miércoles, 24 de julio de 2019

EL EMBAJADOR. TERCERA PARTE. CAPÍTULO VEINTICINCO.


EL EMBAJADOR.

TERCERA PARTE.

CAPÍTULO VEINTICINCO.


__ Déjame  en paz, Pedro.
__Vamos a un sitio tranquilo donde podamos hablar.
__No.  ¿Dónde está Matías Olazábal, Pedro? ¿Dónde aprendiste a pelear así?
__Demasiadas preguntas… embajador. __No  me respeta, no confía en mí, ni me admira y además no estoy autorizado a responder. En cuanto a Olazábal es un traidor cuya suerte es la de todo traidor a nuestro gobierno, embajador.

Alberto ingresó al interior de la casa junto con los demás invitados, que polemizaban  acerca de los detalles de la pelea muy impresionados por la destreza de los luchadores, otros contaban los billetes que habían ganado en las apuestas con la victoria de Pedro. Las puertaventanas se cerraron, regresó la música y las domésticas se movieron entre la gente para repartir bebidas y comida. Todo se desarrollaba con normalidad como si la pelea con final casi trágico, no hubiese acontecido.
La divisó en un rincón inclinada sobre una mesa con portarretratos a los cuales estudiaba con una sonrisa que le formaba hoyuelos junto a las comisuras. Gabriela Soria, cuyas facciones de lineamientos regulares le conferían un aire cálido era centro de atención sin que ella se diera cuenta. Alberto sorbió champaña y se movió para estudiarla desde otro ángulo. Si bien alta, y delgada poseía las caderas prominentes, un trasero suculento, piernas torneadas, rasgos de Afrodita, con cintura estrecha, y figura esbelta enfundada en un vestido ceñido de color naranja, y Alberto se imaginó dándole palmadas hasta que la piel de tonalidad blanquísima se tornase rosácea como las mejillas que se ruborizaban ante el menor piropo. Sintió un tirón en la entrepierna y se cerró el sacó para ocultar el deseo. En su camino hacia Gaby se detuvo ante la presencia de Federico que la fotografiaba desde atrás y sonreía de manera maliciosa. Depositó la copa sobre el bargueño antes de encararlo.

__ ¿Qué se supone que haces?
__ ¿No se nota? __preguntó el asistente de Arismendi a su vez, con el ojo pegado al visor__. ¡Ey! _exclamó cuando Beto le arrebató la cámara__. ¡Cómo te atreves! __se enfureció a su vez, impotente al ver que le velaba el rollo.

Gabriela se incorporó y observó el cuadro que se desarrollaba frente a ella con el entrecejo fruncido. Beto arrojó la cámara sobre un sillón antes de colocar el índice cerca de la nariz de Federico que respiraba de manera congestionada.

__Ya he tenido que soportar demasiado esta noche con los de su embajada __pronuncio, y arrojó una trompada a la cara de Alberto que la detuvo con la palma de la mano, Federico aulló de dolor, cuando sus dedos crujieron con el puño de Beto. __Compórtate como  un caballero con nuestras damas __le ordenó y lo empujó al soltarle la mano. El hombre trastabilló y rebotó sobre el sillón.

__No te gustó que fotografiara la mejor parte del mejor cuerpo de toda Rumania, ¿verdad? _lo desafió.

Gaby gimió y se dio cuenta que Alberto no controlaría su ira.
__Retráctate __ordenó, con voz grave y calma__. Pídele disculpas a la señorita  Soria.

__ ¿Disculpas? La señorita fue mía tantas veces como quise.
__! Oh! __exclamó Gaby al mismo tiempo que la mandíbula de Federico crujía bajo el puño de Beto.

__!Basta! __intervino Arismendi__. No toleraré otra pelea en mi casa, Federico levántate y retírate...

Alberto se angustió al descubrir el brillo en los ojos de Gaby a causa de las lágrimas. Se miraron con la misma intensidad que al momento del saludo al llegar. Beto le sonrió y sacudió la cabeza para negar.
__No, preciosa no llores. Ese gusano no se lo merece.
__Estoy tan avergonzada _dijo en un tono de voz casi inaudible, y Beto debió leerle los labios para comprenderla.

__Gabriela_ intentó disculparse el anfitrión tomándole la mano pero la muchacha se lo impidió__. No le preste atención.  Ya se sabe cómo es cuando bebe.

Alberto observó que Gabriela evitaba hacer contacto visual. Le temblaban las manos y el mentón. Habría arrastrado al jardín a Federico y lo habría ahogado en la piscina,  ya arreglaría cuentas con él. En ese momento le interesaba devolver la sonrisa a la muchacha. Se puso nervioso cuando ella consultó la hora y anunció que se iba. Se asombró al sentir inquietud.
__No _dijo Juan__. No puede irse también, recién llega, no se vaya todavía, disfrute de la fiesta, estoy muy feliz de tenerlos en casa esta noche.

El anfitrión de un papel mundano había pasado al de padre protector, era un excelente actor _ infirió Alberto y al darse cuenta que Gaby asentía sintió alivio.

__Coronel Marini, le encomiendo a esta belleza. Señorita Soria, la dejó en excelente compañía.
__Delo por hecho _ se comprometió Alberto. Indicó a Gabriela que tomaran asiento. Llamó a una de las domésticas que les presentó una bandeja con bebidas. Le agradó que ella eligiera un jugo. Otra se aproximó con unos bocaditos.

__Este manjar queda acá _ dijo Beto __. Es todo nuestro lo reconozco, es un budín de cocina francesa.

__ Le Cordon Bleu _ dijo Gaby.

__ ¿De París? __Gaby asintió__. ¿Viviste en París?

__Sí y estuve pupila en Bruselas, solo pasé hasta mi adolescencia en América. París es mi ciudad preferida en el mundo y amo recorrer la avenida Des Champs Élysées temprano por la mañana.

Alberto quedó absorbido por la belleza de sus labios carnosos y de contornos definidos que se movían sin perder el brillo del lápiz labial. Encontraba encantador su acento refinado sin esforzarse por imitar a los parisinos al cambiar de inglés a francés.
… tanto como quisiera si la embajada y la administración del campo de la familia de papá  me dejara tiempo libre y…
__ ¿Administras propiedades? _ se sombró Alberto.

__La hacienda de mi familia.
__ ¿De veras?
__Pareces asombrado. ¿Acaso no crees que una mujer pueda hacerse cargo de un negocio además de ser secretaria?
__No es eso _ se apresuró a aclarar Alberto __, me resultas tan… femenina que imaginé que te dedicabas solo a cosas tradicionales__dijo__. Lo admito, soy reconcentradamente machista.

__Sí que lo eres __le reprochó ella.

__Un defecto que estoy más que dispuesto a corregir.
Ella apartó el rostro para ocultar una sonrisa de complacencia, y su cabello largo, pelirrojo, lacio al acompañar el movimiento exhibió un cuello delgado, la piel lisa y perfecta, Alberto sintió un impulso irrefrenable de besarle el tendón que se exponía.__Me encanta esa canción __aseguró Gabriela y al volverse, ese súbito movimiento provocó un respingo en Alberto que se retrajo a su posición inicial.

