jueves, 25 de abril de 2019

“EL PODER DEL AMOR”. CAPÍTULO DOCE.


“EL PODER DEL AMOR”.
CAPÍTULO DOCE.


“El silencio es el ruido más fuerte,
quizás el más fuerte de los ruidos”. Miles Davis.
 “La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado.
Y saber que nunca lo podrás tener”. Gabriel García Márquez.

Al caer en cuenta de que las mujeres que durante años los habían regañado a Laura y a él, aun a Agustín, juzgado y condenado sin misericordia no se hallaban libres de faltas,  ni la magnánima doña Ignacia, ni la inflexible Dolores Montes, Pedro experimentó rencor. Se sintió engañado también, estafado incluso.
¿Qué más le contaría Blanca Montes?
 ¿A qué otras verdades lo  enfrentarían  y cómo se las diría a sus hermanos?
__
Antonio le mostró a Laura una entrada trasera de la pulpería para esquivar a Racedo, según explicó con un guiño de ojo, mientras le abría la poterna medio destartalada que daba al patio interno, destinado a lavado y secado de ropa. Las habitaciones de Laura y Pedro daban a ese patio y, como acostumbraban a dejar las puertaventanas abiertas para ventilar las habitaciones, no les resultaba difícil colarse por allí y acceder a la recámara con la extraordinaria ventaja de evitar la pulpería, a los parroquianos bebidos y, en especial al coronel Racedo.

__Blasco, por favor, dile a Lorena que venga porque la necesito y también Pedro __pidió Laura.

Lorena se encontraba sirviendo la cena a Racedo.
__ ¡Blasco! _ vociferó el militar__. La señorita Escalante, ¿por dónde anda?

__No sé mi coronel__mintió el muchacho__. Quizá siga en lo del doctor Javier atendiendo al padrecito.

__Seguramente _ concedió Racedo.

__La señorita y el hermano están en la recámara __musitó Blasco a Lorena al oído__. Ella pide que vayas.

__ ¿Qué se ha creído esa? __despotricó la mulata__. ¿Que yo soy su esclava pa” llamarme cuando quiere? Yo estoy trabajando aquí, carajo.

Blasco no prestó atención a las protestas de la muchacha __bien sabía él lo que las motivaba__ y la siguió hacia el interior. Antes de llamar a la puerta de Laura, Lorena se dio vuelta y encaró a Blasco.

__ ¿Dónde está Nahueltruz?
__Se volvió a Tierra Adentro esta mañana.
__ ¿Y la niña mimada del doctorcito Olazábal, qué hizo hoy en todo el día? _dijo en referencia a Laura__. ¿Se arregló las uñas y el pelo?

_ ¿Pa” qué quieres saber?
__Sabes mejor que naides que el doctorcito me pagó muy bien pa” que la tuviera vigilada de cerca, y al hermano también, y por si no te acordabas, mocoso de porquería, las monedas que te  doy todos los días son pa” eso,  no pa” que compres dulces.
__Nada hizo. ¿Qué quieres que haga, la pobre? Se la pasa al lado del padrecito, cuidándolo. Y don Pedro lo mismo, o leyendo en el huerto.
__ ¡Sí, cómo no! _ despotricó Lorena, y llamó a la puerta__. Dice Blasco que usted me necesita señorita_ masculló a modo de saludo. Con el mismo tono sombrío de los últimos días.

__Sí _respondió Laura con soberbia__. Por favor –indicó, al tiempo que colocaba un lío de ropa sucia de ella y de Pedro en los brazos de Lorena__. Tráeme la cena y prepárame el baño, y luego a Pedro. Ah, Lorena, la próxima vez que desees usar mi loción de rosas preferiría que me la pidieses y no que la tomases sin permiso.

Blasco que aún  aguardaba en el corredor, lanzó una carcajada. Lorena se retiró con el semblante de un perro apaleado. Dio algunos pasos y arrojó el atado de ropa al suelo.
__! Engreídos del demonio!  _gruñó.

Luego de la cena y el baño, Laura dedicó minutos a pensar en los problemas al regresar a Buenos Aires pero el sueño la dominó, en tanto Pedro se recostó con el guardapelo de Blanca y el diario pensando en que no pegaría un ojo, pero con la intención de liberar las sensaciones y sentimientos que le ocupaban la mente y que tomaban posesión de todas las partes de su cuerpo. Deseaba a Nahueltruz Guor y ya no podría engañarse, no había Camila ni mujer u otro hombre que le despertara nada, solo él como jamás había deseado a nadie. Le atraía su condición de indio, le intrigaba, le fascinaba en su masculinidad, le excitaba y al tiempo era enigmático y bello. Guor parecía orgulloso de su casta y de su tierra que hasta celos le causaban y no le cabían dudas de que elegiría a los suyos antes que a un cristiano. Ese orgullo de ranquel lo marginaba de su vida. Él jamás había sentido igual por su gente, al contrario, hacia algunos albergaba resentimientos y desprecio.
Se preguntó qué significaría él para Guor, tal vez lo despreciaba por su condición de huinca, quizá solo quería jugar, aprovecharse. Sus besos y caricias, sin embargo, le habían parecido sinceros. Y si nombre susurrado con dulzura no podía ser fingido. Nahueltruz no simulaba, no le hacía daño, no a él ni a los suyos amén de su extraña relación con Agustín que era un lazo, y él y Laura eran sus hermanos. Pero intuía algo más, un lazo entre almas que ni tan solo la muerte podría romper, al menos rogaba que no se rompiera esa atadura porque era profunda, intensa, a veces asustaba, era como un instinto animal, como rondarse y atraerse por fuerzas magnéticas que nunca pensó en sentir, él emanaba una fuerza y energía que llegaba lejos, un aura que lo envolvía e impelía hacia su piel, y por instinto más que por certeza, confiaba en el ranquel, ese hombre tan alejado de todo cuanto le resultaba familiar y seguro. Confiaba simplemente porque su corazón así se lo dictaba y esperaba que no se lo arrancara y lo echara al suelo, que no se lo amputara en el intento de amarlo a como diera lugar.
Un relámpago iluminó la habitación y, antes de que el trueno resonara ferozmente, pensó: “Nahueltruz Guor tenía razón… llovería”. Las primeras gotas repiquetearon contra las puertaventanas entornadas. “Debería cerrarlas”, caviló, medio dormido. El cansancio de un día agotador borró el rostro de las excitaciones, los cuestionamientos, y los deseos. La lluvia arreciaba en el patio y Pedro se dormía profundamente.

