domingo, 15 de marzo de 2015

PREDESTINADOS. CAPÍTULO 25. PARTE UNO.

PREDESTINADOS. CAPÍTULO 25. PARTE UNO.





Bs. As., viernes 03 de noviembre de 2014.


___ Mientras dormían plenos y felices entrelazados  en aquel túnel de Amor que los había absorbido y succionado como un vórtice de energía, el destino se empeñaba en llevarlos al pasado una y otra vez, ahora pareciera que a ambos a  aquella vida feliz en Inglaterra en el 1800.
El mismo sueño, la misma vida transcurrió en parte en ambos aquella noche.

Guillermo y Pedro pertenecían a algún linaje ducal de aquella época, hábiles jinetes ambos  y con lejanos lazos de sangre.
Guillermo  iba rumbo a algún lugar con un mozo de caballos, cuando de repente levantó la vista echando al aire una maldición, al fijarse en las nubes bajas y amenazadoras que se cernían sobre ellos desde atrás. Sintió una aguijón de desesperación, con los ojos fijos en el camino que los caballos recorrían a toda velocidad, buscó alguna alternativa, alguna vía de escape. Mientras el destino, disfrazado de aguacero furioso e inminente estaba a punto de hacer su jugada, había dispuesto el encuentro con Pedro en aquella vida.
Tuvo un aviso, un destello mental que le recordó que no lejos de  allí vivía  su madrina, una mujer viuda y mayor que albergaba a una familia numerosa en una vieja mansión de estilo gótico, y se aferró a la idea de llegar a ella como un náufrago a punto de ahogarse en altamar.
La estancia estaba a la vuelta del siguiente recodo, tomó la curva a toda velocidad y, a continuación aminoró el paso de los caballos y se concentró en guiarlos lo más deprisa que se atrevía sin hacerles daño, conciente de la oscuridad creciente de aquel temprano y antinatural crepúsculo, y del cada vez más intenso aullido del viento.
A través de los arbustos que tenía alrededor, vislumbró a lo lejos una extensión de agua, de un gris plomizo bajo el cielo cada vez más tenebroso, el río que reconocía cercano a la casa.
A poco de andar, de entre los árboles que tenían delante, emergieron los muros de ladrillo de la entrada, con las verjas de hierro entreabiertas, y con una sonrisa de gloria por haber vencido a la tormenta, condujo a los caballos hacia allí. Oscura y sombría, con  su multitud de ventanas, apagadas en la oscuridad que iba invadiéndolo todo, como ojos de mirada fría que los observaban, apareció la casa al final del camino semejante a un túnel. Era una gigantesca monstruosidad gótica, con incontables elementos arquitectónicos agregados por todas partes. Era, pensaba, mientras rodeaba el patio y se encaminaba hacia los establos, una morada adecuadamente esotérica para una vieja excéntrica y su extraña familia.









Rodeó la casa y no vio signos de vida. En cambio, en los establos, los mozos de cuadra se apresuraban a acomodar a los caballos y a prepararlos para la tormenta, y allí dejó el suyo, para encaminarse hacia la puerta lateral de la casa, frente a una amplia extensión de césped que contenía un ejército de piedras enormes. Todo estaba como lo recordaba de su última visita hacía 20 años.
Se detuvo y parpadeó varias veces. Por espacio de un minuto eterno permaneció petrificado, con la mirada fija y la mente totalmente confusa. Después, con la vista aún fija y el cerebro saturado por la visión que tenía  frente  a sí, avanzó lentamente sobre la hierba que amortiguaba sus pisadas. Se detuvo delante de un gran ventanal en arco, justo detrás del hombre que inclinado rebuscaba algo entre las flores.

