“ÉL”.
CAPÍTULO
VEINTISEIS.
“Te quiero
como mi libro favorito, para leerte cada noche, línea tras
línea, letra por letra, espacio por espacio”. Mario Benedetti.
línea, letra por letra, espacio por espacio”. Mario Benedetti.
“Hay heridas tan profundas en el amor que en
vez de abrirnos la piel,
nos abren los ojos”. Pablo Neruda.
nos abren los ojos”. Pablo Neruda.
Ella se volvió de súbito y lo que Francisco
vio en la mirada lo asustó y le pegó como un disparo.
_ ¡Hijo! ¿De qué mierda hablas imbécil? Un
hijo que perdí cuando tenía apenas tres años, al que le llenaron la cabeza de
mierda, al que veo de tanto en tanto de lejos, de qué hijo hablas, ¿eh? Hace
mucho que lo perdí, como perdí todo, Guillermo
y Camila me obligaron a matar a ese hombre, esa nena debió de ser mía y
hoy estaría vida, Pedro tuvo que enamorarse de mí en ese concierto y se fue con
ella. ¿Por qué mierda Camila lo tiene todo y yo nada? Esos hijos son míos, Pedro es mío, me corresponden por derecho
propio.
__
¿Qué?
_ Lo
que supones, armas, granadas aturdidoras, cargadores, chalecos, esto es una
guerra y no quiero perder, no esta vez.
Escucha
amorcito __le tomó el rostro entre las manos suplicando con la mirada__ si se produce un disparo, si te hago una seña,
dejarás que José te saqué del escenario,
un helicóptero estará disponible, no dudes en subir, ellos te pondrán a salvo,
no mires atrás.
__No
lo haré, no subiré a ninguna parte si no vienes conmigo, te lo advierto,
Guille.
__Iré
detrás amorcito, si ocurriera lo peor, les cubriremos las espaladas, e iras al
helicóptero, te seguiré detrás con Orestes, por favor, promételo.
__No.
No lo haré, o salimos juntos de allí o ninguno de los dos, con suerte la
atraparemos y la pesadilla habrá terminado.
__Está
bien, ¿tienes en claro qué hacer si hay disparos?
__Echarme
al piso y arrastrarme sí, pero si me prometes venir a mi encuentro, o lo haré yo.
__Cielito,
sos imposible.
__No
lo soy, es que sé que esa mujer si da la orden de tirar a matar será hacia ti,
no a mí, yo podría arrastrarme hasta reducirla, ella no ordenará que me
disparen, lo sé.
__No,
no lo sabes, solo lo intuyes, no puedo ni quiero subestimarla, es una asesina.
__ Ella
no puede haber cambiado tanto como para que Guillermo no la reconozca, ni puede
ser tan peligrosa como para poder más que ustedes, mátala, papá.
__Hija,
por Dios, no hables así, intentaremos apresarla.
__No
es mina para ir presa, si no la matan en un tiroteo, jamás viviremos en paz. Al
inicio no lo entendí, pero hoy sé que siempre quiso todo lo mío, quiere solo
por eso llevarse a Pedro, por ello quizá no fue un error el secuestro del nene,
solo que ese hombre se apiadó, hazme caso papá, ustedes pueden en medio de un
tiroteo, hacer que todo parezca un desgraciado accidente, si la dejas llegar a
Pedro, no lo veremos más.
__Eso
no pasará hija, la sala ya está llena de policías y gente de elite, ella no
está.
__
¿Estás seguro?
__
__
¿Qué quiere esa desquiciada con él?
__Nada
malo, solo está enamorada… bueno, digamos que es una fan algo obsesiva y piensa
que Camila ya tiene demasiado, pero sí es su hora de morir, doctor, nada
personal, pero como le dije un día, a ella la quiero y protejo y no puedo
negarle nada. _. Mátate, o un inocente morirá, y ambos sabemos quién es esa
persona. Ahora el peón del tablero no es Camila, es Pedro Beggio, ¿le contaste
que esa bala de Nancy de hace años era para ella? ¿Quieres que Pedro viva?
¿Puedes salvarlo hoy con esos monigotes, mañana, durante un año? Tengo tiempo,
doctor. Tú solo tienes incertidumbre. Puedo ser implacable…
Ahora
tienes que elegir, doctor, nos privaste de tu muerte y de la de Camila hace
años. ¿Quieres que Pedro viva? Paga el mismo precio. __El asesino se detuvo, y
luego añadió__ ¿Qué vida es más valiosa?
¿La
tuya… o la de él?
¿Y
dónde está la bella Camilita que no vino a aplaudir a su esposo? _preguntó el
hombre.
__No
quiso venir, luego de lo que sucedió no está bien, no quiere salir _respondió
Guillermo que perdió la mirada muy cerca del escenario donde el corazón le dio
un vuelco al ver a Beto murmurando algo al oído de Miller y luego ubicándolo.
__Nunca
estuvo bien y Nancy tampoco, tienen la misma historia, el mismo pasado, el
mismo amor, el mismo dolor, excepto que ella se casó con Pedro y tuvo tres
hijos, Nancy no pudo.
__Nancy
tiene un hijo al que ni siquiera se acerca y lo sabes _ trató de ganar tiempo Guillermo no sabiendo qué hacía
allí Alberto, y no perdiendo de vista a Pedro que parecía olvidado de todo
moviéndose en el escenario.
__De
un hombre que no ama. ¿Sabe acaso Camila que ella también perdió un hijo de ese
hombre cuando la sacaste a la rastra de allí en tu afán de ser el héroe?
__No.
__Bien
Graziani, ahora sabes por qué te odia, ya te he dado demasiado tiempo para
pensar ¿quieres darle a Pedro la oportunidad de vivir, tienes agallas de
dejarlo ir y que sea feliz con Nancy algún día?
Guillermo
no pudo evitar interrumpirlo.
__ ¿De
modo que ese es el trato? _ dijo con la ira bullendo en la sangre__. Todo es
mentira, jamás cumplirían su parte, ¿y
sus hijos? ¿Acaso piensas que Pedro renunciará a ellos?
__No.
Nadie se lo pedirá, no es algo de lo que debas preocuparte, Nancy le dará todo.
Y eso no lo sabe doctor _ dijo Francisco
con un bufido__. En absoluto.
__ ¿Desde
cuándo Nancy ama a Pedro?
__Desde
que fue al primer recital con Camila, se enamoró de él, como todas sus fans
solo que ella daría la vida por Pedro, pero él ni lo sabe ni la eligió porque
Camila se aferró a él para olvidar ese pasado que enterró.
__Una
fan loca, debí de imaginarlo desde el
inicio _dijo Guillermo entre dientes.
__Nancy
no está loca, ha sufrido mucho, solo queremos acoger en nuestra familia a Pedro, ocuparnos de todas sus necesidades,
hoy, mañana y en el futuro, y en ese plan, no tienen sitio de usted ni Camila,
lo siento. Y al fin y al cabo puede que seamos una familia perfecta para él,
Camila lo usó, no lo ama y puede que Nancy le dé lo que ella nunca. Si quiere
morir tranquilo, cumpliremos todo lo que le he prometido, en un tiempo Pedro
habrá olvidado su pasado, podrá ser feliz con mi sobrina y sus hijos, su
carrera.
A
Guillermo la cabeza le daba vueltas. Todo lo que decía el asesino podía ser
posible si Pedro no lo amara a él y muy improbable a la vez.
__Bien,
me cansé de la charla, ahora tiene que elegir, doctor, me privó, nos privó de
su muerte hace años. ¿Quiere que él viva? Pague el mismo precio. __El asesino
se detuvo__. ¿Qué vida es más valiosa
entonces?
Guillermo
no respondió a la pregunta, simplemente no podía…
__Así
pues… __siseó el hombre__. Nuestro juego llega hoy a su fin Graziani.
Levántate. Ve a tu coche. Sin mirarlo, sin despedirte. Ni siquiera con la mano,
nadie le hará daño a Pedro si lo haces. Dirígete hacia un sitio apartado, el
riachuelo, un pantano y pégate un tiro. Doctor, tiene recursos, cuando elija el
sitio sabe lo que tiene que hacer. Pégate un tiro, ahógate. Córtate las venas,
deja que te devoren los bichos, como más
te guste. Haz lo que quieras. La elección es tuya. Y las vidas de todo el mundo
casi podrán seguir adelante, sacrifícate y todos volveremos a la normalidad. Y
la encantadora Camila quizá termine internada en el sitio que ocupó Nancy por
años, pero el resto será feliz, Pedro y sus hijos lo serán. Solo eso
contribuirá a lograr el equilibrio del que tanto te gusta hablar.
Guillermo
tenía la garganta seca.
No
se creía la promesa del asesino.
“Yo
muero. Él vive”, __pensó__. “¿Lo dejará
en paz este hombre? Nunca. Sabe demasiado, y toda la verdad del pasado lo
destrozaría. Este tipo está mintiendo. Pero… no lo sé con certeza.”
Las
opciones lo martilleaban.
__Si
no haces lo que te digo, doctor, bueno, piensa en ello del siguiente modo:
¿Quién es aquí el creativo en lo que se refiere a asesinar? Porque por más que
tengas esa tontería de brigada todos sabemos que nunca mataste a nadie. __ Hizo
una pausa y añadió en un tono desenfadado, casi amistoso__. Hoy tenemos
asesinato en el menú. ¿Qué podríamos pedir para Pedro?
Guillermo
no creyó que pudiera sentirse peor. Se estremeció. Quiso decir algo
interesante, inteligente pero no halló las palabras.
“Se
acabó”, __se dijo __. “Sujeta el arna. Vive o muere. Asesina o sé asesinado.”
__ ¿Recuerda
la imagen de los CD que le enviamos hace cinco años doctor, del rompecabezas? _preguntó
de repente Francisco.
