EL
EMBAJADOR.
TERCERA
PARTE.
CAPÍTULO
VEINTISIETE.
POEMAS
DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA (PABLO NERUDA)
POEMA 18.
AQUÍ TE AMO...
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.
Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.
O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.
Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aun entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.
Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.
Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.
Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento,
quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre.
POEMA 18.
AQUÍ TE AMO...
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.
Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.
O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.
Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aun entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.
Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.
Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.
Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento,
quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre.
Pedro, con Abdul, el niño de cinco años del
Congo que hacía meses había quedado huérfano y del cual sin saber el porqué
Guillermo se había enamorado al instante de conocerlo en el hospital más
cercano a la selva donde se hallaba la misión, donde acababa de perder a toda
su familia, avanzaba de la mano de Pedro, los dos lo observaban reír y dar
besos a los niños que se le acercaban.
__Vamos, Pedro. Llegó mi papá.
Se detuvieron cerca de la entrada a la casa
de las religiosas, ambos absortos mientras contemplaban a Guillermo.
__Sonia trae a un niño con él __comentó
Abdul__. Debe de ser Koly. Tiene la cara quemada.
Pedro no oyó el comentario, Guillermo acababa
de descubrirlo. No lo supo por su expresión de azoro, sino porque se detuvo de
pronto.
__Hay que llevarla al hospital. Ya _urgió
Guillermo, mientras rodeaba de gasa la base del tubo y lo pegaba al cuello con
cinta adhesiva.
__ ¿En esta tormenta? __ se espantó la
religiosa__. Es muy peligroso.
__La coniotomía es un procedimiento de
urgencia en casos de asfixia, pero requiere cuidados intensivos inmediatos. Los
riesgos son muchísimos. Tenemos que ir.
__ Madre _intervino, Pedro__, deme las llaves
de la Range Rover. Yo la llevaré.
__Yo voy con vos __dijo Guillermo, y Pedro,
conocedor de esa expresión resuelta, supo que de nada valía intentar disuadir
al… embajador.
__ ¿Cómo es que sabes de esas maniobras? _se interesó Pedro.
__Por
mi exesposa, Silvina, era de las mejores, la mejor cirujana del hospital y por años oí cómo estudiaba… lo hacía en voz alta, ya recibida comentaba
los casos en casa _respondió Guillermo centrando la mirada en el perfil
reconcentrado de Pedro en la ruta__. Llevo siempre conmigo su maletín de
emergencias, el que quedó en casa. Murió
por ir a atender un llamado una noche de temporal.
__No
fue negligencia y lo sabes Guille, Silvina no murió, la mataron.
El
rostro del embajador se clavó en el de Pedro.
__
¿Cómo?
__Que
con ella viva tú no estarías acá ¿me equivoco?
Guillermo
guardó silencio unos instantes.
__No,
ella al menos no estaría acá, supongo
que tampoco yo.
_ ¿La
extrañas todavía?
__A
veces sí _ dijo Guillermo_. Fue muy buena compañera y madre, yo entonces pensé
que la amaba, no sabía que podía desear
a un hombre, me sentí perdido cuando murió.
__ ¿De
verdad nunca hubo nadie?
__Vos
fuiste mi primer hombre Pedro.
__Lástima
no poder decir que fui el único, lo mismo fuiste en mi vida.
__!
Pedro! ¿Me vas a decir si vos mataste a Matías por celos? ¿Acaso enviaste
seguirnos cuando viajamos?
__Jamás
mataría por celos, no lo creo pese a lo
que viste con Arismendi, no entiendo cómo reaccioné así, supongo que se sumaron
varias cosas. Olazábal quería asesinarte, Guille, y yo solo vivo para cuidarte.
Y siempre te cuido, envié guardaespaldas, no a seguirlos.
__
¿Y el veneno en el café? Salía de la embajada, y lo sacabas vos, lo comprobé.
__Solo
vivo para cuidarte, no falta demasiado para que lo entiendas, ojalá pudieras
confiar en mí a ciegas como debe de ser. Yo por ti daría mi vida, Guille.
__ ¿Y
vos?
__ ¿Qué?
__ ¿Cómo
haces para estar acá y no saber nada de tus hijos?
__Yo
sé de ellos, Guille, y tiene gran costo este trabajo, mi niña Dayana estuvo enferma, Camila llamó
para que viajara porque me llamaba…
__No
me dijiste nada.
__Porque
no podía, estaba contigo en el hospital cuando el atentado __ dijo
embargado de emoción__. Jamás te hubiera dejado en ese momento ni
siquiera en manos de Alberto.
__ ¿Te
quedaste conmigo o cuidas de mis hijos en lugar de ir con los tuyos?
Pedro
desvió la mirada un momento y le comunicó todo en ella.
__Guille,
eres lo único en mi vida, tú y mis hijos… los tuyos son todo, tus hijos por ser parte de
ti, y porque añoro y amo a los míos prefiero no ir, cada visita significa una
despedida ulterior, y sufren demasiado, mucho más que si no me ven por cuatro años.
__ ¿Por
eso te divorciaste, por tu carrera?
__Me
divorcié porque no estaba enamorado de Camila. Pero hoy sería capaz de dejarlo
todo por amor, quisiera dejarlo todo. ¿Extrañas la paz de ser abogado y
profesor en Kansas?
__A
veces sí, pero no le fallaría a Labrapoulus ni a tu… ni a Orestes.
__Ellos
cuidan de mis hijos, el presidente es
padrino de los chicos, por ellos hablo con ellos cada semana y sé que nunca
puede pasarles nada malo, de lo contrario creo que no podría estar acá _ se
sinceró, Pedro. __Y a veces sueño con
dejarlo todo, y ser un hombre anónimo, lejos del poder. Yo no sé si alguna vez
elegí el vértigo en el que vivo, o si simplemente lo único que hice fue nacer
cerca de ellos Guille, y luego ascender una cadena de mandatos que me traen
acá. En una época me gustó, pero hoy no elegiría lo mismo que hace diez años atrás.
__
¿Adónde irías? ¿Qué harías?
__Supongo
que sería abogado, me gustaría instalarme en Argentina ¿y a ti?
__
Abogado y dar clases es lo que hice toda mi vida. ¿Por qué Argentina?
__Para
escapar de la rigidez del sitio en que nos movemos, para vivir libremente lo
que deseo y quiero.
__Qué
extraño es compatibilizar lo que haces… el veneno, lo de Matías y Arismendi, que me
salvaras y cuidaras luego del choque. ¿Desde cuándo ayudas a las misiones?
__Desde
hace mucho, no tenías que recurrir a Arismendi para ayudar a esos chicos,
Guille, yo puedo hacer lo mismo sin que pagues costo alguno.
__No
me cobra… bueno, se zarpó en esa fiesta
supongo que dirás, pero pensé que lo hacía por la ayuda que le di con lo de su
hijo.
__Eso
ya lo olvidó, lo conozco, créeme.
__Te
ordené lo de la cantante y no lo hiciste _ le reprochó por el caso de la deserción.
__Eso
está arreglado embajador, nunca dejaría
una orden sin cumplir aunque ahora esté luchando porque podamos salvar a esta
nena. __ No me busques entre las sombras largas de la tarde, ni tampoco en los
gritos ahogados de tu alma, no me busques por los laberintos ni recovecos de un
amor dormido, búscame en los amores intensos de dos enamorados tras luna, donde
las memorias perdidas vuelan y deambulan entre la bruma serena de la noche, y
en los despertares por los albores de la aurora.
Me vestiré sin prisas, y saldré con la esperanza de poder besarte, y hacer frente a ese nuevo día sin querer ser vivido, pondré mis ojos en tu retrato y minuciosamente pasearemos por tus ojos y besaré tus labios, dejándote el sabor de amor y gloria de mis besos, después saldré a buscarte por las calles, te buscaré como cada día incesante con el sueño de un encuentro, tal vez, el destino sea misericordioso conmigo y nos ponga frente a frente, entonces ¿qué haremos amor, cuando nuestras ansias se ahoguen en el pecho, cuando las palabras se queden en su cárcel, y nuestras manos se busquen? ¿Qué haremos entonces amor mío, cuando los silencios hablen por las ganas y el deseo de amar?, tal vez sigamos perdidos y extraviados por esas primaveras por vivir.
