sábado, 15 de junio de 2019

EQUIVOCADO. CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO.


EQUIVOCADO
 No llores amor, porque ya se terminó, sonríe porque sucedió”.
Gabriel García Márquez.
“Duda que sean fuego las estrellas, duda que el sol se mueva,
duda que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás,
de que te amo”. William Shakespeare.
“Si pierdes tus bienes, pierdes algo. Si pierdes tu honor,
pierdes mucho. Si pierdes tu amor, lo pierdes todo”. Goethe.


CAPÍTULO TREINTA Y  CUATRO.

Quiero esperar de ti como cada noche ese instante que me llenas los sentidos, adormecidos por horas pero latentes esperando ese suspiro que me despertará  en un  sueño contigo. Suspirar mientras respondo a tu conversación que no será más que un pretexto para sentir que respiro tu aliento, esperar ese instante que tu voz se calle para  que mis labios le hablen a los tuyos en ese idioma de besos que entendemos  solo tú y yo.
Y así hablando callados, alimentar el deseo que nos hierve por dentro,  con los ojos cerrados mirar este amor que nos consume, callados y escondidos a la noche hacer real todo ensueño de pasión que vivimos inconscientes en secreto.
Esta noche piérdete entre mis delirios, deja que el deseo por amarte me guíe por tus lugares secretos, calla en mi boca y en algún lugar de mi cuerpo tus palabras, exprésate en suspiros y gemidos, hazme sentir cautivo, perdidos en tu fuego, quiero arder en tu pasión  y ahogarme en la humedad que  despierta mi amor en ti.
Me vuelvo tu abrigo en este universo nuestro que es el nocturno lecho, tu piel desnuda que incita a la mía, la lleva a revelarse contra la realidad, vas sintiendo mi calor en la suavidad de tu espalda, tu respiración en compás con la mía, se van acelerando al tiempo que entre tus piernas la humedad de tu intimidad responde a mi excitación que entre tus glúteos sientes despertar.
Tibieza de los cuerpos que se vuelve humedad de pasión, llevas mi mano  a viajar por un camino de lentas caricias, primero por tus  cumbres, allí mientras mis labios adornan de besos tu cuello, tus pezones con firmeza reciben el tacto de mis dedos, tu aliento que exhala gemidos de deseos, parecen arrastrar las manos en un lento paso por tu vientre, llevas mis caricias al destino final, de aquella humedad entre tus piernas, en el extremo de tu mástil.
Prisionero me sabes de tu delirio, tu meneo sensual provoca mi máxima excitación que entre tus glúteos se mantiene cautiva, mientras mis dedos incitan a tu primer orgasmo a decir presente entre espasmos y rigidez de tu cuerpo, un gemido que huye de tu boca al tiempo que tu mano a mis mojados dedos le piden detener por un momento aquel frenético movimiento en tu  sexo.
Ahogamos por un momento la pasión entre nuestro aliento que consumen las bocas, mientras entre tus glúteos mi mojada excitación es aun mayor por tu meneo, que me indica la quieres sentir dentro de ti, una suave caricia, en su paso hacia tu ardiente y mojada cavidad, túnel que cobija y engulle, mi humedad le deja  un beso a ese pequeño punto que entre tus glúteos se esconde, exclamas un súbito gemido de placer cuando mi dureza habita dentro de ti.
Tu cuerpo se contorsiona de espalda sobre mi pecho, un corto y suave ascenso y descenso de tu cintura, me lleva a lo más profundo de ti, sientes que me posees al provocarme tanto placer mi respiración se acelera, los latidos aumentan en mi pecho… tus movimientos me consumen en tu fuego, los jugos de la pasión se confunden en ese punto exacto de tu cuerpo, tu ritmo se incrementa, el frenesí me lleva a estallar dentro de ti, se confunden en un solo ritmo los orgasmos finales de esta real noche amor.

 Después destapó otra botella de un espumoso muy suave; él le comentó que no temiese mezclarlo con el anterior, pues ya había comprobado, cómo, aquellos caldos tan diferenciados, se unían perfectamente en mente, estómago y... entre paladares. Acto seguido, mientras Pedro asimilaba el final de esa última frase, él le presentó sus labios y, tras un apasionado beso, lo invitó a compartir un sueño... Entonces lo tomó entre sus brazos y lo introdujo en un camarote que estaba alumbrado por unas velas que desprendían un aroma embriagador. No obstante, dejó abierta la escotilla de entrada situada en el techo para no saturarse en aquel aroma e igualmente, premiar a los astros con el disfrute de una sesión donde la trama entremezclaría amor y deseo a partes iguales... La cama, un sinfín de cojines de todos los colores y tamaños, y una fina manta de la que dijo: "no te preocupes, amor, yo te haré entrar en calor..."
Esa velada, tan solo se podría definir como una noche de amor añejo, pues, en la tenue claridad de una habitación vestida en noble madera, parecían conocer sus cuerpos más adentro de su piel:
 Él, sin que Pedro  lo advirtiera, buscaba una pequeña cicatriz que recordaba ver impresa en aquel chico del ayer; así estuvo un largo período de tiempo, palpando cada milímetro de una porción de su cuerpo, hasta que, borrada ya..., no cesó de dibujarla con la yema de sus dedos. Pedro, mientras acariciaba las palmas de unas manos suaves y cálidas, le era imposible apartar los ojos de una mirada, de la que siempre se sintió dueño y esclavo... Por tanto, pensaba, que aunque fuese un hombre muy distinto a aquel muchacho del inicio de su pubertad, sus ojos y sus manos seguían siendo las mismas, las mismas que ocuparon por años mis sueños, se dijo.
Al amanecer, tras despertar de sus sueños para embarcarse en otro, al verse compartiendo sudor y saliva, Pedro le preguntó, desde cuándo estaba preparando su viejo barco para aquel encuentro...  "Desde mi juventud más temprana", contestó él...  Ya que, deseaba, que su primera vez con su primer amor, fuese allí donde por primera y última vez se enamoró.  Quise crearlo en una de las habitaciones pues era realidad solo en mi mente.


__ ¿Qué sucede Pedro? ¿Te sientes bien?
__Bien amor, pensaba en que le compraré una casa a Camila, mientras  se entretiene en ese congreso me ocuparé _ dijo Pedro pensativo__. Los chicos tendrán que pasar tiempo con ella, Orestes no está entendiendo que necesita custodia y medidas de seguridad, ¿podrías ayudarme para montarlo todo en un sitio?

__Claro, sí, tranquilo __ afirmó Guillermo__. Le diré a Miller que encargue todo al ingeniero electrónico de la brigada, tendremos y tendrá esa casa, alarma perimetral, guardias, perros, cámaras de infrarrojo, y  alarmas- contramedidas electrónicas para que no pueda nadie colocar escuchas. Creo que en el diario las necesitaremos también si siguen llegando las llamadas del asesino.

