REDENCIÓN
CAPÍTULO
NOVENO.
“Quiero
hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos”.
Pablo Neruda.
Pablo Neruda.
Guillermo
sabía que se había ganado a pulso su desconfianza, así que optó por colmarlo de
amabilidad… al menos hasta que la canción terminara y volvieran a asumir sus
roles profesionales. Entonces seguiría siendo amable pero… distante.
--La
casa es grande y perfecta para mí, a pesar de que mis amigos y mamá dicen que
está demasiado vacía. Tal vez la suculenta ornamentación de la casa en donde
nací y viví hasta emanciparme, sea la culpable, o para ser más directo: Mirna.
Cocina, comedor y living más que espaciosos, pisos despejados, muebles casi desérticos y la heladera llena, esa es mi definición de hogar. Poco que ordenar, poco que limpiar, poco para mirar. Como para ser justo, debo reconocer que hay un lugar de mi departamento que espera desde hace unos años mi atención. Alguien diría que toda la casa espera lo mismo pero a lo que me refiero es que el balcón sí hace bien en esperar porque siento la imperiosa necesidad de dedicarle atención y tiempo. Siento que tengo que decorarlo pero no he podido hacerlo y quizá nunca lo haga.
Las veces que me he preguntado el porqué de esa necesidad de cambiar su aspecto, termino pensando que de alguna manera yo me veo reflejado en él. Me siento como ese balcón que es parte de un todo pero colgado afuera, siendo parte de y no siendo parte. La oveja negra del rebaño, muchas veces me sentí ese cuadradito que se ve como adosado al todo que en este caso sería mi familia.
Una persona tiene muchas cosas que pudiera querer o desear al entrar en una florería, pero mi oveja negra hizo que le prestara atención a una ínfima maceta que en su interior dejaba ver nada más que tierra, y no dudé en preguntarle a la mujer que atendía el comercio, qué era eso. Tras varias requisitorias de ella tratando de entender de qué le hablaba, me acerqué a la macetita y se la señalé. “¡Ah, esa!”, respondió sin demasiado interés. “Creo que colocaron una semilla de alguna flor ahí”, acotó mientras envolvía un ramo de rosas amarillas delicadamente. Quise saber más pero ella no tenía idea, la que sabía era la dueña pero hasta el otro día no volvería al local. Cuando le pregunté el precio, me contestó que: “el de la maceta”, ya que no había nada más en ella y respondí que la llevaría. Pensaba en la flor contenida en la tierra dentro de la maceta y me alegré. Todo era perfecto: una flor desconocida por mí hasta este momento, decoraría mi vida, el balcón.
Mi relación con la flor que no asomaba el hocico veinte días después de haberla comprado, era natural: Una o dos veces al día yo pasaba cerca del balcón y la miraba. Una de esas noches, antes de ir a descansar me asomé al balcón y una imperiosa necesidad de hablarle a mi nueva amiga comprada, me obligó a decirle: “hasta mañana, te estoy esperando”. Luego de tamaña estupidez miré a mi alrededor como para comprobar que nadie más que el creador de todo, sus ángeles y otras criaturas celestiales, me estaban observando, y nada, éramos solo nosotros. Grande fue mi sorpresa cuando a la mañana y antes de ir al trabajo, miré el balcón y vi esas dos diminutas hojitas estirarse en el tallo que solo parecía esperar paciente que algo más divertido sucediera. Me sonreí al ver a mi amiga y le guiñé un ojo en franco símbolo de aprobación.
La idea de que mi voz o saludo, o lo que fuere había hecho, era el causante de la germinación de mi flor, y bien digo “mi”, pues yo la había pagado, generó un exagerado entusiasmo por comprobar si lo que pensaba era así o no. Cuando llegué a casa, preferí no visitar el lugar en donde mi atención estaba puesta, pretendí no tener ningún interés en el tema, no fuera cosa que la flor terminara mostrando un engreimiento que yo había fomentado y del cual me arrepintiese. A la noche y después de varias vueltas sin sentido ni propósito por la casa, entré al balcón y la saludé. Agregué también que esperaba verla más grande el día siguiente. Ese día mi amiga, con exuberancia y orgullo dejaba ver sus nuevas hojas y el tallo con ínfulas de príncipe, exponía ante mi vista su nuevo centímetro. Esa noche el saludo se transformó en charla, unilateral, pero charla al fin y cada noche me explayaba más y más en cuanto a lo que le refería acerca de mi vida y también en cuanto a lo que esperaba de ella. El sentimiento de tontedad, poco a poco se diluyó, y el hablarle a este proyecto de flor, ahora era algo natural y cotidiano para mí aunque claro, solo ella y yo conocíamos nuestro secreto, prefería no pensar en los demás.
Treinta días después de haberla adquirido en aquella casa de plantas, un casi inapreciable pimpollo coronó el tallo que alcanzaba ya una altura de treinta centímetros, centímetro más, centímetro menos, y mi emoción también rompió el cascarón en que se encontraba desde hacía años y una sonrisa se dibujó en mi rostro. En el preciso instante en que sonreí, el tallo creció un poco más y el pimpollo ganó cuerpo, se tiñó de un fucsia nunca antes observado por mí. La sorpresa del hecho me apartó del balcón, cerré la puerta corrediza y me apoyé sobre ella tratando de recuperar la calma y el ritmo cardíaco normal. No miré atrás, solo me fui a dormir, pero esa noche no logré hacerlo salvo de a ratos. En la mañana me retiré del hogar sin pasar a ver a mi flor. Cualquier cosa que hubiese pasado, sea esta que hubiese crecido, que no lo hubiese hecho o que nada había sido real de lo que sucedió, afectaría más aún mi día y preferí no saber. Las horas fuera de casa fueron un calvario y al regresar no me importó qué pensaría de mí Dios y sus huestes angelicales. Casi corrí al balcón, abrí la puerta corrediza con una fuerza inusitada y ahí estaba mi flor, igual que ayer, lo que había sucedido, había sucedido y me alegré por ella y por mí. Traje desde la cocina un recipiente con agua y la derramé en la tierra con cuidado y luego me senté a observarla con detenimiento. Aunque pequeña todavía, presentí que no defraudaría mi sentido de la vista. Presagié una belleza que pocas flores podrían siquiera imaginar vestir. Sentado en la reposera, no resistí el impulso y me incorporé, tenía que tocarla y lo hice. No dije nada pero mis pensamientos recargados de imágenes positivas luchaban contra los músculos de mi rostro, tratando de aflojarlo. Al roce de mis dedos con el capullo fucsia, instantáneamente comenzó a crecer y se estiró unos cinco centímetros y el pimpollo se alargó un poco y se llenó de compactos pétalos que de a poco se perfilaban en líneas que avecinaban una forma general estilizada y refinada. Parecía una delgada copa de vino y me agradó mucho su figura y magnífico color. “Qué hermosa”, exclamé en la tontedad del éxtasis en el que permanecía absorto. La flor se movió con gracia y dejó su erguida postura e inclinó con garbo su ser, como en agradecimiento a mis palabras y así permaneció hasta que dejé de contemplarla, era hora de dormir.
Los días prosiguieron en la rutina de la charla, los halagos y la admiración, mientras ella crecía y se transformaba en una flor cada vez más bella. Me causó un poco de preocupación el hecho de que no emanara perfume pero tampoco me quitó el sueño, si yo no era perfecto…
Cocina, comedor y living más que espaciosos, pisos despejados, muebles casi desérticos y la heladera llena, esa es mi definición de hogar. Poco que ordenar, poco que limpiar, poco para mirar. Como para ser justo, debo reconocer que hay un lugar de mi departamento que espera desde hace unos años mi atención. Alguien diría que toda la casa espera lo mismo pero a lo que me refiero es que el balcón sí hace bien en esperar porque siento la imperiosa necesidad de dedicarle atención y tiempo. Siento que tengo que decorarlo pero no he podido hacerlo y quizá nunca lo haga.
Las veces que me he preguntado el porqué de esa necesidad de cambiar su aspecto, termino pensando que de alguna manera yo me veo reflejado en él. Me siento como ese balcón que es parte de un todo pero colgado afuera, siendo parte de y no siendo parte. La oveja negra del rebaño, muchas veces me sentí ese cuadradito que se ve como adosado al todo que en este caso sería mi familia.
Una persona tiene muchas cosas que pudiera querer o desear al entrar en una florería, pero mi oveja negra hizo que le prestara atención a una ínfima maceta que en su interior dejaba ver nada más que tierra, y no dudé en preguntarle a la mujer que atendía el comercio, qué era eso. Tras varias requisitorias de ella tratando de entender de qué le hablaba, me acerqué a la macetita y se la señalé. “¡Ah, esa!”, respondió sin demasiado interés. “Creo que colocaron una semilla de alguna flor ahí”, acotó mientras envolvía un ramo de rosas amarillas delicadamente. Quise saber más pero ella no tenía idea, la que sabía era la dueña pero hasta el otro día no volvería al local. Cuando le pregunté el precio, me contestó que: “el de la maceta”, ya que no había nada más en ella y respondí que la llevaría. Pensaba en la flor contenida en la tierra dentro de la maceta y me alegré. Todo era perfecto: una flor desconocida por mí hasta este momento, decoraría mi vida, el balcón.
