martes, 16 de julio de 2019

EQUIVOCADO. CAPÍTULO TREINTA Y CINCO.



EQUIVOCADO.
 CAPÍTULO TREINTA Y CINCO.


“Los dos lo sintieron en el mismo instante, y resbalaron el uno hacia el otro como para caer en ellos mismos, en la tierra común donde las palabras y las caricias y las bocas los envolvían como la circunferencia al círculo, esas metáforas tranquilizadoras, esa vieja tristeza satisfecha de volver a ser el de siempre, de continuar, de mantenerse a flote contra viento y marea, contra el llamado y la caída.” (133) Rayuela.
Por otra parte no tenemos indicio de que él llame a una línea privada. Si todo saliera a la perfección, podríamos rastrear la llamada hasta una cabina telefónica, y ¿de qué serviría eso? Aun con ordenadores y sofisticados servicios electrónicos, tendríamos más posibilidades de localizar al tipo si interviniésemos llamadas al azar por toda la ciudad. Así que olvídalo, nadie le pinchará los teléfonos. Excepto que sea el asesino.
El chico regresó con la cinta y Jésica se la guardó en el bolsillo. Los detectives se pusieron de pie para marcharse.
__ ¿Por qué estaban desnudos? _ preguntó Daniel__. Tal vez fueron ejecutados como la chica, pero ella estaba vestida.

Malvárez se encogió de hombros y desvió la mirada, ella clavó los ojos en mí y dijo:
__ Yo creo que no es más que un sádico. Nada de sexo, pero tal vez quería humillarlos.
Es solo una hipótesis.
Asentí.

A  Guille lo conocí de una manera inusual pero que suele suceder, cosas del destino, dirían algunos, prefiero pensar que nos cruzamos en el momento justo, momento en que yo estaba con las luces encendidas, con ganas, sería la expresión que encaja perfecta. Una llamada por teléfono equivocada es algo común entre los millones que usamos este prodigioso aparatito que une o desune, según el cristal con el que se lo mire. Hubiese sido un llamado más si no hubiese sido por lo particular de la voz del otro lado. Para muchos, la voz del otro lado es particular con el solo hecho de que sea de mujer pero no para mí. Enseguida pude hacer un croquis del hombre  tras la equivocación y me impactó lo que imaginé. Él me preguntó por   su prima que no solo no era yo sino que además no tenía la menor idea al inicio de quién se trataba. Cosas que suceden al darse de baja algunos chips de telefonía celular y asignarlos a otros clientes o al llamar presuntamente equivocado.  Tras las preguntas y respuestas del caso, nos despedimos casi formalmente y después de pedirme disculpas por la equivocación, terminó con una frase que abrió la oportunidad de sondear su estado emocional o necesidad de relacionarse con alguien. Claro, quien nada necesita, no presta atención a sugerencias o insinuaciones de un extraño, así que cuando me rogó que no me olvidara de él, si es que me acordaba algo del tal rápido como una luz le respondí: “Imposible”. Cortó, y recuerdo haber pensado que al menos lo había intentado. Sonreí al darme cuenta que encontrar una persona de quien enamorarse, de esta forma sería más difícil que acertar un número a la lotería.

Al atardecer recibí un mensaje de un desconocido que me preguntaba qué había querido decir con eso de “Imposible”. Casi instintivamente respondí preguntándole acerca de su identidad, aunque ya sabía de quién se trataba. Mientras esperaba su respuesta, volví a sonreír pensando que si sería esto posible, y me ilusioné.
“Soy Guillermo,  el que le preguntó por  la señora Camila hoy más temprano, ¿se acuerda?” Me tomé mi tiempo para responder, dos posibilidades antagónicas asomaron en mi mente con fuerza. La una: estaba interesado en conocer a alguien. La otra: Iba a ponerme en mi sitio por atrevido. Mi respuesta debía ser tan astuta como contundente, tenía que pasarle la pelota a él, como se dice en términos deportivos. Yo no era un niño pero aun así me temblaban las piernas, me hice el fuerte y respondí: “Cómo podría olvidar una voz tan bonita y el pedido que me hiciste.” Ahí mataba dos pájaros de un tiro y para rematar le pregunté acerca de lo que él esperaba que yo le contestase, en el siguiente mensaje me preguntó si me podía llamar y le respondí con un escueto “sí.”
Respiré hondo y ahí estaba Guille esperando que lo atienda. Cuando recibí su primer mensaje apareció su imagen de perfil y aunque no era como yo lo había imaginado, sí era lo que cualquier hombre hubiese imaginado. Morocho, guapo  y sexy. De unos  cincuenta  y algo y sonrisa cautivante. Su llamativa boca y grandes ojos sobresalían por sobre toda la geografía de su  masculino rostro.

Rápidamente comenzamos a entendernos y la química se expandió sobre todos los temas de nuestra conversación. Me confesó que le había causado mucha curiosidad mi respuesta y que se lo contó a su yo  y este lo empujó a que se sacara la duda y me llamara. Yo sinceramente le confesé que su voz y la forma de expresarse me había gustado mucho pero que cuando vi su perfil en la red social, supe que yo todavía tenía un instinto afilado.
A esta altura de mi vida no tenía ganas de las cosas comunes de la humanidad, si esto había comenzado así, de manera exquisitamente sorprendente, debía seguir así y le propuse  que tuviéramos una historia diferente y me respondió que le parecía genial. Me preguntó qué era lo que yo tenía en mente y para mis adentros pensé que solo le diría algo por ahora. Todo el mundo cuando se encuentra con alguien por primera vez, por lo general gasta tiempo preguntando nombre, edad, gustos, signo, etc., etc. Le sugerí que al encontrarnos, nos diéramos un beso, pero no un beso común, un beso de novios, un beso lindo y no me respondió. Rompió el silencio segundos más tarde, confesándome que nunca le habían propuesto algo así pero que por qué no. “Está bien”, concluyó y me preguntó con qué fin le pedía algo así. Cuando le respondí que necesitaba algo especial en mi vida, que sea lo que fuera que sucediera con nuestra relación, esta debía dejarnos algo, algo diferente, inolvidable y el hecho de que un gran beso sea el sello identificador de nuestro primer encuentro, le daría a lo que siguiese un tono mágico y distinto a nuestras vidas. “Eso me gustó”, respondió más convencido, como si ahora empezara a comprender que lo nuestro no sería solo una linda coincidencia. Para mí sería la oportunidad de poner en práctica o realizar todas esas fantasías que desde hacía ya un tiempo esperaban muy adentro mío empapadas de ansiedad... Mi sueño recurrente, mi sospecha de mi condición sexual. Que la primera cosa que hagas con alguien a quien no conoces, salvo a través del teléfono, sea darte un beso apasionado, me emocionaba más que todo lo que podía imaginar que vendría después. Me veía contándoles a mis nietos, que antes que cualquier otra cosa, a  ese hombre de la foto, lo había besado, ¿podría ser cierto algo así? El martes a las 9:45 de la mañana abrí desde adentro la puerta del acompañante de mi auto, el corazón daba saltos con garrocha, pero mi rostro parecía de hielo. Se sentó, se quitó las gafas, pasé mi mano por su nuca, me acerqué y dos desconocidos nos dimos el más apasionado y tierno beso que jamás me hubiese imaginado. Separé un poco mi rostro del suyo y le dije suavemente: “! Hola!” Nadie lo supo ni lo dijo, hasta nosotros preferimos pensar que nada había sido tan de prisa ni vertiginoso, que había pasado un tiempo, corto pero tiempo al fin.

