuras, disfruta del momento y  deja que tu corazón palpite, Guille, nunca estuviste enamorado de Juan, menos de Silvina.
__No es tan simple Beto, tengo una vida con Juan, y está Fabián.
__ Y te mueres por darte permiso de amar a Pedro, de  ver su mundo, de significar tu existencia, al menos llámalo, antes de ir por Juan, y no dejes de verlo, Guille. Siempre me empujas a dar pelea por Gaby, quizá necesite verme reflejado en la tuya, piénsalo al menos.

__ ¿Estás bien Pedro?
__Bien, ¿llegó tu esposo?
__Estoy esperándolo, pero, deseo decirte algo antes de que me arrepienta al verlo, nunca le he sido infiel, ni en el pensamiento.
__ Lo sé, lo imagino.  ¿Qué?

__Gracias por invitarme a tu mundo,  me gusta sentirte tan dentro, profundo, tatuado en mi cuerpo. Sos mi momento intenso, mi sensación a flor de piel,  la agitación en mi cuerpo, la pasión desenfrenada que no se guarda nada. Sos eso que solo vos y yo sabemos,   nos olvidamos del resto y nos entregamos completos, aunque sabemos que solo son minutos, los vivimos intensos. Me gusta sentirme tuyo, tu deseo latente,  tu risa y tu confidente. ¿Sabes que todo sería diferente de ser un hombre libre,  verdad?
__Lo sé. Podrías serlo, quizás algún día te animes.
Gracias a ti  por estar presente en mi vida,  no importa si estás lejos de mis caricias  porque yo te acaricio con mis palabras  y te hago el amor en mis poesías.
La sonrisa más hermosa recibida se origina en tus labios  que me incitan de mil maneras distintas y en todas te deseo en mi vida. Gracias por la emoción que despiertas en mí cada día,
por la simpleza de tus palabras y la calidez de tu sonrisa. Gracias por ser y no ser el amor de mis días, suena ambiguo  pero es mi realidad, tan solo mía.

__
Guillermo recibe a Juan en el aeropuerto, cuando corta con Pedro siente que cuando lee lo pasado, hay nostalgia del ayer con Juan y quizá por ello hoy está Pedro en su mente y en su alma.

“Cómo quisiera que volviéramos a ser igual que antes, Juan, de verdad, que empezara todo de nuevo,  como ayer,  como antes,  cuando éramos tan cursis y románticos,  tan ajenos y lejanos,  pero tan nuestros. Como ayer cuando te conocí,  cuando me viste,  cuando nos encontramos.
Cuando sin querer, queriendo, de tanto que se nos desbordaban los sentimientos, había que anudarlos. Cuando de gris pasamos a ver coloridos arco iris y brillantes estrellas,  luminosas lunas y ardientes soles, cuando todo se volvía luz y esperanza. Cuando de tanto necesitarnos se nos olvidaba el mundo y lo sentíamos distante e inexistente.
¿En qué vuelta nos perdimos? ¿Qué se rompió? ¿En qué laberinto la magia está escondida?
Nada volvió a ser como antes, cuando tan cursis y románticos, ajenos y lejanos, sin querer, queriendo,  nos estábamos amando. O quizá nunca fue amor, solo el que me  llevó a saber que me gustaban los hombres.
No siempre quebrarse es malo,  a veces es vaciarse de lo acumulado.  No siempre las lágrimas corroen,  a veces lavan tus rincones olvidados. No siempre el que te da una mano  es bien intencionado  y puede estar actuando por puro interés. No siempre quien te expone su enojo
y opinión es tu enemigo,   puede ser la mayor prueba  de honestidad que puede ofrecerte.
No siempre la sonrisa es sincera,  cuando debajo de una mueca  esconde una mentira. No siempre el caos es desorden. No siempre las llamas exterminan,  a veces dan calor y vida.
No siempre el que está en el suelo  es alguien vencido, a veces respira  para dar su mejor salto. No siempre tu hermano es tu mejor amigo,  a veces suele serlo un completo extraño. No siempre miramos hacia atrás  para volver al pasado,  sino para asegurarnos  de no repetir la senda errónea. No siempre hay amor en el sexo. No siempre se tiene a quien se ama. No siempre es mala la tragedia,  ahí descubro al fiel amigo. No siempre la huida es cobardía  a veces es un acto muy valiente, y una derrota puede ser la mejor  de las victorias porque te encamina. No pretendo que me entiendas  solo quiero que escuches mis razones. No siempre tendré ganas de hablarte,  pero siempre, ¡siempre voy a necesitarte!, Pedro”.
__
“¿Quién le ha dicho a usted señor que no es el amor de mi vida?, será que me tienen envidia por andar con usted, si cada día que pasa lo amo más, lo quiero en mi vida, lo sueño y es mi insomnio.
Si por Usted he esperado, estar en sus brazos, besar sus labios, anhelando su boca que me fascina tanto, que por siempre  he esperado, una eternidad  esperando mirarme  porque sus ojos me enloquecen, me fascinan, por esa mirada tierna y a la vez seductora, por su voz cuando lo escucho y me tiembla el corazón.
Usted señor mío dueño de mis noches y mis días, de mi tiempo, de mis minutos y mis horas, de la madrugada cuando despierto en su pecho, yo señor mío que le entrego todo, mi corazón y mi alma, solo por amarlo, solo porque sea mío, dueño de mi espacio, de mi universo, de mi esencia, de los momentos especiales que se vuelven intensos, fantasías y realidades al lado suyo. Usted señor mío,  cómo piensa como creen otras personas  que yo no lo amo, si por usted me desvivo por amarlo, mi mayor placer es estar a su lado y lo sabe perfectamente.
Pues entiéndalo muy bien yo nunca lo dejaré de querer, simplemente porque usted es mi vocación, mi amor.
Tú puedes convertir este día en lo que tú quieras, tan solo tienes que tener la ilusión y la felicidad. Todo lo demás llegará solo Pedro, haciendo de hoy un maravilloso recuerdo que jamás olvidarás.
Tantas veces me he preguntado qué es el amor, por qué no lo veo, ni lo escucho, pero sé qué se siente claramente y siento qué se escucha cuando siento latir mi corazón al escuchar tu voz angelical, al ver tus mágicos ojos llenos de luz.
Por esa razón jamás contestas lo que te pregunto, qué es el amor, y esa es la razón de que nunca encontraré la repuesta o acaso no te interesa lo que es el amor, porque el amor es lo más bello que existe en el universo, así se transforma la humanidad, el amor es lo más importante en la existencia, y lo eres  tú, amor mío, porque tú eres para mí lo más importante te amaré eternamente amado mío, aunque no seas mío. Amén de que me encantan las historias de amores imposibles que se vuelven realizados.
Entre poemas y versos me desnudo dejando a mi alma desprotegida, me sacudo la piel de soledades, esperando por esa brisa acariciadora que entre espacios y silencios me traen tus recuerdos, entre pasión y poesía se desliza  mi sentir a la espera de tu llegada, en las puertas de la noche me encontrarás amor mío, ahí enamorado y ansioso estaré protegido y arrullado por los lunares de la luna,  ella  me acompaña siempre a la espera de ese momento mágico donde nuestras almas se abrazan, una suave brisa me acaricia, siento la negrura de la noche, tengo frío, necesito de tus brazos para acurrucarme amor mío.
Cierra los ojos amor, estoy a un poema de besarte, a un poema de desnudar tu alma y leer ese sentimiento grabado con esmero para que no se desvanezca tu soñar, soy tu sueño vida mía, soy tu amor prohibido, pero no sufras, porque estás a las puertas donde la vida se abre, donde la vida generosamente nos hará entrega de esa primavera para vivirla, estás justo en el lugar donde dejaré caer mis besos de pasión y deseo, así mientras, esta eternidad se convertirá en la nada, y dejaremos de soñar para vivir.
Entre espacios y silencios, poesías y versos vivo por ti vida mía”.

