domingo, 17 de febrero de 2019

“REDENCIÓN”. PRÓLOGO Y CAPÍTULO PRIMERO.


“REDENCIÓN”.
PRÓLOGO Y CAPÍTULO PRIMERO.
 “Me besó sin pedir permiso y me pareció la gloria,
le devolví el beso con hambre atrasado”. Mario Benedetti.


La historia está repleta de amores y desamores. Algunas de estas historias han permanecido a través del tiempo y sus protagonistas han adquirido una especie de inmortalidad. Pero, ¿qué sabemos realmente sobre el amor? ¿Qué nos impulsa a enamorarnos?
Son muchas las personalidades que han escrito sobre el amor y sus ‘mágicos’ efectos. Sin ir demasiado lejos, por ejemplo, el ilustre Oscar Wilde dijo así: “El misterio del amor es mayor que el misterio de la muerte”. Y es que este sentimiento ha sido motivo de historias conmovedoras y pasionales, pero también de auténticos conflictos bélicos y dramas personales.
Henry Holiday plasmó en este cuadro el encuentro entre Dante Alighieri (1265-1321) y Beatriz (Beatrice Portinari, 1265-1290). Sin embargo, el primer encuentro de estos dos amantes se produjo cuando tenían nueve y ocho años respectivamente. Eran vecinos, pero apenas coincidieron y se dirigieron la palabra, lo que no evitó que alimentara la mente del escritor para escribir sus dos obras maestras, La divina comedia y La vida nueva.
Florencia, 1283.https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvf-28tx5p2T5_HE1Dg02Y3sizAJDjh4KR_HbPSKmkCHfERMT851Y1Aah7T6fpTbolSlov-jjsoE-jwsC_oWXx-wljpyHpXpOOAoq4cYkv4Z8S5rWiGtKhUZcICAEdoVGxkKtJPYZrbw-H/s1600/800px-Raffaele_Giannetti_-_First_meeting_of_Dante_and_Beatrice.jpg
De pie junto al puente, el poeta observaba a la joven que se acercaba. El mundo se detuvo al ver sus ojos, grandes  y oscuros, y su pelo castaño peinado formando elegantes formas.
Al principio, no la reconoció. Era tan hermosa que cortaba el aliento con sus movimientos gláciles y seguros. Y algo en su rostro, le recordó a la niña de la que se había enamorado varios años atrás. La vida los había llevado por caminos distintos y él siempre había llorado la pérdida de un ángel, su musa, su amada Beatriz. Sin ella, su vida había sido solitaria e insustancial.
“Y ahora aparece mi bendición.”
Mientras ella seguía acercándose, acompañada de sus amigos, el poeta inclinó la cabeza en un saludo caballeroso. No tenía ninguna esperanza de que ella se lo devolviera. Era perfecta e inalcanzable, un ángel de ojos castaños, vestida de blanco resplandeciente, mientras que él era un hombre mayor, hastiado del mundo. Que no le llegaba a la suela de los zapatos.
Cuando ya casi había pasado de largo, los ojos del poeta se clavaron en una de sus delicadas zapatillas, una zapatilla que vacilaba delante de él. El corazón se le desbocó mientras aguardaba, sin resuello. La voz que le habló, suave y educada, dispersó sus dudas. Era ella.
Levantó la cabeza y la miró asombrado. Llevaba años esperando ese momento, soñando con ese encuentro, pero nunca se imaginó que se produciría de un modo tan fortuito. Y menos aún que ella lo saludara con tanta dulzura.
Desconcertado, le devolvió el saludo, y se permitió el lujo de dedicarle una sonrisa, una sonrisa que su musa le devolvió multiplicada por diez. Sintió henchírsele el corazón, mientras su amor por ella crecía y ardía como una hoguera en su pecho.
Desgraciadamente, la breve conversación llegó a su fin cuando ella anunció que tenía que irse. El poeta se inclinó para despedirse, pero enseguida se incorporó para contemplarla mientras se alejaba. La gran alegría que había sentido por el reencuentro se vio empañada por la tristeza de no saber si volvería a verla nunca más.

Chile, febrero de 2019.

“Me bastó ese primer beso para ir conociendo de tu alma, ese vislumbrado y vasto universo.  Y era un enceguecedor valle de luz el que tenías adentro. Y yo, con enloquecido placer,   ya estaba palpando a tu esencia divina.  Por tu mundo subterráneo caminaba con volátil ligereza, y te acariciaba.  En el azul corazón del agua quieta de tus portales abiertos,  con indómito anhelo, formidable estremecimiento,  te besaba y te gozaba.
Y entonces comprendí que yo ya te amaba...  Era tan joven, y tú tan diferente.
Que tú  a mí, no solo me gustabas.  Yo ya te amaba.  Y dejé a la flor de mis ansias bebiendo de tu aliento y en la raicilla de tu grito un jadeo mío en un insostenible suspenso.
Y removí tus sensaciones.  Profané el recinto de tus pasiones.  Amarré a tus delgadas venas el pulso temblón de mi sangre.  Y fui rumor, tiempo y viento aquella tarde.  Y había en tu alma un mar irremediable que me llevaba hasta un sueño silencioso y con destellos...  Ay amor, ay vida...  Y cómo no tener la convicción de que te quiero...  Así le hablé con estos ojos de fuego cuando él con sus yemas ya me iba quemando el pecho y el deseo. Y las pupilas le ponían brasas al adorable silencio. Y sentí que se incineraban nuestras almas, los huesos,
el paisaje y el sentimiento. ¿Qué sucedió contigo que olvidaste aquella tarde? ¿Por qué me tratas así?
Ya madura la noche, amanecidas y trasnochadas letras que de ti tanto me han hablado, se niegan a dormir en la mente. Pues algo se sabe, falta como un beso de buenas noches, sé que no llegará pero algo tan dentro de mí se niega  a dormir sin algo de tuyo.
De calma  la noche se viste, contrasta con la extraña inquietud que se siente en la panza, la habitación colmada de calor de noche de verano, desentona el frío que siente ahora mi acelerado pecho. Cómo hacer para engañar mis sentidos e intentar dormir tranquilo sin nada tuyo.
Me voy perdiendo entre las horas y, los pensamientos de amor se tornan sombríos, ¿es que acaso la noche o este destino no saben que mi amor depende y pende de ti?  Las vueltas en la cama no relajan la tensión que contagia al alma y de mi cuerpo espanta el sueño.
Esta noche toda se calla... Los besos están mudos en el teléfono, los te amo algo los escondió y el sonido de las voces no los logra pronunciar. Parece que las bocas no encuentran las palabras que  hacen  de cada descansar   un maravilloso sueño de amor.
Te esperan mis sentidos, como cada día ser el destino de tu suspirar, saber qué sentiré al  beber tus besos sin  tocar tus labios. Pero esta noche algo más se calla y este silencio de ti inquieta. Mi alma enamorada desespera.