Pedro  se volvió a medias, pero de inmediato se inclinó de nuevo hacia atrás, en un esfuerzo por recuperar su precario equilibrio, luchando contra el viento que se empeñaba en tumbarlo. Y al tiempo que conseguía enderezarse, quedó mirando a la casa, directamente a las ventanas del salón de la planta baja. Con la tormenta que ennegrecía los cielos, los ventanales parecían espejos. Y reflejaron la imagen de un hombre de pie, justo a su espalda.
Pedro se volvió con un grito sofocado. Su mirada se encontró con la del hombre, unos ojos negros, duros, de mirada penetrante que lo atravesaba sin remedio, bajo la tenue luz. Lo miraba con intensidad, fijamente, con una expresión que en ese momento no logró descifrar. Se encontraba a medio metro de distancia, era de estatura media- alta, elegante, imponente. En el instante en que su cerebro registró aquellos detalles, Pedro sintió que el suelo se abría, que los talones se le hundían más y más… en el blando suelo del parterre y el borde se desmoronó a sus pies.
Entonces  gritó de impotencia y de asombro.  Agitó los brazos al tiempo que comenzaba a caer hacia atrás. El extraño reaccionó tan deprisa que sus movimientos no fueron sino un borrón: lo aferró por los brazos y tiró de él hacia delante. Y aterrizó contra él, pecho contra pecho, sus caderas contra los muslos fuertes. El impacto lo dejó sin aliento, jadeante tanto física como mentalmente. Las manos duras, fuertes y esbeltas lo colocaron en posición vertical. El pecho de aquel hombre era un muro de piedra, el resto de su cuerpo, los largos muslos que lo sujetaban, parecían tan sólidos como el acero.
Se sentía impotente. Total, absoluta y completamente impotente. Y al levantar la vista se encontró con la mirada de halcón del desconocido que lo hizo temblar.
Aquellos ojos negros se oscurecieron aún más. Su expresión, de intensa concentración, le provocó en insólito escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.
Parpadeó. Su mirada se posó… en los labios, grandes, delgados, pero bien proporcionados, esculpidos con la intención de fascinar. Y en efecto lo fascinaron, porque no podía apartar la vista de ellos. Aquellos hipnotizantes contornos se movieron para suavizarse de modo casi imperceptible y él también notó que le hormigueaban sus propios labios. Tragó, inhaló aire con dificultad en la desesperada  necesidad de respirar. Al alzarse su pecho y presionarse contra el ajeno, sintió que lo inundaba una oleada de sensaciones desde la inesperada erección de los pezones hasta los dedos de los pies. Inhaló nuevamente y se puso tenso, pero no logró suprimir el estremecimiento que lo recorrió en su totalidad.






Los labios del desconocido se estrecharon, los planos austeros de su cara se endurecieron. Sus dedos se cerraron con fuerza alrededor de sus brazos. Para sorpresa y asombro de Pedro, lo levantó del suelo y lo depositó con delicadeza un poco más allá. Acto seguido, retrocedió dedicándole una reverencia presentándose y Pedro parpadeó.
No sabía que hombres como él pudieran moverse así. Le parecía tan alto, tan fuerte, musculoso, y sin embargo su coordinación fue impecable, con una elegancia que impregnó la delicada reverencia y le confirmó el atractivo difícil de explicar. Sus palabras, pronunciadas con una voz tan profunda que podría haberlas confundido con el rugir de la tormenta, tardaron en hacer mella en su conciencia. Luchó por dominar su mente y señaló la puerta de ingreso a la casa.
Guillermo le sostuvo la mirada y disfrutó de la visión de aquel cuerpo perfecto ondulado que percibía bajo la ropa, que aprobaba plenamente con devoción. Era  en todo tan deliciosamente tentador como el que antes lo había tenido en suspenso: las magníficas curvas de los glúteos claramente delineadas cuando lo había visto agachado al llegar. No recordaba una visión que lo hubiera paralizado de semejante modo, que hubiera excitado así sus sentidos, ese cuerpo, esa sonrisa llena de luz arisca y esquiva por ahora, esos hoyuelos que se esbozaban con ella.
Era el hombre perfecto, alto, delgado, pelo y ojos inmensos castaños, mechones rebeldes que escapaban sobre la frente. Las cejas castañas que enmarcaban unos enormes ojos color avellana, cuya expresión resultaba difícil de discernir en medio de aquella oscuridad. Y lo más deseado, los labios carnosos, gruesos, rosados, dibujados, que simplemente suplicaban que los besaran. Sintió en su interior bullir el deseo de besarlos, de probar a ese hombre perfecto, su sabor, de hacer suyos esos labios que lo mareaban.
Su silencio le había permitido a Pedro recuperar la cordura, Guillermo dejó que se curvaran sus labios, sabía exactamente lo que deseaba hacer… hacerle a él: lo único que quedaba por preguntar era dónde y cuándo.

