REDENCIÓN.
CAPÍTULO SEXTO.
__ ¿Pedro? ¿En verdad deseas continuar tu
seminario conmigo? __preguntó Guillermo.
__A eso llegué, eres el mejor, Gaby se irá en días y
todo será como antes.
2019.
“Puedes traicionarme una vez.
Una única vez”. Isaac Hayes.
Una única vez”. Isaac Hayes.
“Si no puedes
vivir sin tratarme bien,
deberás aprender a vivir lejos de mí”. Frida Kahlo.
deberás aprender a vivir lejos de mí”. Frida Kahlo.
“Las calles ruidosas quedaron en silencio, no se oían
ni los pajaritos, el mundo enmudeció
justo en el momento en que tú y yo nos miramos y sonreímos, con el mundo detenido nuestros cuerpos se
fundieron en un beso largo y eterno que dejó nuestras vidas enlazadas aunque tu
mente se empeñe en enterrarlo, profesor. Cómo no soñarte, si mis labios te llaman, mis
manos te extrañan, mi cuerpo arde por ti, y mi corazón grita… ven a mí. Cómo no pensarte, si no sé vivir sin ti, necesito de tus ojos
para ver mi camino, de tus labios para saciar mi sed y de tu amor para no morir, cómo no desearte, si tú eres todo para mí, y formas parte de mi vida constituyéndonos en un solo ser.
para ver mi camino, de tus labios para saciar mi sed y de tu amor para no morir, cómo no desearte, si tú eres todo para mí, y formas parte de mi vida constituyéndonos en un solo ser.
No hay nada más hermoso que cuando entre las cortinas
de la noche te busco para soñarte amor, no hay nada más delicioso que imaginar
tus manos perdiéndose al recorrer mi cuerpo, eres el amor que siempre soñé, el
que siempre me habla estando dormido, siento cómo en mis sueños pones tus ojos
en los míos, para recorrer cielos de amor, me vas besando con la ternura que tú
solo sabes, yo no quiero despertar de este sueño vida mía, porque ya sé que soy
tu enamorado, que mis sueños ya no son sueños, ahora te encontré sin buscarte,
ahora tengo al amor que deseo, me besas sin pedirte tus besos a cada momento,
en cada sueño dejas que mi cuerpo tiemble, siento la libertad cuando viajo por
tus ojos perdiéndome en tus adentros, buscando ese no sé qué, que mi alma
necesita, eres el amante perfecto.
Los misterios de este amor inundan mis noches, y cuando en su negra oscuridad la noche llora, llora también mi alma, y el cielo entristecido, palpita destellos de lunas muertas, ellas ya no cuentan secretos, ni hablan de ti y de mí, de aquella mirada que se hizo dueña para siempre de nuestro sentir, de nuestro vivir, y de nuestro dolor, cuando la noche cae crecen los recuerdos en mi maleta llenándola de sueños, cuando llega la noche las puertas de mi alma se abren para ti, para dejar que las palabras y versos de poeta enamorado, escriban con sus dedos la dulzura de cada uno de sus soles, de sus lunas, dejando que recobren vida para que adornen tu cielo y tu mundo sin mí.
Los misterios de este amor inundan mis noches, y cuando en su negra oscuridad la noche llora, llora también mi alma, y el cielo entristecido, palpita destellos de lunas muertas, ellas ya no cuentan secretos, ni hablan de ti y de mí, de aquella mirada que se hizo dueña para siempre de nuestro sentir, de nuestro vivir, y de nuestro dolor, cuando la noche cae crecen los recuerdos en mi maleta llenándola de sueños, cuando llega la noche las puertas de mi alma se abren para ti, para dejar que las palabras y versos de poeta enamorado, escriban con sus dedos la dulzura de cada uno de sus soles, de sus lunas, dejando que recobren vida para que adornen tu cielo y tu mundo sin mí.
Sentí el surgimiento de esto nuevo, como flor que
crecía en mi estómago. La rosa perfecta que desbordaría con esencias de amor
inmaculado y fragancias tersas, como terciopelo a los pies de este corredor
cansado. Se erigió altiva y segura en base a tu rostro y creció con la fuerza
de tu sufrida vida, a puro sentimiento. El hidalgo tallo portó la flor de este
amor en proceso, la elevó como fantasías y estrellas en mi corazón. Los pétalos
rompieron y se hizo grande y hermosa. Las mariposas y luciérnagas no tardaron
en llegar y estremecían mi vientre con la sola contemplación de tu rostro.
Como azúcar que se quema y torna amarga su natural ligereza, así pero veloz en el tiempo la flor comenzó a cambiar. La rosa roja de mi agitación desprendió espinas y estas crecieron y fueron un ejército grande que arremetió contra las paredes de mi pobre estómago enamorado y lo lastimó. Entendí de la distancia y de los besos imposibles, la fantasía que no iba más allá. Las mariposas en espinas y luciérnagas como antorchas clavadas en mi interior. Se dobló mi querida flor y emanó con asco su perfume de lo que no sería y con nauseas parí la rosa que no pudo ser. Mientras tanto tú, si tú, dormías plácido en tu lecho de ingenuidad. Pero no ayer.
Como azúcar que se quema y torna amarga su natural ligereza, así pero veloz en el tiempo la flor comenzó a cambiar. La rosa roja de mi agitación desprendió espinas y estas crecieron y fueron un ejército grande que arremetió contra las paredes de mi pobre estómago enamorado y lo lastimó. Entendí de la distancia y de los besos imposibles, la fantasía que no iba más allá. Las mariposas en espinas y luciérnagas como antorchas clavadas en mi interior. Se dobló mi querida flor y emanó con asco su perfume de lo que no sería y con nauseas parí la rosa que no pudo ser. Mientras tanto tú, si tú, dormías plácido en tu lecho de ingenuidad. Pero no ayer.
La niebla era espesa y no permitía ver más allá de mi
propia ambición. Tropecé varias veces, muchas para mi delicado gusto, pero
seguí. A veces a ciegas, a veces percibiendo el sonido lejano y confuso de mi
destino. Cada tanto subía y buscaba aire desesperadamente por encima de la
bruma que acentuaba la gravedad y procuraba sumergirme. “Esta es la última”,
pensé casi sin aliento y te vi. Me arrastré por la lodosa superficie, ciego y
en la aflicción de los tiempos. El faro emitía luz brillante y consoladora,
arañé tus pies y salí a la superficie. “Hace tiempo que te espero”, me dijiste
con voz angelical. Quizás nunca sepas lo que me costó.”
“Obcecado, sin cansarme, te busco sin encontrarte extraviado
en las insondables sombras del camino,
cruel mi destino, extraño y sufro en esfuerzo vano los susurros de tu boca, amarte y besarte, ¿quién sos amor que me persigues y no te veo?
cruel mi destino, extraño y sufro en esfuerzo vano los susurros de tu boca, amarte y besarte, ¿quién sos amor que me persigues y no te veo?