Dos encajados mundos con pálpito corazones, pronto serían un volcán de erupción ante lo inevitable: la entrega a la pasión de dos cuerpos que en guerra inevitablemente se atraían para acabar exhaustos uno al lado del otro contemplándose como si se conocieran de mucho antes.
Dulces miradas incitaban caricias, mientras dos mentes jugaban a los ingenios de la conquista.
Vinieron la entrega de salivares compartidas entre caricias, y como tambores que anuncian guerra; se escuchó el palpitar de nuestros corazones. Me sentí tan dentro de ti, que se mezclaron quejidos similares a fieras heridas en despeñaderos donde el amor puede ser suicida. Las estrellas daban rienda suelta a la imaginación, mientras respiraciones fuertes y a veces entrecortadas, daban la sensación de leves y quejosos cuerpos moribundos.
La luna se asomó, pero casi de inmediato se ocultó tras una nube, no queriendo ser testigo de una privacidad donde los luceros y estrellas seguramente buscarían involucrarla en la guerra de dos cuerpos que se debatían en un duelo que no parecía terminar, y donde todos esperaban un final sin precedentes.
La escuálida luna volvió a asomarse, quizá curiosa, entonces solo encontró dos cuerpos desnudos que parecían inertes, entonces se volvió a ocultar para no ser testigo de lo que parecía una tragedia. Dos cuerpos yacían consumados en carne trémula que poco a poco iba entrando en relajación y misterio.
¡Vete lucero que estrella no te ama porque como astros, solo son invitados de honor a las funciones de humanos de la tierra!
Solo tienen derecho a contemplar nuestro mundo y engalanar nuestros cuerpos que agradecidos, señalan un par de astros que se asemejan a dos enamorados que solo se alcanzan a tocar en el paroxismo del amor.
__ ¿Dónde estás mi amada que hoy pareces astro escurridizo y yo un peregrino sin rumbo?  _susurró el sol  a la luna que se apartaba.
__ Quiero saber del dulce pecado al que se someten dos cuerpos que saben luchar cuerpo a cuerpo en una guerra sin cuartel ni limitaciones _respondió ella al alba.

__
Pedro  lo miraba dormir y no pudo desalojar sus recuerdos de años de soñarlo más sin rostro sintiéndose culpable por creer que se trataba de su padre. Era consciente del esfuerzo titánico en el que Guillermo se había embarcado en ocasión de regalarle sus primeros orgasmos, lo sabía solo suyo,  el sentido de su vida, aunque a veces se arrepintiera de confesarle que él para sí era la vida, no podía evitar sentir esos celos endiablados cuando mencionaba a José Miller.
Al iniciar aquella vertiginosa relación él ni siquiera soñaba con experimentar aquello que sabía llamaban “orgasmo”, se conformaba con descubrir un viso de normalidad acorde a su sentir aceptando el miembro de un hombre en su cuerpo. No obstante, Guillermo se lo había dado, le había dado todo. Le resultaba imposible conciliar el sueño con la erupción de sensaciones que lo dominaban. En especial la dicha que experimentaba, tan pura y real, mantenía altas sus pulsaciones, y una especie de inquietud sin causa que llevaba el nombre de Camila cuyo por qué no lograba interpretar.
Se deshizo del abrazo posesivo de Guillermo sonriendo y abandonó la cama. Se puso la camisa de él e inspiró con los ojos cerrados cuando una oleada de A Men inundó sus fosas nasales. Caminó en dirección a la puerta sin apenas apoyar los pies, necesitaba acariciar a sus hijos, y allí estaban, sus dos amores que le robaban el alma, que la compartían con Guillermo, tan inocentes, tan ingenuos, tan ajenos a la realidad de sus padres. Todavía estaba oscuro, caminó hacia la ventana y apoyó la frente en el vidrio, sollozó quedamente. “Gracias, Dios, por haberlo cruzado en mi camino, presérvanos de la muerte a manos de esos criminales para experimentar la felicidad de una larga vida junto a ellos y a Guille”.
 Volvió a la habitación, Guillermo seguía durmiendo, boca abajo, calmo, en paz, y caminó hacia la puerta que conducía al baño, de grandes dimensiones, con dos lavatorios sobre un mármol blanco, un jacuzzi de unos dos metros de diámetro y una ducha con mampara de cristal. Estaba contemplando cada detalle que no dejaban de embelesarlo,  cuando encontró su imagen en el espejo de techo a piso de una de las paredes del vestidor compartido, tantos trajes, camisas, corbatas, zapatos de marca y qué poco podían usarlos con los días de trabajo que los consumía, mas estudió su reflejo desde varios ángulos ensayando gestos y miradas, buscando cambios de aquel esposo de Camila de Chile. La camisa le cubría las rodillas y le iba grande. Se tapó la cara y rio al evocar las cosas que Guillermo le había hecho en la noche de pasión y al revés, pero era él diestro y apasionado, a nada temía, no sabía de ataduras, ni de normas, era libre y lo hacía libre.

__! Pedro! __La voz grave lo puso en guardia,  Pedro encontró a su amor incorporado en la cama, la espalda contra el respaldo, el torso desnudo, el pelo desgreñado, y aun así le parecía el hombre más hermoso, olvidaba de respirar, la mente quedaba en blanco cuando las miradas coincidieron.

__ ¿Dónde estabas? _le preguntó con aire impaciente, algo irritado.

__En el baño.

Guillermo  estiró los brazos hacia Pedro. Él subió a la cama por el lado de los pies y gateó hacia él. Guillermo sonrió con embeleso al fijar la mirada en el pecho, recordando el ansia con que había chupado esos pezones, y su pene comenzó a revivir. Lo aferró del antebrazo y lo obligó a acomodarse amoldado a él.
__ Buen día _ dijo Pedro, y Guillermo absorbió su aliento fresco y dulce y las fragancias que destilaba su piel.

__Buen día amor mío. ¿Cómo te sientes?
__Plenamente feliz pese a lo que espera fuera.
La sonrisa de labios finos le quitó el aliento. Le pasó la mano por la mejilla oscurecida.
__Hoy no te afeites _ dijo Pedro__ me encanta cómo te queda esa barbita.

__Y a mí me encanta todo de vos, Pedro Beggio. __Metió la mano bajo la camisa y pellizcó las nalgas. Nunca había visto una montaña tan apetecible, pequeña y al tiempo llena, respingada.

_Eso me recuerda que has visto otros y no me gusta.
__Soy tan afortunado de haberte encontrado, de haber marcado ese número en aquel llamado.

Lo besó largamente, saboreando su boca, jugueteando con la lengua de Pedro, y para cuando rompieron el beso se perdieron en la mirada. La intimidad que compartían unida a la amistad les permitía esos momentos de silencio sin que se tornaran incómodos ni molestos, las miradas hablaban más que las palabras.
La mucama golpeó y entró detrás con el desayuno en una mesita con rueditas, les sirvió y se marchó. Estaban famélicos y comieron con fruición, lo necesitarían para el largo día a enfrentar. Guillermo se regocijó con la imagen de Pedro devorando medialunas y bebiendo un tazón de café con leche y Pedro  viéndolo chupar la cuchara hasta lamer el último vestigio de mermelada.

