EL EMBAJADOR.
TERCERA PARTE.
CAPÍTULO VEINTICINCO.
__ Déjame en paz, Pedro.
__Vamos a un sitio tranquilo donde podamos
hablar.
__No. ¿Dónde está Matías Olazábal,
Pedro? ¿Dónde aprendiste a pelear así?
__Demasiadas preguntas… embajador. __No me respeta, no confía en mí, ni me admira y
además no estoy autorizado a responder. En cuanto a Olazábal es un traidor cuya
suerte es la de todo traidor a nuestro gobierno, embajador.
Alberto ingresó al interior de la casa junto
con los demás invitados, que polemizaban
acerca de los detalles de la pelea muy impresionados por la destreza de
los luchadores, otros contaban los billetes que habían ganado en las apuestas
con la victoria de Pedro. Las puertaventanas se cerraron, regresó la música y
las domésticas se movieron entre la gente para repartir bebidas y comida. Todo
se desarrollaba con normalidad como si la pelea con final casi trágico, no
hubiese acontecido.
La divisó en un rincón inclinada sobre una
mesa con portarretratos a los cuales estudiaba con una sonrisa que le formaba
hoyuelos junto a las comisuras. Gabriela Soria, cuyas facciones de lineamientos
regulares le conferían un aire cálido era centro de atención sin que ella se
diera cuenta. Alberto sorbió champaña y se movió para estudiarla desde otro ángulo.
Si bien alta, y delgada poseía las caderas prominentes, un trasero suculento,
piernas torneadas, rasgos de Afrodita, con cintura estrecha, y figura esbelta
enfundada en un vestido ceñido de color naranja, y Alberto se imaginó dándole
palmadas hasta que la piel de tonalidad blanquísima se tornase rosácea como las
mejillas que se ruborizaban ante el menor piropo. Sintió un tirón en la
entrepierna y se cerró el sacó para ocultar el deseo. En su camino hacia Gaby
se detuvo ante la presencia de Federico que la fotografiaba desde atrás y
sonreía de manera maliciosa. Depositó la copa sobre el bargueño antes de
encararlo.
__ ¿Qué se supone que haces?
__ ¿No se nota? __preguntó el asistente de
Arismendi a su vez, con el ojo pegado al visor__. ¡Ey! _exclamó cuando Beto le
arrebató la cámara__. ¡Cómo te atreves! __se enfureció a su vez, impotente al
ver que le velaba el rollo.
Gabriela se incorporó y observó el cuadro que
se desarrollaba frente a ella con el entrecejo fruncido. Beto arrojó la cámara
sobre un sillón antes de colocar el índice cerca de la nariz de Federico que
respiraba de manera congestionada.
__Ya he tenido que soportar demasiado esta
noche con los de su embajada __pronuncio, y arrojó una trompada a la cara de
Alberto que la detuvo con la palma de la mano, Federico aulló de dolor, cuando
sus dedos crujieron con el puño de Beto. __Compórtate como un caballero con nuestras damas __le ordenó y
lo empujó al soltarle la mano. El hombre trastabilló y rebotó sobre el sillón.
__No te gustó que fotografiara la mejor parte
del mejor cuerpo de toda Rumania, ¿verdad? _lo desafió.
Gaby gimió y se dio cuenta que Alberto no
controlaría su ira.
__Retráctate __ordenó, con voz grave y
calma__. Pídele disculpas a la señorita
Soria.
__ ¿Disculpas? La señorita fue mía tantas
veces como quise.
__! Oh! __exclamó Gaby al mismo tiempo que la
mandíbula de Federico crujía bajo el puño de Beto.
__!Basta! __intervino Arismendi__. No
toleraré otra pelea en mi casa, Federico levántate y retírate...
Alberto se angustió al descubrir el brillo en
los ojos de Gaby a causa de las lágrimas. Se miraron con la misma intensidad
que al momento del saludo al llegar. Beto le sonrió y sacudió la cabeza para
negar.
__No, preciosa no llores. Ese gusano no se lo
merece.
__Estoy tan avergonzada _dijo en un tono de
voz casi inaudible, y Beto debió leerle los labios para comprenderla.
__Gabriela_ intentó disculparse el anfitrión
tomándole la mano pero la muchacha se lo impidió__. No le preste atención. Ya se sabe cómo es cuando bebe.
Alberto observó que Gabriela evitaba hacer
contacto visual. Le temblaban las manos y el mentón. Habría arrastrado al
jardín a Federico y lo habría ahogado en la piscina, ya arreglaría cuentas con él. En ese momento
le interesaba devolver la sonrisa a la muchacha. Se puso nervioso cuando ella
consultó la hora y anunció que se iba. Se asombró al sentir inquietud.
__No _dijo Juan__. No puede irse también,
recién llega, no se vaya todavía, disfrute de la fiesta, estoy muy feliz de
tenerlos en casa esta noche.
El anfitrión de un papel mundano había pasado
al de padre protector, era un excelente actor _ infirió Alberto y al darse
cuenta que Gaby asentía sintió alivio.
__Coronel Marini, le encomiendo a esta
belleza. Señorita Soria, la dejó en excelente compañía.
__Delo por hecho _ se comprometió Alberto.
Indicó a Gabriela que tomaran asiento. Llamó a una de las domésticas que les
presentó una bandeja con bebidas. Le agradó que ella eligiera un jugo. Otra se
aproximó con unos bocaditos.
__Este manjar queda acá _ dijo Beto __. Es
todo nuestro lo reconozco, es un budín de cocina francesa.
__ Le Cordon Bleu _ dijo Gaby.
__ ¿De París? __Gaby asintió__. ¿Viviste en
París?
__Sí y estuve pupila en Bruselas, solo pasé
hasta mi adolescencia en América. París es mi ciudad preferida en el mundo y
amo recorrer la avenida Des Champs Élysées temprano por la mañana.
Alberto quedó absorbido por la belleza de sus
labios carnosos y de contornos definidos que se movían sin perder el brillo del
lápiz labial. Encontraba encantador su acento refinado sin esforzarse por
imitar a los parisinos al cambiar de inglés a francés.
… tanto como quisiera si la embajada y la
administración del campo de la familia de papá
me dejara tiempo libre y…
__ ¿Administras propiedades? _ se sombró
Alberto.
__La hacienda de mi familia.
__ ¿De veras?
__Pareces asombrado. ¿Acaso no crees que una
mujer pueda hacerse cargo de un negocio además de ser secretaria?
__No es eso _ se apresuró a aclarar Alberto __,
me resultas tan… femenina que imaginé que te dedicabas solo a cosas
tradicionales__dijo__. Lo admito, soy reconcentradamente machista.
__Sí que lo eres __le reprochó ella.
__Un defecto que estoy más que dispuesto a
corregir.
Ella apartó el rostro para ocultar una
sonrisa de complacencia, y su cabello largo, pelirrojo, lacio al acompañar el
movimiento exhibió un cuello delgado, la piel lisa y perfecta, Alberto sintió
un impulso irrefrenable de besarle el tendón que se exponía.__Me encanta esa
canción __aseguró Gabriela y al volverse, ese súbito movimiento provocó un
respingo en Alberto que se retrajo a su posición inicial.
__ ¿Te gustaría bailar conmigo, Gaby?
Otro impulso lo asaltó, uno nacido de la
ternura que le provocó la actitud asustadiza y vergonzosa de ella que miró el
grupo de invitados, bebían y charlaban, pero no bailaban. Beto le pasó el dorso
de los dedos por el cuello, y la vio trepidar y bajar la mirada.
