domingo, 22 de septiembre de 2019

LA CÁTEDRA CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE.



LA CÁTEDRA

CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE.

“El otoño es como una segunda primavera,
cuando cada hoja, es una flor”. Albert Camus.



Octubre 2017.

“Hacía días que caminaba errante sin comer ni mirar, tú me habías quitado el deseo, la voluntad te la regalé en la despedida. Sórdido deambular por los lugares en que desperdigábamos nuestro amor sin miedo a la sequía y derramando convencimiento de eternidad. Un amor sucio, vehemente e inmarcesible. El derroche era parte activa en nuestras muestras de cariño. Camino solo y sufriente una y otra vez por donde fuimos luz y completábamos sin sutilezas los espacios en los que otros tenían acceso emocional restringido. A mi paso dejo girones ensangrentados de piel muerta aun antes de ser quitada. Piel morada y pútrida que una vez fue receptora de tu encendida pasión. Los cortes ya no duelen, sin corazón no hay dolor. A la vista de todos muestro sin tapujos las heridas provocadas, los huecos que van dejando en mi cuerpo cuando quito de este las huellas de tus besos en mi piel.”
__
Bs. As.

Bajó del auto y tocó el timbre. Camila tardó en aparecer, pero al hacerlo, lo reconoció enseguida, Guillermo lo supo porque  su rostro que no sabía esconder sus emociones osciló entre la sorpresa y la ira. Aun así, apretó un botón y le abrió la puerta.
Guillermo entró y le dedicó una sonrisa tensa, la postura que había asumido Camila le dificultaba  expresarse abiertamente, aunque lo intentaría. Se apoyó en la pared, a solo centímetros de la rubia, y comenzó a jugar con el celular para desquitarse los nervios. Camila emanaba dulzura de cada uno de sus gestos, por más enojada que estuviera.

__Necesito tu ayuda __le dijo Guillermo finalmente.

Camila enarcó las cejas.
__ ¿Mi ayuda? __repitió, incrédula.

__Supe que Pedro está en  Lima… y necesito… llegar a él, todo lo que para él es importante, me interesa, te lo juro.
Ella dejó escapar una risa irónica.
__ ¿Me estás hablando en serio, Guillermo? _replicó.

__Muy en serio _ aseguró, Guillermo__. Pero yo no tengo idea de cómo llegar a ese lugar, lo creía en Nueva York o en el Ártico en verdad, y ni siquiera sé si me dejarían entrar en esas conferencias, o lo que sea que esté haciendo allí.

__Ni siquiera sabes para qué fue a Perú _ se ofuscó, Camila__. Tampoco que no tiene nada arreglado en Nueva York con los chicos, que ellos siguen allí, y menos que lo separaron de la misión en el Ártico o terminaría muerto, ¿verdad?

__Todavía no sé nada, pero lo voy a averiguar _prometió Guillermo sintiendo pánico  al pensar que podría estar herido, pero desalojó el pensamiento__. Todo lo que para él es importante me interesa, te lo juro, por supuesto su hermano y ese chico que quiere tutelar, pero también hablo de sus misiones si desea continuar.

Se produjo un instante de silencio en el que los dos se miraron. Guillermo, suplicante. Camila, con ganas de matarlo.
__Tenía un nuevo y último destino designado en la India, pero lo que sucedió hizo que lo enviaran a casa _ dijo con calma sin apartar la mirada__!Rompiste el corazón de mi mejor amigo, Guillermo! __reclamó la rubia. Su voz dulce e ingenua hizo que la frase doliera más de la cuenta__. Vos no viste en qué estado se fue al Ártico, ni lo viste volver, ni cómo ha vivido meses en Nueva York donde se quiso suicidar en diciembre. Pensé que volvería renovado esta vez,  pero parecía un muerto en vida, de hecho creo que no pensaba regresar. ¿Y ahora me pides que te ayude? Pedro no necesitaba seguir sufriendo contigo, ya bastante había tenido.

Guillermo la miraba, pensativo. Se derribaba la teoría de que Pedro había viajado a Alemania.
__Con que estaba en el Ártico… __murmuró.
__Da igual de dónde regrese, dime por qué debería ayudarte _ siguió diciendo Camila, ignorando su intervención. Sus enormes ojos castaños echaban chispas__. Dame una razón, porque yo no la encuentro.

Guillermo suspiró y bajó la cabeza. ¡Tenía tanto para decir y era tan difícil de expresarlo!
__Porque lo amo _confesó__, y quiero acompañarlo, decida otra misión o en lo que sea  que tenga que hacer en Nueva York. Es una locura, ya lo sé, no me lo repitas porque voy a encerrarme de nuevo en mi coraza de acero y así perdería el coraje. Te lo pido por favor, ¿tienes forma de ayudarme, y si no puedes, podrías contactarme con Diego?

La mirada de Camila se ablandó bastante, al igual que la expresión de su rostro. Se frotó los labios uno con otro e hizo una mueca de duda, un instante después tomó aire y rogó por no cometer un error.
__Tengo un amigo que es periodista _ contestó__. Trabaja para la organización y viaja en un par de días. Pedro expone en tres.

__ ¿Expone?
__Frente a los mandatarios _ aclaró Camila, pero Guillermo no terminó de entender  a qué se refería__. Si puedes pagar tu pasaje, tienes la documentación en regla y puedes fingir que eres periodista, supongo que puedo hablarle para que viajes con él y entres a la conferencia  con su grupo.

__Puedo fingir lo que sea,  he sido toda la vida un farsante, menos con Pedro, y  sé cómo trabajan los periodistas, tengo entre mis clientes, así que puedo fingir que soy uno de ellos _aseguró Guillermo con entusiasmo, y también tengo en regla el pasaporte. Camila se mantenía reticente.

__Déjame tu número telefónico. Ni bien pueda contactar con él, te llamo.

Guillermo le dejó una tarjeta del estudio donde escribió su celular, y luego se despidió dándole las gracias.

Se fue al estudio con la idea de investigar, y antes les dio la noticia.
__Gaby, Beto, viajo de un momento a otro, ya no volveré si no es con Pedro, y espero que él desee reincorporarse al estudio, y no solo a la cátedra o a la empresa.
__Me alegro, Guille, es lo que tienes que hacer, no vuelvas sin Pedro _ le pidió Alberto.

