PREDESTINADOS. CAPÍTULO 22.

 

PREDESTINADOS… CAPÍTULO 22.

  Bs. As., martes 31 de octubre de 2014.

… ¿Te gustaron mis pastas?

… Riquísimas Graziani, ya tienes a qué dedicarte si te retiraras de la abogacía.

___ Mientras lavaban los platos Guillermo ante el comentario le tiró con una servilleta, para  luego regresar al abrazo y al beso que sabía a salsa y a Cabernet.

… ¿Te sientes bien?

.. Espectacular, y continúa la lluvia y la magia de estar aislado contigo en este lugar, siento que he cruzado el umbral de esta vida para renacer en otra, contigo, felices al fin.

… Vamos que voy a prepararte un baño con sales y espuma.

… Estoy bien.

… Vamos dije.

… Guille, si creyeras que Matías es un buen hombre, si no te hubieras animado a  rendirte a lo que sientes y yo hubiera terminado a su lado, ¿hubieras permitido que me casara con él?

___ Pedro lo miraba a través del vapor del agua de la bañera, tan hermoso e implacable como una antigua escultura de algún guerrero de Babilonia, y ante la pregunta se sumaron las venas yugulares ingurgitadas en el cuello.

… No. Con tono de reproche hacia sí mismo. Me moría por vos, y no me decidía a dar el paso definitivo, pero soy demasiado egoísta para dejarte salir con otro, menos para que llegaras a ese extremo. Jamás podría haberlo consentido ni lo consentiría. Si intentaras casarte con otro, te raptaría el día mismo de la boda.

___  Pedro no deseaba que fuera noble, sino que estaba encantado, emocionado, de ser amado de esa manera, con una pasión que no dejaba lugar a nada más.

Guillermo lo guió a la bañera, y lo ayudó a ingresar, Pedro contuvo la respiración, no sólo al sentir el calor del agua, sino al quedar desnudo frente a él, en un extraño pudor que no había sentido en el granero. Guillermo se arrodilló al lado de la bañera para bañarlo, no ingresando a su lado. Pero su actitud era cariñosa, devota, y no pudo más que relajarse bajo los cuidados de las manos firmes y relajantes del hombre que amaba. Guillermo tomó el jabón y lo recorrió, pero acariciándolo con Amor, también con posesividad y Pedro cerró los ojos.

… Te voy a dar el mismo placer que si hiciéramos el amor, relájate.

 Con una mano Guillermo le acariciaba por delante, los dedos de la otra se fueron colando detrás luego de deslizarse por la espalada, a lo cual Pedro no opuso resistencia, apoyándose hacía atrás entre su hombro y su pecho duro. Incluso aquella pequeña invasión le dolía, estaba demasiado sensible para ser penetrado nuevamente esa noche. Pero el agua caliente le aliviaba y Guillermo era tan suave en su andar, que fue aflojando los músculos, los muslos, relajándose en el agua caliente.

Pedro aspiró la mezcla de aromas a lluvia, a césped, a su hombre, a las sales, lleno de vapor el ambiente, perfumado con jabón pero era la fragancia de su amante lo que lo embriagaba. Y le rozó el hombro con los labios degustando el sabor salado de su piel.

Los dedos de Guillermo lo acariciaban perezosamente…las astutas yemas de los dedos tocaban los puntos justos, el lugar en que Pedro deseaba ser acariciado detonando estallidos en cada uno que se sumaban y se incrementaban, se potenciaban  amenazantes. Jugueteó con él, abriéndolo, dilatándolo, percibiendo la suavidad y los sensibles lugares que albergaba. A ciegas Pedro extendió las manos para acariciar los tendones de las muñecas de los brazos fuertes, sintiendo los intrincados movimientos, mientras Guillermo deslizaba dos dedos en su interior y describía círculos con los pulgares por delante y por detrás.

El agua se derramó, cuando Pedro comenzó a arquearse rítmicamente, para capturar las sensaciones alternativamente de una u otra mano, apretándose a ellas hasta sentir en su trayecto un tercer dedo que lo hizo tensarse y emitir un quejido, era demasiado, no podía soportarlo, pero Guillermo le murmuró lo contrario, que le estaba enseñando, que lo estaba preparando, y lo atrajo suavemente hacia él para absorber los gemidos en su boca.

