lunes, 4 de marzo de 2019

LA HERENCIA. CAPÍTULO DIECIOCHO.


LA HERENCIA.
CAPÍTULO DIECIOCHO.


Milan Kundera - La insoportable levedad del ser
Tomás no se daba cuenta en aquella ocasión de que las metáforas son peligrosas. Con las metáforas no se juega. El amor puede surgir de una sola metáfora...
Tomás se decía: hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos pasiones no solo distintas sino casi contradictorias. El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer).
Milan Kundera / La Insoportable Levedad del Ser.

Bs. As. Lunes 04 de marzo de 2019.

__Creo y quiero que lo sea porque de hecho, solo tú eres mi amor, no hubo nadie antes ni lo habrá, y quiero pensar que un día si los mundos se amoldan, también lo haga la gente, más que nadie, Fabián. Te amo, Guille, gracias por reencontrarme.
__Gracias a vos por dejar marcadas tus huellas… la única herencia que deseo, es la herencia de amor… que llegó el día que te conocí, la herencia que tienes en tus manos.
¿Comenzamos de  nuevo?

__La verdadera injusticia de este mundo estriba en no darnos rienda suelta a la percepción de un gran amor. Este, el mayor sentimiento, merece que le tomen en serio, al mayor sentimiento del mundo hay que ofrecerle lo que demande a pesar de las comodidades que estemos disfrutando en el momento de su llegada.
Es muy fácil pretender vivir una vida en la seguridad del sentimiento que nos brinda la compañía de una pareja afectiva, de esas que solo nos pone la sangre tibia pero que jamás nos la hará hervir, es fácil vivir así sin arriesgar nuestro corazón al desnudo, órgano que sin sentir el gran amor se extinguirá poco a poco, a lo largo de los años, irremediablemente sin pasión, con latidos lineales, pasivo.
Es cierto que bajo el influjo del amor somos muy vulnerables. El amor es doloroso, nos mengua, marchita, nos entristece, hace llorar, necesita su calvario, crea locuras, nos sumerge en contradicciones y obra contra la moral establecida; pero también nos hace vibrar, crea armonía, nos aísla de odios e iras, nos enaltece, produce lo mejor de nuestros seres y exalta ante los demás la inspiración de respeto. Quienes nunca se suban a esta cuerda floja, quienes así no lo vieren, se ahogarán en sus miedos y usarán a despropósito sus máscaras como defensa ante un sentimiento que nunca comprenderán ni disfrutarán, quienes así lo vieren serán simples alimañas toda la vida. Así pasé cincuenta años, y ya no lo deseo más.
Como resultado de las batallas interiores por grandes amores siempre quedan a nuestro alrededor migajas aprovechadas por las rémoras que intentaban sacar beneficio de tal banquete sentimental, entes que merodeaban a por su porción de tarta en lo que consideraban un negocio de subsistencia y apariencias, entes que se ahogarán en el mercadeo de los sentimientos, rémoras que en sus penosas existencias solo acudirán desde la alexitimia al festín que les proporciona las sobras de pasiones ajenas. No seas uno de esos, no lo hagas más.
Los grandes amores no se pueden obligar, siempre aparecen en el momento menos esperado de nuestras vidas, no son el resultado de la búsqueda de una media naranja, merecen ser pulcros y no permitir la intromisión de intrusos en su existencia. Los grandes amores no son el complemento a las personalidades, los grandes amores aman a otras personalidades tal y como se les presentan sin intentar modificarlas, los grandes amores enseguida se distinguen, solo necesitas acopiar la fuerza y valor necesarios para su consolidación, cada gran amor es diferente del resto y únicamente queda en manos de quienes lo protagonizan el método para su resolución y, por último, solo uno es capaz de notar y poner en marcha el mecanismo necesario para la consolidación del  gran amor.
Cuando estemos en presencia de nuestro gran amor quitémonos toda la coraza que hemos agenciado contra la guerra de los sentimientos y acumulado a lo largo de la experiencia de la vida, cuando estemos en presencia de un gran amor arriesguémoslo todo. El gran amor es la única y verdadera luz. El gran amor lo merece, me dije hace un año, y simplemente lo hice, me animé a dar el salto.
__ No me vas a convencer con palabras, yo te he amado siempre Guillermo, y con Pedro apenas  llevas meses, no es más que un estudiante de abogacía porque lo becas, aunque reconozco que  su belleza pueda volver loquito a cualquiera y hacer olvidar el resto, no es más que eso, una calentura que cuando se apague te regresará a mí y a mi cama _ insistió Juan.

__Ya basta, Juan, no me gusta que te pongas en ese papel, yo te tengo un profundo amor, de amigo, un profundo respeto, no te hagas esto, no me gusta, no lo quiero __insistió Guillermo__. Hace meses que vengo diciéndote que Pedro es el amor de mi vida, que si lo perdiera yo no podría seguir, que haría cualquier cosa, dejaría mi vida por él, no  sé ya cómo convencerte. Fue bueno lo que tuvimos, pero ya basta, terminó.

__Para vos y porque te engañas, esto no quedará así, te lo sello Graziani.  Yo aunque sabía cómo eras,  cometí el error de enamorarme, y te amo demasiado como para dejarte ir detrás de cualquier advenedizo como ese. Ese chico no te llega ni a los talones, cuando te aburras de su cuerpo, querrás salir corriendo, al menos celebro que no te cases.
__No me caso porque aún no sale el divorcio de Ana, cuando lo tenga lo haré, no te engañes. Ya Juan, me harté, me voy, haz lo que quieras. No voy a arriesgarme a que Pedro huya de mi lado una tercera vez ni por vos ni por Fabián ni por nadie, porque como bien me dijo Beto sin él solo me quiero matar, no seré yo el que le dé motivos. Adiós.

Guillermo lanzó unos billetes sobre la mesa del bar donde Juan lo había citado, se incorporó, y sin más se marchó.


Pintaste mi rostro de púrpura rojizo y te dejé. Teñiste mi pelo con azul nuevo sin clichés. Cambiaste mi máscara a una que supiera reír y te lo permití. Me vestiste entero con algo que jamás pensé. Pusiste suertes en mis manos y me besaste conformando un collar. Ataviado de brillo y esplendor me hiciste sentir bien otra vez. La carroza y tus ganas de vivir empujaron mi sentir tan lejos de la privación. Había decidido el gris pues me sienta bien y la música callé tiempo atrás. Me mecía acostumbrado en lo que no pensaba para mí. Cosas del querer y del vivir. No te pueden ver tranquilo… y aquí estoy en medio del carnaval. Quién hubiera dicho que este  muchacho  alocado  me arrojaría así al fuego en que nos gusta arder, y escuchar el fragor de mi propia celebración. Quién hubiera dicho que yo, con ganas volvería a bailar.

__  Estás hermoso Guille, lo prometo. Por fa. Es solo una noche, un ratito con mis amigos, rendí todas las materias del año,  me lo debes – suplicó Pedro haciendo mohines que desarmaron a Guillermo al verlo vestido tan parecido a cuando lo conociera como aquel mozo carismático y desenfadado un año atrás.