__ ¿Y el chico que recogió de la calle? _preguntó Gaby.

__No sé nada hasta que no lo vea chiquita, supongo que lo acompañaré a Nueva York por Agustín y ese nene, quizá demoremos allá hasta poder sacarlo del país, por lo que sé, dudo que Pedro piense en abandonarlo a su suerte.
__Tómate el tiempo que sea, Guille, nosotros acá nos arreglaremos.
__ ¿Puedo pedirles le den una mano a Fabián, una mirada  mejor dicho?
__ Dalo por hecho.

Guillermo leyó artículos y notas que trataban de la conferencia internacional sobre cambio climático y después investigó sobre el tema en cuestión, aunque no entendiera la totalidad de lo que se explicaba.

__ ¿Estás planeando algo especial? _le preguntó Gaby con una sonrisa pícara.

Guillermo solo respondió negando con la cabeza.
Cerca de  las cinco de la tarde recibió la llamada de un número desconocido. Pensó que se trataba de Camila, pero se llevó la sorpresa de que lo llamara su amigo el periodista directamente.
Se presentó como Manuel. Le dijo que no tenía problema de hacerlo entrar en la conferencia como parte de su grupo y que, si quería viajar con él, reservara un pasaje en el vuelo del veinte de octubre a las ocho y cinco de la mañana. Por el alojamiento, no tenía que preocuparse dado que tenía un número de plazas disponibles en el hotel y lo localizaría entre ellas.
Guillermo le agradeció varias veces, y después de anotar sus teléfonos quedó en encontrarse con él en la puerta de Ezeiza a las seis. Sacó de inmediato el pasaje por Internet, era el último que quedaba disponible lo que asumió como buena señal.
El diecinueve, martes, se ocupó de los preparativos, documentos, valija, y dinero, se preguntaba qué llevar y por dónde andaría, y llevó mudas para ambas temperaturas. Estaba tan inquieto y nervioso que sacó todas las valijas y bolsos que tenía, sin poder decidirse cuando lo sorprendió Fabián.

__ ¿Te vas a una convención papá?
__A buscar a Pedro, hijo _ confesó con una sonrisa__, y esta vez no regresaré sin él, pero no le digas nada a Guillermito, no quiero que le afecte, ya cuando estemos por regresar te avisaré.

__Bien, lo celebro, al fin se alegró el hijo palmeándole la espalda__, dile que me perdone por la tontería que cometí, no fue con mala intención.

__No me lo recuerdes mejor y ayúdame a  elegir qué llevar y guarda lo que no, que estoy tan nervioso que se me cae todo.
Guillermo extrajo la enorme valija que usara cuando iba de vacaciones, pero inesperadamente decidió que no podía llevar tanto bulto a un viaje tan incierto en sus destinos, por eso acabó decidiéndose por una mochila en  la que incluiría lo necesario, compraría lo que necesitara in situ.
Antes de salir de casa quiso hablar con Guillermito para que su nieto no temiera, y le explicó parte de lo que iba a hacer.

__Voy a acompañar a alguien muy importante para mí, en algo que es muy importante para él. Vuelvo lo antes que pueda, y espero hacerlo con lindas sorpresas para vos.
__ ¿Regalos Abu? Pero,  ¿vas a volver? _ se apresuró a interrogar el niño con el ceño fruncido. La pregunta les partió el alma al abuelo y a los padres.

__Claro que voy a volver, sos vos mi tesoro _respondió, y lo abrazó tan fuerte, que al niño no le quedaron dudas de que su abuelo le decía la verdad.

Se despidió del resto de la familia no sin derramar lágrimas de emoción, no aceptó que nadie fuera a despedirlo, y se encontró con Manuel a la hora acordada, en Ezeiza, el miércoles veinte de octubre.

Miércoles, 20 de octubre. Ezeiza.

No le fue difícil dar con él pues era de los pocos que estaba declarando equipaje en la aduana. Además le había pasado una página web donde podía ver su foto, y así lo reconoció. Se trataba de un hombre de unos cuarenta años, alto y delgado, que llevaba un pantalón de lona negro y una remera blanca. Se mostró amable con Guillermo, lo esperó a la hora de hacer el  check in en las pantallas de autogestión y luego se encaminaron a la fila de personas que aguardaban para despachar el equipaje.
Mientras esperaban,  el hombre le contó que había trabajado para varios medios de comunicación y que, además, colaboraba con la organización en Argentina. Le explicó que se dedicaba al periodismo ambiental  y de vida silvestre, y así pasaron un buen rato conversando acerca de los lugares que él había visitado y las cosas increíbles que había visto.

__Dime una escena que jamás podrás olvidar _ le pidió Guillermo.

__Una foto que tomé a un grupo de mujeres que caminaban vestidas con el burka por una calle de Afganistán.
De tan solo escucharlo, Guillermo imaginó la escena y se le puso la piel de gallina. Mucha gente fascinante rodeaba a Pedro, porque él también lo era, y ahora Guillermo ansiaba conocer sus vivencias. Nutriéndose de las del periodista, el tiempo pasó muy rápido. Fue una lástima que en el avión tuvieran que sentarse separados, aunque llevaba meses escribiendo su sentir para Pedro, y no fue la excepción.