Excitado, Pedro se sintió flotar, se abrió a la sensualidad que provocaban aquellos dedos en su interior. Ansioso, salvaje se arqueó sin reparos contra ellos para alcanzar más de ese placer aplastante. Lo arañó, clavó las uñas contra la piel desnuda de Guillermo, y el gimió de placer ante ello. Un profundo gemido escapó de los labios de Pedro ante el primer estremecimiento de liberación. Intentó reprimirlo, pero entonces surgió otro, y otro, y el agua de la bañera se agitó mientras él se estremecía, y el clímax se prolongaba por el arrollador movimiento de las manos del amante, hasta dejarlo laxo y jadeante.

Dejándolo descansar contra el borde de la bañera recuperándose, Guillermo se alejó unos minutos, Pedro estaba enajenado, y se relajó más en el agua caliente, demasiado lejos para preguntarle adónde iba, cuando ya lo vio regresar con una toalla ayudándolo a ponerse de pie. Pedro se dejó secar como si fuese un niño. Debería haberse sentido avergonzado, horrorizado, pero lo único que quería era que  Guillermo lo amara. Recrearse en él y para él. Era tan diferente a todo, que se echó hacia atrás para observarlo con más detenimiento.

Después de secarlo entre besos hambrientos, piel a piel, lo condujo a la cama, mientras regresó a  asearse y vaciar la bañera. Pedro se sintió invadido por una sensación que no había experimentado jamás…el tipo de alegría incontenible que había sentido cuando era muy pequeño ante la expectativa de la llegada de papá Noel y de  los Reyes. En aquellos momentos había permanecido en silencio, en la cama, emocionado al saber que pronto sucederían cosas buenas, con el corazón encendido y desvelado por la anticipación.

Entreabrió los ojos cuando lo sintió entrar a la cama. Su peso hundió el colchón, y su cuerpo alarmantemente caliente se adosó contra el suyo, mientras Pedro se acurrucaba en el hueco entre el brazo y el hombro por primera vez suspirando ante la mano que se colaba a acariciarle la espalda.

… ¿Tendremos una casa como ésta en la ciudad algún día?

… Cuando me divorcie, según cómo se de todo quizá viviremos en casa, por uno o dos años, luego buscaremos la propiedad adecuada y construiremos nuestra casa, espero que algo más grande que ésta amorcito.

Las manos de Guillermo no se saciaban y fueron a moldear los glúteos en su descenso acariciándolos con lentos círculos.

.. No será una vida demasiado extravagante y rica, pero sí cómoda.

.. Eso suena de maravilla mi amor. Será como estar en el cielo.

… Si te casas conmigo no seremos nunca ricos.

… Para mí no hay mejor posición que ser tu hombre.

__ Pedro estaba tan feliz que apenas podía respirar. No tenía ninguna duda de la capacidad de Guillermo para cuidarlo, para amarlo, ni dudaba de que él podía darle todo. Al fin tendrían una vida dichosa juntos, sin embargo, estaba casi seguro que no sería una vida muy normal, como la que imaginaba junto a Camila.

.. Hubiera querido algo más para  vos.

… Mentiroso, siempre me has querido para ti a mí, por toda la eternidad.

___ La risa agitó a Guillermo que mirándolo embobado asintió sin reparos.

.. Sí. Al parecer desde el inicio de los tiempos.

__ Luego guardaron silencio, disfrutando de la sensación de yacer juntos en esa cama por primera vez en esta vida, mientras transcurría su primera noche juntos.

Habían estado cerca de tantas maneras, en tantas vidas antes…. Y, aun así, presentían que  nunca había sido tan bueno como en ésta. La intimidad física había creado una nueva dimensión para los sentimientos, como si no solamente hubieran tomado los cuerpos, Pedro a Guillermo dentro del suyo, sino también el alma. Y Pedro se preguntó cómo era posible que algunas personas pudieran involucrarse en ese acto sin amor, lo inútil y vacío que sería en comparación a esa unión Absoluta que acababan de conocer.

Pedro lo provocaba de mil maneras, regalando sonrisas con hoyuelos, acariciando con el pie y explorando la piel de las piernas ajenas, acariciando con los dedos esbeltos los músculos y Guillermo temblaba.

.. ¿Pensabas en que podía existir esto cuando estabas con ellos?

… ¿Con quién?

… Con las personas con las que te acostaste.

… No Pedrito, no pensaba en nada cuando estaba con ellos.

___ Pedro deslizó las manos por el torso suave, capturó los pezones de color café y jugueteó con ellos, e incorporándose en un codo los ojos marrones se clavaron en los negros.

… Si  te imagino haciendo esto con otra u otro, no puedo soportarlo Guille.

___ Guillermo posó su mano contra la suya apoyándola contra el latido firme de su corazón.

… No significaron nada para mí, Pedro. Siempre fue una transacción. Algo que hacía tan rápido como fuera posible.

