“NAUFRAGIO”.
CAPÍTULO
105. FINALES.
“Los
labios de Pedro; febriles; aterciopelados; dubitativos y ávidos de amor y de
respuestas… apenas rozaron los finos de Guillermo luego de verse el alma en la
mirada profunda. Entonces supieron que la vida era eso. El amor recién nacido
en ésta pero vivido en la eternidad. Entonces supieron que ese instante era lo
único real. Homenaje cuarto año del primer beso”.
"NAUFRAGIO".
CAPÍTULO
105. FINALES MAS NO ES EL ÚLTIMO.
__ ¿Puedo
llevarla a la casa? ¿Puede casarse el 21?
"Cuando
los amigos se entienden bien entre ellos, cuando los amantes se entienden bien
entre ellos, cuando las familias se entienden bien entre ellas, entonces nos
creemos en armonía. Engaño puro, espejo para alondras. A veces siento que entre
dos que se rompen la cara a trompadas hay mucho mas entendimiento que entre los
que están ahí mirando desde afuera." Julio Cortázar - Rayuela cap. 46.
Julio
Cortázar.
Viaje infinito.
Viaje infinito.
“La
mano que te busca en la penumbra
se detiene en la tibia encrucijada,
donde musgo y coral velan la entrada
y un río de luciérnagas alumbra,
para el que con tu incendio se ilumina,
cósmico caracol de azul sonoro,
blanco que vibra un címbalo de oro,
último trecho de la jabalina,
si, portulano, fuego de esmeralda,
sirte y fanal en una misma empresa
cuando la boca navegante besa
la poza más profunda de tu espalda,
suave canibalismo que devora
su presa que lo danza hacia el abismo,
oh laberinto exacto de sí mismo
donde el pavor de la delicia mora,
agua para la sed del que te viaja
mientras la luz que junto al lecho vela
baja a tus muslos su húmeda gacela
y al fin la estremecida flor desgaja”.
se detiene en la tibia encrucijada,
donde musgo y coral velan la entrada
y un río de luciérnagas alumbra,
para el que con tu incendio se ilumina,
cósmico caracol de azul sonoro,
blanco que vibra un címbalo de oro,
último trecho de la jabalina,
si, portulano, fuego de esmeralda,
sirte y fanal en una misma empresa
cuando la boca navegante besa
la poza más profunda de tu espalda,
suave canibalismo que devora
su presa que lo danza hacia el abismo,
oh laberinto exacto de sí mismo
donde el pavor de la delicia mora,
agua para la sed del que te viaja
mientras la luz que junto al lecho vela
baja a tus muslos su húmeda gacela
y al fin la estremecida flor desgaja”.
Previo…
Nordelta,
19 de octubre de 2016.
__Yo
lo supe amor __dijo Fernando__. Me vi tentado de acercarme, pero no quise que
me eligieras porque él te alejó, lo supe desde antes de que embarcaran, ya
había corrido esa suerte mucha gente, y luego ya no volví a verte, no tuve
oportunidad de declararte mi amor, cuando regresó sólo Guillermo con Marcos,
sentí que había muerto en el mar contigo.
__Yo
no estaba muerta, pero mi mente quizá bloqueó todo no por el naufragio sino
porque no deseaba no tener dónde regresar, mis papás se ahogaron, y Guillermo
me había alejado, sólo apareció mi niño, tú, hijo. __El rostro de Mirna estaba
anegado, el de Guillermo por igual.
¿Entienden?
Fernando, Guillermo, el naufragio acomodó los amores, los destinos, en ese
momento poco entendí, hoy lo veo claramente, y la acompañé a su camarote sin
saber que tu padre, había tomado una decisión que el mismo Naufragio le impidió
llevar a cabo.
__
¿Acaso usted ya estaría en el bote? ¿Había
logrado subir a la embarcación? ¿El capitán había lanzado mensajes de S.O.S.?”
__Guille, Mirna, deben detenerse, están
llorando, agotados, necesitan descansar __dijo Pedro terminantemente.
__
__ Poco supimos que en medio del caos el
telégrafo tenía su propia historia, de ello me contó papá. No puedo creer, estoy
recordando con usted, madre.
A las 17 45 horas, el capitán de navío de un barco francés,
recibió un terrible despacho que rezaba: “el barco Italy, así se llamaba madre…
desaparece”.
Luego se cortó la comunicación. El hombre
desesperado decidió enviar cables en todas las direcciones posibles buscando
que los barcos próximos socorrieran al transatlántico de bandera italiana, tal
como lo haría él.
Media
hora después el buque Holandés le informó al anterior que llegaría demasiado
tarde para rescatar a los náufragos, a
lo que el francés respondió, forzaremos máquinas, mientras un barco vapor
recibió un pedido concreto: necesitaremos frazadas y colchones para los
rescatados.
A las 18.30 horas, el buque francés capturó
un nuevo mensaje del Italy.”Vengan pronto, todavía tenemos muchos pasajeros a
bordo”.
El salvataje estaba en marcha pero el tiempo
corría en contra. El barco se inclinaba peligrosamente hacia babor, papá lo
tenía en claro, madre __ afirmó Guillermo con la mirada lejos, en el recuerdo,
en el Índico.
__Lo sé hijito, ahora sé que tu padre hizo todo, arriesgó su vida hasta el final
para intentar sacarnos a todos con vida de allí, y por eso no caminaba, sino
que trotaba para llegar antes al exterior, iba y venía, intentando sacarnos.
__ Me volvió a dejar, ahora entiendo que
pensaba ir y venir hasta sacar a los abuelos, y antes deseaba salvarla a usted,
mamá, era tan difícil andar, que me amarró
a una banqueta en la sala de máquinas, entonces creo que debió de haber
ido por usted.
__ Sí, una vez que salió a cubierta la luz
solar le lastimó los ojos, al igual que lo que vio, el agua entraba en forma de
chorros por la popa y la anarquía llegaba al punto máximo, el griterío era
infernal, es lo que seguramente lo llevó a dejar en el camarote a mis padres y
a ti en sala de máquinas. Algunos hombres forcejeaban rudamente sólo para poder
acercarse a la zona de la barandilla, transformada en un lugar privilegiado
porque llegado el último instante, desde allí se podía saltar. Ya no quedaban
botes salvavidas y el transatlántico que nos rescataría seguía lejano. Los
barquitos que habían partido en medio del caos ya habían llegado al Athenas,
que pese a lo que decía al francés, llegó cerca. Sin embargo, y pese a que los
pasajeros se encontraban sanos y salvos, los botes permanecieron inactivos
junto al carguero Holandés y nadie regresaba para buscar más sobrevivientes.
Por otro lado, el comisario había
desaparecido y nadie imponía orden, la tripulación, que había perdido cualquier
atisbo de dignidad, peleaba con los pasajeros por ocupar los lugares
privilegiados. Esa batalla la lidiaban los marineros, los fogoneros, gente del
follado, hasta los camareros, más los hombres de la tercera clase. Todos
completamente desquiciados. Algunos bebían las botellas de licor que habían
saqueado del bar, el cual, ante el peligro, se había convertido en tierra de
nadie.