La
pregunta pareció salir de la nada y tomó a Guillermo por sorpresa. Era como si
los CD y todo lo que había sucedido fuese una pesadilla, una fantasía. Solo
había habido una realidad, que era simple,
cinco años antes no había ganado un juego cruel
matando al jefe de la banda, ni Orestes condenando al resto, tal como
había creído. En realidad había perdido el juego. Él no era la persona que
desde la mano de Nancy había herido a un asesino, sino que había sido
asesinado.
__Ármalo
antes de morir. __El hombre depositó en el banco vecino al que estaba Guillermo
una bolsa de plástico.
Guillermo
contempló las piezas de madera que formaban una imagen desconocida y estaban
revueltas dentro de la bolsa. Sabía que había allí una respuesta, pero como
toda respuesta, todavía no estaba formada.
El
grupo y el coro habían cobrado fuerza. Al llegar al final, la estancia se llenó
de un sonido jubiloso de voces, instrumentos y el repiqueteo constante de la
batería. El coro miraba hacia arriba como esperando una señal celestial, la
banda parecía absorta en la electricidad del rock and roll, mientras Pedro con
los ojos cerrados emitía la letra: “ A time to gain, a time to lose… A
time for love. A time for hate.
Guillermo miró a Pedro.
“Se
merece vivir, pensó.”
Miller
estaba delante de la primera fila, pero Alberto ahora no miraba a Pedro, sino
que tenía los ojos puestos en Guillermo y en el hombre sentado tras él. Era
como si su amigo estuviese mirando al hombre que Guillermo tenía atrás. Vio que
una expresión que mezclaba sorpresa, con reconocimiento y confusión se
reflejaba en el rostro de Alberto, como un único nubarrón negro que tapa el
sol, y vio que con la misma rapidez se inclinaba por delante de Miller y le decía
algo, gesticulando con las manos hacia Pedro.
__Verás
_ susurró Francisco en tono seductor al oído de Guillermo. Hablaba despacio
para que sus palabras no se perdieran bajo los acordes finales de la música__.
Nunca has tenido elección. Nunca ha habido otro resultado posible que no fuera
el que tienes frente a ti. Estoy seguro de que ahora lo comprendes ¿verdad?
Siempre supimos que tenías que morir, siempre Nancy quiso todo lo de Camila aun
antes de saber que ese todo sería Pedro. Todo lo que has intentado con tu
brigada y el juez, todos los trucos que han usado, todo lo que has amenazado y
manipulado pensando que eras increíblemente inteligente, bueno, todo eso no
significa absolutamente nada. Tendrías que haberte suicidado hace años, doctor.
Tendrías que haber dejado que Nancy te matara, o ese tipo de la banda. Has
fracasado en la muerte. Es tu última opción. La única que te queda. Suicídate.
Y los demás vivirán. Es muy sencillo si te paras a pensarlo.
“Sabías
que todo terminaría así. Desde el principio __se dijo a sí mismo. Y, a
continuación, pensó__: No me da miedo morir, pero tengo que llevármelo conmigo.
De algún modo. Es lo mínimo que puedo hacer, sin él Nancy perderá un pilar.”
Deslizó
los dedos hacia la culata de su pistola. Tuvo la impresión de que la cinta
aislante que la rodeaba estaba helada y que tenía la palma de la mano mojada y
resbaladiza. Trató de imaginarse a sí mismo, dándose vuelta y disparando.
Sencillo…
La imagen de Fabián surcó las retinas.
Imposible…
Su mirada tropezó con la de Pedro.
De
golpe sintió que las fuerzas lo abandonaban, estaba exhausto. Como un náufrago
aferrado a una barandilla de un bote que
se hunde y se da cuenta de que lucha contra las olas, las mareas y las
corrientes de agua helada que lo arrastran como aquel día de abril de mil
novecientos doce entre los más de setecientos sobrevivientes del Titanic, pero
él se sintió entre los más de mil quinientos que perecieron sabiendo que todo
era absolutamente inútil.
__Y
entonces se suelta y se deja llevar.
Volvió
a mirar a Pedro, y a Orestes como si
quisiera despedirse.
Entonces
vio que Alberto se había puesto de pie, vio que se agachaba hacia Miller y
Moravia y les decía algo.
El
grupo había logrado un crescendo e interpretaba los últimos acordes de la
canción, las notas de la guitarra se cargaban de energías, las baquetas de la
batería golpeaban los cueros de su instrumento. El sonido quedó suspendido un
momento sobre su cabeza, envolvió su cuerpo, y solo la mirada dulce de Pedro
parecía poder atravesar la niebla que le tapaba toda visión, y le atravesó el
corazón diciéndolo todo sin ninguna palabra antes que la música se
desvaneciera, resonando junto a las palabras finales del canto.
“I swear, it is not too late…”
Y después
de esa afirmación de que aún no era demasiado tarde, el silencio inundó la
sala.
El
director estaba aún delante de la orquesta y del coro, observó con extrañeza a
Beto, y Guillermo vio claramente que Miller arrastraba a Pedro hacia detrás de
bambalinas antes del estallido de aplausos, pero él parecía enganchado a su
mirada y desde ella atraerlo con la fuerza de un imán, estaba paralizado, pero
se sentía impelido hacia él, unido a esos ojos de miel, y perdido en él, no vio
a Alberto que avanzó y estaba
recorriendo el pasillo, abriéndose paso entre la gente moviéndose a ritmo
constante mientras las mirabas buscaban y esperaban la salida del cantante.
Beto iba calmo, ni deprisa ni tampoco despacio, casi majestuosamente, como un
monarca que había gobernado benévolamente durante años su reino.
Y de
repente se detuvo frente a Guillermo, y lo que dijo lo hizo rebuscar en la
mente esa contraseña entre ellos.
Lo
miró primero a él, y sus ojos azules centellearon como debían de hacerlo por
amor u odio. Y después miró detrás de él.
Guillermo se volvió y vio que estaba mirando directamente a Francisco.
El asesino lucía una expresión de desconcierto en el rostro.
__ ¿Quién
sos vos pibe? __preguntó.
Beto
no respondió. Se giró hacia el amigo.
__ ¿Él
es tu búfalo africano? __preguntó aludiendo al animal al que solo él podía dar
caza y Guillermo tenía como tarea pendiente.
__
¿Qué? _soltó Francisco.
__Sí
_respondió Guillermo, por Pedro, él no podía disparar.
__Ya
me lo había parecido _dijo Alberto.
Llevaba
un morral colgando caro, de marca, sin dudarlo metió la mano dentro. Cuando la
sacó, sujetaba en ella el revólver magnum 357 de Guillermo.
Sin
decir una palabra más, disparó una sola vez, directamente a la cara del
estupefacto señor Francisco.
Lo
que pasó a continuación…
Primero
una fracción de segundo de un silencio conmocionado y vacilante cuando el
disparo retumbó en el salón.
Después:
Caos. Pánico. Corridas. Gritos. Disparos. Alaridos.
Guillermo no se movió, pero fue como si una
inmensa explosión procedente del disparo lo lanzara hacia atrás, se sintió
atrapado por un repentino torbellino, con la cabeza dándole vueltas. Por extraño
que pareciera, por un segundo creyó que era él quien había recibido el disparo
y, con la misma rapidez, esa sensación desapareció. Beto estaba erguido,
inmóvil, con el arma extendida ante él aún. A su alrededor los policías
apresaban a los matones, otros se echaban al suelo para ponerse a cubierto.
Algunos protegían a los pocos jóvenes con sus cuerpos. Gritos y sollozos
inconexos y todos los habituales sonidos de terror irrumpieron en el salón,
mientras otros parecían haber quedado congelados en su sitio, entre incrédulos
y absortos, el grupo de jóvenes músicos se agazapaba y el baterista se agachaba
detrás de sus instrumentos. El coro se echó a gritar y empezó a correr
poniéndose a cubierto detrás de las mesas. Unos cuantos se pusieron a rezar.
Guillermo trató de asimilar que realmente Alberto había matado a ese hombre,
que había salido disparado hacia atrás con los brazos extendidos por encima de
su cabeza. Su sangre y su cerebro se habían desparramado por la butaca de
madera y la habían manchado de color vino tinto viscoso. Tenía la cara
destrozada, salvo por los ojos, que seguían reflejando sorpresa por la
imposibilidad de morir de una forma tan inesperada, en ese segundo, en ese
sitio, a manos de esa persona. Guillermo oyó a los oficiales de policía
bramando ¡Todos al suelo. Quietos!
Vio
a Moravia casi corriendo sacando su arma de la pistolera del hombro gritando.
¡No
disparen!
Cuando
el sonido se desvaneció el corazón de Guillermo dio un vuelco, el escenario
estaba vacío… Pedro, pero Beto se giró hacia él.
__Bueno
_ dijo despacio aunque su voz estaba cargada de tensión__. Debo volver con
Camila, supe que tenía que venir, supongo que acá todo acabó, sal por el
escenario, llegarás a una puerta lateral, allí estará esperando Miller que se
llevó a Pedro, los trasladarán a sitio seguro hasta que demos con Nancy.
__ ¿Y
vos? Quiero declarar.
__Estaré
bien, tengo permiso de portación, soy parte de la fuerza, fue defensa propia.
__Tienes
antecedentes, no debiste…
__Shhh.
Ya regresarás a la abogacía y me sacarás, ahora ve con Pedro.
Cuando
Orestes llegó a ellos con los ojos desorbitados, Beto se volvió hacia él y le
entregó educadamente el arma.
Guillermo
le dirigió una larga mirada al hombre como si quisiera cerciorarse de que
estaba realmente muerto, los inspectores de policía agachados en posición de
disparo esperaban órdenes, mientras el juez levantaba las manos con un arma en
cada mano.
__No
disparen, soy el juez de la causa, fue defensa propia.
