domingo, 20 de agosto de 2017

"PROHIBIDO". CAPÍTULO VEINTISÉIS.




“Trueque.
Me das tu cuerpo patria y yo te doy mi río
tú noches de tu aroma / yo mis viejos acechos
tú sangre de tus labios / yo manos de alfarero
tú el césped de tu vértice / yo mi pobre ciprés
me das tu corazón ese verdugo
y yo te doy mi calma esa mentira
tú el vuelo de tus ojos / yo mi raíz al sol
tú la piel de tu tacto / yo mi tacto en tu piel
me das tu amanecida y yo te doy mi ángelus
tú me abres tus enigmas / yo te encierro en mi azar
me expulsas de tu olvido / yo nunca te he olvidado
te vas te vas te vienes / me voy me voy te espero”.
*Mario Benedetti /
“En la ventana llueve
tantas veces la calle
se anego de presagios.
No tengo ganas de escribir
pero la lluvia llueve sola”.
 
"PROHIBIDO".
CAPÍTULO VEINTISÉIS.
23 de diciembre de 2016.
Norte de Chile.
“Nada es seguro, salvo el cambio. Es una constante que todo muta y que, a veces, lo que parece bueno termina siendo malo. Sin embargo, lo malo también puede terminar siendo bueno.
Cada acto que realizamos tiene un final abierto en la historia
de nuestra vida. Porque si miramos con detenimiento
un suceso __una desgracia incluso___, descubriremos, quizá,
el camino hacia algo mejor.
Existe la posibilidad de que inclusive doloroso __con la
incomodidad que conlleva___, ordene y ponga en su lugar
El arte de pensar, el arte de amar, el arte de vivir”.
V. Rivero.


__No hijito, Pedro no tiene el alta todavía, estamos frente al feriado, es un quilombo y no quiero que viaje sin los papeles, sin la historia clínica. Ya pasamos demasiado, estaremos allí para Nochevieja o antes __dijo Guillermo mientras mi mente atribulada lo escuchaba pero lejos__. Está bien, algo delgado pero mejor de lo que imaginaba.

__No te preocupes, papá, ya imaginaba que no regresarían para mañana, por nosotros nos quedaríamos acá, Felipe es un fenómeno, pero Alberto hincha, ya vino tres veces, nos llevará con ellos, pasaremos la cena con ellos, no te preocupes, además nunca hemos festejado demasiado __dijo Fabián mientras Felipe a su lado se desesperaba por el teléfono.

__Hijo, ¿y Ana?
__No. Ella tiene amigos nuevos del grupo, irá con ellos, así se cuidarán unos a otros para no chupar, estará todo bien, los esperaremos la semana que viene, papá,  pon al teléfono a Pedro o Felipe me  va a echar al piso, está desesperado por oírlo, no cree que esté vivo, pareciera. Te quiero. Saludos. Prefiero conocerlo antes de hablar por teléfono, lo vi minutos en el casamiento, aunque imaginé algo cuando te vi palidecer mientras llevabas a Gaby al altar.
__Pedro, ven, es Felipe __dijo Guille sacándome del ensimismamiento.

__! Hola, Felipe!
__Pedro, estás bien, gracias a Dios, no lo creía después de verte tan mal en el pueblo.
__Gracias campeón,  me contó un pajarito todo lo que hiciste por mí, estaremos bien, ahora debes portarte como se debe con Fabián hasta que regrese, en unos días estaremos allá. Me dijo Guillermo que le hiciste compañía, te lo agradezco __afirmé contento de escuchar su voz__. Gracias por todo lo que hiciste, medio que somos parientes ahora, llevo tu sangre.

__Un poco solamente, pero sí. Es copado, Fabián, todos acá me quieren un montón, y yo, no quiero regresar a Misiones.
___Bueno, Felipe, ya lo hablaremos, ¿sí?
__ ¿A dónde estás? ¿Tienes teléfono?
__ En chile estoy, no tengo teléfono, por ahora si necesitaran algo llamen al de Guille, supongo que el que me compraste quedó en Misiones, o se perdió, ya veré qué hacer al llegar, ¿vale?
__ Dale, me quedo tranquilo, feliz de que te veré en menos de una semana, y de pasar las Navidades en lo de Beto, son amorosos todos conmigo en el estudio y en sus casas.

“Era casi mediodía y la vida continuaba como si nada hubiera cambiado para la mayoría del mundo. Sin embargo, la existencia de Guillermo Graziani lo había hecho y mucho, lo mismo que la de Pedro Beggio desde la llegada imprevista a su lugar de retiro, habría un antes y un después, ambos lo sabían.
Si alguien arriba desde muy alto, meses atrás hubiera observado lo que no se ve, pero existe, hubiera descubierto hilos invisibles entre este hombre de mediana edad y mirada penetrante, el joven sacerdote que estaba por reemplazar a su amigo Jorge para casar a sus mejores amigos y socios, al  otro lado de la ciudad. Si hubiera alejado la lupa, o si la cámara hubiese tomado un plano alto y abierto, hubiera visto a estas personas interactuando, a todas influenciando la vida de Pedro, sacudiéndola al extremo de empujarlo casi a la muerte, existencias todas que influirían en su vida para siempre.
Guillermo había salido a comprar mercadería para la Nochebuena, y Pedro pensaba en el embrollo personal en que estaba metido”.

“El muchacho se mueve en la cama, habla en voz alta sin saber ni cuándo entró en ella, está atrapado en su propio sueño. Los fantasmas han venido a visitarlo, y ahora está en Misiones, en una capilla perdida, en ese lugar donde estuvo, donde muchas veces ha deseado con toda su alma no haber estado, para no partir de Bs. As. Ve caminar a Felipe, llegando para traerle noticias de Guillermo,  sin embargo algo se lo arrebata, lo alejan, lo ve apurado salir, se queja, lo llama, lo ve, quiere gritarle,  sin embargo el sacerdote le da la noticia.
__! No! ¡No lo hagan, no quiero irme!
Le grita, vienen otros, ellos no lo escuchan, y la película de terror y tragedia avanza sin pausa, sus gritos son mudos, no tienen sonido. El reloj marca el compás de la tragedia de su vida, y un nombre: Guillermo, ya no puedo volver a él.
A la tarde, una decisión, una nota, 18,00 horas, un cuchillo, un tajo, sangre, otro más profundo, dolor, cuatro... cinco...  grito, aullido, desesperación, anhelo, la sangre mojando la camisa, es la propia, es la que detiene las agujas del reloj en la propia vida del hombre que sueña y llora al mismo tiempo en la soledad de la cama.
La película continúa y sigue atrapado en ella, las imágenes lo envuelven, sacerdotes, almas, mi hermano, ahogo, muerte, dolor, la voz que llama, el grito.
¡Guillermo!
Y entonces como si lo hubiesen transportado con alas, aparece de repente en Chile, primero en un hospital, viendo el rostro de sus padres, luego en una casa cómoda pero austera de un pueblo del norte, la que tiene la ventana de postigos de madera, que da a un jardín.
Ahora está allí, en la cocina, frente a la encimera escucha la radio, atónito, mórbido de locura por minutos, se entera, se da cuenta, hablan de él. Misiones, la capilla, un sacerdote se suicida. Se levanta y corre, sale a la calle, corre, corre, quiere llegar a huir de los curas, quiere llegar a Bs. As., a Guillermo, lo llama, corre, pero no llega, no puede, está demasiado lejos. Siente miedo, hay gritos. Luces, confusión, la luz, la voz,  su hermano ahogándose, como puede… llama  a Felipe, a Guillermo.
No están.
Alguien le explica, le dicen, está en un hospital en un pabellón, coma, suicidio, muerto, corre, pregunta, grita, llama, escucha, grita.
¡Guille!
El grito le sale del corazón y la garganta al mismo tiempo. Y es tan fuerte, que lo despierta. Se sienta en la cama, confundido. Aun escucha sirenas, pero no está en las celdas de la capilla, en su cama, está en otra, en otro cuarto, solo, como siempre, solo, es de Dios, está casado con Dios.
Llora en la oscuridad de la mente donde los fantasmas y la ola gigante lo han atacado. Hacía días que no lo hacían, de manera tan feroz. Se levanta. Va a la heladera, se sirve un vaso de agua helada, sabe que ayuda a despertarlo, y comprende que la tragedia no está sucediendo, no está muriendo, ya murió, en parte murió, el sacerdote se murió en esa capilla, ya no puede sufrir, ya sufrió las cuchilladas. Mira la hora, agradece que sea de día. Ya puede empezar sus actividades, es su manera de rendir homenaje a Dios, al mismo que sigue amando, a lo que más ha amado desde niño antes de que llegara a su vida Guillermo. ¿Se puede amar a un hombre tanto como a Dios? Mueve la cabeza, no tiene la respuesta”.