Mi relación con la flor que no asomaba el hocico veinte días después de haberla comprado, era natural: Una o dos veces al día yo pasaba cerca del balcón y la miraba. Una de esas noches, antes de ir a descansar me asomé al balcón y una imperiosa necesidad de hablarle a mi nueva amiga comprada, me obligó a decirle: “hasta mañana, te estoy esperando”. Luego de tamaña estupidez miré a mi alrededor como para comprobar que nadie más que el creador de todo, sus ángeles y otras criaturas celestiales, me estaban observando, y nada, éramos solo nosotros. Grande fue mi sorpresa cuando a la mañana y antes de ir al trabajo, miré el balcón y vi esas dos diminutas hojitas estirarse en el tallo que solo parecía esperar paciente que algo más divertido sucediera. Me sonreí al ver a mi amiga y le guiñé un ojo en franco símbolo de aprobación.
La idea de que mi voz o saludo, o lo que fuere había hecho, era el causante de la germinación de mi flor, y bien digo “mi”, pues yo la había pagado, generó un exagerado entusiasmo por comprobar si lo que pensaba era así o no. Cuando llegué a casa, preferí no visitar el lugar en donde mi atención estaba puesta, pretendí no tener ningún interés en el tema, no fuera cosa que la flor terminara mostrando un engreimiento que yo había fomentado y del cual me arrepintiese. A la noche y después de varias vueltas sin sentido ni propósito por la casa, entré al balcón y la saludé. Agregué también que esperaba verla más grande el día siguiente. Ese día mi amiga, con exuberancia y orgullo dejaba ver sus nuevas hojas y el tallo con ínfulas de príncipe, exponía ante mi vista su nuevo centímetro. Esa noche el saludo se transformó en charla, unilateral, pero charla al fin y cada noche me explayaba más y más en cuanto a lo que le refería acerca de mi vida y también en cuanto a lo que esperaba de ella. El sentimiento de tontedad, poco a poco se diluyó, y el hablarle a este proyecto de flor, ahora era algo natural y cotidiano para mí aunque claro, solo ella y yo conocíamos nuestro secreto, prefería no pensar en los demás.
Treinta días después de haberla adquirido en aquella casa de plantas, un casi inapreciable pimpollo coronó el tallo que alcanzaba ya una altura de treinta centímetros, centímetro más, centímetro menos, y mi emoción también rompió el cascarón en que se encontraba desde hacía años y una sonrisa se dibujó en mi rostro. En el preciso instante en que sonreí, el tallo creció un poco más y el pimpollo ganó cuerpo, se tiñó de un fucsia nunca antes observado por mí. La sorpresa del hecho me apartó del balcón, cerré la puerta corrediza y me apoyé sobre ella tratando de recuperar la calma y el ritmo cardíaco normal. No miré atrás, solo me fui a dormir, pero esa noche no logré hacerlo salvo de a ratos. En la mañana me retiré del hogar sin pasar a ver a mi flor. Cualquier cosa que hubiese pasado, sea esta que hubiese crecido, que no lo hubiese hecho o que nada había sido real de lo que sucedió, afectaría más aún mi día y preferí no saber. Las horas fuera de casa fueron un calvario y al regresar no me importó qué pensaría de mí Dios y sus huestes angelicales. Casi corrí al balcón, abrí la puerta corrediza con una fuerza inusitada y ahí estaba mi flor, igual que ayer, lo que había sucedido, había sucedido y me alegré por ella y por mí. Traje desde la cocina un recipiente con agua y la derramé en la tierra con cuidado y luego me senté a observarla con detenimiento. Aunque pequeña todavía, presentí que no defraudaría mi sentido de la vista. Presagié una belleza que pocas flores podrían siquiera imaginar vestir. Sentado en la reposera, no resistí el impulso y me incorporé, tenía que tocarla y lo hice. No dije nada pero mis pensamientos recargados de imágenes positivas luchaban contra los músculos de mi rostro, tratando de aflojarlo. Al roce de mis dedos con el capullo fucsia, instantáneamente comenzó a crecer y se estiró unos cinco centímetros y el pimpollo se alargó un poco y se llenó de compactos pétalos que de a poco se perfilaban en líneas que avecinaban una forma general estilizada y refinada. Parecía una delgada copa de vino y me agradó mucho su figura y magnífico color. “Qué hermosa”, exclamé en la tontedad del éxtasis en el que permanecía absorto. La flor se movió con gracia y dejó su erguida postura e inclinó con garbo su ser, como en agradecimiento a mis palabras y así permaneció hasta que dejé de contemplarla, era hora de dormir.
Los días prosiguieron en la rutina de la charla, los halagos y la admiración, mientras ella crecía y se transformaba en una flor cada vez más bella. Me causó un poco de preocupación el hecho de que no emanara perfume pero tampoco me quitó el sueño, si yo no era perfecto…
El tiempo que le dispensaba iba in crescendo y este pasó a ser el que más satisfacción me causaba. No sería justo decir que por ella me aislé porque eso ya había sucedido mucho tiempo antes de comprarla. Cada tanto venía mamá y preguntaba acerca de mi bienestar e intentaba que le permitiese decorar mis “tan blancas paredes” pero mi mirada bastaba para disuadirla. Nunca iba al balcón porque según decía, la deprimía que no hubiera en él aunque sea una planta. Yo solo la miraba, nuestro secreto, el de la flor y yo, estaba resguardado, nunca la vio.
Un sábado a la noche caluroso pero entretenido como era siempre el tiempo que pasaba con la flor, le confesé que ella había cambiado mi vida y que al principio me avergonzaba hablar con ella, me sentía estúpido pero que ahora, contaba los minutos que faltaban para volver al hogar y pasar este maravilloso tiempo con ella. Tiempo que se incrementaba de a poco y que llevó a transformar mi balcón en prácticamente un comedor, un living, y no se convirtió en dormitorio solo por temor a dar la impresión de estar perdiendo el juicio. Me reía con ella, lloraba con ella, le contaba mis problemas y temores, y mis proyectos, ella fue la primera en conocerlos. Esa noche, no sé si fue por el vino o solo por el puro deseo de hacerlo, segundos antes de irme a dormir, me decidí a cometer lo que en mi cabeza sonó como el traspaso de la delicada línea que divide la coherencia con lo otro. Cerré los ojos, me agaché un poco y la besé. No quería abrirlos, tal vez para no comprobar con mis sentimientos más racionales lo que acababa de hacer, pero la vergüenza se percibe hasta con los ojos cerrados. Un majestuoso perfume inundó todo el espacio y la vergüenza se transformó en temor, temor de abrir los ojos, pero era necesario. Cuando los abrí, la nada misma me sorprendió con su inquietante aguijón y no comprendí. La flor había desaparecido. La pena ahora sí que era mi verdugo, empecé a repetir: “¡Qué hice! ¡Qué hice!” y lágrimas brotaron por mi flor que ya no estaba y solo el balcón vacío era el testigo perfecto de mi desilusión. No pretendía abandonar mi posición sumisa frente a la dolorosa realidad, pero el roce en mi espalda casi me mata del susto y miré. En realidad todavía no había conocido realmente el verdadero susto. Ahí, parada solo respirando y en conmoción y frente a mí, la delicada figura parecía contener la respiración esperando algo por venir. Vestida con exquisitez en suculento fucsia y aroma, parada en puntas, cerró con indescriptible belleza sus redondos párpados y esperó. Yo había besado mujeres y hombres, pero esta vez me sumí en lo profundo de un desconocido mar de sensaciones y la llamé ilusión.
Quisiera llegar al fin de mis días, satisfecho y con la pasión intacta aun sabiéndome deudor por errores no reparados, pero en mi imaginación no estoy solo, extiendo mi temblorosa mano y ahí como desde hace tanto, esta bellísima criatura me mira con ternura y adivino el mar de lágrimas que retiene hasta llegado el momento. Yo que siempre fui un solitario balcón, me voy feliz, mi flor hizo que este sencillo y pobre ser, llegara a sentirse también, parte de la casa…
__Mirna
pensaba en todos, era muy buena su madre. Ella habría disfrutado del relato y
de que ese sea el resultado de su vida, profesor.
__Pedro,
mírame. No tengo ninguna regla en contra de que la gente me mire a los ojos.
Pedro,
levantó los ojos, no muy convencido.
__Es
una oferta muy generosa que me escuches hablar de ella. Gracias. Pero… no me
gusta hablar de ciertas cosas, pero lo tendré en cuenta. __ Sonrió, y esa vez,
mantuvo la sonrisa__. Posees amabilidad y caridad, dos de las principales
virtudes. De hecho estoy seguro de que posees las siete.
Especialmente
la castidad, pensaron los dos a la vez. “Y él cree que la castidad es digna de
burla”, pensó Pedro.
__Nunca
había bailado así con nadie _confesó él, apretándole la mano cariñosamente.