En
medio de la confusión, Guillermo metió la mano por debajo de su chaqueta y sacó
deprisa su pistola. Se agachó y la dejó en el suelo. Después la arrastró con el
pie debajo de la butaca y acabó en
alguna parte, esperaba que cerca del cadáver de Francisco. A continuación se guardó
la bolsita en un bolsillo vacío.
Rodeó
con el brazo los hombros de Alberto.
__Gracias,
Beto _dijo. No digas absolutamente nada hasta que no llegue de regreso o te
envíe a Gaby o a Marcos, no hables sin abogado, ¿entendido?
__Guille,
yo mato por vos.
__Lo
sé, pero yo no admitiré que vayas preso. ¿Cómo lo supiste?
__Sabía
que él o Nancy o los dos estarían acá, Camila no parecía quererme cerca, y
vine, al verte murmurar y mover la mano, lo supe.
__Cuando
esos policías te esposen, no digas nada _le advirtió en voz baja__. Ni una
palabra, Beto. No respondas preguntas, ni por qué, ni quién, ni cómo, ni digas
siquiera tu nombre, Espera a que llegue Gaby o Marcos, buscaré a Pedro y los
llamaré.
__De
acuerdo, Guille, no diré absolutamente nada. Gracias.
Y,
luego de una pausa, un silencio estremecedor se apoderó del salón, un segundo,
treinta, mil, el tiempo parecía haber perdido sentido, Guillermo no sabía bien
cuánto había durado ese silencio, pero de repente, los policías empezaron a colocar
esposas, la gente a salir como un dique que se va desbordando, y el ruido de
pasos se mezcló con el alarido de gritos.
¡Vamos!
¡Salgan!
__ ¿Y
Camila?
__Bien
_dijo Moravia__. Hablé con ella hace… antes de que esto comenzara. Hay un coche
esperándolos detrás, Miller te guiará, yo ayudaré a Beto, toma las llaves y
llévate a Pedro, tenemos que dar con Nancy, tenemos que lograr que alguno de
esos tipos al ver que Francisco murió hable. Beto estará demorado solo unas
horas, fue en defensa propia, yo supe que lo haría, ve por Pedro.
__
Gracias a los dos.
__
__Pedro,
entra al coche, por favor, debemos irnos.
__No
me iré.
Pedro
llevaba media hora negándose a subir al Toyota de vidrios polarizados camuflado
entre los árboles luego de que Miller lo sacara a la fuerza del escenario, pese
a los tirones de los policías, estaba dispuesto a no irse sin Guillermo. Y
estaba en esa lucha cuando lo vio, el tiempo se detuvo, la sonrisa se dibujó en
el rostro, y no supo cómo pero sí que estaba corriendo, solo estaba corriendo,
y acortaba distancias con su amor que con los brazos extendidos... corría
también, hasta que se arrojaron uno en los brazos del otro, besándose,
llorando, riendo.
__Vamos
precioso, te dije que te fueras con Miller.
__Y
yo te prometí que no lo haría sin ti, ¿Alberto? ¿Mi casa?
__Alberto
vino a hacer lo que yo no deseaba, y Orestes, Miller y todos ya irán a tu casa,
está con custodia, tranquilo, vamos, salgamos de acá.
__ ¿Otra
vez a un helipuerto?
__No.
A mi casa, nadie la conoce, solo Beto.
__ ¿Y
Nancy?, no estaba.
__La
encontrarán, con su tío muerto, los sicarios van a confesar, tendremos que
ocultarnos en tanto, vamos.
Subieron
al auto abrazados, el chofer no esperó, Miller le había dado órdenes, la vieja
casa de Guillermo que ni siquiera Fabián conocía parecía el sitio más seguro,
la casa donde había decidido fugarse en diciembre, la misma donde recibió el
llamado de Moravia que le cambió la vida.
__ ¿Qué
te decía ese hombre?
__Shh…
No importa, tonterías. Solo me importa que estés bien, quería matarme y luego secuestrarte,
Nancy es una fans loca que quiere todo lo de Camila pero sobre todo a vos,
luego de matarme iría por vos, pero no pudo. Eso es todo lo que tienes que
saber ahora.
__ Vivo
solitario, en un ardiente silencio que me quema la vida. Casi como sentirse
muerto y la misma vida me mata sin empezar a vivir sometido en el pecado gris
de todas las palabras muertas, antes de nacer. Y llegas tú, y es como beber el
universo y florecer mis otoños.
El silencio es verbo, cuando lentamente te desnudo en penumbras dulces y tus leves caricias lujuriosas encienden mis fuegos, entre llamas y luces. Me hubiese muerto sin ti.
El silencio es verbo, cuando lentamente te desnudo en penumbras dulces y tus leves caricias lujuriosas encienden mis fuegos, entre llamas y luces. Me hubiese muerto sin ti.
Apasionado,
te posesionas de mi cuerpo como un crisol ardiente. Te poseo, y es como
penetrar en una constelación de estrellas encendidas, siento tu tibia, dulce piel, desesperado
amándote, como vivir en mil vidas. Tu apasionada lujuria, en como una tempestad
de aromas y piel. Con tu lengua en mi boca, una caricia loca me perturba y apasiona bebo tu esencia y
aliento, y reviven mis otoños que aman tus primaveras. El ocaso del cielo pinta
de rojo tu desnudez. Regresa la lujuria, con las curvas de tu cuerpo que solo
viven para amar moviéndote como mariposa en la brisa, buscando juntos el
éxtasis final. Tú eres el ángel prohibido, para mi infierno perfecto.
Cuando
entraron y Guillermo encendió las luces, Pedro se asombró de la austeridad del
sitio, apenas dos ambientes, una cocina incorporada, sin embargo, alguien había
dejado todo reluciente, y más les sorprendió tener la nevera y alacenas llenas.
__ ¿Preparo
pasta? __preguntó Guillermo.
__No
podría comer ni un bocado, solo café, quiero saber de Camila, de los chicos,
que al fin alguien confiese y atrapen a esa loca. ¿Y Alberto?
__Fue
en defensa propia, o de mí, Gaby, Miller, Orestes lo sacarán o yo asumiré mi
rol de penalista, no pasará más que unas horas demorado, tranquilo.
__ ¿Pensabas
matarlo?
__Pensarlo…
sí, pero no podía, no quería ser uno de ellos, porque Alberto lo hizo por
deber, yo lo habría hecho por venganza y odio, y luego no me lo iba a perdonar,
lo vería sucio. Antes no importaba, pero tu amor todo lo cambia. Tu amor es un
regalo para mí, nació en ese primer instante que se rozaron nuestras manos
cuando paseando nos cruzamos... sin
darnos cuenta se rozaron nuestras manos, nuestras miradas se cruzaron, quedaron fijas
y desde ese momento sentimos que
nacimos para amarnos, que nos habíamos
encontrado, que éramos almas gemelas.
Nuestro
amor es el regalo más bonito de la vida, es algo tan nuestro, el algo que vivimos tan profundo,
es algo que llena nuestras vidas, es
algo que nació desde el primer segundo en que se cruzaron nuestras miradas, que se
rozaron nuestras manos, es lo más bonito
que nos ha pasado y es algo que no tengo
palabras para expresarlo, es tan inmenso
lo que sentimos que supura por cada poro
de nuestra piel, que se nota en nuestras
miradas, que se percibe a kilómetros de
distancia. Tu amor es un regalo para mí.
__Amor
vuelve a mirarme a los ojos, mi mente sobrevuela y ya te idealiza en este otoño
regando mis soledades con ese alma enamorada. Eternos han sido los días que no
te he visto y con la misteriosa sensación de desazón escribía recordando tu
bella sonrisa y tus labios pronunciando sinceros "te quiero". Ven. Todo
está dispuesto para el encuentro, cumpliremos al fin nuestro anhelado sueño, haremos juntos un mundo con esos besos temblando
de emoción ante esta pasión. Sentir tus suaves manos rozando en mi piel. No quiero
que otra noche me sorprenda sin la calidez de tus abrazos y caricias. Vida mía,
mi corazón palpita, te necesita.
Anoche
soñé contigo, mi amor… Eras brisa que envolvía mi piel elevando mi sumisa
existencia hasta el enigma de la torre de Babel. Anoche soñé que estaba junto a
ti pintando poemas con óleo y pincel, describiendo puntos áureos entre curvas,
descubriendo la esencia de tu ser.
Soñé deshojando tus pétalos en flor entre rosas hallé un rojo clavel en tus labios sensuales que con su aroma embrujador libé en mil besos y me llevó al deleite de su miel. Cuánto quisiera que estos sueños sean realidad, porque vivir solo soñando, es muy cruel… Tú, seguirás siendo el sueño de mi vida, yo, prometo por siempre ser, tu seguidor fiel. Como si fuera un pintor
recorro tu cuerpo, como si él fuera mi lienzo y con mis labios acaricio tu piel, caricias estas, que hacen brotar lentamente tu inmensa pasión y con cada beso, un verbo que parece interminable, con cada caricia, una estrofa que como si fuera fuego incinera nuestra piel con cada mirada, que nos derrite y nos convierte en uno, por eso disfrutemos de la magia de este encuentro, que nuestros cuerpos han creado, después de amarnos.
Soñé deshojando tus pétalos en flor entre rosas hallé un rojo clavel en tus labios sensuales que con su aroma embrujador libé en mil besos y me llevó al deleite de su miel. Cuánto quisiera que estos sueños sean realidad, porque vivir solo soñando, es muy cruel… Tú, seguirás siendo el sueño de mi vida, yo, prometo por siempre ser, tu seguidor fiel. Como si fuera un pintor
recorro tu cuerpo, como si él fuera mi lienzo y con mis labios acaricio tu piel, caricias estas, que hacen brotar lentamente tu inmensa pasión y con cada beso, un verbo que parece interminable, con cada caricia, una estrofa que como si fuera fuego incinera nuestra piel con cada mirada, que nos derrite y nos convierte en uno, por eso disfrutemos de la magia de este encuentro, que nuestros cuerpos han creado, después de amarnos.
