lunes, 16 de marzo de 2015

PREDESTINADOS. CAPÍTULO 25. PARTE DOS.





 




PREDESTINADOS. CAPÍTULO 25, SEGUNDA PARTE.




Bs. As., viernes 03 de noviembre de 2014.


Pedro volvió a  estudiar el lugar como la luz de la luna se lo permitía, pero seguía en brazos de Guillermo.


… ¿Qué quería ese tipo?
… Ese tipo se llama José Miller, es Fiscal de la Nación, alguna vez trabajaremos con él. Como hombre quería verme, reprocharme mi ausencia, mi falta de explicaciones, pero ya le dije que nunca le prometí amor eterno, que hablaremos cuando regrese.
Pedro, ya te lo dije, desde que aparecieron las percepciones, nunca más  estuve con él. Ni bien regresar a Bs. As. le dejaré todo en claro, por si aún no lo tiene.

Pedro decidió dejar de insistir y cambiar de tema, José había llamado minutos antes para reprocharle su ausencia e intentar saber adónde y con quién estaba Guillermo.

… ¿Esto lo hiciste nuevo o era una extensión de la antigua casa?
… Dicen que era la sala de una logia, luego la remodelé, porque me fascinan las plantas y en el estudio apenas tengo unas pocas, cuando no vengo, tengo un jardinero para éstas.
… ¡Uau!

Pedro se apartó a observar los arcos que formaban el techo, y Guillermo paseaba sin prisas, siguiéndolo por el pasillo central, en dirección a las profundidades que formaban una cortina de palmeras.

…. Mmm..., es interesante. Pedro se fijó en la palmera que se cernía sobre el pasillo, con unas hojas como manos que parecían quererse atrapar. Pasó por delante y acarició las delicadas frondas de un helecho que rodeaba la base de la misma, al tiempo que lanzaba una mirada fugaz hacia atrás.
Caminando despacio tras él, Guillermo capturó la mirada, y Pedro volvió a mirar hacia delante… y apretó el paso.





… ¿Qué otras plantas pueden crecer acá?
… Yo diría que les iría mejor a las hiedras que a las palmeras. Y a los cactus naturalmente.
.. Naturalmente.

Revoloteando aquí y allá a lo largo del pasillo, tocando una planta y la otra, Pedro continuó mirando al frente,.. Intentando localizar la salida. El pasillo serpenteaba al azar, ya no estaba seguro del todo de su orientación.
Una rápida mirada hacia atrás más el aroma inconfundible le revelaron que tenía a Guillermo junto a su hombro. Tragó aire de prisa. Tuvo que reconocer que la excitación  le había aprisionado los pulmones, que había comenzado, de forma muy eficaz, a ponerle los nervios en tensión.



Expectación, emoción, sensaciones trémulas a la luz de la luna. Sin aliento y con los ojos muy abiertos comenzó a ralentizar el paso.
Por un instante se quedó inmóvil como una piedra ante un comentario de Guillermo que pasó de largo por su razón en caída libre, recreándose en la sencilla belleza de una fuente de mármol y pedestal cubierto de delicadas frondas que se erguía resplandeciente bajo la luz de la luna y suave, en el centro de un espacio pequeño, recoleto, cubierto de helechos. El agua caía constantemente del jarrón que portaba una doncella parcialmente vestida, petrificada para siempre en su  tarea de llenar el cuenco de bordes redondeados.
A todas luces se veía que aquel lugar había sido diseñado para proporcionar un refugio para pensar, para descansar, para huir del mundo.
A la luz de la luna, rodeado por sombras misteriosas, y sumido en un silencio tanto más intenso por gemidos lejanos del río y el tintineo de plata del agua, aquél resultaba un lugar exquisitamente mágico. Y por espacio de varios segundos aquella magia mantuvo inmóvil a Pedro. Entonces a través de la fina tela de la camisa, sintió el calor que irradiaba el cuerpo de Guillermo. No lo tocó, pero aquel calor, junto con la aguda percepción que le recorrió de arriba abajo, lo empujó a dar un paso adelante. Aspiró aire con desesperación y señaló la fuente.

