“EL PODER DEL AMOR”.
CAPÍTULO TRECE.
Ella
también lucía bien esa mañana, las líneas del rostro se habían suavizado y los
ojos negros le brillaban de alegría. No obstante, el esfuerzo sobrehumano de
esos días le había impreso una huella indeleble y parecía haber envejecido diez
años. Hasta Agustín le insistió con que lo dejara con sus hermanos y se
marchara al hotel a descansar, y Laura tomó el tazón de leche y el trozo de pan
y siguió alimentando a su hermano.
__
Guillermo
miraba su partida de bautismo, el nombre huinca que le debía a Agustín, que
usaría solo y tan solo por amor a Pedro si algún día no quedara otra opción y
de pronto encontró entre sus ropas de la noche anterior una nota, su exquisita
letra y sonrió para sí al leerla:
“Contigo,
todo me sirve, cualquier pretexto,
cualquier excusa, cualquier error.” Gustavo Cerati.
cualquier excusa, cualquier error.” Gustavo Cerati.
“La vida no se mide por las veces que
respiras,
sino por los momentos que te dejan sin aliento.” Berenice.
sino por los momentos que te dejan sin aliento.” Berenice.
La
necesidad insoslayable de ver a Nahueltruz llevó a Pedro a cerrar el
diario y devolverlo a la escarcela.
Llevaba tres días sin verlo y corrían noticias de una escaramuza con los
hombres de Racedo, y algo que lo atormentaba además de temer por el cacique es
lo leído del padre del hombre que amaba, ese salvaje que había ultrajado a
tantas mujeres. Se le descompuso el ánimo pensando de lo que era capaz. Y las
escenas de sus momentos con el hombre al que había entregado su virginidad
regresaban a la mente de manera desordenada, en ellas trataba de puntualizar
alguna instancia en que Guor hubiera dado muestras de una naturaleza montaraz
que resultaba evidente en su progenitor pero no la hallaba. Ahogó un sollozo y
se cubrió la cara con las manos. No desconfiaría de él, a quien amaba.
Doña
Generosa apareció en la habitación con el almuerzo del padre Agustín en una bandeja.
Se acercó a la cabecera y sonrió satisfecha al comprobar que las sienes del
franciscano seguían frescas. Notó que Pedro se hallaba inquieto, caminaba de un
lado al otro con el ceño fruncido que le ocupaba el semblante.
__Si
tienes alguna diligencia que hacer, querido__ susurró la mujer__, yo puedo dar
el almuerzo a tu hermano si despierta hasta que llegue Laura.
__ ¿Cómo
sabe uno si está realmente enamorado como usted y su esposo? _se atrevió Pedro.
__Eso
es fácil querido. Solo quieres estar con esa persona, es el sentido de tu vida,
quieres sentir su presencia, mirarlo, olerlo. Quieres que te toque y tocarlo.
Cuando lo ves aparecer, te emocionas tanto que te duele hasta el estómago, te
sudan las manos, el corazón late como deseando correr hacia ese ser. Te duermes pensando en ella y
despiertas igual, piensas en esa persona día y noche y solo la deseas ella. ¿Con
quién te pasan esas cosas, mi amor? Con esa novia tuya de la capital que dicen
es tan bonita.
Pedro
bajó la cabeza y no contestó. Se guardó
la respuesta no porque la desconociera sino porque no se atrevía ni debía
pronunciarla, pero desde hacía tiempo se repetía en silencio… “Esas cosas me
pasan con Guor, con Camila jamás me sucedieron solo con Guor”.
Pedro
no quería abusar de la hospitalidad de doña Generosa recargada con labores que
no le correspondían, tampoco quería dejar solo a su hermano mientras María
Pancha descansaba en el hotel y Laura estaba de compras. No obstante, aceptó el
ofrecimiento, incapaz de controlar la ansiedad por ver a Nahueltruz.
“Como
cada cierto tiempo hago, tomé el recipiente con la seguridad de que en segundos
el aroma me conduciría a la esperada paz. Es como un ejercicio: el aroma, la
tranquilidad, el descanso. El perfume es añejo y profundo, invade mi ser hasta
los confines de los sentimientos arraigados y fuerza una tenue sonrisa en mi
rostro cansado.
Inspiré mientras mis párpados cubrían la totalidad de mis ojos y el cambio me asustó. El perfume, ese perfume no pareció el mismo, dulce y reposado como siempre pero sin fuerzas. Lo percibí con el poderío acostumbrado, ese que transforma en cielo turquesa cualquier tormenta de verano. Me sobrecogí ante el pavor de la pérdida inminente y mi alma se atribuló en un instante. Las preguntas de rigor, las dudas que acechan, la búsqueda de respuestas. Preparé mis sentidos, quería indagar, llegar al fondo e inspiré. El aroma, el perfume de nuestro amor sí había cambiado, tenue lo poderoso y lo embriagante apenas conmovía. Sacudí con fuerzas la resignación segura del amor que permanecía inmaculado. Tomé la iniciativa, encendí la antorcha y fui a tu búsqueda, todavía olía el perfume de nuestro amor, todavía había tiempo.”
Inspiré mientras mis párpados cubrían la totalidad de mis ojos y el cambio me asustó. El perfume, ese perfume no pareció el mismo, dulce y reposado como siempre pero sin fuerzas. Lo percibí con el poderío acostumbrado, ese que transforma en cielo turquesa cualquier tormenta de verano. Me sobrecogí ante el pavor de la pérdida inminente y mi alma se atribuló en un instante. Las preguntas de rigor, las dudas que acechan, la búsqueda de respuestas. Preparé mis sentidos, quería indagar, llegar al fondo e inspiré. El aroma, el perfume de nuestro amor sí había cambiado, tenue lo poderoso y lo embriagante apenas conmovía. Sacudí con fuerzas la resignación segura del amor que permanecía inmaculado. Tomé la iniciativa, encendí la antorcha y fui a tu búsqueda, todavía olía el perfume de nuestro amor, todavía había tiempo.”
Salió
a la calle y enseguida cayó en cuenta de que no tenía idea de dónde se
hospedaba, tal vez sí había regresado Tierra Adentro. Miró a un lado y al otro
con la mano sobre la frente buscando a Blasco. Había mucho movimiento, pasaban
carretas, buhoneros, pregoneros, hombres a caballo, mujeres con sus niños, pero
ni rastros del muchacho. Enfiló rumbo al establo, allí lo encontró barriendo el
follaje.
__Señor
Pedro _ se sorprendió Blasco, no tanto por encontrarlo allí sino por el mohín
en su expresión__. ¿Algo malo le sucedió al padrecito?
__Nada,
nada _ se apresuró a aclarar__. Quiero que me lleves con el cacique Guor.
A
Blasco le tomó unos segundos comprender cabalmente el pedido. Se quedó
mirándolo y, aunque dudó, no se animó a contradecirlo, le pidió que lo acompañase.
Lo
guió por las calles de la villa para terminar frente al portón trasero del
convento. Con la agilidad de una cabra, Blasco trepó la pared y se arrojó
dentro. Un momento después, levantó la falleba y abrió el portón. Encontraron
al cacique subido a una escalera,
mientras reparaba algo en el techo solo con un brazo, y otras partes del
gallinero, donde la noche anterior se
había metido una comadreja y matado varias gallinas.
__!
Y tú sin oír ni pío! __se había irritado Fray Humberto esa mañana, mientras
Nahueltruz lo ayudaba a quitar los animales destrozados.
__La
tormenta Fray Humberto _tentó el cacique, que se hallaba entre los brazos de
Pedro o soñando con él mientras la comadreja correteaba a las gallinas. Para
contentar al fraile, se puso a reparar los huecos con madera y reforzar la estructura
general del gallinero. En eso se ocupaba, cuando Pedro y Blasco se deslizaron
dentro del convento. La herida sufrida en la escaramuza en el torso se resintió
y lo llevó a echarse en el camastro.
Todo
el tiempo los jóvenes se quedaron observándolo a cierta distancia, Nahuel
martillaba, tenía el torso desnudo y los
músculos revelaban el esfuerzo, acompañaba los golpes con el entrecejo
fruncido, mueca que Pedro encontró irresistiblemente atractiva.
__ ¿Por
qué lo trajiste? _se enfadó con Blasco.
__Yo
se lo pedí _terció, Pedro.
Nahueltruz
vociferaba desde el camastro.
__Te
volviste loco, Blasco. ¿Alguien los vio?
__Nadie
nos vio. Nahueltruz _farfulló el muchacho, muy afectado.
_Ve
a la cocina y pídele a fray Humberto que te convide con las bolas que acaba de
freír.
