domingo, 24 de febrero de 2019

“NO SOY YO”. CAPÍTULO VEINTIDOS.


 “NO SOY YO”.
CAPÍTULO VEINTIDOS.


"Y para los amantes su amor podrá ser un delito...
pero nunca un pecado". José Ángel Buesa.
 La imagen puede contener: texto
 A Pedro las piernas amenazaron con fallarle mientras se aferraba a su camisa como si en ello le fuera la vida, separando los labios para acoger su lengua y poder acariciarla y devolverle el beso con todas sus ganas. Sabía a menta y a chocolate. Olía como el jabón que había usado en su cuerpo. Y sentirlo era el paraíso. Subió las manos para acariciarle el pelo… y, enterró los dedos en él. El beso se tornó voraz y enfebrecido. Guillermo lo aferró por la cintura y lo pegó a él, avivando el deseo, y ambos supieron… cuánto.
¡Sí, sí, por fin! __ exclamó  Pedro en silencio.

__Anoche no pegué un ojo __murmuró Guillermo en los labios, al tiempo que le hacía inclinar un poco la cabeza para besarlo con más comodidad mientras le subía la camisa con la otra mano. Le pellizcó un pezón con la fuerza suficiente como para arrancarle un gemido. Pero no le dolió, todo era maravilloso. Fantástico__. Solo podía pensar en vos acostado en esa cama a pocos pasos, desnudo. He estado excitado imaginándote toda la noche.

__ ¿De veras? __logró preguntarle Pedro. Las noticias lo emocionaron. Lo excitaron. Lo besó con frenesí_. Tengo tus ojos encandilándome la mente, me prohíbes razonar, estáticos mis pensamientos se parecen centrar solo en ti, lo único que logro imaginar es estar habitando el espacio de tu piel. Tengo tus labios besándome el alma, te adueñas de mi esencia, me enamoras los sentidos, el ritmo de mis latidos se acelera al sentir que distante tu pasión me domina. De mis labios, por ti, se desaguan besos de deseos, viajan y quieren llegar en forma de humedad hasta tu piel y allí en finas gotas sembrar en ella mis caricias de amor, hacerla vibrar y lograr que tus poros transpiren de deseos por sentir la adoración de mi boca recorriendo tu cuerpo, que muerda tus labios cuando tu boca quiera pronunciar mi nombre en ese instante que tus sentidos me anhelan. Dormido o despierto sabes que me tienes entregado a ti, nada necesitas más que ese encanto para tener  mis caricias cayendo en tu andar como pétalos de rosas,  haciendo más seguro, más firme tu avance, tu caminar hacia mí, para que tomes el control de mis brazos, de mi boca y de mi piel, que llegues a tomar el control de este amor que has logrado inunde mi alma. Tengo tu amor consumiéndome por completo, te robas mis instantes, me llevas a sentirte más allá de lo que ven mis ojos y se despierta la desesperación por aferrarme a tu piel, ven disfracémonos de mar y viento… tú, la brisa que juega con mis olas y desata mi pasión, yo el mar que a tu paso humedece tu piel con la bruma vestida de amor. Que me consuma tu pasión al ritmo de tus deseos, que pueda  sentir que amando, eres el final y el comienzo de todo en mi vida.
__Te extraño amor, porque me acostumbré a tenerte, extraño no poder darte  tus besos de cada día y cada noche, lo que hace que muera poco a poco, no sé si  entiendes  por qué te extraño tanto, y por eso me parece verte  entre esos rostros callados  con los que me cruzo a diario, y eso no es todo, sino que todo tiene sabor a vos, hasta el café que bebo cada mañana, se parece al sabor de tus besos. Te extraño, y  vivo amándote desde mi silencio, te ausentaste de mi vida sin saber cuál fue la razón, mas aunque deseé que el tiempo se hubiese detenido antes de tu partida, las horas, los días y los meses pasaron irremediablemente, sé que ya no gozaré de tu presencia y solo sé que yo me encuentro  incompleto sin vos, qué más puedo decir, que siempre te tengo presente,  y debo conformarme  con solo tenerte todas las noches, aunque sea en mis sueños. Eso sentí por estos años eternos, cielito.
Miro tu belleza pura, reflejada en un horizonte azul. Te conozco y ya remueves mis esencias, con tan solo el placer de mirarte allí, apenas te descubrí sentí las ansias locas, apresuradas de enamorarte. Tu cuerpo bebe mi vida, tanto, que pierdo mi cordura por vos. Vivo el fuego fugaz de la miel de tus ojos, y sonríes jugando en la arena, hombre que sometes mi vida al fuego de mi pasión, que me condena. Tu boca de rosas, atrapa mis suspiros con tus besos. Y allí me condenas a amarte, en el delirio y la quimera de hacerte mío y revivo en vos, mis largos otoños en la primavera de tu vida.
Beso el diamante rosa tatuado en el comienzo de tu pelvis. Mi boca acaricia las vértebras de tu columna hasta el delirio de tu cuello y busqué el rosedal ardiente de tu boca, para beberla toda, sin consuelo. Mordiéndome con tu boca, escribe en mi piel tus verbos. Las palomas de tus manos impúdicas abrevan los sabores de mi cuerpo y  provocas mi delirio, como las llamas que aman las brisas, y el fuego.  Voy a desnudarte lentamente, y grabarte en mi lujuria. Tu piel de pétalos cubre mi cuerpo entre el delirio de los fuegos del amor, mientras me entregas tus recónditos encantos. Eres mi sortilegio de amor, donde reviven mis otoños grises. Siento extasiado, el tibio y el dulce contacto de las huellas de tus besos, un reguero de caricias lujuriosas en mi cuerpo y te amo con mis huesos. Ámame amor, quiero descubrir tus cosas escondidas. Voy a hacerte conocer el éxtasis del amor, estremecerte de pasión y vida y sentir el milagro hermoso de los abismos de lujurias consentidas. Déjame ser la pasión que te domina. Y sé vos, la lujuria que me provoca.

__Tú mi tentación y mi delirio y mis ganas de sentirte perdido entre mi piel, deseoso de amamantar tus deseos  con mis pezones y ser de ti, toda mi vida amarte en alma, cuerpo y espíritu, hacerte  mío como una tentación prohibida con deseos ocultos y ganas de poseerte, soñando con la piel desnuda y la humedad entre sábanas de pasión y de deseos, para alimentarnos de amor,  envueltos en la piel de mis deseos, de mis ganas y de mis anhelos de ser de ti, ser todo de ti, siempre mío siempre tuyo, ser tu suspiro, ser tu respiro, en cada poro de mi piel que te nombra, te llama y aspira tu olor a hombre apasionado, te siento en la piel de mi desnudo asido a la cadera, pervertido y enigmático para explorar  mis ganas de poseernos más allá del bien y el mal, amándonos con tentación, delirio y deseo, te amo mío.
Eres mi pecado de amor, pecado de desearte pecado de pensarte, y pecado de olvidarte desde ese ayer en que dejaste de ser mío y en mi ventana murió de frío... en el olvido tardío de mi recuerdo. Amándolo como un beso entre lo santo y lo profano por ser pecado amarte.

__Sí _gimió Guillermo y se retiró un poco solo para contemplarlo, los pezones estaban endurecidos, pero en medio de la excitación alcanzó a decidir sacarlo de la casa, y transcurrir un pequeño  viaje titubeando entre besos a fin de llegar a una cabaña a pasos del río.

Pedro supo que Guillermo le sostenía la cabeza y lo observaba con una expresión relajada sobre la cual danzaban sombras proyectadas por las llamas del fuego. Se contemplaron en el silencio ensordecido a causa del viento y de los gemidos de las ramas que azotaban el techo y las paredes del refugio. Pedro solo prestaba atención a los ojos de él concentrados en los suyos. Se había producido un cambio y ya no lo miraba con mansedumbre o frialdad sino con una exigencia y un deseo que inspiró en su cuerpo una reacción insospechada en esas circunstancias y con los problemas que los  acuciaban.
 Al mismo tiempo, se sentía relajado, seguro e increíblemente cómodo pese a hallarse en un suelo frío apenas sobre una colchoneta. Todo era una paradoja y estaba patas arriba desde que Guillermo se había apoderado de su corazón, de su alma, de él, aunque su mente no lo recordara.