__ ¿Te gustaría bailar conmigo, Gaby?
Otro impulso lo asaltó, uno nacido de la ternura que le provocó la actitud asustadiza y vergonzosa de ella que miró el grupo de invitados, bebían y charlaban, pero no bailaban. Beto le pasó el dorso de los dedos por el cuello, y la vio trepidar y bajar la mirada.
__Nadie está bailando.
__ ¿Qué importa? Nosotros queremos bailar y lo haremos.
Ella levantó la vista, contempló los ojos celestes en lo profundo, se sentía segura mientras un cosquilleo que no experimentaba desde hacía años atrás se arremolinaba en su estómago. “Es tan atractivo” pensó, mientras una sonrisa amplia, de labios separados, dientes lustrosos ponía brillo a sus ojos.
__Mon Dieu, Gaby… Eres hermosa. __Beto rio al verla sonrojarse, le pasó los dedos por la mejilla incapaz de reprimir el deseo de tocarla__. Quiero bailar contigo. Por favor _le suplicó, y ella asintió y aceptó a mano que él le ofrecía.

La canción era lenta, sin embargo los dos se la arreglaron para bailar pegados, no existió un momento de duda cuando la necesidad de poner sus cuerpos en contacto los guió a los brazos del otro. Después de cerrar los dedos en la cintura de Gaby  y de aferrarle la mano para colocarla sobre su corazón, Beto soltó el aliento retenido. Se dio cuenta de que estaba nervioso como un inexperto. Tal vez se dijo, en el sentimiento que esa chica le inspiraba, sí era un inexperto.

Sonia llamaba a la puerta de la toilette y conminaba a Guillermo a salir.

__Voy a salir cuando tu amiga y Alberto estén dispuestos a irse de esta casa. No voy a volver a la fiesta. No quiero cruzarme con Pedro. No quiero volver a verlo. Ha sido un grosero con Arismendi y conmigo.
Un invitado se aproximó e inquirió a Sonia con la mirada.
__Embajador, aquí un señor necesita el baño.
Se oyó el chirrido de la puerta y se abrió. Guillermo salió con el ímpetu de un ventarrón, y Sonia, después de suspirar, lo siguió.
__ ¿Adónde va? _le preguntó.

__A buscar a Gabriela y al coronel. Nos vamos ahora. Mañana tengo una reunión importante temprano y no quiero estar mal dormido.
__Embajador, ellos están charlando, bailando __le insinuó y le señaló hacia un sector del salón __.  Se los ve contentos. Y a él más,  no ha dejado de mirarla desde que llegamos. Sería egoísta si le pidiera que nos fuéramos. Sabe que ella es muy buena y por darle el gusto se iría. Pero créame que no sería justo para ella que está tan sola y no conoce a nadie de su nivel para divertirse.

__Está bien. Los esperaré en el auto.
__ ¿No va a despedirse de nadie?
__No quiero encontrar a Pedro, y esta no es una velada oficial, no me debo al protocolo.
__Qué fiesta de mierda _ masculló Sonia que se debatía entre seguir a su jefe o darle una oportunidad a la fiesta que tanto la había entusiasmado unas horas antes.

__Sonia ¿dónde está el embajador? __ La sorprendió Pedro.  

Beggio la sobresaltó, y se dio vuelta con la mano alrededor del cuello.
__Hola, Pedro, ¿cómo estás? Para mí también es un gusto verte después de tanto tiempo.
__Hola Sonia, tiempo pasará dentro de unos días en que me iré en misión por meses _ dijo Pedro, y sonrió__. Discúlpame.

__Sí, te disculpo por haberte portado como un pelotudo y un grosero desde que llegamos.
__Me sorprendí mucho al verlas.
__En cambio a nosotras no nos movió un pelo. __ Pedro bajó la cara y rio con desgano__. Pedro, Guillermo se puso frío cuando te vio. Temblaba como una hoja. Encontrarte aquí, en esta casa, en medio de este país de mierda, nunca vas a ninguna velada. ¿Qué te piensas que le pasó?

Él no vino con el médico.
__ ¿Eh?
__Olazábal, el médico francés. Que no vino con él.
__ ¿Por qué tendría que venir con el embajador?
__Olvídalo.
__ ¿Dónde está?
__ No aguantó más y se fue a esperar en el auto.
__ ¿Está solo allí fuera?
__No, con el chofer.
__! No!
__ ¿Qué pasa? __Sonia correteó detrás de él. __ ¡Déjalo Pedro! No vayas a molestarlo. ¡Pedro! ¡Ah! _ se asustó cuando este frenó de golpe y giró sobre sí.

__ ¿En qué auto está?
__! Qué noche de mierda!
__Sonia, su vida corre peligro, a ver si lo entiende alguien al menos.
__Es aquel Grand Vitara rojo.
Guillermo dejó de respirar al divisar la figura de un hombre que se aproximaba a paso rápido hacia el sector de estacionamiento. Él habría reconocido esa manera de caminar entre un millón de personas. Se rebulló en el asiento trasero nervioso porque aun desde esa distancia percibía la rabia que dominaba a Pedro Beggio. Simuló enojo cuando el hombre abrió la puerta y le ordenó.
__Baje ya mismo y entre a la casa.
__Papurri, qué te pasa _ dijo Sonia zalamera__. ¿Por qué no te calmas un poco y charlan tranquilos?

__ ¿Cómo quieres que le hable cuando lo encuentro coqueteando con el presidente y ahora solo poniéndose en riesgo?
El chofer tan alto como Pedro pero más fornido, se plantó frente a Pedro.
__ Le voy a pedir que se retire, señor.
__Está bien _ medió Guillermo para evitar otra pelea __, no hay problema. Iré con él. __Descendió del vehículo y caminó deprisa hacia la casa.

Pedro y Sonia iban detrás. Pedro le admiraba avanzar envuelto en ese talante entre ofendido e iracundo que lo volvía loco, era y se sentía el dueño de ese hombre porque lo había descubierto como tal, lo había tocado, lamido, olfateado, mordido, penetrado, y ansiaba estar dentro de él, eran uno, era su destino y él el del embajador lo entendiera o no aunque las cosas lo pusieran en su contra al momento. Lo emocionaba tenerlo tan cerca, lo torturaba tener que alejarse pero necesitaba que lo extrañara, que lo añorara, que suplicara por él más allá de obedecer órdenes. ¡Cuánto lo necesitaba para ser feliz! Incluso haciéndolo ahogarse en rabia lo enloquecía la emoción de verlo o la expectativa de poder besarlo o tocarlo, aunque sabía que sería difícil hasta que no pudiera ver la traición de varios, entre ellos del maldito francés y entender el porqué del veneno y las pintadas.
Guillermo lo esperó en la puerta con los brazos cruzados y un gesto de indignación.

