EQUIVOCADO
No llores amor, porque ya se terminó, sonríe
porque sucedió”.
Gabriel García Márquez.
Gabriel García Márquez.
“Duda
que sean fuego las estrellas, duda que el sol se mueva,
duda que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás,
de que te amo”. William Shakespeare.
duda que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás,
de que te amo”. William Shakespeare.
“Si
pierdes tus bienes, pierdes algo. Si pierdes tu honor,
pierdes mucho. Si pierdes tu amor, lo pierdes todo”. Goethe.
pierdes mucho. Si pierdes tu amor, lo pierdes todo”. Goethe.
CAPÍTULO
TREINTA Y CUATRO.
Quiero
esperar de ti como cada noche ese instante que me llenas los sentidos,
adormecidos por horas pero latentes esperando ese suspiro que me
despertará en un sueño contigo. Suspirar mientras respondo a
tu conversación que no será más que un pretexto para sentir que respiro tu aliento,
esperar ese instante que tu voz se calle para
que mis labios le hablen a los tuyos en ese idioma de besos que
entendemos solo tú y yo.
Y
así hablando callados, alimentar el deseo que nos hierve por dentro, con los ojos cerrados mirar este amor que nos
consume, callados y escondidos a la noche hacer real todo ensueño de pasión que
vivimos inconscientes en secreto.
Esta
noche piérdete entre mis delirios, deja que el deseo por amarte me guíe por tus
lugares secretos, calla en mi boca y en algún lugar de mi cuerpo tus palabras,
exprésate en suspiros y gemidos, hazme sentir cautivo, perdidos en tu fuego,
quiero arder en tu pasión y ahogarme en
la humedad que despierta mi amor en ti.
Me
vuelvo tu abrigo en este universo nuestro que es el nocturno lecho, tu piel
desnuda que incita a la mía, la lleva a revelarse contra la realidad, vas
sintiendo mi calor en la suavidad de tu espalda, tu respiración en compás con
la mía, se van acelerando al tiempo que entre tus piernas la humedad de tu
intimidad responde a mi excitación que entre tus glúteos sientes despertar.
Tibieza
de los cuerpos que se vuelve humedad de pasión, llevas mi mano a viajar por un camino de lentas caricias,
primero por tus cumbres, allí mientras
mis labios adornan de besos tu cuello, tus pezones con firmeza reciben el tacto
de mis dedos, tu aliento que exhala gemidos de deseos, parecen arrastrar las
manos en un lento paso por tu vientre, llevas mis caricias al destino final, de
aquella humedad entre tus piernas, en el extremo de tu mástil.
Prisionero
me sabes de tu delirio, tu meneo sensual provoca mi máxima excitación que entre
tus glúteos se mantiene cautiva, mientras mis dedos incitan a tu primer orgasmo
a decir presente entre espasmos y rigidez de tu cuerpo, un gemido que huye de
tu boca al tiempo que tu mano a mis mojados dedos le piden detener por un
momento aquel frenético movimiento en tu
sexo.
Ahogamos
por un momento la pasión entre nuestro aliento que consumen las bocas, mientras
entre tus glúteos mi mojada excitación es aun mayor por tu meneo, que me indica
la quieres sentir dentro de ti, una suave caricia, en su paso hacia tu ardiente
y mojada cavidad, túnel que cobija y engulle, mi humedad le deja un beso a ese pequeño punto que entre tus
glúteos se esconde, exclamas un súbito gemido de placer cuando mi dureza habita
dentro de ti.
Tu
cuerpo se contorsiona de espalda sobre mi pecho, un corto y suave ascenso y
descenso de tu cintura, me lleva a lo más profundo de ti, sientes que me posees
al provocarme tanto placer mi respiración se acelera, los latidos aumentan en
mi pecho… tus movimientos me consumen en tu fuego, los jugos de la pasión se
confunden en ese punto exacto de tu cuerpo, tu ritmo se incrementa, el frenesí
me lleva a estallar dentro de ti, se confunden en un solo ritmo los orgasmos
finales de esta real noche amor.
Después destapó otra botella de un espumoso
muy suave; él le comentó que no temiese mezclarlo con el anterior, pues ya
había comprobado, cómo, aquellos caldos tan diferenciados, se unían
perfectamente en mente, estómago y... entre paladares. Acto seguido, mientras
Pedro asimilaba el final de esa última frase, él le presentó sus labios y, tras
un apasionado beso, lo invitó a compartir un sueño... Entonces lo tomó entre
sus brazos y lo introdujo en un camarote que estaba alumbrado por unas velas
que desprendían un aroma embriagador. No obstante, dejó abierta la escotilla de
entrada situada en el techo para no saturarse en aquel aroma e igualmente,
premiar a los astros con el disfrute de una sesión donde la trama
entremezclaría amor y deseo a partes iguales... La cama, un sinfín de cojines de
todos los colores y tamaños, y una fina manta de la que dijo: "no te
preocupes, amor, yo te haré entrar en calor..."
Esa
velada, tan solo se podría definir como una noche de amor añejo, pues, en la
tenue claridad de una habitación vestida en noble madera, parecían conocer sus
cuerpos más adentro de su piel:
Él, sin que Pedro lo advirtiera, buscaba una pequeña cicatriz
que recordaba ver impresa en aquel chico del ayer; así estuvo un largo período
de tiempo, palpando cada milímetro de una porción de su cuerpo, hasta que,
borrada ya..., no cesó de dibujarla con la yema de sus dedos. Pedro, mientras
acariciaba las palmas de unas manos suaves y cálidas, le era imposible apartar
los ojos de una mirada, de la que siempre se sintió dueño y esclavo... Por
tanto, pensaba, que aunque fuese un hombre muy distinto a aquel muchacho del
inicio de su pubertad, sus ojos y sus manos seguían siendo las mismas, las
mismas que ocuparon por años mis sueños, se dijo.
Al
amanecer, tras despertar de sus sueños para embarcarse en otro, al verse compartiendo
sudor y saliva, Pedro le preguntó, desde cuándo estaba preparando su viejo
barco para aquel encuentro... "Desde mi juventud más temprana",
contestó él... Ya que, deseaba, que su
primera vez con su primer amor, fuese allí donde por primera y última vez se
enamoró. Quise crearlo en una de las
habitaciones pues era realidad solo en mi mente.
__ ¿Qué
sucede Pedro? ¿Te sientes bien?
__Bien
amor, pensaba en que le compraré una casa a Camila, mientras se entretiene en ese congreso me ocuparé _
dijo Pedro pensativo__. Los chicos tendrán que pasar tiempo con ella, Orestes
no está entendiendo que necesita custodia y medidas de seguridad, ¿podrías
ayudarme para montarlo todo en un sitio?
__Claro,
sí, tranquilo __ afirmó Guillermo__. Le diré a Miller que encargue todo al
ingeniero electrónico de la brigada, tendremos y tendrá esa casa, alarma
perimetral, guardias, perros, cámaras de infrarrojo, y alarmas- contramedidas electrónicas para que
no pueda nadie colocar escuchas. Creo que en el diario las necesitaremos
también si siguen llegando las llamadas del asesino.
Dos
encajados mundos con pálpito corazones, pronto serían un volcán de erupción
ante lo inevitable: la entrega a la pasión de dos cuerpos que en guerra
inevitablemente se atraían para acabar exhaustos uno al lado del otro
contemplándose como si se conocieran de mucho antes.
Dulces miradas incitaban caricias, mientras dos mentes jugaban a los ingenios de la conquista.