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Juan llega expansivo y conversador.

__Atlanta es una gran ciudad, comí como gourmet y el congreso estuvo muy bien organizado, conocí médicos ilustres. La tecnología está haciendo avanzar la medicina a una velocidad que jamás pensamos posible.
__ ¿No han descubierto nada para detener el envejecimiento? _pregunta Guillermo que va conduciendo__. ¿Sabes que a veces me muero de miedo ?__. Lo dice en tono de desafío, casi vengativo pues Juan es mayor que él. Pero igualmente odia la palabra. Por mucho que entienda a su terapeuta, no logra digerir el sentido de sus letras. Saben a secreta vergüenza, a algo capaz de matar el amor, o el deseo, como confesar hemorroides o algo así.
__ No sos viejo, solo maduro.
__Qué más da cómo se diga. Eso es lo de menos. Estamos en la gran etapa de la vida dice mi terapeuta.
__ ¿Y?  Yo podría cambiarte por dos de veinte, me siento genial _ríe él.

__ ¿Cómo puedes ser tan insensible?
__A todos nos pasa tarde o temprano. No es mayor cosa. Tiene sus incomodidades, pero lo llevamos bastante bien.
__Ya podrían los médicos haber intentado vacunas y remedios para todo ya que alargaron la esperanza de vida, no quiero empezar a enfermar de todo. No es mayor cosa _irónico__. Mejor sigue contando del congreso.

__No quise molestarte _dice Juan, percatándose de la reacción de él, un vacío de pronto se abre entre los dos y que él no sabe cómo cerrar. Restarle importancia a lo dicho no tuvo efecto y sin embargo no se le ocurre otra cosa. No puede de pronto conmiserarse. Empeoraría el asunto, aparte de que ha dicho lo que piensa. Es un proceso natural. Nada que extrañe a un hombre de su edad.

__No me molestaste _dice Guillermo__. Tienes toda la razón. A todos nos pasa _sonríe fingiendo la levedad que querría sentir. Así tendrá que ser, se dice y respira hondo.
 De seguro Juan piensa que pretender que es irrelevante es lo mejor para él, pero resiente que él se vaya por la tangente de la semántica, y que escoja ignorar lo que él mismo realmente quiere decirle, eso que ni siquiera sabe muy bien qué es,  pero querría que Juan se mostrase dispuesto a indagar. Aprieta las manos sobre el volante. La racionalidad de Juan es inconmovible. Guillermo lo conoce bien, son gajes de su oficio. No tendría que afectarle, pero jamás ha logrado reconciliarse con la frialdad con que él encara los asuntos del cuerpo. Reacciona igual cuando cualquiera enferma, en vez de ánimo ofrece discursos técnicos. Según él lo hace para apaciguar sus fobias, para que él no sufra imaginando que sus males son incurables, cosa que es  dado a pensar porque cuando enferma siente el cuerpo como un enemigo dispuesto a darle al menor descuido un golpe de gracia.

