miércoles, 13 de febrero de 2019

“LA CÁTEDRA”. CAPÍTULO CUARENTA Y UNO.


“LA CÁTEDRA”.

Viernes, 24 de diciembre de 2016.

TRES MESES DESPUÉS.

CAPÍTULO CUARENTA Y UNO.
“Si algún día tú me ves triste,
no me digas nada, solo quiéreme”. Mario Benedetti.
“Estoy solo, y no hay nadie en el espejo”. Jorge Luis Borges.


“Cuánto daría por tomar tu mano y declararte mi amor... Quisiera tomar tu mano y poder decirte que sí deseo tener una vida con alguien y ese alguien eres tú, quisiera hablarte mirando tus ojos hermosos y decirte que deseo formar un hogar contigo, despertar cada mañana a tu lado y respirar tu aire para levantarme y ser tu esclavo... Digo que no quiero familia o un hogar, pero lo digo por miedo, miedo a tu rechazo... Deseo poder ir a tu casa y conversar con Dios,  pedir su bendición para nosotros, deseo compartir mis días y noches a tu lado, que al amanecer estemos juntos y al anochecer fusionarnos en una sola persona en un abrazo que sea irrompible... Deseo emprender una vida nueva a tu lado... Juntos progresar... Ser una sola persona en las dichas, alegrías, dificultades, obstáculos que nos depare el destino... Quiero ser tu amigo, tu confidente, tu eterno enamorado, tu esposo y amante...No puedo prometer darte el sol, pero juntos podemos llegar a tocarlo, no te ofrezco la luna pero de tu mano podemos llegar a cenar muy cerca de ella con las estrellas de testigo... Hoy no te digo nada por miedo y porque no tengo cómo empezar a tener algo juntos... Pero ten por seguro que daré mi vida a cada segundo para que seas muy feliz, nunca daré un paso atrás y si lo doy será para tomar impulso y lograr ser una familia feliz... Quiero tener metas claras y que entre los dos las alcancemos... Sé que a tu lado podremos conseguir mil bendiciones... Muero por tenerte en mi regazo y engreírte, anhelo atenderte y ser tu fiel e incondicional esclavo... Dios y la virgen son testigos de que cada amanecer y anochecer mi primer y último pensamiento son para ti acompañado de todos los buenos deseos y millón de bendiciones... Cuánto daría por tomar tu mano y no soltarla nunca.

Proliferaba un indescriptible  invierno.
Un viento bisoño revolvía las arenas del tiempo... Y crujían las curvas ramas azuladas. Crujían las ramas por el efecto virulento del viento que azotaba.
El ejército sordomudo e increíble de los lirios en pleno letargo...y sobre sus sombras se replegaban.  Los pájaros en silencio sucumbían.
Sin flores, contiguo al salón de la melancolía, donde las carcajadas del ayer ya no existían -ni aquel candor, ni aquella alegría -con suma nobleza y gallardía, lo que yo ya no tenía, un gramíneo boceto de la tarde leve, en mis yemas se moría.
Y entonces lo vi partir, alejarse de mí por las calles del dolor, por las amarillentas callejas del adiós. Y nunca más olvidé aquel día.
¡Oh por Dios cómo me dolía!
Y por eso que aún recuerdo como yacían sus pasos nítidos por el mundo inequívoco de las hojas.  De las hojas amarillas... De las hojas caídas. Que caían y caían como las gotas de mi alma convertida en lluvia de sangre.
Y susceptible se hizo mi corazón desde ese día. Y yo ya no pude morigerar mi llanto, ni encontrar la manera de mitigar mi tormento, mi sufrimiento.
Y era tanto el amor que le tenía, y que aún le tengo. Y él era mi constante luz, mi numen, mi deidad infinita, mi amor, mi gran inspiración. El diáfano manantial de mis verbos que tanto le escribiera yo, enamorado de su amor, enamorado ciegamente de su amor.
Y ahora el destino tan mordaz me hace ver que este monólogo cotidiano del día a día no es más que una firme necedad, que solo me desmotiva; y, de momento, mi neurosis acrecentada, y yo más débil. Y debo lidiar con este rencor que me amarra ferozmente, que me envuelve y desenvuelve. Y esta soledad que me destruye, que nunca disminuye. Que nunca se ha compadecido de mí. Ni de la luz de estos ojos que de pronto se materializa, se martiriza.
Que también se marchita.  Ni de estos labios que te adoraron. Y yo te adoraba, y aún te adoro.
Caminé por la plaza como siempre,  rojizas hojas al pasar. La nieve helaba con angustia,  el calor intenso y agrio no abrazaba como vos. Hace calor para todos, a mí me recorre una sangre helada. Pensé por la plaza como siempre, nuestras risas precedían el final. El viento helado me empujaba insistente,  sofocado en el recuerdo busco lo que sos. Morí en la plaza como siempre, templada y suave tu mirada. Frio llamado y la sola espera. Quema el filo, la navaja, pronto seré vos.
Cuántas veces caminamos por esta plaza que imaginábamos nuestro vergel. Hoy, solo, pateo las rojizas hojas de los arces otoñales. Nunca vimos o sentimos sobre nuestra piel la nieve pero era como si sí. Cuántas veces nos abrazamos aquí y nos besamos tan apasionadamente que creíamos morir mientras el acre aroma otoñal decoraba nuestro amor.
Pensamos todo lo posible mientras recorríamos nuestra vida atravesando la plaza principal, reímos alocados embriagados en esa pasión inexplicable. Nunca imaginé que pronto la vería así, solo, rememorando lo vivido. La pura nostalgia envuelve mis cansados huesos estrenados hace solo cincuenta años atrás. Su pelo haciendo frente al frío invernal lo vestía con poder, lo creí inmortal. Siento que me ahogo, busco su sabor, el consuelo de solo verlo, una vez más por favor. Ruego… una vez más por favor.
Una vez más aquí, en la plaza de mi amor. Nunca más la recorreremos juntos, soñando lo que no es, nunca más la recorreré llorando por lo que es. Me parece verlo,  cálido como siempre, suave en su expresar. Un gesto de él paraba mi mundo, lo iluminaba con su mirar. Siento el frío otra vez y su abrigo no está. Confundí sus ojos con el filo del que será mi verdugo y Dios, el que quita y el que da, el morir y el volver a vivir, quizá. Tibia la sangre al deslizar, creo verlo, quiero verlo. Un rato más. Rojas las hojas de los arces y roja mi sangre al brotar, más roja es mi esperanza, cierro los ojos y ahí estás”.
 __ No quiero salir, José, no insistas _afirmó Guillermo exhausto luego de meses de rehabilitación, tan solo esperando quedarse a solas para imaginarlo, a ese amor perdido por la cobardía de no aferrarlo en el momento justo, por ese time diferente  que puso por excusa, por ese maldito infarto que en ese momento la mentira de Fabián y su bronca provocaron y con ello la imposibilidad de viajar en diciembre  para reencontrar a Pedro__. Quiero que te vayas y no verte más, lo que acabo de oír es suficiente para mí.