__De aquí no me muevo _le aseguró, cuando él le apoyó la mano sobre el hombro para guiarlo dentro__. No pienso entrar en esa casa de locos.

__Vamos a mi habitación para estar tranquilos  __dijo Pedro mesurado y conciliador.

__ ¿A la habitación que estás compartiendo con Arismendi?
__No estoy compartiendo habitación con nadie. A ver, Guillermo, he pasado casi diez años en total en Rumania, hace tiempo conozco a esta gente y cada vez que me invitan a esta casa, tengo una suite.
__Los dejo solos _habló Sonia y entró.

__Por favor, Guillermo. No quiero hablar aquí, estamos muy expuestos.
__ ¿Y en la pelea de hace un rato, no? Hablar, ¿de qué? Cuando llegué a la fiesta no parecías inclinado a… no digamos conversar conmigo, ni siquiera a saludarme.
__ ¿Por qué aceptaste los galanteos de Arismendi?
__No tengo que darte explicaciones ¡Suéltame! __ Le exigió, cuando Pedro, de nuevo colérico le aferró por el brazo.

__No quiero que vuelvas a verlo fuera de veladas oficiales __le exigió, mostrándole los dientes__. Ese hijo de mil putas me odia y quiere hacerte daño para hacérmelo a mí.

__ ¿Qué tengo que ver yo con vos?
__Guillermo _ dijo, con ojos cerrados mientras buscaba una brizna de cordura a la cual aferrarse__, te lo suplico, aléjate de ese tipo. Es un perverso sin reparos.

__Es un buen hombre. __Guillermo tembló cuando Pedro levantó los párpados. Sus ojos se habían vuelto negros y lo aborrecían desde su oscuridad.

__Deberías odiarlo y despreciarlo tanto como a mí.
__Ya lo sé. __El instante de desconcierto de Pedro no significó un triunfo, por el contrario, la tribulación del hombre que amaba al mismo nivel que temía le causó un dolor físico. Notó que le aflojaba la sujeción y que lo alejaba de él. __Él me dijo quién es cuando ayudé a su hijo, no me ha mentido ni ocultado todo como vos, esa es la diferencia. Y te aseguro que él no quiere lastimarme para lastimarte. Él no sabe que teníamos una relación.

__Lo sabe, ese tipo lo sabe todo.
__Jamás le hablé de vos.
__!Pero él de algún modo lo supo!
__ No, Pedro, no lo sabe, ¿puedo regresar al auto ahora?
__Guille.
__! No me toques!
Pedro se cerró sobre él, lo aprisionó contra la pared y le inutilizó los brazos y las piernas con el poder y el peso de su cuerpo. Sus ojos, aún oscurecidos se fijaron en los de él con una intensidad tan abrumadora que pese a que luchó no logró controlar los sollozos que brotaron de su garganta y que lo humillaron.
__Déjame, pintaste las paredes, me estás envenenando,  ¿quién sos Pedro?__. ¿Qué estás haciendo acá? ¿Por qué tuvimos que encontrarnos? __ exclamó.

__Porque soy tu destino, y solo quiero cuidarte, y no me dejas opciones.
Pedro hundió la cara en el cuello de Guillermo, y absorbió sus aromas, el que despedía su piel húmeda y caliente. El aroma lo enloqueció, una fragancia floral, a madera, con notas de sándalo aunque intensa y erótica.
__ ¿Qué perfume usas?
__Me lo prestó tu amigo, Alberto.
__ ¿Cómo se llama? Quiero regalártelo.
__Basta, Pedro _ se negó en un susurro.

__Sí __contestó él, con un fervor en la voz que se trasladó a sus extremidades, y que Guillermo notó en el aumento de la presión__. Dime cómo se llama y te diré que estaré meses alejado de ti, Alberto te cuidará.

__Le Men.
Pedro repitió y la sensualidad de su acento se le alojó entre las piernas como un pinchazo. Lo fundió su debilidad y el descaro de Pedro que jugaba con él a las puertas de una de las casas del presidente.
__Déjame ahora. No quiero otro escándalo. Si el presidente nos encuentra lo habrá.
__Entre él y yo no pasa nada.
__No te creo, y en cuanto a ese ausentismo, yo no te he enviado a ninguna parte.
__Tengo jefes y misiones superiores embajador.
__No te creo, me mentiste demasiado.
__Vos también.
__Por eso, porque hubo demasiadas mentiras entre nosotros es que todo terminó entre vos y yo, Pedro.