Pedro
se quedó inmóvil.
__
Pedro, ¿qué te pasa?
Los
ojos de Pedro se nublaron y la piel se enfrió rápidamente. El rubor que se
había extendido por sus mejillas un par de minutos antes desapareció por
completo, dándole la piel más que blanca, traslúcida, como papel de arroz.
Tenía la vista clavada en algún lugar muy lejos de allí. Cuando Guillermo le
apretó la cola, fue como si no lo notara.
Cuando
salió de aquella especie de trance, él trató de hacerlo hablar, pero estaba
demasiado alterado para hacerlo. Guillermo no tenía ni idea de qué le había
pasado, por lo que optó por ser prudente y le pidió a Gaby con un gesto que lo
acompañara. Luego se acercó a la barra y encargó un whisky doble, que se bebió
antes de que regresaran.
En
ese momento tomó una decisión, era hora de volver a casa. Era obvio que el
señor Beggio no se encontraba bien y el sitio no era un sitio adecuado para él
en ninguna circunstancia. Sabía que en algún momento de la noche los hombres y
mujeres se emborracharían también y se pondrían cachondas. No quería exponer a
su hermana ni a Pedro, al virginal señor Beggio a cualquiera de esos tipos de comportamiento. Así que pagó
la cuenta y le pidió a Ed que le consiguiera dos taxis. Pensaba darle una buena
propina al taxista de Pedro para que lo dejase a este en la puerta de su casa y
esperara hasta que estuviera a salvo en el interior.
Pero,
por desgracia para él, Gaby tenía sus propios planes.
__!
Buenas noches, Pedro! Te veo luego en casa, Guillermo. Gracias por acompañarlo
a casa __dijo, entrando en uno de los taxis, cerrando la puerta de golpe y
alargándole un billete al taxista para que arrancara antes de que su hermano
pudiera preguntar nada.
Era obvio que estaba tratando de lanzarlos al
uno en brazos del otro. Sin embargo, era menos probable que Gaby se encontrara
con algún indeseable en el vestíbulo del edificio, donde siempre había un
vigilante de guardia, que Pedro en su barrio. Así que no pudo enfadarse
demasiado con ella.
Ayudó
a Pedro a entrar a otro taxi antes de entrar él. Cuando se detuvieron frente al
bloque de pisos, le indicó al taxista que lo esperara.
Lo
acompañó hasta la puerta y aguardó mientras Pedro buscaba las llaves. Por supuesto,
se le cayeron al piso, porque seguía alterado por lo que le había pasado en el
club. Guillermo las recogió y abrió. Al devolvérselas, le acarició la mano con
un dedo y se lo quedó mirando con expresión enigmática.
__Tengo
miles de palabras por escribir y otras tantas letras esperando ansiosas en
convertirse en versos, y con ellas iré cubriendo, una a una las páginas en
blanco de tu piel, formando poemas que lentamente irán incinerando nuestros
cuerpos, pero a veces siento que con ese increíble lenguaje tuyo, de silencios,
de insinuaciones, de gestos, de miradas y de sonrisas cómplices, comienzas a
ejecutar conmigo, ese juego tan tuyo, ese juego que juegas sin reglas y despiadadamente, ese
juego de seducción, con el que enloqueces mis sentidos y me conviertes en un
esclavo, logrando que solo viva pensándote y soñando con tenerte.
__Te
busco en sueños. Voy a atrapar sueños en
la mar de la nada, buscaré risas y besos ocultos en mi almohada, hurgaré en lo
profundo de mi pérfida mente para hacer un verso de amor que hable de tu
esencia, de tu pasión ardiente... Seguiré los pasos que has dejado en el viento.
Y que me harán llegar a ti, a tu presencia, abrazaré tu sonrisa, tus palabras,
tu alma... cerraré los ojos, te imaginaré al atardecer en los cielos que tu ser reclama... Te
buscaré en sueños de fantasías nocturnas, en los rincones donde por las
noches escondes palabras de amor... versos
que son trozos de un corazón agitado, paliativos de tu alma que vivirán en mi sol
para siempre desterrados... Imaginar que tus manos tocan mi rostro, paladearte
con la lectura de intensos versos, pensar
que en mi desierto, tú eres viento, sentir
que pronto vendrá la incierta calma, y creer que habitas muy dentro de mí… en ese espacio en que te ha confinado mi
alma.
Pedro
calló, inspiró hondo y empezó a mirar los zapatos negros _que eran demasiado
lujosos y brillantes incluso para Guillermo__, porque no podía decir lo que
tenía que decir mirando aquellos ojos preciosos.
__Profesor
Graziani, quiero darle las gracias por abrirme la puerta y por bailar conmigo.
Estoy seguro de que se ha sentido mal por tener que comportarse así con uno de
sus alumnos... Sé que solo tolera mi presencia porque Gaby está aquí y que,
cuando se marche, todo volverá a la normalidad entre nosotros. Prometo que no
le diré nada a nadie. Se me da muy bien guardar secretos.
“Voy
a solicitar un cambio de directo de proyecto. Sé que piensa que no soy
demasiado brillante y que si no pidió el cambio fue porque sintió lástima al
ver mi apartamento. Es evidente que piensa que no estoy a su altura y que le
resulta muy duro tener que tratar con un estudiante virgen y tonto. Así que,
adiós”.
Con
el corazón encogido se volvió para entrar en el edificio.
__
¿Has terminado? __preguntó él, barrándole el paso.
Pedro
alzó la vista, temblando al oír la dureza de la voz.
__Tú
has dicho lo que querías decir, mas hay algo que se llama diálogo. Y creo que
las leyes de la cortesía me otorgan el derecho a réplica. __Se apartó de la
puerta y se lo quedó mirando fijamente, con furia reprimida__. Te abro las
puertas porque soy un caballero, a veces, tú lo eres. Sé que no siempre me
comporto como tal aunque Mirna intentó inculcármelo. Hay días en que mi mente y
pensamientos parecen entrar en una etapa
de latencia...
¿Será acaso el frío del invierno el motivo de esta somnolencia?
¿O acaso serás tú causante de tal indolencia…?
Imagino
ser un árbol al que se le caen las hojas
que aún perduran en sus viejas ramas...
hojas que son arrastradas por el viento
y llevadas al jardín donde moran los recuerdos. Es seguro que ese árbol
espera con ansia la llegada de la primavera
para poder florecer, para llenarse de
verdes hojas para sentir el calor y la luz del sol, sentir la savia correr por
todas sus ramas, respirar a través de su tosca piel... Así me siento hoy, lo confieso… y me
encanta tal similitud que tengo con el árbol, yo también espero que tu
presencia me haga florecer, que tu mirada sea el rayo de luz que haga
sentir que la sangre fluye a través de
todo mi cuerpo, escuchar tu voz y tu
risa que me hacen vivir que me hacen soñar, que son alicientes para no morir…
Cuando
me encuentro en la grata compañía de esa
gran amiga que es la soledad... en mi mente, en mi espacio, me encanta
divagar, viajar a través del universo buscando
con afán la inspiración de mi alma, sujetarme de tu mano y soñar… viajar y
soñar, volar y vivir. Y luego volver a reencarnar en el amor que nos ha hecho sentir plenos, escribir con tinta del alma las
emociones que solo quien ama las puede
sentir... y después dejarlas volar muy lejos, cual avecillas que han aprendido que la libertad está en el cielo... Gaby es
una chica muy dulce, pero demasiado sentimental. Si por ella fuera, estaría
recitando sonetos bajo tu ventana como un adolescente. Así que vamos a dejar a
mi hermana fuera de todo esto. ¿De acuerdo?
__Por
lo que a mí respecta, si Mirna te adoptó
como me adoptó a mí, quiere decir que vio en ti algo muy especial. Ella tenía
un modo muy particular de curar a la gente, gracias al amor. Por desgracia en
tu caso, igual que en el mío, probablemente… llegó demasiado tarde.
Pedro
levantó la vista al oír las palabras. Habría querido preguntar a qué se
refería, pero no se atrevió.
__Yo
no creo en el amor como lo ve Gaby, para mí –continuó, Guillermo__ El amor es
imperfecto desde siempre, nos agota con el tiempo y el silencio, nos agrieta
con su mazo de reproches obligando que se caigan nuestros muros. El amor es incompleto aun deseado, nos
convierte en sufridores su presencia, nos conduce a la ceguera con sus luces
tolerando nuestra vista sin colores.
El
amor es indirecto por esencia, nos ahoga en ilusiones pretenciosas, nos permite ser piadosos o insensibles al
mojar de sentimientos nuestras almas. El amor es incorrecto, lo sabemos, no
permite nos miremos a futuro en los brazos del amante maquillado, aun sabiendo
las dolencias venideras. El amor es
insurrecto por completo, nos empuja hacia el pecado sin pretexto, nos libera de
cadenas de repente cuando muestra su partida predispuesta. Y te he pedido que
bailaras conmigo porque me apetecía estar contigo. Tienes una mente brillante,
y una personalidad encantadora. Si quieres otro
director, no me opondré, pero francamente, me decepcionas. No creía que
fueras de los que se rinden ante la primera dificultad.