__Lo hice por vos Guillermo.
__! Una mierda lo hiciste por mí!  Sabías que amaba, que amo a Pedro, que Fabián lo había herido de muerte, y aun así, estando yo internado, cuando llamó porque Gaby le avisó le mentiste, le dijiste que eras mi esposo.
__Sostuve la mentira de tu hijo en todo caso, no es para vos, ya ves, ni sabes dónde está perdido, Guillermo, no nos engañemos, sos un tipo de cemento, jamás lo seguirías en su locura, y él anda por todos lados arriesgando la vida, entrando a cualquier lado. ¿Crees que cualquiera soporta la temperatura del Ártico? Por poner un ejemplo, vos y yo moriríamos en horas _adujo el fiscal.

__ Eso no es excusa ni te importa, Pedro se fue, regresó a esa vida por Miguel y la mentira de mi hijo, y lo sabes, ustedes y sí, mi estupidez me separaron de él, y si no estoy con él no quiero estar con nadie, ¿entendido?
__Está bien, me voy, pero te vas a arrepentir, te lo aseguro. Vos estás apostando a que Pedro va a regresar, a la cátedra, al estudio,  a tu vida y eso no va a suceder. Toma, es una carta que llegó de él, estabas internado, no la leí, si lo amas a él, allí tienes una dirección.

El fiscal le dejó un sobre cerrado sobre la mesa del living, y sin más salió, escuchando el eco de las palabras de Guillermo que sintió el temblor en las manos y el aleteo en el alma al tomar el papel.

__Yo no estoy apostando a nada, solo a que quiero que me dejen en paz, si quiero morirme que sea así,  en mi casa, sin nadie al lado. Adiós.
Era la caligrafía exquisita de Pedro, elegante, cursiva, delgada, esbelta, la dirección en Nueva York, casi pudo sentir sus dedos al ver esa letra. Y mientras se colocaba los anteojos, supo que leería  a través del velo del llanto.

“Siempre tendrás opciones. Me podrás amar o me podrás odiar. Me puedes recordar o podrás olvidarme. Pero sin dudas tendrás opciones. Si decides por la opción de amarme seré tu compañero de aventura, el que siempre tomará tu mano. Seré tu mejor amigo y también tu amante. Pero si optas por odiarme te diré que aun así yo te amaré.   Porque solo puedes odiar, cuando has amado por lo tanto sabré que yo estuve en tu corazón.
Si prefieres solo recordarme entonces recuerda mis besos, mis caricias. Recuerda las veces que te tuve entre mis brazos. Te aseguro que mi recuerdo lo puedes sentir en tu piel.
Ahora se decides que es mejor olvidarme te aseguró que será difícil ya que los recuerdos de las noches, que pasamos juntos y de las horas compartidas de pie, de las veces que tu cuerpo desnudé para hacerte el amor; es un  instante que tu piel no lo podrá olvidar nunca.
Ámame si quieres amarme. Ódiame con todas tus fuerzas si así lo deseas. Recuérdame en tu mente, tu corazón y tu alma. Olvídame si es que crees que puedes olvidarme.
Yo te amaré con todas mis fuerzas, nunca te podría odiar, porque estás en mi alma. Siempre tu recuerdo lo llevaré grabado en mi corazón, y en la memoria del cuerpo. Y olvidarte nunca podré, porque siempre te amaré. P.B.”.


“Dice la vida muy bajito, susurrándote al oído, que aun a tu pesar, ella no se detiene.
Poso mis ojos en esos instantes relevantes por circunstancias especiales y quiero detener el tiempo, pero lo que es presente se extingue, desaparece para convertirse en pasado.
Tiempo, te adhieres al aire, viajas y te conviertes en fuego, en hielo, en color.
Camaleónico cambias y reflejas ahora amor y luego odio, vives días de oposición a lo que somos, tu luz nos lleva a ver la paz y también la violencia y las voces duras y cruentas, que por comodidad no quieres escuchar.
Y se abren los días unos detrás de otros, y ajeno a lo rauda que pasa la vida, dejas de vivir momentos cruciales que no volverán.
El alba con su claridad te enseña su ofrenda, te recuerda que estás vivo y te regala con cada comienzo la alegría, de vos depende atraparla o dejar que el viento, ruidoso y hosco se inmiscuya en tu vida clausurando los buenos sentimientos; no lo permitas, te diga lo que te diga, pues el día de hoy va echando la llave que luego funde y no se abrirá más, se podrá asemejar a otro, pero jamás será igual.
De lo pasado, solo nos queda en la memoria el recuerdo, que el tiempo con su injerencia va borrando en su claridad.
Entre intermitentes destellos vas visualizando tus vivencias pero el desgaste que producen los años los va opacando, como una tormenta de arena, que oculta los caminos dejándolos atrás, para dar paso a unas dunas nuevas que derraman desde su cima la caliente y dorada arena sin cesar.
Lucha contra la apatía y el tedio, arranca de raíz esos pensamientos que no te dejan ver la realidad, vive cada instante por más simple que te parezca, como único, avanza y si caes, raudo vuélvete a levantar.
Disfruta y permite que el positivismo entre en tu diario hacer y pon un cartel luminoso en tu círculo íntimo para que te recuerde no olvidar que:
Lo vivido hoy no volverá.
¿Por qué no lo hice? ¿Por qué tuve que esperar a que lo diga una psicóloga?
Cuando cae la oscura y febril noche los recuerdos se agolpan en mi mente, tormenta de caricias inunda a mi alma y tus besos amorosos me invaden de repente…
Quiero escuchar la dulce melodía de tu voz en los murmullos que nacen al morir el día, cuando de repente me sorprende la noche con fugaz algarabía al volar mis sueños  en busca de tus deseos de amor dormidos… cumpliendo así en el silencio esta fantasía. Si vieras por mis ojos,  te darías cuenta del por qué te amo tanto,  demasiado amor,  demasiado llanto  para este corazón idiota que no deja de pensarte,  que no cesa de llamarte en cada noche de suspiros  que se mezclan con el viento, que se vierten en mi alma,  y se pierden en mi corazón incierto. Y si al despertar de mis pensamientos  te sientes cansado, amor mío… piensa que es por el caudal de caricias que abandoné anoche sobre tu espalda  al besar con amor y pasión tu cuerpo, ese que alguna vez fue completamente mío.
No puedo seguir así, Pedro, tengo que encontrarte, tengo que hacerte saber la verdad cielito”.

Marcó un número.
__ ¿Guille?
__Beto, ayúdame a buscar a Pedro.
__Hermano, puede estar en cualquier lado, es muy difícil.
__Tal vez, pero dudo que arrastre al hermano, por favor, Beto ayúdame a encontrar a Agustín.
_Está bien, yo te ayudo, pero si me prometes que te vas a cuidar, otro infarto, y no sé si te vas a salvar de la cirugía.
__Lo prometo.
Tengo una dirección, es algo, te la pasaré y le escribiré.
“Ámame  como el agua  que cubre mi cuerpo ardiente. Las sombras nos cubren y tus manos me tocan exquisito. Tus caricias son exquisito placer, son furia tus manos cobijando deseos, tus labios me besan, provocan mis ansias, con una mirada, con un solo roce, me embarga una emoción infinita, me detengo en tu mirada y allí quiero quedarme, tu piel encantada me dice que indague tus secretos, cielito, vuelve. Ven,  permíteme besar tu boca, y morder tus carnosos labios, porque aún tengo  en los míos el sabor de los tuyos, ven,  déjame acariciar y recorrer la geografía de tu ardiente cuerpo, hasta llegar a descubrir los más  recónditos manjares, ven,  permíteme sentir tu sublime fragancia, y así conseguir que tu esencia  se impregne en mí, para  al fin  poderme sentir lleno de tu presencia, concédeme ser el invitado de tu cuerpo y así lograr que ardamos en el fuego incontenible de nuestros deseos  y nuestra pasión, ofréceme una composición de gemidos, sollozos y suspiros, antes que nuestros cuerpos  se sumerjan uno en el otro,  tengamos un preludio de amor y hagamos poesía del amor, porque poesía somos, cuando el amor hacemos y tu cuerpo excita mi ser que se pega a tus formas, las sábanas sobran y aumentan las ansias. De un suspiro de placer  dos almas se funden, dos cuerpos se engarzan, tus caricias,  mis manos,  un beso,   un suspiro, un  no te detengas, amor te lo pido. Que la noche siga y sea eterna, que sigan tus labios probando el sabor de mis labios diciendo " te amo”, palabras, caricias, los cuerpos sudando, las ansias ya sueltas, nos están quemando,  intenso y apasionado, pasión desatada, amor entregado,
abrázame fuerte, que te estoy amando, te sigo amando, fue todo mentira”.

