domingo, 17 de marzo de 2019

SIGNIFICAR. CAPÍTULO TRECE.


SIGNIFICAR.
CAPÍTULO TRECE.

“No fuiste antes ni después, fuiste a tiempo.
A tiempo para que me enamore de ti”. Jaime Sabines.
 “En todo encuentro erótico hay un personaje invisible
y siempre activo: la imaginación”. Octavio Paz.
Mira el cielo, las nubes impecablemente blancas sobre el azul intenso. Terminaba el invierno y los vientos empezaban a soplar, florecían los árboles amarillos que bordeaban la carretera. Por días no he mirado el paisaje, se recrimina, pensando tanto en la vida uno se pierde de vivirla.
Se mira en el espejo. Ese día no ha puesto ningún esmero en su apariencia. No importa. Algún día con alguien especial, uno empieza a valer… por simplemente ser quien es. Y ese día llegó… con Pedro.

_ ¿Te gusta esta música? _ interroga Pedro rodeando el cuerpo amado para iniciar el baile.

__Me encanta, precioso _ responde arrobado en la contemplación del rostro, Guillermo__ ¿Te dije que no bailo y que me he negado a hacerlo por medio siglo?

Ríen a la par.
__Tarde para avisar porque te tengo atrapado en mis brazos y tienes que seguir mis pasos _  defiende  Pedro  asaltando la piel del cuello con los labios y sintiendo el estremecimiento.

__Con regalos así puedo cambiar de opinión, todo me es fácil con vos, Pedro, no solo bailar por primera vez y disfrutar de tu sensualidad. ¿De veras te gustó la gente del estudio?
__Obvio, son  copados, Gaby es un amor, quiero ser su amigo, y más sabiéndola tu preferida _ ronronea Pedro paseando la lengua por la mandíbula y resiguiendo el contorno del lóbulo de la oreja.

__  A Juan le aburren, Pedrito, me estás volviendo loco, ¿lo sabes?
__Es la idea, Guille _ responde  arrebatado de deseo__. Supongo que a ti debe de aburrirte su vida de hospital.

__No tiene que ver con la profesión de cada uno, sino con que ya no tenemos nada que decirnos creo. ¿Te conté que hasta mi hijo se parece a vos?
__No es verdad, he visto fotos, ¿qué dices? Es tu retrato.
__No me refiero a lo físico, sino a que allí anda haciendo casas para gente humilde y pensando en causas humanitarias. Antes de conocerte yo no lo entendía, ahora empiezo a admirarlo.
__Es para que lo valores si está en esas cosas, igualmente, aunque me fascinaría tenerte siempre a mi lado, entiendo que llevas treinta años con Juan, que yo poco puedo darte, que no podrías salir del lujo de tu mansión para vivir entre tablas _ dice Pedro buscando la mirada.

__No es simple plantear desarmar lo que tengo con Juan, pero siendo sincero, he sido más feliz entre tablas o en ese motel donde hicimos el amor por primera vez que en un cinco estrellas con él, y no miento.
__Me alegra saberlo, porque es mi propósito que seas feliz, lo mereces. ¿Y él?
__ ¿Qué?
__ ¿Juan no tiene hijos propios? ¿Nunca te pidió  tenerlos?
__No. Y con Fabián apenas se soportan, no se quieren mucho que digamos. No quiso hijos Juan, y yo terminé pensando que está casado y que sus hijos son derivados de la medicina _responde  Guillermo paseando sus labios por los contornos de los hoyuelos, y descendiendo las manos por senderos de la espalda.

__ ¿Y tú? ¿Te gustaría tener más hijos? __interroga  Pedro atrayéndolo más hacia su cuerpo.

__Con él no. Con vos puede que sí. ¿Los deseas?
__Biológicos si tengo que pagar el precio de  estar con una mujer no, pero contigo de otra manera, sí me gustaría, siempre que tengamos alguna vez un proyecto de vida juntos.
__Pedro, ¿qué me hiciste chiquilín lindo?
__A lo mejor amarte. ¿Valorarte y respetarte? En verdad lo que quiero es hacer el amor, ya, te deseo como jamás a nadie, Guille.
__Y el mío es violar tus labios, son mi locura.
Nada más quiero,  solo aprovechar el descuido del que sos víctima, y en un abrazo sorpresa engancharte a mi cuerpo, y sin temor al castigo: arrancarte de la boca el más jugoso beso. Uno que me llene, uno que me provoque una explosiva sensación de euforia  uno en el que olvides que existimos en este plano terrenal, uno en el que nuestras lenguas se enfrenten en una batalla a muerte por hurgar más a fondo en la cueva contraria. Este es mi deseo, mi meta y mi anhelo por ahora, deleitarme con el sabor que esos rojos labios me puedan brindar, con el delicioso néctar que de ellos pueda extraer mientras te retuerces de placer.

