jueves, 26 de septiembre de 2019

REDENCIÓN CAPÍTULO NOVENO.



REDENCIÓN
CAPÍTULO NOVENO.

“Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos”.
Pablo Neruda.


Guillermo sabía que se había ganado a pulso su desconfianza, así que optó por colmarlo de amabilidad… al menos hasta que la canción terminara y volvieran a asumir sus roles profesionales. Entonces seguiría siendo amable pero… distante.

--La casa es grande y perfecta para mí, a pesar de que mis amigos y mamá dicen que está demasiado vacía. Tal vez la suculenta ornamentación de la casa en donde nací y viví hasta emanciparme, sea la culpable, o para ser más directo: Mirna.
Cocina, comedor y living más que espaciosos, pisos despejados, muebles casi desérticos y la heladera llena, esa es mi definición de hogar. Poco que ordenar, poco que limpiar, poco para mirar. Como para ser justo, debo reconocer que hay un lugar de mi departamento que espera desde hace unos años mi atención. Alguien diría que toda la casa espera lo mismo pero a lo que me refiero es que el balcón sí hace bien en esperar porque siento la imperiosa necesidad de dedicarle atención y tiempo. Siento que tengo que decorarlo pero no he podido hacerlo y quizá nunca lo haga.
Las veces que me he preguntado el porqué de esa necesidad de cambiar su aspecto, termino pensando que de alguna manera yo me veo reflejado en él. Me siento como ese balcón que es parte de un todo pero colgado afuera, siendo parte de y no siendo parte. La oveja negra del rebaño, muchas veces me sentí ese cuadradito que se ve como adosado al todo que en este caso sería mi familia.
Una persona tiene muchas cosas que pudiera querer o desear al entrar en una florería, pero mi oveja negra hizo que le prestara atención a una ínfima maceta que en su interior dejaba ver nada más que tierra, y no dudé en preguntarle a la mujer que atendía el comercio, qué era eso. Tras varias requisitorias de ella tratando de entender de qué le hablaba, me acerqué a la macetita y se la señalé. “¡Ah, esa!”, respondió sin demasiado interés. “Creo que colocaron una semilla de alguna flor ahí”, acotó mientras envolvía un ramo de rosas amarillas delicadamente. Quise saber más pero ella no tenía idea, la que sabía era la dueña pero hasta el otro día no volvería al local. Cuando le pregunté el precio, me contestó que: “el de la maceta”, ya que no había nada más en ella y respondí que la llevaría. Pensaba en la flor contenida en la tierra dentro de la maceta y me alegré. Todo era perfecto: una flor desconocida por mí hasta este momento, decoraría mi vida, el balcón.
Mi relación con la flor que no asomaba el hocico veinte días después de haberla comprado, era natural: Una o dos veces al día yo pasaba cerca del balcón y la miraba. Una de esas noches, antes de ir a descansar me asomé al balcón y una imperiosa necesidad de hablarle a mi nueva amiga comprada, me obligó a decirle: “hasta mañana, te estoy esperando”. Luego de tamaña estupidez miré a mi alrededor como para comprobar que nadie más que el creador de todo, sus ángeles y otras criaturas celestiales, me estaban observando, y nada, éramos solo nosotros. Grande fue mi sorpresa cuando a la mañana y antes de ir al trabajo, miré el balcón y vi esas dos diminutas hojitas estirarse en el tallo que solo parecía esperar paciente que algo más divertido sucediera. Me sonreí al ver a mi amiga y le guiñé un ojo en franco símbolo de aprobación.
La idea de que mi voz o saludo, o lo que fuere había hecho, era el causante de la germinación de mi flor, y bien digo “mi”, pues yo la había pagado, generó un exagerado entusiasmo por comprobar si lo que pensaba era así o no. Cuando llegué a casa, preferí no visitar el lugar en donde mi atención estaba puesta, pretendí no tener ningún interés en el tema, no fuera cosa que la flor terminara mostrando un engreimiento que yo había fomentado y del cual me arrepintiese. A la noche y después de varias vueltas sin sentido ni propósito por la casa, entré al balcón y la saludé. Agregué también que esperaba verla más grande el día siguiente. Ese día mi amiga, con exuberancia y orgullo dejaba ver sus nuevas hojas y el tallo con ínfulas de príncipe, exponía ante mi vista su nuevo centímetro. Esa noche el saludo se transformó en charla, unilateral, pero charla al fin y cada noche me explayaba más y más en cuanto a lo que le refería acerca de mi vida y también en cuanto a lo que esperaba de ella. El sentimiento de tontedad, poco a poco se diluyó, y el hablarle a este proyecto de flor, ahora era algo natural y cotidiano para mí aunque claro, solo ella y yo conocíamos nuestro secreto, prefería no pensar en los demás.
Treinta días después de haberla adquirido en aquella casa de plantas, un casi inapreciable pimpollo coronó el tallo que alcanzaba ya una altura de treinta centímetros, centímetro más, centímetro menos, y mi emoción también rompió el cascarón en que se encontraba desde hacía años y una sonrisa se dibujó en mi rostro. En el preciso instante en que sonreí, el tallo creció un poco más y el pimpollo ganó cuerpo, se tiñó de un fucsia nunca antes observado por mí. La sorpresa del hecho me apartó del balcón, cerré la puerta corrediza y me apoyé sobre ella tratando de recuperar la calma y el ritmo cardíaco normal. No miré atrás, solo me fui a dormir, pero esa noche no logré hacerlo salvo de a ratos. En la mañana me retiré del hogar sin pasar a ver a mi flor. Cualquier cosa que hubiese pasado, sea esta que hubiese crecido, que no lo hubiese hecho o que nada había sido real de lo que sucedió, afectaría más aún mi día y preferí no saber. Las horas fuera de casa fueron un calvario y al regresar no me importó qué pensaría de mí Dios y sus huestes angelicales. Casi corrí al balcón, abrí la puerta corrediza con una fuerza inusitada y ahí estaba mi flor, igual que ayer, lo que había sucedido, había sucedido y me alegré por ella y por mí. Traje desde la cocina un recipiente con agua y la derramé en la tierra con cuidado y luego me senté a observarla con detenimiento. Aunque pequeña todavía, presentí que no defraudaría mi sentido de la vista. Presagié una belleza que pocas flores podrían siquiera imaginar vestir. Sentado en la reposera, no resistí el impulso y me incorporé, tenía que tocarla y lo hice. No dije nada pero mis pensamientos recargados de imágenes positivas luchaban contra los músculos de mi rostro, tratando de aflojarlo. Al roce de mis dedos con el capullo fucsia, instantáneamente comenzó a crecer y se estiró unos cinco centímetros y el pimpollo se alargó un poco y se llenó de compactos pétalos que de a poco se perfilaban en líneas que avecinaban una forma general estilizada y refinada. Parecía una delgada copa de vino y me agradó mucho su figura y magnífico color. “Qué hermosa”, exclamé en la tontedad del éxtasis en el que permanecía absorto. La flor se movió con gracia y dejó su erguida postura e inclinó con garbo su ser, como en agradecimiento a mis palabras y así permaneció hasta que dejé de contemplarla, era hora de dormir.
Los días prosiguieron en la rutina de la charla, los halagos y la admiración, mientras ella crecía y se transformaba en una flor cada vez más bella. Me causó un poco de preocupación el hecho de que no emanara perfume pero tampoco me quitó el sueño, si yo no era perfecto…