__Nadie está bailando.
__ ¿Qué importa? Nosotros queremos bailar y
lo haremos.
Ella levantó la vista, contempló los ojos
celestes en lo profundo, se sentía segura mientras un cosquilleo que no
experimentaba desde hacía años atrás se arremolinaba en su estómago. “Es tan
atractivo” pensó, mientras una sonrisa amplia, de labios separados, dientes
lustrosos ponía brillo a sus ojos.
__Mon Dieu, Gaby… Eres hermosa. __Beto rio al
verla sonrojarse, le pasó los dedos por la mejilla incapaz de reprimir el deseo
de tocarla__. Quiero bailar contigo. Por favor _le suplicó, y ella asintió y
aceptó a mano que él le ofrecía.
La canción era lenta, sin embargo los dos se
la arreglaron para bailar pegados, no existió un momento de duda cuando la
necesidad de poner sus cuerpos en contacto los guió a los brazos del otro.
Después de cerrar los dedos en la cintura de Gaby y de aferrarle la mano para colocarla sobre
su corazón, Beto soltó el aliento retenido. Se dio cuenta de que estaba
nervioso como un inexperto. Tal vez se dijo, en el sentimiento que esa chica le
inspiraba, sí era un inexperto.
Sonia llamaba a la puerta de la toilette y
conminaba a Guillermo a salir.
__Voy a salir cuando tu amiga y Alberto estén
dispuestos a irse de esta casa. No voy a volver a la fiesta. No quiero cruzarme
con Pedro. No quiero volver a verlo. Ha sido un grosero con Arismendi y
conmigo.
Un invitado se aproximó e inquirió a Sonia
con la mirada.
__Embajador, aquí un señor necesita el baño.
Se oyó el chirrido de la puerta y se abrió.
Guillermo salió con el ímpetu de un ventarrón, y Sonia, después de suspirar, lo
siguió.
__ ¿Adónde va? _le preguntó.
__A buscar a Gabriela y al coronel. Nos vamos
ahora. Mañana tengo una reunión importante temprano y no quiero estar mal
dormido.
__Embajador, ellos están charlando, bailando
__le insinuó y le señaló hacia un sector del salón __. Se los ve contentos. Y a él más, no ha dejado de mirarla desde que llegamos.
Sería egoísta si le pidiera que nos fuéramos. Sabe que ella es muy buena y por
darle el gusto se iría. Pero créame que no sería justo para ella que está tan
sola y no conoce a nadie de su nivel para divertirse.
__Está bien. Los esperaré en el auto.
__ ¿No va a despedirse de nadie?
__No quiero encontrar a Pedro, y esta no es
una velada oficial, no me debo al protocolo.
__Qué fiesta de mierda _ masculló Sonia que
se debatía entre seguir a su jefe o darle una oportunidad a la fiesta que tanto
la había entusiasmado unas horas antes.
__Sonia ¿dónde está el embajador? __ La
sorprendió Pedro.
Beggio la sobresaltó, y se dio vuelta con la
mano alrededor del cuello.
__Hola, Pedro, ¿cómo estás? Para mí también
es un gusto verte después de tanto tiempo.
__Hola Sonia, tiempo pasará dentro de unos
días en que me iré en misión por meses _ dijo Pedro, y sonrió__. Discúlpame.
__Sí, te disculpo por haberte portado como un
pelotudo y un grosero desde que llegamos.
__Me sorprendí mucho al verlas.
__En cambio a nosotras no nos movió un pelo.
__ Pedro bajó la cara y rio con desgano__. Pedro, Guillermo se puso frío cuando
te vio. Temblaba como una hoja. Encontrarte aquí, en esta casa, en medio de
este país de mierda, nunca vas a ninguna velada. ¿Qué te piensas que le pasó?
Él no vino con el médico.
__ ¿Eh?
__Olazábal, el médico francés. Que no vino
con él.
__ ¿Por qué tendría que venir con el
embajador?
__Olvídalo.
__ ¿Dónde está?
__ No aguantó más y se fue a esperar en el
auto.
__ ¿Está solo allí fuera?
__No, con el chofer.
__! No!
__ ¿Qué pasa? __Sonia correteó detrás de él.
__ ¡Déjalo Pedro! No vayas a molestarlo. ¡Pedro! ¡Ah! _ se asustó cuando este
frenó de golpe y giró sobre sí.
__ ¿En qué auto está?
__! Qué noche de mierda!
__Sonia, su vida corre peligro, a ver si lo
entiende alguien al menos.
__Es aquel Grand Vitara rojo.
Guillermo dejó de respirar al divisar la
figura de un hombre que se aproximaba a paso rápido hacia el sector de
estacionamiento. Él habría reconocido esa manera de caminar entre un millón de
personas. Se rebulló en el asiento trasero nervioso porque aun desde esa
distancia percibía la rabia que dominaba a Pedro Beggio. Simuló enojo cuando el
hombre abrió la puerta y le ordenó.
__Baje ya mismo y entre a la casa.
__Papurri, qué te pasa _ dijo Sonia
zalamera__. ¿Por qué no te calmas un poco y charlan tranquilos?
__ ¿Cómo quieres que le hable cuando lo
encuentro coqueteando con el presidente y ahora solo poniéndose en riesgo?
El chofer tan alto como Pedro pero más
fornido, se plantó frente a Pedro.
__ Le voy a pedir que se retire, señor.
__Está bien _ medió Guillermo para evitar
otra pelea __, no hay problema. Iré con él. __Descendió del vehículo y caminó
deprisa hacia la casa.
Pedro y Sonia iban detrás. Pedro le admiraba
avanzar envuelto en ese talante entre ofendido e iracundo que lo volvía loco,
era y se sentía el dueño de ese hombre porque lo había descubierto como tal, lo
había tocado, lamido, olfateado, mordido, penetrado, y ansiaba estar dentro de
él, eran uno, era su destino y él el del embajador lo entendiera o no aunque
las cosas lo pusieran en su contra al momento. Lo emocionaba tenerlo tan cerca,
lo torturaba tener que alejarse pero necesitaba que lo extrañara, que lo
añorara, que suplicara por él más allá de obedecer órdenes. ¡Cuánto lo necesitaba
para ser feliz! Incluso haciéndolo ahogarse en rabia lo enloquecía la emoción
de verlo o la expectativa de poder besarlo o tocarlo, aunque sabía que sería
difícil hasta que no pudiera ver la traición de varios, entre ellos del maldito
francés y entender el porqué del veneno y las pintadas.
Guillermo lo esperó en la puerta con los
brazos cruzados y un gesto de indignación.
__De aquí no me muevo _le aseguró, cuando él
le apoyó la mano sobre el hombro para guiarlo dentro__. No pienso entrar en esa
casa de locos.
__Vamos a mi habitación para estar
tranquilos __dijo Pedro mesurado y
conciliador.
__ ¿A la habitación que estás compartiendo
con Arismendi?
__No estoy compartiendo habitación con nadie.
A ver, Guillermo, he pasado casi diez años en total en Rumania, hace tiempo
conozco a esta gente y cada vez que me invitan a esta casa, tengo una suite.
__Los dejo solos _habló Sonia y entró.
__Por favor, Guillermo. No quiero hablar
aquí, estamos muy expuestos.
__ ¿Y en la pelea de hace un rato, no? Hablar,
¿de qué? Cuando llegué a la fiesta no parecías inclinado a… no digamos
conversar conmigo, ni siquiera a saludarme.
__ ¿Por qué aceptaste los galanteos de
Arismendi?
