viernes, 5 de julio de 2019

REDENCIÓN. CAPÍTULO SEXTO.




REDENCIÓN.
CAPÍTULO SEXTO.


__ ¿Pedro?  ¿En verdad deseas continuar tu seminario conmigo? __preguntó Guillermo.

__A eso llegué, eres el mejor, Gaby se irá en días y todo será como antes.

2019.
“Puedes traicionarme una vez.
Una única vez”. Isaac Hayes.
 “Si no puedes vivir sin tratarme bien,
deberás aprender a vivir lejos de mí”. Frida Kahlo.


“Las calles ruidosas quedaron en silencio, no se oían ni los pajaritos,  el mundo enmudeció justo en el momento en que tú y yo nos miramos y sonreímos,   con el mundo detenido nuestros cuerpos se fundieron en un beso largo y eterno que dejó nuestras vidas enlazadas aunque tu mente se empeñe en enterrarlo, profesor.  Cómo no soñarte, si mis labios te llaman, mis manos te extrañan, mi cuerpo arde por ti, y mi corazón grita…  ven a mí. Cómo no pensarte, si no sé  vivir sin ti, necesito de tus ojos
para ver mi camino, de tus labios para saciar mi sed y de tu amor  para no morir, cómo no desearte, si tú eres todo para mí, y formas parte de mi vida constituyéndonos en un solo ser.
No hay nada más hermoso que cuando entre las cortinas de la noche te busco para soñarte amor, no hay nada más delicioso que imaginar tus manos perdiéndose al recorrer mi cuerpo, eres el amor que siempre soñé, el que siempre me habla estando dormido, siento cómo en mis sueños pones tus ojos en los míos, para recorrer cielos de amor, me vas besando con la ternura que tú solo sabes, yo no quiero despertar de este sueño vida mía, porque ya sé que soy tu enamorado, que mis sueños ya no son sueños, ahora te encontré sin buscarte, ahora tengo al amor que deseo, me besas sin pedirte tus besos a cada momento, en cada sueño dejas que mi cuerpo tiemble, siento la libertad cuando viajo por tus ojos perdiéndome en tus adentros, buscando ese no sé qué, que mi alma necesita,  eres el amante perfecto.
Los misterios de este amor inundan mis noches, y cuando en su negra oscuridad la noche llora, llora también mi alma, y el cielo entristecido, palpita destellos de lunas muertas, ellas ya no cuentan secretos, ni hablan de ti y de mí, de aquella mirada que se hizo dueña  para siempre de nuestro sentir, de nuestro vivir, y de nuestro dolor, cuando la noche cae crecen los recuerdos en mi maleta llenándola de sueños, cuando llega la noche las puertas de mi alma se abren para ti, para dejar que las palabras y versos de poeta enamorado, escriban con sus dedos la dulzura de cada uno de sus soles, de sus lunas, dejando que recobren vida para que adornen tu cielo y tu mundo sin mí.
Sentí el surgimiento de esto nuevo, como flor que crecía en mi estómago. La rosa perfecta que desbordaría con esencias de amor inmaculado y fragancias tersas, como terciopelo a los pies de este corredor cansado. Se erigió altiva y segura en base a tu rostro y creció con la fuerza de tu sufrida vida, a puro sentimiento. El hidalgo tallo portó la flor de este amor en proceso, la elevó como fantasías y estrellas en mi corazón. Los pétalos rompieron y se hizo grande y hermosa. Las mariposas y luciérnagas no tardaron en llegar y estremecían mi vientre con la sola contemplación de tu rostro.
Como azúcar que se quema y torna amarga su natural ligereza, así pero veloz en el tiempo la flor comenzó a cambiar. La rosa roja de mi agitación desprendió espinas y estas crecieron y fueron un ejército grande que arremetió contra las paredes de mi pobre estómago enamorado y lo lastimó. Entendí de la distancia y de los besos imposibles, la fantasía que no iba más allá. Las mariposas en espinas y luciérnagas como antorchas clavadas en mi interior. Se dobló mi querida flor y emanó con asco su perfume de lo que no sería y con nauseas parí la rosa que no pudo ser. Mientras tanto tú, si tú, dormías plácido en tu lecho de ingenuidad. Pero no ayer.
La niebla era espesa y no permitía ver más allá de mi propia ambición. Tropecé varias veces, muchas para mi delicado gusto, pero seguí. A veces a ciegas, a veces percibiendo el sonido lejano y confuso de mi destino. Cada tanto subía y buscaba aire desesperadamente por encima de la bruma que acentuaba la gravedad y procuraba sumergirme. “Esta es la última”, pensé casi sin aliento y te vi. Me arrastré por la lodosa superficie, ciego y en la aflicción de los tiempos. El faro emitía luz brillante y consoladora, arañé tus pies y salí a la superficie. “Hace tiempo que te espero”, me dijiste con voz angelical. Quizás nunca sepas lo que me costó.”

“Obcecado, sin cansarme, te busco sin encontrarte extraviado en las insondables sombras del camino,
cruel mi destino, extraño y sufro en esfuerzo vano los susurros de tu boca, amarte y besarte, ¿quién sos amor que me persigues y no te veo?
Si pudiera hablar con vos en un recodo del camino, yerma mi vida tu ausencia destruyó en mil pedazos, se aquieta la vida en la luz de tus ojos, un remanso entre tu callado silencio, y pedirte perdones tardíos. Muero de amor, sufro en las llamas de mi infierno, añoro tus manos tibias como mariposas en la brisa, vivir amores rebosantes lleno de alegría y sonrisas y te fuiste en silencio, y dejas mi vida un destierro. Se ahoga mi vida en este día, pena grabada a fuego,  fríos silencios, indiferencias de mis amores impíos, mi conciencia me castiga y condena en mis delirios, muero condenado, dolor de mis culpas sin remedio. Y culpable de herirte tu amor, es mi cruel tormento, buscaré la dulzura de tu aliento y suave como brisa entre un espejo de tu sombra, murmullos y sonrisas y la esperanza de vivir con vos un nuevo encuentro. Mi alma sin tu amor,  es solo una sombra efímera.”

