domingo, 9 de diciembre de 2018

EL PODER DEL AMOR. CAPÍTULO NUEVE.


EL PODER DEL AMOR.
CAPÍTULO NUEVE.
De modo que si siempre estuviera expresando el máximo ¿qué dejaría para esos momentos (siempre hay cuatro o cinco en cada vida, en cada individuo) en que uno debe apelar el corazón en pleno? También siento un leve resquemor frente a lo cursi, y a mí lo cursi me parece justamente eso: andar siempre con el corazón en la mano.
Mario Benedetti - La tregua.
“Mientras el corazón late, mientras el cuerpo y alma siguen juntos,
no puedo admitir que cualquier criatura dotada de voluntad tiene
necesidad de perder la esperanza en la vida”. Julio Verne.
“No puedo morir aún doctor. Todavía no. Tengo cosas que hacer.
Después de todo, tendré una vida entera en la que morir”.
Carlos Ruiz Zafón.
“Deja de preocuparte por envejecer y piensa en crecer”. Philip Roth.

Es de aquellos obsequios que aún conservo,  el guardapelo de oro, que siempre llevo colgado al cuello con los mechones de mis dos hijos, uno rubio como el oro, el otro negro azabache, y el reloj de platino de mi padre que había pertenecido a su abuelo el duque de Montalvo con las iniciales grabadas en su interior.
Hace poco se lo regalé a Mariano, que lo conserva en su caja de madera, junto a sus recuerdos más preciados.
__

Pedro  perdió la mirada en el techo, cerrando el libro con los pensamientos arremolinados en un torbellino.

__Tía Blanca, tu amor era mi padre, ¿era Escalante o era Mariano Rosas? ¿Los dos?
¿Acaso viviste Tierra Adentro?

Las palabras de Guor resonaron de súbito: “El huinca está allá por…  amor”.
El guardapelo tiene el cabello rubio de Agustín, y ¿el negro es… de quién?

 No te mueras, hermano, necesito hablar muchas cosas contigo, y tienes que leer este diario, y por otra parte, ¿por qué la urgencia de hablar con papá y por qué necesitas estar cerca de Nahuel?
__ ¿Nahuel? __murmuré mirándolo.

__ ¿Qué?
__Dime la verdad, ¿hay gente como yo en Tierra Adentro? ¿Acepta tu padre al huinca allí?
Lo digo porque en el Fuerte Sarmiento hay gente como Blasco y más que desean estudiar y evangelizarse.
__Blasco no es del todo ranquel, no importa. Gente como vos no hay, porque vos sos único, pero sí, hay huincas viviendo en mi tierra.
__ ¿Esclavos como todos dicen?
__No.  No tomamos esclavos, no Mariano Rosas ni yo. El huinca que vive allá lo hace por su voluntad, por amor, Pedro. Solo por amor. Pero no pienses en eso ahora,  no creo que puedas soportar esa vida,  de veras.
__ ¿Entonces?
__Entonces, no seas ansioso, espera a que Agustín se recupere, y ya veremos, yo he estudiado, y pude ir a Europa a seguir haciéndolo, como también mi padre, pero mi deber era entonces regresar a su lado.
__ ¿Qué quieres decir?
__Nada, amorcito, duerme tranquilo. Y puedes llamarme por el nombre que me dio Agustín, él me bautizó como a un huinca, si quieres, me llamo… Guillermo Graziani.
__Guille _balbuceé.

“Caminaba en blanco y negro por ese camino que en condiciones psíquicas y emocionales favorables, me hubiese aterrorizado a muerte. Los brazos y manos viscosas y adherentes trataban de refrenar mis pasos y pensamientos, retrotraerlos indefinidamente al dolor desmedido, al llanto pleno y desgarrador pero no vacilé, no ahora. Firme continuaba hundiéndome en ese fango terrible y sombrío de las voces que no dejaban de exasperar lo que me quedaba de voluntad y retorcían mis entrañas tratando de provocar el vómito de impiedad hacia la figura de lo que alguna vez fui y ya no estaba seguro de ser. No lograron quebrarme, el pronóstico acerca del límite de mis fuerzas para mantenerme cuerdo eran pesimistas como siempre lo fue hacia cualquier faceta de mi transitar por este mundo que todavía no logro entender pero seguí, emperrado en encontrar el final, no el final de mi vida como estas voces perturbadoras deseaban, el final del sopor y del suplicio, la veta de oro reluciente que me empoderara con voluntad nueva y un mínimo deseo de volver a ver, de volver a sentir.
Tropecé y caí, casi muerto pero me levanté a pesar de las manos que tiraban para que me diera por vencido. Quise llorar pero encontré la última fuerza y seguí. El vacío del abismo frente a mí gritaba con fuerzas mi nombre pero no cedí. En eso el fulgor de una voluntad nueva e inmaculada me cegó por un rato y recuperé de a poco la visión mientras las crueles voces elevaron su tono a niveles insoportables pero las ignoré. La silueta frente a mis ojos era como otras pero supe que me devolvería algo, indefectiblemente eras lo nuevo que podría devolverme a la vida. Solo estaba ese abismo entre los dos pero caminé unos pasos atrás, cansado, muy cansado, igual haría el intento, corrí en desesperación y salté.
Lee, Pedro, lee las memorias de Blanca y sabrás todo, no quiero hacerte daño, no quiero que sufras lo que ella”.

Pedro cerró el libro suspirando.
Mi querida negra María Pancha _susurró.