23 de diciembre. Tres meses antes. Nueva York.

“Una de mis fantasías ha sido siempre de volver a tenerte nuevamente entre mis brazos, como esas noches tiernas de lluvias, con relámpagos y estruendos; donde se perdían los gemidos y ronroneos llenos de erotismo, nadie podía escucharnos, solo éramos tú y yo en una entrega total, llevándonos a otra dimensión que solo los dos conocíamos.
Sé que nadie podrá reemplazar este amor, esta lujuria de amarte, de hacerte sentir tal como tú me hacías sentir, el calor de tu piel, el fuego en mi vientre que es ávido de tu sexo, sin querer soltarte, glotón de tus besos, de tus mimos, de tu fogosidad que es solo para mí, que igual yo también supe darte.
Tú eres la razón e inspiración de mis verbos, porque son solo para ti, ¡no diré tu nombre! porque sé que de una u otra forma llegarán a ti, y sabrás que los hice en tu memoria, lo sentirás en tu corazón, en el aire que respiras, te harán suspirar con desaliento al recordar, todos aquellos momentos tan divinos que vivimos.
Son letras escritas por mí, dedicadas a ti con todo mi cariño, de este corazón enamorado que añorando está por tu amor tu retorno; así verás y te darás cuenta todo lo que siento y anhelo de ti, ojalá que lleguen y toquen tu corazón.
Así endulzaré mi rica concupiscencia en sueños y certeza, con besos revoltosos en tu cuerpo mientras cae la lluvia despacio, con su brisa fresca y agradable, confundiendo los sentidos con quejidos desaforados de lujuria y pasión.
Tu boca enajenada en mi pecho, saboreando mis pezones a besos, mientras yo, susurrándote lindos verbos de cuentos y sueños sellándolos con ósculos, sintiendo el aura de esta noche en nuestros cuerpos, acariciándonos y envolviéndonos con un aroma impregnado de amor y sexo, quiero perderme en ti hasta quedarme dormido, para luego despertar  abandonado de nuevo entre tus brazos, reiterar hasta quedar exhaustos.
No quiero perder ni un segundo de tus caricias apasionadas, no obstante es solo una fantasía que en breves momentos será real, ya verás lo que te haré sentir, sé que volverás insaciable de mi genésico, pidiendo más de mí y amándonos más que nunca. Guille, fui un hombre feliz a tu lado, con éxito, plenamente realizado, y de repente de la noche a la mañana todo se puso patas arriba, tu hermano, las amenazas, la empresa, vos, yo, transformándose en la peor pesadilla que pudiera imaginar, quebrando mi alma que se desgarró, perdió su chispa divina. No obstante, algún día tendría que parar y afrontar que por mucho que corra, por muy lejos que viaje, no podré ni olvidarte ni recuperarte, y tal vez esperaba que me mataran antes en algún país lejano pero el tiempo pasa y sigo vivo, y no sé si pese a mi hermano puedo seguir.
El agua de la ducha puede llevarse las lágrimas que resbalan por las mejillas, y por momentos creo que podría superar estas fiestas sin ti, pero por qué hacerlo. ¿Por qué luchar por aguantar y seguir con vida? ¿Por quién lo haría? ¿De verdad importa que vaya con mis compañeros? Cada vez me cuesta más hallar respuestas a estas preguntas, el tiempo pasa, nada cambió o sí, lo hizo para mal, te alejó de mí y me parece increíble ya haber logrado vivir sin ti estos meses, no puedo, es mucho más simple morir, no me alcanza con las misiones, ni siquiera con mi hermano.
Ciertamente las despedidas son más tristes y duras, cuando aún se ama.
Ese día fue el más fuerte de mi vida, trataba de ser valiente para no llorar, pero igual con solo verte, mi corazón se desprendía del dolor, y mis lágrimas corrían sin control, sin poderlo evitar.
La razón se pierde porque no entiende mi amor hacia a ti, “o simplemente” no quería entenderla, porque mi confusión, mis sentimientos y mi juicio, querían desprenderse, ya no querían marchar juntos, pero mi alma era más fuerte.
Al despedirnos no nos abrazamos y besamos fuertemente, estabas con otro, ya era hora de partir a otro rumbo, lloré durante todo mi trayecto como un niño, desde entonces no he vuelto a verte.
Mi corazón te añora cada día, inquietando mis sentidos, apoderándose de mi mente, las noches me roban tu presencia, no puedo conciliar el sueño; las madrugadas son frías sin ti, ya no tengo tu calor ni tus caricias.
Tú has sido el único que me brinda esa paz que siento, mi amor por ti es tan intenso, que a todos les hablo de ti.
Tu recuerdo quedó sellado como fuego en mi alma, que aún me quema,  a lo largo del tiempo esos recuerdos, imágenes y sensaciones, secuestraron mi alma, y mi cuerpo.
Al cruzarte por mi mente, siento cómo se despliega una catarata de momentos y recuerdos bien vividos, aunque ya no nos veamos.”

 Pedro lo único que deseaba era alejarse de su vida anterior y su hermano supo que en su fuero interno  no deseaba seguir viviendo y buscaba que lo mataran en alguna de las misiones en las que se embarcaba, ahora que lo amaba se le rompía el corazón al imaginar cómo se sentía y saber que nadie podría ayudarlo si su socia no convencía a Guillermo de buscarlo. Tan solo esperaba que el tiempo aliviase las heridas de su hermano y lo ayudase a vivir con lo ocurrido, aun perdiendo al único ser que amó y amaría con toda su familia y renunciando a la carrera que en definitiva podría continuar hasta  la vejez, que había labrado con esfuerzo.

El plan de echarse al río era mucho más sencillo que seguir viviendo sin Guillermo, después de tanto dolor, había elegido esa vía de escape, y no era justo que solo una sombra entrando en una casilla lo alejara de su plan.
En la caseta no se oía un solo ruido, pero de pronto percibió movimiento y unas toses ahogadas. La curiosidad pudo con él. Quizá su maldita costumbre de ayudar. Quizá si quien se hallaba allí tosía estuviera enfermo y necesitara ayuda. No se le había ocurrido antes. Como fuera que fuese, supo que había pospuesto su plan de morir esa noche. Se quedó mirando la caseta un buen rato, y a continuación le echó valor, abandonó la barandilla del puente y se acercó. Llamó con los nudillos. Se preguntó, si después de todo, se trataría de una mujer, aunque creía haber visto a un hombre por el rabillo del ojo. En cualquier caso, fuera quien fuese, se había escabullido a toda velocidad y había cerrado la puerta.
Se quedó quieto un minuto delante de la caseta, luego llamó por segunda vez, con cautela. No quería abrir la puerta de golpe y dar un susto a nadie. Como no obtuvo respuesta, llamó por tercera vez. Tenía pensado ofrecer ayuda si la persona en cuestión estaba enferma. Y, en cuanto hubiese atendido sus necesidades, se ocuparía de las propias. Lo tenía todo planificado. Era un caso clásico de suicidio. Sabía que no era nada original, y la idea ya no le resultaba extraña, simplemente no quería seguir superviviendo, no más.