Gaby estaba sentada en la barra de la cocina de Guillermo tomándose un café con leche y hojeando una revista de moda francesa que no era su lectura habitual. Su mesita de noche en Rosario estaba siempre llena de libros de política, de historia, economía, relaciones públicas y sociología, con la esperanza de que algún día sus superiores le pidieran su opinión en vez de pedirle que fotocopiara la opinión de alguna otra persona. Ahora estaba de baja, tenía tiempo de leer otras cosas aparte de política provincial.
Esa mañana se encontraba mejor, mucho mejor. La conversación con Alberto de la noche anterior había ido bien. Aunque seguía disgustado por la cancelación de la boda, no había dejado de repetir que prefería mil veces tenerla a ella que una boda.
“No hace falta que nos casemos ahora mismo. Podemos aplazarlo hasta que hayas superado el duelo. Pero te quiero a mi lado, Gaby. Siempre te querré a mi lado mi amor, no te separes de mí. Como mi esposa, como mi amante, como mi amiga… Aceptaré tus condiciones porque te amo. Vuelve conmigo.”

Sus palabras atravesaron la nebulosa de dolor y depresión que se había apoderado de la mente de ella, y, de pronto, lo vio todo claro. Había creído que ella huía de Miguel, de su padre, y del fantasma de su madre, pero tal vez también hubiese estado huyendo de Alberto. Al oírlo decir esas palabras se dio cuenta de que no podría abandonarlo nunca. No podría vivir lejos de él.
Su declaración había roto sus defensas y le había hecho darse cuenta de que  realmente deseaba ser su esposa. Fue consciente de que no quería esperar mucho para que Alberto se convirtiera en su marido. La vida era demasiado corta y cruel para desperdiciarla siendo infeliz. Su madre así se lo había enseñado.
Guillermo entró en la cocina, llevaba puestas las gafas. Tras darle un beso en la coronilla, le puso delante un fajo de billetes. Gaby se los quedó mirando con desconfianza, tras comprender de cuánto dinero se trataba, abrió mucho los ojos.

__ ¿Para qué es esto?
Él se sentó a su lado aclarándose la garganta.
__ ¿No ibas a ir de compras con Pedro?
Su hermana puso los ojos en blanco.
__No iremos. Está ocupado. Pasará todo el día haciendo un trabajo con un tipo llamado Matías. Y cuando acaben irán a cenar.
Guillermo se estremeció, masculló una maldición ininteligible, el insulto afloró en su mente sin pensar. Se tensó y gruñó para sus adentros.
Gaby empujó el dinero en su dirección y siguió leyendo la revista.
Él volvió a ponérselo delante.

__Quédatelo.
__ ¿Para qué?
__Cómprale algo a tu amigo, poco menos vive en la miseria.
Su hermana entornó los ojos.
__ ¿Por qué? Es mucho dinero.
__Lo sé _murmuró entre dientes.
__Es demasiado, Guille, Pedro no aceptaría regalos ni siquiera míos por este monto.
__ ¿Has estado en su departamento si es que puede llamarse así el hueco donde vive?
__No. Por lo que parece tú sí.
Él se revolvió incómodo en el taburete alto.
__Solo un momento. Estaba lloviendo, como tampoco tiene auto, lo acompañé a su casa en coche. Y…
__ ¿Y? __Gaby le pasó el brazo por el hombro y se le acercó con una sonrisa cómplice__. Cuenta, soy tu hermana.

Guillermo se liberó de su brazo con un movimiento de hombros y la fulminó con la mirada.
__No hay nada que contar. Fui un momento a su departamento, lo vi y es espantoso. Ni siquiera tiene una cocina, por el amor de Dios.
__ ¿No tiene cocina? ¿Qué demonios dices?
__Que es más pobre que un ratón de iglesia. Por no hablar de esa espantosa mochila que lleva a todas partes. Gástate todo el dinero en comprarle un bolso decente si hace falta, pero haz algo, porque si vuelvo a vez esa bolsa, te juro que la prendo fuego.
Gaby enarcó la ceja.
__ ¿Por todos tus alumnos te preocupas  así y reparas en sus mochilas?
__No voy a contestar.

Se pasó  las manos por el pelo varias veces y luego las dejó allí, mientras permanecía encorvado sobre la barra.  Con el poder de percepción que solo tiene una hermana, Gaby se lo quedó mirando. Guillermo aparentaba ser el jugador de póquer perfecto. Era impasible, frío y cerebral… No un poco frío, como la brisa o como el agua de un arroyo en otoño, sino muy frío. Frío como el contacto del agua de una roca en la piel al anochecer.
Gaby pensaba que la frialdad era su peor defecto, esa capacidad suya de decir y hacer cosas sin preocuparse por los sentimientos de los demás. Y en los demás incluía a su familia.
Pero a pesar de sus defectos, Guillermo era su hermano favorito. Y, como la pequeña de la familia, diez años menor que él, Gaby era la favorita de Guillermo. Nunca había discutido con ella de la misma forma que con Miguel o con su padre. Siempre la había protegido. A su manera, la quería. Nunca le haría daño de manera intencionada. Sin embargo, le había hecho daño varias veces al ver cómo se lo hacía a los demás. Y, especialmente, cómo se hacía daño a sí mismo.
Sabía, que si se fijaba bien, Guillermo no era tan buen jugador de póquer. Había demasiados detalles que delataban cuándo estaba sufriendo. Cuando estaba a punto de perder los nervios, cerraba los ojos, cuando se sentía frustrado se frotaba la cara, y recorría la estancia de un lado al otro cuando estaba preocupado o asustado, señales que ella había aprendido. Al ver que empezaba a caminar por la cocina, Gaby se preguntó de qué tendría miedo.

__ ¿Por qué te preocupas tanto por Pedro? Cuando cenó aquí no estuviste demasiado simpático. Ni siquiera lo llamabas Pedro.
__Es mi alumno. Tengo que mantener una actitud profesional.
__ ¿Profesionalmente mezquina y cruel?
Él se detuvo y la fulminó con la mirada.

__Vale. Me quedaré el dinero y le compraré una mochila. Aunque preferiría comprarle camisas, trajes y zapatos.
Guillermo volvió a sentarse en el taburete.
__ ¿Ropa y zapatos?
__Sí. ¿Y qué te parece si le compro también algo de ropa fina? A él le gustan las cosas bonitas, pero no puede permitírselas. Y es guapo, ¿no crees?
El miembro de él respondió antes que los labios, se movió inquieto bajo sus pantalones  de lana gris. Cruzó las piernas para disimular.

__Gástate el dinero en lo que quieras, lo único que pido es no volver a ver esa mochila.
__Bien. Le compraré algo fabuloso… aunque probablemente necesite más dinero. Y luego tendremos que llevarlo a algún sitio para que luzca el nuevo modelito y quizá corte de cabello. __Gaby miró a su hermano mayor y parpadeó.