__Yo te veo lindo _dice Juan__. ¿Te hiciste algo?

Querría decirle que se hizo el favor de ir a ver a Pedro todos los días y que sentir cómo él lo mira lo rejuveneció más que varias sesiones de spa. Sonríe al marido, una sonrisa mordaz.
__Gracias _ dice __.Estoy yendo al gimnasio. También me acosté temprano toda la semana, es el mejor tratamiento de belleza.
 ¿Y qué tal está  Maximiliano? __pregunta Guillermo.

Maxi es el mejor amigo de Juan. Médico también, un hombre carismático, guapo que parecía tener una vida por el mango hasta el día en que la esposa sorpresivamente le anunció que ya no estaba enamorada de él y quería divorciarse.
__Está desolado. Según él, Marina se comporta como si el divorcio fuera una transacción de negocios. No demuestra ninguna emoción, está obsesionada con vender la casa lo antes posible. Siguen viviendo juntos. Eso de vivir bajo el mismo techo hasta que la casa se venda es algo que yo no haría. No podría soportarlo. Cuando me habla no sé qué decirle. Yo no acabo de entender. Lo único que se me ocurre es que ella esté enamorada de otro, pero él sostiene que no es el caso. Dice que está seguro que no se trata de eso.
__ ¿Cómo será separarse después de tantos años? __dice Guillermo pensativo__.  ¿Cómo se vuelve a empezar? ¿Cómo se sabe dónde empieza y termina cada quién? Eso me parece lo más difícil. Quizás ella cree que va a ser independiente, pero yo me pregunto si es posible recuperar la independencia tras haberla perdido por tanto tiempo.

_Oyendo hablar a Maxi pensé en la suerte de tener un matrimonio como el nuestro _dice Juan sin percatarse del tono del esposo, extendiendo la mano y posándola sobre la de él. Guillermo le corresponde con un leve movimiento. Se siente un poco culpable oyéndolo tras cuanto ha cruzado por su mente. Lo mira y sonríe. Juan se gira en su asiento, se acerca y le besa el cuello levemente. __Me hiciste falta __agrega, besándolo de nuevo lentamente.

Guillermo ríe perturbado. Le dice a Juan que espere, que no lo distraiga  mientras conduce y es que no ha podido evitar que el beso en el cuello le desate un eco que lo recorre de extremo a extremo. Se percata de que está cargado de tensión sexual, de deseo contenido. De imágenes prohibidas de él y Pedro rodando por el suelo del taller, desnudos entre el aserrín y las esquirlas.
__Olvídate de la vejez _le dice él al oído __. Para mí vos serás joven siempre, un tipo sin edad.

Mientras estaciona en el garaje de la casa, Juan continúa su asedio.

“Confieso que hace cinco años engaño a mi marido, sé que pensarán que soy  el peor hombre que un hombre puede llegar a tener y tienen razón, yo también lo pienso.
Aun así, no puedo evitarlo, este sentimiento es más fuerte que yo y traspasa cualquier barrera de lo prohibido. Guillermo nunca supo nada.
Las estrellas y la luna son las únicas testigos de nuestro gran amor, de cómo en cada madrugada nos amamos incondicionalmente. Pasamos horas y horas juntos, hay veces en que amanecemos conversando, aunque soy yo quien más habla, él solo me contempla en silencio.
Cada noche los nervios se apoderan de mí, la adrenalina recorre rápido en mis venas mientras aguardo paciente a que se duerma mi esposo para poder ir a verlo. Una vez que él cierra sus ojos me escapo al balcón, allí es nuestro nido de amor.
Todas las madrugadas le cuento cómo fue mi día, suelo recitarle cada uno de los verbos que él me inspira y le hago saber lo difícil que es seguir con mi rutina sin su presencia.
Siempre le digo que a pesar de sentirlo cerca en cada noche, lo extraño mucho durante todo el día y que sufro por dormir en otros brazos, besar otros labios, por mentirme a mí mismo.
Que en estos cinco años jamás lo olvidé, que en todo momento está presente en mi corazón y en mi pensamiento. Que más allá de que se encuentre a miles de kilómetros de distancia, cada madrugada lo siento más cerca que nunca.
Él sabe que no me resigno a perderlo, que no quiero aceptar que aquella mañana partió al cielo, llevándose mi alegría y mis ganas de amar. Existen innumerables veces en las que en el balcón termino llorando porque quiero abrazarlo y besarlo pero no puedo, solo debo conformarme con acariciar su recuerdo y besar su espíritu, aquel que viene y me visita en cada noche para mantenerme con vida, reviviendo nuestro amor en cada madrugada”.

Quizás en medio de sueños alcance a escuchar una voz, misma que se fue con el viento entre intermitentes nubes que acabar no parecían, hasta llevar tan lejos el lamento que del corazón partía, y entre sollozos acariciaba la esperanza de la humilde espera, de una promesa que sin compasión se rompía, el café que dulcemente se servía, acabó frío, sin sentir el sorbo que apagara la triste agonía, el escrito aún latente en la hoja temblaba de ver todo el dolor que se refería, cuando al partir cada verbo que de sudor amargo se vestía, caía al suelo la esperanza, mientras de amor  el alma moría.
Quizá y solo quizá, por algún instante su rostro huía de la mirada que en los ojos de algún niño recuerdos le traía, y aun siendo consciente por temor él pensaba que le perseguían, aligerando el paso, caminan los verbos de aquella historia que sin cesar se escribía, para dejar el pasado atrás tan atrás, que sin querer ahora revivía, mordiendo sus labios entre la ira y la nostalgia, para no quejarse en su triste travesía, algún rincón en las frías noches, donde reposo el cuerpo pedía, acongojado con su cigarro en mano que de vez en cuando su boca besaría, poco a poco y muy profundo se dormía, y así, tras largos días vagaba el alma que no podía amar.
Quizás, aún vela en la distante pero no ajena ciudad baldía, el sueño por el cual un día daría su vida, más el cobarde y cruel destino, de un solo golpe acabaría su dolor, donde propios y ajenos se acercarían con temor al ver que por sus venas sangre de tinta aún corría, dejando por su paso, el verbo que su muerte causaría, sin encontrar su alma dulce paz.

