lunes, 25 de noviembre de 2019

REDENCIÓN CAPÍTULO UNDÉCIMO.



REDENCIÓN

CAPÍTULO UNDÉCIMO.


La mujer le devolvió la carta y le señaló el nombre.

__Dice que eres el destinatario de la Beca M.P. Graziani. Me pregunto quién será M.P. Graziani. ¿Crees que sería pariente del profesor Graziani? Aunque Graziani  no es un apellido demasiado común, olvídalo, probablemente, no sea nada más que una coincidencia.
__Graziani _  murmuró, Pedro, embargado de emoción…

“El alma que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada.” Gustavo A. Bécquer.
 “Una mirada, un suspiro, o un silencio,
son suficientes para explicar el amor.” Moliére.

“Amanece y veo tu desnudez, quiero gritar tu nombre y contar lo que siento por vos, sigo mirándote y solo quiero fundirme en una mirada, en un abrazo, en una caricia, en una sonrisa, en un suspiro y en un beso, por eso suavemente beso  tus labios y comienzo tiernamente a recorrerte con mis manos y poco a poco la fuerza salvaje de mi pasión va despertando en ti
tus fantasías más exóticas  y tus deseos más prohibidos… Cuánta belleza transmiten tus manos
y cuánta ternura se guarda en ellas, esas manos que moldean mis deseos, manejan los hilos de mi vida y los sonidos de mis suspiros  cuando acarician mi cuerpo, esas manos temblorosas que cuando se entrelazan con las mías, son capaces de llevarme al cielo,  esas manos que parecen leer mi cuerpo en braille y que no necesitan de palabra alguna  para desbordar mi pasión, haciendo que el volcán que hay en mí, comience a erupcionar  llenando mi ser de tu ser, esas manos deliciosas, que van descubriendo mis secretos poco a poco. Te amo, mi eterno amor secreto.
Quiero amarte y tenerte entre mis sábanas, darte los más placenteros momentos  que jamás podrás olvidar. Sentir tus gemidos de ímpetu... ¡Ven! Sí, ¡ ven a mí! Será un momento que se volverá eterno, con caricias sensuales, gemidas reales, besos ardientes, sexos calientes, miradas letales... todo un placer hecho realidad,  lo sé, lo sé.  Eres mi verdad y mi sueño, mi cielo y mi infierno, mi tormenta y mi calma.
Recorramos nuestros cuerpos, cada parte ardiente, cada valle, cada rincón oculto.
Lleguemos a nuestro infierno, con caricias, tú en mi sur y yo en el tuyo, que sea un momento mágico. Volemos entre nubes oscuras y tormentosas. Llévame al cielo y quema mi placer en tu infierno.  Ámame, aunque sea  solo un instante, porque con todas las fuerzas de mi corazón,  te amo Guillermo, mi eterno amor secreto.
Quiero derramar mi sonrisa por este amor verdadero, amor de sentimiento, quiero amarte sin medida cuando llegue el momento, mientras,  sentirme morir en tus besos, te  quiero vida mía, porque yo sé que te voy amar por mucho tiempo, por toda nuestra vida nos vamos  a amar los dos,  cuerpo a cuerpo, mientras en esta espera que se me hace eterna viviremos los momentos que la vida nos regale,  los quiero vivir en ti y en mi pensamiento cuando no te tengo.

Mientras, entretenido me encuentro esperando tu llegada, pinto sueños de colores en el aire que desaparecen en ese momento mágico donde cierro mis ojos para dejar que fluyan palabras y poemas para ti vida mía, donde la palabra, Je T'aime, es la reina entre todas, porque un te amo entre suspiro y suspiro, se escapa de mis labios al soñar que me miro en tus ojos cuando ante mí te tengo.
Je T” aime amor. Día largo de espera de impaciencia porque las horas vuelen, sí amor mío, porque hoy mis versos serán una súplica, un ruego un decirte que necesito que me devuelvas mi corazón para que los pulsos de mi vida no dejen de latir,  los necesito para que mi cuerpo viva, el mismo que necesita de tus manos para sentir, necesito existir para amarte y sentir cada día esa sensación adorable de soñarme en tus brazos, necesito resistir y sentirme vivo  al tiempo que necesito del tuyo, sin él, ya nada brilla,  me temo que de no ser así de nada me sirva la vida,  necesito abrazar esa sensación al sentirse amado  y esa locura innata en mí, en tu enamorado…  de gritar al viento que te amo vida mía, quiero verte de nuevo perdido en mis ojos y sentir cómo mueres en el vértice de mis labios.
Por mi parte no puedo dejar que los silencios perturben mis sueños de amor, no puedo dejar que las ausencias golpeen mi alma, no puedo mi amor, no puedo  vivir en el abandono de tus ojos porque ellos son el cristal que traspasa mi alma, no puedo dejar de beber los besos soñados de tu boca, moriría en este desierto inmenso lleno de ti, no puedo imaginarme a la luna colgada en ese cielo de amor sin ti y huérfana de nuestro sueño.
Devuélveme a la vida mía”.

El profesor vio que salía luz por debajo de la puerta del despacho de la biblioteca, pero como Matías había tapado con cartulina marrón  la estrecha ventanita, no vio quién estaba dentro.
Le extrañó que el chico estuviera trabajando un jueves a la noche. La biblioteca cerraría en media hora.
Se sacó la llave del bolsillo, y entró sin llamar. El señor Beggio estaba en la silla, con la cabeza apoyada elegantemente en los brazos, que reposaban sobre el escritorio. Tenía los ojos  cerrados, los suntuosos labios entreabiertos, lo cual bastó para robarle el respiro. Se lo veía sonrojado, y el pecho le subía y bajaba rítmicamente al respirar pausadamente.

“El amor verdadero no necesita que lo estemos atizando, que lo estemos apurando; se muestra, se declara solo.
A veces me pongo a observar momentos de mi vida de hace algunos años atrás, en los cuales yo  le escribía a menudo a esa persona especial para mí, que se definiera, que me demostrara, que me dijera...
Con el correr del tiempo y viendo las circunstancias y los hechos sucedidos, me di cuenta de que esa persona no podía hacer más de lo que hacía, porque el amor no se obliga, el amor nace, surge solo y si no se da como nosotros queremos es porque ese amor no era verdadero, era otro tipo de amor, de cariño.
Quizás era solo atracción, necesidad de cubrir una soledad y estar acompañado.
El amor no necesita que lo estemos llamando; él espontáneamente acude.
Puede haber amor físico, buen sexo, complicidad, encuentros deseados, consuelo de ambas partes, pero el amor... el amor verdadero que todos esperamos en la vida siempre se va a manifestar abiertamente con total libertad  y no nos va a dejar lugar para que existan las dudas”.