Sin molestarse en discutir ni en negociar, Guillermo sacó una tarjeta de  visita de su cartera, tomó la estilográfica Montblanc y desenrolló el capuchón.
__ ¿La gente normal aún usa esas cosas o solo los medievales? _preguntó ella, inclinándose hacia él con curiosidad__. Me extraña que no uses tintero y pluma de ave.

Guillermo frunció el cejo.
__Es un modelo exclusivo _ respondió, como si eso lo aclarara todo.

 Gaby puso los brazos en garra mientras su hermano usaba la reluciente plumilla de oro de dieciocho quilates para escribir una mera tarjeta de visita al dorso con una caligrafía segura, pero anticuada. Decir que Guillermo era pretencioso era quedarse corto.
__Aquí tienes _ dijo él, deslizando la tarjeta sobre la encimera de la barra__. Tengo cuenta en las mejores casas de la ciudad. Enseña esto al conserje en cada una y él te llevará a la encargada de proveerme, mi personal shopper que se encargará de que lo carguen todo a mi cuenta. Pero no te vuelvas loca, Gaby. Ah, quédate con el dinero en efectivo. Considéralo un regalo de cumpleaños con seis meses de adelanto.

Ella se inclinó y le dio un beso en la mejilla.
__Gracias. ¿Qué es lo que dice la tarjeta?
__El nombre de la casa principal, versión en el país de Saks Fifth Avenue. Tienen de todo. No te olvides, lo importante es terminar con la vieja mochila, que además está contaminada.
--¿Qué?
__Yo me entiendo. Lo demás son… detalles insustanciales. __Su voz sonaba de pronto malhumorada.

__De acuerdo, pero ¿me podrías explicar por qué te altera tanto esa mochila L. L. Bean? Todos los estudiantes tienen una. Yo misma tenía una, hasta que maduré y descubrí Longchamp.
__No lo sé _ reconoció, Guillermo, quitándose las gafas y frotándose los ojos.

__Hum. ¿Añado ropa interior a la lista? ¿Te gusta… de gustarte? _ preguntó Gaby con una sonrisa irritante.

Su hermano resopló.
__ ¿Cuántos años tenemos, Gaby? Es mi alumno, ¿lo has olvidado? Esto no tiene nada que ver con romanticismo. Tiene que ver con penitencia.
__ ¿Penitencia?
__Penitencia por los pecados. Mis pecados.
Y además lo humillé al ver su departamento.
Gaby esta vez fue ella la que resopló.
__Realmente te has quedado en la edad media. ¿Se puede saber de qué pecado  me hablas que hayas cometido contra Pedro? ¿Aparte de comportarte como un idiota? Si ni siquiera lo conoces…

__En un sueño me desperté y lo encontré a mi lado  y quise saciar el insaciable deseo que nunca ato  pues no le puedes decir al pecado  no sea pecado  ni a tu piel desnuda que renuncie mi dulce trato. Siente mi aliento, mis dedos, la boca en tu cuello  mordiendo puntos exactos que prenden en el cuerpo   una descarga estática que pone de punta el vello  desde los pies hasta la nuca en el mismo tiempo.
Lo beso, me besa, su pecho palpita, sus ojos desean  buscando la llama que grata corre por mis venas,  un fuego tan intenso que los griegos jamás vieran,   sí…  en todo cariño compro al castigo que condena. En tu piel posees las letras, en tu mirada un poema  y cada roce que servía cumplía su cálida entrega  si en el encuentro sabe dar en donde más quema,  allá por el que tanto incendio  doblega de agrado. Queriendo bailar en esa hoguera la noche entera  apreciando en las yemas  las cenizas que quedan  y cual fénix las revivo como nunca nadie hiciera si a más ver arder solo deseo hacer que sucedan.
Pues no me vería en otro infierno que no ardiera  que por ese que encierra tu espalda y me corteja  en una concisa paz que pide guerra a mi cadera  dando otro instante esperado sin ninguna queja. En el que tus pupilas aún abiertas todo cuentan y en su brillo puedo leer más de lo que expresan,  en cada parpadeo veo cuánto tanto se calientan  y sus nalgas de rodillas en capilla se confiesan.  Más del instante sumiso tanta culpa me ruegas  que pago con palabra, el hecho que aquí prueba  todo lo que puedo llegar a dar si el vicio alegas  o mi alma es consciente de la tuya tan manceba. ¿Qué haces experto de la calma entre mis piernas  si en tal conjunto de amor sirve en su propuesta  y esa galerna que se desata simple la gobiernas  cuando estás junto a tanto bravío mar expuesto? Pues poco le importa todo si bien sube la marea   si bajo el agua sabe que de la llama es  dueño  como de ese canto en el que un orgasmo tararea  y blasfema de tal palabra las noches que sueña. ¿Qué amolda en su norma, perdiendo las formas que deseadas aportan, lo que las horas acortan en ellas me informas que de poco te conformas  pero mis dedos ante ti como locos se comportan?  Me desperté, lo toqué  y pronto supe lo que hacer  estallar, gemir, vibrar su piel, ¡vamos! ver arder,   sí hasta los dioses dicen ser dios del placer  al que puede entregar al morder el más tierno roce. De besar, tocar, lamer cada parte que de tu ser,  del instante de pasión que desatas al conceder valorar, poseer tu alma y mi pecado   coser a él,  para todo eso que aquí pase tenga que suceder. Y el sol no sea lo primero que veas al amanecer  sintiéndolo todo como esa primera vez que ves  en la que un roce podía prender por complacer  el saciar, el deber con grato saber del que sirves. Del que ansías pretender, al alcance de un tener  por el que solo quieres ver degustándote la piel,   sí poesía es lo que sientes y lo quieres mantener  al yacer en mi colmena colmándome con tu miel.
__ ¿Estás hablando de lo que sientes por Pedro o es una de tus obras? _Preguntó Gaby con los ojos como platos __. ¿Es ese tu pecado?

Guillermo volvió a ponerse los anteojos y se removió incómodo en el asiento. Su miembro no paraba de dar brincos solo de pensar en todo lo dicho…  hecho con Pedro Beggio y unido a pecado en la misma frase. Los dos juntos en la misma habitación. Sin ropa. Quizás él solo con…

__ ¿Guillermo? Estoy esperando.
__No tengo que confesarte mis pecados. Solo tengo que espiarlos _respondió, arrebatándole la revista de las manos.