Un hilo rojo invisible conecta a los que están destinados a encontrarse, sin importarles el tiempo, el lugar o las circunstancias y este hilo jamás se romperá.
Es sábado, fin de semana dedicado al ocio y a estructurar los pensamientos. El azar me ha traído hasta aquí, un lugar donde la playa se asemeja a una estela interminable de sabor a nata y caramelo de postín. Un lugar donde se detiene el tiempo y el mar te devuelve recuerdos imborrables. Un pescador se afana en sacar su redada, no sin esfuerzo, de las aguas azules del mar. El sol parece que se ha dormido acurrucado detrás de las sábanas nubosas, por temor al frío de febrero. Una pareja corretea por la playa saltando y abrazándose, disfrutando del   fin  de semana, entrelazando sus manos por un visible hilo rojo de su destino. En este instante mi pasado es un trastero y mi presente una casa limpia y medio vacía frente al mar. Hace fresco. Un café humeante y reconfortante me retrae a una leyenda que conocí y un bloc de notas me aproxima al relato. Lo peor que te puede pasar cuando miras a una persona hermosa es que te sostenga la mirada. Este chico, el camarero, casi derrama el café.
Los japoneses y chinos  tienen la creencia de que las personas están predestinadas a conocerse y a encontrarse unidas por un hilo rojo atado al dedo meñique. Los hilos rojos del destino unen los meñiques con los corazones, es decir, simbolizan el interés compartido y la unión de los sentimientos.
Cuenta la leyenda que, hace mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de sus provincias del reino vivía una poderosa bruja que poseía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y ordenó traerla a su presencia. Cuando la bruja se personó en palacio, el emperador la conminó a encontrar el otro extremo del hilo que ataba su dedo y lo alargara hasta la que podría ser su esposa. La bruja accedió a la petición y comenzó a seguir el hilo. Su búsqueda la llevó hasta un mercado rural donde una campesina, con su bebé en brazos, ofrecía los productos de su cosecha. Avisado el emperador, se acercó hasta el mercadillo, e invitó a la campesina a ponerse en pie diciendo:" Aquí termina mi hilo". El emperador enfurecido azotó a la bruja creyéndose engañado por el destino final del hilo e, indignado, empujó a la campesina con tal furor, haciéndola caer con su hijita hasta el suelo produciendo en el bebé una importante herida en la frente. Después ordenó a su guardia la detención de la bruja para ser decapitada.
Pasaron los años y el emperador había tomado la decisión de contraer matrimonio. La corte le recomendó desposarse con la hija de un afamado general y así se hizo. El día de la boda la novia entraba en el templo cubriendo su rostro con un velo, cubriendo su cuerpo con un hermoso vestido, que resaltaba su belleza. El emperador levantó el velo y descubrió que el angelical rostro tenía una cicatriz que llenaba casi su frente. Era la cicatriz que él mismo había provocado al rechazar lo que el destino le tenía reservado como le anunciara la bruja. Él necesitaba un abrazo a ojos cerrados. De esos en los que uno se aferra al otro y a la vida. De esos que convierten sus brazos en hogar, fuego y azúcar.
Esta milenaria leyenda oriental nos trae un poco de luz al misterio de las almas gemelas. La ancestral cultura japonesa nos enseña que el futuro de cada persona está predestinado por un intangible hilo de color rojo amarrado al dedo meñique. Es la otra mitad, la parte naranja restante, aquello que falta para su total complemento. En el extremo del hilo estará la persona que esperamos encontrar.
Hago mías las palabras de Paulo Coelho:”...A lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores; uno con el que te casas o vives para siempre, con el padre o la madre de tus hijos; y dicen que hay un segundo gran amor, esa persona que perderás siempre. Alguien con quien naciste conectado, tan conectado que las fuerzas de la química escapan a la razón y les impedirá, siempre, alcanzar un final feliz, hasta que cualquier día dejarán de intentarlo, se rendirán y buscarán a esa otra persona que acabarán encontrando. A veces, se desprende más energía discutiendo con alguien a quien amas, que haciendo el amor con alguien a quien aprecias".

Te propongo algo, le decía él a ella, permanecer solos frente al mundo y, si este nos traiciona, fundaremos nuestro propio mundo.
El mar se agita. El sol parece levantarse de su adormecimiento al lado de la luna. La playa se queda sola bañada y amada por el mar, cierro mi bloc. Vuelvo a mi destino, y mi memoria me trae una frase de Isabel Allende: eran amantes eternos, buscarse y encontrarse, una y otra vez, era su karma.
Subo al coche, el dedo meñique me hace cosquillas, parece un hilo desprendido de algún botón... parece rojo... ¿Será mi imaginación? El hilo puede tensarse, enredarse, pero nunca podrá romperse.
¿Acaso soy yo quien se confundió contigo? De ser así, ¿por qué en tantos años solo he vivido para reencontrarte?”
El amor puede nacer en cualquier espacio donde abundan sentimientos profundos y libres, en el final de un camino inimaginable, de una forma que jamás esperarías, en sueños que crecen de la nada, de una rosa cuando comienza a abrir sus pétalos. Solo necesitas de una mirada cautivadora para caer en las redes de una telaraña deseada que se apodera de cada pensamiento en tu interior conquistando el alma.    El amor puede silenciar los miedos
o hacerte gritar tus verdades. El amor puede respirar sin temores y nos marca el sentido de un camino que deseamos en las brisas pausadas del viento. El amor puede romper tu mañana hermoso o cicatrizar las heridas de un ayer tormentoso. El amor propaga su propia luz en las penumbras inciertas de la oscuridad, puede convertir una desilusión en un beso delicado y pasional. El amor traspasa los límites de la cordura, absorbe el sentido común de la razón. El amor hace que ardan en llamas las puertas blindadas del corazón, entrando en su interior y apoderándose del tesoro que guarda en sus arcas. El amor te ahoga en las lágrimas producidas por el dolor inevitable que provocan los recuerdos nostálgicos en el tiempo.
Amor, toma mi mano y abraza el misterio de mi soledad para siempre, desata tus virtudes en las intimidades de mi ser, elévame hasta sentirme como un ángel en el cielo, donde te encontraré en las paredes imaginarias que aíslan mi destino.
Mis besos anclarán en el mar profundo de tus labios,  y mis deseos desenfrenados en tus latitudes, sentirás el roce de mis manos suavemente por tus secretos,  desenmascarando tus misterios, y tu corazón sentirá el abrazo de mis caricias,  gritará tu alma en libertad por las pasiones de mi amor, ese amor que ha llegado para contagiarte de mis placeres ardientes,
que se esconden tras las tentaciones intensas que rigen el rumbo de tus dudas”.


Bs. As., 2019.

__ ¿Señor Beggio?

La voz del profesor Guillermo Graziani atravesó el aula en dirección al atractivo joven de cabello castaño sentado en las últimas filas. Perdido en sus pensamientos, o en la traducción, tenía la cabeza gacha, mientras tomaba frenéticas anotaciones en su cuaderno.
Doce pares de ojos se volvieron hacia él y contemplaron la cara pálida, sus ojos almendrados con largas pestañas y sus delicados dedos, que sostenían un bolígrafo. Luego, esos mismos doce pares de ojos se volvieron hacia el apuesto profesor, que permanecía inmóvil y había empezado a fruncir el ceño.

La actitud mordaz de Guillermo, contrastaba vivamente con la atractiva simetría de rasgos: sus ojos, grandes, expresivos, portadores de una mirada capaz de atravesar el alma e indagar sus vericuetos, y su boca, de labios finos pero sensuales como la fruta prohibida del Edén. Era uno de los hombres atractivos de aspecto duro, pero en ese momento, su gesto amargo y severo estropeaba el efecto.
__! Eh!
Una tos discreta a su derecha llamó la atención del joven, que levantó la vista hacia el estudiante de buen porte y mirada diáfana sentado a su lado. Sonriendo, este señaló con la mirada hacia el profesor.
Pedro  Beggio siguió el recorrido de su mirada y se encontró con unos ojos penetrantes color café  divinos y muy enfadados. Tragó saliva audiblemente.