Qué estoy sintiendo, lo deseo, pero hay más, no es solo su belleza, su dulzura, su vulnerabilidad, en el fondo quiero darle todo, ser su alegría, que su luz me ilumine, que sonría siempre, que ría, quiero verlo feliz.

El sonido de su respiración era relajante, como las olas del mar chocando contra una playa tranquila. Guillermo se quedó contemplándolo, embelesado, pensando en que se podría grabar  una canción de relajación tan solo con el sonido de su respiración, un video tan solo con la belleza de su rostro. Se imaginó yéndose a dormir cada noche con esa melodía.
Tenía el ordenador portátil encendido y vio que su fondo de pantalla consistía en una serie de ilustraciones, al parecer de un libro infantil relacionado con animales. Le llamó la atención un conejo blanco con orejas que le llegaban a los pies. Oyó música y vio que también salía del ordenador. Al lado de Pedro había un CD con la foto de un conejo y Guillermo empezó  a preguntarse por qué estaría tan obsesionado con esos animales.
Cuando recuperó la sensatez, acabó de entrar en el despacho y cerró la puerta con llave. A ninguno de los dos les convenía que los encontraran a solas en el despacho a esas horas.
Se acercó a él con sigilo. No quería molestarlo ni interrumpir lo que parecía un sueño muy agradable, pues estaba sonriendo. Tras localizar el libro que había ido a buscar, se dispuso a marcharse pero sus ojos repararon en la libretita que descansaba junto a los dedos de Pedro.
“Guillermo. Mi Guillermo”, rezaba al final de lo escrito, y el corazón le dio un vuelco en el pecho.

La visión de su nombre escrito con amor tantas veces en la libreta, con tanto amor, lo atrajo con más fuerza que el canto de sirenas y le causó un escalofrío en la espalda. Se quedó momentáneamente inmóvil con las manos en la espalda.
-Soñar es un don de esperanzas. Amar es un sentimiento abstracto que se adquiere a través de los instintos maravillosos del ser. Sentirse amado es llegar al cielo porque se comparte la gloria, cuando unos ojos de ardiente mirar nos acarician dulcemente el alma.
Enamorarse es una atracción física que nace y se acrecienta solamente  de una mirada llena de pasiones que se anidan en nuestros corazones. Besar al ser amado rellena todos los vacíos que se encuentran en las  paredes de desconocidos parajes sentimentales donde nace el placer y el verdadero amor sin condiciones _susurró casi para sí mismo__. Pero no merezco el amor, menos el  tuyo Pedro, no yo.

Se quedó momentáneamente inmóvil con las manos en el aire.
Por supuesto se podía tratar de otro Guillermo. Le costaba creer que Pedro pensara en él y más aún que lo considerara su Guillermo.
Al mirarlo, supo  que si se quedaba solo,  todo cambiaría entre los dos. Supo que si lo tocaba, sería incapaz de resistir el impulso __irreprimible, primitivo__ de reclamar al hermoso y puro señor Beggio, que estaba allí esperándolo, llamándolo con su aroma de madera  y selva que se percibía más de lo normal, lo envolvía y lo hechizaba, en un espacio tan reducido, con demasiada calefacción.

“Te espero con ansias de sentirme  hombre, te espero porque aún recuerdo el ayer, noches largas y eternas solo nuestras de exquisita entrega de fuego y placer, aquellas noches en las que impaciente recorrías mis llanuras una y otra vez, esas donde yo era tuyo y tú solo de mí.
Te espero,  mis frías sábanas reclaman tu presencia, quiero que me erices al roce de tu piel, sentir tu cuerpo erguido gozando, que juntos formemos un solo ser… el café se enfría y tú no llegas,  mi cabeza hace memoria en la soledad, de recuerdos me lleno de solo  pensar en ti.
Sabes... añoro el sabor de tus besos y el calor que tus caricias le regalaban a mi cuerpo.
Tú...  cauteloso amante que  fiel me entrega su corazón errante, lobo de mar que en mi playa
ardiente de amor quieres arribar y ansioso entre mis olas tus ansias de amar quieres apagar.
No tardes que mi ser aguarda para ti su miel,  extraño esa tibia y rica sensación  que me regalaba tu tibia desnudez y que emanaba por cada poro  de nuestra enardecida piel. Ven no tardes  que la espera se vuelve eterna, la lluvia no cesa  y el frío quema.”

¿Qué es esto Pedro? ¿Por qué escribes como si me amaras y fueras mío? Yo soy soledad, solo merezco esa terrible soledad. Como el supurado tumor de la libertad gangrenada  por el impuesto del corazón. Como la herida hemofílica que nadie  tapona salvo el olvido. Como el dios que nadie reza reclamando el milagro de la esperanza en la metafísica de la espiritualidad. Como la sombra que se arrastra tras la carne para agonizar en los huesos de una noche eterna
y putrefacta. Como la muerte infinita en el espacio intemporal sin principio ni fin. Como el espíritu del ángel caído condenado  a ahogarse en el charco de mi alma. Como el desierto sin oasis en el espejismo de la cruda realidad en el mar del desespero.
Como la lágrima huérfana de la existencia apuñalada por la vida para morir desarropada en los párpados de mi ciego amor. Así, así surge previa a tus palabras sin pensamientos mi soledad.
Si no sabes distinguir, entre las personas que te quieren y las que te desprecian, no mereces ser amado, no lo merezco, no te merezco, precioso."

“Mi Guillermo.” Se imaginó su suave voz acariciando su nombre como la lengua del amante se mueve sobre la piel del amado. Su mente, desatada, se imaginó que lo rodeaba con los brazos y lo besaba. Lo sentaría en la mesa y se colocaría entre sus piernas  mientras él le hundiría los dedos en el pelo y trataría de arrancarle el jersey y la camisa. Se desharía el nudo del pañuelo, se lo quitaría y lo arrojaría al suelo.
Guillermo acariciaría su alborotado y suave cabello y le rozaría el cuello con un dedo, haciendo que cada centímetro, cada poro, se le cubriera de rubor. Con la nariz le acariciaría la mejilla, la oreja, la garganta, blanca como la nieve. Le encontraría el pulso  en el cuello y se sentiría extrañamente calmado por su suave ritmo. Se sentiría conectado a los latidos de su corazón, sobre todo cuando este comenzara a acelerársele a causa de sus caricias,  al tiempo que se lanzaría por los balcones de sus pestañas al abismo de sus pupilas para encontrar la luz de su alma, la misma. Se preguntaría si sería posible que sus corazones latieran al unísono o si eso solo pasaba en la fantasía de los poetas.
Sabía que al principio él ese mostraría tímido, pero él insistiría con delicadeza, susurrándole dulces palabras de seducción al oído. Le diría todo lo que quería oír,  y Pedro le creería. Sus manos descenderían centímetro a centímetro, desde los hombros hacia sus preciosas e inocentes cumbres, curvas y laderas, maravillándose a su paso de su receptividad porque él florecería entre sus manos.
Porque ningún hombre lo habría tocado antes. No se imaginaba tratar con alguien virgen, pero no dejaba de ser un honor. Gradualmente se encendería y respondería a sus caricias. ¡Cómo respondería! Se  besarían hasta desgastar los labios, el beso sería eléctrico, intenso y explosivo. Sus lenguas se buscarían, se mezclarían, se enrollarían, danzarían desesperadas, como si no hubieran besado nunca a nadie antes.
Pedro llevaría demasiada ropa. Él querría quitársela toda y cubrir su piel de porcelana de besos suaves saboreándolo milímetro a milímetro, besos ligeros como plumas. Especialmente su precioso blanco cuello, y venas azuladas que formaban un tul en su garganta. Se ruborizaría, pero él curaría la timidez a besos. Pronto estaría desnudo y abierto para él, pensando  solo en él, y en la admiración que le despertaba y se olvidaría de que estaba en un incómodo despacho de la biblioteca.

