viernes, 27 de febrero de 2015

PREDESTINADOS. CAPÍTULO VEINTE.



 



 PREDESTINADOS. CAPÍTULO 20.




Bs. As., martes 31 de octubre de 2014.



… ¿Pasillo?
… Sí, por favor.
… Guille, así como en cierta medida has sanado tus fobias al campo, creo que deberíamos trabajar con las otras, tal vez tengan que ver con las experiencias de aquellas vidas.
¿Estarías dispuesto a ir a un psiquiatra que haga regresión a vidas pasadas a ver si podemos recordar más acerca de las vidas felices, y aprender?
… Preferiría construir esta vida feliz a tu lado Pedrito, ya hemos recordado suficiente, pero si tú quieres seguir indagando, en algún momento, si lo deseas podemos ir.
… Sería interesante, aunque lo que podemos hacer en ésta creo que lo es más. El destino programó el encuentro y en nuestro libre albedrío lo hemos aceptado, ahora a  hacer frente a las consecuencias, ¿no?
… Así es precioso, estoy dispuesto.
… ¿Puedo hacerte una pregunta? ¿Qué te hizo cambiar tanto desde cuando escapaste luego de los primeros encuentros a cuando regresaste aceptando que no podíamos evadirnos?
… Matías creo, una conversación que tuvimos bastante dura, me zarandeó de lo lindo y pensé que tenía razón.
… Lo conoces mejor de lo que sé, ¿verdad?
… Sí amorcito, pero hoy no quiero hablar de él, ¿puede ser?
… Bueno, por hoy ni de él, ni del fiscal, ni de tu mujer, es nuestro día. Amor, necesito pasar un ratito por el departamento, no sabía de esto y no tengo ropa para tantos días. No deben saber nada aún, no habrá peligro. Junto algo más de ropa y el cuaderno de los sueños y nos vamos, ¿vale?
… Está bien, me gustará conocerlo.

___ Luego de mirarse el alma por una eternidad, Pedro se acurrucó en brazos de Guillermo, apoyó la cabeza en su hombro sin ningún reparo y se adormiló ronroneando al percibir en algún plano de conciencia que Guillermo aprovechaba para besarlo suavecito e inhalarlo.

El viaje transcurrió con  la proximidad del abrazo, los besos y caricias irremediables y sin vergüenza, hasta llegar al departamento de Pedro de la mano.


… Pasa amor, es un ratito, hago mi bolso y vamos.
¡Mierda!, ¿qué pasó acá? Entraron.
…Te dije precioso que era peligroso venir,  o por tu renuncia o porque se filtró información ya te han hecho una visita, y aún no ha estallado nada acá. Vamos, ahora ni mires si falta algo, que no creo, saca lo que quieras llevar y vámonos. Voy a avisar a José y que envíe a la policía por huellas y demás aunque no creo que aporten mucho.
… ¿Y si llamo a Moravia?
… No, mejor no. No quiero que le debas favores, por Camila.
… Y a mí no me gusta que dependas del fiscal.
… No dependo Pedrito, solamente que él lleva este caso, deja los celos para después y arma ese bolso de una vez.
.. Está bien. Por lo visto he quedado sin trabajo y casi sin departamento. ¿Pero cómo han burlado a la guardia? ¿Me buscarían a mí o a las pruebas?

… ¡Hola!, José, estoy llegando con Pedro de Córdoba y le dieron vuelta el departamento. ¿Qué se sabe acá?
.. Oficialmente nada, solamente Pérez, Moravia y yo sabemos lo que sucedió en Córdoba.
… Pareciera que alguien más también, porque el departamento de Pedro quedó destrozado, manda a la científica a ver si  dejaron algo,  nos vamos en minutos y dejaremos una llave en la guardia, que interroguen, bueno es tu terreno. El mío es cuidar a Pedro. Avísame por mensaje cuando allanen y los cabecillas queden presos con preventiva sin excarcelación, y demás.
… Pero, ¿adónde estarás? Quiero verte.
.. José, no es momento, estaré con Pedro, no te diré  el lugar.
… Es que yo puedo esconderlo, mucho más su suegro.
… Dije que no. Siempre supe donde llevarlo, y me quedaré a su lado.
… Eso está demás. ¿Qué está pasando Guillermo?
… ¿De más? ¿Le dan vuelta el departamento en tus narices y está de más? Yo me encargaré de cuidar a Pedro y vos ocúpate de esto. Adiós.
.. Vamos Guille, está el cuaderno y el bolso.
¿Y si nos vamos en mi coche?
… No, déjalo en la cochera, si vuelven y lo ven pensarán que sigues de viaje, nos arreglaremos con taxis.
Está bien, vamos entonces.

