viernes, 20 de septiembre de 2019

EL EMBAJADOR. TERCERA PARTE. CAPÍTULO VEINTISIETE.



EL EMBAJADOR.

TERCERA PARTE.

CAPÍTULO VEINTISIETE.


 POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA (PABLO NERUDA)
POEMA 18.
AQUÍ TE AMO...
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.
Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.
O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.
Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aun entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.
Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.
Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.
Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento,
quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre.

Pedro, con Abdul, el niño de cinco años del Congo que hacía meses había quedado huérfano y del cual sin saber el porqué Guillermo se había enamorado al instante de conocerlo en el hospital  más cercano a la selva donde se hallaba la misión, donde acababa de perder a toda su familia, avanzaba de la mano de Pedro, los dos lo observaban reír y dar besos a los niños que se le acercaban.
__Vamos, Pedro. Llegó mi papá.

Se detuvieron cerca de la entrada a la casa de las religiosas, ambos absortos mientras contemplaban a Guillermo.

__Sonia trae a un niño con él __comentó Abdul__. Debe de ser Koly. Tiene la cara quemada.

Pedro no oyó el comentario, Guillermo acababa de descubrirlo. No lo supo por su expresión de azoro, sino porque se detuvo de pronto.

__Hay que llevarla al hospital. Ya _urgió Guillermo, mientras rodeaba de gasa la base del tubo y lo pegaba al cuello con cinta adhesiva.
__ ¿En esta tormenta? __ se espantó la religiosa__. Es muy peligroso.
__La coniotomía es un procedimiento de urgencia en casos de asfixia, pero requiere cuidados intensivos inmediatos. Los riesgos son muchísimos. Tenemos que ir.
__ Madre _intervino, Pedro__, deme las llaves de la Range Rover. Yo la llevaré.
__Yo voy con vos __dijo Guillermo, y Pedro, conocedor de esa expresión resuelta, supo que de nada valía intentar disuadir al… embajador.

__  ¿Cómo es que sabes de esas maniobras?  _se interesó Pedro.

__Por mi exesposa, Silvina, era de las mejores, la mejor cirujana del hospital y  por años oí cómo estudiaba…  lo hacía en voz alta, ya recibida comentaba los casos en casa _respondió Guillermo centrando la mirada en el perfil reconcentrado de Pedro en la ruta__. Llevo siempre conmigo su maletín de emergencias,  el que quedó en casa. Murió por ir a atender un llamado una noche de temporal.

__No fue negligencia y lo sabes Guille, Silvina no murió, la mataron.
El rostro del embajador se clavó en el de Pedro.
__ ¿Cómo?
__Que con ella viva tú no estarías acá ¿me equivoco?
Guillermo guardó silencio unos instantes.
__No,  ella al menos no estaría acá, supongo que tampoco yo. 
_ ¿La extrañas todavía?
__A veces sí _ dijo Guillermo_. Fue muy buena compañera y madre, yo entonces pensé que la amaba,  no sabía que podía desear a un hombre, me sentí perdido cuando murió.

__ ¿De verdad nunca hubo nadie?
__Vos fuiste mi primer hombre Pedro.
__Lástima no poder decir que fui el único, lo mismo fuiste en mi vida.
__! Pedro! ¿Me vas a decir si vos mataste a Matías por celos? ¿Acaso enviaste seguirnos cuando viajamos?
__Jamás mataría por celos,  no lo creo pese a lo que viste con Arismendi, no entiendo cómo reaccioné así, supongo que se sumaron varias cosas. Olazábal quería asesinarte, Guille, y yo solo vivo para cuidarte. Y siempre te cuido, envié guardaespaldas, no a seguirlos.
__ ¿Y el veneno en el café? Salía de la embajada, y lo sacabas vos, lo comprobé.
__Solo vivo para cuidarte, no falta demasiado para que lo entiendas, ojalá pudieras confiar en mí a ciegas como debe de ser. Yo por ti daría mi vida,  Guille.
__ ¿Y vos?
__ ¿Qué?
__ ¿Cómo haces para estar acá y no saber nada de tus hijos?
__Yo sé de ellos, Guille, y tiene gran costo este trabajo,  mi niña Dayana estuvo enferma, Camila llamó para que viajara porque me llamaba…
__No me dijiste nada.
__Porque no podía, estaba contigo en el hospital cuando el atentado __  dijo  embargado de emoción__. Jamás te hubiera dejado en ese momento ni siquiera en manos de Alberto.

__ ¿Te quedaste conmigo o cuidas de mis hijos en lugar de ir con los tuyos?
Pedro desvió la mirada un momento y le comunicó todo en ella.
__Guille, eres lo único en mi vida, tú y mis hijos…  los tuyos son todo, tus hijos por ser parte de ti, y porque añoro y amo a los míos prefiero no ir, cada visita significa una despedida ulterior, y sufren demasiado,  mucho más que si no me ven por cuatro años.
__ ¿Por eso te divorciaste, por tu carrera?
__Me divorcié porque no estaba enamorado de Camila. Pero hoy sería capaz de dejarlo todo por amor, quisiera dejarlo todo. ¿Extrañas la paz de ser abogado y profesor en Kansas?
__A veces sí, pero no le fallaría a Labrapoulus ni a tu… ni a Orestes.
__Ellos cuidan de mis hijos,  el presidente es padrino de los chicos, por ellos hablo con ellos cada semana y sé que nunca puede pasarles nada malo, de lo contrario creo que no podría estar acá _ se sinceró, Pedro. __Y a veces sueño  con dejarlo todo, y ser un hombre anónimo, lejos del poder. Yo no sé si alguna vez elegí el vértigo en el que vivo, o si simplemente lo único que hice fue nacer cerca de ellos Guille, y luego ascender una cadena de mandatos que me traen acá. En una época me gustó, pero hoy no elegiría lo mismo que hace diez años atrás.

__ ¿Adónde irías? ¿Qué harías?
__Supongo que sería abogado, me gustaría instalarme en Argentina ¿y a ti?
__ Abogado y dar clases es lo que hice toda mi vida. ¿Por qué Argentina?
__Para escapar de la rigidez del sitio en que nos movemos, para vivir libremente lo que deseo y quiero.
__Qué extraño es compatibilizar lo que haces…  el veneno, lo de Matías y Arismendi, que me salvaras y cuidaras luego del choque. ¿Desde cuándo ayudas a las misiones?
__Desde hace mucho, no tenías que recurrir a Arismendi para ayudar a esos chicos, Guille, yo puedo hacer lo mismo sin que pagues costo alguno.
__No me cobra…  bueno, se zarpó en esa fiesta supongo que dirás, pero pensé que lo hacía por la ayuda que le di con lo de su hijo.
__Eso ya lo olvidó, lo conozco, créeme.
__Te ordené lo de la cantante y no lo hiciste _ le reprochó por el caso de  la deserción.