Blasco
salió corriendo, no tanto por las bolas fritas, que eran famosas, sino por
escapar a la ira de Nahueltruz.
Pedro
cabizbajo siguió con la mirada al muchacho cada vez más arrepentido de haberse
presentado y de haberse entregado a él, un pensamiento lo torturaba. ¿Podía ser
Guor del tipo de persona que una vez saciada la lujuria del momento desechaba
al otro que con tanto afán cortejó y persiguió? La abuela Ignacia les advertía a menudo acerca de esa clase de
cretinos. “El hombre valora a la mujer fácil tanto como a la flor marchita”,
era su lema para Laura, que jamás habría hecho aclaraciones tan innecesarias a
sus hijos pero como conocía el carácter rebelde y pasional de los hermanos,
juzgaba que nada estaba de más. Le aterrorizaba el que alguno o alguna los
embaucara, bien decía el refrán “El fuego ella estopa, viene el diablo y
sopla”. Pedro, sin embargo se negaba a aceptar que Guor fuera como esos
señoritos frívolos e insensibles de la ciudad.
__
¿Quién te atacó, estás herido?
Guor
negó con la cabeza, y se incorporó en el camastro, se limitaba a observar a
Pedro sin hostilidad, tampoco con asombro, simplemente lo miraba con
curiosidad. Le gustaba el cuerpo de
Pedro, de caderas definidas que él soñaba con encerrar entre sus manos, de
hermosas pantorrillas de músculos bien definidos, de fuerte torso que intentaba
no mirar, deseaba sujetarle el cabello alborotado y enrollar mechones entre sus
dedos, hundir la lengua en los pocitos del rostro que se acentuaban al sonreír,
apreciar la blancura de su piel y la dulzura de esos ojos almendrados enormes y
dulces como la miel. ¿Cuánto costaría la ropa elegante que lucía aun cuando ni
siquiera llevara traje, o esos zapatos que intuía de cuero, o el perfume que lo
hechizaba? Siempre se avergonzaría de él a pesar de sentirse atraído, no por
ser hombre solamente lo de ellos era algo destinado a morir y sin fututo, y a
pesar de saberlo no había podido escapar a embarcarse en esa relación, lo
lastimaría, en su caso el amor sí que dolía. “Soy uno más de tus caprichos,
Pedro”.
__ ¿Vas
a almorzar en la cama o prefieres que improvise una mesita? __dijo evadiendo la
mirada__, te traje comida de la casa del doctor__. ¿Te quedas allí? __Esperó en
vano una contestación__. Creo que no ha sido una buena idea venir a verte y
traerte la comida. Mejor me voy. __Giró en dirección al portón con los ojos
llenos de lágrimas.
__Pedro.
Lo
conmovía que pronunciara su nombre sin la formalidad del señor o del don. Se
detuvo aunque permaneció de espaldas. Lo oyó moverse y se dio la vuelta.
__
¿Qué haces…? __le preguntó, enojado, al ver la parte superior del torso
cubierto por una faja, mientras se aproximaba a la cama__. ¿Por qué te empeñas
en levantarte si ya sé que estás herido? ¡Oh! __exclamó, y miró hacia otra parte
con la imagen grabada en la retina de las piernas peludas y curvadas típicas de
quien monta a caballo, y de una bombacha que contenía un bulto que le resultó
inverosímil.
Guor
había echado la manta al costado y se
erguía con cuidado para no inclinar el torso vendado. Bajó las piernas y se
puso de pie.
__Alcánzame
el pantalón, por favor. Pedro se lo pasó con el rostro sonrojado__. Ya estoy
decente. Puedes mirarme sin escandalizarte.
Pedro
se dio vuelta y sonrió de manera sincera, sentía las mejillas calientes, hacía mucho
que no le sucedía. Levantó la vista y al encontrar los ojos café del cacique experimentó
todo al mismo tiempo: la boca se le secó, las palmas sudadas, las palpitaciones
en el pecho y en la ingle, el escozor y cosquilleo en la piel, las ansias
porque sus brazos lo apretaran, porque sus labios lo devoraran. Él en cambio,
lucía dueño de él. Pedro tenía la sensación de ser un adolescente frente a un
hombre maduro y curtido, su espíritu era sin dudas más viejo y sabio que el
suyo como opinaba Blasco.
__ ¿Cómo
te sientes? Cuando supe que te había emboscado alguien enviado por Racedo no
tenía cómo encontrarte __ dijo con voz extraña que le avergonzó y le obligó a
carraspear.
__ ¿Por
qué no viniste antes a verme entonces?
__Porque…
ya sabes, no me parecía correcto, además temí me siguieran, no sabía si estabas
cerca o Tierra Adentro. Además no quería molestarte.
Guor
soltó una risa sardónica que Pedro no le conocía y que a pesar de tratarse de
un gesto cargado de desprecio, lo embellecía. El cacique se alejó en dirección
de la ventana, contemplando el jardín y el patio del convento. Los pasos de
Pedro que se aproximaba al cesar lo hicieron saber que se encontraba detrás de
él mas a escasos centímetros.
__ ¿Por
qué te decidiste a venir hoy? ¿Por qué hoy sí es correcto? ¿Por qué hoy te
parece que no molestarás?
__Bueno,
ya te dije… Estaba preocupado, quise traerte buena comida… ¡Ah! _gritó Pedro
cuando Guillermo giró sobre sus talones y le aferró por los brazos __ ¡Nahuel,
me lastimas!
__ ¿Alguna
vez en la vida podrías ser sincero contigo y con los demás? ¿Por qué viniste a
verme hoy, Pedro? Porque tu hermano está mejor y solo al cuidado de Generosa,
porque María Pancha duerme en el hotel, porque Laura fue al boticario y nadie más
que Blasco que a ti te importa un rábano se daría cuenta de que el príncipe le
tiene ganas a un plebeyo?
__ ¡Te
odio, te desprecio!
__Si
me odias y desprecias, ¿por qué viniste a verme? ¡Por qué! __Lo sacudió, y le
clavó con saña los dedos en los brazos.
Nahueltruz
cerró las puertas del establo que solo quedó a media luz. Pedro estaba con la
cabeza baja, las manos bajas para que él no notara que temblaba. La vergüenza y
la humillación le habían arrebolado las mejillas y agradeció que Guor no
pudiera advertirlo quizás en la lobreguez reinante.
__ ¿Qué
se te cruzó por la cabeza al pedirle a Blasco que te trajese hasta aquí? __su
voz tronó en los oídos de Pedro.
__No
tenías deseos de verme, deja de echarme culpas a mí.
__!
Deseos de verte! ¡Claro que tenía deseos de verte! __se exasperó, y como
advertía que Pedro sollozaba, bajó la voz para repetir: por supuesto que tenía
deseos de verte. Moría por verte. ¿Por qué viniste?
__!
Porque solo pensaba en verte!!Porque deseaba verte con todo el corazón! Porque
creí que me moría cuando supe que te había atacado la gente de Racedo. Porque
quise morirme cuando pensé que podrías estar muerto. ¡Porque te extraño mucho!
¡Tanto que ya no puedo vivir sin ti! ¡Ya no soporto que no estés todo el día
conmigo, protegiéndome y yo a ti!
Vivo
perdido en un pasado silencioso que me quema la vida. Casi como sentirse muerto
y la misma vida me mata, sin empezar a vivir soledad, pecado triste y gris de
todas las palabras muertas antes de nacer. Y llegas tú, y es como beber las auroras
y ver florecer mis otoños.
El verbo se silencia, cuando lentamente te
desnudo en penumbras dulces y tus ardientes caricias lujuriosas encienden mis
fuegos en llamas y luces. Tu continente, es un cristal ardiente, como el sol
poniente. Cuando dulcemente tus manos me desnudan y te desnudo en la penumbra y
te posesionas de mi cuerpo y piel y siento tu tibio aliento, y tu premura. Tu
pasión, se posesiona de mi cuerpo como un cristal ardiente. Te poseo, y es como
penetrar en una constelación de estrellas encendidas sintiendo tu piel tibia y
dulce, desesperado amándote, dejándote mi vida. Mi vida se enciende otra vez,
con los sonidos sin eco de tu amor. Porque tú solo eres eso, como murmullo dulce,
un hijo de la brisa que alimenta mis
fuegos, y enciende llamas y hogueras con tus caricias. Amarte es como abrir los
ojos y beber la vida del universo. Siento que penetro en una constelación de
estrellas que fluye como fuego mientras anudo luciérnagas que iluminan tu piel,
bebiéndome mis sueños.