___ Durante el viaje al Tigre, Pedro ya descansó en Guillermo, no tenía miedo a nada, se sentía en su hogar, acurrucado en sus brazos, tomados de la mano. Ante el rubor de Guillermo, de a ratitos le robaba un beso o un mordisco suave y Guillermo ya no sabía ni quería evitar lo imposible.

… Acá está bien, gracias. Pagó y bajaron en la ruta.
… ¿Adónde estamos?
.. A metros de la casa Pedro, pero por seguridad no quise que la viera. Ven, detrás de esos robles está el acceso al parque y  desde allí ya verás la casa.
… ¡Guau!, piensas en todo por lo visto.
… Las cosas que hago, las hago bien.
… Lo sé, no tengo dudas.

__ Pedro caminó relajado rodeándole la cintura, confiando en el hombre que amaba, y a pesar de ello temblando de nervios por la nueva vida que estaba comenzando.  Luego de que abrieran la puerta de acceso, aparecieron los árboles del bosque, y en medio de la espesura a través de la cual Guillermo lo guió con pericia, una pequeña casa de campo, blanca, con un parque rodeándola lleno de flores, como una figura fantasmal y encantada. Parecía nueva, estaba limpia y al entrar olía a recién pintada. Tenía un hogar, los muebles austeros y estaba preparada, como si alguien hubiera anticipado la llegada y les diera la bienvenida.

.. ¡Qué rico, huele a madera y a pintura!
.. ¿Te gusta?
… Mucho.
… Tiene lo que ves, pocos muebles, el estar, la cocina, un dormitorio en suite, otro que está vacío, el parque y el establo. Si están vivos, tengo dos caballos.
… Me encanta.
.. ¿Quieres dejar el bolso y guardar la ropa en el dormitorio?
… ¿Por qué si.....?
… Si vas a preguntar si el fiscal o alguien ha venido acá porque tengo ese somier la
respuesta es no, solamente he venido solo. Quizá lo compré porque te esperaba sin saberlo. ¿Quieres acomodar la ropa de ambos mientras preparo el almuerzo?
… No tengo hambre todavía, hemos comido algo en el avión. ¿Y si vamos a cabalgar un ratito y me muestras el lugar?
… ¿Te parece,.., ahora?
… Por favor, un ratito.
.. Pedrito, Matías dijo que no debes...
… ¡Uy, ya!, vamos a cabalgar despacio, solamente para ver el sitio de día. No soy un adorno para poner en un pedestal o en una vitrina, te lo dije.
… Bueno, media hora, llegaremos hasta el río y regresaremos para almorzar más tarde, ¿sí?
… Sí, por ser tu cautivo, me consientes demasiado.
…¿Qué dices cielito? Solamente y ni siquiera lo fuiste en Varsovia.
… Me acabas de raptar, ni sé donde estamos, soy tu cautivo, y te amo así.
… Vamos cautivo, que tu victimario no tenía en sus planes cabalgar hoy.
… ¿Cuál quieres?
…. El blanco.
… Bien porque el mío es el gris, ¿a ver si te quedan bien mis botas?

___ Guillermo lo miraba vestirse extasiado, atenazado por una fuerte espiral de tensión de la cual Pedro debería ocuparse de aliviar con urgente atención o moriría de Amor ese día. Lo admiraba y suspiraba por las caricias que recibía el caballo. Guillermo ya se encontraba a lomos del suyo, y tanto a la montura como al jinete se los veía nerviosos. Pedro se subió a la silla de montar con elegancia, tomó las riendas y lo miró iluminándolo con la sonrisa.

… Vamos, que se están acercando unas nubes y la luz se está tornando gris.
… ¡Qué placer amor! Es un lugar encantado. ¿Vamos?, te sigo porque no conozco.