__Eso está arreglado embajador,  nunca dejaría una orden sin cumplir aunque ahora esté luchando porque podamos salvar a esta nena. __ No me busques entre las sombras largas de la tarde, ni tampoco en los gritos ahogados de tu alma, no me busques por los laberintos ni recovecos de un amor dormido, búscame en los amores intensos de dos enamorados tras luna, donde las memorias perdidas vuelan y deambulan entre la bruma serena de la noche, y en los despertares por los albores de la aurora.
Me vestiré sin prisas, y saldré con la esperanza de poder besarte, y hacer frente a ese nuevo día sin querer ser vivido, pondré mis ojos en tu retrato y minuciosamente pasearemos por tus ojos y besaré tus labios, dejándote el sabor de amor y gloria de mis besos, después saldré a buscarte por las calles, te buscaré como cada día incesante con el sueño de un encuentro, tal vez, el destino sea misericordioso conmigo y nos ponga frente a frente, entonces ¿qué haremos amor, cuando nuestras ansias se ahoguen en el pecho, cuando las palabras se queden en su cárcel, y nuestras manos se busquen? ¿Qué  haremos entonces amor mío, cuando los silencios hablen por las ganas y el deseo de amar?, tal vez sigamos perdidos y extraviados por esas primaveras por vivir.
Quiero que sepas vida mía que tu  enamorado no claudicará  ante el tiempo por muy largo que este sea, que en la espera seguirá soñándote, mientras nuestros cabellos se conviertan en el blanco de las nubes de un cielo sereno, no importa amor que pase el tiempo, porque guardados tengo tus besos, y las caricias soñadas, estarán con la misma frescura de un tiempo, tras las rejas de las puertas de mi cuerpo vestido para la ocasión.
Esta noche y como cada noche te esperaré, sé que vendrás a recoger mis besos. Es por todo esto, para poder vivirlo que deseo ir a cualquier sitio lejano.

La lluvia  arreciaba y dificultaba la visión a un punto alarmante. Guillermo se preguntaba de qué modo Pedro sabía por qué caminos conducir. Las monjas prometieron rezar por ellos al despedirlos,  él no era creyente pero lo agradecía. Los limpiaparabrisas no daban abasto para apartar el agua, que se precipitaba como una cortina. La camioneta se sacudía al cruzar los baches, y Guillermo temía que la cánula se saliera de su sitio, la incisión había comenzado a rezumar sangre, y pronto la gasa no sería suficiente para absorberla.  Su pulgar y su dedo mayor intentaban permanecer en la muñeca de la niña para medir el pulso radial en todo momento, y la mamá mientras…  le sostenía las piernas, lo miraba ansiosa contra todo pronóstico, allí estaba con su hija.

__En mis viajes a ver a Angélica o a la misión he notado que el río corre por costas bajas a diferencia de otros sectores donde lo hace dentro de una cañada, con barrancas elevadas. No dudo de lo que dicen que se haya desbordado, y por mucho que me mantenga apartado, aunque no veo nada simplemente por instinto sé que va a alcanzarnos pronto.

Un elemento contundente, golpeó el lado derecho de la Range Rover a la altura de la mamá de la nena, y Guillermo contuvo una exclamación de pánico.

__ ¿Están bien? _preguntó, Pedro.

__Sí. ¿Qué fue eso?
__El agua,  ya se inundó el camino _respondió__. Guille ajusta los cinturones  y aferra a la nena,  no sé lo que tenga que hacer para seguir.

Guillermo se sorprendió porque había pensado que se trataba de un tronco, tal vez de un animal que los había arrollado. El golpe se repitió y una ola de color  marrón trepó por la ventanilla y se retiró. Guillermo bajó la vista, la fijó en la cánula y empezó a murmurar un pedido de ayuda, no sabía lo que decía, mientras la mujer lloraba.
El río no solo avanzaba sobre el camino de tierra pedregosa sino que lo carcomía al paso de la camioneta, hasta que la velocidad de esta no resultó suficiente para escapar del derrumbe, y sus ruedas traseras patinaron sobre el filo del barranco y quedaron sin asidero bajo el agua. La cola del vehículo dio un latigazo, y los ocupantes se zarandearon. La camioneta quedó  inclinada como si subiese una cuesta. Si Pedro permitía que la tracción delantera dejase de impulsarlos, caerían al río y serían arrastrados, por lo que sus extremidades se movían con rapidez y de manera coordinada para acelerar y cambiar las marchas, buscando un punto en donde la camioneta encontrase una porción de terreno sólida donde sujetarse para propulsarse hacia delante. Segundo a segundo la trompa se elevaba en un ángulo que terminaría en los noventa grados  si la suerte no cambiaba pronto.
Guillermo que había cesado de murmurar y de respirar, percibía los esfuerzos de Pedro por sacarlos de donde fuese que hubieran caído y lo admiró por ello. No podía retirar la vista del apoyacabeza  de su asiento al tiempo que imaginaba la tensión de sus músculos del antebrazo y de sus piernas debido a los pedales. Era diestro manejando, él lo sabía y conducía una camioneta preparada para caminos difíciles, ¿quién se medía con la fuerza de la naturaleza?
En una fracción de segundo, Pedro puso primera y aceleró. Las ruedas delanteras mordieron el terreno, dejaron de patinar y se adhirieron al camino. La Range Rover corcoveó hacia delante y dada la fuerza de la aceleración, se impulsó,  hendió el agua del camino y avanzó. Guillermo oyó los movimientos rápidos de Pedro en la palanca de cambio y los de sus pies sobre los pedales para aprovechar el golpe de fortuna que los había salvado de caer al río. Notó que se alejaban hacia la izquierda del camino, hacia el límite con el bosque, para evitar el filo del barranco, cuyos límites se ampliaban a medida que la corriente adquiría fuerza y devoraba la orilla.
Aunque su vista se había enturbiado con lágrimas de alivio y de amor por el hombre que los había salvado, advirtió que la cánula se había movido y abandonado el orificio de la tráquea. Comprobó que el pulso se debilitaba, y que el pecho de la niña no subía y bajaba con regularidad.

__Pásame el maletín __le dijo a la madre.

__ ¿Qué sucede? __se preguntó, Pedro, y sus miradas se encontraron en el espejo retrovisor.

__Nada _dijo y le sonrió sin conseguir que él aflojase el ceño que le convertía las cejas en una línea única, ancha y oscura.


Guillermo quitó la cinta y la gasa y maniobró con la cánula hasta dar con el orificio que la conectaba con la tráquea. La disnea (falta de aire) persistía aún con el tubo en su sitio por lo que procedió a ventilar soplando en el extremo. Enseguida el pecho se infló y bajó, y volvió a hacerlo y Guillermo percibió el alivio como un frío en el rostro, supo que estaba pálido como un muerto. Si bien la niña respiraba, le temía al daño cerebral irreversible.
Por fortuna la lluvia no caía con la ferocidad inicial y pese a que no remitía por completo, Pedro ya no conducía a ciegas. El camino seguía anegado, y el oleaje del río aún golpeaba el lado derecho. A pocos kilómetros del hospital, donde la geografía del terreno marcaba una elevación,  el agua fue retirándose hacia su cauce y despejando la ruta, que había quedado deshecha, plagada  de  huecos, de ramas de animales pequeños que flotaban hinchados y tiesos.
Guillermo pensó  que si Beto no les hubiese ajustado a todos los cinturones de seguridad al subir, sus cabezas habrían terminado incrustadas en los asientos delanteros cuando la camioneta cayó de punta en el bache más profundo.  Pedro intentó hacer marcha atrás, sin éxito, pues las ruedas traseras estaban en el aire.