“Una mañana como tantas otras, nuestras miradas se cruzaron y  surgió un hola espontáneo,
mas nuestros corazones parecieron explotar  y sin darnos cuenta, en esa mañana cualquiera, como tantas otras, nació un intenso amor apasionado, con una furia salvaje y con una indómita tentación , nació sin darnos cuenta, como nace esa flor silvestre que crece sin que nadie la siembre, al costado de algún camino, perfumando la ruta de cualquier viajero errante,
embriagando las almas solitarias de deseo y pasión, nació sin ninguna explicación y cuando menos se esperaba, nació sin importar los tiempos, las edades, ni las razones, nació porque debía nacer, como nace una mirada, o como nace una sonrisa o como nace un poema,  con una  fuerza interna que va  más allá de los sentidos, nació porque cuando las almas se tienen que encontrar o están predestinados a estar juntas,  no hay nada ni nadie que pueda separarlas, porque el destino o ese ser superior que llamamos Dios, ya los unió, y sin embargo, no me recuerda, profesor”.

__Estoy esperando una respuesta, señor Beggio. Si le apetece unirse a la clase _añadió, con una voz tan glacial como su mirada.

El resto de los alumnos del seminario se revolvieron inquietos en sus asientos y se dirigieron miradas furtivas. En estas se leían preguntas del tipo:
“¿Qué mosca le ha picado?” Pero ninguno dijo nada. (Porque es de sobra conocido que los licenciados odian enfrentarse a sus profesores sobre el tema que sea, no digamos ya por una falta de educación)
El joven abrió la boca para contestar, pero cambió de opinión y la cerró, sin apartar la vista en ningún momento de aquellos imperturbables ojos hechizantes. Los de él estaban abiertos como platos, no por asombro sino por temor.
__ ¿Habla nuestro idioma? __ se burló el profesor.

“Tu boca es fruta escarchada en mi boca.
Qué agridulce escalofrío sostengo. Qué agridulce recorre mi cuerpo mientras tus labios me mortifican con su frío y suave vaivén. Tu beso me duele como flujo de sangre helada que se ciñe a mi garganta: Un hilo de aguja que traspasa agridulce mi corazón y  diluye sin compasión mi alma abatida.  A ti, trampa simpática permiso para ser la víctima, azótame, con tu sonrisa quiero una tortura enfática. Sin defensa legítima sin ir a forcejeos, amor esclavízame apresa mi pichón gorjeo. A la brava, somete al verbo que todos sean dedicados a ti, en esos calabozos negros la cadena perpetua disfrutaría feliz. El que tiñe de oro ese cabello, tú, el que me hace trasnochar y en autómata zombi me convierto. Mueve a este gato del tejado por exagerar en sigilo y lerdo, con ese terremoto alado conmocione mi dormido cielo. Así te quiero con dichosa tendencia verdugo, listo para acabar mi desvelo y sentir el hacha de la boca tuya.”

A una chica morena sentada a la derecha de él se le escapó la risa, aunque trató de disimularla con una tos poco convincente. Todos los ojos volvieron a dirigirse hacia el joven asustado, que se había ruborizado furiosamente y que agachó la cabeza, apartando la vista del profesor.
__Dado que el señor Beggio parece estar asistiendo a un seminario perdido en un idioma distinto, ¿tal vez alguien sería tan amable de responder a mi pregunta?
La belleza morena sentada a su lado, estuvo encantada de hacerlo.
Se volvió hacia él y le dirigió una sonrisa deslumbrante, mientras respondía a su pregunta con todo detalle gesticulando mucho con las manos. Al terminar dedicó una sonrisa ácida al recién llegado, se volvió de nuevo hacia el profesor y suspiró. Lo único que le faltó fue rodar un poco por el suelo y frotarse contra sus piernas para demostrarle que nada le haría más feliz que ser su mascota. (Aunque a él no le hubiera gustado nada que lo fuera)
El profesor frunció el ceño de manera casi imperceptible a nadie en particular y se volvió para escribir en la pizarra. El  joven asustado parpadeó con fuerza varias veces mientras seguía tomando apuntes, gracias a Dios no lloró.
 Más tarde, cuando Graziani seguía hablando sin parar, un trozo de papel doblado apareció sobre el diccionario de italiano de Beggio. Al principio él no se dio cuenta, pero un nuevo sonido hizo que se volviera hacia el  joven sentado a su lado. Esta vez él le dedicó una sonrisa más amplia y le señaló la nota con los ojos.
Al verla, él parpadeó sorprendido. Vigilando la espalda del profesor que no dejaba de  rodear con círculos palabras italianas, se llevó la nota al regazo y la abrió directamente.

“Graziani es un idiota.”
Aunque nadie  que no hubiera estado observándolo se habría dado cuenta, al leer la nota se ruborizó de un modo distinto. Le aparecieron dos manchas rojas en medio de las mejillas mientras sonreía con dos pocitos que aumentaban su atractivo. No fue una sonrisa de las que dejan los dientes al descubierto, ni de las que hacen aparecer arrugas de expresión  más que los hoyuelos, pero era una sonrisa.
Se volvió hacia su vecino, que le sonrió otra vez, franco y amistoso.

__ ¿Algo divertido que quiera compartir con el curso, señor Beggio?
Los ojos del nuevo alumno se abrieron aterrorizados y la sonrisa de su nuevo amigo desapareció de su cara al volverse para mirar al profesor. Sin atreverse a enfrentarlo, él bajó la cabeza y se quedó inmóvil, mordisqueándose el labio inferior.
__Ha sido culpa mía, profesor. Le estaba preguntando por qué página íbamos _dijo el chico, tratando de protegerlo.

__Una pregunta poco apropiada para un estudiante que está preparando el doctorado, Matías. Pero, ya que lo preguntas, estamos empezando el primer canto. Espero que seas capaz de encontrarlo sin ayuda del señor Beggio. Ah, y ¿señor Beggio?
Pedro tembló como conejo asustado al elevar la mirada.
__Lo espero en mi despacho después de clase.
“Quiero encontrar en mi vida, como los pintores impresionistas: " Mi luz”. La que haga brillar mi camino sin permitir que tropiece y que con sus tonalidades vaya variando mis estados de ánimo y con sus reflejos me dé la suficiente fuerza para si caigo, volverme a levantar y poder llegar al final de  mi recorrido.
Esa que deja según su iluminación  que se achique o alargue mi sombra, jugando entre los claroscuros.
Deseo que cambie constantemente para no caer en la rutina del monocolor, que huya de todo lo ya establecido.
La que no turbe mis silencios ni mis delirios y me dé paz, la que capte esos instantes fugaces pero únicos que no volverán jamás.”


Al acabar el seminario, Pedro guardó cuidadosamente el trozo de papel dentro del diccionario de italiano, junto a la entrada de la palabra más semejante.

__Pedro, siento lo que ha pasado. Soy Matías Olazábal _lo saludó su amable compañero tendiéndole una esbelta mano.

Pedro se la estrechó y su compañero se maravilló en la suavidad de esa piel.
__Hola, Matías, soy Pedro Beggio.
__Encantado de tenerte aquí, Pedro. Siento que Graziani se haya comportado como un idiota, es soberbio y pagado de sí mismo. Y ahora entenderás por qué su apodo es El Profesor, con mayúsculas _dijo él, con no poco sarcasmo.

Pedro se ruborizó levemente y volvió a centrarse en sus libros.
__Eres nuevo ¿no? __interrogó, Matías y ladeó la cabeza para mirarlo.

__Acabo de llegar de la Universidad de Santiago de Chile.
Él asintió como si la conociera.
__ ¿Has venido a hacer un  curso de doctorado?
__Si. __Señalando hacia las primeras filas, añadió__. Ya sé que no lo parece, pero teóricamente estoy estudiando para especializarme en Dante.

Matías soltó un silbido de admiración.
__Entonces, ¿estás aquí por Graziani?
Pedro asintió y, al fijarse en su cuello, Matías se dio cuenta de que el pulso se le aceleraba. Como no encontraba explicación para ello, de momento se olvidó del tema, aunque más adelante regresaría a ese hallazgo.