Vinieron la entrega de salivares compartidas entre caricias, y como tambores que anuncian guerra; se escuchó el palpitar de nuestros corazones. Me sentí tan dentro de ti, que se mezclaron quejidos similares a fieras heridas en despeñaderos donde el amor puede ser suicida. Las estrellas daban rienda suelta a la imaginación, mientras respiraciones fuertes y a veces entrecortadas, daban la sensación de leves y quejosos cuerpos moribundos.
La luna se asomó, pero casi de inmediato se ocultó tras una nube, no queriendo ser testigo de una privacidad donde los luceros y estrellas seguramente buscarían involucrarla en la guerra de dos cuerpos que se debatían en un duelo que no parecía terminar, y donde todos esperaban un final sin precedentes.
La escuálida luna volvió a asomarse, quizá curiosa, entonces solo encontró dos cuerpos desnudos que parecían inertes, entonces se volvió a ocultar para no ser testigo de lo que parecía una tragedia. Dos cuerpos yacían consumados en carne trémula que poco a poco iba entrando en relajación y misterio.
¡Vete lucero que estrella no te ama porque como astros, solo son invitados de honor a las funciones de humanos de la tierra!
Solo tienen derecho a contemplar nuestro mundo y engalanar nuestros cuerpos que agradecidos, señalan un par de astros que se asemejan a dos enamorados que solo se alcanzan a tocar en el paroxismo del amor.
__ ¿Dónde estás mi amada que hoy pareces astro escurridizo y yo un peregrino sin rumbo? _susurró el sol a la luna que se apartaba.
__ Quiero saber del dulce pecado al que se someten dos cuerpos que saben luchar cuerpo a cuerpo en una guerra sin cuartel ni limitaciones _respondió ella al alba.
Dulces miradas incitaban caricias, mientras dos mentes jugaban a los ingenios de la conquista.
Vinieron la entrega de salivares compartidas entre caricias, y como tambores que anuncian guerra; se escuchó el palpitar de nuestros corazones. Me sentí tan dentro de ti, que se mezclaron quejidos similares a fieras heridas en despeñaderos donde el amor puede ser suicida. Las estrellas daban rienda suelta a la imaginación, mientras respiraciones fuertes y a veces entrecortadas, daban la sensación de leves y quejosos cuerpos moribundos.
La luna se asomó, pero casi de inmediato se ocultó tras una nube, no queriendo ser testigo de una privacidad donde los luceros y estrellas seguramente buscarían involucrarla en la guerra de dos cuerpos que se debatían en un duelo que no parecía terminar, y donde todos esperaban un final sin precedentes.
La escuálida luna volvió a asomarse, quizá curiosa, entonces solo encontró dos cuerpos desnudos que parecían inertes, entonces se volvió a ocultar para no ser testigo de lo que parecía una tragedia. Dos cuerpos yacían consumados en carne trémula que poco a poco iba entrando en relajación y misterio.
¡Vete lucero que estrella no te ama porque como astros, solo son invitados de honor a las funciones de humanos de la tierra!
Solo tienen derecho a contemplar nuestro mundo y engalanar nuestros cuerpos que agradecidos, señalan un par de astros que se asemejan a dos enamorados que solo se alcanzan a tocar en el paroxismo del amor.
__ ¿Dónde estás mi amada que hoy pareces astro escurridizo y yo un peregrino sin rumbo? _susurró el sol a la luna que se apartaba.
__ Quiero saber del dulce pecado al que se someten dos cuerpos que saben luchar cuerpo a cuerpo en una guerra sin cuartel ni limitaciones _respondió ella al alba.
__
Pedro lo miraba dormir y no pudo desalojar sus
recuerdos de años de soñarlo más sin rostro sintiéndose culpable por creer que
se trataba de su padre. Era consciente del esfuerzo titánico en el que
Guillermo se había embarcado en ocasión de regalarle sus primeros orgasmos, lo
sabía solo suyo, el sentido de su vida,
aunque a veces se arrepintiera de confesarle que él para sí era la vida, no
podía evitar sentir esos celos endiablados cuando mencionaba a José Miller.
Al iniciar
aquella vertiginosa relación él ni siquiera soñaba con experimentar aquello que
sabía llamaban “orgasmo”, se conformaba con descubrir un viso de normalidad
acorde a su sentir aceptando el miembro de un hombre en su cuerpo. No obstante,
Guillermo se lo había dado, le había dado todo. Le resultaba imposible
conciliar el sueño con la erupción de sensaciones que lo dominaban. En especial
la dicha que experimentaba, tan pura y real, mantenía altas sus pulsaciones, y
una especie de inquietud sin causa que llevaba el nombre de Camila cuyo por qué
no lograba interpretar.
Se deshizo
del abrazo posesivo de Guillermo sonriendo y abandonó la cama. Se puso la
camisa de él e inspiró con los ojos cerrados cuando una oleada de A Men inundó
sus fosas nasales. Caminó en dirección a la puerta sin apenas apoyar los pies,
necesitaba acariciar a sus hijos, y allí estaban, sus dos amores que le robaban
el alma, que la compartían con Guillermo, tan inocentes, tan ingenuos, tan
ajenos a la realidad de sus padres. Todavía estaba oscuro, caminó hacia la
ventana y apoyó la frente en el vidrio, sollozó quedamente. “Gracias, Dios, por
haberlo cruzado en mi camino, presérvanos de la muerte a manos de esos
criminales para experimentar la felicidad de una larga vida junto a ellos y a
Guille”.
Volvió a la habitación, Guillermo seguía
durmiendo, boca abajo, calmo, en paz, y caminó hacia la puerta que conducía al
baño, de grandes dimensiones, con dos lavatorios sobre un mármol blanco, un
jacuzzi de unos dos metros de diámetro y una ducha con mampara de cristal.
Estaba contemplando cada detalle que no dejaban de embelesarlo, cuando encontró su imagen en el espejo de
techo a piso de una de las paredes del vestidor compartido, tantos trajes,
camisas, corbatas, zapatos de marca y qué poco podían usarlos con los días de
trabajo que los consumía, mas estudió su reflejo desde varios ángulos ensayando
gestos y miradas, buscando cambios de aquel esposo de Camila de Chile. La
camisa le cubría las rodillas y le iba grande. Se tapó la cara y rio al evocar
las cosas que Guillermo le había hecho en la noche de pasión y al revés, pero
era él diestro y apasionado, a nada temía, no sabía de ataduras, ni de normas,
era libre y lo hacía libre.
__! Pedro!
__La voz grave lo puso en guardia, Pedro
encontró a su amor incorporado en la cama, la espalda contra el respaldo, el
torso desnudo, el pelo desgreñado, y aun así le parecía el hombre más hermoso,
olvidaba de respirar, la mente quedaba en blanco cuando las miradas
coincidieron.
__ ¿Dónde
estabas? _le preguntó con aire impaciente, algo irritado.
__En el
baño.
Guillermo estiró los brazos hacia Pedro. Él subió a la
cama por el lado de los pies y gateó hacia él. Guillermo sonrió con embeleso al
fijar la mirada en el pecho, recordando el ansia con que había chupado esos
pezones, y su pene comenzó a revivir. Lo aferró del antebrazo y lo obligó a
acomodarse amoldado a él.
__ Buen día
_ dijo Pedro, y Guillermo absorbió su aliento fresco y dulce y las fragancias
que destilaba su piel.
__Buen día
amor mío. ¿Cómo te sientes?
__Plenamente
feliz pese a lo que espera fuera.
La sonrisa
de labios finos le quitó el aliento. Le pasó la mano por la mejilla oscurecida.