Guillermo apartó la bandeja y lo obligó a recostarse, lo besó en el cuello mientras con una mano se las ingeniaba para desabotonar la camisa.

__Quiero hacerte el amor mientras nos bañamos juntos, antes de que suene el teléfono y tengamos que salir corriendo.
__Vale __. Brotan lágrimas de mis mejillas, llenas de felicidad  convirtiéndose en tinta, presentando un sin fin de colores, no te quedes sin pintarme cielo. Dibuja mi geometría, línea por línea, crea tu mundo paradisíaco. Pintares de amor con resplandor, delinéame con colores que jamás se borren. Imprégname con  tonos matizados  y mantenme siempre  a tu lado. Que tu pincel sea tu aliento embelesado, traza tus delicias  y delirios más anhelados. Cubre mi desnudez con los colores del arcoíris, con el rojo pasión;  enciéndeme amor, amarillo envuélveme con abundantes caricias, verde lléname de vida, azul elévame cielo, índigo transpórtame a otra dimensión y con el violeta  sacia tus fantasías. Plasma tu mejor obra con mi figura,  desliza tus manos suavemente, solo déjate llevar  moldeándome con pinceladas de amor.
_Ha quedado indeleble marcada como huella de cada noche en esta cama tu silueta cuando firmamos en pieles el acuerdo, la promesa sin papeles de entrega virginal de nuestras almas. No ha querido perderse con la brisa ni con el llanto de las nubes ni ha querido esfumarse con miles de rayos, quizá, porque se sabe tu verdad y obra de arte. Parece una escultura sin materia, tallada con ramajes por los dioses con cuerpo de jadeos y sudores, con rostro misterioso de un adonis. Quedaste cincelado para siempre por eróticos golpes inmortales comprobando que el sexo no es vileza cuando es el amor quien lo busca. __ Guillermo terminó de quitarle la camisa, y se quedó mirándolo al favor de la luz del día. Con el índice, lo recorrió desde la depresión que se forma en la base del cuello hasta el vello protector de sus secretos, apenas mancillado el sendero por el tatuaje en forma de diamante. En verdad su mano parecía enorme y  marfileña contra ese vientre plano  níveo, moteado de pequeñas lentejitas marrones. Separó los dedos y abarcó toda la superficie, de un grupo de costillas al otro. Le lamió el ombligo poblado de sudor, y sintió las manos de Pedro enredarse en su cabello, y percibió el temblor en sus entrañas, oyó su inspiración entrecortada. Los pezones de ambos respondían al estímulo, se endurecían y adoptaban un tinte rojo intenso.

__Vamos _ordenó.

Entraron al baño. Guillermo lo obligó a detenerse frente al espejo y se ubicó detrás de Pedro. Le tapó el pubis con la mano. El contacto lo impresionó y los excitó. Pedro lo sintió crecer entre sus nalgas, había descubierto un nervio que iba de su ano al pene, cuando Guillermo separaba bruscamente sus nalgas, sentía una punzada en su glande. Profirió un sollozo cuando la otra mano de él masajeó sus pezones.
__Touche_ moi _le rogó y Pedro lo tomó con delicadeza. Guillermo sufrió un espasmo y se encorvó__  Mon Dieu, Pedro.

Lo aferró por los hombros y lo dio vuelta para besarlo. Pedro que se sentía osado y quería imitarlo,  le masajeó las nalgas, y él gimió en su boca.
__Basta o acabaré antes de haber empezado.
Pedro se quedó quieto frente al espejo, mientras seguía a Guillermo con la mirada. Él se movía con soltura, y su pene erecto y rígido apenas se mecía. Abrió el grifo de la ducha y enseguida el vapor inundó el habitáculo tras la mampara de cristal. Del armario donde se guardaban sacó toallones. Solo quedaba un condón mas no deseaba usarlos con Pedro, deseaba sentirlo en toda la longitud de su ser sin intermediarios. Entraron en la ducha y se abrazaron bajo la lluvia caliente. Pedro suspiró, en tanto sus músculos se aflojaban.
__ ¿Cómo dormiste? _se interesó él.

__No dormí en toda la noche. __ Guillermo se apartó para poder mirarlo__. No podía dormir, estaba inquieto y al tiempo demasiado feliz para ello, recordando nuestra historia de amor a hoy _ explicó__. Exultante. Tenía las pulsaciones desbocadas. Quizá no tengas exacta dimensión de lo que cada entrega significa para mí, Guille, siento que me devolviste mi vida, mi estado de hombre.

Pedro comenzó con tímidas caricias, apenas apoyando  la puta de los dedos, para trazar los músculos de la espalda de Guillermo, y luego pasó a los pectorales, y a los brazos y antebrazos, y a los abdominales. Guillermo lo observaba en silencio, atento a los movimientos de sus manos, cada vez más intenso y desvergonzado, y al de su rostro cargado de deseo. Por fin Pedro le sostuvo y acarició los testículos.
__Por Dios, cielito __tembló él con la frente en el hombro de él.

__Quiero tenerte dentro de mí, Guille, por favor.
Guillermo lo empujó hasta que la espalda de Pedro tocó la pared caliente de la ducha, lo volteó, lo rodeó con sus piernas mientras las manos de Pedro se aferraron a sus nalgas, Guillermo le tomó por las caderas y lo movió hasta que su pene halló la entrada. Lo penetró con lentitud, esperando que Pedro se adaptase a la intrusión.

__ ¿Estás bien? _Pedro como en trance apenas asintió__. Dime que te gusta, dime que te encanta.

__Sí… me encanta. Por favor… Guille.
 Guillermo se retiró y volvió a entrar con más ímpetu. Pedro gimió y se contorsionó. De nuevo salió y entró, mientras  repetía la operación hasta obtener la certeza de que él estaba listo para recibirlo en ese estado, en su totalidad, le torturaba por delante los pezones notando el trepidar de la piel. Con un embiste que lo elevó contra la pared, Guillermo se metió dentro de Pedro y lo llenó. El alarido de Pedro lo detuvo en seco.

__ ¿Te lastimé? __preguntó, con angustia.

__No. Es que sentí una corriente eléctrica dentro de mí, me atravesó. No pares, Guille, por favor, no pares.
Segundos después. Los gritos de Pedro lo hechizaron. Lo absorbió con la mirada en tanto Pedro se consumía en el alivio y caía, laxo, sostenido por la pared y su pecho. Los movimientos de Guillermo se reanudaron, Pedro buscó sus labios, y el beso fue arrebatador. Guillermo apartó la boca para liberar su gozo, y a Pedro le dio la impresión que su bramido traspasaba los muros e inundaba la casa. Tan potente como el placer que derramó dentro de él en el estallido, al fin él terminó derrumbado en el piso del receptáculo. Pedro lo acarició, cada vez que lo rozaba Guillermo sufría un espasmo residual.
Se bañaron uno al otro. No les bastaba con amarse de ese modo delirante, necesitaban seguir tocándose.