En
el ocaso del sol, el cielo pinta de rojo tu desnudez de adonis. Regresamos a la
pasión y lujuria con las curvas de tu cuerpo sobre el mío y moviéndote como
mariposa en la brisa, buscando juntos el éxtasis final. La noche se ha tornado
transparente con la luz de tus pupilas. La tibia luz de tu piel aplaca
soledades de todo lo que quise y lo soñado entre tus voluptuosas caricias, que
queman mis sentidos con tus manos. En la vigilia del alba, miro tu paisaje
cuando caminas desnudo. La luz de cristal de la madrugada, ilumina tu sonrisa y
tus ojos de cielo retornan el deseo a beberte, como al sediento un dulce oasis
en el desierto. Y comenzamos otra vez, no queremos terminar nunca. Revive el amor y
es brisa, pasión, lluvia, viento, y mis penas serán olvido y el gozo lujurioso
del amor en tu piel y vivir con pasión el amor contigo. Y fue muy fácil
quererte. Aunque difícil encontrarte. Y será imposible de olvidarte.
Piérdete,
debajo de mi piel, y escurridizo, atrápame como puedas, deja ese sabor
agridulce que tanto me gusta de ti y que, como de costumbre, cubre mis tardes
de agonía... agonía, la que me da no tenerte cada vez que quiero, la intrépida
agonía, malnacida, la agonizante sensación de ese vacío que dejas cada vez que
te vas.
Piérdete entre mis brazos y estrújame con todas tus fuerzas, que no quiero perderme ni un segundo del calor de tus manos. Déjame, que me eleve con estas ansias al pedestal de tu gloria, renuncia por mí a algunas horas en otro sitio, hazme un hueco en tu calendario que muero por las siete capas de tu piel.
Anda por el camino del juego que traen mis labios, deslízate entre mi ropa y no te entretengas mucho que llega la noche y la oscuridad sin ti me da miedo.
Quiero que me ames, pero no insignificantemente, ámame con perdición, como solo tú sabes, corazón mío, es que te miro y mi mundo da un giro de no sé cuántos grados, he perdido la cuenta... Eres mi delicia encantada, sueño inequívoco de las manos, joven talismán, sacramento del verbo acuesta la piel sobre tibios caminos.
Esperan
las piernas sus ansias que bajan cautelosamente por la imaginación sobre el
magma derretido y oloroso. Pide salir el
condenado chorro de los dedos
a través de dócil agujero que
grita mi nombre, entra en mí, arrebata las crisis y los lamentos, entra en mí, vocifera
la clemencia y el dolor en los
principios en los finales, entra en mí, acuesta la noche su enorme clima en
donde me libero en donde creo nuevas
alucinaciones. Suelto las amarras, sujeto su cuello mi cuerpo se sienta a horcajadas
sobre su reino, sobre la bestia, comienza los desbalances, aguanto la caída me acerco a su pecho, muerdo
su saliva, trago sus labios, me como su
rabieta y todos sus ánimos. Repite mi nombre sobre una cama desnuda cubierta de
un halo del último suspiro que dejamos cuando la tierra tembló sobre un deseo
compartido. Miras a través de la luz de tu distancia en el recuerdo virgen del
amanecer en el tranquilo mar de tus ojos,
en la quietud que recorre tu esperanza, en el pedazo de un tierno recuerdo. Cae tu
media sonrisa en una flor de despedida anunciando tu regreso entre labios rojos
abiertos y deseados.
Ya estás
aquí, en la vuelta que anuncia tu partida, en el bote que trae tu llegada a mitad del
tiempo en que esperas otro amanecer.
Amado
mío, me dices en sueños, entrégate sin
miedo al amor que ofrezco… hagamos de
este instante finito una copla de pasión desenfrenada, compartiendo caricias y
besos… dejemos en libertad nuestros rubores,
dejemos atrás nuestros complejos…
Guardemos
nuestros efluvios de amor, secretos etéreos de amantes incógnitos flotando en
la soledad de nuestra habitación… ven y seamos cómplices fervientes de los dioses del amor y la pasión. Ven que
el mañana no existe, ven junto a mí y aférrate al amor que llama, no dejes que
la cruel soledad te invada… ven a mí, niño hermoso que mi cuerpo con ansiedad
te nombra y te reclama. Acércate a mi lecho amante mío, déjame sentir el
temblar de tu cuerpo, ver el deseo ferviente en tu mirada al mirar con deseo y embeleso la firme dureza
de mi pelvis… e imaginar la entrega del néctar de tu fuente al varón que te
tiene por completo entre sus brazos
hechizado… Por eso te pediré perdón amante mío, por querer invadir muy dentro
de ti, por intentar sin sosiego beberme tu alma… por no saber conservar la
quietud al amarte y mucho menos que con amor me pidas calma.
Fueron
liberales tus centinelas, su poder, su abrazo en mi cuello arrojando el aire de
mis visiones, la cruz de mi espalda su negro color y sus puntas de fiero combate. Estoy cerca de tu crisálida, de tu hechizo, de tus labios de colores, qué armonía de blanco, de rosa, de negro es la
franja de tu boca, y la toma de tu lengua, sacudo su barbarie castigo a la
menor, la mayor baila en su blindaje de flor
y muerdo su perfume y naturaleza, vocifera un suspiro aterrador en su
locura en sus puentes, en su crisis. Dejo suavidad en mi paladar y en el suyo mis afluentes. Y parten mis
dedos con su danza, a buscar tu tierra,
a escarbar tus impulsos. El cielo se mueve calienta sus apetitos, se
avecina una tormenta, se escucha un
grito una batalla, y estalla el torrente de las fuentes.
En
cada sueño, donde se alimenta este amor que se lleva el viento, sueño para
vivirte amor mío, me duermo para no morirme en esta realidad, juntos perdidos
en una sola mirada, creamos ilusiones que tejíamos en los silencios de la noche,
juntos, a pesar del espacio de tus ausencias y el tiempo, sabes que vivo
desafiando a la vida y mi mente vuela
por ella, ella, la vida, nos animó a sentirnos en cada suspiro, en cada beso deseado,
en todas las caricias no vividas, donde mi mundo quiere evadir la realidad,
esta realidad donde sueño que algún día se llenará de gozo mi alma, viviendo un
amor libre y sin límites.
Dejaré que vuelen alto las mariposas que anidan en mis adentros donde revolotean nada más al oír tu nombre en mi mente, donde solo en mis sueños, mis deseos hablan, aferrándose a mi almohada llena de flores deshojadas que dejabas para mí en las noches donde las lunas se enamoraban, donde las rosas querían ser regadas para no morirse en soledad sobre mi piel.
Dejaré que vuelen alto las mariposas que anidan en mis adentros donde revolotean nada más al oír tu nombre en mi mente, donde solo en mis sueños, mis deseos hablan, aferrándose a mi almohada llena de flores deshojadas que dejabas para mí en las noches donde las lunas se enamoraban, donde las rosas querían ser regadas para no morirse en soledad sobre mi piel.
Así vida mía, este amor camina disfrazado, escribiendo para ti verbos de amor y deseo, es solo una muestra del amor que por ti siento, de esta bendita locura donde solo tú y yo habitamos en su espacio vacío de urbanidad, donde la melodía más bella envuelve nuestros sentidos.
Echó
la cabeza hacia delante y se puso a llorar como no recordaba haberlo hecho
jamás. Le dolían la garganta y los brazos donde Guor le clavaba los dedos. No
tenía ánimo para pedirle que lo soltara.
__Me
despido de ti, con la llegada a tu vida de un dolor en tu puerta liberada de un
cansancio que ya habita en mí y lo guardo y lo encierro lejos, muy lejos de tus
manos, esas, que tomaron los miedos de tu boca, y dejaron en delirios mis noches.
Me despido de ti con los besos que no amanecieron que no sudaron tus alegrías porque mis ojos cerraron la luz de la
ventana.
Me
despido de ti, dejando el día sin el contexto para atardecer, sin la verdad que
reina sobre
todas las cosas. Me despido de ti en los lagos silenciosos de tu mirada en los ángeles dispuestos en tu cintura, en la magia de tu sendero, en el vendaval de sonrisa que liberas en el pecho. Me despido de ti y creo que no existen lágrimas para tanto amor que no existe universo que contenga mi alma, solo tú puedes llenar estas raíces, que no existe un lugar más hermoso en el cual tus ojos sean una contemplación.
todas las cosas. Me despido de ti en los lagos silenciosos de tu mirada en los ángeles dispuestos en tu cintura, en la magia de tu sendero, en el vendaval de sonrisa que liberas en el pecho. Me despido de ti y creo que no existen lágrimas para tanto amor que no existe universo que contenga mi alma, solo tú puedes llenar estas raíces, que no existe un lugar más hermoso en el cual tus ojos sean una contemplación.
