miércoles, 7 de agosto de 2019

REDENCIÓN. CAPÍTULO SIETE.



REDENCIÓN.
CAPÍTULO SIETE.



“¿Qué problema tienes Guillermo que necesitas escucharlo una y otra vez? ¿Y yo? ¿Por qué me siento más cerca de ti oyendo esta música? Lo único que he hecho es sustituir tu foto por el CD. Estoy enfermo. Menos mal que, al menos, no duermo con el CD debajo de la almohada.”

Pedro sacudió la cabeza y trató de concentrarse en el proyecto. Para liberarse de la melancolía de la pieza pensó en Matías y en las actividades del día anterior.
Se había mostrado y servicial. Aparte de darle una llave del despacho de El Profesor se había ofrecido a darle consejos sobre cómo estructurar el proyecto. Y lo había hecho  reír más de una vez. Hacía tiempo que no se reía tanto. Era todo un caballero. Era tan amable y educado que era imposible que no le gustara… y sin embargo. Como fuera,  era agradable estar con alguien guapo y dulce al mismo tiempo, era una combinación que se encontraba con poca frecuencia y que muchas veces no era valorada. Le estaba muy agradecido por sus consejos. ¿Quién mejor que Virgilio que había guiado a Dante en el Infierno para guiarlo a él en su proyecto?
Quería que su propuesta impresionara al profesor Graziani,  que se diera cuenta de que era un estudiante capaz e inteligente. Aunque sabía que probablemente él estaría en desacuerdo con ambos calificativos sin importarle la opinión del catedrático de Harvard. Y mentiría si dijera que no estaba tratando de manera subliminal de que Graziani se acordara de ella.
Se preguntó qué sería peor…  ¿que Guillermo lo hubiera olvidado o que se hubiera convertido en el Profesor Graziani? La segunda opción lo ponía enfermo así que la descartó rápidamente. Era preferible que lo hubiera olvidado pero siguiera siendo el hombre dulce y tierno que lo había besado en el viejo huerto de los manzanos a que lo recordara convertido en el profesor Graziani con todos los vicios y defectos de este pero sobre todo con su arrogancia y frialdad.

El proyecto de Pedro era sencillo. Pretendía comparar el amor cortesano propio de la casta relación  entere Dante y Beatriz y la lujuria apasionada de los adúlteros Paolo y Francesca los dos personajes que Dante sitúa en el círculo de la lujuria en el infierno. Pedro quería abordar las virtudes y defectos de la castidad, un tema por el que sentía un gran interés y compartirlo con el erotismo subliminal  de la Divina Comedia.
Mientras trabajaba en su proyecto se encontró con que la vista se le dirigía alternativamente al cuadro de Holiday  y a una postal que  mostraba la escultura  de Rodin…  El  beso. Rodin había  esculpido a Paolo y Francesca de tal manera de que sus labios no llegaban a tocarse pero la escultura era sensual y erótica.  Pedro no había comprado una réplica de la escultura porque le excitaba demasiado. Y, al mismo tiempo le rompía el corazón.
Se había conformado con una postal pegada en la pared con cinta adhesiva.
“El tibio sabor a miel de tu boca puedo probar dejado escapar en cada beso. Eres un beso de amor que llena mi corazón dando vueltas en la mente hasta tener un beso más.
Eres mi alma de ensueño, eres mi anhelo que resbala en el alma y me lleva al cielo. Suspiro de amor, latido de mi corazón entre la realidad y la ilusión, dime si existo en tu razón. Entre besos y besos dónde queda el sol, si la luna me abraza quiero un rayo del sol. Eres más que un beso con sabor a amor, alivias mi dolor, eres mi amor.
No sé por qué tus besos me confunden si para mí es como una llamarada, me enloquecen y me fascinan tus labios y tu boca, un mar que provoca pasión y deseo, por sentirte mío, por ser
tu dueño, si supieras cuánto te necesito mi amor.
No dejo de pensar en ti, cierro los ojos, y tú estás aquí, eres indescriptible para mí,
mi universo lo eres tú, me vuelve loco tu amor, tu sentir, y más quedo clavado  de tu mirar en mí, desvistiendo mi alma,  más te amo y más deseo estar contigo. Entre tus brazos no siento frío, tú me abrigas, me das el calor necesario que necesito. No sé qué has hecho para llamar mi atención, pero, aquí estoy en tus brazos, respirándote, amándote día y noche, inhalándote deseándote, mirándote, eres perfecto para mí mi amor, y es que tus manos son la ternura perfecta a mi piel.
Es el aroma esencial de ti, que lo traigo en mis poros. ¡Cómo te amo mi amor!
Tú,  mi locura de amar, mi razón de existir, mi tierno y dulce amor, al que quiero compartir
mi eternidad, soy y eres mi realidad, me hace tan feliz saber que eres mío,  nada más”.


Sabía el francés justo para desenvolverse sin problemas,  manejaba el inglés casi tan perfectamente como el español y el italiano,  pero su nivel básico del idioma le permitía darse cuenta que buena parte del poder subversivo de la escultura de Rodin estaba en su título: Le baiser, en francés baiser podía aplicarse tanto a un inocente beso como a un acto tan poco inocente como tener sexo,  uno podía decir baiser y referirse a un inocente beso pero si alguien decía baíser- moi estaba rogando que lo follaran.
La inocencia y el ruego están reflejados en el abrazo de los amantes cuyos labios no llegaban a tocarse inmovilizados juntos pero separados por toda la eternidad. Pedro quería liberarlos de su abrazo congelado y secretamente deseaba que su proyecto le permitiera hacerlo.

A lo largo de los  años se había permitido pensar de vez en cuando en  el episodio del viejo huerto de la casa de Gaby y revivir aquel primer beso de Guillermo y algunas de las cosas que vinieron después. Pero casi siempre era en sueños. No solía pensar nunca en la mañana siguiente,  cuando despertó llorando aterrorizado. Esa era una evocación en extremo dolorosa. El recuerdo de esa traición lo visitaba en sus pesadillas demasiado a menudo para su gusto y también era causa de que nunca hubiera tratado de ponerse en contacto con él.
Justo entonces sonó el móvil.

__Hola soy Gaby, ¿tienes planes para esta noche?
Pedro oyó de fondo a Guillermo refunfuñando.
Inmediatamente apretó el botón de mute en el ordenador para silenciar a  Mozart y esperó unos instantes para asegurarse de que él  no lo  había oído.

