EL
PODER DEL AMOR.
CAPÍTULO
QUINTO.
"Te
quiero tanto. Tú lo sientes, ¿verdad? No está en las palabras, no tiene nada
que ver con decirlo, con buscarle nombres. Dime que lo sientes, que no te lo
explicas pero que lo sientes, ahora."
Julio
Cortázar.
PREVIO…
_Esta mañana recibí un telegrama de tu
suegro, Pedro __anunció Donatti __, dice que o regresas o viajará con Camila.
Hijo, tiene razón, estás prometido, ya viste a tu hermano. Y hay más, tu
abuela…
__Mi familia con sus extravagancias, mi
prometida herida y el mundo entero si es necesario pueden irse al demonio.
__!Pedro! _se escandalizó el sacerdote.
__Lo siento padre, pero nadie parece
entender que mi hermano está enfermo y que me necesita. ¡Al demonio con
todos! ¡Al demonio con los prejuicios! Haré lo que crea que debo hacer y nada
ni nadie me lo impedirá, además necesito ver a mi padre, y saber al fin el
porqué del enfado con mi hermano, nunca creí la excusa que dio.
A pasos de allí, Guillermo sintió que una
corriente eléctrica o algo similar lo atravesó… de cabeza a pies, esa voz…
“Si
vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, a partir de las tres empezaré a
ser feliz. A medida que se acerque la hora me sentiré más feliz. Y a las
cuatro, me agitaré y me inquietaré; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero
si vienes en cualquier momento, no sabré nunca a qué hora vestirme el
corazón... Los ritos son necesarios.”
―
Antoine de Saint-Exupéry, The Little Prince.
“A
veces siento que soy un alma vieja, y que traigo la experiencia acumulada de
otras vidas.
Mi piel me sugería ser un incendio de continuo, y yo aún no había experimentado ni siquiera un simple beso. Mis pasos y mis tropiezos parecían ser perfectamente guiados, con algún tipo de propósito especial o llamado. Trataba de rebelarme para zafar de lo que parecía ser una gran prisión, y que molestaba demasiado en la edad de mi adolescencia, castrando todas mis decisiones e instintos pasionales.
Mi piel me sugería ser un incendio de continuo, y yo aún no había experimentado ni siquiera un simple beso. Mis pasos y mis tropiezos parecían ser perfectamente guiados, con algún tipo de propósito especial o llamado. Trataba de rebelarme para zafar de lo que parecía ser una gran prisión, y que molestaba demasiado en la edad de mi adolescencia, castrando todas mis decisiones e instintos pasionales.
Muchas
veces en mi vida alcé mi mirada al cielo, con la certeza de ser vigilado desde
cerca, reclamando que me liberaran de esa esclavitud. Aunque en el fondo de mi
alma yo sabía muy bien que eso no era un obstáculo, sino una cerca protectora,
que me defendía de los dardos que guiados hacia mí, pretendían hacerme
desfallecer en mi intento de llegar a mi destino.
Hoy
ya no lucho, he tratado de sentarme a la mesa de los dioses para objetar cada
una de sus decisiones y eso fue realmente agotador y una gran pérdida de
tiempo. He decidido que mi vida sea un instrumento útil para aquella causa que
hoy no entiendo, pero a la que le he entregado
el rumbo de mi alma.
Estoy
nuevamente a tu lado amada mía, porque la vida sin ti es como no tener
ilusiones, vivo preocupado con tu manía de que el amor no existe, si te he
demostrado cuánto te amé y duele que dudaras que te di lo que más pude de mi
amor.
Ahora después de tanto tiempo de insistir por tu amor jamás cambiará, porque desde ese momento que nuestras miradas se cruzaron vi como dentro de mi corazón nació lo más bello que hace tiempo había olvidado y volví a creer en el amor que vi solo entre mis padres, hoy veo una vez más la silueta de tu ser tatuada en mi alma.
Aunque estoy vivo gracias al amor que me diste en aquel momento, hoy mis amigos me platicaron de ti y me da gusto saber que estás bien en otro plano y me llena de felicidad que aunque no sea conmigo eres feliz, hoy solo me ofreces tu guía pero no lo acepto, prefiero alejarme y llevarte en lo más profundo de mi alma y corazón, hoy es demasiado tarde porque fui un cobarde cuando no te confesé lo que sentía por ti, mi verdad y ese fue el motivo de que nos alejáramos sin ninguna despedida pero siempre te amaré a mi modo, Ana, me dejaste a Fabián, aunque hoy sé que lo que sentí no es el amor que espero, uno que me resulta imposible y prohibido porque no puedo amar a una mujer”.
Ahora después de tanto tiempo de insistir por tu amor jamás cambiará, porque desde ese momento que nuestras miradas se cruzaron vi como dentro de mi corazón nació lo más bello que hace tiempo había olvidado y volví a creer en el amor que vi solo entre mis padres, hoy veo una vez más la silueta de tu ser tatuada en mi alma.
Aunque estoy vivo gracias al amor que me diste en aquel momento, hoy mis amigos me platicaron de ti y me da gusto saber que estás bien en otro plano y me llena de felicidad que aunque no sea conmigo eres feliz, hoy solo me ofreces tu guía pero no lo acepto, prefiero alejarme y llevarte en lo más profundo de mi alma y corazón, hoy es demasiado tarde porque fui un cobarde cuando no te confesé lo que sentía por ti, mi verdad y ese fue el motivo de que nos alejáramos sin ninguna despedida pero siempre te amaré a mi modo, Ana, me dejaste a Fabián, aunque hoy sé que lo que sentí no es el amor que espero, uno que me resulta imposible y prohibido porque no puedo amar a una mujer”.
__
El
hecho de informarle a Agustín que el doctor Olazábal marcharía ese mediodía a
Córdoba resultó suficiente para tranquilizarlo. Aceptó el desayuno que doña
Generosa le preparó y que María Pancha le dio en la boca, y bebió a cucharadas
una infusión que, según la negra, formaba parte de un vademécum de su tío
abuelo Tito, el boticario. María Pancha que había permanecido en vela gran
parte de la noche, se quedó dormida en un jergón junto a la cama de Agustín
mientras Pedro terminaba la carta que Matías le entregaría a su padre,
preguntándose si lograría conmover a este, se debatía entre recomenzarla en un
tono más deferente o mantener el imperioso que le había surgido
espontáneamente. Por fin cerró el sobre sin incorporar cambio alguno en el
párrafo rogando que su padre se conmoviera y acudiera junto al lecho de su
hermano.
__ ¿La
llevas tú Laurita? Cuidado en el camino, dile a Matías que haga lo que sea por
traer a papá. Necesito que nos hable de Blanca Montes, además de lo que desee
Agustín.
__Lo
haré, Pedro. Iré con Blasco y regresaré en un rato hermanito.
__ ¿Con
quién?
__Bueno,
no, el nombre real es Antonio, disculpa, es medio indio, medio cristiano, pero
es muy bueno, es amigo de nuestro hermano, vive en el Fuerte Sarmiento _explicó
Laura.
__Ve,
Gaby, cuídate.
__Me
gusta cuando me dices Gaby, solo Agustín y tú me llaman así.
__Vamos,
que te acompañaré un tramo.
“El
alma no crece en los árboles, sin embargo se nutre de nuestro entorno, como el
cuerpo de la comida. El alma necesita ser alimentada con visiones hermosas, palabras
que llenen o por quien sabe besar el alma.
Besar
el alma es saber tener paciencia, comprensión, y nunca juzgar a nadie,
simplemente aceptar a las personas como son. Besar el alma es abrazarse cuando
hay soledad, cuando se está triste sin decir nada, solo sostenerse con ese abrazo de
apoyo. Besar el alma, es sentarse juntos cuando no hay necesidad de hablar,
cuando solo hace falta el silencio, al no hacer preguntas. Besar el alma, es
sentir otras manos que dan apoyo fortaleciendo esa esperanza de vida y de
compañía. Besar el alma, es decir un te amo con la mirada. Besar el alma es
fácil, solo basta que decidamos bajar del pedestal del orgullo que muchas veces
nos rodea y nos consume. Cuántos de nosotros necesitamos de ese beso en el alma
que nunca llega, que nunca he dado, y que jamás he sentido. ¿Llegará ese beso
en alguna mirada? Quizá si alguien ve mi corazón abierto en la mía y si logo yo
besar el alma de los demás.