Quiero que sepas vida mía que tu enamorado no claudicará ante el tiempo por muy largo que este sea, que en la espera seguirá soñándote, mientras nuestros cabellos se conviertan en el blanco de las nubes de un cielo sereno, no importa amor que pase el tiempo, porque guardados tengo tus besos, y las caricias soñadas, estarán con la misma frescura de un tiempo, tras las rejas de las puertas de mi cuerpo vestido para la ocasión.
Esta noche y como cada noche te esperaré, sé que vendrás a recoger mis besos. Es por todo esto, para poder vivirlo que deseo ir a cualquier sitio lejano.
Me vestiré sin prisas, y saldré con la esperanza de poder besarte, y hacer frente a ese nuevo día sin querer ser vivido, pondré mis ojos en tu retrato y minuciosamente pasearemos por tus ojos y besaré tus labios, dejándote el sabor de amor y gloria de mis besos, después saldré a buscarte por las calles, te buscaré como cada día incesante con el sueño de un encuentro, tal vez, el destino sea misericordioso conmigo y nos ponga frente a frente, entonces ¿qué haremos amor, cuando nuestras ansias se ahoguen en el pecho, cuando las palabras se queden en su cárcel, y nuestras manos se busquen? ¿Qué haremos entonces amor mío, cuando los silencios hablen por las ganas y el deseo de amar?, tal vez sigamos perdidos y extraviados por esas primaveras por vivir.
Quiero que sepas vida mía que tu enamorado no claudicará ante el tiempo por muy largo que este sea, que en la espera seguirá soñándote, mientras nuestros cabellos se conviertan en el blanco de las nubes de un cielo sereno, no importa amor que pase el tiempo, porque guardados tengo tus besos, y las caricias soñadas, estarán con la misma frescura de un tiempo, tras las rejas de las puertas de mi cuerpo vestido para la ocasión.
Esta noche y como cada noche te esperaré, sé que vendrás a recoger mis besos. Es por todo esto, para poder vivirlo que deseo ir a cualquier sitio lejano.
La
lluvia arreciaba y dificultaba la visión
a un punto alarmante. Guillermo se preguntaba de qué modo Pedro sabía por qué
caminos conducir. Las monjas prometieron rezar por ellos al despedirlos, él no era creyente pero lo agradecía. Los
limpiaparabrisas no daban abasto para apartar el agua, que se precipitaba como
una cortina. La camioneta se sacudía al cruzar los baches, y Guillermo temía
que la cánula se saliera de su sitio, la incisión había comenzado a rezumar
sangre, y pronto la gasa no sería suficiente para absorberla. Su pulgar y su dedo mayor intentaban
permanecer en la muñeca de la niña para medir el pulso radial en todo momento,
y la mamá mientras… le sostenía las
piernas, lo miraba ansiosa contra todo pronóstico, allí estaba con su hija.
__En
mis viajes a ver a Angélica o a la misión he notado que el río corre por costas
bajas a diferencia de otros sectores donde lo hace dentro de una cañada, con
barrancas elevadas. No dudo de lo que dicen que se haya desbordado, y por mucho
que me mantenga apartado, aunque no veo nada simplemente por instinto sé que va
a alcanzarnos pronto.
Un
elemento contundente, golpeó el lado derecho de la Range Rover a la altura de
la mamá de la nena, y Guillermo contuvo una exclamación de pánico.
__
¿Están bien? _preguntó, Pedro.
__Sí.
¿Qué fue eso?
__El
agua, ya se inundó el camino
_respondió__. Guille ajusta los cinturones y aferra a la nena, no sé lo que tenga que hacer para seguir.
Guillermo
se sorprendió porque había pensado que se trataba de un tronco, tal vez de un
animal que los había arrollado. El golpe se repitió y una ola de color marrón trepó por la ventanilla y se retiró.
Guillermo bajó la vista, la fijó en la cánula y empezó a murmurar un pedido de
ayuda, no sabía lo que decía, mientras la mujer lloraba.
El
río no solo avanzaba sobre el camino de tierra pedregosa sino que lo carcomía
al paso de la camioneta, hasta que la velocidad de esta no resultó suficiente
para escapar del derrumbe, y sus ruedas traseras patinaron sobre el filo del
barranco y quedaron sin asidero bajo el agua. La cola del vehículo dio un
latigazo, y los ocupantes se zarandearon. La camioneta quedó inclinada como si subiese una cuesta. Si
Pedro permitía que la tracción delantera dejase de impulsarlos, caerían al río
y serían arrastrados, por lo que sus extremidades se movían con rapidez y de
manera coordinada para acelerar y cambiar las marchas, buscando un punto en
donde la camioneta encontrase una porción de terreno sólida donde sujetarse
para propulsarse hacia delante. Segundo a segundo la trompa se elevaba en un
ángulo que terminaría en los noventa grados
si la suerte no cambiaba pronto.
Guillermo
que había cesado de murmurar y de respirar, percibía los esfuerzos de Pedro por
sacarlos de donde fuese que hubieran caído y lo admiró por ello. No podía
retirar la vista del apoyacabeza de su
asiento al tiempo que imaginaba la tensión de sus músculos del antebrazo y de
sus piernas debido a los pedales. Era diestro manejando, él lo sabía y conducía
una camioneta preparada para caminos difíciles, ¿quién se medía con la fuerza
de la naturaleza?
En
una fracción de segundo, Pedro puso primera y aceleró. Las ruedas delanteras
mordieron el terreno, dejaron de patinar y se adhirieron al camino. La Range
Rover corcoveó hacia delante y dada la fuerza de la aceleración, se impulsó, hendió el agua del camino y avanzó. Guillermo
oyó los movimientos rápidos de Pedro en la palanca de cambio y los de sus pies
sobre los pedales para aprovechar el golpe de fortuna que los había salvado de
caer al río. Notó que se alejaban hacia la izquierda del camino, hacia el
límite con el bosque, para evitar el filo del barranco, cuyos límites se
ampliaban a medida que la corriente adquiría fuerza y devoraba la orilla.
Aunque
su vista se había enturbiado con lágrimas de alivio y de amor por el hombre que
los había salvado, advirtió que la cánula se había movido y abandonado el
orificio de la tráquea. Comprobó que el pulso se debilitaba, y que el pecho de
la niña no subía y bajaba con regularidad.
__Pásame
el maletín __le dijo a la madre.
__ ¿Qué
sucede? __se preguntó, Pedro, y sus miradas se encontraron en el espejo
retrovisor.
__Nada
_dijo y le sonrió sin conseguir que él aflojase el ceño que le convertía las
cejas en una línea única, ancha y oscura.
Guillermo
quitó la cinta y la gasa y maniobró con la cánula hasta dar con el orificio que
la conectaba con la tráquea. La disnea (falta de aire) persistía aún con el
tubo en su sitio por lo que procedió a ventilar soplando en el extremo.
Enseguida el pecho se infló y bajó, y volvió a hacerlo y Guillermo percibió el
alivio como un frío en el rostro, supo que estaba pálido como un muerto. Si
bien la niña respiraba, le temía al daño cerebral irreversible.
Por
fortuna la lluvia no caía con la ferocidad inicial y pese a que no remitía por
completo, Pedro ya no conducía a ciegas. El camino seguía anegado, y el oleaje
del río aún golpeaba el lado derecho. A pocos kilómetros del hospital, donde la
geografía del terreno marcaba una elevación, el agua fue retirándose hacia su cauce y
despejando la ruta, que había quedado deshecha, plagada de
huecos, de ramas de animales pequeños que flotaban hinchados y tiesos.
Guillermo
pensó que si Beto no les hubiese
ajustado a todos los cinturones de seguridad al subir, sus cabezas habrían
terminado incrustadas en los asientos delanteros cuando la camioneta cayó de
punta en el bache más profundo. Pedro
intentó hacer marcha atrás, sin éxito, pues las ruedas traseras estaban en el
aire.