.. Es encantadora.
… Mmm... Oyó contestar muy cerca.

Demasiado cerca. De inmediato fue hacia el banco de piedra sombreado por una cúpula de palmeras, contuvo un gemido ahogado, y viró hacia la fuente.
El pedestal de la misma se hallaba colocado sobre un disco de piedra. Pedro subió el único escalón, del ancho de un pie. Bajo los zapatos notó el cambio de las baldosas al mármol. Con una mano sobre el borde de la fuente, bajó la vista y, con los nervios desbocados, se obligó a sí mismo a inclinarse y observar las plantas que nacían en la base del pedestal.









.. Éstas parecen más exóticas.

A su espalda, Guillermo observaba cómo la ropa se le había tensado sobre las curvas del cuerpo… y no discutió. Alzando los labios por la emoción de lo que esperaba, se acercó un poco más… para hacer saltar su trampa...
Pedro, con el corazón acelerado a una velocidad doble de lo normal, se incorporó y rodeó la fuente para situarla entre él y el lobo que estaba a punto de devorarlo. Pero en cambio, chocó contra su brazo.
Parpadeó asombrado. Era una manga de un perfecto color gris, que vestía un sólido hueso bien cubierto de músculos de acero, y un puño enorme que aferraba el borde redondeado de la fuente. Aquello le decía claramente que no iba a ir a ninguna parte.
Pedro se volvió… y se encontró con que también tenía cortada la retirada. Entonces se topó con la mirada hechicera de Guillermo de pie sobre el suelo de baldosa un paso por delante de él, los brazos fijos en el borde de la fuente, sus ojos estaban casi a la misma altura. Pedro lo escrutó, leyó la intención que había en los ojos negros, la que ardía en aquel negro grisáceo plata, en las duras líneas del rostro, en el gesto brutalmente sensual de aquellos labios inflexibles.
No podía creer lo que estaba viendo.


… ¿Aquí? Aquella palabra, aun deliberadamente pronunciada, reflejaba con toda exactitud su incredulidad.
… Aquí mismo. Ahora mismo.

Pedro sintió que el corazón le retumbaba en el pecho. Una aguda percepción le erizó la piel. La certeza que destilaba la voz de Guillermo, aquel tono profundo, lo dejaron fascinado. El hecho de pensar en lo que estaba sugiriendo hizo que se le bloqueara el cerebro. Tragó saliva, se humedeció los labios, sin atreverse a apartar la mirada.

.. Pero

Guillermo desvió la mirada y sus párpados velaron sus ojos.

Pedro miró, frenético, un leve tirón, lo hizo darse cuenta, concentrar su mente dispersa. Concentrarla en el primer botón de la camisa, ahora desabrochado.
Guillermo desabrochó el segundo, sus dedos pasaron al tercero situado debajo de los pezones.
Se soltó el último botón, y sus largos dedos intrépidos se deslizaron por debajo de la camisa. Pedro respiró con desesperación. Guillermo tenía los dedos muy rápidos para muchas cosas. Mientras lo pensaba, sintió que la camisa resbalaba hacia abajo y la mano dura y caliente de su hombre, se cerró sobre su pecho.
Pedro dejó escapar una exclamación sofocada. Se balanceó ligeramente y se sujetó a los hombros de Guillermo para mantenerse erguido.