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“El tiempo es efímero, dicen que hay amores que duran eternamente, amores que no conocen tiempo,  medidas ni distancias.  Amores verdaderos   que solo conocen  el respeto de la unión  de las almas. Cuando los planetas se alinean, si ese día encuentras a tu amor  ese amor efímero puede ser el verdadero, el amor de los amores, un amor puro y sincero  con el que la unión  de cuerpo y alma sea perfecta, grandioso es ese  amor que aparece  sin buscarlo, cómo le digo que sos vos, Pedro.
Hay personas que tienen por oficio ser suicidas como otros son guionistas, script, estilistas, astronautas o limpiabotas.
No es que se dediquen a intentar quitarse la vida un día tras otro y fallen, no se trata de eso. Su labor va mucho más allá. Acuden a su jornada laboral como cualquier otro mortal, sin que nadie en apariencia note cuál es su verdadero trabajo.  Ejercen la profesión de suicida porque un día decidieron no vivir. Desde entonces mueren cada día en este laberinto que es la vida. Me recubre una sombra, una madrugada tiznada de insulseces en el paladar, y en mi estéril mano escarchada los verbos enmohecen agrietados, desangrados, en folios amarillentos. La luz huye de mi forzada sonrisa, se aburre, parpadea y me aborrece. Solo un sol acre se acerca, y duda, para entregarme mustio, doliente, sus irritantes trinos vacíos atonales. Me recita cartas sin texto, abandonadas en un desván, garabatos tristes del desamor, mis lágrimas laten en un adagio imposible, quieto, marchito y curvo. Inerme, amedrentado, sin verbo, me recubre una sombra inacabada que me va recostando en pretérito sobre una oscuridad inocente, deshaciendo todos mis años en el tálamo de los desengañados.
Es inútil seguir aquí... donde nunca me invitan, donde nadie me espera. Donde ya no sé si soy feliz.
Había demasiadas ilusiones, demasiadas inquietudes y sueños. Había razones y motivos. Había promesas y juramentos. Y creía en el amor.  En ese amor que da vida. Que te dibuja sonrisas cada día. Que te hace ser cada vez mejor. Me dediqué a amar sin exigir. Me entregué total e infinita. Di sin pedir. Di libertad plena. Estuve incondicional. ¡Nunca me fui! Pero ya es tiempo de clausurar el alma. De censurar todos los sentimientos. Debo proteger lo que queda de mí. Tengo miedo de salir una vez más, lastimado.”
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 Guillermo recuerda la pintada que vio en la pared de una gasolinera abandonada. “Nunca digas siempre”. No estaría joven siempre pero lo aparentaría tanto tiempo como fuera posible.
Juan no le da tregua. No quiere sacar las maletas del coche, lo besa intensamente, mete las manos por debajo de la camisa y le desprende los botones del pantalón. Guillermo se abandona, cierra los ojos, él le apresa un pezón entre los dedos y los acaricia jugando con uno y el otro que no tardan en alzarse sin recato.
En la casa no hay nadie. Julieta se ha marchado, Juan lo lleva a la cama, quita el cubre cama y le hace el amor impetuoso, olvidando el ritual de su parsimonia, revelando con su urgencia el temor de que algún día pueda sucederle lo que a Maxi, intentando afirmar con su empuje lo suyo que siente el cuerpo sólido y hermoso de Guillermo. Guillermo cierra los ojos y participa de su arranque carnal y desvergonzado, gimiendo y moviendo las caderas, mostrándose entero, sin pudor, experimentando el gozo narcisista del reflejo de su imagen en los ojos del hombre, ensayando su propia capacidad de perderse y hacer que él se pierda, tratando de vislumbrar en la reacción de Juan, en la respiración agitada y el largo gemido del marido al alcanzar el orgasmo, otro hombre mirándolo y gozándolo por primera vez. Guillermo también colapsa. Se asombra de su propio cuerpo. Jamás había logrado un orgasmo tan rápido y descomunal, como imaginándose con Pedro.