__Tiene un carácter difícil, por lo que no tiene demasiados alumnos, pero es mi director de tesis. Y también el de Sonia, ya la conoces.
__ ¿Sonia?
__La coqueta quedándome corto de la primera fila. Es su otra alumna de doctorado, aunque su auténtico objetivo es, convertirse en la futura señora de Graziani. Acaba de llegar y ya le hace galletas, se deja caer por su despacho, le envía mensajes telefónicos. Es increíble.
Pedro asintió, pero no dijo nada.

__Sonia no parece consciente de la estricta política de no confraternización de la Universidad _explicó, Matías, que fue recompensado con una sonrisa preciosa.

Se dijo que iba a tener que hacer sonreír a Pedro Beggio todo la frecuentemente que pudiese. Pero eso tendría que esperar, de momento.
__Será mejor que vayas. Quería verte después de clase y te estará esperando. Es implacable.
Pedro guardó sus cosas a toda prisa en la vieja mochila que lo había acompañado desde su primer año en la Universidad.

__No sé dónde está su despacho.
__Cuando salgas, gira a tu derecha, luego gira otra vez. El suyo es el último, siempre a tu derecha, al final del pasillo. Buena suerte y, si no nos vemos antes, hasta la próxima clase.

Pedro le dedicó una sonrisa agradecida y salió del aula.
Al doblar la esquina vio que El Profesor había dejado la puerta del despacho abierta. Se quedó delante, nervioso, dudando sobre si llamar primero o asomar la cabeza directamente. Tras unos segundos de duda, se decidió por la primera opción. Armándose de valor respiró hondo, contuvo el aliento y levantó el puño, justo entonces, oyó la voz profunda:
__Siento no haberte devuelto la llamada. ¡Estaba en clase! __exclamó la voz enfadada que ya empezaba a resultarle familiar. Se hizo un breve silencio antes de que volviera a  hablar__: ¡Porque era el primer seminario de este curso, idiota, y porque la última vez que hablé con ella me dijo que estaba bien!

Pedro se apartó de la puerta. Al parecer, el señor estaba hablando por teléfono, gritándole a alguien. No quería ser su siguiente víctima, así que decidió huir y afrontar las consecuencias más tarde. Pero justo entonces lo oyó sollozar. Fue un sonido ronco que fue transformándose en un llanto desgarrado que le llegó al alma, impidiéndole marcharse.
__! Claro que habría querido estar allí! La quería, la quiero. __Le llegó otro sollozo desde detrás de la puerta__. No sé a qué hora llegaré. Diles que voy en camino. Salgo ya para el aeropuerto, tomaré el primer avión que salga, pero no sé cuándo llegue...
Otra pausa.
__Lo sé. Diles que lo siento. Que lo siento mucho, sobre todo a Gaby…_Su voz se perdió entre sollozos y Pedro lo oyó colgar el teléfono y se estremeció. Gaby, su amiga, algo grave debía haber sucedido.

Sin pensar se asomó.
El hombre tenía la cabeza entre las manos y lloraba con los codos apoyados sobre el escritorio. Pedro vio cómo le temblaban los anchos hombros. Y sintió compasión, etimológicamente, sintió su dolor, “me duele porque tu dolor es el mío, el dolor de la persona amada se hace mío”, pensó.

Quería acercarse a él, rodearle el cuello con sus brazos, consolarlo, ofrecerle su pecho para llorar su dolor. Quería acariciarle la cabeza y decirle que lo sentía mucho. Por el momento, se imaginó cómo sería secar las lágrimas de aquellos expresivos ojos café y verlos volverse hacia él con amabilidad. Se imaginó estrechándolo entre sus brazos, dándole un casto beso en la mejilla, solo para confortarlo.
Pero verlo llorar de esa manera, como si acabasen de romperle el corazón o desgarrarle el alma, lo dejó clavado en el suelo, por lo que no hizo nada de lo que se había imaginado. Al darse cuenta de dónde estaba, volvió a esconderse detrás de la puerta, a ciegas tomó un papel de la mochila y escribió un mensaje que enganchó en el pomo de la puerta que cerró silenciosamente.

“Lo siento. Pedro Beggio.”

La timidez no era el rasgo más característico de Pedro. Su mayor cualidad, la virtud que lo definía como persona, era la compasión, algo que no había heredado de sus padres. Su padre, Alberto, aunque era un hombre decente, tenía tendencia a ser inflexible. Su madre, Amalia, ya fallecida, no había mostrado compasión hacia nadie en toda su vida, ni siquiera hacia su único hijo.

“Pedro  se llamaba,   en su mirada se abrían geranios, las azucenas estiraban pistilos en su pestañar; había un jardín de belleza entre la cuesta rosada de sus mejillas y el rosedal de su risa, amaba la alegría, -para eso- se puso a tejer una historia  con los hilos cantores de la lluvia, amaba la música navegando en los ríos, chapoteando en los charcos ; por eso, derramaba su hermosura bajo el cincelar campesino del aguacero mezclándose puro, limpio y cristalino, amaba las edades sin tiempo, el pecado original, la manzana, creía devotamente
en la ternura y el amor,  por eso, una mañana de abril, decidió vestirse de Adán y recorrer el camino del pecado… amaba la poesía  como un delgado invierno hundido en el corazón de la primavera, ¡así lo conocí¡
Y me metí en su sangre  alborotado, tímido y avergonzado, el alba oía su corazón, la noche se abrigaba con su mirar, su ternura, la almohada donde soñaban los claros de luna la luz de abril,
¡así lo conocí¡ delgado como un suspiro, esbelto como el violín,  dispuesto a mover el universo al reír, al besar por eso, una noche de abril estando el país de sus labios a punto de embanderarse con mis besos me miró a los ojos y no pude ver el brillo de la fidelidad, abrumado, sollozando destajó el calendario de mi pecho arrancándome el corazón donde sangraba la palabra febrero; las catorce gotas  de soledad y sufrimiento.”

Alberto Beggio era un hombre de pocas palabras pero bastante popular y, en general, apreciado por sus vecinos. Era conserje en la Universidad. Y dado que el departamento de bomberos estaba formado íntegramente por voluntarios, él y sus compañeros estaban de guardia casi permanentemente. Se sentía orgulloso de su personalidad y le dedicaba  mucho tiempo y energía, lo que implicaba que no paraba en la casa, ni siquiera cuando no había ninguna emergencia. La noche del primer seminario de Pedro, lo llamó por teléfono desde el cuartel, contento al ver que por fin respondía el móvil.

__ ¿Cómo van las cosas, Pedro? _le preguntó. Su voz, poco dada a sentimentalismos, lo conformó igualmente, como si fuera un mantra.

Pedro suspiró.
__Bien. El primer día ha sido… interesante, pero bien.
__ ¿Cómo te tratan esos porteños?
__Muy bien, son muy amables. “Son los  argentinos los que son unos desgraciados. Bueno en verdad un argentino para ser más exactos.”
Alberto se aclaró la garganta un par de veces y Pedro contuvo el aliento. Gracias a sus años de experiencia, sabía que su padre se estaba preparando para decir algo serio. Se preguntó qué habría pasado.

__Tesoro, Mirna ha muerto, hijo.
Pedro se incorporó en la cama y se quedó mirando el vacío.
__ ¿Me has oído?
__Sí, le he oído.
__El cáncer volvió con fuerza. Todos pensaban que estaba bien, pero la enfermedad volvió sin avisar y, cuando se dieron cuenta, ya no pudieron llevarla a la capital, se había extendido al cerebro, a los huesos. Todos están muy afectados.
Pedro se mordió el labio inferior y ahogó un sollozo.
__Sabía que te iba a doler. Era como una madre para ti, y Gaby y tú, siempre fueron buenos amigos… ¿Te ha dicho algo?
__No… No me ha llamado. ¿Por qué no me dijo nada?
__No sé cuándo se enteró la familia de que había vuelto a recaer. He pasado por su casa hace un rato, y Guillermo ni siquiera había llegado. Estaban todos furiosos con él. No sé cómo lo recibirán cuando llegue. Hay mucho rencor en esa familia _añadió su padre, renegando en voz baja.