Miró la hora, se había dado un baño, y puesto un pijama cuando sintió golpes en la puerta, pensó en que sería algún alumno, mas al abrir, allí estaba él.
Guillermo lo miraba sonriendo, con remera negra, una mano metida en el bolsillo del pantalón de jean. En la otra, sostenía bolsas y paquetes. El cabello negro, la mirada penetrante.

__Guille
__ ¿Qué sucede, cielito?
Pedro reía pero de nervios, los ojos se le aclararon.
Traje comida, hice las compras. ¿Me vas a dejar pasar o te dejo todo y me voy a un hotel?
Pedro lo miró. Y su lado, descalzo, se sintió pequeño, lo vio más fuerte que nunca, enorme, imparable, lleno de energía y vitalidad. Y esa mirada, esos labios dibujando la sonrisa perfecta que arrobaba... jamás podría detenerlo, como jamás pudo ni estando en la iglesia.
__Sí, pasa, claro... estoy en pijama... me dormí…_dijo en tono de disculpa mirándose la remera larga que cubría el bóxer.

__Ya me di cuenta. Te queda precioso _dijo, mientras apreciaba el short que llevaba debajo y los pies desnudos.

No sólo era imposible ponerle una barrera a Guillermo, sino que él…  no quería ponérsela.
Guillermo no sabía si dejar las cosas sobre la mesa, al lado de la computadora, o sobre la diminuta encimera.

__Traje comida hecha para la hoy, pastas, y cosas para preparar algo asado para mañana, para pasarlo juntos, salvo que no quieras, entonces me iré a un hotel.

 Pedro le hizo señas de que estaba loco. Algo tenso guardó la notebook, la había comprado allí y comenzó a poner la mesa para dos, mientras una ráfaga de preguntas taladraba su cerebro… “¿Le digo que  por momentos siento que soy cura? ¿Se lo digo que a veces me siento en la celda o a punto de salir para la misa?”
 Mientras tanto, con las manos en los bolsillos, Guillermo se dedicó a mirar qué veía por la ventana
__la casita es pequeña pero cómoda __afirmó y aprecio la distribución de detalles interiores que no vio las noches anteriores.

__Sí, a mí también me gusta __le respondió, Pedro, atrapado en el dilema… “¿Le digo o no le digo?”

__Mira, Pedro, no sé qué te atormenta, ni tampoco quiero hacerte hablar de eso ahora, sólo he venido a estar con vos, a pasar estos días. La verdad…_hizo un silencio breve y remató__... es que te he extrañado tanto que casi he muerto de ausencia, ya escuchaste a Felipe, también él te extrañó, no sabíamos nada de vos excepto que estabas vivo, al comienzo ni eso siquiera, ya Beto te contará.

__ También yo los he extrañado __dijo sin poder evitarlo. Había frases que salían sin permiso, que no tenían padre ni madre y hacían  lo que se les daba la gana. Ésta era una de ellas.
Cada uno hizo una pequeña pausa, un silencio, tratando de digerir la confesión, la situación y comenzaron a almorzar tallarines.

__Debiste pasar la  Navidad en Bs. As., Guille. Yo debí viajar, puedo hacerme ver en algún hospital de allá.
___No Sr., si no tienes el lata no viajaremos, ya te he dicho que en casa nunca hemos festejado, mi hijo estará con Alberto, Felipe los quiere mucho, y Ana tiene nuevos amigos del grupo de rehabilitación, pasó demasiado desde que te marchaste a Misiones, amorcito.
Guillermo comía con ganas y entusiasmado contándole las novedades de esos meses, la internación y el alta de Ana con la demanda de divorcio en curso, la despedida de Juan, puñetes en medio, los desplantes de los curas, la verdad y la comprensión de Fabián, la búsqueda por todos lados, con Beto y Felipe como pilares, el encuentro con sus padres.
__ ¿De verdad no quieres llamarlos ya que estamos acá o que vayamos a tu casa?
__No amor, los llamaré, no me da por viajar tanto.

Guillermo era bueno contando historias, Pedro se reía de las anécdotas de Felipe durmiendo con él, contándole de sus días, él le había contado de sus pequeños logros diarios, como  Pedro le contó de  los suyos desde salir de la clínica, de sus clases, ejercicios, de que allí no era juzgado. Conversaban y se iba relajando, iban terminando la comida, y el ambiente se había distendido por completo, los… “¿le digo?” Habían desaparecido de la escena. Y como siempre que estaban juntos, la estaban pasando muy bien. Algunas carcajadas, lo confirmaban, La comida había estado deliciosa.

__ ¿Quieres un café amargo? __preguntó Pedro.

__Lo recordabas. Sí, perfecto __respondió. Y entre los dos recogieron las cosas de la mesa, mirándose, estudiándose, reaprendiéndose desde otro lugar, Pedro había cambiado la sotana y el cuello clerical, por esa remera larga que dejaba al desnudo las piernas.