_Mi muy señor mío de la nada y del todo: Nada soy, si usted no es,  si no ocupase espacio alguno, si no fuese, y aun siendo, si  fuese  nada o fuese todo.  Una lágrima  en los hacedores
lacrimales de sus ojos, que forjan universos que habilitando dioses, protectora madre tierra nodriza de todos los mundos.
Nada sería  si usted no es siendo lo que no contemplo, de todo cuanto siento sintiendo cuanto vivo en todo lo que es señor, Beggio.
Nada respiraría  sino respirase sino baqueara el aire, el carbono bióxido que desprendo y su amable naturaleza, me abraza y me besa del oxígeno de su pecho. No serían mis labios si usted  no me besara, ni la saliva de tu lengua sería el charco de mis tentaciones, ni sus labios serían las puertas que cierran mi boca. No sería vida  si usted  no viviese ni evolución sobre emocionado  si no me adaptase a su pelvis, no sería tiempo  a parir de su instante ni segundo que de usted proceda, no sería eternidad ni eterno infinito, no sería, no, el caos si usted, no fuese  vida.

Nada muere  si usted no perece,  no hay silencio donde exista, ni lágrima saciada, ni llantos rotos en las sombras de sus ojos. No habrá soledades desnudas ni gritos encarnizados, y toda caricia, será herida a tumba abierta, para que usted, me habite.
Nada soy, si usted no es sino ocupase  espacio alguno, sino fuese, y aun siendo fuese  nada o fuese  todo.

 Encallo seducido  en el extenso litoral, caricias toscas y tiernas prodigadas  en una noche de pasión, miradas, emociones que estallan, ahogan con tus caricias, ¡enséñame quién eres tú! Soy pecado entre tus manos, blasfemia entre tus labios, aroma de furtivo encuentro.
Méceme en tus olas, permíteme la piel  para acariciar ausencias, mi epidermis es suave para ti, el palpitar en las voces silentes, amanezco  temblando en tus besos ardientes; es la pervertida obsesión, tus manos que desbordan experiencia, en carne viva, poséeme mil veces.
Probarte de mil formas, besarte lento, encima tuyo, encima mío, moviéndonos en un sismo, tus manos explorando mi desnudez, eres mi vicio que me da gusto tener, el calor de mi cuerpo, ¡que manía la mía, darte mi geografía! Mi esencia, todo mi ser; déjame conocerte, aspirarte, atrévete a gritar todas esas cosas que se hacen por pasión, por deseo.
Mírame con palabras, con susurros intensos, hazme tuyo, insinúame verbos, como si fueras un poeta y yo tu musa; quiero amarte, perder los modales, la cordura, la razón, que pierdas el control, sabes a vicio, indecente soy ante tus fantasías, mis ojos te han desnudando tantas veces, que mi boca y mis labios te pertenecen.

Estando así en el silencio puedo escucharte alma mía,  son tus  pensamientos  que viajan a la  velocidad del tiempo, y estás en  mí como yo en ti cada minuto de  todas nuestras existencias  y fuimos  los  que somos. Un gran amor viajero del tiempo.
Nuestro reencuentro no fue placentero pues cada uno venía con la mochila llena  de recuerdos  de vidas pasadas  donde la pasión jugó    su mejor carta,  era todo o nada,  cara o cruz la suerte echada a la azar con mucho rencor y celos,   nada fue fácil y el todo ganó,  fue el sentimiento más puro de amor, entrega y renuncias, cada uno daba su mejor versión, y así estamos hoy volviendo a vivir nuestra gran historia de amor, reencuentro de nuestras almas ya sin rencor  solo Amor.

Nuestros ojos se cruzaron durante un lapso de tiempo impredecible. Es imposible imaginar cómo me sentí cuando aquellos ojos, negros como la noche más oscura, atravesaban mi  figura. Cuán pequeño me sentí. Tras ese primer apagón perceptivo fruto de la sorpresa, mi mente se activó de nuevo para tratar de emitir un grito. Nada. Silencio.
Me pregunté entonces con esa curiosidad malsana que me caracteriza, ¿cómo se producirá el lamento de un monstruo?
Y entre efervescencias y cuestionamientos de igual envergadura, se me puso en marcha el alumbrado naranja de emergencia: un leve gorjeo, una tos enmudecida, la respiración agitada. Mas ni un solo sonido brotó de mi boca, levemente entornada, como la ventana entablillada de mi alcoba.
Nos miramos con una mirada tan desafiante, que su halo bien hubiera logrado atravesar nuestros carnosos cuerpos.
A nuestro derredor, volaban enloquecidas las ascuas de un fuego apagado. De modo que allí nos hallábamos,  vos  y yo, mirándonos quietos, como plasmados  en una fotografía colores sepia sin relieve. Yo, con mis ojos marrón  café y tú, con los tuyos oscuros fulgurantes y negros como el azabache aunque son de miel.
Esbocé una mueca retorcida intentando aparentar tranquilidad. Posteriormente, deduje que sería altamente difícil evaluar cuál de las dos habíamos sentido mayor temor. Tu expresión de príncipe torturado me llenó de angustia y desolación. Justo en ese instante, me vi compelido  a elegir entre tú y yo.
Cuando pensé que la extraña combinación entre rudeza y desvalimiento, harían resurgir algún aderezo desconocido de mi propio carácter, te vi huir”.