__ ¿Vas a mandar flores?
__Sí, supongo. No se me dan bien estas cosas, pero puedo pedirle a Clarisa que me ayude.
Clarisa… era su novia. Pedro puso los ojos en blanco y se sopló un mechón atrevido de cabello, pero se guardó su opinión.
__Dile que envíe alguna cosa de mi parte, por favor. A Mirna le encantaban las gardenias. Y pídele que firme la nota en mi nombre, Gaby entenderá.
__Descuida. Lo haré. ¿Necesitas algo?
__No, estoy bien.
__ ¿Dinero?
__No padre. Con la beca voy bien si me ando con cuidado.
__Siento lo de Harvard, hijo. Tal vez el año que viene…
Pedro enderezó la espalda y se obligó a sonreír, aunque su padre no pudiera verlo.
__Tal vez. Hasta pronto, papá.
__Adiós.

__
A la mañana siguiente, Pedro se dirigió a la universidad un poco más despacio que el día anterior. EL iPod lo aislaba del exterior y en su cabeza iba redactando un correo electrónico de pésame y de disculpas para su amiga, Gabriela, escribiéndole y corrigiéndolo mentalmente mientras caminaba.
La brisa era cálida. A Pedro eso le gustaba. Le gustaba estar cerca del lago en Palermo. Le gustaba la luz del sol y la amabilidad de la gente. Le gustaba estar en Buenos Aires. Y sobre todo, le gustaba estar a miles de kilómetros de él. Solo esperaba seguir así mucho tiempo.
Cuando entró en el Departamento de Estudios Italianos para ver si había recibido alguna carta, seguía redactando en su mente el correo para Gaby. Alguien le dio un golpecito en el hombro y entró en su campo de visión.
Pedro se quitó los auriculares.

__Matías…, hola.
Él sonrió desde su altura. Pedro era casi tan alto como él, pero era demasiado alto, se sentía pequeño con zapatillas a su lado.

__ ¿Qué tal fue la reunión con Graziani? __le preguntó el joven, cambiando la sonrisa por una mirada de preocupación.

Pedro se mordió el labio, costumbre de cuando estaba nervioso. Debería dejar de hacerlo, pero no podía, básicamente porque no era consciente de ello.
__Al final no fui.
Matías cerró los ojos y negó con la cabeza.
__Eso no es bueno, Pedro.
__La puerta de su despacho estaba cerrada _mintió__. Creo que estaba hablando por teléfono. No estoy seguro. Le dejé una nota.

Matías vio que sus cejas se unían con preocupación. Le dio lástima y maldijo a El Profesor por ser tan cáustico. Pedro aparentaba ser una persona frágil,  que era fácil lastimar y Graziani no parecía darse cuenta del efecto que causaba en sus alumnos, así que decidió ayudarlo.
__Si estaba hablando por teléfono, hiciste bien en no interrumpirlo. Esperemos que así fuera. Si no, diría que te has metido en un lío. __Enderezó la espalda y cruzó los brazos. Si la cosa va a peor, avísame y veré qué puedo hacer. A mí no me importa que me grite pero no quiero que te grite a ti.

Le pareció que Pedro iba a decir algo, pero al fin guardó silencio. Con una débil sonrisa el joven asintió y regresó la atención a su casillero.
 Casi todo era propaganda basura. Había algunos comunicados internos, entre ellos el de una conferencia pública del profesor Guillermo Graziani: “La lujuria en el infierno de Dante_ el pecado capital contra el Yo”. Pedro leyó el título varias veces antes de ser capaz de asimilarlo. Luego empezó a canturrear en voz baja.
Lo seguía haciendo mientras leía una segunda circular que avisaba que la conferencia del profesor había sido postergada. Y no dejó su canturreo al ver la tercera nota, en la que se avisaba que todos los seminarios, compromisos, citas del profesor quedaban cancelados hasta nuevo aviso.
Finalmente alargó la mano para alcanzar una nota doblada que estaba al final de la casilla. La desdobló y leyó.

“Los siento. Pedro Beggio:”
Sin dejar de canturrear, se preguntó por qué el profesor le habría devuelto la nota que le dejara en la puerta del despacho. Pero su canto se detuvo en seco igual que su corazón, al darla vuelta y leer:
“Graziani… es un idiota.”

 “Eres, lo que más quiero, la ilusión de mi corazón, la tranquilidad que llegó a mi alma en días de tormenta, el paño de lágrimas cuando lloro. Eres, el ángel de mi guarda, el que vela mis sueños y a mi lado está acompañándome con tus sonrisas y caricias cuando estoy dormido desde hace años, cómo pude dejar ese papel.
Eres, mi fantasía imaginaria en el cofre de mis sueños,  voy al cielo en deseos por ti a buscar mis anhelos que se pierden entre las ramas de tus sombras.  Eres, el complemento perfecto entre amor y pasión que me trasporta en quimeras hasta donde tú estás y llego a tu mente desbordado pasión. Eres, el panal de miel donde degusta mis labios su sabor.
Donde se ancla mi boca a tu piel con deseo de que de allí no quiere  salir hasta ver marchita tu piel con mi extasiada pasión. Necesito esta noche sentir, todo el goce que tú siempre me das,
más, deseo ver mi cuerpo  palpitando con tus besos y caricias, mas quiero con mis labios beber la fogosidad  y el ardor que reside en ti, deleitarme con tu mirada, besar tu ardiente boca, comer de tu carne, respirar tus sollozos, penetrar en tu ser y que nos olvidemos de todo, como si esta fuera nuestras última noche, pero lo que más deseo de ti, es despertar cada mañana al amanecer y encontrarte siempre junto a mí.
Las primeras luces invaden el cuarto, después una madrugada secreta, donde yacen aún entrelazados los cuerpos de los amantes después de haber gozado de una noche  de locura y de pasión y donde se mezclaron los besos, las manos, las caricias, los suspiros  y el placer de hacer el amor, mas en esta madrugada, una inquietante calma, nos muestra la quietud de los amantes, bajo unas húmedas sábanas blancas, pero lentamente vuelven los roces, los labios se unen y los cuerpos comienzan a  encenderse en llamas nuevamente y los deseos van en aumento, los latidos se apresuran, el sudor vuelve a correr por las manos, las ansias y los deseos prohibidos comienzan a controlarlo todo, los músculos se contraen, los susurros, los gritos y los gemidos estallan al alba,  cuando vuelvo a hacerte mío, y una vez más,  mientras la vida se derrama, se unen nuestras almas por toda la eternidad. Lamento que solo sea mi sueño.
 Desde los colores de las acuarelas de Pol Ledent, que transparentan las sensaciones, de los deseos intensos vienes desde el invierno atravesando el umbral del tiempo de las estaciones que se habitan en el corazón, brumas como anhelos que quedaron fríos por no haberse cumplido, primaveras que se niegan a dejar su colorido sin dejar sus aromas y de las mañanas sus primeros rocíos, la vida adormecida porque no quiere existir sin ser vivida, sensaciones que quedaron esperando a recibir las caricias de los besos, emociones nuevas, vidas envueltas en sentimiento. La piel no olvida las sensaciones que se revuelven en la memoria de los veranos ardientes, las pasiones pueden regresar desde las propias estaciones donde habitan los hielos, tibio calor de la mañana devuelve las caricias tempranas. Llegaste desde el invierno pasando por el umbral del tiempo donde nacen las estaciones, tu corazón hibernó entre las brumas habitando junto con tus anhelos, junto a las ansias que se quedaron frías por no haberse cumplido. Tus primaveras sin embargo se negaron a dejar su colorido, se negaron a olvidarse de sus aromas y en las mañanas de sus primeros rocíos, tu piel se resiste a estar adormecida, a no vivir porque no quiere existir sin ser vivida. Ahí están las sensaciones que dejaste esperando para recibir las caricias de los besos, ahí quedaron flotando los gemidos con las súplicas por sentir la pasión del amor, tu piel sabe, tu piel siente que pronto vendrá la primavera. Vienen las sensaciones con los sentimientos desde más allá del umbral del tiempo, con ella regresarán las emociones nuevas, con ellas las vidas que se quedaron en suspenso, esperando a ser vividas con los más intensos deseos.”
_
Durante una época de su vía, si hubiera tenido que enfrentarse a un acontecimiento tan embarazoso como ese, Pedro se habría echado al suelo en posición fetal, probablemente para siempre. Pero a los treinta y tres años ya estaba hecho de otra pasta. Así que en vez de quedarse frente a los buzones, contemplando cómo su breve carrera académica ardía y quedaba reducida a un montón de cenizas a sus pies, hizo rápidamente lo que había ido a hacer y regresó a su casa. Solo esperaba poder hacerle llegar a Guillermo lo que llevaba escrito desde su adolescencia.