.. Creo que eso lo hace peor. Utilizar a mujeres y hombres sin sentir…

… Eran bien recompensados. Y siempre consintieron sabiendo que no había amor.

.. Deberías haber buscado a alguien que te importara, que se preocupara por ti, que quisieras, como en mi error con Camila, pero al menos la quiero. Eso es infinitamente mejor que una transacción instintiva, sin amor, y hasta mintiendo con tu identidad.

.. No hubiera podido.

… ¿No hubieras podido qué?

… No hubiera encontrado a nadie que me importara.  Vos vienes siendo desde siempre el dueño de mi ser.

___ Pedro se preguntó si el hecho de sentirse conmovido y complaciente lo convertía en un terrible egoísta. Y Guillermo ahora buscó él la mirada.

.. No existía ningún lugar donde me sintiera bien. Ninguna persona con la que disfrutara estar. Odiaba todo. Odiaba mi propio corazón por seguir latiendo. Sólo tenía una razón para vivir además de  Fabián, verte alguna vez en esta vida, pero no lo sabía hasta que aparecieron los sueños, era una añoranza sin nombre, un vació que pensaba sin remedio, ¿entiendes?

___Pedro estaba más emocionado por la profunda sencillez de esa declaración. Guillermo era fuerte pensó. No podía ser doblegado más de lo que se podría someter a una tormenta. Y sin embargo lo amaba con toda su alma, con toda la pasión y el deseo de su cuerpo y eso lo hacía temblar de Amor correspondido.

… ¿Ayudaron esas personas? ¿Te alivió la soledad estar con ellos o ellas?

… No. Sólo empeoraban las cosas. Cuando entendía que ninguno de ellos eras vos todo era peor.

__ Pedro se inclinó clavando la mirada en los ojos negros, y hubo un breve silencio, una vacilación nacida no de la duda, sino de la plena conciencia. Como si los votos estuvieran siendo oídos y presenciados por algo o Alguien intangible. Guillermo suspiraba y Pedro le habló muy serio, con gravedad.

… De hoy en adelante soy tuyo y tú eres mi amor, quiero que permanezcamos fieles el uno al otro.

… Te seré fiel, Pedro,…, siempre.

… Yo también.

.. Prométeme que no volverás a dejarme, que no te me perderás de vista.

.. Lo prometo mi amor.

__ Pedro estaba dispuesto e impaciente para sellar los votos haciendo el amor, pero Guillermo deseaba que descansara, que su cuerpo tuviera un respiro, que se adaptara, y cuando puso objeciones, lo convenció con besos suaves.

… Duerme amorcito.

Pedro obedeció, hundiéndose en la inconciencia más dulce y más profunda que había conocido nunca, o al menos en esta vida.

Bs. As., miércoles 01 de noviembre de 2014.

 La luz del día se filtraba entre las persianas y por las cortinas de las ventanas, convirtiéndolas en rectángulos de color manteca brillante.

 Guillermo llevaba horas abrazado a Pedro. No recordaba haber dormido nada. El placer de contemplarlo superaba la necesidad de descansar. Era el sueño de vidas hecho su hombre en ésta al fin. Y eso hacía la diferencia.  Ahora le pertenecía, se pertenecían uno al otro a conciencia y por elección, en  un acto de fe y de absoluta libertad. Por Amor.

Siempre había estado consumido por el ardiente deseo de Amar a un hombre, creyendo que jamás sería posible. En ese momento mágico, mientras lo abrazaba, sintió algo desconocido para él, una inmensa alegría que debía ser la felicidad que pensaba que era un invento de  los poetas.

Se permitió besarlo, incapaz de resistir el impulso de trazar el arco de sus cejas con los labios. Continuó por la curva sonrojada de las mejillas encima de la barbilla. Por la punta de la nariz tan adorable que parecía merecedora de un preludio completo de Chopin. Adoró cada parte de ese cuerpo perfecto. Se le ocurrió que aún no había besado el espacio entre los dedos de las manos, una omisión que debía remediar de inmediato.

Pedro dormía con sus piernas anudadas, enredadas en las de él, con las rodillas metidas entre las suyas como jamás. Al sentir el roce íntimo de los rizos púbicos en las caderas, se puso erecto, su carne palpitó con dureza, con tal fuerza que podía sentir allí la sábana que los cubría.

Pedro se movió, desperezándose temblorosamente, y entreabrió los ojos. Guillermo percibió su sorpresa al despertar entre sus brazos, y la creciente y lenta satisfacción cuando recordó lo que había pasado antes. Lo recorrió con sus manos, explorándolo suavemente. El cuerpo de Guillermo se tensó de la cabeza a los pies cuando, excitado e inquieto, permitió que Pedro lo recorriera y explorara su totalidad a su antojo.