Si pudiera hablar con vos en un recodo del camino, yerma
mi vida tu ausencia destruyó en mil pedazos, se aquieta la vida en la luz de
tus ojos, un remanso entre tu callado silencio, y pedirte perdones tardíos. Muero
de amor, sufro en las llamas de mi infierno, añoro tus manos tibias como
mariposas en la brisa, vivir amores rebosantes lleno de alegría y sonrisas y te
fuiste en silencio, y dejas mi vida un destierro. Se ahoga mi vida en este día,
pena grabada a fuego, fríos silencios,
indiferencias de mis amores impíos, mi conciencia me castiga y condena en mis
delirios, muero condenado, dolor de mis culpas sin remedio. Y culpable de
herirte tu amor, es mi cruel tormento, buscaré la dulzura de tu aliento y suave
como brisa entre un espejo de tu sombra, murmullos y sonrisas y la esperanza de
vivir con vos un nuevo encuentro. Mi alma sin tu amor, es solo una sombra efímera.”
Gaby estaba sentada en la barra de la cocina de
Guillermo tomándose un café con leche y hojeando una revista de moda francesa
que no era su lectura habitual. Su mesita de noche en Rosario estaba siempre
llena de libros de política, de historia, economía, relaciones públicas y
sociología, con la esperanza de que algún día sus superiores le pidieran su
opinión en vez de pedirle que fotocopiara la opinión de alguna otra persona.
Ahora estaba de baja, tenía tiempo de leer otras cosas aparte de política
provincial.
Esa mañana se encontraba mejor, mucho mejor. La
conversación con Alberto de la noche anterior había ido bien. Aunque seguía
disgustado por la cancelación de la boda, no había dejado de repetir que
prefería mil veces tenerla a ella que una boda.
“No hace falta que nos casemos ahora mismo. Podemos
aplazarlo hasta que hayas superado el duelo. Pero te quiero a mi lado, Gaby.
Siempre te querré a mi lado mi amor, no te separes de mí. Como mi esposa, como
mi amante, como mi amiga… Aceptaré tus condiciones porque te amo. Vuelve
conmigo.”
Sus palabras atravesaron la nebulosa de dolor y
depresión que se había apoderado de la mente de ella, y, de pronto, lo vio todo
claro. Había creído que ella huía de Miguel, de su padre, y del fantasma de su
madre, pero tal vez también hubiese estado huyendo de Alberto. Al oírlo decir
esas palabras se dio cuenta de que no podría abandonarlo nunca. No podría vivir
lejos de él.
Su declaración había roto sus defensas y le había
hecho darse cuenta de que realmente
deseaba ser su esposa. Fue consciente de que no quería esperar mucho para que
Alberto se convirtiera en su marido. La vida era demasiado corta y cruel para
desperdiciarla siendo infeliz. Su madre así se lo había enseñado.
Guillermo entró en la cocina, llevaba puestas las
gafas. Tras darle un beso en la coronilla, le puso delante un fajo de billetes.
Gaby se los quedó mirando con desconfianza, tras comprender de cuánto dinero se
trataba, abrió mucho los ojos.
__ ¿Para qué es esto?
Él se sentó a su lado aclarándose la garganta.
__ ¿No ibas a ir de compras con Pedro?
Su hermana puso los ojos en blanco.
__No iremos. Está ocupado. Pasará todo el día haciendo
un trabajo con un tipo llamado Matías. Y cuando acaben irán a cenar.
Guillermo se estremeció, masculló una maldición
ininteligible, el insulto afloró en su mente sin pensar. Se tensó y gruñó para
sus adentros.
Gaby empujó el dinero en su dirección y siguió leyendo
la revista.
Él volvió a ponérselo delante.
__Quédatelo.
__ ¿Para qué?
__Cómprale algo a tu amigo, poco menos vive en la
miseria.
Su hermana entornó los ojos.
__ ¿Por qué? Es mucho dinero.
__Lo sé _murmuró entre dientes.
__Es demasiado, Guille, Pedro no aceptaría regalos ni
siquiera míos por este monto.
__ ¿Has estado en su departamento si es que puede llamarse
así el hueco donde vive?
__No. Por lo que parece tú sí.
Él se revolvió incómodo en el taburete alto.
__Solo un momento. Estaba lloviendo, como tampoco
tiene auto, lo acompañé a su casa en coche. Y…
__ ¿Y? __Gaby le pasó el brazo por el hombro y se le acercó
con una sonrisa cómplice__. Cuenta, soy tu hermana.
Guillermo se liberó de su brazo con un movimiento de
hombros y la fulminó con la mirada.
__No hay nada que contar. Fui un momento a su
departamento, lo vi y es espantoso. Ni siquiera tiene una cocina, por el amor
de Dios.
__ ¿No tiene cocina? ¿Qué demonios dices?
__Que es más pobre que un ratón de iglesia. Por no
hablar de esa espantosa mochila que lleva a todas partes. Gástate todo el
dinero en comprarle un bolso decente si hace falta, pero haz algo, porque si
vuelvo a vez esa bolsa, te juro que la prendo fuego.
Gaby enarcó la ceja.
__ ¿Por todos tus alumnos te preocupas así y reparas en sus mochilas?
__No voy a contestar.
Se pasó las
manos por el pelo varias veces y luego las dejó allí, mientras permanecía
encorvado sobre la barra. Con el poder
de percepción que solo tiene una hermana, Gaby se lo quedó mirando. Guillermo
aparentaba ser el jugador de póquer perfecto. Era impasible, frío y cerebral… No
un poco frío, como la brisa o como el agua de un arroyo en otoño, sino muy
frío. Frío como el contacto del agua de una roca en la piel al anochecer.
Gaby pensaba que la frialdad era su peor defecto, esa
capacidad suya de decir y hacer cosas sin preocuparse por los sentimientos de
los demás. Y en los demás incluía a su familia.
Pero a pesar de sus defectos, Guillermo era su hermano
favorito. Y, como la pequeña de la familia, diez años menor que él, Gaby era la
favorita de Guillermo. Nunca había discutido con ella de la misma forma que con
Miguel o con su padre. Siempre la había protegido. A su manera, la quería.
Nunca le haría daño de manera intencionada. Sin embargo, le había hecho daño
varias veces al ver cómo se lo hacía a los demás. Y, especialmente, cómo se
hacía daño a sí mismo.
Sabía, que si se fijaba bien, Guillermo no era tan
buen jugador de póquer. Había demasiados detalles que delataban cuándo estaba
sufriendo. Cuando estaba a punto de perder los nervios, cerraba los ojos,
cuando se sentía frustrado se frotaba la cara, y recorría la estancia de un
lado al otro cuando estaba preocupado o asustado, señales que ella había
aprendido. Al ver que empezaba a caminar por la cocina, Gaby se preguntó de qué
tendría miedo.
__ ¿Por qué te preocupas tanto por Pedro? Cuando cenó
aquí no estuviste demasiado simpático. Ni siquiera lo llamabas Pedro.
__Es mi alumno. Tengo que mantener una actitud
profesional.
__ ¿Profesionalmente mezquina y cruel?
Él se detuvo y la fulminó con la mirada.
__Vale. Me quedaré el dinero y le compraré una
mochila. Aunque preferiría comprarle camisas, trajes y zapatos.