En medio de ese enjambre de gente, Guillermo
divisó al hombre tan correcto y servicial que siempre nos atendía en la mesa.
El español se hallaba en estado de shock, sentado, con las manos tapándose los
oídos y los ojos apretados, se mecía gritando una palabra que él no pudo
escuchar, no quería ver ni oír, temiendo que el griterío desatara su propia
agresividad. Por eso había decidido sentarse en su propio mundo canturreando
una canción hasta que apareciera sitio para él.
__Mamá, ese hombre nos salvó, es él el que
nos ayudó luego de la explosión __dijo
Guillermo en un hilo de voz, perdido en el barco, no podía traerlo a mi lado,
empezaba a temer, pero la mirada clara de María me decía que todo estaría bien,
quién sino ella que había estado siempre junto a Mirna, había conocido de cerca
las cicatrices del naufragio.
__Hijo, mientras papá supo que debía
encontrarme urgentemente, yo había bajado a buscarte, pero ya no te encontré,
apenas llegar al camarote, como dices estaba a oscuras, saqueado, abierto, me
asusté y regresé a cubierta, convencida de que estabas allí con papá. Que todos
estarían arriba. El ambiente se había enrarecido, estaba caldeado y peligroso,
tu papá estaba saturado de preguntas al no hallarme. “¿Tal vez había partido en
uno de esos botes que llegó sano y salvo al barco holandés?, se ilusiono”.
Trató de fijar la vista en el agua, en ese
gran barco que se veía lejano y seguro. Y sólo en ese instante el horror se le
impuso, en el mar había cientos de personas que, desesperadas, chapoteaban
enloquecidas. Sus gritos no se oían, pues el griterío que provenía de la nave
era más fuerte y tapaba todo. Para su tormento, vio más aún: algunos cuerpos
que no tenían movimiento humano, sólo eran masas inertes agigantándose al
compás de las olas, algunos, incluso, pegaban una y otra vez contra el casco de
la nave.
Y de mí, nada. Me buscaba sin hallarme cuando
una voz le resultó familiar.
__Sácate los zapatos y sígueme… ¡Apúrate!
Era un amigo argentino, el que antes cruzara
y eludiera con su esposa, y le gritó aliviado al verlo.
¡Guillermo! __respondió el hombre igualmente emocionado.
Se abrazaron, pero no había tiempo para el cariño,
ni para el reencuentro.
__Escúchame, Guillermo _sígueme, queda un
bote, hay lugar, me lo prometieron.
__ ¿Dónde? __preguntó papá incrédulo, debía
estar equivocado, sin embargo sería lo que podría salvarlos a ustedes y a mis papás,
pensando que yo ya estaba lejos.
__Está del otro lado.
__ ¿Estás seguro? __Guillermo venía de ese
horror. Casi podía jurar que no había nada.
__Sí, ven _respondió el amigo tajante que, en
medio del lío, ni había pensado en mí, en ti.
__No, amigo, no puedo irme. No sé si Mirna
partió, mi hijito está con los hombres en máquinas, mis suegros en el camarote.
Debo dar una vuelta más para asegurarme de que mi mujer está a salvo y no en
este tumulto, para luego ir por mi hijo.
__Lo siento, y por un instante el hombre miró
despidiéndose a papá, con la ternura de quien se despide de un ser querido para
siempre. Luego agregó __: Si llegas a la conclusión de que Mirna está fuera de peligro…
trae al nene, y búscanos del otro lado… ¡Pero apúrate! Ve por allí __indicó señalando una zona estrangulada de la
cubierta que parecía no llevar a ninguna parte.
La esposa del hombre habló.
__Guillermo, por favor, trae a Mirna y a tu
hijo. ¿Y los papás de ella ya partieron? __interrogó.
__No. Quedé con ellos de ir a buscarlos al
camarote en cuanto hubiera una oportunidad real __respondió él recordándolos
por primera vez desde que los había dejado.
La chica se tapó el rostro con las manos y
empezó a llorar, luego sabría papá que conocía que mi mamá estaba muy enferma,
ella había creído que estaban a salvo, sabiendo la enfermedad de tu abuela y
cuánto la amaba el abuelo, viendo el escenario violento que la rodeaba,
comprendió cuán pocas oportunidades tenían ellos de subsistir. Mamá no tenía
ninguna chance, y mi padre jamás la abandonaría. Esa noche la suerte de uno,
sería la del otro, yo ni siquiera lo sabía.
Papá los vio alejarse preguntándose si
volverían a verse, días, horas atrás había pensado en pedirle ayuda económica
al regresar a Argentina.
¡Dios! ¡Quería estar en algún sitio seguro,
en tierra firme, salvarnos a todos! Entonces recordó, un par de horas atrás
había estado a punto de suicidarse por la quiebra, el destino ahora lo encontraba
allí, luchando por la existencia de todos. ¿Qué había cambiado? Nada. Solamente
que ahora se cernía sobre él un peligro inminente que le permitía descubrir
cuán linda era la vida, por eso, ya no quería morir. Estaba seguro y hasta
avergonzado, era su lección, hijo, por ello, ni siquiera al regresar vivo, te
habló siquiera de la fortuna perdida, mucho menos de lo que pese a nosotros
estuvo a punto de hacer antes del naufragio.
Perdidos de vista los amigos, caminó sin rumbo buscando mi
cabello negro que entonces lo llevaba en la cintura entre la gente, pero no me
hallaba... Por un momento creyó distinguirme por el vestido mas al ver que lo portaba una mujer rubia, la
decepción, lo turbó. Sus ojos, empecinados por encontrarme, divisaron a lo
lejos y en medio del mar, dos transatlánticos además del holandés que había
socorrido a los primeros pasajeros. Uno de ellos se acercaba a toda máquina.
Guillermo concentró su vista en la
imagen salvadora, en minutos, vio a la nave hacer una maniobra magistral para
quedar a sólo metros del Italy. El capitán francés se había arriesgado al dar
un golpe de timón y llevaba el nombre grabado en el casco por lo que supo que
era el barco francés y lo reconoció de inmediato.
Emocionado, otra vez se ilusionaba con un
gran rescate. Desde la rampa, el navío lanzaba al agua sus propias lanchas salvavidas, en instantes,
alrededor de papá, algunos valientes se tiraron al mar por la borda en un
intento por subirse en una para luego ser rescatados por los franceses. Pero el
desmán, resurgía: los pasajeros de la tercera clase imponían sus fuerzas y eran
los primeros en abordarlas.
A los gritos, de barco a barco, un suboficial
del nuestro, les pedía a los tripulantes del buque francés, que por favor les
facilitaran armas para imponer el orden, pues las normas de navegación italiana
no admitían que la oficialidad las transportara, y ante el caos la regla jugaba
en contra, no había manera de ordenar o de parar la horda salvaje en la que se
había convertido el pasaje de la tercera clase... Los hombres del buque
francés, no sólo no se las dieron, sino que en minutos espantados por el caos,
se marcharon... Como la anarquía reinaba y resultaba peligrosa aun para ellos,
sólo pudieron rescatar a unos pocos. Primero, debían garantizar su seguridad.