 ___ Tras una fracción de segundo, ambos tiraron de las riendas. Mientras galopaban, por acuerdo tácito dejaron buena distancia entre ellos al comienzo, hasta que al fin sofrenaron los caballos al llegar a orillas del río, el cual fluía plácidamente, semejante a una cinta de color marrón grisáceo que avanzaba con suavidad entre riberas cubiertas de hierba. Siguiendo el curso del agua discurría una senda, que Guillermo escogió para continuar con el caballo al paso y Pedro situó el suyo al costado,  para dejar a las miradas vagar por la figura y el rostro del otro.
Guillermo antes de perder el control, asió las riendas con más fuerzas y desvió la cara hacia las frondosas orillas del río, un lugar no lo bastante formal para charlar con Pedro. No pudo evitar pensar en que la hierba podría servir de sillón, era demasiado tentador estar allí ese día y no estaba seguro de poder confiar en sí mismo en un entorno así, y luego de las provocaciones continuas de Pedro tampoco podía confiar en él. pero Pedro era inocente, él no tenía excusas, y la zona era demasiado abierta, por lo cual detenerse junto al río sería peligroso e impensable. Pedro merecía algo mejor.

Pedro comenzó a pensar que no deseaba perder un día más de su vida sin ser amado y amar a ese hombre destinado. A diferencia de Guillermo no veía razón alguna para no aprovechar el tiempo, y lo pensaba desde haberlo reconocido en el avión. Habiendo renovado en su cerebro la imagen de él a lomos de un gran caballo, expresó en voz alta la primera idea que se interpuso en su mente.

… Me dijiste que tenías un hermano y un hijo. ¿Se parecen a ti?

__ Guillermo cayó en la trampa y desvió la mirada volviéndose a perder en ese rostro y en la figura.

…. Medio hermano, Miguel Ángel y mi hijo Fabián, no, no se parecen a mí. Miguel en nada. Cuando alcanzamos la mayoría de edad, el padre, que me quería como si fuera su hijo, dispuso su dinero para ambos y nos aconsejó que lo invirtiéramos en propiedades. Compré la casa donde está el estudio en provincia, y la casa donde vivo.

… ¿Cómo es?, la casa donde vives con tu hijo.
… Bastante curioso resultó ser mi cautivo.
… Bueno, si quieres contarme.
.. Es de dos plantas, seis dormitorios, un living, cocina, escalera, las comodidades habituales, no sé qué decirte de especial. No he pasado mucho tiempo en ella últimamente, creo que necesitaría un lavado de cara. (Mientras, pensaba en cómo le gustaría llevarlo allí)

___ Guillermo sonrió al mirarlo y notar una expresión distante, pensativa, estaba nervioso, o expectante.

… Mmm. Fue todo lo que dijo Pedro. ¿Y está muy lejos del estudio?

___ La pregunta quedó sin respuesta al mirar el cielo, al momento que las primeras gotas se estrellaban en los rostros. Entonces, funcionando como una sola persona, miraron arriba y atrás. Se acercaban presurosas unas nubes de tormenta, grises y amenazadoras, que llenaban el cielo a sus espaldas. Una cortina de lluvia avanzaba inexorable, a escasos minutos de donde se encontraban. Y miraron alrededor en busca de refugio.
Guillermo recordó y descubrió el tejado de pizarra del granero y se lo señaló a Pedro.

.. Allí, junto a la orilla del río. Tal vez consigamos llegar.

___ Pedro ya había espoleado a su montura, Guillermo fue tras  él manteniendo el caballo apartado, y ambos recorrieron el camino a todo galope. Por encima de sus cabezas rugieron nuevamente los truenos. El frente de la tormenta los estaba alcanzando, ya sentían las gotas gigantes en la espalda.
El granero, cuyas puertas estaban cerradas, se encontraba en una hondonada un poco apartada del camino, y lucharon con los caballos nerviosos para que se detuvieran frente a la puerta. Guillermo frenó al suyo en seco con un resbalón y saltó de la silla. Con las riendas en la mano, abrió la puerta del granero. Pedro entró con el suyo al trote, Guillermo lo siguió, tirando de su caballo.
Una vez dentro, dejó las riendas y  fue a asegurar la puerta. En el preciso instante de entrar, retumbaron los truenos relampagueando y se abrieron los cielos en un gigantesco aguacero.
Guillermo, de pie conteniendo la respiración, observó el techo, pero estaba en buen estado. Pedro que aún no se había apeado del caballo, también miró. El repiqueteo de la lluvia en el tejado, producía un rumor firme e inexorable, mientras escudriñaban  la penumbra.