Guillermo volvió a sentarse en el taburete.
__ ¿Ropa y zapatos?
__Sí. ¿Y qué te parece si le compro también algo de
ropa fina? A él le gustan las cosas bonitas, pero no puede permitírselas. Y es
guapo, ¿no crees?
El miembro de él respondió antes que los labios, se
movió inquieto bajo sus pantalones de
lana gris. Cruzó las piernas para disimular.
__Gástate el dinero en lo que quieras, lo único que
pido es no volver a ver esa mochila.
__Bien. Le compraré algo fabuloso… aunque
probablemente necesite más dinero. Y luego tendremos que llevarlo a algún sitio
para que luzca el nuevo modelito y quizá corte de cabello. __Gaby miró a su
hermano mayor y parpadeó.
Sin molestarse en discutir ni en negociar, Guillermo
sacó una tarjeta de visita de su
cartera, tomó la estilográfica Montblanc y desenrolló el capuchón.
__ ¿La gente normal aún usa esas cosas o solo los
medievales? _preguntó ella, inclinándose hacia él con curiosidad__. Me extraña
que no uses tintero y pluma de ave.
Guillermo frunció el cejo.
__Es un modelo exclusivo _ respondió, como si eso lo
aclarara todo.
Gaby puso los
brazos en garra mientras su hermano usaba la reluciente plumilla de oro de
dieciocho quilates para escribir una mera tarjeta de visita al dorso con una
caligrafía segura, pero anticuada. Decir que Guillermo era pretencioso era
quedarse corto.
__Aquí tienes _ dijo él, deslizando la tarjeta sobre
la encimera de la barra__. Tengo cuenta en las mejores casas de la ciudad.
Enseña esto al conserje en cada una y él te llevará a la encargada de
proveerme, mi personal shopper que se encargará de que lo carguen todo a mi
cuenta. Pero no te vuelvas loca, Gaby. Ah, quédate con el dinero en efectivo.
Considéralo un regalo de cumpleaños con seis meses de adelanto.
Ella se inclinó y le dio un beso en la mejilla.
__Gracias. ¿Qué es lo que dice la tarjeta?
__El nombre de la casa principal, versión en el país
de Saks Fifth Avenue. Tienen de todo. No te olvides, lo importante es terminar
con la vieja mochila, que además está contaminada.
--¿Qué?
__Yo me entiendo. Lo demás son… detalles
insustanciales. __Su voz sonaba de pronto malhumorada.
__De acuerdo, pero ¿me podrías explicar por qué te
altera tanto esa mochila L. L. Bean? Todos los estudiantes tienen una. Yo misma
tenía una, hasta que maduré y descubrí Longchamp.
__No lo sé _ reconoció, Guillermo, quitándose las
gafas y frotándose los ojos.
__Hum. ¿Añado ropa interior a la lista? ¿Te gusta… de
gustarte? _ preguntó Gaby con una sonrisa irritante.
Su hermano resopló.
__ ¿Cuántos años tenemos, Gaby? Es mi alumno, ¿lo has
olvidado? Esto no tiene nada que ver con romanticismo. Tiene que ver con
penitencia.
__ ¿Penitencia?
__Penitencia por los pecados. Mis pecados.
Y además lo humillé al ver su departamento.
Gaby esta vez fue ella la que resopló.
__Realmente te has quedado en la edad media. ¿Se puede
saber de qué pecado me hablas que hayas
cometido contra Pedro? ¿Aparte de comportarte como un idiota? Si ni siquiera lo
conoces…
__En un sueño me desperté y lo encontré a mi lado y quise saciar el insaciable deseo que nunca
ato pues no le puedes decir al
pecado no sea pecado ni a tu piel desnuda que renuncie mi dulce
trato. Siente mi aliento, mis dedos, la boca en tu cuello mordiendo puntos exactos que prenden en el cuerpo una descarga estática que pone de punta el
vello desde los pies hasta la nuca en el
mismo tiempo.
Lo beso, me besa, su pecho palpita, sus ojos
desean buscando la llama que grata corre
por mis venas, un fuego tan intenso que
los griegos jamás vieran, sí… en
todo cariño compro al castigo que condena. En tu piel posees las letras, en tu
mirada un poema y cada roce que servía
cumplía su cálida entrega si en el
encuentro sabe dar en donde más quema, allá
por el que tanto incendio doblega de
agrado. Queriendo bailar en esa hoguera la noche entera apreciando en las yemas las cenizas que quedan y cual fénix las revivo como nunca nadie
hiciera si a más ver arder solo deseo hacer que sucedan.
Pues no me vería en otro infierno que no ardiera que por ese que encierra tu espalda y me
corteja en una concisa paz que pide
guerra a mi cadera dando otro instante
esperado sin ninguna queja. En el que tus pupilas aún abiertas todo cuentan y
en su brillo puedo leer más de lo que expresan,
en cada parpadeo veo cuánto tanto se calientan y sus nalgas de rodillas en capilla se
confiesan. Más del instante sumiso tanta
culpa me ruegas que pago con palabra, el
hecho que aquí prueba todo lo que puedo
llegar a dar si el vicio alegas o mi
alma es consciente de la tuya tan manceba. ¿Qué haces experto de la calma entre
mis piernas si en tal conjunto de amor
sirve en su propuesta y esa galerna que
se desata simple la gobiernas cuando
estás junto a tanto bravío mar expuesto? Pues poco le importa todo si bien sube
la marea si bajo el agua sabe que de la
llama es dueño como de ese canto en el que un orgasmo
tararea y blasfema de tal palabra las
noches que sueña. ¿Qué amolda en su norma, perdiendo las formas que deseadas
aportan, lo que las horas acortan en ellas me informas que de poco te
conformas pero mis dedos ante ti como
locos se comportan? Me desperté, lo
toqué y pronto supe lo que hacer estallar, gemir, vibrar su piel, ¡vamos! ver
arder, sí hasta los dioses dicen ser
dios del placer al que puede entregar al
morder el más tierno roce. De besar, tocar, lamer cada parte que de tu
ser, del instante de pasión que desatas
al conceder valorar, poseer tu alma y mi pecado
coser a él, para todo eso que aquí pase tenga que
suceder. Y el sol no sea lo primero que veas al amanecer sintiéndolo todo como esa primera vez que
ves en la que un roce podía prender por
complacer el saciar, el deber con grato
saber del que sirves. Del que ansías pretender, al alcance de un tener por el que solo quieres ver degustándote la
piel, sí poesía es lo que sientes y lo
quieres mantener al yacer en mi colmena
colmándome con tu miel.
__ ¿Estás hablando de lo que sientes por Pedro o es
una de tus obras? _Preguntó Gaby con los ojos como platos __. ¿Es ese tu
pecado?
Guillermo volvió a ponerse los anteojos y se removió
incómodo en el asiento. Su miembro no paraba de dar brincos solo de pensar en
todo lo dicho… hecho con Pedro Beggio y
unido a pecado en la misma frase. Los dos juntos en la misma habitación. Sin
ropa. Quizás él solo con…
__ ¿Guillermo? Estoy esperando.
__No tengo que confesarte mis pecados. Solo tengo que
espiarlos _respondió, arrebatándole la revista de las manos.