__ ¿Yo conocía este lugar? _susurró.

__No, lo hizo tu hermano para jugar a los campamentos con Malena.

Pedro le aferró por la nuca y ejerció una ligera presión para darle a entender que añoraba besarle esos labios que se sorprendió de imaginar prendidos a sus pezones. La imagen lo dominó, y profundizó el intercambio, al tiempo que Guillermo lo atraía para indicarle que se colocase encima. Guillermo se apartó suavemente y volvió a contemplarlo con actitud concentrada, más sobrio, algo incrédulo también. Le sostuvo la mirada, incapaz de expresar en voz alta lo que deseaba por temor a que la necesidad que bullía entre las piernas y en la sangre se revelase un espejismo y acabara por desilusionarlo, solo que la necesidad resultaba incontenible, y el instinto, al cual había aprendido a respetar, le susurraba que había llegado el momento de romper una nueva atadura.
Guillermo se inclinó y le habló al oído.

__Tu amor es tan afecto que haces que mis ojos sonrían y mi risa llore de alegría. Tal vez es loco, pero aun así la demencia me atrae y no impide que me enamore.  Tu amor es a mí, que haces que vuelva a vos como un ave en picada y así abrace tu alma. Las causales del encanto  son eternas porque  necesito tenerte  como el mar a sus olas, magia y candor hacen feliz a este hombre.  Siento el pecho rebosar y las mariposas en el estómago, inquietas, bailan del gozo al escuchar tu nombre.  Magnífica creación  sos cielito, yo un pequeño fabricante de sueños del placer de tenerte.  No es un te quiero, ni me obligo a quererte tan solamente es mi deber amarte.  Eros en vos es mi fatiga, mi respiración, mi anhelo y mi canción.  Sos el camino que recorro  descalzo a tu corazón.  En la oscuridad de mi alma sos el brillo.  Tu luz es tan fuerte cual sol en un cerillo.  En mis manos empieza una caricia y cada una de ellas desea dibujar tu rostro.  A bocanadas de suspiros, un respiro quiero lograr, en un latido tomar con tu aliento. Permite que mi alma te vea al despertar.  Y que de vos  cada día me vuelva a enamorar.  

Y un buen día  sacudió de su ser toda la nostalgia, dejó que el viento arrastrara los recuerdos,
se liberó de culpas ajenas. Por un momento la lucidez retornó a su mente, le hizo consciente de sus errores, de sus malos hábitos, de su absurda idea de anteponerse a los demás. Miró a su alrededor toda esa gente que se sirvió de él se había marchado intempestivamente, ¿dónde quedaba ahora?
Finalmente renovó sus aires, decidió lo que sería impensable en otro momento, vivir para él, recordó Guillermo, ahora solo para él. Abrió de nuevo su corazón al amor y este entró silente,  poco a poco se fue internando en ese extraño laberinto del que cerró  las puertas un día. Cansado de ser lastimado, fastidiado de dar siempre sin recibir nada a cambio, ahora debía ser más precavido. Acariciar cada fibra con sutileza, ir muy muy lento pero seguro de que cada trozo quedara sanado,  de que cada herida había evolucionado. La vida fue su cómplice y  se encargó de cruzar en su camino a ese hombre que supo acariciar su alma y tocar su corazón con su insistencia. No fue un trabajo fácil,   por su mente se cruzaron mil ideas,  uno fue persistente,  el otro  se resistía a vivir de nuevo. La locura de ese amor que recién llegó por tercera vez encendió la chispa  de lo que tornó en una hoguera  sensaciones y sentimientos a flor de piel. Él tomó su mano y caminaron juntos,  tuvo el cuidado de acariciar su corazón con detalles,  se hizo presente en su vida,  en cada instante le profesó su amor.

_A pesar del tiempo que ha pasado te sigo amando. Te recuerdo en esa canción que cada vez que escucho llega y me altera la razón y mutila mi alma. Cada vez más, peor, a pesar del tiempo cada instante palpas mi recuerdo. Lo peor de todo es que cada vez te amo mucho más.
No espero más el amor porque  está con vos. Recuerdos de cuando te esperaba con la sonrisa, impaciente por sorprenderte. Las mariposas revoloteando mi ser entero y  cuán amargo es el despertar  si ya no estás.  No te tengo, ese sentimiento de impunidad,   de regresar a ese tiempo cuando estábamos en ese sofá  que es testigo de las pláticas,  del amor, de los sueños que no se realizaron. Fue terrible tu partida porque no asimilé haberte perdido. El efecto fue como un divorcio, fue como habernos dejado, y me dije muchas veces que  no quisiste quedarte a mi lado   para mirar juntos las arrugas y amarnos.  Es tarde para volver al pasado y mirar los errores que causaron este daño  que es irremediablemente volver a enamorarme,  te llevaste con vos mi alma. No encontré descanso, ni dónde depositar mi amor que lastimaba el alma, no había remedio para mi mal, ni pude acallar la conciencia, ni escapé a la condena de vivir en soledad entre la gente.
Te busco en el aire que respiro, en la sutil mariposa que vuela, en los entresijos de mi memoria, en el valor de cada palabra, en cada gota de lluvia, en los ecos de las variadas voces perdidas... y no hallo respuestas.
Es tanta mi ansia de vos,  mi urgencia por sentirte y tenerte, que te visualizo junto a mí muy cerca, dándome la mano con energía y fuerza, haciendo visible tu posesión y nuestra imagen resalta ante mí con belleza.
Me desdoblo, miro fuera de mí y observo que el silencio es elocuente, las palabras descansan dormidas, mientras la pareja, mirando cómo se desliza el sol del atardecer haciéndoles un guiño, les avisa, que la noche se acerca y con ella el sentido artístico del tacto se acrecienta, para que puedan gozar de su intimidad y descubrirse.
De pronto, surge la eterna pregunta que a pesar de los años transcurridos sigue aún sin respuesta.
¿Por qué me castigó el destino y te llevó de mi lado?
¿Por qué rompiste tu promesa y soltaste mi mano, dejándome solo?
Hoy después de tantos años solamente me queda recorrer los laberintos de mi esencia y a través de los sueños y la magia, trasladarte a mi lado, tomarte de la mano y perderme con vos, con tu amor y dedicación, con tu pasión y delicadeza en ese espacio creado donde no existe la tristeza y el amor con total entrega es capaz de irradiar con su pluralidad, miles de sugerencias.
Dame la mano... y llévame donde vos quieras, hazme vivir todas las sensaciones que nos faltaron, quiero traspasar la realidad y realizar en la línea del abismo toda tus insospechadas sugerencias sin que se diluya el hermoso soñar, ni que me sueltes la mano y me quede de nuevo sin vos, en ese terreno arduo y difícil, de enfrentar el día a día, con todo lo que ello conlleva.
¿Qué quieres amor mío?

Pedro ocultó el rostro en su cuello para murmurar la respuesta…

__Que me toques, que me acaricies, que me poseas, no importa si mi mente no recuerda, mi piel al parecer sí  te añora.

Lo sostuvo de ese modo implacable mientras Guillermo extendía la mano y le acariciaba las rodillas desnudas. Un escozor le recorrió y terminó por acentuarle la pulsación en la umbría. Subyugado por un impulso, se aferraba a él con intemperancia y contenía el respiro en tanto los dedos implacables de Guillermo se daban permiso para ascender  con suavidad, navegando sobre esa piel añorada con lentitud. Apretó la cara contra el cuello respirándolo y conjuró la imagen de esa mano esbelta, grande y fuerte sobre el muslo erizado, delineando su cuerpo que al fin solo al parecer había pertenecido siempre a ese hombre. Ahogó un grito y ciñó aún con más fuerza los brazos cuando él empleó los dedos para hacer a un lado el bóxer y deslizarlos hasta tocarle por primera vez la carne resbaladiza y candente de su erección, la cual Guillermo comenzó a esculpir luego de zambullirse en el vello y amoldar los órganos al costado, para regresar al masaje, arriba, abajo…

__ ¡Guille! _ exclamó en un susurro apenas audible en el fragor de las ráfagas.

__Bésame _ exigió él, y sin aguardar la autorización, se apoderó de esos labios gruesos que eran su desvelo, entreabiertos y anhelantes y le penetró la boca con la lengua en tanto masajeaba el sexo de su esposo.