__
Nahueltruz regresó al convento de San Francisco usando, como de costumbre, calles y atajos menos conocidos. Su picazo avanzaba a paso quedo y tranquilo acorde con su ánimo. Hacía tiempo que no experimentaba esa paz. Quizás era la primera vez que la sentía y llevaba la sonrisa con hoyuelos de Pedro Beggio como causa.
Todo el camino hasta el convento y después también, Guor repasó cada momento de intimidad compartida con Pedro. Junto a él, se sentía vivo, cuando lo excitaba al rozarle la piel del pecho, cuando lo volvía loco de celos, cuando se le aferraba al cuello y le calmaba la desesperación con largueza en el beso de esos labios nacidos para ser besados. En sus cuarenta y tantos años había conocido a Ana y a muchas mujeres y hombres, incluso creía haber amado a una, sin embargo nada era comparable, lo que Pedro Beggio le provocaba no se comparaba con nada de lo vivido hasta el momento. Reacciones inopinadas lo tomaban por asalto cuando lo tenía enfrente, le nublaban el raciocinio, le acallaban las voces sensatas que lo instaban a alejarse, porque Pedro Beggio era un hombre blanco, le pertenecía a los huincas. Ni de niño había actuado con tanto desatino e imprudencia. Sin embargo sabía que así tuviese que apelar a su parte  huinca, a Guillermo Graziani, a precio de dejar a su pueblo y a Mariano, lo seguiría a Buenos Aires o al mismo infierno, pero no se lo llevaría esa mujer huinca ni ese doctor Matías que parecía darle lo mismo él que la hermana.

Apareció el padre Donatti en el granero con un plato de guiso y una hogaza de pan blanco. El cacique colocó una carona sobre un fardo de alfalfa y lo invitó a tomar asiento.

_Ya te dije que esta es tu casa, que aquí puedes quedarte cuanto quieras _empezó el cura para seguir__. Pero no quiero una desgracia. Nahueltruz, ya te lo dije ayer. Racedo deambula como perro que olfatea la presa. ¿No habías decidido marcharte por la mañana?

Odiaba mentirle a Marcos, de los huincas, el que más respetaba y admiraba, pero no podía confesarle que había deseado partir, que ya quería estar en medio del desierto rumbo a Leuvucó, cerca de su pueblo, de su tierra y que, no obstante esa pretensión, un poder irresistible lo había encadenado a Río Cuarto, como si de una voluntad ajena se tratase.
__Me quedé por el padre Agustín –se limitó a mascullar.

__Entiendo __ aseguró Donatti_. Aunque no deberías preocuparte por él, ya vez que la mejoría se palpa. Ha ocurrido un milagro por el que todos hemos orado con devoción. El doctor Javier no quiere apresurarse en dictaminar que está fuera de peligro, porque el carbunco es traicionero, pero sé que  es tan optimista como yo.

Nahueltruz comía su guiso lentamente, sin visos de incomodidad por el silencio que había caído sobre ellos. El padre también parecía a gusto, había dejado el  fardo de alfalfa para asomarse a contemplar los primeros refucilos que clareaban el cielo. Regresó junto a Nahueltruz y lo contempló con detenimiento. Le gustaba aquel muchacho, en él se amalgamaban la sagacidad y el arrojo del padre, y la sensatez e inteligencia de la madre. Nanhueltruz era un hombre valioso, y pocos conocía con cualidades y virtudes tan ricas, quizá la guerra entre ranqueles y cristianos terminaría el día en que él se hiciera cargo de la conducción de las tribus, su poder de negociación y el respeto que inspiraba eran la mayor esperanza de Donatti.

__ ¿Por qué te busca con tanto ahínco el coronel Racedo? __se interesó Donatti.

__Viejas deudas no saldadas _respondió Guor por lo bajo, y siguió comiendo.

__ ¿Te refieres al ataque al Fuerte Arévalo? __Nahueltruz se limitó a asentir__. ¿Cuántos años hace de eso?

__Cinco.
__ ¿Allí conociste a Racedo? __Nahueltruz volvió a asentir__. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué atacaron el fuerte?

__Para liberar a unas mujeres que el coronel Francisco Sosa (Pancho el Ñato lo llamaban) había cautivado‑‑. Nahueltruz apartó el plato y se acomodó en el fardo__. Entre esas mujeres estaba la hermana de mi esposa, Quintuí. Ella me imploró de rodillas que las rescatara, me dijo que ya había perdido a un hijo, que no podía perder también a su hermana más querida, junto a  Pichuín y a la parte más brava de los lanceros organizamos un ataque. Las mujeres estaban en muy malas condiciones, los soldados habían cometido con ellas toda clase de vejámenes, se las habían pasado de mano en mano. Las tenían medio desnudas y muertas de hambre, mi cuñada no había superado el martirio y se había quitado la vida cortándose las venas. Liberamos a las que quedaban, y fue una masacre de huincas y ranqueles esa madrugada del ataque. Sorprendimos a los soldados en los catres mientras jugaban con  nuestras chinas, y a la guardia dormida en el mangrullo. El segundo del coronel Sosa era Racedo, mayor en aquel entonces. Cuando lo sorprendí en su habitación con Ayical, la sobrina de Pichuín, le salté encima y lo herí con mi puñal, aquí _ dijo, y se señaló la mejilla izquierda__. Él también sacó el facón, porque era lo único que tenía a mano. El más bien torpe con el cuchillo,  no consiguió herirme ni un rasguño. Pero el Ñato Sosa me atacó por detrás a traición y me abrió una herida en la espalda. Salvé el pellejo de milagro.

Nahueltruz volvió a encerrarse en su habitual hermetismo y parquedad, mientras el padre Donatti lo observaba con ojos desmadrados. Guor mantenía la vista fija en el suelo, por vergüenza.

__Así ha sido entre huincas y ranqueles, padre _ justificó Guor __. Nos ha regido “el ojo por ojo, diente por diente”. Ustedes han hecho la vista gorda a los mandatos de Cristo y nosotros no nos hemos detenido a pesar en lo costoso que pueden ser el orgullo y la insensatez.  Los huincas son más poderosos, y tarde o temprano, nos doblegarán. A menos que lleguemos a un acuerdo serio y bien planeado, no como las fantochadas que se han hecho hasta ahora. Ya vio usted como lo que pasó en el setenta, luego del acuerdo de paz entre Calfucurá y el coronel Francisco de Elías. Donatti aseguró que estaba al tanto__. A pesar del acuerdo, de Elías no dejó  que pasaran ni tres meses y atacó a traición a  Manuel Grande y a  Chipitruz y pasó por las armas a niños y mujeres, sin que se le moviera un pelo.

__ Semejante masacre solo podría engendrar otra más violenta __meditó el cura.

__Calfucurá __prosiguió Guor__. Para vengarse, arrasó con los pueblos de Alvear, 25 de Mayo y 9 de Julio. Se dice que nunca un malón cometió tantos desmanes y salvajadas como aquella vez. Por supuesto que de Elías no se iba a dejar tocar así nomás y tres días más tarde, salió como ciego buscando revancha.

__La batalla de San Carlos __recordó el franciscano__, el año pasado para esta época, ¿verdad?
__El  ocho de marzo del año pasado para ser precisos.
__Según se dijo __prosiguió Donatti__, no existe antecedente de un ataque tan sanguíneo entre las fuerzas militares y los pampas. Las noticias nos alcanzaron días después, cuando de Elías mismo se presentó en el Fuerte Sarmiento. Aseguró haber acabado con Calfucurá, pero luego supimos que seguía vivo.