__ ¿Lees francés? ¿Y te interesa la moda femenina?
__preguntó su hermana apretando los dientes.
Guillermo miró la revista abierta y vio la foto de una
modelo top pintada y despatarrada, cubierta solo con una biquini petite. Los
ojos se le abrieron. “Nada como Pedro con un bañador de ese tamaño”.
Gaby se cruzó de brazos y lo miró expectante.
__A mí no me hables en ese tono. No soy uno de tus
alumnos y no pienso tolerar tus tonterías.
Suspirando, él volvió a quitarse las gafas para frotarse los ojos.
__Lo siento __murmuró, devolviéndole la revista, no
sin antes echar un último vistazo a la modelo superponiendo otra imagen, con
interés puramente académico.
__ ¿Por qué estás tan tenso? ¿Problemas de mujeres o
de hombres? ¿Estás saliendo ahora mismo con alguien? ¿Cuándo saliste con
alguien por última vez? Y, por cierto, ¿qué significan esas fotos en tu…?
__No pienso hablar de esas cosas contigo __la
interrumpió, Guillermo__. Yo no te pregunto a quién te estás tirando.
Gaby se mordió la lengua y respiró hondo.
__Voy a pasar por alto ese comentario, a pesar de que
ha sido de muy mal gusto. Cuando estés de rodillas haciendo penitencia, no te
olvides de añadir el pecado de envidia a los demás. Sabes que nunca he estado
con nadie más que con Alberto y también sabes
que lo que hay entre nosotros es mucho más que tirarse a alguien. ¿Qué
demonios te pasa?
Él murmuró una disculpa, pero no levantó la mirada.
Aunque sabía que su comentario había estado fuera de lugar, había logrado su
objetivo, que era que olvidara las preguntas que le había hecho. Así que, en
realidad no se arrepentía.
Su hermana jugueteó con la tarjeta de visita mientras
se calmaba.
__Si no te gusta Pedro, entonces es que sientes
lástima por él. ¿Por qué? ¿Porque es pobre?
__No lo sé __respondió él, suspirando y negando con la
cabeza.
__Pedro suele despertar el instinto protector en la
gente, tiene el aspecto frágil, como de oveja perdida. Pero no te equivoques.
Es un hombre fuerte con una energía para empezar y llegar a sus metas enorme.
Sobrevivió a una madre alcohólica, a un padre desapegado, y a un novio que…
Guillermo se volvió hacia ella con interés.
__ ¿A un novio que…?
__Me dijiste que no querías saber nada de su vida
personal y privada. Es una lástima. Si no tuvieras una relación solo
profesional académica, creo que te gustaría. Creo que incluso podrían ser
grandes amigos.
Sonrió mirando a su hermano para ver cómo reaccionaba,
pero él volvió a bajar la vista y se frotó la barbilla, absorto en sus
pensamientos.
__ ¿Quieres que le diga que la mochila y el resto son
un regalo tuyo? _preguntó Gaby tamborileando con los dedos sobre la encimera.
__! Por supuesto que no! Podrían despedirme solo por
eso. Alguien sacaría conclusiones equívocas y me llevarían a un tribunal
académico.
__Pensaba que los profesores adjuntos tenían plaza
fija.
__Eso no importa –murmuró él.
__A ver si lo he entendido. Quieres gastarte un montón
de dinero en Pedro, pero no quieres que él se entere de que eres tú quien paga.
Esto es un poco como Cyrano de Bergerac, ¿no crees? Ya veo que el francés te
resulta más familiar de lo que pensaba.
Guillermo se levantó sin decir nada y se dirigió hacia
la enorme cafetera exprés que tenía cerca de la encimera. Se concentró en el
proceso algo laborioso de preparar un café perfecto y aprovechó para darle la
espalda a su hermana. Ella suspiró.
__De acuerdo, quieres hacer algo por Pedro. Tú
prefieres llamarlo penitencia, aunque tal vez sea simple amabilidad. Bueno,
simple no. Es doble amabilidad, porque no quieres que sepa de dónde sale el
dinero para que no se sienta avergonzado y en deuda contigo. Estoy
impresionada. Bastante.
__Quiero que sus pétalos vuelvan a abrirse _ susurró
Guillermo. O eso le pareció oír a Gaby, aunque lo descartó en seguida. No tenía
sentido.
__ ¿No crees que deberías tratarlo como a una persona
adulta y decirle de dónde han salido los regalos? ¿Dejar que sea él quien
decida si quiere aceptarlos o no?
__Si supiera de dónde salen no los aceptaría. Me odia.
Su hermana se echó a reír.
__Pedro no es de la clase de personas que odian a los
demás. Es demasiado indulgente. Si de verdad te odia, probablemente te lo
mereces. Pero tienes razón. No acepta caridad. Solo en ocasiones muy especiales
me deja que le compre algo.
__Dile que son regalos de Navidad atrasados o
adelantados. O que son de parte de Mirna.
Ambos hermanos intercambiaron una elocuente mirada.
__Acertaste, de la única persona que Pedro aceptaba
caridad, era de mamá __dijo Gaby con los ojos llenos de lágrimas__. Era como
una madre para él.
Guillermo se le acercó rápidamente y la abrazó para
consolarla.
En el fondo sabía que al intentar convencer a su
hermana de que le comprara cosas bonitas a Pedro estaba buscando indulgencia.
Comprando una bula para un pecado que aún no había cometido y presentía
inevitable. Nunca le había pasado nada parecido con ningún otro hombre menos
mujer, pero no quería pensar en ello, no serviría de nada.
Sabía que vivía en el infierno y lo aceptaba. No solía
quejarse pero para ser sincero, tenía que admitir que deseaba escapar de allí
desesperadamente. Por desgracia, no tenía a un Virgilio ni a una Beatriz que
fueran a buscarlo. Sus oraciones no recibían respuesta y sus intentos de
reformarse siempre se veían frustrados por una cosa u otra. Casi siempre por
alguna rubia de pelo largo, por un joven de pelo alborotado, que le arañaran la
piel mientras gritaban su nombre una y otra vez. Y otra. Otra.
En su actual estado de ánimo, la mejor manera que se
le ocurría de gastarse el dinero manchado de sangre de su padre biológico era
un ángel de ojos castaños. Un ángel que no se podía permitir un apartamento con
cocina y cuyos pétalos se abrirían un poco si su mejor amiga le regalaba un
traje elegante y zapatos de marca.
Guillermo quería hacer mucho más que comprarle una
mochila pero nunca admitiría que lo que deseaba en realidad era verlo sonreír.
“Rincones de
tu cuerpo permanecen ocultos a mis labios. Insinúas en ti el inicio de mi
camino,
incitas a que abra esas puertas, que me lleven a explorar su final. A escondidas de mi boca,
tus labios ensayan los besos para mí, que teñirán de roja pasión mi aliento.