“Tú te avalanchas sobre los misterios de mi silencio, yo invado tus dudas liberándote de tus miedos. Amainamos en las brisas del viento como gaviotas indomables, retando los inevitables embates del tiempo. Entregándonos a los brazos placenteros del amor, como prisioneros enjuiciados por la causa más divina que es ser culpables de amar. Fuimos fuego de amantes en la hoguera encendida por ambos en la quimera de nuestra inocencia. Somos tormentas de placeres en la verdad que gime sus secretos en la fragilidad de interminables noches. Seremos la historia contada por muchos, que derramarán lágrimas involuntarias por la nostalgia de recuerdos. Juntos estaremos siempre como embajadores de sentimientos  que anidan en las profundidades del alma, alimentando los impulsos deseados del corazón. Y en el ocaso de nuestras vidas nos seguiremos amando sin límites, burlándonos de frente a la muerte, como expresión genuina de un amor que continuará  respirando, aun cuando nuestros ojos se cierren en un sueño eterno.
Cuánto tiempo y ahí estás eternamente bello a pesar de los años cargados en el almanaque de la vida,  oigo tu voz y mantiene el dulzor y sencillez en tus palabras que provocan al diálogo sin descanso como ráfaga de sentimientos guardados en el interior del alma.
Tus cabellos deslizándose en el decorar del viento, ocultando sus verdaderas raíces, conjugándose con un aroma de frescor como en los años de nuestra adolescencia, bella y necesitada nostalgia.
Tu cuerpo con sus ondulaciones como poseído por las esculturas griegas que mantienen sus riquezas aunque pasen años o siglos,  divinidad de figura capacitada para mantener el erotismo de años estudiantiles, bendito tu vino  con el correr de los años, añejamiento deseado, sin palabras solo callar y observar tu silueta en las sombras como un dibujo perfecto que todos quisiéramos pintar sobre lienzos de amor basado en deseos y placeres por la tentación de verte como Dios te trajo al mundo.
Descripciones incomparables sobre tu partes íntimas de tu exquisito manjar,   imagino saborear el néctar de tus labios,  besando tu piel,  mi mirada apasionada hace brillar tus ojos penetrando en el interior de ellos para convertirme en su guardián cuidando esas perlas como caballero de capa y espada de la época medieval.... Tus  botones  mantienen la altura de montañas que solo con besos logramos conectar con sus placeres de escalar hasta la punta de su máximo deseo, llegando a la cima de sus tentaciones más sensuales.
Soñando con tus caderas que provocan el vaivén de sonidos agradables y nos derivan a la seducción que nos atrapa por sus movimientos innatos que existen en tu complemento íntegro y apasionado que posees. En mi camino por tus intimidades, adivino tu fragilidad en el punto más extremo, que es donde guardas los impulsos y ganas de llegar al final de un estado del cuerpo que nunca sabremos expresar, nunca habrá palabras para describirlo.
Pero más que todo eso, mi admiración y respeto por mantener tu integridad, tu forma de ser, tu capacidad de luchar, tu encanto por tantos años, tu risa incomparable, tus sentimientos hermosos y seguros , tu corazón abierto y sincero, ese es tu eterno tesoro. Gracias a ti, por permanecer ahí, en ese espacio del tiempo.
Me encuentro varado  en esta parte de mi vida, cae la tarde, y sin remedio las horas pasan y viajo como cometa perdida hacia la irremediable madrugada vacía de vos, de tu presencia, pero un recuerdo silencioso golpea las puertas de mi alma, eres tú, recordándome que quieres que te ame, que te sueñe que haga de este silencio la melodía más bella… la que sonará en nuestro encuentro en ese momento perfecto y único  donde buscarás el brillo de mis ojos esperándote en la oscuridad de la noche negra, donde al cerrar tus ojos podrás acariciar mi piel, a veces se demora tu presencia, y mi cuerpo tiembla, pero que siempre apareces para dar vida a mis sueños.
Mostrando la desnudez de mi alma te espero en esta inmensidad de tiempo, donde mis versos bañan la noche como la luna baña al mar, para tu llegada, y en ese lecho de amor te esperan mis labios vida mía,  para hacerte entrega de este amor de pasión donde los sueños son el alimento de nuestra vida.”

Guillermo no recordaba cómo se sentía viajar por el aire, pero le pareció que así, la metáfora acerca de emprender el vuelo propio cobraba un matiz real. La sensación de ansiedad durante el carreteo y el vértigo que genera la carrera de despegue le forjaron una sonrisa: se sentía un niño de nuevo. Se cubrió los oídos con las palmas cuando le dolieron. Pero ni así consiguió evitarlo. Por suerte la sensación se terminó cuando se estabilizaron en la altura de crucero.
Vuelvo a vos, precioso, tal como nos prometimos, pensó mientras dejaba caer las manos y las apoyaba en las rodillas. Vos me enseñaste a no temer a las alturas.

Lima. Perú,  jueves 21 de octubre de 2017.

La llegada al aeropuerto de Lima, como todas las llegadas a alguna parte, fue caótica. Había gente por doquier y filas para todo. Perdieron alrededor de una hora esperando el equipaje y completando trámites hasta que finalmente consiguieron salir del edificio.
Buscaron un taxista y cuando lo encontraron, Manuel  le preguntó cuánto les cobraba para ir hasta el hotel. Ante la respuesta que fue solo un número, interrogó si se refería a soles, la moneda peruana, dólares o pesos,  mientras el corazón de Guillermo galopaba con la inquietud de la expectación, estaba cada vez más cerca de él.  Al subir, además, consultó su celular  y le indicó por dónde quería que fuese.  Resultaba evidente que estaba acostumbrado a viajar, y Guillermo agradeció su compañía porque lo hacía sentir seguro.
El recorrido hasta el hotel le resultó interesante y llamativo. Las avenidas no diferían demasiado de las que solía transitar en Buenos Aires, pero el aire que se respiraba era distinto. Sabía que estaba en un país de costumbres y cultura distintas, y ese hecho cambiaba su perspectiva. Se sentía más feliz y libre que nunca. Más dispuesto a empaparse de nuevas experiencias.
A medida que avanzaban, Guillermo esperó ver las construcciones antiguas características de algunas zonas de Lima en las que predominaban los colores vistosos. Buscaba balcones de estilo colonial, y casas de tinte neoclásico, pero todo le pareció muy moderno, al menos en esa zona. Aun así como lo más lejos de Argentina que había llegado era Brasil, cada detalle constituía para él una novedad y quería disfrutarlo a pleno.
El hotel estaba ubicado sobre la avenida San Borja Sur, cerca de un parque. En la recepción predominaban los colores negros y blancos, no era un sitio lujoso, pero sí limpio y ordenado. Manuel pidió dos habitaciones, anunciando que una ya la tenía reservada y que la otra se agregaba en ese momento.  Aunque en un principio afirmaron no tener disponibilidad, cuando dijo que era del grupo de prensa en que siempre dejaban algunas de reserva, finalmente pudieron asignarle dos suites.
Manuel lo acompañó hasta su habitación y le ofreció pasar a buscarlo a las dos para el almuerzo. Guillermo miró su reloj, en Argentina ya eran  las tres, pero en Lima era la una, así que tenía una hora para deshacer el equipaje, descansar y prepararse. Aceptó con gusto.
Almorzaron en un restaurante y después fueron hasta el centro para dar  una vuelta por la ciudad. Allí Guillermo pudo conocer al fin las construcciones típicas peruanas y admirar su conservación. La Catedral, el palacio de gobierno, el palacio municipal, y las iglesias, todo resultaba interesante y atractivo para la vista y el espíritu.
Cerca de las cinco, Manuel  le informó que debía encontrarse con sus compañeros de la organización, ante lo que Guillermo tembló. Se sintió tentado de ir con el periodista y ver a Pedro, pero no podía ser tan egoísta, sabía que de hacerlo lo habría desconcentrado por completo y no quería distraerlo de sus proyectos.
__Por favor, no le digas a Pedro que yo estoy acá __pidió__. No quisiera que mi presencia lo incomodara o que lo distrajera de alguna manera.