__ ¿Sabes
lo que imagino?
__ ¿Qué?
__Otra
vida, otro encuentro.
“Llovía
mansamente en la tarde gris, mientras las penumbras del atardecer transfundían
la luz en un ocaso brumoso, como en una sombra transparente, y su melancolía me
dolía en todo mi cuerpo.
Caminaba pegado a la pared evitando la lluvia y como pretendiendo esconderme del mundo y de mí mismo.
Mi cabeza estremecida por los recuerdos, ardía, cuanto más te recordaba. Creo que toda una vida no me bastará para olvidarme de tus besos virginales. Una angustia me anudaba la garganta y perdí la noción del tiempo y el espacio, y no sabía qué podría decirte en esta última, impostergable cita, en nuestro lugar de siempre.
Nos gustaba caminar juntos, yo te tomaba de tu cintura, abrazados, con nuestros cuerpos juntos y afiebrados, en las madrugadas lluviosas o en los amaneceres tibios de alguna playa del caribe, sonriendo ante las miradas y los comentarios lujuriosos de tus pocos años, que parecían menos, y los míos, que los doblaban.
Pero tu franca sonrisa y la miel de tus ojos, cuando me mordías los labios con un beso robado, me demostraban y les demostraba a los curiosos que lo nuestro, era el verdadero amor.
La verdad, no quería recordar.
Llegué al café de la esquina, y te vi. A través del cristal del ventanal.
Estabas sentado en el reservado de siempre, muy puntual, costumbre que te enseñé y luego te exigí. Tu cabello de trigo impecablemente peinado, apenas rozaba tus mejillas de piel de durazno cuando tomabas tu café con tu exquisita elegancia, y con tu espalda menuda y recta. ¡Qué bello eres, mi pequeño adonis!
Me quedé quieto y parado debajo del toldo que me protegía de la lluvia y te observé, conteniendo mis ganas de correr a abrazarte y besarte.
Sentí celos que alguien te mirara allí, y se enamorara y perdiera la cordura por ti, como me pasó a mí el día que escuché tu voz y bebí en el mar de tus ojos.
Por tus gestos estabas nervioso, y yo lo sabía. Conocía como la palma de mi mano la tibieza de tu piel de pétalos, el rosedal de tu boca, cada poro de tu cuerpo, y cada sentir de tu alma.
Siempre vestido con delicadeza y buen gusto, atesoraba en mi memoria tu carita de adolescente, de cuando te conocí. Algunas pequeñas gotas de agua, como diamantes engarzados, estaban detenidas en el trigal de tu cabello.
Y recordé. Cuando con tus recién cumplidos dieciocho años, abriste la puerta de la oficina de tu padre.
Y me dijiste cuando te pregunté por él;” No, él no está, pero estoy yo”.
Esa simple respuesta muy tuya y tu actitud cuando estuvimos solos en la oficina, fue el desencadenante de años de amor y pasión. Pero mansamente, complaciendo y aprendiendo juntos, este primoroso y extraño sortilegio de lo prohibido, y de guardarnos solo para nosotros, el secreto mejor guardado de todos los celestiales momentos compartidos.
Y luego recordé nuestra conversación de hace un tiempo, después de una noche de amarnos con exaltación desenfrenada, cuando te dije: “Escucha amor, tuve el privilegio y el lujo de poseerte solo para mí, todo este tiempo maravilloso, pero te conozco tanto que presiento que hay algo que nos está separando.
Te repito nuevamente, tú eres libre, que no te ate ni tu amor ni compromiso alguno conmigo, pronto seré una carga para ti, y eso, no quiero serlo. Si tienes que irte y dejarme, me dolerá, lo sentiré pero lo voy a entender, tendrás la libertad que nunca perdiste, y siempre te agradeceré todo lo que me has dado. Pero no me pidas que te olvide, o que no te amé, eso no ocurrirá jamás”.
La lluvia me trajo nuevamente a mi triste realidad. Su espalda, recostada en el coqueto asiento del pub y sus piernas cruzadas, sus torneadas extremidades, que parecían una pintura de Monet.
Presintió algo y miró a través del cristal empañado. Me vio, apuré el paso y entré.
Me senté a tu lado, mi cuerpo pegado al tuyo, como lo hice siempre, en nuestros íntimos encuentros. Me gustaba sentir el calor de tus caderas en mi cuerpo y oler en tu cuello mi perfume preferido.
Con suavidad te tomé la barbilla y giré con delicadeza tu cara hacia mí. Me sumergí en el mar de tus ojos y te miré el alma. Tu exquisita boca roja se abrió levemente, como esperando que te besara.
Tus lágrimas comenzaron a fluir en pequeñas gotas calientes que se deslizaban por la piel de durazno de tus mejillas, mientras me mirabas con todo el amor del mundo.
Me conmovió. Te dije,” no llores por favor”. Y recordé las palabras de Gabito,” No llores porque ya se terminó, sonríe, porque sucedió”, pero no tuve el valor de repetírtelas.
Y guardando la enorme congoja detrás de mi cara de piedra dije:” Tú y yo sabemos por qué estamos aquí. Somos conscientes de ello, no llores por favor, tus lágrimas me lastiman y desgajan mi cuerpo. ¿Ves?, tienes el anillo que te regalé con la fecha de tu flamante título. Tu padre me contó que te vas al puerto a atender sus negocios, eso está muy bien”, le decía, mientras sentía los jirones de la pérdida y el dolor, que me atravesaban el alma.
“Y te vas con alguien de tu edad, un flamante profesional que estoy seguro que te quiere bien”.
Secabas tus lágrimas, mientras tu silencio me gritaba más que las palabras. Tu nariz perfecta, resaltaba tu perfil con la luz de la coqueta lámpara de la mesa. Tuve que morderme para no abrazarte y besarte.
Y volvieron los recuerdos. Conocí por casualidad al que tu padre te sugería como esposo. Él mismo me lo presentó en una reunión de negocios. Buena persona, un flamante abogado, hijo de un muy conocido profesional del medio, inteligente y formal, que me recordaba a mí mismo a su edad.
En nuestras tiernas y anhelas escapadas a la zona del Puerto de Buenos Aires por mis negocios, viajábamos en aviones diferentes, y nos hospedábamos en hoteles diferentes pero muy cercanos. Pero allí, en mi hotel, en nuestros momentos, nos derretíamos en un solo ser.
Recuerdo cuando en los atardeceres nos sentábamos desnudos y abrazados en las ventanas del piso doce del hotel de Callao y Corrientes, con los vidrios polarizados y me contabas ilusionado de tu carrera de abogado que terminaba, tus enormes posibilidades de viajar por el mundo, y doctorarte en Derecho Internacional, especialidad que yo te insistí que te especializaras por las necesidades del trabajo de tu padre. Hablabas muy entusiasmado.
Desde esos momentos, yo intuía que de a poquito, salías de mi vida. Y sonreía y te animaba, con mi corazón destrozado.
Era consciente que había llegado tarde a tu vida, lo supe desde siempre. A veces sentía que tenía tu piel, tu cuerpo, tu fuego, pero no tu calor.
Y un día cualquiera me dijiste: “Tengo que dejarte, amor mío, y muy pronto. Se cumple lo que me dijiste hace tiempo, siempre pensé que este momento llegaría, pero me destroza y tengo miedo”, me dijo, mientras acariciaba mis sienes como lo hacía siempre, para calmar mis ansiedades. “Pero no quiero hacerlo, no tengo las fuerzas suficientes”. Se quedó quieto y callado, recostado bajo mi brazo que la cubría, con la mirada perdida en ninguna parte.
Los recuerdos eran fuertes, me jugaban una partida que sabían que ganarían.
En las noches de nuestros momentos, tan deseados por los dos, después de pegar nuestros cuerpos, donde perdíamos la cordura y la noción del tiempo, perdurábamos, abrazados muy juntos, con tu aliento en mi boca, hasta que me dormía, mientras vigilabas mi sueño y me despertabas, cuando era necesario.
Me hechizaba mirar tu cuerpo desnudo, pequeño y sinuoso, caminar con desparpajo por la habitación y cuando descubrías que te miraba, te vestías con mi camisa. ¡Ay amor!, sabías cómo excitarme aún más.
Allí, delante del humante café, hablábamos poco, entre largos silencios. Ya todo estaba dicho. Pero esa era nuestra última cita y nos hubiera gustado detener el tiempo, ahí en ese momento, y acompañados por la lluvia.
Finalmente dije… “No te veré más, no quiero comprometer ni tu vida ni tu futuro, te amo demasiado, y siempre te amaré. Pero recuerda esto: el día que me llames y me necesites, allí estaré. Hoy luego de mucho pensarlo y aunque será duro para los dos, es lo mejor, no está bien, soy un hombre grande, casado, y vos demasiado joven, merecer casarte con alguien que te amé, de tu edad, tener hijos que yo no quiero, alguien que te deje volar y ser ese cantante que sueñas y comparta tu vuelo, y ese no soy yo, a la larga de continuar nos destrozaríamos.”
Te abracé y te besé, queriéndote robarte el aliento de toda la vida, mientras sentía tus lágrimas sobre mi boca.
Esperé unos minutos, te levanté con suavidad y caminamos juntos a la salida, como siempre.
La lluvia arreciaba. La noche cubría con su manto las farolas del portal, tal vez llorando de tristeza por nosotros. Corría mucha agua por la calle, te tomé en mis brazos y te alcé para que no te mojaras, y confundimos nuestras bocas intentado calmar la sed de la despedida. Llegamos a tu coche y sin mirar hacia atrás, y sin decir nada, te fuiste, con los ojos obnubilados por tus lágrimas.