__ ¿Se encuentra bien? _preguntó con voz firme.

Siguió sin recibir respuesta. Se disponía a marcharse cuando una vocecilla contestó al fin.
__Sí, estoy bien.

Por la voz, parecía tratarse de alguien muy joven. Podría haber sido un hombre o una mujer, imposible distinguirlo. Entonces el instinto se impuso y se olvidó de sí mismo.
__ ¿Tienes frío? ¿Quieres comer algo? __Siguió un silencio interminable, mientras el ocupante de la caseta se lo pensaba, hasta que al final respondió.

__No, estoy muy bien. __Esta vez sonó como un niño. Entonces agregó__. Gracias.

Pedro sonrió. Fuera quien fuese, le recordaba la rebeldía de su  medio hermano al inicio, pero era educado. Empezó a alejarse de nuevo. Retomando su plan mentalmente. La interrupción, sin embargo, le había restado impulso y lo había distraído. Ya no se sentía tan decidido como unos minutos antes. Aun así, se dirigió a la barandilla de nuevo, sin dejar de preguntarse quién estaría en aquella caseta y qué estaba haciendo allí. De pronto oyó una voz a lo lejos, a su espalda, que gritó.
__! Eh!

Sorprendido, dio media vuelta y vio a un muchacho de unos doce años, de la edad de Agustín, en camiseta y jeans raídos, zapatillas que alguna vez debieron de ser blancas y con pelo alborotado, y un tanto asilvestrado. Lo miraba con los ojos como ventanas, e incluso desde lejos, Pedro advirtió que eran claros, de un tono verde brillante, que destacaba contra su tez, de color marrón claro.

__ ¿Tienes algo de comer? __le preguntó el chico, aprovechando que se había quedado atónito, sorprendido por lo poco abrigado que iba en plena nevada de Navidad.
__Puedo conseguirlo _respondió él. Sabía que había un McDonald’s cerca de no llevarlo al departamento. Él mismo se compraba allí el desayuno y la cena a menudo.

__Bah, es igual, no pasa nada _dijo el chico con cara de chasco, tiritando de frío junto a la caseta.

Se trataba de una construcción municipal, pero obviamente no la habían cerrado con llave, y el chico la estaba utilizando para resguardarse y dormir.
__Puedo traerte algo __insistió, Pedro.
Él titubeó y a continuación negó con la cabeza y volvió a entrar a la caseta. Pedro regresó a la barandilla y bajó la vista para contemplar las aguas del río. A esas alturas estaba empezando  a sentirse incómodo con la idea que, hacía apenas unos instantes, le había parecido tan acertada. Se disponía a volver a casa y armar un bolso, ir a ver a su hermano, cuando el chico, casi un calco por el porte y la edad apareció de pronto a su lado con unos brillantes ojos verdes y el pelo negro azabache.

__Podría ir contigo __propuso en respuesta al ofrecimiento de él de minutos antes__. Tengo dinero para pagar.

Mientras miraba al muchacho que trataba de evitar que le castañetearan los dientes con todas sus fuerzas, pensó que era una señal evidente de que no debía echarse al río para morir ahogado esa noche. Que, lo que debía hacer en cambio, era alimentar y abrigar a ese chico. Fue a quitarse el abrigo para ofrecérselo pero él lo rechazó con valentía. Y comenzaron a alejarse del río, caminando uno al lado del otro. Poco antes Pedro había querido quitarse la vida como manera de escape definitiva a su dolor, llevado por un arranque de cobardía raro en él, y en ese momento se dirigía a cenar en compañía de un chico del que no sabía nada.
__Hay un negocio a menos de una cuadra de aquí _  le dijo mientras iban de camino.

Intentaba caminar rápido para que el chico no tomara demasiado frío pero para cuando llegaron al establecimiento, y lo vio bien gracias a la iluminación interna del local, estaba tiritando, tenía las manos y los labios azulados. Nunca había contemplado unos ojos tan claros, su cara era dulce, aún infantil, y su mirada rebosaba inocencia. Tuvo la sensación de que sus caminos estaban destinados a cruzarse esa noche. La temperatura era muy agradable y el muchacho se puso a dar saltitos para entrar en calor. A Pedro le dieron ganas de abrazarlo para ayudarlo un poco como hacía con frecuencia en las misiones, pero no se atrevió.

__ ¿Qué vas a querer? _le preguntó amablemente. El chico vaciló__. No te cortes _le animó__. Es casi Navidad, ¿vamos a celebrarlo?

Él sonrió y pidió dos Big Macs con patatas y una gaseosa grande, y Pedro uno con una copa pequeña. Pagó y se dirigieron a una mesa para esperar a que saliera la comida, que estuvo lista al cabo de unos minutos. Para entonces él ya había entrado en calor y había dejado de tiritar. Se lanzó a comer con ganas y no paró hasta que se hubo terminado una hamburguesa, cuando recién hizo un alto para dar las gracias.

__Podría habérmelo pagado yo _añadió, algo azorado, y Pedro asintió con la cabeza.

__No lo dudo en absoluto. Pero hoy invito yo.
El chico asintió a su vez.
Pedro lo observó, preguntándose cuántos años tendría, aún impactado por sus ojos.
__ ¿Cómo te llamas? __le preguntó con cautela.

__Willy _ respondió él y Pedro se estremeció ante el nombre, ¿era un aviso?__. Bueno Williams, pero me dicen Willy. ¿No te gusta?

Pedro tragó el nudo que le atenazaba la garganta temiendo se tragara la palabra y asintió.
__Me encanta, en mi idioma significa Guillermo. Yo soy Pedro, Peter, Pedro Beggio _dijo y se estrecharon la mano__. ¿Cuántos años tienes?

Willy lo miró entonces con recelo, de repente asustado.
--Dieciséis __respondió de inmediato, y él se dio cuenta de que era mentira. Saltaba a la vista que temía que avisara al Servicio de Protección de Menores, en cambio a esa edad ya no podría hacerle nada, pero lo sabía menor o quizás igual que su hermano.
__ ¿Quieres pasar la noche en un albergue? En la caseta debe de hacer frío. Yo podría acercarte, si quieres _ofreció.