__ ¿Lees francés? ¿Y te interesa la moda femenina? __preguntó su hermana apretando los dientes.

Guillermo miró la revista abierta y vio la foto de una modelo top pintada y despatarrada, cubierta solo con una biquini petite. Los ojos se le abrieron. “Nada como Pedro con un bañador de ese tamaño”.
Gaby se cruzó de brazos y lo miró expectante.
__A mí no me hables en ese tono. No soy uno de tus alumnos y no pienso tolerar tus tonterías.
Suspirando, él volvió a  quitarse las gafas para frotarse los ojos.

__Lo siento __murmuró, devolviéndole la revista, no sin antes echar un último vistazo a la modelo superponiendo otra imagen, con interés puramente académico.

__ ¿Por qué estás tan tenso? ¿Problemas de mujeres o de hombres? ¿Estás saliendo ahora mismo con alguien? ¿Cuándo saliste con alguien por última vez? Y, por cierto, ¿qué significan esas fotos en tu…?
__No pienso hablar de esas cosas contigo __la interrumpió, Guillermo__. Yo no te pregunto a quién te estás tirando.

Gaby se mordió la lengua y respiró hondo.
__Voy a pasar por alto ese comentario, a pesar de que ha sido de muy mal gusto. Cuando estés de rodillas haciendo penitencia, no te olvides de añadir el pecado de envidia a los demás. Sabes que nunca he estado con nadie más que con Alberto y también sabes  que lo que hay entre nosotros es mucho más que tirarse a alguien. ¿Qué demonios te pasa?
Él murmuró una disculpa, pero no levantó la mirada. Aunque sabía que su comentario había estado fuera de lugar, había logrado su objetivo, que era que olvidara las preguntas que le había hecho. Así que, en realidad no se arrepentía.
Su hermana jugueteó con la tarjeta de visita mientras se calmaba.

__Si no te gusta Pedro, entonces es que sientes lástima por él. ¿Por qué? ¿Porque es pobre?
__No lo sé __respondió él, suspirando y negando con la cabeza.

__Pedro suele despertar el instinto protector en la gente, tiene el aspecto frágil, como de oveja perdida. Pero no te equivoques. Es un hombre fuerte con una energía para empezar y llegar a sus metas enorme. Sobrevivió a una madre alcohólica, a un padre desapegado, y a un novio que…

Guillermo se volvió hacia ella con interés.
__ ¿A un novio que…?
__Me dijiste que no querías saber nada de su vida personal y privada. Es una lástima. Si no tuvieras una relación solo profesional académica, creo que te gustaría. Creo que incluso podrían ser grandes amigos.
Sonrió mirando a su hermano para ver cómo reaccionaba, pero él volvió a bajar la vista y se frotó la barbilla, absorto en sus pensamientos.
__ ¿Quieres que le diga que la mochila y el resto son un regalo tuyo? _preguntó Gaby tamborileando con los dedos sobre la encimera.

__! Por supuesto que no! Podrían despedirme solo por eso. Alguien sacaría conclusiones equívocas y me llevarían a un tribunal académico.
__Pensaba que los profesores adjuntos tenían plaza fija.
__Eso no importa –murmuró él.

__A ver si lo he entendido. Quieres gastarte un montón de dinero en Pedro, pero no quieres que él se entere de que eres tú quien paga. Esto es un poco como Cyrano de Bergerac, ¿no crees? Ya veo que el francés te resulta más familiar de lo que pensaba.

Guillermo se levantó sin decir nada y se dirigió hacia la enorme cafetera exprés que tenía cerca de la encimera. Se concentró en el proceso algo laborioso de preparar un café perfecto y aprovechó para darle la espalda a su hermana. Ella suspiró.
__De acuerdo, quieres hacer algo por Pedro. Tú prefieres llamarlo penitencia, aunque tal vez sea simple amabilidad. Bueno, simple no. Es doble amabilidad, porque no quieres que sepa de dónde sale el dinero para que no se sienta avergonzado y en deuda contigo. Estoy impresionada. Bastante.
__Quiero que sus pétalos vuelvan a abrirse _ susurró Guillermo. O eso le pareció oír a Gaby, aunque lo descartó en seguida. No tenía sentido.

__ ¿No crees que deberías tratarlo como a una persona adulta y decirle de dónde han salido los regalos? ¿Dejar que sea él quien decida si quiere aceptarlos o no?
__Si supiera de dónde salen no los aceptaría. Me odia.

Su hermana se echó a reír.
__Pedro no es de la clase de personas que odian a los demás. Es demasiado indulgente. Si de verdad te odia, probablemente te lo mereces. Pero tienes razón. No acepta caridad. Solo en ocasiones muy especiales me deja que le compre algo.
__Dile que son regalos de Navidad atrasados o adelantados. O que son de parte de Mirna.
Ambos hermanos intercambiaron una elocuente mirada.
__Acertaste, de la única persona que Pedro aceptaba caridad, era de mamá __dijo Gaby con los ojos llenos de lágrimas__. Era como una madre para él.

Guillermo se le acercó rápidamente y la abrazó para consolarla.
En el fondo sabía que al intentar convencer a su hermana de que le comprara cosas bonitas a Pedro estaba buscando indulgencia. Comprando una bula para un pecado que aún no había cometido y presentía inevitable. Nunca le había pasado nada parecido con ningún otro hombre menos mujer, pero no quería pensar en ello, no serviría de nada.
Sabía que vivía en el infierno y lo aceptaba. No solía quejarse pero para ser sincero, tenía que admitir que deseaba escapar de allí desesperadamente. Por desgracia, no tenía a un Virgilio ni a una Beatriz que fueran a buscarlo. Sus oraciones no recibían respuesta y sus intentos de reformarse siempre se veían frustrados por una cosa u otra. Casi siempre por alguna rubia de pelo largo, por un joven de pelo alborotado, que le arañaran la piel mientras gritaban su nombre una y otra vez. Y otra. Otra.

En su actual estado de ánimo, la mejor manera que se le ocurría de gastarse el dinero manchado de sangre de su padre biológico era un ángel de ojos castaños. Un ángel que no se podía permitir un apartamento con cocina y cuyos pétalos se abrirían un poco si su mejor amiga le regalaba un traje elegante y zapatos de marca.
Guillermo quería hacer mucho más que comprarle una mochila pero nunca admitiría que lo que deseaba en realidad  era verlo sonreír.