Manuel se comprometió a guardar el secreto y le ofreció acompañarlo al hotel antes de ir a donde  se hospedaban sus compañeros para el encuentro. Guillermo prefirió seguir caminando porque era lo único que lo ayudaría a matar la ansiedad, entonces él lo llenó de recomendaciones para que no corriera ningún riesgo.

Cenaron juntos en el hotel, luego Guillermo trató de conciliar el sueño, pero como no fue posible miró televisión. Se conectó a internet a través del celular y envió un WhatsApp a su hijo para avisarle que estaba bien. No esperaba respuesta dado que en Buenos Aires ya eran las dos de la madrugada, solo quería sentirse acompañado porque estaba nervioso, deseando empujar las horas que faltaban para el reencuentro.

La mañana siguiente no colaboró con su ansiedad. Después de ducharse se vistió con un traje azul oscuro, camisa blanca, y se peinó, tratando de sentirse un periodista para poder actuar como tal.  Antes de salir del baño, se miró a los ojos a través del espejo y se dio ánimos. Sería un día distinto y no veía la hora de comenzarlo.
Esperó a que Manuel pasara a buscarlo sentado en la orilla de la cama. Cuando resonaron tres golpes a la puerta, se puso de pie. Y salió de la habitación con un sudor frío en las palmas que delataba sus nervios. Para ese momento el nudo en el estómago se había apretado más. Desayunaron a la velocidad de la luz y después se fueron a la recepción del hotel para que les llamaran un coche.
Las calles  aledañas  al complejo de conferencias, sede de ella, estaban repletas. Había periodistas,  personas bien vestidas, personas disfrazadas. Poco a poco el sitio se fue llenando de manifestantes con carteles escritos en diversos idiomas y el ruido de voces y flashes se convirtió en un murmullo constante.
Manuel le entregó una acreditación y él se la colgó del cuello. Después de ingresar al predio, entraron en un salón de conferencias y se ubicaron donde había otros periodistas. Manuel tomó algunas fotos mientras Guillermo observaba todo. En el frente había un enorme cartel con la sigla: COP 20. Por la sala se extendían largas mesas con micrófonos y sus respectivos carteles indicando países y oradores. Había gente de pie conversando con otros, gente llegando,  gente sentada. Predominaban los trajes negros tanto en hombres como en mujeres, excepto por dos sujetos que entraron vistiendo el típico atuendo árabe. Manuel  les tomó fotografías y Guillermo los contempló con atención hasta que desparecieron de su vista.
Las voces se acallaron en cuanto se dio comienzo a la conferencia. Según lo expuesto por el presidente, ese  era el antepenúltimo  día y tenían que cerrar un acuerdo para redactar un texto con urgencia. Se habló de futuras decisiones y de retrasos en las acciones.
Obtuvieron la palabra muchas personas. Y  aunque todas daban discursos interesantes, ninguna era la que Guillermo esperaba. De no haber sido porque Manuel le había confirmado que la tarde anterior se había reunido con Pedro él habría pensado que se había equivocado de sitio y que quien buscaba no estaba allí.
Sin embargo, todo le recordaba a él: las personas distinguidas, los activistas que seguían el debate desde el fondo del salón, los argumentos que esgrimían y hasta el simple hecho de ver que algunos se colocaban auriculares cuando alguien hablaba en un idioma que no comprendían.
Se distrajo un momento cuando los árabes volvieron a quedar al alcance de su vista, y en ese instante en el que dejó de esperar que Pedro apareciera, la mención de su nombre  desbarrancó los latidos de su corazón y le robó el respiro.

Ni bien el presidente de la conferencia anunció que otorgaba la palabra a Pedro Beggio y a una chica, junto a la organización que representaban, Guillermo trasladó sus ojos al escenario. La respiración se le agitó inevitablemente solo con oír el nombre del hombre que amaba y casi hacía un año que no veía, pero sus sentimientos desbordaron cuando él apareció.
 Subió al escenario antes que su compañera, pero miró hacia atrás para corroborar que ella también estuviese allí antes de posicionarse delante del micrófono. Llevaba puesto un pantalón de jean azul muy oscuro,  una camisa celeste arremangada, un gran pañuelo violeta al cuello, y mocasines de color marrón claro. Conservaba un estilo simple pero a la vez distinguido lo cual hizo sonreír a Guillermo, él jamás dejaría de ser dos personas al mismo tiempo.
Apretó los puños a escondidas, Pedro lucía tan atractivo, tan seguro y lleno de fuerza, que su imagen se internó en Guillermo a través de las pupilas  sin remedio alojándose en cada átomo de su ser. No pasaba inadvertido para nadie, tal vez porque era valiente y apasionado, y eso lo hacía invencible. Su presencia  embargó sus sentidos, su voz poderosa y sensual inundó su conciencia y su energía se apoderó de su alma.