Me
despido de ti en el final del comienzo porque
eres el principio de mi solución y la
respuesta a la partida, yo no me iré amor estoy tan cerca, me he quedado donde guardas la maravilla de
la vida en tu memoria. De tu pecho nace
mi tierra porque de tu voz sale la única
liturgia para tanta vida. Me despido
amor cuando la muerte sea mi
única salida. Te amo.
Piedad
el alma conjura luz, patrón de tu reino, aborda tus pupilas, en el breve efugio
de un beso. Suplica el alma su castigo, uñas clavan mi sangre, dientes beben mi piel, boca, acalla mis delirios, soy
humilde a tu dádiva. Cautivo estoy pérfida primavera, tiranizo tus noches con
sus flujos de rocíos con tu vendaval de codicias y bulliciosa oscuridad.
El
escándalo proa a tus vientos, mi voz
madruga en tus suspiros, me llamas me nombras, me pides, te doy, me miras, me
encierras, sonríes, estoy, te sientas, espero, esclavo soy de tu amor.
Estoy
al borde de un abismo, pinto tu mirada con las acuarelas de mi alma en las
oscuridad de sus paredes pinto tu sonrisa, la rescato y la grabo en el lienzo
más bello de un azul suave que cubre mi piel, plasmo las melodías de mis
versos, versos que solo a ti te pertenecen, como te pertenecen también mis
labios cargados de besos, los que llevan tu nombre porque eres mi poema secreto
donde desgrano sueños eternos, que viven en mi memoria.
Hoy dejaré vida mía que mi boca se desnude, dejaré que se explaye en su lenguaje, el mismo que usan mis sueños, dejaré para ti que poco a poco te has ido convirtiendo en mi yo en esa luz que alumbra mis noches de largas charlas donde se disfrazaban los te amo, con un tímido hola, y los besos escritos eran palomas silenciosas que a poco, se iban metiendo en mi alma, y yo, perezoso me metía en tus sueños que ya eran los míos, donde el desespero de no poder abrazarte, besarte y tocarte, se convertían en el más salvaje tormento, y en estos locos y extraños sueños, donde siento que eres parte de mi mundo, le doy puerta a mi soledad.
Sé que en esta noche vendrás a mí, vida mía, recogerás los besos lentos que para ti guardo y los llevarás a tu lecho, donde en sueños me haces tuyo.
Te amo amor mío, te amo.
Hoy dejaré vida mía que mi boca se desnude, dejaré que se explaye en su lenguaje, el mismo que usan mis sueños, dejaré para ti que poco a poco te has ido convirtiendo en mi yo en esa luz que alumbra mis noches de largas charlas donde se disfrazaban los te amo, con un tímido hola, y los besos escritos eran palomas silenciosas que a poco, se iban metiendo en mi alma, y yo, perezoso me metía en tus sueños que ya eran los míos, donde el desespero de no poder abrazarte, besarte y tocarte, se convertían en el más salvaje tormento, y en estos locos y extraños sueños, donde siento que eres parte de mi mundo, le doy puerta a mi soledad.
Sé que en esta noche vendrás a mí, vida mía, recogerás los besos lentos que para ti guardo y los llevarás a tu lecho, donde en sueños me haces tuyo.
Te amo amor mío, te amo.
-Evitemos
que dos corazones prisioneros escapen; asegurémonos que no sepan que es
prisión, y hagamos el amor.
Dícese del que retiene un ventoso, que este le sube por la columna hasta la cabeza, y de allí surgen las ideas: yo me he retenido en un corazón enjaulado, y las ideas han sido de amor sin barreras.
Para venirme tengo que irme, y si no me voy no me vengo, y no es palabra de vengar, porque así le dijo el ganso a la gansa: ven gansa... y le hizo el amor.
Sale más caro llorar por dolor que por placer porque las lágrimas son de diferentes gemidos, y gotas de rocío no son igual a lluvia.
Muchos mojigatos hablan del placer mundano; ¿y es que acaso no vivimos en el mundo?
La caballería no trata de casquivanos ni cuadrúpedos; es la modesta pulcritud y respeto con que nos dirigimos los caballeros. Nací llorando y me dieron seno, crecí con la teta y un día me dieron en la jeta, seguí amamantado y un día me dejaron mamando. Y es que todo lo que sube baja según la edad. Para mi prisión, busco un alma que pague el castigo de la indiferencia sintiéndose en el purgatorio con el pene y pene. Que tú me hagas sentir ni tan solo una caricia ni un beso, eso sí es admirable. Te amo. Y no es tan fácil decirlo. Te amo porque eres la miel de mi colmena, aunque me costó años así llegar a sentirlo, porque tú haces mi vida feliz y amena. Eres ser de la pureza de espíritu, que me brinda su amor a manos llenas.
En mi vida amorosa solo existes tú. A quererte toda mi vida me induces con tus dulces cadenas. Qué lindos son los días que paso junto a ti, cada momento y suspiro que arrancas de mi ser, desde el instante mismo que tu mirada consentí. Te convertiste en el rey de mi parecer.
Qué ideas románticas más preciosas me conversas. Eres ideal como pareja eterna de mi persona, con tu presencia y tus modalidades tersas. Has hecho de toda la tierra un lugar de confortable zona, las estrellas danzan jubilosas. Cómo el mar clama con su voz de olas contentas. Todo por loor a nuestra unión de cualidades hermosas que hacen a nuestras demostraciones sentimentales suculentas. Te estoy queriendo como nunca imaginé,
esta ventaja de tenerte a mi humilde lado, hace realidad lo que siempre con entusiasmo soñé: Llegar a ser (como soy) tu amado... Cuando tus sentidos se duerman, y entregado al sueño tu cuerpo se quede huérfano de espíritu ahí estaré yo vida mía, me pondré a tu lado, te besaré dormido y acariciaré tu piel, sin dudarlo besaré tu boca con toda la ternura que mi alma me permita, esta noche vida mía serán mis dedos los que viajen por tu espalda, te dejaré la piel llena de sensaciones y en cada poro te dejaré impregnado mi perfume para cuando abras tus ojos a un nuevo día me sientas más que nunca, me meteré en tus sueños, y jugaré entre tus dedos, te besaré y me enredaré en ti como un duende travieso que solo quiere verte reír y feliz, me meteré en tu alma y dejaré escritos mis versos, caminaré despacio al tiempo que dejo ese beso eterno para ti mi amor.
Esta noche amor mío cuando me sueñes, abrázame fuerte porque estaré contigo, no me sueltes cuando tus ojos se abran a la vida, esta noche sabrás lo que es soñar de verdad, porque cuando te mires en mis ojos verás la verdad, verás que es amor y no olvido, sabrás esta noche cómo siento por ti, y mi regalo será mi sonrisa, pues como me dices en mis sueños, un día sin sonrisas es un día perdido. Hoy amor soñamos cuerpo a cuerpo, abrázame fuerte vida mía.
Dícese del que retiene un ventoso, que este le sube por la columna hasta la cabeza, y de allí surgen las ideas: yo me he retenido en un corazón enjaulado, y las ideas han sido de amor sin barreras.
Para venirme tengo que irme, y si no me voy no me vengo, y no es palabra de vengar, porque así le dijo el ganso a la gansa: ven gansa... y le hizo el amor.
Sale más caro llorar por dolor que por placer porque las lágrimas son de diferentes gemidos, y gotas de rocío no son igual a lluvia.
Muchos mojigatos hablan del placer mundano; ¿y es que acaso no vivimos en el mundo?
La caballería no trata de casquivanos ni cuadrúpedos; es la modesta pulcritud y respeto con que nos dirigimos los caballeros. Nací llorando y me dieron seno, crecí con la teta y un día me dieron en la jeta, seguí amamantado y un día me dejaron mamando. Y es que todo lo que sube baja según la edad. Para mi prisión, busco un alma que pague el castigo de la indiferencia sintiéndose en el purgatorio con el pene y pene. Que tú me hagas sentir ni tan solo una caricia ni un beso, eso sí es admirable. Te amo. Y no es tan fácil decirlo. Te amo porque eres la miel de mi colmena, aunque me costó años así llegar a sentirlo, porque tú haces mi vida feliz y amena. Eres ser de la pureza de espíritu, que me brinda su amor a manos llenas.
En mi vida amorosa solo existes tú. A quererte toda mi vida me induces con tus dulces cadenas. Qué lindos son los días que paso junto a ti, cada momento y suspiro que arrancas de mi ser, desde el instante mismo que tu mirada consentí. Te convertiste en el rey de mi parecer.