Pedro le clavaba los dedos en los hombros y no respondía al beso, azorado le parecía que lo tenía por el cuerpo entero, por fuera y por dentro, se entregaba a su incontinencia sensorial, se embriagaba de imágenes y sensaciones, un poco aturdido porque le resultaba inverosímil que él, el hombre roto y vacío de recuerdos que había llegado en busca de una hija tras una foto pocos días atrás, fuese el que se mecía y se contorsionaba con las caricias escandalosas de un hombre sin experimentar la urgencia de quitárselo de encima, por el contrario, percibiendo una insólita intimidad.

__ Amor. Es néctar que mis labios disfrutan, que mi piel se eriza al sentirlo. Motivación de los sentimientos… Arrullo con tu voz de ruiseñor. Dulce amor que me quebranta, que me inunda el alma. Amor que me estremece el ser… Tu amor es profanación de lo divino. El comienzo del pecado anhelado, tormento que me lleva al infierno. Arrullo de amor que me adormece. Amor que endulza y enternece. Dulce amor como el nuestro que se escribe en cada beso. Amor que finamente se entrega. Dulzura que me hace soñar.

Cuando Guillermo cortó el beso, Pedro se atrevió a alzar los párpados. Lo interrogaba en una expresión decidida, y él no supo de qué se trataba hasta que se dio cuenta de su intención: penetrarlo con el dedo. La columna se la arqueó en respuesta a la intrusión. Echó la cabeza hacia atrás y gimió cuando se dio cuenta de que en la segunda vez su esposo estaba delimitando su trayectoria interna con dos dedos, había insertado en el túnel de acceso a su centro el índice y el dedo corazón y los labios se le posaron en la parte tensa del cuello, donde la sangre pulsaba en el mismo frenesí que el malestar  interno, y se sujetó a él con ánimo desesperado. Los dedos entraban y salían en una lenta cadencia, igual que la del pulgar de la otra mano en la caricia del glande. Los movimientos fueron abandonando el talante medido para convertirse en los masajes rápidos y exigentes que él necesitaba para satisfacer el inefable fuego que ardía con mayor intensidad segundo a segundo, hasta que explotó en su interior y lo obligó a tensarse y a jadear, y a emitir cortos gemidos que nacían de un placer indescriptible que le cortaba la respiración y le volvía de piedra los músculos. Acabó riendo y llorando, anonadado y ante la idea de que era él quien acababa de experimentar por primera vez en el tiempo que su caprichosa mente recordaba esa mágica comunión de amor y placer juntos.

Guillermo no le dio tiempo a reponerse. Le obligó a flexionar las rodillas y a levantar las piernas antes de hundirle la cara en el sitio que aún palpitaba con vestigios del goce. Allí estaba su boca, en todos los secretos de su cuerpo, profanando, hurgando, asediando y marcando la conquista. Y todo volvió a comenzar, solo que en lugar de los dedos él usó la lengua, los labios, la saliva, la boca,  y Pedro cerraba los ojos acribillado de sensaciones para imaginar esos labios que le succionaban la parte más íntima de su ser, ese ósculo donde dejaría su cimiente y los átomos que  se impregnarían de ella cuando tragase su esencia. La sensación resultaba abrumadora, y lo convertía en esclavo, y sumiso, en una criatura irreconocible, lujuriosa, exigente, que se aferraba a la cabeza de su amante para apretarle la cara contra su sexo. “Mi amante”, pensó. Durante tantos años se había visto expulsado del mundo del amor y del placer que los jadeos  y los gemidos del segundo orgasmo, los gritos que llevaban impreso un nombre,  se confundieron con el llanto de la dicha, en esa muerte instantánea comprobó aun sin memoria, que no había pertenecido a Camila, que seguramente no hacían   el amor, ni siquiera tenían sexo. Guillermo se ubicó sobre él y lo acunó y besó por todo el rostro arrastrando los labios empapados en sus propios jugos, y Pedro sintió que era la escena más íntima que habían compartido aún más que esos dos orgasmos. Reía y lloraba mientras él seguía recorriéndole el rostro con la boca.

__Gracias, amor, gracias por este regalo tan magnífico.
____El regalo me lo has dado tú, Guille. Soy de nuevo un hombre gracias a ti, no creo haber tenido sexo con ella.
__Y yo soy de nuevo hombre por y para vos, Pedro, lo sabes, pero te afirmo que no había sentido deseo sexual desde que te pensé muerto, acabo de renacer con y para vos.
Pedro emocionado le sujetó el rostro por las mandíbulas y lo obligó a mirarlo.

__Quiero que sigas, que lo intentemos todo.
__ ¿Te sientes preparado? Puedo esperar. Te esperaría la vida entera si es necesario, sabiéndote vivo, nada más importa. Pero no lo hagas solo para satisfacerme.