 Al segundo siguiente, los labios de él estaban sobre los suyos, tras unos leves movimientos, presionaron con fuerza, duros y exigentes, hambrientos. Durante unos instantes  se mantuvo firme, paladeando el sabor embriagador del deseo de Guillermo, de aquella necesidad, hasta que se rindió y se abrió a él, invitándolo, deleitándose descaradamente en el hecho de que su boca fuera conquistada por la lengua diestra.
El beso se hizo profundo, no poco a poco, sino a pasos agigantados, en medio de una ciega carrera cuesta abajo, de una búsqueda sin resuello de placeres sensuales, de goce absoluto.
Pedro necesitaba aire,  se apartó con un gemido ahogado. Echó la cabeza hacia atrás y respiró profundo, con lo que su pecho se elevó llamativamente y Guillermo inclinó la cabeza para rendirle homenaje.
Pedro sintió su mano en la cintura quemándolo, sintió sus labios como hierros candentes, jugueteando con sus pezones. Entonces cubrió aquella carne inflamada con el calor húmedo de su boca, Pedro se tensó, Guillermo succionó... y el grito ahogado de Pedro vibró en el resplandor de la luna.
Los ojos de Guillermo centelleaban cuando levantó la cabeza y trasladó la atención al otro pezón.
Pedro se aferró a él, y también se aferró con desesperación a su propia cordura mientras Guillermo  se daba su festín. Su boca, sus caricias atraían y fragmentaban su atención, alimentaban y avivaban el deseo que nunca se apagaba en su interior.
Pero era imposible allí…. Tenía que serlo.
Estaba el banco, pero era frío y estrecho, demasiado duro, ¿o acaso lo levantaría en vilo?

… No podremos acá.

Guillermo respondió tirando de su pezón, y emitiendo una risa grave que lo dejó temblando. Sus labios rozaron las crestas de los  pechos, ahora tensos y doloridos, sus dientes mordisquearon los pezones sin piedad y Pedro tuvo la sensación de que su carne era atravesada por un cuchillo.

.. Confía en mí.

La voz de Guillermo era profunda, cargada de pasión. Alzó la cabeza. Sus manos se cerraron alrededor de la cintura, deliberadamente, lo atrajo hacia sí aplastándolo contra su pecho. Pedro boqueó, inclinó la cabeza y lo besó,  y Guillermo le devolvió el beso hasta que él se fue relajando cada vez más en sus brazos, hasta que se fue derritiendo en el fuego y sus miembros apenas lograron sostenerlo.

… Deseo tenerlo todo de ti amorcito.

Por espacio de una fracción de segundo, las miradas se encontraron, sin fingimientos, sin astucias que pudieran ocultar los sentimientos que los impulsaban. Sencillos. Sin complicaciones. Urgentes.






 Guillermo dio la vuelta. Pedro miró sorprendido la fuente, de un blanco perlado a la luz de la luna, y también miró a la doncella semidesnuda que llenaba constantemente el cuenco. Sentía a Guillermo detrás, ardiente, arrasador, sólido… excitado. Él inclinó la cabeza y le rozó un lado de la garganta con los labios. Pedro se recostó contra él echando la cabeza hacia atrás, animándolo a acariciarlo. Dejó caer las manos al costado, hasta los muslos de él, duros como troncos de roble, abrió los dedos y asió los largos músculos en tensión… y notó que se endurecían aún más.
Guillermo buscó con las manos. Pedro esperó sentirlas cerrarse sobre su pecho, llenarse con el botín que le ofrecía, pero en lugar de ello, Guillermo sólo con las yemas de los dedos, recorrió la forma hinchada de los pezones, los fue rodeando y Pedro se estremeció... y se hundió más contra él. Obligó a sus ojos a abrirse, y por debajo del peso de sus párpados, observó a Guillermo, cómo pasaba una mano por el seno desnudo de la doncella y mojaba los dedos en la fuente.
Luego dejó a la doncella y al agua  y llevó los mismos dedos húmedos acariciándolo igual que a la doncella, de manera evocadora, delicada y excitante.
Pedro cerró los ojos… y se estremeció. Los dedos fríos y húmedos, fueron recorriéndolo poco a poco, desatando exquisitas sensaciones por doquier. Apoyó la cabeza contra su hombro, mordió su labio para reprimir el grito y flexionó los dedos contra los muslos de Guillermo.

.. Esto es...

… Lo que tiene que ser... Como tiene que ser.
… ¿Cómo?