__ Hola… Hola… ¿está ahí? Preguntó tras el teléfono.
__ Sí, sí __le respondí, como le dije, no es este el teléfono de Camila.
__ Bueno, gracias y disculpe las molestias y la confusión, si se llega a acordar dígale que  Guillermo la está tratando de localizar, no se olvide de mí, por favor.
__ Imposible, contesté y él cortó la comunicación.
¿Y por qué no pudimos decir no? Porque nada nació en ese llamado ni en este tiempo ni en Chile uno, en Argentina el otro, si no que ambos sabemos que nació en otra vida, que nos conocemos de eones, y esto solo fue un reencuentro, todo lo vivimos como que nos pertenecemos, familiar y único, y no hay culpables sino inevitables.

Se va despejando el día, a caer esta la tarde donde ya casi la noche va hacer su presencia para yo poder perderme en el mapa de tu piel, donde de nuevo el regalo más preciado me entregará tus labios y tus ojos para perderme en ese mapamundi de los sueños donde habita este amor mío, donde  quien  sea que soy muere para convertirse para ti en niño enamorado, para volar hacia ti vida mía, para susurrarte muy despacio que vuelvas a darme vida, que vuelvas a vivir en mis noches serenas donde llenas mi cuerpo de estrellas las cuales ellas no  quieren marcharse para poder lucir enamoradas en las noches prestas sin ti.
Mientras, seguiré extrañándote, como la tierra al agua, y la noche al día, seguiré amándote en los silencios que gritan las voces que habitan en mis entrañas donde yo te guardo donde en trazos de acuarela están tus labios con los besos que puse en ellos con sabor a mar de sal y arena.
Vuelve a vivir en mí amor, que los sueños se acercan y yo me adentro en ellos para nuestro encuentro.
Te amo. Hay días que al despertar se te presenta eso que yo significo como día raro, día vacío, día  que no sabes cómo comenzarlo sin poder amarte, sin poder encontrarte al despertar, sin sentir tus labios sobre los míos, sin sentir el olor templado de una noche de amor, donde los sueños poblaron mi mente dormida.
No sé qué hacer con el aire cuando amanece vida mía, si tengo el corazón dormido y veo la vida en gris, desde la noche en que te perdía y al sentirme huérfano de tus manos sintiendo el frío de los barrotes de tus brazos sin tus besos y sin ti.
No sé qué hacer con el vacío donde mis ojos te buscan, ni que hacer con los verbos que acumulados viven en mi alma, han nacido por ti y para ti, no podré detener mis manos cuando dibujar quieran las caricias en tu piel, ni sabré tampoco cómo mirarme en los espejos de la luna porque no sé soñar sin ti.
Sin ti vida mía mis noches no tienen vida, y los días se me presentan raros.
__Fue la calidez de tu mirada el fuego que encendió la pasión que en mi cuerpo se apagaba… Fue sentir tus manos en mi cara y tus besos mordiendo mis labios una bofetada a la soledad sublevada que en mi cuerpo hacía tiempo se arraigaba… Esta noche llegaré junto a ti
con mi hombría recia y firme, dejaré que mis deseos galantes despierten la pasión que vive en ti siempre, para sentir cómo quemo tus ansias de amar y apagar con mis besos los ardores de tu pelvis… ¡Vamos! tatúa con caricias de fuego mi piel tierra fértil que ansiosa espera ser conquistada con la crueldad del amor. Y mitigar así la sed con el agua derramada en este corazón vacío, intentando hacerlo florecer… para dar vida de nuevo al placer que en apasionada entrega de amor otoñal tu cuerpo trémulo, esta noche me ha de ofrecer.
Vuelca tus delirios de pasión loca sobre las sábanas de mis fantasías nocturnas… Anda, sé indulgente con tus besos, hazme preso de tu amor… Aprisiona mi cuerpo con tus brazos, rompamos esta soledad en mil pedazos pues reencarnó en mi boca el matiz abierto de su locura, sobre la clara huella de su cuello  donde se eriza la mañana y su placer, una lengua liberal maniató la condena con marcados latigazos, enraizada en su trayecto incoherente.
A él se le nublan los ojos, caen dos suspiros sobre la punta de un dolor, caen, y mis labios van en busca de sus  comisuras, se bebe a las dos,  las manos aborrecen su calma, ellas aflojan las texturas para que pueda libar su fragancia. Se oye el grito de su espalda que  quiere la saliva en sus baños, desea la llegada de una lluvia adonde el camino se hace custodiar  por sus montañas, estoy en la cruzada, voy mordiendo los cielos, tragando las nubes, cambiando los colores, él gira de golpe, es una marea que  fluye,  es un sendero que me engulle, entre montes que adoro, él me da sus pies como ofrenda, abro su embestida, toco su entraña que se funde a mi esencia, donde late su  vida masculina, un corredor para mis dedos, dentro de sus líneas suaves, sonríe , me pide  que llegue, yo despejo sus contornos abrevio el espacio, y penetro con mi tormenta  donde su calor es mi infierno, allí,  el brío se hace comando, se funden la tierra y el cielo, se hace revelación cada recuerdo, y el tiempo tiembla sobre la apoteosis final cuando quedamos desprendidos de él.
Sonríe  mi amor… somos eternos.
Soy una titánica marea de miradas, una huraña noche de abismos, una ventana de caballeros
con su pañuelo en límpido hálito, un sibilino halago, una caricia, una épica tonada.
Soy una desnuda claridad, un destello inmenso de armonía, cuando miras a mi cielo  sueña toda imaginación. Ven, acércame tus brazos, roza mis espejos, mis silencios son una despedida, una amargura, una tristeza, pero mis gemidos son un éxtasis placentero. Ven, acaricia mis lunares,  reviéntate en frenesí, soy  el sol, la creación de tus labios, bésame.
Penetras sin darte cuenta en los espacios infalibles de los poros de mi piel,  provocando un fuego incontrolable que alimenta mis ansias de ahogarme en los mares de tu divina intimidad,
que respiran deseos en secreto por el calor que brota desde el interior de tu cuerpo poseído por una pasión sin límites.
Adorado ladrón de pensamientos  no solo tú deseas saborear mi boca,  dueño de labios que te llaman,  ruegan, "tómame, soy tuyo."  Entre charlas y charlas permíteme robarte besos apoyarte en mi pecho bajo la luz de la luna mientras mis manos te desvisten prenda por prenda  que tus labios mi pecho marquen,  con mis tetillas en tu boca, logra hacer temblar todo mi ser. Hagamos el amor lento y sin fin,  nos encontrará el orgasmo muy dentro ti
abandonados a la pasión  que nunca he dejado de sentir. Ven, descansa en mi pecho
te espera, te ansía.
“Deseaba alcanzarte, sentir tu respiración, tus latidos, como siempre. Bajar mis dedos rozando tu bello rostro hasta tus labios. Cómo me gustaba hacerlo y verte sonreír. Era nuestra marca, nuestro secreto para reconocernos. Esta distancia que corta la piel y desangra mi alegría. ¿Cómo pasó? Estás tan lejos y te necesito para vivir, te llevaste la mitad de mi todo. La distancia se empeña en apuñalarme a cada instante con esa imagen de tu boca prohibida ahora. La tarde se hace noche y se oscurece mi pensamiento, presiento que estás pero no, solo la ilusión de tenerte a mi lado, tus pies fríos que caliento con delicia son solo recuerdos, y ese mar que sigue ahí desafiante. Grito tu nombre y despierto. En completa aflicción miro hacia el lado, tu lado y estás ahí. Una terrible pesadilla. Te soñé lejos, ausente de vida juntos. Estás aquí, la felicidad me baña con un río de lava protectora y tibia, el manto del amor correspondido. Recuerdo ese gesto, acariciar tu rostro y te veo dormido. Acerco mi mano y te toco pero traspaso tu imagen y  todo está bien, amor mío.”
__Tengo ganas de abrazarte, de sentirte, de tocarte, de apretarte, de enredarte, de mirarte, de besarte, de seducirte, insinuarte, de verte y enamorarte, de pasión, apasionarte de abrirte, de desnudarte, de acunarte y acurrucarte, de olerte y saborearte, de poseerte,  de mi amor, emborrarte, de abrigarte, acariciarte, de dormirte y despertarte.
Y de volver a abrazarte.
__ Enséñame a transcribir en el papel,  lo que hemos escrito en nuestras pieles, utilizando como tinta, la saliva de nuestras lenguas, enséñame a sentir  cómo nuestra respiración se acelera y se agita con cada beso, entregados con lujuria y pasión, enséñame a vivir en tu cuerpo, bebiendo de la humedad de tu piel  y alimentándome de tu fruta prohibida, enséñame a descubrir cómo es  vivir contigo y a hacer realidad nuestro eterno sueño de amor.