Antes
de conocer el amor desde siempre lo he soñado, yo sé que lo encontraré, que tú
y yo quienquiera que seas hemos nacido para ser uno, después de tanto soñarte, aprendí
a desnudarte con un lápiz, a acariciarte en el papel en mis sueños, a bañarme junto a ti sintiendo cómo el jabón se desliza por tu piel, con la tinta de mi
pluma, aprendí incluso a hacerte el amor
sobre verbos de amor y pasión. Yo a
ti aprendí a amarte leyendo las páginas
secretas de tu alma antes de haberte encontrado.
secretas de tu alma antes de haberte encontrado.
El amor
puede nacer en cualquier espacio donde abundan sentimientos profundos y libres,
en el final de un camino inimaginable, de una forma que jamás esperarías, en
sueños que crecen de la nada, de una rosa cuando comienza abrir sus pétalos.
Solo necesitas de una mirada cautivadora para caer en las redes de una telaraña
deseada que se apodera de cada pensamiento en tu interior conquistando el alma.
El amor puede silenciar los miedos
o hacerte gritar tus verdades. El amor puede respirar sin temores y nos marca el sentido de un camino que deseamos en las brisas pausadas del viento. El amor puede romper tu mañana hermoso o cicatrizar las heridas de un ayer tormentoso. El amor propaga su propia luz en las penumbras inciertas de la oscuridad, puede convertir una desilusión en un beso delicado y pasional. El amor traspasa los límites de la cordura, absorbe el sentido común de la razón. El amor hace que ardan en llamas las puertas blindadas del corazón, entrando en su interior y apoderándose del tesoro que guarda en sus arcas. El amor te ahoga en las lágrimas producidas por el dolor inevitable que provocan los recuerdos nostálgicos en el tiempo.
o hacerte gritar tus verdades. El amor puede respirar sin temores y nos marca el sentido de un camino que deseamos en las brisas pausadas del viento. El amor puede romper tu mañana hermoso o cicatrizar las heridas de un ayer tormentoso. El amor propaga su propia luz en las penumbras inciertas de la oscuridad, puede convertir una desilusión en un beso delicado y pasional. El amor traspasa los límites de la cordura, absorbe el sentido común de la razón. El amor hace que ardan en llamas las puertas blindadas del corazón, entrando en su interior y apoderándose del tesoro que guarda en sus arcas. El amor te ahoga en las lágrimas producidas por el dolor inevitable que provocan los recuerdos nostálgicos en el tiempo.
Amor.
Toma mi mano y abraza el misterio de mi soledad para siempre, desata tus
virtudes en las intimidades de mi ser, elévame hasta sentirme como un ángel en
el cielo, donde te encontraré en las paredes imaginarias que aíslan mi destino.
Acompáñame
a caminar, te invito a tomarnos de la mano y descubrir un camino el cual solo tú
y yo caminaremos, un camino que nos
llevará más lejos de donde el sol se esconde,
visitaremos la luna cuando esté en todo su esplendor y nos quedaremos a acompañarla cuando se sienta sola, iremos al
infinito, nos acostarnos en el suelo
mirando una lluvia de estrellas, las contaremos una a una. Reiremos lo sé, mucho, porque la felicidad será nuestro abrigo y
nuestro amor el alimento, solo
acompáñame a caminar en este mundo que solo inventamos y conocemos tú y yo.”
Agobiado
y vacío Guillermo entró al parque sin aliento y se apoyó en un árbol cualquiera dejándose
abrazar por el sol y la brisa cerrando los ojos, pero de repente, como si una
flecha hubiera sido disparada a su corazón hiriéndole de muerte abrió los ojos
son saber el porqué. Un llamado, una
ilusión, un súbito reconocimiento, una alarma… su desesperación de una vida que terminaba sin
sentido, algo superior que le avisaba que estuviera alerta, no supo cuál
era el mensaje pero su corazón se detuvo, más bien su alma y su corazón
escaparon de su cuerpo para adentrarse en el de alguien que todavía no había
visto pero que al volver la cabeza apareció cual espejismo, cual dios del
Olimpo, cual milagro inesperado y buscado por siglos.
¿Quién
era? ¿Existía o era su necesidad de inventarlo?
Guillermo
sintió que con ese Adonis regalo del cielo llegaba a su vida un
barco, el que lo llevaría a un puerto seguro no sin antes transcurrir una
travesía escabrosa y no entendía por qué había tardado tanto tiempo en llegar
para rescatarlo de ese vacío existencial, de la mentira, de la farsa de su
vida.
Pero
ahora allí estaba, a pasos de él, tan cerca que casi podía escuchar sus latidos
y su respiración al tiempo que su corazón iba hacia él con su alma y el aire se
escapaba de sus pulmones, era ÉL, EL AMOR, el que siempre supo que existía en
algún rincón del tiempo y del espacio pero que había dejado de esperar, y cuyo
lugar a su lado había ocupado con relaciones inadecuadas. Al ver una sonrisa
con hoyuelos que se regalaba al universo opacando la luz del sol, sintió que
podía morir en ella, en ese instante, contra ese árbol y que su vida habría
tenido sentido. Y sin embargo, ese ser llegaba como un amor prohibido, por ser
hombre, por ser huinca.
“Llegaste
a mi vida, un día llegaste a mi vida como un soplo de viento que mueve al son
mis cabellos, tus caricias tan divinas recorren mi rostro sumergido en tu
éxtasis de locura.
Mis ojos cerrados hacen que mi mente te piense y muerdo mis labios por el deseo de tenerte.
Tengo miedo de sentirme tan bien contigo y es el riesgo que corremos porque el amor es así. Moriré de terror un día al despertar y no verte, por saber que te has ido para no volver a mis brazos ansiosos de ti. Eres mi vida, aunque estés al otro lado del mundo, ¿quién sos precioso? ¿Qué haces tan cerca de mi hermano? Estas son las páginas de los diarios arrancadas que fueron horas, días y momentos hermosos que se vivieron, pero no más...
Tal vez son pequeñas historias que han tocado las fibras más íntimas del alma y quedarán en el recuerdo de aquellos corazones dolidos por el destino. Dejemos lanzada una rosa roja en el río por ellos y que fluya en el infinito. Sé que serás prohibido, tanto como que voy a amarte, que ya incluso te amo”.
Mis ojos cerrados hacen que mi mente te piense y muerdo mis labios por el deseo de tenerte.
Tengo miedo de sentirme tan bien contigo y es el riesgo que corremos porque el amor es así. Moriré de terror un día al despertar y no verte, por saber que te has ido para no volver a mis brazos ansiosos de ti. Eres mi vida, aunque estés al otro lado del mundo, ¿quién sos precioso? ¿Qué haces tan cerca de mi hermano? Estas son las páginas de los diarios arrancadas que fueron horas, días y momentos hermosos que se vivieron, pero no más...
Tal vez son pequeñas historias que han tocado las fibras más íntimas del alma y quedarán en el recuerdo de aquellos corazones dolidos por el destino. Dejemos lanzada una rosa roja en el río por ellos y que fluya en el infinito. Sé que serás prohibido, tanto como que voy a amarte, que ya incluso te amo”.
Pedro
se detuvo a tomar agua, apenas había corrido tras dejar a Laura en la entrada, sintió que
las piernas se negaban a continuar, eran absorbidas por la tierra como si una
fuerza misteriosa, sobrenatural las anclara al lugar y no era el cansancio, el
calor o la sed que le impedían continuar su camino.
Presentía,
sentía, saboreaba, palpaba, inhalaba, escuchaba una voz que le decía que en ese
aquí y ahora había llegado a su lugar en el mundo, a su tiempo… ¿al Amor?
Entones
impelido por una potente corriente electromagnética giró la cabeza hacia
uno de los miles de árboles del parque y su mirada encontró a otra, a
otra proveniente de unos enigmáticos ojos que lo paralizaron y lo hicieron
estremecer. La razón le ordenaba a sus piernas seguir corriendo pero el cuerpo
se negaba a obedecer a las órdenes de su mente, temblaba, el corazón se aceleraba
mucho más que con el ejercicio y no podía respirar, y la misma fuerza que
lo atrapaba, lo atrajo a dar un paso hacia él, y otro y uno más. Pero de
pronto quien fuera que fuese desapareció de su campo de visión como tragado por
la tierra, se preguntó si acaso lo había imaginado.