__No tengo que darte explicaciones ¡Suéltame!
__ Le exigió, cuando Pedro, de nuevo colérico le aferró por el brazo.
__No quiero que vuelvas a verlo fuera de
veladas oficiales __le exigió, mostrándole los dientes__. Ese hijo de mil putas
me odia y quiere hacerte daño para hacérmelo a mí.
__ ¿Qué tengo que ver yo con vos?
__Guillermo _ dijo, con ojos cerrados
mientras buscaba una brizna de cordura a la cual aferrarse__, te lo suplico,
aléjate de ese tipo. Es un perverso sin reparos.
__Es un buen hombre. __Guillermo tembló
cuando Pedro levantó los párpados. Sus ojos se habían vuelto negros y lo
aborrecían desde su oscuridad.
__Deberías odiarlo y despreciarlo tanto como
a mí.
__Ya lo sé. __El instante de desconcierto de
Pedro no significó un triunfo, por el contrario, la tribulación del hombre que
amaba al mismo nivel que temía le causó un dolor físico. Notó que le aflojaba
la sujeción y que lo alejaba de él. __Él me dijo quién es cuando ayudé a su
hijo, no me ha mentido ni ocultado todo como vos, esa es la diferencia. Y te
aseguro que él no quiere lastimarme para lastimarte. Él no sabe que teníamos
una relación.
__Lo sabe, ese tipo lo sabe todo.
__Jamás le hablé de vos.
__!Pero él de algún modo lo supo!
__ No, Pedro, no lo sabe, ¿puedo regresar al
auto ahora?
__Guille.
__! No me toques!
Pedro se cerró sobre él, lo aprisionó contra
la pared y le inutilizó los brazos y las piernas con el poder y el peso de su
cuerpo. Sus ojos, aún oscurecidos se fijaron en los de él con una intensidad
tan abrumadora que pese a que luchó no logró controlar los sollozos que
brotaron de su garganta y que lo humillaron.
__Déjame, pintaste las paredes, me estás
envenenando, ¿quién sos Pedro?__. ¿Qué
estás haciendo acá? ¿Por qué tuvimos que encontrarnos? __ exclamó.
__Porque soy tu destino, y solo quiero
cuidarte, y no me dejas opciones.
Pedro hundió la cara en el cuello de
Guillermo, y absorbió sus aromas, el que despedía su piel húmeda y caliente. El
aroma lo enloqueció, una fragancia floral, a madera, con notas de sándalo
aunque intensa y erótica.
__ ¿Qué perfume usas?
__Me lo prestó tu amigo, Alberto.
__ ¿Cómo se llama? Quiero regalártelo.
__Basta, Pedro _ se negó en un susurro.
__Sí __contestó él, con un fervor en la voz
que se trasladó a sus extremidades, y que Guillermo notó en el aumento de la
presión__. Dime cómo se llama y te diré que estaré meses alejado de ti, Alberto
te cuidará.
__Le Men.
Pedro repitió y la sensualidad de su acento
se le alojó entre las piernas como un pinchazo. Lo fundió su debilidad y el
descaro de Pedro que jugaba con él a las puertas de una de las casas del
presidente.
__Déjame ahora. No quiero otro escándalo. Si
el presidente nos encuentra lo habrá.
__Entre él y yo no pasa nada.
__No te creo, y en cuanto a ese ausentismo,
yo no te he enviado a ninguna parte.
__Tengo jefes y misiones superiores
embajador.
__No te creo, me mentiste demasiado.
__Vos también.
__Por eso, porque hubo demasiadas mentiras
entre nosotros es que todo terminó entre vos y yo, Pedro.
Pedro irguió la cabeza y lo miró a los ojos
afectado por la serenidad con que Guillermo se había expresado. ¿Cómo podía hablar de final entre
ellos si estaban unidos para siempre en cuerpo y alma? Lo encolerizó su
frialdad, también su necedad, y se alejó de él
con dos pasos hacia atrás.
__No quiero que vuelvas a ver a Juan fuera de
lo oficial, de veras, estás en peligro.
__Basta. Por favor estoy grande ya.
__Arismendi es una mierda y quiere
lastimarte.
__ ¿Qué pasa entre él y vos?
__Nada, una vieja rivalidad. Te amo y me amas
embajador, pase lo que pase.
Te quiero en mis otoños deshojando hojas, mil
fantasías invaden y las emociones no se hacen esperar están a flor de piel, te
escudriñas por mi mente, el viento sopla, miles de mariposas revolotean en mi
estómago, frente a mí estás, me miras con intensidad, me cautivas, ya tu mirada
ha desnudando mi alma, solo quedó prendida a tu alma, a tu lascivia, a tu
pasión deseada...
Te quiero en mis inviernos de este frío
intenso que invade mi cuerpo, eres mi abrigo, mi calor, la llamarada de mi
cuerpo y mi piel, eres la cobija perfecta que quiero tener, arrópame con tus
brazos, arden tus manos solo por acariciarme y recorrerme, es lo más sublime… tenerte, saborear tus labios, sentir tu piel
desnuda y hacer mil diabluras hasta enloquecer.
Te quiero en mi primavera los pájaros trinan,
las flores aroma tienen, todo es algarabía, y yo tengo tu esencia, tu perfume,
huelo a ti y me fascina, son tus caricias y besos interminables, es pasión
desbordada, es deseo simplemente de amarnos hasta la misma muerte, somos veneno
en la sangre, somos adictos, la droga que nos aniquila día y noches enteras,
desnudando nuestras almas.
Te quiero en el verano, desnudos estamos, la
cordura y la locura se unen y me pierdo en tu
penetrante calidez, horas imparables llenas de sabor a ti, eres el cobijo más eterno de mis fantasías, llevo tatuado tu nombre en cada espacio de mi ser, burbujean mis deseos por sentirme hombre, no hay suspiro de ti que no sea mío, que no haya besado, lamido, dejado en carne viva, eres y serás mi eterno amor, al que daré mi vida, al que amaré eternamente con todo mi ser.
penetrante calidez, horas imparables llenas de sabor a ti, eres el cobijo más eterno de mis fantasías, llevo tatuado tu nombre en cada espacio de mi ser, burbujean mis deseos por sentirme hombre, no hay suspiro de ti que no sea mío, que no haya besado, lamido, dejado en carne viva, eres y serás mi eterno amor, al que daré mi vida, al que amaré eternamente con todo mi ser.
Te dije susurrando hazme tuyo, y lo fui,
descubriste en mi cuerpo la perfecta obra de arte, me has hecho el cobijo más
eterno de este amor clandestino, tu calidez no se hace esperar, penetrante son
tus ojos que me devoran con ese fuego de tus pupilas, que seducen, que hiela el
alma, que cautivan y que matan.
Amor es amar con acordes al desnudo,
destajando la figura de tus labios, de tu amor al mío, llevas mi firma grabada
en tu piel, vendo al mejor postor mi corazón encendido, llevas tatuado mi
nombre en cada rincón, que no existe espacio en que yo no pueda volver a estar,
eres ladrón de mis sentimientos, me has robado mi sentir y hazme el elegir de
tu néctar, que para vivir te necesito aquí.
Escribo al amor y al amar cosas distintas que
finalmente se conjugan, amor es un sentimiento y amar es un verbo que se
transita por las venas, juntos forman tan sublimes palabras, en su formato
fascinante como la esencia de un poema que se vuelve algarabía, tu eres la
poesía más inefable de mi piel, acúname en tus brazos, para amarte sin razones,
sin miedos.