__ ¿Pedro? ¿Sigues allí?
__Sí aquí estoy.
Por el sonido de la voz de Guillermo fue incapaz de distinguir si estaba enojado o tan solo protestaba. Cualquiera de los dos comportamientos era esperable en él.
__ ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?
__Sí perfectamente. No tengo planes para esta noche __respondió finalmente cuando se convenció de que Guillermo no había oído el CD.

__Bien porque quiero ir a una discoteca.
__Gaby no. Sabes que odio ir a esos sitios. No sé bailar y la música siempre está demasiado alta eso sin mencionar el alcohol, el humo, como poco.
Gaby rio sin ganas.
__Es gracioso que digas eso. Guille acaba de decir prácticamente lo mismo. Aunque él no reconoce que no sabe bailar. Caprichoso como es dice directamente que no quiere.
Pedro se incorporó en la cama.
__ ¿Tu hermano vendría con nosotros?
__Pedro vuelvo a casa dentro de un par de días. Va a llevarme a cenar a un buen sitio y luego quiero terminar la noche en una discoteca. No está encantado con la idea pero tampoco se ha negado en redondo amigo, por favor no sé cuándo los vuelva a ver, quiero que te reúnas con nosotros después de cenar. ¿Qué te parece?
__Me encantaría, Gaby, pero no tengo nada adecuado que ponerme ya tú sabes mi situación económica. Lo siento.
Su amiga se echó a reír.

__Ponte algo sencillo. Estoy segura de que tienes algo que puedes llevar.
__Con lo formal y elegante que es tu hermano… lo dudo.
En ese instante llamaron a la puerta.

__Un momento Gaby,  alguien está llamando.
Pedro vio que había un repartidor frente a la puerta de su casa y le abrió.
__ ¿Sí?
__Traigo un paquete para Pedro Beggio, ¿es usted?
Él asintió y firmó el acuse de recibo de lo que resultó ser una caja rectangular muy grande.
__Gracias _ murmuró, poniéndose la caja bajo el brazo y recolocándose el teléfono en la oreja__. Gaby ¿sigues ahí?

Le pareció que su amiga se seguía riendo.
__Sí. ¿Quién era?
__Un paquete para mí.
__ ¿Y qué hay dentro?
__No lo sé pero es una caja muy grande.
__ ¿Y qué esperas? Ábrela.

Pedro cerró la puerta del apartamento y dejó la caja en la cama sujetando el teléfono entre la oreja y el hombro para poder seguir hablando mientras abría el paquete.
__Tiene una etiqueta… Pone… Es una casa de ropa. ¿Quién me envía un regalo, Gaby?  No me digas que has sido tú.  ¡Gaby!

Pedro oyó sus carcajadas al otro lado del teléfono.
Al abrir la caja vio un divino traje azul oscuro casi negro de Giorgio Armani, una camisa gris perla  y la corbata  del tono del traje, era uno de los atuendos más masculinos que había visto nunca.
En un extremo de la caja al lado del traje encontró una caja menor con zapatos negros italianos y al verlos Pedro supo que costaban más que un mes de alquiler de su  minúsculo hábitat, en otro extremo vio una cartera de hombre de cuero negro.
__ ¿Te gusta?  __preguntó Gaby insegura__. La dependienta se encargó de elegirlo. Yo solo le dije que te enviara lo mejor que le vendería a Guille.

__Es precioso Gaby. Todo. Un momento ¿cómo sabías mi talle?
__No estaba segura pero  no me pareció que hubieras aumentado de peso y aún recuerdo los regalos que te hacía mamá. De todos modos pruébatelo.
__Pero es demasiado. Solo los zapatos ya… No puedo aceptarlo.
__Pedro por favor, estoy tan contenta de que volvamos a ser amigos… Aparte de encontrarme contigo y de visitar a Guillermo, no me ha pasado nada bueno desde que mi madre se puso enferma. Por favor no me quites la alegría.

“Caramba. Gaby sabe cómo hacer que alguien se sienta culpable.”
Pedro respiró hondo.
__No sé.
__No lo he pagado con mi dinero. Es dinero de la familia. Cuando mamá murió… __Dejó la frase a medias esperando que su amigo sacara sus propias y erróneas conclusiones.

Y eso fue exactamente lo que pasó.
__A tu madre le habría gustado que te gastaras el dinero en ti.
__A ella le gustaba que todos sus seres queridos fueran felices y tú te contabas entre ellos. No tuvo demasiadas oportunidades de malcriarte después de… de lo que pasó. Pero te aseguro que de saber que pasabas necesidades mientras nosotros nadábamos en dinero se habría sentido muy mal, estoy segura de que en este momento nos está viendo y está sonriendo. Hazlo por mí. Hazla feliz a ella Pedro.

Gaby notó que su amigo estaba a punto de llorar y empezó a sentirse mal por ser tan manipuladora.
Guillermo que no tenía ganas de llorar ni se sentía culpable solo esperaba a que acabara de hablar de una vez para poder usar su teléfono.
__ ¿Puedo pagar una parte? ¿Puedo pagarte los zapatos… poco a poco?

Guillermo debió de oírlo. Porque se lo oyó maldecir. No paraba de  refunfuñar. Decía algo sobre un ratón y una iglesia.
__Guillermo, déjame a mí _dijo Gaby.

Pedro oía fragmentos de la discusión entre los hermanos.
__Si eso es lo que quieres así lo haremos. Guillermo cállate. Pero  es nuestra última noche juntos y quiero que vengas. Así que cámbiate y ven con nosotros. Ya hablaremos de dinero más tarde. Mucho más tarde. Cuando haya regresado a casa y viva a cargo del estado.

Pedro suspiró y elevó una oración de gracias a Mirna. Que siempre  se había portado como una madre con él.
__Gracias Gaby. Te debo una. Otra vez.
__! Guillermo! ¡Pedro va a venir! _gritó su amiga.

Pedro sé apartó el teléfono de la oreja para no quedarse sordo con sus gritos.
__Pasaremos a buscarte por tu casa hacia las diez. Guille dice que ya conoce el camino.
__Es bastante tarde. ¿Estás segura?
__Pedro  yo no diría que es de madrugada, vamos a una discoteca. Guille la conoce y dice que abren a esa hora, yo lo dudo de hecho como sea seremos de los primeros en llegar. Mientras te pones más lindo el tiempo se te pasará volando. ¡Estarás impresionante!

Con esas entusiastas palabras Pedro colgó el teléfono y empezó a admirar el precioso traje y atuendo nuevo. Gaby había heredado  de su madre el carácter bondadoso y caritativo. Era una lástima que parte de ese carácter no se le hubiera pegado a Guillermo.