__Para gran disgusto de mi padre, mi tío Epumer participó con quinientos lanceros en la retaguardia y él aseguró que Calfucurá no murió en la batalla de San Carlos como se dijo. De todos modos, su poderío no es el mismo. Nadie lo considera el toqui de antes. Dicen que se refugia cerca de Salinas Grandes y que su salud se quebrantó luego de la batalla.
__Si muere, ¿quién lo sucederá?
__Su hermano Namuncurá, supongo. __Luego de una pausa, Guor retomó__. Mi gente es ignorante, padre, esa es su mayor debilidad, y el huinca lo sabe y se aprovecha. En realidad, padre, ha habido felones y pillos en ambos bandos.

__ ¿Le has dicho a tu padre cuál es tu idea de un acuerdo serio y bien planeado?
__Mi padre es un gran cacique, el mejor que ha conocido el Imperio Ranquel, le enseñó a su gente a cultivar la tierra, a criar el ganado apropiadamente, unificó las tribus y las organizó militar y políticamente, nadie parlamenta como él y le tengo mucho cariño. Sin embargo, entre el cacique Mariano Rosas y yo existen grandes diferencias. Él ve en las mejoras que yo propongo la mano del huinca, según su decir.
Si dejásemos de vivir en los toldos y construyésemos casas con ladrillos cocidos, él lo consideraría una felonía a las tradiciones de sus ancestros. Si nuestros niños se educaran y aprendiesen a leer y escribir en castellano, él sentiría que se están cortando las raíces que nos atan a nuestra tierra y nuestras costumbres. No se puede rehuir el progreso que viene con el avance de la huinca, es una realidad implacable. Y yo creo que nos adaptamos o perecemos. Decir esto a Mariano es como darle un puñete en pleno rostro. Aunque intuyo que él también lo sabe. A pesar de todo, el cacique Mariano Rosas, ha decidido resistir.
__Yo sé que tu padre quiere la paz.
__Es cierto _ admitió Nahueltruz __, pero no está dispuesto a pagar cualquier precio por ella.

El padre Donatti había conocido a Mariano tres años atrás, cuando acompañó al coronel Lucio Victorio Mansilla en su excursión al País de los Ranqueles, en el Mamuel- Mapú, que en lengua araucana significa País del Monte o de los Árboles. Evocaba con placer aquellos días transcurridos entre los ranqueles, o gentes de los carrizales que los atendieron a cuerpo de rey. Se había llevado una buena impresión del cacique general,  sus modos, incluso ciertas facciones de su rostro, lo habían desconcertado. Se manejaba con educación y cortesía, y hablaba el castellano fluidamente, conocía al dedillo la historia del país y la situación política vigente, recibía periódicos de la Capital, que leía con extrema atención y de los que recordaba artículos de su interés que luego guardaba en una caja con otros papeles y recuerdos importantes, como una carta de Juan Manuel de Rosas, que recitaba de memoria, o un reloj de platino, regalo de su primera mujer. Mantenía el toldo, aunque de aspecto precario y poco acogedor, siempre limpio y prolijo, y sus mujeres y cautivas lo querían y respetaban.
Solo en contadas ocasiones Mariano Rosas perdía el genio pacífico, en general cuando se embriagaba con pulcú u otra bebida de alta graduación y de escasa calidad, pero eso lo hacía para acallar viejas penas no olvidadas. En otras ocasiones, Mariano solo entraba en razón cuando su primogénito y dilecto lo instaba a tranquilizarse. Nahueltruz Guor ejercía gran influencia sobre su padre, que lo adoraba por sobre el resto de su progenie. Si Mariano decía: ¿Dónde está mi hijo?, a nadie se le ocurría preguntar a cuál de ellos se refería, porque era sabido que era a Guor.
La amistad entre el cacique y el padre Donatti se había afianzado con el tiempo a través de una fluida comunicación epistolar, donde el cacique invitaba al padre a visitarlo, para perdonar a muchos pecadores, matrimoniar a varios amancebados y bautizar a inocentes. Donatti no había regresado a Tierra Adentro, sí lo había hecho en cambio el padre Agustín Escalante.

__ ¿Vas a volver a Tierra Adentro? __insistió el cura.

__No por ahora.
Donatti dejó el establo y cruzó el huerto y el patio del convento a la carrera. Había empezado a llover. Nahueltruz acomodó el cabezal en un rincón para protegerse de las ráfagas de viento que hacían temblar la estructura del establo. Se desvistió y se acostó. El lecho le pareció duro e incómodo esa noche, no encontraba posición, se rebullía como si tuviera hormigas en el cuerpo. Por fin, dejó el cabezal, se vistió, se calzó las botas de potro y el cuchillo en el refajo, y montó su caballo. Momentos después, cabalgaba por las calles desiertas del pueblo indiferente a la lluvia torrencial, al viento embravecido y a los relámpagos.
__

Pedro abrió los ojos y despertó serenamente de un sueño profundo y agradable, junto a su cama distinguió la figura de un hombre repentinamente iluminada por el resplandor del relámpago.  Era Nahueltruz Guor.

__Nahuel _ dijo con voz clara, mientras se incorporaba.

__Mi madre me llamaba Nahuel _comentó el indio, y se puso de rodillas junto a la cabecera__. No tengas miedo. Quería verte dormir, necesitaba saber que estabas bien.

__Estás empapado _se preocupó Pedro, y le pasó la mano por la frente y la mejilla.

Se incorporó y Nahueltruz se puso de pie y lo siguió con la mirada mientras el muchacho encendía  una vela y tomaba una pila de toallas del ropero.

_Eres la medicina  que cura mi alma  de heridas de antaño.  En un abrazo me das vida, con un beso me elevas al cielo,  dices te amo,  ¡cariño mío! Eres esa ecuación que día a día resuelvo a la perfección, el rompecabezas   de las piezas exactas. Contigo no tengo ningún desequilibrio, eres el mejor tuteo  entre una caricia y un beso. Eres la única debilidad cuando con la mirada  relajas cualquier enojo, eres la ilusión de mi felicidad. Mi consuelo en días  de tragedia, solo tú me haces meditar y razonar en mis dudas  y temores.
Solo te pido: "Si me meto en tus sueños,  abrázame sin soltarme. Tú el mejor sueño hecho realidad”.
__Ven _ ordenó, y Guor se movió hacia Pedro con la mansedumbre y sumisión de un cordero, hechizado por su belleza__. Siéntate.

Lo ayudó a quitarse el poncho pesado de agua y la camiseta y el chiripá, que estiró en los respaldos de las sillas para que se secaran. “Huele a él”, pensó Guor envuelto en el aroma, y cerró los ojos, se entregó a las manos esbeltas de Pedro, que le secaron el pecho, los brazos y el rostro, con suavidad extrema como era la caricia de su sensual voz, en silencio, había dejado de llover y solo se percibía la respiración acompasada de Pedro y el roce de la toalla sobre la piel de Guor. Pedro le soltó el pelo que llevaba atado en una coleta, se lo secó, y le pasó los dedos para desenredarlo. Él también le acarició el cabello rodeándolo con sus brazos poderosos.