Paso a paso voy recorriendo tu cuerpo,  nos vamos desvistiendo sin prisas muy lentamente, con mis manos, con mis dedos  acaricio  cada punto de tu piel, erizándolo, temblando por mi desnudez, tú te excitas  tanto que pierdes el control, la razón. Quiero morder tus labios, tu boca salada y fuerte, bocas sedientas de pasión y deseo. Quiero empezar en tus brazos fuertes como un roble, en donde radica la fuerza de un hombre. Seguir por tu pecho, acariciarlo, besarlo suavemente, ir recorriendo poco a poco con suaves y cálidos besos llegando a tu boca, donde se destila miel, buscando el éxtasis que provoca la desnudez de nuestros sexos, de nuestros cuerpos sedientos por pasión y lujuria, deseo incontrolable bajo estas sábanas.
Te deseo desnudo, siento que tocas todo, mi presente,  mi pasado,  mi futuro, el calor que como fragancia emana de mi cuerpo ardiente, somos dos cuerpos deseosos por devorarse mutuamente. Llegamos a la locura, llegamos a enloquecer por este deseo infernal por apaciguar la sed sexual. Gimiendo, mordiendo y quizás hasta llorar de placer, sin temores sin ataduras solo amándonos, solo entregarnos a esta locura, a esta pasión, sin miedo a nada solo viviendo el placer, perdiendo la noción del tiempo. Seres amándose a la perfección de sus cuerpos, entrelazando sus almas, sus pasiones, entregando su corazón simplemente.
Cuando el sol, abandona su cenit, y la tarde comienza su lenta agonía hacia el crepúsculo, reclinándose el paisaje del horizonte, me inclino, sobre ese sofá de dos cuerpos en el tuyo y el mío, inclino la verticalidad del horizonte de mis ojos y brevemente, duermo o sueño, perdiéndome en un océano de percepciones oníricas o reales.
Siento, porque así lo presiento que una oscura manta, como el manto del universo me tapa
dividiendo en cuadrículas  ese cosmos oscuro de noches oscuras, desde mis pies  encogidos fetales, hasta el abrigo de mi cuello. Experimento una  mirada angelical, silenciosa,
temiendo imperceptible despertarme. Percibo  una respiración congénita, desde su nacimiento, como el respirar de un violín en la resonancia de mis oídos.
Unos dedos aterciopelados abriendo surcos en mis escasos cabellos, un beso roto en mi frente más emocionado que silencioso, unos dedos de nubes blancas dibujando al tacto mi rostro, besos, con el color del cielo sobre los almacenes de mis mejillas, sobre los silos de mis miradas ahora cerradas. Advierto, percatándome,  la llama de un dedo corazón cincelando cada rasgo de mi dormido rostro, sueño, o siento la calma hasta el alma de un palpitar, una sonrisa serena, tierna de una paz que llena todas las consciencias, y miles de preguntas sin respuestas en los pensamientos de Dios. Se me acercan casi tocando mi boca, unos labios, incontenidos, insostenibles, más callados que el propio silencio, dándome besos  que ni Dios ni arcángeles  ofrecieran nuca, dejando una huella indeleble,  imperecedera, casi eterna hasta la muerte. Unas lágrimas de niño derramándose  en mi interior, y unas manos  más humanas que su propia humanidad  sostienen mi cara diciéndole a mis oídos ¿amor, que hago contigo? y me despierto, con esa paz en mi interior, besándote.
Mis  pezones son tu regalo,  es mi alma al aire, los bultos que fraguaron mis pecados abiertos
en la intención de tus miradas, en la lascivia machista que me perdona y me castiga.
Mis pecados desnudos al tacto de tus manos, al roce de tu lengua en la saliva que me moja. Son las flores,  el néctar que amamanta la vida, que alimenta el ser de mi alma, es la carne de mis huesos de mis adentros, de la matriz de mis entrañas aunque sea hombre y no tenga leche ni útero. Mis  botones son mora donde está tu falta y mi culpa, tu tentación, tu pecado y el mío. Es un cielo abierto un infierno por dentro, un jardín de encajes en la obscenidad
de tus miradas, de la promiscuidad que hace los instantes, el amor que me das y
el alma que me quitas. Es mi silencio la mudez de mi entrega, el grito de mi pérdida,
la razón de mi ser, las lágrimas de mi desnudez humedeciendo mis aureolas, netos, limpios,
mis virtudes pudorosas, obscenas  para los ojos  en las miradas que me indican, las protuberancias de mi pecho en la libertad de mi vergüenza. El placer de mis soledades, el deleite gozoso, la dicha en la fricción de mis dedos, regocijo de mis manos yacimiento de mi ser, antesala de mis labios montículo de mis orgasmos, cuando me ansías,  cuando me quieres, cuando me amo en mis soledades.
__Somos amantes, amigos en la vida y en la cama. Sin derecho a nada, somos lo que el destino juntó, deseo carnal, impulso de la tentación.
Tentación prohibida pero que llena el vacío que llevamos por dentro,  momentáneamente somos, y a la vez no somos nada, somos libres hasta que nuestros cuerpos nos reclamen y volvamos a unirnos.
Hasta volver a la comodidad de nuestros silencios, sonrisas furtivas mientras degustamos café con coñac  en nuestra fugaz intimidad sin darle chanza a cupido a flechar donde si te enamoras saldrás con el corazón deshecho. Es una extraña debilidad de dos cuerpos que necesitan unirse para calmar la ansiedad, dos almas que se hacen el amor depredándose las ansias. Son seres con celos casuales. Amigos con derecho. Con deseos de tenerse siempre, y si no se puede, esperar pacientes a que se les baje lo caliente. ¿Amigos con derecho, amor por convicción? Amor por confusión, ¿amigos para no tener una equivocación?
¡Amor, mentira una gran falsedad! ¿Es que ahora el mundo es así?
¿Es que ya no existe el amor verdadero? Se brindan cariño, consejos, se confiesan, sus sueños sus tribulaciones y todas sus penas, y más de una vez probaron las mieles del amor, miradas de fuego, que se cruzan y se funden por dentro, de deseo, lujuria, pasión que se entrelazan en torbellinos de fuego puro, de un juego erótico donde no existe el tiempo,  solo se espera cuál va  a ser el final  sin arrepentirse. Deseando que esta locura jamás termine, es como si la teoría del amor se reformulara.
Anoche amor  entre tus brazos me despojé  del deseo  más ardiente  que quemaba  tu cintura  suave…  cabalgar  en la yemas  de tus dedos,  lenguas de fuegos  como dragón  en llamaradas,   ardió el lecho negro pudor  de la noche,   enlazaste  en tu manto  a estos amantes de años  de frías soledades  aun juntos pero distantes,  pero anoche   amor,   anoche ardió el cielo  para los dos.
__Estoy enamorado de usted, tal vez no me crea y tampoco me pregunte cómo porque ni yo mismo lo sé,  tal vez fue cuando vi sus ojos  por primera vez y me quedé sin palabras,  quizás haya sido por tantas veces de pensar en besar sus labios o todas esas historias que han surgido a causa  de su piel infinita y hermosa o de todos los verbos que tengo guardados para escribirlos sobre su espalda justamente con mis labios o es que tal vez su alma y la mía ya han conversado  y se lo han dicho todo porque yo le aseguro que me enamoré de su esencia aun sin contar con su presencia y desde entonces mi corazón ha estado pronunciando  su nombre en cada latido.
La tarde oscurece, pareciéndose a una noche cerrada, duerme el silencio y despierta la tormenta,  los minutos pasan, cubiertos  de segundos, y la lluvia comienza a mojarlo todo,
pero a ellos, no les importa mojarse, los cuerpos están pegados y parece que el cielo
envidia los besos y las caricias que los amantes se propinan, truenos y relámpagos  iluminan la oscuridad del cielo, como queriendo espiar o ver los besos y escuchar los labios mojados
de los amantes y mientras el cielo continúa llorando, los labios bailan, como si esa fuera la última  melodía del verano, sigue lloviendo y lloviendo intensamente, gotas tras gotas, gotas por caricias, gotas por besos, besos y arrumacos que detienen el tiempo,  pero no la lluvia y lentamente los cuerpos  comienzan a temblar, pero no tiemblan por estar empapados, tiemblan de amor y pasión.
--La noche descubre tu voz perdida en el tiempo  en el que te fuiste,  en el que me dijiste…  vuelvo con tu mirada,  aquella que siempre me llenó de esperanza y alegría y hoy se vuelve en un impaciente deseo de idealizarte, sublime y dulce amor he conseguido de ti, cavilan en mi mente aquellos besos infinitos, mi cuerpo se abriga en tu cariño y esboza a lo lejos un te amo sincero, no amor, nunca te diré adiós porque el amor no muere, si no que vive en nuestro recuerdo y nos vuelve más infinitos y solemnes ante un adiós. Aunque tu voz ya no me endulce la mañana yo te pensaré con el deseo sublime  de besarte y abrazarte en un momento grato de ser feliz, aunque tus labios ya no pronuncien mi nombre y tu motivo no sea yo, yo seguiré esperándote, con el amor que te juro, con la pasión que siento y con mi corazón que es tuyo. Aunque el despecho ronde en la vereda de nuestro amor, yo aquí te esperaré, cuando tus labios se nieguen a decir mi nombre y sea un suspiro de amor yo aquí estaré, cuando tus manos quieran acariciar mi cuerpo y desees abrazarme con pasión,  yo aquí estaré para ti.
 Para la gloria de amarnos. Ese día mágico te acercaste a mí con dulzura, tu boca se unió a la mía explorando mundos mientras el alma se nos iba y las manos temblorosas,  signo de emoción contenida recorrían las rutas del deseo. No sé en qué momento tu piel y mi piel eran todo lo que teníamos. Nuestros labios debían reconocer cada milímetro,  probar el sabor que nos reconoce, para saber que éramos nosotros, tú y yo, los de siempre. Ahí estaba tu piel tan mía, ahí estaba mi piel tuya y nos sumergimos en el impulso de poseernos. Tu mano exploró mi cuerpo mientras nuestras lenguas hablaban sin sonido. Eras mío hasta las profundidades de ti, era tuyo desde el alma al cuerpo. Te aferraste a mis manos  en las ansias innegables de perpetuar esto, tu cuerpo unido al mío, en la gloria de amarnos. Un ritmo endemoniado golpea las puertas del cielo,  mientras tu cuerpo se desliza por el mío y yo resbalo por el tuyo, aferrados, desesperados... no sé cuál soy yo, ni cual eres tú.  Hemos traspasado las barreras de la piel para entregarnos, todo tú te sientes tan yo y todo yo me siento tan tú.
Hemos cubierto todos los espacios  no hay nada de mí que no sea tuyo  y no hay nada de ti que no sea mío. No necesitamos alcohol para embriagarnos  nuestros alientos son suficiente para hacernos perder la razón. Tampoco necesitamos drogas porque desde el primer momento  nos convertimos en adictos sin recuperación a nuestros cuerpos. No necesitamos la primavera para florecer ni el verano para sudar. Bastó tu cuerpo y el mío para hacer una danza de emociones y estaciones.  No necesitamos  fechas especiales para ver artificios...
Por horas nos mantuvimos rítmicamente, alocadamente, reclamando la gloria, esa que veo en tu rostro que ahora descansa tendido a mi lado. Luego de escribir esto, solo debo pedirte perdón por hacer versos del glorioso momento de entregarnos... pero es que tu cuerpo y el mío escriben poemas que superan mi creatividad cuando se tocan.