Guillermo lo halagaría con juramentos y odas y le murmuraría palabras cariñosas para que no se sintiera avergonzado. “Cariño, precioso, amorcito, cielito lindo, tesoro qué dulce sos…” Haría que creyera que lo adoraba… y no sería del todo falso.
Pronto la excitación sería demasiado intensa para aguantar más. Lo reclinaría y volvería sobre la mesa con delicadeza, sujetándole la nuca con la mano. Mantendría la mano allí o todo el tiempo debajo de su mejilla, para no hacerle doler en ningún momento. No permitiría que su cabeza se golpeara en la mesa, como si fuera  un juguete repudiado.
Guillermo no era un amante cruel. No sería rudo ni indiferente. Sería erótico y apasionado, pero amable. Porque lo conocía. Y quería que su primera vez fuera tan agradable para él como lo sería para sí mismo. Pero para que fuera perfecto, tendría que tumbarlo sobre la mesa o colocarlo en cuatro patas y tomarlo desde atrás. Quería verlo abierto y expuesto para él, también su rostro divino en el alivio, tal vez en el espejo, jadeando  e invitándolo con los ojos nublados de deseo, negros de pasión.
Con la otra mano le sujetaría la parte baja de la pelvis o acariciaría su umbría alternando con sus pezones, y lo miraría fijamente a los ojos, mientras Pedro gemía y jadeaba, lo haría clamar por más, gritar su nombre. Él y solo él. Su inicio, su fin, el único.

Pedro se mordería el labio inferior y entornaría los ojos mientras echaría la cabeza atrás y Guillermo se deslizaba en su cuerpo. Él le susurraría que se relajara, que se entregara y le permitiera entrar sin resistencia, que solo sentiría dolor una vez para dar luego paso al mayor placer existente, de ese modo su primera vez le resultaría fácil y se detendría al llegar a cierto punto, lo dejaría adaptarse a la intrusión, estudiaría su rostro.
Su hermoso ángel de ojos de miel  lo estaría mirando. El pecho le subiría y bajaría rápidamente. El rubor le habría nacido en sus mejillas y se habría extendido por todo su cuerpo. Sería una rosa  ante sus ojos y florecería bajo su cuerpo. Guillermo sería amable y delicado hasta pedirle que lo comprimiera, que disfrutara y Pedro se abriría como el capullo. Y él perdería el control de las embestidas hasta que la carne devorara a la carne y lo contemplaría extasiado, como si todo estuviera sucediendo en cámara lenta. Lo viviría con los cinco sentidos, la vista, el oído, el aroma, el gusto, el tacto. No se perdería detalle del proceso. Y Pedro dejaría de ser virgen, y se convertiría en un hombre, por y para él, gracias a él…

“¿Habría sangre en ese proceso? Sabía que el precio del pecado era la sangre. Y un poco de muerte. Al tiempo que sería un pacto, un pacto de amor”.


En el remolino de este amor impredecible, que me arrastra a emociones muy profundas, se aproxima una tormenta de pasiones  que las hago mías  aunque me descontrole. Gotas de amor en cada entrega de tu cuerpo, que las voy acumulando en mi regazo,   te siento mío en el mar de mis desvelos,  al llegar la aurora te estoy  amando.
Mío, como el suspiro que sale de mi boca. Y me atrevo a perennizar mis sentidos, en el anhelo de escuchar tu risa loca  me estoy perdiendo en tus latidos. Gotas de amor que acarician mi alma, que aparecen simplemente como el rocío, la humedad de tus labios con sabor a ternura,
me llena de dicha y emociones  maduras. El amor como veleta navega en el mundo, busca en los mares algún puerto seguro,   a veces se pierde cuando no tiene brújula... pero cuando un sentir bueno aflora  hasta los ojos parecen estrellas. No le vengas pidiendo al cariño más amor del que ya vende  si con tanta herida el corazón  ni entiende lo que deja verse  aun sabiendo que ese saldo que goza duda si todo lo pierde,  pues ese poco que así se guarda de su misma alma protege.
Que nada sabe cautivar, eso que incontrolable no se somete  si no reconoce del nudo, ni deseoso yugo que impidiese,  rece  rogando a su piel saciar la sed que contener no la contiene  pues termina ardiendo, como tal sol viendo que poco difiere.
 Conozco esa culpa que juego, sé de su fuego, de cuánto teme,   por eso la tentación me llama con el encanto sea el que pese  que con Cupido ya no se cuenta para el querer que más conviene  ¿si el amor es libre de pecado? porque no darnos un banquete.
Sin más tortura, ni tormento, solo el cuento que todo cuente,   cómo poder tocar un cielo sin las alas que  San Pedro vende  pues si caigo contra el suelo, la dulce llaga sabría lamerme  si cada costura sería bordada con la puntada que orqueste. Por eso me paso  mis días por este patio que el diablo ofrece,   en él no se me acusa, solo se usa cada placer que te concede  aquí nada se juzga ni el camino, porque igual suela nadie tiene  más si prueban mis zapatos, creo que más lejos no se llegue. Como obra teatral alcanza narrar lo que grato tanto puede  si de poco verso que condene, colmando anda lo que obtiene   al hacerse guionista de la santa lumbre que  su vida queme  dando concilio a ese delirio, ante tantas letras que conlleve.
Eres la esencia de mi destino,  cálido viento sutil que me alimenta, un volcán de ardientes pasiones,  la ternura de tu amor me aprisiona. Eres universo de múltiples razones de amor infinito iluminas mis ansias, sin vacíos, sin soledad ni hastíos espero tu comprensión noche y día. Contigo la soledad se desmorona porque despiertas mundos desconocidos, al observar la desnudez de tu alma que habita  en habitaciones inmersas donde cada día nacen esperanzas dormidas. He vuelto a renacer sin sombras y mi despertar es de infinita plenitud de vida, porque tus febriles caricias son una vorágine de sensaciones que arden, como el magma que derrama tu corazón de enamorado del amor eterno. Si me faltan tus miradas y suspiros siento que mis emociones fallecen, el sentido de mis ilusiones son para ti cada día, cada noche, cada amanecer, amanecer contigo y para siempre.

Esculpí la estatua del pensador con un cincel al compás de mi corazón y con la inspiración de mi alma artística  enamorándome  de cada cincelada de la creación de mis manos dándole vida que parezca que va hablar para los ojos del ser humano. Es un arte que brota muy dentro de
mi ser expresando todos mis sentimientos el talento que Dios  me dio. El arte del escultor emana sentimientos transmitiendo al público admiración hacia el artista, quedándose embelesado  con la mirada penetrante a la estatua,  pensando cómo lo habrá hecho tan exacto,  el arte llama al ser humano como cuando  un imán llama a otro imán admirado el
hermoso trabajo del escultor. En las Iglesias hay estatuas hermosas  que hicieron los artistas haciéndole un homenaje a Dios como cuando le cantamos una canción, agradeciendo el don que le dio para esculpir. Yo quiero solo esculpir tu belleza, Pedro. Su erotismo único señor Beggio.
El erotismo crea la magia de la insinuación  que el sexo desvanece en todas sus formas. Y en esa química orgánica  del hipotálamo cerebral, de impulsos eléctricos de emociones agolpadas, en esa corriente alterna entre pieles imantadas  que se atraen, se repelen generando más energía que la que les consumen, recorriendo, cada músculo en la intención,
cada articulación en la pose perfecta, generando la reacción en cadena de caricias identificadas  e intencionadas en su lugar exacto y preciso, en una sucesión de besos en determinados momentos, con la justa presión de los brazos, por cada centímetro cuadrado de emociones y sentimientos, en metros cúbicos de amor en el cubículo del corazón. Y la prontitud, basta e indomable se precipita a ese abismo insondable, arrojando salvajemente y a bocajarro el cenit de un orgasmo.

