viernes, 29 de marzo de 2019

“REDENCIÓN”. CAPÍTULO TERCERO.



“REDENCIÓN”.

CAPÍTULO TERCERO.

“Todos queremos lo que no se puede,
somos fanáticos de lo prohibido.” Mario Benedetti.



En ese momento la cara de Pedro se iluminó con una sonrisa radiante que robó el respiro a Guillermo que se zambulló en tres hoyuelos impertinentes que le daban aún más belleza al rostro perfecto, y él se encontró devolviéndosela. Era precioso cuando sonreía, esos hoyuelos… Iba a tener que asegurarse de que sonriera más a menudo, por razones puramente estéticas.

__Lo esperaré aquí. __No queriendo darle motivos para que cambiase de idea, cerró la puerta tras de sí.

Dentro del departamento, Pedro cerró los ojos, y soltó un gemido.

“Flotaban mis sueños como una hoja del árbol en el viento, mis sueños me llevaron mar adentro, incierto era mi destino como brújula perdida en el tiempo, mi andar era lento con el corazón roto lleno de lamentos, mis ojos tropezaron  con una flor, hermosa de pétalos rojos y suspiros al viento, la tomé entre mis manos  aspiré su perfume suave como una caricia, la fresca brisa la llenó  de mis sueños, me atrapó entre sus pétalos  en un dulce momento, y me hice tierra de sus raíces,  curó mis cicatrices, con un soplo de amor,  me quedé en su corazón,
entre el cielo y su perfume con eterno amor.”

Guillermo recorrió el pasillo de un extremo a otro varias veces. Luego se apoyó en la pared y se frotó la cara con las manos. Estaba bien jodido. No sabía cómo había acabado allí ni qué lo había impulsado a actuar como lo había hecho, pero sabía que estaba metido en un lío de proporciones épicas. Su comportamiento con el señor Beggio en su despacho no había sido nada profesional. Había rozado casi el acoso verbal. Y luego, por si fuera poco, lo había subido a su coche y  había entrado  en su casa. Todo estaba resultando muy irregular.
Si en vez de a Beggio hubiera recogido a la señorita Sonia, probablemente esta se habría inclinado sobre él y le habría bajado la cremallera de la bragueta con los dientes mientras conducía. Se estremeció de solo pensarlo. Y ahora estaba a punto de salir a cenar con Pedro Beggio. Si eso no violaba todas las normas de confraternización entre profesores y alumnos, ya no sabía qué lo haría.
Respiró hondo. El señor Beggio era un desastre, un torbellino de contratiempos, parecía que todo le saliese mal, empezando porque no había podido ir a Harvard y siguiendo por toda clase de objetos que se le rompían con solo tocarlos… incluidos la calma y el carácter sereno de él.
Aunque sintiera que viviese en aquellas condiciones deplorables, él no iba a poner en peligro su carrera para ayudarlo. Si él quisiera, al día siguiente podría denunciarlo por acoso ante el catedrático de su departamento. No podía permitirlo.
Recorrió el pasillo en dos largas zancadas y levantó la mano para llamar a la puerta. Pensaba darle cualquier excusa, algo que siempre sería mejor que desaparecer sin decir nada, pero en ese momento oyó pasos dentro del apartamento que se acercaban.
Pedro abrió la puerta y se quedó quieto, con la mirada clavada en el suelo. Llevaba un traje negro, sencillo pero elegante, con zapatos a juego y corbata. Los ojos de Guillermo recorrieron sus suaves contornos hasta detenerse en sus piernas sorprendentemente largas. Y los zapatos relucientes. Era imposible que Pedro lo supiera, pero él tenía debilidad por los hombres que usaban zapatos  negros relucientes. Tragó saliva al ver los que llevaba. Era obvio que eran de diseño. Quería tocarlos y…

__Pedro carraspeó nuevamente.
A regañadientes Guillermo apartó la vista del lento escrutinio y se concentró en el rostro, el cual no era menos atractivo que el conjunto. Pedro lo estaba observando con expresión divertida.
Tenía el pelo reluciente algo alborotado, la piel  tostada por el sol con una barbilla prolijamente recortada, y su piel de porcelana por momentos se arrebataba y por otros se volvía pálida, pero luminosa, con pinceladas de color rosa arrebolándole las mejillas. Tenía los ojos de mirada dulce como la miel que era el color, pestañas y cejas más pobladas y marcadas de lo que Guillermo recordaba.
Se puso un abrigo de color gris oscuro, y cerró con llave el departamento. Guillermo le indicó que pasara delante y lo siguió en silencio por el pasillo. Cuando llegaron a la calle, abrió el paraguas y se quedó dudando.
Pedro lo miró ladeando la cabeza.

__Será más fácil taparnos a los dos si se toma de mí _le dijo, ofreciéndole el brazo de la mano con que sujetaba el paraguas__. Si no le importa _añadió.

Pedro tomó su brazo y lo miró con ternura.
Se dirigieron en silencio hacia el puerto, una zona de la que Pedro había oído hablar, pero a la que aún no había tenido ocasión de ir. Antes de que el Profesor le entregara las llaves al aparcacoches, le pidió a él que le diera la corbata que guardaba en la guantera, Pedro sonrió al ver la caja con una inmaculada corbata de seda.
Al inclinarse para dársela, él cerró los ojos un instante para aspirar su perfume.
_ Como volcán abriste tu boca -cénit del deseo- y devorando cielos tus  ojos contemplándome. Vibrando llegaste y mis sentidos, mi cuerpo -en pasión- abrí pliegues, no más lágrimas mar adentro, viví tus entrañas -ternura, dulzura, gemidos-, sollozos en tus labios…  cisne y amor.
_ Madera y vainilla __murmuró__. ¿Qué?

__ ¿Que qué?
Guillermo se apartó, se quitó el jersey y Pedro fue recompensado con la visión de su amplio pecho y anchos hombros responsables de su porte, y de pocos rizos que asomaban gracias a los botones abiertos de su camisa. El profesor Graziani era sexy. Tenía una cara muy atractiva digna de un dios griego y Pedro estaba seguro de que bajo la ropa sería igual de agraciado. Aunque por su propio bien trató de no pensar mucho en ello. No pudo evitar admirar la destreza mientras se hacía el nudo de la corbata sin ayuda de un espejo. Aunque finalmente le quedó torcido.