Rincones de tu cuerpo permanecen ocultos a mis labios. Insinúas en ti el inicio de mi camino,
incitas a que abra esas puertas, que me lleven a explorar su final. A escondidas de mi boca,
tus labios ensayan  los besos para mí,  que teñirán de roja pasión mi aliento.
El aroma de tus húmedos cabellos que me llevan a perderme en tus tormentos.
Mis sentidos enloquecen de deseos al caer  rendidos a tus encantos masculinos y desespero por perder mis húmedos besos en esos rincones ocultos de tu cuerpo. Y que el fino tacto de mis labios deje en tus poros su huella latente. Está en ti, esa esencia que  me nutre de amor mezcla de fina sal, en tu sudor de pasión y adictiva miel, en tu  elixir de humedad, mi delirio total.
Se arrastrarían mis caricias por tu piel, sembrando en tus despiertos poros mis ansiosas caricias. La sal de la vida, la miel del amor son  el combo perfecto, que encuentro en tu cuerpo
y en tus rojos labios. Querría en esos instantes de amor, nacer y morir en ti mi completa locura, razón y pasión, se fundirían para ti  por siempre en un solo delirio de amor, Pedro Beggio.
 Y en medio de mi silencio, me doy cuenta que no estoy solo, que el mundo sigue, que la gente camina, corre y va. Que respiro tu mismo aire, que mi corazón late, y estamos vivos,
que mi luna y mi sol, iluminan también tus días. Y allí estás tú, en ese silencio mío, porque mi mente te paralizó en él, y te pienso y te extraño, y mis lágrimas llevan tu nombre...
Y aun así no me rindo, y mi dolor me hace más fuerte, y cobra vida mi esperanza muerta, porque mi amor será tuyo siempre. Estoy amándote en mi silencio, deseándote en mis desvelos, mi piel se eriza cuando te pienso, mi boca gime por ese encuentro.”

Mientras los hermanos discutían sobre penitencia, perdón y ridículas abominaciones que hacían las veces de mochila, Matías esperaba a Pedro en la entrada de la mayor Biblioteca del campus universitario. Aunque Pedro solo lo sospechaba, durante el corto tiempo que había pasado desde que se conocieran, Matías le había tomado mucho cariño a su compañero de clase.
Era muy sociable y tenía muchos amigos, gran parte de los cuales eran mujeres. Había salido con un montón de chicas, tanto centradas como con problemas, su última relación había llegado a su fin. Sin embargo su ruptura no había sido traumática. Nadie había salido derrapando en ningún aparcamiento ni se habían quemado fotos. Seguían siendo amigos y Matías se sentía orgulloso de haber podido mantener la amistad.
Pero ahora había conocido a Pedro, le parecía que una relación con alguien con quien compartía intereses y objetivos profesionales podía ser muy interesante y enriquecedora amén de que hacía tiempo sospechaba que deseaba a los hombres.
Matías era un chico clásico, de vieja escuela. Creía en la importancia de cortejar a alguien y le gustaba tomarse su tiempo para ello. Por eso estaba encantado de ir paso a paso con el precioso y tímido Pedro Beggio hasta conocerlo mejor. Solo cuando estuviera seguro de lo que él sentía, le expresaría sus sentimientos.
Había decidido que lo mejor sería pasar mucho tiempo a su lado, tratarlo bien. Y prestarle mucha atención. Así, si algún otro tipo aparecía y trataba de comerle terreno, él se enteraría en seguida y podría decirle que apartara sus zarpas.

Pedro lamentó no ir de compras con Gaby, pero le había prometido a Matías que pasaría el día con él en la biblioteca. Tenía que empezar a preparar su proyecto, ahora que el profesor Graziani había aceptado dirigirlo. Estaba muy motivado. Quería sorprenderlo tanto en las clases como en la propuesta, aunque sabía que ni una cosa ni la otra cara iban a ser fáciles.

__Hola _lo saludó, Matías, quitándole la mochila de la espalda y cargándosela al hombro como si no pesara nada.

__Gracias por aceptar ser mi guía. La última vez que vine por aquí me perdí. Acabé en una oscura sección de la cuarta planta,  donde no había más que mapas _recordó, Pedro, estremeciéndose.

Él se echó a reír.
__Es una biblioteca enorme. Te enseñaré la colección Dante de novena planta y luego te llevaré a mi despacho.

Le sostuvo la puerta abierta para que pasara y Pedro entró en el edificio sintiéndose un príncipe. Matías tenía unos modales exquisitos y no los usaba como un arma. Reflexionó sobre la actitud de algunas personas __que no hacía falta nombrar__, que usaban los modales para intimidar y controlar, mientras que otras _ como Matías__ los usaban para hacer que su acompañante de sintiera especial. Muy especial.

-¿Tienes un despacho aquí? __preguntó Pedro, mientras los dos enseñaban el carnet de estudiantes al guardia de seguridad sentado junto a los ascensores.

__Algo así _respondió él, aguantando la puerta del ascensor hasta que Pedro entró__. Tengo una pequeña zona de estudio junto a la sección dedicada a Dante.

__ ¿Puedes solicitar una para mí?
Él hizo una mueca.
__Están más buscadas que el oro. Es casi imposible conseguir una, sobre todo si estás en el curso de doctorado.
Al ver la expresión de incredulidad de Pedro, se apresuró a añadir.
__Personalmente, pienso que estos cursos tienen el mismo valor que los seminarios, pero no hay despachos para todo el mundo. El mío tampoco es mío, es de Graziani.

Si Pedro no se hubiera vuelto en ese momento para apretar el botón del ascensor, Matías habría captado que dejaba de respirar un instante y palidecía.
Al llegar a lo novena planta, lo guió por la colección de Dante con paciencia, mostrándole tanto las facetas primarias como las secundarias. Le gustó verlo acariciar los lomos de los libros con delicadeza, como si estuviera saludando a viejos amigos.

__Pedro, ¿no te importa si te hago una pregunta personal?
Pedro permaneció muy quieto, con la mano sobre un volumen tamaño cuartilla con la cubierta de cuero hecha jirones. Aspiró su aroma profundamente para calmarse y sonrió.
__Graziani me pidió que recogiera tu expediente de la señora Labrapoulus y…

Pedro lo miró con los ojos muy abiertos.
“Oh, no”, pensó.
Matías levantó las manos para calmarlo.
__No lo leí, no te preocupes _ dijo sonriendo__, aunque no hay nada demasiado personal en esos expedientes. Al parecer, Graziani quería encontrar algo. Pero lo que me extrañó fue lo que hizo luego.