__Bueno, ya te he dicho que sí, he dejado que me vistas con este… ni sé cómo llamarle y que me pintes la cara, estás vestido como un payaso aunque tengo que reconocer que te queda precioso ese vestuario.
__Amor, si aceptaras alguna vez ir a la marcha por el orgullo gay verías que visten mucho peor, y de paso perderías todos los prejuicios y… pudores como te gusta llamarlos.
__Ya deja de burlarte de mí, y vamos, o tus amigos dirán que no vas por mi culpa, y  que apenas  los ves, y luego Diego te llena la cabeza en mi contra.
__No seas injusto, hace largo que él no me dice nada malo de ti.
__Eso significa que alguna vez lo hizo, lo estás reconociendo entonces.
Mira precioso, yo voy a tomar esas copas, te he dejado vestirte con trapitos pintarrajeados y peinar así por ser carnaval, pero desde ya te advierto que uno de ellos, o de cualquiera te pone la mano encima y yo lo mato, así de simple, yo no soportaría que te rocen un pelo, sos mío y solamente yo te toco, ¿está claro? Porque tus amigos  son algo liberales digamos, por no decir libertinos.
__ Ya Guiiermo, termina con mis amigos, hace año largo que estoy contigo… bueno con algunos intervalos libres, pero apenas los he visto, además te dije que invitaras a tu gente y no quisiste. Y además el que insistió en rozarme y más cada vez que me separé un metro de ti ha sido Matías no mis amigos.
_Ese, es peor que tus amigos, si lo veo lo asesino directamente, ya no tiene oportunidad de más advertencias. En cuando a lo que llamas mi gente, no tengo amigos, y Beto no quiere entrar a un bar sin Gaby, ella no podía dejar a Aída, Marcos si sale sin Isabel muere al día siguiente, y si invito a otro te lo comes vivo, no quieras hacerte el superado, porque sos más celoso que yo.
__ ¿Yo celoso? No, celoso… no. Pero es que tienes unos ex… que lo más livianito que puede decirse de ellos es que son cortos o pesados, porque no hay manera de que se dejen de…  molestar. No creas que porque me voy a la facultad, no me entero de las visitas de Juan, o de las citas por casos excusa de Miller.
_ ¿Casos excusa? Son nuevos, no los conocía.
__No hagas de payaso. Mira que puedo irme a dormir a casa de alguno de mis amigos.
__ ¿Otro intervalo libre como le llamas a tus escapadas cada vez que te enojas? Ni lo sueñes.

Guillermo le tomó el rostro entre sus manos para fijar la mirada en la de Pedro, y hablarle con una pasmosa calma al tiempo severa.

--Abundan despedidas que se fugan sin palabras,  derramando lágrimas aguantando en el interior tristezas,  ocultando penas en el alma. Existen despedidas que ahogan lo vivido, que se entierran y vivirán por siempre en nuestra mente como sueños incumplidos.
 A veces las despedidas se alejan sin rastro, otras nos marcan un destino que nunca olvidaremos, ni en las garras que fusilan recuerdos. También existen despedidas que huyen por temor a luchar por convertir los errores en aciertos, que provocan renacer de amor profundo y tierno.
Hay despedidas que se van sufriendo dolores tan profundos, que desean regresar pero no lo hacen por su orgullo. Esas despedidas que se pierden en la niebla que nos ciega,  nos dejan un vacío inmenso, sangrando sentimientos que comprimen nuestro pecho.
Existen despedidas que se van bofeteando rostros,  que se llevan tus deseos y placeres sin regreso. Despedidas que sufrimos en el embate furioso del tiempo,  alejándonos del mundo,  separándonos sin remedios a vivir en la soledad,  ocultando nuestro llanto,  abrazando los fantasmas que aún viven en los sueños. Despedidas que provocamos aunque no sean nuestros deseos, solo para salvar a esas almas que no merecen nuestro encierro...
Y así mi Dios amado, sea usted mi testigo de una despedida que nunca hubiera querido, pero entiendo que no puedo hacer sufrir, ni hacer vivir la vida a ese amor, una vida con recuerdos que aun yo vivo. En mi recuerdo quedará eternamente su imagen cuando vea rosas en mi camino. Despedida es una palabra que se debería desterrar a la tierra del olvido. Y en esas despedidas siempre seguiré amándote a vos, eterna señora soledad,  que abrazaba mi destino antes de vos cielito. No me odies, no me condenes, no me hagas pasar otra vez por meses de condena, sabes que te amo.
__Desde que te conozco, no dejo de sorprenderme a cada rato contigo.
__Y yo desde que te conozco  te amo  cada día más, y es lo único que importa.

Tomas con una mano mi mentón y siento la otra en mi cintura, a tu rostro me acercas con ternura para narcotizarme con tu respiración. Ya sin voluntad para detener tus caricias presa soy de tu mirada ardiente tan penetrante y candente que me insta a corresponderte. Tus labios se posan sobre los míos formando una cruz al besarnos acariciando el paraíso por tus manos que infunden calor donde antes hubo frío. Nuestras lenguas anhelantes comienzan una erótica danza en que se tocan y rozan a ultranza,  como cisnes con sus cuellos entrelazados. Quisieran perderse en sí al compás de la enardecida pasión con entrecortada respiración la danza es ya un loco frenesí. Tu saliva es néctar abundante y ahoga todos mis prejuicios que de locura ya hay indicios por saciar mi sed en un instante.
__Yo no quiero perderte si es lo que crees, tuve un sueño o una visión que no puedo sacudir de mi mente y me aterroriza por lo real. Fue como desdoblarme mientras estaba en el andén del subte. Era yo pero sin embargo seguía firmemente anclado al cemento.
El tren rechinó en abandono, y sus ruedas de implacable acero desgarrador, comenzaron a girar. Ahí, justo ahí, en el límite pasado de la no vuelta atrás comprendí que te amaba y corrí pero ya era tarde. El infinito andén se fue apropiando de mis partes sin pedir por ellas, como entendiendo que no las necesitaría más. Aún imaginaba tu triste rostro dejando huellas de sal en el vagón, y se desprendieron mis brazos, mi piernas cayeron después, mi cabeza rodó unos metros más, y mi torso como llamándote. Alguien encontró mi corazón, mi triste corazón, y lo levantó. “Este hombre sí murió de amor”, reflexionó. Lo que esa persona no sabía era que yo, yo mismo, fui el artífice de aquel dolor.
Necesito tenerte entre mis brazos y saldar esa deuda de besos que tienen nuestros labios, siento deseos de ti, de tocar tu suave piel y sentir cómo vibras de pasión entre mis brazos que hoy te extrañan como nunca. Sentir tu respiración en mi rostro y oír los latidos de nuestros corazones acelerarles de tanto amor, desbordarnos de pasión y dejar volar nuestros sentimientos y nuestra imaginación entregados totalmente al amor. Te estoy abriendo mi corazón, lo pongo en tus manos, cuídalo muy bien ya ha sido lastimado muchas veces y está muy frágil de tanto sufrir. Escribo para ti, te llevo dentro de mi alma, mas no en el corazón porque él se detendrá algún día, pero mi alma será eterna como el amor que siento por ti.


__Pedro, qué bueno que al fin  estás cumpliendo tu sueño, hace mil que deseabas estudiar abogacía, y todo gracias a don Guillermo _dijo Moncho que estaba ofreciéndonos los tragos que trajo de la barra.

__No me digas Don que me siento un abuelo, Guillermo a secas, y no es gracias a mí, yo solo le di otro trabajo para liberarle horarios factibles para cursar, pero quien se comprometió como para rendir todo y pasar a segundo año fue él, el mérito es de él _afirmó Guillermo profundamente emocionado por sentir el triunfo de Pedro como propio junto con un profundo orgullo por sus logros en apenas un año.

__ ¿Y han pensado en casarse? No vayas a dejar de invitarnos, porque sin más excepto Diego que te ve de vez en cuando, a los demás nos dejaste abandonados.
__No tenemos fecha  todavía, algún día, sí, claro __ dijo Pedro lanzando miradas pícaras a Guillermo, levantando la voz por encima del ruido de fondo, de la música y del bullicio que llegaba desde las calles.

__ ¿Y dejaste el hotel del todo o sigues yendo aunque más no sea para atender la mesa del dueño? _acotó el amigo con un guiño.

__No, renuncié a poco de conocer a Guille.
__Y yo dejé los hoteles en manos de un amigo que maneja las cosas hasta que  salga mi divorcio, luego todo lo que heredé será de mi hijo, yo solo soy el dueño de la propiedad de mi estudio jurídico y solo trabajo allí __reafirmó Guillermo, cuando de pronto,  la pista de baile estaba llena, la música tronaba impidiendo oírse, y  aunque negara a gritos y con la cabeza, todos salieron en un tren hacia las parejas que  ya estaban contoneándose entre el gentío.