Pedro irguió la cabeza y lo miró a los ojos afectado por la serenidad con que Guillermo se había  expresado. ¿Cómo podía hablar de final entre ellos si estaban unidos para siempre en cuerpo y alma? Lo encolerizó su frialdad, también su necedad, y se alejó de él  con dos pasos hacia atrás.
__No quiero que vuelvas a ver a Juan fuera de lo oficial, de veras, estás en peligro.
__Basta. Por favor estoy grande ya.
__Arismendi es una mierda y quiere lastimarte.
__ ¿Qué pasa entre él y vos?
__Nada, una vieja rivalidad. Te amo y me amas embajador, pase lo que pase.
Te quiero en mis otoños deshojando hojas, mil fantasías invaden y las emociones no se hacen esperar están a flor de piel, te escudriñas por mi mente, el viento sopla, miles de mariposas revolotean en mi estómago, frente a mí estás, me miras con intensidad, me cautivas, ya tu mirada ha desnudando mi alma, solo quedó prendida a tu alma, a tu lascivia, a tu pasión deseada...
Te quiero en mis inviernos de este frío intenso que invade mi cuerpo, eres mi abrigo, mi calor, la llamarada de mi cuerpo y mi piel, eres la cobija perfecta que quiero tener, arrópame con tus brazos, arden tus manos solo por acariciarme y recorrerme, es lo más sublime…  tenerte, saborear tus labios, sentir tu piel desnuda y hacer mil diabluras hasta enloquecer.
Te quiero en mi primavera los pájaros trinan, las flores aroma tienen, todo es algarabía, y yo tengo tu esencia, tu perfume, huelo a ti y me fascina, son tus caricias y besos interminables, es pasión desbordada, es deseo simplemente de amarnos hasta la misma muerte, somos veneno en la sangre, somos adictos, la droga que nos aniquila día y noches enteras, desnudando  nuestras almas.
Te quiero en el verano, desnudos estamos, la cordura y la locura se unen y me pierdo en tu
penetrante calidez, horas imparables llenas de sabor a ti, eres el cobijo más eterno de mis fantasías, llevo tatuado tu nombre en cada espacio de mi ser, burbujean mis deseos por sentirme hombre, no hay suspiro de ti que no sea mío, que no haya besado, lamido, dejado en carne viva, eres y serás mi eterno amor, al que daré mi vida, al que amaré eternamente con todo mi ser.
Te dije susurrando hazme tuyo, y lo fui, descubriste en mi cuerpo la perfecta obra de arte, me has hecho el cobijo más eterno de este amor clandestino, tu calidez no se hace esperar, penetrante son tus ojos que me devoran con ese fuego de tus pupilas, que seducen, que hiela el alma, que cautivan y que matan.
Amor es amar con acordes al desnudo, destajando la figura de tus labios, de tu amor al mío, llevas mi firma grabada en tu piel, vendo al mejor postor mi corazón encendido, llevas tatuado mi nombre en cada rincón, que no existe espacio en que yo no pueda volver a estar, eres ladrón de mis sentimientos, me has robado mi sentir y hazme el elegir de tu néctar, que para vivir te necesito aquí.
Escribo al amor y al amar cosas distintas que finalmente se conjugan, amor es un sentimiento y amar es un verbo que se transita por las venas, juntos forman tan sublimes palabras, en su formato fascinante como la esencia de un poema que se vuelve algarabía, tu eres la poesía más inefable de mi piel, acúname en tus brazos, para amarte sin razones, sin miedos.
Somos un amor perpetuo, nos tenemos día y noche, esos momentos en que tus sentimientos afloran, los hago míos, perdiendo la cordura y la locura, la miel de tus besos es mi adicción, devorando los silencios de tu boca, me juego por amarte y no perderte, aquí estoy dispuesto a tener insomnios por siempre y hasta la eternidad si tú lo quieres. En la comisura de la noche se encuentran dos almas amándose, con gran intensidad, bajo la luna prometiendo amor eterno. Esa noche se vuelve caricias inmensamente intensas porque tengo tu amor, bajo este paraíso del universo, fundirnos los dos con gran pasión, uniendo nuestras almas, nuestros corazones, en un solo cuerpo.
Estamos frente a frente, saboreando nuestros besos, nuestros labios con sabor a dulce miel, y deseamos acariciarnos y tiembla mi corazón, erizas mi piel, me susurras abolido y caigo a tus pies. Me siento extasiado, porque con tu mirada desnudas mi alma, alborotas mis sentidos, nos volvemos locura, pasión y deseo, y vuelvo a caer en tus brazos. Me amas y te amo. No resisto tus besos apasionados, ni siquiera dejas respirar, me vuelves loco por amarte, pronuncio  tu nombre y oigo tu voz se me quiebra el corazón, sabrás que mi corazón te pertenece a ti por siempre. Nuestro amor no es una fantasía es la realidad, nuestros ojos se clavan como un puñal, me rodeas con tus brazos, me fascinas, eres esencia en mi existir, soy feliz completamente feliz porque te tengo a ti. Déjame perderme en caricias de tus manos, déjame tocar tu piel ardiente, mis manos inquietas necesitan de tu cuerpo de tu piel, de ti. Ámame mi vida quiero estar siempre contigo, cada noche es un paraíso junto a ti, sueño cada instante estar contigo, queriéndote, sintiéndote, y porque eres ese ser divino que me enamoró.

__Desde que ayudé a su hijo, él ha sido muy bueno con chicos del hospital militar. Ha donado mucho dinero para ellos.
__Dinero que le sobra, porque ansía entrar en la ONU Y  en la OTAN, y para impresionarte.
__No importa. Ayudó a personas muy desdichadas.
__Qué diría si supiera que te acuestas con el traidor del francés, con Matías Olazábal? __Se arrepintió antes incluso de terminar la frase. La facilidad  de Guillermo para empalidecer de manera drástica lo asustó y estiró los brazos en un intento para sujetarlo. Las tonalidades de los labios y la piel se emparejaron en la blancura del papel.

__Miserable.
__Guille, perdóname.
__! No! Y no vuelvas a acercarte a mí fuera del despacho. ¡Déjame en paz!
Impotente, lo vio dar grandes zancadas en dirección hacia el coche.

“Atardece en los fulgores de tu mirada, tentación precipitada alcanzando necesidad, alimento al cruzar la línea primera, acceder al pórtico del sentimiento, entrar mar adentro compuesto de bellezas, susurros, añoranza rendida que en hora ausencia conquista mi presencia empecinada en nuevo encuentro.
Pero sigue atardeciendo en las ventanas de tu alma, silencios lejos de calmas por esencias que rinden, pierden, marchan y me dejan. Al son callado de quien soporta las penas sentado a la vera del sufrimiento, nuestra esfera lecho de sábana piel, colchón deseo, almohada confidencia.
Atardecen los fulgores de tus ojos perla, apagando efervescencia al ritmo mortuorio del vivo mortificado, mientras te sonrío agarrando tu mano y te adentras en el gélido crepúsculo, borrando atardeceres condenados en mi mente cual recuerdos desde este preciso momento, hasta el instante ahora anhelado de volver a encontrarnos más allá de la carne (…) más allá del recuerdo.
Vivirte fue oxígeno, recordarte supondrá añoranza y morir será mi alabanza ensoñada por la necesidad de hallarte... Atardeció tu mirada sincera sin borrar de mis adentros tu esencia, tu sonrisa, tus caricias, atenciones, enfados, reconciliaciones... Atardece.”
__
El aeropuerto londinense de Heathrow estaba colmado de turistas de verano, y el viaje en taxi hasta Mayfair insumió más de una hora. En el hall del  hotel Churchill, cantidades de pasajeros entraban y salían.
Un botones se encargó de las tres valijas de Ángel.

__Llévelas a mi habitación. Yo tengo que salir a hacer unas diligencias.
La propina fue modesta, como para que el muchacho no la recordara después. Ángel se dirigió a los ascensores del hotel, esperó que llegara uno vacío y subió.
Ya dentro del ascensor, apretó el botón del sexto piso, el noveno, el décimo, y se bajó en el quinto para despistar a cualquiera que pudiese estar observando desde el hall.
Había una escalera de servicio al fondo, que bajaba hasta un callejón. Cinco minutos después de haberse registrado emprendía el regreso en taxi hasta Heathrow.
El pasaporte estaba emitido a nombre de  H. R.  de Mendoza. Tenía pasaje de Bucarest por Tarom Airlines. Desde el aeropuerto Ángel envió un telegrama.
LLEGO EL MIÉRCOLES
H.R. DE Mendoza.
Iba dirigido a Miguel Ángel Mendoza.
__
A primera hora de la mañana Gabriela anunció:
__Hablan de la oficina de Orestes Moravia.
__Yo atiendo.  __Guillermo, manoteó el auricular presa  de la ansiedad. __ ¿Orestes?

Al oír que hablaba la secretaria sintió ganas de llorar de la desilusión.
__El señor Moravia me pidió que lo llamara, señor embajador. Él está con el presidente, y como no puede llegarse hasta un teléfono, desea que se le dé a usted lo que necesite. Si me dice qué problema es…
__No __respondió Guillermo. Tratando de que no se le notara la voz de desaliento__. Tengo… que hablar con él.

__Lamentablemente no podrá ser hasta mañana El doctor dejó dicho que lo llamaría apenas pudiese.
__Muchas gracias. Quedo esperando su llamado. __Cortó. No podía hacer otra cosa que aguardar.