--Cosas del destino que sin querer enlazó nuestras almas, posiblemente, que sin saberlo, sin darnos cuenta ninguno de los dos latíamos al mismo paso con aquella sensación de que ya nunca más estaríamos solos, ya nunca más estaríamos vacíos de sensaciones, que nacía en nosotros algo genuino pero nada inocente, deseábamos los dos lo mismo, los dos, sentíamos nuestros pulsos acelerándose de una forma inusual, yo sentía cómo tus ojos se perdían en mi sonrisa amplia pero nerviosa, te escuchaba hablar pero mis sensaciones arrastraban a mi pensamiento a esa locura del movimiento de tus labios que se querían posar en los míos, disimuladamente, cerré mis ojos para imaginarlo y juro vida mía que me encantó, el roce de tu mano en la mía me hizo volver a la realidad, y el aroma del café se quedó por siempre en mi memoria.

Seguramente estaba sucediendo eso que se dice, amor a primera vista, no lo sé, solo sé que ya no puedo dejar de amarte, el amor, inesperadamente y sin previo aviso traza caminos misteriosos enlazando sueños y deseos, dándote esa sensación de que ya no caminarás solo, que alguien te deseará en sus sueños, que cerrará también sus ojos para imaginarse perdido en ti, perpetuando ese momento.
Así vida mía es como nacen los sueños, así me perdí en tus ojos sin querer conocer el camino de regreso, ahí es donde te sueño y te amo, donde emprendí este viaje de amor sin billete de vuelta porque ahí contigo es donde quiero vivir mi sueño de amor. Algunos juzgan como pecado nuestra manera de amar, ellos no saben lo que es dejar tatuadas las noches en la piel, la mirada clavada en la otra mirada, revolver los sueños y crear nuevas fantasías, no saben que, el alma se alimenta de alegrías, de maravillosos instantes uno a uno, cada día, no saben que las caricias por la mañana son las que nos hacen los buenos días... Nos juzgan, y se van olvidando de amar, de besar como la primera vez se olvidan de sentir, de enamorarse y vivir...
Nos juzgan y, yo no sé quién ha pecado de más, nosotros por amar así o ellos por dejar de amar.
--Como cada noche en la distancia de sus atardeceres, dormiré en usted entre las sábanas
de su memoria, la manta de su piel del mullido colchón de su cuerpo. Miraré su sol al alba
en la dirección de sus amaneceres. Y cuando ya despierto en otro amanecer de su recuerdo, que la luna le llene con la pálida luz de mis besos, le lleve el palpitar lento de mi corazón, y a solas, con usted le diga al oído, buenas noches mi amor. Este que le quiere, yo como segunda persona, después de usted en el plural de sus emociones.
-Saber que existes es una hermosa realidad, tu alma y corazón abriste, me has dejado entrar; me he sumergido en el mar de tu belleza  y en el ímpetu de sus olas disfruto surfear. El viento me deleita y me acaricia con el aroma de tu alma, como una bella melodía endulza mis oídos y me invade paz y calma, eres como un hermoso sueño del que me resisto a despertar y a pesar que nunca te he visto, no te dejo de pensar. Te has convertido en mi sombra y en el primer pensamiento al despertar, vives dentro de mí y mi corazón ya no lo puede ocultar,  en cada paso que doy siempre estás presente, porque te amo con aquel amor tierno, sincero e intenso de un adolescente. Por las noches te deseo, cuando me invaden  la ansiedad y las ganas de amar, quisiera encender con mi fuego tu hoguera y derretir la escarcha que dejaron fríos inviernos camuflados de lindas primaveras. Quisiera abrazarte y besarte, hacerte sentir que eres solamente mío, cambiar tu queja y quebranto por una bella y dulce melodía, enjugar tus lágrimas, pero ya no de dolor,  sino de felicidad, regocijo y alegría. Naciste para mí, igual que yo para ti; existíamos en nuestro subconsciente y pensamiento, pero al fin se llegó ese mágico momento en que se cruzaron nuestros caminos y ahora somos muy felices porque así lo quiso Dios en el ocaso de nuestro destino. Por un beso que sea tuyo, suspiro yo entero, te regalo mi amor sincero. Porque tú vengas, me derrito al completo, es un gran desespero, con ansiedad te espero. Por sentirnos unidos, daría mi vida, mi alma de enamorado, mi corazón latiendo apasionado. Ven pronto mi vida, si me guiñas un ojo, agitas mi corazón, tiemblo de pasión.
Si me lanzas un beso, lo cazo al vuelo, con tanto cariño, así lo guarda mi corazón. Alimentando este sentimiento que me hace sentir  tan feliz por dentro, cambiando felicidad por sufrimiento. Dentro de mi ser, alojado en mi corazón, está el sitio para que viva tu corazón.
 Toma mi corazón, aprecia el valor, tuyo es ahora,  mío no si se enamora. Juntamos los dos,
hagamos de este momento, una eterna realidad, dentro de una llama de pasión donde nos podamos fundir en uno solo los dos, sellemos nuestro amor,  juntado nuestros labios. Sellemos con un beso,  nuestro apasionado amor, gracias por llegar a mi vida, por estar a mi lado.
Sería un sueño, cumplir esta bonita realidad, vivir una bella vida, una vida de dicha de felicidad. Un beso apasionado, un abrazo prolongado,  es el trato en el amor, que hemos alcanzado. Por ti suspiro, por tus besos yo me desvivo, en serio te lo digo. Daría lo que fuese,
por ser el dueño,  como tú ya lo eres, dueño de mis suspiros. Los deseos más profundos, siempre se suelen presentar de la forma más profunda cuando una persona nos hace  suspirar.
-Una primera gota de lluvia se adelanta a mi caricia por tu piel, logró infiltrarse por tu hombro descubierto y comienza hacer su camino, tu mirada que invita a la mía a mirar el descenso de aquella gota… pero impertinentes mis labios la ahogan en un beso, en pleno camino por tu pecho y al sentir allí tu piel, agradezco a la lluvia el nacimiento de mi beso en la muerte de aquella gota.
Contadas caricias de lluvia, voy bebiendo beso a beso por tu hombro, mientras los brazos atrapan las cinturas, tibieza de amor se va despertando, gotas que descienden y mis besos que ascienden por tu cuello, encuentro en un suspiro tuyo, la excusa perfecta para alimentar en tu boca de pasión, mis húmedos labios, me incendia por dentro tu aliento, tu saliva que mi lengua atrapa despierta los deseos.
En el balcón queda la lluvia con su suave melodía, en el cuarto, la húmeda ropa es la excusa perfecta para ir desnudando los cuerpos, al compás del suave ritmo que toca la lluvia, tus prendas voy dejando caer por el suelo, tu mojado cabello se recuesta sobre mí, al tus labios abrazar los míos… entre esos embriagadores besos, libero  a tus pezones y el posarse en mi piel es una deliciosa y excitante caricia.
El infierno de tu piel evaporó las huellas del paso de la lluvia, comienza ahora  sobre mí tu calor  a condensar el deseo en un vapor de pasión que nos envuelve por completo, tu erótica danza que incendia mis sentidos, mis suave suspiro ahora es un ardiente aliento de delirio que busca en tu boca calmar la sed de tu licor, que tiene mi garganta.
Se arrastran mis labios por tu piel, como adorando cada centímetro de ella, deshojando besos a cada paso, queriendo a cada trazo recorrido, hacer estallar tus poros  y en esos puntos secretos tuyos, percibir aquel espasmo de tu piel que hará en tu boca, nacer los gemidos  de placer que me lleven a sentir que ardo en tu delirio.
Sobreviviente a tu calor, de tu húmedo cabello huye una gota de lluvia, la descubro presurosa correr por tu pecho, se detiene… como abrazándose a esa cumbre perfecta, allí con memoria propia, van mis labios a beber no solo una simple gota de lluvia… sino todo tu aroma, lo más minúsculo de ti allí arrastra tu esencia…  esta noche me bebo de ti el amor, me consumo en el infierno de tu piel.
__Bajo el embrujo de tus labios, vida mía,  y en la tersa nostalgia de tus besos,  pernoctaron los míos, diferentes,  y en tus brazos y caricias fui tu fuente. Bésame en el desierto de tu boca,  bésame en el pudor de tu misterio,  ámame en las aguas de lo etéreo. Porque,  amor de mis labios solos, el beso es el embrujo de las almas,  crepúsculo y aurora de mis mieses,  hoguera de mi piel y sus derroches. Bésame, con tu beso enamorado,  con tus labios acaecidos en el flujo,  e influjo,  de la ansiedad de mi boca. Porque,  un beso es el misterio de los soles,  ósculo de ríos sollozantes,  destino de amores y amantes. Bésame, amor mío,  como se besan las aguas de los mares,  como se besan los mirtos y las aves,  como me has besado tú,  en el altar del río.