Estaba destrozado. Lo poco que quedaba de mí, en ese momento final de este, el gran amor secreto de mi vida, se quedó como petrificado ahí, bajo la lluvia persistente, intentando calmar con ella la fiebre que me inflamaba cuerpo y alma. Sentí un pequeño dolor en el pecho, que me trajo a la realidad, y subí a mi auto.
Allí me quedé sentado un buen rato, calculando si habías llegado a tu casa.
Prendí el celular y te llamé, para asegurarme. Solo escuché la voz metálica del contestador. Arranqué despacio y me fui.
Nunca más te molesté ni intenté volver a verte.
Hasta que Orestes te nombró, no, hasta que te vi.
Mientras paseaba con mi nieto te vi, en el parque de nuestras citas más bonitas, frente al banco que guarda la reminiscencia, el sabor y el recuerdo de nuestros encuentros apasionados, correteando detrás de tres niños, con tu mismo cabello y tus mismos ojos, sonriéndole a la vida y al mundo.
Hoy, en esta noche, encerrado en la penumbra de mi cuarto, en un día lluvioso, invadido por una dulce melancolía, decidí escribir esto, como un modesto tributo a un hermoso amor imposible.”
Caminaba pegado a la pared evitando la lluvia y como pretendiendo esconderme del mundo y de mí mismo.
Mi cabeza estremecida por los recuerdos, ardía, cuanto más te recordaba. Creo que toda una vida no me bastará para olvidarme de tus besos virginales. Una angustia me anudaba la garganta y perdí la noción del tiempo y el espacio, y no sabía qué podría decirte en esta última, impostergable cita, en nuestro lugar de siempre.
Nos gustaba caminar juntos, yo te tomaba de tu cintura, abrazados, con nuestros cuerpos juntos y afiebrados, en las madrugadas lluviosas o en los amaneceres tibios de alguna playa del caribe, sonriendo ante las miradas y los comentarios lujuriosos de tus pocos años, que parecían menos, y los míos, que los doblaban.
Pero tu franca sonrisa y la miel de tus ojos, cuando me mordías los labios con un beso robado, me demostraban y les demostraba a los curiosos que lo nuestro, era el verdadero amor.
La verdad, no quería recordar.
Llegué al café de la esquina, y te vi. A través del cristal del ventanal.
Estabas sentado en el reservado de siempre, muy puntual, costumbre que te enseñé y luego te exigí. Tu cabello de trigo impecablemente peinado, apenas rozaba tus mejillas de piel de durazno cuando tomabas tu café con tu exquisita elegancia, y con tu espalda menuda y recta. ¡Qué bello eres, mi pequeño adonis!
Me quedé quieto y parado debajo del toldo que me protegía de la lluvia y te observé, conteniendo mis ganas de correr a abrazarte y besarte.
Sentí celos que alguien te mirara allí, y se enamorara y perdiera la cordura por ti, como me pasó a mí el día que escuché tu voz y bebí en el mar de tus ojos.
Por tus gestos estabas nervioso, y yo lo sabía. Conocía como la palma de mi mano la tibieza de tu piel de pétalos, el rosedal de tu boca, cada poro de tu cuerpo, y cada sentir de tu alma.
Siempre vestido con delicadeza y buen gusto, atesoraba en mi memoria tu carita de adolescente, de cuando te conocí. Algunas pequeñas gotas de agua, como diamantes engarzados, estaban detenidas en el trigal de tu cabello.
Y recordé. Cuando con tus recién cumplidos dieciocho años, abriste la puerta de la oficina de tu padre.
Y me dijiste cuando te pregunté por él;” No, él no está, pero estoy yo”.
Esa simple respuesta muy tuya y tu actitud cuando estuvimos solos en la oficina, fue el desencadenante de años de amor y pasión. Pero mansamente, complaciendo y aprendiendo juntos, este primoroso y extraño sortilegio de lo prohibido, y de guardarnos solo para nosotros, el secreto mejor guardado de todos los celestiales momentos compartidos.
Y luego recordé nuestra conversación de hace un tiempo, después de una noche de amarnos con exaltación desenfrenada, cuando te dije: “Escucha amor, tuve el privilegio y el lujo de poseerte solo para mí, todo este tiempo maravilloso, pero te conozco tanto que presiento que hay algo que nos está separando.
Te repito nuevamente, tú eres libre, que no te ate ni tu amor ni compromiso alguno conmigo, pronto seré una carga para ti, y eso, no quiero serlo. Si tienes que irte y dejarme, me dolerá, lo sentiré pero lo voy a entender, tendrás la libertad que nunca perdiste, y siempre te agradeceré todo lo que me has dado. Pero no me pidas que te olvide, o que no te amé, eso no ocurrirá jamás”.
La lluvia me trajo nuevamente a mi triste realidad. Su espalda, recostada en el coqueto asiento del pub y sus piernas cruzadas, sus torneadas extremidades, que parecían una pintura de Monet.
Presintió algo y miró a través del cristal empañado. Me vio, apuré el paso y entré.
Me senté a tu lado, mi cuerpo pegado al tuyo, como lo hice siempre, en nuestros íntimos encuentros. Me gustaba sentir el calor de tus caderas en mi cuerpo y oler en tu cuello mi perfume preferido.
Con suavidad te tomé la barbilla y giré con delicadeza tu cara hacia mí. Me sumergí en el mar de tus ojos y te miré el alma. Tu exquisita boca roja se abrió levemente, como esperando que te besara.
Tus lágrimas comenzaron a fluir en pequeñas gotas calientes que se deslizaban por la piel de durazno de tus mejillas, mientras me mirabas con todo el amor del mundo.
Me conmovió. Te dije,” no llores por favor”. Y recordé las palabras de Gabito,” No llores porque ya se terminó, sonríe, porque sucedió”, pero no tuve el valor de repetírtelas.
Y guardando la enorme congoja detrás de mi cara de piedra dije:” Tú y yo sabemos por qué estamos aquí. Somos conscientes de ello, no llores por favor, tus lágrimas me lastiman y desgajan mi cuerpo. ¿Ves?, tienes el anillo que te regalé con la fecha de tu flamante título. Tu padre me contó que te vas al puerto a atender sus negocios, eso está muy bien”, le decía, mientras sentía los jirones de la pérdida y el dolor, que me atravesaban el alma.
“Y te vas con alguien de tu edad, un flamante profesional que estoy seguro que te quiere bien”.
Secabas tus lágrimas, mientras tu silencio me gritaba más que las palabras. Tu nariz perfecta, resaltaba tu perfil con la luz de la coqueta lámpara de la mesa. Tuve que morderme para no abrazarte y besarte.
Y volvieron los recuerdos. Conocí por casualidad al que tu padre te sugería como esposo. Él mismo me lo presentó en una reunión de negocios. Buena persona, un flamante abogado, hijo de un muy conocido profesional del medio, inteligente y formal, que me recordaba a mí mismo a su edad.
En nuestras tiernas y anhelas escapadas a la zona del Puerto de Buenos Aires por mis negocios, viajábamos en aviones diferentes, y nos hospedábamos en hoteles diferentes pero muy cercanos. Pero allí, en mi hotel, en nuestros momentos, nos derretíamos en un solo ser.
Recuerdo cuando en los atardeceres nos sentábamos desnudos y abrazados en las ventanas del piso doce del hotel de Callao y Corrientes, con los vidrios polarizados y me contabas ilusionado de tu carrera de abogado que terminaba, tus enormes posibilidades de viajar por el mundo, y doctorarte en Derecho Internacional, especialidad que yo te insistí que te especializaras por las necesidades del trabajo de tu padre. Hablabas muy entusiasmado.
Desde esos momentos, yo intuía que de a poquito, salías de mi vida. Y sonreía y te animaba, con mi corazón destrozado.
Era consciente que había llegado tarde a tu vida, lo supe desde siempre. A veces sentía que tenía tu piel, tu cuerpo, tu fuego, pero no tu calor.
Y un día cualquiera me dijiste: “Tengo que dejarte, amor mío, y muy pronto. Se cumple lo que me dijiste hace tiempo, siempre pensé que este momento llegaría, pero me destroza y tengo miedo”, me dijo, mientras acariciaba mis sienes como lo hacía siempre, para calmar mis ansiedades. “Pero no quiero hacerlo, no tengo las fuerzas suficientes”. Se quedó quieto y callado, recostado bajo mi brazo que la cubría, con la mirada perdida en ninguna parte.
Los recuerdos eran fuertes, me jugaban una partida que sabían que ganarían.
En las noches de nuestros momentos, tan deseados por los dos, después de pegar nuestros cuerpos, donde perdíamos la cordura y la noción del tiempo, perdurábamos, abrazados muy juntos, con tu aliento en mi boca, hasta que me dormía, mientras vigilabas mi sueño y me despertabas, cuando era necesario.
Me hechizaba mirar tu cuerpo desnudo, pequeño y sinuoso, caminar con desparpajo por la habitación y cuando descubrías que te miraba, te vestías con mi camisa. ¡Ay amor!, sabías cómo excitarme aún más.
Allí, delante del humante café, hablábamos poco, entre largos silencios. Ya todo estaba dicho. Pero esa era nuestra última cita y nos hubiera gustado detener el tiempo, ahí en ese momento, y acompañados por la lluvia.
Finalmente dije… “No te veré más, no quiero comprometer ni tu vida ni tu futuro, te amo demasiado, y siempre te amaré. Pero recuerda esto: el día que me llames y me necesites, allí estaré. Hoy luego de mucho pensarlo y aunque será duro para los dos, es lo mejor, no está bien, soy un hombre grande, casado, y vos demasiado joven, merecer casarte con alguien que te amé, de tu edad, tener hijos que yo no quiero, alguien que te deje volar y ser ese cantante que sueñas y comparta tu vuelo, y ese no soy yo, a la larga de continuar nos destrozaríamos.”