Siguió intentando hablar con Matías. Pero no le atendían en su casa. Probó en la embajada de  Francia y nadie supo decirle a dónde estaba.
__Por favor, apenas tengan noticias de él díganle que se comunique conmigo.
_Hay un llamado para usted, señor embajador pero la mujer se niega a dar su nombre _le avisó Gaby.

__Páseme con ella. _Guillermo tomó el auricular__. Hola. Habla el embajador Guillermo Graziani.

Una suave voz femenina con un acento rumano, le contestó.
__Soy Corina Socoli.
En el acto reconoció el nombre. Se trataba de una hermosa joven de poco más de veinte años, la primera bailarina de Rumania.
__Necesito su ayuda porque he decidido desertar.
“No puedo ocuparme de esto hoy. Ahora imposible”.
__No… No sé si puedo ayudarla. __Procuró recordar velozmente lo que le habían dicho respecto de los desertores.
“Muchos de ellos son agentes soviéticos. Nosotros los traemos al país y ellos nos engañan suministrándonos unos pocos datos inocuos, o bien directamente falsos. Algunos se convierten en topos. Los peces gordos son los científicos o los funcionarios de inteligencia de alto rango Estos siempre vienen bien. Pero de lo contrario no concedemos exilio político a menos que exista una muy buena razón”.
Corina Socoli sollozaba.
__Por favor, tiene que enviar a alguien a buscarme, porque no estoy en un sitio seguro.
“Los gobiernos comunistas utilizan ciertas trampas muy particulares, Alguien que se hace pasar por desertor pide ayuda. Usted lo lleva a la embajada, y luego él protesta aduciendo que lo han secuestrado.
Eso le da el pretexto para tomar medidas en contra de los Estados Unidos”.
__ ¿Dónde está usted?
Una pausa.
__Supongo que puedo tenerle confianza, estoy en la posada Roscow, de Moldavia. ¿Vendrá a buscarme?
__No puedo ir yo personalmente, pero enviaré a alguien. Y no vuelva a llamar a este número. No se mueva de donde está yo…
En ese momento  se abrió la puerta y entró  Pedro Beggio. Guillermo lo miró aterrorizado al ver que avanzaba hacia él.
La voz del teléfono repetía.
__Hola…
__ ¿Con quién está hablando?
__Con… Con el doctor Olazábal. __Fue el primer nombre que le vino a la mente. Presa de miedo, cortó la comunicación.

“No seas ridículo. Estás en la embajada. Él no va a intentar hacerte nada aquí, no trae el café, ya lo sabe”.
__ ¿Con el doctor Matías Olazábal?
__Sí. Esta… por venir a verme.
¡Cómo  hubiese deseado que fuera verdad!
Pedro tenía una extraña expresión en los ojos. La lámpara del escritorio estaba encendida, y proyectaba contra la pared su sombra de una forma grotesca, enorme y amenazadora.
__ ¿Ya se repuso como para volver a trabajar?
Qué desfachatez.
__Sí, gracias. __Ansiaba desesperadamente que se fuera para poder escapar. “No debo demostrarle que estoy asustado”.
Se le acercaba.
__Lo veo nervioso. Tal vez debería irse unos días con los chicos a la zona de los lagos.
“Y así convertirme en un blanco más fácil”.
El solo hecho de mirarlo lo atemorizaba tanto, que hasta le costaba respirar. Sonó el intercomunicador y para él fue como si le arrojaran un salvavidas.
__Si me disculpa…
___Cómo no. __Pedro se quedó mirándolo un instante. Luego dio media vuelta y se fue, llevándose la sombra consigo.

Guillermo atendió el teléfono casi llorando de alivio.
__ ¿Sí?
Era el encargado de relaciones públicas.
__Perdone que lo moleste, señor embajador, pero tengo que darle una noticia muy triste. La policía acaba de informarnos que el doctor Olazábal fue asesinado.
Guillermo sintió que le daba vueltas la habitación.
__ ¿Está… está seguro?
__Sí, señor. Encontraron su billetera en el cadáver.
Lo asaltó un tropel de recuerdos y una voz que le anunciaba por teléfono_: Habla el comisario. “Su esposa murió en un accidente de auto”. Y se sintió apuñalado, destrozado por los antiguos sufrimientos.

__ ¿Qué… qué fue lo que pasó? __preguntó con voz ahogada.
__Lo ultimaron de un balazo.
__ ¿No se sabe quién fue?
__Todavía no. El organismo de seguridad y la embajada de Francia están investigando.
Soltó el auricular.
“Con una sensación de embotamiento se echó hacia atrás sobre el respaldo del sillón y clavó la mirada en el techo, donde notó una grieta. Las había por todas partes. En nuestra vida también, y por allí nos llega el mal. Silvina murió. Matías también. No toleraba pasar de nuevo por ese dolor. ¿Quién podía querer matar a Matías?
Inmediatamente después de la pregunta le surgió la respuesta. Pedro Beggio. Matías había descubierto que Pedro estaba envenenándolo con arsénico, y Pedro supuso que, al morir Matías, nadie podría acusarlo de nada con fundamentos.
Súbitamente tomó conciencia de algo más. Que lo llenó de terror. ¿Con quién está hablando? Con el doctor Olazábal. Y Pedro ya debía saber que él había muerto”.
“Permaneció todo el día en su oficina, planeando lo que debía hacer. No voy a escapar solo porque él lo quiera. No voy a permitir que me asesine. Tengo que impedírselo. Sentía en su interior una indignación como jamás la tuviera. Iba a protegerse a sí mismo y a los chicos. Además destruiría a Pedro Baggio”.

Guillermo hizo otro llamado urgente a Orestes Moravia.
__Ya le di su mensaje, embajador. Quédese tranquilo. Que él va a hablarle apenas pueda.

No podía aceptar la muerte de Matías un hombre tan tierno, tan bueno, que en esos momentos yacía exánime en alguna morgue. Si yo hubiese regresado a Kansas Matías estaría vivo.

__Señor embajador…
Levantó la mirada y vio a Gaby que le alcanzaba un sobre.
__El guardia de la puerta le envía esto. Dice que lo entregó un niño.

En el sobre decía: PERSONAL. PARA QUE LO LEA SOLO EL EMBAJADOR.
Guillermo lo abrió. La nota venía escrita en bella caligrafía.
“Estimado embajador:
Disfrute de sus últimos días en la Tierra.
Ángel”.    

“Otra de las tácticas de Pedro para amedrentarme, pero no le dará resultado. No voy a acercarme a él en lo más mínimo.”
El coronel Marini observó la nota y meneó la cabeza.
__Hay tantos locos sueltos _opinó__. Usted tenía que asistir esta tarde, señor, al acto de donación del tomógrafo para el hospital, y en unas semanas al acto de iniciación de las obras de ampliación de la biblioteca. Voy a cancelar.
__No.
__Es muy peligroso señor.
__No habrá problemas. __Él sabía dónde residía el peligro y pensaba evitarlo. __ ¿Dónde está Pedro Beggio? __preguntó.