“Y
si piensas que hago las cosas por lástima es que no me conoces. Soy un cabrón
egoísta y egocéntrico que no suele darse cuenta de los problemas de la gente
que lo rodea. ¡Maldito sea tu discurso, maldita sea tu baja autoestima y
maldito sea el curso de especialización!—resopló, tratando de no perder la
compostura__. Tu virginidad no es algo de lo que debas avergonzarte y, desde
luego, no es asunto mío. Solo quería hacerte sonreír, y…
Se
calló y le acarició la barbilla, luego le levantó la cara con delicadeza hasta
que sus ojos se encontraron.
Se
inclinó hacia él hasta que sus labios quedaron a escasos centímetros de
distancia. Estaban tan cerca que Pedro podía notar su aliento cálido en la
mejilla.
-Y
cada día besaba la rosa sin importarle que sangraran sus labios... era su
sacrificio de amor la promesa que él en su piel escribió. Y ella ante su devoción, lloraba al ver
sus labios sangrar y sus lágrimas bellas perlas de cristal como promesa
pura limpiaban la sangre de su amado
cuando la miraba brotar.
cuando la miraba brotar.
“Whisky
escocés y licor de menta”.
Los
dos aspiraron, empapándose del aliento del otro. Pedro cerró los ojos y se
humedeció el labio inferior… esperando.
__Qué
fácil es caer en el infierno ante esos labios. Llegas todas las noches a
rastrear mi silueta, amante clandestino, preámbulo de mi locura… tu aterciopelado cuerpo, pradera de mis
sentidos sensuales, caminos misteriosos tentadores y ondulantes, sensaciones al
recorrerme en horas nocturnas de pasión y amor, geografía de una piel anhelante, comamos el fruto del pecado.
Amantes
sin control, tu piel expone un brillo que asemeja a la aurora, se acercan tus
manos desnudas, vino que destila tu boca, bajo el sabor exquisito de tus
ósculos, fáltame el respeto, sin verbo sin medida, húrgame bajo las sábanas que
necesito amarte; penetrando mis labios muy lentamente dibujándome con sus
dedos, ¡oh, ángel mío! Me desquicias, travieso me desgajas.
Enredémonos
en esta perpetua madrugada, nuestra epidermis lo demanda, es el banquete
perfecto de dos océanos enredados como madrigueras, infierno exquisito,
obstinación por el deseo, la obsesión por el erotismo, tu cuerpo me llena a
plenitud, el calor el fuego ardiente, tus palabras, tus caricias, y todo ese
amor hecho pasión.
Sé
que te encanta desordenar mi mente, sigues alborotado mi cuerpo, es acariciar
el vuelo, siendo arrasados en caudales del vendaval, mi aire es tu fragancia,
eres un gran seductor, ángel o demonio no sé qué eres tú, has despertado los
deseos, curándome con tu delicioso sexo _susurró Guillermo y sus palabras agoreras y
premonitorias golpearon a Pedro en el alma. __ Quisiera ser el aire tímido y
soñado que respira de noche tus
labios... Y volar en las cercanías de
tus montes, bajo tus ropas, sobre tus sueños... Quisiera ser el soplo de aliento, ese que me dice ''te amo'' y ''te quiero''.
Ese que de tu boca inesperado nace, como
la unión de mis manos en ti al amarte.
Quisiera perderme sin retorno, en
las pendientes de tus bellos ojos, sobre los ríos de tu hermosa cintura, allí quiero permanecer, no hay duda alguna.
Quisiera
que me quisieras tanto como yo, como
solo podemos querernos los dos. Como se
quieren nuestras miradas, como se aman
nuestras noches esperadas. Quisiera ser
ese navegante sobre tus caderas, que
flota cual barco en tu mar a la deriva,
que se sujeta a tu aroma de primavera,
para amarte toda y más allá de una sola vida.
Quisiera
ser el aire tímido y soñado, que respira
de noche tus labios... Y volar en las
cercanías de tus pezones, entre tus
ropas, sobre tus sueños...
Enderezando
la espalda, le soltó la barbilla y se dirigió al taxi, cerrando la puerta con
un golpe seco.
Pedro
alzó los ojos y vio que el coche se alejaba. Las piernas le temblaban tanto que
tuvo que apoyarse en la pared para no caerse.
Durante
algunos instantes en el club, Pedro había estado seguro de que Guillermo se acordaba
de él, pero no habían sido más que esos instantes fugaces y etéreos que habían
desaparecido como telarañas arrastradas por el viento. Y él que era una persona
muy honesta, empezó a dudar de todo.
Tal
vez, su primer encuentro con Guillermo no había sido más que un sueño. Tal vez
se había enamorado de una fotografía y se había imaginado los acontecimientos
que siguieron a la partida de Gaby y Beto aquella noche. Tal vez se había quedado dormido solo en el
huerto de manzanos y todo había sido la
ilusión solitaria y desesperada de un joven de un hogar desestructurado que
nunca se había sentido amado.
Era
posible.
Cuando
todo el mundo cree una cosa y tú eres el único que piensa de otro modo, la
tentación de integrarte en el grupo es enorme. Lo único que Pedro tenía que
hacer era olvidar, negar, suprimir. Y volver a ser una persona como las demás.
Pero
él era demasiado fuerte como para rendirse. No había querido montar un número
en el club cuando Guillermo le había echado en cara su virginidad porque habría
sido llamar la atención sobre un hecho sobre el que se sentía demasiado
avergonzado. Y tampoco había querido obligarlo a reconocer que habían pasado
una noche juntos, ya que tenía un corazón puro y no le gustaba forzar a nadie a
nada. Cuando vio la confusión en la cara de Guillermo mientras estaban bailando
y se dio cuenta de que su mente no le permitía recordar, Pedro lo dejó correr.
Le preocupaba lo que un súbito reconocimiento podía provocar en él y el temor a
que su cerebro estallara como la taza de café de Mirna lo decidió a no decir
nada.
Pedro
era una buena persona. Y a veces la bondad no cuenta todo lo que sabe. A veces
la bondad espera el momento adecuado y aguanta como puede hasta entonces.
“Hoy
vida mía salí de mi casa con tu nombre en mi memoria, quería llevarte conmigo, que formaras parte de mi vida, hoy, rodeado de
gentes extrañas te buscaba, cerraba mis ojos ante el más bello paisaje que
nunca mis ojos habían visto, todos gozaban y celebraban el hermoso espectáculo
que la naturaleza nos brindaba, pero yo, quería verte en esa belleza, quería
hacerte participe de mi éxtasis que solo al abrir mis ojos tenía ante mí, pero tú
no estabas.
Entonces me puse a soñar, te contaré amor cómo te he visto caminar sin prisas por mi sueño, no había caminos trazados, me mirabas te recreabas en mis ojos, te reías a carcajadas, la vida estaba llena de gente triste, vacía, sin manos de amores donde cogerse, carecían de la bocas donde dejar la huella de un beso enamorado, personas desafortunadas que envidiaban nuestro amor, pero tú vida mía estás conmigo aquí en mis sueños, aunque tu mundo sea otro y abraces otra almohada que no es la mía, yo enamorado y soñador escucho los ecos de tu risa para no sentirme solo en mis noches en vela.
Seguirás siendo mi dulce amor de un instante, serás la magia que juega entre mis versos, serás es arañazo que siento en mi alma cuando tardas en llegar por las noches, luego ya estás aquí creo escucharte, pero no eres tú, es ese espejismo que me invento en tu silencio, el mismo que te reclama a gritos a través de la distancia que nos separa, pero al mismo tiempo, nos ata con hilos de plata para siempre, pues los dos sentimos el mismo deseo de amarnos en nuestras noches de insomnio cuando los párpados pesan como losas, esperando que llegue la vida.
Tal vez amor estés ansioso por besarme esta noche, yo ya te he besado mil veces.
Entonces me puse a soñar, te contaré amor cómo te he visto caminar sin prisas por mi sueño, no había caminos trazados, me mirabas te recreabas en mis ojos, te reías a carcajadas, la vida estaba llena de gente triste, vacía, sin manos de amores donde cogerse, carecían de la bocas donde dejar la huella de un beso enamorado, personas desafortunadas que envidiaban nuestro amor, pero tú vida mía estás conmigo aquí en mis sueños, aunque tu mundo sea otro y abraces otra almohada que no es la mía, yo enamorado y soñador escucho los ecos de tu risa para no sentirme solo en mis noches en vela.
Seguirás siendo mi dulce amor de un instante, serás la magia que juega entre mis versos, serás es arañazo que siento en mi alma cuando tardas en llegar por las noches, luego ya estás aquí creo escucharte, pero no eres tú, es ese espejismo que me invento en tu silencio, el mismo que te reclama a gritos a través de la distancia que nos separa, pero al mismo tiempo, nos ata con hilos de plata para siempre, pues los dos sentimos el mismo deseo de amarnos en nuestras noches de insomnio cuando los párpados pesan como losas, esperando que llegue la vida.
Tal vez amor estés ansioso por besarme esta noche, yo ya te he besado mil veces.