Estuve mucho tiempo dándole vueltas al asesinato, Guille dormía y combiné las palabras, pareja de ancianos, escena sangrienta, asesinatos numerados estilo ejecución, llamada telefónica y no surgía más que la voz del asesino, no veía otra cosa que las dos escenas del crimen y entre tanto se colaba la imagen de Camila y eso no tiene explicación, me dije mil veces.
Me puse a pensar en las víctimas, una niña inocente, un anciano dueño de una tienda de ropa, su esposa  ama de casa, los ancianos se habían retirado a la costa diez años antes cuando el clima se les hizo necesario y pensé en lo comunes, lo aterrorizadamente típicas que eran esas víctimas. Recordé el momento en el que el fotógrafo le dijo a Daniel que su material ayudaría a describir los hechos, fotos del interior de la casa que en blanco y negro resultaban aun más impactantes pues en color el aspecto sería surrealista, irreal mas los implacables tonos del gris transmitían todo el horror… Recuerdo los silbidos y voces de horror mientras las fotos pasaban de mano en mano, con una de los dos cadáveres, otra cerca de las manchas de sangre de la pared, de los números escritos con manchas de sangre en el espejo.
Daniel colocó la hoja de Word en blanco por un momento hasta sentí las imágenes e ideas arremolinándose en su cabeza, hasta que comenzó a mover los dedos en el teclado, y como él me dijera yo intento ahuyentar los últimos momentos de vida de los ancianos, hasta que se sintió a salvo porque estaba escribiendo de nuevo.

Antes de regresar a casa fuimos al bar con la gente del periódico, Nicolás preguntó.

__ ¿Creen que le estamos dando alas al asesino? ¿Que, cuanta más publicidad le demos más alicientes tendrá para matar?
Varios respondieron al mismo tiempo.
__Claro que no,  él ya tiene marcadas a las víctimas _repuso alguien__. Solo estamos cubriendo la noticia como debe cubrirse.

__No lo sé __replicó otro__. ¿La estamos cubriendo o estamos participando en ella?

__Les diré algo _me atreví__. A juzgar por lo que ha dicho, lo que ha llevado a cabo hasta hoy no es que un precalentamiento.
__ ¿Qué insinúas? __preguntó una de las voces__. ¿Qué debemos dejar de informar para no darle aliciente? Perdón doctor, pero debemos cumplir con nuestro deber de periodistas, para detenerlo está la policía.

__Sin embargo _replicó el jefe de Daniel__ en los secuestros siempre cooperamos, ocultamos los datos hasta que se captura a los culpables, hasta el escape o hasta que se la haya muerta, pero colaboramos con la policía para no poner en mayor riesgo a las víctimas. Imaginemos si dejáramos de publicar artículos en este caso, solo colaborando con la investigación y con entrevistas sin sacarlas en los medios. Luego, cuando atrapan al tipo, lo mandamos todo. ¿Qué tendría eso de malo?