Somos un amor perpetuo, nos tenemos día y
noche, esos momentos en que tus sentimientos afloran, los hago míos, perdiendo
la cordura y la locura, la miel de tus besos es mi adicción, devorando los
silencios de tu boca, me juego por amarte y no perderte, aquí estoy dispuesto a
tener insomnios por siempre y hasta la eternidad si tú lo quieres. En la
comisura de la noche se encuentran dos almas amándose, con gran intensidad,
bajo la luna prometiendo amor eterno. Esa noche se vuelve caricias inmensamente
intensas porque tengo tu amor, bajo este paraíso del universo, fundirnos los
dos con gran pasión, uniendo nuestras almas, nuestros corazones, en un solo
cuerpo.
Estamos frente a frente, saboreando nuestros
besos, nuestros labios con sabor a dulce miel, y deseamos acariciarnos y
tiembla mi corazón, erizas mi piel, me susurras abolido y caigo a tus pies. Me
siento extasiado, porque con tu mirada desnudas mi alma, alborotas mis
sentidos, nos volvemos locura, pasión y deseo, y vuelvo a caer en tus brazos.
Me amas y te amo. No resisto tus besos apasionados, ni siquiera dejas respirar,
me vuelves loco por amarte, pronuncio tu
nombre y oigo tu voz se me quiebra el corazón, sabrás que mi corazón te
pertenece a ti por siempre. Nuestro amor no es una fantasía es la realidad,
nuestros ojos se clavan como un puñal, me rodeas con tus brazos, me fascinas,
eres esencia en mi existir, soy feliz completamente feliz porque te tengo a ti.
Déjame perderme en caricias de tus manos, déjame tocar tu piel ardiente, mis
manos inquietas necesitan de tu cuerpo de tu piel, de ti. Ámame mi vida quiero
estar siempre contigo, cada noche es un paraíso junto a ti, sueño cada instante
estar contigo, queriéndote, sintiéndote, y porque eres ese ser divino que me
enamoró.
__Desde que ayudé a su hijo, él ha sido muy
bueno con chicos del hospital militar. Ha donado mucho dinero para ellos.
__Dinero que le sobra, porque ansía entrar en
la ONU Y en la OTAN, y para
impresionarte.
__No importa. Ayudó a personas muy
desdichadas.
__Qué diría si supiera que te acuestas con el
traidor del francés, con Matías Olazábal? __Se arrepintió antes incluso de
terminar la frase. La facilidad de
Guillermo para empalidecer de manera drástica lo asustó y estiró los brazos en
un intento para sujetarlo. Las tonalidades de los labios y la piel se
emparejaron en la blancura del papel.
__Miserable.
__Guille, perdóname.
__! No! Y no vuelvas a acercarte a mí fuera
del despacho. ¡Déjame en paz!
Impotente, lo vio dar grandes zancadas en
dirección hacia el coche.
“Atardece
en los fulgores de tu mirada, tentación precipitada alcanzando necesidad,
alimento al cruzar la línea primera, acceder al pórtico del sentimiento, entrar
mar adentro compuesto de bellezas, susurros, añoranza rendida que en hora
ausencia conquista mi presencia empecinada en nuevo encuentro.
Pero sigue atardeciendo en las ventanas de tu alma, silencios lejos de calmas por esencias que rinden, pierden, marchan y me dejan. Al son callado de quien soporta las penas sentado a la vera del sufrimiento, nuestra esfera lecho de sábana piel, colchón deseo, almohada confidencia.
Atardecen los fulgores de tus ojos perla, apagando efervescencia al ritmo mortuorio del vivo mortificado, mientras te sonrío agarrando tu mano y te adentras en el gélido crepúsculo, borrando atardeceres condenados en mi mente cual recuerdos desde este preciso momento, hasta el instante ahora anhelado de volver a encontrarnos más allá de la carne (…) más allá del recuerdo.
Vivirte fue oxígeno, recordarte supondrá añoranza y morir será mi alabanza ensoñada por la necesidad de hallarte... Atardeció tu mirada sincera sin borrar de mis adentros tu esencia, tu sonrisa, tus caricias, atenciones, enfados, reconciliaciones... Atardece.”
Pero sigue atardeciendo en las ventanas de tu alma, silencios lejos de calmas por esencias que rinden, pierden, marchan y me dejan. Al son callado de quien soporta las penas sentado a la vera del sufrimiento, nuestra esfera lecho de sábana piel, colchón deseo, almohada confidencia.
Atardecen los fulgores de tus ojos perla, apagando efervescencia al ritmo mortuorio del vivo mortificado, mientras te sonrío agarrando tu mano y te adentras en el gélido crepúsculo, borrando atardeceres condenados en mi mente cual recuerdos desde este preciso momento, hasta el instante ahora anhelado de volver a encontrarnos más allá de la carne (…) más allá del recuerdo.
Vivirte fue oxígeno, recordarte supondrá añoranza y morir será mi alabanza ensoñada por la necesidad de hallarte... Atardeció tu mirada sincera sin borrar de mis adentros tu esencia, tu sonrisa, tus caricias, atenciones, enfados, reconciliaciones... Atardece.”
__
El aeropuerto
londinense de Heathrow estaba colmado de turistas de verano, y el viaje en taxi
hasta Mayfair insumió más de una hora. En el hall del hotel Churchill, cantidades de pasajeros
entraban y salían.
Un
botones se encargó de las tres valijas de Ángel.
__Llévelas
a mi habitación. Yo tengo que salir a hacer unas diligencias.
La
propina fue modesta, como para que el muchacho no la recordara después. Ángel
se dirigió a los ascensores del hotel, esperó que llegara uno vacío y subió.
Ya
dentro del ascensor, apretó el botón del sexto piso, el noveno, el décimo, y se
bajó en el quinto para despistar a cualquiera que pudiese estar observando
desde el hall.
Había
una escalera de servicio al fondo, que bajaba hasta un callejón. Cinco minutos
después de haberse registrado emprendía el regreso en taxi hasta Heathrow.
El
pasaporte estaba emitido a nombre de H.
R. de Mendoza. Tenía pasaje de Bucarest
por Tarom Airlines. Desde el aeropuerto Ángel envió un telegrama.
LLEGO
EL MIÉRCOLES
H.R.
DE Mendoza.
Iba
dirigido a Miguel Ángel Mendoza.
__
A primera
hora de la mañana Gabriela anunció:
__Hablan
de la oficina de Orestes Moravia.
__Yo
atiendo. __Guillermo, manoteó el
auricular presa de la ansiedad. __ ¿Orestes?
Al
oír que hablaba la secretaria sintió ganas de llorar de la desilusión.
__El
señor Moravia me pidió que lo llamara, señor embajador. Él está con el
presidente, y como no puede llegarse hasta un teléfono, desea que se le dé a
usted lo que necesite. Si me dice qué problema es…
__No
__respondió Guillermo. Tratando de que no se le notara la voz de desaliento__.
Tengo… que hablar con él.
__Lamentablemente
no podrá ser hasta mañana El doctor dejó dicho que lo llamaría apenas pudiese.
__Muchas
gracias. Quedo esperando su llamado. __Cortó. No podía hacer otra cosa que
aguardar.
Siguió
intentando hablar con Matías. Pero no le atendían en su casa. Probó en la
embajada de Francia y nadie supo decirle
a dónde estaba.
__Por
favor, apenas tengan noticias de él díganle que se comunique conmigo.
_Hay
un llamado para usted, señor embajador pero la mujer se niega a dar su nombre _le
avisó Gaby.