El aroma de tus húmedos cabellos que me llevan a perderme en tus tormentos.
incitas a que abra esas puertas, que me lleven a explorar su final. A escondidas de mi boca,
tus labios ensayan los besos para mí, que teñirán de roja pasión mi aliento.
El aroma de tus húmedos cabellos que me llevan a perderme en tus tormentos.
Mis sentidos
enloquecen de deseos al caer rendidos a
tus encantos masculinos y desespero por perder mis húmedos besos en esos
rincones ocultos de tu cuerpo. Y que el fino tacto de mis labios deje en tus
poros su huella latente. Está en ti, esa esencia que me nutre de amor mezcla de fina sal, en tu
sudor de pasión y adictiva miel, en tu
elixir de humedad, mi delirio total.
Se arrastrarían mis caricias por tu piel, sembrando en tus despiertos poros mis ansiosas caricias. La sal de la vida, la miel del amor son el combo perfecto, que encuentro en tu cuerpo
y en tus rojos labios. Querría en esos instantes de amor, nacer y morir en ti mi completa locura, razón y pasión, se fundirían para ti por siempre en un solo delirio de amor, Pedro Beggio.
Se arrastrarían mis caricias por tu piel, sembrando en tus despiertos poros mis ansiosas caricias. La sal de la vida, la miel del amor son el combo perfecto, que encuentro en tu cuerpo
y en tus rojos labios. Querría en esos instantes de amor, nacer y morir en ti mi completa locura, razón y pasión, se fundirían para ti por siempre en un solo delirio de amor, Pedro Beggio.
Y en medio de
mi silencio, me doy cuenta que no estoy solo, que el mundo sigue, que la gente
camina, corre y va. Que respiro tu mismo aire, que mi corazón late, y estamos
vivos,
que mi luna y mi sol, iluminan también tus días. Y allí estás tú, en ese silencio mío, porque mi mente te paralizó en él, y te pienso y te extraño, y mis lágrimas llevan tu nombre...
que mi luna y mi sol, iluminan también tus días. Y allí estás tú, en ese silencio mío, porque mi mente te paralizó en él, y te pienso y te extraño, y mis lágrimas llevan tu nombre...
Y aun así no me rindo, y mi dolor me hace más fuerte, y
cobra vida mi esperanza muerta, porque mi amor será tuyo siempre. Estoy
amándote en mi silencio, deseándote en mis desvelos, mi piel se eriza cuando te
pienso, mi boca gime por ese encuentro.”
Mientras los hermanos discutían sobre penitencia,
perdón y ridículas abominaciones que hacían las veces de mochila, Matías
esperaba a Pedro en la entrada de la mayor Biblioteca del campus universitario.
Aunque Pedro solo lo sospechaba, durante el corto tiempo que había pasado desde
que se conocieran, Matías le había tomado mucho cariño a su compañero de clase.
Era muy sociable y tenía muchos amigos, gran parte de
los cuales eran mujeres. Había salido con un montón de chicas, tanto centradas
como con problemas, su última relación había llegado a su fin. Sin embargo su
ruptura no había sido traumática. Nadie había salido derrapando en ningún
aparcamiento ni se habían quemado fotos. Seguían siendo amigos y Matías se
sentía orgulloso de haber podido mantener la amistad.
Pero ahora había conocido a Pedro, le parecía que una
relación con alguien con quien compartía intereses y objetivos profesionales
podía ser muy interesante y enriquecedora amén de que hacía tiempo sospechaba
que deseaba a los hombres.
Matías era un chico clásico, de vieja escuela. Creía
en la importancia de cortejar a alguien y le gustaba tomarse su tiempo para
ello. Por eso estaba encantado de ir paso a paso con el precioso y tímido Pedro
Beggio hasta conocerlo mejor. Solo cuando estuviera seguro de lo que él sentía,
le expresaría sus sentimientos.
Había decidido que lo mejor sería pasar mucho tiempo a
su lado, tratarlo bien. Y prestarle mucha atención. Así, si algún otro tipo
aparecía y trataba de comerle terreno, él se enteraría en seguida y podría
decirle que apartara sus zarpas.
Pedro lamentó no ir de compras con Gaby, pero le había
prometido a Matías que pasaría el día con él en la biblioteca. Tenía que
empezar a preparar su proyecto, ahora que el profesor Graziani había aceptado
dirigirlo. Estaba muy motivado. Quería sorprenderlo tanto en las clases como en
la propuesta, aunque sabía que ni una cosa ni la otra cara iban a ser fáciles.
__Hola _lo saludó, Matías, quitándole la mochila de la
espalda y cargándosela al hombro como si no pesara nada.
__Gracias por aceptar ser mi guía. La última vez que
vine por aquí me perdí. Acabé en una oscura sección de la cuarta planta, donde no había más que mapas _recordó, Pedro,
estremeciéndose.
Él se echó a reír.
__Es una biblioteca enorme. Te enseñaré la colección
Dante de novena planta y luego te llevaré a mi despacho.
Le sostuvo la puerta abierta para que pasara y Pedro
entró en el edificio sintiéndose un príncipe. Matías tenía unos modales
exquisitos y no los usaba como un arma. Reflexionó sobre la actitud de algunas
personas __que no hacía falta nombrar__, que usaban los modales para intimidar
y controlar, mientras que otras _ como Matías__ los usaban para hacer que su
acompañante de sintiera especial. Muy especial.
-¿Tienes un despacho aquí? __preguntó Pedro, mientras
los dos enseñaban el carnet de estudiantes al guardia de seguridad sentado
junto a los ascensores.
__Algo así _respondió él, aguantando la puerta del
ascensor hasta que Pedro entró__. Tengo una pequeña zona de estudio junto a la
sección dedicada a Dante.
__ ¿Puedes solicitar una para mí?
Él hizo una mueca.
__Están más buscadas que el oro. Es casi imposible
conseguir una, sobre todo si estás en el curso de doctorado.
Al ver la expresión de incredulidad de Pedro, se
apresuró a añadir.
__Personalmente, pienso que estos cursos tienen el
mismo valor que los seminarios, pero no hay despachos para todo el mundo. El
mío tampoco es mío, es de Graziani.
Si Pedro no se hubiera vuelto en ese momento para
apretar el botón del ascensor, Matías habría captado que dejaba de respirar un
instante y palidecía.
Al llegar a lo novena planta, lo guió por la colección
de Dante con paciencia, mostrándole tanto las facetas primarias como las
secundarias. Le gustó verlo acariciar los lomos de los libros con delicadeza,
como si estuviera saludando a viejos amigos.
__Pedro, ¿no te importa si te hago una pregunta
personal?
Pedro permaneció muy quieto, con la mano sobre un
volumen tamaño cuartilla con la cubierta de cuero hecha jirones. Aspiró su
aroma profundamente para calmarse y sonrió.
__Graziani me pidió que recogiera tu expediente de la
señora Labrapoulus y…
Pedro lo miró con los ojos muy abiertos.
“Oh, no”, pensó.
Matías levantó las manos para calmarlo.
__No lo leí, no te preocupes _ dijo sonriendo__, aunque
no hay nada demasiado personal en esos expedientes. Al parecer, Graziani quería
encontrar algo. Pero lo que me extrañó fue lo que hizo luego.