Qué ideas románticas más preciosas me conversas. Eres ideal como pareja eterna de mi persona, con tu presencia y tus modalidades tersas. Has hecho de toda la tierra un lugar de confortable zona, las estrellas danzan jubilosas. Cómo el mar clama con su voz de olas contentas. Todo por loor a nuestra unión de cualidades hermosas que hacen a nuestras demostraciones sentimentales suculentas. Te estoy queriendo como nunca imaginé,
esta ventaja de tenerte a mi humilde lado, hace realidad lo que siempre con entusiasmo soñé: Llegar a ser (como soy) tu amado... Cuando tus sentidos se duerman, y entregado al sueño tu cuerpo se quede huérfano de espíritu ahí estaré yo vida mía, me pondré a tu lado, te besaré dormido y acariciaré tu piel, sin dudarlo besaré tu boca con toda la ternura que mi alma me permita, esta noche vida mía serán mis dedos los que viajen por tu espalda, te dejaré la piel llena de sensaciones y en cada poro te dejaré impregnado mi perfume para cuando abras tus ojos a un nuevo día me sientas más que nunca, me meteré en tus sueños, y jugaré entre tus dedos, te besaré y me enredaré en ti como un duende travieso que solo quiere verte reír y feliz, me meteré en tu alma y dejaré escritos mis versos, caminaré despacio al tiempo que dejo ese beso eterno para ti mi amor.
Esta noche amor mío cuando me sueñes, abrázame fuerte porque estaré contigo, no me sueltes cuando tus ojos se abran a la vida, esta noche sabrás lo que es soñar de verdad, porque cuando te mires en mis ojos verás la verdad, verás que es amor y no olvido, sabrás esta noche cómo siento por ti, y mi regalo será mi sonrisa, pues como me dices en mis sueños, un día sin sonrisas es un día perdido. Hoy amor soñamos cuerpo a cuerpo, abrázame fuerte vida mía.
__Se
instala por doquier el goce, plasmando en el cosmos con giros y sin tiempo, floreciendo
en cada anochecer que furtivo se cuela debajo de las puertas y busca cobijo
entre sedas.
En cada gota de rocío que besa el rostro en reposo de las verbenas que cuelgan despreocupadas, taciturnas de los balcones entre calles empedradas. Se aspira entre manos y piernas, ternura acariciante, lirismo atrapante entre tu espacio y mis deseos, utopías vividas de antemano entre voces y grafemas con paso seguro, sabedor de la espera. Y será fuego y cadencia el goce de contemplarte a los ojos, el goce de tu respirar sobre mi cabellera, que se derrumbará sobre tu cuerpo escribiendo mi mejor sentir. Y las tinieblas despuntarán en días las verbenas, sangre que correrá por las venas y... la distancia fenecerá... fusión del alfa y el omega que morirá en goce eterno, y sonarán las campanas anunciando la finalización del destierro, matizando todo el abecedario, formando tu nombre y el mío en el azul celeste del desparramado mar, lacrando el círculo de un dilatado karma que entre danzas y desaciertos fue tejiendo un ansiado goce en el universo final de un concierto.
En cada gota de rocío que besa el rostro en reposo de las verbenas que cuelgan despreocupadas, taciturnas de los balcones entre calles empedradas. Se aspira entre manos y piernas, ternura acariciante, lirismo atrapante entre tu espacio y mis deseos, utopías vividas de antemano entre voces y grafemas con paso seguro, sabedor de la espera. Y será fuego y cadencia el goce de contemplarte a los ojos, el goce de tu respirar sobre mi cabellera, que se derrumbará sobre tu cuerpo escribiendo mi mejor sentir. Y las tinieblas despuntarán en días las verbenas, sangre que correrá por las venas y... la distancia fenecerá... fusión del alfa y el omega que morirá en goce eterno, y sonarán las campanas anunciando la finalización del destierro, matizando todo el abecedario, formando tu nombre y el mío en el azul celeste del desparramado mar, lacrando el círculo de un dilatado karma que entre danzas y desaciertos fue tejiendo un ansiado goce en el universo final de un concierto.
La felicidad
de Guillermo tardó en colar en su
entendimiento. Primero lo sobresaltó el ímpetu de Pedro, después le sorprendió
lo que le decía, más bien cómo se lo decía, con talante acusador como si él
fuera culpable de todo. Solo luego se permitió saborear el significado, le
confesaba su amor. Lo encerró en sus brazos y lo atrajo hacia él sin reparar en
las puntadas que destellaban en su carne. Sonrió al percibir las manos
inquietas de Pedro que buscaban asirse a su espalda.
__Nahuel
__lo oyó decir, y aflojó el abrazo para permitirle emerger de su pecho__. No
soporto que tú creas que soy un nene bien caprichoso y frívolo.
__Es que lo
eres, Pedro, o al menos así te han criado. __Se inclinó y apoyó los labios
sobre la boca entreabierta de él__. Pero a mí me gustas de todos modos _ aseguró,
la voz claramente afectaba después del ligero contacto. No se trató de un beso
suave ni romántico sino por el contrario, Guor tomó con salvajismo lo que había
anhelado desde que lo había dejado en lo de doña Sabina, se cobró la espera,
los desprecios, los maltratos y temores iniciales o que lo apartara de su lado
a futuro. Quería hacerle entender lo que Pedro tenía en claro, que era de él y
solo de él, que le pertenecía, no sería de nadie más que de Nahueltruz Guor.
Abandonó el beso para arrastrar los labios por el cuello blanco y delgado que
siempre miraba como un tonto.
__Dímelo de
nuevo __le suplicó__Dime de nuevo lo que me gritaste recién.
Pedro no
conseguía hilvanar una frase coherente. La cabeza le giraba, el cuerpo le latía
como si fuese un corazón gigante. Le había besado Camila y alguna chica más a
lo largo de su vida pero ninguno como él.
__ ¿Por qué
quieres que lo repita? Lo sabes bien, estoy loco por ti. Pienso en ti de la
mañana a la noche. No consigo concentrarme en la lectura, ni siquiera a veces
en lo que me dice mi hermano, ocupas mi mente y todos mis pensamientos. Siempre
ahí, siempre en mi cabeza. Y cuando supe que podías morir quise que ese hombre
regresara, me buscara o ir a su encuentro y morir contigo.
__! Nunca
vuelvas a decir algo así!
__! Es la
verdad! ¡Deseé eso! Es una locura, lo sé. Pero todo lo que se refiere a ti, es
una locura.
Guor se
apartó con suavidad. Pedro tuvo miedo, no de él sino de lo que iba a decirle,
porque lo miraba con abatimiento.
__Tienes
razón. Lo nuestro es una locura, un imposible. __Se alejó dos pasos hacia atrás
y Pedro sintió frío__. ¿Qué puedo darte yo? Nada. Soy un hombre sin patria, sin
bienes, sin educación, sin dinero. Nadie comparado contigo, que naciste en cuna
de oro. Eres hijo de un noble, tienes estudios en los mejores colegios, eres
refinado y culto. Conoces el mundo y estás acostumbrado a vivir entre
algodones, con lo mejor. ¿Sabías que no terminé el secundario para volver con
mi padre? Apenas hablo castellano y no bien, escribiéndolo soy peor.
__Yo puedo
enseñarte, yo quiero enseñarte.
__ ¿Sí? ¿Qué
más querrás enseñarme? ¿A comer con los modales de un noble, a vestir con buen
gusto, a moverme en la sociedad con clase como lo hace tu prometida o ese
doctor que los acompañó?
--¡Eres
injusto!
__No lo creo.
Dime una cosa, ¿por qué te asustaste al verme y me trataste con desprecio al
conocerme?
__! Porque
eres un engreído insoportable y porque te temía! __Guillermo se abalanzó sobre
él y volvió a sujetarlo por los brazos con crueldad__. ¡Suéltame, me haces
daño!
__Yo te diré
por qué me tratabas mal, porque te calentaba…
__! Maldito
seas!
__Porque te
calentaba __prosiguió él, aunque dudaba que Pedro lo escuchara a causa de su
llanto__. Un indio te calentaba, a ti, el hombre de clase, cuya prometida es
hija de un juez. El caballero se sentía atraído por el vagabundo. Y eso al
tiempo que te seducía, te daba asco.
__Guor, no.
Por favor __sollozaba.