El tiempo que le dispensaba iba in crescendo y este pasó a ser el que más satisfacción me causaba. No sería justo decir que por ella me aislé porque eso ya había sucedido mucho tiempo antes de comprarla. Cada tanto venía mamá y preguntaba acerca de mi bienestar e intentaba que le permitiese decorar mis “tan blancas paredes” pero mi mirada bastaba para disuadirla. Nunca iba al balcón porque según decía, la deprimía que no hubiera en él aunque sea una planta. Yo solo la miraba, nuestro secreto, el de la flor y yo, estaba resguardado, nunca la vio.
Un sábado a la noche caluroso pero entretenido como era siempre el tiempo que pasaba con la flor, le confesé que ella había cambiado mi vida y que al principio me avergonzaba hablar con ella, me sentía estúpido pero que ahora, contaba los minutos que faltaban para volver al hogar y pasar este maravilloso tiempo con ella. Tiempo que se incrementaba de a poco y que llevó a transformar mi balcón en prácticamente un comedor, un living, y no se convirtió en dormitorio solo por temor a dar la impresión de estar perdiendo el juicio. Me reía con ella, lloraba con ella, le contaba mis problemas y temores, y mis proyectos,  ella fue la primera en conocerlos. Esa noche, no sé si fue por el vino o solo por el puro deseo de hacerlo, segundos antes de irme a dormir, me decidí a cometer lo que en mi cabeza sonó como el traspaso de la delicada línea que divide la coherencia con lo otro. Cerré los ojos, me agaché un poco y la besé. No quería abrirlos, tal vez para no comprobar con mis sentimientos más racionales lo que acababa de hacer, pero la vergüenza se percibe hasta con los ojos cerrados. Un majestuoso perfume inundó todo el espacio y la vergüenza se transformó en temor, temor de abrir los ojos, pero era necesario. Cuando los abrí, la nada misma me sorprendió con su inquietante aguijón y no comprendí. La flor había desaparecido. La pena ahora sí que era mi verdugo, empecé a repetir: “¡Qué hice! ¡Qué hice!” y lágrimas brotaron por mi flor que ya no estaba y solo el balcón vacío era el testigo perfecto de mi desilusión. No pretendía abandonar mi posición sumisa frente a la dolorosa realidad, pero el roce en mi espalda casi me mata del susto y miré. En realidad todavía no había conocido realmente el verdadero susto. Ahí, parada solo respirando y en conmoción y frente a mí, la delicada figura parecía contener la respiración esperando algo por venir. Vestida con exquisitez en suculento fucsia y aroma, parada en puntas, cerró con indescriptible belleza sus redondos párpados y esperó. Yo había besado mujeres  y hombres, pero esta vez me sumí en lo profundo de un desconocido mar de sensaciones y la llamé  ilusión.
Quisiera llegar  al fin de mis días, satisfecho y con la pasión intacta aun sabiéndome deudor por errores no reparados, pero en mi imaginación  no estoy solo, extiendo mi temblorosa mano y ahí como desde hace tanto, esta bellísima criatura  me mira con ternura y adivino el mar de lágrimas que retiene hasta llegado el momento. Yo que siempre fui un solitario balcón, me voy feliz, mi flor hizo que este sencillo y pobre ser, llegara a sentirse también, parte de la casa…
__Mirna pensaba en todos, era muy buena su madre. Ella habría disfrutado del relato y de que ese sea el resultado de su vida, profesor.
__Pedro, mírame. No tengo ninguna regla en contra de que la gente me mire a los ojos.

Pedro, levantó los ojos, no muy convencido.
__Es una oferta muy generosa que me escuches hablar de ella. Gracias. Pero… no me gusta hablar de ciertas cosas, pero lo tendré en cuenta. __ Sonrió, y esa vez, mantuvo la sonrisa__. Posees amabilidad y caridad, dos de las principales virtudes. De hecho estoy seguro de que posees las siete.

Especialmente la castidad, pensaron los dos a la vez. “Y él cree que la castidad es digna de burla”, pensó Pedro.
__Nunca había bailado así con nadie _confesó él, apretándole la mano cariñosamente.

Pedro se quedó inmóvil.
__ Pedro, ¿qué te pasa?

Los ojos de Pedro se nublaron y la piel se enfrió rápidamente. El rubor que se había extendido por sus mejillas un par de minutos antes desapareció por completo, dándole la piel más que blanca, traslúcida, como papel de arroz. Tenía la vista clavada en algún lugar muy lejos de allí. Cuando Guillermo le apretó la cola, fue como si no lo notara.
Cuando salió de aquella especie de trance, él trató de hacerlo hablar, pero estaba demasiado alterado para hacerlo. Guillermo no tenía ni idea de qué le había pasado, por lo que optó por ser prudente y le pidió a Gaby con un gesto que lo acompañara. Luego se acercó a la barra y encargó un whisky doble, que se bebió antes de que regresaran.
En ese momento tomó una decisión, era hora de volver a casa. Era obvio que el señor Beggio no se encontraba bien y el sitio no era un sitio adecuado para él en ninguna circunstancia. Sabía que en algún momento de la noche los hombres y mujeres se emborracharían también y se pondrían cachondas. No quería exponer a su hermana ni a Pedro, al virginal señor Beggio a cualquiera  de esos tipos de comportamiento. Así que pagó la cuenta y le pidió a Ed que le consiguiera dos taxis. Pensaba darle una buena propina al taxista de Pedro para que lo dejase a este en la puerta de su casa y esperara hasta que estuviera a salvo en el interior.
Pero, por desgracia para él, Gaby tenía sus propios planes.

__! Buenas noches, Pedro! Te veo luego en casa, Guillermo. Gracias por acompañarlo a casa __dijo, entrando en uno de los taxis, cerrando la puerta de golpe y alargándole un billete al taxista para que arrancara antes de que su hermano pudiera preguntar nada.

 Era obvio que estaba tratando de lanzarlos al uno en brazos del otro. Sin embargo, era menos probable que Gaby se encontrara con algún indeseable en el vestíbulo del edificio, donde siempre había un vigilante de guardia, que Pedro en su barrio. Así que no pudo enfadarse demasiado con ella.
Ayudó a Pedro a entrar a otro taxi antes de entrar él. Cuando se detuvieron frente al bloque de pisos, le indicó al taxista que lo esperara.
Lo acompañó hasta la puerta y aguardó mientras Pedro buscaba las llaves. Por supuesto, se le cayeron al piso, porque seguía alterado por lo que le había pasado en el club. Guillermo las recogió y abrió. Al devolvérselas, le acarició la mano con un dedo y se lo quedó mirando con expresión enigmática.

__Tengo miles de palabras por escribir y otras tantas letras esperando ansiosas en convertirse en versos, y con ellas iré cubriendo, una a una las páginas en blanco de tu piel, formando poemas que lentamente irán incinerando nuestros cuerpos, pero a veces siento que con ese increíble lenguaje tuyo, de silencios, de insinuaciones, de gestos, de miradas y de sonrisas cómplices, comienzas a ejecutar conmigo, ese juego tan tuyo, ese juego  que juegas sin reglas y despiadadamente, ese juego de seducción, con el que enloqueces mis sentidos y me conviertes en un esclavo, logrando que solo viva pensándote y soñando con tenerte.
__Te busco en sueños.  Voy a atrapar sueños en la mar de la nada, buscaré risas y besos ocultos en mi almohada, hurgaré en lo profundo de mi pérfida mente para hacer un verso de amor que hable de tu esencia, de tu pasión ardiente... Seguiré los pasos que has dejado en el viento. Y que me harán llegar a ti, a tu presencia, abrazaré tu sonrisa, tus palabras, tu alma... cerraré los ojos, te imaginaré al atardecer  en los cielos que tu ser reclama... Te buscaré en sueños de fantasías nocturnas, en los rincones donde por las noches  escondes palabras de amor... versos que son trozos de un corazón agitado, paliativos de tu alma que vivirán en mi sol para siempre desterrados... Imaginar que tus manos tocan mi rostro, paladearte con la lectura de intensos versos,  pensar que en mi desierto,  tú eres viento, sentir que pronto vendrá la incierta calma, y creer que habitas muy dentro de mí…  en ese espacio en que te ha confinado mi alma.