--Esta noche el reloj marca la hora perfecta para amarnos, para entregar nuestros  cuerpos perfectos, nos miramos  queriéndonos devorar, abrimos la botella  de vino, dos copas, tú y yo, brindamos  por todo esto que sentimos, por desearnos, porque nuestras pieles tengan contacto, salud por este encuentro tan fugaz, me miras, me tomas, me bebes como una bebida sabrosa que no te deja respirar. Besas despacio mi cuello, mi espalda, me quitas la ropa, me desnudas completamente. Me tomas, me vuelves a beber ahora es toda mi piel, todo mi cuerpo, me embriagas con tus besos, los sabores son exquisitos,  me susurras al oído y yo me excito.
Me erizas la piel, me acaricias completamente con tus manos, con tus labios, con tu boca, con toda tu esencia que provocas al tomarme entre tus brazos y yo solo derretirme ante tu cuerpo, te deleitas, me bebes despacio sin prisas, me devoras como si fuera tu platillo favorito, y yo solo me quedo prendido de tu cuerpo, dejando que me bebas como tú quieras.
Vierto una copa de vino en tu pecho y con mi lengua te saboreo lentamente, ahora me toca a mí beberte, el sabor de tu piel me seduce y me excita, me prendes y me erotiza, beberte sin prisa es mi pasión y deseo, eres mi dueño y yo tu esclavo, eres el manjar perfecto para desnudar nuestros cuerpos y pervertir nuestras mentes. Este juego tan lujurioso, tan pretencioso, gemidos y gritos al compartir y entrelazar nuestros sexos, volcán en erupción eres tú, y yo un amante  perverso que te quiere dar mis ganas, mi cuerpo de dios.
Llévame al infierno, que yo te llevaré a mi paraíso, porque somos pecado, somos esos amantes que se devoran y se ven eternamente, hasta saciar esta sed de pasión y deseo, somos una locura, somos  amantes que se entregan sin miedo, sin tabú, y que solo perdemos la cordura sin explicación. Con sus besos de amor, con sus caricias, hasta alcanzar el clímax y lo sublime de una maravillosa noche que nunca se olvida, hasta que vuelva la calma y terminan ese acto tan bello que es entregarse al total acto de hacer el amor sin ninguna pretensión  más que amarse en su totalidad.
__ ¿Que por qué te amo? Tengo mil razones, Guille. Razones, tantas razones.
Despertares, emociones, sensaciones que alimenta en cada parte de mi cuerpo esa respiración agitada cuando veo erguirse  a sus montículos, cuando frondosos se ofrecen y alimentan mis deseos. No son solo sentimientos los que me atraen,  son más que momentos de placer, son esas cálidas huellas que deja su respiración cuando su aliento me quema, cuando me muerde, me araña y hace surgir las tormentas en esa desesperación que alborota mis entrañas.
No deseo  más que su piel, sus besos y sus caricias,  todo el universo es ajeno, solo él
no es prohibido. Tenemos libertad para amarnos. Posee en su cuerpo la libido que me motiva,
y yo tengo entre mis labios la pasión que lo regresa a la vida. Razones, y más razones todo se vuelve una excusa para invadir su cordura, manejamos los dos extremos cómplices de las mismas locuras. Puedo recitarle un poema con besos en su cintura, motivado por la melodía que se escapa de sus labios. Y hace lucir mi armadura. Intensos a la hora de amar con los te amo en la mirada, con un roce en nuestras manos con la luz encendida o apagada, con una rosa de detalle o mordidas en la espalda. Razones, cuántas razones él me da para amarlo a veces de forma sutil, dulce, tierna y delicada. Pero otras veces tan intenso que doblega mi firmeza, y  a veces eleva mi ego cuando ante mis insistentes  caricias  se desmaya entre mis brazos. Cuando me interno en su alma, cuando su alegre sonrisa y  su tez bella y delicada
se descansa en mi pecho escuchando a mi corazón  que jamás cesa de amarlo. Razones  tantas razones. Latidos tenues o explosiones que emergen de todo él, sus ojos son meteoritos, sus labios una lluvia de estrellas, su piel se vuelve mi cielo y su  botón el manjar  que me alimenta, tantas razones me inspira todo su ser. Su corazón  y sus palabras, su rigidez y su piel, sus constantes desvaríos que al sentirlos solo míos como sus latidos y gemidos…  amarlo se vuelve un placer.

Un sonido despierta a la realidad, un eco, un golpe, un llamado,  y es Pedro quien se desenreda y  busca el origen.

__ ¿Puede ser Camila? __interroga Guillermo.
__No. Ella está de licencia, ahora que está Matías escapó unos días, iré a ver, tranquilo.

El gato maúlla, en la zona de trabajo hay signos de actividad, gruesos trozos de madera virgen y cuartones están apilados en el suelo y las virutas bajo la mesa de trabajo dan testimonio de que Pedro no ha estado desocupado. Guillermo lo sigue, se acerca curioso, le atrae todo lo que hace. Sobre la mesa ve el metro amarillo, el carbatón y el gramil, no puede dejar de recordar los momentos en que le llevaba la comida y sonríe, admira los instrumentos que Pedro le mostró diciéndole que eran su manera de darle rectitud a la madera. La pieza que tiene en la prensa, sin embargo, está siendo trabajada con un cepillo curvado. Guillermo se pregunta si será el inicio del respaldar de una silla. Aspira mientras pasa la mano por la superficie todavía áspera. El olor a madera es fragante e intenso, le gusta, es parte del de él. Primitivo. Cierra los ojos para sumirse en el encanto esencial de estar allí, un sitio tan masculino. Huele a hombre, a sudor, a trabajo, a pegamento, estar allí es como tocar el arte antiguo, el esfuerzo de domar la naturaleza primigenia. En el principio sabe que era el árbol, musita. Evoca cuando hicieron el amor sobre la mesa de trabajo, esa mesa tosca, fuerte, que Pedro le dijo era la base de cualquier taller de carpintería. Él mismo se había cortado el pino en un pinar de la provincia y lo había secado y curado con veneno para comején antes de aserrarlo para construir aquella mesa. Halla un papel, se tienta, es la letra de Pedro, lee.