Pedro
se apoyó en el árbol intentando disimular, pero sentía que temblaba y que las
piernas no lo sostenían, lo sentía clavado en su pecho.
“Acompáñame
a caminar, te invito a tomarnos de la mano y descubrir un camino el cual solo tú
y yo caminaremos, un camino que nos
llevará más lejos de donde el sol se esconde, visitaremos la luna cuando este en todo su
esplendor y nos quedaremos a acompañarla cuando se sienta sola, iremos al
infinito, nos acostaremos en el suelo
mirando una lluvia de estrellas, las contaremos una a una. Reiremos lo sé… mucho, porque la felicidad será nuestro abrigo y
nuestro amor el alimento, solo
acompáñame a caminar en este mundo que solo inventamos y conocemos tú y yo.”
A la
entrada del hotel de doña Sabina, Gabriela, o Laura se encontró con Prudencio
que cargaba los baúles de Matías, mientras Antonio, el joven del establo,
alimentaba a los caballos y les revisaba las herraduras sin apartar la mirada
de ella. Ya había clientes en la pulpería y las miradas que le lanzaron la
obligaron a acelerar el paso con una fea sensación de incomodidad y miedo. Iba
a llamar a la puerta de la habitación de Matías
cuando se abrió.
__!
Laura! __exclamó y le sonrió__. Pensé que no vendrías a despedirme. ¿Estás con
Pedro?
__Sola,
te traje la carta para mi padre __dijo y se la entregó.
__Todavía
creo que esto de que se queden solos es un disparate __insistió él__. Esta
villa no es como Buenos Aires. Aquí la gente es distinta. Están acostumbrados a
cosas que ustedes ni siquiera pueden imaginar. ¿Por qué mejor no enviar a
Prudencio?
Laura
le apoyó un dedo sobre los labios para acallarlo y Matías percibió el aumento vertiginoso en
las pulsaciones de su corazón. La idea de dejarla en una población acechada a
diario por malones y otras pestes no lo
desconsolaba tanto como el hecho de separarse de ella cuando había
creído que la tendría para él. La contempló largamente y en silencio, mientras
se resignaba a la idea de que jamás adivinaría qué clase de sortilegio le había
caído el día en que la conoció. La supremacía que Laura Gabriela Escalante
ejercía sobre su voluntad, sobre su vida, se le antojó solo apenas menor que la
que ejercía Pedro, es decir infinita. Desconocía el límite propio frente a las
veleidades de aquella chiquilla de veinte años.
Medio
enfadado, medio embriagado de deseo, la tomó por la cintura y la besó en la
boca, un beso audaz, espontáneo, anhelado, sus labios hambrientos sobre los de
ella, sus cuerpos que se rozaban, sus manos que la exploraban. A lo largo de su
vida, Matías había cubierto de besos a muchas mujeres, aquel beso, sin embargo,
fue el primero que lo sacudió desde los fundamentos.
Laura
se mantuvo inerte y no ofreció resistencia. Cerró los ojos y pensó: “No se
puede pedir un favor tan grande sin dar nada a cambio”. El beso no la
estremeció, ni la pasión que exudaba Matías, ni lo que le susurró antes de
separarse de ella y marcharse aprisa hacia la calle.
Se quedó
en medio del corredor preguntándose por qué no lo amaba. Porque ciertamente no
lo amaba, ni tampoco a su prometido. En ella y en Pedro no habían florecido las
pasiones y delirios que dominaban los párrafos de la dama de las camelias,
ciertamente mucho menos en Agustín, o los de Amalia, mucho menos todavía, al
parecer los hermanos Escalante no estaban hechos para amar como el sentir que
transmitía el versar de Dante inspirado por Beatrice Portinari, ni los versos que Petrarca había escrito en honor de
Laura de Novoa. Ella como Pedro, palpitaba y suspiraba por amores ajenos, los
que hallaban en las prosas y en los poemas de los libros. Entendían los motivos
de la dicha y de la angustia de los personajes, eran capaces de vislumbrar lo
que estaba hondo en los espíritus de esos hombres y mujeres. Sin embargo, ellos
jamás habían sentido algo parecido.
Corrió
hacia la calle temiendo que la galera de Matías hubiese partido y lo encontró
conversando con un militar. Al verla, Matías bajó el rostro avergonzado, y ella
se sorprendió de su actitud, tan inusual. Un instante después, ella misma, al
tener verdadera noción de lo que acababa de ocurrir entre ellos, experimentó
cierto pudor.
Con
todo, avanzó decidida, debía expresarle su gratitud convenientemente.
__Hilario
_comentó Matías__; deseo presentarte a
la señorita Laura Escalante, hija del generan José Vicente y hermana del padre
Agustín. Laura, el coronel Hilario Racedo, comandante a cargo interinamente del
Fuerte Sarmiento. No dudes en acudir a él ante alguna amenaza ranquel.
El
militar tenía la mirada deshonesta y la cicatriz que le surcaba la mejilla
izquierda la acentuaba, Laura le notó un aspecto repulsivo. Racedo se deshizo
en halagos, no solo referidos a la belleza y refinamiento de Laura, que contrastaban
visiblemente con la mediocridad del lugar, sino a la valentía e inteligencia
del general Escalante, que había sido compañero de armas de su padre, el
teniente coronel Cecilio Racedo.
__Después
del general San Martín, sepa usted señorita Escalante, que a quien más admiraba
mi padre era al suyo. He pasado gran parte de mi vida escuchando las anécdotas
del cruce de Los Andes y de las batallas que libraron juntos. Sé que su padre y
el general fueron grandes amigos.
__Mi
padre profesaba un sincero afecto por don José __ admitió ella lacónicamente.
__ ¿Cómo
se encuentra doña Carolina Montes? _prosiguió Racedo.
__No
sabía que conocía a mi tía _se sorprendió Laura.
__
¿Y quién no conoce a su admirada tía, señorita? No debe existir un alma en toda
Buenos Aires que no haya, aunque más nos sea, sentido hablar de ella.
__Sí,
es cierto __aceptó Laura, conocedora de la capacidad de su tía abuela para
hacer amistades y recoger protegidos __. No sé si sabrá usted, coronel Racedo,
que mi tía enviudó en el mes de octubre. Sí, fue un golpe muy duro para ella.
Ahora se encuentra en París arreglando los asuntos del testamento de tío Jean-
Emile. Como sabrá coronel, mi tío abuelo era francés.
__!Qué
inconveniente! _expresó Racedo, y el modo afectado que empleó, fastidió a Matías__.
Y encima de semejante pesar, la pobre doña Carolina debe hacerse cargo de la
complicación de los herederos y el testamento.
__Gracias
a Dios __interpuso Laura; ese no es el caso de mi tía. Ella está en París con
su hijastro, Armand, quien la ayudará en todo. Siempre han tenido gran cariño.
En
este punto, Olazábal cerró el diálogo y se excusó en la prisa por partir hacia
Córdoba. Laura le deseó buen viaje y, mirándolo directo a los ojos, lo llenó de
ilusiones cuando le tomó las manos y le concedió un “gracias”. El coronel Racedo también se
despidió calurosamente y lamentó una vez más el repentino periplo a la capital
que echaba por tierra la cita para almorzar.
__Ve
tranquilo, Matías __expresó___; mientras te ausentes, yo mismo me haré cargo de
la seguridad de la familia Escalante.
Matías
trepó a la galera y saludó una vez más antes de partir. Mientras el coche se
alejaba, se quedó mirando la figura de Racedo, alta e imponente, y la de Laura,
menuda y vulnerable, una al lado de la otra, tan próximos. La galera tomó por
el camino hacia el pueblo de Tegua y los perdió de vista. Corrió el visillo,
buscando la sombra, y se echó sobre el respaldo del asiento, mientras la imagen
de Pedro inundó la mente.
“Esto
es un disparate”.
__
Ante
la insistencia de Racedo, Laura permitió que la escoltase a lo del doctor
Javier. El hombre ató su caballo al palenque de doña Sabina y emprendieron la marcha
a pie. Racedo entonces se interesó por la salud del padre Agustín y lo elogió
tanto como lo había criticado el día anterior por su amistad con los ranqueles.
Laura, supuso que si no hubiese sido por su parasol, el coronel se hubiera
acercado demasiado.