__Cómo decirle a la luna  que esta noche se envuelve de frío, que quiero traer a mí tu piel de abrigo, hacer de esta noche que hiela los sentidos, entre tu pasión y la mía un infierno de nuestra cama… quisiera oculto entre la noche, sientas mi aliento recorrer tu cuerpo, el despertar de tus poros que  esperan así abiertos, cada estallido de mis besos.
Cómo decirle al destino que ante tu mirada quiero sentirme indefenso, transparente y desnudo, sin palabras leer en tus ojos, en tus labios ese sutil parpadeo, ese imperceptible movimiento que me indique que de mi boca estás deseando los besos… quisiera a cada despedida y regreso retener de tus labios tu aliento que me alimente en el día.
Cómo decirte que los años de experiencia, contigo en horas de pasión quiero reescribir, aprender esa manera de amarte que te lleve al cielo y haga de tu cuerpo mi infierno donde quemar horas de soledad, horas de necesidad y de esperar por ti… quisiera en aquella noche juntos adueñarnos de la eternidad, de lo infinito que es este amor.
Cómo decirte que ya quisiera robarte a la distancia, adueñarme de tus momentos, retener tu calor por siempre entre mis brazos, vivir ahogado en tus labios y beber por siempre de tu aliento… inundar tu cuerpo de mis besos, que las primeras y últimas palabras del día, a tus oídos sean, te amo mi vida. Y no sabía que tu cabello alborotado fuera tan suave _dijo Guor y le hundió los dedos en él.

La vela lanzaba destellos flamígeros sobre los mechones dorados, confiriéndole una tonalidad extraña, inverosímil. Pedro se volvió para mirarlo y le rozó la mejilla con la punta de los dedos resiguiendo sus rasgos cincelados. Guor se puso de pie y se quitó la toalla de la espalda. Aunque le dio miedo, Pedro dejó que lo despojara de la bata, y le acariciara los brazos desnudos. Lo miraba muy quieto y silencioso. Guor se apartó de él y cerró la puertaventana.

__Pedro…  _pronunció al regresar, y calló como impedido de seguir hablando.

La virginidad de Pedro no era suficiente para contenerle los arrebatos de pasión que le provocaba la cercanía de Guor, y un temblor de placer le recorrió el cuerpo al escucharlo pronunciar su nombre con voz torturaba. Amaba a ese hombre, lo sabía, lo amaba con el ímpetu que tanto había añorado amar. Amaba y era amado. Apoyó las manos sobre la cintura de Guor y le besó los hombros, y el cuello, y el contorno de la mandíbula, y el sendero lo condujo a los labios, los abrazó, los arropó entre los suyos, los degustó y saboreó y Guor le respondió, se besaron y fue un beso afiebrado y enardecido cuando abrieron la puerta de dientes para ingresar las lenguas y comenzar con ellas una danza mortalmente peligrosa. Guor le aferraba la cara con las manos y buscaba la profundidad de la boca, igual que un sediento bebe agua en un pozo del desierto, bebía el elixir que le supo a miel y a Pedro. Se separaron agitados, las expresiones alteradas.

_ En virtud a la verdad te seré franco amor mío, te sueño como mi eterno amante enamorado, te sueño por necesidad de verte y pensarte en mí, hoy mi poema será la confesión que traslade mi alma a la tuya, lo escribiré con toda la magia y energía posible para que cuando me recibas en la noche y entres en mi sueño enamorado te sientas morir de amor, solo así vida mía, sabrás cómo te amo.
Aquí en el altar de mis pensamientos donde viven mis sentimientos ahogados, aquí amor mío, donde te adoro, nace por ti todo lo que nos lleva a soñarlo,  que nos entretiene dejándonos al margen de lo divino y lo humano, aquí, emprendemos ese vuelo que nos hace soñar sin límites, que deja en las puertas del infierno esta soledad, compañera de ausencias y olvido, dejándonos libres para amarnos bajo los reflejos de esa luna enamorada.

Me he vestido de pasión y amor para ti esta noche vida mía, he marcado el camino y lo he llenado con los pétalos de las flores que cortabas cada día para mí, también te he dejado, palabras y suspiros ahogados, entremezclados con el deseo, se quieren salir de nuestro sueño, este sueño prohibido donde solo navego por las aguas de ese mar de pasión y ternura, donde cada momento de letargo solo en ti suspiro, solo en ti me encuentro y te siento abrazando todo mi cuerpo, y ese instante donde son tus ojos los que me buscan acariciando mis labios, con un suave roce de miedo y ternura, miedo a encadenarnos y perdernos con todo el cuerpo, en el abismo de la pasión y pecado donde vive nuestro sueño.
Así te sueño mi amor.
Hoy quisiera ser los ojos en los que te reflejas  cada mañana al amanecer, ser las sábanas de tu cama  para acariciar tu piel, ser el agua con la que te bañas,
para poder recorrer cada recoveco de tu cuerpo, ser el espejo donde te miras y así verte cada día, ser invisible, para estar permanentemente  a tu lado, ser la suave brisa que por  la mañana besa tu cuerpo, ser esa cosa espontánea, que al verla provoca tu sonrisa, ser esa puesta del sol  que hace que un tenue suspiro brote de tu pecho,  ser la luna y las estrellas para cuidar de tus sueños y aunque parezca egoísta de mi parte, hoy quisiera ser  el aire que respiras,  para que no pudieras vivir sin mí,  porque tú me haces falta y hasta me sobra la vida, si no te tengo conmigo…

__Si el amor vuelve a tocar a mi puerta y no es esplendoroso o  no brilla como un lucero, no lo quiero. Si no es capaz de ceñirse a mis huesos, hacer que confunda lo tuyo con lo mío, y si no puede detener el tiempo, como aquel, el de tu pecho, no lo quiero. Y si no logra hacer que yo te ame en pasado, presente y futuro, no lo quiero. Si no me vuelve al menos un instante, loco, soñador, un rey omnipotente, tu mejor canción… si eso no puede este amor, no lo quiero.
Si no logra en un beso transportarme al infinito. Si no logra transformarme en tu sonrisa, no lo quiero. Si no puede hacer que yo muera en los lunares de tu espalda, mientras que en tu piel, tu terso lienzo, escriba tu poema favorito. Y si no puede encender mi luz y democratizar mis sombras, no lo quiero. Si no tiene enredada una luna en el pelo. Si no me cruje ni me tiembla muy adentro, no lo quiero.
Si no lo siento chisporrotear y quemar como el fuego. Y si no tiene tus actitudes. Tus impulsos. Tus miedos y  en los senos un archipiélago no lo quiero. Si no veo a Dios cuando sobre mi cuerpo me derrama su cuerpo de cielo, entonces no lo quiero.