__No puedo. No veo… _ se quejó él, tratando de enderezarlo sin éxito.

__ ¿Quiere que pruebe yo? _ se ofreció Pedro, tímidamente. No quería tocarlo sin su consentimiento.

__Gracias.

__ Arañas mis sentidos, aquellos que no se pueden sostener. Caen incandescentes ante ti, son gotas de pasión que parecen arder. Dime si escuchas esta tonada,  en cada nota provocas melodías textuales. Esas que la caballerosidad reserva a sus instintos más banales.
Testigos fieles los días y las noches entre las transparencias de nuestros cuerpos.
Suavidad destellante de aromas que se impregnan y deslizan en deseos perversos.  Quizás el tiempo no sea suficiente para amarte y la eternidad sea la opción que manejarían mis anhelos.
El verte me entusiasma pues tenerte es sumergirme en poesía y terminar en tus cielos. Conozco el destino a seguir, ese que bordea tu cuerpo y en silencio interpreto tus besos, el toque de tus manos en mi piel.  En ti hallo paisajes que  penetran acariciantes en mis pupilas, los terminales nerviosos son a mi ser, un frágil papel.  Quizá parece que planeo las cosas como un homicida, la verdad es que me dejo llevar por los códigos del placer. Cuando nos sumergimos en la intimidad no vivo más, muero cada minuto, en cada suspiro, y en cada latido vuelvo a nacer.
_Gracias, ¿dijo algo?
__No.

Pedro le enderezó el nudo rápidamente, le alisó la corbata y fue resiguiendo el cuello hasta llegar a la nuca, desde donde le bajó el cuello de la camisa. Cuando terminó, estaba respirando aceleradamente y se había ruborizado.
Guillermo escuchó sus murmullos, no se dio cuenta de más porque estaba ocupado pensando en lo familiares que le resultaban los dedos de Pedro y preguntándose por qué los dedos de Ana nunca se lo habían parecido. Alargó el brazo hacia la americana que llevaba en un colgador en la parte posterior de su asiento y se la puso. Con una sonrisa y una inclinación de cabeza, lo invitó a salir del coche.

 Guillermo conoció la oscuridad mayor que la noche, el silencio y el mayor dolor, herido de muerte necesitó venganza o justicia y el amor con su encanto le pide que perdone, mas en el afán de desquite se convierte en lobo alfa de su manada y ya no está dispuesto a arrodillarse ante nadie, pues requiere el mismo pedido de perdón por los golpes de la vida y esa manada es dardo de fuego lanzado contra la humanidad que el amor excusa aun enajenada, y defenderá a mordiscos su derecho a la supervivencia, es lo que se ve, se acepta o se deja así, bravo y fuerte, olvidado de las escamas de reptiles, aprendió a vivir en la oscuridad, metamorfosis de esos espantos  se le acepta o se evita y ya que el amor sabe de verdades, que no toque a su puerta. Al fin se sufre tanto que el amor se deja pasar o se le pide no toque a su puerta pues puede asustarse.

__ No, no me he ido, ni me he perdido en la esfera búsqueda naciendo en cada primavera, a golpes de pétalos a la explosión perfumista de una flor, a ese acercamiento del sol  a la tierra que soy, que me acoge y me acalora, entre tantos otoños perdidos evolutivos del tiempo, como esa primavera acalorada desnuda para su amante otoño y su frío señor, el invierno.
No, no me  he ido, sigo en la búsqueda, no me he perdido, me  he emplumado del ocre añejo arqueológico, de hojas muertas navegando en el viento, he respirado ese aire que no me alimenta, pero me da para ser, existir y vivir, he llorado, abrazado a las nubes, he reído las estrías de la lluvia sobre el mar, la tierra y los ríos, he andado muchos caminos en muchos giros, rotaciones de este mundo hasta el centro del sol, hasta la eterna compañía de esta anciana luna, siempre llena, siempre nueva. No, no me he ido siempre he permanecido
amable o cruel, en esta biósfera, biodegradable continua, incesante, presente
en este quebrado continente, atiborrado de hombres suicidándome de multitudes, de gentes, de exterminios en masas, de clavos,   púas y espinos fronterizos, atragantándome hiriente y mortal, de cementerios fosas comunes y muerte, me he abierto al bello cristal del ozono de mi superficie, a cometas, estelas del universo, provocando exterminios generando otras existencias que en su evolución me asesinan. No, no me he ido, sigo aquí hacia un futuro, sin hombres de este cosmos, en uno de tantos extremos de una galaxia en espiral, entre nubes de gases y estrellas agonizantes, en ese largo viaje del espacio profundo, de ese macro abismo del continuo espacio tiempo, del continuo desplazamiento de ese efecto y causa, donde morir sería algo infantil,  ingenuo, inocente, simple, sabio y comedido, algo de cada instante de mí donde mi aliada la muerte, se viste de naturaleza, de verde esperanza para extinguirnos, lejos, muy lejos de este tiempo y distancia. No, no me he ido, siempre he estado aquí, rodeándote,
acariciándote de viento,  de brisas y libertad, y sigo en la búsqueda de la paz y el sosiego,
un respiro en mis adentros. No, no me he ido, sigo aquí en las náuseas de respirar humanidad y hombres entre excrementos de dioses.
¿Le asusto?

Pedro negó con la cabeza. El restaurante era un local emblemático, uno famoso y muy caro, frecuentado por directivos de empresas, políticos y otros personajes impresionantes. Entonces solía comer allí porque el solomillo que preparaban era el mejor que había probado y no tenía paciencia para la mediocridad. No se le ocurrió llevar a Pedro a otro sitio.
El maître, lo saludó calurosamente, con un firme apretón de manos y un torrente de palabras en italiano.
Él respondió con la misma calidez y en el mismo idioma.

__ ¿Y quién es esta belleza? __preguntó Antonio, empezando a alabar a Pedro en un italiano muy descriptivo, sus ojos, su pelo, su piel.