“Te extrañará  lo que verás. No te dejes llevar por lo que vez. Puede ser que no sea verdadero. No te extrañes por lo que observa. Ya que puede ser falso. Deja de ver mi exterior, y mira lo que adentro guardo. Porque mi exterior solo oculta aquello que realmente es importante y verdadero. Observa, mira adentro de mí. Es donde realmente estoy yo. Es el que te admira tal y como eres tú. Es el que te quiere de verdad.
Mi exterior es tosco, fuerte y huraño. Es mi defensa contra la falsedad. Pero quien llega, con verdad y con cariño, descubrirá otra realidad. Puedes tú con tus ojos adentrarte, puedes con una caricia  descubrir. Solo te pido, que si lo haces, ten presente que ese que descubrirás, soy yo. No será fácil descubrir mi yo verdadero. Pero una vez  hagas el esfuerzo de descubrirlo; lo que descubrirás, te sorprenderá. Porque habrás logrado llegar  a mi corazón.
 Me confieso ante todos,  que he pecado muchísimas veces, he pecado en mis pensamientos con sus deliciosos, libertinos y ocultos placeres, mas sigo pecando cada día  y cada noche, cuando pienso solo en ti,  cuando quiero tenerte conmigo, cuando quiero abrazar los deseos escapados de tu piel, cuando anhelo besar tu boca  y así poder conocer a qué
saben tus besos, cuando deseo sumergirme  en los mares de la pasión,  mas no he cometido simples pecados, sino que he cometido los peores pecados del mundo, ya que he consumado libremente  los siete pecados capitales: he pecado de lujuria,  cada vez que te pienso  y anhelos tus labios,  tu sensual piel, tu húmedo cuerpo  y tu ardiente pasión,  he pecado de avaricia,  porque solo quiero que tú seas para mí eternamente, he pecado de ira,
 cuando pienso en ti y sé que no puedo tenerte,  también he pecado de envidia,  cuando pienso que quizás otros  puedan tenerte y no yo,  he pecado de gula,  porque sé que solo tú  podrías saciar mi hambre  y mi sed de ti,  he pecado de pereza,  cuando no quiero despertar
de mis sueños,  porque en ellos es el único lugar donde tú eres solo mío, y por último he pecado de soberbia,  porque salvo tu amor,  no necesito más nada en este  mundo  para ser feliz, y aunque sé que el amor no es pecado, aceptaré el castigo que me he  ganado por amarte tanto.”

__ ¿Te gusta? Lo escribí para ti _ dice Pedro, lo asusta, no lo ha sentido regresar, y allí está pegado  a su molde otra vez.

Bocas sedientas, labios que claman besos apasionados. Caricias que al roce de los cuerpos
encienden la llama. Manos que buscan desesperadamente llegar a lo más íntimo, al lugar que esconde los placeres, donde brotan las pasiones desenfrenadas, gritos, gemidos, suspiros que se acompañan de fluidos como ardiente lava, que corre desde lo más profundo del interior, hasta salir y encontrarse ambas, para llegar al éxtasis.