__Páseme
con ella. _Guillermo tomó el auricular__. Hola. Habla el embajador Guillermo
Graziani.
Una
suave voz femenina con un acento rumano, le contestó.
__Soy
Corina Socoli.
En
el acto reconoció el nombre. Se trataba de una hermosa joven de poco más de
veinte años, la primera bailarina de Rumania.
__Necesito
su ayuda porque he decidido desertar.
“No
puedo ocuparme de esto hoy. Ahora imposible”.
__No…
No sé si puedo ayudarla. __Procuró recordar velozmente lo que le habían dicho
respecto de los desertores.
“Muchos
de ellos son agentes soviéticos. Nosotros los traemos al país y ellos nos
engañan suministrándonos unos pocos datos inocuos, o bien directamente falsos.
Algunos se convierten en topos. Los peces gordos son los científicos o los
funcionarios de inteligencia de alto rango Estos siempre vienen bien. Pero de
lo contrario no concedemos exilio político a menos que exista una muy buena
razón”.
Corina
Socoli sollozaba.
__Por
favor, tiene que enviar a alguien a buscarme, porque no estoy en un sitio
seguro.
“Los
gobiernos comunistas utilizan ciertas trampas muy particulares, Alguien que se
hace pasar por desertor pide ayuda. Usted lo lleva a la embajada, y luego él protesta
aduciendo que lo han secuestrado.
Eso
le da el pretexto para tomar medidas en contra de los Estados Unidos”.
__ ¿Dónde
está usted?
Una
pausa.
__Supongo
que puedo tenerle confianza, estoy en la posada Roscow, de Moldavia. ¿Vendrá a
buscarme?
__No
puedo ir yo personalmente, pero enviaré a alguien. Y no vuelva a llamar a este
número. No se mueva de donde está yo…
En
ese momento se abrió la puerta y entró Pedro Beggio. Guillermo lo miró aterrorizado
al ver que avanzaba hacia él.
La
voz del teléfono repetía.
__Hola…
__ ¿Con
quién está hablando?
__Con…
Con el doctor Olazábal. __Fue el primer nombre que le vino a la mente. Presa de
miedo, cortó la comunicación.
“No
seas ridículo. Estás en la embajada. Él no va a intentar hacerte nada aquí, no
trae el café, ya lo sabe”.
__ ¿Con
el doctor Matías Olazábal?
__Sí.
Esta… por venir a verme.
¡Cómo hubiese deseado que fuera verdad!
Pedro
tenía una extraña expresión en los ojos. La lámpara del escritorio estaba
encendida, y proyectaba contra la pared su sombra de una forma grotesca, enorme
y amenazadora.
__ ¿Ya
se repuso como para volver a trabajar?
Qué
desfachatez.
__Sí,
gracias. __Ansiaba desesperadamente que se fuera para poder escapar. “No debo
demostrarle que estoy asustado”.
Se
le acercaba.
__Lo
veo nervioso. Tal vez debería irse unos días con los chicos a la zona de los
lagos.
“Y
así convertirme en un blanco más fácil”.
El
solo hecho de mirarlo lo atemorizaba tanto, que hasta le costaba respirar. Sonó
el intercomunicador y para él fue como si le arrojaran un salvavidas.
__Si
me disculpa…
___Cómo
no. __Pedro se quedó mirándolo un instante. Luego dio media vuelta y se fue,
llevándose la sombra consigo.
Guillermo
atendió el teléfono casi llorando de alivio.
__ ¿Sí?
Era
el encargado de relaciones públicas.
__Perdone
que lo moleste, señor embajador, pero tengo que darle una noticia muy triste.
La policía acaba de informarnos que el doctor Olazábal fue asesinado.
Guillermo
sintió que le daba vueltas la habitación.
__
¿Está… está seguro?
__Sí,
señor. Encontraron su billetera en el cadáver.
Lo
asaltó un tropel de recuerdos y una voz que le anunciaba por teléfono_: Habla
el comisario. “Su esposa murió en un accidente de auto”. Y se sintió apuñalado,
destrozado por los antiguos sufrimientos.
__ ¿Qué…
qué fue lo que pasó? __preguntó con voz ahogada.
__Lo
ultimaron de un balazo.
__ ¿No
se sabe quién fue?
__Todavía
no. El organismo de seguridad y la embajada de Francia están investigando.
Soltó
el auricular.
“Con
una sensación de embotamiento se echó hacia atrás sobre el respaldo del sillón
y clavó la mirada en el techo, donde notó una grieta. Las había por todas
partes. En nuestra vida también, y por allí nos llega el mal. Silvina murió.
Matías también. No toleraba pasar de nuevo por ese dolor. ¿Quién podía querer
matar a Matías?
Inmediatamente
después de la pregunta le surgió la respuesta. Pedro Beggio. Matías había
descubierto que Pedro estaba envenenándolo con arsénico, y Pedro supuso que, al
morir Matías, nadie podría acusarlo de nada con fundamentos.
Súbitamente
tomó conciencia de algo más. Que lo llenó de terror. ¿Con quién está hablando?
Con el doctor Olazábal. Y Pedro ya debía saber que él había muerto”.
“Permaneció
todo el día en su oficina, planeando lo que debía hacer. No voy a escapar solo
porque él lo quiera. No voy a permitir que me asesine. Tengo que impedírselo.
Sentía en su interior una indignación como jamás la tuviera. Iba a protegerse a
sí mismo y a los chicos. Además destruiría a Pedro Baggio”.
Guillermo
hizo otro llamado urgente a Orestes Moravia.
__Ya
le di su mensaje, embajador. Quédese tranquilo. Que él va a hablarle apenas
pueda.
No
podía aceptar la muerte de Matías un hombre tan tierno, tan bueno, que en esos
momentos yacía exánime en alguna morgue. Si yo hubiese regresado a Kansas
Matías estaría vivo.
__Señor
embajador…
Levantó
la mirada y vio a Gaby que le alcanzaba un sobre.
__El
guardia de la puerta le envía esto. Dice que lo entregó un niño.
En
el sobre decía: PERSONAL. PARA QUE LO LEA SOLO EL EMBAJADOR.
Guillermo
lo abrió. La nota venía escrita en bella caligrafía.
“Estimado
embajador:
Disfrute
de sus últimos días en la Tierra.
Ángel”.
“Otra
de las tácticas de Pedro para amedrentarme, pero no le dará resultado. No voy a
acercarme a él en lo más mínimo.”
El
coronel Marini observó la nota y meneó la cabeza.
__Hay
tantos locos sueltos _opinó__. Usted tenía que asistir esta tarde, señor, al
acto de donación del tomógrafo para el hospital, y en unas semanas al acto de
iniciación de las obras de ampliación de la biblioteca. Voy a cancelar.
__No.
__Es
muy peligroso señor.
__No
habrá problemas. __Él sabía dónde residía el peligro y pensaba evitarlo. __
¿Dónde está Pedro Beggio? __preguntó.
__Fue
a una reunión a la embajada de Australia.
__Avísele,
por favor, que deseo verlo de inmediato.
__Señor,
creo que partía para El Congo, para asegurar la explotación de una mina de
coltán.
__ ¿Con
permiso de quién?
__No
lo sé.
Pedro,
mal dormido y de pésimo humor saltó
dentro de una Chevrolet C10 y condujo como un loco por una carretera atestada
de depresiones. Un retén de soldados, que se había cruzado en el camino, lo
obligó a detenerse y a perder unos minutos al exigirle su identificación. Al
final sacó unos dólares, y arregló el asunto. Sabía, que desde hacía meses el
gobierno no pagaba sueldos a los soldados y que los hombres del ejército
deambulaban en busca de la comida, convertidos en una manada de perros.