Pedro calló, inspiró hondo y empezó a mirar los zapatos negros _que eran demasiado lujosos y brillantes incluso para Guillermo__, porque no podía decir lo que tenía que decir mirando aquellos ojos preciosos.

__Profesor Graziani, quiero darle las gracias por abrirme la puerta y por bailar conmigo. Estoy seguro de que se ha sentido mal por tener que comportarse así con uno de sus alumnos... Sé que solo tolera mi presencia porque Gaby está aquí y que, cuando se marche, todo volverá a la normalidad entre nosotros. Prometo que no le diré nada a nadie. Se me da muy bien guardar secretos.
“Voy a solicitar un cambio de directo de proyecto. Sé que piensa que no soy demasiado brillante y que si no pidió el cambio fue porque sintió lástima al ver mi apartamento. Es evidente que piensa que no estoy a su altura y que le resulta muy duro tener que tratar con un estudiante virgen y tonto. Así que, adiós”.
Con el corazón encogido se volvió para entrar en el edificio.

__ ¿Has terminado? __preguntó él, barrándole el paso.

Pedro alzó la vista, temblando al oír la dureza de la voz.
__Tú has dicho lo que querías decir, mas hay algo que se llama diálogo. Y creo que las leyes de la cortesía me otorgan el derecho a réplica. __Se apartó de la puerta y se lo quedó mirando fijamente, con furia reprimida__. Te abro las puertas porque soy un caballero, a veces, tú lo eres. Sé que no siempre me comporto como tal aunque Mirna intentó inculcármelo. Hay días en que mi mente y pensamientos  parecen entrar en una etapa de latencia...

¿Será acaso el frío del invierno el motivo  de esta somnolencia?
¿O acaso serás tú  causante de tal indolencia…?
Imagino ser un árbol al que se le caen las hojas  que aún perduran en sus viejas ramas...  hojas que son arrastradas por el viento  y llevadas al jardín donde moran los recuerdos. Es seguro que ese árbol espera con ansia  la llegada de la primavera para poder florecer,  para llenarse de verdes hojas para sentir el calor y la luz del sol, sentir la savia correr por todas sus ramas, respirar a través de su tosca  piel... Así me siento hoy, lo confieso… y me encanta tal similitud que tengo con el árbol, yo también espero que tu presencia me haga florecer, que tu mirada sea el rayo de luz que haga sentir  que la sangre fluye a través de todo mi cuerpo,  escuchar tu voz y tu risa que me hacen vivir que me hacen soñar, que son alicientes para no morir…
Cuando me encuentro en la grata compañía  de esa gran amiga que es la soledad... en mi mente, en mi espacio, me encanta divagar,  viajar a través del universo buscando con afán la inspiración de mi alma, sujetarme de tu mano y soñar… viajar y soñar, volar y vivir. Y luego volver a reencarnar en el amor  que nos ha hecho sentir plenos,  escribir con tinta del alma las emociones  que solo quien ama las puede sentir... y después dejarlas volar muy lejos,  cual avecillas que han aprendido  que la libertad está en el cielo... Gaby es una chica muy dulce, pero demasiado sentimental. Si por ella fuera, estaría recitando sonetos bajo tu ventana como un adolescente. Así que vamos a dejar a mi hermana fuera de todo esto. ¿De acuerdo?
__Por lo que a mí respecta, si  Mirna te adoptó como me adoptó a mí, quiere decir que vio en ti algo muy especial. Ella tenía un modo muy particular de curar a la gente, gracias al amor. Por desgracia en tu caso, igual que en el mío, probablemente… llegó demasiado tarde.

Pedro levantó la vista al oír las palabras. Habría querido preguntar a qué se refería, pero no se atrevió.
__Yo no creo en el amor como lo ve Gaby, para mí –continuó, Guillermo__ El amor es imperfecto desde siempre, nos agota con el tiempo y el silencio, nos agrieta con su mazo de reproches obligando que se caigan nuestros muros.  El amor es incompleto aun deseado, nos convierte en sufridores su presencia, nos conduce a la ceguera con sus luces tolerando nuestra vista sin colores.

El amor es indirecto por esencia, nos ahoga en ilusiones pretenciosas,  nos permite ser piadosos o insensibles al mojar de sentimientos nuestras almas. El amor es incorrecto, lo sabemos, no permite nos miremos a futuro en los brazos del amante maquillado, aun sabiendo las dolencias venideras.  El amor es insurrecto por completo, nos empuja hacia el pecado sin pretexto, nos libera de cadenas de repente cuando muestra su partida predispuesta. Y te he pedido que bailaras conmigo porque me apetecía estar contigo. Tienes una mente brillante, y una personalidad encantadora. Si quieres otro  director, no me opondré, pero francamente, me decepcionas. No creía que fueras de los que se rinden ante la primera dificultad.
“Y si piensas que hago las cosas por lástima es que no me conoces. Soy un cabrón egoísta y egocéntrico que no suele darse cuenta de los problemas de la gente que lo rodea. ¡Maldito sea tu discurso, maldita sea tu baja autoestima y maldito sea el curso de especialización!—resopló, tratando de no perder la compostura__. Tu virginidad no es algo de lo que debas avergonzarte y, desde luego, no es asunto mío. Solo quería hacerte sonreír, y…

Se calló y le acarició la barbilla, luego le levantó la cara con delicadeza hasta que sus ojos se encontraron.
Se inclinó hacia él hasta que sus labios quedaron a escasos centímetros de distancia. Estaban tan cerca que Pedro podía notar su aliento cálido en la mejilla.

-Y cada día besaba la rosa sin importarle que sangraran sus labios... era su sacrificio de amor la promesa que él en su piel escribió. Y ella  ante su devoción, lloraba  al ver  sus labios sangrar y sus lágrimas bellas perlas de cristal como promesa pura limpiaban la sangre de su amado
cuando   la miraba brotar.

“Whisky escocés y licor de menta”.
Los dos aspiraron, empapándose del aliento del otro. Pedro cerró los ojos y se humedeció el labio inferior… esperando.

__Qué fácil es caer en el infierno ante esos labios. Llegas todas las noches a rastrear mi silueta, amante clandestino, preámbulo de mi locura…  tu aterciopelado cuerpo, pradera de mis sentidos sensuales, caminos misteriosos tentadores y ondulantes, sensaciones al recorrerme en horas nocturnas de pasión y amor,  geografía de una piel anhelante,  comamos el fruto del pecado.
Amantes sin control, tu piel expone un brillo que asemeja a la aurora, se acercan tus manos desnudas, vino que destila tu boca, bajo el sabor exquisito de tus ósculos, fáltame el respeto, sin verbo sin medida, húrgame bajo las sábanas que necesito amarte; penetrando mis labios muy lentamente dibujándome con sus dedos, ¡oh, ángel mío! Me desquicias, travieso me desgajas.
Enredémonos en esta perpetua madrugada, nuestra epidermis lo demanda, es el banquete perfecto de dos océanos enredados como madrigueras, infierno exquisito, obstinación por el deseo, la obsesión por el erotismo, tu cuerpo me llena a plenitud, el calor el fuego ardiente, tus palabras, tus caricias, y todo ese amor hecho pasión.
Sé que te encanta desordenar mi mente, sigues alborotado mi cuerpo, es acariciar el vuelo, siendo arrasados en caudales del vendaval, mi aire es tu fragancia, eres un gran seductor, ángel o demonio no sé qué eres tú, has despertado los deseos, curándome con tu delicioso sexo  _susurró Guillermo y sus palabras agoreras y premonitorias golpearon a Pedro en el alma. __ Quisiera ser el aire tímido y soñado  que respira de noche tus labios...  Y volar en las cercanías de tus  montes,  bajo tus ropas, sobre tus sueños...  Quisiera ser el soplo de aliento,  ese que me dice ''te amo'' y ''te quiero''. Ese que de tu boca inesperado nace,  como la unión de mis manos en ti al amarte.  Quisiera perderme sin retorno,  en las pendientes de tus bellos ojos, sobre los ríos de tu hermosa cintura,  allí quiero permanecer, no hay duda alguna.
Quisiera que me quisieras tanto como yo,  como solo podemos querernos los dos.  Como se quieren nuestras miradas,  como se aman nuestras noches esperadas.  Quisiera ser ese navegante sobre tus caderas,  que flota cual barco en tu mar a la deriva,  que se sujeta a tu aroma de primavera,  para amarte toda y más allá de una sola vida.
Quisiera ser el aire tímido y soñado,  que respira de noche tus labios...  Y volar en las cercanías de tus pezones,  entre tus ropas, sobre tus sueños...