__Amor,  eres tan compasivo,  representas todo para mí; de ti no puedo esperar menos, te desvives por atenderme; me siento bendecido  de tenerte a mi lado, mi eterno enamorado. Nos une una divina conexión, eres mi consuelo,  mitigas mi dolor. Tus mimos me nutren,
eres un ángel que cuida de mí con tanta ternura, estás ahí cuando más te necesito. Eres el mejor doctor, te amo con todo mi corazón. Valoro tus palabras de consuelo, pero más aún tus actos; me enamoran. No me canso de mencionarte que te amo; conoces de mi fragilidad  y me tratas con tanta ternura, me respetas y valoras. Me envuelves con tus besos y esa tu sombra siempre está presente, para rescatarme del fantasma que ataca y quiere destruir, tú estás ahí para sucumbir  mis males, alejando  las penumbras de mi ser. Quieres trepar mi dolor,
me amas con tanta devoción  que me elevas a planos sublimes. Veo tu angustia y te conviertes
en ferviente oración, me unges con tanto amor suplicando liberación de dolor. Me penetras en lo más recóndito  de mis sentimientos, eres tan dulce querubín. Mi ser tiembla, desfalleciendo
entre tus brazos,  para luego revivir y aferrarse a este existir, unidos por una eternidad, venciendo toda adversidad.
__Cómo quisiera volver, con la experiencia adquirida a reencontrarme en tu piel, a mirarme en tu sonrisa. A disfrutar del amor que expresabas aquel día, cuando con un simple adiós, concluía por años nuestra historia. Marcharme fue un gran error, me lo ha enseñado la vida, solo he hallado dolor, falsedad, angustia y mentiras. Cómo quisiera volver, con la experiencia adquirida, para pedirte perdón, y terminar borrando mi agonía. Nunca debí dejarte en ese aeropuerto, simular que estabas en ese avión era la manera de matarte para el mundo, no había cuerpo por reclamar, ni trozos para identificar, y pudo hacer lo que quiso.
__Es en la música de tus labios que me quiero quedar, impregnar mis labios de tu dulce cantar,
tener un recital justo entre tu boca, y disfrutar de la más hermosa melodía. Mis labios no anhelan otro sonido, justo de tus labios es que salen las mejores notas musicales, como el hermoso canto de pájaros en un atardecer.
__En una noche de desquebrajado llanto, creo hallar tu silueta en la oscuridad, Pedro.
Por un momento dudé, creyendo contemplarme ante tus ojos. Era noche de raros reflejos donde a pesar de la oscuridad, estaba seguro que estabas frente a mí. Mis palabras fueron llanto entre sollozos, desconcierto y deseo puro que salieras de la oscuridad. Pero allí estabas como estatua inerte, yo delirando y vos contemplando mi opaca figura de hombre destrozado en el sentido de amar. Gritos guturales parecía oír en la distancia y salidos de mi garganta que solo sabía pronunciar tu nombre.
La pena me embargaba, estaba borracho de amor y embriagado de deseo. La vida se había pronunciado en mi contra en asunto de amores, y la oscuridad reinaba en mi ser. Por ello es que decidí meterme en aquel cuarto oscuro donde confinado, me dije que me dejaría morir en la oscuridad para que la luz no volviera a mis ojos. Y aquel cuarto oscuro como el abismo, me daba a entender que mis delirios y visiones eran el producto del sufrimiento. Tanto amar y dar todo de mí para sentirme el ser mas miserable que un día amó y al siguiente odiaba por saberme abandonado. Y la silueta que veía en la oscuridad, sin duda eras vos, porque podía percibir tu aroma, y una leve brisa trajo a mí el aroma de tu cabello.
¿Cuánto llevaba allí confinado? Solo el tiempo lo sabría porque bien entrada la tarde me confinaba a la oscuridad y creo haber soñado dormido como despierto.
Nada me importaba, ni el tiempo, menos que viniera la muerte a quien clamé clemencia para mi sufrimiento.
Y quizás habría despertado en otro mundo que sería el de los muertos porque aquello parecía como haber traspasado el umbral de la muerte. Y allí estabas vos sin duda, esperando que fuera por vos.
No sé en qué momento había cerrado los ojos a la verdad, y cuando los abrí, había entrado la luz por una ventana; la silueta contemplada con más claridad, era la mía frente a un espejo, anunciándome un nuevo día y hora de volver a la realidad.
¿En qué momento se vive y se muere de manera temporal? Solo el dolor lo sabe porque es el fiel compañero de la soledad.
_Te vi entrar... Mis ojos no pudieron evitar  pasear por tu varonil figura. Deleitas todos mis sentidos. Los alucinas, los alteras. Me inquieta tu presencia. Mi olfato se agudiza  y tu loción me resulta exquisita. Mas el aroma de tu piel es el que me atrapa, ¡cómo me excita! Y te acercas... con esa sonrisa perversa. Tus pasos lentos y felinos me aceleran los latidos. Brillan tus ojos cuando te miro coqueto. Y tus manos atrapan mis caderas. Esto es más que una invitación. Me acercas a tu boca y me pruebas. Te bebes mi aliento,  devoras mis ganas cuando me besas. Y tu cuerpo reacciona. Percibo tu sensualidad. Ya mis manos quieren sentirte. Quieren acariciarte. Me provoca tu potente virilidad. Te vi entrar. Dudo mucho que de mí,
logres escapar.
Por supuesto que lo haré para satisfacerte.  Saber que lo deseas es en parte lo que facilita las cosas. Porque lo deseas, ¿verdad? __Guillermo hizo un gesto en el que elevó los ojos al cielo y soltó un bufido exasperado que lo hizo reír__. Lo que he logrado hasta ahora, que es un mundo para mí. Lo he logrado porque se trata de ti, porque siempre se ha tratado de ti. Mi mente no lo sabe, pero mi piel te reconoce solo a ti. Sé que solo contigo podré compartir esta intimidad porque siempre has sido tú, el único en mi vida. Entonces creo que sí, que estoy preparado para entregarme al único hombre que me ha hecho sentir lo que siento ahora. No imaginas la confianza que te tengo. Eres sólido, constante y sensato. Además de bueno y noble, sin mencionar que eres el hombre más hermoso que conozco y que me excito solo con mirarte la boca o los ojos. Te amo, Guille.

__!Pedro! _ exclamó él en un hilo de voz, torturado por la emoción y ese sentimiento desmesurado que le había cambiado la vida en minutos cuando pensaba que todo había terminado para los dos.

Lo besó locamente, lo devoró. Pedro respondió con igual devoción hasta que Guillermo se incorporó ante la atenta mirada que estudiaba dibujándolo en la intensidad, para quitarse los boxers, apurado e impaciente, e hizo otro tanto con el de Pedro. Se quedó de rodillas, aprisionándole las piernas, y mientras se acariciaba el miembro erecto lo observaba con una expresión seria que solo conseguía avivarle el deseo que ni dos orgasmos habían saciado.

__Ven __lo llamó, y estiró la mano.
Si la piel de mi cuerpo, te escandaliza, no te arranques los ojos, aparta la obscenidad de tus miradas, como el corazón apartas ante el hambre y la guerra, como el crucifijo apartas cuando deseas en tus infiernos como violas en tu silencio. Si mis curvas, cual canto de sirenas, te perturban y te masturbas, no, no acalles tu audiometría como ahogas la miseria, los pecados que perdonas, críticas y gritas en los púlpitos de tus oraciones, como el placer que reprimes y satisfaces con la limosna.
Si mi sexo sonrosado te ruboriza, como mi boca te escandaliza que ni penetras ni me nombras,
como el saliente de mis labios que ni rezas ni rozas, como el dulce veneno que imaginas en el prohibido juego de mi  fuente, que ni oras ni te inclinas en penitente coral confesionario, del púbico vello.
Si mis  pezones ensucian tus miradas, mis aureolas no amamantaste, cayendo tus ojos
en mi pecho, si mis cumbres son el infierno que te tienta, donde hay jardines
de niños y paraísos de hombres. Si mi esencia te incomoda no, no retires tus ópticas, donde solo ves  el objeto de mi cuerpo, y no mi alma, mas no soy  el contenedor de tu esperma, ni el almacén in vitro de tus hijos como una mujer sin futuro, ni la artificial inseminación
de tus abortos y pecados, ni el floreado dulce de tus disculpas. Si erógeno, tus ojos
mi pecho te provoca, te insinúa, te instiga te tienta, deseando más que miras olvidando más que conquistas, más morboso que alargador, más colonialista que aborigen
más incierto que hipócrita, promiscuo olvidadizo, lascivo, precoz eyaculador que discurre más que amar. Si la piel de mi ser, escandaliza tus ojos ofende tu moral prepotente, si mi piel, en tus perversiones tortura tus manos en el hervidero de tus pensamientos, no, no seas pues
el vil gusano que pudre mi cuerpo.
 La belleza como el pecado, está en la  moral del que mira y la crítica.
__Nada me escandaliza ya, sé que esto es amor.
El amor es un grito en el viento, simple y sincero que hace que vibre todo tu cuerpo.
El amor es amarte de mil maneras, es acompañarte en tus caminatas largas, lentas e intensas, el amor es una ola rompiendo en la costa mientras te amo con desgreñada pasión entre cantos y arena. Es el canto de sirenas amantes de hombres, caricias y besos en cada palmera, buganvilias, y nardos entre una espesa niebla, el amor me hace miserable y sublime, es algo que siento pero no lo veo, corre por mis venas sintiéndome con vida, me hace subir peldaños hasta tocar el cielo con mis manos, y a veces también me hace descender hasta los infiernos sintiéndome vil, inseguro.
El amor es una pisca de risas, locura, ternura, mezcla de esperanza, fe, y de anhelos.
Es un río en calma que se convierte en caudaloso y peligroso, es la esencia que se respira en el ambiente a través del viento y te toma por sorpresa. Es el aroma que me embriaga me excita, me alienta y a la vez me inquieta.
El amor son sueños que se hacen realidades, que me engancha, te hace temerario, y me convierte.
El amor es una descarga de adrenalina recorriendo tu cuerpo diciéndote cosas hermosas, murmurando en tu oído, erizando tu piel y desnudando tu alma, con besos electrizantes que te devoran y queman el alma. Y de la noche a la mañana serás mi mejor obra.
El amor es una vela de esperanza para el que sabe y espera, venciendo utopías enraizadas en precipitaciones falsas que se vuelven en nada. El amor es mirar las estrellas pidiendo que iluminen el sendero que dejas lleno de huellas, quiero gritar y pensar que me esperas antes de que el tiempo me venza y mi esperanza muera.
Quizá sería mejor que yo estuviese abajo y desciendas. Te sentirás más seguro. Más con el dominio. __Se inclinó sin cargarlo con su peso y, luego de besarlo con delicadeza reverencial, manifestó__. Sé cuánto necesitas estar en control, y lo comprendo.