__Fue a una reunión a la embajada de Australia.
__Avísele, por favor, que deseo verlo de inmediato.
__Señor, creo que partía para El Congo, para asegurar la explotación de una mina de coltán.
__ ¿Con permiso de quién?
__No lo sé.

Pedro, mal dormido y de pésimo humor  saltó dentro de una Chevrolet C10 y condujo como un loco por una carretera atestada de depresiones. Un retén de soldados, que se había cruzado en el camino, lo obligó a detenerse y a perder unos minutos al exigirle su identificación. Al final sacó unos dólares, y arregló el asunto. Sabía, que desde hacía meses el gobierno no pagaba sueldos a los soldados y que los hombres del ejército deambulaban en busca de la comida, convertidos en una manada de perros. Reinició el viaje más calmado, indiferente al paisaje y a la gente que se desplazaba por los costados del camino. Un instante de sensatez lo apremió a cumplir su plan para ese día, visitar con sus hombres los alrededores de las minas del coltán que debían asegurar para una empresa de Israel. No sabía para qué se planteaba la posibilidad de no ir primero a ver a Guillermo al hospital donde seguramente se empeñaría en asistir, cuando por mucho que su mente lo reprobase, su cuerpo y sus entrañas lo gobernaban sin que él pudiese ni siquiera rebelarse.  Guillermo lo ocupaba por completo, el sentido de su vida, su amor, el amor de su vida, la vida, su todo, y no podía culparlo de nada porque por un tiempo más ante sus ojos él sería el malvado, el perverso, y fue la misión que aceptó desde el inicio, sin saber cuánto amaría desde aquella primera mirada en Washington, al embajador.
Apoyó el codo en el filo de la ventanilla, se sujetó la cabeza y siguió conduciendo cavilando acerca del desastre de la noche anterior. Golpeó el volante con el talón de la mano, rogando porque Arismendi no le cobrara la paliza. Había imaginado otro escenario y otras circunstancias para un reencuentro romántico. Pocas veces la vida lo había tomado tan distraído como esa noche que lo descubrió en la sala del presidente, y en contra de su temperamento adiestrado para evitar el efecto sorpresa, le permitió al asombro, a los celos, y a la bronca que se adueñaran de su juicio. Desde ese instante, solo cometió errores.
Encontró a los custodios que destinó al embajador montando guardia en los lindes del Hospital Militar de la capital, habían cambiado de vehículo para evitar levantar sospechas. Le confirmaron que Guillermo había entrado, y permanecía en el interior.
__ ¿Nos ponemos en marcha, señor?
__Esperaremos.

Guillermo saludaba y repartía besos a los niños luego de la inauguración de la nueva aparatología, y salió al corredor, rodeado de dos de los médicos, reían y comentaban los pormenores de los beneficios.

__Eso sería… __Guillermo no terminó la frase. Al final del corredor, en un charco de la luz natural que lo embellecía y acentuaba su altura y porte, contra todo lo esperado si intentaba asesinarlo, se hallaba, Pedro Beggio.

Pedro lo había visto atravesar puertas vaivén escoltado por dos médicos, reían y hablaban con entusiasmo, apretó las mandíbulas y se conminó a controlar los celos para evitar caer en los errores de la noche anterior. Le dolió la dureza de la mirada del embajador cuando esta cayó sobre él. Los hombres lo contemplaron en abierto antagonismo. Vio que Guillermo se volvía y despedía de ellos y avanzaba hacia él, en tanto Pedro caminó a su encuentro.
Guillermo lo miró a los ojos simulando una calma que no tenía, la que estaba lejos de sentir, las manos le temblaban esta vez no de temor. Guardaron silencio mientras se contemplaban, emocionados por estar tan cerca uno del otro.
A Guillermo le molestó que su mente le temiera y su cuerpo y emociones lo traicionaran, que el atractivo de ese hombre le afectara al punto de reducirlo a un ser sin voluntad, ni dominio, con la respiración acelerada, y un latido veloz que le lastimaba el pecho, cómo podía engañarse, eran señales de amor que nunca nadie le despertó, ni Silvina, ni Matías, tan solo Pedro Beggio. No podía creer que aún le quitase el aliento cuando el mechón rebelde de cabello le ocultaba la frente, o la belleza de sus labios gruesos, o sus hoyuelos al sonreír, el corte de su mandíbula, que se agitaba porque estaba apretándola, o la barbilla prolijamente afeitada, el diseño de sus orejas, su pequeña nariz, su elegancia aunque vistiera de jeans y remera. Enseguida se asombró de que las botamangas de los pantalones holgados estaban embutidas en borceguíes negros, el calzado de los solados, y recordó algo dicho alguna vez sobre su entrenamiento como tal.
Luchó por no acariciarle le media luna morada que le contorneaba el párpado inferior producto de la pelea de la noche pasada, le fastidiaba que en lugar de enojarlo su postura pedante, de piernas separadas y pulgares enganchados en la cintura del pantalón, el mentón apenas elevado, lo derritiese. Si se animara a aclarar lo del veneno, y tantos hechos dudosos, pero él los evadiría.

__Hola _lo saludó, Pedro, y él no se dignó a responderle__. ¿Te fue bien en la inauguración?

__Muy bien gracias a Dios.
__Gracias a ti.
_Eso no puedes saberlo.
__Lo sé porque tú eres bueno en cualquier cosa que hagas.
__ ¿A qué viniste? Dijiste que no te vería por meses.
__Anoche me acusaste de acostarme con Juan.
__ ¿Acaso no es verdad?
__No.
Guillermo forzó una sonrisa y sacudió los hombros.
__Discúlpame, no tengo por qué preguntarte. No es de mi incumbencia. Tengo que irme.
__ Lo es. Porque yo te doy ese derecho. Estas cadenas que no me dejan dormir, este sentimiento que traigo aquí dentro de mi alma, te vi y no puedo apartarme ya de ti, tú eres el causante de todos mis insomnios,  de todos mis desvelos, de pensar solo en ti. Soy prisionero  de tus sonrisas, tu nombre lo llevo en mi piel, ayúdame a ahuyentar mis miedos, mis temores para amarte más, cada mañana al despertar, te miro, te admiro, me hipnotizas, me gustas, me encantas, me fascina tu esencia mortal... Tú y solo tú me tienes con cadenas el corazón,
dueño de mis besos, de mi amor, la belleza perfecta ante la geografía perfecta de nuestros cuerpos se vuelve pasión, más de repente ruedan lágrimas de alegría porque tu cariño,
tus caricias, toda tu esencia y aroma me envuelven  y me hacen  desfallecer, tus brazos son mi mejor medicina, mi mayor placer.
Átame y no me dejes escapar de estas cadenas, tira la llave para que no la encuentre,
pon candado a mi vida porque soy de ti, te amo amor mío, solo condéname por favor a tu alma hasta la eternidad.