“Desde el horizonte de los cinco soles, desde la cuna de los veleros que traen que se llevan vidas, desde los dorados enamorados del sol, llega la magia de volar entre la pasión, donde los pegasos en libertad pasan alegres los días. Con tu abrazo envuelto en estrellas, con tu vida viviendo mi vida, donde las primaveras nacen en el invierno, donde son eternos los veranos, eleva el vuelo conmigo entre los ojos del cielo, vuela muy suave como las mariposas.
Tesoro eterno de la misión del amor, rojos apasionados que se convierten en dulces anaranjados antes de ser el oro de tus ojos, montañas valles ríos desiertos mares, todos aromados como tus dulces labios de color carmesí.

Bello ser tocado por melancólicos azules, sentir cómo invaden nuestros pensamientos cuando cantamos las melodías de nuestras vidas, eres tan azul, de un triste tan alegre, es tanta mi dicha por estar a tu lado, bajo el laurel de los cotorros, oírlos cantar, verlos volar entre sus escándalos desparpajados, nos envuelve en su pasión la hamaca del mediodía, es tan suave la manera como me acaricias, que por momentos hasta pienso que son las brisas tibias, el aroma de tus cabellos, tus besos con la dulzura exquisita de tus labios, tú en mi vida… mi vida para vivirla contigo, junto con las mariposas, con las caracolas que recorren tus caminos, nuestros destinos están unidos como los dientes de león al viento, las turquesas del cielo con los verdes tiernos como espejo, así serás tú en mi vida… porque mi vida es solo para vivirla contigo.
Suavemente cambiando de azules a verdes, tus besos tiernos son de una dulzura exquisita, tomas  los oros del sol para entibiar tu piel, energías que me regalas cuando dibujamos al amor, eres a veces un poco turquesa, eres melancólico,  triste y alegre, eres tú en mi vida, mi vida para vivirla contigo, caracolas en tus caminos, destinos unidos como dientes de león al viento.
Te pido que corras lejos de mí. Corre lo más lejos que puedas, no permitas que te dé alcance.
Corre tan rápido que no te pueda alcanzar. Y mucho menos que te pueda enamorar.
Huye de mis manos, de mis brazos. No dejes que mis manos te toquen. Y menos que mis brazos rodeen tu cuerpo. Huye de mí para que no pueda acariciarte. Escóndete de mí, busca un lugar seguro, un escondite donde no te pueda encontrar. Donde mi mirada no te localice. Donde no pueda seducirte, para hacerte mío. Vete de mi lado, vete lo más lejos posible. No quiero enamorarte, ni que te enamores. No quiero besarte, no deseo sentir tus labios. Quiero que te vayas, para no tocarte, para no besarte. Corre, huye, escóndete, vete. Porque mientras estemos cerca uno del otro correremos peligro, que uno se enamore del otro. O peor aún que los dos comencemos a amarnos. Ahora vete de mi lado y llévate tus besos. Esconde tu piel para que no pueda acariciarte. Huye de mí para que no pueda seducirte. Corre lo más rápido que puedas, porque si te alcanzo; yo te haré mío, yo te voy hacer el amor.
Esta noche  llenémonos de lumbre los labios; descarnemos el instante  en la sangre del ensueño, encendamos la crepitante  frase del arte amándonos, alucinando un crepúsculo  tierno y bello. Tú y yo somos la vida, binomio fosforescente imantado, raíz profunda, savia, sangre viviente, mansa cascada del sueño anhelado. Esta noche  olvidemos el periplo del tiempo, seamos el mundo  girando en nuestro propio sueño, sé mi flor  estambre de miel en mis labios, descalza tu fantasía  en el deseo de mi silencio. Hoy plasmaremos  el más bello poema a lo largo de nuestros cuerpos... ¡Estallaremos los espejos! despertaremos  la cotidianidad del planeta, pintaremos de luz  esta noche divina, nos amaremos  cerrando los ojos remando en un mar  ¡Nunca imaginado! Definamos lo eterno en el  café de nuestras miradas; desbordemos la ilusión que dibuja de prisa  nuestros anhelos; fundámonos en la ternura y en el rayo, que sean  nuestras almas gemelas luz, amor y fuego, siempre fogosa llama ¡ardiendo! Esta noche amor mío... ¡Esta noche!
En esta noche llena de estrellas donde brilla con más fuerza la luna, mudo testigo de amores entregados a la pasión, de dos seres que se aman con amor verdadero, puro, leal. El amor es lo que nace en el corazón de dos amantes eternos, que se aman a escondidas que llegaron tarde a que la flecha del amor atravesara su corazón.
El amor es una sensación que tengo en mi alma, que desgarra mi corazón, al ver cómo todos hablan del amor. Pero a veces me pregunto con la mirada perdida en el tiempo, por qué el amor es tan intenso, es tan hermoso,  tan real, que me hace llorar de emoción. El amor es el fruto de la esencia de la pasión, donde dos amantes entregan su cuerpo por amor, entregan todo lo que sienten, nada se puede comparar con el amor. La esencia del humano es vivir por amor, que nace de dos corazones enamorados entregados a la inmensidad de sueños, desvelados por caricias entregadas por amor. El ver caminar un anciano arrastrando sus  pies afirmado de su bastón me enternece. El llanto de un niño me saca de mis pensamientos y me hace pensar que él nació por amor. Creo que estoy perdido en mí, no puedo vivir sin un beso, no puedo vivir sin esa piel fina, delicada, suave, como el baño de espumas. El amor a veces ha dejado a muchos con el corazón roto, su alma destrozada pero qué importa si en la vida se sufre, se gana, se ríe, se pierde y se sufre por amor que viva el amor de los que aman y los que sufren por amor.
No fue un capricho amarte y en la vida encontrarte, acercarme a tu rostro y tu boca muy despacio besarle. Caprichos no, eres y serás el hombre que amo, a ti mi juicio entregaré; porque mi piel vuelve a amarte, más de una vez. Por aquellas lindas las mañanas al despertar, tu rudo rostro blanco besaré,  te tomaré de la mano y suavemente te despertaré. Te llevaré el café a la alcoba, esa que por las noches nos ve arder, y pondré fresas en tus labios para evitar tu piel otra vez... Cuando vayas a la ducha, tan solo te veré, y te diré dulces palabras para que me mires después. El tiempo termina... la mañana comienza a entibiar, te ayudo con el nudo de la corbata, ese que cada viernes extraño más.
Nuevamente tus labios... Bésame, para que sepas que siempre te amaré, sé que cuando me miras así me lo haces saber también. Tu amante incondicional he sido el tiempo me lo has permitido, sé que cerca está su final... y por él a Dios le pido. Amor incondicional te he entregado el verte partir,  mi corazón sufre en el pecado... pero aun así, seguiremos amándonos. Tus llegadas sorpresivas y la atención que te he dado no es mentira vida mía, sabes bien que aquí te amo. Estaré cuando tú vuelvas a este nuestro rincón sagrado, y esperaré con paciencia un día te quedes más ilusionado. Por ahora nuestro amor incondicional será porque todo pronto partirá, porque tú me amas vida mía, y yo cada día te amo más.
Amar es el día desperezándose afablemente dentro del alma. Es sentir a la sangre en las entrañas con la más infinita calma... Y que los sueños y ensueños jamás se acaben.  Amar definitivamente es y será,  cuando ya traspasaste los límites del encantamiento, con un amor puro y real,  confundir a la noche y su oscura inmensidad con la más diáfana luz de la mañana, clareada de solemnidad.  Y con la más descollante alborada...  y con ese solo deseo y esa indómita idea  que todo se transforme, en ti y en mí, en la más dulce eternidad.
Y algo de todo eso es amar.  Eso es quererte abrazando el cielo completamente.  Y para mí, particularmente, amar es besarte con el corazón sin pensar en nada,  y sentir que el tiempo se detiene.  Y transitar en un ardido suspiro por el más deslumbrante ocaso...  Y morir de amor en los portales de tu respiro, morir en tus brazos. Amar es poder ir hasta una lejana estrella montados en el viento.  Sostenerse en el pensamiento.  Y es un mundo inmóvil de palomas
capaces de anidar en el desván de las manos.  Es ver el loco palpitar de azules astros por el rojo descarado de tus labios.  Y en fin, amar es un tumulto de planetas y de árboles en ti... Y todos los pájaros de Dios, en mí. Y amar también es saber más del otro de lo que él cree que se puede saber de él.  Y amar es solo amor...  amor del que para ti  ha germinado en mí  desde el día en que te conocí.”