Guillermo supo por qué no deseaba salir de casa en una noche como esa, menos a ese boliche, en un extremo vislumbró a Matías demorando descaradamente la mirada en los movimientos que marcaban los montes y llanos, los músculos de Pedro, en el otro a Juan que clavaba sus ojos en él, y no vio forma de huir a tiempo  de que ninguno de los dos  se acercara o se hiciera presente en el campo visual de Pedro, aunque para su suerte él estaba como en trance, como si el tiempo de vida serena o aburrida hiciera que estar bailando fuera afrodisíaco, Guillermo se olvidó de todos cuando lo entrevió a él con ojos cerrados contorneándose al ritmo de la música y con los labios entreabiertos, quiso y tuvo deseos de hacerle el amor allí mismo,  pero se  perdió en la contemplación y dejó de importarle si era o no un papelón cómo estaba moviéndose.

__ ¿Estás bien amor? __ susurró Pedro mientras le devoraba los labios, distraídamente como lo hacía meses atrás sin importarle la gente.

__Perfecto cielito, contemplándote con pasión, sos el hombre más hermoso de todo el boliche, del mundo, mi hombre.
__ Tuyo.
__Pasión, es una simple palabra del apasionado diccionario de amantes y locos, de poetas y enamorados. Es esa palabra de misterios, encrucijadas, intersección,  confluencia, el alternativo dilema, en la disyuntiva de desear y amar,  de la acción improvisada a veces a traición de ese sentir  llamado amor. Pasión  es esa voz de vocales amatorias y consonantes amoríos en bocas de todos y en el sentir de pocos, es vivirlo desnudos en carne viva y en el cuero ardiente  de la piel, experimentando experiencia en todo un compendio de eróticas sensaciones, pasión  es amar esa imagen desgastada en el fotograma del celuloide de la obsesión del que anhela codiciar,  ansiar erotismo y lujuria, es odiar a quien no se tiene teniéndolo  en la posibilidad. Es amar  a una persona nueva desconocida, extraña, desenterrada del cementerio de tus soledades.
Pasión, es descubrir a esa persona, inventarla, idearla, concebirla trayéndola al mundo con la pasión de parirla. Es amamantarla, alimentándola de besos, llorando los orgasmos, vestirla de caricias, complementarla de sentimientos, abrigándola  de  vos, desvirgarlo de tristezas desflorarlo de soledades, hacer de esa pasión, el fuego hasta las cenizas de la vida, amar con rabia hoy, sin esperar a vivir mañana.
Pasión, es arrebato, conjuras,  delirio, entusiasmo, ser vehemente, querer con odio, con la
venganza cumplida, con el vacío de vengarte de nuevo, es buscar la guerra para hallar la paz eterna en batallas salvajes, una tras otra, sin vencedores ni derrotados porque en ese juego de la pasión, todos, todos y el resto del mundo somos vencidos.
 Así te amo, así te siento, así me vuelves loco _continuó Guillermo mientras Pedro sintió  sus manos aferrando sus nalgas, su torso pegado al suyo, su deseo pulsando junto al propio, y como una lluvia de besos cayendo su boca en su coronilla, su frente, sus párpados, sus mejillas, sus labios __. Llegaste a mi vida  cual sueño imposible, llenando  y despertando este viejo corazón, más,  fuiste como un rayo de luz que me hizo volver a creer en el amor, encendiéndome con tu encanto abrasador, porque  vos sos la pasión que inunda mi ser, con el embrujo y el candor de tu mirada, porque sos como un laberinto, donde soy prisionero y sin embargo del cual no deseo salir, por eso lentamente me he convertido en adicto a vos,  a tu sonrisa, a tu cuerpo, a tus palabras,  a tu hermosura y tu belleza, y mientras espero tu llegada,  entrecierro los ojos,  y siento tu aroma embriagador, envolviéndome  y como mis labios aún tienen grabado el sabor de tu piel esto es, porque vos, desde que llegaste a mi vida, sos la ilusión que anida en mi corazón, sos el deseo, el amor y la pasión, porque siempre serás mi mejor  opción y mi única adicción… Amaneces en mis brazos, tan solo vestido con tu ardiente piel, te observo embelesado, mis labios apenas te rozan y se depositan sobre los tuyos, respiro tu aliento, y acaricio tu desnudez, porque de caricias, de besos y de instantes de pasión, está hecho tu cuerpo, con mis besos desnudo tu piel y lentamente siento tu excitación, a flor de piel, y unidos como cielo e infierno, entreabres los ojos, me brindas una sonrisa, devoras mi boca con un beso y me susurras ¡Buen día mi amor!

__Amo todo de ti, pero me roba el aliento tu sonrisa. Me gusta tu sonrisa porque me habla de ti, ese gesto insinuante de tus labios en el azar de tus risas. Tu boca ancha abierta a la vida. Tus carcajadas, espantando las tristezas. Tus labios abiertos a la alegría sin motivos y la melodía de su sonido en el pentagrama de mis oídos.  Me gusta tu sonrisa porque me dice de ti, franca, sin miedos,  sincera, sin aditivos, con el conservante  de tus labios, sin fronteras, sin la xenofobia  que defina su color, sin el tapujo de la hipocresía, persuasiva, afable, gentil,
amable como tus ojos que acaricia cuando te sonríe. Me gusta tu sonrisa porque me dialoga de ti, de los océanos universos de tus ópticas, de sus cielos sin ozono inmenso como dos ventanas curiosas que miran el mundo y tras las estrellas de sus miradas, entre los acantilados del iris de tus retinas,  amores que murieron en las carcajadas de tus risas.
Me gusta tu sonrisa porque me gesticula de ti, porque callas lo que  niegas a tu alma, lo que disfrazas en tus risas acallando los amores amortajados en tus labios, como el recuerdo
no compartido que nunca muere  como tus risas. Me gusta tu sonrisa porque me divaga de ti, del hombre que ríe con la vida, del  niño que sueña y travieso sonríe. Me gustan tus sonrisas porque son las que Dios omite al mundo.  La mejor sonrisa es la que le ofreces
a la tristeza.
__Fuiste vos el que me enseñó a sonreír _murmuró Guillermo cuando el calor y el aroma conocido lo envolvió, algo lo separó de los brazos de Pedro.

__ ¿Me permites robártelo unos minutos? __ dijo Matías con brillo en la mirada que escrutaba los músculos de Pedro mientras Juan se apoderaba de los hombros de Guillermo y Pedro lo fulminaba con sus ojos de miel.

__Lo siento. __ Guillermo se deshizo del abrazo de Juan y separó a Matías recuperando  la cintura de Pedro, que chocó con sus pectorales__. Apenas he empezado a disfrutar de mi pareja esta noche, y no, no te permito.

__No seas anticuado, Graziani, es solo un rato, además Juan quiere bailar contigo, es carnaval.

Guillermo había mantenido un ojo vigilante sobre su novio durante toda la noche, Pedro era una presa apetitosa para cualquiera, pero más allá de eso, y en especial, para Matías Olazábal que no le había sacado los ojos de encima desde que los vio traspasar la puerta.

__Gracias por salvarme __ dijo, Pedro divertido.

__ ¿Por qué aceptaste bailar con él, entonces?
__Yo no acepté nada, y además no tienes autoridad moral para reprocharme nada, tu examante estaba a medio paso.
__ ¿Estás celoso, Pedro?
__Ni lo sueñes Graziani. Solo digo que no tienes derecho a recriminarme con quién bailo en caso de que hubiese aceptado a ese tipo, cosa que no hice, cuando nunca elegiste demasiado bien a tu compañía.

Estaba celoso, y eso a Guillermo le fascinaba.
__No puedo creerlo, vos me dices, gracias por salvarte de Matías y ahora soy yo el que elige mal a sus compañías.
__Ya Guille, no quiero discutir.
Pedro dio media vuelta y se dispuso a abandonar la pista de baile.

__! Detente! __Guillermo alzó la voz y, aferrándolo por el brazo, lo hizo volver sobre sus pasos__. No volveré a despegarme de vos en toda la noche, sos demasiado hermoso para andar por ahí sin mí _musitó cerca de su rostro, y lo besó en la mejilla.

__Ogro, solo iba al baño, ¿puedo?

Pedro estaba demorando, Guillermo se aburría en la barra, el ruido empezaba a marearlo, pero entonces encontró entretenimiento, cuando justamente Matías estaba a un paso de sus manos.
__Matías, ¿te parece que mi esposo es un hombre irresistible?