Enderezando la espalda, le soltó la barbilla y se dirigió al taxi, cerrando la puerta con un golpe seco.
Pedro alzó los ojos y vio que el coche se alejaba. Las piernas le temblaban tanto que tuvo que apoyarse en la pared para no caerse.

Durante algunos instantes en el club, Pedro había estado seguro de que Guillermo se acordaba de él, pero no habían sido más que esos instantes fugaces y etéreos que habían desaparecido como telarañas arrastradas por el viento. Y él que era una persona muy honesta, empezó a dudar de todo.
Tal vez, su primer encuentro con Guillermo no había sido más que un sueño. Tal vez se había enamorado de una fotografía y se había imaginado los acontecimientos que siguieron a la partida de Gaby y Beto aquella noche.  Tal vez se había quedado dormido solo en el huerto de  manzanos y todo había sido la ilusión solitaria y desesperada de un joven de un hogar desestructurado que nunca se había sentido amado.
Era posible.
Cuando todo el mundo cree una cosa y tú eres el único que piensa de otro modo, la tentación de integrarte en el grupo es enorme. Lo único que Pedro tenía que hacer era olvidar, negar, suprimir. Y volver a ser una persona como las demás.
Pero él era demasiado fuerte como para rendirse. No había querido montar un número en el club cuando Guillermo le había echado en cara su virginidad porque habría sido llamar la atención sobre un hecho sobre el que se sentía demasiado avergonzado. Y tampoco había querido obligarlo a reconocer que habían pasado una noche juntos, ya que tenía un corazón puro y no le gustaba forzar a nadie a nada. Cuando vio la confusión en la cara de Guillermo mientras estaban bailando y se dio cuenta de que su mente no le permitía recordar, Pedro lo dejó correr. Le preocupaba lo que un súbito reconocimiento podía provocar en él y el temor a que su cerebro estallara como la taza de café de Mirna lo decidió a no decir nada.
Pedro era una buena persona. Y a veces la bondad no cuenta todo lo que sabe. A veces la bondad espera el momento adecuado y aguanta como puede hasta entonces.
“Hoy vida mía salí de mi casa con tu nombre en mi memoria, quería llevarte conmigo,  que formaras parte de mi vida, hoy, rodeado de gentes extrañas te buscaba, cerraba mis ojos ante el más bello paisaje que nunca mis ojos habían visto, todos gozaban y celebraban el hermoso espectáculo que la naturaleza nos brindaba, pero yo, quería verte en esa belleza, quería hacerte participe de mi éxtasis que solo al abrir mis ojos tenía ante mí, pero tú no estabas.
Entonces me puse a soñar, te contaré amor cómo te he visto caminar sin prisas por mi sueño, no había caminos trazados, me mirabas te recreabas en mis ojos, te reías a carcajadas, la vida estaba llena de gente triste, vacía, sin manos de amores donde cogerse, carecían de la bocas donde dejar la huella de un beso enamorado, personas desafortunadas que envidiaban nuestro amor, pero tú vida mía estás conmigo aquí en mis sueños, aunque tu mundo sea otro y abraces otra almohada que no es la mía, yo enamorado y soñador escucho los ecos de tu risa para no sentirme solo en mis noches en vela.
Seguirás siendo mi dulce amor de un instante, serás la magia que juega entre mis versos, serás es arañazo que siento en mi alma cuando tardas en llegar por las noches, luego ya estás aquí creo escucharte, pero no eres tú, es ese espejismo que me invento en tu silencio, el mismo que te reclama a gritos a través de la distancia que nos separa, pero al mismo tiempo, nos ata con hilos de plata para siempre, pues los dos sentimos el mismo deseo de amarnos en nuestras noches de insomnio cuando los párpados pesan como losas, esperando que llegue la vida.
Tal vez amor estés ansioso por besarme esta noche, yo ya te he besado mil veces.

Amanece y ahora por fin, veo las estrellas y trazo líneas entre una y otra con la imaginación, dibujo tus constelaciones, hago tu nombre, un ave Fénix, un ciervo, un pez que nada al lado de tu ojo derecho, no me canso de unir tus pecas para formar un universo de formas, no me canso de ver tu rostro, en paz, dormido, tu piel relajada, tus ojos cerrados, tus labios un poco abiertos.
Amanece y el mar de tu cabello está en calma rodeando el cielo de tu rostro, tu rostro que tanto me gusta besar, tu cabello de mar, de olas bravas cuando estás despierto y de mar en calma, ahora que descansa en tus hombros, mar de mis naufragios y de mis odiseas, mar para navegar, remar y soñar.
Amanece y camino en tu campos, voy de un lunar a otro, en el mapa de tu piel, cruzo por todo tu cuerpo mientras aún duermes y camino por ti, entre tus maravillas, entre tus elevaciones y en tus cavernas, vuelo con la vista por todo mi mundo y me admira que mi felicidad quepa en ese tu cuerpo tan tuyo y tan mío.
Amanece y despiertan tus ojos y se abren tus dos soles, hasta en eso es más bello tu planeta que el nuestro, te sorprende verme despierto al lado tuyo viéndote, perdido en mis fantasías, perdido en la contemplación, perdido en ti y todo es perfecto cuando tu boca se abre y dices, buenos días… loco.
Y tal vez lo sea, pero así recuerdo aquella noche, y cada vez es como revivirla… a tu lado”.

El profesor Graziani no era el hombre del que se había enamorado en el huerto de los manzanos. Era fácil darse cuenta de que al profesor le pasaba algo. No era solo que fuera una persona sombría o deprimida, era un ser perturbado. A Pedro, familiarizado con el alcoholismo de su madre, lo preocupaba que tuviera problemas con la bebida. Pero su bondad le impedía hacerle daño, obligándolo a mirar algo que él no quería ver.
Habría hecho cualquier cosa por Guillermo, el hombre con el que había pasado una noche en el bosque, si él le hubiera dado  el más mínimo indicio de que lo quería. Habría descendido a los infiernos y lo habría  buscado por todos sus círculos hasta encontrarlo. Habría atravesado con él las puertas y lo habría traído de vuelta, arrastrándolo. Si Guillermo hubiera sido Frodo, Pedro habría sido su Sam, lo habría seguido hasta las entrañas del Monte del Destino.
Pero el profesor ya no era su Guillermo. Este estaba muerto. Había desaparecido dejando tras de sí solo vestigios en el cuerpo de un clon torturado y cruel. Guillermo había estado a punto de romperle el corazón una vez y Pedro no iba a permitir que volviera a hacerlo.