_Imágenes maravillosas circulan por mi mente, recuerdos de cuando nos regalamos sonrisas quedan atrás, teníamos ilusiones desenfrenadas, volamos como adolescentes desafiábamos al destino y al presente, éramos libres en el tiempo que duraba un suspiro en cada noche de luna blanca.
Hoy me verás vida mía con el alma al desnudo entre verbos y letras, llenas de deseos y ansiedades, ellas buscan el sosiego para mi alma enamorada, en ellas, te entregaré mil lunas enamoradas en la media luz que acerca la noche, tú, te irás instalando en mis sueños, acomodándote en el diván de mis ojos, a la espera de ser besado como cada noche.
Te encontré como se encuentra al amanecer, sin planearlo sin querer, te necesitaba sin saber, sin entender, ya estaba tan inmerso en el mar de lo normal, fuiste un salvavidas que me puso a flotar, llegué a la playa de tu sonrisa y quise naufragar para la eternidad, me salvaste, me diste razón de ser, me diste la vida en vida, y me regalaste la felicidad, la verdadera felicidad, en tu mirada me vi por primera vez como soy en realidad, con tu tacto entendí lo que una caricia puede ser, no sé si eres un milagro, o mi redención, pero quiero que sea eterno cada segundo escuchando tu voz, eres el ser que ni imaginé, eres la melodía que necesitaba mi canción, eres mi sol, mi cielo y mi perdición. No quiero vida mía que te alejes, ni que pintes soles oscuros
en mi cielo, unamos nuestro horizonte soñado,  el tuyo y el mío  en el camino de mis sueños, como sabes amor, dejé mis puertas y ventanas abiertas, seguirán abiertas para ver pasar tus pensamientos y anhelos, yo los recogeré en mis manos cuando lleguen a posarse, en el crepúsculo de la noche que adormece mil lunas para mí.
Quiero ser pasajero de tus viajes y vivir el tiempo que nos quede por vivir, y quizá podamos hacer que el reloj se pare cuando menos lo esperemos, somos estrellas fugaces como el aroma de las flores que hoy abren y mañana se mueren por no ser regadas con un suspiro suave de amor en el rocío de la noche.
Ámame vida mía y verás las alas de mi alma que te abrazan, sentirás cómo en mi piel nace ese deseo de ser amado  ante este sentimiento, que muere cada noche ante las ausencias que llenas están de ti.
Llegaste como el aire en el preciso momento, visita que alegra enormemente a mi alma en la madrugada, ahí, donde los sueños y deseos moran en la soledad de mis sábanas frías, ahí apareces tú vida mía, para frenar un nuevo amanecer donde remueves todas mis aguas revueltas, donde inquietas están mis emociones por morirse en la cárcel de tus ojos, para posarse en el crepúsculo de la noche que adormece mil lunas para mí.
Desnudos mis verbos a la luz de una luna enamorada, los desgrano mientras beso tus labios con sabor a amor y un vértigo de fuego recorre mi cuerpo, y al entrar a ciegas en el sueño del deseo,  todo mi pecho acelerado por los pulsos desbordados, se instala en tus ojos que mueren por vivir en ellos.
Bailará desnuda mi alma al desgranar palabras y mientras por mi cuerpo caen creando líneas de dulzura los verbos escritos para ti, que como brisa de aire enamorado te llegarán en esta noche blanca.
Quiero ser tu abrazo, tu momento, quiero ser ese suspiro apretándote el alma, quiero amarte así, libremente, sin tiempos, sin límites, sin ataduras, amarte quiero vida mía, quiero amarte con la razón o con el pecado, solo amarte quiero mientras desgranando voy mis verbos.
Invasor de tus pensamientos, invadiendo tu mente me hago presente en tu silencio… usurpador de tus sueños, en tu inconsciente por las noches hábito persistente.
 En el día con descaro me adueño de tus momentos haciendo que pierdas la concentración y sin pensarlo tu boca pronuncie mi nombre.
Soy culpable, me dice tu boca, te dicen tus sentidos… de esa humedad que en tu solitaria noche comienza a nacer en tu intimidad llevando mi presencia por debajo de tu piel, sin poseerte me llevas a dominar tus momentos de placer, me vuelves provocador ausente de tus gemidos, autor secreto de tus orgasmos.
Culpable yo, hoy me confieso... Pero culpable tú, te acuso, por invadir mis pensamientos, hacerte dueño de mis insistentes letras que llenan de deseos, de amor este espacio invisible, distante que separa hoy nuestro cuerpo... Alimentas así las ansias de amarte con esta locura que provoca sean inagotables por ti mis verbos.
Júzgame aquí y ahora, que ante ti sin defensa me entrego, serás mi condena y mi verdugo... Hazme pagar dentro de ti  mi sentencia de amor, por esas noches que solitario has vestido mi nombre con tu humedad, en tu mente me volviste real para que, aun distante, más de una vez, la pasión hiciera estallar en ti.
__Refugio mi alma de las mentiras  que mutilan mis deseos de amarte, engaños que navegan como sombras, siendo verdugos de mis pensamientos a cada instante, me aventuro con mis miedos en las cauces de tus mares, sintiendo sus olas de placer, llegando al destino soñado,
donde no habitan mis pesares. Cuánto tiempo ha pasado. Vuelvo a encontrarme contigo, historias que regresan en el tiempo, abrazando las brisas llenas de pasiones que bailan en el viento, ocultándonos en el secreto de cada grito en las voces que delatan,  el pecado de amarnos locamente, tallamos memorias en el corazón de aquel algarrobo, donde nos conocimos, bajo sus hojas secas que rozaban nuestros rostros,  cómplices de besos y testigo de aquel hermoso idilio que aún respira en los recuerdos.
Para aprender a volar no se necesitan alas, solo es necesario la intención y, claro, valor.
De la inteligencia necesaria para lograrlo hablaremos en otra ocasión, sin embargo, podemos intentar desglosar el proceso para designar el papel que juegan las partes involucradas y son dos: el cuerpo, que la mayoría de las veces queda estático y el alma, que siempre se recrea.
Que el alma vuele no es novedad, lo lleva haciendo desde que el hombre tiene conciencia y lo hace, por lo general, a baja altura o en tramos irrisorios, ahora bien, hay unas pocas almas con la virtud de traspasar los límites del universo y son difíciles de apreciar y es aquí donde radica la importancia.
Como todos sabemos las almas pertenecen a cuerpos terrestres y en su casi totalidad el apego a la tierra las marca de por vida quedando más que evidente en los cortos lances de sus improvisados recorridos, pero aquellas pocas de altos vuelos a que nos referimos surgen por cuentagotas a intervalos de décadas, siglos o milenios y llevan la virtud de acarrear consigo el arrastre pasional de generaciones. Estas almas son, de tan especiales, casi necias, pues se atribuyen potestades que ni en sueños se atreverían las restantes almas, estas almas se apoyan en su capacidad y conciencia (o inconciencia) de vivir solo una vez arriesgándolo todo, de aquí se desprende que estas almas carezcan casi en su totalidad de inteligencia, se podría decir que funcionan más que por intuición, por convicción ancestral o arcaica.
A veces, en muy contadas ocasiones, surge de las comunes un alma indisciplinada (esto es tan extraño que no existe bibliografía fidedigna al respecto), cuya intención es convertirse en una de aquellas especiales solo atraída por la carga pasional que aprecia y por una simple consigna de libertad: “las alas son mías y el cielo de nadie”. Esta pobre alma, terrenal donde las haya, se llena tanto de tensión por aprender a volar más alto de sus posibilidades que solo consigue estrellarse una y otra vez en la tierra a cada intento, pero alma al fin está decidida y sigue su plan sin importarle las consecuencias, entonces, una vez fijado su objetivo se emplea a fondo dando siempre como resultado dos desenlaces: el primero que casi nunca sucede donde el alma logra sus fines y el segundo más común donde persiste ciegamente convirtiendo su actuación en un papelazo de intentos consecutivos hasta la eternidad.
Los entornos donde pululan estas almas suelen estar plagados de amor, al menos tienen ese aliciente, y a pesar de su calvario, estas son las almas imprescindibles.
Antes de terminar he de recordar, que aquí no pinta nada la inteligencia, de ella hablaremos en otra ocasión.
Hablando con una amiga me decía, e intuyo con razón, que de acuerdo a su experiencia hay que dar tiempo a que el dolor pase y que según las circunstancias a veces perdonar es difícil pero que una vez que perdonas un alivio reparador te invade. Yo no soy poseedor de tal virtud, la de perdonar, pero de lo anterior se deduce que ella es portadora de un gran corazón.
Ya quisiera yo disfrutar de esa virtud, creo que es necesario ser muy sabio para hacerlo o quizá muy humano, porque si me pongo a analizarlo solo desde un punto de vista sentimental salen claramente ganando los perdonados. En el proceso de la perdonar entra en juego un comportamiento que los perdonadores no sopesan en el momento de perdonar por su claro analfabetismo al respecto y es la manera retorcida en que los futuros perdonados realizan las acciones a perdonar, estos perdonados potenciales disfrutan en el momento de cometer el error por el que serán perdonados de total alevosía, estos entes se relamen, la sangre les circula a raudales, sus esencias brillan de placer y eyaculan su sino de vida con el semblante pletórico en el instante de consolidar el hecho. Luego, en el juicio de la perdonación, piel de cordero de por medio, apelan a la grandiosidad del corazón del perdonador que como todos sabemos no ha vivido ni un segundo la saciedad de placeres que disfrutó el perdonado en el momento de su traición y es que todo este embrollo va de eso, de traición.
Antes de pensar en un posible perdón primero tiene que haber una traición y estamos en presencia de una conducta contradictoria, porque está en juego la confianza que con anterioridad habían depositado entre sí los seres (por no hablar de afecto o atracción o amor), de aquí se deduce como corolario que estos valores no eran reales, al menos desde una parte de la relación, de tal modo que al perdonar se estaría validando de forma hipócrita lo que nunca existió.
De acuerdo al punto de vista de mi amiga… “unos” vienen a este mundo a aprovecharse de los “demás” y esos “demás” a aguantar el comportamiento de aquellos “unos”, total, los “demás” les perdonarán…, pero de acuerdo a mi punto de vista… la vida es una sola e idéntica de oportunidades y posibilidades para todos hasta la muerte, entonces, no es ser egoísta ponerle las pilas a los “unos” para que sepan dónde están los límites y tampoco se equivoquen con los “demás”.
No quiero que nadie sospeche que mi solución ante el perdón es el paredón de fusilamiento, para nada, los extremos quedan para los extremistas, solo pienso que la traición te arranca parte de la esencia que nunca se podrá reparar. Mi solución ante la traición sería un comportamiento neutro, nada de despecho, ni ira, ni animadversión, mucho menos rencor, simplemente no es necesaria la presencia de esa persona en la vida del ofendido, basta con dejarla en libertad a su libre albedrío, pero lejos de su influencia.
Las personas negativas o tóxicas cuyo comportamiento es pasto de la mentira y la traición tienen la peculiaridad de nunca cambiar la química con que funcionan sus cerebros y aquí sí es necesaria  la experiencia para detectarlas a la primera de cambio. Yo no perdono, Pedro, y entenderé que Juan no me perdone lo que siento y hago con vos.
Hacerte el amor no es cualquier cosa,  no es desahogar tus ganas, ni las mías,  tampoco es rendirte cuentas, ni pleitesías,  ni darte placer mientras te beso la boca.  Hacerte el amor no es cualquier cosa,  es tocarte el alma y que me sanes la vida, es que ilumines mi vida, con tu mirada,  y atar corazones con la más bella sonrisa.
Hacerte el amor es algo más que intimar,  es que toques mi alma con tus caricias,  es sentir tus latidos hacerme cosquillas,  no hay mejor forma de poderlo explicar.  Hacerte el amor es resucitar en tu piel,  saltar al vacío para ser rescatado,  desatarme los nudos para estar liberado,  y sentir la dulzura de tus besos de miel. Hacerte el amor no es cualquier cosa,  es descubrir todas tus joyas y tus tesoros,  es cuidar de una sirena, de sus secretos,  y soñar despierto con una historia hermosa. ¡La más hermosa!