Él negó con la cabeza con vehemencia y se bebió la mitad de la gaseosa, después de haber dado cuenta de toda la comida. Estaba hambriento y comía como si no se hubiese llevado nada a la boca desde hacía tiempo.
__Estoy bien en la caseta. Tengo un saco de dormir, está bastante caliente.
Pedro sabía que aquello era poco probable pero no demostró sus dudas.
__ ¿Cuánto tiempo llevas solo en la calle?__Quería saber si se había escapado de algún sitio y lo estarían buscando. Aunque de ser así, el lugar del que se había fugado, tenía que ser peor del que estaba viviendo en la calle, porque de lo contrario habría vuelto a su casa.
__No mucho. Unos meses _respondió con imprecisión__. No me gustan los albergues. Son sitios peligrosos. Esos lugares están llenos de pirados, o te pegan una paliza, o te roban, muchos están colocados o enfermos _explicó, como con conocimiento de causa__. Estoy más seguro donde estoy. __Pedro asintió, quería creerlo. Había visto en las misiones que en los sitios de acogida sucedía lo que el chico decía, violencia y más__. Gracias por la cena. __Le sonrió y, sin darse cuenta, puso cara de niño, una que desde luego estaba lejos de la edad que decía tener.

__Me parece que yo tengo un hermano de tu edad _dijo, Pedro que se fijó en que aún no se afeitaba y, a pesar de la vida que llevaba, tenía aspecto de crío uno muy listo, sí, pero un chico, al fin y al cabo.

__ ¿Por qué no estás con él? _ se interesó Willy.

__Porque no vive en esta ciudad, lo iré a ver para Nochevieja o le diré que viaje __respondió, Pedro__. ¿Quieres postre o algo más? _le ofreció. Él negó con la cabeza y se levantaron de la mesa. Pedro se detuvo en el mostrador para pedir otros dos Big Macs con patatas y gaseosas, y cuando se lo entregaron. Le tendió la bolsa al chico para que se la quedase_. Por si te entra hambre luego.

Él tomó la bolsa con gratitud, mirándolo con los ojos muy abiertos. Salieron del establecimiento y regresaron por el mismo camino, apretando el paso en medio del frío. No había parado de nevar, pero había cesado el viento. Enseguida llegaron y, entonces, Pedro se abrió la cremallera de la parka, se la quitó y se la ofreció.
__No puedo aceptarla _objetó él, tratando de rechazar el abrigo en medio de la nevada.
Pero Pedro se quedó con los dos jerséis gruesos debajo y se la tendió igualmente. Hacía un frío de helarse y podía imaginar cómo estaría el chico con esa camiseta fina y nada más.
__Tengo otra igual en casa _le aseguró-_. Además vivo acá cerca, llego en minutos.

El chico se la puso lentamente, agradecido. Tenía un relleno grueso, aislante, y entonces lo miró sonriendo.
__Gracias por la cena, y por el abrigo _dijo__. Tu hermano es muy afortunado.

__ ¿Qué vas a hacer mañana? _ quiso saber Pedro, como si el chico tuviese una apretada agenda social en lugar de limitarse a intentar sobrevivir en aquella caseta. Se preguntó si de verdad tendría saco de dormir, como había dicho__. ¿Puedo invitarte a desayunar? ¿O traerte algo?

__Andaré por ahí. Normalmente me largo durante el día para que no me encuentren aquí.
__Podría acercarme temprano, si quieres _le propuso__. Estoy de vacaciones en el trabajo, solo, y puedo madrugar.

El chico asintió con la cabeza, perplejo.
__ ¿Por qué haces esto? ¿Por qué te importa? __inquirió con aire receloso otra vez__. Nunca nadie hizo esto por mí.

__ ¿Y por qué no? Da la casualidad que trabajo ayudando a la gente que lo necesita, no te molestes en rechazarme. Hasta mañana, Willy. __Sonrió y le dijo adiós con la mano__. Además extraño a mi hermano, y tú te le pareces.

Pedro se marchó en dirección a su departamento. Y él se metió en la caseta con el abrigo y la bolsa de reservas que le había regalado. Pedro se había olvidado por completo de la idea de tirarse al río. Y, al pensar en ello, y lo que había podido hacer en su lugar, dejó de tener sentido. Iba sonriendo para sí mientras pisaba la nieve. Menudo encuentro extraño. Se preguntó si el chico estaría allí al día siguiente, cuando volviese. Se dio cuenta de que tal vez no, pero en cualquier caso él ya le había dado mucho más  de lo que Pedro le había dejado. Pedro solo le había dado comida y abrigo, pero sabía a ciencia cierta que de no haber sido porque ese nene apareció de súbito de la nada, en esos momentos, él mismo podría encontrarse en el lecho del río. Estaba entrando por la puerta del departamento cuando comprendió, con un estremecimiento, lo cerca que había estado de poner fin a su vida esa noche. Durante unos instantes, le había parecido facilísimo, algo de lo más sencillo subirse a la barandilla, dejar que las aguas se cernieran sobre él, y desaparecer.
Pero en lugar de eso, le había salvado un chaval de la edad de Agustín, y que llevaba el nombre de su amor, un chico de la calle. Y estaba pensando en él cuando se quedó dormido esa noche, y durmió apaciblemente por primera vez en meses. Gracias a él, había sobrevivido a un día especialmente triste. Le había salvado la vida.
24 de diciembre.

Se despertó temprano al día siguiente y vio que había dejado de nevar. Había una capa de nieve  gruesa y el cielo seguía plomizo. Se duchó y se vistió rápidamente, y a las ocho en punto estaba de nuevo en la caseta. Llamó a la puerta con los nudillos, con educación, y respondió una voz somnolienta. Le dio la sensación de que lo había despertado. El chico asomó la cabeza a los pocos segundos. Con su abrigo puesto y el saco de dormir en las manos.

__ ¿Te he despertado? __preguntó en tono de disculpa. Él asintió con la cabeza, sonriendo __. ¿Quieres que vayamos a desayunar?

El chico sonrió y enrolló el saco de dormir para llevárselo. No quería dejarlo en la caseta por si entraba alguien y se lo quitaba. También tenía una bolsa pequeña de deporte, de  nailon, en la que guardaba todas sus pertenencias en la tierra. En un par de minutos estuvo listo, y se marcharon a pie a lo único abierto, el mismo McDonald’s otra vez. Nada más llegar, se fue derecho a los aseos, y cuando salió, Pedro advirtió que se había peinado y lavado la cara, entonces cayó en cuenta que no tenía dónde bañarse a diario, que no tenía al menos agua caliente.
Pidieron el desayuno y volvieron a la mesa en la que habían cenado la noche anterior.

__Feliz Navidad, por cierto _dijo Pedro cuando empezaban a comer.

Pedro había pedido un café y un muffin, y él tomó dos McMuffins con patatas fritas. Tenía un apetito voraz, como cualquier chico en estado de crecimiento.

__No me gusta la Navidad _respondió en voz baja mientras se tomaba un chocolate caliente con nata montada por encima.
__A mí tampoco _reconoció, Pedro, con mirada ausente.
__ ¿Tienes mujer e hijos? __Pedro le producía curiosidad.

__No _respondió sin más. Si hubiese dicho tenía un novio, tendría hoy que tener un esposo, revelaría demasiado, mucho más de lo que deseaba__. ¿Dónde están tus padres, Willy? _le preguntó a su vez, cuando terminaba de desayunar. Dio un sorbo a su café mirándolo. No podía evitar querer saber cómo había terminado en la calle, destino que habría sido el de Agustín de no haber sido adoptado por su padre.

__Murieron –contestó él en voz baja __. Mi madre cuando yo tenía seis años, mi padre no hace mucho, pero hacía mucho que no lo veía. No me acuerdo de él. Era un hombre malo. Mi mamá era una mujer muy buena pero enfermó. __Miró a Pedro con cautela_. Me fui a vivir con la hermana, con mi tía, pero ella tiene  sus rollos, muchos hijos y no le queda sitio ni dinero para mí, yo eso lo sé. __Entonces volvió a observarlo con recelo__. ¿Eres policía? __Pedro negó con la cabeza y él lo creyó__. ¿Asistente social o algo así?