“Como el hueso en el fruto, siento que están atrapadas mis ilusiones y esperanzas.
Avanzo por los caminos buscando entre penumbras, ese rayo de esperanza que me conduzca a sentir ilusionantes y mágicas vivencias.
Mas, casi no me dejan avanzar las piedras con las que me voy tropezando en el camino.
Las aparto, miro debajo de ellas, las apilo en sucesión, y solo veo en ellas abandono y soledad como la del viento que levanta su quejido ululándole a la nada.
Se hace cada vez más pausado y cansino mi caminar, el agotamiento hace que no recuerde la meta que debo alcanzar.
Me siento, más exacto, me dejo caer y cruzo las piernas apoyando las manos en las rodillas.
Mi mirar errático, deambula por el entorno sin detenerse en parte alguna. El olor que trae el aire es difícil de identificar, a tierra seca, a polvo que se introduce por los ojos y me obliga a cerrarlos fuerte quedándome en total oscuridad.
Mi mano roza tanteando en derredor una piedra lisa, de forma redonda como la rodilla de un niño, la acaricio y pienso qué elementos la moldearon hasta llegar a adquirir su forma actual.
Abro un poco los ojos y por las rendijas alcanzo a ver cómo se va acercando una luz tamizada por velos de sombras que van refrescando el ambiente.
¡Cuánto daría por poder bañarme y dejar atrás el insomnio!
Soy esclavo de mi tiempo, me levanto y sacudiéndome el polvo, bebo un poco de agua y dándome la orden: ¡A terminar el camino!

Se preguntó si sería capaz de bailar subido a esos zapatos tan seductores como peligrosos enfundado en esa ropa cara y se planteó la locura excitante pero levemente amenazadora, la posibilidad de bailar con cierto profesor.
Pero  a Gaby le ha dicho que no baila. Qué raro.

En un momento de inspiración se dirigió a la cómoda y abrió el cajón de la lencería fina que jamás llegó a usar. Sin mirar la foto que tenía escondida al fondo eligió un pequeño y sugerente trozo de tela que había que ser muy caritativo para calificar de bóxer aunque el término era adecuado porque iba a llevarlo bajo un pantalón no porque pudiera considerárselo ropa.
Pedro sostuvo el bóxer en la palma de la mano _tan pequeño era__ meditando como si estuviera ante una imagen sacra. Finalmente decidió usarlo, iba a ponérselo esperando que le diera el valor necesario para lo que necesitaba hacer para lo que tenía que hacer que era recordarle a Guillermo a lo que había renunciado al abandonarlo.
 No más “lacrimosa” para Beatriz.

“Nuestro clímax o marea baja, el entusiasmo que una vez se extinguió. Aún no es indiferente a la ceniza. Como un suspiro escapa el aire, y el alma como un lamento o sinfonía furtiva con tu mirada, acompañados con los temblores del alba. Todos los relojes se detuvieron repentinamente en este momento del grito. La respiración más pesada que la sombra. Al igual que las flores de amapola roja que han estado durmiendo bajo el árbol de bodhi, con mil años de dichosa danza en el mundo. Mira nuestro amor. Bailemos juntos.  Alabemos el resplandor del sol y besemos el cielo rojo y el mar, tus mejillas y mi corazón.
Comprimiendo cada parte de tu cuerpo, la boca, el pulmón, las extremidades. No me permites actuar precipitadamente, pero quiero ir más lejos, al lugar de tu cuerpo que no puedo alcanzar,  cada lugar del cuerpo que pueda viajar, como la belleza del tigre ubicuo, como tu vientre detrás de un crisantemo, abre tu piel, siente tu cuerpo sobre la lengua del fuego,
mucho más real que ver a otros encender los dedos, manos que tienden a moverse hacia arriba y hacia abajo; desde la punta de la lengua, la piedra se extiende hasta las extremidades;
solo la consciencia está despierta y tratando de paralizarse, las piernas perdidas en la conciencia y el blanco extendido ampliamente: pérdida completa de conciencia; llamada interminable e ígnea, ancestral. Con una gota de mercurio drenando los límites de tu cuerpo,
la temperatura corporal restante bajo cero.
"Tal vez... ser una  persona inmortal es así... "Cuerpo desnudo, en un sentido no mitológico,
saboreando el fuego, saboreando una pasión por el oro puro.
¿Qué es Yeats? ¿Qué es Sartre? ¿Qué es tu vientre de seda natural? Los dedos del piano consumen demasiada luz de luna de la areola, la rotación del dedo, en circunferencias, repetidas, allí tiembla, es denso en la rotación, provoca un movimiento de risa, ríes, tócame la sonrisa, rotas la areola, la plenitud, la rotación dibuja algo en la mente, quieta en esa música que se repite en la tibieza del aire, ahí, medida, retenida acariciamos, deslizamos la luz azulina, la piel titilante y tibia.
 A la luz de las velas, el dedo índice no se separa del dedo medio y se levanta y te toca, formando un patrón, más profundo que un grabado en madera, el cuerpo se escribe repetidamente y luego se enraíza, cruzando el límite bidimensional del placer, cerca del sólido.
Todos los orgasmos no son una ficción. La representación externa de la luz queda atrapada y privada. La piedra se adentra en el cristal y se convierte directamente, en la ambigüedad del espejo, un cuerpo de seda, una gota de mercurio, hervir al sol.  O se  adentra en ese túnel oscuro y misterioso que la aloja le da amparo. La acción muy suave hace que las personas sientan un fuerte latido en el corazón. Soñando en las profundidades, estás fuera del cristal. La lengua separa la carne de la fruta. Deja que el núcleo sea parte de la perseverancia.
Como un pájaro libre, quita los ingredientes metafóricos. Introduzca el centro de la llama directamente en el nombre de una persona. Cuerpo desnudo, en un sentido no mitológico.
Saboreando el fuego, saboreando una pasión por el oro puro. Ser incluido o destruido por mayor entusiasmo. El bautismo y la devoción del fuego. De sujeto a no sujeto. Solo una pared aparte, un paso de distancia; de él, para mí, dos llamas completamente compatibles.
Siente tu cuerpo sobre la lengua de fuego del monosílabo átono.
Esta noche. Iré a verlo en mis sueños buscaré su boca, la besaré deleitándome del dulce sabor que tienen sus besos. Con mis miradas dibujaré en el cielo su rostro para siempre verlo en cada  estrella iluminando mi ser. Esta noche. Será especial para mí porque robaré con mis labios la fragancia del perfume que tiene su piel.
Me apoderaré de su cuerpo, desnudaré su alma por completo, será mío en mis sueños sin que se dé cuenta ni llegue a saberlo. No dejaré de pensar en él, su imagen la llevo pegada a mi mente, sus ojos son mi desvelo, sus sonrisas mitigan el dolor anclado que llevo en el alma.
 Lo abrazaré en mis sueños, con mis ojos rondaré su corazón, premiaré a su alma con mis besos y caricias hasta el amanecer.
Vísteme con tus manos de amor vida mía que desnuda se siente mi alma sin ti, vísteme de caricias soñadas que mi piel necesita de tus manos, vísteme también el aire con tus besos vida mía pues mis labios de sed se mueren, déjalos en la lluvia, ella sabrá como dejar caer sus gotas de amor cuando le sonría.
Hay días que al despertar me siento la mitad de mí, quiero volar y ser aire espeso y moreno, él se empeña en cortar mi vuelo, hay días que me siento la mitad de un poema, la mitad de un sentir y un amar, la mitad de deseo convertido también en la mitad de un suspiro, la mitad en un beso lento, hay otros días que solo deseo perderme en la mitad de tu sonrisa, y hay días amor mío que me muero a la mitad de todo y sin ti”.
__
_Me arrodillé y arrastré mis dedos en el fango arrancando césped y llevándolo a mi boca mientras gritaba desesperadamente, ahogado por el dolor y la impotencia que conllevaba portar solamente ocho  años y vivir lo que sucedía en mi hogar. No sé cómo se enteraron, probablemente alguien oyó mis gritos desgarradores y mi llanto, o simplemente pasó cerca mientras todo sucedía pero desde ese día comenzaron a burlarse de mí y a llamarme lobizón. Como si mi dolor no fuese suficiente, tuve que lidiar con la hiriente burla de todos los que me conocían o no conocían tanto. Maldije el día en que fui dado a luz, lo maldije en verdad. Por largos años fui conocido y burlado como el lobizón.