Habían tenido que pasar veinte años para que las memorias de Blanca Montes le descubrieran la vida y penurias de la mujer que amaba como una madre. Había tenido que vivir veinte años de mentiras y farsas para que aquella mujer censurada  le refiriera con generosidad las ruindades más arcanas de la familia, que debería contarle a Agustín.
¿Qué otras verdades contendría el diario?
Pedro dejó la mansedumbre del huerto y la sombra del limonero. Y se encaminó a la habitación de su hermano donde halló a María Pancha. La abrazó por detrás y le besó el cabello crespo de la nuca, apenas cortado al ras. La negra, que ponía paños frescos sobre la frente de Agustín se sobresaltó y lo reprendió, pero Pedro, que reía de contento, volvió a abrazarla y a besarla. La hilaridad del muchacho contagió a sus hermanos. Pedro y Laura aún conservaban el espíritu juguetón, retozón, puro e inocente. ! Qué cristalina eran las risas y cómo les brillaban los ojos!  Agustín reía a pesar de que la fiebre le había regresado, junto con puntadas en el pecho, sudoraciones y dolores en la nuca, síntoma que alarmaba al doctor Javier, siempre temeroso de una meningitis.
No importaron las intervenciones de la negra, sus hermanos se recostaron  junto al enfermo sujetándole las manos.
Si él poseyera el conjuro mágico para hacer desaparecer esa maldita fiebre, Pedro se decía, si él tuviera ese poder, daría su vida por salvar a Agustín, le hablaba con el pensamiento. Le abatió la impotencia y se esforzó por frenar las lágrimas recordando palabras del diario de  su tía: “Yo te digo, Blanca, ningún dolor dura la vida entera”. Pero, Pedro tuvo la certeza de que si su hermano moría, el dolor lo acompañaría hasta su último día.
Quiso desalojar los augurios y desvió la mirada hacia María Pancha.
“Pensar que se trata de una princesa africana, se le nota en el porte, en la soberbia de la postura.
Nahueltruz  Guor, después de todo, también es un príncipe. Un príncipe ranquel, príncipe de la Pampa, rey del desierto, como lo había apodado, Blasco”.

__Hoy almorzó con nosotros el cacique Nahueltruz Guor _comentó, Pedro__. Se mostraba muy interesado en tu recuperación.

__Es un gran amigo __ manifestó Agustín.

__ ¿Qué edad tiene? __se interesó, Pedro.

__ ¿Qué tanto preguntas? __ Se mosqueó, María Pancha__. Se trata de un indio__apostilló, con palmario desprecio.

__No parece indio __opinó, Pedro.

__No hagas hablar a tu hermano, lo agitas.
__No es nada _terció Agustín, y se incorporó en la cama con ayuda de Laura.

__Me refiero _retomó el hermano _a que parece indio en cuanto al aspecto físico. En ese sentido es un claro hombre de la Pampa, pero no lo parece en cuanto a su actitud y maneras. ¿Qué edad tiene? --repitió.

__Cuarenta años, y sí es ranquel, pero eso no implica que se trate de un hombre sin valores ni educación.
Su padre, el cacique Mariano Rosas, lo envió a estudiar al convento de los dominicos en San Rafael donde fue confiado en calidad de oblato y donde pasó siete años. Allí estaba destinado a recibir la enseñanza básica, pero, como pronto fue visible para todos que Nahueltruz tenía buena predisposición y facilidad para aprender, le enseñaron latín y griego, además de literatura y filosofía. En cada oportunidad que Mariano lo reclamaba, el principal del convento le enviaba una carta donde le informaba que la educación del niño no estaba completada. El día que Nahueltruz cumplió dieciocho años, el principal le ofreció enviarlo a estudiar a Madrid. Ellos se encargarían de blanquear su origen y de conseguir el Certificado de Pureza de Sangre que exigen las universidades. En Madrid profundizaría el estudio en filosofía y letras que había comenzado en el convento. Pero, Nahueltruz tomó sus cosas y se marchó porque, según manifestó al dominico en el único lugar donde quería estar era entre su gente ranculche. El indio no es feliz sino en la Pampa, porque en el fondo sabe que, en cualquier otra parte, será despreciado e insultado.

Pedro se entristeció. La infamia de segregar a un hombre como aquel le encogió el corazón y le resultó intolerable. Gracias a la estirpe de los Escalante y de los Montes, él jamás había  sufrido afrenta semejante, de todos modos, sufrió aquel desprecio como propio. Le resintió el ánimo no hallar respuesta lógica a semejante injusticia. El coraje se le terminó por mezclar con una sensación de frustración, que lo dejó más bien deprimido que exacerbado. “En el único lugar donde quería estar era entre su gente ranculche”. Esa afirmación lo hizo sentir inexplicablemente excluido, era él el que ahora experimentaba el rechazo. María Pancha le notó el fastidio, Agustín en cambio, prosiguió con la exposición.

__A pesar sí que las ideas de la Revolución Francesa y las de los filósofos liberales europeos influyen los ánimos de nuestra gente, este país sigue ligado a tradiciones de la más antigua extracción _señaló _: Entre otras cosas, todavía se pide “Certificado de Pureza de Sangre” para ingresar a la Universidad de Córdoba, algo que Nahueltruz o sus hijos jamás conseguirían.

__Se acabó el discurso __ordenó, María Pancha, y simuló enojo __. Siempre te ha gustado hablar mucho. Es de tus pocos defectos. Ahora refrena la lengua, no te hace bien agitarte de ese modo.

Llamaron a la puerta y Agustín invitó a pasar. Se trataba de Naheultruz Guor. Pedro aún en la cama, acurrucado contra su hermano, se puso de pie de un salto y, con manifiesto embarazo, se acomodó la ropa. Guor también se mostró sorprendido e incómodo, y, luego de balbucear una disculpa, amagó con abandonar el cuarto. Pero Agustín lo invitó a quedarse.

__Solo venía a despedirme.
__ ¿A despedirse? _soltó, Pedro. Y percibió el sutil pellizco de la negra en el brazo__. Disculpe _ atinó a farfullar.

__ ¿Ya no soportas la lejanía de tus gentes? __sonsacó, Agustín con ironía.

__Bien sabes que cuestiones de índole  más delicada me obligan a alejarme.
__”Maldito Racedo” _masculló, Pedro.

__Me voy tranquilo. El doctor Javier me ha dado las mayores esperanzas de  tu pronta convalecencia __mintió, Guor. Y miró fugazmente a Pedro.