__No, Pedro, no bajes _ gritó, Guillermo tarde cuando vio que este se desabrochaba el cinturón de seguridad y abandonaba la seguridad del interior. De nuevo, empezó a musitar una ayuda como un mantra sin apartar la vista de la cánula.  Le preocupaba que la sangre de la herida se filtrase en la tráquea y ahogara a la niña, justo ahora que la madre mostraba interés en ella no podía ser que muriera o quedase incapacitada. Lo mortificaba la culpa, porque se le dio por pensar que había sido una locura iniciar el viaje en medio de semejante tormenta, se reprochaba el arrebato de llevarla al hospital, pero no estaba seguro de que alguna radio alcanzara a manos que curan,  de que estos regresaran a la misión,  menos de que Pedro y él lograran controlar la coniotomía hasta que la lluvia cesase. Un momento después se desdecía al enumerar los riesgos a los cuales la nena quedaba expuesta por la falta de atención apropiada.

Pedro se deslizó por la pared del bache y con el agua hasta la cintura, plantó  los pies en el fondo y endureció los muslos para impedir que la corriente lo arrastrase. Se enjugaba los ojos con frecuencia mientras estudiaba la situación  y sopesaba las alternativas para sacar a la camioneta del pozo. La trompa se sumergía en el agua turbia, por lo que debió hundir las manos y tantear hasta hallar el cabestrante,  lo accionó y el motor preparado para operar bajo el agua, comenzó a desenroscar el cable de acero. Pedro se alejó en dirección a un árbol a cuyo tronco ajustó el cable. Regresó junto a la camioneta y cambió el sentido de la tracción del motor.
__Quiero que estés tranquilo __le habló a Guillermo, en francés para que la mujer no entendiera__ esta  la he donado   yo y es de última tecnología _ aclaró a través del resquicio de la ventanilla del conductor__. La camioneta se sacudirá, pero todo estará bien, por esta vez al menos confía en mí.

Guillermo no tuvo oportunidad de decirle que lo hacía desde antes y que se cuidase, la silueta se alejó del vidrio empañado y regresó junto al cabrestante para encenderlo. El árbol tembló cuando el aparato comenzó a enroscar el cable, y Pedro temió que, debido a la flojedad de la tierra, lo arrancase de raíz. Transcurrían los segundos,  el motor tragaba el cable  e impulsaba fuera la Range Rover. Por fin la camioneta se bamboleó cuando sus cuatro ruedas se apoyaron sobre el camino.

Pedro saltó dentro, puso primera y aceleró. Llegaron al hospital en media hora, y a los insistentes bocinazos, los enfermeros se precipitaron en la galería de ingreso y se hicieron cargo de la niña. La acomodaron sobre una camilla y la condujeron a la zona de quirófanos cuidando que la cánula no se desplazase.
Pedro observaba a Guillermo desde el extremo del corredor. Él se afanaba por explicar a un médico lo sucedido. Lo embargaba un orgullo que en contadas ocasiones había experimentado, como a Guillermo una admiración que jamás por otro ser humano. Pedro lo amaba, pese a todo, lo amaba más que a todos. Con sus hábiles manos había salvado a una niña de morir ahogada… sus manos, de dedos largos de uñas prolijas, las mismas que él añoraba sentir sobre su cuerpo. Un estremecimiento le surcó, mezcla de excitación y de emoción.
Guillermo se despidió del médico al que acababa de detallarle las maniobras ejecutadas en la niña y apoyó la frente contra la pared ante un ligero mareo. Sintió unas manos en torno a su cintura y sonrió. Nadie lo sujetaba con ese imperio, excepto Pedro, su Pedro Beggio. Dio media vuelta, y sin abrir los ojos, apoyó la frente en la de Pedro, las manos en el pecho fuerte y empapado.

__ ¿Qué quieres hacer? __oyó que le preguntaba.

__Quiero acostarme y dormir un año _ admitió.

__Vamos. Encontraré  un hotel. No podemos volver a la misión.
__No. Vamos a la casa de manos que curan, conozco a las empleadas, los demás están en misiones. Pero antes, llama por radio a la misión, deben de estar muy angustiados.
Después de hablar con Angélica, buscaron a la mamá de la nena que se negó a acompañarlos, Guillermo no insistió. Sería bueno para la criatura despertara  y encontrara a la mamá junto a la cama. Más allá de que esa mujer era casi una extraña para la niña. Le dejaron dinero y se despidieron con la promesa de que volverían a la mañana siguiente.
Guillermo se detuvo frente a la camioneta y observó las ramas que colgaban desde el paragolpes, de la parrilla, y también las cascarrias de barro que se prendían en el chasis, y cayó en la cuenta de la odisea que acababan de atravesar. Se dio vuelta y observó la traza de Pedro. Se había peinado los mechones hacia atrás y tenía las pestañas aglutinadas. Estiró la mano para tocar su chomba… dura de barro. Se abrazó a él y se pegó a su torso en un intento por absorberle la humedad y transmitirle un poco de confort.

__Gracias _ dijo, y Pedro sin pronunciar palabra, lo besó en la frente__. Vamos. Quiero que te saques esa ropa mojada.

De camino hacia la casa de manos que curan, Guillermo aún abrumado por el peso de los hechos, observaba el paisaje y solo rompía el silencio para indicar a Pedro la dirección que debía tomar. Llegados a la estancia, el personal de servicio se asombró de ver al embajador quien hizo las presentaciones.

__Sé que no está permitido, pero por hoy, les pido una excepción ¿podrían traer unas toallas y un jabón para Pedro?  ¿Y podría prepararnos algo para comer, por favor? _le pidió a la empleada que conocía.

Al rato una muchacha se ocupaba de lavar la ropa de Pedro, incluso de limpiar sus botas, mientras la mayor cocinaba estofado y pasta.
__No te atrevas a reírte _lo amenazó Pedro, al salir del baño, envuelto en una bata de raso de una de las enfermeras, que apenas le tapaba los muslos y con los pies embutidos en pantuflas a juego.

__Estás precioso _se burló Guillermo sonriendo por primera vez en mucho tiempo.

Comieron en una de las habitaciones, que tenía una mesa pequeña, y Pedro se mostró insistente y persuasivo al momento de cumplir la promesa hecha a Abdul de cuidar  de Guillermo y obligarlo a comer y dormir.
__Basta, Pedro, aunque es mi plato preferido, no me entra un bocado más. __Lo miró con seriedad y algo más__. Te admiro como a nadie. Me voy a la cama.