Pedro alzó las cejas.
__Telefoneó a un catedrático del Departamento de
Lenguas Románticas y de Literatura de Harvard.
__ ¿Cómo lo sabes? _ preguntó él, parpadeando
ligeramente.
__Fui a llevarle unas fotocopias y lo oí hablar con
él. La conversación iba sobre ti.
__ ¿Y por qué iba a hacer algo así?
__Eso precisamente quería comentarte. Le preguntó por
qué no tenían becas lo suficientemente generosas para sus alumnos de doctorado.
Graziani es un alumno de ese departamento, una especie de mecenas. El tipo que
habló ocupaba la cátedra cuando él se doctoró.
“Mierda. Estaba comprobando si era cierto que había
obtenido una plaza en Harvard. No se lo creía. Qué típico.” Cerró los ojos y se
apoyó en el estante más cercano.
__No sé qué respondió el hombre, pero oí a Graziani.
Pedro mantuvo los ojos cerrados esperando que Matías
remachara el clavo. Solo esperaba que lo hiciera rápido y, a ser posible, que
no se lo clavara en el pie.
__No sabía que hubieses conseguido una plaza en
Harvard, Pedro. Es impresionante. Yo también lo intenté y no la conseguí.
Graziani le pidió que le confirmara si habías sido admitido y luego le preguntó
en qué posición habías quedado.
__Por supuesto _murmuró él__. Vengo de un pueblito de
una ciudad del interior. Fui a una universidad jesuita con unos siete mil
alumnos. ¿Cómo iba a entrar a Harvard?
Matías frunció el ceño.
“Pobre Pedro, ese cabrón le tiene la moral comida. Debería darle la
patada que se merece y luego volver a trabajar para él como si no hubiera
pasado nada…”
__ ¿Qué tienen de malo las universidades católicas? Yo
también me licencié en una, y mi educción no tiene nada que envidiar a la de
otros. Tenían a un especialista en Dante en el Departamento de Lengua y a un
especialista en Florencia en el de historia.
Pedro asintió como si le estuviese prestando atención.
__Escúchame, aún no he acabado. El caso es que Mateo
trató de convencerlo de que te envíe a
Harvard para hacer el doctorado cuando acabes el curso. Dijo que estabas entre
los alumnos con mejor nota y, considerando la fuente, es muy buena noticia.
Piensa que yo me presenté y me rechazaron _reconoció de nuevo Matías, sonriendo
sin ganas, no sabiendo cómo reaccionaría Pedro__. Así que si no es demasiado
personal ¿por qué no fuiste a Harvard?
__No quería venir acá _ susurró, Pedro como si se
sintiera culpable_. Sabía que me lo encontraría. Pero no me quedó otro remedio.
En Chile, me endeudé mucho con préstamos estudiantiles. Debo varios miles de
dólares y no podía seguir endeudándome para ir a Harvard. Así que decidí hacer
el curso aquí y volver a solicitar una beca más generosa para el curso que
viene. Si me la conceden, podré ir sin
tener que pedir más dinero.
Matías asintió con la cabeza. Mientras Pedro volvía a
concentrarse en examinar los libros que tenía delante, él lo observó. Al
parecer, no se había dado cuenta de lo que acababa de confesar. Lo que había
dicho sin darse cuenta era mucho más revelador que la razón por la que
supuestamente no se había ido a Harvard.
Mientras Pedro abría y cerraba los polvorientos
volúmenes, con los ojos muy abiertos y una sonrisa en sus deliciosos labios.
Matías se dio cuenta de que era como un animalito asustado en medio de un prado
o una carretera aunque también le recordaba a “El conejo de terciopelo”.
Matías no lo reconocería nunca, y si alguien se lo
preguntaba, mentiría mirando a los ojos del interlocutor y juraría que no sabía
de qué le estaban hablando, pero ese era uno de los cuentos favoritos de su exnovia. Al comienzo de su relación ella
le había pedido que lo leyera para poder
entenderla mejor. Y Matías, se lo había leído a escondidas, porque creía
amarla.
Y aunque no lo reconocería, le había encantado.
Al mirar a Pedro, tuvo la sensación de que estaba
esperando desesperadamente convertirse en un ser real. Y también que alguien lo
amara. Pero la larga espera se había cobrado su precio. No en su aspecto
físico, que era muy atractivo __aunque para gusto de Matías demasiado pálido y
delgado, algo que una buena ración de comida solucionaría rápidamente__, sino
en su alma, que era bonita, pero como la veía reflejada en su mirada, triste y atormentada.
Él nunca se había parado a pensar en el tema del alma
hasta conocerlo. Pero ahora, era un creyente fervoroso. Esperaba que algún
día, consiguiera lo que deseaba, que
alguien lo amara para que dejara de estar asustado y se convirtiera en otra
cosa. En alguien más valiente. Y más feliz.
Pensando en que había dejado volar demasiado la
imaginación con libros infantiles, sonrió, decidido a distraerlo de sus
problemas.
Lo guió hasta la puerta y le mostró la placa de latón
donde, en elegante letra cursiva, había escrito: profesor G. Graziani,
Departamento de Estudios Italianos.
Pedro se fijó que ninguna de las otras puertas tenía
placa. Y se fijó también que Matías había puesto una tarjeta debajo de la
placa. Se imaginó a El Profesor, viéndolo y arrancándolo malhumorado. Al leer
el nombre completo de su amigo vio que su segundo nombre comenzaba con V.
Matías V. Olazábal.
__ ¿Qué significa V.? __le preguntó.
__ No me gusta demasiado mi segundo nombre _respondió.
__A mí tampoco me gusta el mío. Si no quieres
decírmelo está todo bien _dijo Pedro sonriendo, antes de volverse hacia la
puerta cerrada.
__Te reirías.
__Lo dudo. No me siento particularmente orgulloso de
mi apellido siquiera.
Matías suspiró.
__ ¿Me prometes no decírselo a nadie?
__Por supuesto. Y yo te diré el mío: Heleno.
__Es un nombre precioso. __Matías cerró los ojos e
inspiró hondo. Luego esperó. Cuando no pudo más y los pulmones le estaban
pidiendo a gritos oxígeno, soltó el aire rápidamente, diciendo__: Virgilio.
__ ¿Virgilio? _ repitió, Pedro, mirándolo con incredulidad.
__Sí. __Matías abrió los ojos temiendo que él empezara
a reírse, pero otra cosa pensaba Pedro, si Guillermo era su Dante, y Matías
trabajaba para él, ¿sería su Virgilio, lo sacaría del infierno para llevarlo
donde él?
__ ¿Estás estudiando para especializarte en Dante y tu
segundo nombre es Virgilio? ¿Me tomas el pelo? Matías, ¿crees en la
reencarnación y en otras vidas?
__No lo creo. Es un nombre común en mi familia, solo
eso. Mi bisabuelo se llamaba así y te aseguro que nunca leyó a Dante.
Pedro le dedicó una sonrisa.
__Pues me parece un nombre precioso. Es un gran honor
llevar el nombre del noble poeta.