__Hoy no te
afeites _ dijo Pedro__ me encanta cómo te queda esa barbita.
__Y a mí me
encanta todo de vos, Pedro Beggio. __Metió la mano bajo la camisa y pellizcó
las nalgas. Nunca había visto una montaña tan apetecible, pequeña y al tiempo
llena, respingada.
_Eso me
recuerda que has visto otros y no me gusta.
__Soy tan
afortunado de haberte encontrado, de haber marcado ese número en aquel llamado.
Lo besó
largamente, saboreando su boca, jugueteando con la lengua de Pedro, y para
cuando rompieron el beso se perdieron en la mirada. La intimidad que compartían
unida a la amistad les permitía esos momentos de silencio sin que se tornaran
incómodos ni molestos, las miradas hablaban más que las palabras.
La mucama
golpeó y entró detrás con el desayuno en una mesita con rueditas, les sirvió y
se marchó. Estaban famélicos y comieron con fruición, lo necesitarían para el
largo día a enfrentar. Guillermo se regocijó con la imagen de Pedro devorando
medialunas y bebiendo un tazón de café con leche y Pedro viéndolo chupar la cuchara hasta lamer el
último vestigio de mermelada.
Guillermo
apartó la bandeja y lo obligó a recostarse, lo besó en el cuello mientras con
una mano se las ingeniaba para desabotonar la camisa.
__Quiero hacerte
el amor mientras nos bañamos juntos, antes de que suene el teléfono y tengamos
que salir corriendo.
__Vale __. Brotan lágrimas de mis mejillas, llenas de
felicidad convirtiéndose en tinta, presentando un sin fin de colores, no
te quedes sin pintarme cielo. Dibuja mi geometría, línea por línea, crea tu
mundo paradisíaco. Pintares de amor con resplandor, delinéame con colores que
jamás se borren. Imprégname con tonos matizados y mantenme
siempre a tu lado. Que tu pincel sea tu aliento embelesado, traza tus
delicias y delirios más anhelados. Cubre mi desnudez con los colores del arcoíris,
con el rojo pasión; enciéndeme amor, amarillo envuélveme con abundantes
caricias, verde lléname de vida, azul elévame cielo, índigo transpórtame a otra
dimensión y con el violeta sacia tus fantasías. Plasma tu mejor obra con
mi figura, desliza tus manos suavemente,
solo déjate llevar moldeándome con pinceladas de amor.
_Ha quedado
indeleble marcada como huella de cada noche en esta cama tu silueta cuando
firmamos en pieles el acuerdo, la promesa sin papeles de entrega virginal de
nuestras almas. No ha querido perderse con la brisa ni con el llanto de las
nubes ni ha querido esfumarse con miles de rayos, quizá, porque se sabe tu
verdad y obra de arte. Parece una escultura sin materia, tallada con ramajes
por los dioses con cuerpo de jadeos y sudores, con rostro misterioso de un
adonis. Quedaste cincelado para siempre por eróticos golpes inmortales
comprobando que el sexo no es vileza cuando es el amor quien lo busca. __ Guillermo
terminó de quitarle la camisa, y se quedó mirándolo al favor de la luz del día.
Con el índice, lo recorrió desde la depresión que se forma en la base del
cuello hasta el vello protector de sus secretos, apenas mancillado el sendero
por el tatuaje en forma de diamante. En verdad su mano parecía enorme y marfileña contra ese vientre plano níveo, moteado de pequeñas lentejitas
marrones. Separó los dedos y abarcó toda la superficie, de un grupo de
costillas al otro. Le lamió el ombligo poblado de sudor, y sintió las manos de
Pedro enredarse en su cabello, y percibió el temblor en sus entrañas, oyó su
inspiración entrecortada. Los pezones de ambos respondían al estímulo, se
endurecían y adoptaban un tinte rojo intenso.
__Vamos _ordenó.
Entraron al
baño. Guillermo lo obligó a detenerse frente al espejo y se ubicó detrás de
Pedro. Le tapó el pubis con la mano. El contacto lo impresionó y los excitó.
Pedro lo sintió crecer entre sus nalgas, había descubierto un nervio que iba de
su ano al pene, cuando Guillermo separaba bruscamente sus nalgas, sentía una
punzada en su glande. Profirió un sollozo cuando la otra mano de él masajeó sus
pezones.
__Touche_
moi _le rogó y Pedro lo tomó con delicadeza. Guillermo sufrió un espasmo y se
encorvó__ Mon Dieu, Pedro.
Lo aferró
por los hombros y lo dio vuelta para besarlo. Pedro que se sentía osado y
quería imitarlo, le masajeó las nalgas,
y él gimió en su boca.
__Basta o
acabaré antes de haber empezado.
Pedro se
quedó quieto frente al espejo, mientras seguía a Guillermo con la mirada. Él se
movía con soltura, y su pene erecto y rígido apenas se mecía. Abrió el grifo de
la ducha y enseguida el vapor inundó el habitáculo tras la mampara de cristal.
Del armario donde se guardaban sacó toallones. Solo quedaba un condón mas no
deseaba usarlos con Pedro, deseaba sentirlo en toda la longitud de su ser sin
intermediarios. Entraron en la ducha y se abrazaron bajo la lluvia caliente.
Pedro suspiró, en tanto sus músculos se aflojaban.
__ ¿Cómo
dormiste? _se interesó él.
__No dormí
en toda la noche. __ Guillermo se apartó para poder mirarlo__. No podía dormir,
estaba inquieto y al tiempo demasiado feliz para ello, recordando nuestra
historia de amor a hoy _ explicó__. Exultante. Tenía las pulsaciones desbocadas.
Quizá no tengas exacta dimensión de lo que cada entrega significa para mí,
Guille, siento que me devolviste mi vida, mi estado de hombre.
Pedro
comenzó con tímidas caricias, apenas apoyando la puta de los dedos, para trazar los músculos
de la espalda de Guillermo, y luego pasó a los pectorales, y a los brazos y
antebrazos, y a los abdominales. Guillermo lo observaba en silencio, atento a
los movimientos de sus manos, cada vez más intenso y desvergonzado, y al de su
rostro cargado de deseo. Por fin Pedro le sostuvo y acarició los testículos.
__Por Dios,
cielito __tembló él con la frente en el hombro de él.
__Quiero
tenerte dentro de mí, Guille, por favor.
Guillermo lo
empujó hasta que la espalda de Pedro tocó la pared caliente de la ducha, lo
volteó, lo rodeó con sus piernas mientras las manos de Pedro se aferraron a sus
nalgas, Guillermo le tomó por las caderas y lo movió hasta que su pene halló la
entrada. Lo penetró con lentitud, esperando que Pedro se adaptase a la
intrusión.
__ ¿Estás
bien? _Pedro como en trance apenas asintió__. Dime que te gusta, dime que te
encanta.
__Sí… me encanta.
Por favor… Guille.
Guillermo se retiró y volvió a entrar con más
ímpetu. Pedro gimió y se contorsionó. De nuevo salió y entró, mientras repetía la operación hasta obtener la certeza
de que él estaba listo para recibirlo en ese estado, en su totalidad, le
torturaba por delante los pezones notando el trepidar de la piel. Con un
embiste que lo elevó contra la pared, Guillermo se metió dentro de Pedro y lo
llenó. El alarido de Pedro lo detuvo en seco.
__ ¿Te
lastimé? __preguntó, con angustia.
__No. Es que
sentí una corriente eléctrica dentro de mí, me atravesó. No pares, Guille, por
favor, no pares.