Percibió el cambio que operó en él, la oleada de pasión que desencadenó de inmediato. Su súbita respuesta, le necesidad urgente de que lo tomara, completa y totalmente, y de entregarse él mismo de la misma forma. Le robó el aliento.

.. Confía en mí.

 Guillermo buscó de nuevo, acercándose un poco más. Pedro se sintió inundado por su fuerza, rodeado. Sus manos se cerraron sobre el pecho ya no con delicadeza, sino con ansia y lo masajeó. Pedro sintió elevarse las llamas,… en él, en él mismo.

… Haz lo que te diga. Y no pienses. Siente.
… ¿Cómo? ¿Qué?
… Soy un experto, ¿recuerdas? Agarra el borde de la fuente con las dos manos.

Pedro confuso lo hizo. Guillermo cambió de postura y al momento siguiente sus dedos diestros desabrocharon y le quitaron el pantalón y el bóxer. Sintió el aire fresco en la cara posterior de los muslos y en las nalgas, iluminadas por la luna.
Se sonrojó, pensaba protestar, pero al segundo olvidó la protesta, se olvidó de todo, pues notó unos dedos largos y seguros que se deslizaban entre sus piernas.





Infalible. Guillermo encontró  el tesoro, hinchado y resbaladizo. Tocó, tanteó, jugueteó y acarició, para finalmente frotar y acariciar con maestría, con ritmo, ….arriba, abajo, atrás, adelante.
Pedro, con los ojos cerrados se mordió el labio para no  gritar. Guillermo buscó más acariciando aquella blandura que se volvía pétrea por él, Pedro ahogó un grito y se aferró con fuerza al borde del mármol.
 Acto seguido, Guillermo deslizó una mano rodeando la cadera, para plantarse con ademán posesivo sobre el vientre desnudo sujetándolo. La mano se movió, y los dedos buscaron con audacia a través del vello lo que habían dejado hasta volver a acomodarse sobre el sexo. Pedro no tenía aliento suficiente para lanzar un grito, ni una exclamación jadeante, mucho menos para hablar. Desesperado, aspiró aire al interior de sus pulmones e intentó palpar el cuerpo de Guillermo tras él. Palpó su miembro duro y caliente entre sus  nalgas, palpó el ancho extremo del mismo, que hociqueaba su carne y encontraba la entrada.
Lentamente, Guillermo lo penetró, empujando sus caderas hacia atrás, y después lo mantuvo quieto, sujetándolo mientras llegaba al fondo. Y lo llenó por completo embriagando su totalidad. Despacio, muy lentamente, se retiró… y regresó avanzando con una profundidad tal, que  Pedro se elevó. La exclamación ahogada quedó flotando  trémula en el haz de luz de la luna, elocuente testimonio de su estado.
Una y otra vez, con la misma fuerza inexorable, Guillermo lo llenó, lo colmó, lo excitó. Lo amó.
La mano situada en el vientre no se movió, sino que se limitó a sujetarlo en el sitio para que pudiera recibirlo, para que pudiera sentir, una y otra vez, su acto  de posesión, de penetración, lenta y repetitiva que quedaba impresa en el cuerpo, en la mente, en los sentimientos igual que en los sentidos.


Pedro era suyo. Lo sabía Se entregó de buen grado, lo recibió dichoso, se esforzó obedientemente para reprimir los gemidos mientras él cambiaba de postura y lo embestía cada vez más hondo, enterrándose en su ser.
 Sosteniendo las nalgas de Pedro con firmeza contra sus caderas, comenzó a arremeter con más fuerza, a mayor profundidad, con mayor energía.
La tensión... en él, en Pedro, que los atenazaba a los dos fue creciendo, aumentando, enroscándose. Pedro gritó y trató de aferrarse  a la cordura. Rezó para encontrar alivio al tiempo que se preguntaba aturdido si aquella vez  perdería finalmente la razón.