__ ¿Por qué se sentía así ese día, que lo hizo llorar amargamente?
__Yo era el mayor de tres hermanos y poco después de comenzar a comprender las cosas, a los dos o tres años, la realidad se presentó con toda dureza. Una fiera, un animal rondaba algunas veces en el seno de nuestra familia disfrazado de papá. Alcohólico y violento esa persona que debería ser el refugio en el que nosotros, sus hijos, buscaríamos protección, era en sí el peligro. A mamá, lo vi pegarle con toda suerte de objetos, como si sus puños no fueran suficientes. Una vez, con un pedazo de manguera le golpeó tanto las piernas, que por semanas le quedaron negras como el carbón y apenas podía caminar. La reprimenda y abusos violentos se sucedieron constantemente generando en nosotros, mamá y sus hijos, un terrible pavor a que todo se desatara, y cuando se desataba, no había vuelta atrás hasta que él desfogaba toda su furia sobre nuestros cuerpecitos.
Me convertí en lobizón una fría tarde de invierno cuando de la nada, papá se la agarró con nosotros, como era su costumbre, tras la ingesta de alcohol, que parece ser, era el detonante privilegiado que convertía todas sus frustraciones o recuerdos de hijo de padre violento, en padre violento. Ese día la víctima fue mi hermanito de cinco años. Lo levantó de los cabellos y con un cinturón empezó a golpearlo sin importarle que le pegaba con la parte de la hebilla del mismo y lo lastimaba. Al contemplar que del miedo, mi hermanito empezó a hacerse pis y caca, exploté y a voz en cuello lo insulté de todas las formas posibles, mientras mi mamá también se abalanzaba sobre él para que soltara a mi hermano que ya ni podía llorar. La mirada de ese monstruo cambió de blanco y entré yo en su violenta mira. “¿Así que sos guapo?”, me preguntó en tono suave pero perverso. Yo quise huir pero él me llamaba sin intención de perseguirme, solo me llamaba a su lado haciendo gestos con sus manos. Yo miré a mamá y casi balbuceando me dijo: “Anda, tu papá te llama”. Me acerqué obedeciendo su voluntad y resignado. Solo sentí el primer golpe. En el piso, puso su pie sobre mi espalda y de a mechones me arrancaba de raíz los cabellos cercanos a la oreja y me quebró un cartílago y lastimó la oreja, herida que aún hoy porto con indignidad. Cuando me dejó por el cansancio, como pude, salí corriendo ensangrentado y con la confusión de un niño a cuesta. Vivíamos en el campo y no podía pensar en buscar la salida adecuada, así que saltaba los alambrados hiriéndome al engancharme con el alambre de púas. Corrí hasta casi el punto de desfallecer. Estaba mojado y helado; perdido, adolorido y contrariado. Mi furia no sabía cómo canalizarla y bajo un árbol me arrodillé y grité e hice lo que ya le conté. Todos creyeron que me estaba convirtiendo en lobizón pero solo era un niño golpeado brutalmente que no sabía qué hacer.

__ ¿Volvió a su casa después de ese evento?
__Sí, dos semanas después volví y él lo permitió. Nunca más vi que les pegara a mis hermanitos con tanta furia, solo lo hacía conmigo, pero estaba bien.
__ ¿Nunca más lo enfrentó?
__Cuando tenía dieciocho años, y con ya más de tres practicando artes marciales, escucho una tarde que un niño lloraba en el comedor y me imaginé la escena que segundos después confirmé con mis propios ojos. Papá con un palo de escoba trataba de pegarle a un primito que había sido dejado en casa para que fuese criado y este se escondía bajo la mesa. Instintivamente tomé otro palo y se lo partí a papá en la cabeza y busqué otro y repetí la ofensa y hubiese continuado si no fuese por mamá que se me abalanzó y rogaba que lo dejara, que recordara que era mi papá. La última imagen que percibí antes de partir fue la de ese monstruo y padre, tirado en el suelo totalmente ensangrentado rogando que no le pegase más.
Rodé por diferentes casas durante dos o más meses hasta que un día mandé a preguntar si podía volver. Me autorizaron y regresé. Estaba realmente arrepentido y dolido por haberle levantado la mano a mi progenitor. Entré a la casa y papá estaba en cama, un poco enfermo y caí sobre mis rodillas y le suplique perdón, le expliqué que entendía el grave pecado que había cometido y lloré y supliqué perdón sinceramente. Cuando terminé de llorar él me miró fijo y me respondió que me perdonaba porque era mi padre y yo era su hijo. Nunca supe si realmente lo hizo.
Desde ese momento ya no era el mismo, la enfermedad no lo dejaba ser el de antes y un espíritu maligno comenzó a apoderarse de mi razón y juré que haría un infierno su vida hasta que muriera. Cosa que sucedió seis años después de aguantar mis humillaciones y reproches y amenazas constantes. Estábamos en el hospital cuando el doctor salió y nos dijo que se había ido. Parece que con ese anuncio, todo volvió atrás e irrumpí en la habitación donde yacía muerto y me desesperé, grité como loco que no, que quería su perdón, que no quería que se fuera así. Como si se tratase de su castigo póstumo, arruinó mi vida, lo que quedaba de ella, la culpa me persigue como perro desde ese día.