__No,
Pedro, no bajes _ gritó, Guillermo tarde cuando vio que este se desabrochaba el
cinturón de seguridad y abandonaba la seguridad del interior. De nuevo, empezó
a musitar una ayuda como un mantra sin apartar la vista de la cánula. Le preocupaba que la sangre de la herida se
filtrase en la tráquea y ahogara a la niña, justo ahora que la madre mostraba
interés en ella no podía ser que muriera o quedase incapacitada. Lo mortificaba
la culpa, porque se le dio por pensar que había sido una locura iniciar el
viaje en medio de semejante tormenta, se reprochaba el arrebato de llevarla al
hospital, pero no estaba seguro de que alguna radio alcanzara a manos que curan,
de que estos regresaran a la misión, menos de que Pedro y él lograran controlar la
coniotomía hasta que la lluvia cesase. Un momento después se desdecía al
enumerar los riesgos a los cuales la nena quedaba expuesta por la falta de
atención apropiada.
Pedro
se deslizó por la pared del bache y con el agua hasta la cintura, plantó los pies en el fondo y endureció los muslos
para impedir que la corriente lo arrastrase. Se enjugaba los ojos con
frecuencia mientras estudiaba la situación y sopesaba las alternativas para sacar a la
camioneta del pozo. La trompa se sumergía en el agua turbia, por lo que debió
hundir las manos y tantear hasta hallar el cabestrante, lo accionó y el motor preparado para operar
bajo el agua, comenzó a desenroscar el cable de acero. Pedro se alejó en
dirección a un árbol a cuyo tronco ajustó el cable. Regresó junto a la
camioneta y cambió el sentido de la tracción del motor.
__Quiero
que estés tranquilo __le habló a Guillermo, en francés para que la mujer no
entendiera__ esta la he donado yo y es de última tecnología _ aclaró a
través del resquicio de la ventanilla del conductor__. La camioneta se
sacudirá, pero todo estará bien, por esta vez al menos confía en mí.
Guillermo
no tuvo oportunidad de decirle que lo hacía desde antes y que se cuidase, la
silueta se alejó del vidrio empañado y regresó junto al cabrestante para
encenderlo. El árbol tembló cuando el aparato comenzó a enroscar el cable, y
Pedro temió que, debido a la flojedad de la tierra, lo arrancase de raíz.
Transcurrían los segundos, el motor
tragaba el cable e impulsaba fuera la
Range Rover. Por fin la camioneta se bamboleó cuando sus cuatro ruedas se
apoyaron sobre el camino.
Pedro
saltó dentro, puso primera y aceleró. Llegaron al hospital en media hora, y a
los insistentes bocinazos, los enfermeros se precipitaron en la galería de
ingreso y se hicieron cargo de la niña. La acomodaron sobre una camilla y la
condujeron a la zona de quirófanos cuidando que la cánula no se desplazase.
Pedro
observaba a Guillermo desde el extremo del corredor. Él se afanaba por explicar
a un médico lo sucedido. Lo embargaba un orgullo que en contadas ocasiones
había experimentado, como a Guillermo una admiración que jamás por otro ser
humano. Pedro lo amaba, pese a todo, lo amaba más que a todos. Con sus hábiles
manos había salvado a una niña de morir ahogada… sus manos, de dedos largos de
uñas prolijas, las mismas que él añoraba sentir sobre su cuerpo. Un
estremecimiento le surcó, mezcla de excitación y de emoción.
Guillermo
se despidió del médico al que acababa de detallarle las maniobras ejecutadas en
la niña y apoyó la frente contra la pared ante un ligero mareo. Sintió unas
manos en torno a su cintura y sonrió. Nadie lo sujetaba con ese imperio,
excepto Pedro, su Pedro Beggio. Dio media vuelta, y sin abrir los ojos, apoyó
la frente en la de Pedro, las manos en el pecho fuerte y empapado.
__ ¿Qué
quieres hacer? __oyó que le preguntaba.
__Quiero
acostarme y dormir un año _ admitió.
__Vamos.
Encontraré un hotel. No podemos volver a
la misión.
__No.
Vamos a la casa de manos que curan, conozco a las empleadas, los demás están en
misiones. Pero antes, llama por radio a la misión, deben de estar muy
angustiados.
Después
de hablar con Angélica, buscaron a la mamá de la nena que se negó a
acompañarlos, Guillermo no insistió. Sería bueno para la criatura despertara y encontrara a la mamá junto a la cama. Más
allá de que esa mujer era casi una extraña para la niña. Le dejaron dinero y se
despidieron con la promesa de que volverían a la mañana siguiente.
Guillermo
se detuvo frente a la camioneta y observó las ramas que colgaban desde el
paragolpes, de la parrilla, y también las cascarrias de barro que se prendían
en el chasis, y cayó en la cuenta de la odisea que acababan de atravesar. Se
dio vuelta y observó la traza de Pedro. Se había peinado los mechones hacia
atrás y tenía las pestañas aglutinadas. Estiró la mano para tocar su chomba… dura
de barro. Se abrazó a él y se pegó a su torso en un intento por absorberle la humedad
y transmitirle un poco de confort.
__Gracias
_ dijo, y Pedro sin pronunciar palabra, lo besó en la frente__. Vamos. Quiero
que te saques esa ropa mojada.
De
camino hacia la casa de manos que curan, Guillermo aún abrumado por el peso de
los hechos, observaba el paisaje y solo rompía el silencio para indicar a Pedro
la dirección que debía tomar. Llegados a la estancia, el personal de servicio
se asombró de ver al embajador quien hizo las presentaciones.
__Sé
que no está permitido, pero por hoy, les pido una excepción ¿podrían traer unas
toallas y un jabón para Pedro? ¿Y podría
prepararnos algo para comer, por favor? _le pidió a la empleada que conocía.
Al
rato una muchacha se ocupaba de lavar la ropa de Pedro, incluso de limpiar sus
botas, mientras la mayor cocinaba estofado y pasta.
__No
te atrevas a reírte _lo amenazó Pedro, al salir del baño, envuelto en una bata
de raso de una de las enfermeras, que apenas le tapaba los muslos y con los
pies embutidos en pantuflas a juego.
__Estás
precioso _se burló Guillermo sonriendo por primera vez en mucho tiempo.
Comieron
en una de las habitaciones, que tenía una mesa pequeña, y Pedro se mostró
insistente y persuasivo al momento de cumplir la promesa hecha a Abdul de
cuidar de Guillermo y obligarlo a comer
y dormir.
__Basta,
Pedro, aunque es mi plato preferido, no me entra un bocado más. __Lo miró con
seriedad y algo más__. Te admiro como a nadie. Me voy a la cama.
__Yo
te admiro más. Aun apurando sus pasos el sol hacia el indolente ocaso, la rosa
fresca no ha perdido su extraño encantamiento, primorosa es la flor cual luz
de tu mirada lánguida. No es nada mi
señor, si primero me cautivó tu nombre, rocío del mar, con que te llama, placer
es ser tu cumbre, orgullo es verte bello como esa flor. Eres mi debilidad
sincera, y una creación de la que admiro todo, y sin condiciones eres mi amado,
pues hipnosis serás por siempre, porque esos luceros, sacudieron mi nido
cósmico. Solo te pido sé paciente con este ser que te idolatra, pues un día
perdí mi gran brújula de un amor que está oculto bajo el festón de tu mirada, admiración
de cielos.
Has
domado mis instintos, de ese mi gran amor salvaje, y están en cadencias mis suspiros, al decir solo
tu nombre, mi señor que miras mis deseos
en tus balcones.
¡Vamos,
tomémonos un chocolate caliente! Charlemos un rato, dicen que el chocolate
produce un efecto parecido a cuando uno está enamorado ¿qué crees tú?
Vamos a conversar, deja que tengo mil cosas por decir y mil más por agradecer, sé que sin ti nada sería y que de ti depende mi vida.
Te acaricio suave, te trato con cariño, te cuido como lo que eres, mi vida y fuerza, culpable de mis suspiros.
Me has llevado a cometer locuras, buenas y no tan buenas algunas, unas cuantas estupideces y un montón de aciertos que me han dejado contento, pero en cada momento, me has hecho sentir la vida desde otras perspectivas.
¿Que hemos cometido errores? Pero dime ¿No fueron bonitos errores? ¿No nos han proporcionado bellos recuerdos que acá profundo se atesoran muy dentro?