__Yo te admiro más. Aun apurando sus pasos el sol hacia el indolente ocaso, la rosa fresca no ha perdido su extraño encantamiento, primorosa es la flor cual luz de  tu mirada lánguida. No es nada mi señor, si primero me cautivó tu nombre, rocío del mar, con que te llama, placer es ser tu cumbre, orgullo es verte bello como esa flor. Eres mi debilidad sincera, y una creación de la que admiro todo, y sin condiciones eres mi amado, pues hipnosis serás por siempre, porque esos luceros, sacudieron mi nido cósmico. Solo te pido sé paciente con este ser que te idolatra, pues un día perdí mi gran brújula de un amor que está oculto bajo el festón de tu mirada, admiración de cielos.
Has domado mis instintos, de ese mi gran amor salvaje, y  están en cadencias mis suspiros, al decir solo tu nombre, mi señor  que miras mis deseos en tus balcones.
¡Vamos, tomémonos un chocolate caliente! Charlemos un rato, dicen que el chocolate produce un efecto parecido a cuando uno está enamorado ¿qué crees tú?
Vamos a conversar, deja que tengo mil cosas por decir y mil más por agradecer, sé que sin ti nada sería y que de ti depende mi vida.
Te acaricio suave, te trato con cariño, te cuido como lo que eres, mi vida y fuerza, culpable de mis suspiros.
Me has llevado a cometer locuras, buenas y no tan buenas algunas, unas cuantas estupideces y un montón de aciertos que me han dejado contento, pero en cada momento, me has hecho sentir la vida desde otras perspectivas.
¿Que hemos cometido errores? Pero dime ¿No fueron bonitos errores? ¿No nos han proporcionado bellos recuerdos que acá profundo se atesoran muy dentro?
Y si me enamoré fue culpa tuya ¿Y cuándo es que tú me escuchas? Tantas veces has dejado mi alma desnuda, tantas veces has sentido romperte en mil pedazos pero luego te recompones y de nuevo comienzan los tropiezos y aciertos.
Llorar de alegría, llorar de pena, llorar de emoción, llorar por placer y sentir renacer con una mirada, con una sonrisa, con una caricia o sentir morir en un instante y es que la vida no es siempre plena.
Y hemos amado.  ¡Sí que hemos amado! Y te has roto en mil pedazos y trozos. Y felices hemos sido hasta ser envidia en otros.
¿Y qué quieres de mí? Contigo voy hasta el fin pero tu latir es fuerte y sé por qué, sé por quién. ¿Enamorado otra vez? ¡La vida es bella cuando el amor se presenta!
¡No, no te aflijas! Encontraremos la manera ¿Es que acaso no vale la pena? ¿Y quién dijo que sería fácil la tarea?
Dale espacio, deja que se acurruque allí, deja que sienta tu latir, dale espacio, es el amor quien te hace latir así tan rápido
¡Vamos, terminemos el chocolate! Dicen que bien te hace, que te pone feliz, que te llena de vida, dicen que el amor es locura y tú y yo estamos de atar.  ¿Enamorado otra vez? He de culparte de nuevo pero la vida es bella cuando el amor se presenta.
Aunque no eran las ocho de la noche, decidieron irse a dormir. Se lavaron los dientes compartiendo un momento de intimidad que les recordaba algunos otros y la promesa de convivencia, cuando cada uno en su lavatorio se miraba en el espejo y reían de felicidad. En esta oportunidad se encontraron en el espejo y se contemplaron con un ardor que no daba lugar a risas. Se despidieron en el pasillo, a las puertas de dos habitaciones.

__Gracias _ volvió a decir Guillermo.

__ ¿Por qué?
__Por haberte arriesgado a traer a la niña al hospital.
__De nada. __Se inclinó y, sin tocarlo, apoyó los labios entreabiertos sobre los de Guillermo, aún frescos y con aroma a menta.

__Buenas noches __dijo Guillermo, deprisa, y se metió en la habitación. Se trataba de un juego perverso el que jugaba con él y consigo. A pesar de desearlo hasta que la entrepierna le doliese, por haber amado a Camila antes que a él, porque ella podía darle hijos que él no, y por no confiarle la verdadera naturaleza de su misión en la embajada y más allá.

Guillermo despertó con calma. Levantó los párpados sin pesadez como si, un momento atrás, no hubiese estado profundamente dormido. Enseguida lo vio, a Pedro, junto a él. Dormido. Desnudo. Lo único que llevaba encima era su reloj.
El resplandor plateado se filtraba por la ventana y a través del mosquitero bañaba su cuerpo y le confería una tonalidad metálica y fría, aunque solo en apariencia, porque al tocarle la cadera, Guillermo comprobó que su piel irradiaba calidez, la que él había valorado durante noches heladas furtivas de amor en Bucarest. Ante el  contacto, Pedro inspiró, hizo unos ruidos con la boca y se embarcó de nuevo en un sueño tranquilo y de respiración constante.
Se  retiró  hacia el filo  de la cama para obtener una visión completa  de su cuerpo. Dormía de costado, sobre el lado derecho, y sus pies sobresalían fuera del colchón cubiertos por la gasa del mosquitero.
 En el juego de luces y sombras, los músculos de las piernas proyectaban como las elevaciones y depresiones que, de manera armoniosa, trazaban la geografía de un terreno. Guillermo estiró la mano y arrastró la punta de los dedos desde la rodilla izquierda de Pedro hasta el glúteo, y en tanto lo hacía, un estremecimiento lo surcaba como si, en realidad, él estuviese acariciándolo a él.
Aproximó el rostro hasta encontrarle cerca del corazón una herida que  lo había asombrado alguna vez causada por un proyectil al perforarle la piel y desgarrarle los músculos y le imaginó recibiendo el impacto, y cayendo con un grito de dolor y sangrando. Le recorrió un espasmo__ es lo que él sintió cuando mi atentado_, que profundizó la sensibilidad que se expandía por sus extremidades, y se mordió el labio para enfrentar el llanto porque en ese momento no quería ponerse triste. Estaba feliz por tantas cosas. Por la presencia de Pedro, por el amor profundo que Abdul le inspiraba, por haberle salvado la vida a la niña, por el interés que su madre mostraba por ella. No permitiría que imágenes turbias le quitaran la luz.
Tampoco pensaría en otros compartiendo con ninguno de los dos noches de sexo y pasión, aquello iba más allá, ni en lo que Pedro ocultaba y aún no le confiaba, quizás a nadie. ¿Por  qué lo mantendría al margen de una parte tan sustancial de su vida? En ocasiones se adjudicaba la culpa. ¿Se presentaría como un moralista implacable, incapaz de comprender la realidad y el punto de vista de otra persona? Odiaba sospechar que otros lo juzgasen así.
Colocó el índice y el mayor sobre la depresión que formada la herida de bala, y se concentró en percibir los  latidos de Pedro, que iban  a tono con su respiración. Se inclinó y apoyó los labios sobre la cicatriz. Los movió con delicadeza y, al tacto, reconoció la relativa juventud de la herida. Se irguió, y su corazón dio un respingo cuando descubrió la mirada dulce de Pedro, y luego oscura, demandante, imperiosa, intensa, fija en él. Se le erizó la piel hasta dolerle. Resultaba asombrosa la sensación que provocaba el contraste entre la dureza de los pezones y el calor y la morbidez de su sexo.

__Un atentado terrorista _dijo Pedro pareciendo adivinar que se preguntaba por la cicatriz.

__ ¿Qué estás pensando?
__En alguien que me desconcierta y que amo. Es alguien que me roba la paz y  me roba la calma. Es alguien que  amo con el alma y ese alguien es todo en mi vida.
Amo amarlo, sentirlo y besarlo, él es todo para mí.
Es fuego en mis entrañas y en mi carne, luz en mis noches de oscuridad, abrazo en días de tristeza, y paz en medio de la tormenta. Es alguien que amo con el alma porque lo veo con los ojos del alma. Es alguien que me ha cautivado,  es alguien que sabe todo de mí y yo sé todo de él tantas noches y días juntos, somos culpa y arrepentimiento, fantasía y realidad, perdón y castigo, amor y desamor, penitencia y absolución.
Él es así;  así lo amo y así somos, somos uno para el otro. Se enreda en mis muslos y me posee, se trepa por mis columnas y descubre mis botones floridos y se queda en mi  pelvis  bebiendo de mi fuente.
Soy suyo con pasión desenfrenada, es alguien que me enloquece,  mis piernas se estremecen con sus besos cuando besa mis piernas las ata a las suyas, está lleno de pasión y de deseos por mí,  nos amamos con loca pasión somos unos dementes. Ese alguien es mi amor, mi ángel de amor enloquecido de pasión por mí. Cuando amas a alguien no lo puedes ocultar.
Te amé desde esa noche que viniste a mí y nos bebimos juntos toda la noche y la vida en vino de amores y de pasiones y deseos. Siempre tuyo, siempre mío. ¡Te amo, mío!