“Días de amor y esperanza  viví desde el  momento que te conocí,  antes de conocerte
yo soñaba con vos,  con besar tus labios, tu lindo cuerpo, quiero ser el músico  que se deleite con tu armonía y  tocándolo con suavidad  para que tu linda melodía  nos envuelva en el amor. Soñar con tu cuerpo  cada día me gusta más, despertar junto a ti  toda mi vida, eso sí  es felicidad pero solo  si vos sos feliz  mi corazón también  será feliz. Me alegra saber que estás aquí, que me hagas pensar que no te irás jamás, que nuestras vidas son paralelas y aunque no te lleve de mi mano te siento entre mis dedos, siento tu mirada en mi rostro, hasta las caricias que imaginas para mí sin poder dármelas aún. Mis ojos te buscan, mis pensamientos te dibujan en todo momento, mis pupilas buscan tu figura, tus formas, tu cuerpo. Mis sueños siguen siendo tuyos, mis sonrisas y mis locos deseos, enamorados, doblegados a tus pies y todo lo que desees. Sigo siendo tuyo desde siempre, soy de vos, de tus sueños y deseos. Y solo deseo eso, una vez más, por esta vez. Sabes, aún te siento, cierro los ojos y te recuerdo conmigo. Parece que te estoy abrazando, que el tiempo se detuvo en ese momento  en que nos amábamos. Imposible olvidar, esa mañana, tu mirada, tu piel... Tantos lunares, tantas caricias, tantos besos. Parece que sigues aquí, entregando tu amor, y te extraño, me gustaría poderte abrazar, muy fuerte, y en verdad estoy con Juan, pero puedo sentirte a vos, Pedro. Y te siento y te hablo en susurros: Bésame poco a poco. Acaricia mi boca con la tuya, estreméceme la piel, disipa mi dolor y las dudas, a oscuras te reconozco,  con mis labios te sé, te conozco.
Quítame el antifaz de la cordura quiero ser tuyo. Quiero sentir tu amor  y la pasión que un día nos unió. Ponme aceite de fresa y besa cada poro de mi cuerpo. Entibia mi desnudez, hazme gemir de placer, enloquéceme otra vez. Ámame hasta el amanecer. Te amaré en cada vida,  por siempre tuyo.  Una eternidad...
 Despacio... Desencadenando el suave suspiro, sintiendo cómo mi piel se eriza al sentir la comisura de tus labios al morder lentamente el camino al palacio donde mi boca se pone celosa de mis portales extasiados. Probando cada temblor en mi cuerpo convirtiéndome en un volcán a punto de estallar abriendo cada poro de mi cuerpo. Inundándolo de caricias lascivas que me llevan al desenfreno. Nos vamos haciendo uno solo perdiendo cualquier pudor,  corrompiendo lo eterno, violando lo prohibido, masturbando los pensamientos, explotando en sensación. Despacio... Corremos como tormentas  gimiendo hasta el desgarro de los infiernos escupiendo fuego  reventamos en placer, arañamos el orgasmo,  aterrizamos en el cielo eco de nuestros cuerpos. Sintiendo ya tu calor cerca mío comienza a vibrar mi mano. Queriendo dedicar mi amor cálido a tu figura estoicamente. Prefiero mirar al suelo y deleitarme con tus pasos firmes. Sentir el taconeo seguro de tu alma que contenta viene a mi encuentro. Hoy he suspirado mucho por tu amor sin siquiera pensar en nuestro nido de amor. Solo he sentido latir mi corazón liberándose de su centro. Cargado está mi pecho de sonrisas y de anhelos. Trayendo hacia mí solo bellas alegrías,  esas alegrías que solo se aprisionan. Sintiéndome apacible solo tengo frente a mí,  esos momentos que ayer vivimos. Hoy no deseo otra cosa que solo recordarte y cerrar mis ojos y verte. Te recuerdo...
No puedo olvidarte mi amor. Entre las horas que pasan y  los días que vienen. Entre un suspiro que inhalo  desde mi corazón enamorado. Entre una añorada tarde o  una silenciosa noche
te recuerdo... Como tantas veces mis ojos  han retratado tu anhelado retorno, como mis labios han pronunciado  mil veces tu prohibido nombre. Te recuerdo. Tu tierna risa y tu pelo al viento  Te tengo impregnado en el alma: Tus ojos y tu silueta. Tu recuerdo es un deseo delirante.
Aquel que navega lentamente en mi mente que se diluye entre un suspiro,  que se evapora por ser irreal, que se extinguió con tu ausencia”.
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Lo que se planta en esta época crece aceleradamente. Las semillas excitadas por el repique de la lluvia constante sobre la tierra se ablandan y germinan bebiendo de las correntadas los nutrientes de la vegetación que el viento del verano depositó en la superficie y tornó en abono. Buenos Aires es una ciudad que se inunda. Años malos de intendencias, de pobreza, de gobiernos más preocupados por la política que por el urbanismo, se vengan de los habitantes que no pueden protegerse de las aguas salidas de su cauce. La lluvia desaforada y violenta crea ríos de lodo y se mete en las viviendas de piso de tierra, se lleva las pocas cosas. Trapos flotan en las calles, los trastos de cocina viajan como barcos de papel sobre las aceras. En el barrio de Pedro árboles viejos de vez en cuando se aflojan de sus raíces y caen sobre las calles causando el estruendo de un edificio desplomado. Los techos atacados por el sarro revelan sus hendijas y dentro de las casas viejos botellones o cuencos para recoger el agua que se filtra por grandes o pequeñas goteras son la normalidad. En el taller de Pedro hay dos goteras y cuando llueve él debe de vaciar el agua varias veces al día. Diego ha terminado los marcos que debía entregar para la exposición y llega ahora más a menudo. El brazo de Pedro va sanando lenta pero seguramente y él empieza a atreverse  a encender el torno y trabajar bolillos y piezas de madera sin ninguna intención más que entretenerse y no perder la costumbre. La madera mientras él sostiene la pieza en la máquina y va presionando el formón del torno se redondea suave y sensual, dócil bajo sus manos. Él piensa en la curva de las pantorrillas de Guillermo que por alguna razón se han grabado obsesivamente en su mente aun sin verlas... Y es que él ha seguido llegando al taller con una constancia sorprendente. Ya no llega con el almuerzo. Ahora se aparece a cualquier hora. Cuando puede, dice Pedro. Llega cuando puede. Él sospecha que lo hace cuando sale del estudio, o incluso que sale antes y así no tiene que dar cuentas a nadie de su tiempo. No le habla del marido ni del hijo.  Ahora al entrar al taller con la llave que él decidió darle y simplemente lo acompaña, se pasea por allí y le dice que estar con él ese rato lo hace sentirse extrañamente libre, como si eso fuera parte de una vida solo de él, una vida de soltero le dijo una vez, sonriendo con una expresión que lo hizo verse muchacho, casi adolescente. Ya ni Guillermo ni Pedro se preguntan si es apropiado o no que este señor se pase esos largos ratos en el taller del carpintero. Hay un entendimiento silencioso de que ambos disfrutan de esa complicidad. Guillermo ha llevado buen café y una cafetera para hacerlo al estilo italiano. Ha aprovisionado a Pedro de tazas y galletas. Visitarlo se ha convertido en su rato del día, su secreto entretenimiento. No siente que esté transgrediendo ningún mandamiento pero no le dice nada a Juan. Su vida doméstica transcurre apacible y sin alteraciones aunque ahora Juan siente una distancia nueva con el hombre que vive en la casa hermosa y que dispone cenas y almuerzos con Julieta, visita a su hijo y sus amistades. Otro Guillermo ha emergido en la habitación pequeña de sus memorias pasadas, un Guillermo de impulsos gozosos y euforias repentinas, aquel que en su juventud saltaba a la pista de baile sin excesos, medido, pero feliz cuando dejaba que el cuerpo se llenara de ritmos y se abandonaba con los ojos cerrados a la sensación de la música  agitándole imaginarias escenas idílicas con hombres de rostros cambiantes con los que se veía viviendo tardes largas de caminatas lentas por lugares solo vistos en postales o películas. Su fascinación por Pedro es esencialmente platónica todavía según su propia definición. Los roces cuando preparan café o Guillermo le ayuda a mover las sillas o lavar las tazas le quedan marcados en la piel como zonas febriles que los dos no intentan sanar.
Al contrario, se duerme reviviendo una y otra vez las corrientes tumultuosas que el cuerpo le desagua directamente en el deseo y que le provocan sueños eróticos y deseos de los que Juan termina beneficiándose.