Y si me enamoré fue culpa tuya ¿Y cuándo es que tú me escuchas? Tantas veces has dejado mi alma desnuda, tantas veces has sentido romperte en mil pedazos pero luego te recompones y de nuevo comienzan los tropiezos y aciertos.
Llorar de alegría, llorar de pena, llorar de emoción, llorar por placer y sentir renacer con una mirada, con una sonrisa, con una caricia o sentir morir en un instante y es que la vida no es siempre plena.
Y hemos amado. ¡Sí que hemos amado! Y te has roto en mil pedazos y trozos. Y felices hemos sido hasta ser envidia en otros.
¿Y qué quieres de mí? Contigo voy hasta el fin pero tu latir es fuerte y sé por qué, sé por quién. ¿Enamorado otra vez? ¡La vida es bella cuando el amor se presenta!
¡No, no te aflijas! Encontraremos la manera ¿Es que acaso no vale la pena? ¿Y quién dijo que sería fácil la tarea?
Dale espacio, deja que se acurruque allí, deja que sienta tu latir, dale espacio, es el amor quien te hace latir así tan rápido
¡Vamos, terminemos el chocolate! Dicen que bien te hace, que te pone feliz, que te llena de vida, dicen que el amor es locura y tú y yo estamos de atar. ¿Enamorado otra vez? He de culparte de nuevo pero la vida es bella cuando el amor se presenta.
Vamos a conversar, deja que tengo mil cosas por decir y mil más por agradecer, sé que sin ti nada sería y que de ti depende mi vida.
Te acaricio suave, te trato con cariño, te cuido como lo que eres, mi vida y fuerza, culpable de mis suspiros.
Me has llevado a cometer locuras, buenas y no tan buenas algunas, unas cuantas estupideces y un montón de aciertos que me han dejado contento, pero en cada momento, me has hecho sentir la vida desde otras perspectivas.
¿Que hemos cometido errores? Pero dime ¿No fueron bonitos errores? ¿No nos han proporcionado bellos recuerdos que acá profundo se atesoran muy dentro?
Y si me enamoré fue culpa tuya ¿Y cuándo es que tú me escuchas? Tantas veces has dejado mi alma desnuda, tantas veces has sentido romperte en mil pedazos pero luego te recompones y de nuevo comienzan los tropiezos y aciertos.
Llorar de alegría, llorar de pena, llorar de emoción, llorar por placer y sentir renacer con una mirada, con una sonrisa, con una caricia o sentir morir en un instante y es que la vida no es siempre plena.
Y hemos amado. ¡Sí que hemos amado! Y te has roto en mil pedazos y trozos. Y felices hemos sido hasta ser envidia en otros.
¿Y qué quieres de mí? Contigo voy hasta el fin pero tu latir es fuerte y sé por qué, sé por quién. ¿Enamorado otra vez? ¡La vida es bella cuando el amor se presenta!
¡No, no te aflijas! Encontraremos la manera ¿Es que acaso no vale la pena? ¿Y quién dijo que sería fácil la tarea?
Dale espacio, deja que se acurruque allí, deja que sienta tu latir, dale espacio, es el amor quien te hace latir así tan rápido
¡Vamos, terminemos el chocolate! Dicen que bien te hace, que te pone feliz, que te llena de vida, dicen que el amor es locura y tú y yo estamos de atar. ¿Enamorado otra vez? He de culparte de nuevo pero la vida es bella cuando el amor se presenta.
Aunque
no eran las ocho de la noche, decidieron irse a dormir. Se lavaron los dientes
compartiendo un momento de intimidad que les recordaba algunos otros y la
promesa de convivencia, cuando cada uno en su lavatorio se miraba en el espejo
y reían de felicidad. En esta oportunidad se encontraron en el espejo y se
contemplaron con un ardor que no daba lugar a risas. Se despidieron en el
pasillo, a las puertas de dos habitaciones.
__Gracias
_ volvió a decir Guillermo.
__ ¿Por
qué?
__Por
haberte arriesgado a traer a la niña al hospital.
__De
nada. __Se inclinó y, sin tocarlo, apoyó los labios entreabiertos sobre los de
Guillermo, aún frescos y con aroma a menta.
__Buenas
noches __dijo Guillermo, deprisa, y se metió en la habitación. Se trataba de un
juego perverso el que jugaba con él y consigo. A pesar de desearlo hasta que la
entrepierna le doliese, por haber amado a Camila antes que a él, porque ella
podía darle hijos que él no, y por no confiarle la verdadera naturaleza de su
misión en la embajada y más allá.
Guillermo
despertó con calma. Levantó los párpados sin pesadez como si, un momento atrás,
no hubiese estado profundamente dormido. Enseguida lo vio, a Pedro, junto a él.
Dormido. Desnudo. Lo único que llevaba encima era su reloj.
El
resplandor plateado se filtraba por la ventana y a través del mosquitero bañaba
su cuerpo y le confería una tonalidad metálica y fría, aunque solo en
apariencia, porque al tocarle la cadera, Guillermo comprobó que su piel
irradiaba calidez, la que él había valorado durante noches heladas furtivas de
amor en Bucarest. Ante el contacto,
Pedro inspiró, hizo unos ruidos con la boca y se embarcó de nuevo en un sueño
tranquilo y de respiración constante.
Se retiró hacia el filo
de la cama para obtener una visión completa de su cuerpo. Dormía de costado, sobre el
lado derecho, y sus pies sobresalían fuera del colchón cubiertos por la gasa
del mosquitero.
En el juego de luces y sombras, los músculos
de las piernas proyectaban como las elevaciones y depresiones que, de manera
armoniosa, trazaban la geografía de un terreno. Guillermo estiró la mano y
arrastró la punta de los dedos desde la rodilla izquierda de Pedro hasta el
glúteo, y en tanto lo hacía, un estremecimiento lo surcaba como si, en
realidad, él estuviese acariciándolo a él.
Aproximó
el rostro hasta encontrarle cerca del corazón una herida que lo había asombrado alguna vez causada por un
proyectil al perforarle la piel y desgarrarle los músculos y le imaginó
recibiendo el impacto, y cayendo con un grito de dolor y sangrando. Le recorrió
un espasmo__ es lo que él sintió cuando mi atentado_, que profundizó la
sensibilidad que se expandía por sus extremidades, y se mordió el labio para
enfrentar el llanto porque en ese momento no quería ponerse triste. Estaba
feliz por tantas cosas. Por la presencia de Pedro, por el amor profundo que
Abdul le inspiraba, por haberle salvado la vida a la niña, por el interés que
su madre mostraba por ella. No permitiría que imágenes turbias le quitaran la
luz.
Tampoco
pensaría en otros compartiendo con ninguno de los dos noches de sexo y pasión,
aquello iba más allá, ni en lo que Pedro ocultaba y aún no le confiaba, quizás
a nadie. ¿Por qué lo mantendría al
margen de una parte tan sustancial de su vida? En ocasiones se adjudicaba la
culpa. ¿Se presentaría como un moralista implacable, incapaz de comprender la
realidad y el punto de vista de otra persona? Odiaba sospechar que otros lo
juzgasen así.
Colocó
el índice y el mayor sobre la depresión que formada la herida de bala, y se concentró
en percibir los latidos de Pedro, que
iban a tono con su respiración. Se inclinó
y apoyó los labios sobre la cicatriz. Los movió con delicadeza y, al tacto,
reconoció la relativa juventud de la herida. Se irguió, y su corazón dio un
respingo cuando descubrió la mirada dulce de Pedro, y luego oscura, demandante,
imperiosa, intensa, fija en él. Se le erizó la piel hasta dolerle. Resultaba asombrosa
la sensación que provocaba el contraste entre la dureza de los pezones y el
calor y la morbidez de su sexo.
__Un
atentado terrorista _dijo Pedro pareciendo adivinar que se preguntaba por la cicatriz.
__
¿Qué estás pensando?
__En
alguien que me desconcierta y que amo. Es alguien que me roba la paz y me roba la calma. Es alguien que amo con el alma y ese alguien es todo en mi
vida.
Amo
amarlo, sentirlo y besarlo, él es todo para mí.