Consciente
de que su situación era impropia para la hija de una familia decente y de que
Racedo se comportaba como un caballero al no mencionarla, Laura percibió, sin
embargo, un tono insolente en su
perorata. El militar mencionó su viudez repetidas veces y ella se convenció de
que lo hacía para dejar en claro su condición de hombre libre, con una
conveniente situación en la vida, mientras su única hija, Clotilde Juana, se
hallaba bien encaminada, casada con el hijo de una familia influyente de Luján.
Habló también de su sobrino, Eduardo Racedo, a quien se refirió como el hijo
que se le había negado tener.
__No
debería regresar sola a lo de doña Sabina __sugirió__. Vendré a buscarla a la
hora que usted me indique.
__No
estoy sola, gracias, mi hermano Pedro seguramente regresará al hotel, al menos
a cambiarse, le agradezco, coronel Racedo, pero no será necesario. Además
quizás esta noche me quede en casa del doctor Javier a cuidar a mi hermano __mintió.
__Vendré
de todos modos, deseo conocer a su hermano Pedro. Le prometí a mi amigo Matías
que los cuidaría, y pienso honrar mi palabra, esta zona está llena de
ranqueles.
__
Con
el trascurso de los días, Pedro no solo conoció a Racedo sino que deseó como su
hermana pequeña que no le hubiese prometido nada a Matías. La simple
preocupación por el bienestar de los hermanos y su seguridad se había
convertido en un asedio permanente. Por la mañana, los aguardaba a uno o a
ambos en la pulpería para escoltarlos a casa del médico y los acompañaba de
regreso, muy tarde de noche, por lo general solo a Laura puesto que Pedro no
deseaba alejarse de Agustín. Laura se daba cuenta que el militar se aseaba y
perfumaba especialmente, no volvió a notarle barba de tres días desde la
primera vez, ni las botas o el uniforme percudidos de polvo. Le brillaban los
botones de la guerrera y la hebilla del cinto. Se lo topaba más que Pedro y
también cuando iba a lo del boticario o cuando acompañaba a doña Generosa a
casa de una vecina para rezar la novena por su hermano. María Pancha ya le
había tomado ojeriza y el doctor Javier le daba a entender que no se trataba de
un buen hombre. Supo por Lorena que se lo tildaba de cruel y arrogante. Los
soldados le temían y los indios lo detestaban.
__Pueblo
chico, infierno grande __sentenció María Pancha, una tarde mientras Agustín dormía
__. Dentro de poco, todo Río Cuarto.
Dirá que estás coqueteando con Racedo mi niña. No quiero pensar que esos
embustes lleguen a oídos de tu abuela.
El
acoso de Racedo, que se presentaba insoslayable terminó convenientemente gracias al malón que arrasó Achiras,
un pueblito en el límite con San Luis, y que lo alejó por un tiempo. Por
primera vez, Laura era libre. Iba y venía por las calles sin compañía o con la
de Blasco. Y nadie le reprochaba nada, María Pancha se había olvidado de ella,
casi tanto como Pedro, abocados y consagrados como estaban al cuidado del
padrecito. Laura disponía de tiempo y de su vida como si estuviese sola en el
mundo.
A pesar de su interés por Agustín, Pedro sentía lo mismo. A pesar de que su mente
y su corazón siempre habían amado la libertad ahora también la sentía sobre su
cuerpo que vibraba. Después de haber
saboreado la libertad, se preguntaba cómo soportaría de regreso en Buenos Aires
la voz aguda e imperiosa de la abuela Ignacia, los escándalos de la tía Dolores
y tía Soledad, o los reproches de Magdalena.
Aunque
el doctor Javier era cauto y no expresaba lo que los hermanos esperaban
escuchar, ellos presentían que Agustín recobraba la salud día a día. Cierto que
aún sufría ahogos, que la fiebre no remitía y que los esputos continuaban
sanguinolentos. No obstante nadie les quitaría de la cabeza que su hermano no estaba tan consumido como
aquella primera noche en el convento y ni siquiera el escepticismo de María
Pancha les haría cambiar de opinión.
El
padre Donatti, visitaba la casa del médico a diario. Traía la comunión a todos,
les leía los Evangelios y rezaba el rosario. En esas ocasiones, María Pancha,
Pedro y Laura a veces los dejaban a solas. Pedro y Laura se zambullían en sus
libros de turno, mientras la negra completaba en la cocina sus infusiones y
tónicos o iba al hotel de doña Sabina a tomar un baño y mudarse de ropa. Allí
la aguardaba Lorena, quien, a pedido expreso de Laura, la atendía a cuerpo de
rey. Era la primera vez que alguien servía a María Pancha, y la incomodidad y
la extrañeza ganaban a cualquier sentimiento agradable. Más de una vez se tentó
de preguntarle a Lorena cuánto dinero le había pagado el doctor Olazábal para
que los atendiera como a gente de la realeza, porque no le parecía que la
sobrina de la pulpera fuera del tipo servicial por naturaleza.
Un
día, a la hora de la siesta, mientras el padre Donatti visitaba a Agustín,
Pedro leía: “Excursión a los indios ranqueles”, regalo de su hermano. De pronto
cerró el libro y se mantuvo reflexivo.
__ ¿Cómo
era la madre de Agustín? _preguntó un momento después, y María Pancha detuvo
sus dedos ágiles que cosían.
__ ¿Qué
deseas saber?
__Todo.
Cómo era su aspecto, cómo era su manera de ser, cómo era su relación con mi
padre. Tú la conocías bien.
__Sí.
Muy bien.
__
Hay algo en esa mujer __ prosiguió, Pedro__
de lo que nadie quiere hablar.
__!
Qué ocurrencia, niño! __se impacientó la negra.
__ ¿Qué puede haber?
__ ¿Por
qué Agustín necesita hablar con mi padre acerca de su madre? La noche en que llegamos
a Río Cuarto, él pidió que le dijéramos a mi padre que deseaba háblarle de su
madre.
__Eres
curioso, Pedro.
__Y
más curioso me vuelvo cuando me doy cuenta de que nadie habla de la madre de mi
hermano, es más, evitan mencionarla. Mi madre, mis tías y mi abuela parecen
odiarla.
__Fue
la primera mujer de tu padre __intentó María Pancha con la que parecía excusa
suficiente para justificar el resentimiento hacia Blanca Montes__. ¡Y ya deja
en paz a los muertos! __se enojó__. Voy a lo de doña Sabina a cambiarme de
ropa.
La
recitación monótona de las letanías le indicó a
Pedro que Donatti y su hermano pronto terminarían el rosario. Retornó a
las páginas del libro que siempre lograban quitarle de la mente las
preocupaciones y dudas, Matías y su viaje a Córdoba lo inquietaban. Laura que
se perdía a menudo más. Pero hacía una semana de la partida de Matías y todavía
no sabía nada de él. María Pancha los tranquilizaba al decirles que en realidad
había transcurrido poco tiempo, pero no era así para su hermano.
__!
Ojalá me enviara un mensaje! __deseó Pedro.
El
padre Donatti salió del cuarto y Pedro notó que aún llevaba la estola alrededor
del cuello y, en la mano, la cajita de
madera donde guardaba el óleo para la extremaunción.
Mientras
todos se movían alrededor de Agustín, Guor se mantenía a distancia, observando
a los hermanos, había adivinado que no podían ser más que ellos, los hermanos
de Agustín.
Poco
después, había sido Blasco quien le confirmara la identidad de cada uno.
“He
callado mis palabras, no mis pensamientos, tampoco mis sentimientos por ti,
muchacho irreverente, me he dicho, ya llegará el día en que pueda gritar tu nombre,
y pienso en voz alta, cuándo es que podré decirlo.
Hoy,
que es el medio día de un día cualquiera
tengo más que un silencio, un vacío de
ausencia, una llenura de mariposas en mi estómago que me dice y me repite tu nombre, tatuado en
mi alma enamorada.
Sabes,
al empezar a escribirte, como siempre, me puse a imaginarte, llegando con esa
ansiedad de lo desconocido, mirando por todos lados, tratando de descubrirme en
rostros ajenos al mío, quizá buscándote muchacho, pintado de palabras bonitas.