__ ¿Que busca al venir a terapia?
__Desde mi niñez no he podido encontrar verdadera paz, tranquilizar mi espíritu, terminar con esta oleada de rencor, pena, vergüenza, impotencia y otros sentimientos que me mantienen bajo el agua, un poco ahogado y un poco vivo a la vez. El consumo de cocaína poco ha hecho para acallar mis sentimientos heridos y este dolor que siento. Necesito ayuda.


El sitio era una coctelera exclusiva. Guillermo siempre fiel a la obra de Dante se refería al local como  “El Vestíbulo” y se imaginaba que los parroquianos eran como los paganos virtuosos que pasaban la eternidad en la versión de Dante en el Limbo. Aunque en realidad muchos de los clientes del sitio tenían más en común con los habitantes del Infierno.
A Guillermo no le apetecía ir allí con Pedro. Y mucho menos con Gaby ya que era su terreno de caza.  Era el lugar donde iba a satisfacer sus apetitos. En ese sitio lo conocía demasiada gente o al menos conocían su fama. Tenía miedo de lo que pudieran decir unos labios liberados por el alcohol.
Pero de ninguna  manera se arriesgaría a llevar a Pedro y a Gaby a algún local que no pudiera controlar el entorno. Por una noche cambiaría de papel. Dejaría de ser Dante y se convertiría en Beowulf sería un guerrero en vez de un poeta. Llevaría la espada en la mano y mataría al monstruoso Grendel y a todos sus parientes si se atrevían siquiera a mirar a su hermana o a su alumno. Sabía que era muy hipócrita de su parte pero no le importaba. Esa noche sería una tortura pero haría cualquier cosa para que Gaby estuviera contenta.
Cuando esta y Pedro salieron del taxi tras él los tres se dirigieron hacia la entrada del club donde había una larga cola de gente que quería entrar. Ignorando la fila, Guillermo se acercó al guardia de seguridad un enorme gorila calvo con diamantes en las orejas. El hombre lo saludó estrechándole la mano formalmente.

__Señor Graziani.
__Ed, quiero presentarte a mi hermana Gabriela y a su amigo Pedro _dijo señalándolos.

El vigilante los saludó con una inclinación de cabeza y se apartó dejándolos pasar.
__ ¿Cómo ha hecho eso? _susurró Pedro al oído de Gaby mientras entraban en un espacio moderno y elegante decorado en blanco y negro.

__Al parecer Guille está en la lista de los vip- No preguntes __respondió su amiga arrugando la nariz.

Guillermo los guió hacía  la parte trasera del club un área exclusiva donde había reservado sitio,  el salón blanco que debía su nombre a la decoración monocromática. Gaby y Pedro se sentaron en un banco largo acolchado y se acomodaron entre los cojines forrados. Desde su mirador privilegiado se veía la pista de baile situada al centro con acceso privado a todos los reservados.

En ese momento todavía no había nadie bailando.
Gaby dedicó una mirada de admiración a su protegido.
__Pedro está precioso ¿no crees Guille? Espectacular.
Pedro se ruborizó mucho más de lo habitual y acabó de un color parecido al carmesí.
__Gaby por favor _susurró.

__ ¿Qué pasa? _insistió su amiga fulminando con la mirada a su hermano que le estaba lanzando a su vez una mirada de advertencia__ ¿Está guapo o no está guapo?

__Lo está y vos también, están muy bien _dijo él no admitiendo nada y cambiando de postura como si le doliera algo.

Pedro negó con la cabeza discretamente reprendiéndose. Se preguntó por qué seguía importándole su opinión y por qué le costaba tanto a aquel hombre ser agradable.
A su lado Gaby se encogió de hombros. Era el dinero de Guillermo. Si a él no le importaba gastarse una fortuna para que Pedro estuviese guapo ¿quién era ella para objetar nada? El problema era que le daba rabia ser incapaz de conseguir que su hermano reaccionara así que decidió provocarlo un poco.

__Pedro _empezó a decir mirándolo a él de reojo y asegurándose de que estaba atento a sus palabras antes de seguir hablando__ ¿Qué tal fue tu cita con Matías?

La piel de Pedro mantuvo el rubor,  la expresión impasible de Guillermo  ocultaba el huracán de furia interna que amenazaba con arrasarlo.

__Muy agradable. Es un auténtico caballero chapado a la antigua _respondió resistiéndose al impulso de volverse para ver si Guillermo estaba escuchando.

No debería haberse molestado. Gaby ya se estaba ocupando de mirar por los dos.
__ ¿Fueron a cenar?
__Sí fuimos a su restaurante hindú favorito. Y mañana iremos a ver una sesión doble al Festival de Cine y después a cenar al barrio chino.
__ ¿Es mono?
Pedro se revolvió en el asiento inquieto.
“Un simio” _masculló en voz alta Guillermo.
__Bueno me cuesta  llamar “mono” a un jugador de rugby pero es guapo y amable y me trata como a un príncipe.
__Follaángeles.

Dos pares de ojos esta vez se volvieron hacia Guillermo al mismo tiempo sin acabarse de creer lo que habían oído. Pedro alzó las cejas pero en seguida apartó la vista.
Satisfecha de haber conseguido provocar una reacción en su hermano Gaby se volvió hacia el espejo que cubría la pared para retocarse el maquillaje. Se estaba aplicando un toque de pintalabios color rosa cuando se detuvo en seco y se quedó observando a alguien que venía hacia ellos.

__Guillermo ¡esa mujer te está comiendo con los ojos! ¿Qué demonios…?
Antes de poder acabar de preguntar una camarera rubia de bote llegó a su lado.
__Señor Graziani me alegro de volver a verlo _dijo y se inclinó sobre él mostrándole el escote y apoyándole una mano en el hombro. Llevaba las uñas pintadas de color coral y le brillaban a la suave luz del local.

Con el ceño fruncido que le formaba una línea Pedro se preguntó si tendría previsto hacerle algo a Guillermo con esas uñas y o si enseñarlas solo era una manera de ahuyentar a las demás mujeres, ¿acaso no sabía que él era gay?
__Me llamo, Laura _añadió__. Seré su camarera esta noche.