Pedro alzó las cejas.
__Telefoneó a un catedrático del Departamento de Lenguas Románticas y de Literatura de Harvard.
__ ¿Cómo lo sabes? _ preguntó él, parpadeando ligeramente.

__Fui a llevarle unas fotocopias y lo oí hablar con él. La conversación iba sobre ti.
__ ¿Y por qué iba a hacer algo así?
__Eso precisamente quería comentarte. Le preguntó por qué no tenían becas lo suficientemente generosas para sus alumnos de doctorado. Graziani es un alumno de ese departamento, una especie de mecenas. El tipo que habló ocupaba la cátedra cuando él se doctoró.

“Mierda. Estaba comprobando si era cierto que había obtenido una plaza en Harvard. No se lo creía. Qué típico.” Cerró los ojos y se apoyó en el estante más cercano.

__No sé qué respondió el hombre, pero oí a Graziani.

Pedro mantuvo los ojos cerrados esperando que Matías remachara el clavo. Solo esperaba que lo hiciera rápido y, a ser posible, que no se lo clavara en el pie.
__No sabía que hubieses conseguido una plaza en Harvard, Pedro. Es impresionante. Yo también lo intenté y no la conseguí. Graziani le pidió que le confirmara si habías sido admitido y luego le preguntó en qué posición habías quedado.
__Por supuesto _murmuró él__. Vengo de un pueblito de una ciudad del interior. Fui a una universidad jesuita con unos siete mil alumnos. ¿Cómo iba a entrar a Harvard?

Matías frunció el ceño.
“Pobre Pedro, ese cabrón  le tiene la moral comida. Debería darle la patada que se merece y luego volver a trabajar para él como si no hubiera pasado nada…”

__ ¿Qué tienen de malo las universidades católicas? Yo también me licencié en una, y mi educción no tiene nada que envidiar a la de otros. Tenían a un especialista en Dante en el Departamento de Lengua y a un especialista en Florencia en el de historia.
Pedro asintió como si le estuviese prestando atención.
__Escúchame, aún no he acabado. El caso es que Mateo trató de convencerlo de que te envíe  a Harvard para hacer el doctorado cuando acabes el curso. Dijo que estabas entre los alumnos con mejor nota y, considerando la fuente, es muy buena noticia. Piensa que yo me presenté y me rechazaron _reconoció de nuevo Matías, sonriendo sin ganas, no sabiendo cómo reaccionaría Pedro__. Así que si no es demasiado personal ¿por qué no fuiste a Harvard?

__No quería venir acá _ susurró, Pedro como si se sintiera culpable_. Sabía que me lo encontraría. Pero no me quedó otro remedio. En Chile, me endeudé mucho con préstamos estudiantiles. Debo varios miles de dólares y no podía seguir endeudándome para ir a Harvard. Así que decidí hacer el curso aquí y volver a solicitar una beca más generosa para el curso que viene. Si  me la conceden, podré ir sin tener que pedir más dinero.

Matías asintió con la cabeza. Mientras Pedro volvía a concentrarse en examinar los libros que tenía delante, él lo observó. Al parecer, no se había dado cuenta de lo que acababa de confesar. Lo que había dicho sin darse cuenta era mucho más revelador que la razón por la que supuestamente no se había ido a Harvard.
Mientras Pedro abría y cerraba los polvorientos volúmenes, con los ojos muy abiertos y una sonrisa en sus deliciosos labios. Matías se dio cuenta de que era como un animalito asustado en medio de un prado o una carretera aunque también le recordaba a “El conejo de terciopelo”.

Matías no lo reconocería nunca, y si alguien se lo preguntaba, mentiría mirando a los ojos del interlocutor y juraría que no sabía de qué le estaban hablando, pero ese era uno de los cuentos favoritos de  su exnovia. Al comienzo de su relación ella le había pedido que lo leyera para  poder entenderla mejor. Y Matías, se lo había leído a escondidas, porque creía amarla.
Y aunque no lo reconocería, le había encantado.
Al mirar a Pedro, tuvo la sensación de que estaba esperando desesperadamente convertirse en un ser real. Y también que alguien lo amara. Pero la larga espera se había cobrado su precio. No en su aspecto físico, que era muy atractivo __aunque para gusto de Matías demasiado pálido y delgado, algo que una buena ración de comida solucionaría rápidamente__, sino en su alma, que era bonita, pero como la veía reflejada en su mirada,  triste y atormentada.

Él nunca se había parado a pensar en el tema del alma hasta conocerlo. Pero ahora, era un creyente fervoroso. Esperaba que algún día,  consiguiera lo que deseaba, que alguien lo amara para que dejara de estar asustado y se convirtiera en otra cosa. En alguien más valiente. Y más feliz.
Pensando en que había dejado volar demasiado la imaginación con libros infantiles, sonrió, decidido a distraerlo de sus problemas.

Lo guió hasta la puerta y le mostró la placa de latón donde, en elegante letra cursiva, había escrito: profesor G. Graziani, Departamento de Estudios Italianos.
Pedro se fijó que ninguna de las otras puertas tenía placa. Y se fijó también que Matías había puesto una tarjeta debajo de la placa. Se imaginó a El Profesor, viéndolo y arrancándolo malhumorado. Al leer el nombre completo de su amigo vio que su segundo nombre comenzaba con V. Matías V. Olazábal.

__ ¿Qué significa V.? __le preguntó.

__ No me gusta demasiado mi segundo nombre _respondió.

__A mí tampoco me gusta el mío. Si no quieres decírmelo está todo bien _dijo Pedro sonriendo, antes de volverse hacia la puerta cerrada.
__Te reirías.
__Lo dudo. No me siento particularmente orgulloso de mi apellido siquiera.
Matías suspiró.
__ ¿Me prometes no decírselo a nadie?
__Por supuesto. Y yo te diré el mío: Heleno.
__Es un nombre precioso. __Matías cerró los ojos e inspiró hondo. Luego esperó. Cuando no pudo más y los pulmones le estaban pidiendo a gritos oxígeno, soltó el aire rápidamente, diciendo__: Virgilio.

__ ¿Virgilio? _ repitió, Pedro, mirándolo con incredulidad.

__Sí. __Matías abrió los ojos temiendo que él empezara a reírse, pero otra cosa pensaba Pedro, si Guillermo era su Dante, y Matías trabajaba para él, ¿sería su Virgilio, lo sacaría del infierno para llevarlo donde él?