__Sé lo que piensan al vernos: “más poetas molestos”, y no se equivocan: quizá  lo somos…  la piedra en el zapato, los que detenemos el avance de la humanidad, los hippies, y demás opiniones que se extienden sobre nosotros. Una vez hace muchos años, un profesor me dijo: Beggio, lo que usted plantea es poesía idealizada, la vida real es otra cosa, y él, como ustedes tampoco se equivocaba.
Sin embargo, a veces me pregunto si de verdad el mundo que yo soñaba mientras criticaba el que me rodea era solo una utopía. Si nos basamos en la realidad, todo indica que mi profesor estaba protegiéndome para que no me decepcionara. Me educaba para que no perdiera el tiempo soñando con imposibles. Ya que hay sueños que nunca se cumplen. No me malinterpreten,  aunque en el pasado no supe valorar a ese profesor, hoy sé  que en realidad era un buen hombre que sufría la desgracia de padecerme en sus clases, y encima debía cumplir con la imposible tarea de enderezarme.
La mayoría de las escuelas prepara para el trabajo y la competencia, no para admirar un atardecer o aceptar al otro con todas sus diferencias. Pensar en la vida de un animal se considera perder el tiempo, y ahí nadie nos habla del hambre en África. Todos en algún momento manifestamos que nos gustaría vivir en un mundo mejor, pero ¿qué hacemos para logarlo? Protegernos de las desilusiones y escudarnos en que soñar con un  mundo distinto es poesía barata. Pensamos que no hay nada que podamos hacer. Que no depende de nosotros,  que no tiene sentido luchar por algo que no podemos cambiar si no quieren hacerlo quienes tienen más poder que nosotros. Sin embargo, me pregunto ¿acaso la vida de cada uno de nosotros no es también una guerra que luchamos a diario? ¿El hecho de vivir en sí mismo no supone acaso batallas?
Mi nombre es Pedro Beggio, vengo de Argentina, y ella es mi compañera de Perú.
No estamos aquí para decir nada que no sepan ni  para argumentar sobre propuestas que ustedes ya han debatido una y otra vez en todos estos días. Estamos aquí para que sueñen y para que no tengan miedo de ilusionarse con que el cambio es posible. Se puede vivir de la manera que les parece imposible, ya que la prejuzgan solo porque la desconocen. Estamos aquí para recordarles que mientras ustedes debaten, extienden las decisiones y las piensan en función de sus negocios, en alguna parte del planeta un bosque está siendo talado o devorado por las llamas, un animal está muriendo por acción del hombre y una porción del Ártico está siendo destrozada. Así, la sentencia de muerte para sus descendientes y lamentablemente los míos, está siendo firmada.
No es nada que no sepan.  No es nada que no les hayamos repetido una y mil veces, entonces me pregunto ¿para qué lo seguimos repitiendo? ¿Por qué conservamos esperanzas, si cada vez que asistimos a convenciones y conferencias, las ideas mueren en las palabras? Y entonces recuerdo a mi profesor y entiendo que lo hacemos porque, después de todo seguimos siendo poetas. Y en especial porque somos poetas  a los que les gusta ir rápido a la acción.
Ustedes son estadistas, ministros, representantes de  gobiernos que sin duda en las campañas políticas dicen amar a su pueblo. Muy bien, cumplan sus promesas. Es tiempo de demostrar sus buenas intenciones, la humanidad está esperando. En lo personal, ya ni siquiera me importa si lo hacen por dinero, o por solidaridad con su propia tierra y con los demás seres humanos. Incluso con esos seres que viven en situaciones de miseria tan extrema que no tienen idea de que aquí se está debatiendo esto. Solo me importa que lo hagan. Gracias.

Los aplausos se extendieron en el fondo del salón, donde los miembros de otras organizaciones no gubernamentales presenciaban el debate. Guillermo se sintió tan orgulloso que, aunque ningún periodista aplaudía, él sí lo hizo. Sentía que la admiración  y  el amor le invadían el alma y el cuerpo. Pedro, se paraba delante de los representantes de todo el mundo para defender a los que no tenían voz, tal como había soñado desde pequeño y como él sabía que sucedería. Él era la muestra viva de que  se podía ser lo que alguna vez se había deseado, y de que los sueños de la infancia y de la adolescencia se podían convertir en realidad.
“Yo sabía  que ibas a llegar así de lejos, mi amor.”

Pedro dio un paso atrás y tomo el lugar la compañera. Mientras ella hablaba acerca de las necesidades del mundo, daba estadísticas de la organización que había recogido en ese año o proponía soluciones a grandes rasgos, Guillermo solo podía concentrarse en Pedro. Lo había extrañado más de lo que había pensado y ansiaba que él lo abrazara, sentirse seguro entre sus brazos. Imaginó su mejilla en contacto con la  ropa que él llevaba puesta, le pareció  sentir la textura de la tela y el perfume que emanaba de su cuerpo y tuvo que humedecerse los labios para no evidenciar que se moría por interrumpir la conferencia y correr a su lado.
Contuvo los impulsos a la fuerza y siguió disfrutando de su presencia hasta que el discurso de la chica terminó. Ni bien ella dijo la última palabra, los aplausos volvieron a invadir la sala e incluso resonaron gritos. En lugar de abandonar el escenario, tanto ella como Pedro se apartaron del atril y desplegaron una enorme bandera amarilla que llevaba escrita la frase: “Salva al Ártico”, y debajo, la traducción al inglés. Guillermo se sumó a un nuevo aplauso que perduró hasta que ambos se retiraron.

Desde ese momento, no hizo más que buscar a Pedro con la mirada. No podía retirarse porque no estaba seguro de encontrarlo y era riesgoso separarse de Manuel.
Cuando la sesión se dio por terminada, los presentes se pusieron de pie y mientras algunos conversaban entre sí, otros prefirieron abandonar el recinto, Manuel lo guió hacia los funcionarios y se mezcló entre ellos para hacerles preguntas. Ya había acabado con tres cuando miró a Guillermo y señaló a un sujeto.

__Ese es el representante de Francia. La conferencia del año próximo es en París y es decisiva. Si supiera francés le preguntaría si ya tienen planes concretos o si piensan seguir divagando.

Algo latió en el pecho de Guillermo, como si su corazón hubiera dado un salto. ¿Se atrevería a hacer lo que pensaba? Lo dejó salir de su mente aun antes de preguntarse.

__ Yo manejo algo de francés. Si quieres, puedo entrevistarlo.
__Sí, hazlo, gracias _dijo Manuel boquiabierto.

Guillermo le respondió con una sonrisa, y se alejó rumbo a su objetivo. Buscó el celular mientras caminaba y abrió la grabadora de sonidos. Por primera vez en horas, dejó  de pensar en Pedro y solo se concentró en lucir como un verdadero periodista. Tembló por dentro en cuanto quedó frente al representante de Francia, pero por fuera se mostró como un experto.
Cumplió su objetivo y se encontró con Manuel cerca de la salida.

__ ¿Y?
__Está todo grabado –le anunció.

__Eres un genio, gracias __exclamó, Manuel y después le dio nuevas noticias__. Me informaron de una manifestación que sin duda tenemos que cubrir. ¡Vamos!

Guillermo se sintió extraño al ser incluido como uno más del equipo, pero ser periodista por un día era apasionante.
Al llegar a la calle invadida por manifestantes, se mezclaron entre ellos, y Manuel comenzó a sacar fotos.
 La mayoría de las personas vestía prendas blancas y otras  gorras que imitaban pingüinos u osos polares. Un grupo se había pegado una cinta en la boca con el claro mensaje de que los poderosos abusaban de los que no podían hablar. Muchos se habían pintado líneas blancas y negras en la cara, y otros sostenían carteles  de colores con las razones de sus protestas. Predominaba el español, pero había otros idiomas.

__ ¿Quieres que te pinte? _le ofreció alguien con acento centroamericano.

Guillermo lo observó un momento: sostenía el maquillaje entre las manos, estaba  de blanco y en sus ojos había tanta amabilidad que le dio vergüenza negarse. Estaba allí para hacer lo impensado y decidió entregarse a la vida con pasión y sin ataduras.
__Claro __aceptó.