Segundos
después. Los gritos de Pedro lo hechizaron. Lo absorbió con la mirada en tanto
Pedro se consumía en el alivio y caía, laxo, sostenido por la pared y su pecho.
Los movimientos de Guillermo se reanudaron, Pedro buscó sus labios, y el beso
fue arrebatador. Guillermo apartó la boca para liberar su gozo, y a Pedro le
dio la impresión que su bramido traspasaba los muros e inundaba la casa. Tan
potente como el placer que derramó dentro de él en el estallido, al fin él
terminó derrumbado en el piso del receptáculo. Pedro lo acarició, cada vez que
lo rozaba Guillermo sufría un espasmo residual.
Se bañaron
uno al otro. No les bastaba con amarse de ese modo delirante, necesitaban
seguir tocándose.
--Cosas del
destino que sin querer enlazó nuestras almas, posiblemente, que sin saberlo,
sin darnos cuenta ninguno de los dos latíamos al mismo paso con aquella
sensación de que ya nunca más estaríamos solos, ya nunca más estaríamos vacíos
de sensaciones, que nacía en nosotros algo genuino pero nada inocente, deseábamos
los dos lo mismo, los dos, sentíamos nuestros pulsos acelerándose de una forma
inusual, yo sentía cómo tus ojos se perdían en mi sonrisa amplia pero nerviosa,
te escuchaba hablar pero mis sensaciones arrastraban a mi pensamiento a esa
locura del movimiento de tus labios que se querían posar en los míos,
disimuladamente, cerré mis ojos para imaginarlo y juro vida mía que me encantó,
el roce de tu mano en la mía me hizo volver a la realidad, y el aroma del café
se quedó por siempre en mi memoria.
Seguramente estaba sucediendo eso que se dice, amor a primera vista, no lo sé, solo sé que ya no puedo dejar de amarte, el amor, inesperadamente y sin previo aviso traza caminos misteriosos enlazando sueños y deseos, dándote esa sensación de que ya no caminarás solo, que alguien te deseará en sus sueños, que cerrará también sus ojos para imaginarse perdido en ti, perpetuando ese momento.
Así vida mía es como nacen los sueños, así me perdí en tus ojos sin querer conocer el camino de regreso, ahí es donde te sueño y te amo, donde emprendí este viaje de amor sin billete de vuelta porque ahí contigo es donde quiero vivir mi sueño de amor. Algunos juzgan como pecado nuestra manera de amar, ellos no saben lo que es dejar tatuadas las noches en la piel, la mirada clavada en la otra mirada, revolver los sueños y crear nuevas fantasías, no saben que, el alma se alimenta de alegrías, de maravillosos instantes uno a uno, cada día, no saben que las caricias por la mañana son las que nos hacen los buenos días... Nos juzgan, y se van olvidando de amar, de besar como la primera vez se olvidan de sentir, de enamorarse y vivir...
Nos juzgan y, yo no sé quién ha pecado de más, nosotros por amar así o ellos por dejar de amar.
--Como cada
noche en la distancia de sus atardeceres, dormiré en usted entre las sábanas
de su memoria, la manta de su piel del mullido colchón de su cuerpo. Miraré su sol al alba
en la dirección de sus amaneceres. Y cuando ya despierto en otro amanecer de su recuerdo, que la luna le llene con la pálida luz de mis besos, le lleve el palpitar lento de mi corazón, y a solas, con usted le diga al oído, buenas noches mi amor. Este que le quiere, yo como segunda persona, después de usted en el plural de sus emociones.
de su memoria, la manta de su piel del mullido colchón de su cuerpo. Miraré su sol al alba
en la dirección de sus amaneceres. Y cuando ya despierto en otro amanecer de su recuerdo, que la luna le llene con la pálida luz de mis besos, le lleve el palpitar lento de mi corazón, y a solas, con usted le diga al oído, buenas noches mi amor. Este que le quiere, yo como segunda persona, después de usted en el plural de sus emociones.
-Saber que existes es una hermosa realidad, tu alma y
corazón abriste, me has dejado entrar; me he sumergido en el mar de tu
belleza y en el ímpetu de sus olas
disfruto surfear. El viento me deleita y me acaricia con el aroma de tu alma,
como una bella melodía endulza mis oídos y me invade paz y calma, eres como un
hermoso sueño del que me resisto a despertar y a pesar que nunca te he visto,
no te dejo de pensar. Te has convertido en mi sombra y en el primer pensamiento
al despertar, vives dentro de mí y mi corazón ya no lo puede ocultar, en cada paso que doy siempre estás presente,
porque te amo con aquel amor tierno, sincero e intenso de un adolescente. Por
las noches te deseo, cuando me invaden la
ansiedad y las ganas de amar, quisiera encender con mi fuego tu hoguera y
derretir la escarcha que dejaron fríos inviernos camuflados de lindas
primaveras. Quisiera abrazarte y besarte, hacerte sentir que eres solamente
mío, cambiar tu queja y quebranto por una bella y dulce melodía, enjugar tus
lágrimas, pero ya no de dolor, sino de
felicidad, regocijo y alegría. Naciste para mí, igual que yo para ti;
existíamos en nuestro subconsciente y pensamiento, pero al fin se llegó ese
mágico momento en que se cruzaron nuestros caminos y ahora somos muy felices
porque así lo quiso Dios en el ocaso de nuestro destino. Por un beso que sea
tuyo, suspiro yo entero, te regalo mi amor sincero. Porque tú vengas, me
derrito al completo, es un gran desespero, con ansiedad te espero. Por
sentirnos unidos, daría mi vida, mi alma de enamorado, mi corazón latiendo
apasionado. Ven pronto mi vida, si me guiñas un ojo, agitas mi corazón, tiemblo
de pasión.
Si me lanzas un beso, lo cazo al vuelo, con tanto
cariño, así lo guarda mi corazón. Alimentando este sentimiento que me hace
sentir tan feliz por dentro, cambiando
felicidad por sufrimiento. Dentro de mi ser, alojado en mi corazón, está el
sitio para que viva tu corazón.
Toma mi
corazón, aprecia el valor, tuyo es ahora,
mío no si se enamora. Juntamos los dos,
hagamos de este momento, una eterna realidad, dentro de una llama de pasión donde nos podamos fundir en uno solo los dos, sellemos nuestro amor, juntado nuestros labios. Sellemos con un beso, nuestro apasionado amor, gracias por llegar a mi vida, por estar a mi lado.
hagamos de este momento, una eterna realidad, dentro de una llama de pasión donde nos podamos fundir en uno solo los dos, sellemos nuestro amor, juntado nuestros labios. Sellemos con un beso, nuestro apasionado amor, gracias por llegar a mi vida, por estar a mi lado.
Sería un sueño, cumplir esta bonita realidad, vivir
una bella vida, una vida de dicha de felicidad. Un beso apasionado, un abrazo
prolongado, es el trato en el amor, que
hemos alcanzado. Por ti suspiro, por tus besos yo me desvivo, en serio te lo
digo. Daría lo que fuese,
por ser el dueño, como tú ya lo eres, dueño de mis suspiros. Los deseos más profundos, siempre se suelen presentar de la forma más profunda cuando una persona nos hace suspirar.
por ser el dueño, como tú ya lo eres, dueño de mis suspiros. Los deseos más profundos, siempre se suelen presentar de la forma más profunda cuando una persona nos hace suspirar.
-Una primera gota de lluvia se adelanta a mi caricia
por tu piel, logró infiltrarse por tu hombro descubierto y comienza hacer su
camino, tu mirada que invita a la mía a mirar el descenso de aquella gota… pero
impertinentes mis labios la ahogan en un beso, en pleno camino por tu pecho y
al sentir allí tu piel, agradezco a la lluvia el nacimiento de mi beso en la
muerte de aquella gota.