Dos horas después de la confesión de Camila.

Camila tomó su maleta con ruedas y vaciló antes de entrar en la habitación 1805, pues casi no veía nada. La escasa luz existente procedía de la miríada de luces de la  capital que se extendían a sus pies dieciocho plantas más abajo.  El hotel elegido ese año era un nuevo coloso de cinco estrellas. Cromado y acristalado, disponía de más de trescientas habitaciones en suite. Era más elevado y lujoso que los demás hoteles de la ciudad, pero __al menos según Camila__: estaba amueblado y decorado con bastante mal gusto.
En todo caso, esa fue su primera impresión tras encontrar el interruptor junto a la puerta y encender la luz cenital.

El mobiliario parecía obra de un becario de interiorismo que hubiese tenido en cuenta todos los detalles en los clichés relacionados con el modo de vida de oriente. En la antesala, separada de la habitación contigua por una delgada puerta corredera forrada de papel de seda, había un arcón de boda chino, una alfombra de bambú se extendía desde la puerta, hasta una cama baja estilo futón. Las lámparas junto a los bajos canapés se asemejaban a farolillos del desfile multicolor organizado anualmente para los niños. También había un enorme y elegante póster en blanco y negro, colgado entre el sofá y el armario empotrado, con un gigantesco retrato de Ai Weiwei, del suelo al techo. Hacía poco, Camila había visitado una exposición de ese extraordinario artista chino.
Apartó la vista del hombre de  despeinada perilla, colgó su abrigo en el armario y sacó el móvil del bolso.
Revisó el buzón de mensajes.
Ya lo había intentado una vez, pero Pedro, seguramente atrapado entre crímenes no se ponía a disposición. Suspirando se acercó al ventanal y se sacó las sandalias de taco alto sin las cuales su estatura no sería imponente. Contempló el bajo mientras se acariciaba el vientre que todavía no se había abultado, aún era demasiado pronto, al menos en ella, la última vez que me hiciste el amor, Pedro, en Chile, acá no volviste a tocarme, con excusas, demasiadas excusas. Pese a ello, la idea de que allí dentro había algo que crecía, algo mucho más importante que esos asesinos, que todo seminario, que todo reconocimiento profesional, y sobre todo que… Guillermo, la tranquilizó.
 Había pasado tiempo, hasta que por fin… aparecieran las dos rayitas en el test del embarazo. Y esa rayita era también la razón por la cual Camila no dormía en su casa, sino por primera vez en ese hotel. Pedro no lo sabía, pero había comprado una y de momento su pequeña joya estaba en obras, porque había dado orden de reformar el ático para instalar allí las habitaciones de los niños. Antes del tercer mes tal vez fuera apresurado construir el nido, pero entre dos y tres suites, la diferencia era escasa. Y, estaba segura, cuando se alejaran de su padre y de Marcial, cuando lo convenciera de trabajar lejos de Guillermo, todo volvería a la normalidad de Chile, intentaría tratar bien a Dayana, estaba segura que iba a parir otro varón.
 Como de momento Pedro la rechazaba, ella había aceptado el bono de pernoctación que la Sociedad de Psiquiatría le había ofrecido gratis a todos los disertantes invitados al congreso de dos días de duración, incluso a quienes como ella vivía en la ciudad, para que durante la ceremonia nocturna (de la que Camila se había escapado) también pudieran beber unas copas en el salón de baile del hotel.
 Nunca Pedro sabría por suerte que en verdad lo invitaban a él, y que ella dijo ir en su lugar con la excusa de que su esposo estaba en Chile, su negativa a acompañarla, jugó en su favor.

__ La disertación acabó tal como pronosticaste _ dijo Camila dejando un mensaje a Pedro_. Es verdad que no me lapidaron, pero solo porque no tenían piedras a mano__. Sonrió y añadió__: Al menos  no me quitaron mi habitación del hotel, la tarjeta de acceso que me dieron junto con los documentos del congreso aún funciona. Lástima que no viniste conmigo.
Le mandó un beso y colgó, lo echó muchísimo de menos.

“Mejor sola aquí en el hotel que sola en casa de mi papá o en la otra entre botes de pintura y tabiques derribados”, pensó tratando de convencerse de que la situación era perfecta.

Se dirigió al baño, donde, mientras se quitaba el traje sastre, buscó el mando de los altavoces de la tele instalados en el entretecho, pero en vano.
Así que tuvo que regresar a la habitación y desconectar el televisor. También allí tardó lo suyo en encontrar el mando en el cajón de la mesilla de noche, y por eso recibió una información exhaustiva sobre un  accidente aéreo y una erupción volcánica en Chile, lo que de nuevo la llevó a pensar en Pedro, en sus vidas en ese país.
A continuación, un presentador de voz nasal dio una nueva información:

“la policía advierte sobre un nuevo asesino en serie. Las mujeres deben…”
Entonces presionó una tecla y apagó el mando.
__Como si no  tuviera suficiente en casa.