__No. Soy abogado, y activista. Soy trabajador humanitario. Viajo por países que están muy lejos de aquí para cuidar a gente que vive en zonas de guerra o lugares con problemas en los que necesitan ayuda, África, Afganistán, El Congo, Pakistán, sitios así. Trabajo en campamentos de refugiados. O donde los gobiernos los tratan mal. Estoy una temporada trabajando allí con la cruz roja y gente así, y luego me voy a otro sitio.
__ ¿Por qué haces eso si eres abogado? __Lo que le había contado lo había dejado intrigado. Le parecía que era un trabajo muy duro.

__Porque puedo, me gusta y me parece algo muy bueno.
__ ¿Es peligroso?
__A veces. Pero creo que merece la pena. Acabo de volver de viaje, hace un par de días. He pasado meses en Angola, en África, antes estuve en Siria y creo que en unos días, un mes iré al Ártico.
__ ¿Y por qué has vuelto? __Aquel trabajo le parecía un misterio.

__Porque llegó mi sustituto, y me vine a casa, así veo a mi hermano. La fundación para la que trabajo nos cambia de destino cada tantos meses.
__ ¿Y te gusta lo que haces?
__La mayor parte del tiempo, sí. A veces, no tanto, pero solo estoy unos meses en cada sitio. Además, aunque dé miedo o sea incómodo, acabas acostumbrándote.
__ ¿Y te pagan mucho dinero?
__No, muy poco. Tienes que hacerlo porque quieres. La mayor parte del tiempo es bastante duro. Y a veces pasas miedo, pero no me falta el dinero, y mi padre le dejó una buena herencia a mi hermano. ¿Y tú? ¿Vas al colegio?
Vaciló antes de responder.
__Últimamente, no. Cuando vivía con mi tía sí iba, ahora no tengo tempo. Hago trabajillos de vez en cuando. Te mentí.
__ ¿Cómo? Pedro asintió, preguntándose cómo sobreviviría en la calle sin familia ni dinero. Y si era tan chico como sospechaba, tenía que evitar que alguien informase al Servicio de Minoridad si no quería que lo metieran en un correccional o en un sistema público de acogida. Le apenó que no fuera al colegio, que estuviera buscándose la vida en la calle. Pero se detuvo en seco ante lo que dijo casi en un susurro mientras las lágrimas le bañaban las mejillas.
__Sé lo que ves en esos sitios.
__ ¿Me cuentas?
__
“¡Corre, corre mi niño y no mires atrás! Hazle caso a papi, corre por favor, y lo hice, corrí aunque era un niño de cuatro años, corría y caía, varias veces tropecé con cuerpos, resbalé en el barro, y aunque aterrado por las ensordecedoras explosiones, cumplí con lo que mi padre me ordenó.”

__ Le hiciste caso y por eso hoy estás aquí, si no… Fue una tragedia pero por lo menos tú y tu madre se salvaron.
__ ¿A qué precio? No concluyas que eso fue todo y final feliz. De repente ya no estábamos en casa con nuestros amigos, parientes y vecinos. Nos depositaron en un campo de refugiados, hacinados, rodeados de personas de diferentes nacionalidades, costumbres. Para alimentarnos luchábamos por horas y con suerte volvíamos a nuestra tienda con algo y el agua era solo para beber. A mamá la encontré como quince días después de haber sido llevado al campamento y con los años me enteré que la habían violado varias veces antes de que pudiéramos reunirnos. Casi dos años vivimos en esas condiciones hasta que nos permitieron ingresar a la ciudad como hombres y mujeres libres. Ahí comenzó la prueba final. Una pequeña minoría en medio de personas totalmente diferentes. La burla de los vecinos, de los niños en la escuela, las continuas palizas solo por ser diferente, etc.
¿Sabes que mi madre murió menos de dos años después de haber cruzado la frontera por una enfermedad que le contagiaron al violarla? Aún hoy soporto las miradas de desconfianza, los comentarios al oído mientras camino por algún lugar, la burla por mi pronunciación del idioma.

__ Pero sobreviviste y saliste adelante ¿no? Creo que eso es lo que cuenta, si no hubiesen huido quizá no estarías vivo. Tienes eso para agradecer y el hecho de que una familia amorosa te dio albergue y te  ayudó cuando tu madre murió.
__ Ese es el punto, agradecimiento. Y… ¿cómo se demuestra? Ayudando a los que sufren lo que yo sufrí.
__ Ah… me imaginaba que ibas para algún lugar.  Como te dije que estuve en Siria, quieres que acepte adoptar a esas hermosas niñas sirias de las que me hablaste, ¿no es así?
__ Quiero que ellas también tengan la oportunidad de contar su historia. Si no hablas de esto, no sanas. Mi mamá lloraba, solo lloraba, yo recuerdo que nos separaron de mi papá, y que a las mujeres de noche se las llevaban los soldados, y las devolvían por la mañana, sucias, golpeadas, maltratadas, luego entendí. Huimos desde la isla en balsas y con mucha suerte pudimos entrar a este país, al comienzo sin papeles, pero por suerte mis tíos vivían acá, y nos ayudaron, pero mi mamá se murió, y yo soy una carga.

__
Hablaron un rato más y luego salieron del restaurante. Willy dijo que volvería a la caseta más tarde, luego de que llegara la noche. Pedro conmovido todavía por el calvario por el que había pasado ese chico, supo que lo admiraba, era él sí un sobreviviente, y así se lo dijo.

__ Willy, a ti no te tocó vivir, a ti te tocó sobrevivir, y a mi hermano le pasó algo similar, bueno menor, quedó huérfano y mi papá lo sacó de un orfanato, y lo adoptó, y yo veo cada día  cosas como las que me contaste, y no tiene por qué marcarte un destino negro, no tienes que seguir siendo un chico de la calle.
__Pero lo soy.
Pedro sintió que la caseta sería un lugar deprimente para pasar la Nochebuena, y, mientras lo miraba, tomó una decisión.
__ ¿Quieres venir un rato a mi casa? Puedes quedarte todo el día allí en lugar de andar de un lado al otro, bañarte, ver películas, lo que quieras, hasta que vuelvas a la caseta. Puedes ver la tele. Yo hoy no tengo nada que hacer.
Había pensado acercarse esa noche a un centro para personas sin techo, para echar una mano sirviendo la cena. Le pareció que sería una buena forma de pasar la velada, sirviendo a otros en lugar de complacerse a sí mismo mientras esperaba que terminasen las fiestas.
Willy vaciló cuando le preguntó, como si no acabase de confiar en él,  por qué estaba siendo amable con él, pero había algo en aquel hombre que le gustaba y si todo lo que le había contado era verdad, era una buena persona.
__De acuerdo. Quizá vaya un rato _accedió y se marcharon juntos por la acera.
__Vivo a una cuadra de aquí _dijo, Pedro.

Al cabo de unos minutos estaban en el edificio. Pedro abrió el portal con su llave, y el chico entró detrás de él. Tomaron el ascensor, él abrió la puerta del apartamento y pasaron. Willy miró a su alrededor al entrar, vio los muebles gastados y las paredes desnudas, y entonces lo miró con cara de sorpresa y una gran sonrisa.