Qué
cosa condena a mi familia… hacer
silencio, mientras este corazón se llena de algarabía tan solo de pensarte,
repitiendo la misma historia, abrazarte y entregarme a ti, con el maravilloso
vehículo del pensamiento, que en un cerrar de ojos tuyo y mío, podemos
fundirnos eternamente, nombre de hombre prohibido, Pedro.
Ya
deseo declararte hoy lo que guardo vida
mía y lo que mi ánima eximia cuando contigo no estoy. Por eso solo quiero darte
de la pasión sin tregua que mora por mi lengua y se muere en saludarte. Te
amaré sin condiciones, más, de todas las maneras y en tu piel serán
pioneras de todas esas aficiones. Porque solo ansío amarte como digo en estas
letras porque todo compenetras y todo anhelo voy a reclamarte. Como la luz de
tu mirada o los mimos de tus besos, de esos que son traviesos si no te encuentran
parado. Dame el aire que respiras, de tus manos sus delicias y entregaré mis
caricias cada vez que me suspires. A tu piel acercaré lento y arrodillaré cual
templo en el reino que contemplo y en el alma tanto siento. Te rodearé en mis brazos, te recitaré en mi regazo y apretaré fuerte ese lazo por
ser un verbo a trazos.
Escribiré
un largo poema que te dirá lo que sienta por mantenerte contento y seré ese día
un teorema. Y disfrutar cada segundo sí,
presto de tu compaña cuando a la mía la ataña esos ojos de otro mundo. Y
hasta el sol tiene celos de tus luceros y su brillo que en mi sueño acaudillo por
llenarlos de consuelos.
Perdón
si hoy te hablo pero no te molestaría y mucho menos para conspirar, solo
deseaba que supieras que siempre estaré derramando este amor a tus pies y mi
corazón late y es por ti, sabrás cuando estés frente a mí que tú eres quien
llenas mi corazón destrozado y cada día se hace más fuerte porque me llenas con
la chispa de tu recuerdo, tú eres el remedio para calmar mi dolor en el cual vivo cada día, porque con solo tu
presencia logras dar luz a mi vida.
Hoy daría hasta mi propia vida por tenerte nuevamente junto a mí, y si en algún momento llegara a pasar, te demostraría cuánto te amo, porque no sé cómo expresar este amor que siento hoy por ti.
Hoy, en este día, tengo celos del hombre que tienes a tu lado, porque él ahora llena tu corazón y está siempre a tu lado, como cuando en mis sueños estás junto a mí, donde sientes amor por mí, sé que no sientes nada, ni siquiera me conoces pero siempre te llevaré tatuado en mi alma y corazón, sé que aún tengo los momentos y los recuerdos de aquel bello amor de mis sueños, de esa única mirada que me halló desprevenido, que hoy es mi única esperanza de llevarte hasta la eternidad.
Ahora en estos momentos que pasan escucho tu dulce voz y me llena de alegría, me da mucho gusto saber que estás bien, siento un poco del amor que imagino sientes por mí y no lo pude pelear en aquel momento.
Solo te pido un favor, sé que no es mucho pedir pero jamás olvides, que un día te amé y que eternamente estaré para ti, siempre te deseo que recuerdes que hay un loco enamorado esperando por ti, aunque seas huinca y el hermano de Agustín”.
Hoy daría hasta mi propia vida por tenerte nuevamente junto a mí, y si en algún momento llegara a pasar, te demostraría cuánto te amo, porque no sé cómo expresar este amor que siento hoy por ti.
Hoy, en este día, tengo celos del hombre que tienes a tu lado, porque él ahora llena tu corazón y está siempre a tu lado, como cuando en mis sueños estás junto a mí, donde sientes amor por mí, sé que no sientes nada, ni siquiera me conoces pero siempre te llevaré tatuado en mi alma y corazón, sé que aún tengo los momentos y los recuerdos de aquel bello amor de mis sueños, de esa única mirada que me halló desprevenido, que hoy es mi única esperanza de llevarte hasta la eternidad.
Ahora en estos momentos que pasan escucho tu dulce voz y me llena de alegría, me da mucho gusto saber que estás bien, siento un poco del amor que imagino sientes por mí y no lo pude pelear en aquel momento.
Solo te pido un favor, sé que no es mucho pedir pero jamás olvides, que un día te amé y que eternamente estaré para ti, siempre te deseo que recuerdes que hay un loco enamorado esperando por ti, aunque seas huinca y el hermano de Agustín”.
__No
padre, no he contestado a mi abuela, ni pienso hacerlo a mi novia.
Donatti
conocía bien a Pedro y a Laura y sabía que no le temían a los castigos de su
abuela, ni a perder a Lahite y a Camila, ni a la afrenta que los aguardaba en
Buenos Aires. Eran demasiado audaces para dejarse estafar por amenazas de esa
índole. Pero él sabía que los aterraba la idea de perder a su hermano. Donatti
los admiraba en aquel momento y pensó que se trataba de jóvenes
extraordinarios. Caminó con Pedro a través del patio y de la sala y hasta la
puerta principal.
__Usted
conoció a Blanca Montes, ¿no es cierto, padre?
__Sí
_aseguró Donatti, y le echó un vistazo, extrañado.
_ ¿Cómo
era?
__
¿Cómo era? Silenciosa, callada, hermosa, y sin embargo, con un mundo interior
rico y pleno, instruida como pocos. Sabía de medicina.
__ ¿Medicina?
__Su
padre, tu tío abuelo, el doctor Leopoldo
Montes, era médico, y Blanca soñaba desde muy joven con serlo, al no poder lo
asistió como enfermera. Además de leer mucho, era muy observadora, y aprendió
viendo trabajar a su padre a lo largo de los años.
__Una
vez escuché decir a María Pancha que era muy hermosa.
__María
Pancha la conocía muy bien, Pedro, eran como hermanas. De todos modos, eso de
la belleza, no es parcial. Aunque más que hermosa, Blanca Montes era
inteligente e intrigante.
__ ¿Intrigante?
Se
escuchó la voz de Generosa, que apareció en el zaguán con su hijo Mario y la
doméstica, que la ayudaba con las
canastas de víveres. Mientras la dueña de casa y su hijo saludaban a Donatti,
Pedro regresó al lado de sus hermanos. Agustín se hallaba inquieto a causa de
la fiebre y la dificultad para respirar. Laura le cambió el paño de la frente y
Pedro le tomó las pulsaciones como el doctor les había enseñado. Alistó la
medicina y el ungüento de alcanfor que María Pancha le había preparado y que le
frotaban sobre el pecho.
__Si
al menos existiera un hospital, un sitio mejor _aventuró Pedro resignado.
__ ¿Noticas
de papá? _susurró Agustín sobresaltándolo.
__No
todavía, pero dentro de poco Matías estará de regreso con el general Escalante
a su lado _mintió Pedro, que poco a poco perdía la confianza en el éxito de la
misión de Olazábal.
__Supongo
que solo resta esperar, que más no se
puede hacer.
__Hace
tiempo que nuestro padre se olvidó de esa pelea que tuvieron cuando decidiste
tomar los votos _tentó Pedro.
__Hay
cosas que ustedes no saben, Pedro _admitió Agustín__, tal vez demasiadas cosas.
Aquella vez fui muy duro con papá, le dije cosas que no merecía.
__ Ya
te dije que las ha olvidado.
A
pesar que el día era muy caluroso la fiebre le causaba escalofríos. Laura trajo
piedras calientes de la cocina, las envolvió en trapos y las colocó a los pies
de la cama de su hermano, terminó sudada como si tomara un baño turco, el calor
la descomponía. A continuación lo ayudaron a beber la medicina y le frotaron el
pecho con el ungüento de alcanfor. Agustín lucía a gusto y tranquilo cuando
logró dormirse, y los hermanos se abrazaron aliviados, convencidos de que el
sueño lo preservaba del padecimiento de su enfermedad. Permanecieron de pie
junto al camastro, mientras le contemplaban la consunción de las facciones.
Ahora veían con claridad: los carillos le habían desaparecido, los ojos se le
habían hundido en dos oquedades ribeteadas por círculos violetas y la nariz
emergía más aquilina que de costumbre.
No
quedaba rastro del apuesto Agustín Escalante. Según el doctor Javier, la respiración
fatigosa y el exceso de sudoración eran claves como síntomas del carbunco.