 Guillermo lo llenó una y otra vez, frenético. El resplandor dorado que ya conocía y deseaba comenzó a perfilarse en el horizonte. Intentó alcanzarlo, acercarlo, intentó absorber a Guillermo con más fuerza e instarlo a continuar, pero en aquella postura, sus opciones eran limitadas. Con un gemido, bajó la cabeza y apretó los dedos contra el borde de la fuente. Sintió el placer inexorable, apasionado, que lo inundaba en oleadas, que volvía cada vez que Guillermo se hundía en su cuerpo y lo estiraba, lo ampliaba y lo colmaba. Lo completaba.
Notó que estaba a punto de gritar… y se mordió el labio con fuerza. Guillermo lo embistió de nuevo y lo sintió temblar. Entonces permaneció hundido en su calor  durante una fracción de segundo más antes de retirarse.




 Y enseguida volvió a penetrarlo.
No tenía prisa. Se tomó el tiempo necesario para saborearlo todo: la contención de los músculos que lo abrazaban, el calor resbaladizo que lo acogía, el guante de terciopelo que se le adaptaba tan bien, el disfrute de todas las señales de aceptación que emitía el cuerpo de Pedro, la naturalidad y el abandono con que los dos hemisferios de sus nalgas, de color marfil a la luz de la luna, iban al encuentro de su cuerpo, la humedad que hacía brillar su miembro, la ausencia total de toda limitación, la total capitulación de Pedro.

Ante él, Pedro se tensó y se retorció violentamente sin poder evitarlo.
 Guillermo lo mantuvo quieto, y volvió a llenarlo, muy despacio.
Pedro estuvo a punto de perder la razón. Entonces Guillermo se retiró, le separó un poco más las piernas y lo penetró aún más profundamente.
Un gemido mudo escapó de su garganta.
Guillermo entrecerró los ojos y sujetó con fuerzas las riendas.

… Nos perderemos la cena si no te das prisa. Se moriría, si él no se daba prisa.
.. La cena puede esperar. Prefiero comerte a vos.

Para alivio de Pedro, Guillermo lo sujetó  más fuerte, la sostuvo con mayor rigidez todavía e embistió con más potencia.
El  fuego que ardía en su interior, se transformó en una hoguera, luego se fundió y se derritió, el sol radiante de la liberación fue acercándose cada vez más, cada vez más radiante. Y entonces, Guillermo se detuvo.

… Al parecer olvidas una cosa.

Pedro sabía lo que estaba dejando. El radiante sol se detuvo a escasa distancia. Hizo rechinar los dientes…en su garganta comenzó a tomar forma un chillido.

.. Ya  te lo dije. Sos mío y yo tuyo. Te amo a vos y sólo a vos.

Aquellas palabras, pronunciadas en voz queda y con contundente convicción, borraron todos los demás pensamientos y temores de la cabeza de Pedro. Abrió los ojos y miró fijamente sin verla, a la doncella de mármol que resplandecía bajo la luz de la luna.

.. No hay ningún otro hombre ni mujer obviamente en el que desee entrar, al que desee recorrer, ningún otro hombre al que ansíe___ Sintió tensarse su propio cuerpo, ___ y entonces arremetió nuevamente. Sólo vos.

En aquel momento, el sol se estrelló sobre Pedro, y se quemó, y ardió, y se derritió, y se derrumbó, y se deshizo.
Un intenso placer lo inundó por entero, llevándose todo lo que halló a su paso. Su visión se nubló, y no fue conciente del grito que lanzó.
Guillermo le tapó la boca para amortiguar  lo peor de aquel grito  del éxtasis que sería capaz de asustar a los caballos, aunque el sonido hizo trizas su control...