__La competencia, otros medios, la televisión, todo el mundo lo publicaría. Nos quedaríamos solos en esto.
__No lo sé _dijo Nicolás.
__Además el asesino podría llamar a otro periódico, a otro perito, y dejarnos fuera de juego _señaló otro.

__Generosidad de cara a la galería __señaló Daniel__. Al fin y al cabo, con independencia de cuántos asesinatos sean, de lo repugnantes que resulten y de lo estrecha que sea nuestra relación con ellos, el periódico siempre cubrirá la noticia. No estamos equipados para funcionar como una institución responsable, como la policía, como la burocracia, para nosotros siempre habrá una historia más escandalosa, más novedosa, que provocará más crispación o alarma, dentro de un mes un año, pero la habrá. Y entonces todos nos volcaremos en esa historia y quizá nos olvidaremos de esta, tenemos suerte de que haya locos como este tipo que de vez en cuando nos permitan hacer nuestro trabajo.
Cuando salimos del bar me acerqué.

__ ¿De veras eres tan cínico? __pregunté.
__ ¿Tú qué crees?
__Es lo que pareciera, y también eres un mentiroso.
__ ¿Y eso, Pedro?
__Te he visto esta noche, con la mirada fijada en el blanco, sabía qué pasaba en tu mente. Estabas buscando la escalera, el pasadizo. Cuando un policía llega al escenario del crimen bromea, ríe,  hace comentarios sarcásticos, es su manera de crear una barrera mental entre sí mismo y la escena. Y tú o yo o Guille lo hacemos con palabras, un corrector de estilo no necesita ir a la escena, se imagina y representa el entorno e imágenes adecuadas desde el relato de otros.
__Tienes razón, nosotros nunca dejaríamos de lado la noticia _ admitió__, aunque ese tipo llamara mañana y dijera que lo único que lo impulsa a matar es la publicidad, y este es el dilema, lo más cínico de la existencia. La complicidad de todo.

__Pero me pregunto hacia dónde estamos yendo cuando nos encogemos de hombros y decimos el negocio de la publicidad es así, mira Daniel, en este caso, con este tipo, estoy convencido de que somos cómplices. Después de todo él nos envió a nosotros al escenario del crimen, no a la policía, ni a nadie más.
__Sin embargo, Beggio… sigue siendo una buena historia.

Las ventas en las armerías aumentaron, la gente comenzó a entrenar, las madres con sigilo acompañaron a los niños a las plazas, y todo lo registramos recorriendo las calles, ese hombre quiere que temamos, quiere que todo el mundo tenga pesadillas. Por eso llama y desaparece, espera, lee,  estudia las reacciones, mientras reaccionamos como personas normales…  con temor y aprensión, con miedo, él cuenta con eso, y maldición no hay más que ver cómo lo ayudamos.
El tipo juega con todos, da el golpe, espera, desaparece, y juega… hasta comprobar que cada día se habla menos de él, para entonces volver a dar el golpe. Y se convierte de nuevo en el tema de conversación de todos. Si hasta en el hospital médico y pacientes hablan de él.
Algunas personas hasta describen las heridas de balas que vieron durante su periodo de servicio en Vietnam u otra guerra o de prestación social en hospitales de guerra, y ha creado un nuevo terror, no el pánico súbito como cuando un coche se te echa encima, sino una tenue aprensión que hace que cada acto cotidiano parezca más importante.

__ ¿Qué pasa cielito? __Guille de pronto me sorprendió estrechándome entre sus brazos y abriendo los ojos.

__Este asesino ha acabado con el imperio de la ley _dije__. No se puede dictar ninguna disposición adecuada para la situación que ha creado.

__Me pregunto si en este tipo de situación la gente tiende a unirse o a distanciarse más.
Le acaricié la espalda, cuando de pronto el teléfono sonó.
__No contestes _ dijo Guille__. Esta es nuestra casa.

__Guille, puede ser mi suegro, Camila.
__Por favor _ dijo__. Déjalo.

__Es que no puedo, entiende, ese tipo no puede saber el fijo.
Pero me puse de pie y fui a contestar. Vacilé por un segundo, sintiendo la vibración del auricular bajo los dedos. Luego lo levanté.
__ ¿Diga?
Silencio.
__ ¿Quién es? _pregunté cuando vi a Guille levantar el otro auricular, y adiviné.
__Ha llegado la hora otra vez _dijo el asesino.

Y supe que nada había cambiado.

__He leído los artículos, el primero, y el de las reacciones de la gente, me gustó particularmente el de la armería. Me pregunto cuánta de esa gente se la ingeniaría para pegarse un tiro mientras intenta aprender a manejar su arma. Eso es algo que vi en la guerra, el miedo era tan fuerte que superaba la aversión natural al dolor autoinfligido. Sucedía en los campamentos, esos sitios polvorientos, calurosos y desagradables donde nos sentábamos a esperar la próxima incursión en la selva, que era aún peor.

Desesperadamente le hice señas a Guille para que me alcanzara una libreta y birome  para que tomara notas, por algún motivo nos había elegido para el llamado.
__En los campamentos el tiempo parecía detenido, como si se tardara el doble en hacer las cosas, el sudor me chorreaba por los brazos. Reinaba una especie de quietud militar. Se oían los sonidos comunes de helicópteros que llegaban o partían, voces que protestaban. Periódicamente, sonaba un ruido más claro, más retumbante, más familiar un disparo de un M-16. Luego gritos de alguien que pedía un médico, a veces, alaridos de dolor, y el olor, a pólvora,  al hierro de la sangre, el humo. Y siempre encontrábamos al soldado herido con el agujero en un pie o un dedo menos. Yacía en su litera, rodeado de trapos que olían a líquido limpiador. Sus primeras palabras eran que estaba limpiando el fusil cuando se ha disparado solo. Entonces venían los asistentes sanitarios y se lo llevaban. En realidad, todos sabíamos lo que había ocurrido y a nadie le importaba. Al menos a mí, no. Yo  cerraba los ojos y escuchaba los sonidos de la base, los gritos y todo eso, funciona, y dormía. Nunca llegué a tener tanto miedo.