Contadas caricias de lluvia, voy bebiendo beso a beso
por tu hombro, mientras los brazos atrapan las cinturas, tibieza de amor se va
despertando, gotas que descienden y mis besos que ascienden por tu cuello,
encuentro en un suspiro tuyo, la excusa perfecta para alimentar en tu boca de
pasión, mis húmedos labios, me incendia por dentro tu aliento, tu saliva que mi
lengua atrapa despierta los deseos.
En el balcón queda la lluvia con su suave melodía, en
el cuarto, la húmeda ropa es la excusa perfecta para ir desnudando los cuerpos,
al compás del suave ritmo que toca la lluvia, tus prendas voy dejando caer por
el suelo, tu mojado cabello se recuesta sobre mí, al tus labios abrazar los
míos… entre esos embriagadores besos, libero
a tus pezones y el posarse en mi piel es una deliciosa y excitante
caricia.
El infierno de tu piel evaporó las huellas del paso de
la lluvia, comienza ahora sobre mí tu
calor a condensar el deseo en un vapor
de pasión que nos envuelve por completo, tu erótica danza que incendia mis
sentidos, mis suave suspiro ahora es un ardiente aliento de delirio que busca
en tu boca calmar la sed de tu licor, que tiene mi garganta.
Se arrastran mis labios por tu piel, como adorando
cada centímetro de ella, deshojando besos a cada paso, queriendo a cada trazo
recorrido, hacer estallar tus poros y en
esos puntos secretos tuyos, percibir aquel espasmo de tu piel que hará en tu
boca, nacer los gemidos de placer que me
lleven a sentir que ardo en tu delirio.
Sobreviviente a tu calor, de tu húmedo cabello huye
una gota de lluvia, la descubro presurosa correr por tu pecho, se detiene… como
abrazándose a esa cumbre perfecta, allí con memoria propia, van mis labios a
beber no solo una simple gota de lluvia… sino todo tu aroma, lo más minúsculo
de ti allí arrastra tu esencia… esta
noche me bebo de ti el amor, me consumo en el infierno de tu piel.
__Bajo el embrujo de tus labios, vida mía, y en
la tersa nostalgia de tus besos, pernoctaron los míos, diferentes, y
en tus brazos y caricias fui tu fuente. Bésame en el desierto de tu boca,
bésame en el pudor de tu misterio, ámame en las aguas de lo etéreo.
Porque, amor de mis labios solos, el beso es el embrujo de las
almas, crepúsculo y aurora de mis mieses, hoguera de mi piel y sus derroches.
Bésame, con tu beso enamorado, con tus labios acaecidos en el
flujo, e influjo, de la ansiedad de mi boca. Porque, un beso
es el misterio de los soles, ósculo de ríos sollozantes, destino de
amores y amantes. Bésame, amor mío, como se besan las aguas de los
mares, como se besan los mirtos y las aves, como me has besado
tú, en el altar del río.
Dos horas después de la confesión de Camila.
Camila tomó su maleta con ruedas y vaciló antes de
entrar en la habitación 1805, pues casi no veía nada. La escasa luz existente
procedía de la miríada de luces de la
capital que se extendían a sus pies dieciocho plantas más abajo. El hotel elegido ese año era un nuevo coloso
de cinco estrellas. Cromado y acristalado, disponía de más de trescientas habitaciones
en suite. Era más elevado y lujoso que los demás hoteles de la ciudad, pero
__al menos según Camila__: estaba amueblado y decorado con bastante mal gusto.
En todo caso, esa fue su primera impresión tras
encontrar el interruptor junto a la puerta y encender la luz cenital.
El mobiliario parecía obra de un becario de
interiorismo que hubiese tenido en cuenta todos los detalles en los clichés
relacionados con el modo de vida de oriente. En la antesala, separada de la
habitación contigua por una delgada puerta corredera forrada de papel de seda,
había un arcón de boda chino, una alfombra de bambú se extendía desde la
puerta, hasta una cama baja estilo futón. Las lámparas junto a los bajos
canapés se asemejaban a farolillos del desfile multicolor organizado anualmente
para los niños. También había un enorme y elegante póster en blanco y negro,
colgado entre el sofá y el armario empotrado, con un gigantesco retrato de Ai
Weiwei, del suelo al techo. Hacía poco, Camila había visitado una exposición de
ese extraordinario artista chino.
Apartó la vista del hombre de despeinada perilla, colgó su abrigo en el
armario y sacó el móvil del bolso.
Revisó el buzón de mensajes.
Ya lo había intentado una vez, pero Pedro, seguramente
atrapado entre crímenes no se ponía a disposición. Suspirando se acercó al
ventanal y se sacó las sandalias de taco alto sin las cuales su estatura no
sería imponente. Contempló el bajo mientras se acariciaba el vientre que
todavía no se había abultado, aún era demasiado pronto, al menos en ella, la
última vez que me hiciste el amor, Pedro, en Chile, acá no volviste a tocarme,
con excusas, demasiadas excusas. Pese a ello, la idea de que allí dentro había
algo que crecía, algo mucho más importante que esos asesinos, que todo
seminario, que todo reconocimiento profesional, y sobre todo que… Guillermo, la
tranquilizó.
Había pasado
tiempo, hasta que por fin… aparecieran las dos rayitas en el test del embarazo.
Y esa rayita era también la razón por la cual Camila no dormía en su casa, sino
por primera vez en ese hotel. Pedro no lo sabía, pero había comprado una y de
momento su pequeña joya estaba en obras, porque había dado orden de reformar el
ático para instalar allí las habitaciones de los niños. Antes del tercer mes
tal vez fuera apresurado construir el nido, pero entre dos y tres suites, la
diferencia era escasa. Y, estaba segura, cuando se alejaran de su padre y de
Marcial, cuando lo convenciera de trabajar lejos de Guillermo, todo volvería a
la normalidad de Chile, intentaría tratar bien a Dayana, estaba segura que iba
a parir otro varón.
Como de momento
Pedro la rechazaba, ella había aceptado el bono de pernoctación que la Sociedad
de Psiquiatría le había ofrecido gratis a todos los disertantes invitados al
congreso de dos días de duración, incluso a quienes como ella vivía en la
ciudad, para que durante la ceremonia nocturna (de la que Camila se había
escapado) también pudieran beber unas copas en el salón de baile del hotel.
Nunca Pedro
sabría por suerte que en verdad lo invitaban a él, y que ella dijo ir en su lugar
con la excusa de que su esposo estaba en Chile, su negativa a acompañarla, jugó
en su favor.
__ La disertación acabó tal como pronosticaste _ dijo
Camila dejando un mensaje a Pedro_. Es verdad que no me lapidaron, pero solo
porque no tenían piedras a mano__. Sonrió y añadió__: Al menos no me quitaron mi habitación del hotel, la
tarjeta de acceso que me dieron junto con los documentos del congreso aún
funciona. Lástima que no viniste conmigo.
Le mandó un beso y colgó, lo echó muchísimo de menos.
“Mejor sola aquí en el hotel que sola en casa de mi
papá o en la otra entre botes de pintura y tabiques derribados”, pensó tratando
de convencerse de que la situación era perfecta.
Se dirigió al baño, donde, mientras se quitaba el
traje sastre, buscó el mando de los altavoces de la tele instalados en el
entretecho, pero en vano.