 Guillermo giró para marcharse. Pedro lo sujetó por la muñeca y lo arrastró y él se lo permitió porque no deseaba apartarse de él. Resultaba paradójico, estaba amargado porque estaba feliz, era como volver a casa. Experimentaba una inmensa dicha por tenerlo de nuevo de ese modo, solo si dejaba su mente fuera, en un sitio impensado, en un tiempo inesperado, y a su vez se despreciaba por permitirse esa debilidad. Se alejaron hacia un sector silencioso y oscuro. Lo único que atinó cuando él se detuvo frente a su rostro fue a bajar la vista para protegerse del ascendiente de su mirada.

__ ¿Con qué derecho te miran tantos hombres?
__Lo hacen. Con ninguno. No es mi problema como tampoco lo es con quién te acuestas vos.
__Sí es tu problema.
__No, no me interesa.
__ ¿Yo no te intereso, Guillermo?
__No.
__ ¿Es este uno de esos momentos en que, dices exactamente lo opuesto a lo que piensas?
__ ¿Por qué intentaste envenenarme?
__Para salvarte.
__ ¿Cómo?
__Para que te fueras, que es la única forma que tengo, pero no lo harás, y haré yo lo que sea necesario para que no te maten.
Guillermo sintió una punzada en el pecho, ¿y si no mentía?, terco en su decisión de no mirarlo guardó un silencio condenatorio. Su vista en el escote en V de la remera, por donde asomaba el vello lo desestabilizó, se imaginó enredando los dedos y rozando las tetillas erectas, y a las palpitaciones de su pecho se sumaron otras en la pelvis. Que se convirtieron en punzadas cuando las manos de Pedro le rodearon el cuello y sus pulgares le ejercieron presión en la barbilla para exigirle la mirada.
__No dices lo que piensas. ¿Por qué llamaste a mi casa para saber cómo estaba luego de la pelea si no te intereso? La mucama me lo dijo. __ Sonrió con malicia cuando los pómulos de Guillermo se encendieron__. Solo con mirarte me excito. Volver a tocarte… Dios, Guillermo, me enloquece. Guillermo _ suspiró, con los ojos cerrados__. Te extraño tanto, mi amor. __Se inclinó para besarlo pero Guillermo apartó la cara y, al hacerlo, sus fosas nasales se colmaron de Givenchy Gentleman. ¿Por qué no usaba A Men?

__No __lo oyó musitar__. No quiero. __”Aguanta”, se instó, y se conjuró imágenes de él con Juan que lo atormentaran.

__ ¿Por qué no? __susurró, Pedro, y sus manos se calzaron en la cadera de él y le pegaron la pelvis a su erección, dura, caliente y palpitante como supo era la del embajador__. ¿Ya no te excito?

__No __mintió__, ya no.
__ ¿Ya no? __Guille notó que las manos de Pedro se volvían bruscas y que su voz se endurecía__. ¿Acaso encontraste otro que te caliente? ¿El imbécil del francés? ¿O Juan?

Guillermo se rebulló para liberarse.
__Suéltame. No tengo ganas de escuchar tus insultos. Con los desplantes de anoche tuve suficiente.
Pedro encontró una puerta que entornó con el pie y se introdujo, con Guillermo entre sus brazos, en un cuartito que, por los olores, era el depósito de los productos de limpieza. La alacena apenas iluminada gracias a la luz que se filtraba por el montante, tenía anaqueles con frascos, latas, botellas y baldes. Pedro aprisionó a Guillermo contra la puerta, le envolvió la cintura con el brazo izquierdo y le sujetó la mandíbula con la mano derecha, propiciando que sus labios sobresaliesen.

__No te atrevas, déjame –se quejó Guillermo.  Con la voz distorsionada.
__Hazme el amor entonces.
No se trató de un beso sino de un asalto violento en el que la boca de Guillermo desapareció dentro de la de Pedro, lo engulló, lo succionó, lo mordisqueó, lo devoró e inició un juego diestro, camuflado en la fiereza, hasta conseguir que Guillermo separase los dientes y lo dejase entrar con su lengua. Se produjo un cambio en la respiración de ambos cuando Pedro consiguió penetrarlo e iniciar una lucha con la lengua de Guillermo. Le hurgó las encías, los dientes, el paladar, cada recoveco con el señorío que le confería su dignidad de dueño de ese hombre. Le succionó la lengua como lo hubiera hecho con un pezón y se introdujo profundamente en su boca hasta saber que lo ahogaba. Identificó el instante en que Guillermo se rindió, claudicaba y se entregaba, y la malicia volvió a curvarle las comisuras cuando las manos de él le encerraron la nuca. Lo acomodó entre sus brazos y le besó el cuello, y le dibujó las líneas de las orejas con la punta de la lengua hasta que la boca de Guillermo salió a buscar la de él.

_Mi espalda siente tus besos, bésame despacio, lentamente con caricias que se vuelvan fantasías eternas, bésame como el susurro al viento, como la lluvia moja el suelo seco, desliza las yemas de tus dedos en cada centímetro de mí, sin dejar espacios en blanco,
entrelaza mi cabello entre tus dedos, desnúdame el alma, mi esencia.
Perversidad tiene tu mirada, se denota tu fuego en mi cuerpo, tus labios los saboreo con dulce néctar, el calor de tu cuerpo no se hace esperar, lléname de ti de tu esencia varonil, calma esta sed y hambre, quiero devorarte, hazme tuyo una y otra vez, arrebátame las ansias, de lo más profundo en esos orgasmos intensos llenos de placer.
Estando entre sábanas es una delicia nuestro sentir, la cama con pétalos de flores, es la habitación que descubre cuánto nos pertenecemos tú y yo, llegando en mil pedazos a la cumbre, ahogando los gemidos y gritos en agonía, nuestros cuerpos son lumbre, llamas, volcán encendido, ganas de seducirnos en la algarabía de nuestros sexos, al conquistar ambos ese trofeo, sin piedad, gozando cada momento, haciendo el amor perfecto.
Nos devoramos, estamos en el momento preciso de la sensualidad y erotismo, quítame esta ansiedad, regálame mil noches como estas, eres mi premio favorito, mi fruta prohibida, me desinhibo ante tu compañía, desbordando caricias, probando la humedad de tu cuerpo, nuestros latidos se hacen extensos, la respiración taciturna, bajando por mi columna, solo arráncame los miedos.
Di que valemos el riesgo de amarnos, de ser vulnerables y perdernos, ante la cordura y la locura, somos prisioneros de tantos sentimientos, ambiciono ser el frio de tus madrugadas, eres la gloria lo más sublime, mi idilio, solo hazme de tus fantasías rehén, olvídate de que soy un  caballero y aprópiate de  mi ser.
“La vi acercarse como tantas veces. ¿Quién no ha visto volar mariposas? Lo atractivo sucedió al pararse frente a mí en total desparpajo y suficiencia de poder, jactancia de color, y al límite de la arrogancia. Me concentré en ese especie de latir de sus alas; pulso que me cautivó a nivel de borrar todo lo demás.
"¿Qué quieres  mariposa?", pregunté en la tontedad de los ojos ciegos y secos de no prestar atención. Me besó la nariz y me suspiró: "¡Lindo!” Lindo... Cómo puede una simple y gastada palabra sonar así; como nueva; con impacto de Nick auto. Me volví un charco de miel tibia y fluí por el piso, con temperamento ácido y corrosivo, rozó su muslo tatuado entre mis piernas y me dijo: "Acá estoy yo". No necesité nada más.