__Si no vuelvo a verte, de alguna manera te dejaré lo que llevo escrito, y cuando sepas quién soy, ya estaré lejos.

Una vez en su casa e intentando no pensar al cerrar el cuaderno, hizo cuatro cosas.
Primero, tomó un poco de dinero del fondo para emergencias que guardaba debajo de la cama.
Segundo. Fue a una tienda de licores cercana y compró una botella de tequila muy barata.
Tercero, volvió a casa y escribió un largo y sentido mensaje de pésame para Gaby, en el fondo esperaba que lo leyera Alberto también. Olvidó adrede comentarle qué estaba haciendo y dónde estaba viviendo, y lo envió desde su cuenta de gmail en vez de desde la cuenta universitaria.
Cuarto. Se fue de compras. Esa última actividad era  un desconsolado homenaje tanto a Mirna como a Gaby, porque a ambas les encantaban las cosas caras. En realidad, Pedro era demasiado pobre para ir de compras.
Cuando se mudó a Rosario y conoció a Gaby, durante el primer año de instituto, no podía comprarse nada. De la misma manera que tampoco podía permitírselo en ese momento. Con la beca de estudios que le habían concedido, a duras penas llegaba a fin de mes y no podía trabajar para complementar mayores ingresos, porque, como  chileno con visado de estudios, eran muy pocas las tareas que podía realizar. El tiempo que vivió en Rosario, así como era el caso de su padre, lo había hecho del mismo modo, y solo porque Amalia era argentina, ahora su padre, al haber él terminado en la Universidad de Chille, intentaba casarse con esa otra novia, para obtener la ciudadanía, y por ende  conseguirla más fácilmente para él.

Mientras paseaba por los bellos escaparates de la calle Florida, pensó con cariño en su preciosa amiga y en su madre sustituta. Se paró frente al negocio de Armani, recordando el día en que Alberto le había insistido en comprarse un traje, que tenía guardado en un extremo del vestidor. Solo se lo había puesto una vez, la noche en que descubrió que estaba siendo traicionado. Quiso destrozarlo, igual que había sucedido con su alma, pero no pudo. El traje había sido el regalo de bienvenida de Gaby y Alberto, su novio, y ellos no sabían qué iba él a  encontrase en su casa.

Se detuvo luego frente a la tienda de Chanel  y lloró recordando a Mirna, mujer buena y refinada si lo había. Recordó que siempre lo recibía con un beso y un abrazo cuando iba, y recordó que cuando Amalia murió en trágicas circunstancias, Mirna le dijo que lo quería y le encantaría ser su madre si él aceptaba, lo mismo que le había dicho a Guillermo solo que él… Había sido mucha mejor madre que Amalia, para pena de Pedro.

Cuando se le agotaron las lágrimas y las tiendas cerraron, regresó a casa diciéndose que había sido un mal hijo adoptivo, un desastre de amigo, y un bobo insensible al que no se le ocurría asegurarse de que un trozo de papel estaba en blanco antes de dejárselo firmado a una persona cuya madre acababa de morir y había visto destrozado.
“¿Qué habría pensado al ver la nota?”. Más animado luego de un trago, Pedro siguió haciéndose preguntas. “¿Qué debe de pensar de mí ahora?”
Se planteó hacer el equipaje y tomar el primer colectivo, en cinco horas estaría en Rosario para no tener que enfrentarse a él. Se sentía avergonzado por no haberse dado cuenta que Guillermo Graziani estaba hablando de Mirna ese horrible día al teléfono. Pero no se le había pasado por la cabeza de que el cáncer de esta se hubiera empeorado. Y mucho menos que hubiera muerto. Aquel día estaba más preocupado por haber empezado su relación con El Profesor con tan mal pie. Su hostilidad lo había pillado desprevenido, pero todavía lo había sorprendido más verlo llorar. En lo único que había podido pensar había sido en consolarlo. Esa idea se había impuesto a todas las demás y ni siquiera lo había dejado preguntarse por la causa de su dolor.
No había bastado con que acabara de romperle el corazón la noticia de que su madre había muerto sin haber podido despedirse de ella ni decirle que la quería. No había sido suficiente con que alguien, posiblemente Miguel, hubiera discutido con él por no haber vuelto aún a casa. No. Cuando destrozado y llorando como un niño había abierto la puerta del despacho para irse corriendo, se había encontrado su nota de consuelo y con lo que Matías había escrito del otro lado del papel.
Estupendo.
A Pedro le sorprendía que El Profesor no lo hubiera expulsado del curso en aquel mismo momento.
“Tal vez me ha reconocido después de todo.” Un nuevo chupito le permitió formular esa idea, pero ninguna más, porque cayó al suelo desmayado.

Dos semanas más tarde, cuando fue a revisar el casillero en el departamento, Pedro se encontraba ligeramente mejor, aunque como si hubiera estado esperando en el corredor de la muerte, sin posibilidad de indulto. No. No se había marchado a casa.
 Pedro se ruborizaba con facilidad y era muy tímido. Pero también era una persona muy tenaz y testaruda, y deseaba con todas sus fuerzas estudiar la obra de Dante. Si tenía que inventarse un cómplice sin identificar para librarse de la pena de muerte, estaba dispuesto a hacerlo.
Aún no se lo había dicho a Matías. Todavía.