__Gracias por pensar en mí, pero confío en ti amor.
Pedro se puso de pie y Guillermo, que seguía de rodillas, lo sujetó por la cintura y lo atrajo hacia él para hundirle el rostro en el pecho. Pedro se quitó la camiseta, que cayó con descuido al suelo. Resultaba increíble, casi mágico, que no sintieran frío, por el fuego la cabaña estaba caldeada pero por los resquicios se colaba el aire desde el río, solo que ellos no lo notaban.

__ ¿Qué deseas? _ quiso saber Guillermo. Temeroso de expresar su anhelo, se quedó mirándolo con aire desesperado__. ¿Quieres que siga a mi modo? __Asintió olvidado de las palabras, perdido en el abismo de la mirada oscura y brillante, pozos de pasión y deseo, y él lo complació, los ojos siempre fijos en los de su esposo, atentos a cada gesto y reacción__. Haré todo lentamente, y cuando desees que me detengas solo tienes que decirlo.

Guillermo le cubrió los pezones con las manos, y a Pedro lo conmocionó el contraste entre su piel blanquísima y suave y la palma enrojecida de él. Guillermo los movía como había prometido, lentamente, y nunca apartaba la mirada. Le provocó un desfallecimiento y necesitó apoyar sus manos en los anchos hombros cuando le acicateó los pezones con los pulgares, igual que había hecho antes pero por sobre la ropa. Pedro observaba cómo las puntas erectas iban y venían bajo el estímulo enloquecedor de ese dedo que ya le resultaba familiar. Una emoción se le alojó en el plexo solar y más abajo, opuesta al pánico que solía cerrárselo, asfixiarlo, y no tenía que ver con la sensualidad del momento sino con la cabal comprensión de que estaba a punto de hacer lo que creyó que jamás lograría.

Se sujetó el pezón y con él dibujó el contorno de la boca de  Guillermo que era su marido, su redención y su amor, su amante. Nada ya podía ni quería negarle. Observó con fascinación cómo su boca engullía el pezón derecho comenzando a enmendar juntos el pasado, no apartaba la mirada de la imagen que componían entre los dos, una amalgama perfecta alma cuerpo, pieles, esos labios sensuales prendidos a su pezón, iniciando una succión medida. Y Pedro apretó las manos en sus hombros en busca de equilibrio. Cuando su lengua le envolvió el pezón y sus pasadas fueron cada vez más exigentes, las rodillas le fallaron y cayó delante de él.
Guillermo lo amaba y sonreía, dichoso, mientras se recostaban en la frazada y lo guiaba hasta quedar a horcajadas de su espalda y de las nalgas que adoró, tanteando antes  la expresión de Pedro que se excitó más que él al verlo sujetarse el pene, al tiempo que lo empujaba hacia abajo con suavidad, guiándolo entre sus piernas.
__Iremos despacio _ le advirtió__. Si comienzas con dolor o a sentir pánico quiero que cierres los ojos y pienses en algo que te haga feliz__. Yo estaré aquí, esperándote.

__Tú, solo tú eres mi anclaje, Guille. Tú me bastarás. Tú eres lo único que necesito.
__He dado besos, con los impolutos labios de mi niñez, besos ingenuos, infantiles
con más pureza que los que Dios diera a los ángeles, con más inocencia que el primer beso que diera todo enamorado. Esos besos de la adolescencia con más vergüenza que miedo que el sentimiento y el deseo. He dado besos, arrogantes despechados en bocas que nunca he amado, amándome en su delirio cuando no los amaba. Besos de rabia, impotencia, amargos, imitadores de otros labios, en el pretérito de otras bocas. He dado besos por recodar que beso, en mi soledad por recordar que amo en la mudez de mi silencio. He dado besos, a propósito predestinado, intencionado, corrupto, malévolos, diabólicos a bocajarro en la boca precisa, en los labios exactos de la lengua perfecta. He dado besos, con la consciencia de mi existencia, con el alma de mi conciencia, con las razones de mi ser, he dado besos, besos con la madurez del sexo. He dado besos, casi ancianos geriátricos de memorias sintiéndome eternamente joven, besos en los surcos de unos labios, con más historias que sonrisas con más fracasos que risas, sobre un rostro enfermo de vida, de rasgos grabados como la esfinge que contempla pasar el tiempo.
He dado besos, deliberados con el origen del sentimiento, adrede, pensados, en su propósito en el voluntariado de mi deseo. He dado besos, en el cenit del día para visión de todos, para vergüenza de los que no aman, de los que no sueñan, en el crepúsculo de atardeceres sonrojando  mejillas, esas, que cada mañana, me inundan ahogándome, estrangulando mis labios, que me ahoga socorriéndome a besos. Pero solo deseándote a vos, Pedro.

Pedro solo cortó un instante la conexión visual, con los ojos de él que destellaban para apreciar el espectáculo mágico que significaba esa parte suya tan cerca de la de él, esa conexión secreta, ese beso, esa fusión, le hundió las uñas en la carne cuando él usó el glande para acariciar el suyo, y luego se recolocó y lo movió para abrirse camino entre montañas adornadas de besos, con una pasada, sus rodillas cedían y lo aproximaba la sensación al instante en que al fin lo tendría dentro, trazando y configurando sus tórridas entrañas a su medida y antojo. La inminencia del baile sensual, del acto sublime le abrumaba, volver a ser uno con el hombre de su vida que su mente se empecinaba en mantener en algún rincón olvidado mas que su cuerpo anhelaba. Guillermo colocó su miembro en el ingreso y, con una ligera presión, volvió a atraerlo hacia él.

__Amor, déjame entrar _suplicó con un acento torturado que lo afectó íntimamente.

Cerró los ojos y se llenó de Guillermo, y fue como arrojarse desde la terraza de un rascacielos con los brazos extendidos al vacío y con la certeza de que aprendería a volar. Y, flotó, y fue feliz. La felicidad era completa y perfecta porque acababa de obtener la libertad que solo da la vulnerabilidad absoluta de rendirse al amor, a la otra parte que al fin lo hacía sentir nuevamente completo. Y era dichoso. Y hombre. El hombre de quien solo existía para hacer el bien. Y voló con él que le hizo crecer sus alas, voló, volaron, y de pronto alzó los párpados y se encontró con que Guillermo se había incorporado y estaban sentados, acuclillados pero sin perder el contacto visual, eran uno amasijo torcido de carne fundida en agua y de miembros enredados, él con las manos ajustadas a sus caderas, con las suya pegando en sus glúteos desde donde lo guiaba para que agitase la pelvis al son de su vaivén para que obtuviesen el mayor placer.

__Guille __ necesitó susurrar, apabullado por la sensación, por la intensidad de lo que estaban compartiendo, la magia de ser uno, un alma, una piel, una esencia y la misma, un ser.
Le sujetó el rostro y así se quedó mirándolo, maravillados, Pedro embriagado de gratitud pues jamás habría imaginado que a él, el roto y vacío Pedro Beggio, se le habría concedido la bendición y la gracia de acceder al paraíso directamente desde el infierno, de la mano de un ser perfecto como Guillermo Graziani, que además era el padre de sus hijos, que justamente por haber sufrido a  la par o más que él comprendía el dolor y lo había guiado hacia la luz. Y ahora la luz era tanta, y tan brillante y cálida, que lo de antes se desvanecía en las sombras.

__ ¿Te hago feliz? Dímelo _necesitó preguntarle pues lo desalentaba lo poco  que le daba en comparación con lo que de Guillermo recibía.