Una multitud se apretaba como rebaño contra
las barandillas. Muchos peleaban con violencia con el propósito de ganarse un
lugar contra ellas porque era un punto estratégico, desde allí, podrían
conseguir ayuda o saltar hacia el mar o al interior de una lancha. Algunos
desesperados, con el salvavidas puesto, intentaron ponerse a salvo.
La última claridad iluminaba el cielo azul
que comenzaba a volverse oscuro.
A las
18.45 caía la noche más negra jamás vivida por los pasajeros del Italy.
Guillermo, tu papá, con deseos de llorar por
la impotencia, se sentó donde pudo. Iracundo y desconsolado, se llevó las manos
a la cabeza. Sin saberme a salvo, sin tener cómo salvarte a ti y a mis padres,
tampoco quería su vida, hijo. Le urgía tomar una decisión, barajaba la idea de
buscarte y abalanzarse al agua y nadar hasta uno de los grandes barcos antes
que se fueran, aunque estaban lejos, contigo aun con salvavidas era arriesgado
y las olas altísimas. Pero no vislumbraba otra salida.
Ensimismado en sus pensamientos, sus oídos
escucharon música, lo vi y llorando empecé a gritar.
¡Guillermo!
Era mi voz. Se puso de pie de golpe
reviviendo y maldiciendo porque estaba aún allí, y además lo llamaba desde la
otra punta.
¿Cómo llegar hasta donde me encontraba? Se
abrió paso entre la multitud de nuevo, luchó con todas sus fuerzas para
lograrlo. Pisó, empujó, insultó y hasta tuvo que dar puñetes, pero en minutos estuvo
a mi lado, yo lloraba y me sonaba la nariz en el borde del vestido.
“¡Qué horror! ¡Qué terrible! ¿Y el nene y mis
padres? __pregunté apesadumbrada y arreciada por el viento, aturdida por los
gritos.
Me miró, ¿qué podía decirme? Lo sintetizó en
una frase positiva que me hizo salvar la vida
creyéndolos a salvo, hijo.
__Ellos, están bien…
Lo miré sin entender: ¿A qué se refería?
¿Habían partido o qué? La palabra “bien” me tranquilizó. Quise preguntar más,
cuando Guillermo vio que muy cerca de donde estábamos, había una posibilidad
real de acercarnos a la barandilla.
__! Métete, Mirna! ¡Entra ya mismo!
Le hice caso y me siguió. No tardamos en
quedar contra los hierros pintados de blanco, tal como si estuviéramos frente a
un balcón atestado de personas. Guillermo miraba el mar que rugía y se mostraba
oscuro sin fondo. Era una noche cerrada y sólo alumbraba la luz de la luna que
en ese momento se nos antojaba macabra. ¿Qué hacer? De pronto vio un bote, el último
que había enviado el buque francés.
__Mirna…
__ ¿Qué?
__ ¿Lo ves? __dijo señalando la barcaza.
__Sí.
__Quiero que saltes y te metas en él.
Lo miré y me volví hacia el mar embravecido,
calculé que tenía al menos diez metros y exclamé espantada.
__ ¡No! ¡Me da miedo! Entonces entendí por
qué deseaba que saliera antes, sola, de saberte en el barco, contigo no hubiera
podido, aun con su ayuda.
__Tienes que hacerlo.
__No podré. La altura es terrible.
__! Mirna, sabes nadar bien, recordó!
Me tomó el rostro entre las manos como había
hacho más temprano. Mirarme a los ojos de esa forma era la única manera de
meterse en mi alma y lograr que lo escuchara. Era su única chance de que le
hiciera caso.
__Amor mío, por el nene te lo pido, quiero
que saltes y subas a ese bote. Yo también saltaré y nadaré hasta el buque
__! No! ¡Eso es muy difícil!
__ Escúchame por favor: si tú entras a ese
barco, yo conseguiré salvavidas e iré tras de ti, tus papás y el nene están
allá __mintió para empujarme.
__No hay salvavidas.
__Entonces, una tabla, un madero, lo que sea,
ya viste la película, leíste “Historia de un náufrago”, el libro de García
Márquez, sé cómo hicieron ellos…
__Tampoco hay __resumí mirando el caos circundante:
la gente, apretada contra el pasamano, gritaba descontrolada y lloraba como si
fuera el fin del mundo, para muchos lo fue, para los pasajeros del Italy, sin
duda, lo era.
__Algo encontraré, Mirna. No te preocupes.
Me besó con todo el amor que había en el
universo en ese momento. Sentí que era su vida, que debía salvarme. Me miró
otra vez y me lo imploró, hijo, y yo le creí que estabas en el barco, debía
hacerlo por todos”.
__Lo sé, mamá, entiendo todo. A usted, a él,
veo a mi padre en su relato por primera vez, y recuerdo mi propio pánico de
perderlos a los dos cuando pasaban los minutos y nadie venía por mí.
__Hijo, Dios, por mi culpa estabas
padeciendo, mi indecisión impedía a tu padre a ir a buscarte, lo lógico era que
te pusieras a salvo antes, pero ya era tarde, tú no podías saltar ni llegar a
la barandilla ahora, por ello me empujaba a saltar a mí.
__”Tienes que salvarte. Tenemos que salvarnos.
Nuestras miradas hablaron un instante, los
ojos se pusieron de acuerdo al fin.
__Está bien __acepté.
Aun con la decisión tomada, no sería fácil
lograrlo. A mi alrededor las personas nos apretaban, nos impedían realizar los
movimientos precisos, otros habían divisado el barquillo y pensaban realizar la
misma acrobacia”.
__ ¿Pedro? ¿Estás bien? __interrogó Mirna que
me vio pálido. Guille me tomó de la mano.
__ Sí, Mirna, es sólo que recordé mi propio
naufragio, no había barco, saltaba al mar, con la ventaja de no estar rodeado
de gente, de saber nadar, pero el impacto de la bala, me quitó buena parte de
mis esperanzas de nadar hasta ser rescatado, y allí apareció mi hermano, cuando
ya las fuerzas se terminaban las manos de Manuel me tomaron. Como en Kenia,
como cada vez, gracias hermanito.
Los gemelos lloraban, Manuel lo abrazó a Pedro desde atrás, María se
tomó de Orestes mirándolos, lágrimas de orgullo y amor por sus hijos se
derramaron, emocionadas por cómo si había salvado cada uno de su naufragio.
Se volvió a Mirna como pidiéndole que
continuara, ella tomaba agua y seguía el relato, como deseando dejar vacía al
fin la mente atormentada de los recuerdos, mientras Guillermo reconocía en las
palabras de su madre, lo que jamás entendió de su padre, el amor que a los dos
les había tenido, aunque tarde, al fin era lindo saber que su padre los había
amado hasta el extremo de repetir la historia del Titanic para salvar a Mirna,
le dolió la injusticia de verlo morir a poco de que ella regresara de Kenia,
sin siquiera saber que lo había conseguido, pero la vida no siempre era justa,
y el destino estaba escrito de otra manera, con otro juego de personajes uniéndose
en poco tiempo.