Laura
exhaló un suspiro y se reclinó sobre la mesa mientras Pedro le besó la
coronilla. Estaban muy cansados. Recorrieron la habitación con la mirada y
Pedro la detuvo en un pequeño envoltorio que una india llamada Carmen le había
entregado esa mañana y que aún permanecía arrumbado en el mismo sitio donde él
lo había desechado con aprensión, arrugando la nariz por miedo a que oliera
mal.
“Son
cosas de Uchaimañé”, había asegurado la mujer en un castellano mal pronunciado
pero bien hablado, mientras extendía el bulto a Pedro. “Lucero las encontró
hace poco y me pidió que se las entregara al padrecito Agustín.”
Los
hermanos no sabían de qué hablaba la india, de quiénes, pero como conocían la
estrecha relación de su hermano con esas gentes, no les sorprendió la visita ni
la entrega del envoltorio. Pedro lo tomó sin más y la despidió.
Se
acuclilló frente al bulto y desató los nudos. Observó que Laura dormitaba sobre
la mesa.
Había
un poncho, una cajita de madera tallada y un cuaderno forrado con cuero.
El
poncho correspondía al típico tejido de las mujeres ranqueles que Agustín les
había enseñado a reconocer. Era pequeño, de la talla de un niño. De tonos azules
y rojos, si bien basto y un poco áspero la prenda le pareció bonita, con
armonía en su diseño. En la cajita encontró un guardapelo de oro y una cadena,
se trataba de una pieza muy fina con las iniciales M y P ricamente grabadas en
la tapa. La abrió con cuidado y encontró dos mechones de cabello cuyas
tonalidades contrastaban, uno negro, el otro de un color muy claro. Abrió el
cuaderno, y el corazón le dio un vuelco. En la hoja de respeto encontró la
palabra: Memorias escrita en una caligrafía de pendolista, y al pie, el nombre
del autor: Blanca Montes.
__Hermanito,
es la historia de tu mamá, al fin la conoceremos, pero, ¿quién es esa Lucero?
___
__ ¿Qué
lees tan absorto?
María
Pancha le habló en un susurro y, sin embargo, lo sobresaltó.
__Uno
de mis libros __mintió, Pedro__; regalo de Agustín. Excursión a los indios
ranqueles.
__Yo
también quiero leerlo __expresó María Pancha __, sé que el coronel Mansilla
menciona a tu hermano varias veces durante su relato.
Pedro
escondió el libro en su escarcela junto al ponchito y el guardapelo de oro. Se
sintió mal por actuar así con su criada, a quien nada ocultaba, pero temía que,
en caso de conocer la existencia de las Memorias de Blanca, se las quitara. Ya
se había dado cuenta de que esa mujer sabía algo de lo que a ellos les interesaban
conocer y a otros, ocultar.
El
doctor Javier, de regreso de su última ronda, entró en el cuarto donde dormía
el enfermo. Apenas si movió los labios
para saludar, contagiado por el abatimiento que flotaba en el ambiente. María
Pancha lo ayudó a quitarse la chaqueta, mientras Laura lo desembarazaba del
maletín. El médico se lavó concienzudamente las manos como les había enseñado a
todos, en la jofaina antes de revisar al
enfermo. Le hizo algunas preguntas y le dio ánimos, luego, apartó a la negra y
le indicó:
__Debemos
bajar la fiebre. Una inflamación de las meninges sería fatal.
La
negra conocía muchas técnicas para bajar la fiebre, entre ellas colocar
ramilletes de apestosa ruda bajo los sobacos del enfermo, que el doctor aprobó.
Con el transcurso de los días, el médico había aprendido a respetar la sapiencia
de la negra y a convivir con sus recetas medicinales. María Pancha salió de la
habitación en dirección al huerto de doña Generosa, y Pedro la siguió, no con
la intención de ayudarla sino de respirar aire fresco y renovar los bríos que
le desaparecían dentro de aquella habitación donde la muerte acechaba a su
hermano sin tregua, pensando en si decirle del diario de su madre.
La
negra cruzó el patio a trancos y no
reparó en el hombre que, apartado, conversaba con Mario, el hijo del doctor
Javier. A Pedro, sin embargo, le llamó la atención la desproporcionada
diferencia de tamaño entre el muchacho y el desconocido, que parecía un coloso
al lado de Mario. Nunca había visto a un hombre de espaldas tan anchas ni de
músculos tan recios, que mostraba sin decencia, pues llevaba una prenda
desprovista de mangas. “Demasiado robusto y macizo para ser apuesto, sin
embargo…”, resolvió, entre displicente e intrigado por verle la cara.
“Enséñame
a transcribir en el papel, lo que hemos
escrito en nuestra piel, utilizando como tinta la saliva de nuestras lenguas, enséñame a
sentir cómo nuestra respiración se acelera y se agita con cada beso entregado con lujuria y pasión, enséñame a
vivir en tu cuerpo, bebiendo de la humedad de tu piel y alimentándome de tu fruto prohibido,
enséñame a descubrir cómo es vivir
contigo y a hacer realidad nuestro
eterno sueño, Pedro, se dijo Guor, que lo había adivinado cerca como cada día
desde hacía varios.
Quiero
embriagarme de pasión en el remanso de tus brazos, desnudar mi alma para gozar
este placer de los dos que es amar con el corazón más allá de lo corporal.
Fundirme en tu mirada descubriendo vidas pasadas. Plasmar en sonrisas alegrías dormidas. Murmurar a los oídos palabras de amor acarameladas. Tentar nuestras manos de caricias deseadas mientras nuestros labios saborean mil besos apasionados. Crear sueños de romántica luz para guiar nuestro vuelo alistando las alas del Amor que son plumas calmas de las tempestades de la pasión para sentir que somos prisioneros de los latidos de nuestros locos corazones.”
Fundirme en tu mirada descubriendo vidas pasadas. Plasmar en sonrisas alegrías dormidas. Murmurar a los oídos palabras de amor acarameladas. Tentar nuestras manos de caricias deseadas mientras nuestros labios saborean mil besos apasionados. Crear sueños de romántica luz para guiar nuestro vuelo alistando las alas del Amor que son plumas calmas de las tempestades de la pasión para sentir que somos prisioneros de los latidos de nuestros locos corazones.”
“Me
gusta la gente distinta, esa que defiende sus verdades a voz en cuello.
Respeto demasiado a aquellos que pueden mostrar sus cicatrices sin llegar a sentir que es alguien de menor valor. Amo a esas personas que al exponerte sus ideas logran erizarte la piel, haciendo que en el alma se escuche un concierto musical. Y ese hombre pareciera hacerlo.
Respeto demasiado a aquellos que pueden mostrar sus cicatrices sin llegar a sentir que es alguien de menor valor. Amo a esas personas que al exponerte sus ideas logran erizarte la piel, haciendo que en el alma se escuche un concierto musical. Y ese hombre pareciera hacerlo.
Por
ello, me apartaré de aquellos que hablan
solapadamente, logrando disfrazarse tras una voz dulce y tenue. Porque son
capaces de venderse a cambio de monedas.”
“Hoy
te imaginé, pregunté por ti, Pedro, llegué hasta donde estabas y cuando te
hablé, sentí el temor de que me despreciaras,
que no me contestaras, pero en ese momento te entregué mi corazón, hoy tengo
temor de perder tu compañía y la presencia de tu alma bondadosa.
Ahora estás aquí junto a mí a pesar que nunca pensé que ibas a llegar a lo más profundo de mi alma, tú eres mi gran verdad, como tu mirada tan llena de luz la cual me brindas a cada instante con la magia del amor, cuando salgo de este hogar siento un nudo en la garganta de sentir la ausencia de tu compañía y solo deseo regresar para estar nuevamente junto a vos.
Hoy estoy dispuesto a dejar todo para estar eternamente entre tus brazos, y la luna llena que brilla en el firmamento sea testigo fiel del gran amor que siento hoy por ti y pasaría toda mi vida junto a ti, aunque un instante sea toda la eternidad, porque no deseo estar lejos de tu presencia.
Una vida sin ti es como estar muerto en vida, mi alma te tiene grabado muy dentro de mi ser, hoy mi vida es solo para ti, porque eres la razón de mi existir.
Tú tienes el poder en mí y esta vida es solo para ti, en tus manos te ofrezco lo que soy y si tú me das la oportunidad de demostrarte lo que vales para mí, el día que llegue el momento de cerrar mis ojos deseo que sea junto a ti.