Pedro inició su caricia en la frente de Guillermo, le recorrió el filo de la nariz, le hundió la carnosidad de los labios, le dibujó el mentón arrogante y descendió por el cuello hasta acabar con la punta del índice en el pezón derecho, al que encontró duro y al que hizo girar para obtener lo que estaba obteniendo, que Guillermo se arquease y gimiera. Le quitó la camiseta sin apremios y él colaboró sin protestas estirando los brazos y levantando el trasero para que bajase el bóxer. Le pasó la mano por la hondonada que formaba su cintura de costado y debajo del abdomen algo abultado, se la alojó en la espalda e imprimió una presión suave al tiempo que firme para atraerlo hacia él.
Vivieron una emoción con el contacto de sus cuerpos desnudos, y, aunque esperaban una especie de cimbronazo, al final los tomó por sorpresa.
 Se abrazaron con un fervor que crecía y crecía dentro de ellos, en sus pechos,  en sus vientres,  en sus manos, en sus piernas, y también en sus bocas, en sus narices, en sus oídos en sus cuellos y los devoraba, y les desataba nudos, y liberaba el lado salvaje y libre que los colmaba de dicha. Nada bastaba para comunicarse lo que uno representaba para el otro, lo que se inspiraban, lo que se ocasionaban, lo bueno y lo malo, lo feroz y lo dulce, lo mesurado y lo disparatado. Su amor tenía de pasión y de pureza, pero también de celos de dudas, de desconfianza, y el conjunto se resumía en el abrazo desenfrenado que compartían.
Sus bocas se entrelazaron sin besarse…  más bien quedaron estáticas para intercambiar jadeos, y el aliento que se aceleraba segundo a segundo. No podían hablar, lo sublime del momento los desproveía de palabras. Tampoco pensar, la magia del momento les robaba esa capacidad, porque se trataba de una energía mágica que los unía y los volvía uno con el otro.
 Ambos, con escasa experiencias o largo camino recorrido sabían desde lo intuitivo y visceral, que el torbellino de emociones, sensaciones, y deseo que los dominaba estaba poniéndolos frente al sentido mismo de sus vidas. Para amarse habían venido a este mundo, esa era la revelación.

--Con ritmo erótico y sensual  van bailando mis  manos recordando la cadencia de tus labios  y  el ritmo sensual de tu lengua __susurró, Pedro __.Me conducen al viaje sideral y mi erótico canto con mis verbos amar y besar pretende recordar  los encantos de tu sexo que se mece  al compás de tus pezones  que inspiran mis  palabras de amor. La luz de tus ojos deslumbra  mis pasiones con ritmos mundanos haciendo brotar mi ilusión. La candencia de tus frases  que llegan a mis hambrientos deseos  llenos de magia y ternura forman la estructura  de mi ardiente locura  que trata de atrapar tu belleza y erótica sensualidad en la retórica  de cada  sonido  y  buscar  abrigo en tu sexualidad,  esa sexualidad que me lleva  donde comienza la gloria y  termina en la liviandad.
__Soñé que te perdía, como antes a… Que llegaba tarde _reconoció Guillermo__. El tren rechinó en abandono, y sus ruedas de implacable acero desgarrador, comenzaron a girar. Ahí, justo ahí, en el límite pasado de la no vuelta atrás comprendí que te amaba y corrí pero ya era tarde. El infinito andén se fue apropiando de mis partes sin pedir por ellas, como entendiendo que no las necesitaría más. Aún imaginaba tu triste rostro dejando huellas de sal en el vagón, y se desprendieron mis brazos, mi piernas cayeron después, mi cabeza rodó unos metros más, y mi torso como llamándote. Alguien encontró mi corazón, mi triste corazón, y lo levantó. “Este hombre sí murió de amor”, reflexionó. Lo que el hombre no sabía era que yo, yo mismo fui el artífice de aquel dolor.

_ Hoy no me puse  las excusas, me puse andar sin más para soñarte.
Hoy en mis sueños  soñé que tú me contabas lo que te había sucedido un día cualquiera donde nuestras almas se tropiezan en la vida, así comenzaba tu confesión vida mía, y mi cuerpo temblaba al oírte decir, que tus ojos se clavaron en mí, que el mundo desaparecía, que solos estábamos tú y yo, que al verme sentiste ese cosquilleo propio de un primer amor, que habías sentido la sensación de como si me amaras desde siempre, que tu corazón quería salirse de tu pecho, que deseabas hablarme pero que los nervios no te permitían dar ese paso adelante, solo un estremecimiento recorría tu cuerpo, pero, me dejaste marchar por la vida sin abrazarme, sin darme ese beso soñado, sin sentir mi olor de amor, que pongo cada amanecer para ti, me dejaste ir, y ahora, tu corazón se queja y te reclama el porqué no le diste vida a tu sueño, el porqué, si tu  enamorado  estaba ante tus ojos no te perdiste en los de él, el porqué, si en tus sueños bailas en su sonrisa no te acercaste a su boca, por qué si lo deseabas no te metiste en sus verbos de amor, acaso, ¿no te mueres ahora por no haberlo hecho? Yo sí me moriría vida mía.
Yo amor, te diré lo que haría si mi sueño me concediera la licencia de encontrarte, me acercaría poco a poco, te haría entrega de mi sonrisa y te besaría dulcemente, te acogería en mis brazos y dejaría que cerradas tus ojos y recorrieras todo mi cuerpo, te dejaría que sintieras mis pulsos acelerados al sentirte cerca, notarías, cómo mi felicidad lo envolvería todo sin que el mundo se diera cuenta que se estaba cumpliendo el sueño más bello de amor.
Sigámonos soñando amor mío que el destino así lo quiere. Te amo mi amor soñado, te amo.

La rendición fue firmada en términos muy claros, era absoluta y sin condicionamientos. Me declaré totalmente derrotado. Era el fin de mis amoríos alocados y ahora solo obedecería a mi amor por ti. Hice un pacto con mis ojos para verte a ti solamente, aunque no lo supieses. Tu pie sobre mi hombro y ese sorbo de Champagne que se desliza por tu perfecta pierna hasta encontrar el centro de todos mis anhelos, selló nuestra alianza de extremo compromiso emocional. Los besos fueron parte del festejo, no había vencidos, el amor triunfó.