__Concedida la mentira piadosa a los médicos _declaró, Agustín con una sonrisa lastimera.

__Hierba mala nunca muere _bromeó, Guor.

__Cierto __admitió, Escalante. Antes de que te vayas, quiero cruzar unas palabras contigo.

__”Se va, caviló, Pedro, decepcionado. En medio de la amargura, conocer al cacique ranquel había significado un interludio placentero. Él era un hombre agradable, por cierto sumamente atractivo, no elegante pero sí viril. Su masculinidad se le trasuntaba en el cuerpo recio, saludable, en la voz también, grave, cavernosa. Hasta en su modo de caminar lo atraía, medio torpe, desmañado, la cabeza hacia delante y las piernas arqueadas, seguramente por haberse pasado la mayor parte de su vida a caballo.
No me mintió, tuvo la oportunidad de estudiar”.

Guor abandonó la habitación y rodeó lacónicamente a la negra y a Laura, se apresuró  rumbo a la salida, Pedro se quedó mirándolo. Llevaba el pelo suelto retinto, lacio, se le movía sobre los hombros, también los guardamontes le flameaban al ritmo de su paso, y Pedro siguió atento a las nazarenas que golpeaban los mazeríes del patio cuando ya no se lo veía, hasta que ese sonido también desapareció y el silencio en que dejó sumida la casa de los Javier lo entristeció.
Al pasar a su  lado alcanzó a susurrarle ante la sonrisa de satisfacción de Guor.

__El amor se adueñó de mi alma. Me gusta estar contigo, sentirte cerca de mí pues estando juntos siento  cómo mi alma se llena de gozo, colmándose de profundos sentimientos y con  grandes emociones  Guillermo, y no sé cómo haré, pero no pienso separarme de ti, aunque me eches. Eres el amor que siempre  soñé, el que siempre  quise con toda mi alma, eres mi destino, mi hoy, mi mañana, el dueño de mi alma, de mi corazón,  de mi espíritu.
Tú eres mi luz en el camino, el compañero de mi destino, solo contigo quiero vivir,  solamente a tu lado seré  eternamente feliz. El amor se adueña del alma,  el amor es estar a tu lado,  el amor es verte cada día  y quererte más si cabe. Seré tu amante prohibido, mas tu amor verdadero. Tengo ganas de amarte sintiendo tus labios sedientos de ti y de mí, sin ti, quisiera besar tus labios sosegados que descansan en una fotografía que no sé ni cómo la tengo, creo que te la robé.  Esta noche quiero amarte sin motivo alguno. Hoy tengo ganas de ti, de nosotros, de los dos. ¡De tanto amarte,  hasta el cansancio y todavía amarte más!  Y no olvidarte y, tú sin saberlo, sin sentirme,  sin soñarme y sin tenerme en tus ganas de mí,  en el verbo que me dedicas sin saberlo cuando lo leo y pensándote entre mi piel desnuda deseándote en cada beso tuyo y de mí,  imaginándote mío.
Y sin querer ruedan mis lágrimas, en la soledad donde no te tengo y te deseo, beso tus ojos, míos, y no lo sabes,  me gusta tu mirada esquiva de la mía.  Huyes de mis pensamientos pero te alcanzo  con mi amor y mis deseos solo para amarte, en el tiempo y en la distancia cuando  nació este amor en contra de los dos. Hoy precisamente tengo ganas de ti y de mí  en mis sueños donde te tengo mío,  sin importar siempre te sueño mío y, yo de ti olvidando los celos y los reclamos, en cada reconciliación volvemos con más fuerza y pasión, enloquecemos y tu cuerpo  enredado a mi cuerpo abrazado a mis caderas y tú bebiendo de mis botones floridos, 
apagando la sed de poseernos,  llevando el sabor de la saliva boca a boca en la pasión del beso, la noche aquella que me dijiste adiós, amo todo de ti, hasta tus enojos,  porque me enloqueces y me excito con tu mirada sosegando en la mía,  y adivinas las ganas que tengo de ti,
y de sofocarte entre mis piernas y no dejarte ir, beber de tus labios el aliento boca a boca,
besos míos y abrazos míos,  amor mío pasión mía que nunca olvido, secretos y confidencias de noche sin reproche  solo por amarnos todas las noches y todas las vidas ¡Hoy tengo ganas de ti y no te tengo! ¡Te Amo, Amor!

__Quiero tu paz, en mi paz, tu aliento en el mío, tu sonrisa  copia fiel de la mía, darte mi  vida compartiéndola a tu  lado, ya no hay más que dar o decir que no haya dicho, menos escribir que no haya  escrito del amor que nace de mi ser hacia ti, hablar de amor  es una constante en mi vida. Quiero tenerte, sentir cómo se impregna el aroma de tu piel en los sentimientos que afloran de mi corazón, tocando las fibras de mi ser que goza teniéndote y recoger la miel que de tu piel emana tomándola con el  roce de mi labios al besar tu  adorado cuerpo que invita al amor y el mío se entrega a ti. Quiero salir de la monotonía, pues no se puede inventar ya nada en los juegos del amor, solo sentir la melodía que va surgiendo de los oídos de los amantes que se unen en el  ritual del amor, pues mis ojos del alma ven tu cara, tiemblo tan solo al pensar, somos dos en uno, el amor manda mi sol _respondió el cacique__. Te haré saber de mí, cuídate y cuida a tus hermanos.

__ ¿Vas Tierra Adentro?
__No, solo me esconderé de Racedo, hoy en mi tierra me sentiría en el exilio _respondió Guor__. La distancia opaca mi sentimiento,  se apaga el refulgir de mi alma, parecía un amor diferente, pero la soledad nos ganó, el amor lentamente se fue muriendo.

__ ¿Qué dices?
__Que eso me pasó una vez. Hoy sé que no era el amor, pero no quiero que la distancia opaque  esto… lo nuestro. Recuérdalo.

Pero, con el paso de las horas, las sombras ganaron la mente de Pedro.