__ ¿Estás estudiando para especializarte en Dante y tu segundo nombre es Virgilio? ¿Me tomas el pelo? Matías, ¿crees en la reencarnación y en otras vidas?
__No lo creo. Es un nombre común en mi familia, solo eso. Mi bisabuelo se llamaba así y te aseguro que nunca leyó a Dante.
Pedro le dedicó una sonrisa.

__Pues me parece un nombre precioso. Es un gran honor llevar el nombre del noble poeta.
__Sí, lo mismo que el de Heleno, que supongo será por Helena de Troya _añadió mirándolo con dulzura y admiración.

Pedro apartó la vista y Matías carraspeó para aligerar la tensión que se había creado.
__Graziani nunca usa este despacho, solo viene de vez en cuando a dejarme cosas. Pero es suyo, él paga la factura.
__ ¿Son de pago?
Él asintió con la cabeza y abrió la puerta.
__Sí, pero lo valen. Tienen calefacción, aire acondicionado y acceso a internet. Además se pueden cerrar con llave, por lo que son muy prácticos para dejar libros que estás usando sin tener que devolverlos cada día. Cualquier material que necesites, incluso si es material de referencia, del que no se puede sacar de la biblioteca, puedes guardarlo aquí cuando quieras.

Pedro miró el cuarto pequeño pero cómodo como si fuera la tierra prometida. Abrió mucho los ojos al ver el espacio de trabajo con la mesa empotrada, las cómodas sillas y estanterías que iban desde el suelo hasta el techo. A través de una ventanita, se veía parte de la ciudad. Se preguntó cuánto costaría vivir allí. Sería mucho mejor que su agujero de hobbit, no apto ni para un perro.

__De hecho _ siguió diciendo Matías mientras retiraba unos papeles__, puedes usar este estante. Y te dejaré mi llave de repuesto.

Tomó la llave y escribió un número en un trozo de papel.
__Este es el número de despacho. Por si te cuesta encontrarlo al principio, y esta es la llave.
Pedro se lo quedó mirándolo con la boca abierta.
__No puedo aceptarla _ reconoció finalmente__. Me odia. No le gustará verme por aquí.

__Que se joda.

Esta vez fueron los ojos de Pedro los que se quedaron sorprendidos.
__Perdón _dijo Matías__. Normalmente no digo improperios.

Pedro asintió, aunque no había sido su lenguaje lo que lo había sorprendido.
__Graziani no viene por este despacho casi nunca. Puedes dejar  tus cosas tranquilamente, pensará que son mías. Si no quieres encontrártelo, no hace falta que trabajes aquí, pásate de vez en cuando, yo suelo venir a menudo. Si te ve, supondrá que estamos trabajando juntos. O algo así.

Sonrió con timidez. Le estaba dando la clave de lo que buscaba en su relación con él. Quería que se vieran con frecuencia. Quería ver sus cosas en su estante. Quería trabajar y estudiar a su lado…
Pero Pedro no quería que le diera las claves ni las llaves.
__Por favor __insistió Matías, tomándole la mano y abriéndole los dedos con delicadeza.

Al notar que dudaba, le acarició el dorso de la mano con el pulgar para tranquilizarlo. Tras ponerle la llave y la nota en la mano, volvió a cerrarle los dedos con cuidado de no hacerle daño. Sabía que  ya Graziani se había ocupado de eso.
“Lo real no es algo que te venga dado. Es algo que te pasa. Y ahora mismo necesitas que te pasen cosas buenas.”
Pedro se sobresaltó al oírlo, Matías no podía saber lo ciertas que eran sus palabras.
“¿Está citando un cuento infantil? Imposible.”

Al volver la cara hacia él, vio que sus ojos transparentes eran cálidos y amables. No había en ellos nada grosero ni calculador. Nada turbio ni agresivo.  Tal vez, sencillamente le gustaba. O sentía lástima por él. Fueran cuales fuesen sus auténticas intenciones, en ese momento, Pedro decidió creer que el universo no era un lugar completamente oscuro y decepcionante, que siempre quedaban rincones luminosos con vestigios de bondad y de virtud, y aceptó la llave con la cabeza baja.
__No llores. __Matías alargó una mano para recoger una lágrima que había caído, pero lo pensó mejor y dejó caer el brazo a un lado.

Pedro se volvió, avergonzado por la intensidad de las emociones que le estaba provocando algo tan inocente como una llave o un cuento infantil. Al mirar a su alrededor buscando desesperadamente algo con lo que distraerse, vio un CD, en un estante y lo tomó, era el Réquiem de Mozart.
__ ¿Te gusta Mozart? _preguntó, volviendo la caja para leer el dorso.

Matías apartó la vista.
Sorprendido, Pedro alargó el brazo para devolverlo a su sitio, pensando que lo había molestado al tocar sus objetos personales.
__No, no pasa nada, puedes mirarlo si quieres. Pero no es mío, es de Graziani.
Una vez más. Pedro sintió un escalofrío y notó que le daba vueltas la cabeza.
Al darse cuenta de su reacción, Matías empezó a hablar muy de prisa.
__No se lo digas a nadie. Se lo robé.
Pedro levantó la mirada.
__Lo sé, es horrible. Pero es que ponía el mismo tema una y otra vez y otra en su despacho mientras yo catalogaba su biblioteca personal. “Lacrimosa, jodida lacrimosa”. ¡No podía más! Es deprimente. Así que robé el CD y lo traje aquí. Problema resuelto.

Pedro cerró los ojos y se echó a reír con ganas, aunque le dolía el corazón y latía como si deseara escapar del pecho e ir a Guillermo.

__Pues no lo has escondido demasiado bien. Yo lo he encontrado en treinta segundos _dijo, ofreciéndoselo.

__ ¿Por qué no lo guardas tú en tu casa? __propuso.

Pedro se puso tenso y dio un paso atrás.
Matías lo vio agachar la cabeza y morderse el labio inferior y se preguntó qué había hecho mal. ¿Estaba preocupado por si Graziani encontraba el CD en su casa?
_ ¿Pedro? Lo siento _se disculpó en voz baja, sin hacer ningún movimiento__. ¿Qué he hecho mal?

__No, no. Nada _lo tranquilizó, mirándolo nervioso y dejando el CD en su sitio__. Me encanta el Réquiem de Mozart y “La lacrimosa” también es mi parte favorita. No sabía que a él también le gustaba… Me ha sorprendido.