En el baño tardó bastante en encontrar el mando de la ducha, el de control de temperatura del agua. Como era muy friolenta, adoraba el agua bien caliente, incluso en verano. Ese día había sido fresco y sobre todo ventoso, así que puso el mando digital de la ducha a cuarenta grados, el máximo que podía soportar, y esperó el hormigueo que siempre le recorría el cuerpo en cuanto el chorro del agua caliente le golpeaba.
En general, se sentía más viva en cuanto, envuelta en vapor, sentía el agua caliente sobre el cuerpo, y por ello rara vez se duchaba con Pedro, a él le encantaba casi fría acostumbrado a jugar en las aguas heladas del Pacífico, pero ese día el efecto fue menor, también porque la presión a que la sometieron después de su disertación no se dejaba eliminar con agua y el jabón del hotel.
Las reacciones a sus revelaciones _que también en el siglo XXI, y debido a diagnósticos erróneos realizados de manera chapucera, las personas corrían peligro de convertirse en juguetes de semidioses vestidos de blanco que abusaban de su poder__ habían sido encendidas. Cuestionaron la validez de los resultados de sus investigaciones más de una vez. El editor de la revista científica de mayor renombre incluso había anunciado una minuciosa comprobación antes de tomar en  consideración la publicación de un artículo sobre su trabajo.

Desde luego, tras el acto unos cuantos colegas le prometieron apoyo, pero incluso entre los pocos que le palmearon la espalda no dejó de percibir el reproche mudo en sus miradas. “¿Por qué te pusiste en peligro mediante ese estúpido intento personal? Además, ¿por qué pones en peligro tu carrera y te enfrentas a los más poderosos del sector clínico?”
Algo que Pedro nunca le preguntaría. Él comprendía por qué hacía años que Camila luchaba por los derechos de los pacientes en tratamiento psiquiátrico, quienes _y debido a su dolencia psíquica __en general se enfrentaban a una mayor desconfianza que los pacientes que, por ejemplo, se quejaban de un tratamiento dental defectuoso. La enfermedad de su madre, y su propio desequilibrio por épocas la llevaron desde recibirse a interesarse en estos temas, y Pedro lo entendió desde entonces.

Él también comprendía el motivo por el cual ella emprendía caminos tortuosos y a veces peligrosos por esa misma causa. Sin duda, debido a que en ese punto ambos eran muy parecidos.
Pedro también excedía los límites de su trabajo __límites que ninguna persona normal excedía voluntariamente__, porque los psicópatas y asesinos en serie a quienes perseguía como  jefe de detectives del Departamento de Perfilación de la Oficina de Investigación Criminal a menudo no le dejaban otra opción.

Algunas parejas comparten el mismo sentido de humor, para otras, las actividades de ocio son similares o un enfoque político parecido supone la base de su relación. En cambio ellos tenían chistes completamente diferentes, ella no lograba que él abandonara su pasión por el fútbol, él, el amor de ella por los musicales, y mientras que en su juventud ella había participado en manifestaciones contra la industria peletera, él había sido miembro de  una organización de ayuda a los niños. Lo que  conformaba la base de su relación era la empatía profesional.
La intuición y la experiencia les permitían  introducirse en el alma de otros seres humanos y sacar a la luz los misterios de su psique. Mientras que Camila lo hacía con los pacientes de su consulta, Pedro utilizaba la extraordinaria aptitud para realizar perfiles personales y de conducta. A los guionistas les gustaba llamar profiere a las personas que ejercían la profesión de él, pero en la vida real se llamaban perfiladores. Gracias a los análisis de Pedro, se habían atrapado a algunos delincuentes muy peligrosos en Chile.
Pero últimamente Camila deseaba que ambos reservaran un poco de sus propias fuerzas, tenía la sensación de que también a Pedro le costaba cada vez más alcanzar la distancia necesaria de su trabajo durante su tiempo libre, que, de todos modos, ya era muy reducido. Temía que los dos estaban a punto de demostrar el aforismo de Nietzsche respecto al abismo:” Cuando miras largo tiempo  el abismo, el abismo también mira dentro de ti.”

Medio año sabático, o al menos unas vacaciones. Eso sería lo ideal, pensó.
Había pasado tanto tiempo desde el último viaje que ambos emprendieron juntos y solos que el recuerdo ya casi se había borrado.
Se lavada cabeza con champú del hotel y confió que a la mañana siguiente no pareciera un caniche, por más fuerte que fuera su cabello, era muy sensible a los champús inadecuados, descubrir qué hacía resplandecer su melena rubia o, por el contrario, la convertía en el relleno de un cojín reventado, le había costado innumerables intentos y muchas lágrimas.
Se enjuagó el pelo, apartó la cortina de la ducha y mientras todavía se preguntaba por qué un hotel tan caro no habría instalado mamparas de cristal, de pronto se quedó paralizada.
Asaltada por el miedo, la primera palabra que le vino a la cabeza al ver la inscripción que aparecía en el espejo del cuarto de baño fue “huir”.

Prolijamente escrito en el cristal empañado  por el vapor ponía:

“LÁRGATE.
¡ANTES QUE SEA DEMASIADO TARDE!”

Ciudad Autónoma. Journal.

El caso dio un vuelco cuando se descubrieron los cadáveres de la pareja de ancianos. Sus muertes también modificaron los puntos de vista sobre las muertes acaecidas ese verano. Gran parte del entusiasmo y tensión que habían todos experimentado al ser objeto de tanta atención,  se desvanecieron entre las sombras de una calle tranquila de un barrio cualquiera de la zona más antigua de la ciudad de Buenos Aires. Hasta ese momento habían tomado el asesinato por un simple desequilibrado, ahora la crueldad se hizo evidente.
El asesinato de la pareja de ancianos también tuvo un efecto extraño sobre la comunidad, las primeras señales de tensión y pánico.  Todos en principio pensaron como la mayoría de la población que el asesino elegiría exclusivamente a chicas adolescentes como víctimas, que la raíz del impulso de matar estaba en algún instinto sexual retorcido, inexplicable. La muerte de los ancianos, en el extremo opuesto del espectro de edad conmocionó a toda la comunidad, como un temblor de tierra que sacude los cimientos y produce náuseas. Era como si a todo el mundo lo hubiese asaltado el mismo pensamiento_ “Dios mío, podría ser el próximo.”

Cuando sonaba el teléfono en el escritorio, la redacción se sumía en un silencio inoportuno. Se notaba que los redactores y los demás periodistas se volvían hacia Daniel y Pedro y los observaban durante la conversación para detectar alguna reacción.
Los tres se sentían cada vez más aislados, como si estuviesen solos con el asesino.
Después de la llamada, Daniel se puso de pie de un salto y atravesó la estancia hacia el escritorio de Nicolás, el jefe. Él levantó la vista y reparó en la expresión de su rostro.

__ ¿Otra vez?
__En San Telmo _ dijo__. Creo que ha vuelto a matar, nos ha dado una dirección.

Nicolás vaciló.
__Busca al fotógrafo y pónganse en camino. Yo llamaré a los de Homicidios para saber si también lo saben ya.

Momentos después Nicolás estaba hablando con Malvárez y Jésica. Lo oyeron indicarles que se encontraran con todos en el sitio. No les explicó el porqué, pero supusieron que a nadie le cupo la menor duda.
__Vete, vete, vayan _apremió.

Tomamos todos  el mismo coche y la autopista contemplando el pavimento desde la ventanilla, la brisa formaba palomillas en la superficie. En medio de la carretera había personas que intentaban pescar en el río en aguas poco profundas.