Mientras Pedro buscaba las tazas, Guillermo se sentó en el sofá que a veces se usaba de cama. Desde allí lo miró a su gusto, lo escudriñó, lo escrutó palmo a palmo. Él concentrado en lo que hacía ni se percató, de la mirada que lo comía.
Lo miró, lo miró, lo miró, lo estudió, se llenó los ojos y el alma de Pedro, por los días de ausencia, por los meses de negación, por los años de equivocados.
Porque Pedro, de espaldas, servía el café en las tazas y él podía adivinar los movimientos de sus manos flexibles, esbeltas, hábiles: veía su espalda y sus piernas dentro de la remera y el short, sus pies descalzos, se apoyaban uno sobre otro buscando escapar de calor del piso. Lo observó pasarse la mano por el pelo rebelde que caía hacia delante como hacía siempre, empezaba a conocerlo en detalles de la vida diaria, y entonces se dio cuenta de que la imagen que veía le penetraba la retina con dulzura y placer. Le gustaba lo que veía, le resultaba familiar pese a la distancia, al tiempo, al dolor, a los prohibidos, lo sentía propio, de su pertenencia. Era un sentimiento unido al amor, y como tal, difícil de ponerlo en palabras, pero podía resumirlo… Pedro era de él. Sólo de él, ni siquiera de Dios  si no era capaz de entender lo que los unía.
Sentía que él había nacido, crecido en la iglesia, y reemplazado a Jorge en el casamiento de Beto con Gaby sólo para eso, para estar esa noche allí, como él había sido el padrino en esa boda sólo para lo mismo.
Sin pensarlo, se puso de pie y fue hasta él. Lo tomó por la espalda y lo abrazó. Al hacerlo una de sus manos tocó un poco de  la piel que había entre la remera y el short y para Guillermo fue una fiesta. Él se dejó. Cómo no dejarlo si sentía que había salido de una prisión de una vida, y había sobrevivido a todo, que él había cruzado la cordillera sólo para eso, para que ese día Guillermo lo abrazara de esa manera, para sentirse cerca uno del otro, para empezar a vivir como dos hombres comunes, juntos.
Un abrazo de Guillermo lleno de su fuerza y su perfume y él quería quedarse en ese cobijo para siempre. Pero él, después de tomarlo por detrás durante varios minutos, con maestría le dio la media vuelta y teniéndole enfrente, mientras lo miraba a los ojos, le tomó los labios con suavidad.
Intimidad, saliva, aromas, sabores, suspiros, mordiscos, succiones, la vida puesta en el beso, la vida en los labios que navegaban en los otros hasta fusionarse en uno, respirando el mismo aire, el beso inevitable, imposible de detener, como cada uno desde el primero.
Guillermo lo besaba sin tregua apretándolo contra él con sus brazos fuertes. No era una, sino dos, las manos que tocaban piel suave y tibia bajo la remera, que acariciaban el vientre exigiendo más, que trepaban bajo la tela buscando sus cumbres y montes desnudos que, expectantes se erguían esperándolo….Hasta que Pedro cayendo en cuenta de lo que pasaba, y de lo que pasaría como la noche anterior en el anhelo había permitido, se apartó.

__Guille… basta.
__ ¿Qué sucede, Pedro?
__ No sé si estoy preparado para llegar a Bs. As. como si fuera tu esposo,  enfrentar a la gente, a Fabián, no lo sé.
__ ¿Quieres contarme qué sucedió desde anoche?
__No, no por ahora.
__ Somos grandes, casi morimos separados, somos libres, te dieron la dispensa. Hoy si queremos podemos estar juntos. No estoy divorciado, pero en poco lo estaré, vos sos libre.
__ ¡No! __se escuchó diciendo y se sintió mal, porque no estaba casado con mujeres u hombres, pero estaría siempre casado con Dios. Si él no quería estar con él, sería comprensible, no sabía si se daba cuenta de ello.

__Pedro, ¿quieres contarme algo? __la pregunta era profunda, iba más allá de él, de la relación entre ellos dos, tal vez, pensó, él había sido abusado, tal vez hoy luego de ver a la muerte temía al sexo, tal vez en la noche había sido desesperado.

__ Mejor lo hablamos mañana, es tarde. Guillermo lo miró y lo vio tan turbado que le dio pena. Estaba seguro de que él había disfrutado del beso, aunque no sabía qué se hubiera interpuesto entre los dos. Decidió darle una oportunidad.
__Iremos despacio, si quieres…
__ Me parece bien __dijo Pedro pensando que por despacio que fueran seguiría siendo sacerdote, hoy, mañana, el año próximo y siempre, no había dispensa para ese voto con Dios, no había demanda de divorcio que pudiera llevar un juez.
__Pedro, tomemos tranquilos el café, mañana es Nochebuena, Navidad, estás débil todavía, deben verte el veintisiete para ver si tienes el alta definitiva, si puedes viajar, ha pasado mucho entre nosotros, entiendo que ahora no es lo de antes en el apuro y la urgencia de tiempos robados, ahora no vives encarcelado, a mí me ha fascinado besarte, acariciarte, hacer el amor anoche __dijo Guillermo recobrando el humor__. No me importaría esperar toda la vida a que te acostumbres a ser libre, lo que no podría y nunca pude es perderte.

__Tampoco yo he podido vivir sin ti.

Se sentaron en el sofá con la taza en la mano y, con la calma restablecida, charlaron un rato. Sintiéndose en confianza, Pedro reclinó la espalda en uno de los apoyabrazos y extendió las piernas, sus pies descalzos quedaron sobre el regazo de Guillermo.
Sumergidos en esa escena de familiaridad, de intimidad, de normalidad, Guillermo no terminaba de entender lo que le sucedía a Pedro, cómo podía pasar de un estado a otro. No tenía las respuestas a su alcance y aunque supiera el motivo de su cambiante comportamiento, no estaba dispuesto a renunciar a él. En su vida ya había tenido demasiadas pérdidas. Pedro sentía el vacío de imaginarse solo allí como esos días previos, Guillermo comenzaba a hacerse un lugar importante en su vida.
El día pasó con prisas, Guillermo se adentró en el jardín, y Pedro en ordenar  sus pocas cosas, en vistas de regresar a Argentina, revisó al fin lo que sus padres le habían comprado, algunas cosas traídas de la casa, hasta recuerdos de su niñez en ella, y se topó con su Biblia de niño, la soltó como si quemara, era lo que lo había atrapado sin salida desde que tuvo uso de razón.
A las veinte horas, se preparó para cenar con Guillermo, pero esta vez toda sería diferente, cenarían tranquilos y le diría la verdad. Pero esta vez quería estar lo más lindo posible. Ridiculeces, pensó, como si cambiara en algo que se esmerara con su apariencia. Pero al menos se sentiría más seguro.
Eligió un pantalón de jean blanco ceñido, una remera a tono, la piel estaba tostada menos en el cuello que había protegido del sol, el resto trabajando la huerta se había perpetuado en un trigueño que contrastaba con la ropa, con el cabello, se lo alborotó recién lavado, y se perfumó con el Armani que le había regalado su padre al salir de la clínica,  le gustó la imagen que le devolvió el espejo, volvió a mirarse, y decidió sacarse la remera, y llevar una camisa sin corbata, de nuevo ante el espejo se encontró sugestivo, “listo para matar”, se dijo. Y le dio risa al escucharse, se sentía raro vestido de hombre común, se corrigió: “! Listo para contar que me siento medio hombre, medio cura!
Guillermo se puso coqueto en la habitación contigua, de las dos que la casa tenía, no quiso importunarlo, y había cocinado él mismo más temprano, mientras Pedro quedó en preparar la mesa, cuando al fin entró el pequeño estar, fue un dèja vu, sintieron que la escena pertenecía a la película de horas atrás, allí estaba Guillermo, lo miraba sonriente, una mano estaba en el bolsillo, la otra tenía unos jazmines que había cortado de la planta del jardín, y Pedro esta vez no estaba en pijama sino que era un adonis, la primera vez que Guillermo lo veía vestido de hombre fatal, y era suyo, huidizo y vacilante pero suyo, sólo de él.

__! Guau! ¡Qué cambio! ¿Quién es este actor de cine americano? ¿Es hermano del que conocí antes?
__Tonto __ dijo, tomando las flores y agradeciendo.