Te abracé y te besé, queriéndote robarte el aliento de toda la vida, mientras sentía tus lágrimas sobre mi boca.
Esperé unos minutos, te levanté con suavidad y caminamos juntos a la salida, como siempre.
La lluvia arreciaba. La noche cubría con su manto las farolas del portal, tal vez llorando de tristeza por nosotros. Corría mucha agua por la calle, te tomé en mis brazos y te alcé para que no te mojaras, y confundimos nuestras bocas intentado calmar la sed de la despedida. Llegamos a tu coche y sin mirar hacia atrás, y sin decir nada, te fuiste, con los ojos obnubilados por tus lágrimas.
Estaba destrozado. Lo poco que quedaba de mí, en ese momento final de este, el gran amor secreto de mi vida, se quedó como petrificado ahí, bajo la lluvia persistente, intentando calmar con ella la fiebre que me inflamaba cuerpo y alma. Sentí un pequeño dolor en el pecho, que me trajo a la realidad, y subí a mi auto.
Allí me quedé sentado un buen rato, calculando si habías llegado a tu casa.
Prendí el celular y te llamé, para asegurarme. Solo escuché la voz metálica del contestador. Arranqué despacio y me fui.
Nunca más te molesté ni intenté volver a verte.
Hasta que Orestes te nombró, no, hasta que te vi.
Mientras paseaba con mi nieto te vi, en el parque de nuestras citas más bonitas, frente al banco que guarda la reminiscencia, el sabor y el recuerdo de nuestros encuentros apasionados, correteando detrás de tres niños, con tu mismo cabello y tus mismos ojos, sonriéndole a la vida y al mundo.
Hoy, en esta noche, encerrado en la penumbra de mi cuarto, en un día lluvioso, invadido por una dulce melancolía, decidí escribir esto, como un modesto tributo a un hermoso amor imposible.”
__ ¿Eres
tú aquel amor de mi adolescencia? No lo recordaba, sí, mi padre me quiso
abogado, hasta que murió tuve que seguir su deseo.
__Sí
amorcito, siempre he sido yo, solo que hoy sé que me equivoqué, que no hice bien en dejarte ir, excepto quizá
porque tuviste a los chicos, pero Camila nunca te amó. Y cuando supe de lo sucedido
me juré que no te perdería otra vez.
Te
juro que el día que llegues a mis brazos no
podrás escapar de mis besos y caricias, me apoderaré de todo su ser con
mi pasión. No te dejaré ni respirar porque ese respiro me lo robaré con mi alma
y lo dejaré plasmado en mi ser para sentir siempre tu respiración en mí cuando
no puedas estar a mi lado. No te imaginas
hasta dónde puede llegar la venganza de mi piel con tu piel por haber estado
tan ausente de mí tanto tiempo. Le
cobraré a tu piel con mi amor todos los días que no estuvo a mi lado amándome,
no tendré piedad de ti. Te ahogaré con mis caricias en el mar de mis deseos,
naufragarás perdido de lujuria entres las olas de mi cuerpo pidiendo auxilio
con sus gemidos de placer. Suplicándome con tu pasión que te dé a beber de mi
esencia porque mueres de sed por el fuego ardiente de mi cuerpo que quema tu
piel.
Seremos
esclavos de las sábanas que guardarán nuestras pieles con anhelos y deseos, de
las noches eternas amándonos bajo la luz de la luna. Fundiéndonos en el fuego del infierno como
dos almas en pena pagando nuestra condena por el tiempo de ausencia.
__ Por
ti, por hacerme que te piense, por ponerme tan feliz cuando llegas a mis
noches, por confesarme que te rindes ante el espejismo de una vida llena de
sueños y deseos, de madrugadas sosegadas y derroche de caricias, donde el amor
le dará la bienvenida a la pasión de mis besos enredados en el sosiego de la noche
cuando me sueñas, a ti, por haber entrado en mi vida sin comprar billete de vuelta,
por hacerme sonreír, por ti muero vida mía, solo por haber bailado conmigo bajo
la luna en nuestras noches a escondidas, por sorprenderme cada noche amor mío,
para que mi alma reine serena y encuentre en la noche el placer de amarte, para
que pueda sentir en las oquedades de la soledad el respiro de la vida en un
instante, y mi cuerpo desprenda las negruras de tu ausencia, las que hacen que
te busque entre el silencio y la tristeza, entre la soledad de este amor que
duele, no quiero darle razones al dolor para que vuele sobre mí, porque mis
brazos te esperan para que puedas volar libre, tengo mis besos con sabor a libertad
que derraman poesía y música, los restos de mi sentir los encontrarás cuando
recorras cada línea de mi cuerpo y dibujes en mi piel los colores de la vida,
que guardados están tras las puertas de mi alma.
Adoro los despertares donde te pienso y sueño que voy a verte, donde no lo sé, si será hoy o mañana, hoy te he visto en las montañas acariciadas por el sol al abrir mis ventanas, solo sé vida mía que ese día será el día perfecto, donde habrá caricias nuevas para los dos, y el placer de poder mirarnos a los ojos será inmenso, podré morirme en el suspiro de tus besos lentos, mientras yo te llenaré el alma con mil verbos de amor donde te repetiré que fue un placer encontrarte, y haremos que desaparezcan las sombras de nuestras vidas, alimentadas de una soledad ingrata.
Acércame tus labios esta noche amor. No puedo imaginarme el día que yo deje de soñarte, que deje de tejer sueños, esperanzas y sonrisas, no puedo imaginarme que deje algún día de no soñarme en tus ojos y deje de versar el baile de mis besos en tus labios, no puedo pensar vida mía que deje que mi piel no se estremezca al soñar tus manos recorriendo paso a paso mi piel y tus dedos dibujando vuelos de mariposa, no, no puedo permitirle a este corazón mío que no agite más mis pulsos soñando tu llegada, tampoco puedo ponerle barreras a mis ojos para que frenen mis lágrimas negras, no, no puedo.
Y como no quiero ni puedo, haré de esta noche una noche maravillosa, donde soñaré que los dos nos encontramos en el lugar perfecto, en nuestro refugio donde solos podemos dar rienda suelta a nuestro sentir, a nuestro deseo de amor, abrázame muy fuerte amor, no quiero irme de este sueño, esta será una de las noches más bellas, sabes que eres para mi corazón, la arritmia perfecta para seguir amándote.
Eres la inspiración de mis verbos, por eso amor mío, desnuda mi piel, serás su dueño y tendrás por siempre la exclusividad de mis sentimientos.
Te amo amor. Certidumbre eres tú mi dulce amor en mi vida, a veces eres real, a veces solo un sueño en el que no me perteneces, en que sé que puedo perderte para siempre, pero te disfruto cuando me regalas tu aroma y tus mieles, el sabor que no se puede olvidar de tus labios, de tu boca que deseo y clamo. Este cuerpo te pertenece, es tu hogar, abrígate con él, mi piel te fascinará, enloquecerás, será ese veneno especial que correrá en todo tu ser, mis pezones néctar para tu sed, te pertenezco, eres mío y yo de ti, mis caderas clandestino lugar, en donde con un beso callo tu grito, noche de deseo y pasión en que se entrelazan nuestros cuerpos, amantes a la perfección somos tú y yo. Sacias estas fantasías, me descubres completamente, es tiempo que tienes que marcharte, abotono tu camisa el tiempo se termina, inicia otro conteo, corres de prisa hacia tu realidad, los sueños desaparecen al igual que cada promesa de amor, de quedarte precisamente en mi piel, mi cuerpo reclama a diario tenerte en mis brazos. Aunque sea tu miel porque en mí dejas ese perfume, esa aroma que emana de ti, ese perfume especial que me erotiza, esa fragancia que no se puede olvidar, es precisamente lo que me atormenta, delirio, anhelo, soy tu amante, soy tu locura y perdición, soy tu hombre.
Adoro los despertares donde te pienso y sueño que voy a verte, donde no lo sé, si será hoy o mañana, hoy te he visto en las montañas acariciadas por el sol al abrir mis ventanas, solo sé vida mía que ese día será el día perfecto, donde habrá caricias nuevas para los dos, y el placer de poder mirarnos a los ojos será inmenso, podré morirme en el suspiro de tus besos lentos, mientras yo te llenaré el alma con mil verbos de amor donde te repetiré que fue un placer encontrarte, y haremos que desaparezcan las sombras de nuestras vidas, alimentadas de una soledad ingrata.
Acércame tus labios esta noche amor. No puedo imaginarme el día que yo deje de soñarte, que deje de tejer sueños, esperanzas y sonrisas, no puedo imaginarme que deje algún día de no soñarme en tus ojos y deje de versar el baile de mis besos en tus labios, no puedo pensar vida mía que deje que mi piel no se estremezca al soñar tus manos recorriendo paso a paso mi piel y tus dedos dibujando vuelos de mariposa, no, no puedo permitirle a este corazón mío que no agite más mis pulsos soñando tu llegada, tampoco puedo ponerle barreras a mis ojos para que frenen mis lágrimas negras, no, no puedo.
Y como no quiero ni puedo, haré de esta noche una noche maravillosa, donde soñaré que los dos nos encontramos en el lugar perfecto, en nuestro refugio donde solos podemos dar rienda suelta a nuestro sentir, a nuestro deseo de amor, abrázame muy fuerte amor, no quiero irme de este sueño, esta será una de las noches más bellas, sabes que eres para mi corazón, la arritmia perfecta para seguir amándote.
Eres la inspiración de mis verbos, por eso amor mío, desnuda mi piel, serás su dueño y tendrás por siempre la exclusividad de mis sentimientos.