__Amor, te empeñas en divertir la sombra de un corazón vetusto, la paz de tu sosiego se asoma en mi ventana, floreando maravillas en el poniente de mi cielo. Amor, te empeñas en cuidar mi exigua fárfara, cuando era yo el bello sonrojo de los jardines, y ahora, el otoño extinto de una primavera. Amor, te empeñas en escribir  mis libros olvidados, cuando antes bailaba  sobre los rieles de las hojas, sobre su bendita armonía, una suavidad cautivante, donde pulía soflamas insospechadas, y ahora, languidezco en una ofusca tintura. Amor, te empeñas en besar antiguos labios de matices fulgurantes, su exquisita madurez, su néctar, su fervor, y ahora es, un hastío dulce en el recuerdo. Amor, te empeñas en vivir  cada siesta a mi lado, los impulsos más allá de la ribera, donde en mi fundida corteza, el esplendor de mi alma vive, ahora y siempre, será tuyo tanto querer, cuando el amor llegue a ti en un beso.
__Amor mío. Mi amor, pretendo devorarte el cansancio, que se extiende en la fragancia de tu piel, donde los recuerdos dormitan  sobre el linaje de tus venturas. Mi amor, pretendo besar  la merced de tus labios, la evocación de tu pudor, y el ilícito escrito de tu profecía, una remembranza de la que nunca  dejaría de beber. Mi amor, pretendo cuidarte, cuidarte hasta la última lluvia del cielo, en mí hallarás  un roble viejo con noble tierra para sembrar tu alma, te cuidaré, te celaré  mucho, aunque el tiempo no me dejara envejecer, estaría, en el sonido de tus ojos, cuando despiertas la mañana  rodeado de colores.
Mi amor, pretendo ser tu memoria, guardarte en mí, en los lagos de mis nubes, en el blanco viento de mi pelo, allí, donde tú, siempre recreabas una sonrisa, y yo, quedaba extasiado por tanto milagro. Amor perdurado en el tiempo, místico renacimiento de nuestra aventura, la posteridad de un amor. Y el amor tuvo alas en nuestro beso, y nuestro beso fue pleno en nuestra vida, y nuestra vida será alas, amor y beso. Tu respiración hace que desvaríe,  mi sangre hierve, siento algo mágico.  Solo tú y yo existimos no hay tiempo en nuestra historia.
Te duermes entre mis brazos, quiero decirte tantas cosas.  Bajo la luz de la luna tocar tu corazón, tu boquita besar que me gusta y me encanta. Sin pudor quiero seducirte, deseo tus formas a todo color tierno. Beberé el agua de tu alma no me niegues tu fuego, quiero bañarme en tu llama…  de tu calor dale calma a mi cuerpo.

Pedro experimentaba todo al mismo tiempo, la excitación de la carne, la desesperación de los celos, la angustia por perderlo, la gula por Guillermo, la humildad frente a su grandeza, la vanidad de poseerlo, el imperio sobre él, no obstante era la dicha lo que se elevaba por sobre lo demás y le hacía desear que la vida nunca acabase. Le resultaba inverosímil que el cuerpo de Guillermo estuviese bajo su peso,  que sus gemidos lo envolvieran, que sus manos se prendieran a su carne con desasosiego. Suspiró, aliviado, tenía la impresión de que había  esperado una vida para gozar de nuevo.
Le envolvió el muslo derecho con la mano y lo levantó, Guillermo abrió los ojos cuando lo enredó en su pierna, y al toparse con los de Pedro, iluminados por un fuego estremecedor se dio cuenta de que él, a pesar de su soberbia,  de su autosuficiencia y de su seguridad, estaba pidiéndole permiso, tal vez no con sumisión más bien con impaciencia. El vasallo aguardaba, con ansiedad mal reprimida a que el rey lo autorizase a penetrar su carne sagrada. Guillermo abrumado  de ternura y de compasión, le apresó la nuca y  lo atrajo a su boca.

__Sí, mi amor, entra dentro de mí y márcame. Hemos esperado demasiado tiempo-. Mi amante y amigo, señor: Hoy quiero felicitarlo por un día más conmigo, por el eterno nacimiento de su sonrisa, por sus distintos silencios por el continuo bautismo de su nombre, por el apellido de sus ojos, y el de la mujer que le dio la existencia y la vida. Alabarlo  por el tiempo que me obsequia, por el regalo de su espacio por la sorpresa de verlo en el sobresalto del corazón. Agasajarlo  por cuantos días no lo  he amado, amándolo, por cuantas horas perdidas  no lo amé, por cuantos años cumple que adolescente siempre son los mismos, que por madurez son los de siempre. Felicitarlo  por su santo por las flores que no arrancó, por esos veranos que nunca acaban y ese otoño que no comienza. Por las velas, en un soplo de su pecho, por el pastel que le tienta en el arrepentimiento de mañana. Aplaudirle por sus noches conmigo por la envoltura de su lencería, por el papel regalo del rojo de sus bóxers, por el presente de su desnudez,  por sus regalos sentimentales, por su cuerpo  siempre virgen,  por el  donativo desmedido de su alma, sin esperas.
Alabarlo, por la exquisitez del regalo siempre nuevo de sus placeres y orgasmos por el obsequio por el tiempo y su alma. Mi gratitud, por ser entre tantas creencias, la que eleva escaleras al cielo, regalándome sus alas, el que baja a los infiernos de mi cama abriéndome sus puertas, el  que en el abanico de deidades me bendice con sus besos, el  que en la selección natural de las especies, es usted más humano, el  que en la Babel de las lenguas comprende mi gramática. Lo felicito, porque entre millones de seres usted, es mi coincidencia, por su persona, que ante tanta complejidad es la más llana, en la complejidad de mi existencia. Felicitarle, efusivamente por haberme elegido entre tanto absurdo. Estoy en el dilema si soy de usted o he vivido esperándolo, y ahora que en usted vivo ya no espero nada.
Ese aroma lo tengo prendida en mi piel, me hizo enloquecer  cuando fue  mío, hoy lo arranqué de un solo tajo; intentando borrarlo de mi memoria, las huellas que con besos tatuó, cuando sus dedos me tocaban, exiliado  estoy de su vida, si al menos me hubiera dicho que me amaba.
Esta noche es tan amarga, tan dolida, es un grito de agonía, es esperar a la muerte, es clamar morirte, se apagó mi luz, lágrimas derramadas por tu amor, lo mataste, ¡asesino! De mi corazón  la cita de nuestras vidas se terminó, cansado  de buscar tus latidos, se acercó la hora exacta de olvidarme, adormecido en un espacio de tiempo.
Él  se escudriña por su mente, ahora es su fantasía, su pasión  lo eleva a la gloria, es su infierno, su paraíso, su eterno  amante, seductor de caricias, su océano al que navega a diario, y naufraga en su mundo, es su dulce tormento, hoguera de deseos, embriagándose uno del otro, su comunión perfecta.
Ahogaré mi insensatez, callaré mis latidos y amordazaré mi epidermis para disimular mi sobrado dolor, solo queda la tibieza de su barba cual vil lija raspando la cara, cuando exploraba mis polos, sin lamentos, aprisionándome a su pecho, cuando solo me amó siendo yo su realidad, y no su juego. __Eso sentí y me dije cuando lo elegiste a Matías, y me fui de ti, pero ya ves, acá estoy y sigo.