Este sorprendido comenzó a levantar las comisuras de los labios en dibujos que no acertaban en formar una sonrisa, menos en rebatir que Pedro fuese su esposo.
__Me sorprende la pregunta, Guillermo.
__ ¿Te lo parece o no, Matías?

Se había aproximado y le hablaba sin quitarle los ojos de encima, con los puños apretados y las mandíbulas en tensión.
__Bueno, nadie puede negar que tu novio es precioso _remarcando la palabra novio.

No pudo continuar. Guillermo lo tomó por el cuello con una mano, lo arrastró como a un muñeco de trapo hasta apoyarlo contra una columna sin importarle las miradas ni empujones al pasar. Colocó una rodilla en la entrepierna.
__Por favor…  hablemos.
__ ¿Cuántas veces te advertí que si le ponías una mano encima te mataría?
__Muchas.

Matías no pudo decir más, la mano de Guillermo era una tenaza en la garganta que le quitaba el respiro.
__Si vuelvo a descubrir que lo tocas, o que simplemente detienes tu asquerosa mirada sobre él aunque sea un segundo, te aseguro que no podrás volver a hacerlo. Yo mismo me encargaré de arrancarte los ojos y de cortarte las manos. ¿He sido lo suficientemente claro esta vez, Olazábal?

Solo después que temblando Matías asintiera, Guillermo lo soltó ante la mirada atónita de Pedro que acababa de llegar, de sus amigos, de todos.
Tosió y se ahogó, se frotó el cuello, en el que le habían quedado marcados los dedos de Guillermo, le lanzó una mirada de soslayo cargada de odio y se alejó casi corriendo, mientras unos aplausos  volvieron a Guillermo a la realidad, y a la cachetada del destino, era Fabián y su grupo de amigos de la facultad quienes aplaudían.
__! Bravo papá! Te agradezco el espectáculo de circo que acabas de darnos,  no solo tengo un padre gay, sino que anda haciéndose el matón en boliches vestido de payaso, por defender al pendejo del novio, al menos Ana se emborracha encerrada, viejo, sos patético.
__! Fabián!
__Fabián, tu padre no tiene la culpa, yo…
__Cállate, Pedro, apenas dejaste de ser mozo, ¿acaso crees que porque estás en segundo año de abogacía puedes defender a ese…?
__Hijo, hablemos, por favor.
¿Qué estás tomando?
__ ¿Qué te importa? No quiero hablar con vos, papá, me voy, mis amigos y yo nos vamos de acá, se me fueron las ganas de pisar estas baldosas. Chao parejita bella, que se diviertan.
Te lo dije hace un año y te lo repito, sos patético Graziani.
__! Fabián! Pide disculpas…
__Guille, no. Ve detrás, alcánzalo __pidió Pedro, los dos olvidados de Matías y de Juan.

__Ni lo sueñes, es un mocoso maleducado irreverente, que te debe a vos y a tus amigos disculpas,  no merece que yo vaya detrás para que siga lanzándome una ráfaga de insultos, no lo toleraré, tengo más ganas de doblarlo sobre mis rodillas y darle la paliza que nunca recibió, que de escuchar una palabra más de él.

Guillermo no había permitido más que un rápido saludo con las manos a los amigos y apenas entrar se lavó la cara, se deshizo de disfraces y guirnaldas, y salió dando un portazo, Pedro se esforzó por no escapar y lo mismo por no ir detrás.
Al fin decidió ir a descansar, sí, al día siguiente hablarían en mejores términos y lo convencería de ir por su hijo al fin.
Ya en el dormitorio, empezó a dar vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. La sensación de oscuridad y soledad lo ahogaba y aturdía, tampoco deseaba volver a fumar ni leer, ya lo había intentado demorando la mirada media hora en la misma página. Tampoco quería levantarse. Simplemente no hallaba paz.
Peor se sintió cuando al fin se arrastró hasta la ventana y vio a la gente, a las comparsas y  la fiesta que hacía el ruido que lo había llevado a asomarse, su mente estaba dominada por las sombras de tormentas, no por ese bochinche.

Después de horas Guillermo no había vuelto  aún, ni siquiera al otro dormitorio, Pedro mantenía la atención en cualquier sonido que proviniese de la habitación vecina. Durante mucho tiempo ese dormitorio permanecía en silencio, más cuando discutían, Guillermo o él lo ocupaban, ahora ansiaba escuchar nuevamente sonidos de las pisadas firmes de Guillermo cuando ingresaba, el suspiro ruidoso que lanzaba al quitarse el morral o soltar el saco, el ruido de la hebilla del cinto golpeando en el respaldo del sillón,  la caída de los zapatos golpeando contra el suelo de madera al quitárselos, y los pasos hacia él, hacia esa habitación, sin embargo por horas  no oyó nada que rompiera el doloroso silencio. Todo permaneció en  absoluta quietud.
De súbito, la sonrisa irónica de Juan en el boliche que  apenas registró allí apareció, y con ella se incorporó como impulsado por un resorte, se envolvió en una bata y abandonó el dormitorio. Tal vez, Guillermo había llegado y estaba en el escritorio, quizás él se había adormilado sin oírlo, mas a poco de andar todo estaba sumido en el silencio y una oscuridad fantasmagórica. No seguiría buscándolo. Lo esperaría en su dormitorio, no habían peleado, tarde o temprano tendría que regresar. ¿Estaría enojado por lo de Matías? Se desanimó, con todo se encaminó en dirección a la habitación.

“Amarte  de nuevo a la orilla del mar, ver  llegar el atardecer,  matices de colores deleitan la vista, llega la oscuridad nocturna  y se enciende una fogata.
Acostados en la arena miramos al firmamento, las estrellas embellecen la oscuridad de la noche, dialogamos recordando anécdotas de nosotros y mientras hablas observo detalladamente tu hermoso rostro.
Solos en las playas de una solitaria isla, solos tú y yo y nada más importa, solo una cosa pienso y es aprovechar cada segundo que pasa estando a tu lado.
Dialogaré contigo hasta el amanecer, luego veremos rayar el alba, sentir que eres mío  y olvidar la realidad, olvidar que en cualquier momento te tendrás que marchar y regresarás al lugar donde habitas; seguir la rutina y olvidar cada momento que dialogamos amándonos, ambos sentir que todo fue un acontecimiento llamado,  dejaba  saber que algo pasó y sentir que un día nos amamos, pero al volver a la realidad el tiempo sigue su camino haciendo sentir que la realidad es un alegre recuerdo. Volver a empezar y marcharse con la cualidad del viento...
¡Algo pasó y lo recuerdo!
Pero el recuerdo es pasado y el pasado está encerrado en el tiempo del ayer como las historias del anciano que cuenta anécdotas que un día ocurrieron y partieron para nunca más volver; solo volverán en los pensamientos guardados en el baúl de los recuerdos...”

Guillermo solo quería espabilarse un rato, entrar así sería volver a discutir con Pedro, y no quería hacerlo, de pronto se quedó sin involucrarse, pero observando a esa gente anónima que pese al hambre, la inseguridad, las muertes y guerras cotidianas era capaz de regalarse ese momento de alegría, de olvido de lo racional, y casi pudo envidiarlos por ello. Él nunca pudo, con su carácter obsesivo y autoexigente, quizá simplemente nunca se permitió relajarse en ese olvido transitorio del se debe para hacer lo que se quiere y dar rienda suelta al deseo, y sin embargo, el tiempo fue pasando y se sintió mucho mejor, no se había equivocado en salir. Solo Fabián y Pedro, sus dos amores,  lograban sacarlo de eje, esa noche sus celos casi lo llevaron a estrangular a Matías pero el puñal como desde hacía un año lo seguía escarbando en el pecho empuñado por la mano de su hijo.
Se sintió mucho mejor para cuando emprendió el camino de regreso. Solo rogó que Pedro no hubiera escapado por millonésima vez al no encontrarlo a él esta vez.