Mientras el asesino continuó hablando fui llenando hojas que dejaron de estar en blanco.
__Bueno, como le decía, he leído los artículos con interés. Toda esa gente preocupada… A propósito, ¿tiene ya mi perfil doctor?
_Aún no.
__ ¿Cree que lo logrará esta vez? _rio.

__Siga, dijo que ha llegado la hora.
__Tranquilo, le decía, piense en todo ese gasto de energía que inspira el temor a lo desconocido, a lo inmanejable, usted sabe mucho de esto, hasta supongo que los aficionados a la psicología y criminología piensan que eso me confiere una sensación de poder. Pues bien _rio__, están en lo cierto. Es verdad, me encanta. __Con un deje de furia en la voz, agregó__. Toda esa gente me da asco. Estos tipos presuntuosos de los barrios residenciales que compran armas, todos esos que hablaron en las calles, los tópicos que soltaban, su pánico ante la amenaza que pende sobre sus vidas mediocres y confortables… Ojalá pudiera matarlos a todos… __Vaciló__. Bueno, tendré que conformarme con lo que pueda ¿verdad?

Pero quiero que toda esa gente empiece a sentir en el estómago la peor clase de miedo, ese contra el que no se puede luchar. El miedo perfecto. Quiero que me consideren un cáncer en la sociedad, una lacra que está destruyendo sus vidas. __Inspiró profundamente__. Los odio a todos. Ni siquiera encuentro palabras para expresar lo que siento.

Yo oía su respiración agitada pero regular como la de un corredor en mitad de la carrera.
__ ¿Y si se dejara de escribir sobre el tema? ¿Qué pasaría si dejáramos de hacernos eco de lo que usted dice?

El asesino hizo una pausa.
__Bueno _respondió al fin__, estoy seguro de que a los canales de televisión les encantaría transmitir mi voz en antena. __Soltó una carcajada__. Aunque a decir verdad, prefiero que las noticias sobre mí tengan más sustancia, ver mis pensamientos y mis palabras impresas. El periódico queda a la vista de todos en el tiempo. No es como un noticiero que dura poco y acaba de golpe. Prefiero contar con el diario aunque no es esencial.

__Mientras leía el periódico, me he puesto a pensar en mi niñez, al leer sobre las madres y niños en columpios. Cuando era pequeño, mi madre me llevaba al parque a jugar, entonces vivíamos en un pueblo y recuerdo que los niños  se turnaban para columpiarse, balanceaban las piernas adelante y atrás, y yo también lo hacía, y aún recuerdo que el arco de la parábola que describía mi columpio se hacía más amplio a medida que imprimía más fuerza al movimiento. Cuando alcanzaba el punto más alto del arco echaba hacia atrás la cabeza y miraba el cielo  como si volara, cuando comenzaba a descender, cerraba los ojos. Entonces experimentaba lo más próximo a ingravidez, o eso imaginaba. A veces revivo esa sensación cuando apunto la cabeza de alguien con la .45. La tuve por primera vez en  Vietnam.  Ahora la tengo aquí, en mi país, la misma sensación de la niñez, el delicioso vértigo que provoca estar en contacto con la tierra. ¿Alguna vez ha sentido algo similar?

__Quizás a veces al hacer el amor.
__ ¿Y por qué no? _ dijo__. La sensación de dejarse llevar, de volar en libertad. No está mal, no está mal en absoluto.
__ ¿Sabe Beggio? _ dijo y su voz de jovial se tornó hostil__. Sé que usted es gay, pero yo estuve por primera vez con una mujer cuando estaba en el ejército, había cumplido diecinueve años y era un soldado entrenado para matar. Cuando era niño y vivía en la granja observaba con fascinación aparearse a los animales, de envidia por su falta de pudor, porque simplemente seguían su instinto. Cuando era muy pequeño, había una nena que vivía en la casa de al lado, y a menudo ella y yo jugábamos en el bosque, un grupo de árboles y arbustos que habían crecido como un seto a un costado de las casas.

Allí no había mucho espacio, la maleza estaba muy crecida y formaba matorrales muy densos. Era un lugar perfecto para los niños, nos deslizábamos por debajo, ocultos a la vista de los padres.
Ella era adoptada. Yo pensaba que la amaba y que algún día nos fugaríamos juntos. Yo tenía seis años, ella siete, y jugábamos juntos en la arboleda. Al principio eran simples juegos de niños, el escondite, ese tipo de cosas. Luego ella empezó a traer sus muñecas, tenía muñecas de trapo hechas en casa, que siempre estrechaba en sus brazos. Decía que eran nuestra familia y que allí estábamos en nuestro hogar. El sitio se convirtió en una casa imaginaria. En el verano nos tendíamos bajo los árboles, escondidos, y planeábamos nuestra huida cuando fuéramos un poco mayores.
Íbamos completamente desnudos. Me acuerdo  de cada centímetro de su cuerpo, piel bronceada en los brazos y sus piernas, pero rosada en las partes que le cubría el vestido. Nos tendíamos juntos, a veces nos abrazábamos y no he olvidado la sensación de su cuerpo junto al mío, agradable, cálido, a la sombra de los árboles. No me cansaba de mirarla, de contemplar todos los rincones secretos de su cuerpo. A veces extendía los dedos y la acariciaba suavemente, procurando no molestarla. Era como tocar la luz, y recuerdo que temblaba, de veras, yo temblaba de emoción, al mirar sus ojos cerrados…

Se interrumpió la línea y quedó en silencio.
__ ¿Y qué sucedió? _pregunté.

__Mi madre nos descubrió. Lo recuerdo como una sucesión de fotogramas. Primero yo, incorporándome pronto al oír un sonido extraño procedente de los arbustos. Luego apartándome para recoger mi ropa. Mi madre gritando, furiosa con una voz aterradora como un disparo. La niña llorando.  Me escabullí entre las zarzas y esa noche, cuando regresé a casa, mi madre me obligó a quitarme la ropa para que mi padre viese los arañazos y cortes que me había hecho al tratar de escapar de ella.
__ ¿Y?
__Me pegaron. __Su voz sonó como si estuviese encogiéndose de hombros__. A ella también.  las dos familias se pusieron de acuerdo para arrancar los arbustos y cortar los árboles.

La otra familia se mudó a otra parte poco después. Nunca supe por qué. Otro empleo u oportunidad.