__Sí, lo mismo que el de Heleno, que supongo será por
Helena de Troya _añadió mirándolo con dulzura y admiración.
Pedro apartó la vista y Matías carraspeó para aligerar
la tensión que se había creado.
__Graziani nunca usa este despacho, solo viene de vez
en cuando a dejarme cosas. Pero es suyo, él paga la factura.
__ ¿Son de pago?
Él asintió con la cabeza y abrió la puerta.
__Sí, pero lo valen. Tienen calefacción, aire
acondicionado y acceso a internet. Además se pueden cerrar con llave, por lo
que son muy prácticos para dejar libros que estás usando sin tener que
devolverlos cada día. Cualquier material que necesites, incluso si es material
de referencia, del que no se puede sacar de la biblioteca, puedes guardarlo
aquí cuando quieras.
Pedro miró el cuarto pequeño pero cómodo como si fuera
la tierra prometida. Abrió mucho los ojos al ver el espacio de trabajo con la
mesa empotrada, las cómodas sillas y estanterías que iban desde el suelo hasta
el techo. A través de una ventanita, se veía parte de la ciudad. Se preguntó
cuánto costaría vivir allí. Sería mucho mejor que su agujero de hobbit, no apto
ni para un perro.
__De hecho _ siguió diciendo Matías mientras retiraba
unos papeles__, puedes usar este estante. Y te dejaré mi llave de repuesto.
Tomó la llave y escribió un número en un trozo de
papel.
__Este es el número de despacho. Por si te cuesta encontrarlo
al principio, y esta es la llave.
Pedro se lo quedó mirándolo con la boca abierta.
__No puedo aceptarla _ reconoció finalmente__. Me
odia. No le gustará verme por aquí.
__Que se joda.
Esta vez fueron los ojos de Pedro los que se quedaron
sorprendidos.
__Perdón _dijo Matías__. Normalmente no digo
improperios.
Pedro asintió, aunque no había sido su lenguaje lo que
lo había sorprendido.
__Graziani no viene por este despacho casi nunca.
Puedes dejar tus cosas tranquilamente,
pensará que son mías. Si no quieres encontrártelo, no hace falta que trabajes
aquí, pásate de vez en cuando, yo suelo venir a menudo. Si te ve, supondrá que
estamos trabajando juntos. O algo así.
Sonrió con timidez. Le estaba dando la clave de lo que
buscaba en su relación con él. Quería que se vieran con frecuencia. Quería ver
sus cosas en su estante. Quería trabajar y estudiar a su lado…
Pero Pedro no quería que le diera las claves ni las llaves.
__Por favor __insistió Matías, tomándole la mano y
abriéndole los dedos con delicadeza.
Al notar que dudaba, le acarició el dorso de la mano
con el pulgar para tranquilizarlo. Tras ponerle la llave y la nota en la mano,
volvió a cerrarle los dedos con cuidado de no hacerle daño. Sabía que ya Graziani se había ocupado de eso.
“Lo real no es algo que te venga dado. Es algo que te
pasa. Y ahora mismo necesitas que te pasen cosas buenas.”
Pedro se sobresaltó al oírlo, Matías no podía saber lo
ciertas que eran sus palabras.
“¿Está citando un cuento infantil? Imposible.”
Al volver la cara hacia él, vio que sus ojos
transparentes eran cálidos y amables. No había en ellos nada grosero ni
calculador. Nada turbio ni agresivo. Tal
vez, sencillamente le gustaba. O sentía lástima por él. Fueran cuales fuesen
sus auténticas intenciones, en ese momento, Pedro decidió creer que el universo
no era un lugar completamente oscuro y decepcionante, que siempre quedaban
rincones luminosos con vestigios de bondad y de virtud, y aceptó la llave con
la cabeza baja.
__No llores. __Matías alargó una mano para recoger una
lágrima que había caído, pero lo pensó mejor y dejó caer el brazo a un lado.
Pedro se volvió, avergonzado por la intensidad de las
emociones que le estaba provocando algo tan inocente como una llave o un cuento
infantil. Al mirar a su alrededor buscando desesperadamente algo con lo que
distraerse, vio un CD, en un estante y lo tomó, era el Réquiem de Mozart.
__ ¿Te gusta Mozart? _preguntó, volviendo la caja para
leer el dorso.
Matías apartó la vista.
Sorprendido, Pedro alargó el brazo para devolverlo a
su sitio, pensando que lo había molestado al tocar sus objetos personales.
__No, no pasa nada, puedes mirarlo si quieres. Pero no
es mío, es de Graziani.
Una vez más. Pedro sintió un escalofrío y notó que le
daba vueltas la cabeza.
Al darse cuenta de su reacción, Matías empezó a hablar
muy de prisa.
__No se lo digas a nadie. Se lo robé.
Pedro levantó la mirada.
__Lo sé, es horrible. Pero es que ponía el mismo tema
una y otra vez y otra en su despacho mientras yo catalogaba su biblioteca
personal. “Lacrimosa, jodida lacrimosa”. ¡No podía más! Es deprimente. Así que robé
el CD y lo traje aquí. Problema resuelto.
Pedro cerró los ojos y se echó a reír con ganas,
aunque le dolía el corazón y latía como si deseara escapar del pecho e ir a
Guillermo.
__Pues no lo has escondido demasiado bien. Yo lo he
encontrado en treinta segundos _dijo, ofreciéndoselo.
__ ¿Por qué no lo guardas tú en tu casa? __propuso.
Pedro se puso tenso y dio un paso atrás.
Matías lo vio agachar la cabeza y morderse el labio
inferior y se preguntó qué había hecho mal. ¿Estaba preocupado por si Graziani
encontraba el CD en su casa?
_ ¿Pedro? Lo siento _se disculpó en voz baja, sin
hacer ningún movimiento__. ¿Qué he hecho mal?
__No, no. Nada _lo tranquilizó, mirándolo nervioso y
dejando el CD en su sitio__. Me encanta el Réquiem de Mozart y “La lacrimosa”
también es mi parte favorita. No sabía que a él también le gustaba… Me ha
sorprendido.
__Tómalo prestado. __Matías se lo volvió a dar__. Si Graziani
pregunta, le diré que lo tengo en mi casa. Llévatelo el fin de semana, lo
cargas en tu iPod y lo devuelves el lunes.
Pedro se quedó mirando el CD.
__No sé…
__Hace una semana que lo tengo y no ha preguntado por
él. Tal vez esté de mejor humor. Empezó a escucharlo cuando regresó del viaje.
No sé por qué.
Impulsivamente, Pedro se lo guardó en su mochila.
__Gracias.
__Por ti lo que sea, Pedro _replicó él, sonriendo.
Habría querido darle la mano, o la menos apretársela
durante un instante, pero era asustadizo, y se reprimió, se mantuvo a distancia
mientras volvían al pasillo y le seguía enseñando la biblioteca.
_El festival de cine es este fin de semana. Tengo una
entrada doble para ver varias películas el sábado. ¿Te gustaría acompañarme? _le
propuso, tratando de no parecer nervioso mientras se acercaban a los
ascensores.