Lo despertó una pesadilla  o el chasquido de una llave. Miró alrededor entre somnoliento y sobresaltado, y trató de recordar dónde se hallaba. Le dolía el cuello, tenía los músculos agarrotados y un molesto cosquilleo en un brazo.  Restregó sus ojos y los aguzó para ver a través de la luz de una lámpara encendida unos pasos más allá.
Guillermo estaba sentado a horcajadas en una silla, abrazado del respaldo colocado hacia delante, llevaba el dorso desnudo, y estaba guardando una llave en el bolsillo de sus jeans, sin apartar la mirada penetrante de él. Apoyó tranquilamente el mentón en el respaldo de la silla y continuó observándolo con seriedad, solo vestía con los pantalones que había llevado al boliche, estaba incluso descalzo.

__ ¿Qué haces aquí? _preguntó, Pedro, con voz soñolienta, y él lanzó una carcajada.

__! Por Dios, Pedro!  Llego a mi dormitorio y te encuentro dormido en mi sillón. ¿No crees que debería ser yo quien preguntara?
Pedro recordó. Había decidido esperarlo en su dormitorio, una resolución osada según como se la mirara, en ese momento la veía con claridad. Había aguardado hasta que el sueño lo venció y se quedó dormido. Qué vergüenza delatarse así, sintió el rubor en las mejillas por el reclamo y se le aceleró el pulso. Quería escapar deprisa, solo quería huir. Se apartó los mechones de cabello rebelde de su frente, se cerró la bata que la intensidad de la mirada de Guillermo abría, e intentó encaminarse hacia la puerta.

__Disculpa, estaba preocupado, pero debes de estar cansado, mejor hablaremos en la mañana.
__Un momento. __Guillermo se había puesto de pie__. No creerás que he pasado  una hora allí sentado viéndote dormir en el sillón para que ahora me dejes con la intriga de qué es eso tan importante que tenías que decirme, no señor, vas a decírmelo ahora.

Se había desplazado lentamente para interponerse entre la puerta y él.
__Pero…  __balbuceó, Pedro.
Se interrumpió de lo poco que recordaba tener para decir cuando Guillermo  extendió la mano y le rozó apenas la mejilla con el dorso de los dedos. Pedro ya se había dado cuenta que un leve contacto con ese hombre bastaba para debilitarlo y arrasar con su cordura. Soltó un suspiro al tiempo que sus párpados caían de modo instintivo para agudizar el sentido del tacto. La mano de Guillermo subió hasta rozarle el lóbulo de la oreja que aprisionó  entre el índice y el pulgar masajeándoselo suavemente. Pedro se estremeció e intentó en vano reprimir la evidencia del gemido que se mezcló con su respiración irregular, ambos murieron en la boca de Guillermo.
¿Por qué se acumulaban esos sonidos en su garganta? ¿Por qué aspiraba con la dificultad como si hubiera corrido kilómetros? ¿Por qué no podía reprimir el impulso de estirar la mano y palpar ese torso desnudo?

__El día que te conocí, supe que serías mío desde el alba de mis días. Dueño de mis metáforas ardientes que buscan el amor, yo quiero tenerte y convertirme en una dulce sombra, callado mi verbo de ¡tanto amarte!
Bebí la vida de tu tibio aliento  cuando me entregaste tu alma. ¿Dónde estás, amor? Te espero sumido en el ayer donde mi cuerpo ardía, cuando temblabas de gozo en mis brazos, entre caricias. Amor, te extraño desde las raíces del sol a los senos de la luna. Siento la tibia presencia de tu aroma y tu esencia, de cuando te tuve mío y el recuerdo de tus manos temblorosas sobre mi piel en tamaña algarabía.
Mis verbos son solo tristes resabios de dolor y ausencias. Escribiré  sobre las curvas de tu cuerpo,  cuando regreses a mí, en esta cruel pesadilla de mis esperas sin tiempos. Las flores se mueren sin pétalos en la brisa, cuando vos no estás, ni siquiera yo puedo hacer algo por ellas. Quiero vivir con vos las ilusiones perdidas, entre ardientes noches y días y volver a sentir las pasiones entre mis verbos de amor, cantos y armonías.
Cuando regreses, volveré a ser por ti un fulgor de verbos. Voy a desterrar el fantasma de tu ausencia olvidando todo el amor perdido cuando ame y abrace hasta tu sombra y el consuelo y silencio, sean olvido. Y todo será como el día que te conocí. Y volveré a amarte, desde el alba de mis días.
¿A dónde estabas?
__Cerca. Déjame tocar de tu cuerpo cada nota que el alma  tengo desatada y loca con el delirio que de mis labios brota cuando es esa piel quien me provoca.
Tocaré cada acorde con tanta destreza que pensarás que está sonando un experto al poder llegar más lejos, con tal sutileza que la pasión no piensa cambiar de tema. Al componer con delicadeza de cada tecla que tu cuerpo entrega cuando se muestra a esa composición de letras en su mezcla sí hace alarde de la música que adiestra. Dando al alma eso de lo que bien decora al ser la poesía,  que en las manos glosa de todo el placer que la mirada explora
en ese instante que suena tan preciosa. Que toda bella sinfonía se me hace poca, pero me da igual el ritmo que compongas, si ese concierto se interpreta en mi boca  que ya lidiarán mis labios lo que propongas. Ya que no dejaré de tentarte con la trova cuando tu encanto entrega y el mío doma en ese ensayo que solo combina e innova si se toma embriagado del dulce aroma.

Somos esos que un día nos dijimos amigos, que reían a deshoras como unos niños, con la sinceridad disparada a quemarropa, con mil y una conversaciones a todas horas. Somos esos que un día nos dijimos amigos, que se extrañaban y se buscaban, sin falsas apariencias se mostraban, un puerto seguro en este mundo. Somos esos que un día nos dijimos amigos,
hasta que él vio el alba en mi sonrisa, hasta que yo vi el universo en su mirada, hasta que nos vimos tan nuestros, perfectos.
Somos esos que un día nos dijimos amigos, pero mi abrazo le llenó de suspiros, pero sus labios fueron mi delirio, y entonces supimos que nos enamoramos. Somos esos que un día nos dijimos amigos, y ahora somos una caricia sin prisa, y ahora somos un beso con calma, somos esos que sus corazones amalgaman.

Guillermo dirigió su mano por el cuello de Pedro, tan esbelto, tan delicado. Quería decirle, “Pedro, tu piel es la seda más suave que he tocado”. Nunca había acariciado una piel como la tuya, y sin embargo, permanecía callado, absorto en contemplar sus gestos al discurrir de sus dedos, ensordecido por la aspereza de su propia respiración, ahogado por la falta de aliento. Se sentía torpe y osco, pero seguía sus caminos, apreciándolo, sin mover los ojos, siempre atentos a los de él a las líneas de su rostro, que mantenía cerrados. Le apartó la bata que sin dificultad se separó, apoyo la mano en el hueco entre las clavículas y percibió el vuelco del corazón, seguido del latido alocado en que su pecho subía y bajaba. Era por él y temía experimentar la dicha que pugnaba por estallar en su corazón.
Como si se aproximase a un animalito temeroso, Guillermo dio un paso adelante con la vista en los carnosos labios entreabiertos de Pedro. Quería oler su aliento, que le quemara al sentirlo en su barbilla, en su pecho, en cada recodo, en todo su cuerpo, quería que lo mojara con su saliva y que le gimiera en la boca, que lo tocara con manos impacientes de deseos y mientras…  lo nombrara, que le quitara la ropa, que se sentara a horcajadas sobre su pene, que lo tomara en su boca sin escandalizarse, que se inclinara sobre su torso ofreciéndole a sus labios y dientes sus tetillas.

Pedro al tiempo sintió que las piernas no lo sostenían y percibiendo su falta de equilibrio Guillermo ajustó su mano en la base de la espalda, y él buscó asirse a algo firme. Dio con los pectorales duros de Guillermo, abrió los ojos y se lanzó a la profundidad de esos pozos que parecían engullirlo, solo al despertar de esa especie de estado soporífero lo descubrió a apenas centímetros de distancia. Su mirada le confirió la mezcla de angustia y deseo, de tristeza y alegría, de ansiedad y de inseguridad y todo al mismo tiempo. No era necesaria una palabra más, la elocuencia de esos ojos era más que suficiente. No conseguía apartarse de esa mirada, lo mantenía quieto como por obra de un hechizo, hasta que lo vio inclinarse sobre sus labios y dio vuelta la cara por susto.
Guillermo ajustó el brazo derecho en la cadera de Pedro y hundió el rostro en su cabello, inhalando su aroma, el aroma de su piel.