Así que tuvo que regresar a la habitación y
desconectar el televisor. También allí tardó lo suyo en encontrar el mando en
el cajón de la mesilla de noche, y por eso recibió una información exhaustiva
sobre un accidente aéreo y una erupción
volcánica en Chile, lo que de nuevo la llevó a pensar en Pedro, en sus vidas en
ese país.
A continuación, un presentador de voz nasal dio una
nueva información:
“la policía advierte sobre un nuevo asesino en serie.
Las mujeres deben…”
Entonces presionó una tecla y apagó el mando.
__Como si no tuviera
suficiente en casa.
En el baño tardó bastante en encontrar el mando de la
ducha, el de control de temperatura del agua. Como era muy friolenta, adoraba
el agua bien caliente, incluso en verano. Ese día había sido fresco y sobre
todo ventoso, así que puso el mando digital de la ducha a cuarenta grados, el
máximo que podía soportar, y esperó el hormigueo que siempre le recorría el
cuerpo en cuanto el chorro del agua caliente le golpeaba.
En general, se sentía más viva en cuanto, envuelta en
vapor, sentía el agua caliente sobre el cuerpo, y por ello rara vez se duchaba
con Pedro, a él le encantaba casi fría acostumbrado a jugar en las aguas
heladas del Pacífico, pero ese día el efecto fue menor, también porque la
presión a que la sometieron después de su disertación no se dejaba eliminar con
agua y el jabón del hotel.
Las reacciones a sus revelaciones _que también en el
siglo XXI, y debido a diagnósticos erróneos realizados de manera chapucera, las
personas corrían peligro de convertirse en juguetes de semidioses vestidos de
blanco que abusaban de su poder__ habían sido encendidas. Cuestionaron la
validez de los resultados de sus investigaciones más de una vez. El editor de
la revista científica de mayor renombre incluso había anunciado una minuciosa
comprobación antes de tomar en
consideración la publicación de un artículo sobre su trabajo.
Desde luego, tras el acto unos cuantos colegas le
prometieron apoyo, pero incluso entre los pocos que le palmearon la espalda no
dejó de percibir el reproche mudo en sus miradas. “¿Por qué te pusiste en
peligro mediante ese estúpido intento personal? Además, ¿por qué pones en
peligro tu carrera y te enfrentas a los más poderosos del sector clínico?”
Algo que Pedro nunca le preguntaría. Él comprendía por
qué hacía años que Camila luchaba por los derechos de los pacientes en tratamiento
psiquiátrico, quienes _y debido a su dolencia psíquica __en general se
enfrentaban a una mayor desconfianza que los pacientes que, por ejemplo, se
quejaban de un tratamiento dental defectuoso. La enfermedad de su madre, y su
propio desequilibrio por épocas la llevaron desde recibirse a interesarse en
estos temas, y Pedro lo entendió desde entonces.
Él también comprendía el motivo por el cual ella
emprendía caminos tortuosos y a veces peligrosos por esa misma causa. Sin duda,
debido a que en ese punto ambos eran muy parecidos.
Pedro también excedía los límites de su trabajo
__límites que ninguna persona normal excedía voluntariamente__, porque los
psicópatas y asesinos en serie a quienes perseguía como jefe de detectives del Departamento de Perfilación
de la Oficina de Investigación Criminal a menudo no le dejaban otra opción.
Algunas parejas comparten el mismo sentido de humor,
para otras, las actividades de ocio son similares o un enfoque político
parecido supone la base de su relación. En cambio ellos tenían chistes
completamente diferentes, ella no lograba que él abandonara su pasión por el
fútbol, él, el amor de ella por los musicales, y mientras que en su juventud
ella había participado en manifestaciones contra la industria peletera, él
había sido miembro de una organización
de ayuda a los niños. Lo que conformaba
la base de su relación era la empatía profesional.
La intuición y la experiencia les permitían introducirse en el alma de otros seres humanos
y sacar a la luz los misterios de su psique. Mientras que Camila lo hacía con
los pacientes de su consulta, Pedro utilizaba la extraordinaria aptitud para
realizar perfiles personales y de conducta. A los guionistas les gustaba llamar
profiere a las personas que ejercían la profesión de él, pero en la vida real
se llamaban perfiladores. Gracias a los análisis de Pedro, se habían atrapado a
algunos delincuentes muy peligrosos en Chile.
Pero últimamente Camila deseaba que ambos reservaran
un poco de sus propias fuerzas, tenía la sensación de que también a Pedro le
costaba cada vez más alcanzar la distancia necesaria de su trabajo durante su
tiempo libre, que, de todos modos, ya era muy reducido. Temía que los dos
estaban a punto de demostrar el aforismo de Nietzsche respecto al abismo:”
Cuando miras largo tiempo el abismo, el
abismo también mira dentro de ti.”
Medio año sabático, o al menos unas vacaciones. Eso
sería lo ideal, pensó.
Había pasado tanto tiempo desde el último viaje que
ambos emprendieron juntos y solos que el recuerdo ya casi se había borrado.
Se lavada cabeza con champú del hotel y confió que a
la mañana siguiente no pareciera un caniche, por más fuerte que fuera su
cabello, era muy sensible a los champús inadecuados, descubrir qué hacía
resplandecer su melena rubia o, por el contrario, la convertía en el relleno de
un cojín reventado, le había costado innumerables intentos y muchas lágrimas.
Se enjuagó el pelo, apartó la cortina de la ducha y
mientras todavía se preguntaba por qué un hotel tan caro no habría instalado
mamparas de cristal, de pronto se quedó paralizada.
Asaltada por el miedo, la primera palabra que le vino
a la cabeza al ver la inscripción que aparecía en el espejo del cuarto de baño
fue “huir”.
Prolijamente escrito en el cristal empañado por el vapor ponía:
“LÁRGATE.
¡ANTES QUE SEA DEMASIADO TARDE!”
Ciudad Autónoma. Journal.
El caso dio un vuelco cuando se descubrieron los
cadáveres de la pareja de ancianos. Sus muertes también modificaron los puntos
de vista sobre las muertes acaecidas ese verano. Gran parte del entusiasmo y
tensión que habían todos experimentado al ser objeto de tanta atención, se desvanecieron entre las sombras de una
calle tranquila de un barrio cualquiera de la zona más antigua de la ciudad de
Buenos Aires. Hasta ese momento habían tomado el asesinato por un simple
desequilibrado, ahora la crueldad se hizo evidente.
El asesinato de la pareja de ancianos también tuvo un
efecto extraño sobre la comunidad, las primeras señales de tensión y pánico. Todos en principio pensaron como la mayoría
de la población que el asesino elegiría exclusivamente a chicas adolescentes
como víctimas, que la raíz del impulso de matar estaba en algún instinto sexual
retorcido, inexplicable. La muerte de los ancianos, en el extremo opuesto del
espectro de edad conmocionó a toda la comunidad, como un temblor de tierra que
sacude los cimientos y produce náuseas. Era como si a todo el mundo lo hubiese
asaltado el mismo pensamiento_ “Dios mío, podría ser el próximo.”
Cuando sonaba el teléfono en el escritorio, la
redacción se sumía en un silencio inoportuno. Se notaba que los redactores y
los demás periodistas se volvían hacia Daniel y Pedro y los observaban durante
la conversación para detectar alguna reacción.
Los tres se sentían cada vez más aislados, como si
estuviesen solos con el asesino.
Después de la llamada, Daniel se puso de pie de un
salto y atravesó la estancia hacia el escritorio de Nicolás, el jefe. Él
levantó la vista y reparó en la expresión de su rostro.