Es
fuego en mis entrañas y en mi carne, luz en mis noches de oscuridad, abrazo en
días de tristeza, y paz en medio de la tormenta. Es alguien que amo con el alma
porque lo veo con los ojos del alma. Es alguien que me ha cautivado, es alguien que sabe todo de mí y yo sé todo de
él tantas noches y días juntos, somos culpa y arrepentimiento, fantasía y
realidad, perdón y castigo, amor y desamor, penitencia y absolución.
Él
es así; así lo amo y así somos, somos
uno para el otro. Se enreda en mis muslos y me posee, se trepa por mis columnas
y descubre mis botones floridos y se queda en mi pelvis bebiendo de mi fuente.
Soy
suyo con pasión desenfrenada, es alguien que me enloquece, mis piernas se estremecen con sus besos cuando
besa mis piernas las ata a las suyas, está lleno de pasión y de deseos por mí, nos amamos con loca pasión somos unos
dementes. Ese alguien es mi amor, mi ángel de amor enloquecido de pasión por
mí. Cuando amas a alguien no lo puedes ocultar.
Te
amé desde esa noche que viniste a mí y nos bebimos juntos toda la noche y la vida
en vino de amores y de pasiones y deseos. Siempre tuyo, siempre mío. ¡Te amo,
mío!
Pedro
inició su caricia en la frente de Guillermo, le recorrió el filo de la nariz,
le hundió la carnosidad de los labios, le dibujó el mentón arrogante y
descendió por el cuello hasta acabar con la punta del índice en el pezón
derecho, al que encontró duro y al que hizo girar para obtener lo que estaba
obteniendo, que Guillermo se arquease y gimiera. Le quitó la camiseta sin
apremios y él colaboró sin protestas estirando los brazos y levantando el
trasero para que bajase el bóxer. Le pasó la mano por la hondonada que formaba
su cintura de costado y debajo del abdomen algo abultado, se la alojó en la
espalda e imprimió una presión suave al tiempo que firme para atraerlo hacia
él.
Vivieron
una emoción con el contacto de sus cuerpos desnudos, y, aunque esperaban una
especie de cimbronazo, al final los tomó por sorpresa.
Se abrazaron con un fervor que crecía y crecía
dentro de ellos, en sus pechos, en sus vientres,
en sus manos, en sus piernas, y también en
sus bocas, en sus narices, en sus oídos en sus cuellos y los devoraba, y les
desataba nudos, y liberaba el lado salvaje y libre que los colmaba de dicha.
Nada bastaba para comunicarse lo que uno representaba para el otro, lo que se inspiraban,
lo que se ocasionaban, lo bueno y lo malo, lo feroz y lo dulce, lo mesurado y
lo disparatado. Su amor tenía de pasión y de pureza, pero también de celos de
dudas, de desconfianza, y el conjunto se resumía en el abrazo desenfrenado que
compartían.
Sus
bocas se entrelazaron sin besarse… más
bien quedaron estáticas para intercambiar jadeos, y el aliento que se aceleraba
segundo a segundo. No podían hablar, lo sublime del momento los desproveía de
palabras. Tampoco pensar, la magia del momento les robaba esa capacidad, porque
se trataba de una energía mágica que los unía y los volvía uno con el otro.
Ambos, con escasa experiencias o largo camino
recorrido sabían desde lo intuitivo y visceral, que el torbellino de emociones,
sensaciones, y deseo que los dominaba estaba poniéndolos frente al sentido
mismo de sus vidas. Para amarse habían venido a este mundo, esa era la
revelación.
--Con
ritmo erótico y sensual van bailando mis
manos recordando la cadencia de tus
labios y el ritmo sensual de tu lengua __susurró, Pedro
__.Me conducen al viaje sideral y mi erótico canto con mis verbos amar y besar
pretende recordar los encantos de tu
sexo que se mece al compás de tus
pezones que inspiran mis palabras de amor. La luz de tus ojos
deslumbra mis pasiones con ritmos
mundanos haciendo brotar mi ilusión. La candencia de tus frases que llegan a mis hambrientos deseos llenos de magia y ternura forman la
estructura de mi ardiente locura que trata de atrapar tu belleza y erótica
sensualidad en la retórica de cada sonido
y buscar abrigo en tu sexualidad, esa sexualidad que me lleva donde comienza la gloria y termina en la liviandad.
__Soñé
que te perdía, como antes a… Que llegaba tarde _reconoció Guillermo__. El tren
rechinó en abandono, y sus ruedas de implacable acero desgarrador, comenzaron a
girar. Ahí, justo ahí, en el límite pasado de la no vuelta atrás comprendí que
te amaba y corrí pero ya era tarde. El infinito andén se fue apropiando de mis
partes sin pedir por ellas, como entendiendo que no las necesitaría más. Aún
imaginaba tu triste rostro dejando huellas de sal en el vagón, y se
desprendieron mis brazos, mi piernas cayeron después, mi cabeza rodó unos
metros más, y mi torso como llamándote. Alguien encontró mi corazón, mi triste
corazón, y lo levantó. “Este hombre sí murió de amor”, reflexionó. Lo que el
hombre no sabía era que yo, yo mismo fui el artífice de aquel dolor.
_
Hoy no me puse las excusas, me puse
andar sin más para soñarte.
Hoy en mis sueños soñé que tú me contabas lo que te había sucedido un día cualquiera donde nuestras almas se tropiezan en la vida, así comenzaba tu confesión vida mía, y mi cuerpo temblaba al oírte decir, que tus ojos se clavaron en mí, que el mundo desaparecía, que solos estábamos tú y yo, que al verme sentiste ese cosquilleo propio de un primer amor, que habías sentido la sensación de como si me amaras desde siempre, que tu corazón quería salirse de tu pecho, que deseabas hablarme pero que los nervios no te permitían dar ese paso adelante, solo un estremecimiento recorría tu cuerpo, pero, me dejaste marchar por la vida sin abrazarme, sin darme ese beso soñado, sin sentir mi olor de amor, que pongo cada amanecer para ti, me dejaste ir, y ahora, tu corazón se queja y te reclama el porqué no le diste vida a tu sueño, el porqué, si tu enamorado estaba ante tus ojos no te perdiste en los de él, el porqué, si en tus sueños bailas en su sonrisa no te acercaste a su boca, por qué si lo deseabas no te metiste en sus verbos de amor, acaso, ¿no te mueres ahora por no haberlo hecho? Yo sí me moriría vida mía.
Yo amor, te diré lo que haría si mi sueño me concediera la licencia de encontrarte, me acercaría poco a poco, te haría entrega de mi sonrisa y te besaría dulcemente, te acogería en mis brazos y dejaría que cerradas tus ojos y recorrieras todo mi cuerpo, te dejaría que sintieras mis pulsos acelerados al sentirte cerca, notarías, cómo mi felicidad lo envolvería todo sin que el mundo se diera cuenta que se estaba cumpliendo el sueño más bello de amor.
Sigámonos soñando amor mío que el destino así lo quiere. Te amo mi amor soñado, te amo.
Hoy en mis sueños soñé que tú me contabas lo que te había sucedido un día cualquiera donde nuestras almas se tropiezan en la vida, así comenzaba tu confesión vida mía, y mi cuerpo temblaba al oírte decir, que tus ojos se clavaron en mí, que el mundo desaparecía, que solos estábamos tú y yo, que al verme sentiste ese cosquilleo propio de un primer amor, que habías sentido la sensación de como si me amaras desde siempre, que tu corazón quería salirse de tu pecho, que deseabas hablarme pero que los nervios no te permitían dar ese paso adelante, solo un estremecimiento recorría tu cuerpo, pero, me dejaste marchar por la vida sin abrazarme, sin darme ese beso soñado, sin sentir mi olor de amor, que pongo cada amanecer para ti, me dejaste ir, y ahora, tu corazón se queja y te reclama el porqué no le diste vida a tu sueño, el porqué, si tu enamorado estaba ante tus ojos no te perdiste en los de él, el porqué, si en tus sueños bailas en su sonrisa no te acercaste a su boca, por qué si lo deseabas no te metiste en sus verbos de amor, acaso, ¿no te mueres ahora por no haberlo hecho? Yo sí me moriría vida mía.