__ ¿Nunca lo averiguó?
__Yo la amaba __dijo__. No, nunca lo averigüé.

Entonces se impuso el silencio, y mi mente comenzó a trabajar a toda velocidad. Pensé en los cambios de humor que manifestaba el asesino, su estado de ánimo pasaba de una cordialidad jocosa a un odio oscuro y profundo. Pero cuando hablaba de su familia, de su infancia, adoptaba un tono vago y suave. Era como si hablar de sus recuerdos aplacara su furia.
__Un buen día, poco después que la niña y su familia se marcharan, mi madre se atragantó. Hacía calor como ahora en la ciudad, un calor que impide pensar en otra cosa y un sol que pega como el estallido de explosivos potentes. Mi padre  había salido, tal vez estuviese en la escuela. En general se llevaba el almuerzo y no regresaba hasta entrada la tarde.

Por eso, mi madre y yo estábamos solos en la casa, sofocándonos de calor. Las ventanas estaban abiertas de par en par, pero no corría aire. Era la hora de almorzar, y observé a mi madre levantarse del diván donde había estado descansando. Llevaba una de las batas de estar por casa pasada de moda, de las que se abrochan al frente. La tela era floreada.
Ella había estado tendida en el diván. Quejándose del bochorno, con un vaso de agua al lado y un pañuelo mojado sobre los ojos. A lo lejos se oían los toques de los silbatos de una estación de ferrocarril que estaba a pocos kilómetros, el sonido parecía flotar en el aire. Mi madre se había desabrochado la bata. Tenía la piel enrojecida, con algún salpullido y se había abierto la bata de modo que apenas le cubría los senos. Miré su pecho, que subía y bajaba con el esfuerzo de respirar aquel aire estacionado. Vi las gotitas de sudor que se habían formado entre sus senos y se deslizaban por su vientre, cuando ella oyó el primer pitito, bajó las piernas del diván, y por un momento, permaneció sentada, bamboleándose como si estuviese mareada. Tomó un pañuelo, lo mojó en el vaso de agua y luego lo escurrió sobre sí, el agua se mezcló con su sudor y goteó sobre su regazo.
Luego se puso de pie, me lanzó una mirada extraña y se lamentó. “Dios mío, ojalá viviéramos en algún lugar donde soplase la brisa. Cerca de un lago, o de montañas. Te juro que nunca volveré a sentir fresco.” Echó la cabeza atrás, como si buscara alguna señal de alivio, de viento. Yo permanecí en mi silla con la vista fija en ella.  Me preguntó si me había portado bien. Luego con el mismo tono infantil, que ella sabía que ya no era adecuado conmigo, dijo que prepararía algo de almorzar. Se dirigió a la cocina y yo la seguí.
Allí también hacía mucho calor. Nos sentamos a la mesa de la cocina. “Ven aquí”, me dijo, “frótale un poco la frente a tu madre”. Cerró los ojos, inclinó la cabeza hacia atrás y comencé a acariciarle la frente. Ella murmuró algo y vi que sonreía. Su cuerpo se relajó. Después de un momento abrió los ojos y me miró. “Serás un chico mejor” dijo, “entonces serás mío para siempre”. Para siempre. ¡Qué palabras tan vacías!

Se puso de pie y abrió la nevera. Había bifes que habían sobrado de la cena. Ella cortó dos, uno para cada uno, y los sirvió fríos al plato. Cortó el  suyo en grandes trozos y comenzó a llevárselos a la boca rápidamente, masticando con avidez.
Por un momento, sus mandíbulas dejaron de moverse, y recuerdo el cambio que se produjo en su rostro, al que asomó una repentina expresión de sorpresa, de asombro. Ella emitió un quejido agudo, mezcla de gorjeo y grito, y se puso más pálida. Respiraba con dificultad y me percaté de que tenía un trozo de carne atascado en la garganta. Echó los brazos hacia atrás como si fuesen alas tratando de golpearse la espalda para expulsarlo. Me indicó por gestos que la ayudara mientras se metía los dedos en la boca. Yo estaba clavado en la silla.

Entonces, mientras la observaba, ella se levantó de un salto, y se arrojó violentamente contra la pared. Solo cuando cayó al suelo me puse de pie y me acerqué a ella. Le di un puñete en el centro de la espalda y esperé un segundo. Su respiración sonaba más entrecortada, así que volví a golpearla. Luego otra vez y otra, hasta que advertí que ella aspiraba aire a grandes bocanadas y que el trozo de carne  se había desatascado. Cerré los ojos. Ella se quedó tendida en el suelo, con la bata desabrochada caída hasta la cintura.
Me arrodillé junto a ella,  sin apartar la vista de su cara, tratando de no mirar las partes de su cuerpo que habían quedado al descubierto. Ella tomó  aliento lenta y profundamente. Nos quedamos así durante un rato. Luego ella abrió los ojos, extendió la mano, y me acarició la mejilla. “Gracias”, dijo. Me rodeó con sus brazos y me estrechó con fuerza.
Entonces sentí que era yo quien de pronto, se ahogaba, quien no podía respirar. Sentía el sudor de su cuerpo en mis labios. Era como estar en una habitación en la que se apagan las luces inesperadamente. Cerré los ojos y escuché el palpitar de su corazón. A veces cuando por las noches el fuego defensivo de artillería pasaba silbando alto y explotaba a cien metros, la tierra se estremecía. El sonido me recordaba a los latidos del corazón de mi madre.
__ ¿De dónde me llama? __pregunté.

Guardó  silencio unos instantes y luego rio.

__Es solo un teléfono _ respondió__. ¿Sabe cuántas cabinas telefónicas hay en esta ciudad? Cientos, miles. Hay decenas de lugares tranquilos donde puedo llamar. Claro que podría estar mintiendo. Podría estar sentado en mi propia habitación, acostado en mi cama, con la mirada fija en marcas familiares del techo mientras hablo__. Hizo una pausa y dijo__: ¿Se ha dado cuenta del silencio que impera aquí? No hay manera de que sepa dónde estoy.

__ ¿Por qué ha llamado aquí?
__Porque he sentido la necesidad apremiante de hacerlo _dijo__. Quería que usted fuera consciente de que sé dónde está. De que estaba pensando en usted. De que siento esos impulsos en los momentos más extraños.