__ ¿Otra vez?
__En San Telmo _ dijo__. Creo que ha vuelto a matar,
nos ha dado una dirección.
Nicolás vaciló.
__Busca al fotógrafo y pónganse en camino. Yo llamaré
a los de Homicidios para saber si también lo saben ya.
Momentos después Nicolás estaba hablando con Malvárez
y Jésica. Lo oyeron indicarles que se encontraran con todos en el sitio. No les
explicó el porqué, pero supusieron que a nadie le cupo la menor duda.
__Vete, vete, vayan _apremió.
Tomamos todos
el mismo coche y la autopista contemplando el pavimento desde la
ventanilla, la brisa formaba palomillas en la superficie. En medio de la
carretera había personas que intentaban pescar en el río en aguas poco
profundas.
La llegada al sitio
se nos antojó eterna, y esperamos el arribo de la policía y de Miller.
Mientras tanto el fotógrafo preparaba su equipo. Tenía dos cámaras colgadas al
cuello, una con flash para tomar fotos de interiores, la otra cargada con película
rápida para exteriores. Le hice varias preguntas, con la intención de averiguar
cuánto sabía acerca del lugar adonde íbamos, tratando de imaginar lo que
veríamos, lo que tendría que fotografiar.
__Me encanta la emoción de saber que algo está a punto
de ocurrir _ dijo__, el instante que se da después del pitido del árbitro pero
antes de la patada inicial. Es como esa vez que fotografié esa gran tormenta en
el Caribe. No había teléfonos ni medios de comunicación. Yo tenía un Land Rover
desvencijado y viajaba de ciudad en ciudad. Había árboles partidos por la
mitad, casas derrumbadas o con el techo arrancado. Siempre, cuando llegaba a la
última curva antes de entrar en un pueblo, había un momento en que se me hacía
un nudo en el estómago al pensar en lo que vería, me preguntaba cuántos cuerpos
habría tendidos en la calle. Se hinchan con el sol, ¿saben? Así me siento
ahora, como si estuviera a punto de tomar una última curva.
Guille me miró,
yo no dije nada, miré el papel que tenía entre las manos. Había escrito dos
nombres: señor Ismael y señora Elizabeth Marriot. Aparecían en la guía
telefónica. Era una calle tranquila, típica de la zona. Las casas, casi todas
construidas en la década de los treinta, tenían paredes estucadas y estaban
situadas a varios metros de la calle. Eran edificios bonitos, de estilo
español, con arcos en la entrada, y árboles frutales. Miré hacia un lado de la
calle y no vi a nadie. Había algunos automóviles aparcados frente a las casas,
pero en general reinaba el silencio. La brisa hizo susurrar las hojas de un
árbol cercano.
__Allí están _ señaló el fotógrafo.
Los dos detectives y el fiscal descendieron de un
coche camuflado. Habían colocado una luz intermitente sobre el salpicadero pero
no habían encendido la sirena. Los técnicos encargados de recoger pruebas
permanecieron en el interior del vehículo. Miller me lanzó una mirada de
desprecio e inevitablemente sentí la punzada de celos.
__ Y bien _ dijo Malvárez __, ¿qué ocurre?
__El asesino ha vuelto a llamar. Nos ha dado una
dirección. __ Apuntó hacia el otro lado de la calle__. Es allí.
Jésica siguió con la mirada en dirección al dedo de
Daniel.
__Muy bien. Echemos un vistazo. __Dirigiéndose al
fotógrafo, dijo__: Puede entrar, pero debe informarme de lo que fotografíe. No
quiero abrir el periódico mañana y ver en primera plana pruebas clave para la
investigación.
Asintió.
__Entendido.
Subimos a los automóviles y nos pusimos en marcha
hacia la casa. El número era el último edificio del lado izquierdo. Nos
detuvimos justo enfrente.
__Vamos _ dijo Daniel__, quiero echar un vistazo.
Atravesamos una pequeña extensión de césped. Pasamos
junto algunos arbustos, llegamos a la puerta principal. El asesino tenía razón:
podíamos olerlo. Nos detuvimos y
esperamos a los detectives... Malvárez se quedó junto a nosotros por un momento
y esperó a la chica, que se volvió hacia él.
__Pide que manden un forense __le indicó.
__No hace falta _ dijo Pedro __, es mi especialidad.
__El oficial, doctor Beggio __ agregó Malvárez__,
además a usted lo prefieren en rol de perfilador.
Luego nos hizo señas, y llamó a los técnicos. La
puerta estaba entreabierta, uno de ellos sacó un cortaplumas y la abrió por
completo.
__No toquen nada _ advirtió la chica__. Mantengan las
manos en los bolsillos. Si tienen que vomitar, háganlo fuera. __Extrajo un
pañuelo__. ¿Tienen uno? _ preguntó__. ¿No? Tomen, usen estos de papel. Respiren
a través de ellos, tal vez eso sirva. ¿Listos? __Se volvió hacia el
fotógrafo__. Qué trabajo tan glamuroso, ¿verdad?
No esperó respuesta.
En el interior, la pestilencia nos aturdió. Como si
nos hubieran colocado una mascarilla impregnada en ese olor. El hedor de los
cadáveres no era una novedad para mí, pues había convivido con ellos desde la
facultad, tampoco para Daniel que había cubierto otros crímenes o para Guille como
penalista, y Miller, pero nunca había olido algo así. Todas las ventanas
estaban cerradas, reinaba un ambiente sofocante y cargado. El asesino estaba en
lo cierto: era un olor dulzón. Nos encaminamos hacia la sala.
No habríamos podido prepararnos para lo que vimos. Ni
siquiera en una pesadilla.
Había sangre por todas partes_ en las paredes, en el
suelo, el sofá. Las alfombras, el resto de los muebles. En una de las paredes
había un enorme espejo. En él, escritos con sangre marrón oscura, estaban los
números dos y tres. A primera vista, parecía la escritura de un niño.
Los dos ancianos yacían en el suelo, uno junto al
otro. Estaban desnudos. Bajo su cabeza se había formado un charco de sangre
seca. En un rincón, vimos una esponja común y corriente, apenas reconocible,
pero del mismo color. Los dos cadáveres estaban abotagados y rígidos.
__Dios mío _murmuró Malvárez.
Estaba detrás de mí. El fotógrafo se acercó la cámara
a los ojos una vez y luego la bajó. Se esforzó por recobrar la compostura y
levantó de nuevo la cámara. Esta vez el resplandor del flash iluminó la
habitación. Oí que el motor de la cámara hacía correr la película con un
zumbido veloz. El flash destelló otra vez, luego otra, y después otra. Jésica
se dio vuelta, furiosa.
__Basta de fotos _farfulló__. Por Dios, miren este
lugar__. Se volvió hacia nosotros__. Echen una buena mirada, luego salgan y
dejen trabajar a los técnicos. No es muy agradable, ¿verdad?
Doctor Beggio, puede quedarse, pero antes de tocar
algo espere al forense oficial.
Asentí. No pude
articular. Obligué a mi mente a concentrarse en los detalles de esas muertes. Tomé
nota de la posición de los cuerpos y las manchas de sangre. Tenían las manos
atadas, al igual que la muchacha. Había un cuadro de un ave en pleno vuelo, una
gaviota sobre las olas. Observé los muebles antiguos, las chucherías y los
recuerdos de toda una vida. Luego le hice una seña al fotógrafo.
__Está bien.
Una vez fuera, ellos aspiraron aire fresco a grandes
bocanadas, notando el sabor de la tierra, sacudiendo la cabeza para deshacerse
del olor.