Antes de irse de la ciudad y regresar con Beto y con ese grupo perturbado que tenía por familia, Gaby insistió  en visitar el apartamento de  Pedro. Esta había ido dándole largas y Guillermo le había aconsejado a su hermana que no se presentase sin avisar. Sabía que en cuando Gaby viera dónde vivía, se encargaría de hacer sus maletas personalmente y  lo obligaría a mudarse a un sitio más confortable, a ser posible a la habitación de invitados de Guillermo.
(Solo cabía imaginar cuál sería la respuesta de Guillermo a esa idea, pero sería algo parecido a “! Ni de puta broma!”)

Y así, el domingo por la tarde, Gaby llegó a casa de Pedro para tomar un café y despedirse de él antes de que Guillermo la acompañara al aeropuerto.
Pedro estaba nervioso. Como un sobrio monje medieval, tenía la virtud de la fortaleza, así que no lo asustaba la falta de comodidades. Al firmar el contrato no le había parecido que su agujero de hobbit estuviera tan mal. Era un lugar seguro, estaba limpio, y se lo podía permitir. Pero una cosa era lo que él pensara y otra muy distinta enseñárselo a su amiga.

__Tengo que advertirte que es muy pequeño. Pero recuerda que vivo gracias a una beca de estudios y que no puedo trabajar para sacar algo más de dinero extra porque no tengo permiso de trabajo. Así que, como comprenderás, no puedo permitirme vivir en un edificio como el de Guillermo,  ni nada remotamente parecido _le explicó, mientras Gaby entraba en el apartamento.

Esta asintió y dejó una gran caja cuadrada encima de la cama. Guillermo ya la había avisado de lo pequeño que era el sitio. Y le había dicho que no se le ocurriera escandalizarse, porque él todavía se sentía culpable por su horrible reacción.
A pesar de todo, Gaby no estaba preparada para lo que vio. El espacio era diminuto, destartalado y todo lo que contenía era de segunda mano y barato. Todo, menos las cortinas, la ropa de cama y unas pocas cosas que Pedro se había traído de casa.
Gaby intentó disimular. Recorrió el estudio, lo que hizo en unos cinco pasos, miró dentro del armario, examinó el lavabo y permaneció en el área de cocinar mirando el patético hornillo eléctrico y el decrépito microondas. Luego se cubrió la cara con las manos y se echó a llorar.
Pedro se quedó clavado en el suelo, sin saber qué hacer.
Sabía que a su amiga la afectaba mucho la fealdad, pero había tratado de que su apartamento estuviera lo más bonito posible, por eso había usado el lila para la decoración. Pensaba que Gaby sabría apreciarlo.
Poco después esta se recuperó. Secándose las lágrimas se echó a reír, pero era una risa histérica.
__Lo siento. Son las hormonas y la falta de sueño. Desde que murió mamá estoy muy sensible. Y luego está todo el tema de mi padre, Beto y la boda. Oh, Pedro. Ojalá pudiera llevarte conmigo a casa. Hay sitio, tanto espacio libre allá. Solo la cocina es más grande que tu estudio.

Pedro la abrazó con fuerza hasta que Gaby se echó a reír.

__Guille me dijo que eras muy exigente con el té. Se quedó impresionado con tu manera de prepararlo. Y ya sabes lo mucho que cuesta impresionarlo. Así que voy a acurrucarme en tu bonita cama lila y a aprender a prepararlo _dijo, dejándose caer sobre la colcha colocándose la caja sobre las rodillas y tratando de mostrarse contenta para no entristecer a su amigo.

A Pedro le sorprendió que Guillermo se acordara del té después de lo muy ocupado que había estado ese día criticando sus hábitos alimentarios. Pero trató de no pensar en ello y centrarse en Gaby. Quería que se sintiera cómoda y se olvidara de sus problemas por un rato. Pronto estuvieron  sentados en la cama, con una taza de té en la mano, y comiendo trufas que Pedro había comprado con los fondos de emergencia.

__Tengo que contarte algo de Guillermo _ dijo Gaby, pasando el dedo por el borde de la taza.

__No quiero oírlo.
Su amiga lo miró frunciendo el cejo.
__ ¿Por qué?
__Porque es mi profesor. Es… más seguro fingir que no nos conocemos. Hazme caso.
Gaby negó con la cabeza.

__Él me dijo algo parecido. Pero yo le contesté que me daba igual. Es mi hermano y le quiero. Y hay unas cuantas cosas que deberías saber sobre él.
Pedro suspiró y sonrió.

__Si supiera que te estoy contando esto, me mataría, pero creo que te ayudará a entender su actitud. ¿Te explicó mi madre alguna vez la historia de su adopción?
__Solo me contaba cosas buenas: lo orgullosa que estaba de él, lo bien que le iban las cosas en Princeton o en Oxford. Nunca me habló de su infancia.
__Mamá lo encontró cuando él tenía nueve años, vagando cerca del hospital. Iba de viaje con su madre, que estaba alcoholizada, y ella se puso enferma. La ingresaron en el hospital, pero acabó muriendo, de neumonía, creo. Sea como sea, mamá encontró a Guillermo, que no tenía ni un céntimo. Ni siquiera podía comprarse una lata de la máquina de refrescos. Cuando localizó a sus parientes por teléfono, estos le dijeron que no querían saber nada del niño…

Pedro oía el relato muy lejano, porque un dolor físico le horadaba el alma al imaginar a su amado  Guillermo como ese niño indefenso de nueve años, con hambre, sed, frío… huérfano…
__Guille siempre supo que su familia no lo quería pero a pesar de lo que mis padres hicieron por él, nunca se sintió a gusto en casa. Nunca se sintió parte, uno de nosotros.

Pedro pensó en ese niño hambriento y asustado, y tuvo que reprimir las lágrimas. Se imaginó sus ojos grandes, café y canela, en su cara angulosa y angelical de entonces. El pelo castaño alborotado, la ropa sucia y raída, y la madre loca a causa del alcohol, él sabía lo que era tener a una madre alcohólica. Sabía  lo que era irse a la cama llorando cada noche esperando que alguien, cualquier persona, lo amara. Guillermo y él tenían más cosas en común de lo que parecía. Muchas más.

__Lo siento, Gaby. No lo sabía.
__No estoy excusando su mala educación  ni su arrogancia. Solo te estoy contando quién es. Tras la horrible pelea con Miguel aquella noche, Mirna dejó una vela encendida en la ventana cada noche. Pensó que si Guillermo pasaba por allí y no se atrevía a entrar la vela le diría que ella lo estaba esperando y que lo seguía queriendo.
Pedro negó con la cabeza. No le extrañaba. Era típico de Mirna. Era la caridad personificada.

__Guillermo finge ser una persona sana, pero está herido por dentro, está roto, Pedro. En lo más profundo de su alma se odia. Le he pedido que te trate bien, así que espero que de ahora en adelante se comporte mejor. Si no lo hace, yo me ocuparé de él.


Pedro resopló para sofrenar el llanto, no le importaba el trato si no las palabras previas, su Guillermo estaba herido.
__Básicamente me ignora No soy más que un estudiante recién licenciado y nunca permite que me olvide de ello.
__Me cuesta creerlo. No creo que se dedique a observar con tanta intensidad a todos los estudiantes recién licenciados.
Pedro se entretuvo mirando la trufa para no tener que levantar la cabeza.
__ ¿Me observa? _preguntó, tratando de parecer relajado, aunque la voz le tembló un poco.