Pedro se ruborizó, pero le dio las gracias en italiano.
El señor Beggio tenía una voz preciosa tan sensual como los labios de entre los que brotaba, pero el señor Beggio hablando en italiano era música celestial. Su boca de rubí con labios gruesos suculentos abriéndose y cerrándose, el modo delicado en que prácticamente cantaba las palabras, su lengua, asomando de vez en cuando para humedecerse los labios… Que generoso y grandioso es mi destino, él, él…  que escrito tiene para mí los renglones de mi vida, hoy me ha regalado el poder perderme en tu sonrisa, el respirar el mismo aire que respirabas tú,  el que acariciaba mi piel después de pasar por tus labios y acariciaba los míos, mientras mi corazón quería salirse de su confort, de nada sirve amor mío el que yo intente dejar de amarte si la vida trabaja para que sin remedio te sueñe en mis noches de soledad, quisiera poder sacarte de mí y borrarte de mi mente y no echarte de menos cuando la noche llega.
Sé que puedo ser culpable de esta suerte mía, por haberme enamorado en aquel instante divino que regalado tuve tu mirar, cuánto lo siento vida mía, pero tus ausencias me siguen matando, y mi corazón no se resigna ni puede decirte adiós, quién me iba a decir que serías mi herida, por eso lléname los espacios vacíos de mi soledad, lléname a manos llenas las ausencias de tu presencia, lléname la piel de pentagramas de amor, de caricias desviadas y besos adormecidos, lléname vida mía de tu magia, y deja que mis ojos se llenen de puestas de sol y amaneceres contigo, déjame que me convierta de nuevo en las noches frías en tu  joven, el que se enamora con solamente soñarte perdido detrás de una nota extraviada en el halo de un suspiro, déjame que te ame solamente un día.
Llega el atardecer, me arropo en tus brazos, me introduzco en mis sueños donde esa fiebre de tu ser sueña con ese amor prohibido para los dos, donde sin pudor nos miramos frente a frente dejando que un suave roce de nuestra labios nos despierte de este sueño maravilloso, donde sin miedos nuestras manos se enlazan para comenzar la noche.
No dejes de soñarme amor mío, yo espero tu llegada cada noche para seguir así amándonos sin permiso de la vida.
Te amo amor, te amo.
Vuelve a mí amor, y calma mis lamentos, siembra de nuevo en mí las primaveras, tengo un beso para darte cada día, y mil caminos recorridos sin ti, no sé cómo calmar mis anhelos de pasión, cuando mis lamentos están en cada tormento que anida en mí.
Yo no sé por qué no puedo olvidar, no sé cómo arrancar tus recuerdos que están grabados en mi piel a fuego lento, no sé amor.
Hoy el mar en sus vaivenes me hablaba de ti, me traía las pasiones vividas en la arena, en el atardecer de un día cualquiera, y su lamento me abrazaba y se hizo mío.
Quisiera que esta pasión encadenada llegara a ti, para que se hiciera más corta tu ausencia y me tuvieras de nuevo en tus brazos, sintiendo el calor de mis amores extraviados.
Hoy el mar me habló de  vos… __Guillermo tuvo que ordenarse cerrar la boca.

Antonio se quedó tan encantado y sorprendido por su respuesta que lo besó en la mejilla no una vez sino dos. Inmediatamente, los acompañó hasta la parte trasera del restaurante, donde les ofreció la mejor mesa y la más romántica.
Guillermo dudó un momento antes de sentarse, al darse cuenta de lo que Antonio había interpretado. Él se había sentado a aquella mesa anteriormente, con otra persona, y el maître estaba sacando conclusiones precipitadas. Iba a tener que aclarar las cosas. Pero cuando empezó a carraspear para hablar, Antonio le preguntó a Pedro si aceptaría una botella de una cosecha muy especial de un vino de su familia en la Toscana.
Él se lo agradeció mucho, pero dijo que tal vez IL Profesore tuviese otras preferencias. Él se sentó rápidamente y, para no ofender al amigo, dijo que estaría encantado con cualquier vino que Antonio les ofreciera, y este se retiró radiante.

__Ya que estamos en público, quizá sea buena idea que no me llame Profesor Graziani.
Pedro asintió, sonriendo.
__Llámeme señor Graziani.
El señor Graziani estaba demasiado ocupado mirando la carta para darse cuenta de que los ojos de Pedro se abrieron mucho antes que bajara la vista.
__Tiene acento de La Toscana _comentó él, distraído, sin mirarlo todavía.

__Sí.
__ ¿De dónde lo ha sacado? No es de Italia que yo sepa.
__Estudié el tercer año de la carrera en Florencia.
__Tiene un nivel muy bueno para haberlo estudiado solo un año.
__Empecé a estudiarlo antes, en el instituto.

Guillermo lo miró desde el otro extremo de la mesa, pequeña e íntima, y se dio cuenta de que Pedro estaba evitando devolverle la mirada. Estudiaba la carta como si fueran las preguntas de un examen y se mordía el bello labio inferior.

__Está invitado, Señor Beggio.
Pedro alzó la vista, bruscamente, como si no acabara de entender lo que quería decir.
__Es mi invitado. Pida lo que quiera pero, por favor, pida carne. Se sintió en la obligación de especificarlo, ya que el objetivo de aquella cena era suministrarle algo más nutritivo que el cuscús.
__No sé qué elegir.
__Si quiere puedo elegir por usted.

Pedro asintió y cerró la carta, sin dejar de morderse los labios
En ese momento, Antonio regresó y les mostró orgulloso una botella de chianti con etiqueta a mano. Pedro sonrió mientras el maître abría la botella y le servía un poco en una copa.
Guillermo lo observó conteniendo el aliento, mientras él hacía girar el vino en la copa con pericia y luego la levantaba para examinar el líquido a la luz de las velas. Se acercó la copa a la nariz, cerró los ojos e inspiró. Luego se la llevó a los carnosos labios y probó el vino, manteniéndolo en la boca unos instantes antes de tragárselo.
Abrió los ojos y, con una sonrisa amplia le dio las gracias a Antonio por su precioso regalo.
El maître, radiante, felicitó al señor Graziani por su elección de acompañante con un entusiasmo un poco excesivo y llenó ambas copas con su vino favorito.

Mientras tanto, Guillermo había tenido que ajustarse los pantalones por debajo de la mesa, porque la visión del señor Beggio probando el vino había resultado ser la imagen más erótica que había visto nunca. No era solo atractivo, era hermoso, como un ángel o una musa. Y tampoco era simplemente hermoso, era sensual, hipnótico y al mismo tipo inocente. Sus bonitos ojos reflejaban una pureza y una profundidad de sentimientos en los que no se había fijado hasta entonces.
Con esfuerzo, apartó la vista mientras volvía a ajustarse los pantalones. Se sintió sucio y un poco avergonzado por su reacción. Una reacción de la que iba a tener que ocuparse más tarde. A solas. Rodeado de olor a madera y vainilla. Cerró los ojos y se trasladó a otro sitio.