El rostro de Guillermo se desdibujó frente a él. Se abrazó  en garra por todas partes amoldándose a ese cuerpo que encajaba en cada recoveco y llano del suyo, se acompasó al vaivén, ocultó el rostro en el hueco del cuello y pronto se olvidó de todo cuando los embistes  de él se volvieron agresivos, profundos, exigentes y necesitó refregarse porque la presión debajo de nuevo se convertía en el centro ígneo del cuerpo. El tercer orgasmo lo acometió con una fuerza devastadora, potenciada por las crudas emociones que lo dominaban durante ese primer acto de amor, quizás el que siempre recordaría como el primero. Sin embargo, nada lo había preparado para el retrato que compuso de Guillermo en el momento en que lo colmaba con su semen y gozaba enterrado en algún sitio de su carne, fue más, mucho más de lo que hubiese imaginado. Ese deleite y ese gozo compartidos encarnaban la experiencia más inefable y acabada de lo que sí tendría memoria.
Los estertores del orgasmo le inundaron el oído y amortiguaron los bramidos de la tormenta. Esos roncos gemidos de placer estaban convirtiéndose en su adicción. Quería volver a provocarlos porque nada,  le hacía sentir más poderoso, solo Guillermo y su amor inexplicable y fortuito, infinito lo conseguían.
Se echó a llorar desconsoladamente. Guillermo todavía agitado y desconcertado por lo que estaban compartiendo, al fin el uno con el hombre de su vida, se limitó a cobijarlo en una jaula protectora al derrumbarse sin preguntas, comprendiendo, mientras ambos… morían en esa unión.

Los despertó el frío de la raída frazada  cuando las llamas languidecían y se convertían en cenizas. Pedro buscó el beso, y Guillermo comenzó a rebullirse.

__Hola. ¿Dormiste bien?
__El mejor despertar de mi vida __murmuró y abrió los ojos__. Hola.

Con solo pensarte, provocas en todo mi ser el más impetuoso de los deseos, por eso esta noche anhelo que  mis besos lleguen hasta tus sueños y así piel contra piel, sentir tu alma desnuda, sentir el calor de tu ardiente cuerpo, mientras te acurrucas en mis brazos, respirar tu aroma y mientras mis besos visten tu desnudez, tus gemidos y suspiro son como música  para mi ardiente corazón, y lentamente comienza a encenderse  el fuego que nos hará sucumbir, mientras desnudas pieles danzan una trova, y el tiempo parece detenerse, mas lo único que deseo, para sentirte mío, es amanecer a tu lado todos los días y que tus labios sean mi desayuno, porque amarte a vos es una aventura que no tiene fin y el principio de una vida juntos…  Ámame, amor, así esta noche dejemos que el fuego de la pasión cubra nuestras pieles
con el canto de la luna llena envolviéndose en un solo ser.  Entreguémonos en besos y caricias en esta noche de amor derrochando del placer y la pasión, invitando a nuestros deseos a ser cómplices de nuestra hermosa unión. Hagamos fiesta entrelazando  nuestras miradas y viéndonos en el espejo de nuestras pieles.  Que me atrapen las redes de tus brazos, no pueda salir del barco de tus deseos incontrolables.  Hazme el amor con locura. Seremos como fieras salvajes perdidas en medio de la oscuridad  de la noche buscando un lugar donde refugiarnos para amarnos sin perjuicios que nos  haga llorar y gemir de satisfacción la pasión, explotar como volcanes en erupción calcinando nuestras  almas en esta hermosa noche juntos  vos y yo mi amor.

__Tú mi tentación y mi delirio y mis ganas de sentirte, entre mi piel perdido,
deseoso de amamantar tus deseos  y ser tuyo, toda mi vida amarte en alma, cuerpo y espíritu hacerte mío como una tentación prohibida con deseos ocultos y ganas de poseerte, soñando con la piel desnuda y  humedad de la tuya entre sábanas de pasión y de deseos, para alimentarnos de amor,  envueltos en la piel de mis deseos, de mis ganas y de mis anhelos de ser de ti, ser todo de ti, siempre mío siempre tuyo, ser tu suspiro, ser tu respiro, en cada poro de mi piel que te nombra, te llama y aspira tu olor a hombre apasionado, te siento en la piel de mi desnudo asido a la cadera pervertido y enigmático para explorar mis ganas de poseernos más allá del bien y el mal, amándonos con tentación, delirio y deseo, te amo mío.  Eres mi pecado de amor, pecado de desearte pecado de pensarte, y pecado de olvidarte
__Mi cariño es fiel como el beso de un niño, como el sol que sin titubear  asegura su regreso.
Cada vez que me besas mi corazón deja de latir unos segundos, unos minutos,  o toda una tarde. Es una suma de catarsis al juntarnos... Y una taquicardia al despedimos.  Dicen que un beso  es la fórmula más cercana al ácido de la muerte. Y también dicen  que es un pacto,  para asomarnos a la gloria, y a la vez al infierno. Eso... lo entiendo. Porque para  saber del amor debo de estar  bien enamorado o con el corazón  bien destrozado. Y no sé realmente cuál  de las dos crisis es peor.

“Nunca supe por qué él se fue sin despedirse,  la primera vez, cuando el cáncer crecía, en esos días yo imaginaba que se marcharía, lo había visto en el reflejo de su mirada a pesar de su silencio. No bastó mi esfuerzo, ni mis deseos de retenerlo, lo intenté con todo el amor que aún guardo en mi interior, pero fue imposible, su adiós tomó el camino marcado por su destino.
Lo recuperé y volví a perderlo”.

“Mis noches lloran por su ausencia, mi soledad transita en la melancolía de recuerdos nostálgicos  imposibles de olvidar, simplemente no puedo dejar morir  este sentimiento que respira mal herido entre el límite de una locura deseada y una razón que agoniza  por el misterio que abraza mi historia. Qué sentido tienen mis confesiones  de un crimen de pasiones que nunca  morirán en mi frágil corazón. Te percibo a mi lado, veo esa luz brillante que me guía, en cada centímetro de mi cuerpo has dejado huellas difíciles de borrar. Si estás en algún lugar cerca de mí espero que Dios me escuche y me permita tocar de nuevo tu piel, acariciar tu espíritu incansable, besar tus secretos desnudos que compartíamos en la intimidad de nuestra libertad. Si aún puedes escucharme debes saber que fuiste el único que me ha hecho sentirme vivo, te llevaste las fibras más sensibles de mis verdades. ! Dios, debes creerme!
Lo he buscado en cada espacio del tiempo, le entregué mi fantasma del orgullo y solo me encuentro atrapado  dentro de sus ojos, allá en el infinito cielo azul. Amado mío, nunca quisiste dejarme, solo que Dios te llevó en sus brazos para aliviar tu dolor, no deseabas que yo sufriera al ver marchitarse lentamente esa rosa que siempre regué con placer llenando sus pétalos de cariño y felicidad. Sé que me esperas  en ese mundo hermoso lleno de paz, donde algún día nos volveremos a encontrar para amarnos por siempre en la eternidad, como ángeles guardianes del amor. Nunca he dejado de amarte, será el reencuentro de dos almas que habitan en un mismo ser”.

__Es muy triste _dijo, Pedro sentado en la encimera, mientras Guillermo preparaba tostadas.

__Rómpela si quieres, solo deseaba dártela, estás vivo, no quiero volver a releerla, la sé de memoria, así será pero solo espero que dentro de miles de años.

Cuando pretendían llegar a la escalera y  a la cama, en un momento se abrió la puerta principal y se escucharon unas voces al otro lado del pasillo. Pedro se quedó paralizado entre los brazos de Guillermo, que se había detenido en el primer peldaño. Desde el otro lado de la casa, les llegó la voz de Malena.

Guillermo lo abrazó con más fuerza y apoyó la frente en uno de sus hombros. Lo oyó soltar una especie de gemido que resonó por todo su cuerpo. Aunque trató de contenerse, Pedro acabó riéndose entre dientes.

__No tiene gracia _murmuró Guillermo, que lo dejó en el suelo.

__Lo sé. Lo siento. __Apoyó la espalda en la pared de la escalera.

__Creo que tus padres tienen un detector de temperatura. Cada vez que estoy a  punto de hacer algo con vos, aparecen y seguirán apareciendo salvo que los eche a la estancia.
Pedro rio con ganas.
__Te repito que no tiene gracia _ dijo Guillermo, que seguía apoyado en su hombro.