__”Nos hicimos un pequeñísimo espacio y con
cuidado, Guillermo me ayudó a trepar a
la barandilla. Mientras lo hacía, trastabillé y un grito de horror salió de mi
boca. ¡Cómo saltaría si el mero ascenso me horrorizaba!”. Por poco había caído.
Creo que entonces entendí el error de estar vestida de esa manera, el vestido
se enredaba, la cámara sería un ancla, pero ya nada podía hacer, y al fin sería
lo que encontrarían en la playa.
__Vamos, amor mío, tú puedes hacerlo __me
animó.
Tras un destello de indecisión, al fin
terminé de trepar. El vestido elegido en la mañana flameaba en el aire de la
noche. Estaba en cuclillas sobre la parte gruesa de la baranda, él me sostenía
de la mano, se maldijo a sí mismo por no haberme pedido que me quitara la ropa
que me molestaría para moverme en el agua, pero ya no había modo ni tiempo. Las
cartas estaban echadas. Tendría que nadar con el vestido puesto y la cámara,
supongo que ya en el agua se debe de haber cortado la cadena y la correa, es lo
que ellos encontraron, Don Pedro me encontró a mí con el vestido destrozado.
Yo miraba horrorizada las impetuosas olas
negras.
__Mirna, te soltaré a la cuenta de tres, y
tendrás que saltar.
__No... No me dejes… ¡No puedo!
Pero, seguía en cuclillas, comencé a erguirme
sobre la baranda.
La voz de tu padre resonó fuerte, clara y
decidida.
__Te amo. Te amo. Uno… dos… ¡tres…! __contó y
su mano se alejó con fuerza de la mía, que me negaba a soltarme.
Dándole una última mirada a esos ojos canela
como los tuyos, penetrantes y llenos de amor que me alentaban con la imagen de
tu rostro que creía ya en el otro barco, sentí cómo el peso de mi cuerpo, la
brisa y el vértigo se confabularon y me
lanzaron contra el agua. Apreté fuerte los ojos y me quedé sin aire.
_! Dios mío ayúdala! __ gritó tu papá al
verme caer y su voz se desvaneció cuando sentí que al agua golpeó mi cuerpo. No
estaba fría, pero todo lo que me rodeaba era negro y oscuro.
Después de la conmoción que me provocó el
impacto contra el agua, al fin, salí a superficie y una bocanada de aire vino a
unirse al miedo y a la desesperación, trayéndome las fuerzas para nadar, tal
cual lo había hecho desde niña en la
piscina pública donde mi padre me enseñó a flotar y a bucear. Nadé y nadé: el
bote estaba a unos metros. Las olas eran grandes, me agotaban, me hacían tragar
agua. Pero cuando creía que iba a desfallecer como sentiste tú, Pedro, llegué a
la barcaza, me sujeté con la vida, respirando jadeante. Había un lugar y, aliviada
agradecí que fuera así, sólo un lugar, tu papá había tenido razón. Y dos
hombres, desde adentro, me ayudaron a subir.
Los ojos atentos de papá que habían visto
todo, ahora lloraban. Sabía bien que el cielo me había ayudado, porque al lado
del bote al que subí, había otro repleto. Un muchacho adolescente intentó treparse,
pero los ocupantes, al ver que estaban al límite de la capacidad que podría
soportar la lancha, le pegaron tanto en las manos, que lastimado debió soltarse
del borde… y, las aguas se lo tragaron sin piedad.
Dentro de la embarcación, miré hacia arriba y
vi ese mar de personas que aullaban con desesperación pegadas a la barandilla.
A papá no lo distinguí por ningún lado, ni en
esa oportunidad, ni en ningunas de las
muchas en que volví la mirada hacia la cubierta. El barquillo donde
encontré asilo, se movía sigiloso en la noche, avanzaba e iba dejando atrás el
horror. Observé a mis compañeros tan espantados como yo, parecían seres venidos
del inframundo, y sin embargo, eran los mismos que durante la travesía desayunaban
con nosotros en el comedor elegantemente vestidos. Divisé al gerente de un
banco, que iba atento a los remos, a un joven camarero que atendía la cena y
ayudaba al banquero a maniobrar la barca, y la señora italiana con los dos
niños que ahora lloraba y abrazaba a sus hijos con temor, y tantos como otro
hombre con la mirada ausente y perdida en el agua, una jovencita que lloraba, y
otros con los cuales me había cruzado en alguna parte, en los pasillos o en
cubierta. En el bote, todos teníamos algo en común: Temblábamos sin control,
los dientes castañeteaban de frío por las ropas mojadas en medio de la noche,
pero sobre todo por el miedo… porque el
terror pintaba los rostros de locura. Entonces, mirando cómo tiritaba el hombre
mayor, recordé a mis padres, y en los niños de la señora a ti, pero descontaba
que los tres ya estarían a salvo, esperándome en el barco. Al pensarlo me
tranquilizaba: habrían sido de los primeros en partir. Conocía bien a mi padre
y al tuyo, y las prioridades eran cuidar de mi madre y de ti.
Los latidos desbocados del corazón comenzaron
a apaciguarse en tanto la imagen del transatlántico iba agrandándose, mientras
que el horror se alejaba. Sólo engañada, me quedaba la preocupación de qué
había sucedido con tu padre. Lo buscaba con los ojos en el agua a mi alrededor
y no lo hallaba. Parecía que yo con la barcaza nos habíamos salvado que pronto
estaríamos sobre el buque francés donde creí que me estarías esperando.
Pero, cuando faltaban varios metros para
llegar al buque notamos que la madera estaba reseca y que el agua se filtraba e
inundaba el rústico bote. El mismo pensamiento inundó la mente de todos: nos
hundiríamos a metros de la vida. Ya habíamos sido testigos de cómo se iban
hundiendo demasiadas lanchas de
salvataje mientras intentaban llegar a destino. No había manos ni elementos
suficientes para improvisar un achique. La señora madre de los chicos imploró
al viejo banquero que se aferrara de los niños, que los salvara, que a ella no
le importaba ahogarse y pensé en ti, Guillermo, ella le suplicaba que los
protegiera. En instantes el bote zozobraba mientras la mujer y yo disponíamos a
los chicos sobre la espalda y el brazo derecho del hombre, tantas veces me
crucé con esa mujer y los chicos. Terminada la maniobra de sujeción el mar __que no perdonaba___ se tragó a todas
las personas de un bocado en medio de la oscuridad de la noche.
__Eran las veinte horas y de la sala
telegráfica del Italy __contó papá__ salió un último desesperado cable: “no
tenemos más botes, y aún hay que efectuar el salvamiento de quinientos
pasajeros”. Luego el telégrafo enmudeció para siempre. Los hombres italianos
habían trabajado hasta el final, lo hicieron a oscuras, pese a la inclinación
de la nave e inundados hasta las rodillas. El barco era un colador que filtraba
agua por todos los rincones. Yo estaba subido a una de las máquinas, aún el
agua no me había alcanzado.