Amanece
y ahora por fin, veo las estrellas y trazo líneas entre una y otra con la
imaginación, dibujo tus constelaciones, hago tu nombre, un ave Fénix, un
ciervo, un pez que nada al lado de tu ojo derecho, no me canso de unir tus
pecas para formar un universo de formas, no me canso de ver tu rostro, en paz,
dormido, tu piel relajada, tus ojos cerrados, tus labios un poco abiertos.
Amanece
y el mar de tu cabello está en calma rodeando el cielo de tu rostro, tu rostro
que tanto me gusta besar, tu cabello de mar, de olas bravas cuando estás
despierto y de mar en calma, ahora que descansa en tus hombros, mar de mis
naufragios y de mis odiseas, mar para navegar, remar y soñar.
Amanece
y camino en tu campos, voy de un lunar a otro, en el mapa de tu piel, cruzo por
todo tu cuerpo mientras aún duermes y camino por ti, entre tus maravillas,
entre tus elevaciones y en tus cavernas, vuelo con la vista por todo mi mundo y
me admira que mi felicidad quepa en ese tu cuerpo tan tuyo y tan mío.
Amanece
y despiertan tus ojos y se abren tus dos soles, hasta en eso es más bello tu
planeta que el nuestro, te sorprende verme despierto al lado tuyo viéndote,
perdido en mis fantasías, perdido en la contemplación, perdido en ti y todo es
perfecto cuando tu boca se abre y dices, buenos días… loco.
Y
tal vez lo sea, pero así recuerdo aquella noche, y cada vez es como revivirla…
a tu lado”.
El
profesor Graziani no era el hombre del que se había enamorado en el huerto de
los manzanos. Era fácil darse cuenta de que al profesor le pasaba algo. No era
solo que fuera una persona sombría o deprimida, era un ser perturbado. A Pedro,
familiarizado con el alcoholismo de su madre, lo preocupaba que tuviera
problemas con la bebida. Pero su bondad le impedía hacerle daño, obligándolo a
mirar algo que él no quería ver.
Habría
hecho cualquier cosa por Guillermo, el hombre con el que había pasado una noche
en el bosque, si él le hubiera dado el
más mínimo indicio de que lo quería. Habría descendido a los infiernos y lo
habría buscado por todos sus círculos hasta
encontrarlo. Habría atravesado con él las puertas y lo habría traído de vuelta,
arrastrándolo. Si Guillermo hubiera sido Frodo, Pedro habría sido su Sam, lo
habría seguido hasta las entrañas del Monte del Destino.
Pero
el profesor ya no era su Guillermo. Este estaba muerto. Había desaparecido
dejando tras de sí solo vestigios en el cuerpo de un clon torturado y cruel.
Guillermo había estado a punto de romperle el corazón una vez y Pedro no iba a
permitir que volviera a hacerlo.
Antes
de irse de la ciudad y regresar con Beto y con ese grupo perturbado que tenía
por familia, Gaby insistió en visitar el
apartamento de Pedro. Esta había ido
dándole largas y Guillermo le había aconsejado a su hermana que no se
presentase sin avisar. Sabía que en cuando Gaby viera dónde vivía, se
encargaría de hacer sus maletas personalmente y
lo obligaría a mudarse a un sitio más confortable, a ser posible a la
habitación de invitados de Guillermo.
(Solo
cabía imaginar cuál sería la respuesta de Guillermo a esa idea, pero sería algo
parecido a “! Ni de puta broma!”)
Y
así, el domingo por la tarde, Gaby llegó a casa de Pedro para tomar un café y
despedirse de él antes de que Guillermo la acompañara al aeropuerto.
Pedro
estaba nervioso. Como un sobrio monje medieval, tenía la virtud de la
fortaleza, así que no lo asustaba la falta de comodidades. Al firmar el
contrato no le había parecido que su agujero de hobbit estuviera tan mal. Era
un lugar seguro, estaba limpio, y se lo podía permitir. Pero una cosa era lo
que él pensara y otra muy distinta enseñárselo a su amiga.
__Tengo
que advertirte que es muy pequeño. Pero recuerda que vivo gracias a una beca de
estudios y que no puedo trabajar para sacar algo más de dinero extra porque no
tengo permiso de trabajo. Así que, como comprenderás, no puedo permitirme vivir
en un edificio como el de Guillermo, ni
nada remotamente parecido _le explicó, mientras Gaby entraba en el apartamento.
Esta
asintió y dejó una gran caja cuadrada encima de la cama. Guillermo ya la había
avisado de lo pequeño que era el sitio. Y le había dicho que no se le ocurriera
escandalizarse, porque él todavía se sentía culpable por su horrible reacción.
A
pesar de todo, Gaby no estaba preparada para lo que vio. El espacio era
diminuto, destartalado y todo lo que contenía era de segunda mano y barato.
Todo, menos las cortinas, la ropa de cama y unas pocas cosas que Pedro se había
traído de casa.
Gaby
intentó disimular. Recorrió el estudio, lo que hizo en unos cinco pasos, miró
dentro del armario, examinó el lavabo y permaneció en el área de cocinar
mirando el patético hornillo eléctrico y el decrépito microondas. Luego se
cubrió la cara con las manos y se echó a llorar.
Pedro
se quedó clavado en el suelo, sin saber qué hacer.
Sabía
que a su amiga la afectaba mucho la fealdad, pero había tratado de que su
apartamento estuviera lo más bonito posible, por eso había usado el lila para
la decoración. Pensaba que Gaby sabría apreciarlo.
Poco
después esta se recuperó. Secándose las lágrimas se echó a reír, pero era una
risa histérica.
__Lo
siento. Son las hormonas y la falta de sueño. Desde que murió mamá estoy muy
sensible. Y luego está todo el tema de mi padre, Beto y la boda. Oh, Pedro. Ojalá
pudiera llevarte conmigo a casa. Hay sitio, tanto espacio libre allá. Solo la cocina
es más grande que tu estudio.
Pedro
la abrazó con fuerza hasta que Gaby se echó a reír.
__Guille
me dijo que eras muy exigente con el té. Se quedó impresionado con tu manera de
prepararlo. Y ya sabes lo mucho que cuesta impresionarlo. Así que voy a
acurrucarme en tu bonita cama lila y a aprender a prepararlo _dijo, dejándose
caer sobre la colcha colocándose la caja sobre las rodillas y tratando de
mostrarse contenta para no entristecer a su amigo.
A
Pedro le sorprendió que Guillermo se acordara del té después de lo muy ocupado
que había estado ese día criticando sus hábitos alimentarios. Pero trató de no
pensar en ello y centrarse en Gaby. Quería que se sintiera cómoda y se olvidara
de sus problemas por un rato. Pronto estuvieron
sentados en la cama, con una taza de té en la mano, y comiendo trufas
que Pedro había comprado con los fondos de emergencia.
__Tengo
que contarte algo de Guillermo _ dijo Gaby, pasando el dedo por el borde de la
taza.
__No
quiero oírlo.
Su
amiga lo miró frunciendo el cejo.
__
¿Por qué?
__Porque
es mi profesor. Es… más seguro fingir que no nos conocemos. Hazme caso.
Gaby
negó con la cabeza.
__Él
me dijo algo parecido. Pero yo le contesté que me daba igual. Es mi hermano y
le quiero. Y hay unas cuantas cosas que deberías saber sobre él.
Pedro
suspiró y sonrió.
__Si
supiera que te estoy contando esto, me mataría, pero creo que te ayudará a
entender su actitud. ¿Te explicó mi madre alguna vez la historia de su adopción?
__Solo
me contaba cosas buenas: lo orgullosa que estaba de él, lo bien que le iban las
cosas en Princeton o en Oxford. Nunca me habló de su infancia.
__Mamá
lo encontró cuando él tenía nueve años, vagando cerca del hospital. Iba de
viaje con su madre, que estaba alcoholizada, y ella se puso enferma. La
ingresaron en el hospital, pero acabó muriendo, de neumonía, creo. Sea como
sea, mamá encontró a Guillermo, que no tenía ni un céntimo. Ni siquiera podía
comprarse una lata de la máquina de refrescos. Cuando localizó a sus parientes
por teléfono, estos le dijeron que no querían saber nada del niño…
Pedro
oía el relato muy lejano, porque un dolor físico le horadaba el alma al
imaginar a su amado Guillermo como ese
niño indefenso de nueve años, con hambre, sed, frío… huérfano…
__Guille
siempre supo que su familia no lo quería pero a pesar de lo que mis padres hicieron
por él, nunca se sintió a gusto en casa. Nunca se sintió parte, uno de
nosotros.
Pedro
pensó en ese niño hambriento y asustado, y tuvo que reprimir las lágrimas. Se
imaginó sus ojos grandes, café y canela, en su cara angulosa y angelical de
entonces. El pelo castaño alborotado, la ropa sucia y raída, y la madre loca a
causa del alcohol, él sabía lo que era tener a una madre alcohólica. Sabía lo que era irse a la cama llorando cada noche
esperando que alguien, cualquier persona, lo amara. Guillermo y él tenían más
cosas en común de lo que parecía. Muchas más.