__Sería mucho peor que hubiesen llegado más temprano o más tarde.
__Arriba podría haberle echado la llave a la puerta de la suite. __Se apartó y lo miró. Sin embargo,  no estaba enfadado ni irritado ni frustrado, como tantas veces que los interrumpieron. En sus ojos había un brillo alegre y nuevo. Un brillo que a Pedro le provocó una opresión en el pecho__. ¿En qué estaba pensando? Debería haber cerrado con llave la puerta principal.

Pedro rio de nuevo al tiempo que le acariciaba el sedoso cabello de la nuca.
¿Ese era el mismo hombre que le había gritado enfurecido pocos días antes? ¿El hombre que le había mirado como si estuviera destruyendo su mundo? El cambio obrado en él le parecía imposible. Comprendió que era él el responsable de dicho cambio. Gracias a él se había suavizado la tensión que antes tenía en torno a los ojos. Gracias a él parecía… casi feliz.
La conclusión hizo que las alarmas saltaran en su mente. Sin embargo, antes de que pudiese analizarlo al detalle, Malena y Bruno entraron corriendo a la cocina.

__Papi _dijo el niño.

Pedro se alejó de los brazos de Guillermo y se arrodilló para abrazar con fuerza a su hijo, dirigiendo la mirada más allá hasta alcanzar a su hija.
Guillermo se escondió tras la encimera, ya estaba nuevamente excitado. Pedro era culpable de eso, pensó con malévola emoción que se concentró entre sus muslos. Miró por encima de la cabeza de Bruno y vio que Guillermo los estaba observando. Ese corazón que comenzaba a derretirse por él dio un vuelco enorme cuando reconoció la emoción que brillaba en los ojos hipnóticos color café.

Amor. Por un hijo, al que no conocía. Por un esposo que no era el mismo.
Se le cayó el alma a los pies. El miedo lo inundó al percatarse de que el fuego ardía entre ellos pero era físico. Jamás sería el hombre que él recordaba, y con lo rápido que Guillermo se estaba enamorando de él, tal vez le resultara insoportable ver el momento en el que él se diera cuenta de ese hecho. Que él era Gastón, no Pedro.

Malena que había aparecido por el pasillo sonriendo de oreja a oreja, al verlo en la cocina cambió la expresión, y eso también lo estremeció.
La tensión se apoderó de la estancia.  Una tensión que Pedro no sabía cómo desterrar. Sin importar lo que pasara entre Guillermo y él, tenía que estar al lado de su hija, y Guillermo de Bruno.
Se puso de pie despacio, levantando a Bruno, al que adosó a la cadera.

__Buenos días, Malena.
__ ¿Qué hace él aquí? _preguntó la niña mirando furiosa a Guillermo.

__Él _ respondió su padre con firmeza__ está a punto de desayunar, igual que ustedes, vayan a lavarse las manos.

Malena los miró con los ojos entornados.
__No tengo hambre. Yo no necesito a otro padre, quiero conocer a mi mamá.
__ Ya te he explicado que mamá murió _lanzó Guillermo y Pedro lo miró sin encontrar la mirada, en verdad la madre de los dos estaba viva, la madre biológica vivía.

Gastón sabía lo que la niña estaba pensando y, la verdad, no iba muy descaminada. Una simple mirada bastaba para saber lo que había pasado entre ellos. Estaban a medio vestir y despeinados, tenían los labios hinchados. Malena era inteligente. Obviamente, ya había visto a su padre con otros.
La incomodidad, la culpa y el miedo se agolparon en el pecho de Gastón, dificultándole de forma dolorosa la respiración.
Bruno en cambio ya estaba trepando a los brazos de Guillermo, el nene era dócil y amaba a su papá.

__Malena, me da igual si tienes hambre o que no la tengas __le soltó, Guillermo besando la mejilla regordeta de Bruno__. Estamos a punto de desayunar con los abuelos, así que sube a lavarte.

__ ¿Y Fabián?
__En la casa de su novia o con tu tío, no cambies de tema ni esperes que te salve.

Gastón lo miró y vio furia que ardía en su mirada. Sintió la necesidad de defender a Malena. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, su hija salió corriendo con los ojos llenos de lágrimas.
__Guillermo _ dijo Pedro en el silencio que siguió a la escena__, no te enojes con ella.

__No voy a permitir que te trate como si…
__Hola, cariño __dijo la madre de Pedro, que apareció por el pasillo muy sonriente, a todas luces ajena a la tensión que reinaba en la cocina. Su padre la seguía de cerca__. No esperábamos verte tan temprano, ¿y tú hermano?

¡Mierda!, pensó. Sus padres. El pánico le atenazó mientras trataba de peinarse un poco con la mano libre, ya que con la otra Bruno le tenía arrastrándolo hacia Guillermo.
__Bueno es que… __Miró a Guillermo para suplicarle que le salvara la vida pero él se limitó a ladear la cabeza y a sonreír como si le estuviera diciendo: “Te han pillado”.

Menuda ayuda. Pedro frunció el ceño y después miró a su madre. ¿Qué podía decirle?
__Madre, Agustín acompañó a mi abogada y su nena, y yo me quedé acá porque puede que estemos amenazados, hemos encontrado algunas cosas pero…
__Tenemos cosas que hacer esta mañana, Amalia _dijo Guillermo al fin,  rescatándolo cuando pensaba que lo había dejado para que se la apañara solo__. ¿Pueden quedarse hoy con los niños? Alberto se sentó en el taburete con ceño.

__Claro. Los llevaremos a los juegos. ¿De veras no pueden venir también?
__No creo que tengamos tiempo, Amalia, ya les contaremos _respondió Guillermo__, pero gracias.

Arriba se oyó un portazo antes de que Gastón pudiera analizar  qué había planeado Guillermo, quien miró hacia el techo con expresión frustrada.
La culpa que a estas alturas era tan familiar para Gastón aumentó un poco más.
__Debería hablar con ella __dijo.

__Yo iré. __Guillermo extendió una mano y le dio un apretón en el brazo.__ Luego empezaremos por buscar a la enfermera, Pedro, a Nancy, no olvides lo que encontramos en la clínica.

__Está bien.
La calidez del contacto se extendió por su cuerpo hasta rodearle el corazón.
__Vamos, Bruno _ dijo Gastón, que alargó los brazos para coger a su hijo mientras Guillermo desaparecía por la escalera trasera__. Vamos a ayudar a tu papi a terminar el desayuno para los abuelos y a averiguar a dónde se ha quedado varado tu tío.

De pronto supo que quizá su hermano había seducido a su letrada y sonrió, mas quiso que el suelo lo tragara cuando vio las tostadas en un charco de café en el piso. Sin embargo sabía que era imposible, su vida era un desastre, su hija lo odiaba, sus padres acababan de pillarlos casi haciendo el amor, y lo peor de todo, sabía… que estaba enamorándose de Guillermo.
Una circunstancia que solo provocaría un desengaño, para todos ellos, eso sin contar con que no tenía idea de qué había hecho Camila o quien fuera que fuese con su cerebro, qué peligros acechaban conforme a lo que había en esa  dichosa clínica.