Te amo amor. Certidumbre eres tú mi dulce amor en mi vida, a veces eres real, a veces solo un sueño en el que no me perteneces, en que sé que puedo perderte para siempre, pero te disfruto cuando me regalas tu aroma y tus mieles, el sabor que no se puede olvidar de tus labios, de tu boca que deseo y clamo. Este cuerpo te pertenece, es tu hogar, abrígate con él, mi piel te fascinará, enloquecerás, será ese veneno especial que correrá en todo tu ser, mis pezones néctar para tu sed, te pertenezco, eres mío y yo de ti, mis caderas clandestino lugar, en donde con un beso callo tu grito, noche de deseo y pasión en que se entrelazan nuestros cuerpos, amantes a la perfección somos tú y yo. Sacias estas fantasías, me descubres completamente, es tiempo que tienes que marcharte, abotono tu camisa el tiempo se termina, inicia otro conteo, corres de prisa hacia tu realidad, los sueños desaparecen al igual que cada promesa de amor, de quedarte precisamente en mi piel, mi cuerpo reclama a diario tenerte en mis brazos. Aunque sea tu miel porque en mí dejas ese perfume, esa aroma que emana de ti, ese perfume especial que me erotiza, esa fragancia que no se puede olvidar, es precisamente lo que me atormenta, delirio, anhelo, soy tu amante, soy tu locura y perdición, soy tu hombre.
Llegas
y te apropias de un corazón deshabitado,
con la fuerza de un volcán pero con un amor sobrio, pausado, sin darme tiempo de nada. ¿Pero; por
qué ponerle un pero si es algo que para ti desde el principio de los tiempos, ya había sido destinado? Llegas y tomas posesión de cada uno de los
latidos de este corazón, que ya se dio por vencido, dejándose en tus manos se da
cuenta, que si no es contigo el amor no tendría el mismo sentido. Solo llegas
tú convirtiéndote en mi vicio preferido.
Ese vicio que solo bajo las dosis de un amor desconocido embonas perfecto en
mis locuras y en la fuerza de todos mis
sentidos y por si fuera poco, ambos
patentamos una nueva forma de
amar, una forma, que solo tiene el color
del infinito. Llegas con la certeza de que
no existe competencia, de que nadie puede amarme de la forma en que solo
tú lo haces, porque de tu mirada surgen esos misiles de lejano alcance, que se
internan en mí, hasta que mi orgullo y sobriedad empiezan a desplomarse, llegas
y tomas... Un amor especial adecuándolo
a tus formas, a tus sentires, a
tus deseos y necedades... A esa complicidad invisible que nos une. Unos le
llaman química, otros le llaman magia, unos se lo adjudican a una coincidencia
o un milagro... Yo solo sé, que llegaste
tú y amarte es el vicio preferido con el
cual yo fui por ti, diagnosticado.
Dos
miradas que se cruzan, dos cuerpos que
lentamente se unen y sin darse cuenta comienzan a bailar, ese baile tan
especial, ese baile caliente, donde los corazones son los que marcan el ritmo de esos dos cuerpos ardientes, de esas pieles
rozándose, buscando calor, mientras los labios deseosos y sedientos se acarician una y otra vez, encendiendo las
ansias y al compás de la música, las caderas comienzan a moverse, la
sensualidad brota y al ritmo de la bachata, las manos acarician los
deseados caminos de los cuerpos y estos
se van excitando, encendiéndose y el
fuego va creciendo, apoderándose de los mismos,
sometiéndolos e incitándolos, y sin dejar de bailar junto al ritmo de la
música, comienzan a amarse, nota a nota, ritmo a ritmo, beso a beso, pero
siempre sin dejar de bailar. Déjame acariciar tu alma con
mis miradas. Déjame besar esa boca de miel embriagarme con su almíbar.
mis miradas. Déjame besar esa boca de miel embriagarme con su almíbar.
Déjame
dormir en tu pecho junto a su corazón que yo sienta cada uno de sus latidos
dentro de mi ser despertando mi sueño.
Déjame ser quien te ame en todo momento, te llene de felicidad, arrope tu
piel con mis labios carnosos, sientas
un huracán de emociones que vibre en tu cuerpo de pasión. Déjame
descansar mi alma en tus brazos, apaga esta tormenta de pasión con lluvias de
caricias y besos por toda mi piel dejando impregnado tu olor en mí.
Déjame
rozar mi piel con su bello sentir esa pasión tuya que devore mi ser. Déjame
entrar a la mansión de tus caderas, cabalgar en su dureza hasta hacerme perder la
razón de la misma emoción. Soy tuyo, tú eres mío, nos hemos convertido en un solo ser, te amo,
me amas. La noche será invisible para ti y para mí, será nuestro eterno espacio
para amarnos siempre.
Podría
escribirte miles de versos, versos que
nacen de mi alma, pero en esta noche especial, en esta noche de pasión
desenfrenada, lo realizaré con mis labios
y lo haré sobre tu desnudez, no
preguntes cómo, solo siente cómo estas
delicadas y apasionadas palabras se van
grabando poco a poco, hasta rimar verdaderas sensaciones, y mientras el roce de
los labios, con tu ardiente piel, en un apasionado frenesí, van descubriendo
todos los rincones de tu laberíntico
cuerpo, y lentamente, letra a letra,
verso a verso, el fuego parece avivarse, comenzando a incinerar tu piel y sin
darnos cuenta, somos protagonistas de las letras y entre suspiro y gemido, mis
besos te hacen el amor.
__Y tú estás ahí, siento tu respiración que se
agita desnudando tu alma, acaricio tu piel cuando me rozan las brisas del
viento, tu olor a ese aroma inigualable que se introduce cuando suspiro en mi
interior, anidando en mis ansias mudas de amar, y tú sigues ahí,
en espera, al acecho de mis palabras que erupciones en ti ese estado único que impulsan tus deseos de perderte en el silencio tentador de mi soledad, y tu continuarás ahí, en espera de mis sueños tan reales que despiertan tus dudas, imaginándome en cada amanecer de tu desperta, y tú sigues ahí.
en espera, al acecho de mis palabras que erupciones en ti ese estado único que impulsan tus deseos de perderte en el silencio tentador de mi soledad, y tu continuarás ahí, en espera de mis sueños tan reales que despiertan tus dudas, imaginándome en cada amanecer de tu desperta, y tú sigues ahí.
__Tiene
el pecado en el cuerpo, un puñal en la mirada, la tentación en la boca, la
prohibida manzana en la lengua, una serpiente en el cascabel de sus labios y un
jardín sin disculpas entre sus piernas, con céspedes y fuentes sagradas. Tiene
el deseo en sus formas, una clonada provocación en el peligro de sus curvas, un
crimen inevitable en los montículos de su pecho una cadena perpetua en la
cárcel de su ombligo y trabajos forzosos en la sensibilidad de su cuello. Tiene
carreras y enredos en sus piernas, un
liguero erecto que me ata, unas caderas
que me agarra, una cintura que me sujeta y un universo de lunares sobre su espalda. Tiene un hervidero de besos sobre sus hombros cansados, mordiscos de intenciones en cada lóbulo
de sus orejas, infiernos en la tentación de sus ojos, caricias a largo plazo en cada mejilla de la erótica de sus besos. Tiene un pecado en el cuerpo, una manzana en el corazón, un sentimiento en el órgano de su piel y un amor inmenso en el paraíso de su alma, de sus pensamientos.
que me agarra, una cintura que me sujeta y un universo de lunares sobre su espalda. Tiene un hervidero de besos sobre sus hombros cansados, mordiscos de intenciones en cada lóbulo
de sus orejas, infiernos en la tentación de sus ojos, caricias a largo plazo en cada mejilla de la erótica de sus besos. Tiene un pecado en el cuerpo, una manzana en el corazón, un sentimiento en el órgano de su piel y un amor inmenso en el paraíso de su alma, de sus pensamientos.
__Con
la benevolencia de su permiso, comenzando esta nueva saga de quererlo,
deseo acompañarlo todos los restos, de los restos de mi ser, bien hilando su brazo al ojal del mío, o meramente cogidos de las manos entrelazando los dedos, o apoyando mis cansados pasos sobre sus hombros, y usted sobre los míos cuando las emociones lo agoten, o simplemente me sujete a su cintura, al compás de sus caderas.
Pero inconformista por naturaleza querré ser su sombra, el paso siguiente, difuminarme con ese perfume, que solo hace el sudor de su sexo y su piel. Ser parte de su umbría que lo hace distinto al resto, desearía acompañarlo en ese amasijo del tiempo, de ese frío acero de la eternidad, quedando usted y yo en eso que llamamos, infinito. la distancia, sería de sus labios
a mi boca, o de una caricia a los infiernos de mi piel causando suspiros cuando lo beso, recordándole cuánto lo quiero, y la emoción, recorriendo su garganta, le golpea
con fuerza, haciéndolo más sensible y más humano, y ese sentir, emocionado late sensible, el riego de su sangre, rompe los diques de los embalses de sus lacrimales que empapan sus miradas, forzando esas cristalinas gotas haciendo de usted un manojo de emociones, una brizna de hierba recién mojada por el rocío de sus ojos, un día fresco en los amaneceres
de sus ópticas, de estrellas brillantes, en sus húmedas pupilas, dos muertes, en sus retinas dos muertes, en sus retinas lagrimando sus sentimientos, dos serpientes sin manzanas porque usted es mi viva tentación en el iris de sus ojos. Me pierdo, señor en sus ópticas, reencontrándome en los universos de sus pupilas, y así, abrazado a usted dentro de sus ojos, me siento confortablemente en la paz de mi casa.
deseo acompañarlo todos los restos, de los restos de mi ser, bien hilando su brazo al ojal del mío, o meramente cogidos de las manos entrelazando los dedos, o apoyando mis cansados pasos sobre sus hombros, y usted sobre los míos cuando las emociones lo agoten, o simplemente me sujete a su cintura, al compás de sus caderas.