__Dos vidas somos pidiendo amor, sustancia ignota, pero que percibimos ante: suspiros, susurros y ruidos que nos hacen delirar, es como una droga especial, la adicción en las venas; bajo la magia de un hechizo, que encantados estamos, solo con tenernos frente a frente, solicitarnos entre la diferencia.
Un par de mentes con el corazón empapado, la deliciosa esencia de nuestros perfumes mezclados, taladrando nuestros cerebros que inmersos se piensan constantemente, por eso, ¡amor mío! apiádate de este corazón que lo único que pide es amarte, con tal intensidad estando en tus brazos.
Ya soy tuyo, desde el día que fui tu obra de arte, esculpido por tus manos, que en mí tus besos plasmaste, te has hecho mi costumbre, mi claridad, mi anochecer en este tiempo, mi elocuencia fascinante, mi gran algarabía, mi derroche, envuélveme con ternura, con fervor, invádeme con tu dulzura, caminaré siempre con la senda de tu mano; mis labios te saben de memoria.
Somos mares embravecidos, navegando, descubriendo, surcando paraísos llenos de viento, para aprender tu alma al desnudo, tu amor me da nuevos bríos, tan solo enamorarme de ti, no lo contemplaba.

__
Si bien Pedro le había infundido un instante de dulzura, de igual modo no lo había contrariado, porque la llama que había avistado en sus ojos mostraba la verdadera esencia que habitaba en él.
Con el consentimiento de Guillermo la habitación volvió a poblarse de los sonidos de la excitación _ los jadeos, las respiraciones agitadas, el crujido de la cama,  los gemidos,  el roce de las sábanas__. Pedro rebuscó entre las nalgas de Guillermo y su glande se empapó en la  viscosa humedad del orificio antes de deslizarse en la estrecha y tibia oscuridad, y lo hizo lentamente, no solo para demorar la eyaculación sino porque quería prolongar la solemnidad del acto.  Con las manos hundidas en el colchón, Guillermo ocultó la cara en la almohada y Pedro por encima del hombro de él, y fue introduciéndose en él centímetro a centímetro tomando consciencia de cómo su carne lo recibía y devoraba, del anillo apretado que formaba su ingreso en torno a él,  de la sujeción de sus manos en su trasero para empujarlo, del vaivén de sus cuerpos, el de Guillermo atrapado bajo el peso del de él. Amaba esos cuerpos calientes y vibrantes que le daban la oportunidad de expresar su amor en plenitud.
Pedro terminó de penetrarlo y exhaló el aire retenido en sus pulmones acallando otros sonidos, aun los chirridos del elástico de la cama.  Ese clamor provocó en Guillermo un repelús, que percibió la debilidad en él, su estupefacción también. Le habló al oído.

__Mi amor, no pares. Por favor, Pedro, no pares.
Esa nueva licencia del rey susurrada y apasionada, lo atravesó como una corriente eléctrica desde la coronilla hasta los pies, y gimió cuando su pene cobró todavía más firmeza dentro de él. Las embestidas que comenzaron con cuidado reverencial  fueron adquiriendo un ritmo febril, que Guillermo soliviantaba agitando la pelvis, friccionando el trasero, ajustando las piernas gimiendo, apretándole los glúteos y acariciándole los testículos. Pedro empujó y empujó dentro de él sin la consideración del principio desmadrado por completo, sin capacidad de frenarse, era como una locomotora sin el control de sus mandos, y  como quería que acabaran juntos, deslizó una mano entre sus cuerpos hasta dar con el glande de Guillermo. Lo refregó y lo apretó con el mismo ímpetu con que lo penetraba. Una voz que le decía más, dale más. Estaba enloqueciéndolo. Quería alcanzar la cima de lo que fuese que estuvieran escalando. Guillermo llegó primero, y  Pedro sin abandonar  impulsos dentro de él, se concentró en la expresión de su rostro, porque durante los días y más de separación, en sus noches solitarias muchas veces había recreado la expresión de Guillermo al borde del orgasmo, cuando separaba los labios en un grito mudo que al final adquiría una sonoridad de gemido doliente, como si hubiese estado aguantando un padecimiento físico. Rio, satisfecho en tanto el lamento se prolongaba porque él le prolongaba el placer.
Las risas se disolvieron, las respiraciones agitadas tomaron su lugar. Pedro lo embistió con brutalidad una, dos veces, asiéndose al respaldo de la cama, antes de explotar y vaciarse en él.
Guillermo levantó los párpados y descubrió a Pedro estático tieso. Aunque hubiese encontrado el alivio, lo sentía en tensión sobre él. Su cuerpo conservaba la rigidez,  se le remarcaban los tendones del cuello,  apretaba los párpados y sumía los labios entre los dientes. Cuando los soltó, lo hizo con un jadeo estertóreo que ocupó cada rincón de la habitación. No quiso desmoronarse sobre él por lo que plantó el codo sobre el colchón y se mantuvo a un lado mientras con la cabeza caída recuperaba el aliento. Guillermo le apartaba el pelo de la frente que le cosquilleaba y le apretaba la espalda conminándolo a cubrirlo por completo, a descansar en su cuerpo.
Al fin Pedro levantó la cabeza y sus miradas se tocaron. Lo emocionaba el cambio en Guillermo, arrobado del orgasmo había mutado en un gesto de ojos muy abiertos, expectantes como los de un niño. Las pulsaciones de Pedro sufrieron una aceleración y percibió un tironeo en la garganta al percibir que los ojos se colmaban de lágrimas. Con un chasquido de lengua lo aprisionó entre sus brazos, y lo amó con una intensidad y desesperación que necesitó pronunciar su nombre para asegurarse que se trataba de él…  que Guillermo era de él. El Guillermo surgió con voz ronca e inestable, y sonó como un diapasón en el mutismo del dormitorio. Sus vibraciones los recorrieron con un movimiento sorprendente. La fiereza con que sus brazos y sus piernas se entrelazaban fue flaqueando a medida que el sueño, los iba venciendo.

Se despertaron alrededor de las ocho, cuando el sol colmaba de luz la habitación y les hería los ojos, por lo que a ciegas sin decir palabra, volvieron a amarse, a pesar de que escuchaban el  ir y venir de gente en la casa. Entre risas sofocadas cruzaron el pasillo en puntas de pie, y se metieron en el baño, donde se ducharon juntos. De vuelta en la habitación, hallaron la ropa de Pedro en la silla, una bandeja con el desayuno sobre la cama y un ramo de flores.
__Estoy seguro de que saben que pasamos la noche juntos _ aseguró Guillermo, mientras rozaba la mandíbula de Pedro con un pistilo de la flor…  parecía terciopelo.

__ ¿Algún problema con eso?
Guillermo agitó la cabeza para negar. Depositó la flor sobre la almohada y tomó un trozo de pan. Se lo ofreció a Pedro.
__Prueba, lo hacen ellas. ¿No es riquísimo?
__Todo lo que he probado en esta casa es riquísimo _afirmó él, y sonrió con aire travieso mientras lo pegaba a su cuerpo__. Pero en mi vida había probado algo tan exquisito como tú Guille. __El ánimo picaresco se convirtió en uno serio, aunque no grave, más bien solemne__. Lo que compartimos anoche fue sublime, mi amor.

Guillermo desvió el rostro y fijó la vista en el ramo, cuya tonalidad semejaba la de sus pómulos. Sin duda lo vivido la noche anterior en esa cama incómoda y angosta había sido algo inusual tal vez sobrenatural, y él todavía se estremecía al evocarlo. No obstante, la realidad se imponía de manera categórica y los problemas que les habían separado volvían a asomar  sus cabezas detestables.  De todo lo que él tenía por reclamarle era el envenenamiento lento y continuo desde casi su llegada a la embajada.