__Ya no existe una justificación,  tu ausencia lo dice todo, transformaste mi tiempo
en una pesarosa espera, estropeaste mi pasión. En nostalgia decadente,  que también oprime tu corazón,  silentes estamos los dos,  en medio del frío indolente, mi alma suspira impotente.
Cual luna prohibida nos atamos  en tormentosa condena, acepta tu taciturno exilio, errante vivirás en extremado viento  y yo, implorando  remedio en el tiempo. El tiempo contigo no es tiempo. Se cae el destino si los minutos no son eternos, pero contigo viven como testigos, son momentos eternos sin matemático ruedo, y se anclan en mi corazón, como un ave a su nido, y te beso sin remedio  a esta enfermedad llamada Amor, desde el alba hasta el sol encendido de tu cuerpo. La tinta de mis venas,  el vuelo de tu voz, el calco de tu piel en la mía y tus ojos de mar bajo el cielo del paraíso, la luz bendita que me atrapa en verdades y laberintos.

__
Al atardecer de ese día, Blasco apareció en cada de los Javier. Laura y Pedro recogieron sus cosas y marcharon a lo de doña Sabina. El agotamiento les ablandaba el cuerpo, como perdiendo el dominio sobre los músculos y miembros, a su vez un quebrantamiento del ánimo les oscurecía los pensamientos, el presente los abrumaba, el futuro los acechaba.

__ ¿Qué será de nosotros del regresar a Buenos Aires, Pedro? _se lo preguntaba por primera vez desde la huida diecisiete días atrás. Solo diecisiete días vertiginosos.

Las lecciones de su madre y de los restantes miembros de la familia se les dibujaron como imágenes de un sueño a las que trataban de aferrarse y que se disipaban a pesar de los esfuerzos.

__ ¿Y Lahitte?
__Lo conozco demasiado para suponer que me disculpará. Haberlo convertido en el ludibrio de la ciudad como tú a Camila, pesará más que el ferviente amor que había jurado profesarme. Ya conseguirá con quién enmendar su orgullo maltrecho, admiradoras no le faltaban, Amelita Casamayor por ejemplo, ella se mostraría dispuesta a considerarlo.

Blasco parloteaba disimulando la alegría de oír a la preciosa señorita Escalante. Pedro, sumergido en sus pesares, le dirigía de tanto en tanto la mirada vacía y monosílabos, apenas mascullados, hasta que el muchacho dijo la palabra: Nahueltruz, que, como abracadabra, operó magia en su semblante triste y le concentró la atención.

__ ¿De dónde conoces exactamente al cacique, Blasco? __interrogó, Pedro.

__Yo también soy ranquel, señorito _manifestó el muchacho, con aire de orgullo__. Mi abuela Carmen y yo vivimos en el Fuerte ahora, ella le  hizo llegar lo que recibió, pero yo soy ranquel. Y no del todo, porque mi madre era huinca.

__Huinca. ¿Qué significa huinca? _interrogó, Laura.

__Así llamamos a los cristianos, señorita. Usté es una huinca como mi madre. Igual que ella que era así como usté, blanca y suavecita.
__ ¿Cómo fue que tu madre conoció a tu padre? _se interesó, Pedro.

__Mi padre maloqueaba junto a un grupo de compadres, cuando atacaron la diligencia de mi madre. Mi padre nomá  verla y ya quedó tocado. Y se la llevó nomá  pa”  “Tierra Adentro”, y la hizo su mujer. Cuando yo era bien pichi, mi padre y mi madre murieron en una epidemia de viruela, y mi abuela Carmen, pa” salvarme me trajo aquí, con los huincas, pa” que me curara. El doctor Javier me salvó, dice mi abuela.

Al imaginar la escena del asalto a la diligencia, los hermanos sintieron el terror de los ocupantes, los alaridos, el ruido ensordecedor de las armas de fuego que dispararían los postillones, las mujeres apretando el rosario y enjugando lágrimas, los hombres fingiendo entereza, y después el momento temido, el encuentro con los indios. Salvajes, sucios, malolientes, con facciones de perdularios, oscuras, toscas, burdas, y le repugnó a Laura pensar en esas manos sobre la piel blanca de una mujer. Las manos de la gente de Nahueltruz Guor. Las manos de él, pensó Pedro no repugnarían al huinca.

__A la hijita de Nahuel se la llevó la misma epidemia de viruela que a mis padres __prosiguió, Blasco__. Solo se salvó, el hijito, pero por eso Nahuel me quiere tanto, porque la nena se murió, y Linconao y yo somos como hermanos. Yo soy más grande que Linconao _añadió__, pero éramos amigos lo mismo.

__ ¿Linconao? __preguntó, Pedro.
__Fabián lo bautizó el padrecito, el ranquel lo llama Linconao, Malena era la nena.


Golpeó a Pedro que Nahuel tuviera dos hijos, la existencia de la esposa era lo que dolía y fastidiaba. “Casado y con hijos tal vez”, masculló para sus adentros. Tal vez está viva y por eso se marchó.

__ ¿Cómo es la esposa de Nahueltruz?
__Cómo era, patroncito _corrigió, Blasco__. Se murió también.

__Ah __exclamó, Pedro apenas, y miró hacia otra parte__. ¿Murió de viruela?

__No, esa se murió de pérfida__ prorrumpió, Blasco, y escupió a un costado__. Se fugó con un cautivo, un hombre del coronel Baigorria.

__Eso no significa que está muerta __sonsacó, Pedro. A sabiendas de que preguntaba de más. Ávido de información, curioso.

__Está bien muerta __insistió, Blasco, y se hizo la cruz sobre los labios__. Después de que Quintuí y Rogelio Serra huyeron de los toldos, Baigorria y un grupo de sus hombres,  también Nahuel, salieron a perseguirlos. Los encontraron días después, cerca de la Laguna de los Loros, despedazados por los tigres.

 Laura cerró los ojos y respiró profundamente, asqueada por la imagen de esos cuerpos mutilados. Nadie merece una muerte tan horrenda, pensó. Se apiadó también del cacique, que había experimentado un suplicio ante la visión de su esposa reducida a una piltrafa sanguinolenta, la mujer a la que amaba, la que había dado a luz a sus hijos.
__ ¿Cómo era Quintuí, Blasco? _preguntó, Pedro.