__Lo
siento, Gaby. No lo sabía.
__No
estoy excusando su mala educación ni su
arrogancia. Solo te estoy contando quién es. Tras la horrible pelea con Miguel
aquella noche, Mirna dejó una vela encendida en la ventana cada noche. Pensó
que si Guillermo pasaba por allí y no se atrevía a entrar la vela le diría que
ella lo estaba esperando y que lo seguía queriendo.
Pedro
negó con la cabeza. No le extrañaba. Era típico de Mirna. Era la caridad
personificada.
__Guillermo
finge ser una persona sana, pero está herido por dentro, está roto, Pedro. En
lo más profundo de su alma se odia. Le he pedido que te trate bien, así que
espero que de ahora en adelante se comporte mejor. Si no lo hace, yo me ocuparé
de él.
Pedro
resopló para sofrenar el llanto, no le importaba el trato si no las palabras
previas, su Guillermo estaba herido.
__Básicamente
me ignora No soy más que un estudiante recién licenciado y nunca permite que me
olvide de ello.
__Me
cuesta creerlo. No creo que se dedique a observar con tanta intensidad a todos
los estudiantes recién licenciados.
Pedro
se entretuvo mirando la trufa para no tener que levantar la cabeza.
__ ¿Me
observa? _preguntó, tratando de parecer relajado, aunque la voz le tembló un
poco.
__
Te observa constantemente. ¿No te has dado cuenta? __preguntó Gaby asombrada.
__Ya
hace tiempo que mis puertas no gimen, que por la ventana de mi cuarto entra el aire que respiro sin quererlo, que la
palidez de la luna, entra de puntillas, el sol desvanece las sombras despertándome
del breve coma de cada día. Ya hace tiempo que mis sábanas no vibran, que mi
colchón no se estremece, que las patas de mi cama, salvaje de sexo no se
desplazan, que el estampado de mi colcha, no es la geométrica biblia del
diccionario del Kama Sutra. Ya hace tiempo que mis paredes no se avergüenzan de
desnudeces, que mis rincones expectantes, no admiran la erótica de sus curvas,
que el silencio arrulla las paredes, que el techo me pesa como si cayera, que
la niebla de mi soledad es tan espesa que corto sus formas en el simulacro de amar.
Ya
hace tiempo que no me confieso con la almohada, que no me consulta sus
pesadillas, no me confiere secretos, no
adquiere en sus huesos la forma de su cuerpo o la seda de su piel. Ya hace
tiempo mucho tiempo, que mis puertas lloran su ausencia.
No sé
en qué principio de tantos comienzos se inició el final donde todo transmuta en
el exterminio. No sé el origen, la causa ingenua de mi conclusión, no sé en qué
momento como algo inevitable se quebró el cristal de mi niñez extraviando mi
fantasía. Desconozco sus comienzos, las formas de su conclusión, me arrastró el
sentimiento me empujó la soledad, perdido en la profundidad de mis arterias
perdí mi adolescencia, los sueños y el corazón, me hice hombre y no sé, no sé,
en qué instante de esa metamorfosis, perdí el amor.
No sé
en qué preciso momento de mi metafísica existencia seguido por mi ignorancia,
por la fobia a lo desconocido, como una imposición no aclaratoria de mis dudas más profundas y
no sé, no sé en qué lugar del tiempo ante el abanico de la creencia, dejé de
creer en Dios.
No sé
si fue el olvido o el fantasma peregrino de la soledad, o el exceso de entrega
a quienes amas, regalando felicidad a quienes quieres sin la analítica de quién
eres, de entregas sin treguas y sin presencia, regalando sentimientos olvidando
lo que sientes porque eres cuanto sientes, otorgar sin percibir, sacrificar sin
recompensa, olvidar ofensas en el recuerdo de la felicidad. Y no sé, no sé dónde
extravié mi fantasía, perdí el amor, la creencia en Dios, la fe y mi ser en la humanidad.
El
hombre, como parte de la materia que ni se crea ni se destruye y sometido a los
accidentes de la naturaleza, está condenado a perecer en algo más hermoso.
__No
hables así porque terminaré por regresar en una semana, Pedro. Guille no dejó
de mirarte durante la cena de la otra noche, ni arrobado en el club. Cada vez
que bebes, no aparta los ojos de ti. Y cuando le guiño un ojo, frunce el cejo.
__Gaby lo miró, pensativa__. Cada vez que los veo juntos, pienso que me estoy
perdiendo algo porque desde afuera se ve así, lo prometo. Cuando le dije que
iba a ir de compras, no solo no intentó
evitarlo sino que me animó. Hasta me dio dinero.
__
¿Y qué? Me parece bien. Para eso están los hermanos mayores. ¿Qué te compraste?
__El
dinero no era para mí, era para ti.
Pedro
arrugó la frente y se volvió para mirar a su amiga.
__
¿Por qué demonios iba a hacer algo así?
__Dímelo
tú.
__No
tengo idea. Ha sido muy antipático conmigo desde que llegué.
__Bueno,
pues el caso es que me dio dinero y me dijo que te comprara un regalo. Fue muy
específico. Así que, aquí tienes.
Gaby
le acercó la caja del regazo.
__No
lo quiero.
Pedro
trató de apartarla, pero su amiga se lo impidió.
__ Al
menos, ábrela primero.
Pedro
negó con la cabeza, pero Gaby no se rindió, así que acabó abriendo la caja.
Dentro había un precioso maletín de piel color chocolate, de los que pueden
llevarse por las asas o en bandolera. Apenas sacarlo, vio la etiqueta.
“Mierda”,
pensó.
__
¿Qué te parece?
__No…
no lo sé _balbuceó, contemplando el precioso maletín asombrado.
Gaby
se lo quitó de las manos y empezó a abrir los distintos compartimentos, comentando
lo bien cosido que estaba y la calidad de sus acabados.
__ Es
perfecto para llevar el ordenador portátil. Es funcional y masculino. ¡Y es
italiano! Los dos sabemos que tanto Guille como tú tienen debilidad… por todo
lo italiano __añadió tras una pausa para ver si Pedro reaccionaba de alguna
manera y se delataba.
El
rubor de sus mejillas y su nerviosismo le dijeron todo lo que necesitaba saber,
así que decidió no seguir atormentándolo.
__Me
pidió que no te dijera que era de su parte. Por supuesto, no le he hecho caso _añadió,
riéndose.
__Quisiera
expresarle cuánto mi alma sostiene en su más grande contenido hacia su persona de
mi insignificante continente, con una vieja historia tan antigua como el mundo
y el barro de la tierra, un mito, una leyenda que me recuerda a él, a mí.
Era una mujer, que vivía para morir, nacía anciana, y perecía geriátrica, o quizá ya fuese anciana antes de nacer. Se cubría de ese amarillo pálido, mortecino, a veces de un verde limón casi vivo, desfallecido, cansado. En ocasiones, se instalaba un vestido de acuarelas hojas, con los matices de la vida hasta la agonía de la existencia. Acicalaba su cara del oro bruñido, del valor arqueológico de los viejos libros, de esa memoria que nunca perece en el crepúsculo del sol del féretro de la tierra. Cabellos blancos peinado al viento decorado de flores marchitas.
El sol, apenas la visitaba y su siempre amiga, la soledad, le acompañaba esas tardes en el que el cielo, triste, le amenazaba con las nubes o a liarse con el presuntuoso y soberbio señor del viento.
Una
tarde que su amiga la libertad fue ausente, reclamada por los hombres y la
esclavitud, llegando a la conclusión de sus días, conoció, al que no era joven
ni anciano ni niño, ni adolescente, no, no era un viejo sabio… pero sí poseía la madurez precisa, exacta y acertada del
poder de sus elementos. Se acercó curiosa, atraída como una niña, queriendo ver
más allá de lo que subyace en su mirada.
Él, algo arrogante la miró a los ojos, y como algo predestinado se enamoró de ella, como la muerte se enamora de los ángeles del cementerio. Ella, traspasando las vidrieras de sus ópticas, se perdió en los espectros de sus profundidades, y le sonrió tierna, dulce como los arboles sonríen a la primavera. Él, sin palabras solo la contemplaba. Y ella, en el siseo de una melodía lejana, le dijo: ¿dónde has estado en las vidas que no he vivido?
¿Por qué lugares deambulaste en todas mis existencias que conmigo no ha sido?
Él, algo arrogante la miró a los ojos, y como algo predestinado se enamoró de ella, como la muerte se enamora de los ángeles del cementerio. Ella, traspasando las vidrieras de sus ópticas, se perdió en los espectros de sus profundidades, y le sonrió tierna, dulce como los arboles sonríen a la primavera. Él, sin palabras solo la contemplaba. Y ella, en el siseo de una melodía lejana, le dijo: ¿dónde has estado en las vidas que no he vivido?
¿Por qué lugares deambulaste en todas mis existencias que conmigo no ha sido?