 Acabó con dos líneas blancas y dos negras alternadas en cada mejilla,  una remera blanca con la frase y contagiado de  gritar con el tumulto lo  mismo que ellos proclamaban.
 Ahora  entendía por qué esas personas seguían luchando, por qué a pesar de las batallas perdidas y de ser ignorados seguían adelante hasta que alguna vez lograban resultados. Había que ser muy fuerte para soportarlo, pero valía la pena el intento.

Mientras tanto, Pedro evaluaba la jornada junto con su compañera y los miembros de otra organización. Una vez que alcanzaron un acuerdo acerca de las percepciones generales que había dejado la conferencia en los activistas decidieron ir juntos a la manifestación. Pensaban que su presencia serviría de apoyo para lo que allí reclamaban.
Mientras iba al encuentro de los manifestantes, Pedro transcribió brevemente las primeras impresiones que les había dejado la jornada y las enviaría  por celular a su director en Buenos Aires. En esos momentos, su mente estaba tan ocupada que no pensaba en nada más que en los objetivos compartidos con sus compañeros y en el modo de alcanzarlos.
Al saber que los representantes de algunas organizaciones habían llegado, participantes de la manifestación improvisaron un escenario. Pedro llegó a pulsar enviar justo antes de que su compañera lo arrastrara rumbo al tumulto. Él guardó el teléfono y contempló la multitud que aplaudía y gritaba reclamos.
Subió al escenario improvisado pero en lugar de avanzar para que los demás también pudieran hacerlo, se congeló contemplando a un hombre que para él destacaba del resto.

Piel blanca, pelo negro. Llevaba puesta una remera blanca con la frase que servía de lema para su reclamo, se había pintado las mejillas con los colores distintivos de otra organización. Tragó con fuerza, cerró los ojos pensando que se estaba volviendo loco y que creía ver a Guillermo en cualquier hombre que se le pareciera, por eso sacudió la cabeza, avanzó un poco más, otra vez enojado. El recuerdo de Guillermo no le servía para rescatarlo, para eso había escrito esa carta rota cien veces, porque estar lejos de él lo convertía en un castigo del que le resultaba imposible escapar.
Dio otro paso, abrió los ojos, y como si algo se extendiera entre ellos a la distancia, el hombre giró la cara hacia él, y las miradas tropezaron.
Por Dios, era igual a Guillermo, ya no tenía dudas de que perderlo lo había enloquecido, tenía tanta necesidad de él que le parecía verlo en cualquier parte. El mundo en derredor solo era difuso y los sonidos antes claros,  sordos como un eco, pero era claro que Guillermo jamás se mezclaría en una manifestación por temas que desconocía, era claro que le tenía fobia a las muchedumbres, menos a miles de kilómetros de su casa, tampoco le gustaba viajar, y como si en ello dejara la vida. Pero la mirada de ese hombre penetrante lo horadaba, era tan intensa que lo leía y por un instante se permitió creer que era él.

__Sorry __dijo al inglés que iba detrás de él en la fila de representantes__. Excuse me _agregó para pedirle permiso y desandar los pasos que había dado.

En cuanto Guillermo notó que Pedro tenía intención de bajar del escenario pensó que su cuerpo no soportaría la emoción de volver a tenerlo cerca. Era tan fuerte lo que sentía, que la respiración se le agitó, y comenzó a temblar, aunque trataba de disimularlo desde que sus miradas se habían cruzado, un estado de indefensión se había apoderado de sus extremidades, haciendo que mantenerse de pie entre la gente le resultara cada vez más complicado.

Sin la altura que proveía el escenario, a Pedro le fue difícil ubicar al hombre idéntico al de su recuerdo, la fuerza que lo había impelido a descender estaba, intentaba guiarlo, pero no lo veía. Anduvo entre la gente, caminando en dirección a donde creía haberlo visto, y a cada paso  que daba le parecía que se volvía un poco más loco. Tal vez él seguía siendo un sueño, tal vez había sido solo un espejismo.
Una enorme bandera amarilla se interpuso entre sus ojos y el tumulto. Cuando quienes la portaban se alejaron, por detrás de la tela, apareció…  el hombre de sus sueños, y la parálisis les ganó  a los dos. No había sido una fantasía, él era real, y lo buscaba con la mirada como él lo había buscado hasta ese momento.
Cuando sus ojos volvieron a encontrarse, sus almas a encadenarse, el mundo de ambos sufrió una sacudida.
Él se abrió paso entre la gente para llegar a Guillermo y este hizo lo mismo para llegar a Pedro. Acabaron encontrándose entre medio de canciones, pancartas y disfraces, pero para ellos solo existían los ojos del otro, el amor y la ternura que seguía en ellos intactos.
Guillermo tragó con fuerza, incapaz de decir nada. Pedro alzó una mano, y le acarició una de sus mejillas pintadas. Entrecerraba los ojos e intentaba sofrenar el llanto.

__Eres igual a alguien que conozco _ dijo casi para sí mismo__. Igual a la persona que más amo en el mundo, a la que le da sentido al todo, a mi todo, a mi vida.

Guillermo sonrió, jamás se le hubiera ocurrido pensar que Pedro se negaría a aceptar que él estaba allí.
__ ¿Ah sí? __preguntó agitado__. ¿Y cómo es él?

Un extraño sentimiento capturó a Pedro ni bien oyó esas palabras en esa voz grave y profunda que le hacía vibrar las entrañas, ya no tenía dudas, Guillermo estaba allí, pero no podía creerlo.
__Es el hombre de mis sueños __respondió, contemplándolo con los ojos anegados pero llenos de amor__. El hombre de mi vida, el amor de mi vida.

 Se sentía tan completo que le costaba  ponerlo en palabras. Se lo dijo con un beso al que decidieron entregarse los dos al mismo tiempo. Guillermo le rodeó  el cuello con los brazos y él la cintura, Guillermo entreabrió  los labios y Pedro le invadió la boca con su lengua ansiosa, hambrienta, ávida de reconocerlo y conquistar, de saborearlo y reconocer, de beberlo y mezclar alientos y apetencias. Respirarse, olerse, sentirse después de tanto tiempo, hizo que se desearan a un ritmo tan frenético que casi se olvidaron de que estaban en público.

__Te amo _susurró Guillermo, acariciándole las mejillas. Temblaba al igual que él__. He recorrido el mundo para volver a vos.

Pedro casi lo elevó en el aire y le dijo lo mismo. Después volvieron a besarse.
__ ¿Qué estás haciendo aquí? _preguntó cuando sus emociones cedieron un pequeño espacio a la razón__. ¿Cómo llegaste? ¿Estás bien?