__Estás precioso, Pedro. Me encantas así, al fin desestructurado, vestido de hombre, de mi hombre, me encantan los hombres con gusto para arreglarse, elegantes, y si además son bellos e inteligentes como vos, más.
__Eres un seductor nato, no tengo dudas, estás hermoso, me encantas, y a estas alturas te amo más de lo que quisiera, de lo que creí poder.
Entraron hacia la mesa y Guillermo exclamó.
__ ¡Guau! ¡Con velas y todo, más un cabernet!
__Sí, te dije que lo haría. Me esmeré.

Cenaron, tomaron champagne, café, y charlaron sentados en el sofá, en la posición del almuerzo, Pedro dejaba que Guillermo le hiciera masajes en los pies, que poco a poco, le abriera el corazón. Absorto lo escuchaba con atención, porque, por primera vez, él le contaba cosas serias, como antes no habían tenido tiempo de hacerlo: que era hijo único de una familia de clase media, que su madre había sido viuda como algo le dijera antes, que había sufrido mucho por perder a su padre, que por poco tiempo hubo un hombre en la casa, lo cual había sido triste para él. Su padrastro, Miguel, el suicidio de su madre por saber que amaba a su padre.
Pedro, que sentía que el tema lo tocaba de cerca, pensaba en su propia situación, él había rechazado a la familia, se había alejado de sus padres, y se emocionaba al escucharlo, pero al mismo tiempo estaba conmovido porque Guillermo le mostraba otra faceta, una sensible y vulnerable, distinta de la vital y enérgica del abogado penalista que conocía. Esta vez fue él el que se acercaba a Guillermo, y casi en su regazo, lo abrazaba tiernamente.
 __Eres un niño grande al fin.
Una intimidad emocional nueva en el mundo nacía entre ellos, y daba paso a otras...
Se besaron otra vez.
En el sofá los labios se saciaban, los sentimientos se desbordaban, y las manos de Guillermo lo buscaban, le recorrían el pelo, la nuca, la cicatriz, los hombros, las piernas, y trepaban entre ellas, subían… y se entrometían por debajo del cinto del jean, Los oídos de Guillermo habían escuchado un gemido, una sola nota, ahora quería oírle todo el concierto. Y Pedro ante esas manos que escalaban su piel, se aterró otra vez, se sintió, cura, no podía tocarlo de esa manera.
Se paró de repente y Guillermo no tardó en explotar.
__¡Pedro! ¡Me puedes decir qué mierda te pasa ahora que no estás en la iglesia! __pensó antes en decir que no sos cura, mas se detuvo antes del error.

“Medio, temblando, sentí que no me salían las palabras. Me sentí incapaz de pronunciarlas. No quiero perder lo que tengo con él, pero si hablo, quizá lo pierda del todo. Estoy seguro. Quizá debería hacer terapia, debí estar solo más tiempo como pensé. Me intento consolar pensando que quizá mi lugar era la iglesia después de todo, y el de él con Juan. Aún no decidía con quién y dónde tenía que estar cuando, repentinamente, inesperadamente, toda la humanidad de Guille se levantó con violencia del sofá y exclamó:”

__ ¿Sabes qué, Pedro? Me voy a un hotel, hasta acá he llegado yo por ahora. Si vos no me cuentas qué te pasa, no puedo hacer nada. Una pena…Porque  te amo, te elijo Pero esto…! Esto es enfermo!

Para la simplicidad con que Guille vive en el mundo, la situación es demasiado. Para él las cosas son… blancas o negras, implacable en lo personal como en tribunales, no hay medias tintas, se ama a alguien aceptando todo de esa persona o te quedas en el camino de la vida. No iban con él las medias tintas, menos si no le hablo claro.
Guillermo está enojado, y estoy mudo, y al no oír respuesta se dirigió con lo puesto a la puerta.

__No me molestaré ni en ayudarte a lavar las cosas. Si quieres buscarme, tienes mi teléfono, o estaré en el único hotel que existe acá, no es tan complejo, pero búscame si estás dispuesto a contarme qué mierda  te pasa __suspiró fuerte, abrió la puerta y agregó__. He estado dispuesto a cambiar toda mi vida por vos, de hecho lo he hecho mientras te mandaron a Misiones, y vos no sos capaz  de decirme qué es lo que pasa por tu cabeza.

“Aun en medio de mi propia crisis, quedé impresionado por esta a nueva faceta de Guille. Nunca  había pensado que podría explotar así. Estaba realmente enojado. No sólo lo demostró con palabras, sino hasta con la forma en que se movía. El portazo con el que dijo adiós retumbó en las paredes.
En el comedor, descalzo, observé alrededor, las paredes vacías, sobre la mesa, los platos de una cena para dos, en la mesita, las tazas de café recién tomado, sobre el mueble, los jazmines y en el vestidor, la ropa, que en su enojo, Guille ha dejado olvidada, hasta el saco y el morral están colgados en el perchero. Se puede palpar a Guillermo por todas partes. Al ver las huellas de su compañía, me siento más solo que nunca. La presencia de Guille es inmensa, y cuando se va, todo queda vacío, triste, opaco, oscuro, Guille es mi alegría, mi fe, mi paz, las voces, la risa. Es las anécdotas, las comidas que he aprendido a disfrutar. Es mi felicidad, Guille es mi felicidad…No puedo dejarlo ir por ser un cobarde. Sí, todavía tengo una oportunidad.
Apurado me dirigí al hall, pero él ya no estaba, en el porche o en el jardín tampoco. Descalzo salí a la calle estrecha. Desde la acera alcancé a verlo doblando en la esquina rumbo a la calle céntrica donde hay un hotel minúsculo. Me apuré, corrí, lo llamé a los gritos.
__ ! Guillermo!
Me vi a mí mismo y me dije “¿Qué hago corriendo descalzo, por senderos de un pueblo en vísperas de la Navidad, en un pueblo perdido tras un  porteño?" No encontré respuesta, tampoco me importó. Guille me había escuchado y se había detenido, Eso era lo importante.
Él me esperó en la penumbra de la esquina.
En instantes, estaba junto a Guille, lo abracé y nos besamos, bajo la luz de la luna, sin que registráramos nada más. En el mundo nuestro en esa noche, no  había lugar para nada más que no fuéramos nosotros dos, ni siquiera para Dios”.

__Te amo __ dije, mientras sentí cómo los ojos canela y miel que leían se aclaraban.
__También  te amo, precioso, con locura te amo.
Nos abrazamos con fuerza, mientras nos besábamos una y otra vez.
__Quiero que estemos juntos, quiero todo con vos, Pedro.
__ Sí, yo también, pero hay algo que tienes que saber.
Mientras  intento hablar, Guille me da pequeños besos húmedos y sonoros en el cuello, en la herida.
__Dime, Pedro… , estoy acá para ayudarte, para apoyarte…___alcanzó a decir en medio del estremecimiento que le causaba a su cuerpo de hombre esa intimidad conmigo.

__ ¿Acaso esta dulzura de hombre puede tener algo terrible en el pasado? No. Claro que no. Lo sé todo de vos.

Siguió besándome, en el cuello, lamió las clavículas, mi voz sonó despacio pero clara y en la oscuridad de la noche, la verdad se hizo presente.
__Guille-… yo… soy sacerdote, de a ratos me siento cura.

No hacía falta que le aclarara, él seguía besándome, y a medida que las palabras penetraron en el cerebro, fue extinguiendo los besos uno a uno, esparciéndolos hasta que se quedó metido en el cuello, como si no quisiera salir de ese lugar de cobijo, porque afuera lo esperaba una tormenta. Unos segundos eternos pasaron hasta que al fin salió.