.. ¿Y usted es?
… Sobrino de su madrina,…

La impresión golpeó a Guillermo cual bala de cañón y lo dejó sin aliento. Lo observó fijamente, y al hacerlo estalló un escalofrío en su pecho que rápidamente se extendió por todo el cuerpo bloqueando un músculo tras otro, en una reacción  de negación. Luego se abatió sobre él la incredulidad. No tenía anillo en el dedo anular izquierdo, pero cómo podía ser, siendo el hombre más bello del planeta, no podía estar soltero, quizá fuera viudo, en instantes barajó todas las posibilidades, mientras Pedro lo estudiaba con disimulo, recorriéndolo con los ojos marrones ávidos.
Guillermo sintió el contacto de la mirada, y  estuvo a punto de lanzar un gemido, hasta que recuperó una actitud prudente.
El destino lo miraba a través de unos ojazos marrones, a través de unos claros ojos color avellana, unos ojos que le parecían conocidos de alguna parte y Pedro sentía esa presencia grande, imponente acechándolo sin remedio y todo sus sentidos estaban en alerta.






Cuando los cuerpos se rozaron cerca de la puerta ambos sintieron el nuevo escalofrío transcurriendo por la columna vertebral, el contacto de la mirada abrasadora, se tensaron resistiéndose al impulso de moverse, apretaron la mandíbula, y a escasos centímetros las misma energía los rodeaba.
Con el corazón desbocado, Pedro respiró hondo, se internó en el pasillo en penumbra, y Guillermo lo observaba desde el umbral retirarse, con los ojos entornados. Había percibido la sensación que estalló al rozarlo, el estremecimiento mutuo que no habían podido ocultar, y aquello era una prueba suficiente de lo que podría ser.
A sus espaldas chasqueó un relámpago. Volvió la cabeza hacia el cielo oscurecido. Los truenos retumbaban. Un segundo más tarde  se abrieron los cielos y comenzó a llover con fiereza: una densa cortina de agua difuminó el paisaje.
El mensaje del destino no podía estar más claro: era imposible escapar.
Con expresión grave, Guillermo cerró la puerta… y siguió a Pedro al interior de la casa.

___ Ambos aturdidos, adormilados y sentados en la cama se miraron y lo supieron, acababan de soñar el encuentro, en aquella vida feliz del 1800.

… Amorcito, ¿acaso has soñado con lo que imagino?
… La misma vida, ¿nuestro encuentro?
… Sí, al parecer debe de habernos marcado para bien, o tendrá que ver con “esto”,.. “Lo nuestro” de esta vida.

___ Se dejaron caer enredados y el sueño los llevó a otro mundo hasta que la luz del nuevo día despertó a Guillermo, que al mirarlo dormir, lo admiró en profundidad y recordando el caballo enfermo, no lo despertó, se puso una bata y fue a comprobar su estado.
 Al verlo de pie y como pidiéndole cabalgar supo que todo había pasado y regresó a la cama donde Pedro relajado parecía un niño indefenso. Volvió a enredarse en su cuerpo como hiedra con suavidad y a contemplarlo dejando a su mente vagabundear a gusto.
Pedro lo amaba como nunca nadie lo había hecho. Su plan original, al verlo en el aeropuerto, el de derribar sus defensas con la pasión arrasadora, el de volverlo tan adicto a él que terminase considerando que casarse con él era irremediable, había funcionado pero  se había convertido en un problema. No había contado con que él mismo iba a volverse adicto, que  iba a verse poseído por un deseo más poderoso que el que había sentido jamás, adicto hasta el punto a que dicho deseo ya no se sometía a su voluntad.
 Sus demonios y aquella  necesidad ciega, se habían desbocado aquella primera vez en el granero, quizá en Córdoba los había podido dominar aún. Los había excusado diciéndose a sí mismo que era comprensible, dadas las circunstancias y su frustración acumulada de vidas. Hasta la noche anterior, había estado a un paso de perder el control varias veces, pero siempre lo había retomado, y Pedro lo sabía. Y en su canto de sirena de ojos dorados, lo había tentado deliberadamente… y a un punto de atraerlo hasta las rocas.
Que Pedro fuera capaz de reducir su autocontrol a un mero vestigio de su habitual fuerza de voluntad no había sido algo que pensaba que iba a ocurrir.