Guillermo, sonrió, no podían dejar de mirarse.
__Vine  a acompañarte mi amor _respondió con orgullo__. Vine a que volemos.

__! Pedro! __oyeron,  los dos se dieron vuelta al mismo tiempo. La compañera de Pedro trataba de llegar hasta ellos__. ¡El discurso!

Guillermo atrajo la atención de Pedro tomándolo del mentón. Cuando él volvió a mirarlo, su cuerpo se aflojó.

__Anda, yo te espero__le ofreció.

__No quiero ir __ le hizo saber él.

__Pero tienes que hacerlo.
__Sigo preguntándome cómo llegaste hasta acá _repitió, incrédulo__. No necesito más si estás conmigo brindándome tu risa sin lamentos, si dejas en mis manos tus sudores mojándome de savia los momentos. No necesito más y eso lo sabes si vuelves a mi cuerpo  y enciendes en mi espalda la fogata con fuego de placeres suculentos. No necesito más, te lo aseguro, si tornas mis pasiones filamentos, si enredas en mi cuello tus raciones de caricias y besos  soñolientos.  No necesito más que estar contigo si vives cuerpo a cuerpo tu sustento y entregas al olvido mi pasado volviendo tu presente mi aposento.

La rendición fue firmada en términos muy claros, era absoluta y sin condicionamientos. Me declaré totalmente derrotado. Era el fin de mis amoríos alocados y ahora solo obedecería a mi amor por ti. Hice un pacto con mis ojos para verte a ti solamente, aunque no lo supieses. Tu pie sobre mi hombro y ese sorbo de Champagne que se desliza por tu perfecta pierna hasta encontrar el centro de todos mis anhelos, selló nuestra alianza de extremo compromiso emocional. Los besos fueron parte del festejo, no había vencidos, el amor triunfó.

__ Hoy quiero amarte, sin la menor noción del tiempo, quiero besar tus labios y embriagarme con el licor de tu boca, recorrer tu cuerpo con delicadeza y con sutilidad, más lentamente todo mi ser se impregna con la pasión que brota de ti, manos impacientes, caricias candentes  y vicios desnudos, mientras siento cómo se acelera nuestra respiración, cuando los cuerpos buscan la amalgama perfecta para fundirse.
En este atardecer, al fin llegó  tu despertar, convirtiendo el ocaso del día en un torrente de pasión y así comienzo a sentir tus suspiros, incinerando mi boca y mis labios sedientos  inician el recorrido por tu cuerpo, saboreando gota a gota tu pasión, mientras mis manos descifran el laberinto de tu piel, y en este mágico atardecer, los cuerpos se unen y se incineran en fuego del amor, por eso me quitas el sueño, cada atardecer  estaré esperándote, luego te cuento cómo llegué __le prometió, todavía sonriendo, solo importa que ahora estamos juntos, para siempre mi amor, ve.

Pedro de haber podido elegir no hubiera dudado en quedarse con Guillermo, pero tenía que terminar su trabajo, y así lo haría. Una vez en el escenario, se olvidó de su preferencia, y el espíritu de lucha volvió a su cuerpo. Se sentía bien, se sentía completo al fin,  más fuerte que nunca, porque  al mirar al público, eran los ojos de Guillermo los que se internaban en su pecho. Era su admiración, la única que necesitaba, su compañía, lo único que siempre había querido.
Habló como solía hacerlo, sintiendo que cada palabra llenaba su espíritu, porque era el amor de Guillermo lo que lo posibilitaba. Eran sus manos las que sanarían sus heridas cuando fracasara. Era su corazón el que lo acompañaría en los triunfos, y, como él le daba todo, Pedro quería entregarle el mundo de ser posible, uno mejor al que conocían. Lucharía por eso con todas sus fuerzas.
Ni bien cedió la palabra al inglés, anunció a la chica que tenía que irse, y volvió a bajar del escenario. Fue en busca de Guillermo, y él lo recibió para abrazarlo.
__Estoy tan orgulloso de vos __le dijo Guillermo sin soltarlo.

Pedro se apartó para acariciarle la cara y robarle un beso.
Después  lo tomó de la mano y lo arrastró consigo por entre la gente buscando la libertad del aislamiento.

__ ¿Dónde están  Agustín y ese niño que lleva mi nombre? _casi gritó Guillermo.

__En Nueva York, esperándonos.

Una vez consiguieron apartarse de la multitud, corrieron por la calle hasta encontrar un taxi. Subieron sin anunciar más que la dirección a la que se dirigían, que fue el hotel en el que se hospedaba Pedro. Luego de eso, se quedaron en silencio. Uno a cada lado del asiento tratando de respirar.
Los dos apoyaron las manos en el borde al mismo tiempo sin mirar pero como si hubieran estado coordinados, las manos se corrieron de lugar  y acabaron rozándose, las chispas los alarmaron, y entonces se miraron, y el fuego creció a raudales en sus cuerpos hasta convertirse en un incendio.

Pedro alzó la mano y la apoyó en el respaldo. Hizo lo mismo  con la otra hasta encerrar a Guillermo entre sus brazos y se inclinó hacia él mientras lo devoraba con la mirada. Guillermo entreabrió los labios, ofreciéndole una dulce tentación que Pedro no tardó en probar.
Lo besó sin importarle nada del conductor ni del tránsito. Lo besó sin reparos ni consentimientos con el poder que le confería que él se le entregara por completo.
Guillermo le acarició las mejillas y jugó con su lengua hasta que los sabores de ambos se hicieron uno y la humedad de los cuerpos les susurró que, si no se detenían, acabarían haciendo algo fuera de la ley antes de lo esperado. Harían el amor en público, si no lo estaban haciendo ya.
Pedro dejó de besarlo, pero no se apartó de él, apoyó la frente en la de Guillermo, lo miró a  los ojos y le dejó el rastro de su respiración en el pómulo mientras le acariciaba los labios con la lengua.

“Me gustan las sombras y el silencio del cuarto, aunque él enciende ese pequeño sol con sombrero sobre la mesa de luz, con tenue lumbre que apenas llega a los rincones dibujando ondulaciones abstractas entre sábanas y colchas, y el contorno de nuestros cuerpos absolutamente concretos. En ese entorno puede verme, aunque yo bajando los párpados tratando de que mi alma pudorosa no se asome, ni un poquito siquiera. ¡Oh la desnudez de los cuerpos no cuentan historias escritas por otros momentos, pues yacen archivadas en el baúl de los pensamientos! Y declaro, aunque quisiera no puedo describir este sentir que nos une, haciéndonos inmunes a la edad, que dicen sin prisa y sin pausa, avanza. Nada más hermoso que la piel y las miradas, que las caricias siempre nuevas y el sexo que se subleva ante lo racional y deducible, en este tiempo en que no se cree en lo imposible.
Somos nuevos, ¡pues si hay algo verdadero es que el amor nunca llega a viejo! Son falsos los espejos aliados de la utopía, renacemos cada día, ambos felices de amarnos con todas las ansias de un amor completo, haciendo eterno el momento en el reino del lecho.
El sol de la mesita de luz se cubre el rostro con su sombrero.”