Si no es un amor igual al de este  hombre, el de esta fotografía, no lo quiero. Si no tiene tus huellas, tu calma, tu rebeldía, si no puede hacer que yo quepa en el pulgar de tu mano,  si no es golondrina, lluvia,  arco iris, tardes de verano, no lo quiero. Si no tiene tus ojos claros, tu mirada, tus labios, si no tiene este olor que dejaste en mi ropa  y si no me hace sentir un manso dolor y este dulce vacío y si no convierte entre tu boca y mi boca después de un minuto de despedida, un largo siglo de distancia y de espera, no lo quiero. Y si no me desespera con la desesperación de tu vientre, no lo quiero. Y si no es como una herida cocida en mi alma y  si no tiene tu sangre, tu nombre, y no porta tu apellido, no lo quiero.
__La llegada constante de tus temores, las indecisiones absurdas de tus pensamientos caminan sobre mis hombros, tus miedos de inseguridad que me abordan sin piedad...
Y yo solo aquí en mi refugio de sueños, donde mi alma agoniza y se consume en la oscura desolación, olvido quien soy, perturbado por tu ausencia, me convierto en polvo sin rumbo, perdiendo el sentido alejándome de tu corazón, prisionero estoy de mi propio destino. Emociones albergadas que tengo para darte, deseos profundos que intento demostrarte, placeres seductores inocentes en mi mente, pasiones enloquecidas que intentan recordarte.
 Y yo solo aquí, y yo  solo esperando que me ames, solo ámame es lo único que pido para encontrar nuevamente mi camino. Y yo, solo aquí ámame, solo ámame.
Mi corazón se funde y se desangra en lágrimas de lluvia que empapan mis húmedos rincones. Apenas aun respiro, se me corta el aliento en estertores y el pecho me revienta mientras el vientre hierve y desespera. El sabor de tu boca  gotea moribundo entre mis labios y aprisiono tu aroma cautivo entre los dedos y las uñas. La droga de tu sexo me ha montado a su grupa y me cabalga y me arrastra al galope desgarrando mi piel entre sus ramas, arrancando girones que cuelgan salpicando entre tus hojas. Daría yo mi alma por abrevar en tu fuerte de por vida,  por compartir tu lumbre por despertar enredado en tu maraña. Pero ahora he de exiliarme a surcar otros mares tenebrosos a proseguir la lucha y afrontar las mareas de tu ausencia,  el miedo y la nostalgia, mientras pierdo tu imagen temblorosa borrándose en la playa.
Me cubrí con la sábana de la noche profunda bebiendo del elixir que me dio tu pasión,  jugueteamos los labios bebiendo mil estrellas Iluminando los cuerpos rojizos de rubor. Nos bañamos al raso sin sentir ni una pena calcinando miradas que fugasen dolor,  elevamos plegarias en altares de piedra deshaciendo los nudos del deseo sin razón. Enlazamos al alba nuestras híbridas piernas luchando por volver a sentir el amor hasta hacer de este rito la bendita condena donde nuestros espasmos se volvieron canción.

 __Dame esos besos que solo tú tienes, dámelos con el amor que por mí sientes, Guor,  dámelos con ese dulzor que me embriaga,  dámelos y que sientan envidia sana al verme así, a ti entregado.
Viajo por tu boca bebiendo tu aroma como vino añejo bien conservado,  me alocas, me enciendes, me provoca, condúceme hasta donde tus deseos quieran. Ahora que solos estamos  navegando en este amor sé que encontraremos tesoros en el mapa de la pasión. Dame amor esos besos que solo tú tienes. Tómame, ámame, bésame,  de tu barco quiero ser timón,   tú, el capitán, quien sin prisa por mi cuerpo navega suave, tomándose su tiempo  con paciencia.  Hazme dulcemente el amor como tan solo tú sabes, corazón hazme gemir de lujuria,  hazme gritar de pasión y te daré la llave del cofre que tengo yo.
Quiero ahogarme en tus labios. Dicen que cuando  se sabe besar,  hasta el vaso en el que bebe se pone nervioso. Yo no sé si sé besar,  lo único que sé  es que con solo recordarte mis labios tiemblan y estremecen por unas ganas locas por besarte. Quiero ahogarte en mis labios,
susurrarte con palabras mudas  el deseo que  siento por ser parte de ti. No te imaginas,
cuántas veces mis labios  pronuncian tu nombre  con solo pensarte. No te imaginas,  cuántas veces mis labios  desean un beso tuyo  con solo escuchar tu voz.  No te imaginas  cuántas veces mis labios  desean besar tu piel  con solo soñarte.  No te imaginas  cuántas veces muerdo  mis labios con solo ver tu fotografía en mi mente. No te imaginas  cuántas veces mis labios  se han quedado con ganas  de ti, con solo añorarte.  No te imaginas  cuántas veces he deseado tus labios perderse en los míos cada noche en la espera de tu llamada. Para mí tenerlo todo,
era tenerte a ti,  no, no quiero despertar porque sé que nuevamente te irás,  y no regresarás hasta que vuelva a buscarte  otra vez en mis sueños.
__Pecado fue encontrarte o encontrarme, Pedro,  hacernos uno en lo prohibido y amarnos hasta el delirio. Pecado fue tu cuerpo junto al mío, hacerte mi pan de cada día y alimento que se hizo adictivo. Pecado fue tu risa que adoraba cuando tus manos se cobijaban en los rincones de mi piel que te encantaba. Pecado fue el deseo constante de tenernos noche y día, sin importar el desvelo,  escondidos como niños nos tuvimos cada vez que quisimos en sueños o miradas.  Pecado es aun pensarte y desearte como el primer día  pues sufriendo la condena de esta historia prohibida no me resisto a borrarte aún de mi vida.
Entre algún rincón de mi alma reposan muertos o escondidos los recuerdos vivos e inciertos, de dulces ilusiones al asedio  de mis quimeras anheladas y perseguidas por ti, sin remedio de esos grandes amores perdidos, en los senderos del olvido. Memoria que vuela, gaviota que indaga en cielos perdidos que fueron amor, aromas y primaveras, un tiempo pasado añorando las pasiones del amor y de mi vida, ya olvidados martirio vivo, y el deseo irreverente de tus locos desatinos. Naufraga mi loco amor en la luz de las pupilas de tus ojos entre un vano intento atormentado, de morar en tu morada mitigando mi sed y deseo, en tu profunda y dulce mirada vivir el dolor de mis heridas, jirones y sangre mis despojos.
El sonido tibio y dulce de tu voz que martiriza mis sentidos, una nube perfumada que besa el rosal de tu boca y se aleja dejando el tibio recuerdo de tu aliento, y me incita y quiere beber tus savias sin saciarme, aun muriendo incomprendido. Amarte y amar en un silencio loco y fragoroso, sin palabras es mi inicio y mi fin, en ello nos volvemos eternos,  ignoro tu desdén, taciturno callado, en susurros y sin ruido  mi amor que espera que tu boca y tu aliento estén dormidos para dejar en tu ventana estrofas de mis versos perfumadas. Y desespero, que la luz de la esperanza crezca como hiedra  sintiendo en mi alma la dulce pasión de tu amor, es mi destino  sin arrebatos  sentir una dulce caricia a mi corazón herido y déjame que dulcemente con pasión y con amor, te quiera.
Amarte en cruel silencio  es la condena de quererte y verte,  ya se va mi vida en la dulce esperanza, y el eterno lamento de morar en tu piel de pétalos, beber tu aliento y sentirte tan cerca, suerte yerma mía y no poder tenerte.  Solo mírame y sonríe, y lo dejo todo por ti. Y deja que mis otoños florezcan en tus primaveras.
__Encuéntrame bajo estas sábanas. En esta noche de placeres donde mi cuerpo está esperando por ti. Encuéntrame en esta habitación, quiero sentir tu piel, estrellarme en tu pecho, hasta quedarme sin aliento, arráncame mis miedos por amarte por sentir tu desnudez.