Había pasado la mitad de la noche soñando, la otra sopesando con gravedad la situación de haber visto caer todas sus murallas en escombros al amarlo Pedro la noche anterior de la manera en que lo había hecho. Lo cierto es que lo había dejado inerme, abandonado a su antojo, absolutamente enamorado. Lo cierto era que anhelaba soltarse como le pidiera, perderse  totalmente… amándolo para siempre. Y ese pensamiento era suficiente para ponerlo nervioso, siempre había creído que perder el control era una especie de rendición.
Rendirse intencionadamente, soltarse, tal como Pedro se lo había pedido… era... demasiado inquietante de imaginar y sin embargo lo había hecho esa noche.
La relación había desarrollado peligrosas fuerzas subyacentes, tensiones que no había previsto cuando tomó aquel rumbo y ahora se sentía vulnerable y tremendamente asustado. Estaba ciertamente muerto de miedo.
¿Qué sucedería si Pedro no se casara con él? ¿Y si se iba? ¿Podría por algún motivo renunciar a él? ¿Dejarlo marchar? ¿Seguir con la farsa si Fabián se lo pidiera?, por ejemplo?
No podía ni siquiera pensar en aquellas preguntas, de hecho se negó de plano a tomarlas en cuenta, mucho más a la luz  de ese sueño recurrente y ahora compartido, que en buena hora estaba desalojando al de la guerra y el del naufragio, al de las enfermedades y de las invasiones, para dar paso a otra cosa, que estaba en él y se  esbozaba en el presente.
 Todo eso le decía que Pedro sería su esposo, no existía  otra opción.
Entonces comprendió su temor. La infancia de Pedro, la historia con sus padres,  que al parecer no había dejado huellas, pero se lo imaginaba en esa casa, y no era capaz de concebir el ambiente, una familia sin su cabeza natural sana, sin su más incondicional defensor, y le resultaba desconocido. Pero sí imaginaba la opinión que tendría Pedro del comportamiento de su padre y de las consecuencias para su madre, y para él.
Su padre,…, a pesar de todo o antes del horror,… ¿Habría estado muy unido a él?
De pronto recordó que le comentó algo acerca del deber y de lo que se esperaba y que había dicho alguna vez que resultaba difícil estar unido a una persona que no estaba presente, que no se merecía su afecto, y que luego lo ultrajó.

… Buen día mi amor. ¿En qué piensas?
… En vos, en mí, en el sueño de anoche, en tu manera de hacerme el amor, en el asombro que me causó que lo decidieras en el momento.
.. No lo decidí en el momento.
… ¿No?
… Siempre te deseo, y ambos somos bisexuales entiendo, pero temía no estar a la altura de tus expectativas, decepcionarte, hasta que apareció el sueño antenoche, y nos vi en él, el sueño me decidió a amarte y cuando comencé ya no pude detenerme, te amo así.
… ¡Dios!, casi me matas de amor. Yo también te amo así. Y estamos zambullidos en una especie de túnel del tiempo con esos sueños de esas vidas que van y vienen, pero también en un pozo de Amor absoluto, sin conciencia del resto, de nada que no sea esto, y qué difícil es pensar en salir de acá, en perder esta libertad. No soporto la idea de pasar un día sin vos.
.. No lo harás, comenzaré a trabajar en el estudio.





… No me alcanza con eso Pedro, ahora no, después de anoche ya no. Quiero todo con vos, esa vida feliz que estamos comenzando a soñar y a vivir, y la necesito ya.
… La tenemos mi amor, acá o en el mundo real, lograremos vivirla.