Yo amor, te diré lo que haría si mi sueño me concediera la licencia de encontrarte, me acercaría poco a poco, te haría entrega de mi sonrisa y te besaría dulcemente, te acogería en mis brazos y dejaría que cerradas tus ojos y recorrieras todo mi cuerpo, te dejaría que sintieras mis pulsos acelerados al sentirte cerca, notarías, cómo mi felicidad lo envolvería todo sin que el mundo se diera cuenta que se estaba cumpliendo el sueño más bello de amor.
Sigámonos soñando amor mío que el destino así lo quiere. Te amo mi amor soñado, te amo.
La
rendición fue firmada en términos muy claros, era absoluta y sin
condicionamientos. Me declaré totalmente derrotado. Era el fin de mis amoríos
alocados y ahora solo obedecería a mi amor por ti. Hice un pacto con mis ojos
para verte a ti solamente, aunque no lo supieses. Tu pie sobre mi hombro y ese
sorbo de Champagne que se desliza por tu perfecta pierna hasta encontrar el
centro de todos mis anhelos, selló nuestra alianza de extremo compromiso
emocional. Los besos fueron parte del festejo, no había vencidos, el amor
triunfó.
__Amor,
te empeñas en divertir la sombra de un corazón vetusto, la paz de tu sosiego se
asoma en mi ventana, floreando maravillas en el poniente de mi cielo. Amor, te
empeñas en cuidar mi exigua fárfara, cuando era yo el bello sonrojo de los
jardines, y ahora, el otoño extinto de una primavera. Amor, te empeñas en
escribir mis libros olvidados, cuando
antes bailaba sobre los rieles de las
hojas, sobre su bendita armonía, una suavidad cautivante, donde pulía soflamas
insospechadas, y ahora, languidezco en una ofusca tintura. Amor, te empeñas en
besar antiguos labios de matices fulgurantes, su exquisita madurez, su néctar,
su fervor, y ahora es, un hastío dulce en el recuerdo. Amor, te empeñas en
vivir cada siesta a mi lado, los impulsos
más allá de la ribera, donde en mi fundida corteza, el esplendor de mi alma
vive, ahora y siempre, será tuyo tanto querer, cuando el amor llegue a ti en un
beso.
__Amor
mío. Mi amor, pretendo devorarte el cansancio, que se extiende en la fragancia
de tu piel, donde los recuerdos dormitan sobre el linaje de tus venturas. Mi amor,
pretendo besar la merced de tus labios,
la evocación de tu pudor, y el ilícito escrito de tu profecía, una remembranza
de la que nunca dejaría de beber. Mi
amor, pretendo cuidarte, cuidarte hasta la última lluvia del cielo, en mí
hallarás un roble viejo con noble tierra
para sembrar tu alma, te cuidaré, te celaré mucho, aunque el tiempo no me dejara
envejecer, estaría, en el sonido de tus ojos, cuando despiertas la mañana rodeado de colores.
Mi
amor, pretendo ser tu memoria, guardarte en mí, en los lagos de mis nubes, en el
blanco viento de mi pelo, allí, donde tú, siempre recreabas una sonrisa, y yo,
quedaba extasiado por tanto milagro. Amor perdurado en el tiempo, místico renacimiento
de nuestra aventura, la posteridad de un amor. Y el amor tuvo alas en nuestro
beso, y nuestro beso fue pleno en nuestra vida, y nuestra vida será alas, amor
y beso. Tu respiración hace que desvaríe, mi sangre hierve, siento algo mágico. Solo tú y yo existimos no hay tiempo en
nuestra historia.
Te
duermes entre mis brazos, quiero decirte tantas cosas. Bajo la luz de la luna tocar tu corazón, tu
boquita besar que me gusta y me encanta. Sin pudor quiero seducirte, deseo tus
formas a todo color tierno. Beberé el agua de tu alma no me niegues tu fuego,
quiero bañarme en tu llama… de tu calor
dale calma a mi cuerpo.
Pedro
experimentaba todo al mismo tiempo, la excitación de la carne, la desesperación
de los celos, la angustia por perderlo, la gula por Guillermo, la humildad
frente a su grandeza, la vanidad de poseerlo, el imperio sobre él, no obstante
era la dicha lo que se elevaba por sobre lo demás y le hacía desear que la vida
nunca acabase. Le resultaba inverosímil que el cuerpo de Guillermo estuviese
bajo su peso, que sus gemidos lo
envolvieran, que sus manos se prendieran a su carne con desasosiego. Suspiró,
aliviado, tenía la impresión de que había
esperado una vida para gozar de nuevo.
Le
envolvió el muslo derecho con la mano y lo levantó, Guillermo abrió los ojos
cuando lo enredó en su pierna, y al toparse con los de Pedro, iluminados por un
fuego estremecedor se dio cuenta de que él, a pesar de su soberbia, de su autosuficiencia y de su seguridad,
estaba pidiéndole permiso, tal vez no con sumisión más bien con impaciencia. El
vasallo aguardaba, con ansiedad mal reprimida a que el rey lo autorizase a
penetrar su carne sagrada. Guillermo abrumado
de ternura y de compasión, le apresó la nuca y lo atrajo a su boca.
__Sí,
mi amor, entra dentro de mí y márcame. Hemos esperado demasiado tiempo-. Mi amante
y amigo, señor: Hoy quiero felicitarlo por un día más conmigo, por el eterno
nacimiento de su sonrisa, por sus distintos silencios por el continuo bautismo
de su nombre, por el apellido de sus ojos, y el de la mujer que le dio la
existencia y la vida. Alabarlo por el tiempo
que me obsequia, por el regalo de su espacio por la sorpresa de verlo en el
sobresalto del corazón. Agasajarlo por
cuantos días no lo he amado, amándolo,
por cuantas horas perdidas no lo amé,
por cuantos años cumple que adolescente siempre son los mismos, que por madurez
son los de siempre. Felicitarlo por su
santo por las flores que no arrancó, por esos veranos que nunca acaban y ese
otoño que no comienza. Por las velas, en un soplo de su pecho, por el pastel
que le tienta en el arrepentimiento de mañana. Aplaudirle por sus noches
conmigo por la envoltura de su lencería, por el papel regalo del rojo de sus
bóxers, por el presente de su desnudez, por
sus regalos sentimentales, por su cuerpo siempre virgen, por el donativo desmedido de su alma, sin esperas.
Alabarlo,
por la exquisitez del regalo siempre nuevo de sus placeres y orgasmos por el
obsequio por el tiempo y su alma. Mi gratitud, por ser entre tantas creencias,
la que eleva escaleras al cielo, regalándome sus alas, el que baja a los
infiernos de mi cama abriéndome sus puertas, el
que en el abanico de deidades me bendice con sus besos, el que en la selección natural de las especies,
es usted más humano, el que en la Babel
de las lenguas comprende mi gramática. Lo felicito, porque entre millones de
seres usted, es mi coincidencia, por su persona, que ante tanta complejidad es
la más llana, en la complejidad de mi existencia. Felicitarle, efusivamente por
haberme elegido entre tanto absurdo. Estoy en el dilema si soy de usted o he
vivido esperándolo, y ahora que en usted vivo ya no espero nada.
Ese
aroma lo tengo prendida en mi piel, me hizo enloquecer cuando fue
mío, hoy lo arranqué de un solo tajo; intentando borrarlo de mi memoria,
las huellas que con besos tatuó, cuando sus dedos me tocaban, exiliado estoy de su vida, si al menos me hubiera dicho
que me amaba.
Esta
noche es tan amarga, tan dolida, es un grito de agonía, es esperar a la muerte,
es clamar morirte, se apagó mi luz, lágrimas derramadas por tu amor, lo mataste,
¡asesino! De mi corazón la cita de nuestras
vidas se terminó, cansado de buscar tus
latidos, se acercó la hora exacta de olvidarme, adormecido en un espacio de
tiempo.
Él se escudriña por su mente, ahora es su
fantasía, su pasión lo eleva a la
gloria, es su infierno, su paraíso, su eterno
amante, seductor de caricias, su océano al que navega a diario, y
naufraga en su mundo, es su dulce tormento, hoguera de deseos, embriagándose
uno del otro, su comunión perfecta.