__La más bonita, patroncito, Ana la bautizó el padre__. Era sobrina del cacique salinero Calfucurá, y los había casoriado, a ella y a Nahueltruz, pa” mantener la paz entre las dos tribus. Pero nunca es de fiar ese Calfucurá, que es más traicionero que una serpiente.

__Y Guor __prosiguió, Pedro para nada interesado en las contiendas políticas entre salineros y ranqueles__, me refiero al cacique Nahueltruz, entonces lo casaron a la fuerza.

__Eso a  él lo tenía sin cuidado. Estaba bien contento, porque ella era más que bonita y solo quería tener hijos. Eso dice mi abuela Carmen, porque yo era un crío en esa época.

Pedro había indagado a Blasco hasta saciar la última gota de curiosidad, no obstante, el orgullo y la prudencia lo refrenaron. Aquella necesidad por conocerlo todo sobre el cacique lo desconcertaba, se trataba de una costumbre inusual en él, costumbre, por otra parte, que despreciaba, que consideraba diversión de los entendimientos menos cultivados, de los espíritus menos enaltecidos. Con respecto a la avidez que lo asaltaba al leer las Memorias de Blanca Montes, en nada se relacionaba con esa curiosidad. Era de las ideas de conocer la vida de un ser querido de quien esa mujer hablaba. O de más de uno. Por eso le interesaba.
Despidieron a Blasco en la puerta de la pulpería y entraron. El coronel Racedo estaba aguardando a Laura. Pero Pedro se quedó junto a Blasco, tenía un plan.
__

Después que abandonó la casa de los  Javier, Guor montó su caballo y se perdió por las calles más solitarias del pueblo, rumbo al convento franciscano. El padre Marcos Donatti le había prevenido que se estaba aventurando demasiado, y él lo sabía, tenía que regresar a las tolderías, en especial a la seguridad de Tierra Adentro, donde el huinca no se animaba. Merodear la villa de Río Cuarto, resultaba una empresa descabellada, máxime cuando el coronel Hilario Racedo se hallaba cerca, dispuesto a arrojársele encima, porque el militar sabía que, además de saldar viejas deudas, al echarle el lazo al cuello a Nahueltruz Guor, asestaría un golpe maestro a la columna de la organización ranquel.

“Tengo el alma llena de dudas, de resentimientos, de cuchillos afilados que me inmovilizan, de desconfianza, de incertidumbre que laceran todos mis sentidos.
Tengo la duda si aún me queda alma, si aún puedo seguir sintiendo, aunque desearía ya no poder sentir más.
Tengo miedo de romper en llanto en cualquier momento, al escuchar una canción, pero…  ¡qué carajos! todas las canciones me hablan de ti, no tengo a dónde ir ni dónde esconderme sin que me acompañe tu imagen, tus recuerdos… vuelvo a romperme mirando un ocaso  o al caminar por algún sitio en que fuimos todo.
Tengo miedo de seguir sintiendo miedo, de sentirme al filo del despeñadero, de este nudo en la garganta constante por la razón de siempre, por las promesas rotas, por el futuro inexistente.
Me abrazan temores de que me hagan lo que ya me hicieron antes, sin piedad y sin remordimientos, no es miedo a un amor, el amor es maravilloso cuando existe reciprocidad y estoy ansioso por  amar, no obstante, temo al mismo dolor.
Hay momentos en que debo estar alerta, con la espada empuñada y bien puesta la armadura, pero también hay momentos en que simplemente dejo que la vida fluya y vuelvo a colgar una sonrisa en mi rostro gris e incrédulo, por si acaso algún día me convenzo que es real, que ya no tenga que fingir estar alegre, que recuerden mis sentidos la felicidad y morir sonriendo a plenitud. Desde la primera luz de día en cada amanecer, siempre estarás ahí para avivar ese amor que nos embriaga en esta vida de esperanzas, donde tu presencia es como el aire que respiro, mi grandeza y amor de vida.
No solo en cada taza de café estás, tu ser siempre estará presente en mis pensamientos y alma, mis pasos me llevan a ti porque tú eres mi mundo y todo me sabe a ti, tu piel es mi piel y es calor que me abriga.
En mis manos estarás para amarte, en ellas están tus huellas, tu perfume, tu delicadeza, tu amor y entrega de cada día para hacer florecer nuestro terruño de ilusiones porque siempre estarás ahí para iluminar mi camino.
Tú eres mi ternura, mi belleza, mi luz, así como cada día de bendición y agradecimiento, cada vez que te miro a los ojos, veo ese brillo que me invade y me permite naufragar en ellos porque somos uno solo, por eso y mucho más siempre estarás ahí”.

A pesar de valorar los riesgos, Guor no había resistido la tentación y necesidad de galopar a campo traviesa cuando lo alcanzaron las noticias del padre Agustín y de la enfermedad. Ahora menos que nunca quería abandonarlo. Cuando las posibilidades de volver a verlo con vida eran remotas en opinión del doctor Javier.
Nahueltruz se apeó del caballo y abrió el portón del convento que lo conducía al dormidero, donde se topó con Fray Humberto, que alimentaba a la vaca y a las dos mulas y les cambiaba el agua del abrevadero. Durante algunas noches, ese había sido su hospedaje, un cabezal en medio de las montañas de alfalfa, y del olor penetrante del estiércol y de los animales.
Saludó al fraile que le respondió con un gruñido y le informó que el padre Donatti quería verlo.

__Sabes que puedes quedarte en el convento cuanto gustes __aseguró Marcos Donatti, mientras ofrecía a Guor una taza con mate cocido__. Esta también es tu casa.

Nahueltruz agradeció con una inclinación de cabeza y aceptó la taza.

__Sin embargo _prosiguió el sacerdote__, temo que Racedo sospecha que estás parando y pernoctando aquí, en el convento, porque hoy me hizo una visita de lo más inesperada e inusual, debo decir.