“No había nadie en la habitación, o al menos, no se veía a nadie en el espacio enmarcado por una ventana completamente abierta y sin cortina que coartara la curiosidad. En la habitación se veía un colgador metálico que soportaba un gran número de prendas de vestir que harían morir de envidia al arco iris. Junto a la pared había dos cajas de una altura similar a la de una persona, con el membrete de una conocida casa de mudanzas.
En el momento en que se empeñaba en leer lo escrito con rotulador en una de las cajas, un torso, completamente desnudo, surgió de la parte izquierda de la ventana. Él, a pesar de que sabía que no era visible desde fuera, dio un súbito paso hacia atrás y golpeó la mesa con la rabadilla, no pudo reprimir un grito de dolor y con el lagrimal rebosando volvió a la ventana. A través de las lágrimas pudo ver, ahora de frente,  al hombre que las dos últimas noches se metía en sus sueños y que no le había permitido trabajar la última jornada. Solo  diminutos bóxers cubrían su completa desnudez... "

__Cuando sueño que me sueñas me gusta la manera en que me abrazas, la manera en que me besas  en tus sueños, soy tu rey, tu niño enamorado, como si tuvieses miedo a perderme, me abrazas a tu cuerpo como si de uno solo se tratara, cuando sabes vida mía que solo tuyo soy, en vida y sueños,  déjame por un instante que mis labios mueran, déjame por solo un momento que guarde tus besos, déjame, que mi aliento llegue al susurro de tu boca, que mi cuerpo no sienta ese frío helador de las noches blancas,  me gusta tanto sentir tus brazos en mis sueños y el modo que me abrazas, que puedo quedarme a vivir por siempre en esa sensación vital para mi ser donde, una calma desnuda de un sueño de tantos, te tengo en mis brazos amor, nos acompaña la melodía de las almas enamoradas, donde nuestros cuerpos pegados sienten los latidos de una pasión sin fin.
Cuento contigo esta noche vida mía, esta noche dejaré mis sentidos a tu merced, y mis besos se harán verbo si tú los sientes, ellos me pondrán en tu memoria, trazarán el recorrido de tus manos por mi piel dándole vida a mi vivir.
Amarte es el inicio de todos mis días, soñarte es mi vivir en las noches llenas de ti.
 Cuando la carta se le escurrió de entre los dedos regresó al lugar y a la realidad, y pidió por los dos, asegurándose de que les traían los trozos  más grandes de filete. Cuando Pedro protestó, él hizo un gesto despectivo con la mano y le dijo que si le sobraba algo se lo podría llevar a casa. Esperaba que las sobras  le sirvieran para alimentarse un par de días más.
Se preguntó qué comería cuando se le hubieran acabado. Pero se negó a obsesionarse con el tema. Aquella cena no iba a volver a repetirse. Era una excepción. Solo lo había invitado para disculparse por haberlo humillado en su despacho. Después de esa noche, las cosas entre ellos volverían a ser estrictamente profesionales y  el joven tendría que enfrentarse solo a sus futuras calamidades.

__Cuando te pienso, te deseo, sin pensarte, te deseo, te deseo cuando estás, cuando no estás, te deseo, siempre te deseo, y cuando no, también. Deseo verte, deseo hablarte, deseo amarte,
escribirte, añorarte, gozarte… y cuando no, también. Susurrarte al oído, deseo, dormitar en tu regazo, besarte con esmero, disfrutarte, deseo… sin dejar de pensarte. ¿Sabes?
¿Sabes que te deseo?
Una vez más. Déjame amor navegar en tus ojos con las caricias de mi alma. Permíteme abrazar tu piel perdiéndome en el horizonte de tu corazón. Una vez más. Déjame guiar tus manos por mi piel hasta encontrar el manantial de mi cuerpo y saciar tu sed de lujuria. Quiero ser tu verso y plasmar en tu piel mi deseo dejando las huellas de mi pasión en ti. Me derretiré de placer dejando el azúcar de mi ser dentro del puerto de tus deseos.  Me iré a dormir en la cama de tus sueños invadiendo las noches de mis pensamientos.  Una vez más. Tatuaré con mis labios mis besos y caricias en tu piel para que recuerdes quién te amó una vez más sin piedad.
__ ¿Se distrae con frecuencia verdad?
__Disculpe. Son solo párrafos de mi tesis.

Pedro se sentía muy feliz de que estuvieran juntos. Quería hablar con él de verdad, preguntarle por su familia y por el funeral de Mirna. Quería consolarlo  por la pérdida de su madre. Quería contarle sus secretos y que él, a cambio, le susurrara los suyos al oído. Pero los ojos del señor Graziani, clavados en él pero guardando las distancias, le dijeron que, por el momento,  eso no iba a ser posible. Así que sonrió y jugó con los cubiertos, esperando no irritarlo con su nerviosismo.
__ ¿Por qué empezó a estudiar italiano en el instituto?
Pedro ahogó una exclamación, abrió mucho los ojos y se quedó con su preciosa boca abierta.

Guillermo frunció el cejo ante su reacción, completamente desproporcionada a su pregunta. No lo había interrogado sobre su talla de ropa íntima. No pudo evitar que los ojos se le dirigieran a sus labios antes de ascenderlos a la mirada. Se ruborizó cuando una talla apareció milagrosamente en su mente.

__Me… interesaba mucho la literatura italiana, Dante y Beatriz especialmente… _respondió él, doblando y volviendo a doblar la servilleta que tenía en el regazo. Unos cuantos rizos rebeldes cayeron sobre el rostro con el movimiento.

Guillermo se acordó entonces del cuadro que tenía en su departamento y de su extraordinario parecido salvando el sexo con Beatriz. Una vez más. Su mente le envió señales de aviso, y una vez más, las ignoró.

__Usted Señor ha llegado tarde a mi vida mi corazón tiene dueño y quien lo ame, yo soy comprometido.  Mis ojos le ven con aprecio y cariño  mas no hay otro sentimiento que pueda nacer de mí para usted que no sea de una bella y sincera amistad.  No trate más de conquistarme  porque sigue perdiendo su tiempo,  yo no soy para usted ni usted señor para mí,  esa es mi confesión espero lo comprenda. Muchas mujeres están esperando por usted señor,  mire a su alrededor  que allí está su gran amor esperando ansioso su llegada, la dueña de su corazón.  Quiero que usted señor entienda que mi amor le pertenece a otro hombre, mi corazón palpita a diario por ese gran amor que tengo,   las llaves de mi alma se las entregué a él. Siento mucho no poder corresponder a sus sentimientos declarados ante mí pero me siento agradecido de su amistad,  no hay motivos por el cual tengamos que dejarla,  amistad es amistad y nada más.
__Perdón, no quise importunarlo, le dije, a veces se escapan párrafos de mi tesis _aclaró Pedro.
__Siga un poco más. No, lo haré yo.
Por un error de mis dedos provoqué una llamada, con temor escucho al otro lado una voz y para mi sorpresa quedo en un estado de éxtasis, al oír una voz pausada que nos demuestra cuánta seguridad nos ofrece para navegar en sus mágicas notas de una música incomparable, una voz dulce que me incita a sentir ese néctar de una fragancia única e imperecedera de cuerdas vocales que tocan al compás de un aroma que nunca antes nadie había logrado entrar en mis oídos,  una voz angelical que me eleva cual alto vuelo al universo de los ángeles celestiales donde bailamos emocionados un vals al más clásico estilo romántico, y esos ángeles como espectadores de un ritual tan hermoso como pegados,  tu cuerpo y el mío por la incomparable magia de tu voz. Gracias Dios porque aunque cometí un error con mis dedos,
me diste el regalo de escuchar un encanto de voz, que nunca necesitaré de otro aliento como este, para sentirme vivo y atrapado en el infinito de su voz para siempre.
Pero en cambio dijo.
__Son unos intereses notables para un joven __señaló, contemplándolo y admirando su belleza.