__Pedro. ¿Puedes venir un momento? __le preguntó la encantadora auxiliar administrativa, ya entrada en años desde su escritorio.

Pedro se acercó dócilmente.
__ ¿Has tenido algún problema con el profesor Graziani?
__Yo… no lo sé __respondió ruborizándose y mordiéndose el interior de la mejilla.

__He recibido dos correos electrónicos urgentes esta mañana pidiéndome que concierte una cita para que te reúnas con él en cuanto regrese. No suelo recibir este tipo de encargos. Normalmente, los profesores prefieren acordar sus propias citas cuando les conviene. Por alguna razón, Graziani insiste en que yo sea quien fije la tuya y en que quede reflejada en tu expediente.
Pedro asintió y sacó la agenda de la mochila, tratando de no pensar en lo que el profesor debía de haber dicho de él en esos correos.
La señora Isabel Labrapoulus, lo estaba mirando por encima de los anteojos expectante.

__ ¿Qué tal mañana?
Su fingida calma se desmoronó.
__ ¿Mañana?
__El señor Graziani regresa esta noche y propone reunirse contigo mañana a las cinco de la tarde en su despacho. ¿Te va bien? Tengo que enviarle un mensaje de confirmación.
Pedro asintió con un dëjà- vu  mas empeorado y anotó la cita en la  agenda, como si lo necesitara para acordarse.
__No dice de qué se trata, pero sí que es importante. Me pregunto a qué se referirá… __comentó la adorable señora, distraída.

Pedro acabó su encuentro de ese día y regresó a casa para hacer la maleta, con la ayuda de su amiga, la señorita tequila.

La mañana siguiente tenía su ropa guardada en dos maletas, sin querer admitir la derrota ante sí mismo, decidió no acabar de hacer el equipaje, por lo que se encontró haciendo garabatos de aburrimiento. Necesitaba ocupar el tiempo de alguna manera, así que decidió hacer lo que cualquier estudiante perezoso que se precie,  aparte de beber e irse de fiesta con otros estudiantes: limpiar el apartamento...
No le llevó demasiado tiempo. Cuando hubo terminado, todo estaba en perfecto orden, escrupulosamente limpio y con un ligero aroma a limón. Orgulloso del resultado, preparó su mochila para ir a la universidad.

Mientras tanto, el profesor recorría los pasillos del departamento a grandes zancadas. Estudiantes y colegas por igual se iban volviendo a su paso. El Profesor estaba de mal humor y nadie quería interponerse en su camino.
Llevaba una buena temporada con ese talante, pero ese día estaba más cascarrabias de lo habitual debido a la tensión o la falta de sueño. Los dioses de  la aerolínea le habían echado una maldición y lo habían sentado junto a un padre y su hijo de dos años que lloró sin parar durante todo el viaje y se meó encima __y encima el profesor__, mientras se secaba la orina del niño de sus pantalones de Armani, pensó que, el gobierno debería decretar la esterilización de padres permisivos.
Pedro acudió puntual a su cita con Guillermo Graziani y comprobó encantado que la puerta estaba cerrada. Aunque su alegría duró poco, al darse cuenta de que El Profesor estaba dentro gritándole a Matías.
Cuando su compañero salió, diez minutos más tarde, seguía igual de erguido que siempre, con sus casi dos metros de altura, pero visiblemente más alterado, Pedro buscó con la mirada la salida de incendios. Con solo cinco pasos podría ponerse a salvo. Únicamente tendría que enfrentarse a la policía por haber hecho sonar la alarma de manera ilegal, pero resultaba una idea tentadora, nadie como él, conocía a Guillermo furioso.
Matías se percató de lo que estaba pensando y negó con la cabeza. Tras murmurar algunos insultos dirigidos al Profesor.

__ ¿Te gustaría tomar un café conmigo algún día?

Pedro lo miró asombrado. Estaba demasiado nervioso por la reunión para pensar en nada más, así que asintió.
El joven siguió sonriendo y se inclinó hacia él.
__Sería mucho más fácil si tuviera tu número de teléfono.
Pedro buscó un trozo de papel, asegurándose de que estuviese en blanco y le anotó el número de su móvil.
Matías lo agendó, y tras echarle un vistazo le palmeó el hombro.
__Machácalo.
Pedro no tuvo tiempo de responder, porque una voz atractiva, pero impaciente dijo:

__Ahora, su turno, señor Beggio.

Pedro lo conocía lo suficiente como para saber que tenía un temperamento impredecible. Y también que, al menos en los últimos años, se había vuelto un maniático de los buenos modales y el decoro. Parecía cansado cuando lo miró al detenerse en la puerta. Tenía ojeras oscuras y estaba muy pálido, lo que hacía que pareciera más delgado. Mientras revisaba lentamente un documento, se pasó la lengua por el labio inferior.
Pedro se lo quedó mirando, hipnotizado por su boca sensual.

“Y ahora aparece tu bendición, Guille, no me eches.”
CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO.
Libro de anclaje: “El Infierno de Gabriel”. Sylvain Reynard.
ESCENAS EXPLÍCITAS.


27 comentarios:

  1. Patricia El amor perdido duele mucho. Bellísimo!!!

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  2. Victoria Hermosa. Gracias por su bello compartir

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  3. Miryam Felicidades mi bella SIEMPRE el maravilloso Cupido en tus exepcionales letras me encanta leerte tú PLUMA espectacular

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  4. Ema SIEMPRE SORPRENDIENDOME CON TUS LETRAS Y HERMOSOS TEMAS E HISTORIAS. TE AMO MUCHOOOO ♥️💪✌️🇦🇷

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  5. Isabel El amor lo abarca todo.. lo expresas muy bello

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  6. ALI. WUAW, ME ENCANTA, POR ELLO TERMINASTE DOS, GRACIAS.

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  7. Belen Cruz Eve Monica Marzetti lo que hagas va a estar bien sos una gran escritora !!!!

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  8. San Bru Eve, de cualquier forma que lo hagas, corto o largo, lo voy a devorar!

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  9. Ma... AMÉ. QUE DURE MUCHO Y YO QUIERO CAPITULOS LARGOS TE DIFRUTO A MORIR AMIGA Y MAÑANA ME PONGO A LEER TE QUIEROO

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  10. Sil ohhh Eve que adelanto amiga!!! quiero que siga ya ya!!

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  11. Romina Eve adorada mía a esperar entonces, mucha ansiedad pero la recompensa es inmensa leer esas magestuosidades que solo vos podes escribir

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  12. Mariana Eve siempre es un enorme placer leerte !!

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  13. Ana Que le pasa genia del blog?? Vamos amiga, ya pasó esa manito. FUERZAS!!!!! Nosotras estamos aca!! para eso, compartir y tambien ACOMPAÑAR!!!! Un abrazote enorme, desde el corazon!!Gracias por el estreno y regalo.

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  14. SOL. Me encantó, un beso Eve, otra histórica?

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  15. Syl, qué buena, se llega, no te preocupes, cuidate.

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  16. Bellísimo Eve...Las almas gemelas, el hilo rojo y esta relación que todavía no entiendo muy bien...Cómo puede ser que Guillermo no reconozca a Pedro, no haya sentido nada especial al verlo...O tal vez me estoy apurando y sí lo haya reconocido...Te imaginás que ya quiero saber cómo sigue...Una sola queja Eve, tenías que poner al insoportable de Matías otra vez? Mejor que se aleje de Pedro, porque sino ya veo que pronto Guillermo lo va a sacar a patadas...

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  17. Veronica Lorena Piccinino Muy lindo Eve Monica Marzetti... por lo que entendí Están reencarnados en otra vida?.... Pedro se acuerda de el pero parece que Guillermo no... puede ser así? ... o entendí mal . ..BESOS

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