Encuéntrame, mi alma ansía despojarme de mis ropas, quiero que tú lo hagas tan lentamente que descubras mi esencia, sin avisarme tómame sin saber que podré defenderme ante ti, que entre abrazos seamos esos amantes que desean solo pertenecerse, esta noche entre mi insomnio y mi sueño quiero sentir esa piel, devóramela, sentiré tus labios suaves bajando lentamente centímetro a centímetro todo mi cuerpo. Encuéntrame, quiero que me estremezcas y sentir tu ardiente cuerpo sobre mí, que mis pupilas se pierdan en este inmenso paraíso de amor. Encuéntrame, hazme sentir que anhelas cada parte de mí, y que añoras hacer el amor, deseo de calmar tu fuego siquiera por hoy como volcán en erupción, cada paso que das es excitante. Erízame la piel,  llévame a perder la razón, tú eres mi locura de amor, tus ojos reflejan toda la locura y la pasión que sientes por mí. Encuéntrame por favor aquí en la cama haremos mil fantasías, porque yo te haré sentir lo que nadie ha podido desear estando a tu lado, mi paraíso eres tú.

Nahueltruz se deshizo de sus calzoncillos húmedos, para Pedro, esa sería la primera vez que se desnudaba frente a otra persona que no fuera María Pancha, y quedó fascinado escudriñando los músculos poderosos de los brazos de Guillermo, los hombros anchos, el pecho, las largas piernas torneadas por las cabalgatas, hasta que la vergüenza y el pudor lo acobardaron y se movió para recoger su bata que olvidada había caído al suelo. Pero Guor lo sujetó por el brazo y lo obligó a incorporarse.

__Déjame que te admire, eres tan hermoso _suplicó, y le retiró las manos __. Sentir tus besos en mis labios es despertar en mi corazón un cúmulo de sensaciones placenteras y deseos de amarte con delirio. Me abrazo  a tu cuerpo apoderándome de tus deseos y enciendo la chispa de tus emociones con mis caricias que se funden entre tus pensamientos.
Que sientas, mi corazón acelerado palpitando como queriendo salir a correr por entre los campos de tus venas que agitadas están por el  deseo de navegar entre mis olas. Quiero, devorarte con mi pasión y no me critiques mi forma de amar, que así quiero y amo yo con todo el corazón y entrego de mí lo mejor para que me ames  igual que yo con toda la pasión a flor de piel.
__Esta noche es una noche de niebla, entre las brumas veo tu rostro y te hablo en silencio; ven amado mío,  acércate más, entra en lo más profundo de mi ser, quiero sentirte, te has convertido en el eje de mi vida sin poder evitarlo, perdiéndome en la profundidad del amor, mi corazón palpita del amor que siento por ti, llenándome de ilusiones.
Mi alma no se cansa de amarte, te sueño, te imagino y te espero; no entiendo cómo lo has hecho, ni tengo la certeza de querer indagarlo. Solo tengo conciencia de lo que siento en este momento, del temblor de mis manos sudorosas cada vez que te pienso, me emociono y siento que estoy junto a ti, alucino que llegue ese momento.
En mi timidez no encontraba la forma perfecta de acercarme a ti, aunque sea en mis sueños ilusos a pesar de la distancia, que con solo imaginar tu presencia esta noche, has logrado acelerar hasta el último latido de mi corazón; cada día que abro mis ojos me alegra saber, que tengo a la persona que más amo en esta vida.
Dicen que el amor es como el vicio, entre más lo consumes más te aferras a él, mientras más dure más recuerdos deja, pero estoy consciente que el amor es el sentimiento más maravilloso que Dios nos ha podido dar, porque el amor surge, y siento esa necesidad de estar siempre a tu lado. Sería más bello permanecer siempre juntos.
Desvarío el día en que los dos seamos seniles, porque eres el amor de mi vida, te pienso a cada instante a pesar de la lejanía, con ansias te espero mi cielo; porque donde quiera que tú estés soy tu sombra, y tú eres como la lluvia que baña mi piel, empapando mis labios cada anochecer, eres como el rocío de cada amanecer, te amo.

-No hay nada más hermoso que cuando entre las cortinas de la noche te busco para soñarte amor, no hay nada más delicioso que imaginar tus manos perdiéndose al recorrer mi cuerpo, eres el amor que siempre soñé, el que siempre me habla estando dormido, siento cómo en mis sueños pones tus ojos en los míos para recorrer cielos de amor,  me vas besando con la ternura que tú solo sabes, yo no quiero despertar de este sueño vida mía, porque ya sé que soy tu  enamorado, que mis sueños ya no son sueños, ahora te encontré sin buscarte, ahora tengo al amor que  uno desea, me besas sin pedirte tus besos a cada momento, en cada sueño dejas que mi cuerpo tiemble, siento la libertad cuando viajo por tus ojos perdiéndome en tus adentros, buscando ese no sé qué, que mi alma necesita,  eres el amante perfecto.
Los misterios de este amor inundan mis noches, y cuando en su negra oscuridad la noche llora, llora también mi alma, y el cielo entristecido, palpita destellos de lunas muertas, ellas ya no cuentan secretos, ni hablan de ti y de mí, de aquella mirada que se hizo dueña, para siempre de nuestro sentir, de nuestro vivir, y de nuestro dolor, cuando la noche cae crecen los recuerdos en mi maleta llenándola de sueños, cuando llega la noche las puertas de mi alma se abren para ti, para dejar que las palabras de enamorado  escriban con sus dedos la dulzura de cada uno de sus soles, de sus lunas, dejando que recobren vida para que adornen tu cielo y tu mundo sin mí.
Quiero hacerte cómplice de mis pecados... que me sueñes entre tus brazos. Estacionarnos en la madrugada  y piel con piel calentar nuestros  cuerpos. Alteremos los latidos, las pasiones, penetremos los sentidos y sin abrazos a distancia hagamos el amor con su verdadero color.
Atraigamos el tiempo distante  haciendo exclusivo el momento  donde nuestros labios en su
encuentro logren humedecer  nuestras almas gritando al  universo nuestro amor.
El tiempo es corto y apremiante.  Enemigo de los que se aman. Detengamos el tiempo en
nuestros corazones, disfrutando  lo más bello de la vida: El amor.
 __Puedes esconderme como la luna tras la tierra y el sol en hermoso eclipse, puedes negarme como Pedro a Jesús y todo será pasajero; lo que no podrás es sacarme de tu mente. Tendrás un parche en la frente tratando de ocultarle a tu mente a este cuerdo, por tu amor demente podrás por temor al otro ser conmigo indiferente, podrás negarle a él que me amaste, pero cargarás para siempre en tu mente que le entregaste tu belleza y pureza a este noble amante.