Pedro examinó sus dominios con un inocente abandono que lo sedujo por completo. Le rozó con los labios la piel tensa del pecho y los costados. Luego el borde de las costillas, que mordisqueó suavemente, como un caníbal hambriento. Le deslizó una mano por el muslo y la dejó vagar hasta llegar a la ingle.

Guillermo murmuró su nombre entre jadeos entrecortados, extendiendo la mano para detener esos dedos atrevidos y atormentadores. Pero Pedro la apartó con un audible manotazo para continuar vagabundeando por su geografía. Y por alguna razón eso lo excitó aún más.

Pedro le ahuecó la bolsa testicular sopesando su peso, acariciando con las palmas de las manos. Presionó suavemente y comenzó a girar la mano mientras él apretaba los dientes y soportaba sus caricias como una dulce tortura.

Subiendo, la mano de Pedro tomó el miembro con suavidad, con demasiada suavidad para el gusto de Guillermo, que hubiera  suplicado que lo hiciera con más fuerzas si hubiera tenido capacidad para emitir palabras. Pero sólo pudo esperar, jadeante. Pedro inclinó la cabeza sobre él, lo atrapó en una red de trémula luz. A pesar de su intención de permanecer quieto, no pudo evitar la contracción involuntaria de su miembro, ni que su longitud saltara en alto. Para  su sorpresa, sintió que él se inclinaba hacia abajo para besarlo. Y continuó, deslizando la lengua a lo largo del eje de acero mientras él gemía de placer e incredulidad.

 Con su hermosa boca, sus labios esculpidos, en él… Guillermo pensó que moría, que perdía la razón. Pedro no tenía experiencia previa para saber cómo proceder. No lo tomó por completo en la boca, sólo lamió el glande como él  le había hecho antes a él. Pero, era suficiente por ahora. Guillermo dejó escapar un gemido de angustia cuando sintió un dulce y húmedo tirón, y oyó el sonido de la succión. Mascullando una mezcla de sonidos de Amor, tomó a Pedro de las caderas arrastrándolo hacia arriba. Enterró la cara en su cuerpo, moviendo vorazmente su lengua hasta hacerlo contorsionarse como en un circo.

 Saboreando su excitación, hundiendo su lengua en él en profundidad, una y otra vez, paseando con labios y dientes y más las piernas de Pedro se tensaron, como si estuviera a punto de caer desde la cima.

Pero para entonces Guillermo deseaba estar en su interior, sentir cómo  se apretaba entorno a él. Así que lo tumbó suavemente boca abajo, y se acomodó  amoldándose sobre su amante, tras colocarle una almohada bajo las caderas.

Pedro gimió abriendo las piernas. Sin necesidad de más invitación, Guillermo situó su miembro resbaladizo por la humedad de la boca ante el acceso a Pedro que lo exponía con ansiedad. Buscando entre los pliegues y los músculos, encontró el ingreso, lo acarició lentamente mientras lo penetraba,  acariciando más rápido alrededor mientras penetraba más profundamente en su interior, y cuando él hubo enterrado toda su longitud, Pedro alcanzó el nirvana con un grito convulso sollozante.

Guillermo podría haberlo seguido entonces, pero decidió prolongar la sensación. Si hubiera podido, se habría quedado así para siempre. Le pasó la mano por la curva pálida de la espalda. Pedro se arqueó ante la caricia, suspirando su nombre. Guillermo se inclinó sobre él, cambiando el ángulo entre ellos, todavía hurgando entre las nalgas mientras empujaba y se enterraba más y más. Y Pedro se estremeció nuevamente cuando fue atravesado por nuevos espasmos, y la pasión explotó en esquirlas inundando de rubor los hombros y la espalda. Guillermo cubrió con la boca las manchas carmesí, besando cada una de ellas mientras se mecía lentamente, penetrándolo más profundo, más hondo, con mayor fuerza, a ritmo frenético y agónico, hasta morir en ello, liberándose en violentos espasmos y deshaciéndose en pedazos sobre la espalda amada.

 Al retirarse al fin, lo rodeó con los brazos apretándolo contra las costillas y luchó por recuperar el aliento.

Durante muchos minutos, los latidos del corazón martillearon en los oídos, mientras Pedro le ahuecó las mejillas, girándole la cara buscando el brillo titilando en la mirada, para sellar sus labios en un beso de agradecimiento cargado de júbilo, pero sobretodo de Amor.

Continuará…