___ Se ducharon, se vistieron, desayunaron como amantes de siglos, como esposos eternos, amándose en la mirada, en cada gesto, en cada roce, en la sonrisa, en el cuidado, en el respeto, y luego de que Pedro corroborara el estado del caballo, de la mano salieron a pasar el día a la orilla del río, donde se tumbaron en mantas al arrullo del agua y a las caricias del sol y de la brisa, comieron allí, se acariciaron, se besaron, se compenetraron en ellos, en el otro y comulgaron por su Amor con el universo que los rodeaba, con el agua, y con la tierra, con el cielo, con las plantas, con los insectos, con el aire, eran Uno y eran el Todo y eran uno con Dios.
Regresaron luego de la caída del sol bajo el agua, abrazados, plenos, riendo, olvidados de lo que no fuera el mundo que estaban conociendo de a dos.

Dejaron lo que llevaran, se cambiaron, ordenaron  y para entonces la luna había reemplazado al sol.

… ¿Quieres cenar?
… No todavía amor. Voy a terminar de ordenar la ropa.

___ Guillermo salió intencionalmente sabiendo que Pedro lo iba a seguir. Y lo siguió.

 Pedro no había descubierto el lugar anexo a la casa, dudando tomó el picaporte y lo hizo girar, desde adentro, con los ojos entornados, Guillermo lo asió y la puerta se abrió hacia a dentro, Pedro dio un salto tropezando con el resalte del umbral y se vio impulsado a los brazos de Guillermo.
El impacto expulsó el aire de sus pulmones, y el abrazo, se cerró alrededor, le impidió respirar. Con los ojos muy abiertos, jadeando, las miradas se encontraron.

.. ¡Hola precioso curioso!, Sabía que me ibas a seguir.

La expresión fija de Guillermo consiguió que Pedro se pusiera tenso, pero se dio cuenta que el brazo que le había evitado la caída también lo tenía atrapado. Atrapado con fuerza contra él, impelido hacia él.
Aturdido, miró alrededor, vio unas plantas oscuras de enormes hojas elevándose por encima de un espacio aún más oscuro, lleno de grandes macetas agrupadas sobre un suelo de baldosas. El resplandor de la luna se colaba por largos ventanales  y por los cristales del techo, formando haces plateados que serpenteaban entre palmeras y plantas exóticas. El aire estaba saturado de aromas  a tierra, y por el calor húmedo de plantas en crecimiento.







Estaban en medio de las sombras, justo al otro lado del haz de luz que penetraba por la puerta abierta, Pedro parpadeó y miró en derredor, aspiró en profundidad y señaló la estancia con un gesto.

… Es un invernadero. ¿Te conté que me gustan las plantas? En el estudio hasta las riego también.
Te lo deseaba mostrar. Ven.



Continuará.




54 comentarios:

  1. Q hemoso este cap Eve, super romántico y tierno. No puedo creer q cada día los amo más a estos dos. Gracias x "esto"

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    1. Una joyiya esta fic, con esas vidas que van y vienen en la vida presente y yo que no los puedo sacar del aislamiento de su Amor, amo esta fic, gracias infinitas y mi amor.

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  2. Me encantó esta primer parte esa nueva vida soñando en el 1800 me atrapo esa historia por favor voy corriendo a la parte que sigue, este amor dulce y romántico que viven estos seres Predestinados es tan bello una caricia al corazón pero es tan grande a la vez que causa cierto temor a volver a la vida real pero sos vos la que los cuida espero ansiosa te adoro Gracias por tanto

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  3. Es hermosa, creo que los voy a ir llevando a la par aturdidos como están soñando esta vida feliz y viviendo la presente, esta joyita me tiene fascinada, la culpable es Alicia Vitolo. Las amo.

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  4. Gracias Mara Lagomarsino, mi amor.

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  5. DIVINO CAPITULO DE AMOR Y REALIDAD AUNQUE DESDE 1800 SE BUSCAN AHORA EN LA REALIDAD ESTAN MAS JUNTOS QUE NUNCA HERMOSO EVE TE AMOOO

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