El fotógrafo hacía tomas de los policías que entraban
y salían moviéndose de un lado a otro. Varios ancianos habían salido de sus
casas para mirar. A lo lejos se oyeron sirenas, tal vez la policía local,
ambulancias o del forense. Probablemente se trataba de mandamases de la
policía. Me dirigí al buzón de la pareja. Había una carta enviada desde la
ciudad, los nombres se correspondían con los de la guía.
__Son ellos _dije.
__ ¿Y?
__Bien muertos. Desde hace al menos un par de días,
tal vez más. La peste era increíble. Estaban desnudos y había sangre por todas
partes. Creo estábamos todos con náuseas.
__Dios mío. __Por un momento Daniel se extrañó que
reaccionara igual que todos, invocando el mismo nombre__. Habla con los
vecinos, trata de averiguar quiénes eran ya sabes a qué me refiero.
Retrasaremos el cierre de la edición, así que avísame lo antes posible.
La radio transmitió el mensaje de Nicolás y se apagó.
Al volverme, vi que había llegado el forense. Me avistó, y me saludó desde
lejos.
__Tenemos que dejar de encontrarnos en estas
circunstancias _comentó, sonriendo.
Entramos en la
casa.
Daniel tomó una libreta y comenzó a entrevistar
vecinos. Su sorpresa cedía paso al horror cuando comprendían lo que había ocurrido tras la puerta de
aquella casa tan cercana a la suya.
Me quedé cerca del escenario del crimen hasta que
sacaron los cuerpos, en bolsas negras idénticas a aquella en la que habían
metido a la muchacha. Para entonces, ya se había congregado en el lugar la
gente enviada por las cadenas de televisión, la competencia y las radios,
además de periodistas independientes y fotógrafos, un dèja- vu. La mayoría de
ellos querían saber si el asesino había llamado. Daniel les respondió que sí,
que él había dado la dirección. A ratos sentimos el calor de focos de la
televisión, cuyos haces recorrían el grupo de periodistas, buscándonos. No le
contamos a nadie que habíamos estado dentro solo que sabíamos que había dos
muertos y que era un espectáculo dantesco.
Mientras esperábamos, una anciana estaba de pie, a un
lado. Daniel contó que reparó que sus ojos seguían a los periodistas y policías
y se posaban de cuando en cuando en cada uno. Llevaba vestido blanco que caía
en amplios pliegues desde su cuello y hombros. El viento se lo pegaba al cuerpo
de modo que se le marcaban los huesos y la figura envejecida. Sus labios se
movían en oración. Varios mechones blancos ondeaban sobre su frente. Una vez se
llevaron los cuerpos, ella dio media vuelta y se marchó andando lentamente,
sola por la calle, bamboleándose por el esfuerzo, con pasos cortos y vacilantes.
Pensé en los cadáveres que ahora estaban en las
bolsas: a causa de la hinchazón, costaba apreciar su fragilidad, pero supuse
eran débiles, demasiado para resistir la fuerza y la furia del asesino. Evoqué
la imagen de los cuerpos desnudos tendidos uno junto al otro. Me pregunté
cuántas veces, con cuánta pasión, habrían buscado solaz y placer en la desnudez
del otro.
Al salir, el forense había perdido el buen humor.
__Esperen a que tenga los resultados de la autopsia
__le espetó a los periodistas__. Puede acompañarme doctor Beggio _ me susurró.
Luego me miró y se acercó al coche.
Malvárez y la detective se vieron rodeados con la
misma rapidez. Aquella turba se me figuraba una bandada de gaviotas luchando
por unos cuantos restos de comida. Malvárez hizo un resumen para los reporteros
y describió brevemente la escena del crimen. No quiso entrar en detalles y
agitó la mano como para espantar las preguntas que le lanzaban.
Subió al coche junto a Jésica y el motor se puso en
marcha. Observé su vehículo mientras se alejaba por la calle. Después subimos
al otro y nos marchamos. La noche se
avecinaba, y las luces de la ciudad ya titilaban, indolentes a lo que escondían
algunas de sus calles.
Los dos detectives esperaban en la redacción.
__Queremos oír la cinta _ exigió la chica__. Queremos
oírla ahora mismo.
Daniel asintió y nos siguieron a su oficina.
Nicolás nos vio
entrar, salió a toda prisa de su despacho y nos interceptó en medio de la
redacción. Los demás periodistas interrumpieron su trabajo.
__ ¿Quieren la cinta? _ preguntó Nicolás.
Jesica asintió.
__Les mandaré una copia _ aseguró, extrayendo la cinta
de la grabadora__. Queremos cooperar.
Se la entregó al chico de los recados, nos volvió la
espalda, le dio instrucciones, los dos detectives se sentaron frente a sendos
escritorios.
La detective guardaba su arma en la pistolera axilar,
era una Magnum. 357 de cañón cortó. Imponente y amenazadora.
__No estarán pensando en intervenir la línea, ¿verdad?
Ella levantó la vista, sorprendida.
__ ¿Para qué? Ustedes nos darán copias de las
grabaciones.
__No lo sé _respondió Nicolás__. ¿Para intentar
rastrear las llamadas del asesino, tal vez?
Ambos detectives rieron. Malvárez se recostó en el
respaldo de su asiento, sonriendo, y ella soltó una risa breve.
__Ve usted demasiada televisión _ señaló__. ¡Rastrear la
llamada!
__No le entiendo _ dijo Nicolás.
__Bueno __ contestó la chica. Con voz serena__. Es
probable que en este edificio haya… ¿cuántas? ¿Dos mil extensiones? Piense en
todos los teléfonos que tienen en cada departamento_ distribución, publicidad,
redacción… El asesino no pareciera desear llamar más que a los fijos.
Tendríamos que poder localizar el cable que conduce a este teléfono en
particular, a este territorio, la línea que utiliza el asesino. _Gesticulaba
con la mano mientras hablaba_. Además. Aun suponiendo que lo consiguiéramos
tendríamos que enviar gente a todas las centrales telefónicas de la ciudad para
averiguar cuál está conectada a esta línea.
Sería una tarea imposible. Incluso si el asesino
hablara durante seis, ocho horas seguidas y tuviésemos un hombre de guardia,
nos llevaría el mismo tiempo aislar el número y luego localizarlo. Por otra
parte no tenemos indicio de que él llame a una línea privada. Si todo saliera a
la perfección, podríamos rastrear la llamada hasta una cabina telefónica, y ¿de
qué serviría eso? Aun con ordenadores y sofisticados servicios electrónicos,
tendríamos más posibilidades de localizar al tipo si interviniésemos llamadas
al azar por toda la ciudad. Así que olvídalo, nadie le pinchará los teléfonos.
Excepto que sea el asesino.
El chico regresó con la cinta y Jésica se la guardó en
el bolsillo. Los detectives se pusieron de pie para marcharse.
__ ¿Por qué estaban desnudos? _ preguntó Daniel__. Tal
vez fueron ejecutados como la chica, pero ella estaba vestida.
Malvárez se encogió de hombros y desvió la mirada,
ella clavó los ojos en mí y dijo:
__ Yo creo que no es más que un sádico. Nada de sexo,
pero tal vez quería humillarlos.
Es solo una hipótesis.
Asentí.
CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.
Estrenecedora la descrpción de la escena del crimen Eve, un asesino serial que no sólo disfruta con sus crímenes sino que también goza con todo lo que sucede después del hallazgo de los cadáveres...Seguramente lograrán atraparlo, pero veremos cómo influye todo su accionar en las vidas de Guillermo y Pedro...
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