__ Te observa constantemente. ¿No te has dado cuenta? __preguntó Gaby asombrada.

__Ya hace tiempo que mis puertas no gimen, que por la ventana de mi cuarto  entra el aire que respiro sin quererlo, que la palidez de la luna, entra de puntillas, el sol desvanece las sombras despertándome del breve coma de cada día. Ya hace tiempo que mis sábanas no vibran, que mi colchón no se estremece, que las patas de mi cama, salvaje de sexo no se desplazan, que el estampado de mi colcha, no es la geométrica biblia del diccionario del Kama Sutra. Ya hace tiempo que mis paredes no se avergüenzan de desnudeces, que mis rincones expectantes, no admiran la erótica de sus curvas, que el silencio arrulla las paredes, que el techo me pesa como si cayera, que la niebla de mi soledad es tan espesa que corto sus  formas en el simulacro de amar.
Ya hace tiempo que no me confieso con la almohada, que no me consulta sus pesadillas, no me confiere secretos,  no adquiere en sus huesos la forma de su cuerpo o la seda de su piel. Ya hace tiempo mucho tiempo, que mis puertas lloran su ausencia.
No sé en qué principio de tantos comienzos se inició el final donde todo transmuta en el exterminio. No sé el origen, la causa ingenua de mi conclusión, no sé en qué momento como algo inevitable se quebró el cristal de mi niñez extraviando mi fantasía. Desconozco sus comienzos, las formas de su conclusión, me arrastró el sentimiento me empujó la soledad, perdido en la profundidad de mis arterias perdí mi adolescencia, los sueños y el corazón, me hice hombre y no sé, no sé, en qué instante de esa metamorfosis, perdí el amor.
No sé en qué preciso momento de mi metafísica existencia seguido por mi ignorancia, por la fobia a lo desconocido, como una imposición  no aclaratoria de mis dudas más profundas y no sé, no sé en qué lugar del tiempo ante el abanico de la creencia, dejé de creer en Dios.
No sé si fue el olvido o el fantasma peregrino de la soledad, o el exceso de entrega a quienes amas, regalando felicidad a quienes quieres sin la analítica de quién eres, de entregas sin treguas y sin presencia, regalando sentimientos olvidando lo que sientes porque eres cuanto sientes, otorgar sin percibir, sacrificar sin recompensa, olvidar ofensas en el recuerdo de la felicidad. Y no sé, no sé dónde extravié mi fantasía, perdí el amor, la creencia en Dios,  la fe y mi ser en la humanidad.
El hombre, como parte de la materia que ni se crea ni se destruye y sometido a los accidentes de la naturaleza, está condenado a perecer en algo más hermoso.
__No hables así porque terminaré por regresar en una semana, Pedro. Guille no dejó de mirarte durante la cena de la otra noche, ni arrobado en el club. Cada vez que bebes, no aparta los ojos de ti. Y cuando le guiño un ojo, frunce el cejo. __Gaby lo miró, pensativa__. Cada vez que los veo juntos, pienso que me estoy perdiendo algo porque desde afuera se ve así, lo prometo. Cuando le dije que iba a  ir de compras, no solo no intentó evitarlo sino que me animó. Hasta me dio dinero.

__ ¿Y qué? Me parece bien. Para eso están los hermanos mayores. ¿Qué te compraste?
__El dinero no era para mí, era para ti.

Pedro arrugó la frente y se volvió para mirar a su amiga.
__ ¿Por qué demonios iba a hacer algo así?
__Dímelo tú.
__No tengo idea. Ha sido muy antipático conmigo desde que llegué.
__Bueno, pues el caso es que me dio dinero y me dijo que te comprara un regalo. Fue muy específico. Así que, aquí tienes.
Gaby le acercó la caja del regazo.

__No lo quiero.
Pedro trató de apartarla, pero su amiga se lo impidió.
__ Al menos, ábrela primero.

Pedro negó con la cabeza, pero Gaby no se rindió, así que acabó abriendo la caja. Dentro había un precioso maletín de piel color chocolate, de los que pueden llevarse por las asas o en bandolera. Apenas sacarlo, vio la etiqueta.
“Mierda”, pensó.

__ ¿Qué te parece?
__No… no lo sé _balbuceó, contemplando el precioso maletín asombrado.

Gaby se lo quitó de las manos y empezó a abrir los distintos compartimentos, comentando lo bien cosido que estaba y la calidad de sus acabados.

__ Es perfecto para llevar el ordenador portátil. Es funcional y masculino. ¡Y es italiano! Los dos sabemos que tanto Guille como tú tienen debilidad… por todo lo italiano __añadió tras una pausa para ver si Pedro reaccionaba de alguna manera y se delataba.

El rubor de sus mejillas y su nerviosismo le dijeron todo lo que necesitaba saber, así que decidió no seguir atormentándolo.
__Me pidió que no te dijera que era de su parte. Por supuesto, no le he hecho caso _añadió, riéndose.

__Quisiera expresarle cuánto mi alma sostiene en su más grande contenido hacia su persona de mi insignificante continente, con una vieja historia tan antigua como el mundo y el barro de la tierra, un mito, una leyenda que me recuerda a él, a mí.

Era una mujer, que vivía para morir, nacía anciana, y perecía geriátrica, o quizá  ya fuese anciana antes de nacer. Se cubría de ese amarillo pálido, mortecino, a veces  de un verde limón casi vivo, desfallecido, cansado. En ocasiones, se instalaba un vestido  de acuarelas hojas, con los matices de la vida hasta la agonía de la existencia. Acicalaba su cara  del oro bruñido, del valor arqueológico de los viejos libros, de esa memoria  que nunca perece en el crepúsculo del sol del féretro de la tierra. Cabellos blancos peinado al viento decorado de flores marchitas.
El sol, apenas la visitaba y su siempre amiga, la soledad, le acompañaba esas tardes en el que el cielo, triste,  le amenazaba con las nubes o a liarse  con el presuntuoso y soberbio señor del viento.
Una tarde que su amiga la libertad fue ausente, reclamada por los hombres y la esclavitud, llegando a la conclusión de sus días, conoció, al que no era joven ni anciano ni niño, ni adolescente, no, no era un viejo sabio…  pero sí poseía  la madurez precisa, exacta y acertada del poder de sus elementos. Se acercó curiosa, atraída como una niña, queriendo ver más allá de lo que subyace en su mirada.
Él, algo arrogante la miró a los ojos, y como algo predestinado se enamoró de ella, como la muerte se enamora de los ángeles del cementerio. Ella, traspasando las vidrieras de sus ópticas, se perdió en los espectros de sus profundidades, y le sonrió tierna, dulce como los arboles sonríen a la primavera. Él, sin palabras solo la contemplaba. Y ella, en el siseo de una melodía lejana, le dijo: ¿dónde has estado en las vidas que no he vivido?
¿Por qué lugares deambulaste en todas mis existencias que conmigo no ha sido?
Y él, con la sonrisa de todos los hombres, con el corazón del mundo y de Dios, le contestó: Siempre estuve al final de todas tus existencias, en el principio de todas tus vidas, donde naces anciana y agonizas joven como todos los hombres. Se abrazaron desesperados,  exhaustos, intercalando sentimientos,  presencias y cuerpos, se acariciaron, regalándose el uno al otro, y se besaron, como ese primer beso en  que rindes el alma. Ella, emocionada  con gotas en los ojos, agradecida le regaló todos los recuerdos de todas las almas, y todas las risas de los niños.
Y él,  como ese dios, omnipresente y omnipotente y desconocido, le obsequió, a que naciera siempre niña  en sus manos, a que muriese eternamente joven en sus brazos. Y allí, sobre ese infinito crepúsculo del horizonte cobrizo caminaron cogidos de la mano. Y cada año, cuando el invierno escupe su frio aliento, veo la belleza del otoño que muere, y el fin del principio de un caos, enamorado. Sea usted,  todos mis otoños, y yo, seré el caos del principio de todos sus finales.
__ ¿Eso sientes por él? __preguntó Gaby emocionada.