La llegada al sitio  se nos antojó eterna, y esperamos el arribo de la policía y de Miller. Mientras tanto el fotógrafo preparaba su equipo. Tenía dos cámaras colgadas al cuello, una con flash para tomar fotos de interiores, la otra cargada con película rápida para exteriores. Le hice varias preguntas, con la intención de averiguar cuánto sabía acerca del lugar adonde íbamos, tratando de imaginar lo que veríamos, lo que tendría que fotografiar.

__Me encanta la emoción de saber que algo está a punto de ocurrir _ dijo__, el instante que se da después del pitido del árbitro pero antes de la patada inicial. Es como esa vez que fotografié esa gran tormenta en el Caribe. No había teléfonos ni medios de comunicación. Yo tenía un Land Rover desvencijado y viajaba de ciudad en ciudad. Había árboles partidos por la mitad, casas derrumbadas o con el techo arrancado. Siempre, cuando llegaba a la última curva antes de entrar en un pueblo, había un momento en que se me hacía un nudo en el estómago al pensar en lo que vería, me preguntaba cuántos cuerpos habría tendidos en la calle. Se hinchan con el sol, ¿saben? Así me siento ahora, como si estuviera a punto de tomar una última curva.
 Guille me miró, yo no dije nada, miré el papel que tenía entre las manos. Había escrito dos nombres: señor Ismael y señora Elizabeth Marriot. Aparecían en la guía telefónica. Era una calle tranquila, típica de la zona. Las casas, casi todas construidas en la década de los treinta, tenían paredes estucadas y estaban situadas a varios metros de la calle. Eran edificios bonitos, de estilo español, con arcos en la entrada, y árboles frutales. Miré hacia un lado de la calle y no vi a nadie. Había algunos automóviles aparcados frente a las casas, pero en general reinaba el silencio. La brisa hizo susurrar las hojas de un árbol cercano.

__Allí están _ señaló el fotógrafo.

Los dos detectives y el fiscal descendieron de un coche camuflado. Habían colocado una luz intermitente sobre el salpicadero pero no habían encendido la sirena. Los técnicos encargados de recoger pruebas permanecieron en el interior del vehículo. Miller me lanzó una mirada de desprecio e inevitablemente sentí la punzada de celos.

__ Y bien _ dijo Malvárez __, ¿qué ocurre?

__El asesino ha vuelto a llamar. Nos ha dado una dirección. __ Apuntó hacia el otro lado de la calle__. Es allí.

Jésica siguió con la mirada en dirección al dedo de Daniel.
__Muy bien. Echemos un vistazo. __Dirigiéndose al fotógrafo, dijo__: Puede entrar, pero debe informarme de lo que fotografíe. No quiero abrir el periódico mañana y ver en primera plana pruebas clave para la investigación.

Asintió.
__Entendido.
Subimos a los automóviles y nos pusimos en marcha hacia la casa. El número era el último edificio del lado izquierdo. Nos detuvimos justo enfrente.
__Vamos _ dijo Daniel__, quiero echar un vistazo.

Atravesamos una pequeña extensión de césped. Pasamos junto algunos arbustos, llegamos a la puerta principal. El asesino tenía razón: podíamos  olerlo. Nos detuvimos y esperamos a los detectives... Malvárez se quedó junto a nosotros por un momento y esperó a la chica, que se volvió hacia él.

__Pide que manden un forense __le indicó.

__No hace falta _ dijo Pedro __, es mi especialidad.

__El oficial, doctor Beggio __ agregó Malvárez__, además a usted lo prefieren en rol de perfilador.

Luego nos hizo señas, y llamó a los técnicos. La puerta estaba entreabierta, uno de ellos sacó un cortaplumas y la abrió por completo.
__No toquen nada _ advirtió la chica__. Mantengan las manos en los bolsillos. Si tienen que vomitar, háganlo fuera. __Extrajo un pañuelo__. ¿Tienen uno? _ preguntó__. ¿No? Tomen, usen estos de papel. Respiren a través de ellos, tal vez eso sirva. ¿Listos? __Se volvió hacia el fotógrafo__. Qué trabajo tan glamuroso, ¿verdad?

No esperó respuesta.
En el interior, la pestilencia nos aturdió. Como si nos hubieran colocado una mascarilla impregnada en ese olor. El hedor de los cadáveres no era una novedad para mí, pues había convivido con ellos desde la facultad, tampoco para Daniel que había cubierto otros crímenes o para Guille como penalista, y Miller, pero nunca había olido algo así. Todas las ventanas estaban cerradas, reinaba un ambiente sofocante y cargado. El asesino estaba en lo cierto: era un olor dulzón. Nos encaminamos hacia la sala.
No habríamos podido prepararnos para lo que vimos. Ni siquiera en una pesadilla.
Había sangre por todas partes_ en las paredes, en el suelo, el sofá. Las alfombras, el resto de los muebles. En una de las paredes había un enorme espejo. En él, escritos con sangre marrón oscura, estaban los números dos y tres. A primera vista, parecía la escritura de un niño.

Los dos ancianos yacían en el suelo, uno junto al otro. Estaban desnudos. Bajo su cabeza se había formado un charco de sangre seca. En un rincón, vimos una esponja común y corriente, apenas reconocible, pero del mismo color. Los dos cadáveres estaban abotagados y rígidos.

__Dios mío _murmuró Malvárez.

Estaba detrás de mí. El fotógrafo se acercó la cámara a los ojos una vez y luego la bajó. Se esforzó por recobrar la compostura y levantó de nuevo la cámara. Esta vez el resplandor del flash iluminó la habitación. Oí que el motor de la cámara hacía correr la película con un zumbido veloz. El flash destelló otra vez, luego otra, y después otra. Jésica se dio vuelta, furiosa.

__Basta de fotos _farfulló__. Por Dios, miren este lugar__. Se volvió hacia nosotros__. Echen una buena mirada, luego salgan y dejen trabajar a los técnicos. No es muy agradable, ¿verdad?
Doctor Beggio, puede quedarse, pero antes de tocar algo espere al forense oficial.

 Asentí. No pude articular. Obligué a mi mente a concentrarse en los detalles de esas muertes. Tomé nota de la posición de los cuerpos y las manchas de sangre. Tenían las manos atadas, al igual que la muchacha. Había un cuadro de un ave en pleno vuelo, una gaviota sobre las olas. Observé los muebles antiguos, las chucherías y los recuerdos de toda una vida. Luego le hice una seña al fotógrafo.
__Está bien.

Una vez fuera, ellos aspiraron aire fresco a grandes bocanadas, notando el sabor de la tierra, sacudiendo la cabeza para deshacerse del olor.
El fotógrafo hacía tomas de los policías que entraban y salían moviéndose de un lado a otro. Varios ancianos habían salido de sus casas para mirar. A lo lejos se oyeron sirenas, tal vez la policía local, ambulancias o del forense. Probablemente se trataba de mandamases de la policía. Me dirigí al buzón de la pareja. Había una carta enviada desde la ciudad, los nombres se correspondían con los de la guía.