__ ¿Qué le preguntó?
__No fue muy directo, a decir verdad. Preguntó un poco de todo. Quiso saber por la salud de Agustín, por su hermana Laura…
__ ¿Qué quería saber de ella? _se precipitó Guor, y Donatti levantó la vista__. Quiero decir _rectificó__. ¿Qué tiene que ver la señorita Escalante con Racedo?

__Debo suponer que has conocido a los hermanos _vaticinó el sacerdote franciscano.

__Hoy me los presentó el doctor.
__Pues sí, Racedo no oculta la inclinación que tiene por ella, y no se será difícil entender por qué. No quisiera decir esto, pero al parecer la pretende el doctor Olazábal, pero Racedo cree que él…
__ ¿Qué?
__Es que no puedo ni decirlo, hijo, Racedo cree que él en verdad quiere al hermano, a Pedro, que gusta de los hombres.

Guor se enfureció pero intentó reprimir el sentimiento, no comentó al respecto, su gesto permaneció invariable, como si hubiese perdido repentinamente el interés.

__Volviendo al tema que nos atañe__retomó Donatti__, creo que tu permanencia en Río Cuarto es insostenible. Racedo podría encontrarte en cualquier momento, alguien podría delatarte a cambio de unas monedas. Será mejor que regreses Tierra Adentro. No quiero una desgracia en este pueblo. Dios mediante, llegará el día en que podamos convivir todos en paz.

__Ese día, padre, llegará y será cuando alguno de los dos bandos haya fenecido, y usted y yo sabemos bien de cuál se trata.

De regreso en el dormidero, Guor acomodó sus pertenencias con la decisión tomada de emprender el viaje de regreso al día siguiente antes del amanecer.
Estaba molesto, un malhumor que, por  lo absurdo, lo llevaba a arrojar las prendas y las alforjas con rabia. Por fin, le propinó un puntapié al montículo de alfalfa y amedrentó a la vaca, que mugió y se inquietó en el corral.
No quería regresar, no aún, dado que la suerte de Agustín Escalante pendía de un hilo. Se sentó en la banqueta que fray Humberto usaba para ordeñar, se llevó la mano a la frente y soltó un suspiro.
No tenía sentido engañarse, no era costumbre de hombres sensatos y, aunque lo pusiese de malas aceptar que no se trataba enteramente de la salud del padrecito, debía admitir que Pedro había conseguido inquietarlo.
¿Por qué lo fastidiaba que Olazábal se interesara por él? Al carajo con esos melindros.
Se puso de pie y salió al huerto.
En los días de verano. El sol tardaba en desaparecer, ya casi las nueve y todavía el sol languidecía en el ocaso, convirtiendo el cielo en una paleta de colores rojos y violetas que no se había cansado de admirar. En el huerto de los franciscanos también había un limonero, allí se sentó y apoyó la espalda en el tronco. Estaba agotado, aún no se reponía del viaje a través del desierto. Era el cansancio que le  tundía el cuerpo,  le embotaba la mente y lo despojaba de la voluntad para alejar esos pensamientos inexplicables que lo asediaban.

¿Por qué le tenía en la cabeza? ¿Serían sus ojos almendrados de miel los que le habían echado el conjuro? ¿Se trataría de los rizos que le  bañaban la frente a veces los que le quitaban la paz del ánimo?
Cuánto deseaba tocarlos, hundir la cara en el pelo, olerlos.
Los tocaría, sí, y hundiría el rostro también, y los olería, lo haría o se volvería loco. La belleza de Pedro Escalante Beggio resultaba tan infrecuente que, ni siquiera él, un ser más bien inerte y apático, podía mirarlo con indiferencia.
El abandono de Quituí le había encallecido el alma entonces, lo había convertido en un hombre frío, distante, indolente que era, pero luego se supo homosexual. Era antes el despojo de la traición.
El amor que le había profesado a ella ahora era odio, un odio que le enfriaba el alma hacia las mujeres, porque era frío lo  único que sentía en el corazón. Y de pronto, mirar a Pedro Escalante Beggio había sido como acercarse a la lumbre en una noche gélida, al sol en el hielo del invierno.

Escuchó un ruido y se puso súbitamente de pie, enojado de haberse dejado llevar, por haberse distraído, algo que podía costarle la vida. Se trataba de Blasco, que trepaba la tapia del convento y se arrojaba dentro.

__ ¿Qué haces aquí a esta hora?
__La Lorena quiere saber por qué no has ido a verla, ella me manda _expresó el muchacho, mientras se aproximaba.

_ ¿Le dijiste dónde estoy?
__No _respondió Blasco, medio ofendido, y se apresuró a seguir a Guor, que regresaba al establo.

__ ¿Por qué no estás en el fuerte? Tu abuela Carmen debe de estar preocupada.
__Mi abuela no está en el fuerte. Ella y otras mujeres pasarán la noche en vela frente a la casa de los Javier, rezando por el padrecito. ¿Qué le digo a la Lorena? Me mandó a preguntar.
__Que me voy Tierra Adentro a la madrugada.
__Se va a poner que la lleva el diablo. Desde que llegaste se emperifolla pa” ti,  tú no te dignaste ni una vez. Hasta le roba cosas a la señorita Escalante y se las pone. Le usa el perfume.
__ ¿Qué tiene que ver Lorena con la hermana de Agustín?
__La señorita Escalante alquila una habitación como don Pedro en la pulpería. Acabo de acompañarlos hasta allí. Todos los días la acompaño. En el fuerte están que se mueren de envidia porque es más linda que un sol. Que no se entere Racedo que me degüella. – Se rio__. Hoy  me estuvo preguntando por vos, la señorita, va, el hermano más _soltó, Blasco, y se concentró en el facón de Guor, el más grande que conocía__. ¿Ese es el cuchillo que te regaló el coronel Mansilla?

__ ¿Qué te preguntó, Pedro?
__Cosas –respondió vagamente el muchacho con  la vista en la hoja reluciente_. Se quedó con ganas de saber nomá, yo me di cuenta. No preguntó más porque él es así, muy respetuoso y educado. Pero tenía ganas de saber, tenía.