__Nunca imaginé que entre sombras otoñales, me enamoraría de vos. La última tarde en un país extraño y siento que mi vida comienza otra vez.
¿Eran tus ojos, tu bello cuerpo  virgen, tu piel de miel?
Te quedaste conmigo, hasta que el crepúsculo devoró la luz. Tu voz música en mis oídos, vibra, penetra mis sentidos en dulces latidos entre tu voz, silencios y el bello parque, amores descarriados y desatinos.
¡Eres tan bello! Y te di mi primer beso estrellado en tu boca. Aquella tarde nació nuestra pasión, sin ligaduras y a todos los destinos me olvidé del tiempo, la luna, los vientos y todos los caminos peregrinos. Te miré tus ojos de miel, y se llenaron de gotas como diamantes de lágrimas sin derramar.
¿Por qué esperar la última noche de mi otoño para decirme, te quiero?
Mi alma fue torbellino, mi corazón enloquecido de latidos, y casi muero.
Y en ese dulce instante, mis otoños devoraron todas tus primaveras. Acaricié tu piel de seda, tus mejillas y soñando con una esperanza, te besé, la luna fue más luz y las estrellas más brillaron al conjuro del sumo placer.
Y me sumergí en los barrancos de tu pecho  de piel de luna. Me entregaste tus labios y yo me apropié de los horizontes de tu cuerpo bebiendo de tu piel de miel, como pétalos en la brisa, ya mudo mi verbo.  La luna reflejó el ensueño de tus curvas, ante mis ojos turbios. Ya no solo  tenemos esta noche y déjame amarte amor, ya con mi razón perdida  olvidando el tiempo viviendo el amor, aunque este sueño me lleve la vida.
Y desperté del letargo de mis otoños, al embrujo de olvidadas caricias. Para amarte nunca será tarde, hombre de mis amores y de locos arrebatos  cuando tu cuerpo se enreda en el mío, en el más ardiente de los abrazos.
Nunca jamás viví el amor, en tamaña magnitud, de pasión y herejía. Abandonado a la dulce lujuria y placer, con tu boca de frutas perfumada y recibes mi esencia arrebatada, entre el ensueño de la luz de tu mirada.  Imborrables huellas de amor, aromas y caricias, dejas en mi piel. Has libertado mis otoños del yugo despiadado del sin amor y las esperas
no dejaré de amarte y te hice mío  liberados mis otoños en tus primaveras.
Jamás olvidaré el sabor tu boca y tus labios, como pétalos de rosa roja. Contigo me siento vivo, tú detienes para mí la vida, todos mis momentos. Dejo mis otoños, llevo tus primaveras, con el olvido no podrá ni el tiempo. Ahora, eres el más hermoso de los recuerdos,  hasta nuestra próxima vez.

Debajo de tu ropa se encuentra tu piel, suave y perversa que me hace enloquecer, bajo tu cierre lentamente y no encuentro tu ropa interior, beso tu espalda y gimes de placer, tu piel conserva mi aroma, se adapta a mí, mis caricias son toscas y tiernas, mis manos exploran tu desnudez, inicio el ritual del amor, junto con mi cordura de perderme en ti.
Hurgando tu piel, la noche espera desnuda nuestra lascivia, ansiando tus besos que clamo cuando me cautivas, cuando te tiro en la cama, y te quiero mío, eres ese punto donde convergen mis añoranzas, eres mi fantasía, mi anhelo, mi delirio, mi veneno.
Muero por hacerte el amor, sin pudor, sin miedos, escuchar tus gemidos y algunos crujidos en el clímax de lo vivido, de este éxtasis tan sublime, empezar por tus  pezones maravillosos, seguir en tu vientre,  llegar más abajo de tu sexo, dentro de tu humedad candente que como fragancia emana de tu  fuente ardiente.
Soy demente  al apaciguar la sed sexual en ella, combinaciones llenas de placer, de pasión sin ataduras, tú mi adicción, es tu llama que me toca y tu aroma que me prende, dos cuerpos frente a frente son dos olas, dos torbellinos complacientes.
Es el mundano placer cuando leo tu piel con mis manos, amarte a plenitud sabiendo que eres mi amante, tatúo mi nombre en tu cuerpo, esclavo  de mis besos, sintiendo la sensación más inefable de una intensa caricia debajo de tu ropa, tu piel me llama y te invito a que acaricies mi alma, llévame a recorrer un sueño dorado, tu cuerpo exquisito.

--Hoy siento la nostalgia del que todo lo tuvo y no tiene nada y preciso con la urgencia del que pierde la vida, una limosna de tu sentir, la caridad de tus sentimientos, la gratitud del folleto de tus ojos clavándose en el paisaje de mis tristezas.
Me urge con prontitud la buena obra de tu vida sobre la planicie de mi piel. Hoy preciso quererte como el último día que vivieras del primero de conocerte, sintiendo el ansia de tu más profundo sentir sobre mi alma asustada. Caricias desmedidas del inventario de tu alma, que me otorgues todos los  besos del mundo y los sobrantes de tus labios.
Hoy me urgen tus caricias a bocajarro. Descifrar el secreto de tu  masculinidad  derramándose en mi corazón, vertido en mi sangre para sentirte más vivo que la cruda vida, y cuando empapado de ti, calado hasta los huesos, derrama tus besos en mis labios esparciendo tu lengua en el vocablo de mi te quiero y despilfarra egoísta tu cuerpo en mis adentros. Hoy siento las prisas de amarte más, mucho más de lo que Dios ama a la humanidad, que desgastes tus miradas en mis deseos regalándome el exceso de tu presencia ampliada como el universo. Que repliegues tu espíritu en lo más hondo de mi pensamiento. Hoy, preciso quererte para justificar a Dios y la soledad del mundo.
La emotividad del alma radica en los ojos donde los sentimientos se expresan en las miradas.

__Son diez soles _oyeron de pronto.

Así fue como se dieron cuenta de que el taxista ya se había detenido en la puerta del hotel y de que, por su tono de voz, no le había gustado el espectáculo amoroso…


CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.

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