__ ¿Qué pasa mi amor? __Pedro le aprisionó  el mentón entre el pulgar y el índice y lo obligó a volver el rostro__. Guille estoy tan feliz,  tan intensa y completamente feliz por todo, por lo de anoche,  por lo de esta mañana,  por estar contigo, por haberte recuperado. ¿Por qué no te siento igual de dichoso?

__Es que nada ha cambiado _admitió y bajó los párpados para ocultarse porque él no le permitía apartar la cara__. El hecho de que estés aquí y de que anoche hayamos vivido lo que vivimos no ha cambiado nada.

Pedro se quitó la toalla en torno a la cintura con un jalón y lo arrojó sobre la cama.
__Me desprecias  porque crees que asesino gente por allí, sin embargo aceptaste al francés y   la  supuesta amistad de Juan que hacen lo que yo, pero sin permiso, o son lo mismo en el mejor de los casos porque en esa fiesta estaban con jefes guerrilleros, hablando de una guerra.
__Ya lo sé, Juan me lo dijo, vos no. ¿Dónde vas cuando desapareces? ¿También estás armando grupos guerrilleros?
Iba a apresurarse a darle una respuesta y decidió callar. Él no soportaba lo que sucediera con Matías y el embajador no confiaba en él porque simplemente no podía contarle nada de lo que hacía fuera de la embajada, y dentro en verdad había colocado el veneno en el café, pero con motivo opuesto al que él pensaba.
Rodeó la cintura de Guillermo con las manos sentado en el bode de la cama, lo sentó entre sus piernas exhalando un suspiro, apoyó el mentón en su coronilla. Guillermo no pudo evitar dirigir la mirada hacia su pene, que le rozaba por todas partes y recordar el placer que le había brindado.

__No lo mires _le dijo__. O lo despertarás. ¿Por qué desaparezco de la embajada en este tiempo precisamente? _repitió como para sí__. No estoy armando grupos guerrilleros ni vendiendo armas como ellos…  hace unos meses, un empresario israelí, obtuvo de nuestro gobierno y de este la concesión de una mina de coltán, y de acuerdo al contrato debe de explotarla con empleados bien pagos, mayores de edad, protegidos por medidas de seguridad, y dejar parte de los ingresos como en cualquier país civilizado pero esto está lejos de serlo, y cuando este hombre envió a su gente,  los guerrilleros lo ahuyentaron a balazos. Israel llamó a nuestro presidente, y me pidió que asegurara la mina y protegiera a sus empleados, con la gente de Alberto.

__Creí que estabas aquí por mí __comentó sin enfadarse__. De nuevo mentiste, me dijiste estabas loco por verme.

__Y lo estaba _ exclamó él, con pasión e ira que amedrantaron a Guillermo__. Estaba enloqueciendo sin vos más sabiéndote en manos del francés. Tal vez para ti haya sido fácil vivir sin mí…

__No _susurró él, visiblemente afectado, y lo acalló con un suave beso en los labios__. No fue fácil en absoluto, te lo aseguro, en realidad fue lo más difícil que me ha tocado vivir, pero estaba aterrorizado por las pintadas, luego empecé a enfermar y descubrí lo del veneno, ¿qué crees que podía pensar si me dijiste cien veces que regresara a Kansas?
__Guille, ojalá lo creas alguna vez, si te estaba diciendo que te fueras, si fui colocando el veneno, fue para que lo hicieras porque hay demasiada gente dispuesta a asesinarte, estoy aquí por ti mi amor, solo para cuidarte, y si alguno lograra su objetivo yo…__ La voz se le quebró.

Lo ubicó sobre sus piernas, y el glande rozó el trasero de Guillermo a través de la bata__. Mi amor… __suspiró y descansó la frente en la sien de Guillermo, que cerró los ojos y le acunó la cara con la mano mientras percibía cómo los pezones, la piel, y el sexo respondían al simple hecho de que la respiración de Pedro le golpease la cara. Comprobó que el pene de él también respondía e intentaba alzarse bajo el peso de sus nalgas. Las movió, y Pedro jadeó, y aumentó la presión de las manos en las caderas. Guillermo volvió a restregarse sobre su erección y, al notarlo muy duro y caliente,  retiró la bata y lo atrapó en la hendidura de su trasero, e inició un movimiento que devastó los escrúpulos de Pedro. La excitación los obnubiló y Guillermo se olvidó de dónde estaban.
Con una maniobra carente de delicadeza, lo ubicó a horcajadas sobre sus piernas, de espaldas a él, y lo levantó por las caderas para dejarlo caer e introducirse con un embiste sordo, preciso, que impulsó el miembro de Pedro por completo dentro de Guillermo. Este, en un acto de preservación, echó el brazo hacia atrás buscando sujeción en la nuca de Pedro que le mordió el hombro para ahogar el clamor que había proferido a causa de su propia destemplanza, y pensó que le quedaría la impronta de su arrebato, y deseó que cada hombre que lo deseara le viera  sus dientes clavados en él. Le atrapó los pezones entre los dedos.

__Muévete como hace un momento __ le exigió__. Sí, así.
El aliento de Pedro le quemaba y le humedecía la piel. El placer se propagaba como ondas en un estanque cuyo centro se hallaba entre sus piernas, y dentro…  el pene de Pedro se había enterrado hasta hacerlo sentir completo, lleno.  Tenerlo otra vez dentro de su cuerpo se trataba de una experiencia que si bien habían compartido muchas veces, en esas circunstancias parecía un sueño.

La cama se sacudía con el vaivén de los amantes. La vajilla del desayuno tintineaba al entrechocar  y al tintineo se sumaba el chirrido de la estructura de la cama para componer los únicos sonidos de la estancia porque ellos, más allá de respirar con violencia se cuidaban de gemir. Un pájaro, posado en el alféizar de la ventana echó a volar, espantado cuando profirieron unos gruñidos, incapaces de seguir conteniendo la presión que se acumulaba en los cuerpos.
A Guillermo todo le dolía, que le apretase los pezones. Que le mordiera los hombros,  incluso el esfuerzo de subir y bajar para él, las piernas, no obstante era incapaz de pedirle que se detuviese, era incapaz de detenerse, porque él conocía esa sensación, la de malestar que se mezclaba con el placer, y también sabía que había un punto donde las molestias se desvanecían y solo quedaba el placer, el calor que todo lo inundaba con el derrame en sus entrañas. Y amaba el instante previo al orgasmo. Y repitió el nombre de él varias veces en tanto el balanceo de sus piernas, cansadas segundos atrás se tornaba febril. Pedro atinó a taparle la boca y Guillermo se alivió en su palma, y aún no se recuperaba cuando él lo siguió en su cataclismo de embestidas, dedos enterrados en las caderas, y clamores que no se molestó en reprimir.

Bucarest.

__Llevo días con todo preparado, era una tarea tan simple como para un chico, en una tarde todos muertos __ bramó Ángel malhumorado.

__Lo siento, tendrá que esperar el regreso de… el embajador.

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.

8 comentarios:

  1. Maravillosa Eve esa entrega total de ambos, y aunque el peligro aún acecha sólo espero que Guillermo confíe en Pedro y que el amor que los une no termine nunca...

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  2. Veronica Lorena Piccinino Me encantó Eve Monica Marzetti... amo cuando están juntos ... me encanta pensar que tanto deseo entre ellos pudo ser realidad si la novela original no hubiera terminado con su muerte... sentirlos juntos es hermoso y erotizante... muy lindo capítulo

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