Mi vida sin ti es como un vacío lleno de soledad y amargura, como el recuerdo de tus suaves caricias, los dulces besos llenos de pasión y tu mágica voz como bellas melodías, hoy en mi vida eres tú a quien deseo tener toda la eternidad, Pedro.
Ahora estás aquí junto a mí a pesar que nunca pensé que ibas a llegar a lo más profundo de mi alma, tú eres mi gran verdad, como tu mirada tan llena de luz la cual me brindas a cada instante con la magia del amor, cuando salgo de este hogar siento un nudo en la garganta de sentir la ausencia de tu compañía y solo deseo regresar para estar nuevamente junto a vos.
Hoy estoy dispuesto a dejar todo para estar eternamente entre tus brazos, y la luna llena que brilla en el firmamento sea testigo fiel del gran amor que siento hoy por ti y pasaría toda mi vida junto a ti, aunque un instante sea toda la eternidad, porque no deseo estar lejos de tu presencia.
Una vida sin ti es como estar muerto en vida, mi alma te tiene grabado muy dentro de mi ser, hoy mi vida es solo para ti, porque eres la razón de mi existir.
Tú tienes el poder en mí y esta vida es solo para ti, en tus manos te ofrezco lo que soy y si tú me das la oportunidad de demostrarte lo que vales para mí, el día que llegue el momento de cerrar mis ojos deseo que sea junto a ti.
Mi vida sin ti es como un vacío lleno de soledad y amargura, como el recuerdo de tus suaves caricias, los dulces besos llenos de pasión y tu mágica voz como bellas melodías, hoy en mi vida eres tú a quien deseo tener toda la eternidad, Pedro.
Tu
voz camina por mi sangre e inunda a mis pensamientos, y cuando las sombras
embarazan al color, sujeto a mi potro con su crin al viento. Aunque temo el
viaje de ida amortajado por el frío olvido, en donde llueve a cántaros el
llanto y hasta se mezclan mudos los quejidos; las voces de la piel hoy se me
adentran e invasoras perturban mis latidos y me vuelvo cascada y torbellino, para
abrazar el cauce de tu río. Si no temes la fuerza del torrente, sujétame el
caudal embravecido y seamos oasis y remanso, en un mundo muy nuestro y sin
testigos”.
Mario,
que lucía exaltado y sonreía, dejó el patio a la carrera, mientras llamaba a su
madre con voz jubilosa. El extraño volteó y su mirada encontró la de Pedro, que
se inmutó ante la frialdad e indiferencia de aquel rostro oscuro donde los ojos
parecían serlo todo. Las pestañas como espesos ribetes negros que le acentuaban
el color café del iris, carente de luces verdes o destellos azules, se trataba
de café puro. El extraño estudió sin disimulo al joven de arriba abajo con
calma, sin prudencia ni contención, su gesto desprovisto de emociones y, cuando
sus miradas volvieron a toparse, se quitó el pañuelo rojo que aún llevaba en la
cabeza y se inclinó apenas en señal de saludo. Pedro corrió hacia el huerto
como un chico espantado y mientras lo hacía, se preguntaba por qué corría, de
quién escapaba.
Había
adoptado la actitud de una persona sin urbanidad ni modales. Al menos, debería
haber correspondido al saludo.
Seguramente
se trataba de un gaucho amigo del doctor Javier, de esos que vagan de campo en
campo en busca de trabajo, que pasan horas largas bebiendo en las pulperías,
que gustan de la guitarra, las
interminables rondas de mate y los fogones, donde cuentan historias de
fantasmas, guardamontes llenos de polvo, chiripá de pañete, calzoncillos y nazarenos de
plata. Llevaba el cabello suelto, negro y lacio como la crin de un caballo.
En
el huerto, María Pancha, acababa de
recoger la ruda con los últimos rayos de sol. Había descubierto otras hierbas
interesantes, que luego machacaría con el almirez y maceraría para obtener
tónicos y cordiales. No prestó atención a Pedro, que se sentó bajo el limonero
e inspiró el aroma de los azahares. Maravillado por el atardecer, que teñía el
horizonte de un color ígneo. Más hacia el este, el cielo estaba oscuro y las
primeras estrellas titilaban. Inconscientemente, sus pensamientos recayeron en
el coloso del pañuelo rojo.
“!
Dios! Es el hombre que he visto antes. ¿Qué sucedió?, exclamó para sí y,
enseguida agregó: “Debo averiguar más acerca de ese hombre que merodea la
casa.”
Lo
invadió una necesidad imperiosa de volver a verlo, y ni el magnífico paisaje ni
el silencio del huerto lo serenaron. Quería examinarle el rostro al favor de la
luz, probar cuán duros eran esos músculos que lo intimidaban, someterse nuevamente
a su mirada despiadada. Jamás había experimentado esa completa vulnerabilidad y
aturdimiento, como si se hubiese presentado desnudo y el extraño le hubiese
clavado la vista en las partes secretas. Un hombre de baja estofa, un gaucho
probablemente, sin educación ni refinamiento, lo había dominado con la mirada,
convirtiéndolo en un ser débil y miedoso.
María
Pancha, con las manos llenas de hojas y ramilletes, le ordenó que volviera a la
casa, pero Pedro temía que el extraño siguiera
rondando y le indicó que se quedaría unos minutos a descansar bajo el limonero.
__En
realidad _prosiguió la negra___, deberías ir al hotel. Ya es muy tarde para
ustedes y no me gusta que caminen solos por esas calles que parecen boca de
lobos, yo me quedaré.
__Sabes
que a Laura siempre la acompaña Blasco, el muchacho del establo, yo me quedaré
contigo.
__A
ese le manda Lorena __manifestó la negra__. Deben de ser órdenes del doctor
Olazábal, para que los tenga vigilados.
__!
Ah, María Pancha! _exclamó, Pedro que nunca había comprendido el rencor de la
negra hacia su amigo tan querido___. ¡Qué sandeces!
__El
diablo sabe más por viejo que por diablo _sentenció la mujer, y regresó a la
casa.
“Cuatro
estaciones tiene el año así vamos avanzando, derrotas, éxitos, alegrías y
tristezas; que vamos acomodando de distintas maneras en nuestro transitado
corazón.
El
otoño representa las nostalgias, melancolías y tristezas de aquellas vivencias
que nos han marcado por la ocasión que ha forjado un motivo o razón.
La
fría nieve que acompaña el invierno es la semejanza a cómo respondemos a
determinadas hostilidades.
Resguardando el corazón con la tibieza del amor pero sin desabrigarnos demasiado.
Resguardando el corazón con la tibieza del amor pero sin desabrigarnos demasiado.
La
primavera es la felicidad plena de la vida en su plenitud que muestra alegrías
en diferentes sectores y por distintos factores. La naturaleza brota por el
amor que se tiene. La entereza de estar
viva para poder disfrutar de cada circunstancia o situación.
El
verano es ardiente y quema reflejando los temperamentos que tarde o temprano
cada de uno de nosotros mostramos cuando algo nos molesta o nos inquieta.
Cuatro
estaciones tiene el año y cada una cuenta la historia de cómo nos sentimos
cuando llueve, hace fío, hay vientos fuertes o hace mucho calor.
La
naturaleza es sabia y con su gracia es bien oriunda de todo lo que la vida nos
brinda. Porque aunque somos diferentes, en algún tiempo nos encontramos y
coincidimos plenamente con las diferentes cuatro estaciones que el calendario
de la vida tiene”.
Pedro
siguió con la mirada el cuerpo esbelto y delgado de María Pancha, y se dio
cuenta de que, a pesar de los años, su criada siempre lucía igual. La quería
más que a su madre, y junto con Agustín y con tía Carolina, era en quien más
confiaba. Desde muy pequeño la certeza de que ella adoraba a los hermanos había significado para ellos
un aliciente frente a la frialdad de Magdalena y a la lejanía del general.
Habría confiado su propia vida a esa mujer, y sin embargo, poco sabía de ella.
El pasado de María Pancha era un misterio.