__ ¿Qué impulsos?
__Los dos que le conciernen _ contestó__. El impulso de matar y el impulso de hablar.

No supe qué decir. Me invadió la sensación de que las palabras no llegaban a través del teléfono sino que él me las susurraba directamente al oído.
__Yo tenía diecinueve años __prosiguió_ la primera vez que estuve con una mujer, y también la primera vez que maté un hombre. La mujer era una prostituta, no, creo que puta es una palabra más adecuada. El hombre apenas  lo era, más bien era un muchacho, tal vez de mi misma edad. Ella trabajaba en una zona de bares, moteles y cines porno cercana a… no importa,  un pueblito, no recuerdo cómo se llama, allí hice la instrucción básica. Solo al final nos permitían ir al pueblo a disfrutar de los placeres que había allí. Como todo en el ejército, eso se hacía de manera ordenada, nos metían en autobuses, a los que subíamos entusiasmados como los adolescentes que éramos.
Había un maravilloso simbolismo en aquellos permisos. Dudo que los idiotas que estaban al mando tuvieran idea de ello, pero lo que había que hacer para que te concedieran una licencia era pasar la prueba de los M-16 en el campo de tiro. Aprender a disparar con un arma antes de tener la oportunidad de disparar con otra.

Imaginé su sonrisa al otro lado de la línea.
__Recuerdo los rostros de aquellos que no sabían manejar bien las armas, se ponían en posición, con la mejilla pegada a la culata, los ojos clavados en el blanco, apuntando con el cañón largo, rezando por darle a algo. Para mí eso no suponía problema. Cuando era niño y vivíamos en la granja mi padre me enseñó a disparar. Él tenía un viejo .22, un Remington de un solo disparo y acción de cerrojo. Los sábados íbamos al descampado de al lado y pasábamos una o dos horas practicando. Agazapados en aquel campo de tiro, esperando la orden de disparar me venía a la memoria aquella granja, el blanco clavado a una vieja tabla que se alzaba sobre el horizonte. Tengo los ojos grises. ¿Sabe que dicen de los que tienen ojos grises?, que son los mejores tiradores.
Anoté: ojos grises “para la policía”, pensé.

__Era  extraño__continuó__, tuve la misma visión en el campo de prácticas y me asaltó el mismo recuerdo meses más tarde, cuando encañoné a mi primera víctima. Él estaba corriendo a unos treinta metros de mí, al borde de un arrozal, y su camisa negra se recortaba contra los árboles. Debía de ser joven y bastante inexperto, un verdadero soldado no se habría puesto en peligro de ese modo. Pensé en la granja y en las tardes con mi padre, en su voz áspera y exigente, gritándome: “! Aprieta, maldita sea!” Entonces Apreté el gatillo, sonó un disparo y, cuando levanté la vista vi la figura trastabillar y caer. En torno a  mí, el resto de la patrulla gritaba y aullaba con entusiasmo. No tuve problemas en pasar la prueba de campo de tiro. Me dieron una medalla por mi destreza como tirador antes de abandonar el campamento. Entonces, un sábado al atardecer, todos nosotros, vestidos de ropa limpia y planchada y con la gorra ladeada sobre la frente, subimos a los autobuses verde oliva que nos llevaron al pueblo.

Había un bar. Un anuncio de cerveza en la ventana invitaba a entrar. Había una máquina de discos contra la pared y una mesa de billar al fondo, con una larga cicatriz en el centro, donde el tapete estaba rasgado. Sobre la mesa estaba solo la bola blanca, y no vi ningún taco. En la máquina ponían música country, y de vez en cuando a los Rolling Stones. Tuve que parpadear porque estaba oscuro y mis ojos tardaron minutos en adaptarse. El barman era un tipo grande, de aquellos que se ponen el paquete de cigarrillos en la manga enrollada de la camisa. Llevaba barba. No hablaba mucho. Su idioma era el sonido de la caja registradora.
Las chicas estaban sentadas a la barra. Cuando atravesamos la puerta, se levantaron de los asientos y fueron a nuestro encuentro, nos tomaron del brazo y condujeron a algunos de nosotros hacia los taburetes de la barra, y a los demás hacia los reservados del fondo. Éramos cinco, y comenzamos a beber, reír y bromear. Recuerdo que ella era rubia, y que me quedé mirándole la papada durante largo rato. Tenía los senos caídos, parecía vieja.

__ ¿Y qué pasó?
Se rio.
__ ¿Usted qué cree?
Su tono había vuelto a cambiar y había recobrado un matiz de furia.
__No lo sé _respondí

__Use su imaginación.
Más silencio en la línea.
--¿Por qué me cuenta estas cosas? __pregunté.

__Quiero que lo sepa.
__ ¿Por qué?
__Quiero que todos sepan con quién se enfrentan.
__ ¿No teme que algo de lo que diga ayude a la policía a rastrearlo?
__No.
__ ¿No?
__ ¿Qué es realidad? ¿Qué es ficción? _dijo__. ¿Cómo se puede distinguir entre ambas?

__Suponga que lo pillan…
__No lo harán.
__ ¿Por qué no?
__Porque no son lo bastante listos.
__ ¿No estará subestimándolos?
__Lo dudo. Pero si es así, supongo que quedaré como un tonto.
__ ¿Y eso no le preocupa?
__No.
__ ¿Por qué no?
__Porque ya estoy muerto _ contestó.

Escribí esa frase textualmente. Alcé la vista y vi que Guille me observaba, a mí y al teléfono. Le alcancé la hoja para que la leyera y abrió los ojos…  desmesuradamente.
__

Camila abrió la puerta obligándose a desenganchar la mirada de la  leyenda, la rusa alta y delgada de pie en el umbral parecía sinceramente preocupada, y eso que a Camila la mujer _le hablaba un inglés defectuoso__ no le pareció alguien que se preocupara en exceso por el prójimo. Más bien se asemejaba a una modelo consciente de su belleza, acostumbrada a ser siempre el centro de atención. Vestía un ceñido traje sastre de diseño, olía a Chanel y calzaba unos zapatos  de tacón vertiginoso.

__ ¿Sí?
__Perdona molestias. ¿Todo en orden?
__ ¿Quién es usted? _preguntó Camila, reprochándose haber abierto la puerta.

Estaba descalza ante la beldad eslava, con el pelo empapado y solo cubierta con la bata del hotel, cuya tela era tan delgada que seguramente destacaba la forma de su cuerpo desnudo, mucho menos perfecto que el de la visitante.
__Perdón. Paredes muy delgadas _dijo la mujer, y se apartó un mechón de cabello__. Pasé, oí grito.