__Guille, gracias a Dios que viniste _ dice Pedro al lograr saciar su deseo de él, pero su tono no es solo de alegría porque se le ha acercado, al salir de la ducha le ha dado un rápido beso para no volver a tentarse, se viste rápido y del brazo lo lleva caminando hacia la puerta mientras le explica que su vecina, doña Bea, está muy mal y quiere que le acompañe a verla.

__ ¿Qué es? ¿Qué le pasa? __pregunta Guillermo, obedeciéndole, contagiado por la urgencia del paso de Pedro, la tensión que transmite, el modo imperativo, angustiado, con que lo conduce hacia la acera.

__No sé. Está ardiendo de temperatura y temblando toda. Tú estudiaste medicina. Puedes decirnos qué se hace.
__Precioso, te dije que apenas estudié tres años. Ya no me acuerdo nada __protesta Guillermo.

Han llegado a la puerta entreabierta de la casa contigua, con puerta roída, la pintura verde tierno deslavada.

__La pobre está sola con la nieta que cuida cuando la hija va al trabajo.
Pedro empuja la puerta y Guillermo resiste el asombro, el filo con que sus pupilas registran el interior de la casa es pobrísimo y le encoge el corazón en el pecho. La niña pulcra, sin embargo _tendrá unos seis años_ con el pelo peinado en colitas, vestida de amarillo con sandalias de hule, está sentada en una silla plástica al lado del camastro donde yace la abuela en la única habitación de la casa. Guillermo admira a Fabián de súbito, se avergüenza de no conocer antes ese mundo, avanza despacio tras Pedro. Se asoma a la cama. Huele a eucalipto, a ropa vieja, a moho, a humedad. Doña Beatriz tiene un pañuelo rojo amarrado como cintillo a la cabeza. Se queja y castañetea fuerte los dientes. Se retuerce en la cama. Doblada sobre el estómago. Guillermo ve la mata de pelo negro. No hay ventanas y la penumbra apenas le permite dilucidar la silueta rolliza, tapada con una sábana celeste. La enferma abre los ojos, mira a Pedro.

__La colcha, hijo. ¿Me trajiste la colcha? Tengo un frío espantoso.
__! La colcha! _ exclama Pedro y sale corriendo.

Guillermo se acerca a la cama. No sabe qué decir y dice solo buenas tardes. Doña Bea le pone una mano en la suya, Guillermo la lleva a la frente. Calcula que tiene fiebre de  más de cuarenta grados centígrados.
__ ¿Es doctor usted? No sabía _ dice doña Bea, entre dientes. Apenas puede hablar por el temblor que la sacude.

__Estudié medicina, un poquito, hace años _dice Guillermo. La niña lo mira y sonríe.

__ ¿Cómo te llamas? __dice Guillermo.

__ Cecilia _ responde ella__. Mucho gusto _en su media lengua infantil.

__Dale lugar al doctor, m”ija, dale lugar.
La niña se desliza de la silla. Guillermo se sienta al lado de la enferma que lo ha llamado doctor por médico. Guillermo se pregunta si habrá una luz en el cuarto y cuándo llegará Pedro. Decide encarnar al doctor que allí necesitan, que no es, tan solo para tranquilizar a doña Bea y enterarse de lo esencial.

_Pedrito es amoroso, doctor, siempre ayudando, a todos acá, en el barrio se lo quiere mucho __ dice ella temblando.

Guillermo le hace preguntas mientras le pasa la mano por el brazo tapado apenas por la sábana, un gesto instintivo, paternal. La enferma cuenta que desde temprano se sintió mal, con escalofríos y el cuerpo quebrado, hasta había vomitado una vez. No quiso decirle a su hija nada cuando le dejó a la nena porque no quería que se retrasara y llegara tarde al trabajo, allí el que no trabaja no come, recalca. Doña Bea jadea, tiene la voz entrecortada. Ya como a mediodía no pudo más con el dolor de cuerpo y de cabeza y entonces sintió el frío ese que la tenía hecha un trapo.
Pedro regresa con las mantas. Le echa encima una frazada y una colcha. Es tan dulce, piensa Guillermo, es lógico que en esta casa y sitio lo adoren, y recordó el día del choque.

__Lo primero es bajarle la temperatura _ dice Guillermo__. Le suma dolores y enmascara el cuadro, necesito un recipiente con agua fría y una toalla para ponerle compresas en la frente.

__Lo que sea, Guille, salgo a buscarlos __dice Pedro, y regresa en minutos con un cuenco de plástico de borde irregular y una toalla demasiado grande que en su tiempo tendría colores vivos__. Fue lo que encontré __dice__. Si quieres voy a casa a buscar algo chico y traigo hielo.

__No __responde Guillermo__. Me arreglo con esto, pero tendrías que ir a la farmacia a comprar antipiréticos. Ibuprofeno, o mejor paracetamol. Que no sea aspirina ni antiinflamatorio, solo antipirético, y compra un termómetro. Este temblor me preocupa. Podría ser dengue o malaria, pero urge que le bajemos la fiebre. Que te dé el termómetro. Yo pasaré a pagarle más tarde si se lo pidieras a Camila o a Matías. ¿No vive ningún médico cerca?
__No, Guille, solo está la salita y atestada de gente.
__Bueno, le bajaremos la temperatura, así será difícil que se mueva, ve.
Guillermo moja la toalla. La exprime. La pone en la frente de la enferma una y otra vez. Hace calor en la habitación. Hay una soga cruzada en una esquina de donde cuelgan algunos vestidos. En el suelo hay zapatos y desechos apilados de ropa.

__ ¿A qué se dedica, don Guillermo? __ Guillermo recuerda el trato que le daba Pedro al conocerlo.

__Soy doctor, pero abogado ¿y usted, doña Bea?
__Vendo ropa usada. Viene en sacas de Estados Unidos. Los domingos voy al mercado y lo llevo a los vendedores ambulantes en El Once, o  me quedo yo misma a venderla. ¿Qué será esta calentura? Casi nunca me enfermo, ¿sabe?
__Vamos a averiguar. No se ponga nerviosa.
Pedro regresa con las pastillas y el termómetro, la nena lo sigue a todos lados, le demuestra devoción. Se lo colocan en la boca. La temperatura es muy alta, cuarenta y tres grados.
__Quizás es viral, pero también podría ser malaria _susurra Guillermo a Pedro.

El paludismo (también conocido como malaria) es una enfermedad que puede ser mortal y se transmite por la picadura de mosquitos infectados. El parásito causante de la enfermedad se reproduce en el hígado de la persona que lo contrae y después infecta los glóbulos rojos. Esta enfermedad es prevenible y curable mediante un tratamiento con medicación. Principalmente: fiebre, los dolores de cabeza intensos y los vómitos. Si no se trata esta enfermedad con la medicación correcta (artemisina) puede poner en peligro la vida en poco tiempo porque altera los órganos vitales. Por eso es importante que ante la presencia de síntomas en personas que habitan o han estado en zonas de riesgo se consulte rápidamente a un centro de salud.
El dengue es una enfermedad vírica que se transmite a través de un mosquito. Este virus es muy común en las áreas cálidas y húmedas del mundo. El virus del dengue se propaga por mosquitos hembra, principalmente de la especie Aedes aegypti y en menor medida A. albopictus. Además, estos mosquitos también transmiten la fiebre chikungunya, la fiebre amarilla y la infección por el virus de Zika. Los síntomas del dengue se inician después de un período de incubación que puede variar de cinco a ocho días tras la picadura y las personas suelen presentar: Fiebre alta. Náuseas y vómitos. Erupción en la piel. Sangre en las encías y en la nariz. Debilidad general. Dolor muscular y articular. Tos. Dolor de garganta. Los expertos afirman que no hay tratamiento específico para el dengue. No obstante, es esencial la asistencia por parte de los médicos y enfermeras que tienen experiencia con los efectos y la evolución de la enfermedad, para salvar vidas y reducir las tasas de mortalidad.