Y él,
con la sonrisa de todos los hombres, con el corazón del mundo y de Dios, le
contestó: Siempre estuve al final de todas tus existencias, en el principio de
todas tus vidas, donde naces anciana y agonizas joven como todos los hombres.
Se abrazaron desesperados, exhaustos, intercalando
sentimientos, presencias y cuerpos, se
acariciaron, regalándose el uno al otro, y se besaron, como ese primer beso en que rindes el alma. Ella, emocionada con gotas en los ojos, agradecida le regaló
todos los recuerdos de todas las almas, y todas las risas de los niños.
Y él, como ese dios, omnipresente y omnipotente y desconocido, le obsequió, a que naciera siempre niña en sus manos, a que muriese eternamente joven en sus brazos. Y allí, sobre ese infinito crepúsculo del horizonte cobrizo caminaron cogidos de la mano. Y cada año, cuando el invierno escupe su frio aliento, veo la belleza del otoño que muere, y el fin del principio de un caos, enamorado. Sea usted, todos mis otoños, y yo, seré el caos del principio de todos sus finales.
Y él, como ese dios, omnipresente y omnipotente y desconocido, le obsequió, a que naciera siempre niña en sus manos, a que muriese eternamente joven en sus brazos. Y allí, sobre ese infinito crepúsculo del horizonte cobrizo caminaron cogidos de la mano. Y cada año, cuando el invierno escupe su frio aliento, veo la belleza del otoño que muere, y el fin del principio de un caos, enamorado. Sea usted, todos mis otoños, y yo, seré el caos del principio de todos sus finales.
__
¿Eso sientes por él? __preguntó Gaby emocionada.
__Eso
no importa con el profesor, Gaby. Ya algún día te contaré, pero lo que quiere
tu hermano con ese regalo es no volver a ver mi vieja mochila. Su sola
existencia ofende su patricia sensibilidad, así que te ha usado para que me
libres de ella. Pero no pienso hacerlo. Es una mochila L.L. Bean, está
garantizada de por vida. Si la envío me la cambian por una nueva, Llévate el
maletín. Que se lo meta por… demasiado bueno para productos nacionales.
Gaby
lo miró entre sorprendida y asombrada.
__
Pedro, él salió de la calle, no tenía ni siquiera una mochila rota para ir a
ninguna parte.
__No
pareciera recordarlo desde que es rico, Gaby.
__Bueno…
en ese caso no va a echar de menos el dinero. Lo tiene a montones.
__Los
profesores no ganan tanto.
__Es
verdad, pero lo suyo lo heredó.
__
¿De Mirna?
__No,
de su padre biológico. Hace unos años un abogado localizó a Guillermo y le dijo
que su padre había muerto y le había dejado un montón de dinero en herencia.
Creo que hasta ese momento nunca supo ni de quién era hijo. De entrada, rechazó
la herencia pero luego cambió de opinión.
__
¿Por qué?
__No
estoy segura. Fue después de la pelea en casa. Después de aquello, pasé
bastante tiempo sin hablar con Guille. Hoy en día creo que se esfuerza en
gastárselo rápido, porque no para de acumular intereses. No pienses en el
maletín como un regalo suyo. Piensa que lo estás ayudando a pulirse la fortuna de su padre, ese es su deseo por
algún motivo. Él quiere gastársela como si le quemara en las manos, y que
tengas algo bonito. Me lo dijo.
Pedro
negó con la cabeza.
__No
puedo aceptarlo. No me importa de dónde venga el dinero.
Ella
lo miró apenada.
__Por
favor, Pedro. Guillermo nos ha mantenido apartados de su vida durante demasiado
tiempo. Justo ahora que empieza a permitirme que me acerque a él otra vez, no
quiero perderlo de nuevo _dijo, haciendo una mueca.
__Lo
siento, no puede ser. Es mi profesor, podría meterse en un lío por hacerme
regalos.
Ella
lo tomó de la mano.
__
¿Se lo contarías a alguien?
__Claro
que no.
__Mejor
porque se supone que es un regalo atrasado por tu cumpleaños o por las
Navidades. __Abrió mucho los ojos__. Oh, Dios mío, Pedro. Tu cumpleaños. Se me
olvidó. Lo siento.
Ella
apretó los dientes.
__No
lo sientas, ya no lo celebro. Es demasiado duro. No puedo.
__ ¿Has
vuelto a saber de… él?
Pedro
sintió que se le revolvía el estómago.
__Solo
cuando está borracho o enfadado por algo. Pero al venir aquí, me cambié de
teléfono para que no pueda localizarme.
__!
Desgraciado! _ exclamó, Gaby__. Sé que no debería haberte dicho que Guillermo
había pagado el maletín, pero no he querido mentirte. Sé lo que duele descubrir
que te han engañado, y yo no quiero hacerlo.
Los
amigos intercambiaron una significativa mirada. Pedro se quedó contemplando el
maletín, pensando en sus implicancias, las declaradas y las ocultas. No quería
recibir regalos de Guillermo. Él lo había rechazado. ¿Qué sentido tenía tener
aquel maletín en un agujero de hobbit? ¿Y cómo podía llevarlo encima todo el día
sabiendo que era un regalo suyo? Sabiendo que él lo vería y lo miraría con
suficiencia, pensando que le había hecho un favor. Ni hablar. Ni por todo el
oro del mundo.
Gaby
se dio cuenta de lo que iba a decir, antes de que abriera la boca.
__Si
no lo aceptas, sabrá que algo ha ido mal y me echará las culpas a mí.
Pedro
maldijo en silencio.
“Oh,
dioses de los pretenciosos especialistas en Dante que van por el mundo con un
palo metido en…, hagan que le salgan ronchas como rodajas de mozzarella en el
pene. Por favor. Algo que pique mucho”.
Pero
Pedro haría cualquier cosa por su amiga.
__De
acuerdo. Lo haré por ti y solo por ti. Pero haz el favor de decirle que no se
le ocurra comprarme nada más. Estoy empezando a sentirme como uno de los niños
de las campañas de Unicef.
Gaby
asintió sonriendo y se comió otra trufa. Luego se lamió el chocolate que le
había quedado en los labios y cerró los ojos.
__Hum.
Qué buenas.
Pedro
abrazó el maletín y aspiró el aroma a cuero.
“Guillermo
ha querido que tenga un regalo. Debe de sentir algo por mí, aunque solo sea
lástima. Y ahora tengo algo suyo, aparte de la foto. Algo que podré conservar
para siempre.”
Dejó
pasar unos momentos antes de cambiar de tema.
__ ¿Qué
pasó durante el funeral? Envié flores con una tarjeta. Guillermo la vio, pero
no entendió por qué le enviaba flores a su madre.
__Si,
algo así. Vi las gardenias y Miguel me dijo que las habías enviado tú, pero la
tarjeta desapareció antes de que pudiera explicarle nada a Guillermo. Estaba
destrozada. Mis hermanos se estaban peleando otra vez y en lo único que yo
pensaba era en mantenerlos a distancia para que nadie acabara siendo arrojado
por una ventana. O encima de una mesita auxiliar…
Pedro
pensó en cristales rotos, sangre y una alfombra blanca y se estremeció.
__ ¿Por
qué se pelean tanto?
Gaby
suspiró.
__Antes
no era así. Guille cambió cuando se marchó a Harvard… __Dejó la frase inacabada.
Pedro
no quiso presionarla, así que no insistió.
__Después
de la pelea con Miguel, tardó mucho en volver a casa. Y luego, cuando regresaba
solo se quedaba un par de días. Insistía en dormir siempre en un hotel, aunque sabía
que eso le rompía el corazón a mamá. Y Miguel se encarga de recordarle lo mucho
que la hizo sufrir siempre que puede. __Gaby mordisqueó otra trufa pensativa__.
Miguel admiraba mucho a Guillermo y cuando las cosas empezaron a torcerse se lo
tomó muy a pecho. Ahora casi no se dirigen la palabra y cuando lo hacen es aún
peor. __Gaby se estremeció__. No sé qué habría hecho yo sin Alberto. Supongo
que echar a correr para no volver nunca más.
__Hasta
una familia disfuncional es mejor que no tener familia _dijo Pedro en voz baja.
Su
amiga lo miró con tristeza.
__Sí,
antes éramos los Graziani. Ahora somos una familia disfuncional, y cada uno usa
su apellido de antes, una madre muerta, un padre destrozado por el dolor, una
oveja negra irascible y un hermano cabezota. Supongo que yo sería la más normal
de la familia.
__ ¿Miguel
no tiene pareja?
__Salía
con una mujer de su oficina, pero rompieron antes de que mamá se pusiera
enferma.
__Lo
siento.
__Mi
familia es como una novela de Dickens, Pedro. No, peor. Somos una mezcla
retorcida de Arthur Miller y de John Steinbeck, con una pizca de Tolstoi y de
Dostoievski para darle sabor.
__ ¿Tan
grave es la cosa?
__Sí.
Me temo que en superficie acecha algo del manipulador de Thomas Hardy.