__Abre una cuenta a mi nombre por favor _dijo difidente Guillermo __. Y apunta las bebidas de los tres _ concluyó poniéndole un billete doblado en la mano y soltándose así el hombro__. Ponle también una copa a Ed de mi parte. Y otra para ti por supuesto.

Laura sonrió y guardó el billete en el bolsillo.
__ ¿Les sirvo? _preguntó sin decir nada y sin dejar de mirarlo sonriéndole provocativamente. La punta de la lengua asomaba entre los labios.

__Para mí un Cosmo.
Pedro no supo qué pedir atento a como estaba al intercambio sensorial entre esos dos.
__ ¿Qué te apetece? _preguntó Gaby.

__No… no lo sé _balbuceó preguntándose qué decir para no quedar en evidencia.

En un sitio como ese no podía pedir una cerveza o una gaseosa o chupitos de tequila que eran sus opciones habituales.
__Pues dos Cosmopolitans _encargó Gaby. Y volviéndose hacia Pedro añadió__. Te encantará. Está buenísimo.

__Laphroaig de veinticinco años para mí. Doble y sin hielo. Y un  vaso de agua mineral sin gas _pidió Guillermo sin devolverle la mirada a la camarera.

Cuando esta se hubo marchado Gaby empezó a decir.
__Hermanito solo tú puedes conseguir que pedir una copa suene pretencioso.
Pedro se echó a reír divertido por la expresión indignada de él. Le constaba que se adoraban pero peleaban como perro y gato.
__ ¿Qué es lo que pediste si los simples mortales podemos saberlo? _siguió Gaby.

__Un whisky escocés de malta.
__ ¿Y para qué quieres el agua?
__Una o dos gotas potencian el sabor del whisky. Te lo dejaré probar cuando lo traigan.

Cuando Guillermo le sonrió Pedro perdió el respiro, apartó la vista y se quedó contemplando sus preciosos zapatos nuevos intentando recuperarlo.
Él siguió la dirección de su mirada y se quedó hipnotizado por el recorrido que sus ojos hicieron por esa geografía hasta llegar a los zapatos. Gaby no tenía ni idea de su buen gusto. Estaba encantado de haber pagado hasta el último céntimo que hubieran costado solo por poder escudriñar  e imaginar las preciosas piernas de Pedro estilizadas y atléticas y de imaginar unos pies que quisiera saborear hasta hacer trepidar la piel. Se removió en el asiento esperando que el movimiento bastara para liberar su creciente erección de la presión de la ropa.
No fue así. Era el efecto Pedro Beggio irremediable, inconmensurable, endiablado, desesperado.

__Guillermo tú puedes quedarte a esperar las bebidas si quieres pero Pedro y yo nos vamos a bailar.

Antes de que Pedro pudiera protestar Gaby lo había llevado a la pista de baile y tras hacerle un gesto  al DJ para que subiera el volumen de la música empezó a bailar con entusiasmo.
Pedro en cambio se sentía incómodo, Guillermo se había cambiado de sitio y lo estaba observando reclinado cómodamente en el asiento con una mirada de ojos oscuros y labios entreabiertos que no era la primera vez que le veía…  intensa y depredadora. Parecía que ni siquiera parpadeaba. Se preguntó si se habría dado cuenta de que no llevaba ropa interior convencional debajo del pantalón, se sintió desnudo ante él.
“¿Se fijaban los hombres en esas cosas? _ se preguntó__. ¿Se dará cuenta de que solo llevo un trapito?”

Pedro no podía apartar la mirada de él y vio cómo lo recorría con los ojos de arriba abajo deteniéndose más tiempo del necesario en sus largas piernas y en ciertas partes de su anatomía.
__ No puedo bailar con estos zapatos creo que son chicos _le dijo a Gaby.

__Tonterías.  Deja los pies quietos y mueve el cuerpo y la cola. Por cierto estás impresionante. Mi hermano o es idiota o muy buen actor.
__Las dos cosas.
__ ¿Qué?
__Nada.
Pedro le dio la espalda a Graziani y empezó a bailar cerrando los ojos y dejándose llevar por la música. Era una sensación increíble que hacía años que no disfrutaba. En cuanto logró olvidarse de El Profesor y de sus penetrantes ojos café, empezó a disfrutar un poquito de la noche.
“¿Se marcará el bóxer bajo el pantalón?” “Espero que sí. Espero que Guillermo se fije y sufra. Disfruta del espectáculo profesor porque es lo único que vas a conseguir esta noche.”
“Estuvo entre mis dedos  tu cabello que se me enredó de una manera tan extraña y excitante, que hipotecó mi sonrisa,  el querer olvidarte... En la punta de mis dedos, estuvieron tus caderas, que hicieron, valga la pena, las noches que me diste, incluyendo todo aquello, que nunca me pediste... En la punta de mis dedos, estuvo tu sensual boca, que a la mía volvió loca cada vez que mordías con oleadas casi asesinas, mis partes  no tan prohibidas... En la punta de mis dedos estuvo tu suave vientre, que fue tan obsecuente con mis labios incisivos, buscando con locas ansias, la miel de tu fruto prohibido... En la punta de mis dedos, estuvieron tus piernas esbeltas, que como furiosa revuelta, mi cintura, aprisionaron, y una vez que se saciaron, angelicalmente, me soltaron... En la punta de mis dedos, estuvo tu misteriosa mirada, que, sin pedirme nada, se apoderó de mi corazón, y como una plegaria pagana,
me hizo perder la razón...”

“A veces, creo ser una sombra tras de ti agonizando en tus noches. Tu sol de cada día que por costumbre sientes. La mera lluvia de la que te proteges entre los cristales y tu raza caliente.
Creo ser, el relámpago el trueno y el estruendo que te asusta en el pararrayos de mis ojos. La cara oculta de tu luna el reverso de tus monedas en la calderilla de tu sentir.
A veces, creo ser el mendigo de tu esquina el perro abandonado que te persigue
en la mínima caricia. Un donativo en el cáncer del mundo. La ONG de turno reclamando tus limosnas. Creo ser, el donante anónimo de tus órganos en el accidente de mi desamor.
La fundación humanitaria que no salva el mundo ni a mí. A veces, creo ser tu voto desapercibido la promesa adulterada del político que te quiere que te eluda y desprecia.
El interés de tu banco que te conquista te estrangula y te asfixia.
Creo ser, la vela de una promesa que tu creencia apaga, la cruz a la que rezas entre estatuas en el bazar de los milagros. El Dios que te mira omitiendo tu presencia. A veces, creo ser
una especie adaptada al entorno de tu soledad. Un espécimen más en la extinción de tu mundo. Un millón de tus latidos en una exhalación de tu pecho. Un día cotidiano en tus rutinarios suspiros. Creo ser, un saludo de tus compromisos. Una hora en las fatigas de tus jornadas. Un instante en tu alma de la fuerza que te empuja en un sueño que perdiste.
A veces, creo ser la sombra que te persigue. Un harapo de tu belleza. Un micro organismo
del universo de tu ser. Un virus del que te defiendes con el antibiótico de mi sentir. Creo ser la nada de ti en el vacío de mi alma donde tú eres la materia que me empuja a vivir.
Ama libremente sin someterte a las reglas. Un obsequio por amor es un precio a tus sentimientos es la gratitud de tu espera emocional. No pienses en lo que sientes, siente, lo que piensas, Pedro."
Cuando la canción llegó a su fin Gaby se acercó al DJ y le preguntó qué canción vendría a continuación. Su respuesta le gustó porque levantó el puño en el aire de un modo nada femenino y soltó un grito.