__ ¿Sacerdote? __ En un hilo de voz.

__Sí, lo soy, lo sabes, el problema es sentirme así a veces, de a ratos __ dije al borde del llanto, deseando con todas mis fuerzas haber sido cualquier cosa mundana, que todo  fuese diferente, pero era tarde para esos deseos, la suerte estaba echada, pensé, mientras sentí que Guille se separaba por completo de mí.

Norte de Chile, 24 de diciembre de 2016.

“La noche cubre el pueblo de Chile, es ya veinticuatro de diciembre desde hace horas, pero aún no puedo dormir.  Guille inquieto camina descalzo por la habitación, se acuesta en el sofá, mira por la ventana, se para, toma una copa de whisky que lo sumerge en una realidad neblinosa, pero nada más, el sueño profundo ha huido.
La paz no llega como no  la siento yo.
El trabajo, los fantasmas, la vida, las decisiones, molestan y quitan sosiego. Busca escapes posibles, los que él conoce y usa. ¿Y si viajara solo antes a Bs. As? ¿Y si lo dejara pensándolo un tiempo como tenía planeado? ¿Y si tomara un avión  muy lejos y quizá todo pasara? No, cuando regrese, todo estará igual. Esta es su vida y debe lidiar con ella, como lo hiciera con Ana, con Juan, siempre, con el mismo Fabián.
¿Cuántos fantasmas puede uno acumular a lo largo de una vida?, se pregunta quebrado. Y harto, se responde. Muchos, unos vienen solos, y otros, nosotros mismos los llamamos, piensa. Y Para evitar estos espectros cree que nada mejor que las buenas decisiones, las mejores acciones, vivir la vida con la frente en alto, la farsa no da resultados, debe estar con la espada en la mano y la palabra serena en la boca, mira por la ventana y las luces parecen llamarlo. Necesita salir, sentir el aire fresco sobre el rostro, acunarse en el movimiento de la gente corriendo para los preparativos de la noche, se llena de oxígeno, respira cuando se calza y sale al fin del hotel, los oídos escuchan murmullos  no conocidos. Allí están los grillos, las voces, algunos pocos autos, nada que ver con su ciudad.
Uno, tres, cien pasos, todos caminados con apuro, quiere llegar al mar, quiere ver agua, como en Bs. As. tiene el Tigre, el río, la casita que Marcos recibió en forma de pago, las llaves que usó una noche sin querer escapando de Ana, de todo, extrañando a Pedro.
Cuando al fin consigue dar no con el mar, apenas con un río de montaña, se queda hipnotizado, apaciguado con esa dulce quietud donde la luna se refleja. A su lado, algunos deambulan, una pareja se besa, hablan, pero él no ve nada. Comienza a caminar, lo hace junto al río como en la costanera de Bs. As., casi de la mano con él. Tiene una decisión tomada, Pedro es su lugar en el mundo, y el de ambos físico está en Bs. As. Diga lo que diga la gente, juzguen a antojo y los condenen a como dé lugar. Dará batalla a lo que se ponga enfrente. Ya es tiempo de despertar de un largo periodo de adormecimiento que le llevó la farsa de media vida.
Sin él regresaba a la nada, Pedro le contó sobre su estado, el porqué de haberse aislado más allá de la dispensa, de la debilidad, detalles de la realidad que lo aquejaba. Juntos en completo silencio, volvieron sobre sus pasos, hasta la casita de Pedro. En la puerta, antes de decidir pasar una noche en el hotel, le dijo que no se hiciera problemas, que todo saldría bien. Sin embargo, no había mencionado nada acerca de qué sucedería con ellos. Semejante situación merecía ser pensada antes de hablar, Pedro a pesar de la dispensa, sentía que era sacerdote,  y contra ese muro, no era difícil sucumbir.
Capté el mensaje de su silencio, no le pregunté nada, a estas alturas había una verdad para ambos.
Guillermo no sólo no durmió sino que al regresar al hotel caminó como un león enjaulado, peleó con desconocidos y  ladró a medio mundo, desde el encargado a las mucamas, se había enojado con los mozos en el desayuno, saliendo apurado había colisionado con uno echando por el aire la bandeja con el contenido. La noticia que Pedro le había dado lo había alterado, lo que al encontrarlo y en el reencuentro desesperado parecía sencillo…, ahora no lo era tanto, pero el hombre en cuestión no era uno de tantos, era Pedro, por el que daba la vida, por el que casi la perdió en Misiones, al que amaba de verdad, y eso ponía todo más difícil. Pedro se había vuelto demasiado importante en su vida como para seguir adelante como si nada, como si no lo hubiera conocido, pero no podía sentirse sacerdote y continuar la relación así, y mientras meditaba sobre la situación y las consecuencias futuras, comprobó que todos estaban en pausa de los problemas pensando en la fiesta de la noche, y sentado en el estar del hotel, controlando el celular, recordó que Pedro no tenía, y la paz no llegaba.
__Mierda, Pedro, cura no, lo sos, pero no debes sentirlo, antes sos un hombre, mi hombre, mi Pedro, porque sos mío, sos mío.
Al verse pensando de esa manera, se impresionó. Nunca había tenido ese sentido de pertenencia con un hombre, ni siquiera en años con Juan, a quien podía nombrar sin sentir dolor, a todos podría nombrar, ninguno… dolía, y se lo debía a Pedro. El descubrimiento le dio una nueva perspectiva sobre lo que estaba viviendo, y a través de la ventana, tomando un whisky contempló otro patio. La bebida, el momento calmo, la revelación de que Pedro hacía que nada del resto en la vida lastimara, fue la punta del pensamiento que iluminó el laberinto donde se hallaba. De pronto las ideas aparecieron claras. Desde que había sufrido la pérdida más terrible, él había cambiado su forma de ver la vida, animándose a una transformación profunda. ¿Por qué ahora quería actuar de otra manera? ¿Por qué luego de haber estado dispuesto a morir por él se volvía cobarde? ¿Por qué abandonar la idea que lo mejor era que la vida transcurriera sin intentar torcer lo que ella ofrecía? “Todo lo que uno resiste, persiste”, se dijo, resistió al amor, y allí estaba, junto a Pedro, a pasos de él. Por ello resistirse al dolor era asegurarse de que persistiría. Por eso, había aprendido que, en vez de resistirse a lo que a uno le tocaba vivir, lo mejor era aceptarlo, había aprendido a soltar todas las expectativas que en algún momento había tenido en la vida, se había desprendido de exigentes requisitos que se había autoimpuesto para ser feliz. Una vez libre de ellos, era más sencillo serlo, sin tantas expectativas, se aceptaba más fácilmente lo que la vida daba cuando abría la mano y entregaba lo que ella deseaba, así había sido feliz a escondidas con Pedro sin la dispensa, había aprendido a aceptar  más y pretender cambiar menos, a seleccionar sólo aquellos aspectos que podía modificar y dejar el resto tal como llegaba. Claro que antes de Pedro todo había llegado equivocado.
Su nuevo enfoque desde conocerlo le había venido bien, ahora enfrentaba el dolor con actitud diferente, porque ante el sufrimiento, ponía la esperanza, y ante la pena, la resignación inteligente de quien sabe que el impulso de vida es más fuerte que todo.
Con las ideas ordenadas, con Pedro en su alma y en su mente, el resto se acomodó en su lugar, la claridad y la paz, comenzaron a gobernar en su interior, entonces tomó la decisión, iría por Pedro, le haría una propuesta. Como una exhalación salió del hotel apenas pagando la noche, no tenía ni más que lo puesto, rumbo a la casa del hombre que amaba, del que había cambiado su vida de farsante meses atrás”.