Pedro
reflexionó sobre las palabras de Gaby y deseó que no se refiriera a Jude el oscuro. (Lamentablemente Pedro no
se detuvo a plantearse qué novela de Hardy describía mejor su propia historia)
__Desde
que mamá murió todo está patas arriba. Papá solo habla de jubilarse y de vender
la casa. Quiere trasladarse cerca de Miguel y de mí. Cuando le preguntó a
Guille si le importaba que vendiera, este salió disparado y desapareció en el
bosque. Tardó horas en volver.
Pedro
inspiró hondo y empezada jugar con el asa del maletín, sabía dónde había ido.
Gaby
no se dio cuenta porque fue al baño, pero sus palabras habían alterado
muchísimo a Pedro. Cuando regresó estaba
preparando más té obligándose a tranquilizarse.
__ ¿Qué
te dijo Guille en el club en la pista de baile que te molestó tanto?
Ah,
por cierto, “Bésame mucho es una canción bastante caliente. ¿Sabes lo que dice
la letra?
Pedro
se esforzó en respirar lentamente para no hiperventilar, sabía que no le
quedaba otro remedio que mentirle a su amiga, pero no le gustaba hacerlo.
__Me
dijo que sabía que yo era virgen.
__!
Será cabronazo! ¿Por qué hace esas cosas? __La joven negó con la cabeza,
incrédula__. Ya verás cuando lo pille por banda. Pienso echarle en cara las
fotos que tiene en su dormitorio y…
__No
te molestes, Gaby. Es verdad, ¿para qué negarlo? __Pedro se mordió el labio__.
Pero no sé cómo lo adivinó. No es que yo vaya presentándome así por los sitios.
Buenas tardes, profesor Graziani. Soy el señor Pedro Baggio, soy gay creo, porque en verdad soy virgen.
Encantado de conocerlo.
Ella
hizo un gesto con la mano quitándole importancia.
__No
le des más vueltas. Piensa que nunca falta compañía. Estoy segura de que notó
que eras distinto de los demás que estaban allí esa noche. Probablemente eras
el único, aparte de mí, que no estaba en celo.
A
Pedro no le hizo gracia el comentario, pero no dijo nada.
__Cuando
volviste de la pista parecía que acabaras de ver un fantasma. Tenías el
aspecto que me imagino que debías de
tener cuando te encontraste a---
__Por
favor, no quiero hablar de esa noche ni siquiera quiero pensar en esa noche.
__Debería
haberlo atropellado por lo que te hizo. Aún estoy a tiempo. ¿Está dónde? Dame
su dirección.
__Por
favor… __insistió, Pedro.
Gaby
le dio un abrazo cariñoso.
__No
te preocupes. Algún día serás feliz. Te enamorarás de un hombre guapo y él se
enamorará de ti. Te amará tanto que te dolerá. Se casarán tendrán una niña y
serán felices para siempre. Al menos esa es la historia que yo escribiría para
ti, si pudiera.
__Espero
que se haga realidad. Me gusta creer que esas cosas son posibles incluso para
mí. Porque si no…
Su
amiga lo interrumpió con una sonrisa.
__Si
hay alguien que se merezca un final feliz, ese eres tú. A pesar de todo lo que
te ha pasado en la vida, no te has convertido en una persona amargada. Ni fría.
Solo te has vuelto un poco reservado y tímido, pero no
hay nada de malo en ello. Si yo fuera
una hada madrina, te concedería tu deseo de inmediato. Te secaría las lágrimas
y te diría que no lloraras. Ojalá Guillermo siguiera tu ejemplo. Podría
aprender mucho… una o dos cosas de ti
sobre cómo enfrentarse al dolor y la frustración. __Sé que es pedirte, mucho,
pero ¿cuidarás de Guille, por favor?
Pedro
se volvió hacia la tetera y llenó de nuevo las tazas para que no le viera la
cara.
__Guillermo
me odia y me desprecia. Si ha tolerado mi presencia estos días ha sido por ti.
__Eso
no es cierto. Tienes que creerme, he visto cómo te mira. Puede ser… frío, paro
aparte de a sus padres biológicos, Guille no ha odiado a nadie en su vida. Ni
siquiera a Miguel.
__ No
sé cómo podría cuidar de él _ dijo, Pedro encogiéndose de hombros.
__En
realidad no hace falta que hagas nada. Solo mantener los ojos abiertos. Y si
ves que actúa de un modo extraño o que se mete en líos, avísame. A cualquier
hora del día o de la noche.
Pedro
la miro, escéptico.
__En
serio, Pedro. Ahora que no está mamá. Tengo miedo de que vuelva a caer en la
oscuridad. No quiero perderlo otra vez. A veces tengo la sensación de que está
en el borde del precipicio y que cualquier movimiento, el menor soplo de aire,
pueden hacerlo precipitarse al vacío. Y no puedo permitirlo.
__Haré
todo lo que esté en mi mano.
Gaby
cerró los ojos y dejó escapar el aire.
__Ahora
me voy mucho más tranquila sabiendo que estás cerca. Serás su ángel guardián.
__Rio suavemente__. Tal vez se le pegue parte de tu buena suerte.
__Yo
tengo muy mala suerte y tú lo sabes mejor que nadie.
__Has
conocido a Matías, que parece un chico estupendo.
Pedro
sonrió. Gaby se alegró al verlo.
__No
creo de que a él le importase enterarse de que eres… ya sabes. Aunque no es que
sea nada malo.
__Puedes
decirlo, no es una palabrota. Y tienes razón, seguro que a Matías no le
importaría que sea virgen. Pero por suerte no hablamos de esas cosas. Porque de
hecho, y temo desilusionarte él solo es mi amigo.
__Un
día de estos, cuando ponga en orden todo lo que tengo en mi cabeza, voy a
empezar a planear mi boda, y espero que seas testigo.
Pedro
sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.
__Por
supuesto. Solo tienes que decirme cuándo. Y, si quieres, los ayudaré con los
preparativos.
Poco
después, Gaby le dio un último abrazo de despedida y subió al taxi que la
llevaría a casa de su hermano. Le lanzó a Pedro un beso desde el interior.
__Cuando
vine hace unos días no sabía con qué me iba a encontrar. Tenía miedo. Pero
ahora estoy muy feliz de haber venido. Al menos dos de las piezas de mi vida
rota están volviendo a encajar. Si Guillermo se mete contigo y te hace sufrir,
avísame. Abordaré el primer avión.
__
“Captó
mi olfato ese sutil perfume que te identifica, aspiré ese aire impregnado de tu
esencia, empujado por el instinto seguí el rastro de tus olores que dibujaba
tus formas. Los zapatos descalzos de ti me indicaban la dirección a seguir.
Un morral desparramado sobre el sofá, con la seda de un pañuelo de sedosos besos sobre tu cuello ya moribundos.
Un morral desparramado sobre el sofá, con la seda de un pañuelo de sedosos besos sobre tu cuello ya moribundos.
Un
pantalón en el suelo me sustrajo la chaqueta, tu camisa sobre el jarrón otorgando el perfume de
tu piel a las flores. Tus labios carnosos en servilletas de papel, me indicaba
ese rumbo correcto, sin dudas a proseguir.
Me incliné,
recogiendo las prendas que ocultaban tu pecho, tu espalda, tus pezones
y sobre la empuñadura de la puerta, la breve tela transparente erógena, alucinógena
que forman tus ingles la leve protuberancia de tus montes y la mayor de tu fuente.
y sobre la empuñadura de la puerta, la breve tela transparente erógena, alucinógena
que forman tus ingles la leve protuberancia de tus montes y la mayor de tu fuente.
Me
sustraje la camisa y entré, desprevenido, sin avisos con el protocolo de tu erótica
urgencia.
Una sonrisa pícara, burlona sostenía tu desnudez, con un aura de bondad entre el amor y el deseo, y entre la balanza de tus manos, equilibradas, una blanca lencería con la sencillez de tu sentir, y encajes rojos de una expectante pasión. Me miraste a los ojos pronunciando tus labios:
Una sonrisa pícara, burlona sostenía tu desnudez, con un aura de bondad entre el amor y el deseo, y entre la balanza de tus manos, equilibradas, una blanca lencería con la sencillez de tu sentir, y encajes rojos de una expectante pasión. Me miraste a los ojos pronunciando tus labios:
- Dime mi amor ¿a quién deseas hoy?
¿A mi dios o mi demonio… a mi ángel o mi diablo?”
El
vaso de whisky que cayó al piso,
devolvió a Guillermo Graziani a la realidad, del suntuoso salón… a solas.
Aunque la presencia de… Pedro Beggio, era casi… palpable.
CONTINUARÁ.
HECHOS
Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER
PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE
ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.
Lily Rz Espectacular!
ResponderEliminarEmilce Bello!
ResponderEliminar
ResponderEliminarChikis Hermosisimo
Teresa Precioso
ResponderEliminar1
ResponderEliminarDelia Bellísimo
ResponderEliminarMari Muy bello🌹🌹🌹🌺🌺🌺
Es bellísima la trama Eve, pero te imaginás que estoy impaciente para saber cuándo Guillermo va a recordar a Pedro...o, tal vez, aceptar que nunca lo olvidó...
ResponderEliminar