Pedro toma un taburete y se sienta. Guillermo mira su reloj. No queda más que esperar el efecto de los antipiréticos. Corre poco aire.
__ ¿Por qué no abres alguna ventana? _le dice a Pedro. Cada detalle de la habitación es dilapidado. La pintura de las paredes descascarada, las esquinas con el polvo acumulado. Pobre gente, piensa con culpa en la sala de estar de su hogar más grande que toda esa  casa, más limpia sin dudas. Recuerda de pronto las palabras de Fabián que tanto  conoce del tema.

__Tendrían que empezar por sacar todo y lavar los pisos, las paredes. La higiene esencial protegería de las enfermedades __le susurra a Pedro.

__Cuando mejore, lo haré, yo puedo hacerlo.
Guillermo se levanta, le acaricia el pelo, se miran con adoración, pregunta si hay patio, y la niña le muestra un pequeño cuadrado detrás de la casa con unas cuantas macetas, maceteros, el lavadero, unos cuantos alambres para colgar ropa, un balde con agua, criadero de zancudos, sin duda, piensa Guillermo. Pasa un buen rato antes de que ceda la temperatura, pero al fin doña Bea va lentamente apaciguándose y empieza a sudar, a quitarse las colchas, las cobijas, Guillermo recuerda que la ha visto alguna vez en el taller.

__ ¿Cómo se va sintiendo doña Bea?
__Acalorada. Mareada, pero menos mal que pasó la tembladera y el frío.
__Le estaba subiendo la temperatura _ dice Guillermo__. Ahora está bajando, me gustaría llevarla al Centro de Salud a que le saquen sangre y ver si tiene malaria o dengue. Descanse un poco. Quizá solo sea gripe. Vamos a darle agua. Cuando se sienta mejorcita, la llevaremos en mi auto.

__Tal vez es dengue _ dice la señora__, siempre se desata por aquí, pero a mí nunca me había dado, pasa que no puedo mantener las condiciones de la casa.

__Le llegó la hora _ bromea Pedro.

__Menos mal tesoro que apareciste con el doctorcito _ sonríe la señora__. No sabía yo que era doctor, pero lo recuerdo del día del accidente y sé que te ha cuidado muy bien _ sonríe mirándolos, una chispa traviesa en los ojos.

__Me cuidó a mí y ahora a usted, ¿se fija? Es de oro. Buena gente de verdad. Ya se lo he dicho varias veces.
__! Pedro! __ advierte Guillermo, Pedro le guiña.

__No soy médico, doña Bea. Gracias por la confianza, pero solo estudié medicina unos años antes de abogacía, hace ya tiempo.
__Para nosotros, en este lugar eso cuenta, ¿verdad Pedrito? __dice la señora, que, un poco repuesta, se sienta en la cama y se abanica con un periódico__. Si a nosotros los pobres con costo nos atiende una enfermera, a veces solo Camila. Lástima que no terminó la carrera. Tiene pinta de doctor.
__Siempre algo leo, mi esposo es médico _ dice Guillermo, sonriendo__. ¿Qué le parece si Pedro la ayuda a vamos al Centro de Salud?

Doña Bea se cubre los hombros con una toalla, hace que la nena le saque las chinelas de debajo de la cama, se pasa las manos por el pelo. Pedro la ayuda a ponerse de pie mientras Guillermo sale a buscar el coche.
El centro de salud es un galerón naranja con puertas y bordes amarillos, tras una reja verde con un guardia mal encarado que al ver a Guillermo se torna amistoso y los deja pasar sin hacer muchas preguntas. Hay mucha gente y a juzgar por el caos de personas yendo y viniendo, mala organización. A la gente la atienden a través de unas ventanas, funcionarios abúlicos y lentos. Hay un largo corredor frente al patio con una sola planta en el centro y un césped mustio por falta de agua y atención. Frente a las ventanillas hay bancos de madera, donde los pacientes esperan que los llamen. Guillermo imagina con aprensión cuánta angustia pasan quienes no cuentan con otra alternativa que asistir allí para tratarse sus dolencias: hay un abismo entre ese lugar y el consultorio que él visitó o el de Juan con aire acondicionado y revistas en la sala de espera. Lo encuentra al final del pasillo. Mientras camina con Pedro frente a los bancos, doña Bea y la niña, siente las miradas envolverlo de pies a cabeza.
 Él desentona como si llegara de otro planeta. Sabe que su porte y aspecto, sin embargo, serán una ventaja. Corta la fila y se planta frente al empleado del laboratorio. Decide seguir en su papel de doctor.

__Soy el doctor Guillermo Graziani _ dice__. Tengo una paciente que requiere un examen de dengue y malaria de inmediato. Es una paciente de la tercera edad, con fiebres convulsas, que no puede esperar _ dice con autoridad__. Lo siento, explica dirigiéndose a los de la fila. Es una emergencia.

En menos de diez minutos está con Pedro y la señora dentro del laboratorio. Es el reino de la improvisación. Aunque está más limpio, solo hay un mueble de madera con material médico, algodón, alcohol. Jeringas descartables, probetas, vasos de plástico, una silla y una muchacha displicente vestida de blanco, que toma la muestra haciendo alarde de parsimonia. Al fondo de la habitación, Guillermo observa el microscopio y otro muchacho joven que analiza una muestra. Él conoce lo suficiente para saber que ese tipo de pruebas no requieren mayor equipo. Cualquier microscopio de laboratorio puede detectar el plasmodio vivax, el tipo de parásito de la malaria. En la clase de enfermedades infecciosas, una de sus preferidas, se estudiaba la malaria que era entonces una enfermedad endémica en muchas zonas. La revolución había logrado controlarla con una campaña masiva de prevención, pero tras varios años de desatención del problema y en sitios tan pobres como el que vio en esa casa, otros focos activos se habían presentado y los casos volvían a ser noticia.

__Pedro, amorcito, perdona que no llame a Juan, pero lamento decir que solo entró a este barrio porque temía que hicieras juicio, él es así, no atendería a doña Bea.
__Está bien amor, lo estás haciendo perfecto, confiamos en ti, y si la cosa se pone fea, la llevaremos a la ciudad, ¿verdad?
__Claro.
Con la autoridad de que lo invistiera doña Bea llamándolo doctor, Guillermo se aproximó al chico que pone la muestra bajo el microscopio. Se asoma él, luego Guillermo, le reconoce de inmediato.
__Plasmodio. No hay duda. ¿Tendrán Aralen en el dispensario? __pregunta.

__Se nos terminó ayer.
__O sea que han tenido varios casos.
__Como diez en la última semana doctor.
__Diez es una epidemia. ¿Ya avisaron al Ministerio de Salud?
__Eso no nos toca a nosotros. Tiene que preguntarle al jefe.
__Y ¿dónde está?
__Anda en una reunión __ interviene el chico del microscopio__. Regresa mañana.
__ ¿Ustedes se dan cuenta de que esto es muy serio? _ pregunta incrédulo Guillermo__. Háganme el favor de asegurarse de informarle. Déjenle una nota en el escritorio, ¿no tienen dónde llamarlo? ¿Un reemplazo?