__Son ellos _dije.

__ ¿Y?
__Bien muertos. Desde hace al menos un par de días, tal vez más. La peste era increíble. Estaban desnudos y había sangre por todas partes. Creo estábamos todos con náuseas.
__Dios mío. __Por un momento Daniel se extrañó que reaccionara igual que todos, invocando el mismo nombre__. Habla con los vecinos, trata de averiguar quiénes eran ya sabes a qué me refiero. Retrasaremos el cierre de la edición, así que avísame lo antes posible.

La radio transmitió el mensaje de Nicolás y se apagó. Al volverme, vi que había llegado el forense. Me avistó, y me saludó desde lejos.
__Tenemos que dejar de encontrarnos en estas circunstancias _comentó, sonriendo.

Entramos  en la casa.
Daniel tomó una libreta y comenzó a entrevistar vecinos. Su sorpresa cedía paso al horror cuando comprendían  lo que había ocurrido tras la puerta de aquella casa tan cercana a la suya. 
Me quedé cerca del escenario del crimen hasta que sacaron los cuerpos, en bolsas negras idénticas a aquella en la que habían metido a la muchacha. Para entonces, ya se había congregado en el lugar la gente enviada por las cadenas de televisión, la competencia y las radios, además de periodistas independientes y fotógrafos, un dèja- vu. La mayoría de ellos querían saber si el asesino había llamado. Daniel les respondió que sí, que él había dado la dirección. A ratos sentimos el calor de focos de la televisión, cuyos haces recorrían el grupo de periodistas, buscándonos. No le contamos a nadie que habíamos estado dentro solo que sabíamos que había dos muertos y que era un espectáculo dantesco.
Mientras esperábamos, una anciana estaba de pie, a un lado. Daniel contó que reparó que sus ojos seguían a los periodistas y policías y se posaban de cuando en cuando en cada uno. Llevaba vestido blanco que caía en amplios pliegues desde su cuello y hombros. El viento se lo pegaba al cuerpo de modo que se le marcaban los huesos y la figura envejecida. Sus labios se movían en oración. Varios mechones blancos ondeaban sobre su frente. Una vez se llevaron los cuerpos, ella dio media vuelta y se marchó andando lentamente, sola por la calle, bamboleándose por el esfuerzo, con pasos cortos y vacilantes.
Pensé en los cadáveres que ahora estaban en las bolsas: a causa de la hinchazón, costaba apreciar su fragilidad, pero supuse eran débiles, demasiado para resistir la fuerza y la furia del asesino. Evoqué la imagen de los cuerpos desnudos tendidos uno junto al otro. Me pregunté cuántas veces, con cuánta pasión, habrían buscado solaz y placer en la desnudez del otro.

Al salir, el forense había perdido el buen humor.
__Esperen a que tenga los resultados de la autopsia __le espetó a los periodistas__. Puede acompañarme doctor Beggio _ me susurró. Luego me miró y se acercó al coche.

Malvárez y la detective se vieron rodeados con la misma rapidez. Aquella turba se me figuraba una bandada de gaviotas luchando por unos cuantos restos de comida. Malvárez hizo un resumen para los reporteros y describió brevemente la escena del crimen. No quiso entrar en detalles y agitó la mano como para espantar las preguntas que le lanzaban.
Subió al coche junto a Jésica y el motor se puso en marcha. Observé su vehículo mientras se alejaba por la calle. Después subimos al otro y nos marchamos.  La noche se avecinaba, y las luces de la ciudad ya titilaban, indolentes a lo que escondían algunas de sus calles.
Los dos detectives esperaban en la redacción.

__Queremos oír la cinta _ exigió la chica__. Queremos oírla ahora mismo.

Daniel asintió y nos siguieron a su oficina.
 Nicolás nos vio entrar, salió a toda prisa de su despacho y nos interceptó en medio de la redacción. Los demás periodistas interrumpieron su trabajo.
__ ¿Quieren la cinta? _ preguntó Nicolás.

Jesica asintió.
__Les mandaré una copia _ aseguró, extrayendo la cinta de la grabadora__. Queremos cooperar.

Se la entregó al chico de los recados, nos volvió la espalda, le dio instrucciones, los dos detectives se sentaron frente a sendos escritorios.
La detective guardaba su arma en la pistolera axilar, era una Magnum. 357 de cañón cortó. Imponente y amenazadora.

__No estarán pensando en intervenir la línea, ¿verdad?
Ella levantó la vista, sorprendida.
__ ¿Para qué? Ustedes nos darán copias de las grabaciones.
__No lo sé _respondió Nicolás__. ¿Para intentar rastrear las llamadas del asesino, tal vez?

Ambos detectives rieron. Malvárez se recostó en el respaldo de su asiento, sonriendo, y ella soltó una risa breve.
__Ve usted demasiada televisión _ señaló__. ¡Rastrear la llamada!

__No le entiendo _ dijo Nicolás.

__Bueno __ contestó la chica. Con voz serena__. Es probable que en este edificio haya… ¿cuántas? ¿Dos mil extensiones? Piense en todos los teléfonos que tienen en cada departamento_ distribución, publicidad, redacción… El asesino no pareciera desear llamar más que a los fijos. Tendríamos que poder localizar el cable que conduce a este teléfono en particular, a este territorio, la línea que utiliza el asesino. _Gesticulaba con la mano mientras hablaba_. Además. Aun suponiendo que lo consiguiéramos tendríamos que enviar gente a todas las centrales telefónicas de la ciudad para averiguar cuál está conectada a esta línea.

Sería una tarea imposible. Incluso si el asesino hablara durante seis, ocho horas seguidas y tuviésemos un hombre de guardia, nos llevaría el mismo tiempo aislar el número y luego localizarlo. Por otra parte no tenemos indicio de que él llame a una línea privada. Si todo saliera a la perfección, podríamos rastrear la llamada hasta una cabina telefónica, y ¿de qué serviría eso? Aun con ordenadores y sofisticados servicios electrónicos, tendríamos más posibilidades de localizar al tipo si interviniésemos llamadas al azar por toda la ciudad. Así que olvídalo, nadie le pinchará los teléfonos. Excepto que sea el asesino.
El chico regresó con la cinta y Jésica se la guardó en el bolsillo. Los detectives se pusieron de pie para marcharse.
__ ¿Por qué estaban desnudos? _ preguntó Daniel__. Tal vez fueron ejecutados como la chica, pero ella estaba vestida.

Malvárez se encogió de hombros y desvió la mirada, ella clavó los ojos en mí y dijo:
__ Yo creo que no es más que un sádico. Nada de sexo, pero tal vez quería humillarlos.
Es solo una hipótesis.
Asentí.

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.




1 comentario:

  1. Estrenecedora la descrpción de la escena del crimen Eve, un asesino serial que no sólo disfruta con sus crímenes sino que también goza con todo lo que sucede después del hallazgo de los cadáveres...Seguramente lograrán atraparlo, pero veremos cómo influye todo su accionar en las vidas de Guillermo y Pedro...

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