__ ¿Ha oído un grito? __preguntó Camila en tono apagado.

De hecho, solo recordaba haberse mareado, algo que seguramente no solo se debió al inquietante mensaje del espejo sino también a la ducha demasiado caliente. Ambas causas la habían hecho perder pie. Al principio logró agarrarse al lavabo, pero al final se desplomó en el suelo del cuarto de baño con la vista clavada en aquellas palabras.

LÁRGATE.
ANTES QUE SEA DEMASIADO TARDE.

__También oí llanto _dijo la rusa.

__Debe de tratarse de un error__respondió Camila. Aunque era muy probable que, además de desplomarse hubiera llorado, al menos aún le ardían los ojos. El mensaje escrito en el espejo había despertado los recuerdos más oscuros de su infancia de fantasmas y monstruos ocultos.

“El armario.” Las puertas chirriantes tras las cuales se acuclillaba un hombre que llevaba un sobretodo.
El fantasma que la había acompañado durante innumerables noches. Primero como monstruo, después como amigo. Hasta que a los diez años por fin se curó, aunque en realidad en psicoterapia ese concepto no existía. Tras numerosas sesiones, el psiquiatra infantil que antaño se vio obligada a visitar había logrado expulsar al demonio tanto de su armario como de su cabeza, al tiempo que la hizo tomar conciencia de quién se trataba ese espejismo.
¡Papá! Desde que asistiera a aquellas sesiones de terapia, que fueron lo primero que despertó su interés por su profesión, Camila sabía que nunca había existido un fantasma, sino que siempre había sido su padre ese que durante su vida la había dejado sin su madre, la había atemorizado, y al que sin embargo deseaba tener cerca y adoraba, como cómplice… antes de que regresara Guillermo. Solo de ella, siempre cerca de ella, siempre accesible. Incluso de noche en el armario, cuando no lo requería su hermano Marcial.
Pero Orestes nunca fue un amigo, ni durante su infancia donde siempre su hermano era el mejor ni mientras estudiaba cuando ella se perfilaba con problemas como su madre, mucho menos en el presente casada con un psiquiatra en quien la delegó. Su trabajo siempre había sido más importante para él, más que su mamá, sus expedientes, sus testigos, y sus juicios, por las mañanas salía demasiado temprano de casa, por las noches volvía demasiado tarde.  O no volvía en absoluto.
Hacía mucho tiempo que no ejercía, y en la actualidad no la apoyaba ya en nada. Expresiones como “espero que este año pasemos más tiempo juntos”, sencillamente no formaban parte de su vocabulario. Más bien resonaba la amenaza de cuando lo buscaba de niña. “Vete ahora mismo o te haré daño.”

Y ahora una amenaza similar aparecía escrita en el espejo del baño del hotel.
¿Podía tratarse de una casualidad?
“! Por supuesto, él hoy no le haría otro daño que querer a Guillermo!”

Incluso antes de que llamaran a la puerta Camila ya había empleado la lógica a la luz de lo sucedido en la conferencia: una broma de mal gusto. El ocupante anterior de la suite debía de haber escrito el mensaje en el espejo para asustar y amedrentar al próximo huésped… y lo había logrado.
A tal punto que ella había asustado a medio hotel con sus gritos. Quizás el gracioso se había preocupado por la desmedida reacción de ella, puesto que no podría haber sospechado que las palabras del espejo despertarían su viejo trauma.
Y eso que antaño no fue la amenaza de vida lo que tanto la perturbó, sino aquella noche en que el fantasma salió del armario por primera vez. La jeringuilla, su voz… todo había parecido tan real…

__ ¿Encuentras bien? _quiso saber la rusa, que seguía contemplándola con una extraña mezcla de inquietud e impaciencia. Y entonces añadió algo tan cordial como cruel_: ¿Cliente crear problemas?

Camila no supo si reír o llorar. ¡Claro, era una prostituta de lujo!
De ahí su pinta. Medio congreso estaba alojado allí, el hotel estaba repleto de hombres solos en habitaciones de lujo. ¿Cuántos de ellos habían contratado una chica de compañía esa noche? Muchos, aprovechando no estar con mujeres e hijos.

__Si necesitas ayuda, entonces…
__No, no. Muy amable, pero… __Camila negó con la cabeza…  “pero no su una prostituta, solo una psiquiatra atemorizada”.

-Qué amable por tu parte ofrecer ayuda, y qué espantoso parecer acostumbrada a lidiar con clientes violentos. “Y con putas apaleadas acurrucadas en el baño.”

Camila sonrió pero la sonrisa no resultó sincera. En la mirada la rusa vio que esta aún dudaba, y por eso decidió decirle la verdad.

__No se preocupe. Estoy sola en la suite, pero creí que alguien había entrado a hurtadillas y me había espiado mientras me duchaba.
__ ¿Mirón?
__Sí. Pero solo era una broma estúpida del huésped anterior.
__Entonces…                    

La mujer pareció no convencida, pero se encogió de hombros y echó un vistazo a su Rolex. Luego se despidió pronunciando una frase sin errores.

__Ten cuidado de que no te pase nada.

A lo mejor la había oído a menudo en boca de sus colegas.
Camila se lo agradeció cerró la puerta y a través de la mirilla vio cómo se alejaba por el pasillo. Los ascensores se encontraban en dirección opuesta, así que estaba quizá esperándola una cita.
Con el corazón palpitante echó llave a todas las cerraduras de la puerta, corrió la barra de seguridad y solo entonces se dio cuenta de cuán exhausta estaba, primero la disertación, luego el espejo y luego la rusa… Ansiaba recuperar la tranquilidad y conciliar el sueño.
“Lo mejor sería entre los brazos de Pedro.”
¿Por qué no estaba junto a ella para que ambos pudieran bromear sobre lo ridículo de la situación? Durante un momento sopesó  la idea de llamar a alguien para distraerse, pero todos tenían citas.

Pero… ¿qué les diría? “¿Lo siento pero estoy nerviosa porque mi espejo está empañado?”

Estaba empañado, lo comprobó cuando regresó al cuarto de baño para lavarse los dientes. El vapor había desaparecido y también el mensaje.
Como si nunca hubiese existido.

CONTINUARÁ.

HECHOS Y  PERSONAJES SON FICTICIOS.

 CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.

LENGUAJE ADULTO.

 ESCENAS EXPLÍCITAS.

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