Junto con la tenue luz también se colaban los sonidos, y sin embargo, no bastaban para acallar los clamores ni las respiraciones impetuosas de ellos.
Pedro escurrió la mano por el elástico del pantalón y la deslizó bajo el bóxer hasta apretarle el glúteo. “Por favor”, se lamentó con la misma intensidad con que lo deseaba y lo amaba. Hundió la mano en la hendidura entre las nalgas, y le acarició el ano, una y otra vez, hacia tras y hacia delante, con suaves tirones. Guillermo se convulsionó violentamente, echó la cabeza hacia atrás, profirió un grito, y de manera mecánica, como si estuviese por caer de espaldas, le cubrió el rostro con una mano y le clavó las uñas de la otra en la carne del cuello, Pedro le habló sobre la palma, humedeciéndosela, calentándosela, rozándosela con los labios mullidos.

__ ¿Qué fue eso? ¿Un orgasmo?
Guillermo asintió apenas, agitado, pasmado, asombrado, aturdido a causa del placer que ese hombre y solo él era capaz de darle. Pedro le tocó la palma con la punta de la lengua, y Guillermo retiró la mano para depositarla en el hombro de él.
__Júrame __le exigió Pedro__que solo conmigo has temblado así.

Como él se empecinaba en el silencio con los ojos cerrados, los labios empalidecidos y las fosas nasales dilatadas, Pedro continuó el descenso de su mano hasta alcanzar la umbría latiente, Guillermo hizo rodar la cabeza sobre la puerta y se quejó. Pedro, implacable, soltó su risa y lo penetró con el índice y el dedo medio mientras friccionaba la erección con la misma cadencia, y dibujaba con los pulgares círculos sobre el glande.

__ "¿Por qué lucho contra esto?”, se cuestionó. “¿Por orgullo?” ¿Por vergüenza con él? ¿Para protegerme? No podía resistirlo. Profirió un gemido ronco, más bien un lamento y su pelvis inició un vaivén sobre las manos de Pedro en contra de su voluntad. Sollozó cuando él detuvo los masajes para hablarle sobre los labios.
__ ¿Quién te excita como yo? __lo increpó y, con tal de que siguiera frotándolo, le confesó la verdad, cayendo fácilmente en la lengua de él.
__Nadie.
__ ¿Quién te ha tocado así?
__! Por favor! __suplicó, y Pedro volvió a penetrarlo con los dedos y a besarlo. Hasta que retiró la lengua de la boca y la mano para volverlo a frustrar.

__ ¿Quién es el único que te ama y te excita?
__Vos… tú.
__Di mi nombre. Dilo.
__Pedro.
__Otra vez, sabes que amo oírlo de tus labios.
__Pedro.
Guillermo ni siquiera era consciente del chantaje. Solo quería satisfacerlo para que él lo satisficiese a su vez.
__ ¿Qué significo para ti, Guille? ¿Por qué me traicionaste con ese traidor? __le preguntó más manso, mientras arrastraba la boca por el rostro de él aun por la nariz, donde depositaba pequeños besos.

__Vos sos todo, Pedro, mi vida, mi todo,  Matías era lo seguro, lo estable, vos sos el vértigo, pero el todo.
Los labios de Pedro se separaron en una sonrisa triunfal, le gustó, y retomó las caricias y el movimiento de sus dedos dentro de él con lentitud intencionada hasta conducirlo a la desesperación.
__Por favor, Pedro.
__Sí, mi amor.
No implicó tarea laboriosa, lo condujo al alivio en segundos. Guillermo perforó el silencio de la despensa con gemidos roncos y sostenidos, y quedó inerte apoyado sobre el lado de corazón de Pedro. La firmeza de su cuerpo y la dureza de sus músculos lo reconfortaron. Sus manos que lo mantenían de pie, aún lo excitaban solo con darle calor y poder. No quería mirarlo a la cara. Tenía vergüenza repasando lo vivido. Se mantuvo quieto, y contuvo el aire sabiendo que los labios de Pedro en sus oídos le hablarían.

__No vuelvas a decirme que no te excito, que no me amas. Mientes fácilmente, Guille. ¿Cómo pudiste estar con el francés si quien te produce todo soy yo?
Le dio la vuelta, le quitó el apoyo,  lo penetró en una embestida, y todo recomenzó.
__ ¿De veras te vas un tiempo?
__Sí, pero nada te sucederá, Alberto y otra gente cuidará de ti y de los chicos, Guille, colabora.
__ ¿Quién sos?
__Lo sabrás, pronto lo sabrás todo mi amor.

Pasa el tiempo, y el mismo, me acerca a ti. Tenerte, da lo mismo, sean minutos, sean horas... lo que nos demostramos, no necesita explicaciones, ni la distancia que pretende complicarnos, ni el tiempo, que nos separó un día, han dado fin a lo nuestro.
Ninguno de los dos puso un punto, ni una basta. Ninguno de los dos pudo, ni puede, ni podrá, estamos juntos... y, allí, no nos importa el mundo... En ese instante, entre mis brazos, mirándote, descubro que tengo ese amor que un día le di todo, le di mi juventud, mi plenitud, mi inexperiencia... Pero ni nuestras vidas separadas, ni nuestros destinos cruzados, fueron obstáculos, el amor está hoy, prueba ello, que hubo amor aquel día, que ni los años lo opacaron, y hoy, tenerte, me trae a la mente, ese lugar, ese momento, en que fui tuyo. Hoy sigo siendo tuyo... Pensándote, he pasado noches enteras creado los verbos más apasionados y jamás escritos, por eso cada noche y por más que lo intento denodadamente, no puedo dejar de soñarte,  fantasear contigo, y con tener tu ardiente cuerpo  entre mis brazos, besar tus labios, acariciar tu desnudez y hacerte el amor, pero uno de mis anhelados e incansables deseos, es que sean tus fogosos labios los que me anuncien un nuevo amanecer.


Pedro escapó del enredo y tras depositarle un beso rápido, se escabulló por el resquicio de la puerta y desapareció.

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS. CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.
LIBRO DE ANCLAJE. EL CAPRICHO DE LOS DIOSES. SIDNEY SHELDON.

8 comentarios:

  1. Sol. Me encantó, complejo y bello, un beso Eve

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  2. Veronica Lorena Piccinino Hermoso ... que lindo Pedro!!...lo dejo calentito los panchos a Guillermo.. .que sufra un poquito... gracias Eve Monica Marzetti

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  3. Un fuego Eve...Por fin Pedro y Guillermo juntos, rendidos ante tanta seducción y aceptando el amor que los une...En realidad Pedro lo sintió siempre, el que duda es Guillermo, pero ya sabrá los secretos que guarda Pedro y espero que entonces sí vivan libremente su amor...

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