Papá lo comprobaba al avanzar por los pasillos
del barco, sus pies caminaban cubiertos por cuarenta centímetros de agua. En
cuanto la vio partir, madre, cuando empezaba a desesperarme lo vi aparecer
empapado, me colgó de sus hombros a modo de mochila en lo más alto, temblaba, y
regresamos a la sala de camarotes para rescatar a los abuelos, papá decía que
necesitaba sacarlos, planear cómo hacerlo. Él nos salvaría a costa de su propia
vida o usted moriría de tristeza, pero dudó si estarían en el cuarto o quizá si
habrían logrado escapar. Todo parecía posible en ese caos, había visto morir a
gente capaz de salir mientras intentaba huir, así como vivir y escapar arriba
de los botes a marineros borrachos. Cuando llegamos al camarote de los abuelos,
otra vez encontró la puerta trabada. En segundos apareció el abuelo con una
linterna en la mano, se había agenciado una quién sabe de dónde, se lo veía
sereno, al vernos exclamó.
__! Guillermo, qué haces aquí con el nene
aún! __exclamó. Nos había creído sanos y salvos ya lejos del naufragio. Se
preocupó pensando que tal vez usted tampoco se había ido.
__Vinimos por ustedes.
__ ¿Y
Mirna?
__Ella está a salvo. Logré meterla en uno de
los botes rumbo al buque francés. Tenemos que irnos ya mismo.
__Hijo, hace media hora subí y era el
apocalipsis. Me imagino afuera ahora.
__Lo sé. Pero hay que intentar huir antes que se
hunda por completo. Luego los remolinos se tragarán al resto y será imposible.
__Entiendo, pero me quedaré con mi esposa,
hijo, enfrentaremos juntos el final. Así lo hemos decidido.
__ ¿Quedarse acá? __preguntó incrédulo papá
madre.
No podía creer lo que escuchaba a minutos del
final. ¿Había entendido mal? ¿Por qué quedarse de brazos cruzados?
__Sí, permaneceremos en el camarote.
__No puedo aceptar eso. ¡Si se quedan,
morirán!”
__Tienes que aceptarlo, Guillermo, es lo que
hemos decidido, ¿sabes…? __introdujo el abuelo bajando la voz__. Ella es el
amor de mi vida, siempre lo ha sido y en poco tiempo ella partirá, si no es en
este barco, lo será en tierra. Pero será en breve, Mirna sufrirá más todavía.
__ ¿Y ella qué dice? __preguntó papá. Aguardaba
a que ella pusiera una cuota de cordura.
__Mi esposa lo sabe y hemos decidido no tener
que pasar por esa locura que se vive allí arriba. Vamos a morir juntos aquí”.
Lo siento madre, lo había olvidado por
completo, eligieron ellos __dijo Guillermo con lágrimas pugnando por caer.
“A papá la frase le puso la piel de Gallina,
yo lloraba. Dios! ¿Cómo podía hablar así
de la muerte? Entonces, lo recordó: él había querido quitarse la vida y ahora
quería vivir y que todos se salvaran.
La abuela apareció detrás del abuelo. Con los
zapatos puestos, arrastraba los pies sobre el agua como si fuera lo más normal
del mundo, calma, en paz, feliz.
__Gracias por venir a buscarnos, pero hemos
decidido y tomado una decisión __dijo tranquila lo que para papá era inconcebible.
__Mirna morirá de tristeza _balbuceó.
_No. Para eso estás tú y mi
nieto. Para alegrarle la vida. Para darle más hijos, para agrandar la
familia __exclamó la abuela mientras me
acariciaba el pelo.
Papá y yo llorábamos. No queríamos dejarlos.
Los amábamos, eran buenos, no tenían que morir ahogados. No merecían ese final,
la vida no era justa, decía papá…
Los cuatro, alumbrados sólo por la linterna,
ya con el agua hasta las rodillas de ellos, nos abrazamos. Para el cariño no
había lugar insólito ni situación mala, siempre había espacio para amarse y consolarse
como sucedió acá con lo de Miguel y en
Kenia en casa de los Beggio, en cada naufragio menor de la vida, mamá, aun en
la puerta de un camarote de un barco pronto a hundirse, allí aprendí la
lección, con la vida apagándose, con la existencia pendiendo de un hilo, sin
siquiera ellos tener la misma sangre, ellos decidían morir, papá y yo, sabíamos
que se podía supervivir para recomenzar de cero, lo aprendí en ese instante que
tenía bloqueado, Pedro.
Resuelto, el abuelo se separó y dijo:
__Tranquilo, Guillermo, nietecito, estaremos
bien, sabemos a dónde vamos. Con cada uno de los días vividos durante nuestra
existencia, ten por seguro, hijo, nos hemos preparado para este momento.
La abuela agregó:
__Vayan y sean felices con mi hija,
Guillermo. El amor tiene más fuerza de lo que crees. Puede mover montañas y
detener terremotos. El entorno, tarde o temprano, debe amoldarse a él.
Recuérdalo __dijo apretándole el brazo y
mirándolo a los ojos. Papá no pudo cumplirlo, algo madre la retuvo en Kenia.
Ahora sé que lo que dijo la abuela saltó la generación, y el universo se
reacomodó para unirme a Pedro, y que usted llegara a Fernando, con María de la
mano para pasar a las de Orestes y Manuel a Camila.
Papá no podía creer que ella hablara de amor,
familia, hijos, mientras el barco se hundía. Miró a sus suegros asintiendo con
la cabeza.
El abuelo dijo que la enfermedad de la
abuela, en ella y por ella, el entorno debería amoldarse al amor infinito que
se profesaban y esa dolencia __por intratable que fuera__ no podría separarlos,
como tampoco el naufragio. Por ello, los dos partirían juntos. La realidad se había
acomodado al amor. Papá asintió, el abuelo entró y regresó con dos salvavidas
en sus manos.
__Toma. Y ahora vayan con Dios. Vete, hijo,
vete __lo corrió el abuelo con la última palabra empujando la espalda.
Papá tomó los salvavidas y conmigo a cuestas
salió corriendo por los pasillos oscuros, como cuando de niño chapoteaba en el
río. Sólo que el agua comenzaba a llegarle cada vez más arriba __sobrepasaba las rodillas__ y la
oscuridad no le permitía discernir hacia
dónde se dirigía.
Sabía que precisaba regresar a la cubierta
para pelear por un lugar en la barandilla, desde donde podría arrojarse al agua.
__Agárrate fuerte hijito, jamás te sueltes,
te pondré el salvavidas y te ataré a mí.
Flotó, dio brazadas, caminó en las partes más
bajas. Se apuró, pero cuando llegamos a cubierta se sintió desolado por lo que
vio: junto a la única puerta que todavía comunicaba con el interior del barco,
se habían reunido varias familias buscando alejarse del enjambre de gente. Como
los abuelos, si no les permitían abordar juntos un bote, los padres no se
separarían de sus hijos. Por lo tanto, permanecerían unidos en la cubierta
hasta el final. Las familias completas enfrentarían juntas lo que les tocase,
pensé que quedaríamos entre ellas, y si papá no donó los salvavidas fue por mí,
él solo podría nadar, yo no. No sucedió en el camarote la explosión, ahora lo
veo claro.