Vivían embriagados, mucho más que enamorados tanto que quiso el cosmos exhibir esa pasión. He vociferado a los cuatro vientos lo sublime de este amor, efusión que nos consume, caricias que nos abrigan. Susurraban los pajaritos sobre el albor de tu sonrisa, del resplandor de tus pupilas y esa devoción que me prodigas. El río acarreó al mar los dichos, se supo de nuestra complicidad y de esas noches sin luna en que nuestras siluetas son una. La montaña le ordenó al eco que propague por el planeta que hay dos seres en el mundo que se soldaron las manos. El universo, complacido, miraba, menudo y sonriente, a ese hombre y a su enamorado piel canela pues que en secreto se amaban. Por tanto Dios quiso, en su grandeza, unirlos y que se sepa, que se contagie la humanidad, que se adoren hombres y bestias. Cupido lanzó sus flechas por si acaso y sin dirección atravesando desolados corazones, haciendo plagio al amor.

__
Los pezones enhiestos anhelándolo en ese cuerpo más bien proporcionado y esbelto llenaron a Guor de una apetencia difícil de gobernar. Pedro Beggio le resultó perfecto como un dios pagano, de masculinidad plena, sin mezquindades en el esplendor de su belleza. Sus manos contuvieron y le acariciaron esos pezones jóvenes y erectos. Ese contacto les provocó sensaciones intensas. Pedro quedó apabullado. Nahueltruz, por su parte, experimentó la incontrolada necesidad de sentirse dentro de él, y, tomándolo en brazos, lo llevó a la cama, sabía que no habría regreso.
Se recostó de lado y, sin tocarlo, lo besó delicadamente en los ojos, después en los pómulos deseando habitar sus hoyuelos y por fin sobre los labios, tomó y chupó el inferior, lo mordió y estiró, en un intento por devolverle la confianza y la seguridad. Pedro respondía con timidez. Nahueltruz detuvo las caricias y se quedó mirándolo, serio, abstraído como cada vez que se adentraba en él mismo.

__Me pregunto si te has percatado de tu propia belleza _dijo__, si sabes lo que causas en mujeres y hombres, esta ansiedad que quema por dentro. Yo nunca he deseado a un huinca, cielito, lo prometo, solo a ti, a vos. No me temas, te amo, me emocionas, no quiero hacerte daño, no es un juego aunque seamos de mundos enemigos, el amor es lo más importante _dijo emocionado.

Lo besó provocativamente hasta percibir que Pedro olvidaba sus temores y vergüenzas, y su cuerpo se entregaba a la pasión de él. Entonces, luego de hacer volar sus manos y de recorrer la geografía ansiada de nuevo enloqueciéndolo con las caricias, lo penetró. Pedro apretó los ojos y se aferró a sus muslos cuando sintiendo que sus entrañas se desgarraban se paralizó. Guor se mecía hipnotizado sobre él apenas profundizando la intrusión, solo reconociéndolo, sintiendo el cobijo, el calor, explorándolo, colmándolo, besándolo, atravesándolo luego con ansiedad y sin misericordia, buscando cada vez más adentro algo que los llevara al inicio de los tiempos o a la muerte y al renacer cíclico, eso que los llevaría a la eternidad pues solo el amor era eterno. Pedro se dejaba amar sin reservas, pleno, dichoso, sintiendo que había llegado la parte que le faltaba para sentirse completo, el ser que llenaba ese vacío que nunca antes pudo entender. Estaba enredado y entre los brazos del hombre que amaba. Confiaba en él.
Todo era nuevo para Pedro y también para Guor pues era el amor, el ser uno solo en la fusión de almas y cuerpos fundidos, intuían que aquella sensación que subía y bajaba como la marea o la ola, terminaría en una explosión. Nahueltruz hundió las manos en la almohada, levantó el torso y soltó un quejido ronco. Los músculos le temblaron al tensarse aunque el vaivén acompasado era una danza tan bella que ninguno de los dos deseaba dejar de contemplar, hasta que sintieron que agonizaban, como si una convulsión los sacudiera, y una mueca de placer final que les transformó los rostros los llevó a pensar que el otro era el ser más hermoso que podría existir.
Cuando al fin la razón se fugó y sintieron que estallaron en miles de partículas, que se habían fundido en la nada y el todo, en quantum de algo como energía de amor derramando el placer y todo el deseo en el otro,  buscaron casi con desesperación escapar de morir en el cobijo del abrazo para sentir el amparo del hombre que todo se había dado y del que todo había recibido más acababa de entregarse. Guor lo recibió como una ofrenda y lo besó en la sien, aún agitado, y sin poder dejar de ser uno, aunque fueron calmándose, deseaba seguir dentro de él.
Amoldaron el cuerpo de uno en el del otro mirando el punto de unión, entreveraron piernas y brazos, sintieron respiraciones acompasadas en la piel que parecía fundida en el tórrido sudor también de los dos, caricias de cabello sobre espalda, y así, poco a poco, alcanzaron un sosiego que los acalló, mas no se sentían parte del mismo mundo de antes sino de uno propio, de ellos, aislado, separado, flotando en alguna parte del cosmos sin tiempo, sin espacio.
Nahueltruz se repetía que ese hombre que descansaba más tarde acurrucado sobre su pecho no era como quienes solía frecuentar sino único, se reprochaba que quizá le había hecho un daño irreparable tomándolo como suyo, le había arrebatado la inocencia en una noche de delirio y lo más preciado. Pero ¿qué podía hacer si tenía la voluntad quebrada y el deseo sin  frenos? Desde el momento en que puso los ojos sobre él, el buen juicio y la paz lo abandonaron, y resistirlo y escaparle se habían convertido en un suplicio. Terminó por someterse y, como un muchacho embriagado de deseo, lo buscó para aplacar el fuego que lo abrasaba.

__ ¿Estás enojado conmigo? _ se preocupó, Pedro atribulado a causa del mutismo insondable de Guillermo.

__No, no estoy enojado, estoy enamorado.
__ ¿No estuvo bien? ¿Estás desilusionado de mí?
__Pedro, estoy enamorado de ti.

Locamente enamorado de ti, habría agregado, pero el ánimo reflexivo lo llevó a decir.
__Y no sé qué sería mejor. Quizás habría sido mejor desilusionarme.
__Que me ames, eso es lo mejor.

Guor  se colocó sobre Pedro, y le acarició el rostro. Su piel era tan suave y delicada, tan clara y diáfana en comparación con la suya.
__Yo soy un indio, Pedro.
__Si eso es un problema para ti, haz de cuenta que yo también soy un indio.
__Demasiado bello y delicado, demasiado blanco, demasiado claro tu pelo para ser un indio _aclaró Guor, sombríamente.

__Un indio blanco, entonces, como intuyo que debe de haber en tu tierra.
Y te amo y no me iré nunca de tu lado.

Pedro despertó con los rezongos de doña Sabina que, como de costumbre, sermoneaba a Lorena en  la cocina. Nahueltruz no estaba a su lado en la cama ni en la habitación, y su ropa había desaparecido de los respaldos de las sillas. Al moverse, percibió una molestia en la entrepierna y las nalgas, desbordado de emoción se dijo… “ya soy un hombre, el hombre de Guor, y sin promesas ni papeles ni cartas de San Valentín yo me siento su esposo”, apabullado por lo que aquello significaba se dio cuenta que… estaba llorando. El esposo o el hombre del cacique Nahueltruz Guor y es todo lo que quiero, y aunque sea huinca, no será para mí menos sagrada la ceremonia que los ranqueles usen para casarse, me casaré con él bajo su culto.
El mío no lo permite.