Reinició el viaje más calmado, indiferente al paisaje y a la gente que se
desplazaba por los costados del camino. Un instante de sensatez lo apremió a
cumplir su plan para ese día, visitar con sus hombres los alrededores de las
minas del coltán que debían asegurar para una empresa de Israel. No sabía para
qué se planteaba la posibilidad de no ir primero a ver a Guillermo al hospital
donde seguramente se empeñaría en asistir, cuando por mucho que su mente lo
reprobase, su cuerpo y sus entrañas lo gobernaban sin que él pudiese ni
siquiera rebelarse. Guillermo lo ocupaba
por completo, el sentido de su vida, su amor, el amor de su vida, la vida, su
todo, y no podía culparlo de nada porque por un tiempo más ante sus ojos él
sería el malvado, el perverso, y fue la misión que aceptó desde el inicio, sin
saber cuánto amaría desde aquella primera mirada en Washington, al embajador.
Apoyó
el codo en el filo de la ventanilla, se sujetó la cabeza y siguió conduciendo
cavilando acerca del desastre de la noche anterior. Golpeó el volante con el
talón de la mano, rogando porque Arismendi no le cobrara la paliza. Había
imaginado otro escenario y otras circunstancias para un reencuentro romántico.
Pocas veces la vida lo había tomado tan distraído como esa noche que lo
descubrió en la sala del presidente, y en contra de su temperamento adiestrado
para evitar el efecto sorpresa, le permitió al asombro, a los celos, y a la
bronca que se adueñaran de su juicio. Desde ese instante, solo cometió errores.
Encontró
a los custodios que destinó al embajador montando guardia en los lindes del
Hospital Militar de la capital, habían cambiado de vehículo para evitar
levantar sospechas. Le confirmaron que Guillermo había entrado, y permanecía en
el interior.
__ ¿Nos
ponemos en marcha, señor?
__Esperaremos.
Guillermo
saludaba y repartía besos a los niños luego de la inauguración de la nueva
aparatología, y salió al corredor, rodeado de dos de los médicos, reían y
comentaban los pormenores de los beneficios.
__Eso
sería… __Guillermo no terminó la frase. Al final del corredor, en un charco de
la luz natural que lo embellecía y acentuaba su altura y porte, contra todo lo
esperado si intentaba asesinarlo, se hallaba, Pedro Beggio.
Pedro
lo había visto atravesar puertas vaivén escoltado por dos médicos, reían y
hablaban con entusiasmo, apretó las mandíbulas y se conminó a controlar los
celos para evitar caer en los errores de la noche anterior. Le dolió la dureza
de la mirada del embajador cuando esta cayó sobre él. Los hombres lo
contemplaron en abierto antagonismo. Vio que Guillermo se volvía y despedía de
ellos y avanzaba hacia él, en tanto Pedro caminó a su encuentro.
Guillermo
lo miró a los ojos simulando una calma que no tenía, la que estaba lejos de
sentir, las manos le temblaban esta vez no de temor. Guardaron silencio
mientras se contemplaban, emocionados por estar tan cerca uno del otro.
A
Guillermo le molestó que su mente le temiera y su cuerpo y emociones lo
traicionaran, que el atractivo de ese hombre le afectara al punto de reducirlo
a un ser sin voluntad, ni dominio, con la respiración acelerada, y un latido
veloz que le lastimaba el pecho, cómo podía engañarse, eran señales de amor que
nunca nadie le despertó, ni Silvina, ni Matías, tan solo Pedro Beggio. No podía
creer que aún le quitase el aliento cuando el mechón rebelde de cabello le
ocultaba la frente, o la belleza de sus labios gruesos, o sus hoyuelos al
sonreír, el corte de su mandíbula, que se agitaba porque estaba apretándola, o
la barbilla prolijamente afeitada, el diseño de sus orejas, su pequeña nariz,
su elegancia aunque vistiera de jeans y remera. Enseguida se asombró de que las
botamangas de los pantalones holgados estaban embutidas en borceguíes negros,
el calzado de los solados, y recordó algo dicho alguna vez sobre su
entrenamiento como tal.
Luchó
por no acariciarle le media luna morada que le contorneaba el párpado inferior
producto de la pelea de la noche pasada, le fastidiaba que en lugar de enojarlo
su postura pedante, de piernas separadas y pulgares enganchados en la cintura
del pantalón, el mentón apenas elevado, lo derritiese. Si se animara a aclarar
lo del veneno, y tantos hechos dudosos, pero él los evadiría.
__Hola
_lo saludó, Pedro, y él no se dignó a responderle__. ¿Te fue bien en la
inauguración?
__Muy
bien gracias a Dios.
__Gracias
a ti.
_Eso
no puedes saberlo.
__Lo
sé porque tú eres bueno en cualquier cosa que hagas.
__ ¿A
qué viniste? Dijiste que no te vería por meses.
__Anoche
me acusaste de acostarme con Juan.
__ ¿Acaso
no es verdad?
__No.
Guillermo
forzó una sonrisa y sacudió los hombros.
__Discúlpame,
no tengo por qué preguntarte. No es de mi incumbencia. Tengo que irme.
__
Lo es. Porque yo te doy ese derecho. Estas cadenas que no me dejan dormir, este
sentimiento que traigo aquí dentro de mi alma, te vi y no puedo apartarme ya de
ti, tú eres el causante de todos mis insomnios,
de todos mis desvelos, de pensar solo en ti. Soy prisionero de tus sonrisas, tu nombre lo llevo en mi
piel, ayúdame a ahuyentar mis miedos, mis temores para amarte más, cada mañana
al despertar, te miro, te admiro, me hipnotizas, me gustas, me encantas, me
fascina tu esencia mortal... Tú y solo tú me tienes con cadenas el corazón,
dueño de mis besos, de mi amor, la belleza perfecta ante la geografía perfecta de nuestros cuerpos se vuelve pasión, más de repente ruedan lágrimas de alegría porque tu cariño,
tus caricias, toda tu esencia y aroma me envuelven y me hacen desfallecer, tus brazos son mi mejor medicina, mi mayor placer.
dueño de mis besos, de mi amor, la belleza perfecta ante la geografía perfecta de nuestros cuerpos se vuelve pasión, más de repente ruedan lágrimas de alegría porque tu cariño,
tus caricias, toda tu esencia y aroma me envuelven y me hacen desfallecer, tus brazos son mi mejor medicina, mi mayor placer.
Átame
y no me dejes escapar de estas cadenas, tira la llave para que no la encuentre,
pon candado a mi vida porque soy de ti, te amo amor mío, solo condéname por favor a tu alma hasta la eternidad.
pon candado a mi vida porque soy de ti, te amo amor mío, solo condéname por favor a tu alma hasta la eternidad.
Guillermo giró para marcharse. Pedro lo sujetó
por la muñeca y lo arrastró y él se lo permitió porque no deseaba apartarse de
él. Resultaba paradójico, estaba amargado porque estaba feliz, era como volver
a casa. Experimentaba una inmensa dicha por tenerlo de nuevo de ese modo, solo
si dejaba su mente fuera, en un sitio impensado, en un tiempo inesperado, y a
su vez se despreciaba por permitirse esa debilidad. Se alejaron hacia un sector
silencioso y oscuro. Lo único que atinó cuando él se detuvo frente a su rostro
fue a bajar la vista para protegerse del ascendiente de su mirada.