A diferencia de Guillermo, que recién encontraba la calma, Pedro tenía paz desde la noche, desde que le había contado lo que sentía.
Ya está, pensó. Lo había hecho: le había dicho que era sacerdote, que se sentía a veces hombre pero en otras sacerdote casado con Dios, y ése lo empujaba, no deseaba ser un mentiroso.
Pero, ¿qué pasaría con ellos añora? No lo sabía. Al menos estaba tranquilo, comenzaba a pensar que, tal vez, lo mejor era dejar todo así, que cada uno siguiera su camino. No estaba dispuesto a perder la calma recién encontrada, tampoco estaba seguro que fuese lo mejor para Guillermo que siguiesen juntos, los juicios, la gente, Fabián, todos estarían en su contra, amén de que no olvidaba la mirada de Guillermo ni de su mutismo cuando recorrieron el camino de regreso a la casa.
Esa mañana desayunó tranquilo y se vistió. Lo esperaban en  la iglesia del pueblo, se había ganado el respeto de un sacerdote que no conocía su situación, también tenía que retirar un pasaje que lo llevaría a la casa de sus padres, y salió tranquilo, caminando despacio, disfrutando del sol de la mañana, del verano y su figura desparecía en la esquina lentamente cuando por la otra, llegaba la de Guillermo. A pesar del apuro y de sus pasos largos no se cruzaron ni se vieron. Cuando llamó a la puerta, nadie contestó.

__Pedro, no estás. ¿Dónde estás? ¿Cómo hallarte si ni teléfono tienes?
Iba a regalarte uno esta noche.
Buscó una lapicera, sacó un papel, una pequeña tarjeta del estudio, le dejó por debajo de la puerta:

“Pedro, tenemos que hablar. Es importante.
O vengo de nuevo, o ve al hotel.
Te esperaré.
Guillermo”.

La metió debajo de la puerta, esperando que la viera, era pequeña. Más tranquilo, caminó para seguir peleando con el mundo, su tortura no acabaría hasta el momento de verlo, y esperaba poder hacerlo pronto.

Un rato después, regresé a la casa, portando un pasaje para el Sur para el treinta.
 Al abrir la puerta, me agaché, atraído por la tarjeta y la descubrí, la leí, el nombre y su apellido. De mi boca brotó una sonrisa. Me tenté de correr a buscarlo de nuevo, pero delataría mi desesperación por verlo. Y en verdad, no lo estaba, temía que el encuentro me desbaratara la paz, pero al tiempo él  había viajado para verme.
Entre las dos opciones ganaron las ganas de verlo,  me puse perfume, más entonces sentí los golpes en la puerta, al abrir las miradas se encontraron...

__Me gustan  las flores de la entrada __ dijo Guillermo, el huerto también.

__ Te aviso que debajo de una de esas dos macetas dejo la llave cuando no salgo, digo, porque viniste justo cuando no estaba.
__Espero no necesitarlas.
Pasaron a la casa, una propiedad antiquísima de techos altos, muros gruesos, puertas anchas de madera maciza. Se notaba remodelada por las mezclas de lo moderno y de lo antiguo.
Pedro hizo el café, de nuevo se sentaron a la mesa de la cocina, faltaba nada para la Nochebuena. Guillermo quiso ir directo al tema.
 Veo una luz en medio de tu corazón, es suave, frágil e intensa. Se mueve despacito en el vaivén del aliento y vibra en cada uno de tus latidos. Es azul, con tonos cafés y amarillos, es cálida, persistente y cuando la miras fija, parece que habla. Nace en sangre y resplandece en la cera de tu alma, es imagen y espejo, es sombra en la pared de mi noche y el abrazo de una melodía creada para amar. Erecta y perfecta, contorsiona aire. Sensual provoca esperanza, seductora chorrea sus lágrimas y casual, viste desnuda cuando mi deseo enchina piel. Viento, no la apagues, resígnate y rasga nubes. Mar, no la ahogues, véncete y apaga arenas. Cielo, no lo dibujes, recuerda que sólo es mío.
 __Guille,  poseeré tu luz, la tomaré y poquito a poquito dejaré que gotee por todo mi cuerpo. En mis pies, prenderá el nervio, en mis piernas atreverá ansias, en mis muslos romperá pecado, en mi vientre será profundo escalofrío y en mi garganta, un dulce divino. Recorrerá mi barbilla y los hoyos de mis mejillas, será pincel y contorneará mis labios, entrará en mi boca y chispeará en mi lengua. Llenará sensualidad en el perfil de mi nariz y poquito a poco sellará de ternura mis párpados, hará el amor con mis pestañas y penetrará en mis ojos hasta dejarlos ciegos de ti. Arquearé cejas y las besará, abriré mente y la perforará, despertará mi tercer ojo y leeré tu alma, quemará mis cabellos y la pasión arderá. Seremos incandescente fuego, brasa en la cola de un  cometa y envidia de libertad.  No sabes lo importante que eres para mí, no sabes que a partir de ti, mi vida escribe destino. No sabes que un día descubrí tu luz, la guardé en mi sueño y la hice mía. No sabes que un día te la arrebataré, la poseeré, seré suyo y le escribiré una sinfonía a la vida, una donde la muerte del que fui revive en tu luz. Y ese día, verás reventar las olas de mi mar, sentirás que el viento huele diferente y que el grillo escogió otro cantar. Ese día cambiarán su color las nubes, el rayo disimulará su trueno y será más intenso, la manta raya volará, el delfín caminará su elegancia y el lobo por siempre callará su aullido.
 __No lo dudes, llegaré a vos.  Te abriré y en mis manos tomaré tu luz, en mis dedos regalará destellos y en mi pecho, arderá. Te sentiré y me sentirás. Nos fundiremos en el verbo del dar, desconoceremos los hilos el miedo, marcaremos huellas de caricias en cada poro y cuando la cera se apague, congelaré su flama, la encapsularé en ámbar y le pediré al tiempo del universo que la mantenga tersa y eterna. Encelaremos infinitos, romperemos reglas, profanaremos rebeldía y un día, cuando la noche abrigue al sol, esa luz dará nueva vida. Y ahora con tu permiso, me sentaré enfrente de mi piano, convertiré las blancas teclas en suspiros de algodón, las negras en gemidos de alma y dejaré que mis pies se deslicen sobre la pasión de una persa alfombra. Cerraré mis ojos, dejaré que sean mis sentimientos los que toquen y explicaré al vacío que me rodea que le hable al viento más cercano, al mensajero más despierto y al mar más bravo. Hecho esto, compondré luz, una luz que viaje hasta tu alma, una luz que copule con tu luz y que cuando la historia las mire, sea capaz de escribir, un cuento de amor.
__Guille, no es necesario que me des explicaciones, no tienes obligaciones para conmigo, dejé la iglesia porque no era mi sitio.
__Yo nunca  te diría nada por obligación __ dijo sincero y simple.