__Eso no importa con el profesor, Gaby. Ya algún día te contaré, pero lo que quiere tu hermano con ese regalo es no volver a ver mi vieja mochila. Su sola existencia ofende su patricia sensibilidad, así que te ha usado para que me libres de ella. Pero no pienso hacerlo. Es una mochila L.L. Bean, está garantizada de por vida. Si la envío me la cambian por una nueva, Llévate el maletín. Que se lo meta por… demasiado bueno para productos nacionales.
Gaby lo miró entre sorprendida y asombrada.

__ Pedro, él salió de la calle, no tenía ni siquiera una mochila rota para ir a ninguna parte.
__No pareciera recordarlo desde que es rico, Gaby.
__Bueno… en ese caso no va a echar de menos el dinero. Lo tiene a montones.
__Los profesores no ganan tanto.
__Es verdad, pero lo suyo lo heredó.
__ ¿De Mirna?
__No, de su padre biológico. Hace unos años un abogado localizó a Guillermo y le dijo que su padre había muerto y le había dejado un montón de dinero en herencia. Creo que hasta ese momento nunca supo ni de quién era hijo. De entrada, rechazó la herencia pero luego cambió de opinión.
__ ¿Por qué?
__No estoy segura. Fue después de la pelea en casa. Después de aquello, pasé bastante tiempo sin hablar con Guille. Hoy en día creo que se esfuerza en gastárselo rápido, porque no para de acumular intereses. No pienses en el maletín como un regalo suyo. Piensa que lo estás ayudando a pulirse  la fortuna de su padre, ese es su deseo por algún motivo. Él quiere gastársela como si le quemara en las manos, y que tengas algo bonito. Me lo dijo.

Pedro negó con la cabeza.
__No puedo aceptarlo. No me importa de dónde venga el dinero.
Ella lo miró apenada.
__Por favor, Pedro. Guillermo nos ha mantenido apartados de su vida durante demasiado tiempo. Justo ahora que empieza a permitirme que me acerque a él otra vez, no quiero perderlo de nuevo _dijo, haciendo una mueca.

__Lo siento, no puede ser. Es mi profesor, podría meterse en un lío por hacerme regalos.
Ella lo tomó de la mano.

__ ¿Se lo contarías a alguien?
__Claro que no.
__Mejor porque se supone que es un regalo atrasado por tu cumpleaños o por las Navidades. __Abrió mucho los ojos__. Oh, Dios mío, Pedro. Tu cumpleaños. Se me olvidó. Lo siento.

Ella apretó los dientes.
__No lo sientas, ya no lo celebro. Es demasiado duro. No puedo.
__ ¿Has vuelto a saber de… él?
Pedro sintió que se le revolvía el estómago.
__Solo cuando está borracho o enfadado por algo. Pero al venir aquí, me cambié de teléfono para que no pueda localizarme.
__! Desgraciado! _ exclamó, Gaby__. Sé que no debería haberte dicho que Guillermo había pagado el maletín, pero no he querido mentirte. Sé lo que duele descubrir que te han engañado, y yo no quiero hacerlo.

Los amigos intercambiaron una significativa mirada. Pedro se quedó contemplando el maletín, pensando en sus implicancias, las declaradas y las ocultas. No quería recibir regalos de Guillermo. Él lo había rechazado. ¿Qué sentido tenía tener aquel maletín en un agujero de hobbit? ¿Y cómo podía llevarlo encima todo el día sabiendo que era un regalo suyo? Sabiendo que él lo vería y lo miraría con suficiencia, pensando que le había hecho un favor. Ni hablar. Ni por todo el oro del mundo.
Gaby se dio cuenta de lo que iba a decir, antes de que abriera la boca.

__Si no lo aceptas, sabrá que algo ha ido mal y me echará las culpas a mí.
Pedro maldijo en silencio.
“Oh, dioses de los pretenciosos especialistas en Dante que van por el mundo con un palo metido en…, hagan que le salgan ronchas como rodajas de mozzarella en el pene. Por favor. Algo que pique mucho”.
Pero Pedro haría cualquier cosa por su amiga.

__De acuerdo. Lo haré por ti y solo por ti. Pero haz el favor de decirle que no se le ocurra comprarme nada más. Estoy empezando a sentirme como uno de los niños de las campañas de Unicef.

Gaby asintió sonriendo y se comió otra trufa. Luego se lamió el chocolate que le había quedado en los labios y cerró los ojos.
__Hum. Qué buenas.
Pedro abrazó el maletín y aspiró el aroma a cuero.
“Guillermo ha querido que tenga un regalo. Debe de sentir algo por mí, aunque solo sea lástima. Y ahora tengo algo suyo, aparte de la foto. Algo que podré conservar para siempre.”
Dejó pasar unos momentos antes de cambiar de tema.

__ ¿Qué pasó durante el funeral? Envié flores con una tarjeta. Guillermo la vio, pero no entendió por qué le enviaba flores a su madre.
__Si, algo así. Vi las gardenias y Miguel me dijo que las habías enviado tú, pero la tarjeta desapareció antes de que pudiera explicarle nada a Guillermo. Estaba destrozada. Mis hermanos se estaban peleando otra vez y en lo único que yo pensaba era en mantenerlos a distancia para que nadie acabara siendo arrojado por una ventana. O encima de una mesita auxiliar…
Pedro pensó en cristales rotos, sangre y una alfombra blanca y se estremeció.
__ ¿Por qué se pelean tanto?
Gaby suspiró.
__Antes no era así. Guille cambió cuando se marchó a Harvard… __Dejó la frase inacabada.

Pedro no quiso presionarla, así que no insistió.
__Después de la pelea con Miguel, tardó mucho en volver a casa. Y luego, cuando regresaba solo se quedaba un par de días. Insistía en dormir siempre en un hotel, aunque sabía que eso le rompía el corazón a mamá. Y Miguel se encarga de recordarle lo mucho que la hizo sufrir siempre que puede. __Gaby mordisqueó otra trufa pensativa__. Miguel admiraba mucho a Guillermo y cuando las cosas empezaron a torcerse se lo tomó muy a pecho. Ahora casi no se dirigen la palabra y cuando lo hacen es aún peor. __Gaby se estremeció__. No sé qué habría hecho yo sin Alberto. Supongo que echar a correr para no volver nunca más.

__Hasta una familia disfuncional es mejor que no tener familia _dijo Pedro en voz baja.

Su amiga lo miró con tristeza.
__Sí, antes éramos los Graziani. Ahora somos una familia disfuncional, y cada uno usa su apellido de antes, una madre muerta, un padre destrozado por el dolor, una oveja negra irascible y un hermano cabezota. Supongo que yo sería la más normal de la familia.
__ ¿Miguel no tiene pareja?
__Salía con una mujer de su oficina, pero rompieron antes de que mamá se pusiera enferma.
__Lo siento.
__Mi familia es como una novela de Dickens, Pedro. No, peor. Somos una mezcla retorcida de Arthur Miller y de John Steinbeck, con una pizca de Tolstoi y de Dostoievski para darle sabor.
__ ¿Tan grave es la cosa?
__Sí. Me temo que en superficie acecha algo del manipulador de Thomas Hardy.