--Toma.
__ ¿Qué es?
__Me lo dio pa” ti el señorito, Pedro. Me voy.

Guor sintió que el corazón le aleteaba cuando desdobló el papel y vio la bella caligrafía.

“No sé a veces lo que escribo, solo algo que nace en mi pecho, toma forma en mi inquieta cabeza y obliga a mis manos traducir  en letras, para que al iluminarlas tan solo con tus ojos logre  descifrar tu corazón, para que sientas y entiendas este sentimiento que a ti me encadena, me obliga a buscar en ti a cada instante, mi sustento de amor y pasión que le da sentido a mis días.
No sé por momentos lo que veo, si mis ojos recorren paisajes urbanos, se llenan de colores más sin la luz de tu mirada a mi lado todo color se vuelve gris y me rodean paisajes desérticos, nada más bello cabe reconocer en mi mente si después de llenar con tu belleza la retina querré con desesperación buscar en tu figura ese paisaje natural en donde sienta esa plena felicidad que mi alma ansía.
No sé lo que sienten mis manos que lejos de tu piel se llenan de vacío, más allá de lo que toquen, la memoria del tacto  nada reconoce, pues solo querrá volver a sentir la suavidad y tibieza de tu cuerpo que momentos antes dejó de acariciar, en mis poros queda impregnada tu esencia, tu humedad y todo aquello que al amar entre mis poros logro  atrapar de ti.
No sé qué hago distante de tu piel si estando contigo te vuelves mi tierra que mi pasión sostiene y te vuelves mi cielo donde se pierde  mi delirio, nublas mi razón,  tomas completo dominio de mis deseos llevándome inconsciente de amor a navegar por escondidos rincones de tu cuerpo y me haces sentir que desespero por amarte en un segundo fuera de ti.  No sé cómo seguir un instante fuera de ti, si al alejarme de tu lado me pierdo en un  universo frío y vacío, si es a tu lado sintiendo tu simple roce donde me siento vivo. Beber a cada instante de tus labios esos besos de pasión que por tanto tiempo sediento me han tenido… ya nada sé fuera de ti… solo sé que más allá de tu amor yo no existo y que a tus brazos nuevamente quiero caer cautivo.
Hoy me he levantado meditando sobre todos los pasajes vividos en mi vida, recuerdos plagados de mucha emoción sentimental, historias arraigadas de una eterna felicidad, otras guardadas en un espacio donde abunda la penumbra por ser desgarradoras, pero que juntas han sido el sostén indestructible de mi sencilla y abierta página de mi existencia.
Imágenes engavetadas en el baúl del pasado, que yacen como fantasmas silenciosos en un desierto interminable, donde nos sentimos vivos con solo saborear en nuestros labios una gota de agua,  y así volar y volar sin detener el vuelo hacia la libertad de sueños infinitos en nuestra mente.
Se apagan las luces intermitentes de mi memoria, pero insisto y lucho contra la amnesia, me declaro enemigo del olvido, y así recorro las cenizas enterradas por heridas que se esconden en las sombras de un porvenir desdibujado por un llanto que destila sus lágrimas tristes, dándole cobija a la incertidumbre en mi camino. Mi alma desterrada sufre,  mi cuerpo débil sucumbe ante la pérdida de placeres y deseos perdiendo el rumbo por la pasión de amar.
Se aleja la claridad indisoluble de mis verbos, mi jardín llora por perder sus adoradas rosas, marchitándose lentamente por el veneno de un descuido mortal que impone la oscuridad y desolación del corazón. Siento hilos finos en mis manos y piernas, como una marioneta que  guían, convirtiéndome en un maniquí del diablo, poseído por una autodestrucción frenética de mi propia conducta, donde no encuentro el verdadero destino a mi vida. Mi boca produce un aliento a víctima de mi interior vacío, alimentando melodías melancólicas y devastadoras que nos llevan a ahogarnos en un mar de estierco, donde se divierte el engaño de demonios que flotan escondidos disfrazados de ángeles y yo no logro identificar la maldad de tan dañino proceder. Mi propia locura encontró la perfecta cordura cuando apareciste tú,  ahí,  como inspiración para un cuadro con tu imagen y carisma, levantándome el ánimo, llenándome de fuerza mi interior, transformando el vacío de mi soledad, en un ser lleno de amor. Con tu magia tocaste mis mas frágiles intimidades, y hoy te digo: contigo todo, sin ti nada...
Por la plenitud de estar en sintonía con la persona amada, por el latir de un corazón furtivo y navegante, por el camino que conduce al alma a través de la senda exquisita de la piel, por la selva ampulosa que compone la flora mística de los sentimientos, y por el deseo que insta a los amantes a vestirse únicamente de sí, el júbilo del mar me dice que hay marea alta, y que cada ola de amor, de ternura, de comprensión, de dulce y pulquérrima entelequia que se prodigue, estará, irremediable e indefectiblemente destinada, a sumergirme, bajo el íntimo requerimiento que tiene lugar en la plenitud de los cuerpos y los abrazos, en la profundidad arrulladoramente insondable de su ser. En la liviandad de los minutos nuestras pieles hierven, perplejas y deseosas, mientras ella gime y mientras las olas del mar se enredan en nuestros sueños de pasión. Si quieres huir, llévame contigo, seré fuerte, estaré esperando, no me dejes si regresas con tu gente aunque sea un huinca, te amo.