Pero créame, señor  la naturaleza es sabia pero no entiende de placeres, pues el sexo
es la calma de la sabiduría, yo lo  amaría, sin prisas sin destino, desenvolviéndolo, como ese regalo de la naturaleza hasta esa desnudez  que se mira, se contempla  se admira, se llora
hasta la emoción, se le acaricia, como a las fotos del pasado…  nostálgicos y emocionados, le besaría, como se besan a los niños, como besara el silencio a su entregada soledad,
como la eternidad besa  poseyendo el universo, y así, como la evolución discurre, amarlo
en todas sus adaptaciones, escuchar sus gemidos en mis cincos sentidos, y usted, sentir sus ruegos y sus imploraciones en la agitación de su vientre, besarlo, más allá de su boca más allá de sus labios, de su carne, de sus huesos de su alma más allá, de ser todo y nada, besarlo hasta la eternidad del universo, gritando al cosmos y a las estrellas la materia de sus orgasmos, lento, sosegado, eterno  en las lágrimas, de mi comienzo… con usted, el tiempo es oro, y cada día que no lo amo empobrece mi alma.
Solo ambiciono, amarlo consumir sin caducidad alguna  sus caricias, agotarlo, extinguiendo
sus labios, ahogarme en su boca extraviarme en sus caminos,   lapidarme en su piel, recorrer por sus venas los rápidos de su sangre, amortajándome de usted, enterrarme en la lápida
de su cuerpo, en el sarcófago de sus huesos y el calcio de su tiempo.

Perecer en su alma morir en sus sueños, nacer y renacer  a la vida hasta agotar el nirvana de su ser, en los días que me ame en las horas que me queden  por amarlo.
Y aunque no viviera seguiría amándolo a la espera de la eternidad, y cuando el universo de nuevo se replegase seguiría esperándolo, para extenderme en su cosmología, comprimiéndome en la materia de su vientre, en la razón de su ser en el grito desgarrador de la existencia, donde usted, desconsolado llora, como Dios llora, en el caos de otra creación pariéndome en su pecho, y morir, perecer, renacer de nuevo, en usted, sencillamente amándolo como el tímido, insignificancia ama a escondidas  la inmensidad, como ama la eternidad las estrías del tiempo, como el infinito ama  a la eternidad.
Así lo amo mi señor,  con la conciencia de la materia, en el azar de su vida,  en la posibilidad de la muerte”.


El corazón de Guillermo se detuvo. Perdió un latido y luego se recuperó latiendo el doble de rápido cuando lo asaltó el recuerdo de un poema metafísico de sus días de Oxford. En ese instante vio claramente que él, el profesor Guillermo Graziani, futuro seductor del hermoso e inocente Pedro era una pulga:
“Mira esta pulga y mira qué pequeño
 es el favor que me niegas.
Primero me pidió a mí y luego a ti, y en su cuerpo se han mezclado nuestras sangres.
A nadie se le ocurriría hablar a la pulga de pecado,
vergüenza o pérdida de virginidad.
Este insignificante insecto disfruta sin comprometerse
atiborrándose de la sangre de los dos.
Por desgracia, eso es más de lo que podemos hacer tú o yo”.

 Sabía por qué su subconsciente había elegido ese momento para acordarse del poema de Donne. Los versos eran un argumento a favor de la seducción. El poeta le hablaba a la mujer que quería convertir en su amante, una virgen, y le decía que la pérdida de la virginidad era comparable a la picadura de una pulga. Vería entregarse a él rápidamente, sin pensarlo. Sin dudar ni lamentaciones.

 En cuanto las palabras aparecieron en su mente, Guillermo supo que eran perfectas para la ocasión. Perfectas para justificar sus actos. Perfectas para lo que pensaba hacer con Pedro.
Probarlo. Tomarlo. Sorberlo. Pecar. Chupar hasta dejarlo seco. ¿Abandonarlo? Pedro era puro, inocente. Lo deseaba…
Qué fácil era descender al infierno.
Pero no sería él quien le hiciese padecer. No sería él responsable de que otro ser humano sangrara por el resto de su vida. Todas las ideas sobre tener sexo encima de una mesa, sillas, contra paredes, en el piso, estanterías y ventanas se esfumaron de repente. No lo tomaría. No lo marcaría ni lo reclamaría, porque no tenía ningún derecho a hacerlo.

Guillermo Graziani era un pecador empedernido que solo se arrepentía a medias. El sexo sin compromiso, anónimo, sin rostro y su propio placer ocupaban un lugar preferente en su mente dominada por la lujuria. Esa necesidad física nunca daba paso a algo más profundo, como el amor. Y, sin embargo, a pesar de esa y de otras carencias morales, a pesar de su incapacidad para resistirte a la tentación aún le quedaba un principio moral que regía su comportamiento. Aún le quedaba una línea que se negaba a cruzar.

El profesor no seducía vírgenes. Nunca se acostaba con vírgenes. Ni aunque acudieran voluntariamente.  Nunca saciaba su sed con inocentes. Solo se alimentaba de aquellas o de aquellos que ya lo habían probado y que, después de conocerlo, seguían queriendo más.
Y no iba a transgredir su último principio moral a cambio de una o dos horas de satisfacción lasciva con un delicioso estudiante en su propio despacho, incluso un ángel caído tenía sus principios.
Guillermo dejaría la virtud de Pedro intacta. Lo dejaría como lo había encontrado, un ángel ruboroso de ojos castaños, rodeado de luz y acurrucado como un gatito en una silla.  Seguiría durmiendo sereno, imperturbable, sin que nadie lo besara, sin que nadie lo molestara. Puso la mano en el pomo de la puerta y estaba a punto de hacer girar la llave cuando oyó que él se movía a su espalda.

Guillermo suspiró y dejó caer la cabeza hacia delante. No había renunciado a una noche de placer con él  por odio, sino por amor.
Por el bien que a veces añoraba y deseaba que formara parte de su vida. Y tal vez por el recuerdo de la persona que había sido antes de que el pecado y  el vicio  de apoderaran  de él como un matorral de espinos, retorciéndose alrededor de su alma, y ahogando sus virtudes.
Soltó el pomo  e inspiró hondo. Enderezando los hombros, cerró los ojos, preguntándose qué iba a decirle.
Se volvió muy lentamente y vio que Pedro gruñía y se estiraba. Parpadeó y se cubrió la boca con la mano para bostezar.