__Sé que nuestra situación es extraña __ repuse y como hablando para mí mismo repuse con la mirada perdida. Yo mismo no estoy seguro de qué es lo que quiero a veces

__Yo si sé lo que quiero __ sentenció Guillermo con firmeza.

__Tienes suerte. Para mí a veces ni siquiera está claro qué está bien y qué está mal.
Molesto, Guillermo frunció el ceño.
__ ¿Qué es lo que está en claro para ti?
__Quiero la vida con vos, Pedro, todo este tiempo lo he sabido, hemos pasado por todo para ello, casi dimos la existencia por no seguir separados. Quiero estar con vos, una relación verdadera con vos.
__Ya sabía que perdería la paz en la charla. No sé si estoy preparado, para llegar a Bs. As. Caminar las mismas calles que antes, ver a tu hijo, presentarme a buscar trabajo en  la UBA, en tu estudio, no sé si  estamos preparados para el juicio y la condena.
__Pedro, si me pongo a pensar que casi te mataste, que te sientes a veces casado con Dios pese a la dispensa, que en esas veces, quizá me eches de la cama, no puedo enfrentarlo y deseo huir caminado hasta mi casa.
__ ¿Entonces? __ pregunté ofendido. Primero decía querer tener una vida conmigo y después, que podría desear huir.

__ Pero, hay una realidad más fuerte que todo… y es que si pienso en que mañana no te voy a ver, peor aun, que puede que ni sepa dónde estarás, me vuelvo loco, me desespero. Y me lleva a decirte que no estoy listo para no verte más…Porque quiero verte y tenerte en mi casa y en mi cama esta noche, mañana a la noche, el año que viene y todos los días para siempre creo.
__ ¿Y entonces…? ___insistí, sarcástico no alcanzando a saber dónde deseaba llegar.

__Nada, que caminemos, viviendo el día a día, que tomemos lo que la vida nos da hoy, porque para lo que vendrá falta, y el pasado ya se murió.
Para mi estricta mente armada en una institución perpetua quise decir que mi sacerdocio no se  murió.
__No sé, para  ti es fácil vivir con esa filosofía __no encontraba las palabras__ de andar por la vida de fiesta. Yo, en este momento, tengo  por delante un problema que enfrentar, miles.
__Ser parte del mundo, un hombre común no es un problema, sino algo bueno, sos libre de elegir ahora…Que tendrás que enfrentar, sí, pero bueno al fin. Y te aclaro, yo no ando por la vida de fiesta __protestó.

__No tienes problemas divorciado de Ana, eres feliz por naturaleza creo. Nunca te he visto abatido.
__No es así.
__Perdón, sos un hombre de mundo, y no cualquier hombre es capaz de tener una relación con un cura, y no quiero que cuando esté enamoradísimo de ti, comprometido, te arrepientas, por  el qué dirán, porque te aburro.
_! Mierda, Pedro! ¡Termina de una vez con tu pesimismo y negativismo y escucha con atención!
__Te hice enojar de nuevo, será lo mejor, que escuche en silencio
__Pedro, también yo tengo una historia sobre mis espaldas, pocos la conocen, ni siquiera en el estudio, y te corrijo, mi vida no ha sido feliz, menos sin problemas, aunque elija vivir con felicidad más allá de las circunstancias, pero alejado de vos, no pude.
__ ¿Y se puede saber cuáles son tus grandes problemas? Ser gay y Fabián  ya no me lo parecen, la adicción de Ana, no será tu problema en breve.

Me miró contrariado un rato, luego con una mirada capaz de derrumbar una montaña, y al leer en el interior de esos ojos de miel lo sospeché.
Guille, al fin tomando una bocanada de aire y soltando un sonoro suspiro, comenzó a hablar, y respondió con una palabra, con dos, con tres… las que unidas, formaron frases que dieron paso a la historia.
Los vocablos se esparcían por el aire de la cocina que se espesaba de negra tristeza.

__Ana no es la madre de Fabián, ni él mi único hijo, antes de ella, me casé con Silvina, creí amarla, no amaba a Juan aunque deseaba a veces el sexo con hombres, creí amar a  Silvina, tuvimos una nena, Malena, cuando Fabián tenía dos años, ella tenía cuatro, y  las acompañé a Ezeiza, Silvina tenía a sus padres en Uruguay, ella y la nena se nos adelantarían en la visita, yo tenía trabajo en el estudio, Fabi estaba con fiebre, enfermó la noche previa y hubiese estado allí, con ellos, los dos debimos estar allí, con ellos, el trabajo a mí, la enfermedad a él, nos salvaron, el avión estalló en el aire a poco de elevarse, cayó en el río, entre las llamas que vi desde la terraza del aeropuerto se fueron Silvina y  mi hija mayor, Pedro.
Me tuve que aferrar al nene, al trabajo, me mudé, a poco apareció Ana que amaba al nene, me casé, el cambio de casa, el trabajo, el cambio de vida, de planes. Aprender a soltar, aceptar lo que viene. Vivir el día, Reinventarme. Y sí, claro que no amé, claro que me equivoqué, claro que encerré el alma en una coraza y usé a cuanto tipo conocí, y  anoche, por vos, supe que nombrarlas a ellas, ya no me dolía, que por amor a vos, ellas ya no me hacen sufrir

No podía creer lo que escuchaba. Él mismo, mientras lo contaba, no parecía el de siempre. Llegó al final exhausto. Hacía más de una hora que sólo hablaba él, cada vocablo, había salido con esfuerzo, Fabián nunca supo nada, sólo Cuca contó. Se puso de pie y fue hacia la ventana.

__Guille, no tengo palabras… jamás pensé..._Pedro se puso de pie y fue con el hombre que le acababa de contar su pasado más triste, entendió que casi muriera, que su corazón estallara en Misiones al creerlo muerto, Guille se volvió.

__Por eso, cuando pienso que vine desde lejos porque me hiciste soñar con cosas nuevas, siento que sos un milagro, porque yo no esperaba nada, y entonces te vi en la capilla de Bs. As., y me enamoré, y no pude no dar pelea, aunque tuviera que hacerlo contra Dios, que a veces  te sientas de ÉL, no es un impedimento para elegir estar a tu lado, porque estás vivo, estamos vivos, y eso hoy, también es un milagro.

Nos abrazamos largo rato, hasta que de la mano  se dejó llevar hasta mi cuarto. Cuando se quitó el saco, me mostró una foto, Silvina y Malena, eran parecidas, rubias, bellas, me las fue entregando, primero de la nena, luego de la mujer. Me impresionó saber que estaban muertas. Esto sí, que no lo hubiera esperado de él, siempre fuerte, vital. Con respeto se las devolví y lo abracé fuerte. Guille acababa de abrirme su mundo más privado, su universo más íntimo. ¿Cómo no aceptar su propuesta de vivir el día a día hasta que se amontonara en una vida juntos? ¿Cómo negarse a vivir con alguien que tenía semejante historia, que deseaba llevarme a su casa, que había dejado a sus amantes, que había dicho la verdad a su hijo por mí?

__Sí, quiero…quiero vivir el día a día contigo, Guille.
__Me alegra que aceptes aunque te digo que no hubiese aceptado un no __dijo muy seguro.

Nos abrazamos con ternura, llegaba la noche y no nos importaba, no era una fecha de comilonas o de fiestas, con fuerza nos apretujamos, nos besamos, con ternura, como sellando el pacto. Me sentí tranquilo entre esos brazos fuertes en jaula estrecha, en esa boca que ansiaba.