__! Genial! –exclamó regresando junto a Pedro tomándolo de sus manos y haciéndolo girar.

Al verlos bailando _ y pasándolo tan bien__ varias personas de los reservados cercanos empezaron a unirse a ellos incluido un joven rubio y guapo.

__Hola _ saludó acercándose sorpresivamente a Pedro y no a Gaby y moviéndose al ritmo de la música.

__Hola –contestó él un poco incómodo por estar llamando la atención.

Recordó una vieja asociación entre baile y el sexo en los hombres. No sabía quién era el recién llegado. Pero sin duda debía de ser excelente en lo segundo porque era un bailarín muy bueno, cortaba la respiración.
__No te había visto nunca por aquí _dijo él sonriendo.

Pedro se fijó primero en sus dientes, muy blancos y luego en sus ojos azules como la flor del aciano. Perdido en ellos se olvidó momentáneamente de responderle.
__Yo soy Ben. ¿Cómo te llamas tú? _insistió él inclinándose y casi rozándole los labios con la oreja para poder oír su respuesta por encima de la música.

Pedro se sobresaltó un poco al notar la cercanía.
__Pedro _respondió.

__Encantado de conocerte Pedro. Es un nombre precioso como el dueño.

Pedro asintió con la cabeza para que supiera que lo había oído y dirigió una mirada desesperada a Gaby pidiéndole en silencio que lo rescatara pero su amiga estaba bailando con los ojos cerrados. Al parecer le encantaba aquella canción.
__ ¿Puedo invitarte a una copa? Mis amigos y yo estamos en una mesa de allí adelante _dijo haciendo un vago gesto con la mano.

_Gracias pero estoy con una amiga.
Él sonrió más ampliamente acercándose un poco más.
__Tráela también. Tienes unos ojos preciosos. No me perdonaría nunca dejarte escapar sin pedirte el número de teléfono.
__Bueno… no sé.
__Al menos deja que te dé el mío.

Pedro se volvió hacia Gaby, lo que no fue buena idea pues eso impidió que viera que el joven se acercaba todavía más. Al volverse lo pisó. Él hizo una mueca de dolor y Pedro perdió el equilibrio al intentar alejarse.
Ben lo sujetó antes de que cayera al suelo y lo sostuvo abrazado contra su pecho. La verdad era que tenía un pecho musculoso y unos brazos sorprendentemente fuertes para ser alguien que trabajaba con traje.

__Cuidado precioso. Siento haberte hecho caer. ¿Estás bien?
Lo siguió sujetando con la mano izquierda, mientras con la derecha le apartaba el pelo de la cara. Cuando los ojos le quedaron al descubierto lo miró y sonrió.
__Estoy bien,  gracias por no dejarme caer.
__Sería un idiota si te dejara escapar Pedro.
Pedro vio que tenía bonita sonrisa. De hecho todo él era  agradable. Su traje le dijo que había ido al club directamente del trabajo. Probablemente debía de estar en alguna gran empresa del centro de la ciudad. Una de esas compañías donde los empleados todavía  tenían que llevar traje y corbata. Y zapatos negros muy brillantes.
Se lo veía seguro de sí mismo pero no arrogante. Sus palabras aunque elegidas cuidadosamente no parecían calculadas. Pedro se podía imaginar saliendo con él unas cuantas veces pero no creía que esa relación fuera a llegar muy lejos. No creía que tuvieran demasiadas cosas en común. Bailar por ejemplo. Aunque a él no le habían quedado ganas de repetir la experiencia en un futuro próximo. Sin embargo no le importaría bailar con él en privado…
Era demasiado tímido para alargar la conversación de modo que abrió la boca para disculparse pero justo entonces alguien lo agarró por el otro brazo y se colocó entre el joven y él. Sintió que un escalofrío le recorría la piel y la columna vertebral y supo con certeza quién era el dueño de aquellos dedos largos y fríos que le sujetaban el brazo.

__ ¿Estás bien? _le preguntó Guillermo. Hablando y mirándolo como si estuviera solo.

El tono tranquilo de su voz contrastaba con el inexplicable enfado que se reflejaba en sus ojos. Ese enfado lo sorprendió tanto que no respondió. Se quedó inmóvil y Ben se dio cuenta enseguida.
__ ¿Te está haciendo daño ese idiota? _preguntó enderezando la espalda. Y mirando a Guillermo amenazadoramente dio un paso al frente.

Pedro negó con la cabeza aún sorprendido.
__Está conmigo _gruñó Guillermo sin molestarse en mirarlo.

Su tono había sido tan agresivo que el otro dio un paso atrás.
__Vamos _ordenó Guillermo apartándolo de la pista y dirigiéndose con Pedro hacia el reservado.

Con una mirada de disculpa por encima del hombro Pedro lo acompañó de buen grado.
Guillermo le acercó una copa mientras por su parte intentaba recuperar el aliento y controlar el lío que eran sus emociones y sensaciones. Se había sorprendido a sí mismo por la reacción. Se había lanzado al rescate de Pedro sin pararse a pensar en las consecuencias.
Mientras él bebía unos sorbitos de su trago tratando de procesar lo que acababa de pasar Guillermo se volvía y lo miró sujetando con fuerza su copa ya medio vacía.