_No vayas  donde no te llamen, ni dialogues con quien no aporte argumentos ni guión alguno,
no te interpongas en discusiones ajenas donde tú, siempre pierdes. No, no molestes, a quien
incomodes, a quien fatigues, sin aporte alguno o tu presencia es un incordio, que agua que no haz  de beber, deja que otros se sacien, que beban, que el conocimiento es un pozo infinito. Habrán hojas de otoño a lo largo de tu camino, con la sabia de los huesos con  rezuma del tiempo  que abrazar y asaltar aprendiendo de ellas, y no, no busques debilidades ajenas, sin antes encontrar las tuyas. No te impongas de vil ingenuo, enséñales y ayúdales a caminar, no te impongas en el amor o terminarás  siendo esclavo de él, la única cadena que te hará libre.
No vayas no  donde no te llamen, no hables, escucha que hasta la ignorancia  siempre, siempre
tiene algo que decir, y lleva tu vida y tu personalidad, como quien lleva un libreto cerrado por
la vida, ábrelo  solo  cuando te pregunten.
El mañana está esperando, el ayer es un recuerdo y el hoy es el regalo.
Que puedes pararte a pensar pero está prohibido detenerse, que no se trata de buscar lo que es hermoso para el mundo, sino más bien encontrar lo que haga hermoso tu mundo, que el lugar correcto es ese donde dejas de preguntarte qué hora es y te detienes en el presente.
Que para luchar, vivir y emocionarse se requiere coraje.
 Que las palabras más hermosas se dicen con los ojos, que las emociones más intensas son las que no se pueden explicar, y que son las pequeñas cosas las que ocupan en el corazón los espacios más profundos.
Que la belleza no es tener una cara bonita, sino tener un buen cerebro y un corazón inmenso, que para encontrarte a ti mismo  primero tienes que salir de tu prisión y que una de las cosas más importantes de la vida es encontrar la serenidad sin depender de nadie.
Que no hay que  darle lo que tenemos a quien no sabe apreciar lo que valemos, que no debes mostrarle tu mar a quien no sabe nadar, que mejor ser rey  en tu soledad que mendigo de compañía.
Que nunca te canses de esperar porque el mejor día de tu vida puede llegar mañana, que cada día caminas hacia lugares y personas que te esperan desde siempre. Que cuando andamos lo que nos moviliza no son los pies son siempre las ganas.
Que a veces lo mejor es respirar profundo y permanecer en silencio, que hay silencios que dicen más que mil palabras, y que hay palabras que necesitan ser escuchadas.
Que hay sueños guardados en cajones y sueños que duermen en corazones, que nunca se debe renunciar a un sueño porque llevará demasiado tiempo alcanzarlo... el tiempo pasará de igual manera aunque no lo intentes.
Que quien te quiere te busca, quien te ama no te hace daño,
quien te valora no te pone en la sombra, y solo deja brillar una luz: la tuya...

Pedro, al darse cuenta de que el profesor estaba junto a la puerta, abrió mucho los ojos ahogó un grito y se levantó de golpe de la silla quedando aprisionado contra la pared. Verlo encogido de miedo en su presencia casi le rompió el corazón. Lo que demostraba que a pesar de todo, tenía corazón.

_Chist, Pedro, solo soy yo, tranquilo.

Guillermo le mostró las palmas de las manos en señal de rendición y trató de sonreír.
Pedro estaba atónito. Había estado soñando con él instantes antes.
Y ahora estaba delante de él observándolo...  Se pellizcó el brazo. Guillermo seguía allí.

__Me ha pillado.
__Solo soy yo, Pedro. ¿Estás bien?
Pedro parpadeó rápidamente y se frotó los ojos.

__No… no lo sé.
__ ¿Cuánto tiempo llevas aquí? __preguntó él bajando las manos.

__No lo sé _respondió, tratando de despertarse y de recordar al mismo tiempo.

__ ¿Estás con Matías?
__No.

Guillermo sintió un gran alivio.
__ ¿Cómo has entrado? Este es mi despacho.

Pedro lo miró a los ojos para juzgar su estado de ánimo.
“Me he metido en un lío. Y Matías también. De esta nos expulsan a los dos.”

Se movió bruscamente hacia delante. Tirando la silla al suelo y, ya de paso, una pila de libros cercanos. Un montón de notas sueltas salieron volando y empezaron a caer a su alrededor como copos de papel a rayas. Guillermo pensó que parecía un ángel dentro de una bola de nieve.

__”Precioso” pensó.

Pedro se agachó y empezó a recogerlo todo, apresuradamente mientras repetía unas palabras de disculpa como una letanía. Guillermo reconoció algunas de las palabras que iba diciendo como si estuviera rezando el rosario: “Matías me prestó la llave, lo siento, lo siento mucho”.
De una sola zancada, él se plantó a su lado y le puso una mano en el hombro.

__Quieto. No pasa nada. Eres bienvenido aquí.

Pedro cerró los ojos  y tragó para calmarse, pero era muy difícil. Tenía miedo que el Profesor perdiera los nervios y echara a Matías de su despacho para siempre.
Guillermo inspiró con fuerza y Pedro abrió los ojos. Al ver que tenía su mano en el hombro, la mirada se le nubló.
Guillermo se acercó más y lo miró intensamente.

__Pedro, estás pálido y tiemblas. ¿Te encuentras bien?

Guillermo no sabía qué hacer.
¿Por qué él actuaba de un modo tan raro? Tal vez estaba débil por falta de comida. O no se había despertado del todo. O Quizá fuera por el calor. Hacía demasiado calor en el despacho y Pedro se había dormido con la calefacción encendida.
Guillermo lo sujetó justo cuando Pedro se desmayaba. Lo rodeó con sus brazos y lo apretó contra su pecho. No estaba inconsciente. No del todo al menos.

__ ¿Pedro?
Le apartó el pelo de la cara y le acarició las mejillas con el dorso de los dedos.
Pedro murmuró unas palabras ininteligibles. No se había desmayado, pero se apoyaba contra él como si no tuviera fuerzas para mantenerse en pie. Guillermo lo sujetó para que no chocara contra la silla volcada o se cayera al suelo.
__ ¿Estás bien?

Trató de moverlo para que se sentara en el suelo, pero Pedro se sujetó con más fuerza a su cuello, como si no quisiera soltarse. A él le gustó la sensación, así que lo abrazó más fuerte y aspiró disimuladamente el olor de su pelo. Vainilla, pensó. El cuerpo de él encajaba a la perfección contra el suyo, como si fueran complementarios
Era asombroso.
__ ¿Qué ha pasado? _murmuró, Pedro contra el jersey de él, de color azul, que hacía destacar su piel de porcelana.