… No te preocupes, baja, el tejado es sólido, estaremos seguros acá, aunque mejor sería estar en la casa, ¿no crees?

___ Pedro sonrió y por la luz de su sonrisa o por adaptación a la falta de ella vieron los pesebres y condujeron hacia ellos a los caballos. Mientras Guillermo pensativo se ocupaba de desensillarlos, Pedro comenzó a indagar por el lugar, descubriendo una escalera que conducía a un pajar en la planta alta. Mientras observó a Guillermo ocupado en los caballos comenzó a subir comprobando el estado de los barrotes y peldaños hasta llegar a examinar el pajar desde lo alto de la escalera... Consistía en un recinto construido encima del granero que contenía heno y paja, con el suelo de fuertes tablones de madera. Terminó de subir y fue hasta los portillos para el heno cerrados. Levantó el pestillo y miró afuera... Los portillos estaban lejos del mal tiempo, y para su sorpresa no entraba el agua, al abrirlos, a pesar de la lluvia, gracias a las gruesas nubes, el aire era cálido. El paisaje con el río agitado por el viento y salpicado por la lluvia, la suave pendiente del prado, visto todo a través de la cortina de agua gris, resultaba relajante y mágico.
Pedro miró alrededor, pensando que la lección que le debía Guillermo debía haber tenido lugar hacía tiempo. Y si bien la casa era preferible, le parecía romántico el pajar con la complicidad de la lluvia fuera. Habiendo heno en abundancia no había motivos para que no estuviesen cómodos y sabía que no podrían esperar.
Guillermo no podía demorarse más en el granero, de reojo había visto subir a Pedro, la lluvia no daba muestras de amainar, y luego de haber visto los nubarrones, sabía que estarían atrapados al menos un par de horas sin remedio. Cuando ya no le quedaron excusas, cerrando las manos sobre sus propias riendas subió a buscar a Pedro y reconoció el problema nada más verlo al final de la escalera.
Pedro volvió la cabeza sonriéndole, eliminando toda posibilidad de excusas o retirada cobarde. Bañado por los grises y dorados de la luz entrante por los portillos, se hallaba sentado en medio de un enorme montón de heno con expresión acogedora. Su cuerpo irradiaba una atracción sensual a la que Guillermo se había vuelto demasiado susceptible.
Respiró hondo y subió los últimos peldaños que lo separaban del suelo del pajar. Dejando  bien visible su natural aire de autoridad, dio unos pasos hacia Pedro. Él hizo añicos aquella calma sonriendo con todos sus hoyuelos y tendiéndole la mano. Él la tomó de manera automática y cerró los dedos con firmeza.
Con una rígida expresión de impasibilidad, miró a Pedro, a los ojos, que refulgían con un color dorado, cálidos y atrayentes, y luchó por buscar un modo de decirle que aquello era una locura, que después de todo lo que había sucedido entre ellos, sentarse juntos en el heno y contemplar cómo llovía resultaba demasiado peligroso, que ya no podía garantizar que fuera capaz de comportarse con su habitual dominio de siempre ni con calma. No le vinieron las palabras a la mente perdido en aquella mirada, no fue capaz de aceptar aquella debilidad aunque fuera cierta.
Pedro curvó los dedos para contener el deseo de acariciarlo. Sintió un arrebato de excitación y un cálido rubor le inundó las mejillas.
 Los ojos oscuros de Guillermo observaron su reacción y Pedro tenía la sensación que él sabía lo que él deseaba, que lo conocía mejor que lo que él mismo lo hacía. Guillermo se quitó las botas, las apartó de una patada y se acercó hasta que Pedro captó el aroma masculino mezclado con el de la lluvia y el césped inundado y era todo delicioso.
 No le dio tiempo a Guillermo para pelearse con su razón, porque lo acercó y sin excusa a la que echar mano Guillermo suspiró, y se sentó junto a él.
Pero guardaba uno o dos ases en la manga. Antes que Pedro pudiera volverse, lo rodeó con los brazos y lo empujó hacia atrás para colocarlo de espaldas contra su costado, de tal modo que ambos pudieran contemplar juntos el paisaje.
En teoría, era una sabia maniobra, Pedro se relajó contra él, cálido, confiado, feliz…pero al hacerlo encendió sus sentidos de mil maneras distintas. Su misma suavidad tensó los músculos, sus curvas, que se adaptaban perfectamente a él entre sus brazos, invocaron a sus demonios. Aspiró profundamente y terminó de enloquecer con el aroma mezcla de perfume y de Pedro incitante y sensual. Pedro acarició los brazos que lo rodeaban por la cintura, y terminó descansando sus manos apoyándolas sobre el dorso de las de Guillermo. Fue el primero en volver la cabeza, y sus labios quedaron a escasos centímetros de los de Guillermo. Después vino su cuerpo, que fue girándose sensualmente en el hueco de sus brazos., Guillermo lo ciñó con más fuerza, hundiendo los dedos en el cuerpo, amoldando las manos al pecho, buscando los montículos de los pezones con los dedos. Y el pequeño apretón hizo estremecer a Pedro, y una cálida sensación se concentró en la cima endurecida. Deseaba el beso allí y se movió inquieto, pero luego miró fijamente los labios finos.
La desesperación era capaz de reducir a súplica incluso a los más fuertes, como a Guillermo Graziani.