Pedro reflexionó sobre las palabras de Gaby y deseó  que no se refiriera  a Jude el oscuro. (Lamentablemente Pedro no se detuvo a plantearse qué novela de Hardy describía mejor su propia historia)

__Desde que mamá murió todo está patas arriba. Papá solo habla de jubilarse y de vender la casa. Quiere trasladarse cerca de Miguel y de mí. Cuando le preguntó a Guille si le importaba que vendiera, este salió disparado y desapareció en el bosque. Tardó horas en volver.
Pedro inspiró hondo y empezada jugar con el asa del maletín, sabía dónde había ido.
Gaby no se dio cuenta porque fue al baño, pero sus palabras habían alterado muchísimo a Pedro.  Cuando regresó estaba preparando más té obligándose a tranquilizarse.

__ ¿Qué te dijo Guille en el club en la pista de baile que te molestó tanto?
Ah, por cierto, “Bésame mucho es una canción bastante caliente. ¿Sabes lo que dice la letra?
Pedro se esforzó en respirar lentamente para no hiperventilar, sabía que no le quedaba otro remedio que mentirle a su amiga, pero no le gustaba hacerlo.

__Me dijo que sabía que yo era virgen.
__! Será cabronazo! ¿Por qué hace esas cosas? __La joven negó con la cabeza, incrédula__. Ya verás cuando lo pille por banda. Pienso echarle en cara las fotos que tiene en su dormitorio y…
__No te molestes, Gaby. Es verdad, ¿para qué negarlo? __Pedro se mordió el labio__. Pero no sé cómo lo adivinó. No es que yo vaya presentándome así por los sitios. Buenas tardes, profesor Graziani. Soy el señor Pedro Baggio,  soy gay creo, porque en verdad soy virgen. Encantado de conocerlo.

Ella hizo un gesto con la mano quitándole importancia.
__No le des más vueltas. Piensa que nunca falta compañía. Estoy segura de que notó que eras distinto de los demás que estaban allí esa noche. Probablemente eras el único, aparte de mí, que no estaba en celo.
A Pedro no le hizo gracia el comentario, pero no dijo nada.
__Cuando volviste de la pista parecía que acabaras de ver un fantasma. Tenías el aspecto  que me imagino que debías de tener cuando te encontraste a---
__Por favor, no quiero hablar de esa noche ni siquiera quiero pensar en esa noche.
__Debería haberlo atropellado por lo que te hizo. Aún estoy a tiempo. ¿Está dónde? Dame su dirección.
__Por favor… __insistió, Pedro.

Gaby le dio un abrazo cariñoso.
__No te preocupes. Algún día serás feliz. Te enamorarás de un hombre guapo y él se enamorará de ti. Te amará tanto que te dolerá. Se casarán tendrán una niña y serán felices para siempre. Al menos esa es la historia que yo escribiría para ti, si pudiera.
__Espero que se haga realidad. Me gusta creer que esas cosas son posibles incluso para mí. Porque si no…
Su amiga lo interrumpió con una sonrisa.
__Si hay alguien que se merezca un final feliz, ese eres tú. A pesar de todo lo que te ha pasado en la vida, no te has convertido en una persona amargada. Ni fría.  Solo te has  vuelto un poco reservado y tímido, pero no hay nada de malo en ello.  Si yo fuera una hada madrina, te concedería tu deseo de inmediato. Te secaría las lágrimas y te diría que no lloraras. Ojalá Guillermo siguiera tu ejemplo. Podría aprender mucho…  una o dos cosas de ti sobre cómo enfrentarse al dolor y la frustración. __Sé que es pedirte, mucho, pero ¿cuidarás de Guille, por favor?

Pedro se volvió hacia la tetera y llenó de nuevo las tazas para que no le viera la cara.
__Guillermo me odia y me desprecia. Si ha tolerado mi presencia estos días ha sido por ti.
__Eso no es cierto. Tienes que creerme, he visto cómo te mira. Puede ser… frío, paro aparte de a sus padres biológicos, Guille no ha odiado a nadie en su vida. Ni siquiera a Miguel.
__ No sé cómo podría cuidar de él _ dijo, Pedro encogiéndose de hombros.

__En realidad no hace falta que hagas nada. Solo mantener los ojos abiertos. Y si ves que actúa de un modo extraño o que se mete en líos, avísame. A cualquier hora del día o de la noche.
Pedro la miro, escéptico.
__En serio, Pedro. Ahora que no está mamá. Tengo miedo de que vuelva a caer en la oscuridad. No quiero perderlo otra vez. A veces tengo la sensación de que está en el borde del precipicio y que cualquier movimiento, el menor soplo de aire, pueden hacerlo precipitarse al vacío. Y no puedo permitirlo.
__Haré todo lo que esté en mi mano.
Gaby cerró los ojos y dejó escapar el aire.
__Ahora me voy mucho más tranquila sabiendo que estás cerca. Serás su ángel guardián. __Rio suavemente__. Tal vez se le pegue parte de tu buena suerte.

__Yo tengo muy mala suerte y tú lo sabes mejor que nadie.
__Has conocido a Matías, que parece un chico estupendo.
Pedro sonrió. Gaby se alegró al verlo.
__No creo de que a él le importase enterarse de que eres… ya sabes. Aunque no es que sea nada malo.
__Puedes decirlo, no es una palabrota. Y tienes razón, seguro que a Matías no le importaría que sea virgen. Pero por suerte no hablamos de esas cosas. Porque de hecho, y temo desilusionarte él solo es mi amigo.
__Un día de estos, cuando ponga en orden todo lo que tengo en mi cabeza, voy a empezar a planear mi boda, y espero que seas testigo.
Pedro sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.

__Por supuesto. Solo tienes que decirme cuándo. Y, si quieres, los ayudaré con los preparativos.

Poco después, Gaby le dio un último abrazo de despedida y subió al taxi que la llevaría a casa de su hermano. Le lanzó a Pedro un beso desde el interior.

__Cuando vine hace unos días no sabía con qué me iba a encontrar. Tenía miedo. Pero ahora estoy muy feliz de haber venido. Al menos dos de las piezas de mi vida rota están volviendo a encajar. Si Guillermo se mete contigo y te hace sufrir, avísame. Abordaré el primer avión.

__

“Captó mi olfato ese sutil perfume que te identifica, aspiré ese aire impregnado de tu esencia, empujado por el instinto seguí el rastro de tus olores que dibujaba tus formas. Los zapatos descalzos de ti me indicaban la dirección a seguir.
Un morral desparramado sobre el sofá, con la seda de un pañuelo de sedosos besos sobre tu cuello ya moribundos.
Un pantalón  en el suelo  me sustrajo la chaqueta, tu  camisa sobre el jarrón otorgando el perfume de tu piel  a las flores. Tus labios  carnosos en servilletas de papel, me indicaba ese rumbo correcto, sin dudas a proseguir.
Me incliné, recogiendo las prendas que ocultaban tu pecho, tu espalda, tus pezones
y sobre la empuñadura de la puerta, la breve tela transparente erógena, alucinógena
que forman tus ingles la leve protuberancia de tus montes y la mayor de tu fuente.
Me sustraje la camisa y entré, desprevenido, sin avisos con el protocolo de tu erótica urgencia.
Una sonrisa pícara, burlona sostenía tu desnudez, con un aura de bondad entre el amor y el deseo, y entre la balanza de tus manos, equilibradas, una blanca lencería con la sencillez de tu sentir, y encajes rojos de una expectante pasión. Me miraste a los ojos pronunciando tus labios:

- Dime mi amor ¿a quién deseas hoy?
¿A mi dios o mi demonio…  a mi ángel o mi diablo?”
El vaso de whisky que cayó  al piso, devolvió a Guillermo Graziani a la realidad, del suntuoso salón… a solas. Aunque la presencia de… Pedro Beggio, era casi… palpable.

CONTINUARÁ.
HECHOS Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.

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