__ ¿Con
qué derecho te miran tantos hombres?
__Lo
hacen. Con ninguno. No es mi problema como tampoco lo es con quién te acuestas
vos.
__Sí
es tu problema.
__No,
no me interesa.
__ ¿Yo
no te intereso, Guillermo?
__No.
__ ¿Es
este uno de esos momentos en que, dices exactamente lo opuesto a lo que
piensas?
__ ¿Por
qué intentaste envenenarme?
__Para
salvarte.
__
¿Cómo?
__Para
que te fueras, que es la única forma que tengo, pero no lo harás, y haré yo lo
que sea necesario para que no te maten.
Guillermo
sintió una punzada en el pecho, ¿y si no mentía?, terco en su decisión de no
mirarlo guardó un silencio condenatorio. Su vista en el escote en V de la remera,
por donde asomaba el vello lo desestabilizó, se imaginó enredando los dedos y
rozando las tetillas erectas, y a las palpitaciones de su pecho se sumaron
otras en la pelvis. Que se convirtieron en punzadas cuando las manos de Pedro
le rodearon el cuello y sus pulgares le ejercieron presión en la barbilla para
exigirle la mirada.
__No
dices lo que piensas. ¿Por qué llamaste a mi casa para saber cómo estaba luego
de la pelea si no te intereso? La mucama me lo dijo. __ Sonrió con malicia
cuando los pómulos de Guillermo se encendieron__. Solo con mirarte me excito.
Volver a tocarte… Dios, Guillermo, me enloquece. Guillermo _ suspiró, con los
ojos cerrados__. Te extraño tanto, mi amor. __Se inclinó para besarlo pero
Guillermo apartó la cara y, al hacerlo, sus fosas nasales se colmaron de
Givenchy Gentleman. ¿Por qué no usaba A Men?
__No
__lo oyó musitar__. No quiero. __”Aguanta”, se instó, y se conjuró imágenes de él
con Juan que lo atormentaran.
__
¿Por qué no? __susurró, Pedro, y sus manos se calzaron en la cadera de él y le
pegaron la pelvis a su erección, dura, caliente y palpitante como supo era la del
embajador__. ¿Ya no te excito?
__No
__mintió__, ya no.
__ ¿Ya
no? __Guille notó que las manos de Pedro se volvían bruscas y que su voz se
endurecía__. ¿Acaso encontraste otro que te caliente? ¿El imbécil del francés?
¿O Juan?
Guillermo
se rebulló para liberarse.
__Suéltame.
No tengo ganas de escuchar tus insultos. Con los desplantes de anoche tuve
suficiente.
Pedro
encontró una puerta que entornó con el pie y se introdujo, con Guillermo entre
sus brazos, en un cuartito que, por los olores, era el depósito de los
productos de limpieza. La alacena apenas iluminada gracias a la luz que se filtraba
por el montante, tenía anaqueles con frascos, latas, botellas y baldes. Pedro
aprisionó a Guillermo contra la puerta, le envolvió la cintura con el brazo
izquierdo y le sujetó la mandíbula con la mano derecha, propiciando que sus
labios sobresaliesen.
__No
te atrevas, déjame –se quejó Guillermo.
Con la voz distorsionada.
__Hazme
el amor entonces.
No
se trató de un beso sino de un asalto violento en el que la boca de Guillermo
desapareció dentro de la de Pedro, lo engulló, lo succionó, lo mordisqueó, lo
devoró e inició un juego diestro, camuflado en la fiereza, hasta conseguir que
Guillermo separase los dientes y lo dejase entrar con su lengua. Se produjo un
cambio en la respiración de ambos cuando Pedro consiguió penetrarlo e iniciar
una lucha con la lengua de Guillermo. Le hurgó las encías, los dientes, el
paladar, cada recoveco con el señorío que le confería su dignidad de dueño de
ese hombre. Le succionó la lengua como lo hubiera hecho con un pezón y se
introdujo profundamente en su boca hasta saber que lo ahogaba. Identificó el
instante en que Guillermo se rindió, claudicaba y se entregaba, y la malicia
volvió a curvarle las comisuras cuando las manos de él le encerraron la nuca.
Lo acomodó entre sus brazos y le besó el cuello, y le dibujó las líneas de las
orejas con la punta de la lengua hasta que la boca de Guillermo salió a buscar
la de él.
_Mi
espalda siente tus besos, bésame despacio, lentamente con caricias que se
vuelvan fantasías eternas, bésame como el susurro al viento, como la lluvia
moja el suelo seco, desliza las yemas de tus dedos en cada centímetro de mí,
sin dejar espacios en blanco,
entrelaza mi cabello entre tus dedos, desnúdame el alma, mi esencia.
entrelaza mi cabello entre tus dedos, desnúdame el alma, mi esencia.
Perversidad
tiene tu mirada, se denota tu fuego en mi cuerpo, tus labios los saboreo con
dulce néctar, el calor de tu cuerpo no se hace esperar, lléname de ti de tu
esencia varonil, calma esta sed y hambre, quiero devorarte, hazme tuyo una y
otra vez, arrebátame las ansias, de lo más profundo en esos orgasmos intensos
llenos de placer.
Estando
entre sábanas es una delicia nuestro sentir, la cama con pétalos de flores, es
la habitación que descubre cuánto nos pertenecemos tú y yo, llegando en mil
pedazos a la cumbre, ahogando los gemidos y gritos en agonía, nuestros cuerpos
son lumbre, llamas, volcán encendido, ganas de seducirnos en la algarabía de
nuestros sexos, al conquistar ambos ese trofeo, sin piedad, gozando cada
momento, haciendo el amor perfecto.
Nos devoramos,
estamos en el momento preciso de la sensualidad y erotismo, quítame esta
ansiedad, regálame mil noches como estas, eres mi premio favorito, mi fruta
prohibida, me desinhibo ante tu compañía, desbordando caricias, probando la
humedad de tu cuerpo, nuestros latidos se hacen extensos, la respiración
taciturna, bajando por mi columna, solo arráncame los miedos.
Di
que valemos el riesgo de amarnos, de ser vulnerables y perdernos, ante la
cordura y la locura, somos prisioneros de tantos sentimientos, ambiciono ser el
frio de tus madrugadas, eres la gloria lo más sublime, mi idilio, solo hazme de
tus fantasías rehén, olvídate de que soy un caballero y aprópiate de mi ser.
“La
vi acercarse como tantas veces. ¿Quién no ha visto volar mariposas? Lo
atractivo sucedió al pararse frente a mí en total desparpajo y suficiencia de
poder, jactancia de color, y al límite de la arrogancia. Me concentré en ese
especie de latir de sus alas; pulso que me cautivó a nivel de borrar todo lo demás.
"¿Qué quieres mariposa?", pregunté en la tontedad de los ojos ciegos y secos de no prestar atención. Me besó la nariz y me suspiró: "¡Lindo!” Lindo... Cómo puede una simple y gastada palabra sonar así; como nueva; con impacto de Nick auto. Me volví un charco de miel tibia y fluí por el piso, con temperamento ácido y corrosivo, rozó su muslo tatuado entre mis piernas y me dijo: "Acá estoy yo". No necesité nada más.
"¿Qué quieres mariposa?", pregunté en la tontedad de los ojos ciegos y secos de no prestar atención. Me besó la nariz y me suspiró: "¡Lindo!” Lindo... Cómo puede una simple y gastada palabra sonar así; como nueva; con impacto de Nick auto. Me volví un charco de miel tibia y fluí por el piso, con temperamento ácido y corrosivo, rozó su muslo tatuado entre mis piernas y me dijo: "Acá estoy yo". No necesité nada más.