__No estoy seguro. Creo que te has mareado al levantarte de golpe. Hace demasiado calor aquí dentro.
Pedro le dedicó una sonrisa tan dulce que el corazón de Guillermo se derritió.
Deseaba besarlo, desesperadamente. Estaba cerca, muy cerca. Si se acercaba un poco más. Aquellos labios carnosos serían suyos… de nuevo. Sus ojos se miraban con calidez y estaba siendo tan amble con él.
Guillermo empezó a apartarse centímetro a centímetro, asegurándose de que no iba a caer. Cuando vio que se aguantaba solo, lo sentó delicadamente sobre la mesa antes de enderezar la silla. Luego se acercó a la puerta.

__No me importa que uses el despacho. No me importa en absoluto. Solo es que me ha sorprendido encontrarte aquí. Me alegro de que a Matías se le ocurriera darte la llave. No pasa nada. __Guillermo sonrió para tranquilizarlo, al ver que se había agarrado a la mesa con fuerza__. He venido a buscar un libro que dejé _añadió levantando el libro en cuestión.

Moviéndose lentamente, Pedro se levantó de la mesa y empezó a recoger los libros y los papeles esparcidos por el suelo.
__ ¿Has quedado con Matías más tarde?
__No. Ha ido a una conferencia para graduados. Mañana tiene una presentación.
Pedro levantó la cabeza y al ver que Guillermo seguía sonriendo, se relajó… un poquito.
__Sí, por supuesto. Lo había olvidado. Qué maletín tan bonito llevas  _ comentó, con una mueca de complicidad.

Pedro se ruborizó, tratando de no delatar el secreto que, gracias a su amiga, no era un secreto.
__Aunque parece que hay un ser vivo por ahí. Veo que asoman unas orejas por una de las cremalleras.
Pedro se volvió hacia el maletín Guillermo tenía razón Dos orejitas marrones asomaban de uno de los compartimientos, dando la sensación de que hubiese intentado meter una mascota a escondidas en la biblioteca.
__ ¿Puedo verlo? __preguntó, él, si moverse hasta que Pedro le diera permiso.

Indeciso Pedro sacó el muñeco de peluche del maletín y se lo ofreció, mordiéndose el labio, muerto de vergüenza.
“Es evidente que los conejos son el fetiche del señor Beggio.”
Guillermo sostuvo el conejillo entre el índice y el pulgar, mirándolo con curiosidad como si no supiera qué era. O como si temiera que, en un ataque de furia, el peluche fuera a darle por  atacarlo. Guillermo se llevó las manos al cuello como precaución.
El muñeco era marrón, muy suave, hecho de terciopelo o algo parecido. Tenía las patas cortas, las orejas largas y unos bigotes muy graciosos,  se mantenía muy derecho, demasiado rígido pero le resultaba familiar. A Mirna le habría encantado.  Podía haber formado parte de la infancia que él nunca tuvo.
Alguien le había atado un lazo celeste alrededor del cuello. Guillermo lo examinó con cuidado y supo que debió de ser alguien con alguna discapacidad, o alguien con las manos muy grandes y escasa habilidad con la psicomotricidad fina, como él, llevaba una tarjeta.
No quería que se sintiera incómodo, así que solo le echó un rápido vistazo. Fue suficiente para que los celos formaran una cinta que le retorció las entrañas rodeándoselas:
“C.
Te dejo a alguien que te hará compañía mientras estoy fuera.
Nos vemos a la vuelta.
Tuyo.
Matías”.

“El follaángeles contraataca”, pensó Guillermo, malhumorado.
__Es… muy bonito _dijo, devolviéndoselo.

__Gracias.
__ ¿Quién es C.?
Pedro se volvió para guardarlo en el maletín, con cuidado de que no se le engancharan las orejas en las cremalleras.
__Es uno de mis motes.
__No lo entiendo. Tendría que empezar por P.

Pedro frunció el cejo.
“¿Por qué P? ¿P de p… Petardo…. Perro?”
__De precioso, es el mote que yo te doy, el que prefiero _ le aclaró, Guillermo con una sonrisa arrebatadora y luego agachó la cabeza ruborizándose un poco, porque el halago había salido de sus labios sin pretenderlo__. ¿Así que llevas horas durmiendo aquí, escuchando canciones de animales, con un conejito como acompañante? No sabía que fueras amante de los animales _ añadió en tono insinuante, sin poderlo evitar__. Me gusta ese grupo. Es buena elección.

__Gracias. __Pedro apagó el ordenador y lo guardó con cuidado en el maletín, junto con el CD.

__La biblioteca está a punto de cerrar. ¿Qué habrías hecho si no hubiera llegado yo?
Pedro miró a su alrededor, confuso.
__No lo sé.
__Si nadie se hubiera dado cuenta. Podrías haberte quedado encerrado toda la noche. Sin comida. __La sonrisa desapareció de la cara de Guillermo solo de pensarlo__. ¿Qué vas a hacer en el futuro para asegurarte de que no te vuelva a pasar?

_ ¿Poner la alarma en el reloj de Matías?
Guillermo asintió como si hubiera acertado en la respuesta correcta, aunque no se había quedado satisfecho.
__ ¿Tienes hambre?
__Debería marcharme profesor. Siento haber invadido  tu espacio personal.
“No sabes hasta qué punto has invadido mi espacio personal, Pedro.”
__Señor Beggio. Un momento __lo interrumpió él, dando un paso en su dirección, mientras Pedro se colgaba el maletín  al hombro con una mano y limpiaba la superficie de la mesa con la otra__. ¿Has cenado?

__No.
Guillermo frunció mucho el cejo. Sus cejas pobladas y oscuras se juntaron como nubes de tormenta.
__ ¿A qué hora has comido?
__A las doce.
__De eso hace ya casi once horas. ¿Qué has comido?
__Un perrito caliente del carrito de delante de la biblioteca.
Guillermo maldijo en silencio.
__No puedes alimentarte a base de comida basura. Y no me gusta que comas carne cocinada en la calle. Me prometiste que si pasabas hambre me lo dirías. Te has desmayado de hambre.
Guillermo miró la hora en su Rolex de oro blanco.
__Es demasiado tarde para llevarte a comer un buen filete. Pero podemos ir a cenar a otro sitio. Yo estaba concentrado preparando mi conferencia y tampoco he cenado.
__ ¿Seguro?
__Pedro, no soy un hombre que lance invitaciones a la ligera. Si te invito a cenar es porque estoy seguro. ¿Me acompañas o no?
__No voy vestido para ir a cenar contigo, aunque muchas gracias __respondió, Pedro, con suavidad pero con firmeza, arqueando una ceja.

Había superado ya la sorpresa de encontrarlo allí, y estaba totalmente despierto e indignado por su actitud.
Guillermo lo examinó de arriba abajo, lentamente admirando su figura, pero su mirada cambió al llegar a las zapatillas deportivas. Odiaba que se pusieran zapatillas deportivas. Consciente del absurdo rumbo de sus pensamientos, se aclaró la garganta.