__No me rechaces _ suplicó con voz torturada__. No me fui enojado, ni vos lo estabas, los dos hemos cambiado en este año, nuestros mundos ya no son diametralmente opuestos, no creas, en las barbaridades que dice mi hijo.

--Pienso en ti a cada instante. Años de soñarte y amarte en silencio. Dentro muy profundo estabas y estás al resguardo de todo,  somos uno... Lo vamos experimentando día tras día disfrutando la libertad y la madurez felices.  Compartir así cada instante para recuperar el tiempo. Cada beso enciende fuego en nuestras bocas. Entrelazados los cuerpos erizando la piel. Han pasado  meses y hoy estamos por fin juntos hasta la  eternidad,  es un haz de luz este amor. Pienso lo vivimos profundo.   Gracias. Gracias. Gracias por esta oportunidad de estar contigo.
Lento suspiro… y el silencio se apodera de tu noche y la mía, se conectan tus pensamientos a los míos, tus deseos se atan y atraen hacia ti los míos y se quiebra en pedazos la soledad, mi voz vibra por debajo de tu piel y me arrastras hasta tu espacio, me llevas a tus labios atraído por tu aliento, como atrae el dulce néctar de la flor al colibrí.
Viajo en la tibieza de tus manos a la velocidad de mis gemidos por rincones ocultos de tu cuerpo, sabes te pertenezco… sabes cuando quieres soy aire ardiente que aspiras para llenar tus sentidos y allí hacerlos estallar en delirio, me llevas gustoso a besar cada rincón de tu piel y me exhalas en gemidos cuando te domina mi pasión.
Me consumes, abiertamente y en secreto me llevas a tu encuentro, te sientes  adicto a mi amor, droga diaria son mis besos que  buscar beber, vacías el aliento de mi boca sin ahogar mis labios, sabes cuánto te pertenece mi aliento qué pasión te hace llegar y sin saber por cuál de tus sentidos, logro estremecerte  las emociones.
Pierdes por mí la noción del tiempo, desesperas  si no me sientes y si me tienes, adicto me consumes más allá del tiempo permitido… mas sabes que soy aire seco del desierto  si mi aliento no recorre la humedad de tu piel, universo oscuro se refleja en mis ojos si la luz de tu mirada no me ilumina.
Adicción eres tú a mi ser, adicción perpetua que me lleva a querer morir cada noche en un último beso sobre rincones húmedos de tu piel… y renacer en cada mañana con la tibieza de una naciente pasión que en tu cuerpo quiere comenzar a arder como furia de un amor contenido y que en tu cuerpo ansío dejar estallar.
Tan solo a un paso se duerme la luz de tus ojos a espalda o al compás de otros a tu lado,  en mis sueños eso me atormenta y siento lejos de llegar mi sueño, el despertar de mis sentidos  viaja mi percepción más veloz que la luz,  para sentirte dormido, para ser ese delgadísimo espacio entre tu piel y la suya… por celos quiero evitar le sientas tocarte…  para poder evitar que sientas su respiración fundirse con la tuya… mas no quiero inquietarte, no quiero interrumpir tu sueño… para así dormido tocarte y pensarte. Y así,  mientras la mitad del mundo duerme, obligo a este mundo tan solo mío a permanecer despierto para no perder un segundo sin sentirte, aunque lejos de tus pensamientos me hayas dejado dormido, en un sueño tuyo buscaré despertar para vivir lo que tanto anhelo a tu lado… eso tan solo me queda…  poder lograr que de tanto pasearte por mi mente, en tu noche inconscientemente me despiertes y me lleves a ser tu sombra, vivir una realidad oculta, clandestina a tu presente y al mío.
Cómo lograr invadir tus momentos desde aquí, si tu realidad me vuelve algo que va detrás de ti sin siquiera poder tocar tu sombra… te persigo en silencio sin alcanzarte, aunque tus pasos detengas… y me sabes en tus momentos de soledad estar desnudando tu piel con los ojos del alma… y ese frío  que tan suave te recorre y eriza tu piel no son más que mis caricias distantes y mis besos viajeros que sin saber cómo,  hacen hogar en tu boca,  mi perfecta adicción.
Y me dejas al recibir tú la noche, al borde de la locura… pues sabes de mis ansias por estar viviendo en tu piel… me dejas al límite de romper mi cordura y mi razón se nubla… se estremece mi cuerpo de deseos por el tuyo… mas de nada servirá por un momento pienso, pues al abrigo de otra sombra duermes… y un grito estalla en mi pecho; amor despierta tan solo para mí… y te escapas a la luz de este amor que como un faro te indica que al sur de tu realidad mi amor aún espera devuelvas a la vida esta alma, sin ti perdida.
__Pedrito, eso que dices ya pasó, si imaginas que cuando no estoy con vos es porque duermo con otro estás equivocado, sos el único en mi vida, el ser que más amo, si porque ves a Juan una y otra vez crees que sigo con él a hurtadillas te equivocas, no he tenido amantes desde conocerte, olvídalo, amorcito, él solo aparece para lograr esto, como lo hace Matías, para sembrar dudas, celos, olvídalo.
¿Pues qué te digo si no te puedo decir lo que no quieres oír?,  si tus oídos están tapiados a todos mis intentos, si te cierras a la posibilidad de darte el mundo que te mereces.
¿Pues qué te digo si no te puedo decir que me encantas?,  tendré que inventar historias ajenas, de personajes de cuento, que se conocen y se aman y que ellos sí  triunfan a pesar de las calamidades.
¿Y qué te digo yo para convencer a tu corazón que estará bien al lado del mío? ¿Qué le digo a tus oídos endulzados por tantos flautistas de mamelón, que ya no quieren escuchar la melodía que tengo en mis labios para ti?
¿Cómo abrir una brecha en la selva de tus dudas? ¿Cómo penetrar los caminos ya cerrados? ¿Cómo seguir las migas de pan si ya se las han comido los cuervos y a mí ya casi me comen los gusanos?
¿Pues qué te digo si no te puedo decir que te amo? ¿Si tu corazón ya no puede dar un salto más de fe? ¿Cómo explicarte que he estado tan dañado o más que vos? Pero aún quiero creer que hay una cabaña en el bosque con tu nombre y el mío en la puerta.
¿Cómo hacerte entender que no te voy a prometer nada? Pero en cambio te daré todo, que no te voy a hacer feliz, pero te enseñaré a descubrir la felicidad que vive dentro de vos.
¿Pues qué te digo si no te puedo decir lo que ya sabes que voy a decir? Porque mis labios ya no pueden callarlo, porque al final de cuentas, aunque no quieras oírlo ya lo sabes, ya lo has escuchado y te revoluciona el alma.
Está bien, no lo diré más, no atormentaré a tus oídos con tales palabras, solo espero que cuando algún día, las quieras oír no se me hayan olvidado.
¿Qué crees que pase si te olvidas de mí? Yo así tenga cien años no me olvidaré de vos, Pedro.
Te no te olvides de mí, tengo tantas cosas que te tengo que decir. Te arrullaré en mis brazos. Te hablaré de amor, te invitaré a besos hasta calmar tu sed. En un momento nada más despertaré  el fuego que hay en ti, admiraré  en las sábanas tu ternura. Después quiero  abrazarte, besarte y morderte. Transformaremos nuestros cuerpos de tanto amor, la esencia la sentimos vos de mí y yo de vos. Que la pasión ardiente saldrá aunque vos  no quieras, haré que te olvides de todo. Hasta que nos falten las fuerzas, y los cuerpos se derroten, nuestras almas se liberen en horas de locuras que marcan nuestros cuerpos.