El chico niega con la cabeza.
__! Por Dios! Esto se puede propagar como fuego si no se hace algo lo más rápido posible.
La chica y el chico se miran y bajan la vista al piso.
__No les importa, doctor. No les importa _ dice el muchacho. Tal vez a usted alguien le haga caso. A nosotros nos oyen como oír llover.

 Guillermo deja a Pedro con doña Bea y se dirige a pie hasta la farmacia. Está exaltado, enojado, no puede creer que esa gente viva así, olvidada de todas sus necesidades. La escena en el centro de salud, el impacto de la casa miserable lo han dejado consternado, quiere hacer algo, con la ayuda de Pedro y quizá de Fabián podría, Juan podría pero sabe que no le interesa. ¿En qué mundo ha estado viviendo? Se reprocha. Guillermo que es abogado, cuyo esposo de años es médico, se pasa la vida ajeno a todo aquello. Pero es iluso, piensa, una golondrina no hace verano. Era lo peor de todo, la sensación de impotencia, la culpa sin ningún paliativo. Recuerda lo que contaba Beto de cuando vivió en la calle, lo que Fabián ha venido diciendo y siente vergüenza. Se nacía bien o mal. Absurda la vida, realmente. Quiere hacer algo. No sabe qué. Al cruzar la calle se siente atacado por un fogonazo. Es furia, es dolor, es amor por Pedro, es pena, es un montón de cosas que ahora no puede ignorar. Y Juan… Juan tan indolente, yendo y viniendo en primera clase a hoteles cinco estrellas a congresos de minucias para tratar a gente rica, ¿y? Apresura el paso. Ve por fin el mostrador iluminado, las cajitas ordenadas en los anaqueles. La farmacia queda a un nivel más alto de la acera. Hay que subir dos escalones para entrar. Camina hasta la esquina. Mira el reloj, ya es casi las cinco de la tarde. La luz dorada del crepúsculo debe de estar por plantarse en el río, una procesión de nubes púrpura y rosa desfila por el horizonte. Camina más despacio, piensa en doña Bea, en esa nena, la anciana espera que llegue con la medicina. Sentarse a su lado, tocarle la frente, mirarla sacudirse con los escalofríos de la fiebre bastó para que aflorara su postergada vocación de intervenir, de sanar, la memoria de la pasión que significó para él el estudio de la medicina emerge con nostalgia dejándole un sabor a desperdicio. ¡Qué extraño! Por años la fuerza del llamado hipocrático durmió en su interior. No despertó ni con las enfermedades de Fabián. ¿Sería la cercanía de Juan el freno que difería su impulso y le concedía solo a él la autoridad de ser “el médico”? Cuando doña Bea le llamó doctor algo dentro de él se deslizó para calzar en la muesca eternamente fuera de lugar dentro de sí mismo, ayudado por la mirada devota y tierna del hombre que aunque lo niegue sabe que lo ama, como él ama por primera vez. El rompecabezas de deseos e intenciones de su vida encontró el sitio para todas las piezas. La eficacia de su cerebro al registrar los síntomas, analizarlos, generar hipótesis, le produjo un placer trascendente, una suerte de iluminación, un puro gozo quizá mayor a ganar un juicio. ¡Qué error el suyo al interrumpir la carrera al casarse con Juan! Cuando se es joven no se piensa en el tiempo, en que los errores se pagan, en que los hijos crecerán, se irán y se abrirá el vacío. Repasa el centro de salud con la colección de rostros desnutridos, desamparados, abatidos. Esa lucha por la supervivencia cotidiana se lleva a cabo, cruel y desalmada, mientras él, su familia, su marido, se dan el lujo de mantenerse en la ignorancia e imaginar que el mundo es tan amable como el que ellos habitan. Solo Pedro, por él ha tenido entrada a este otro mundo, mucho más numeroso y real. La pobreza, piensa, ¿cuándo lograría el mundo terminar con ella? Las personas de su clase, él mismo y Juan optaban por la indiferencia. Se convencían que no eran ni responsables del problema ni parte de la solución. Ahora él no sabría decir el porqué de ese esquema mental, pero no era maldad o indolencia, era más bien la incapacidad de tolerar los fracasos, de no admitir que resultados parciales, pequeños, eran preferibles a ningún resultado. Como si a falta de una varita mágica que terminara con la miseria de un tajo no valiese la pena intentarlo. Se ponían esos parches que tanto le reprochaban a Fabián. Pero eran preferibles a la apatía, la peor de todas las actitudes a su juicio. Esa tarde Pedro y él habían hecho algo por doña Bea. Un parche, ciertamente, pero si como pensaban se cernía sobre el barrio el riego de una epidemia podría alertar a las autoridades para que tomaran cartas en el asunto. El parche podría convertirse en venda, en manta, en cobija, en protección, en esas casas tal vez que estaba montando Fabián en alguna parte. Eso de las grandes soluciones  era el producto de las promesas de las grandes revoluciones que, afín de cuentas, no tuvieron más que admitir que a lo más que habían llegado era a poner parches, por los cuales tantos pagaron alto precio.
Camina despacio, da vuelta a la última esquina. Del extremo en alto de la calle atina a ver una figura conocida salir de un coche junto a la acera de la farmacia. Duda un instante pero reconoce sin equivocaciones el vehículo de Juan. ¿Qué hará estacionado allí? La coincidencia le sorprende. Va a aligerar el paso diciéndose que él podrá ayudarle con la posología del Aralen, cuando se detiene de sopetón y se oculta en la saliente de una casa. Juan ha salido con un muchacho joven, guapo, Matías deduce, el compañero de Camila del que habla Pedro, abre galante la puerta de pasajero para que él  suba. Ambos sonríen con mutua complicidad. Luego él entra al coche,  toma el sitio al volante y arranca sin percatarse de que su marido lo ha visto, de que, con la expresión de incredulidad, Guillermo trata de contener el asombro de lo que acaba de presenciar.

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS. CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO.
ESCENAS EXPLÍCITAS.



24 comentarios:

  1. Zunilda Y quiero seguir perdiendome en tus brazos..... hermoso!!!

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  2. Isabel Bellas esperanzas de encontrar amor.. muy bello

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  3. Sol. Ahora sí termina con Juan, un beso, hermosa Eve.

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  4. Alicia. Genial, al fin, hermosa historia amiga, también diferente y el mismo amor.

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  5. NORMA. BELLA HISTORIA COMO TODAS Y MÁS EVE, TE QUIERO.

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  6. Qué contraste Eve entre la vida de esa gente humilde necesitada de todo y la vida de Guillermo y Juan...Cuánto dolor y cuánta impotencia...En cuanto a Guillermo creo que ahora sí ha llegado el momento de que tome una decisión con respecto a Juan...Por fin cada uno podrá vivir su vida libremente, aunque sospecho que no será fácil...

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    1. A PARTIR DE EL AMOR DE PEDRO Y ESE MUNDO QUE CONOCE AHORA ES QUE GUILLE VA A SIGNIFICAR, DAR SENTIDO A LA VIDA HUECA QUE LLEVABA CON JUAN, NO ME MANDES IDEAS RARAS LOQUI, BESOS MIL.

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  7. Veronica Lorena Piccinino por fin se va desentrañando la verdad... Lindo capitulo Eve Monica Marzetti

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