__Vas perfecto. Creo que el color de la camisa hace destacar el rubor natural de tu piel y el jaspeado color caramelo de tus ojos... De hecho. Estás muy guapo.
“Soy mirada olvidada  en el olvido de tu amor. Soy palabra  sin haberse pronunciado, y, menos escuchada. Soy caricia, sin haberla sentido, por tu cuerpo tan querido. Soy beso, que jamás será dado, y sin ser recibido. Soy abrazo pedido, pero no aceptado. Soy cuerpo, sin memoria, de tus besos y caricias. Soy corazón  que quedó  suspendido en ilusión. Soy alma  que no sabe por dónde seguir camino. Soy sonámbulo de la vida amorosa  porque te olvidaste de mí
sin razón alguna. Decías amarme, pero obvio, pura fantasía fue. Saldré adelante, pero siempre voy a recordarte, cuando recupere mi vida, tal vez, tal vez, te olvide. ¿Tengo ojos jaspeados color caramelo? ¿Desde cuándo? ¿Y en qué momento se ha dado cuenta?
Recolector de espejismos. En esto me convierto sin vos.
Me conformo con serlo, apenas, en mis peores horas; ahí, donde no encuentro las palabras y la pequeña luna amarillenta del baño me devuelve la más descarnada imagen de mí mismo.
No ha quedado nadie en la calle a esta hora, hace frío en esta parte del mundo, otra tarde que se queda sola, rápidamente, para que la noche me deje al borde de este precipicio.
Estoy a solo un paso. Estoy tan cerca  que me asusta… Pero no es el caer  lo que me asusta, sino que caigas conmigo. Arrastrarte hacia estos fantasmas, a estas sombras que me tocan.
Soy un hombre recipiente, resistente, que a veces se cansa de serlo, se cansa de escuchar que todo saldrá bien. Esta sucesión de mensajes me hacen soñar con cosas que vos y yo hemos vivido. Recolector de espejismos. Es demasiado pronto para envejecer. Abro la puerta, regreso a donde nadie me espera. El fin de los tiempos llega justo en este momento, cuando vuelvo a mi habitación, donde tengo mil cosas que llevan tu nombre, y te miro sin que te des cuenta…
No te vayas... la noche está muy fría, quédate junto a mí para recostarme  en tu pecho como si fuera una niño, como aquella nuestra noche en el huerto, para poder dormir.
No te vayas, la noche está muy fría, abrígame con tu cuerpo y susúrrame los versos…   los tuyos, los míos que sean todos de amor, endúlzame las horas, déjame quedarme así... pegado a tu pecho sin que nadie nos moleste, sin que nadie interrumpa  la noche es solo nuestra, quédate en mis pupilas para llevarte a mis sueños, para así ser feliz. No quiero que te vayas  quédate... pegado a mí como si fuéramos uno. Para dormir tranquilo porque tú estás aquí, no quiero que te vayas la noche está muy fría, abrázame fuerte para no tener miedo de que te pueda perder. Y cuando llegue el día, quiero mirar tu rostro para saber que no eres un sueño, porque te estoy mirando... no quiero que te vayas. ¡Quédate junto a mí!”

“¡Quién pudiera bañarse en tus cabellos y secarse al calor de tu mirada y jugar en las dunas de tus  pezones y dormirse en el lecho de tus algas! Quién pudiera ceñirse en tu cintura,  comulgar en el cáliz de tu  fuente,  bucear en  las tinieblas del túnel y sumirse en el mar de tus corrientes sin aletas, sin plomos ni escafandra respirando el efluvio de tu   sexo, con el cuerpo enredado en tus  laderas y tu  lengua latiéndome en la boca.
Nadie al amor puede elegir, porque no busqué amarte pero te eligió mi corazón, por ti pierdo hoy la razón, y tan solo ansío abrazarte  para calmar este sentir.  Existe un secreto lugar  en el cual me perteneces, es en mi celoso pensamiento  donde guardo este sentimiento, que con mucha fuerza florece y ya nadie me lo puede robar.  Sé que nunca te he de perder, tu amor mis sueños alimenta, no encuentro ya explicación al despertar de esta pasión, y al pasar el tiempo aumenta  porque hay magia en tu querer”.

“Cómo decirte, que cada día más me enamoras, y que no puedo pasar  ni un solo minuto sin saber de ti. Cómo decirte, que tus besos me llenan de paz, y que mi corazón estalla de emoción cada vez que pronuncias mi nombre con ese tu dulzor. Cómo decirte,
que hasta tus defectos me gustan, y que no te cambiaría por nadie ni por nada, vistiendo a mi corazón de gala y haciéndolo sentir único y especial.
Cómo decirte, que sueño con estar contigo, abrazar tu cuerpo para ser uno solo, y eternamente juntos así poder estar. Quiero robar de tus labios con mi boca  algún beso y que subsista muriendo por quedarse en los míos. Bebo el tibio aroma de tu piel que se escabulle en tu cuello entre la brisa y tu cabello que cubre tus ojos de miel. Quiero evocar con fervor
tus bellos verbos musicales  que tu boca de rosa y mieles susurra, en promesas de amor. Quiero sentir el murmullo de sensuales caricias de tus manos de seda  tibias  cautivando mi cuerpo ya tuyo. Es el amor que mi alma te grita  en perfumadas noches de abril,  pétalos de rosa tu piel tan gentil  donde mi cuerpo goza y palpita. Tú siente el calor de mi nido
que vive y retoza en el tuyo gozando, y haciendo suyo  tus tibios frutos prohibidos. Quiero sentirte con mi alma,  tu entrega del amor verdadero,  saber que eres mío, y te quiero gozo, éxtasis y después, calma. El placer del amor contigo dura solo momentos, pero cuando te vuelvas a ir, el dolor me durará toda la vida”.

__ ¿Pedro?
__Sí.
__Hay un sitio cerca de mi casa al que suelo ir entre semana cuando se me hace tarde. Te invito a tomar algo allí y así podemos hablar de tu proyecto. De manera informal, por supuesto. ¿Qué te parece?
_Gracias, profesor.

Ambos se miraron y sonrieron con timidez.
Guillermo aguardó pacientemente a que Pedro acabara de dejarlo todo en orden antes de hacerse a un lado y señalar hacia el pasillo.
__Después de ti.

Pedro le dio las gracias. Mientras salían, él alargó la mano hacia las asas del maletín. Pedro notó el roce de sus dedos y la electricidad que lo atravesó desde ellos hacia todas las terminales de su cuerpo, y se apartó instintivamente, dejándolo caer.
Guillermo lo recogió.

__Es un maletín muy bonito. ¿Te importa que lo lleve un rato? __preguntó con una sonrisa que le robó el habla, lo hizo ruborizarse, y tan solo pudo asentir.


CONTINUARÁ.
HECHOS  Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE ADULTO.
ESCENAS EXPLÍCITAS.

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