“Bésame como ayer, como hoy, como siempre, marca una vez más con vehemencia, ese deseo y anhelo de pasión que te hace único, diferente y distinto. Graba en mí esa impronta de aromas y sensaciones que manan de tu alma.
Bésame con fuerza, con violencia,  con arrebato, saca con cada roce de tus labios la lujuria, el deseo y la concupiscencia que me arrastra hasta tu cuerpo.
Bésame como un corcel desbocado con las crines al viento.
Llévame por esos caminos de perdición, de inmoralidad e incluso dáñame, porque puede que esta noche sea la última, aunque siempre lleve prendida en mi recuerdo la esencia que tu boca atesora. Placer que apareces por doquier en los enamorados estás presente, al disfrutar del buen comer, al admirar el sol en occidente. Te manifiestas en las sonrisas del niño, del anciano, en las sublimes caricias al abrazar a un hermano. Placer que fluyes al encender las pasiones de las parejas cuyas sensaciones haces estremecer. Contigo desaparecen las quejas al despertar por la mañana cuando sientes el aire en tu cara al subir a la cúspide de una montaña,  cuando tu atención alguien acapara. Gracias por existir placer fuente de miles de emociones,  con vos todo es florecer aceleras el palpitar de los corazones, hoy en mí llevas un nombre…  Pedro, porque soy impuro,  infiel,  entre tus labios  lascivas caricias  en la perpetuidad  de tu esencia vistiendo mi cuerpo. Mis más ardientes pecados  concedidos entre tus manos  de desearte tanto  en las letras de mi nombre  pronunciado en tus labios. Soy devoto  e impuro
antes y después de haberme amado a cada instante. Tan tuyo y tan mío  quiero esa penitencia a tu lado  hasta que se disuelvan mis huesos seguiré llevando en mí  tu ser en lo más profundo”.
__
Juan bromea diciéndole que está más joven que nunca, liberado.
Guillermo en cambio, piensa, si tan solo se asomara en mi interior, se espantaría dándose cuenta de que cierro los ojos y veo y siento a otro metiéndose en lo más profundo de mi cuerpo y debajo de mi piel. Cuando él saciado se duerme a su lado, Guillermo  acostado desnudo sobre la cama experimenta tras sus cada vez más rápidos, veloces y profundos orgasmos la soledad, el vacío y la añoranza por el verdadero depositario de sus fantasías. Quizá muchos soportan así la estabilidad de sus matrimonios, piensa. Y se pregunta si Juan no tendrá también un secreto como el suyo, si él acaso no imaginará otro rostro superpuesto al de él cuando jadea agitado sobre sus piernas.

Juan no imagina a nadie más pero contrario a lo que Guillermo supone el marido percibe la aparición de otro Guillermo bajo la cotidiana existencia de su esposo y ha empezado a inquietarse, y su instinto le trae a la memoria la escena del hospital, la mirada de Guillermo viendo a Pedro, la insistencia con que ha intercedido para que él se preocupe porque el médico ortopedista que ha dado seguimiento a la convalecencia y que es un conocido suyo, asegure que el muchacho recupere sus facultades y retorne lo antes posible a ejercer de ebanista. Es justo que me sienta responsable, dice Guillermo, pero a él le revolotea en la imaginación la posibilidad de que algo más que eso motive la preocupación de su esposo.