__Debes ir con más cuidado. Estos locales pueden ser peligrosos para chicos como tú… ¡que eres una calamidad andante!
Pedro apretó los dientes indignado.
__Estaba bien. ¡Y él ha sido muy amable!
__Te ha puesto las manos encima.
__ ¿Y qué? Me ha sujetado para que no me cayera al suelo. Estaba bailando con él ¿Me has invitado tú acaso a bailar? Porque no lo he oído.
Guillermo volvió a inclinarse en el asiento y le dirigió una sonrisa lenta y sinuosa.
__Eso frustraría el objetico de la noche que es mirar ¿no crees?
Pedro se echó el pelo  hacia atrás y apartó la mirada de los brillantes ojos en que se había lanzado, sería peligroso abismarse a las profundidades de los ojos de Graziani. Vio que Ben trataba de llamar su atención desde la pista de baile y mediante lenguaje corporal le transmitió el mensaje de que Guillermo y él no estaban juntos. Los ojos del joven se iluminaron al entender lo que le decía. Asintió con la cabeza y desapareció.

__Te he prometido que te lo dejaría probar _dijo Guillermo acercándose a Pedro y levantando la copa a la altura de sus labios.

__No __ Replicó Pedro desdeñoso volviendo la cara.

__Insisto. __La voz de él se había endurecido.

Pedro suspiró y trató de tomar la copa pero Guillermo no la soltó.
__Deja que te lo dé yo __susurró con voz ronca.

Una voz que sonaba a sexo. O al menos como Pedro se imaginaba que sonaría el sexo de estar este sentado en un banco blanco con los ojos brillantes, mandíbula arrogante y tratando de acercarle un vaso helado a la boca.
“Oh Dios mío…  Guille…  Dios… mío… Guille.”
__Puedo hacerlo solo __murmuró inseguro.

__Por supuesto. Pero ¿por qué hacerlo solo si estoy aquí para dártelo? _insistió él con una sonrisa que dejó al descubierto sus dientes perfectos.
Pedro no quería tirar su caro vaso de whisky escocés al suelo por accidente, así que dejó que apoyara la copa en su labio inferior. Los movimientos de Guillermo eran lentos y sensuales y Pedro cerró los ojos y se concentró en la sensación de frío que le transmitía el cristal. Guillermo levantó la copa con delicadeza hasta que el líquido ahumado penetró en sus labios y se derramó en su boca abierta expectante.
Qué extraño que se estuviera comportando de un modo tan atrevido y sensual, pensó Pedro. Pero en cuanto el whisky le alcanzó la lengua abrasándole la boca se olvidó de todo lo demás y tragó rápidamente.

__! Es horrible! –exclamó__. ¡Es como beberse una hoguera!

Guillermo se echó hacia atrás y lo contempló. Estaba sofocado y más animado.
__Es por la turba. No es algo que guste la primera vez que se prueba. Cuando lo hayas probado tres veces puedes decir si quieres seguir insistiendo hasta que te guste _replicó él con una sonrisa irónica.

Pedro negó con la cabeza y tosió.
__Lo dudo mucho. Y por cierto no soy un niño pequeño y sé cuidarme solo. Así que, a menos que te pida ayuda te agradecería que me dejaras ocuparme de mí y de mis asuntos.
__Tonterías. __Guillermo señaló la pista de baile__. Ese tipo y sus parientes te devorarían si les dieras la menor oportunidad, así que no te molestes en discutir conmigo.

__ ¿Cómo dices? ¿Quién te has creído que eres?
__Alguien que reconoce la inocencia y la ingenuidad cuando las ve. Ahora bébete tu copa despacio como un niño bueno y deja de actuar como si estuvieras acostumbrado a moverte en este ambiente. __Le dedicó una mirada sombría y se acabó el whisky de un trago__. ¡Calamity Pedro!

__ ¿Qué quieres decir con eso de la inocencia y la ingenuidad? ¿Qué  estás diciendo exactamente Guillermo? Porque a Gaby la has dejado sola.
__ ¿Tengo que deletrearlo?
Haciendo una mueca se le acercó. Pedro puso los ojos en blanco mentalmente cuando su cálido aliento le rozó el cuello y lo envolvió su aroma.
__Te ruborizas como un adolescente Pedro _ susurró él__. Y puedo sentir tu inocencia. Es obvio que eres virgen así que deja de aparentar que no es así.

__! Eres un…! ¡Eres…! __Se apartó bruscamente de su lado mientras buscaba un insulto adecuado y al no encontrarlo pasó al italiano__: ¡Stronzo!

Guillermo lo miró furioso durante un instante, pero en seguida la expresión de la cara se suavizó y empezó a reír. Echando la cabeza hacia atrás cerró los ojos y se rio con tantas ganas que acabó sujetándose el vientre con las manos.
Pedro estaba furioso. Allí sentado bebiéndose su trago muy de prisa se preguntó cómo era posible que él supiera la verdad habiéndose visto tan pocas veces. No creía que Gaby… No ella no haría algo así. Era una información muy personal y no se la habría contado a nadie. Tal vez a Alberto coligió pero a nadie más. Y Beto era demasiado caballero como para repetir algo así.
Mientras Guillermo seguía riendo él lamentó haber perdido oportunidad de conocer a alguien que parecía agradable. Probablemente no le habría dado su número de teléfono pues no solía hacer esas cosas pero en todo caso habría preferido tomar personalmente la decisión, no que le viniera impuesta por… El Profesor. En efecto era un engreído. Y ya era hora de que dejara de serlo.
Poco después la camarera rubia de bote se acercó a Pedro y le entregó una cajita dorada Guillermo enarcó una ceja.

__Es para ti.
__Lo siento debe de haber un error. Yo no he pedido nada
---Es obvio cariño. Uno de esos tipos de la mesa de los banqueros te lo envía. Y me ha pedido que te diga que le romperías el corazón si lo rechazas. __Con una seductora sonrisa en dirección a Guillermo añadió__: ¿Le traigo otra copa señor Graziani?

__No gracias __respondió él con la mirada clavada en Pedro mientras este examinaba la cajita dándole vueltas.

Mientras Pedro la abría Guillermo se estaba mordiendo los nudillos de la mano derecha como un animal desquiciado. Una vez más la visión de Pedro disfrutando de los pequeños placeres de la vida como era saborear el bombón que contenía con esos labios de ensueño, estaba siendo uno de los espectáculos más eróticos que había presenciado nunca… Era… demasiado. Pedro Beggio… era demasiado.
CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.


8 comentarios:

  1. Cuánta sensulidad Eve, me encantó...Ya quiero saber cómo sigue...Creo que es el momento para que Guillermo deje de hacerse el indiferente y actúe como corresponde...Si cree que Pedro es suyo es mejor que se apure y le muestre sus sentimientos...Pedro lo está esperando desde siempre...

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  2. Veronica Lorena Piccinino que se decida de una vez Guillermo porque le van a soplar a Pedrito... demasiado tiernito para dejarlo suelto... Eve Monica Marzetti

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