Pedro se
ahogó y comenzó a toser, Guor se apartó y lo miró con angustia hasta que se
repuso. Le pasó un jarro con agua que Pedro bebió y se secó dándole la espalda
con la ropa. Humillado, ofendido y lastimado, depositó el jarro en una piedra y
abandonó el establo sin pronunciar palabra ni echarle un vistazo. Nahueltruz se
sentó en el borde del camastro, se cubrió el rostro, y se echó a llorar.
“Con
usted a mi lado nada me es urgente, salvo esa necesidad imperiosa de besarlo
constantemente, en cuanto la ocasión me precipita a su boca, su frente, sus
manos, el silencio de su cuello y cada rasgo que el tiempo forja exacto, su
rostro. No preciso de cotidianos amaneceres desligándome de los sueños, si con
usted no distingo si sueño, duermo o vivo, o si vivo soñando durmiendo en
usted. No me apremian las noches con sus lunas, casi llena,
recibiéndome en la pasarela de la alcoba, desvinculando sus ropas, liberando sus pezones
en la libertad de mis ojos, en las caricias caprichosas de los tentáculos de mis manos, y el encaje de la breve tela que sujeta sus caderas, ocultando entre sus piernas el púbico vello de la belleza de sus ingles, la acrílica tela que mis dedos acompañan, donde todo es atraído a su centro, en la física inercia que hace nuestra química. Y en este instante nada me sorprende nada me es importante, tengo en usted al Dios que no me abandona, una guerra de abrazos sin vencedores ni victorias, un hambre ajena que nadie sacia, mi sed en su justicia, mi tráfico de influencias, mi universo privado en su mundo personal, su vida, la mía, la del universo y la del mundo, un principio con millones de finales, su espacio, mi tiempo mi muerte y su vida. Con usted tengo sin prisa y con risas, lo que Dios no me da y el hombre me niega, tengo en usted, solo en usted todas mis esperanzas perdidas.
recibiéndome en la pasarela de la alcoba, desvinculando sus ropas, liberando sus pezones
en la libertad de mis ojos, en las caricias caprichosas de los tentáculos de mis manos, y el encaje de la breve tela que sujeta sus caderas, ocultando entre sus piernas el púbico vello de la belleza de sus ingles, la acrílica tela que mis dedos acompañan, donde todo es atraído a su centro, en la física inercia que hace nuestra química. Y en este instante nada me sorprende nada me es importante, tengo en usted al Dios que no me abandona, una guerra de abrazos sin vencedores ni victorias, un hambre ajena que nadie sacia, mi sed en su justicia, mi tráfico de influencias, mi universo privado en su mundo personal, su vida, la mía, la del universo y la del mundo, un principio con millones de finales, su espacio, mi tiempo mi muerte y su vida. Con usted tengo sin prisa y con risas, lo que Dios no me da y el hombre me niega, tengo en usted, solo en usted todas mis esperanzas perdidas.
Con
usted, no me sorprendo del amor, ni de estas emociones que ha provocado, lo que
en verdad me asombra y con razón, es lo que usted me hace sentir cuando estoy a
su lado”.
__
Te oí, Nahuel, te oí. Desnúdame de temores, de miedos molestos y vísteme con
tus besos y caricias. Desnúdate de tristezas, de amores que mal te amaron y
deja que te vista con mis labios, con mis dedos que te recorran por completo. Desnudémonos
de malos hábitos, de malos ratos y cubramos nuestros cuerpos de amor y deseo,
de sueños por vivir y momentos felices por construir. Te desnudaré lenta y
suavemente, te despojaré de tus ropajes para poner sobre tu piel un vestido
tejido con mis manos que poco a poco te llenarán de caricias, de apretones, de
mordiscos, de pasión. Me desnudaré para ti, o desnúdame tú mientras tu mirada
me hipnotiza y tus palabras me hechizan, deja caer mi ropa al suelo y llena mi
piel de ti, de tu olor y tus gemidos, de tu amor y tu lujuria quiero vestirme. Vamos
a dejar nuestros cuerpos vestidos de piel, abrazados y felices, plenos y
saciados de amor y pasión, de ti y de mí.
__Me
encanta mirarte y ver en tus ojos ese destello de felicidad, esos ojos que son
mi refugio y donde quiero perderme, me encanta tu sonrisa, ese bella mueca que
engalana tu rostro y le muestra al mundo esa alma enamorada, podrán quitarme
todo, pero jamás quitarán de mis ojos, esa pícara sonrisa tuya, además extraño
esos labios delineados y carnosos, que
son mi deseo, mi pasión y que solo
pensar en ellos me desvelo, mas cómo me encanta verte respirar
y sentir el calor de tu piel mientras duermes acurrucado en mis brazos, por eso me encanta amarte, y sentir cómo nuestros cuerpos comienzan a incendiarse y en cada poro se siente la pasión, mientras los cuerpos vibran al unísono, porque amarte a ti es un boleto al paraíso.
y sentir el calor de tu piel mientras duermes acurrucado en mis brazos, por eso me encanta amarte, y sentir cómo nuestros cuerpos comienzan a incendiarse y en cada poro se siente la pasión, mientras los cuerpos vibran al unísono, porque amarte a ti es un boleto al paraíso.
Tú
que eres el sol de un invierno tan crudo tan gélido donde la escarcha pretende
atrofiar los
sentidos, ahí llegas amor con tu bendita tibieza que extirpa todo lacerante ayer.
No presume la vida mirar tus ojos cuando recibe la pureza de tu alma, la alegría celebra tu compañía que revitaliza cada poro de una piel ausente. Andrómeda oscila lejana no solitaria, sin temor al dolor porque en tu inventario permanece tu aliento cruzando montes y valles para cuidar esta sonrisa eterna.
sentidos, ahí llegas amor con tu bendita tibieza que extirpa todo lacerante ayer.
No presume la vida mirar tus ojos cuando recibe la pureza de tu alma, la alegría celebra tu compañía que revitaliza cada poro de una piel ausente. Andrómeda oscila lejana no solitaria, sin temor al dolor porque en tu inventario permanece tu aliento cruzando montes y valles para cuidar esta sonrisa eterna.
Diario
de Blanca Montes.
Tía
Carolita dispuso que la mejor modista de Buenos Aires hiciera del vestido para mi tertulia, parecía
muy interesada en que descollara esa noche. Me gustaba tía Carolita, y de tanto
observarla terminó por convertirse en mi paradigma. Menuda, bien formada, con
rostro con lineamientos suaves y redondeados, representaba cuanto yo aspiraba.
Me volví su sombra e intenté imitarla en el íntimo detalle. Me gustaba la forma
en que llevaba el tenedor a su boca, la manera como sonreía, lo posición que
adoptaba en el sofá de la sala, la manera que tenía para mover las manos y cómo
tragaba el jugo sin hacer ruido. En vano quise estornudar como ella. Nunca le
escuché levantar el tono de voz. Sus prendas desprendían un aroma a violetas
que la perseguía como una estela por las habitaciones de la casa, me inclinaba
sobre su bordado solo para olerlo. En el rezo
del Santo Rosario, nadie enunciaba las letanías como ella. El frufrú de
mis faldas nunca llegó a ser como el de las de ella, pues movía sus pies con un
garbo que no conseguí emular. Los cierres de su abanico se volvieron mi
obsesión, y perdí tardes enteras frente al espejo tratando de alcanzar el
estilo- La imitaba en su frugalidad, pero
siempre me quedaba con hambre. En todo, eran su bondad innata y su
predisposición a querer a todo el mundo lo que frustraba mis intentos por
parecerme a ella. Sin embargo, sus modos suaves no carecían de firmeza en
absoluto, y entre parientes y amigos, su palabra contaba como la de un
magistrado. La nobleza, honestidad y decoro de tía Carolita la precedían en
cualquier círculo e institución porteña y, aunque muchos la adulaban por su
posición económica- social, ella se dirigía al ministro o al hacendado con la
misma afabilidad y respeto con que trataba a su cochero Cirilo. Aunque coqueta
y siempre a la moda, se trataba de una mujer refinada que gustaba de la lectura
y de departir con hombres cultos, sobre todo con su marido, a quien consideraba
al ser más acabado de su sexo.
A
diferencia de otras mesas, en casa de los tíos, se podía conversar mientras se
comía, y fue allí donde escuché, de labios de ella y de tío Jean Èmile,
razonamientos e ideas que ampliaron los horizontes de mi estrecho mundo de mi padre o del convento. Un mediodía en que
mi tío, antagónico a las doctrinas de la iglesia, se quejaba de la Inquisición,
tía Carolita expresó: “Necesitamos una religión que no nos obligue a ser buenos
bajo la violenta amenaza de castigos
infernales”.