“En esta tarde;  Guillermo siento se despide tu último beso a la distancia de un te amo. Esbozaré este último te amo  para siempre como tantas veces te lo dije y te lo diré. Menciono tu nombre en mi habitación,  cada vocal y consonante se vuelven en alegre y triste recuerdo; de un amor sincero,  de un idilio pensado eterno. Menciono tu nombre. Son dos rosas rojas,  aquellas que significaron en mí  una palabra, un deseo, un sentimiento; un te amo sincero.
Hoy solo es un absoluto recuerdo. La noche embargará mis fantasías, vendrás pronto a mi sueño; forjarás en mi cuerpo tu afecto, huella indeleble es cada beso. Mis recuerdos con la letanía del invernal hasta luego hoy es en mi sentir un te amo. Te juro que siempre tendré esperanzas de que vuelvas conmigo; aunque el tiempo solo me dé vanas esperanzas y mi fe se marche con vos. Aunque la muerte llegue a mi cuerpo  o acabe mi existir  yo siempre te amaré”.

En una de esas tardes lluviosas, Juan atina a pasar en su coche por la carretera que atraviesa el barrio. Ve en la esquina  la farmacia  y recuerda a Camila. Se detiene a saludarla.

__
 “Pedro, aquí voy a tus brazos, sediento de amor, abriendo mi alma, mi corazón,  anhelando cada beso de tus labios, suspirando y respirándote, dejando huellas en tu piel.
Amarte es mi delirio,  seducirte es mi pasión, no tengas miedo amor, entra sin precaución, sin importar cuál sea la razón. Lo importante es que te amo. No tengas miedo de entregarte en cuerpo y alma a mi vida, a mi ser, a mi alma y mi querer, no busques una salida, jamás saldrás de ella, ni de mi mente, ni de mis pensamientos. Te tengo encadenado a mi corazón. No quieras amor, salirte de mi vida, sabrás que me perdería, y jamás volvería a mirarte, a darte mi amor, mi vida, mis ilusiones, mis fantasías, solo por favor vida mía, sino me quieres, aléjate sin decir palabra alguna,  márchate sin decir adiós”.

 Amor de madrugada. Te esperaba,  no sé desde hace cuánto, puede ser desde siempre,  desde ayer  o desde hoy,  no lo sé. Solo sé  que te vi entrar por esa puerta  y mi corazón te reconoció al instante,  tanto que quedé paralizado,  no hubo palabras,  no respiraba,  de por dios,  qué me está pasando, lo único que quería  era que me tuvieras entre tus brazos,  y llegaste así, sin pedir permiso,  abriste esa puerta,  que sin explicación estaba abierta  para ti,  así no más, me miraste  con hambre atrasada,  con esa propiedad,  con esa arrogancia ,  sin decirme una sola palabra. Aceleraste el paso  y me tomaste, sí,  me entregué sin reparos,  me hiciste tuyo,  en tan solo un instante... Vaya embrujo que tengo, todavía me tiembla  el alma de recordar  aquel encuentro,  donde te apropiaste  de mi ser, en una mirada, Guille.