__Tuve un… amigo que me inició en el tema _explicó Pedro. Como si el recuerdo le resultara doloroso.

Al darse cuenta de que se estaba adentrando en un terreno peligrosamente personal, él retrocedió y cambió de tema.
__ ¿Qué cree fuese un beso entre ellos, entre Dante y su musa?

__Son tus besos que empiezan  en tu mirada. En tus ojos fijos y  permanentes, en el encanto y comienzo del amor, donde  el piso se vuelve inestable y  el mundo empequeñece y  desaparece, donde el amor  lo tenemos tú y yo, un amor  que el destino propio nos juntó.
Con los besos que nos hemos  dado, que la vida han traspasado  las tristezas quedaron en el pasado y se convirtieron en alegrías, deja te doy un beso  y muerdo, para disfrutar un
nuevo concepto en el amor porque quiero atraparte entre  mis brazos, y amarte dulcemente
hasta el cansancio. Por un beso me llevaste hasta la misma constelación, porque tus besos
son como versos que se graban aquí  en mi corazón, llenando el alma de una bella ilusión.
Guillermo tenía los ojos  arrobados en los labios.

__Nunca supe el por qué ella se fue sin despedirse, en esos días yo imaginaba que se marcharía, lo había visto en el reflejo de su mirada a pesar de su silencio. No bastó mi esfuerzo, ni mis deseos de retenerla, lo intenté con todo el amor que aún guardo en mi interior, pero fue imposible su adiós, tomó el camino marcado por su destino. Mis noches lloran por su ausencia, mi soledad transita en la melancolía de recuerdos nostálgicos  imposibles de olvidar, simplemente no puedo dejar morir  este sentimiento que respira mal herido entre el límite de una locura deseada y una razón que agoniza  por el misterio que abraza mi historia. Qué sentido tienen mis confesiones  de un crimen de pasiones que nunca
morirán en mi frágil corazón. Te percibo a mi lado, veo esa luz brillante que me guía,
en cada centímetro de mi cuerpo has dejado huellas difíciles de borrar.
Si estás en algún lugar cerca de mí espero que Dios me escuche y me permita tocar de nuevo tu piel, acariciar tu espíritu incansable, besar tus secretos desnudos que compartíamos en la intimidad de nuestra libertad. Si aún puedes escucharme debes saber que fuiste la única que me has hecho sentir vivo, te llevaste las fibras más sensibles de mis verdades...
La he buscado en cada espacio del tiempo, le entregué mi fantasma del orgullo y solo me encuentro atrapado  dentro de sus ojos, allá en el infinito cielo azul. Amada mía, nunca quisiste dejarme, solo que Dios te llevó en sus brazos para aliviar tu dolor, no deseabas que yo sufriera
al ver marchitarse lentamente esa rosa que siempre regué con placer llenando sus pétalos de cariño y felicidad. Sé que me esperas  en ese mundo hermoso lleno de paz, donde algún día nos volveremos a encontrar para amarnos por siempre en la eternidad, como ángeles guardianes del amor. Nunca he dejado de amarte, será el reencuentro de dos almas que habitan en un mismo ser.__ Terminó de hablar y  casi pidió disculpas__. Creo que algo así debe de haber sucedido entre ellos, eso pienso observando la pintura.

Pero cambiando realmente de tema, ha dejado impresionado a Antonio. Está encantado con usted.
Pedro lo miró y sonrió.
__Es un hombre muy amable.
__Y usted florece con la amabilidad, ¿no es cierto? Como una rosa.

Las palabras salieron de sus labios antes de poder reflexionar sobre lo que estaba diciendo. Una vez dichas, con Pedro mirándolo con una calidez alarmante, ya no pudo retirarlas.
Había llegado demasiado lejos. Se encerró en sí mismo y empezó a mirar con atención la copa de vino para no mirarlo a él, y sus modales se volvieron fríos y distantes. Pedro se dio cuenta del cambio. Lo aceptó y no hizo ningún intento por retomar la conversación anterior.

A lo largo de la cena, un Antonio claramente cautivado pasó más tiempo del necesario charlando con el hermoso Pedro Beggio, invitándolo a cenar con su familia en el club Ítalo- argentino el domingo siguiente. Él aceptó encantado y fue recompensado con tiramisú, espresso, biscotti, grappa y, para acabar, bombones. A Graziani no le ofrecieron ninguna de esas delicias, por lo que permaneció malhumorado, viéndolo disfrutar.

Al final de la cena, Antonio puso a Pedro lo que parecía un gran cesto de comida en las manos, sin  querer escuchar las protestas del joven. Lo besó en las mejillas varias veces tras ayudarlo a ponerse  el abrigo y le rogó al profesor que volviera a traerlo pronto y a menudo.
Él enderezó la espalda y se dirigió al maître con una mirada glacial.

__Eso no va a ser posible _dijo y, girando sobre sus talones, salió del restaurante, dejando que Pedro y su pesado cesto de comida lo siguieran desanimados.

Mientras los veía alejarse, Antonio se preguntó por qué habría llevado el profesor a una criatura tan deliciosa a un restaurante tan romántico para pasarse la noche sentado serio, recitando sus escritos, sin apenas dirigirle la palabra, casi como si le resultara doloroso estar allí.

Cuando llegaron al apartamento de Pedro, Graziani abrió la puerta del auto y tomó la cesta de comida del asiento trasero. Sin poder reprimir su curiosidad echó un vistazo al contenido.

__Vino, aceite de oliva, vinagre balsámico,  biscotte, un bote de salsa marinara hecha por la esposa de Antonio, restos de comida… Va a alimentarse muy bien durante los próximos días.

__Gracias a usted _ dijo Pedro alargando los brazos hacia la cesta.

__Pesa mucho. Yo la llevaré.

Lo acompañó hasta la puerta del edificio y esperó mientras él abría la puerta. Luego le dio la cesta.
Ruborizándose, Pedro se miró los zapatos y buscó las palabras adecuadas para lo que quería decir.