… ¡Pedro!

__ Pero era demasiado tarde, Pedro no lo dejó terminar y selló los labios en los suyos. El los ojos de Guillermo había un brillo salvaje. Luchó por contenerlo, pero no había fuerza en sus brazos, al menos para aquella maniobra y ahuecándole la cabeza con las manos continuó el beso con suavidad, con ardor, con leves golpecitos de lengua, y cuando Pedro respondió se volvió más duro y exigente. El beso continuó dejándolos jadeantes y excitados, haciendo que la lengua de Pedro se atreviera a avanzar sin reparos más allá de los dientes de Guillermo. Estaba tan excitado por la sensación de saborearlo, tan aturdido por la oleada de placer que estremecía su cuerpo que le llevó un rato recordar dónde estaban y Guillermo lejos de contenerse, no pudo impedir que la tensión muscular los tumbara sobre el heno. El montón de paja que antes estaba a su espalda cada vez estaba más debajo de los cuerpos y ellos muy cercanos a la horizontal, perdidos en el mundo, de la lluvia, de la tormenta y de todo lo que  no fuera el otro. Pedro estaba sobre él, Guillermo abría los labios para respirar y Pedro le besaba sin reparos, y él le devolvía más y más. Y tiró por la borda su cruzada contra lo que había demostrado ser inevitable y se concentró en aquel beso. Poco a poco fue recuperando el control, apenas conciente de que Pedro había abandonado las riendas muy a la ligera. Pero aquella pequeña victoria le infundió valor. Se recordó a sí mismo que era más fuerte, más experimentado que Pedro, que durante años había logrado dominar a hombres mucho más expertos que él en ese terreno. Estaba al mando de aquello.
Aquella letanía no dejó de sonar en su cerebro mientras rodaban y presionaba a Pedro contra el heno. Él aceptó el cambio de buen grado y se aferró más al beso y Guillermo lo intensificó aumentando la pasión, invadió su boca con la esperanza de aplacar la imperiosa necesidad que notaba crecer en su interior. Tomó su rostro entre las manos y bebió hondo todo lo de Pedro, su saliva, su aire, su aroma, su sabor, y él respondió deslizando las manos por debajo de la chaqueta suelta, explorando con las palmas abiertas el pecho, sus costados y su espalda.
La camisa era fina. Guillermo sintió cómo le quemaban las manos de Pedro a través de ella.
La batalla final fue tan breve, que Guillermo ya la había perdido antes de darse cuenta, y después ya no fue capaz de percatarse de nada que no fuera el hombre que tenía debajo, y la rugiente marca de su deseo.
Las manos de Pedro, sus labios, su cuerpo que se arqueaba, todo lo instaba a continuar. Cuando le abrió la chaquetilla de montar y apoyó las palmas en el pecho cubierto por la camisa, Pedro se limitó a suspirar y besarlo con más urgencia.
Bajo su mano, el pecho se elevó, entre sus dedos, los pezones se convirtieron en capullos. Pedro lanzó una exclamación ahogada cuando los  apretó, se arqueó cuando los acarició y gimió cuando los masajeó. Los diminutos botones de la camisa se soltaron ante el ímpetu de Guillermo que la arrancó de un tirón para dejarla caer a los costados. Y entonces la suavidad de la piel de Pedro llenó sus sentidos Esa piel suave como la seda lo tentaba a todo, el calor de Pedro lo incendiaba mientras que Pedro lo hacía a su vez. Cuando Guillermo interrumpió el beso para levantar la cabeza y contemplar la belleza del rostro, vio el tesoro que el destino le tenía preparado. Pedro lo miró a su vez con devoción de siglos, con los ojos dorados y brillantes, los párpados entreabiertos. Y observó cómo Guillermo bajaba deslizando los labios por la garganta saboreándolo con besos lentos y hambrientos, jugueteando los dedos con los pezones, rozando con suavidad la cima para luego tomarlos en su boca. Succionó y Pedro cerró los ojos.
La siguiente exclamación errática que se oyó en el pajar fue la primera nota de una sinfonía orquestada por Guillermo y Pedro deseaba más, y él se lo dio. Apartó la camisa deslizándola hacia abajo, dejando el pecho desnudo, el ligero fresco del aire se sumaba al intenso calor de sus atenciones. Y debajo de ellas Pedro ardía, tal como Guillermo lo había imaginado en sueños de vidas, hasta quedar excitado, dolorido,…, deseoso de obtener más. Y sus manos estaban por todas partes, buscando con desesperación, abriéndole la camisa, y acariciándolo con ansia, acariciando e implorando.
Entonces fue cuando Guillermo se dio cuenta por fin que había perdido el control. No le quedaba ni una gota, Pedro se lo había robado todo y lo había incinerado. Desde  luego él no tenía ninguno, eso quedó muy en claro cuando jadeante y con los labios maravillosamente hinchados, acercó el rostro de Guillermo al suyo y lo besó con voracidad. Casi debajo de él, su cuerpo acarició amoldándose al de Guillermo en flagrante súplica. Pedro lo deseaba… y que el cielo lo ayudara, porque él lo deseaba más, con urgencia de siglos de haberlo buscado en otros cuerpos equivocados.
Y lo que Pedro sentía era cualquier cosa menos paz y tranquilidad, tenía los nervios a flor de piel y moría por abrazarlo, por arañarlo, por acariciarlo, por devorarlo.
… Pedrito, no me acaricies, llevo tanto tiempo esperándote, tanto tiempo deseándote, y quiero prolongar este deleite, antes que hayamos terminado me habrás acariciado por todos lados, me abrazarás con cada parte de tu cuerpo. Guillermo le capturó el labio inferior con los dientes excitándolo más. Un roce de tus manos y no duraríamos un segundo. Le cubrió el salvaje latido de su corazón con la palma de la mano y luego inclinando la cabeza la besó.