Ahogaré
mi insensatez, callaré mis latidos y amordazaré mi epidermis para disimular mi
sobrado dolor, solo queda la tibieza de su barba cual vil lija raspando la
cara, cuando exploraba mis polos, sin lamentos, aprisionándome a su pecho,
cuando solo me amó siendo yo su realidad, y no su juego. __Eso sentí y me dije
cuando lo elegiste a Matías, y me fui de ti, pero ya ves, acá estoy y sigo.
__Dos
vidas somos pidiendo amor, sustancia ignota, pero que percibimos ante:
suspiros, susurros y ruidos que nos hacen delirar, es como una droga especial,
la adicción en las venas; bajo la magia de un hechizo, que encantados estamos,
solo con tenernos frente a frente, solicitarnos entre la diferencia.
Un
par de mentes con el corazón empapado, la deliciosa esencia de nuestros
perfumes mezclados, taladrando nuestros cerebros que inmersos se piensan
constantemente, por eso, ¡amor mío! apiádate de este corazón que lo único que
pide es amarte, con tal intensidad estando en tus brazos.
Ya
soy tuyo, desde el día que fui tu obra de arte, esculpido por tus manos, que en
mí tus besos plasmaste, te has hecho mi costumbre, mi claridad, mi anochecer en
este tiempo, mi elocuencia fascinante, mi gran algarabía, mi derroche, envuélveme
con ternura, con fervor, invádeme con tu dulzura, caminaré siempre con la senda
de tu mano; mis labios te saben de memoria.
Somos
mares embravecidos, navegando, descubriendo, surcando paraísos llenos de
viento, para aprender tu alma al desnudo, tu amor me da nuevos bríos, tan solo
enamorarme de ti, no lo contemplaba.
__
Si
bien Pedro le había infundido un instante de dulzura, de igual modo no lo había
contrariado, porque la llama que había avistado en sus ojos mostraba la
verdadera esencia que habitaba en él.
Con
el consentimiento de Guillermo la habitación volvió a poblarse de los sonidos
de la excitación _ los jadeos, las respiraciones agitadas, el crujido de la
cama, los gemidos, el roce de las sábanas__. Pedro rebuscó entre
las nalgas de Guillermo y su glande se empapó en la viscosa humedad del orificio antes de
deslizarse en la estrecha y tibia oscuridad, y lo hizo lentamente, no solo para
demorar la eyaculación sino porque quería prolongar la solemnidad del acto. Con las manos hundidas en el colchón,
Guillermo ocultó la cara en la almohada y Pedro por encima del hombro de él, y
fue introduciéndose en él centímetro a centímetro tomando consciencia de cómo
su carne lo recibía y devoraba, del anillo apretado que formaba su ingreso en
torno a él, de la sujeción de sus manos
en su trasero para empujarlo, del vaivén de sus cuerpos, el de Guillermo
atrapado bajo el peso del de él. Amaba esos cuerpos calientes y vibrantes que
le daban la oportunidad de expresar su amor en plenitud.
Pedro
terminó de penetrarlo y exhaló el aire retenido en sus pulmones acallando otros
sonidos, aun los chirridos del elástico de la cama. Ese clamor provocó en Guillermo un repelús,
que percibió la debilidad en él, su estupefacción también. Le habló al oído.
__Mi
amor, no pares. Por favor, Pedro, no pares.
Esa
nueva licencia del rey susurrada y apasionada, lo atravesó como una corriente
eléctrica desde la coronilla hasta los pies, y gimió cuando su pene cobró
todavía más firmeza dentro de él. Las embestidas que comenzaron con cuidado
reverencial fueron adquiriendo un ritmo
febril, que Guillermo soliviantaba agitando la pelvis, friccionando el trasero,
ajustando las piernas gimiendo, apretándole los glúteos y acariciándole los
testículos. Pedro empujó y empujó dentro de él sin la consideración del principio
desmadrado por completo, sin capacidad de frenarse, era como una locomotora sin
el control de sus mandos, y como quería
que acabaran juntos, deslizó una mano entre sus cuerpos hasta dar con el glande
de Guillermo. Lo refregó y lo apretó con el mismo ímpetu con que lo penetraba.
Una voz que le decía más, dale más. Estaba enloqueciéndolo. Quería alcanzar la cima
de lo que fuese que estuvieran escalando. Guillermo llegó primero, y Pedro sin abandonar impulsos dentro de él, se concentró en la
expresión de su rostro, porque durante los días y más de separación, en sus
noches solitarias muchas veces había recreado la expresión de Guillermo al
borde del orgasmo, cuando separaba los labios en un grito mudo que al final
adquiría una sonoridad de gemido doliente, como si hubiese estado aguantando un
padecimiento físico. Rio, satisfecho en tanto el lamento se prolongaba porque
él le prolongaba el placer.
Las
risas se disolvieron, las respiraciones agitadas tomaron su lugar. Pedro lo embistió
con brutalidad una, dos veces, asiéndose al respaldo de la cama, antes de
explotar y vaciarse en él.
Guillermo
levantó los párpados y descubrió a Pedro estático tieso. Aunque hubiese encontrado
el alivio, lo sentía en tensión sobre él. Su cuerpo conservaba la rigidez, se le remarcaban los tendones del cuello, apretaba los párpados y sumía los labios entre
los dientes. Cuando los soltó, lo hizo con un jadeo estertóreo que ocupó cada
rincón de la habitación. No quiso desmoronarse sobre él por lo que plantó el
codo sobre el colchón y se mantuvo a un lado mientras con la cabeza caída
recuperaba el aliento. Guillermo le apartaba el pelo de la frente que le
cosquilleaba y le apretaba la espalda conminándolo a cubrirlo por completo, a
descansar en su cuerpo.
Al
fin Pedro levantó la cabeza y sus miradas se tocaron. Lo emocionaba el cambio
en Guillermo, arrobado del orgasmo había mutado en un gesto de ojos muy
abiertos, expectantes como los de un niño. Las pulsaciones de Pedro sufrieron
una aceleración y percibió un tironeo en la garganta al percibir que los ojos
se colmaban de lágrimas. Con un chasquido de lengua lo aprisionó entre sus
brazos, y lo amó con una intensidad y desesperación que necesitó pronunciar su
nombre para asegurarse que se trataba de él… que Guillermo era de él. El Guillermo surgió
con voz ronca e inestable, y sonó como un diapasón en el mutismo del
dormitorio. Sus vibraciones los recorrieron con un movimiento sorprendente. La
fiereza con que sus brazos y sus piernas se entrelazaban fue flaqueando a
medida que el sueño, los iba venciendo.
Se
despertaron alrededor de las ocho, cuando el sol colmaba de luz la habitación y
les hería los ojos, por lo que a ciegas sin decir palabra, volvieron a amarse,
a pesar de que escuchaban el ir y venir
de gente en la casa. Entre risas sofocadas cruzaron el pasillo en puntas de
pie, y se metieron en el baño, donde se ducharon juntos. De vuelta en la
habitación, hallaron la ropa de Pedro en la silla, una bandeja con el desayuno
sobre la cama y un ramo de flores.
__Estoy
seguro de que saben que pasamos la noche juntos _ aseguró Guillermo, mientras
rozaba la mandíbula de Pedro con un pistilo de la flor… parecía terciopelo.
__ ¿Algún
problema con eso?
Guillermo
agitó la cabeza para negar. Depositó la flor sobre la almohada y tomó un trozo
de pan. Se lo ofreció a Pedro.
__Prueba,
lo hacen ellas. ¿No es riquísimo?
__Todo
lo que he probado en esta casa es riquísimo _afirmó él, y sonrió con aire
travieso mientras lo pegaba a su cuerpo__. Pero en mi vida había probado algo
tan exquisito como tú Guille. __El ánimo picaresco se convirtió en uno serio,
aunque no grave, más bien solemne__. Lo que compartimos anoche fue sublime, mi
amor.
Guillermo
desvió el rostro y fijó la vista en el ramo, cuya tonalidad semejaba la de sus
pómulos. Sin duda lo vivido la noche anterior en esa cama incómoda y angosta
había sido algo inusual tal vez sobrenatural, y él todavía se estremecía al
evocarlo. No obstante, la realidad se imponía de manera categórica y los
problemas que les habían separado volvían a asomar sus cabezas detestables. De todo lo que él tenía por reclamarle era el
envenenamiento lento y continuo desde casi su llegada a la embajada.