“Su ración de sol, de aire, de vida y que pesa en los brazos como toneladas de historia, el aplauso en la roca provocaban miles de estrellas artificiales surcando la noche, millones de hombres y mujeres rezando en silencio a nuestro lado para ahuyentar sus miedos ausentes con recelo del esquivo tormento que tu ausencia me ha de causar. Esas hordas de individuos sin una pizca de sentido común deseaban conocer esta humedad del sexo. Sobresaltado el ser humano podía evocar sembrada por el anhelo y la nostalgia la piel muy blanca, de leche tibia bajo la acuciante sombra de un anhelo ciego. Repugnante memoria indestructible de este sueño se atavía de mortificante monotonía en la cárcel. Los sórdidos rincones capaces aún de sorprenderse moteaban los hábitos nocturnos del lobo con incredulidad. Vislumbro un par de sustantivos horrendos rencorosos como todos los muertos con los que vivimos sin mucho orden ni concierto. Con una delicadeza de seda, tengo una búsqueda mórbida del tiempo perdido. Por caudales de luz emancipada, ajadas por el tiempo en los telares del olvido dos amenazas de muerte derraman de amor y de miedo fragmentos de humedades sin ti. Obedecía una salud endeble al sentir un insobornable deseo de descansar. Un fervor en la carne taponaba los silbidos pérfidos que martillan las paredes de yeso. Tengo el encanto de lo desconocido empapado de una extraña paz interior. En ese instante último y fatal, tengo besos sin lengua. Guardo. Una sinopsis apresurada prohíbe rimar la causa de la inquietud que lo acompañaba sin amargura, casi ilusionada. La piedra ancilar de mi piadoso plan de vida difuminó los escondidos duendes ajados por el tiempo en los telares del olvido en la víspera del gran día. Un pensamiento fugaz que no puedo retener difuminó en ese espacio de sinceridad. Vislumbro la copulación virginal del cielo. Desenredo la cereza del beso esparcida en la niebla invariablemente. Como llantos asfixiados, la desmotivadora contemplación de mi rostro adopta un chispazo de gloria casi dormido e intercambio de caricias, de goces, de peones, de victorias y derrotas, de pérdidas y ganancias, de todo aquello que no permite por más tiempo la resistencia y el rechazo. Como si fuera a tenderle la mano, mis telarañas emocionales deseaban conocer una urgencia de vida de amor y de miedo. Con condescendencia, las horas muertas azulaban la escena. La incertidumbre de las cosas y el deseo inmutables nacen de la misma explosión de la vida. La pícara idea menuda, pálida, luminosa, transparente, fina, ocurrente, distinguida, madura, adorable, intensa penetró profundamente, sombra de otras sombras. He soñado los tormentosos besos deliciosos. Me refugiaba en la eternidad de ese instante insondable. Tangible como estatua de rocío una cultura erótica inusualmente encendió una llamarada intacta con el desvanecer de una puesta de sol.”

Guillermo se frotó el pecho con una mano mientras subía la escalera. Escuchar a Pedro decir que lo necesitaba lo había dejado sin aire en los pulmones. Pero verlo abrazar a su hijo y presenciar el amor que se profesaban casi lo había postrado de rodillas.
Quería recuperar a su familia, quería recuperar la felicidad que les habían arrebatado. Y sobre todo, lo quería a él, de forma permanente en su vida. Quería verlo sonreír todas las mañanas. Y acurrucarse con él, con Malena y Bruno en la cama. Quería que lo mirara con esos ojazos de miel brillantes por el deseo y concentrados sobre él como lo había mirado esa mañana. Y quería que le dijera una y otra vez que lo necesitaba, que lo amaba. Que le deseaba. Que lo quería de la misma manera en que él lo sentía. Le daba igual que no recordara la vida que compartieron en el pasado. Lo que estaba sucediendo entre ellos en el presente era mucho más perfecto y sensual que lo que habían compartido antes.
Se detuvo al llegar a la puerta del dormitorio de Malena para recuperar la compostura, para lograr ese hogar soñado tenía que lograr que ella bajara sus defensas y reconociera su amor por Pedro. No estarían completos sin sus hijos en el mismo amor y sintonía, llamó con suavidad.
Malena no contestó, pero sabía que estaba dentro. Giró el pomo y empujó la puerta con el hombro para abrirla.
Su hija estaba sentada en el alféizar de la ventana mirando hacia las plantas del patio de atrás. Tenía los brazos cruzados por delante del pecho, el ceño fruncido por el enojo y una expresión tan angustiada que  Guillermo no supo qué hacer ni qué decir en un principio. Tras la muerte de Pedro, ella había sido su ancla a la vida, ella fue lo que lo ayudó a seguir adelante y a no suicidarse. Le dolía saber que ella estaba sufriendo, mientras él  sentía que le habían concedido… otra oportunidad.
Se sentó a su lado.

__ ¿Quieres hablar del tema o prefieres seguir enojada?
__Prefiero seguir enojada.
__Bueno, pues yo quiero hablar del tema.
Malena seguía con la vista clavada en el otro lado de la ventana.
__No me gusta ese hombre.
__No le has dado la menor oportunidad.
__No quiero dársela. Ya sé que no me gusta.
Guillermo se frotó la frente.
__Malena, no sé cómo hacer que esto  te resulte más fácil. Tienes que intentarlo como lo hace tu mellizo. Sé que no es sencillo, pero al menos debes intentarlo. Los demás lo estamos haciendo.

Su hija volvió la cabeza con brusquedad para mirarlo con sus ojos que parecían almendras que eran idénticos a los de Pedro, llenos de lágrimas.
__No quiero intentarlo. No quiero llegar a conocerlo. No quiero estar cerca de él. Y no entiendo por qué tú sí quieres estarlo. No es el mismo, Fabián me contó. ¿Es que no lo ves?
__No sé qué dijo mi hijo mayor, pero sí que lo es. En el fondo es Pedro. Tienes que darle una oportunidad
__Te está engañando, ¿no te das cuenta? Lo único que va a hacer es complicar las cosas. __ Malena se puso de pie de un salto__. ¡No te quiere, no nos quiere, y cuando lo descubra volverá a marcharse como siempre!

__No lo hará, nunca se ha marchado, no fueron así las cosas, hija _le aseguró en voz baja, frustrado porque su hija tuviera que verse obligada a lidiar con esa situación.

__! Sí que lo hará! Y esta vez lo hará porque quiere hacerlo. No será un accidente. __Las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas. Se las limpió__. No quiero que eso vuelva a pasar.
! No quiero que vuelva a pasarme!
__Hijita _dijo Guillermo al tiempo que la rodeaba con los brazos, pese a sus intentos por no dejarse atrapar_. Eso no va a pasar, te lo prometo.

Claro que, ¿cómo podía estar seguro de ello? Pedro le había dicho  la noche anterior que quería irse, que quería olvidar todo ese lío. No podía obligarlo a quedarse si él no lo deseaba. Pero tampoco permitiría que se marchara sin luchar, menos ahora, era suyo. No después de lo que acababa de pasar entre ellos.
Cuando Malena dejó de forcejear, se apartó un poco de ella y le limpió las lágrimas de las mejillas.
__Malena, te quiero. No voy a permitir que sufras. Te lo prometo.

Malena lo miró con los ojos encharcados… y al fin le echó los brazos al cuello.

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
Cualquier parecido con la realidad es coincidencia.
Lenguaje adulto.
Escenas explícitas.

25 comentarios:

  1. Laura Lo leo varias veces
    Creo que sólo se aplica si hay amor del bueno y recíproco. Como este obvio, divino si lo hay mejor, Eve.

    ResponderEliminar
  2. Miryam Magnífico, destilando el mas sublime excelso amor

    ResponderEliminar
  3. Isabel hermoso viniendo de un sensible corazón.. gracias es muy bello!!

    ResponderEliminar
  4. Veronica Lorena Piccinino Bellísimo Eve Monica Marzetti... es la historia que más me gusta.... Malena tiene que darse la oportunidad de hablar con Pedro y conocerlo...creo que en el fondo tiene celos de que le quite el amor de su padre Guillermo.... hermosa historia

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Veronica Lorena Piccinino Pedro estaba en llamas... lo ibas a hacer desear más?.... espero más
      De eso. Gracias

      Eliminar
  5. Silvia Colases Eve Monica Marzetti que Pedro no se vaya más....por favor!!!

    ResponderEliminar
  6. Hermosísimo Eve, por fin el cuerpo recuerda lo que la mente olvidó...Lo más importante es que está volviendo a enamorarse de Guillermo y volverá a ganarse el amor de su hija que lo que tiene, en verdad, es miedo a volver a perderlo...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es eso, Fabián tiene ese miedo y se lo dijo y ella teme quererlo y que vuelva a irse, pero no. Ya no prometido, es mágica esta tira, gracias y corro a las atrasadas, besos mil.

      Eliminar