 Guillermo sonrió y Pedro logró definir el carácter de esa sonrisa, ni burlona ni sobradora, satisfecha, feliz, y era la sonrisa que le robó el aliento.
Guillermo volvió a acercarse y como Pedro echó la cabeza hacia atrás colocó una mano en su nuca para atraerlo hacia él. Lo besó, en un primer momento apenas le rozó los labios, y ambos experimentaron la sensación eléctrica que les surcó los miembros y les erizó el vello y la piel. Guillermo se quedó quieto, inspirando el aliento cálido y acelerado de Pedro.  Su erección se había vuelto punzante, tanto que le parecía que sus piernas se habían adormecido.
Movió apenas los labios y tragó el gemido acallado de Pedro. Él apretó los hombros y, aunque no supo si lo hacía para alejarlo o atraerlo, aquel contacto, el de las manos de su  amor sobre los músculos estremecidos y sensibles desataron los nudos que lo habían mantenido a raya.
Lo besó de un modo tan febril que a Pedro le dolieron los labios. Estaba ahogándose, pero lo cierto era que no quería distraerlo ni detenerlo. El roce de las manos  de él sobre sus caderas, sus nalgas, sus brazos, escalando sus montes, lo hacía feliz. Esas manos enormes y fuertes abandonaron sus caderas, y, con impaciencia, le tomaron las tetillas. Gritó en la boca de Guillermo al percibir que con los pulgares le masajeaba los pezones endurecidos. El orgullo de Pedro no lograba vencer la tentación, aunque a veces pugnaba por apartarlo de su cuerpo, jamás lo consiguió. Le resultó imposible.
Guillermo susurraba incoherencias mientras arrastraba los labios por su cuello tomando mordisquitos, como devorándolo y saboreándolo y con las manos seguía recorriéndolo sin honor ni pudor, sin respeto ni reparos.

__ ¿Me deseas? Yo te deseo tanto que me quema por dentro. ¿No entiendes que me consumo por esta pasión que siento por vos? Tócame, precioso, por favor, tócame.
Guillermo le tomó la mano y la guió hasta posarla sobre su corazón.
__ ¿Sientes cómo late, enloquecido? __Él asintió__. Late por vos. Por vos _repetía, en tanto sus labios caían sobre el rostro de Pedro como lluvia de besos.

Aquel gesto, que él le tomara la mano para mostrarle con sinceridad lo que su cercanía le provocaba, terminó por derribar toda muralla de orgullo, aunque a veces se erigía la del miedo.
__Pedro… Dios mío, Pedro… __Otra vez esa voz torturada en sus oídos, en su boca, en su pecho, en todo su cuerpo resiguiendo a sus caricias invasoras.

La intensidad de Guillermo lo apabullaba y, al mismo tiempo, lo tentaba, lo volvía curioso, porque sabía en qué terminaba ese ritual, sabía que en poco ese hombre entraría en él, lo invadiría en sus oscuridades, lo quemaría, lo colmaría. Y quería ver ese instante, siempre lo deseaba.
__Háblame, dime qué sientes, mi amor.
__ Tengo miedo a veces.
__ ¿A qué?
__A ti. A esto que me haces sentir, al modo en que me haces temblar. ¿Por qué se me adormecen las piernas? ¿Es por causa de este dolor punzante que tortura mi sexo? A veces me siento morir. ¿Qué está pasándome? ¿Por qué me haces sentir de este modo?
Su voz languidecía en un susurro entrecortado.
Pedro ocultó su rostro en el pecho de Guillermo que experimentó la dicha como una sensación extraña en el estómago, como si de pronto hubiera comido un manjar. También sentía cosquillas y ganas de gritar y de reír. Le agradaba saber que Pedro a veces disfrazaba con huidas sus emociones porque lo asustaban y apabullaban. Estaba habituado a lidiar con el miedo que causaba a los demás mas no soportaba que lo rechazaran.
Lo amaba con el alma y el cuerpo. Nunca había amado a ningún hombre. Les había deseado con fervor y les había  proporcionado placer, pero jamás había albergado por ninguno lo que en ese momento le inspiraba Pedro, por cierto, algo difícil de definir, porque se trataba de sensaciones distintas que se volvían complejas, lo embrollaban debido a sus naturalezas tan variadas, ya que, al mismo tiempo que deseaba protegerlo y ahuyentar el miedo de su mente y su cuerpo, al mismo tiempo que lo sentía vulnerable, lo respetaba, le temía, lo admiraba. Pedro era fuerte, valiente, desenfadado, irreverente, orgulloso y más que Fabián tenía el arma que podía ser mortal si decidía algún día empuñarla… era el rechazo, era dejarlo, era despreciarlo, era lo único con lo que ya no podría lidiar.
Lo separó de sí y Pedro pensó que todo acabaría en ese momento. Se pasó el dorso de la mano por los ojos para distinguirlo en la penumbra de su habitación. Pero él estaba  mirándolo de un modo que lo dejó paralizado, la mano a mitad del rostro, y siguieron así, un poco apartados, apenas apoyados en los brazos, un contacto simple, y de igual modo intenso. Se miraban, nunca apartaron los ojos durante largos segundos Pedro seguía mirándolo con ojos muy abiertos hundidos en los de café, incapaz de hablar por lo irregular de su respiración, por el nudo en la garganta, porque no se atrevía a decirle que deseaba quedarse con él para que lo recostara en la cama y lo acariciara. También quería pedirle que le mostrara su cuerpo desnudo, y como no tenía aliento ni redaños para hablar, movió con timidez la mano del antebrazo de Guillermo , y, con la punta de los dedos, le tocó los músculos del torso, empezó a reseguirlos admirando el dibujo, los que cubrían las costillas y más abajo…
La caricia produjo en Guillermo el impacto de un golpe sorpresivo, sin dolor, la impresión lo sacudió, no había esperado esa respuesta más elocuente que mil palabras. Apretó los párpados y se mordió el labio para reprimir un gemido que le habría asustado.  El contacto acabó y abrió los ojos, lentamente, para encontrar el gesto demudado de Pedro, las mejillas pálidas, los labios entreabiertos y el mentón tembloroso.

__Tócame de nuevo, así, como lo has hecho.
Pedro levantó la mano, extendió los dedos y lo esculpió una vez más, en los mismos sitios y un poco más arriba, hasta alcanzar las tetillas, que se habían puesto duras como estaban las suyas. Levantó deprisa la cabeza, asustado, porque lo escuchó resollar y gemir.

__No me has hecho daño.- Al contrario, me has hecho vibrar de este modo… Que solo vos…
Lo tiró hacia él y lo cobijó entre sus brazos en actitud feroz. Su boca aterrizó sobre la anhelante de Pedro y no tuvo piedad en penetrarla con la lengua. Sin apartarse de sus labios, le quitó la bata que cayó olvidada al costado del cuerpo, lo cargó en brazos y lo llevó a la cama. Esta vez Pedro se tomó de su cuello y lo dejó hacer porque así lo quería. Ese hombre lo llenaba de un deseo físico que él no podía controlar. Lo arrastraba con la fuerza de una sudestada, lo doblegaba como un junco frente al viento para después hacerlo sentir etéreo como una pluma. Gozaba con un placer que antes de conocerlo nadie le dijo que existiese. Guillermo lo recostó sobre la cama. Se sentó en el borde para quitarse el calzado. Se puso de pie, enfrentado a Pedro, que, de rodillas, esperaba y exhibía su propia desnudez. Guillermo comenzó a quitarse los pantalones, y, mientras lo hacía, lo contemplaba y sonreía, en parte por la curiosidad renovada de él que no apartaba la vista de sus secretos sitios, y recordó la alegría que experimentó la primera vez, cuando supo que él nada sabía del amor entre hombres.