_Pensé que vivías en un palacete.
Pedro sonrió al oírlo y recordando el country de Buenos Aires que sí lo era. El chico era educado pero sincero, con la espontaneidad propia de los jóvenes.
__Ya ves, no he decorado demasiado esto desde que me mudé. Paso mucho tiempo fuera __aclaró sintiéndose avergonzado.
__Mis tíos viven con cinco hijos en un piso de una habitación, en Harlem__. Y el sitio tiene mejor pinta que este.
Los dos rieron, Pedro con más ganas incluso que él. Era el colmo que un chaval de la calle opinase que su departamento daba pena. Y, bien mirado, tampoco podía discrepar.

__Prueba el sillón reclinable, es bastante cómodo. Lo señaló y le tendió el mando de la tele.
Estaba sonando el teléfono. Era Agustín.
__Hermanito, ¿estás ya por casarte?
__No. Me he peleado de nuevo. Y Marcial quiere ir a esquiar, pero yo perdí las ganas, ella va con los padres, y no quiero. ¿Estás viniendo?
__En realidad, no he salido, está nevando mucho, te dije que llegaría en Nochevieja. __ Miró a Willy y entonces tuvo una idea mejor__. ¿Y si ya que Marcial viaja te vienes para acá? Estás en vacaciones y yo pasaré un mes en casa, acaba de decirme un amigo que vivo en un sitio espantoso, tal vez entre los dos podrían ayudarme a lavarle la cara. ¿Qué te parece?

__Genial. ¿Puedo viajar ahora?
__Ahora como ya, no sé, pásame con mi primo. Le diré que arregle el vuelo. Hasta ya Agustín. Te quiero.
__Yo te quiero.
Mientras estuvo al teléfono siguió al chico con la mirada, él se paseaba por el living, antes de sentarse reparó en lo único que tenía de personal, fotos, en verdad una, la de un domingo en familia en la casa de Banfield, donde estaban todos. Guillermo abrazándolo, y detrás Valeria, Agustín, Fabián y Guillermito, todos los amores de su vida. Y entonces se sintió a gusto teniéndolo en casa, había una conexión entre ellos, a su manera, los dos habían conocido el horror, los dos eran vagabundos. Cuando cortó, el chico le hizo la pregunta.

__ ¿Quiénes son ellos? __Intuía que eran importantes y que había una historia detrás de la foto.

La pregunta lo pilló por sorpresa y contuvo la respiración durante un minuto antes de responder con toda la serenidad de que fue capaz.
__Mi exnovio,  su familia y mi hermano, yo soy gay, estoy enamorado de ese señor que ves, y él se llama como tú, Guillermo, pero, algo nos separó, por eso es que vivo acá. __Procuró que la voz le saliera lo más neutra posible.

El chico se quedó callado durante unos segundos. Movió la cabeza de arriba abajo, y dijo:
__Lo siento, digo, que si no estás con ellos es porque no puedes.
__Es duro, pero  no es más triste que lo que tú pasaste, que perder a los padres y acabar deambulando por las calles. Y que mi vida en realidad, ahora lo veo, no soy un sintecho, pero también ha cambiado quizá para siempre desde que Guille y yo nos separamos, al fin ando por todos lados, sin ancla. Por eso viajo tanto. No tengo a nadie que me espere, mi hermano vive con un primo y pasa el día en el colegio. __No le hizo ninguna gracia ponerse patético__. Pero, bueno, me gusta mi trabajo, así que por ahora no hay problema, más adelante veremos.
No le contó que tenían casas preciosas en Buenos Aires, que estaban prometidos al momento de desmoronarse la torre, que había abandonado una carrera compartida, una sociedad en todos los frentes, que por aquel entonces se vestía con ropa elegante, no con ropa desechable. Ya nada de eso tenía importancia. Todas esas cosas formaban parte del pasado. Si Guillermo no respondía a su carta, serían solo historia. Había ido a vivir a ese departamento diminuto con muebles desvencijados y disparejos que se había comprado en remates o había encontrado en la acera o en alguna tienda de segunda mano, como para castigarse por lo que había ocurrido, no estaba del todo seguro a la distancia, quién era el responsable de  que todo comenzara a desarmarse. Pero el chico lo había pasado demasiado mal y continuaba y era demasiado joven para entenderlo, así que no dijo nada más mientras encendía la tele y hacía zapping, excepto que en unas horas llegaría su hermano. Pedro lo vio echar un vistazo a su portátil. Cualquier otra persona se habría preocupado por la posibilidad de un robo.  A él, en cambio, ni se le pasó por la cabeza. Cuando llevaba cerca de una hora viendo la tele, el niño pidió permiso para usar el ordenador.
Pedro vio que entraba en unas páginas de jóvenes sin hogar en las que podían abrir los mensajes que les dejaban otras personas, no escribió nada, al verlo revisar la pantalla de arriba abajo, le pareció que buscaba algo en concreto.

__ ¿Tus amigos te escriben allí? __ le preguntó con interés pues no sabía nada de su mundo. El chico parecía manejarse por las páginas web tan bien como por las calles de la ciudad.
__A veces mi tía me deja algún mensaje _respondió con sinceridad__. Se preocupa por mí, pero no puede tenerme en su casa.

__ ¿La llamas alguna vez?
Negó con la cabeza.
__Ya tiene bastantes problemas. Sus hijos, el trabajo. Cuida enfermos y tiene que dejar a mis primos, antes solía cuidarlos yo, pero ahora…

Por lo que había contado no debía de ser fácil que tantas personas convivieran en ese espacio reducido, por lo menos mantenía contacto con ella  por internet, pensó, Pedro.
El chico se puso de nuevo a ver la tele y él consultó su correo y los vuelos que podría tomar Agustín. No tenía ningún mensaje, al llegar había cambiado su perfil y cuentas, no deseaba ser encontrado, en verdad usaba la cuenta de la ONG, y se perdió de súbito en una foto, en un sitio, en tribunales, en Buenos Aires, en el colegio de abogados, en un evento, en un rostro…
“Si alguien te pregunta por esos rasguños de fiera en tu espalda... ¿qué dirías? si te preguntan por ese tatuaje en tu pecho, por esa mirada que se pierde en el horizonte, cuando te preguntan por alguien y sin querer pronuncias mi nombre, ¿qué les dirías?
Todo eso y mucho más te hice sentir, y lo sentirás. Pero me dejaste ir, creíste que encontrarías o existía algo mejor que yo.
Con el tiempo te diste cuenta que no habrá otro como yo, porque yo fui tu esencia; como tú la mía. Nos compaginamos muy bien, pero tu vanidad te llevó a otro nivel, ahora te encuentras solo y vagando, amor. No pudiste encontrar lo que existió entre los dos,  ¿lo recuerdas? Amor, la esencia, nunca se igualará, ni la forma ni la cantidad que yo  supe dar, eras mi paz, mi amor. Quedaste impregnado en mi piel y corazón.
En tu espalda llevas marcas que son testigos no solo de lujuria y pasión, sino de  mapas de vida que nuestras almas escribieron juntas”.
__ ¿Qué vas a hacer esta noche? __le preguntó Marcial que llamó para confirmar el vuelo de su hermano__. No soporto que pases solo la noche.