__Navego donde yace el mismo mar. Vuelo, donde se esparce el mismo cielo. Caigo, donde sólo hay vacío. Lloro, donde caen las lágrimas. Río, donde nacen tus labios. Muero, donde terminan tus besos. Ahora que tus ojos me observan con esa mirada que penetra mi alma, tus palabras llegan a mi corazón y me enmudecen, mis sentimientos se aceleran mas allá de mi ser, más allá de una simple pasión, un refugio espiritual, un edén celestial, del cual jamás deseo escapar, esa es la razón que convierte nuestro amor sin límites, dominando la misma adversidad, dominando la magia del pensamiento, desbordando en todo nuestro ser la dicha y la felicidad… hoy te amo. Eternamente estarás en mi alma aunque vayamos paso a paso,  tú eres mi gran necesidad,  ya eres parte de mi corazón, mi alma es tuya y mis pensamiento son sólo para ti. Y cada palpitación tiene tu nombre tatuado, mis exaltaciones llevan el aroma de tu ser y a cada instante te imagino, a cada segundo te extraño. Pasaron las semanas, los días y los instantes para que llegue nuestro encuentro para llenarnos de magia y de recuerdos que nos hacen sentir la distancia que nos dividió y la lejanía  que nos hirió, pero este amor nos hace cada día más fuertes.
Hasta que llegue el momento de estar juntos y vivir nuestra realidad caminando, y edificando los pilares de nuestra relación y vivir una vida llena de pasión y felicidad. Cómo me encanta en la madrugada, recostarme sobre la playa dormida del mar, oír como la arrulla con sus olas que vienen y van, las que se perderán en la inmensidad, olas tristes, olas melancólicas que no volverán, ver entre la niebla y el silencio al pequeño cangrejo que me mira con sus ojitos salidos, me amenaza con su tenaza asesina como un espadachín, que a mi débil garganta quisiera cortar, emprende veloz carrera hacia atrás, y se pierde en la profundidad del mar, para él soy un fantasma que de su playa se vino  a adueñar, amo la brisa fresca y suave que besa mi cuerpo y se va, sin poderla atrapar, miro el cielo azul y siento que mi alma se encarrilla entre el cúmulo de estrellas que con luz propia navegan en la oscuridad, cierro mis ojos y dejo que mi alma vuele en libertad entre estrellas, entre olas del mar, y la brisa fresca de la madrugada que me besa y se va, vete, vete alma mía y disfruta por instantes tu eterna libertad, y vuelve cuando quieras, aquí sobre la playa dormida, dormido me encontrarás. Todo eso me dije en estos días sin ti, Guille, llegué a creer que sería un para siempre.

“Me sentí seguro en esa boca de sonrisa seductora que me quería todo para él, porque Guille me besaba, en la boca, en el cuello, bajaba sediento, pidiendo más, Sentía la respiración entrecortada que me llenaba de deseo como en aquellos encuentros furtivos en el departamento, como en mis sueños, me hacía olvidar mis cavilaciones, y al fin nos desprendimos lentamente las camisas que cayeron al piso olvidadas.  Nos contemplamos sintiendo las miradas como caricias palpables, nos redescubrimos, más delgados, más sufridos quizá”.

__ Sos hermoso, Pedro.
__Tú lo eres, Guille.

“Nos recostamos suavemente, con el deseo urgente, la mano de Guillermo escalando y trepando, buscando los dedos la piel. Pude adivinar el recorrido de esos dedos, me sentí confiado, como la primera vez, seguro con nuestras historias tristes, sus manos grandes, iban a mis zonas íntimas, y estaba bien,  darnos la oportunidad decía la razón, pero un fogonazo del inconsciente puso una objeción, un recuerdo me señaló con el dedo acusador de los curas, me tensé, quedé de piedra, y él se percató, al instante.
Me acarició el pelo, el rostro”.

__Paso a paso… si quieres, esperamos… Ya te dije, que estoy preparado para esperar, pero no para perderte.
__Me pasa lo mismo. No puedo ni quiero perderte.
__Iremos despacio. Bien vale la pena el intento, ¿no crees?
__ Sí.
 ¿Quieres continuar?
__ Quizá más tarde, es Nochebuena, deberíamos ducharnos y cenar al menos.

“Aunque en ese instante no hicimos el amor, nos sentimos cercanos. Íntimos, unidos. Tendidos en la cama, conversamos uno al lado del otro, perdiendo vergüenzas, aunque miré cada tanto las fotos, sentí una extraña contrariedad, pero el alma no me permitió fastidiarme”.

__ ¿Iras al Sur a ver a tus padres?
__ Si quieres, pero el treinta debemos viajar a Bs. As., le prometiste a tu hijo, y yo a Felipe.
__Un viaje soñado
“Nos levantamos de la cama con los mismos pensamientos, fuimos a la ventana, miramos el pueblo ya casi de fiesta, no era nuestro lugar, pero era lindo, sería una noche apacible, llena de esperanzas, una primera Nochebuena sin misa, sin la iglesia, mi primera Navidad en la calle, pero los fantasmas de ambos parecen habernos olvidado, como no atreviéndose a molestar.
Guille colocó las dos fotos queridas en el mueble del dormitorio, pasa el dedo por los dos rostros, por último mirándolos, sonríe. Es la primera vez que lo hace, es la primera vez que los recuerdos buenos que guarda de ellos le ganan a la tristeza de saber que no volverán junto a él y su hijo. Hoy se siente agradecido de que hayan sido parte de su vida en un tramo del viaje. Eso, le basta.
Por un brevísimo momento, el día quiere regresar, pero es desplazado por el hoy, que espera llamando urgente desde quizá el Sur de Chile antes de regresar a Argentina.
Nos duchamos, nos vestimos, elegimos con cuidado la ropa.
¿Está bien tener esperanza y este deseo?, nos preguntamos casi con culpa de anhelar la felicidad y creer, por primera vez, que es posible alcanzarla en su total dimensión. El futuro nos daría la respuesta definitiva, si hemos apostado las fichas a la relación adecuada, pero en el hoy, los dos, cuando nos deseamos feliz Navidad y chocamos las copas de Champagne, pensamos que sí, que es perfecto, que amar lo es, y que no es pecado”.

__ ¡Feliz Navidad, Pedro Beggio!
__ ¡Feliz Navidad Guillermo! Te amo.


CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES MERA COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO.
ESCENAS EXPLÍCITAS.


18 comentarios:

  1. Maria Garcia Te brindo una y mil gracias por esa linda novela.

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  2. Raquel APASIONADO DESBORDANTE SENSUALIDAD DE FUEGO EXCELENTE,

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  3. Patricia Muchísimas gracias Eve Monica Marzetti!! Siempre tan generosa y tus novelas tna bellas!!! Bella noche!! Besos!!

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  4. Emocionante,bello capitulo de Prohibido una historia extraordinaria Eve tantos sentimientos,los momentos difíciles reveladores la realidad y el amor sublime los impulsa a una vida juntos libres, me fascino gracias por escribir te quiero genia :)!!!

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  5. Angel SENCILLAMENTE ESPECTACULAR...FABULOSO ME OBNUBILÓ.

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  6. Cristy Qué linda Eve, gracias... Abracitos 😘😘😘

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  7. Sol Urvino Como no apostar al futuro cuando superaron las pruebas mas duras por amor, no es verdad, EVE, te mando un BESO.

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  8. Raquel Sanchez
    Raquel Sanchez que bonito capítulo!!!se destaparon los dos,se sinceraron uno con el otro,, me encantó 😍 .. esa carrera de Pedro detrás de su Guille,no lo podía dejar escapar,, gracias Eve !!! genial la Noche Buena a ver el fin de año 😉😍😘

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