ENIGMA. CAPÍTULO UNO. PEDRO.

 

ENIGMA. CAPÍTULO PRIMERO. PARTE UNO.

PEDRO.

 NUEVA YORK,  30 de junio de 1998.

… Peter, mi amor, cuidado con Claudia que está demasiado cerca de la piscina.

… Lo sé. Siempre la cuidaré madre.

___ Pedro tomó a su hermanita que comenzó a dar los primeros pasos  en los días previos y fue a besar a su madre.

… Eres tan bella, madre.

… Cariño, si no curas ese Edipo,…, tu padre terminará más celoso aún.

… No es Edipo, es la verdad.

“Me llamo Pedro Daniel Beggio, Peter me dice mi madre aunque ella es chilena.

 Diana Beatriz Aguilera de Beggio, la mujer más hermosa y distinguida que he conocido jamás. Nació en Santiago de Chile y se graduó en la Facultad de Artes.

Apenas terminar se trasladó a conocer Broadway pues su sueño era ser actriz, estudiar teatro acá y subir a esos escenarios.

El destino marcó el encuentro con mi padre. Adolfo Pedro Beggio, norteamericano, nacido en Chicago, se graduó en Princeton en Ciencias Económicas y Administración de Empresas, con pasantía por Harvard donde terminó el doctorado.

A poco de culminarlo, sin esfuerzo comenzó a trabajar en Wall Street y llegó a dirigir un Banco de los más respetados.

Un día cualquiera mientras mi madre recorría fascinada el Metropolitan Museum of Art, el destino los cruzó, y ya no se separaron más.

Comenzaron a salir desde el mismo día, y ante la visa turística de ella,  ya absolutamente enamorados, decidieron casarse cuando Diana cumplió los 18 años estando allí.

Mi padre no era mucho mayor, contaba con veinticinco años pero a Diana le daba la seguridad del hombre mayor.

  Mamá continuó estudiando teatro mientras mi padre empezaba su carrera in crescendo, y al año de casarse, viviendo en una casa de ensueño en las afueras, llegué a este mundo, aunque mi madre quiso que naciera en Chile, por lo cual tengo doble Nacionalidad y soy chileno de nacimiento como ella.

Mi padre ascendió meteóricamente en su carrera, mientras mamá repartió sus días entre mi cuidado y el estudio de Teatro, aunque Adolfo le decía que nunca necesitaría trabajar, ella deseaba al menos subir una vez a los escenarios y lo hizo cuando cumplí quince años.

Fui creciendo solo, comunicándome apenas con ellos y los sirvientes, con mi nana.

En el colegio no hablaba casi y me concentraba muchísimo en matemáticas, compulsivamente me gustaron los números como a mi padre, aunque interiormente  tenía la sensibilidad de mi madre pero no podía expresarla, en casa leía todas sus obras. Físicamente soy igual a ella,  rubio a esta edad, ojos marrones verdosos, delgado y atlético porque me encantan los deportes.

No tuve amigos, no concurrí a eventos sociales con gente de mi edad, y a los de mis padres los acompañé apenas percibiéndolos.

Entre sus trabajos, sus eventos y su amor, poco supieron que yo no era solamente raro, sino que padecía un extraño trastorno genético que me dificultó mucho el aprendizaje en ciertas áreas y la comunicación verbal, mucho más la socialización que fue casi nula.

Para cuando se dieron cuenta comenzaron las consultas: Psiquiatras, pedagogas, psicólogos, neurólogos, y miles de estudios que no llegué a comprender y al fin un diagnóstico que me catapultó para siempre: “AUTISMO”.

Un rótulo que no entendí, pero que al parecer explicaba mis supuestas rarezas y dificultades para con el medio y la sociedad, que me condenaba a una vida poco útil de vergüenza y de encierro, pero mis padres no se resignaron, y de inmediato si bien les dijeron que no existía un medicamento, una cura para mi estado, supieron que podría quizá desarrollar las capacidades que poseía y luego brillar en ellas, dicho de otro modo, hacer abuso de mis capacidades limitadas y limitantes, de mi obsesión por los números y  de mi capacidad de concentración compulsiva en ellos, por ejemplo,  y  me estimularon para conseguirlo.