__Gracias, profesor Graziani, por una noche tan agradable. Ha sido muy generoso por su parte.
__Señor Beggio __lo interrumpió él__, no hagamos esto más incómodo de lo que ya es. Lamento mi… mala educación. Mi única excusa es… de carácter privado, así que démonos la mano y empecemos de cero.

Alargó la mano y él se la estrechó. Guillermo  se cuidó  de no apretar con demasiada fuerza esa belleza de dedos. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para ignorar la electricidad que sintió en las venas ante el contacto de su piel, suave y delicada.

__Buenas noches, señor Beggio.
__Buenas noches, Profesor Graziani.
Y con esas palabras desapareció en el interior de la casa, despidiéndose de él en mejores términos que horas atrás.

Aproximadamente una hora más tarde, Pedro estaba sentado en la cama, contemplando la fotografía que siempre guardaba debajo de la almohada. Se la quedó mirando un buen rato arrobado, tratando de decidir si debía romperla, dejarla donde estaba, o guardarla en un cajón. Siempre le había encantado esa foto. Le encantaba su sonrisa. Era la foto más bonita que había visto nunca, pero le dolía demasiado mirarla.
Alzó la vista hacia la lámina colgada junto a la cama, reprimiendo las lágrimas. No sabía qué había esperado de su Dante, pero sabía que no lo había conseguido. Así que, con la sabiduría que solo se obtiene con el corazón roto, decidió que debía olvidarse de él de una vez por todas.
Cuando recordó lo que la piel no olvidaba, marcó sin pensar y quiso que llegara la voz, solo oía la respiración.

__ Mi apreciado y precioso señor, desde esa distancia que lo sueño y lo admiro:
Me gusta de usted, cuando en esa corta distancia, el tiempo, estático, ralentizado casi quieto, inamovible, las sorpresas abiertas de sus ojos que me miran, adquiriendo ese característico brillo  único, genuino de las estrellas, como si sus miradas  fuesen universos paralelos hasta el cosmos de su corazón. De usted, me gusta mi señor cuando en esa lentitud  contemplo el alza de sus labios emocionados, y en su elevación produce una sonrisa confidente, privada, dirigida más a mi sentir  que a mis labios, y el alza de valores de la vida y la existencia adquiere la solidez de su ser.

Me gusta de usted, señor mío el desplazamiento suave, directo de sus andares hacia mi humilde persona, la gracia al caminar,  cómo el entorno hace de usted un complemento de su masculinidad, cómo se desenvuelve por la pasarela de la calle, por ese bulevar de los sueños rotos y corazones cosidos.
De usted, me gusta, mi señor cuando sus brazos se elevan en consonancia a todo cuanto siente, aferrándose a mi cuello uniendo pensamientos, enlazando las mejillas desesperando los besos, hablamos en silencio, apagamos los ojos y el universo, que el silencio llore lo que siempre callamos, que lo que callamos nos interrogue, nos juzgue, que nos encuentre culpables  y  a perpetuidad nos condene a besarnos, en un punto de cruz de nuestros labios.
Del tiempo, señor solo deseo esos escasos segundos que hacen su eternidad, esas grietas del infinito allí, donde usted  se halle.
__ Coexistiendo  no existo y sin ser  existo, más en tu pensamiento que en tu razón, más en tu desespero que en tu sentido común. Solo soy, si por ser soy algo, una ramificación de tu ignorancia, lo que no te molestas en analizar en contemplar, más allá de lo simple, la fácil respuesta a tus miedos. Si por ser soy algo, soy el que ciega las miradas, el ángel vengador
que nada venga, el verdugo que no ejecuta el castrador de alas, impositor de cadenas de mazmorras, los que en mi supuesta existencia imponen el libre albedrío sin el camino medio
de esta cárcel, coacción.
Si por ser, soy algo no soy el que te libera de tus culpas, ni perdono pecados que no ansíes cometer, ni ese supuesto diablo  que te sitúa entre la espada y la pared para cometerlos, él no te tienta, ni es la excusa perfecta  para que reiteradamente los vuelvas a realizar, ni compra ni vende, ni trafica ni intercambia, tu alama por tus deseos, y no, no hay hombre desesperado que no quisiera vender su alma.
Coexisto, sin ser y siendo no existo, solo soy el miedo a lo que no comprendes,
o no estás preparado para comprender las razones de tu existencia a tu toma de consciencia, en el ser y estar, en este instante y en este mundo que acoge, a la absurda pregunta a tus soledades. Vivo  sin ser, no existo en tu desespero, lo que no alcanza tu agigantada imaginación, tu mota de polvo en el universo, tu insignificante existencia en el tiempo,
tu nada en el vacío,  tu sombra en los abismos y tu insignificante pensamiento.
Coexisto, y persistes en mi existencia, sin ser lo que soy sin existir, rodeado de esclavistas teólogos manipuladores, tesoreros de la miseria, maestros de la ignorancia, dispensadores de vendas para la humana ceguedad, ortodoxos galenos de los milagros, escanciadores de la fe
y bautismos impuestos, Midas de la caridad. Patriarcas del opio de la religión, misóginos, sexistas del rancio odio anti- feministas.
Coexistiendo, no existo sin ser, existo sobre todas las cosas menospreciando a la humanidad,
y en su ignorancia me nombran deidad, utilizando mi nombre de Dios, en vano.

¿Señor Beggio? ¿Otra parte de su tesis?
__Quizá, solo quizás.

Cortó.

Se acordó de su despensa abarrotada y de la amabilidad de Antonio. Pensó en los mensajes que Matías le había dejado en el contestador, expresándole su preocupación por haberlo dejado solo con el Profesor y rogándole que lo llamara sin importar la hora que fuera para decirle que estaba bien.
Fue hasta la cómoda. Abrió el cajón de arriba y metió la foto dentro, con respeto pero con decisión, colocándola en la parte de atrás bajo la ropa interior sexy que nunca se ponía.
Y con el contraste entre los tres hombres de su vida bien presente en su mente, volvió a la cama, cerró los ojos y soñó con un huerto de manzanos abandonado.