__Ven _le sugirió y él caminó sobre sus rodillas,  inconsciente de lo que aquel meneo provocaba en Guillermo.

Pedro se detuvo frente a él,  levantó la cabeza para mirarlo a los ojos. Ya no reparaba en el estado caótico de su cuerpo, en su desnudez, en el sudor frío de sus manos, los acelerados latidos y vuelcos de estómago, preguntas y pensamientos que se disparaban, simplemente lo miró. De pronto, sentía que podía hacer lo que quisiera, que le asistía una libertad infinita, nadie se presentaría para decirle lo que estaba bien o mal, Guillermo lo invitaba a ser libre. Por eso se quedó mirándolo como jamás pensó en animarse a hacerlo. Estudiándolo en esa mansedumbre inusual en que había caído él. Le vio las líneas de la frente y en el entrecejo que se pronunciaban cuando estaba enojado, y las del costado de la boca, los ojos enormes que lo atravesaban en esa mirada única, la nariz más bien larga que marcaba autoridad con el mentón arrogante, las cejas de carácter masculino en su diseño, gruesas,  pobladas y pestañas iguales y arqueadas que enmarcaban esos ojos grandes. Se dio cuenta que él le permitía que lo estudiase, que le agradaba. Detuvo la mirada en los labios, los había entreabierto, su aliento lo envolvía y lo excitaba, quería que volviera a besarlo, que lo penetrara una y otra vez con la lengua y que sus labios lo devorasen, los de él y más allá de la boca. Notó el corte aristocrático de la mandíbula de huesos fuertes. Nada en él pasaba inadvertido. Observó aun sus orejas pegadas a la cabeza.

__ ¿Te gusto? __por fin se animó a preguntar Guillermo. Al verlo asentir, se permitió la sonrisa franca de pura dicha. Le pasó el dedo por el puente de la nariz, y de nuevo se maravilló por su delicadeza.
Sonrió.
___Vos también me gustas, Pedro. __Él le acarició la oreja__. Me gustas muchísimo. __Le pasó la punta del índice por la barbilla__. A veces, cuando te observo, tu belleza me deja sin aliento.__ Los dedos de Pedro vagaron por el cuello de Guillermo__. En realidad _admitió él__, me fascinas. __Pedro apoyó ambas manos en los hombros y le apretó la carne antes de pasarlas por su torso desnudo.

__Estás volviéndome loco.
Le aferró de la muñeca y le guió la mano hasta su erección, todavía confinada bajo el bóxer. Pedro dio un respingo. Guillermo lo sujetó moviéndole la mano sobre su miembro, lo llevó a palparlo con confianza, a percibir cada latido.
__No hacemos nada malo, precioso. Quiero que entiendas eso mi amor, no creas en el juicio de mi hijo o en las estupideces que puedan haberte inculcado los curas o tus padres __insistió sin detener el movimiento__. No hacemos mal a nadie ni tocándonos, ni amándonos.

Pedro asintió, aquel ritual le hacía experimentar sensaciones mágicas que lo colmaban de dicha.
__Quítame el bóxer __le pidió en voz suave, y Pedro obedeció, Guillermo terminó de deshacerse de ellos y los pateó lejos. El apéndice de él emergía de una mata de vello negrísimo, y le rozaba el vientre.

__A veces le temo, es enorme y me duele, me quema.
__Es normal, si te tensas, duele.
Amor mío __susurró Guillermo, y lo besó en el cuello__. Amor mío, dulce, precioso repetía, al tiempo que lo llevaba a acostarse__. Quiero que pienses en algo muy bonito que te guste mucho, no quiero que nunca más te tenses y duela, y usaré gel, ¿sí?

En tanto le susurraba palabras, sus manos se ocupaban de convencerlo con caricias, recatadas en un principio, osadas a medida que notaba que el cuerpo de Pedro cedía y se relajaba. Sus dedos hurgaron sitios secretos. Lo besó en los labios, le susurraba palabras de amor y acarició su sexo con maestría hasta sentirlo erguirse palpitante, anhelante de más, mientras Pedro curvaba el cuerpo y respiraba ligero, en dulces gemidos. Comenzó a penetrarlo con consideraciones no mostradas en pasados, avanzó en silencio mientras Pedro se fascinaba con ese momento de verlo desaparecer dentro, de la fusión, a pesar de todo, jamás apartaron la mirada, juntos siempre en el descubrimiento de cada vez, compartían el momento. A veces contenerse era una empresa titánica en ese estrecho palmo cálido y pequeño, pero no era la experiencia que facilitaba la penetración lo que deseaba, sino a Pedro, solo a él. Sonrió al recordar las veces que con Juan recurrió al alcohol para lograr una erección, ahora percibía la dulce entrega de él.

__Llegaré muy dentro de ti para que sientas mucho más de lo que deseo darte.
Su cuerpo se suspendía sobre el de Pedro, con los brazos extendidos a los costados, el torso separado de la espalda. Sus movimientos se volvieron bruscos, y un calor abrasador se apoderó de las entrañas y extremidades de Pedro. “Quiero sentir tanto como él quiera que sienta, quiero que se adueñe de mis entrañas”. Guillermo aumentaba mientras sus intrusiones, entraba, retrocedía, embestía más allá, una y otra vez resbalaba dentro, la respiración se tornaba pesada, ruidosa, anormal, agónica. Se concentró en cada sensación. Quería recordar siempre cada una hasta el diseño de la umbría de su amor. La sensación de que Guillermo siempre lograba lanzarlo al infinito se aunó a otra que nació en su pelvis, en su sexo, que creció, quemó, lo abrasó y estalló… explotó. Pedro echó la cabeza atrás y gimió, y en medio de ese agónico placer y de fuegos artificiales ante sus ojos, despojado de razón y cordura, le pareció que Guillermo reía de un modo franco, reía contento y lo besaba. En seguida, la risa cesó, le siguió el silencio acentuado por la respiración fatigosa de ellos y el roce de cuerpos, Pedro notó la ferocidad de los embates, la necesidad de él de alcanzar algo como si la vida le fuera en ello. Guillermo se estremeció con violencia, los brazos le temblaron, y su torso se arqueó en un movimiento súbito como el suyo instantes previos. Siguió empujándolo y rugiendo, y Pedro volvía a subir a la cresta de la ola. No apartaban la mirada de la del otro, nunca había sido tan intenso e íntimo, y observarse en ese momento previo a la muerte, despojados de caretas y corazas, los hizo sentir poderosos y trajo la sensación del derecho a reclamar al otro como propio.
Con un grito y espasmo final, todo pensamiento fue arrasado, la inconsciencia los llevó con los embistes, los gritos, las convulsiones. Lo último que Pedro sintió fue que Guillermo se desmoronó sobre él, agitado, sin aliento, mas él no sintió el peso.
__Pedro… No deseo salir de vos.

Esa noche se amaron una y otra vez. Hacía tiempo que Guillermo no se mostraba tan incansable, Pedro lo seguía, cambiaron roles y sitios. Guillermo entendió que lo amaba con destemplanza, que llevaba siglos extrañándolo, y que no toleraría separarse de él.
Por momentos, Pedro sentía que debía detenerlo y detenerse. No podía. Lo que Guillermo despertaba en él lo dominaba como una potente fuerza y le doblegaba las certezas, y la voluntad. No podría luchar contra él. Los gemidos huían de su garganta cada vez que Guillermo le acariciaba la piel, que la lengua anhelante y húmeda rozaba sus pezones, cada vez que… susurraba te amo.

Y cerca del amanecer, Pedro dormía confiado en su abrazo, Guillermo lo contemplaba embelesado. Recostó la cabeza, el cansancio comenzaba a vencerlo. Y antes de quedarse dormido necesitó susurrar:
Precioso y dulce Pedro.

Cuando el teléfono sonó, les pareció que nada había pasado de tiempo desde dormirse, pero era de día, y alargando la mano, con voz enronquecida, Guillermo atendió, era Alberto.
__Hola.
El rostro se demudó, las lágrimas resbalaron sin permiso, y Pedro se aferró a él intentando oír.
Fabián, al parecer, se trataba de él, lo que vino luego apenas lo entendieron en ese instante… Borracho… Madrugada… Sobredosis… Hospital…

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO.
ESCENAS EXPLÍCITAS.

14 comentarios:

  1. Iris Una preciosa expresión de sentimientos.
    Me ha encantado

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  2. Gaby Volver a leerte, gracias por volar tu pluma y deleitarnos con tan bellas historias, bendiciones👏👏👏👏👏👏

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  3. Veronica Lorena Piccinino Bellísimo Eve Monica Marzetti. Gracias

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  4. Cuanta seduccón Eve, cuanta ternura, así de maravilloso es el amor...En cuanto a Fabián supongo que esto le va a servir para darse cuenta de los valores de su padre y de Pedro, y dejará de portarse como un chico caprichoso para convertirse por fin en un hombre de verdad...

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