 Así fue como puede con apoyo primero, luego con tutores y al fin solo… terminar  el colegio e ingresar a la Universidad, estudiaría lo que mi padre, pensando en que luego trabajaría bajo su cautela y dependencia.

Cuando nadie lo esperaba y con mucho temor, mi madre confirmó el embarazo de Claudia, mi pequeña hermanita diecisiete años menor. Ella es normal.

Alertados de mi trastorno, aterrados todo el embarazo, la consulta temprana dijo que era supernormal y la amo.

Cumplo los años el 21 de junio y Claudia el 20 de julio.

Cuando ella llegó mi mundo se centró en ella en las horas en que estaba en casa, en  cuidarla, bañarla, hacerla dormir, era mi princesa y mi madre mi reina.

Me sentí seguro en la casa de tres plantas, lujosa, junto al mar, y amé los años que pasé allí, caminando por la playa, nadando o simplemente mirando a lo lejos la unión del mar con el cielo en el horizonte asombrado por ese misterio.

___ Un día de verano en que disfrutaba de aquello, corría el año  2000, con mi hermanita de tres años, le estaba enseñando a juntar la arena y el agua en el baldecito en la playa privada de la casa, cuando los sirvientes corrieron hacia nosotros, la nana lloraba sin reparos y apenas pudo decirme, lo que definitivamente terminó con los años de luz, al cegar la vida de mi padre.

Habían tenido un accidente, los frenos fallaron inexplicablemente en la ruta  de regreso de su viaje a  Miami que emprendieran una semana antes, y desbarrancaron cayendo al mar con una explosión previa en la cual todo se desintegró, o eso se dijo al comienzo.

Horas después la casa fue un caos: policías, fotógrafos y mis tíos que viajaron de Chile, otros de Chicago estuvieron allí, mi madre estaba viva, había salido expulsada antes de la explosión, grave pero viva.

Mi padre estaba desaparecido, lo que los días confirmaron lo irremediable,…, muerto.

___Ese día 12 de diciembre del 2000, marcó el principio del fin de la vida de los tres, mi padre falleció, pero la familia murió con él, a pesar de seguir respirando.

Mi hermanita casi no lo supo entonces, yo por mi trastorno me corroí por dentro sin poder llorarlo, mi madre cayó postrada en depresión mayor, y el dinero y las propiedades que habían logrado en años, los fuimos consumiendo en aquel dolor, hasta quedarnos solamente con la casa, en los tres años siguientes a la muerte de mi padre, justo cuando Claudia debió comenzar el colegio.

Mi madre se apagó durante ese tiempo, encerrada en sus habitaciones, por las noches la escuché llorar la muerte que nos arrebató la felicidad.

___No empecé la Universidad, no había dinero para ello.

No podía trabajar, ella tampoco, y entonces apareció en su vida él,…., mi padrastro, el cáncer que terminó de consumar nuestro entierro, enamorando a mi madre con su porte esbelto y varonil, su supuesta fortuna hecha en un afamado bufete de abogados y sus mentiras de amor hacia ella y hacia nosotros.

Se casaron tres meses después.

No pude aceptarlo, no quise verlo, no entendió mis limitaciones, y entonces con al alma hecha trizas, un día de marzo de 2004, le dije a mi madre y a Claudia que regresaba a Chile a estudiar allí, aunque ya tenía 24 años, quería no fallarle a mi padre.

Un mes después, sintiendo la culpa de abandonar a mi princesita y a mi reina, pero presintiendo que ese hombre era una máscara y que en todo mentía, decidí huir de ello, y regresé a Chille donde con esfuerzo y ayuda de mis tíos y de mi primo Marcial logré recibirme  en Ciencias Económicas y comenzar a trabajar  en la administración de las empresas de mi tío, el papá de Marcial, el hermano de mi madre.

Cuando en el 2012 de trasladaron a Bs. As. partí rumbo a Argentina con ellos, sin saber que mi madre y Claudia  arrasadas a la ruina por aquel hombre  sin dinero ni trabajo, también estaban allí, viviendo humildemente en una  vieja casona de provincia.

Y no lo supe hasta el año 2015, en que recibí sin saber cómo,…, un desesperado llamado de mi hermanita, que sin haberlo disfrutado a su lado ya tenía dieciocho años.

CONTINUARÁ.