Aunque
mis ojos se abrían a un nuevo y magnífico mundo, mis viejas pasiones
permanecían latentes en mi corazón y pedí autorización a tía Carolita para cultivar en una porción
del jardín mis plantas medicinales. Alcira me ayudaba, y fue la primera en
beneficiarse una mañana con el semblante descompuesto y las malditas
almorranas… Se mostró incrédula cuando le aconsejé baños de asiento tibios con
una infusión de malva tres veces al día y un ungüento que yo misma preparaba a
base de cebo de cerdo y clavo de olor. A la mañana, siguiente manifestó con
asombro que lo peor había pasado, y al cuarto día ni se acordaba. Tiempo
después. El tío se aproximó con una actitud cauta y reservada y, tras algunos
circunloquios, me preguntó sobre algo para la ciática. Escondí una sonrisa y le
indiqué que se recostara que enseguida le prepararía una cataplasma de coles
bien calientes que jamás había fallado a tío Tito. Los dolores menstruales de
tía Carolita la postraban tres días cada mes a pesar de su buen talante pero sabíamos que padecía.
En el mamotreto de Tito no encontré nada
para ese pesar pero recordé que mi padre solía recetar grandes cantidades de
una infusión de raíz de angélica, que
sabía como agua de estanque, y que tía Carolita bebía cada mes, gustosa de
haberse desembarazado de aquellos retortijones.
En
la noche de la tertulia conocí a la familia de tío Francisco. Doña Ignacia lucía
hermosa, su belleza, sin embargo, no compensaba la displicencia y arrogancia
del gesto y luego de un rato, sus ojos ya no me parecían tan almendrados ni su
piel tan untuosa. Dolores, completamente de negro, me concedió una inclinación
de cabeza antes de marchar hacia el piano, donde acomodó sus partituras y pasó
gran parte de la noche deleitándonos con su interpretación. Se negó a cantar.
Soledad que no había heredado un solo rasgo de Ignacia se dignó a estrechar mi mano
para luego agregar que sus amigas la aguardaban en otro salón. Por último, tía Carolita,
me presentó a Magdalena, la más joven de los hijos de tío Francisco.
(Magdalena,
madre de Pedro y Laura). Su belleza era, sin lugar a dudas fuera de lo común, y
llamaba la atención de cuantos posaban los ojos sobre ella. Aunque parecida a
su madre, sus rasgos lucían más delicados y el corte refinado de su cara,
desprovisto de la soberbia de doña Ignacia, le confería el aspecto de un hada
de cuentos, etérea, grácil,
resplandeciente, la piel blanca, de una blancura que daba ganas de acariciar.
Nunca había visto tantos bucles dorados bañar la espalda de una mujer, caían
como racimos de uvas y rebosaban cuando movía la cabeza. Me recordó a la abuela
Pilar.
Magdalena
se sentó junto a mí, y luego de pasarme un vaso con agrio y de servirse uno
para ella, me dijo: “Yo me acuerdo bien de ti: tú ganaste un concurso de baile
hace muchos años, un 25 de mayo. Mis hermanas también participaban, pero, antes
de que comenzara la música, las muy bobaliconas se asustaron y corrieron donde
mamá”. Conversamos acerca de ese día, ella recordaba detalles que yo había
olvidado. Magdalena era desinhibida, generosa, llena de vigor y anhelo. La
encontraba tan encantadora e interesante, como petulantes y desabridas a sus
hermanas. Más en confianza, Magdalena se animó a preguntar: “¿Es cierto que
eres médica como tu papá?”. No me causó risa la equivocada pregunta ni cómo se
habían tergiversado los hechos hasta convertirme en médica, sino la forma en
que ella me inquirió, expectante, ansiosa. Le hubiese dicho que sí y creo que
habría sufrido un síncope de la emoción. Le expliqué que no, que era imposible,
las mujeres tenían prohibido ingresar a
la universidad. ¡Qué injusticia!, expresó, y un instante después el semblante
furioso se le endulzó ante la aparición
de un caballero en la sala.
Fue
esa la primera vez que vi al general José Vicente Escalante, el hombre más
apuesto y elegante que conozco, siempre atento a los detalles de su aspecto y
vestimenta, como elementos inseparables de su reputación de gentilhombre y
lamento haberlo visto entonces, que fuera ese hombre quien causara la rivalidad
eterna con Magdalena. Esa noche llevaba prendas de confección exquisita, y al
inclinarse en el gesto de besar la mano de mi prima Magdalena, desprendió un
aroma a vetiver y sándalo, tan excéntrico como cautivante. El cabello corto,
peinado hacia atrás, era negro y brillante a causa del sebo fijador, también sus ojos eran negros, tanto que
resultaba imposible distinguir el iris de la pupila. Aunque impecable y a la
moda, Escalante no ostentaba, sin embargo, el aspecto de su currutaco, sino más
bien el de alguien casual, despreocupado, casi indiferente.
Magdalena
nos presentó, y el hombre se acomodó en el canapé a nuestro lado, pese a que aún
no había terminado de saludar. Se dirigió a ella como si yo no existiese, y, un
momento más tarde, al ser requerido por mi tío Francisco, nos dejó solas.
Aunque
atractivo e interesante José Vicente Escalante Beggio me había intimidado, y
sentí vergüenza de encontrarle la mirada. Se notaba que Magdalena le profesaba
gran admiración, y se refirió a él con orgullo para comentar que acababa de
regresar de Europa, donde había visitado al general San Martín en París.
Tienes
que saber, Blanca, me aclaró con solemnidad, que el general Escalante es uno de
los héroes de la independencia americana. Se trataba de un hombre que había
pasado los cuarenta, era soltero y muy rico. “Es cordobés”, añadió mi prima. “Allí
tiene su residencia permanente y una de las estancias más prósperas de la
región”.
Como
Escalante se sentó a mi lado durante la cena casi no probé bocado. Él
conversaba mayormente con mi tío Jean, con el esposo de Florencia Thompson,
Faustino Lezica, y José Mármol, un periodista y hombre de letras que se quejaba
de de la abyecta situación a la que estaba reduciendo el tirano _-así llamó a
Rosas__ “a las gentes decentes”. Aunque reconcentrado en los decires de estos
caballeros, Escalante me lanzaba vistazos que no supe interpretar. No me
dirigió la palabra esa noche, y, sin embargo, su presencia me abrumó como si el
único invitado fuera él, la suya, la única voz, yo, su único punto de atención.
El resto de la velada traté de distraerme con Magdalena y sus amigas y cuando
la gente comenzó a marcharse de la casa de tía Carolita, esta regresó a la
normalidad y experimenté un gran alivio.
Al
día siguiente, Escalante visitó a mi tío por la tarde, decidí recluirme en mi
habitación. A poco, Alcira llamó a la puerta: el señor Jean Èmile me requería
de inmediato. Alcira ayudó a adecentarme, y me presenté en la sala a
regañadientes.
Allí
estaba Escalante tan impertérrito como la noche anterior, de pie junto a mi
tío, cuya figura desgarbada y lánguida, su sonrisa tierna y mirada bonachona
solo exacerbaban la dureza de las facciones del visitante.
¿Por
qué me mira como si quisiera matarme?, recuerdo que pensé.
Tomamos
asiento. Alcira trajo chocolate y lo sirvió. Solo se escuchaba el tintineo de las
cucharas. Yo apelaba a la locuacidad del tío pero parecía muy a gusto
saboreando su chocolate caliente y no esbozaba palabra. Escalante me miraba. Yo
sabía que lo hacía, advertía el peso de sus ojos como un yunque sobre la
cabeza.
“Me
dice su tío que usted tiene grandes conocimientos en medicina y farmacopea”,
habló repentinamente el general, y yo contuve el aliento. Dejé la taza sobre la
mesa.
Cuando
quiere Escalante se sirve de maneras afables y graciosas. Esa tarde me prestó
toda su atención y, aunque me miraba fijamente, la expresión se le había suavizado y ya no le tenía tanto
miedo. Mostró gran interés en mi historia personal y en la manera en que me
había familiarizado con las enfermedades y las curaciones. Hombre extremadamente
culto, había conocido otros países y gentes, lo que enriquecía la conversación
con anécdotas e historias fascinantes.
Dos
días más tarde regresó a la hora de almorzar, y mientras tomábamos café en la
sala contó que, siendo él un soldado muy joven del Ejército de los Andes,
afincado en Mendoza su capitán le había
ordenado que hiciera guardia frente al polvorín y que no permitiera el acceso,
en especial a quien llevara espuelas,
pues los chispazos contra el piso de ladrillo podían ocasionar una explosión.