Hinchó el pecho, con empeño en respirar, luchó por contener el deseo que lo sacudió de cabeza a pies golpeando sus sentidos, como fuego líquido en sus ingles.
Lo consiguió…hasta sentir la caricia de los últimos espasmos de Pedro que lo ordeñaron de placer. Notó cómo se acumulaba la fuerza, cómo se incrementaba en su interior. Y en el momento final en que el cosmos  se desplomó sobre él, se rindió.
E hizo lo que Pedro le  pidió en cierta ocasión que hiciera: se soltó, se relajó, y al fin se derramó en todo su ser dentro del cuerpo de Pedro que se embebió de su esencia y luego al fin se  derrumbo contra él, incapaz de poder dominar sus miembros, de pensar en caminar hasta llegar a la casa y a la cama.
Demoraron buen rato en recuperar la conciencia y la fuerza, y aún así Pedro necesitó la dirección de Guillermo, el apoyo, sus cuidadosas maniobras para disimular el estado en que se encontraba. Su cuerpo ya no le pertenecía, Guillermo había tomado posesión de él y se lo había dejado inerte. Desarticulado. Desarmado. Deshecho, en un estado de profunda satisfacción.
Al fin, al menos fue capaz de hablar, de pensar, con razonable coherencia, no había perdido el juicio como pensaba. Pero ahora lo único que ocupaba su mente, era lo que le había dicho Guillermo junto a su sien en susurro, cuando al fin se acurrucó en sus brazos en la cama.


Era suyo, para siempre. Y punto.





 CONTINUARÁ.


 PREDESTINADOS. LA HISTORIA DE DOS ALMAS GEMELAS DESTINADAS A AMARSE PARA SIEMPRE.





57 comentarios:

  1. Gracias MIrta, espero que te guste la semana antes de El Viaje, besos.

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  2. Gracias Romina y niñas, las quiero acá.

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  3. Gracias Patricia Moasquera, besos.

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  4. Eve q puedo decirte de este cap. lleno de AMOR y mucha pasión. Gracias porque leerla me llena el alma. Besos!!!!!!!!!!

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    1. Es una joyita artesanal esta fic que no puedo sacar del aislamiento, por eso tienen tanto de este amor, que dejen que me de el gusto de contarlo distinto en el viaje unos capítulos, te amo, gracias infinitas,.

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  5. Gracias Isabel Benítez, te quiero. Besos.

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  6. Gracias Romina, te devuelvo por acá cuando lleguen más largo. Te amo.

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  7. Por Dios mujer ya te dije en la primera parte que estos dos son dos fuegos tanto que terminaron incinerandonos a todas una locura total. Todo fue precisamente preparado para esa entrega les diste el lugar perfecto ese Invernadero, les diste la misteriosa compañía del amor expresado en descubrimiento y entrega y ellos portadores y dueños de esos cuerpos que desnudos se.unen para danzar la más bella melodía, del disfrute del sexo más allá de la simple lujuria y desenfreno una entrega sublime carente de pecado quien no deseo alguna vez brindarse así al amor y por pudor o falta de persona indicada se ve limitada al simple acto. Amiga cuanta mezcla de emociones, pasión, lujuria, deseo, emoción y sobre todo tanto amor!!!!

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    1. Bueno, bueno no sé cómo sacra a estos dos de esa casa, de ese ambiente aislados al mundo, porque están tontos, tímidos a pesar de la entrega y de recordar las otras vidas, como miedosos, pero eso no quita que se vayan conociendo en esta vida con todos los sentidos, mi amor,

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  8. Eve un capitulo deslumbrante, esta historia me encanta solo vos podes transmitir ese amor que sienten de una manera tan original,unica cada momento el tiempo o espacio lo haces sublime escribis de una manera atrapante llena de sentimientos,un verdadero placer poder leerte gracias por tanto, genia te quierooo besos!!!

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    1. Es una joyita artesanal y la pienso en un mundo aislados, desde ahora quizá vayan a esa vida feliz y regresen a la actual, no lo sé, gracias infinitas por amarla como yo y mi amor.

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  9. QUE PUEDO DECIRTE DE ESTA SEGUNDA PARTE EVE LLENA DE AMOR Y PASION EN SU MAS GRANDE ESPRESION DE AMOR ES REALMENTE DIVINO ESPERO QUE LLEGUE EL 26 PARA VER COMO ESTA TODA ESTA DIFICIL SITUACION ALREDEDOR DE ELLOS Y SE QUE SE AMAN PROFUNDAMENTE

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