Pero inconformista por naturaleza querré ser su sombra, el paso siguiente, difuminarme con ese perfume, que solo hace el sudor de su sexo y su piel. Ser parte de su umbría que lo hace distinto al resto, desearía acompañarlo en ese amasijo del tiempo, de ese frío acero de la eternidad, quedando usted y yo en eso que llamamos, infinito. la distancia, sería de sus labios
a mi boca, o de una caricia a los infiernos de mi piel causando suspiros cuando lo beso, recordándole cuánto lo quiero, y la emoción, recorriendo su garganta, le golpea
con fuerza, haciéndolo más sensible y más humano, y ese sentir, emocionado late sensible, el riego de su sangre, rompe los diques de los embalses de sus lacrimales que empapan sus miradas, forzando esas cristalinas gotas haciendo de usted un manojo de emociones, una brizna de hierba recién mojada por el rocío de sus ojos, un día fresco en los amaneceres
de sus ópticas, de estrellas brillantes, en sus húmedas pupilas, dos muertes, en sus retinas dos muertes, en sus retinas lagrimando sus sentimientos, dos serpientes sin manzanas porque usted es mi viva tentación en el iris de sus ojos. Me pierdo, señor en sus ópticas, reencontrándome en los universos de sus pupilas, y así, abrazado a usted dentro de sus ojos, me siento confortablemente en la paz de mi casa.
Si
para una hormiga una gota de lluvia, es una inundación, sus lágrimas me ahogan en
el océano de su ombligo. Te amo cielito, duerme precioso, podemos tener
noticias en cualquier momento, te amo.
“Deambulas
por tu sierra exhibiendo las beldades, arrastrando vanidades en tu corazón de
piedra. La experiencia de la vida te ha obligado al camino e incautado tu
destino, no esperabas tal salida. Al enjugar en el río lágrimas a derrochar, desde
el invierno al estío tu alma te obligó llorar. Y pasas, vas de soslayo sin
abonar la moneda, se nota que no es desmayo donde tu inacción proceda. El vértigo
da a tus mieles menudos a degustar, ácido en vientre de madre, estéril laya de altar.
Todos caen como moscas alrededor de excremento, ¿puerilidad?, ¡esperpento!, es
la feria de las bostas. Hazme mi lugar, me alejo fuera de tu triste alcance.
Que gire el mundo, que avance. Adiós miseria. Te dejo. Las perversiones de mi
mente se vuelven más perversas cuando estoy dentro de ti es un torrente
imparable de deseos explorando nuestras pieles con gemidos y gritos de placer
de dos seres que se fusionan en un gran abrazo de amor que nunca terminará. Nancy, Camila, ¿qué les
sucedió para ser esto?”
Martínez.
Tras
la llamada de Orestes, Camila permaneció largo rato tendida en su cama en su
habitación pensando en su padre, en sus muchas virtudes, y sin embargo, dos
horas después aún no había logrado conciliar el sueño, por culpa de Alberto, de
su elección, amaba a la fiscal, de nuevo no a ella, y cada encuentro con él
ahora la trastornaba, de nuevo, como años atrás, como Pedro al fin, Beto
tampoco la elegía.
Decidió
levantarse, y con una sonrisa en los labios, descalza y en silencio, subió al
piso superior. Quería darle un beso a sus hijos, lo único real que la vida le
había regalado, mientras dormían serenos, ajenos a desamores y peligros,
acariciarles el cabello, y perder sus temores y soledad contemplándolos a
ellos. Vio que a alguien se le había caído una toalla en la escalera, alguna
criada, pensó. Debía ser el ruido que
había oído mientras hablaba por teléfono. Recogió la toalla y fue al piso en
dirección a la puerta de las habitaciones de los niños, un pequeño estar que
usaban como sala de juegos estaba en común y a él se abrían las puertas de los
dormitorios, y del cuarto donde se alojaba eventualmente la nana.
Los
gemelos dormían juntos en una suite, Damián en otra, una permanecía vacía y
sería para la nena que nunca llegó, la otra de la nana que esa noche tenía
libre, pero a menudo dormía allí.
Mientras
cruzaba la salita, oyó un leve ruido y pensó que debía de ser alguna empleada
desde la habitación que normalmente estaba vacía y que reemplazaba a la nana
que estaría durmiendo en su cama a aquella hora, aunque oficialmente fuera su
día libre.
Luego
de tantos meses los sensores de sonido y alarmas interiores se habían
desconectado para no perturbar más los ánimos de la casa, la vigilancia y todas
las medidas seguían de puertas afuera.
Mientras
se acercaba a la puerta de la habitación de los gemelos tropezó con un
inesperado obstáculo, y cayó de bruces al suelo, reprimiendo el grito para no
despertar a los chicos. El objeto parecía blando y grande, y en el momento de
caer, descalza y en camisón, algo le rozó la pierna. Ella emitió un jadeo de
terror, tratando de apartarse para que no volviera a rozarla. Pero la salita
estaba a oscuras y no se podía ver nada. De pronto oyó a su lado una especie de
ruido animal. Tanteando a ciegas las paredes, encontró una mesita y encendió
una lámpara, preguntándose qué haría en caso de que se encontrara cara a cara
con un atacante. Sin embargo, no pensaba huir, y dejar abandonados a sus hijos
ni un minuto como para buscar a los guardias. Lo que vio al encender la luz, no
fue en absoluto lo que esperaba.
La
chica ayudante de cocina, estaba enroscada como una pelota, atada de pies y
manos con una cuerda y con una toalla en la boca sujeta con otra cuerda a modo
de mordaza. Tenía el rostro congestionado y las lágrimas le bajaban por
las mejillas, pero solo pudo emitir un gemido entrecortado cuando Camila la
descubrió.
__!Dios
mío! ¿Qué ha pasado?
El
sobresalto de ver aquella chica atada y amordazada en el suelo le hizo olvidar
todas las precauciones que previamente había tomado para no despertar a los
chicos.
¿Habría
sido un robo? ¿Un intruso? ¿Cómo no habían sonado las alarmas ni fueron detenidos fuera por los guardias? ¿Qué
había ocurrido?¿Y qué estaba haciendo allí aquella chica de la cocina?
Camila
le quitó la mordaza de la boca y trató de librarla de las ataduras mientras le
hacía atropelladas preguntas. Pero los nudos estaban muy apretados, y las
cuerdas eran muy recias. Mientras la chica emitía incoherentes gritos
histéricos, se preguntó por un instante si no hubiera sido mejor cortarlas. Al
final, Camila consiguió deshacer los nudos.
__¿Qué
ha pasado? _ le preguntó a la chica, sacudiéndola desesperadamente por los
hombros__. ¿Dónde está la reemplazante de Daniela?
¿Y
dónde se ha metido la nana? Pero la chica estaba todavía demasiado nerviosa
para poder explicárselo, y solo podía
sollozar y agitar los brazos como una loca. Presa de un frío terror, Camila le
pasó por encima y abrió de par en par la puerta del dormitorio de los gemelos.
Su
peor pesadilla otra vez se había hecho realidad. Los niños habían desaparecido,
la supuesta trampa del concierto había sido usada para dejarla casi sola en la
casa y quitarle a sus hijos, y si …
Se
arrastró con el rostro bañado en llanto hasta la siguiente puerta, la cama de
Damián estaba vacía.
No
había ni un rastro de sus hijos, ni notas en la cama, ninguna petición de
rescate, ninguna amenaza. Habían desaparecido, sin más, pero las camas aún
conservaban el calor de los cuerpos cuando ella las tocó. Todo su cuerpo se
estremeció. Apenas dos horas atrás aprovechando la intimidad de la casa
tranquila, había bañado y acostado a los chicos, se habían dormido mientras
ella les contaba cuentos y los acariciaba y ahora…
El
concierto que pretendía ser la trampa mortal para Nancy, no fue más que el arma
que ella usó para que la casa quedara casi sola y sin custodia y… secuestrar a
sus hijos. Lo supo mientras sonaba el celular de su padre, que respondió al
segundo timbre, y quedó paralizado, mirando a Alberto que sin palabras
presintió algo peor que un disparo o la muerte de ese hombre.
__
Nos ganó, esa mujer ganó, mientras estábamos todos tras el tío… secuestró a los
niños, y sé que con ello… lo atraerá a … ÉL.
Continuará.
Hechos
y personajes son ficticios.
Cualquier
parecido con la realidad es coincidencia.
Lenguaje
adulto. Escenas explícitas.
Ana Maria Hermoso!!! Felicitaciones
ResponderEliminarEmilce Buenísimo.
ResponderEliminarLoba Muy hermoso
ResponderEliminarAdriana Maravilloso.
ResponderEliminarPatrice Sublime!! Enhorabuena
ResponderEliminarKiki Bravo
ResponderEliminarDelia Me encanta
ResponderEliminarMarlene Belíssimo
ResponderEliminarSusana Bellooo..
ResponderEliminarMaria Del Carmen Hermoso !!!
ResponderEliminarMitzi ¡Muy hermoso!
ResponderEliminarEstrella Muy bella
ResponderEliminarIsabelMuy hermoso
ResponderEliminarMyriam Bella
ResponderEliminarMaria Dolores Gracias amiga Eve Mónica Marzetti. ❤
ResponderEliminarPatrice Palmer Sublime!!
ResponderEliminarSelva Adriana Maravilloso.
ResponderEliminarRaul Fernandez HERMOSO! !!
ResponderEliminarMarlene Belíssimo
ResponderEliminarMarta Susana Bellooo...
ResponderEliminarAna Maria Hermoso!!! Felicitaciones
ResponderEliminarBlanca Bellísimo
ResponderEliminarFlor Bellísimo
ResponderEliminarAurora Bellisimo
ResponderEliminarBorunda Super super
ResponderEliminarTerrible Eve, no sé cómo se pudieron descuidar tanto...Qué golpe tremendo para Pedro y Guillermo...Ya sé que Nancy no va a lograr su objetivo pero estoy impaciente esperando el momento en que ella sea atrapada...
ResponderEliminar