__Tómalo prestado. __Matías se lo volvió a dar__. Si Graziani pregunta, le diré que lo tengo en mi casa. Llévatelo el fin de semana, lo cargas en tu iPod y lo devuelves el lunes.

Pedro se quedó mirando el CD.
__No sé…
__Hace una semana que lo tengo y no ha preguntado por él. Tal vez esté de mejor humor. Empezó a escucharlo cuando regresó del viaje. No sé por qué.
Impulsivamente, Pedro se lo guardó en su mochila.
__Gracias.
__Por ti lo que sea, Pedro _replicó él, sonriendo.

Habría querido darle la mano, o la menos apretársela durante un instante, pero era asustadizo, y se reprimió, se mantuvo a distancia mientras volvían al pasillo y le seguía enseñando la biblioteca.

_El festival de cine es este fin de semana. Tengo una entrada doble para ver varias películas el sábado. ¿Te gustaría acompañarme? _le propuso, tratando de no parecer nervioso mientras se acercaban a los ascensores.

_ ¿Qué películas?
__Una es italiana y otra es alemana. Yo prefiero el cine europeo –reconoció con una tímida sonrisa__, aunque podría cambiarlas por otras entradas para ver algo local…

Pedro negó con la cabeza.
__A mí también me gustan las películas europeas. Siempre y cuando estén subtituladas. Tengo escasas nociones de francés y de alemán…  solo conozco palabrotas.
__ ¿Sabes palabrotas en alemán? _le preguntó con una sonrisa traviesa __. ¿Cómo es eso?

__En la universidad, vivía en la residencia internacional y uno de los estudiantes de intercambio era de Berlín. Siempre estaba diciendo palabrotas. Al final de aquel curso, todos los alumnos decían palabrotas en alemán.
Matías era alumno de doctorado, así que lo más probable era que hubiese estudiado francés y alemán. Probablemente se burlaba de su falta de conocimientos, como había hecho Sonia en su primer seminario. Esperó en tensión un comentario burlón, pero no llegó.

__Mi alemán es espantoso. Tal vez podrías enseñarme unas cuantas palabrotas. Sería una gran mejora.
__ ¿Por qué no? Me encantará acompañarte al cine el sábado. Gracias por invitarme.
__De nada.

Matías estaba muy contento. El encantador Pedro Beggio lo acompañaría al festival de cine y después irían a cenar, todavía no lo había llevado nunca a su restaurante hindú favorito. Aunque también podrían ir esa misma noche y después del cine a otro. Y luego lo llevaría a las galerías de arte el siguiente fin de semana, y al teatro Colón.
Mientras seguían la visita, Matías recordó que debía ser muy paciente. Y muy cauteloso cada vez que alargara la mano para ofrecerle una zanahoria. Si no, se asustaría y no tendría oportunidad de ayudarlo a convertirse en ser real.

A la mañana siguiente, Pedro estaba sentado en su estrecha cama trabajando en su propuesta de proyecto con su viejo ordenador portátil y escuchando a Mozart. Los gustos musicales del profesor lo sorprendían bastante. ¿Cómo podía gustar aquella música a alguien que escuchaba a los Nine Inch Nails? ¿Habría escuchado el Réquiem solo como homenaje a Mirna? ¿O tendría alguna otra razón para torturarse con la misma pieza deprimente una y otra vez?
Cerró los ojos y se concentró en las palabras de “La Lacrimosa”, cantada a todo pulmón por el coro, en latín:
 Día de llanto,
en el que de las cenizas resurgirá el culpable para ser juzgado.
Ten piedad, Oh, Dios, de ese hombre.
Ten piedad, Oh, Señor de él.
Señor Jesús, tú que tienes piedad de todos,
otórgale el descanso eterno.
Compasivo Señor Jesús,
otórgale el descanso.
Amén.

“No tengo lo que usted merece y estoy muy lejos de tenerlo, pero tengo un corazón
íntegro, exclusivo, completo, que quisiera dedicárselo  para que realice sus sueños.
¡Por si yo me encuentro en ellos!
No tengo lo que usted merece pero puedo prometerle que hasta mi último latido
me dedicaré a enamorarle, a procurar que su risa se vuelva un hábito frecuente, porque ver su rostro de alegría será cada día mi mayor aliciente. No tengo lo que usted merece pero no me doy por vencido. Cuando un amor vale la pena, cuando le sobran razones, cuando cada mirar otorga infinidad de motivos, vale la pena morir en la raya hasta haberlo conseguido. No tengo lo que usted merece pero el amor que le tengo, los insomnios que le brindo, es obligado por este corazón al cual mantiene usted cautivo hasta mi última gota de sudor  y  hasta su último latido, hasta poder sincronizar su sueño eterno con el mío. No tengo lo que usted merece
porque mis ojos descubrieron que sus besos no tienen precio, que su mirada no tiene comparación, que las caricias de sus manos, que sus te quiero, sus te amo, son tan lejanos como el sol, pero la osadía de amarlo tanto no lo dejará en solo intención.
No tengo lo que usted merece pero si su decisión me favorece, si me da la oportunidad  de ser yo quien lo pueda amar, desde mi cabeza hasta mis pies, desde lo que siento hasta el último de mis pensamientos solo serán para usted porque a su vida yo me debo. No tengo lo que usted merece pero a la hora de amar yo no suelo escatimar, y si de algo puedo presumir,  si de algo puedo jactarme, es que así como yo le amo, como lo necesito, como lo extraño jamás nadie podrá amarle.
Decídete. Si pretendes que suceda necesito una señal, una chispa que me encienda, que me haga zozobrar, de este gélido glaciar de modorra y desatino sobre témpano divino como nave sideral. No preciso ser valiente pues me sobran las razones y sus causas y opciones bien pensadas, responsables; no preciso ser afable, voy buscando el destino con el ímpetu y el tino de mi suerte de indomable. Para aceptar este reto, no respondas, solo asiente, ten a punto la simiente y la práctica, el semblante. Que se enteren por doquier: Aquí hay buenas intenciones, hay palabra, decisiones, felicidad redundante”.


“¿Qué problema tienes Guillermo que necesitas escucharlo una y otra vez? ¿Y yo? ¿Por qué me siento más cerca de ti oyendo esta música? Lo único que he hecho es sustituir tu foto por el CD. Estoy enfermo. Menos mal que, al menos, no duermo con el CD debajo de la almohada.”

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES MERA COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.

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