Papá
me dejó sobre uno de los hombres y entró de nuevo al barco para buscar maderas
o alguna pieza que le sirviera para tirarse y ayudar a flotar en el agua, al
fin vio a un niño de mi edad, y le dio su salvavidas, sólo conservó el mío.
Entonces se dio cuenta de cuánto le costaba
caminar, avanzar, alcanzar la entrada. El barco se hallaba completamente
inclinado, sus movimientos, lentos y calculados, lo obligaban a sostenerse de
la baranda. Miró la esquina de babor, todo era agua. A cada minuto, se hundía
más, debía apurarse.
Apenas ingresó al último tramo del barco que
quedaba a flote, arrancó la puerta de un mueble que encontró y con ésta en la
mano se dirigió afuera. Con violencia otra vez logró hacerse lugar contra el
pasamano.
El griterío era infernal, mamá. Pero él me
besó y se concentró en el agua. Miró el mar: las olas eran violentas sobre los flancos
del barco. Pensó en todos, pero no quería morir sino vivir y salvarme. Nada
importaba ahora… ni la quiebra ni el dinero, ni si usted quería ser
profesional. Quería la vida con lo que ella trajera. Quería una oportunidad, pelearía
por ella. Lanzó al agua la madera que usaría de salvavidas y comprendió que ya
no había retorno, ahora debía zambullirse tras ellas conmigo asido con el alma
y el cuerpo al suyo. Trató de ver dónde había caído, y la imagen del mar le dio
miedo, hombres y mujeres braceaban enloquecidos, me aferré a él temblando
enfundado en el salvavidas, pero si me soltaba aunque flotara podría perderme
de vista. Los ignoró y se trepó a la baranda como la obligó a usted. Sentimos
la brisa y el trágico balanceo que nos empujaban a arrojarnos más allá del
horror. Cerró los ojos, relajó los músculos del cuerpo y la gravedad y yo
hicimos el resto.
Volamos como pájaros en la noche cálida e irrumpimos en la negrura líquida. Al salir
a la superficie, me sacó a mí primero, sentimos alrededor los clamores de los
náufragos. Como brotadas del océano, aparecían cabezas que intermitentemente
gritaban, y volvían a hundirse. Entonces, buscando su tabla, bajo el agua vio
algo blanco, casi luminoso. Rápido como relámpago le dio en la pierna y lo
forzó a gritar de dolor, el coletazo de un tiburón nos sumió en el terror. A
nuestro alrededor otros nadadores eran atacados. Desde arriba nadie se había
percatado, pero muchos morían despedazados por las bestias. A pesar de la herida
el horror lo llenó de energía para nadar y alejarse de allí de inmediato, yo
iba en su espalda incrustado… en pánico. El plan original era el que le dijo,
nadar hasta refugiarnos en el buque francés, pero la lastimadura se lo impedía,
el vigor como la sangre lo abandonaban, yo musitaba sólo… papá. Nadando con las
últimas fuerzas cambió de planes: aunque sea llegaría hasta la quilla de la Italy,
en torno a la cual, como soga nefasta, se agrupaban fatigados varios niños y
muchas mujeres. Al llegar, se asió con fuerza de una arista, tal vez y con
mucha suerte, algún bote nos socorrería. Nadar hasta el transatlántico era una
utopía. Miramos alrededor: muerte y desastre. Por miedo a enloquecer, me pidió
que posáramos la mente en recuerdos agradables, me contó cosas de su infancia,
de ustedes, así nos asimos a la vida, por lo menos, por un rato.
El mozo español del que habló estaba en el
buque mirando el mar, buscando algún bote que lo salvara, al fin lo divisó. A
papá y con algo detrás, luchando por su vida. La chica morocha había partido en
el bote, ella se había salvado, nosotros… no.
En el mar, la actividad frenética continuaba.
Algunos botes se alejaban logrando huir del terror mientras cientos de personas
braceaban enloquecidas cuando desde el Italy, se oyó una atronadora detonación
que provino de sus entrañas y fue seguida por un pavoroso grito dado al unísono
por todas las personas que aún se hallaban en el transatlántico.
El espeluznante alarido se esparció por el
cielo y el mar de la zona. El fin había llegado: Sobre el Italy estaban
clavados los ojos de todos. Desde los botes, desde el agua, desde los grandes
buques que habían llegado para el socorro, las personas lo miraban
consternadas. Finalmente, las calderas habían explotado, y la nave se hundía
con increíble rapidez por la popa en medio de las llamaradas que me quedaron
tatuadas todos estos años. Los centenares de personas que habían permanecido en
el barco sin saltar al agua esperando un milagro, habían emitido, todos juntos,
ese alarido terrible y desgarrado que se escuchó en el océano. El Italy estaba a punto de desparecer. Los gritos de
desesperación aumentaron, entonces al fin intentando un orden tardío se oyeron
disparos de un revólver, intentaban los oficiales calmar a los hombres en esfuerzo final por
embarcar a niños y mujeres. Pero era tarde, el reloj marcaba las 22 horas, y
serían los últimos sonidos que se escucharían de la nave”.
Guillermo rompió en llanto, conmovido como él lo llevé a mis brazos,
Camila entró a llamarnos, estábamos todos llorando.
__Pedro, Manuel, perdón, los chicos… quieren
verlos, no tengo manera ya de entretenerlos.
__Vamos Camila, dile al médico que pase a ver
a mamá, a Pía que le traiga algo para
beber y cenar, iremos con los chicos.
__
__Una hora después estábamos cenando cada
cual en su casa, en silencio, más bien cabizbajos revolvíamos la comida en los
platos, Fernando se quedó con mamá, yo no podía terminar el relato, estaba aturdido,
recién entendía cuándo había sucedido el incendio, no terminaba de ver cómo nos
habíamos salvado.
Tampoco supimos entonces cómo llegó mamá a la
playa.
El médico encontró a Mirna exhausta, por
todos pidió detener el relato, al menos dormir, y estuvimos de acuerdo.
Fabián
y Valeria en silencio miraban el milagro
de la vida en mi nieta, con sus primeros
meses de vida Diana y Betsy la hijita de Beto y de Gaby, se imponían valientes
al mundo iniciando la vida, apenas en su primer mes, Pilé con tres meses estaba
con sus padres en la otra casa en lo mismo, Josecito con su año y meses
paseando entre Pedro y yo, Andrés con su mamá jugando, ellos no conocerían de naufragios ni de
ausencias, no esta vez, no en esta generación.
__Guille, si no pueden casarse pasado mañana
no les importará __dijo Orestes con la
mirada enrojecida.
__No, amigo, es el cumpleaños de los gemelos,
el aniversario nuestro, no habrá suspensiones, esto terminará en horas o cuando se ordenen los recuerdos, lo peor,
ya se dijo o quizá no, pero el 21 será sagrado en esta casa, es una fecha
memorable para todos, marcó un antes y un después en la vida de todos, el destino
dijo presente dos años atrás en un veintiuno, veintidós de octubre, nada se
postergará, la casa está lista, las empresas contratadas, ¿verdad hijito?
__ Sí, papá, con Alberto nos encargamos de
todo, estará todo bien.