__ ¿Qué
pasa mi amor? __Pedro le aprisionó el
mentón entre el pulgar y el índice y lo obligó a volver el rostro__. Guille
estoy tan feliz, tan intensa y
completamente feliz por todo, por lo de anoche, por lo de esta mañana, por estar contigo, por haberte recuperado.
¿Por qué no te siento igual de dichoso?
__Es
que nada ha cambiado _admitió y bajó los párpados para ocultarse porque él no
le permitía apartar la cara__. El hecho de que estés aquí y de que anoche
hayamos vivido lo que vivimos no ha cambiado nada.
Pedro
se quitó la toalla en torno a la cintura con un jalón y lo arrojó sobre la
cama.
__Me
desprecias porque crees que asesino
gente por allí, sin embargo aceptaste al francés y la
supuesta amistad de Juan que hacen lo que yo, pero sin permiso, o son lo
mismo en el mejor de los casos porque en esa fiesta estaban con jefes
guerrilleros, hablando de una guerra.
__Ya
lo sé, Juan me lo dijo, vos no. ¿Dónde vas cuando desapareces? ¿También estás
armando grupos guerrilleros?
Iba
a apresurarse a darle una respuesta y decidió callar. Él no soportaba lo que
sucediera con Matías y el embajador no confiaba en él porque simplemente no
podía contarle nada de lo que hacía fuera de la embajada, y dentro en verdad
había colocado el veneno en el café, pero con motivo opuesto al que él pensaba.
Rodeó
la cintura de Guillermo con las manos sentado en el bode de la cama, lo sentó
entre sus piernas exhalando un suspiro, apoyó el mentón en su coronilla.
Guillermo no pudo evitar dirigir la mirada hacia su pene, que le rozaba por
todas partes y recordar el placer que le había brindado.
__No
lo mires _le dijo__. O lo despertarás. ¿Por qué desaparezco de la embajada en
este tiempo precisamente? _repitió como para sí__. No estoy armando grupos
guerrilleros ni vendiendo armas como ellos… hace unos meses, un empresario israelí, obtuvo
de nuestro gobierno y de este la concesión de una mina de coltán, y de acuerdo
al contrato debe de explotarla con empleados bien pagos, mayores de edad,
protegidos por medidas de seguridad, y dejar parte de los ingresos como en
cualquier país civilizado pero esto está lejos de serlo, y cuando este hombre
envió a su gente, los guerrilleros lo
ahuyentaron a balazos. Israel llamó a nuestro presidente, y me pidió que
asegurara la mina y protegiera a sus empleados, con la gente de Alberto.
__Creí
que estabas aquí por mí __comentó sin enfadarse__. De nuevo mentiste, me
dijiste estabas loco por verme.
__Y
lo estaba _ exclamó él, con pasión e ira que amedrantaron a Guillermo__. Estaba
enloqueciendo sin vos más sabiéndote en manos del francés. Tal vez para ti haya
sido fácil vivir sin mí…
__No
_susurró él, visiblemente afectado, y lo acalló con un suave beso en los
labios__. No fue fácil en absoluto, te lo aseguro, en realidad fue lo más
difícil que me ha tocado vivir, pero estaba aterrorizado por las pintadas,
luego empecé a enfermar y descubrí lo del veneno, ¿qué crees que podía pensar
si me dijiste cien veces que regresara a Kansas?
__Guille,
ojalá lo creas alguna vez, si te estaba diciendo que te fueras, si fui
colocando el veneno, fue para que lo hicieras porque hay demasiada gente
dispuesta a asesinarte, estoy aquí por ti mi amor, solo para cuidarte, y si
alguno lograra su objetivo yo…__ La voz se le quebró.
Lo
ubicó sobre sus piernas, y el glande rozó el trasero de Guillermo a través de
la bata__. Mi amor… __suspiró y descansó la frente en la sien de Guillermo, que
cerró los ojos y le acunó la cara con la mano mientras percibía cómo los
pezones, la piel, y el sexo respondían al simple hecho de que la respiración de
Pedro le golpease la cara. Comprobó que el pene de él también respondía e
intentaba alzarse bajo el peso de sus nalgas. Las movió, y Pedro jadeó, y
aumentó la presión de las manos en las caderas. Guillermo volvió a restregarse
sobre su erección y, al notarlo muy duro y caliente, retiró la bata y lo atrapó en la hendidura de
su trasero, e inició un movimiento que devastó los escrúpulos de Pedro. La
excitación los obnubiló y Guillermo se olvidó de dónde estaban.
Con
una maniobra carente de delicadeza, lo ubicó a horcajadas sobre sus piernas, de
espaldas a él, y lo levantó por las caderas para dejarlo caer e introducirse
con un embiste sordo, preciso, que impulsó el miembro de Pedro por completo
dentro de Guillermo. Este, en un acto de preservación, echó el brazo hacia
atrás buscando sujeción en la nuca de Pedro que le mordió el hombro para ahogar
el clamor que había proferido a causa de su propia destemplanza, y pensó que le
quedaría la impronta de su arrebato, y deseó que cada hombre que lo deseara le
viera sus dientes clavados en él. Le
atrapó los pezones entre los dedos.
__Muévete
como hace un momento __ le exigió__. Sí, así.
El
aliento de Pedro le quemaba y le humedecía la piel. El placer se propagaba como
ondas en un estanque cuyo centro se hallaba entre sus piernas, y dentro… el pene de Pedro se había enterrado hasta
hacerlo sentir completo, lleno. Tenerlo
otra vez dentro de su cuerpo se trataba de una experiencia que si bien habían
compartido muchas veces, en esas circunstancias parecía un sueño.
La
cama se sacudía con el vaivén de los amantes. La vajilla del desayuno
tintineaba al entrechocar y al tintineo
se sumaba el chirrido de la estructura de la cama para componer los únicos
sonidos de la estancia porque ellos, más allá de respirar con violencia se
cuidaban de gemir. Un pájaro, posado en el alféizar de la ventana echó a volar,
espantado cuando profirieron unos gruñidos, incapaces de seguir conteniendo la
presión que se acumulaba en los cuerpos.
A
Guillermo todo le dolía, que le apretase los pezones. Que le mordiera los
hombros, incluso el esfuerzo de subir y
bajar para él, las piernas, no obstante era incapaz de pedirle que se
detuviese, era incapaz de detenerse, porque él conocía esa sensación, la de
malestar que se mezclaba con el placer, y también sabía que había un punto
donde las molestias se desvanecían y solo quedaba el placer, el calor que todo
lo inundaba con el derrame en sus entrañas. Y amaba el instante previo al
orgasmo. Y repitió el nombre de él varias veces en tanto el balanceo de sus
piernas, cansadas segundos atrás se tornaba febril. Pedro atinó a taparle la
boca y Guillermo se alivió en su palma, y aún no se recuperaba cuando él lo
siguió en su cataclismo de embestidas, dedos enterrados en las caderas, y
clamores que no se molestó en reprimir.
Bucarest.
__Llevo
días con todo preparado, era una tarea tan simple como para un chico, en una
tarde todos muertos __ bramó Ángel malhumorado.
__Lo
siento, tendrá que esperar el regreso de… el embajador.
CONTINUARÁ.
HECHOS
Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER
PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE
ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.
ZOILA Hermoso
ResponderEliminarGloria Bello !!!
ResponderEliminarAntonella bello!
ResponderEliminarDelia Bellísimo
ResponderEliminarLily Rz Bellísimo
ResponderEliminarJuan Me encanto
ResponderEliminarMaravillosa Eve esa entrega total de ambos, y aunque el peligro aún acecha sólo espero que Guillermo confíe en Pedro y que el amor que los une no termine nunca...
ResponderEliminarVeronica Lorena Piccinino Me encantó Eve Monica Marzetti... amo cuando están juntos ... me encanta pensar que tanto deseo entre ellos pudo ser realidad si la novela original no hubiera terminado con su muerte... sentirlos juntos es hermoso y erotizante... muy lindo capítulo
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