La tibia brisa marina se enreda y embelesa con tus rizos  melena de luz, de oro y trigo, que el sol acaricia. Y así, casi desnudo caminas con total desparpajo incitando a amarte, con tu cintura menuda. Tus bellos ojos ultramarinos son de un cristalino miel  profundo, el sol pinta tu espalda, de bronce estremecido.
El mar te acaricia todos tus bellos frutos prohibidos con pudor escondidos, que con su espuma te besa. Tu mirada osada incita a mi lujuria y desenfreno, la turgencia de tus pezones a mi extraviada locura.
Corres en la arena, te caes allí, todo mi cuerpo reposa en el tuyo entre un delicioso murmullo, me pides que te ame. Con mi corazón cautivo en tus ojos acaricio todas las tibias riberas de tus curvas y tus manos me enervan ocultas, a tu infantil antojo. Con gozo y dulzura eres mío, soy tuyo, mis pupilas y mis manos exploran extasiadas todos tus secretos, entre tu gozo y murmullos. Y así, como el sol te trajo encendido, la luna te lleva entre su tenue luz desmayada
hasta la próxima vez, en algún dulce recodo de mi vida. Para qué tenerte y amarte,
si ya no podré olvidarte.
¿Qué me causas, Pedro Beggio? __se preguntó torturado Guillermo cuando al fin despertó, soñando con él.
__

El viernes, pedro encontró un documento oficial en su casillero, informándole que el profesor Guillermo Graziani, había aceptado dirigir su proyecto.
Estaba contemplándolo sorprendido, preguntándose qué lo habría hecho cambiar de idea, cuando Matías lo sorprendió apareciendo a su espalda.

__ ¿Estás listo?
Pedro lo saludó con una sonrisa mientras guardaba el documento en su mochila que había arreglado lo mejor que había podido. Salieron del edificio y echaron a andar en dirección a un local de comida que había a una cuadra de allí.

_Quiero que me cuentes qué tal te fue con Graziani, pero antes tengo que decirte una cosa _dijo él, muy serio.

Pedro lo miró con ansiedad.
__No tengas miedo, conejito. No te va a doler _lo tranquilizó, dándole palmadas en el hombro.

El corazón de Matías era casi tan grande como el resto de su persona, siempre estaba atento al sufrimiento de los demás.

__Sé lo que pasó con la nota.
Él cerró los ojos y maldijo en silencio.
__Matías, lo siento mucho. Iba a contarte que metí la pata y que escribí por el otro lado de tu nota, pero luego se me pasó. No le he dicho que lo has escrito tú.
Matías lo agarró por el brazo para interrumpirlo.
__Lo sé. Se lo dije yo.

Pedro lo miró, sorprendido.
__ ¿Por qué lo hiciste?
Mientras se hundía en las profundidades de los grandes ojos  castaños de Pedro, Matías se convenció de que haría cualquier cosa  por impedir que nadie le hiciera daño. Incluso si eso le costaba su carrera académica. Incluso si tenía que sacar a rastras a Graziani del Departamento de Estudios Italianos para darle en su pomposo trasero la patada que tanto se merecía.

__ La señora Labrapoulus me contó que Graziani te había mandado llamar y pensé que quería echarte la bronca. Encontré una copia de la nota en la pila de papeles para fotocopiar que me dejó preparada _dijo encogiéndose de hombros__. Son los riesgos de trabajar como ayudante de un idiota.

Le tiró del brazo para animarlo a seguir andando, pero esperó a continuar la conversación hasta después de invitarlo a un enorme café con leche. Cuando Pedro acabó de acomodarse en un sofá de terciopelo, y Matías se hubo convencido de que estaba cómodo y calentito, se volvió hacia él con expresión comprensiva.
__Sé que fue un accidente. Estabas tan nervioso después del primer seminario… Debí acompañarte hasta la puerta. Sinceramente, nunca lo había visto actuar como ese día. A veces puede  darse de superioridad o ser un poco susceptible, pero nunca se había comportado de esa manera con tanta agresividad con un alumno. Fue incómodo para todos los que estábamos allí.
Pedro bebió su sorbo de café con leche y lo dejó hablar.
__Cuando encontré la nota entre los papeles, supe que iba a arrancarte la cabeza. Pregunté a qué hora tenías la entrevista con él y concerté una cita antes. Le confesé que lo había escrito yo y traté de hacerle creer que había escrito también tu parte, pero eso ya no se lo creyó.
__ ¿Hiciste todo eso por mí?
Matías sonrió y flexionó los brazos en broma.
__Trataba de ser tu escudo humano. Pensé que si se desahogaba conmigo, ya no le quedarían ganas de hacerlo o de gritarte a ti. __Lo miró fijamente__. Pero no funcionó, ¿verdad?

Pedro lo miró con agradecimiento.
__Nadie había hecho algo así por mí. Te debo una.
__No tiene importancia. Ojalá hubiera descargado su mal humor conmigo. ¿Qué te dijo?
Pedro fingió estar muy interesado en la taza y no haber oído su pregunta.
__Vaya… ¿Tan mal fue? __preguntó Matías, frotándose la barbilla__. Bueno, al menos parece que ahora ya se le ha olvidado. Durante el último seminario ha estado educado.

A Pedro se le escapó la risa.
__Sí, aunque no me ha dejado abrir la boca, ni siquiera cuando levantaba la mano. Estaba demasiado ocupado dejando que Sonia respondiera a todas las preguntas.
Matías lo miró con curiosidad.
__No te preocupes por ella. Tiene problemas con Graziani por un asunto relacionado con su proyecto. No le gusta  cómo lo está enfocando. Él mismo me lo dijo.
__Eso es horrible. ¿Lo sabe Sonia?
Matías se encogió de hombros.
__Debería saberlo, pero ¿quién sabe? Está tan obcecada en seducirlo, que su trabajo se está resintiendo. Es una vergüenza.

Pedro tomó nota de esa información y la guardó en su memoria para usarla cuando la necesitara. Se echó hacia atrás en el sillón, se relajó y disfrutó del resto de la tarde con Matías, que estuvo encantador, amable y consiguió que se alegrara de haber ido a la UBA.
A las cinco de la tarde, el estómago empezó a hacerle ruido de hambre y se lo agarró, Matías se echó a reír, Pedro era un encanto.
__ ¿Te gusta la comida tailandesa?
__Sí, había un sitio en mi ciudad al que iba muy a menudo con… __se interrumpió antes de decir su nombre en voz alta.

El tailandés era el sitio donde iba siempre con él. Se preguntó si seguiría yendo allí con… el otro. Si se sentarían a su antigua mesa, riéndose de él.

Matías carraspeó por devolverlo a la realidad.
__Lo siento. __Pedro agachó la cabeza y empezó a rebuscar en la mochila, sin un propósito en particular.

__Hay un tailandés genial en esta calle. Está a varias manzanas de aquí, así que habrá que caminar un poco, pero la comida es francamente buena. Si no tienes otros planes, deja que te invite a cenar.