Como todos los días, Lorena llamó a la puerta y entró sin aguardar respuesta. Encontró a Pedro afanado en ordenar la cama. Pedro la miró aturdido, y Lorena adquirió un aire altanero para arrimársele.

__Deje __expresó__. A mí me pagan por hacer las camas.

__De ninguna manera. Estuve con pesadillas y esto no lo parece, ocúpate de limpiar pero la dejaré ordenada.
__! Como quiera!
__

Camino a lo del doctor Javier, Racedo le salió al paso, se apresuró en excusar a Laura que había salido con Blasco una hora antes.

__Por fin se lo ve __ expresó Racedo, y se quitó el quepis.

__Buenos días, coronel_ respondió Pedro, y prosiguió su camino, con Blasco a la par.

__Anoche fui a lo de doña Sabina a buscar a su hermana y no estaba, luego fui a lo del doctor Javier y me dijeron que ya se habían marchado. ¡Qué desencuentro!
__Sí, desencuentro _balbuceó Blasco, y Pedro le pellizcó el antebrazo.

__ ¿No tienes trabajo que hacer en el establo, tú? __se impacientó Racedo, y Blasco aminoró la marcha__. ¡No te quiero de vago, eh! Hace días que te veo dando vueltas por las calles sin nada que hacer, vamos. Vuelve al establo ponte a trabajar.

-Está bien, anda nomás, Blasco –indicó Pedro, y le echó un vistazo significativo.

El muchacho se alejó con la cabeza gacha y el peso cansino.
__Indio tenía que ser __ despotricó Racedo.

Se hizo un silencio. Pedro caminaba como si a su lado no hubiese nadie. Racedo le seguía el tranco y, unos metros detrás, el teniente Carpio. Después de haber pasado la noche entre los brazos de un hombre como Guor, le resultaba intolerable la presencia de ese enemigo íntimo del cacique, insultantes su delirios para con Laura, incontrolable la repulsión por todo él.

__ ¿Cómo sigue el padrecito? _simuló interesarse Racedo, a quien la hostilidad de los hermanos comenzaba a fastidiarlo.

__Mejor, gracias.
__ ¿Ha tenido noticias del doctor Olazábal?
__Sí. Dios mediante, en una semana estará de regreso.
__Junto con su padre, supongo.
__Sí, junto con mi padre.

Racedo carraspeó  y se arrimó y Pedro sintió un asco que no se molestó en disimular, se apartó deliberadamente y puso el bolso que llevaba del lado del coronel.
__Le hice una propuesta a su hermana, ¿le contó?
__Ella me dijo que fue clara con usted anteanoche, coronel.
__Sin embargo _insistió el militar__, si meditaran mi propuesta, se darían cuenta de que es lo mejor para ella.

__ ¿Por qué? _quiso saber Pedro, y se detuvo tan intempestivamente que hasta el teniente se sobresaltó.

__Bueno –vaciló Racedo__, usted mismo sabe que este viaje a Río Cuarto, no  ha sido bien interpretado por sus prometidos… ni por su madre Magdalena, ni por sus parientes ni amigos. Supuse que el señor Lahitte no querría mantener el compromiso y, en fin, yo pensé que…

__Sé muy bien lo que pensó _se apresuró a responder Pedro, coronel Racedo agradezco sus buenas intenciones, pero mi hermana no tomará decisión alguna hasta que regresemos a Buenos Aires y aclare las cosas con el señor Lahitte.

Pedro emprendió de nuevo el viaje y Racedo se apresuró a seguirlo, maldiciendo no tener a ninguno de los hermanos de su parte. El resto del trayecto se hizo prácticamente en silencio, el militar farfullaba preguntas inocuas y Pedro le respondía con monosílabos.
__
En la casa del doctor Javier lo aguardaban buenas noticias. Agustín había pasado gran parte de la noche sin fiebre, a eso de las tres de la mañana la calentura había comenzado a remitir, se había serenado, y dormido plácidamente hasta las siete, cuando un ahogo lo despertó, con todo, el esputo había salido limpio, sin una gota de sangre. Pedro lo encontró desayunando leche con miel y un trozo de pan con manteca y dulce que María Pancha le daba en trocitos.
Ella también lucía bien esa mañana, las líneas del rostro se habían suavizado y los ojos negros le brillaban de alegría. No obstante, el esfuerzo sobrehumano de esos días le había impreso una huella indeleble y parecía haber envejecido diez años. Hasta Agustín le insistió con que lo dejara con sus hermanos y se marchara al hotel a descansar, y Laura tomo el tazón de leche y el trozo de pan y siguió alimentando a su hermano.

__

Guillermo miraba su partida de bautismo, el nombre huinca que le debía a Agustín, que usaría solo y tan solo por amor a Pedro si algún día no quedara otra opción y de pronto encontró entre sus ropas de la noche anterior una nota, su exquisita letra y sonrió para sí al leerla:

"Quiero hacerte una confesión."
Hoy quiero hacerte una confesión, por ahora no tengo mucho que ofrecerte:
Un par de alas rotas,  un hueco en el pecho  y una taza de té. Ahora solo soy un guiñapo,
ahora solo tristeza hay en mí,  ahora mi cuerpo está maltratado  y lastimado. Pero si te quedas conmigo,  te aseguro que fiel te seré,  te aseguro que en tus días malos me tendrás cerca de ti.
Si tú me ayudas  mis alas rotas; poco a poco,  volverán a levantar el vuelo  para ti. Si tú me ayudas  mi pecho  poco a poco  irá sanando y te amaré eternamente. Si tú un abrazo me brindas cada día  mi alma  volverá a sentir abrigo como anoche, te prometo que solo en ti buscaré refugio. Una taza de café te invitaré algún día y en cada sorbo sonreiré dulcemente  y con miradas llenas de amor  te enamoraré.
Dime: ¿Quieres quedarte conmigo....? Si me dices que no, yo te seguiré eligiendo, y te seguiré Tierra Adentro, indio o no, quiero y me siento desde ya… tu esposo, Nahuel o Guillermo, solo seré tu Pedro… para siempre tu amor.

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.





16 comentarios:

  1. Veronica Lorena Piccinino Es una trama compleja pero la escena romántica de ambos y el final un poema al amor.. . Gracias

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  2. Elisa

    Cuánta belleza en tus palabras
    Me encanta 😘😘

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  3. Bellísimo amor Eve, seá tal vez difícil, pero no imposible...Como siempre te pido que saques del medio a esos dos nefastos personajes...Y espero ver la hermosa sorpresa de Pedro cuando sepa que Guillermo y Agustín son hermanos...

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    1. Me haces reír de verdad con los personajes esos, acá le queda más vida a M. que en el embajador y la redención que decidí en el otro, gracias por tentarme y estarm te quiero.

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