-Era como un flamante amanecer, con una radiante y bella luna  cuando hasta mí llegaron tus palabras, palabras  todas que me hacían soñar. A mi mente acudieron tantas cosas, todas bonitas y añoradas por mí, como tu mirada clavada en mis ojos donde había un fuego encendido. Hiciste que imaginara tantas cosas,  cómo que mis manos te desearan,
mis labios se humedecieran, era como un fuerte torrente de brasas candentes.
En mi ser entraron deseos de tocarte, besarte y querer hacer el amor contigo, mi sangre quemaba de placer al recorrer todas mis venas con ansias de hacerte mío.
Fueron imaginaciones y fantasías especiales pues sentí que de verdad estaba contigo, y no era así, pero solo el recordarlas  me producía deseados escalofríos de placer.
Comprendí que todo eran imaginaciones mías,  pero lo que sentí por mi cuerpo era placer, deseando poder entrar y salir dentro de ti pero ahora es un bello recuerdo entrañable, que deseaba volviera a pasar muchas veces más. Clandestino fulgor,  rumor prohibido, entre lascivias de amor y lujurias henchidas, escondido espasmo entre las rocas húmedas, río crecido, sediento entre los brazos tibios, mar bravío, despierto entre las piernas, semillas, seductor añil, lisonja roja,  gozo exquisito y loco, furtivos encuentros,  sigilos de pasión, bebiendo la leche  el agua pura, manantial, la miel, el manjar,  panal de mieles erizadas, escondida huella acomodada en atisbos ajenos, secreto fuego entre la sangre fiebre consorte en la piel, mudos espasmos  en la carne,  sopor de miel, vergel de hechizo en la distancia,  sudor sobre el papel.
Amanecer junto a ti, sintiendo el calor de tu cuerpo, el latido de tu corazón, respirando tu aliento, acariciando tu desnudez, besando tus ojos, llenando de besos tus labios, escribiendo en tu piel y cuando comienzas a abrir los ojos, declararte todo mi amor, es la mejor manera de comenzar un nuevo día de vida”.

__ Guor, Racedo está en la pulpería, no vayas.
__Por los santos, Blasco, hoy me vas a matar vos, ¿y Pedro?
__No lo sé, Racedo está con la señorita, de Pedro no sé.
__Búscalo, y dale esta nota. Solo a él.

“Sí mi amor,  así fue y así lo hice sin miedos ni pensamientos con turbulencias, solamente pretendía abrazar al amor, por eso borré cada rincón cada lugar de mi vida, borré mi pasado para que no te molestara, para así amarte con todas mis fuerzas, desalojé mi corazón para darte todo mi espacio cada noche, en cada sueño cubría con mis verbos tu piel, dejé que volarás por mis labios y mi alma, y aun así lloré, lloré por ti y por mí, por tus ausencias y mi soledad, lloré y me sentí vivo, muy vivo,  pero sin ti ya no bailaban nuestros corazones, ya no, ya las melodías estaban muertas, la pasión se había dormido en ese suspiro de amor, los besos tiritando de frío.
La noche se me presenta inmensa, con tu silencio que me mata, mi corazón, te buscará al igual que cualquier noche, mi voz, gritará tu nombre en el aire adormecido, hace calor vida mía, me pesa el cielo y me sobra la vida porque tú no estás, quiero amor unos sueños nuevos, quiero volver a empezar, quiero verte en mi locura de amor, el eco de la gloria será nuestro y mañana será un día nuevo donde los sueños recobrarán vida y mis verbos serán compuestos de melodías encadenadas, así vida mía se acabará mi llanto ahogado, seré de nuevo tu enamorado, que quiere sentirse vivo, ven abrázame amor esta noche.
Te amo amor. No me iré si ti, Pedro”.

En la madrugada desnudo, sintiendo el suave roce de las sábanas de raso en mi piel, divago en busca del distraído sueño que errático deambula buscando unas caricias leves, pero que hagan vibrar cada molécula de mi ser.

A mi alrededor el silencio que penetra en mi cuerpo y desgarra sin piedad los límites de mi conciencia, reprochándome vagar en el mundo pasional del amor en el que me apetece entrar.
Un hálito trémulo se cimbrea sobre mí, me estremezco, veo que la ventana abierta deja pasar un ramalazo de viento que eleva la tela de la cortina.
Una vocecita en mi interior, fina y de tono aflautado me incordia repitiéndome:

--- Estás despierto, deja esos ardientes deseos para cuando entres en el mundo de los sueños.

En completa soledad,  acompañado solo por un rayo diáfano de luna llena que atraviesa los cristales semiabiertos de la ventana, me asalta una idea. Ella, es ella la que me impide ser plenamente feliz y libre.

Me incorporo y tomo mi libreta, esa lustrosa y sobada por el uso que es mi compañera desde hace largos años y bolígrafo en mi mano, entro en materia.
Dibujo tu silueta, mis trazos van configurando poco a poco tu esencia.
Estás bien formado, tu pelo algo largo me embelesa, puedo sin forzarme levantar la cabeza y ver tu mirada posarse en mi figura con firmeza.
Se me escapa el aire que contenido por sentirme atraído por tan inesperada imagen, retenía con fuerza.

¿Qué estoy haciendo? _ me pregunto al sentirme sorprendido por mi actitud. No pienses en Guor, sino en ella.

Impulsivo y molesto  por mi desatino, empiezo a escribir sobre otra figura…  palabras, frases, pensamientos que llevan multitud de quejas que van cayendo como hojas caducas y oscureciendo el dibujo que  he hecho de ti.
Y se ahonda y llena con los trazos gráficos tu imagen, te escribo tanto y tan variado, que olas de emoción me inundan y ya lleno, desapareces y te conviertes en nada, como si nunca hubieras existido. Adiós, Camila, no te amo.

Mis ojos cansados se dejan llevar por el cauce de las sombras y pleno de alegría entro jubiloso en el mundo de los sueños. Cuando despierte… retomaré las memorias de Blanca Montes.


CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
 CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO.
ESCENAS EXPLÍCITAS.


15 comentarios:

  1. Elena Hermoso. Me encantó querida amiga felicitaciones 👏👏

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  2. Delîa Bellísimo y sentido texto. ¡Felicitaciones!

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  3. Veronica Lorena Piccinino Lindo relato ... complejo pero lindo

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  4. Hermoso Eve...Ya quiero que Pedro sepa la verdad y estoy segura de que, aunque sea tan difícil, él y Guillermo van a poder estar juntos para siempre...

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