Algunas horas de guardia transcurrieron monótonamente hasta que el mismo don
José de San Martín se presentó en el polvorín. “Alto, mi general”, exclamó
Escalante, y le cruzó el fusil. “Muévase soldado”, ordenó San Martín de mal
modo. “No, mi general, hasta que no calce zapatillas, no lo dejaré entrar”. San
Martín le preguntó el nombre y se marchó.
Una
hora más tarde, lo mandó llamar. En el despacho también se hallaba Rivas, el capitán
que había impartido la orden. Ambos lanzaron vistazos aviesos al joven
Escalante, que mantenía la cabeza en alto y dominio de sí. San Martín dio un
paso al frente, se plantó frente al soldado impertinente y, extendiéndole la
mano, dijo: “Lo felicito, soldado, eso es cumplir una orden. Hombres como usted
necesita la patria para triunfar”.
Luego
vino la victoria de Chacabuco, donde Escalante se destacó en combate, y tiempo
después el ascenso a teniente, acompañó a San Martín hasta Lima en 1821. Para
aquel entonces, ya era un oficial de prestigio y amigo personal del general.
Escalante
continuó visitándonos tan asiduamente como sus compromisos lo permitían. Mi
prima Magdalena también nos visitaba con frecuencia y solía pasar temporadas en
la casa para escapar a la fusta de su madre, me gusta ella, es inteligente
aunque no cultivada, atrevida y bromista, recuerdo que solían sorprenderme sus
ideas y ocurrencias. Creo que me encariñé con ella porque, en parte, me
recordaba a María Pancha, que no conté pero en verdad es una princesa africana,
descomedida y rebelde, solo admiraba a tía Carolita, y a lo único que le temía
era a quedarse sin postre. Ansiaba las visitas de Magdalena, cada día junto a
ella traía una sorpresa, una aventura, casi terminábamos desternillándonos de
risa hasta que nos dolía el estómago... En una oportunidad, nos encontrábamos
en el huerto y Alcira anunció con intención la llegada de Escalante. El
semblante de Magdalena, radiante un segundo atrás se ensombreció, y unos celos
ciegos se apoderaron de su genio.
“El general
pretende a Blanca”, expresó, mientras nos encaminábamos hacia la casa, y yo no supe qué decir. Escalante era atractivo y
cariñoso con ella, como lo hubiese sido con un cachorro. Resultaba obvio que, a
sus ojos, mi prima era una niña, hermosa y prometedora, sí, pero una niña al fin.
Conmigo, aunque solemne y a veces distante, Escalante mostraba una atención
especial que a nadie pasaba inadvertida.
Meses
más tarde, el general organizó un sarao en su casa de la calle San José- Mis
tíos y yo llegamos tarde, cuando la fiesta se encontraba en su apogeo y los
invitados, repartidos en los salones. Disfrutaban del baile y del ambigú. Mi
tía Ignacia fue conmigo tan desdeñosa como pudo, al igual que Soledad y
Dolores, mi tío Francisco, en cambio, me saludó con afecto, con ese mohín de
quien tiene que soportar a diario una ordalía. Magdalena, más hermosa que nunca con su vestido de tafetán rosa, bucles
color trigo bailaba el minué con el general en la sala contigua. Mi tía Ignacia
comentó: “Está claro que el general Escalante organizó esta fiesta en honor de
Soledad”, y apretó la mano de su hija, que bajó la vista. “Desde hace meses
visita nuestra casa y siempre pide por ella. Dice que la encuentra agradable e
interesante en su conversación. Yo sabía que no podía ser tan culta en vano,
hija mía”. Francisco se marchó.
El
resto de la noche Escalante bailó conmigo. Tampoco se separó de mí cuando se
hizo una pausa en la música para escuchar a Dolores interpretar al piano la
Marcha Turca, o para comer, y beber. Recuerdo que lo encontré particularmente
elegante, vestido a la última moda con su saco inglés de cuello alto, llevaba
chaleco de piqué con reloj de leontina de oro, y aquella loción que hechizaba.
Cuando el sarao languidecía, el general me pidió lo acompañase a su despacho,
acepté entusiasmada en la creencia de que me mostraría su biblioteca, me
condujo en silencio por el pasillo, y con un movimiento de mano, me indicó que entrase. Luego de correr la puerta, caminó hacia mí, me envolvió en
sus brazos y me besó ardientemente. No respondí, no sabía cómo hacerlo, lo dejé
actuar y, mientras sus manos me recorrían la cintura y sus labios me humedecían
el cuello, su voz entrecortada y ronca repetía mi nombre con una dulzura
inusual en él: “Después de todo”, pensé, “el duro general Escalante está tan sediento
de cariño como el más sentimental de los mortales”.
__Te
casaras conmigo _ le escuché decir, y un nuevo tono imperioso, arrogante, se
apoderó de su acento.
__Sí,
general _me sorprendió mi propia voz al responderle”.
__
Pedro
cerró el diario con los ojos brillantes.
“Ahora
entiendo mamá, por qué no eres feliz, por qué papá nos dejó en lo de la abuela
Ignacia, él siempre amó a… Blanca Montes, pero… ¿dónde está ella?
__
Reposo
afiebrado, sediento en la noche húmeda, oscura la luna se apaga y se esfuma,
entre la noche sin tiempo la bruma, impregnada de perfumes de aromas y vientos con
rayos y tormentas y los fuegos del
cielo, iluminada. La fiebre bulle, desata en mi cuerpo temblores profundos, desgajado
mi cuerpo, dolores mudos, mi cuerpo desnudo y busco el alivio en el fresco remanso del espejo del río… fenece mi vida entre mis dolientes despojos,
moribundo. Desgajado, ardiente y roto, divago en tiempos sin tiempo. Siento mi
tormento mi fiebre alucina, con sonidos de alas, noche de luna corporizando fantasmas, aromas
de brujas, afiebrado el cuerpo en húmeda bruma que se lleva mi vida.
Apareces
en la noche cabello al viento, de brasas tus ojos, piel encendida de rosa y fuego, y como un
ángel te siento, es una bruja y la
muerte, me digo, ya el infierno presiento recrudecen mis rotas cimientes, que
ya son solo despojos. Un derroche incitante, deseos lacerantes, bestiales
latidos y mis sentidos presienten tu cuerpo, tu aliento y gemidos que provocan gozos y retozos,
entre arrebatos doloridos mis lujurias, locuras desatadas unidas tu pelvis y la
mía.
Olvido
la vida como si todo lo que fue no
hubiera sido y siento tu brujo corazón en urgente bramido, pavoroso bebo de tu boca, con el volcán de tus
pezones hermosos, mi espalda siente las
caricias de tus manos ¡qué castigo! A tu cuerpo de bronce y fuego todo mi
cuerpo te entrego, entre tus placeres
infernales hierbe el calor en mi savia, siento
tus murmullos ardientes, sumergido en el sosiego esperando el éxtasis y gozo,
eterno se me hace el tiempo.
Murmuras,
entre un amor prohibido y su dulce premura de un ángel y un mortal, vive sobre
todo mal, bella locura tus caricias son llama viva, mis abiertas heridas me
curan, ya las fuerzas me retornas, siento que ya vuelvo a la vida.
Tu
cuerpo, bronce y fuego se ilumina, abres tus alas doradas, las agitas el viento y sonríes, sostienen tu
cuerpo que brama, te pierdes en la noche
sin tiempo, y en las sombras en calma pronto entiendo tus codicias, curándome
mi carne desgajada. Amor y sosiego me
diste, tus besos de fuego, tibias tus caricias. Y mis heridas curaste, con tu amor y tu aliento que brama, robada por ti mi
vida y mi calma, te llevaste mi alma al infierno. Te buscaré en mil infiernos.
En mil años, y en mil vidas. Quédate con mi alma, solo dame tu amor, huinca,
aunque seamos de mundos diferentes.
CONTINUARÁ.
HECHOS
Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER
PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE
ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.
Norma Delicioso amor
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ResponderEliminarMaria Cristina Excelente, gracias
ResponderEliminarDelia Bellísimo
Kuki De gran significado !!
ResponderEliminarLily Rz Belleza de letras 🤗
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Raul Hermosa
ResponderEliminarSonia Un escrito lleno de emociones
ResponderEliminarNorma Exactamente Excelente
ResponderEliminarChikis Lindo
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ResponderEliminarR Sonia P Mi Querida Eve Monica Marzetti <3
Victoria Magestuosas letras que alegran el vivir
ResponderEliminarBellísimo Eve...Los dos saben que pertenecen a mundos distintos pero el amor no entiende de esas diferencias y su poder es mayor...
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