_ ¿Qué películas?
__Una es italiana y otra es alemana. Yo prefiero el
cine europeo –reconoció con una tímida sonrisa__, aunque podría cambiarlas por
otras entradas para ver algo local…
Pedro negó con la cabeza.
__A mí también me gustan las películas europeas.
Siempre y cuando estén subtituladas. Tengo escasas nociones de francés y de alemán…
solo conozco palabrotas.
__ ¿Sabes palabrotas en alemán? _le preguntó con una
sonrisa traviesa __. ¿Cómo es eso?
__En la universidad, vivía en la residencia
internacional y uno de los estudiantes de intercambio era de Berlín. Siempre
estaba diciendo palabrotas. Al final de aquel curso, todos los alumnos decían
palabrotas en alemán.
Matías era alumno de doctorado, así que lo más probable
era que hubiese estudiado francés y alemán. Probablemente se burlaba de su falta
de conocimientos, como había hecho Sonia en su primer seminario. Esperó en
tensión un comentario burlón, pero no llegó.
__Mi alemán es espantoso. Tal vez podrías enseñarme
unas cuantas palabrotas. Sería una gran mejora.
__ ¿Por qué no? Me encantará acompañarte al cine el
sábado. Gracias por invitarme.
__De nada.
Matías estaba muy contento. El encantador Pedro Beggio
lo acompañaría al festival de cine y después irían a cenar, todavía no lo había
llevado nunca a su restaurante hindú favorito. Aunque también podrían ir esa
misma noche y después del cine a otro. Y luego lo llevaría a las galerías de
arte el siguiente fin de semana, y al teatro Colón.
Mientras seguían la visita, Matías recordó que debía
ser muy paciente. Y muy cauteloso cada vez que alargara la mano para ofrecerle
una zanahoria. Si no, se asustaría y no tendría oportunidad de ayudarlo a
convertirse en ser real.
A la mañana siguiente, Pedro estaba sentado en su
estrecha cama trabajando en su propuesta de proyecto con su viejo ordenador
portátil y escuchando a Mozart. Los gustos musicales del profesor lo
sorprendían bastante. ¿Cómo podía gustar aquella música a alguien que escuchaba
a los Nine Inch Nails? ¿Habría escuchado el Réquiem solo como homenaje a Mirna?
¿O tendría alguna otra razón para torturarse con la misma pieza deprimente una
y otra vez?
Cerró los ojos y se concentró en las palabras de “La
Lacrimosa”, cantada a todo pulmón por el coro, en latín:
Día de llanto,
en el que de las cenizas resurgirá el culpable para
ser juzgado.
Ten piedad, Oh, Dios, de ese hombre.
Ten piedad, Oh, Señor de él.
Señor Jesús, tú que tienes piedad de todos,
otórgale el descanso eterno.
Compasivo Señor Jesús,
otórgale el descanso.
Amén.
“No tengo lo que usted merece y estoy muy lejos de tenerlo,
pero tengo un corazón
íntegro, exclusivo, completo, que quisiera dedicárselo para que realice sus sueños.
¡Por si yo me encuentro en ellos!
íntegro, exclusivo, completo, que quisiera dedicárselo para que realice sus sueños.
¡Por si yo me encuentro en ellos!
No tengo lo que usted merece pero puedo prometerle que
hasta mi último latido
me dedicaré a enamorarle, a procurar que su risa se vuelva un hábito frecuente, porque ver su rostro de alegría será cada día mi mayor aliciente. No tengo lo que usted merece pero no me doy por vencido. Cuando un amor vale la pena, cuando le sobran razones, cuando cada mirar otorga infinidad de motivos, vale la pena morir en la raya hasta haberlo conseguido. No tengo lo que usted merece pero el amor que le tengo, los insomnios que le brindo, es obligado por este corazón al cual mantiene usted cautivo hasta mi última gota de sudor y hasta su último latido, hasta poder sincronizar su sueño eterno con el mío. No tengo lo que usted merece
porque mis ojos descubrieron que sus besos no tienen precio, que su mirada no tiene comparación, que las caricias de sus manos, que sus te quiero, sus te amo, son tan lejanos como el sol, pero la osadía de amarlo tanto no lo dejará en solo intención.
me dedicaré a enamorarle, a procurar que su risa se vuelva un hábito frecuente, porque ver su rostro de alegría será cada día mi mayor aliciente. No tengo lo que usted merece pero no me doy por vencido. Cuando un amor vale la pena, cuando le sobran razones, cuando cada mirar otorga infinidad de motivos, vale la pena morir en la raya hasta haberlo conseguido. No tengo lo que usted merece pero el amor que le tengo, los insomnios que le brindo, es obligado por este corazón al cual mantiene usted cautivo hasta mi última gota de sudor y hasta su último latido, hasta poder sincronizar su sueño eterno con el mío. No tengo lo que usted merece
porque mis ojos descubrieron que sus besos no tienen precio, que su mirada no tiene comparación, que las caricias de sus manos, que sus te quiero, sus te amo, son tan lejanos como el sol, pero la osadía de amarlo tanto no lo dejará en solo intención.
No tengo lo que usted merece pero si su decisión me
favorece, si me da la oportunidad de ser
yo quien lo pueda amar, desde mi cabeza hasta mis pies, desde lo que siento
hasta el último de mis pensamientos solo serán para usted porque a su vida yo
me debo. No tengo lo que usted merece pero a la hora de amar yo no suelo
escatimar, y si de algo puedo presumir, si de algo puedo jactarme, es que así como yo le
amo, como lo necesito, como lo extraño jamás nadie podrá amarle.
Decídete. Si pretendes que suceda necesito una señal,
una chispa que me encienda, que me haga zozobrar, de este gélido glaciar de
modorra y desatino sobre témpano divino como nave sideral. No preciso ser
valiente pues me sobran las razones y sus causas y opciones bien pensadas,
responsables; no preciso ser afable, voy buscando el destino con el ímpetu y el
tino de mi suerte de indomable. Para aceptar este reto, no respondas, solo
asiente, ten a punto la simiente y la práctica, el semblante. Que se enteren
por doquier: Aquí hay buenas intenciones, hay palabra, decisiones, felicidad
redundante”.
“¿Qué problema tienes Guillermo que necesitas
escucharlo una y otra vez? ¿Y yo? ¿Por qué me siento más cerca de ti oyendo
esta música? Lo único que he hecho es sustituir tu foto por el CD. Estoy
enfermo. Menos mal que, al menos, no duermo con el CD debajo de la almohada.”
CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES MERA
COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.
Norma Estupendo
ResponderEliminarBlanca Bellísimo
ResponderEliminarBlanca Bellísimo
ResponderEliminarFlor Bellísimo
ResponderEliminarRaul A. HERMOSO!
ResponderEliminarPili Buenísima
ResponderEliminarPrecioso Eve...Espero que falte poco para que Guillermo afoje, igual Pedro no tendría que ser tan sumiso y demostrarle que él también tiene carácter...Por cierto, porfi, que Matías desaparezca lo antes posible...
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