Solo se le notaba que estaba nervioso por el modo de mover el pie. Al mirarlo a los ojos, cálidos, Pedro pensó que la amabilidad era mucho más importante en la vida que la pasión y aceptó su invitación sin pensarlo más.
Matías sonrió encantado y, levantándose se colgó la mochila de Pedro al hombro sin esfuerzo.
_Esta carga es demasiado pesada para ti_ dijo, mirándolo a los ojos__. Deja que yo la lleve un rato.

Pedro sonrió entendiendo y lo siguió fuera.
__
Guillermo volvía a casa andando, era un paseo, pero cuando hacía mal tiempo o cuando iba a salir después de clase prefería llevar el coche.
Mientras caminaba, pensaba en la conferencia que iba a dar en la universidad sobre la lujuria en la obra de Dante. La lujuria era un pecado sobre el que reflexionaba a menudo y con mucho placer. De hecho, pensar en ese apetito y en las mil maneras de satisfacción era muy tentador. Tuvo que cerrarse la gabardina para que la levemente espectacular visión de su bragueta no atrajera miradas indeseadas.
En ese momento lo vio. Se detuvo para mirar la belleza de cabello alborotado que caminaba por la otra acera.
“Calamity Pedro.”

Pero no estaba solo. Matías caminaba a su lado, llevando su mochila, su abominación. Charlaban y reían y se los veía muy cómodos. Y, lo que era peor, iban peligrosamente juntos.

“¿Así que le llevas los libros? Muy tonto y adolescente de tu parte, Matías.”
“Te maldigo sí, cada vez que me miraste. Que tus ojos  escudriñaron con tu mirada  el interior de mi ser  buscando mis secretos. Que con tu mirada llegaste a lo profundo de mi ser.
Maldigo cada beso que tu boca tocó mis labios. Besos que me hicieron trastornarme cada vez que me tocaron. Fueron tus besos malditos de pasión y deseo  que lograron penetrar hasta llegar a mi alma. Maldita sean tus caricias que me hicieron perder la razón. Logrando perder mi voluntad, caricias que quemaron, y lograron enloquecer a mi corazón. Corazón que perdió su voluntad; porque se entregó a vos. Te maldigo, porque ya no tengo control de mí, me controlas con tu mirada, haciendo tu voluntad. Son tus besos mi descontrol, con que te llevas mi alma. Pero tus caricias  queman mi piel y te adueñaste de mi corazón. Te maldigo porque fue tu cuerpo; tu cuerpo desnudo, que me llevó a la perdición total, de todos mis sentidos. Fue esa noche en que me adentré en tu ser. Fue esa noche en que me perdí en vos haciéndote el Amor.
Maldigo la mañana, en que desperté a tu lado. Los dos desnudos  tras una noche de pasión desmedida. Te maldigo, porque desde ese instante, desde ese día, fuiste mío, y yo volví  a ser tuyo  cuando volví  a hacerte  el Amor. Te maldigo, porque ya estoy entre tus brazos. Te maldigo porque ahora eres mío y no puedo dejarte ir. Lograste tu cometido, lograste engañarme con tus encantos. Por eso te maldigo, ya que me enamoré de vos y ahora te amo. ¿Lo fuiste, Pedro? ¿Lo soñé o…?”

Se fijó en que las manos de la pareja se rozaban al caminar y que su contacto los hacía sonreír, mientras que él gruñó al verlos.
“¿Qué demonios ha sido eso?”, se preguntó.

Se detuvo un momento para calmarse y reflexionar. Apoyándose en el escaparate de una tienda, trató de poner en orden sus ideas. Era un ser racional. Llevaba ropa que cubría su desnudez, conducía un coche y comía con servilleta, cuchillo y tenedor, tenía un empleo bien remunerado que requería habilidad y agudeza intelectual. Controlaba sus instintos sexuales mediante varios sistemas… civilizados y nunca se acostaría con un hombre en contra de la voluntad de este.
Sin embargo al ver al señor Beggio en compañía del imbécil de Matías Olazábal, se había dado cuenta de que también era un animal. Un ser primitivo. Salvaje. Su instinto le había gritado que se acercara a ellos, lo arrancara de los brazos de Matías y se lo llevara a rastras. Quería besarlo hasta dejarlo sin sentido, desplazar los labios hasta su cuello y reclamarlo como su única pareja.

El corazón llama en cada latido que golpea en el pecho con el eco de su nombre. Despertar con su nombre entre los labios es semejante a sentir y vivir de sus besos... y eso alborota el corazón. Amanecer con deseos de su piel. Inquietud húmeda en las manos por territorios prohibidos. Inquietud desenfrenada en la lengua por bailar en su pecho. Inquietud extrema en el corazón por suspirar profundo atado a su pelvis. Cuando el corazón llama en la clave de una mirada, habla en el rictus leve de los labios, llama en esa esencia pura que envuelve como una invisible primavera, en el lenguaje silencioso que conecta un corazón con otro en una sola  marea profunda y clara, sentir el llamado como una bandada de golondrinas que anidan en el balcón de su sonrisa. Cuando el corazón llama en el telégrafo de una mirada que nos atrapa
nos hechiza, nos embruja, no liberta y nos apresa, nos trasmuta en leones y corderos.
Hay estrellas que de pronto parecen lejanas. Pero cuando el corazón llama con voz en el viento, con llama que consume pensamientos y huesos, solo una persona llena el vacío que vives. Dime que no es cierto que el corazón es una paloma en tu pecho que sale volando.

¡Qué diantres!
Se asustó ante el rumbo que estaban tomando sus pensamientos. Aparte de ser un idiota, se estaba convirtiendo en un neandertal. Ya solo faltaba apoyarse en los nudillos para caminar y empezar a jadear. ¿Qué mosca le había picado? No tenía ningún derecho a sentirse dueño de Pedro Beggio, lo acababa de conocer, y por cierto, él lo odiaba… con razones. Ah, y además… era alumno suyo.

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS. CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.
LIBRO DE ANCLAJE. EL INFIERNO DE GABRIEL.  SYLVAIN REYNARD.

13 comentarios:

  1. Es muy bello Eve...Todavía estoy un poco confundida con el pasado de Pedro y Guillermo, pero me imagino que va a ser una hermosa historia de amor...Ah, y porfi, sacalo a Matías del medio...

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    1. No es tan malo ;atías acá, no te preocupes loquita, es divina, ya verás la seducción, Guillermo tiene un PASADO GROSO, NO ENTIENDES PORQUE SE VE DE APOCO, TRANQUILA, MI AMOR ETERNO.

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