__Entonces, ahora todos a dormir, y en la
mañana verán si quieren continuar, o no __afirmó Orestes que se incorporó, lo
hicimos todos, y mientras ellos se
abrazaron a Pedro y a Josecito, me atrapó mi hijo entre ellos, con Valeria y
mis dos nietos, así era esta familia, Mirna con Fernando cenaban en su suite,
Camila y Manuel estaban con Pilé en su casa.
Una hora nos llevó jugar en la habitación
compartida con José y Andrés, con ayuda de Pía los bañamos, y ya en pijama y arropados
ella les contó un cuento, embelesados abrazados los veíamos sonreír ajenos a lo
malo, y nuestro hijo nos regaló una sonrisa con hoyuelos antes de que el sueño
venciera a sus párpados y cerrara sus ojitos.
Cuando despedimos a Pía, en la suite me desmoroné
en el sillón, Pedro en silencio comenzó a besarme la coronilla, a hacerme
masajes, hasta que las miradas tropezaron viendo más allá de las pupilas, mi
rostro se reflejó en la ternura de sus ojos bellos, cristalinos como el agua de
montaña, y en esa mirada perdí el dolor y el rato previo. Un torbellino de
emociones abrazó a mi alma que lo amaba.
Me quedé sin palabras, sólo inmerso en
sus ojos, que a gritos clamaban su amor, en silencio, la elocuencia de las
miradas lo decía todo. Me volví atrayéndolo a mi regazo, abracé su cuerpo,
sintiendo el latir desbocado al unísono, olvidando pretéritos para mirar el
horizonte con la frente en alto, y tanto dijimos en la charla de miradas que
reventaron en un mar de lágrimas de amor y de emociones compartidas.
A su lado faltan horas y sobran ganas, lo
sentí como volcán voraz, exquisito como cada vez a su lado, me envuelve con sus
llamaradas al leve roce de mi vientre,
lo siento ebrio si mi cuello besan sus labios, siento lo que siente. Lo
desorbitan mis salientes erguidas, su pecho y su pelvis rozan mi umbría excitada, se eriza la piel,
absorbe mi olor con delirio, como cálido elixir. En el paisaje de mis caminos, lo siento perdido, concibo
embriagados sus deseos, despacio y sin
prisa su aliento recorre mi intricado laberinto, enfoca su virilidad hacia mi
vía de entrada, le siento disfrutar al
llegar al final.
Cuando me incita a sus desenfrenos, mi boca
excitada transita su sombra absorbiendo la fragancia de su cuerpo, dibujando
con las yemas en su piel mi ardor y mi deseo, sus vicios adeptos a mí llevan a
que en ese instante desee mi aliento. Descubre el engranaje donde el amor
deleita nuestros cuerpos, llega, y logra estremecer mi sentir con su fuego, esparciendo en
vericuetos y fuentes sus labios, mis ansias se pierden sublime en sus
tinieblas, mientras suave y sin prisas se saborean ambrosías. El ardor de mi
sentir prende la hoguera, sutil con pasión conduce su candil hasta a mi túnel, los sentidos arden con liviandad
en el compás y ritmo único del sublime vaivén, flameando llamas nos enlazamos
cuerpo a cuerpo, nos conectamos, sexo a sexo, nos carbonizamos y consumimos en
un ser, al fundirnos estallando devorados por la detonación final, esparciendo
restos de materia por doquier, desapareciendo del mundo consciente por la
muerte de orgasmos buscados, anhelados, y logrados.
Corre
lento las cortinas que disfruto ver tu cuerpo como despierto a destiempo de las
sombras descendentes que anteceden tu llegar. Deja que mis manos te descubran
desabotonando tu camisa, sintiendo cómo la piel se electriza por las ganas de
llegar más allá. Quita ahora tu cinturón que quiero lo que hay debajo y poder
disfrutarte a mi antojo que míos son tus ardientes arrojos y recibirte espero.
Ahora sí, ven y bésame de pies a cabeza que nada te tropieza y mi deseo está
aguardándote, hazme tuyo una y otra, hasta que nuestra sed quede saciada. No
dudes, abrázame fuerte, ven y permite escuchar
el latir de tu corazón, que cada palpitar sea por tu querer, sea la razón,
bésame con intensidad, seguro entrégame el dulce néctar de tu boca, veo tus
labios, cual fruta carnosa que provoca tal recompensa de miel que espero con
felicidad. Arriésgate, tócame con fiel deseo y que tus manos firmes recorran
toda mi anatomía, tu cuerpo así se agite, vibre sintiéndote tan mío, la piel es
sendero, el éxtasis nos lleva de paseo. Grita tu querer sin temor, sin negación
pues eres guerrero en toda contienda, yo te acompañaré, seré el escudo que te
defienda.
“Camino
en el silencio de la calle con la compañía del alumbrado que parece con más
fuerza alumbrar a mi paso. la última luz me marca el comienzo de la oscuridad,
siento que me abraza por completo, me oprime, quiere asfixiarme... pero un
suspiro eleva mis ojos a las estrellas y me digo camina, esta oscuridad no te
daña, la luz de su sonrisa está iluminando mi corazón.
Paso
a paso me alejo de algo y me acerco al todo, en silencio perros me observan...
un par se acerca como queriéndome reconocer, parecen partícipes de mi silencio
que ahoga esta noche a mi alrededor, la lejanía de las luces me marca la cercanía
de mi destino... calla el mudo sonido de mis pasos en la calle de piedras, el
sonido del teléfono... sos vos, me dices; ¿amor, ya vienes? Te estoy esperando.
Me sonrío
en esta soledad oscura... cuánto me ama, me responden mis pensamientos, apuro
mi andar al tiempo que mi corazón palpita tu cercanía, se abre la puerta, me
recibes con el más delicioso beso que por horas extrañé. Tus brazos que atrapan
mis hombros y mis manos aprietan tu cintura, suave tu piel mis dedos sienten,
es la tibieza de mis poros que te van recorriendo entre tu sensual prenda de
dormir.
La
madrugada nos atrapa dando inicio al amor, queda atrás el extrañarte y la
angustia de no tenerte, ahora mis besos te adoran, mis manos rasgan tus poros
despertando el delirio, sacio mi hambre de deseos de ti que por horas me han
consumido, devoro tus labios y ahogo en mi boca tus gemidos, me bebo con ansias
tus jugos de pasión y mis manos hacen florecer tu piel en cada caricia.
La
noche ya es nuestra, el fuego amor nos consume, son los sabores de los cuerpos
los que nos vuelven adictos al placer... no hay silencio que ahogue los sonidos
de este concierto de gemidos y suspiros... le gritamos a la noche nuestro
delirio... le aullamos en sonidos de excitación, al brillo de la luna...
rasgamos la penumbra con los frenéticos movimientos que nos lleva al acorde
final de esta nocturna melodía de amor”.
__Tranquilo,
amor, es un sueño, estás acá, estamos vivos, en horas es nuestro aniversario,
un año de casados, dos de
reencontrarnos, y te llevaré a navegar de luna de miel con José... no existirá
Naufragio, no más.
__
Estaba soñando con vos, amorcito, no con tragedias __dijo Guillermo y atrapó
los labios henchidos de besos.