Inevitablemente,
retornó a Blanca Montes y a sus Memorias, y se puso de pie, intranquilo de
repente ante la idea de que hallasen el cuaderno entre sus cosas. Un instinto
lo llevaba a actuar así, un presagio que le repetía que debía leer el cuaderno
antes de revelarlo. Le pesaba igual que cuando leía una excelente novela que no
podía dejar aunque fuesen las cuatro de la mañana, aunque ya hubiese consumido
tres velas, y aunque supiese que su abuela al día siguiente le reprocharía
cuánto gastaba en iluminación para satisfacer ese capricho de leer. Corrió el
último tramo y, al entornar la puerta del cuarto de su hermano, quedó de una
pieza al descubrir al hombre del pañuelo rojo de rodillas. Agustín se dirigía a
él con voz baja, los ojos anegados de lágrimas.
Pedro
se retrajo en la lobreguez del pasillo, imposibilitado de romper la armonía de
esa escena, incapaz de sorprender a ese hombre en una actitud tan poco varonil,
tan frágil y tierna. Habría sido como pillarlo desnudo. El pabilo de la vela
echaba una luz rojiza sobre aquella mole de músculos que momentos atrás lo
había conmocionado y que ahora, en cambio, se acurrucaba en el piso, inerme,
empequeñecido, sufriendo por Agustín.
El
hombre salió de la habitación sin volver la vista atrás.
Se
encaminó hacia la sala principal desenvuelto y pasó cerca de Pedro que se
mantuvo quieto, sumido en la oscuridad del corredor.
Guor
se detuvo, desanduvo el camino y sin más
le robó un beso que dejó a Pedro aturdido sin respuestas, para cuando quiso
poner en movimiento las palabras el hombre estaba fuera de su alcance.
“¿Qué?”
Dejó la casa del doctor Javier sin avisar a
nadie ni detenerse a decir adiós. Luego de un momento, Pedro regresó junto a su
hermano.
__ ¿Qué
pasa? ¿Por qué estás llorando?
__Nada
__respondió Agustín__. Pensaba en mi madre. ¿Has tenido noticias de mi padre?
Incapaz
de improvisar nuevas mentiras, Pedro negó con la cabeza y se dispuso a acomodar
las almohadas de su hermano para darle la medicina. A esa hora, cuando el día agonizaba
solía subirle la fiebre, que lo llevaba a un estado de seminconsciencia, un
sueño ligero plagado de pesadillas. Ese atardecer, Agustín lucia más
intranquilo que de costumbre.
“Así
lo ha puesto ese hombre”, dedujo Pedro con resentimiento, intrigado por saber
qué había sucedido entre ellos, pero incapaz de mencionarlo. Se sentó junto a
la cabecera y leyó en voz alta el pasaje de Excursión a los indios ranqueles.
Se presentaron María Pancha, Laura y el doctor Javier, que tomó el pulso al
enfermo, y le midió la temperatura con un extraño aparato. Sin hacer
comentarios, pero con un gesto que evidenciaba sus recelos, el médico indicó a
la negra que acomodara los preparados en los sobacos de Agustín.
Pedro
abandonó la habitación con Laura. El patio era su refugio, se apoyó sobre el
brocal del aljibe y perdió la mirada en
la serie de árboles frutales que crecían alineados al final de la propiedad. Le
dolía la cabeza, una punzada aguda en las sienes estaba volviéndolo loco, y la
acidez en el estómago provocaba náuseas.
Más
lejos oyó.
__!
Señorita Laura!
__!
Blasco! No grites. El padre Agustín intenta descansar.
__Perdón
señorita. Es que Lorena me dijo que viniera ligerito a darle la carta que acaba
de llegar de Córdoba. La trajo un chasque. Segurito es del doctorcito.
Pedro
corrió a su lado.
En
efecto reconocieron la caligrafía en el sobre. Temían abrirlo, no querían
recibir malas noticias, menos aún comunicarlas a Agustín. Blasco, que no
comprendía por qué diantres los hermanos demoraban en abrir el sobre
cuando habían pasado todo el tiempo preguntando por noticias de la capital, la
instó a Laura a hacerlo. Ella tomó la carta y comprobó que estaba fechada el
día anterior. De seguro, el propio Matías
habría viajado la noche entera y gran parte de ese día para entregarla tan
pronto.
¿Cuánto
le habría costado el servicio al bueno de Matías?
__Lee
hermana.
__Gracias
Blasco. Espera, llevas un colgante nuevo al cuello.
__Es
un regalo del cacique Nahueltruz Guor.
Aquí en el pueblo todo el mundo lo quiere y respeta, gracias a él, Mario, el
hijo del doctor regresó sano a casa después de que unos indios lo tomaron
cautivo.
Acaba
de salir, lo crucé.
Pedro
sintió un escalofrío y dio un respingo.
__ ¿Qué
dijiste?
__Que
Guor estuvo aquí, es amigo, todos lo quieren, y es muy amigo del padrecito,
Agustín, creí que sabían.
__ ¿Cómo?
¿Es
un cacique ranquel?
__Bueno,
sí, el más valiente, es el hijo del gran cacique Mariano Rojas.
__ ¿Qué
es quién?
“He besado tantas veces, tantas bocas, que perdí la cuenta mas no las sensaciones, esa chispa que se enciende, ese fuego que se prende, ese río de lava atraviesa mi cuerpo, está desbocado y busca una salida. Hay tantos matices y tantos colores. Tantos sabores y tantos olores. Tus ojos son dos brasas que penetran mi alma, tus manos llenas de arte modelan el barro... Te pienso y te siento en cada momento y cada mirada y no me arrepiento. Con todo cariño a un paso de tu alma. Amarte es vivir un año a tu lado y es mejor que una vida sin ti, a tu lado la vida es intensa, por momentos, es incierta, en otras ocasiones una auténtica locura y qué es la vida sin locuras o sin ti, nada, tú eres mi todo, mi existencia eres tú, sin ti no vivo, muero, muero de celos del aire que acaricia tu piel con su suave brisa, del sol que baña tu cuerpo de luz, celos del tiempo que me roba las hora a tu lado.
Tú eres
mi vida, tú eres mi existencia, contigo viviré una vida soñada en este viaje, vayas donde vayas voy
contigo porque ya eres parte de mi ser,
no sabría vivir sin ti, eres mi todo y mi nada, mi todo contigo y mi nada sin ti.
Quién
sabe, tal vez la vida comenzó el día en
que te conocí, el día que un beso furtivo
logró que nuestros labios se
juntasen, ese día que como por arte de
magia nos unimos, fantástico es poco decir
para la sensación que sentí, amarte es vivir, Guor”.
__ ¿Pedro,
pasa algo? __interrogó Laura que vio a su hermano pálido.
__Nada,
lee, lee la carta de Matías.
Continuará.
HECHOS
Y PERSONAJES SON FICTICIOS. CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE
ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.
Gladys Hermoso ... Cómo hermosa es la vida!!! 😍
ResponderEliminarR Sanchez Preciosa novela tiernamente romántica felicidades un fraternal abrazo lleno de afecto
ResponderEliminarMiryam Qué Bella
ResponderEliminarGaby Excelente
ResponderEliminarTamaira Leerte me a llegado el lo profundo de mi ser .
ResponderEliminarIsabel Muy hermoso amiga, felicidades
ResponderEliminarAlberto Bellísima
ResponderEliminarAmanda Qué hermosa
ResponderEliminarSONIA Excelente amiga . Muchas gracias .
ResponderEliminarMarcos Vinoc Bello
ResponderEliminarVirginia Divina Un beso, gracias
ResponderEliminarSOL... DIVINAAA
ResponderEliminarSILVIA. ME encantó, gracias Eve, cuidate.
ResponderEliminarMaria Soledad Hoyos Restrepo Gracias Eve Monica Marzetti
ResponderEliminarMar ... perfecto
ResponderEliminarVictoria Me encanta leerte
ResponderEliminarPatricia. Me encanta Eve, diferente y ellos.
ResponderEliminarCarmen Hermoso
ResponderEliminarCristina Que bonito
ResponderEliminarVeronica Lorena Piccinino Eve Monica Marzetti necesito más de ellos. Es muy linda historia ... ame ese beso robado tanto como Pedro. Gracias.
ResponderEliminarHermosa historia de amor Eve, más aún en esa época tan difícil para poder vivirla libremente...
ResponderEliminarES HERMOSA, Y RECIÉN INICIA, LA HABÍA PENSADO SORPRENDENTE, ESPERO ACORDARME PORQUE ESTOY SONAMBULA, SUBO DESAFÍO. BESOTE INMENSO.
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