Te toco sin vergüenza y sin prefacio,   con ansias y locuras que lo exigen, me colmo de fragancias con tu espacio sudado de acertijos sin origen. Me enredo tus cabellos muy despacio en las partes sagradas que me rigen, te duermo entre grandezas de topacio prendado con mis huellas que te erigen. Te siento cuales sombras ulteriores planeando estrategias de guerreros que rompen mis valores interiores. Me aferro a tus caricias y a tus cueros epílogos rabiosos posteriores e invasores de mi alma cuales eros. Por un beso tuyo me atrevo a navegar  en un mar de lava .Me atrevo a introducirme  a las arenas de un temible desierto y a caer en las ilusiones de este, producidas por sus  tormentas de arena  y  por su infernal calor  y temperaturas congelantes,  a no caer en tentación de beber de las aguas de sus oasis  hasta no poder sentir la humedad de tus labios en los míos hasta poder saciar mi sed en tus besos.
Por un beso tuyo  y hasta por una mirada  me atrevo a sobrevivir  un cruel invierno sin protección alguna a no buscar alimento y refugio  hasta la llegada de una calurosa primavera. Me atrevo a atravesar caminos fríos,  hasta poder flotar por un lago convertido en cristal
 hasta poder encontrar un camino rocoso  que me muestre camino a alguna cima.
No temo a perderme en las cumbres y cortas veredas de una montaña  cubriendo mi huellas y mi mirada  con la frescura de las nubes y  de la neblina que me susurra a los oídos que me dé por vencido y que pida aclamación  a los cielos,  que me indique alguna dirección  y que voltee a los cielos de norte para poder ver su estrella del norte brillante,  pero ni esta enorme luz y las demás pequeñas  me va, a  detener a llegar a la cima  para poder ver la cumbre de tu sonrisa  en el momento que puedas vencer a la  lluvia de la distancia que nos separa  para que nuestra mirada se pierda en el firmamento.
Eres mi fantasía,  el  libro abierto,  un amor  que se vuelve  real en  una página  de tu corazón.
Eres la armonía de un libro sin terminar lleno de fantasías,   se vuelven realidad. Eres mi poema,  ese libro que nunca leí,   prólogo de tu amor,  el que no dejo de imaginar. Eres la fantasía  de amor,  el que inspira  a escribir en un libro  de pasiones de tu  amor. Eres el que llena de sentimientos mi poema sin terminar,   ese libro que no  puedo terminar.
Eres mi fantasía,  lleno de amor las últimas hojas,  se  borran de un libro  sin terminar.  Es una melodía que me llega al alma como una invitación  a tocar su corazón, a rociar todo su cuerpo con mis besos,  sentir que me ama que le falta el aire. Solo puedo oír su voz en la distancia
pero me imagino esa luz en sus ojos,  ese calor que emana hierve mi sangre,  desnuda mis instintos por completo. Se adueña de la emoción de mi corazón,  su cuerpo echa raíces en mis entrañas, sale desde adentro un grito…  su nombre,  no veo el tiempo en realidad de tenerlo. Me gustan tus mimos, que saturan mi cuerpo, que me estremecen, que me enloquecen... Me gustan los besos, que tu boca provocan, deslizándose, perdiéndose desde mi cuello llegando a beber cada poro de mi piel... Hacerte sentir sensaciones nuevas,  jugar con tus miedos, con tus risas, que, el momento  sea solo nuestro, que olvidemos el convulsionado mundo, y, que, solo importe nuestro amor... Ese es mi sueño, hacerte feliz... Ese es mi deseo, que sientas placer... Ese es mi propósito, que me ames cada día más. Que no temamos ni a la muerte misma, que Dios nos una en el mas allá. Entonces podré acabar mi libro, solo entonces, cuando la fantasía se torne realidad.
A veces me observo en el espejo,  y no alcanzo a reconocerme más, día a día sigo buscándome y no me puedo encontrar, cierro mis ojos  y cuando los vuelvo a abrir me veo desconsolado, como uno de esos ángeles caídos, sin amor, sin vida, sin futuro, ni pasado, mas, otras veces trato de verme  en los ojos de esos extraños  que deambulan junto a mí, hasta que un día te conocí y volví a encontrarme sonriente y feliz reflejándome en esos cristalinos ojos, desde ese mismo instante te amé, qué sensación más extraña  es la que hoy siento, mi pensamiento parece escaparse y mi mirada continúa perdiéndose en el infinito de la tuya, dudo por un instante,  entrecierro mis ojos y cuando los vuelvo a abrir, tú ya no estás, ¿cuántas vidas han pasado,  y cuántas vidas deberán pasar para que vuelva a encontrarte  y lograr que al fin seas  mío?
Deseo tener un mundo feliz  estando los dos juntos, yo con mis dulces besos  todos los días te despertaré. Con mis suaves manos  lavaré tus bellos ojos,  para que te despiertes y me des toda tu dulzura. Pero todo eso junto no separado, así nunca  podré  tocarte, ni besarte. Empezaré  a pensar en un futuro andando siempre el mismo camino, viendo nuestros resplandores en los espejos de nuestras caras. Tendremos que andar sin cesar hacia nuestro destino final, donde vaya creciendo todo el amor que ambos sentimos en el corazón”.
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A las tres de la tarde hace calor, Guillermo ha almorzado con Fabián y en el almuerzo ha tomado dos copas de vino para acompañar la copa de mariscos y el pescado, a su pesar, blanco. Se encamina hacia el taller de Pedro. De camino tiene la sensación de desdoblamiento. Advierte que cruza murallas internas. Ve desde afuera las altas torres de sus fortificaciones. Un hombre vestido de traje, mas el viento desenfadado y juguetón le insta a reír. Entra contento al taller y lo encuentra preparando café. De inmediato, Pedro lo recorre barriéndolo entero con la mirada que pesa y mide y admira cuanto lleva puesto y lo que no ve. También le da una entusiasta bienvenida, demasiado cálida, y en las miradas encendidas, de súbito los dos saben que esa tarde no es como todas, que algo más los unirá, Pedro ya tiene el brazo liberado, y por lo que vibra, las emociones y el sentir…  por igual.

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS. CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES MERA COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO, ESCENAS EXPLÍCITAS.

14 comentarios:

  1. Gladys Siempre es maravilloso leer tus bellas novelas que vienen de una gran inspiración mi querida amiga. Feliz y bendecido fin de semana. Abrazos.

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  2. Mary... Maravillosa Eve, me encantó, ya ese amor es irreversible.

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  3. Marilú. Qué linda Eve, al fin ya están allí, a punto, y Juan tiene lo suyo, un beso-

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  4. Lucina Muchas gracias guapa Eve Mónica Marzetti! 🙋🎤🌹🌹🎵🎶🎤💃🚶💃🚶

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  5. Patricia, buenísimo, Eve, me encantó, beso-

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  6. Isa, muy lina amiga, ahora sí va pintando, felicidades.

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  7. Silvia, Estoy, acá, me encantó, feliz cumple, Eve.

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  8. hermoso capitulo... me encanta ese Guillermo enamorado y dulce y ese Pedro que atrevido no se atreve a demostrarle el amor a su hombre. Me duele que Juan haya perdido a un gran amor, pero me gusta que Guille este encontrando el suyo en los brazos de Pedro.

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  9. Acá también Juan está de más Eve...Después de todo lo estuvo engañando a Guillermo...Ya está, es el momento de comenzar una nueva vida...Guillermo y Pedro por siempre...

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