En
la otra casa, Camila mira a su esposo, con el amor de dos años atrás, lo
observa adorar a su hijo.
__No
existen palabras, no existen vocablos, ni frases para definir lo que se siente
cuando se mira una cunita que tiene al tacto este nido de cobijas celestes
donde descansa un osito panda, que no es otro que mi propio hijo vestido de
tal. Rubén Pilé que llegaste hace tres meses dejando exhausta a mamá, duermes
bajo la atenta vigilancia de este padre joven, con cuatro ojos, que los cuida a
ambos en la quietud y en la soledad de nuestra habitación, me siento el rey de
mi reino.
Mira
Cami, el panda se mueve inquieto e insinúa el llanto que queda en suave quejido
porque lo tomo en mis brazos y lo acuno… Duérmete mi niño, duérmete mi sol.
Lo
pego a mi rostro es mío, nuestro, es nuestra misma piel y ya está aquí.
Te
miro mi niño, te observo en detalle. Tu naricita, tus manitas... todo en ti hoy
es vulnerabilidad, desprotección mas te apoyo en mi pecho… Duérmete mi niño,
duérmete mi sol… ¿Se puede amar a alguien tanto apenas conocerlo? Sí, se puede,
a mami la amé así, y ser padre es eso y más.
Viejos
recuerdos con el tío en Kenia se unen a nuevas vivencias. Y una promesa vieja
se vuelve nueva en el abrazo, hijo: “No serás golpeado, jamás serás juzgado, no
permitiremos naufragios, ni para ti, ni para hermanitos o primitos, serás el
amor, te vamos a amar y a cuidar, te voy a dar todo, y a mami lo mismo, vamos a
ser felices, pero tú hijo, siempre, es mi promesa”. Duérmete mi niño. Duérmete
mi sol.
Manuel
se ha quedado sin palabras porque la dulzura hecha carne está entre sus brazos,
Camila viene a abrazarlos, tiene la piel de ambos, la misma sangre y unos ojos
tiernos que lo hacen soñar con un mundo mejor, con un todo es posible, con la
belleza del ser humano, en la naturaleza sabia, el mundo en paz y la vida
feliz…Duérmete mi niño… Sueña hijito, descansa, que aquí estamos, para velar tu
sueño, tu ensueño, que mañana verás el sol, el mar, el cielo, y descubrirás los
abrazos y también a tus hermanos y primos, el valor de la amistad, el tesoro
del amor.
Una
realidad surge inconmovible: “él que es vida, está aquí”.
Duérmete
mi niño, duérmete mi sol, duérmete pedazo, de mi corazón… Canta hoy Manuel
pensando en Pedro y en Guillermo, en él y en Camila, canta con el alma. La voz
le ha fallado, su boca es agua y sal, unida a la de Camila.
GUILLE
Y PEDRO… PEDRO Y GUILLE… UN DESTINO… UN
AMOR.
CONTINUARÁ.
HECHOS
Y PERSONAJES SON FICTICIOS.
CUALQUIER
PARECIDO CON LA REALIDAD ES COINCIDENCIA.
LENGUAJE
ADULTO. ESCENAS EXPLÍCITAS.
Martha Guao, preciosa...
ResponderEliminarAntonio Garcia Una vida ,un destino al infinito ,un mañana sin horizontes y miles de sueños por vivir
ResponderEliminarJose Luis Preciosa
ResponderEliminarCarmen Muchisimas gracias amiga .Es divino, qué amor.
ResponderEliminarFeliz fín de semana!!!
Un relato terrible Eve describiendo toda la angustia del naufragio, y un presente bello lleno de amor y de esperanza...
ResponderEliminarPor eso lo di al final, para que fuera menos doloroso, para cerrar historias ya resueltas, desde Mirna como inició, ayudada por Guillermo en el amor sublime de esa red de contención que es la familia y el amor, gracias infinitas y a sufrir ahora con... El Otro, una da cal, y atrapados, gracias y mi amor.FELIZ CUMPLEAÑOS NORMA FERZOLA, DEDICADO Y EL OTRO, EL RECUERDO DE EL VIAJE. BESOS.
EliminarEmocionante capítulo,momentos del Naufragio relatados por Mirna, revive en ellos tantos sentimientos y a la vez Unidos todos en el amor, sublime Eve escribis bello me fascinó gracias por tanto genia te quiero :) besos !!!
ResponderEliminarMuy lindo, quise dar un final para lo que fue y era el recuerdo de lo que los unió como comenzó, desde Mirna, gracias infinitas y mi amor.
EliminarAntonio Martínez Fornieles Gracias Eve, es bellísimo e interesante Naufragio, un final para aplaudir. Beso.
ResponderEliminarMiryam Zea Imagen excelente me encanta
ResponderEliminarMonica impactante obra mil gracias por tu maravillosa creatividad que sin duda atarapa de inicio a fin.
ResponderEliminarSí, lo es como lo fue de inicio a fin, gracias Moni, y mi amor.
EliminarMicaela Maravillosa, que delicia poder pasar por tus letras mil gracias por estar.
ResponderEliminarHilda Revel Muy bonito 🌷🌷
ResponderEliminarCarlos J Oh, que lindo, "el amor es como el mar se ve el inicio pero nunca el final"...
ResponderEliminarMuy linda tu narrativa
Aurea Hermoso , sublime inspiración
ResponderEliminarGRACIAS AMIGA, CAMBIÉ A CASI EL CAPÍTULOS FINAL, A ESTO, MI AMOR.
Eliminarhermoso Eve , recordar el naufragio de Mirna, su esposo y el niño Guillermo , cuanta emocion hay en tu relato , cuantas cosas tremendas que han pasado , pero hoy lo pueden recordar llorando por la propia emocion de recordar ese naufragio pero que los años los unio cuando siendo hombres Guille conocio a Pedro , alli empezo otra historia llena de amor , y hoy con esa flia tan amorosa y todos juntos construyendo una vida hermosa , con amores inolvidables , personas tan queribles , y yo agradeciendote este maravilloso Naufragio , gracias Eve gracias , te abrazo con todo mi corazon ¡¡¡
ResponderEliminarqUISE DAR ESTE CIERRE sUSANA, DONDE CERRARAN HERIDAS Y VIDAS CON EL RECUERDO DE LOS HECHOS Y COMO INICIÓ, CONTADO POR mIRNA, AYUDADA POR gUILLERMO TERRIBLE DOLOR TENÍAN OCULTO HASTA QUE EL AMOR DE ESA RED DE LA FAMILIA Y DE pEDRO, DE LOS CHICOS LOS LIBERÓ, PERO EL NAUFRAGIO ACOMODÓ EL UNIVERSO A LO QUE DEBÍA SER, AL AMOR DE ELLOS, AL DE LOS DEMÁS, GRACIAS INFINITAS POR ESTAR Y AMAR ESTA TIRA QUE HA SIDO LA MEJOR HASTA ACÁ, BESOS MILLÓN, CORRO, A EL OTRO.
EliminarHermoso capitulo lleno de amor y cada uno contando su verdad.
ResponderEliminar