Junto
con la tenue luz también se colaban los sonidos, y sin embargo, no bastaban
para acallar los clamores ni las respiraciones impetuosas de ellos.
Pedro
escurrió la mano por el elástico del pantalón y la deslizó bajo el bóxer hasta
apretarle el glúteo. “Por favor”, se lamentó con la misma intensidad con que lo
deseaba y lo amaba. Hundió la mano en la hendidura entre las nalgas, y le
acarició el ano, una y otra vez, hacia tras y hacia delante, con suaves
tirones. Guillermo se convulsionó violentamente, echó la cabeza hacia atrás,
profirió un grito, y de manera mecánica, como si estuviese por caer de
espaldas, le cubrió el rostro con una mano y le clavó las uñas de la otra en la
carne del cuello, Pedro le habló sobre la palma, humedeciéndosela,
calentándosela, rozándosela con los labios mullidos.
__ ¿Qué
fue eso? ¿Un orgasmo?
Guillermo
asintió apenas, agitado, pasmado, asombrado, aturdido a causa del placer que
ese hombre y solo él era capaz de darle. Pedro le tocó la palma con la punta de
la lengua, y Guillermo retiró la mano para depositarla en el hombro de él.
__Júrame
__le exigió Pedro__que solo conmigo has temblado así.
Como
él se empecinaba en el silencio con los ojos cerrados, los labios empalidecidos
y las fosas nasales dilatadas, Pedro continuó el descenso de su mano hasta
alcanzar la umbría latiente, Guillermo hizo rodar la cabeza sobre la puerta y
se quejó. Pedro, implacable, soltó su risa y lo penetró con el índice y el dedo
medio mientras friccionaba la erección con la misma cadencia, y dibujaba con los
pulgares círculos sobre el glande.
__
"¿Por qué lucho contra esto?”, se cuestionó. “¿Por orgullo?” ¿Por
vergüenza con él? ¿Para protegerme? No podía resistirlo. Profirió un gemido
ronco, más bien un lamento y su pelvis inició un vaivén sobre las manos de
Pedro en contra de su voluntad. Sollozó cuando él detuvo los masajes para
hablarle sobre los labios.
__ ¿Quién
te excita como yo? __lo increpó y, con tal de que siguiera frotándolo, le
confesó la verdad, cayendo fácilmente en la lengua de él.
__Nadie.
__ ¿Quién
te ha tocado así?
__!
Por favor! __suplicó, y Pedro volvió a penetrarlo con los dedos y a besarlo.
Hasta que retiró la lengua de la boca y la mano para volverlo a frustrar.
__
¿Quién es el único que te ama y te excita?
__Vos…
tú.
__Di
mi nombre. Dilo.
__Pedro.
__Otra
vez, sabes que amo oírlo de tus labios.
__Pedro.
Guillermo
ni siquiera era consciente del chantaje. Solo quería satisfacerlo para que él
lo satisficiese a su vez.
__ ¿Qué
significo para ti, Guille? ¿Por qué me traicionaste con ese traidor? __le
preguntó más manso, mientras arrastraba la boca por el rostro de él aun por la
nariz, donde depositaba pequeños besos.
__Vos
sos todo, Pedro, mi vida, mi todo,
Matías era lo seguro, lo estable, vos sos el vértigo, pero el todo.
Los
labios de Pedro se separaron en una sonrisa triunfal, le gustó, y retomó las
caricias y el movimiento de sus dedos dentro de él con lentitud intencionada
hasta conducirlo a la desesperación.
__Por
favor, Pedro.
__Sí,
mi amor.
No
implicó tarea laboriosa, lo condujo al alivio en segundos. Guillermo perforó el
silencio de la despensa con gemidos roncos y sostenidos, y quedó inerte apoyado
sobre el lado de corazón de Pedro. La firmeza de su cuerpo y la dureza de sus
músculos lo reconfortaron. Sus manos que lo mantenían de pie, aún lo excitaban
solo con darle calor y poder. No quería mirarlo a la cara. Tenía vergüenza
repasando lo vivido. Se mantuvo quieto, y contuvo el aire sabiendo que los
labios de Pedro en sus oídos le hablarían.
__No
vuelvas a decirme que no te excito, que no me amas. Mientes fácilmente, Guille.
¿Cómo pudiste estar con el francés si quien te produce todo soy yo?
Le
dio la vuelta, le quitó el apoyo, lo
penetró en una embestida, y todo recomenzó.
__ ¿De
veras te vas un tiempo?
__Sí,
pero nada te sucederá, Alberto y otra gente cuidará de ti y de los chicos,
Guille, colabora.
__ ¿Quién
sos?
__Lo
sabrás, pronto lo sabrás todo mi amor.
Pasa
el tiempo, y el mismo, me acerca a ti. Tenerte, da lo mismo, sean minutos, sean
horas... lo que nos demostramos, no necesita explicaciones, ni la distancia que
pretende complicarnos, ni el tiempo, que nos separó un día, han dado fin a lo
nuestro.
Ninguno
de los dos puso un punto, ni una basta. Ninguno de los dos pudo, ni puede, ni
podrá, estamos juntos... y, allí, no nos importa el mundo... En ese instante,
entre mis brazos, mirándote, descubro que tengo ese amor que un día le di todo,
le di mi juventud, mi plenitud, mi inexperiencia... Pero ni nuestras vidas
separadas, ni nuestros destinos cruzados, fueron obstáculos, el amor está hoy,
prueba ello, que hubo amor aquel día, que ni los años lo opacaron, y hoy,
tenerte, me trae a la mente, ese lugar, ese momento, en que fui tuyo. Hoy sigo
siendo tuyo... Pensándote, he pasado noches enteras creado los verbos más
apasionados y jamás escritos, por eso cada noche y por más que lo intento
denodadamente, no puedo dejar de soñarte,
fantasear contigo, y con tener tu ardiente cuerpo entre mis brazos, besar tus labios, acariciar
tu desnudez y hacerte el amor, pero uno de mis anhelados e incansables deseos,
es que sean tus fogosos labios los que me anuncien un nuevo amanecer.
Pedro
escapó del enredo y tras depositarle un beso rápido, se escabulló por el
resquicio de la puerta y desapareció.
CONTINUARÁ.
HECHOS
Y PERSONAJES SON FICTICIOS. CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE
ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.
LIBRO
DE ANCLAJE. EL CAPRICHO DE LOS DIOSES. SIDNEY SHELDON.
Lily Rz Magnífico 👏👏
ResponderEliminarKunase Bellísimo
ResponderEliminar
ResponderEliminarDelia Bellísimo
FLOR. BELLO, AL FIN.
ResponderEliminarBLANCA. DIVINO, SÚPER, GRACIAS.
ResponderEliminarSol. Me encantó, complejo y bello, un beso Eve
ResponderEliminarVeronica Lorena Piccinino Hermoso ... que lindo Pedro!!...lo dejo calentito los panchos a Guillermo.. .que sufra un poquito... gracias Eve Monica Marzetti
ResponderEliminarUn fuego Eve...Por fin Pedro y Guillermo juntos, rendidos ante tanta seducción y aceptando el amor que los une...En realidad Pedro lo sintió siempre, el que duda es Guillermo, pero ya sabrá los secretos que guarda Pedro y espero que entonces sí vivan libremente su amor...
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