Pedro no le contó todavía que había recogido a Willy de la calle, que le había dado de comer y que lo había llevado a su domicilio. Lo había hecho por él, pero también para estar acompañado y no pensar, su primo moriría de miedo si le contaba que tenía allí mismo a un chico desconocido, aunque fuese educado y respetuoso, Marcial no lo entendería, y si le contara que le salvó la vida, no podía imaginar la reacción.
Lo que sí le dijo es que tenía pensado ir a ayudar en los comedores en centros de acogida para personas sin hogar. Unos minutos después se despidieron y colgaron. Hacia  las dos de la tarde, Pedro pidió comida china, y al chico se le iluminaron los ojos. Pedro encargó un festín a domicilio, que llegó a menos de una hora. Se sentaron a la mesa, en dos de las espantosas sillas y estaban tan llenos que no podían ni moverse.
Luego, Willy se acostó en el sillón y se quedó dormido. Fue entonces cuando Pedro deshizo las maletas. Cuando el chico despertó era de noche, miró alrededor y le dirigió una mirada agradecida. Habían pasado juntos un día de lo más agradable, y Pedro había disfrutado mucho con él en la casa. Le había dado un toque cálido a ese departamento frío e impersonal. Y para él había sido como un regalo del cielo. No había tenido que rondar por estaciones ni buscando un rincón caliente donde resguardarse y dejar que transcurriese el día para regresar después a pasar la noche en la caseta de obra que llevaba siendo su hogar según supo, varias semanas. Sabía que tarde o temprano debería renunciar a ella, cuando lo descubriese  algún empleado municipal. Por el momento estaba a salvo allí.

__Tengo que irme _dijo al ponerse de pie__. Gracias  por toda la comida y por el día tan agradable. __Parecía sincero y apenado por tener que marcharse.

__ ¿Has quedado con alguna chica? _bromeó, Pedro con una sonrisa nostálgica, a él también le daba pena que se marchara.

__No, pero debería volver ya. No quiero que me quiten el techo _respondió, como quien teme que se le cuelen okupas en una mansión. El chico sabía que los sitios cómodos y seguros como ese, no abundaban en la ciudad.

Se puso el abrigo que Pedro le había regalado. Y él lo  miró en silencio mientras se lo abrochaba y, cuando el chico dio media vuelta para ir al cuarto de baño, se le partió el corazón. Regresó con el saco de dormir.
__ ¿Volveremos a vernos? __preguntó con tristeza__. Ya estarás con tu hermano.
La mayoría de la gente a la que conocía y Pedro lo veía a diario, desaparecía o lo abandonaba. Era la vez que más horas había pasado con alguien en meses, desde que vivía en la calle. La gente se esfumaba, se iba a vivir a un albergue, cambiaba de ciudad, o conseguía quedarse en casa de algún conocido. No era frecuente volver a encontrarse con nadie.

__ ¿Seguro que no quieres pasar la noche en un albergue? __Mientras el chico dormía, él había estado buscando por internet y había averiguado que había unos cuantos sitios para jóvenes que ofrecían cama y comida gratis, y hasta  bolsa de empleo, y quizá podría dormir en una cama y con calefacción. Sin embargo, se negaba en rotundo a ir.

_Estoy bien donde estoy. ¿Tú qué vas a hacer esta noche? _le preguntó como si fuese un amigo.

__Iré como voluntario a un albergue de gente sin hogar para servir la cena. Lo he hecho varias veces, es buena manera de pasar la Nochebuena. ¿Quieres venir conmigo? __ Él negó con la cabeza__. Los platos están bien. __Había dado cuenta de un montón de comida y dijo que no tenía hambre__. ¿Nos vemos mañana para desayunar juntos? __ propuso, y él asintió y se dirigió a la puerta.

Le dio las gracias y se marchó.

Pedro pensó en él mientras se vestía. Sabía que lo esperaba un trabajo duro acarreando las cazuelas llenas y sirviendo cientos de platos. Aquel albergue repartía miles de cenas todas las noches y él agradecía la oportunidad de acabar exhausto y no pensar en cómo había soñado que sería esa noche pocos meses atrás.
Tomó un taxi para ir al West Side y, una vez allí, se apuntó como voluntario. Le asignaron a las cocinas durante las dos primeras horas, donde le tocó llevar de un lado a otro las pesadas cazuelas llenas de verduras, puré y sopa. Luego le mandaron a primera línea a servir las cenas. La gente estaba de buen humor, se deseaban Feliz Navidad unos a otros. Mientras trabajaba solo podía pensar en Willy, en el frío que estaría pasando en la casilla. Era casi medianoche cuando firmó la salida. Deseó felices fiestas a quienes se quedaron y se marchó antes de tomar un taxi, entró a una iglesia, la misa de gallo era una vieja costumbre, y luego tomó un taxi para el resto del trayecto, sin embargo tan pronto llegó a su dirección, tuvo en claro lo que deseaba hacer.
Recorrió a pie la corta distancia que lo separaba de la caseta. No había ni un alma, iba atento por si lo asaltaban, la sensación térmica con el viento era  de  menos diez grados. Vio la barandilla donde había intentado reunir el valor para tirarse al río, la noche anterior, y se fue a la caseta. Llamó con suavidad pero con fuerza suficiente como para despertarlo, ya que era probable que estuviese dormido. Tuvo que insistir varias veces.

__ ¿Sí? ¿Qué pasa?
__Quiero hablar contigo _contestó, Pedro, lo bastante alto como para que lo oyera.
El chico asomó enseguida la cabeza por la puerta e hizo una mueca ante el viento gélido.
__Qué frío __dijo mirándolo, medio dormido aún.

__Sí, mucho. ¿Por qué no vienes a pasar la noche a mi sofá? Es Navidad. Y en mi apartamento hace más calor que aquí.
__Estoy bien aquí, no quiero abusar, ya te has portado fenomenal conmigo.
__Sé que estás bien. Pero quiero que vengas conmigo a mi casa. Dicen que mañana va a hacer más frío todavía. No quiero que te congeles o enfermes. Además quiero presentarte a mi hermano.

El chico titubeó y, entonces, como si le faltasen las fuerzas para discutir, abrió la puerta del todo, se levantó del suelo con la ropa y las zapatillas puestas, enrolló el saco de dormir y lo siguió. No pudo resistirse a la idea de dormir en un sitio caliente, y Pedro parecía cada vez más bueno, quizá, solo quizá, podría ser muy importante en su vida, se permitió soñar.

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS. CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.


24 comentarios:

  1. ALICIA. hAY, QUE SE VEAN POR FAVOR, YA QUEDA MENOS-

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  2. MAR. HERMOSO PERO QUE VUELVA, O QUE LO ENCUENTRE.

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  3. Miryam Felicitaciones que maravilloso! Es fascinante leerte letras de gran sabiduría pluma maravillosa potencial extraordinario

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  4. Melissa muy bello y profundo relato y triste a la vez

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  5. Zoila. Precioso, qué tema importante tomas, gracias.

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  6. Esperanza Maravilloso 🧘‍♀️🦋🐘🌹🌹

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  7. Susana Perfecto, dulce y esperanza abierta,me encantó.

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  8. Sé que Pedro y Guillermo van a volver a estar juntos Eve. y mientras tal vez ésta sea una oportunidad para que Willy tenga una vida mejor, con posibilidades de salir adelante...

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    1. Falta poco mis bellas, un poquito más y el reencuentro, besos mil.

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  9. Sol Urvino Bellisimo capitulo, GRACIAS, EVE🌺

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