… Pedro, ¿sabes lo que voy a hacer verdad?
… Creo que sí, respirando entrecortadamente.
… Si nos atenemos a ello, no tendremos ningún problema.

___ Pedro lo capturó en sus brazos, Guillermo volvió al beso, tumbándolo del todo abriendo sus muslos con la rodilla entre ellos, descendiendo poco a poco, hasta que Pedro sintió una íntima presión contra aquella parte de su cuerpo que había comenzado a palpitar. La rítmica y sutil  fricción lo hizo contornearse, sintiendo un dolor placentero y un escalofrío en respuesta a cada lento envite.
La luz dorada del la tarde comenzaba a colarse por las aberturas alumbrando los cuerpos.

… Amor, quizá deberías apresurarte.
…¿Por qué?
.. Temo que alguien nos detenga.
… Nadie va a detenernos ahora. Este lugar podría ser sitiado por el ejército,  explotar o caerle rayos encima, y, aun así, nadie  podría impedir lo que está a punto de suceder.
… No obstante creo que deberías ir más rápido.
.. ¿En serio? Guillermo sonrió y a Pedro se derritió viendo su belleza cuando estaba relajado y feliz.

___ Guillermo conquistó su boca con maestría, distrayéndolo con besos profundos y ardientes, al mismo tiempo se alzó sobre él exponiendo su cuerpo ante su mirada. Clavó los ojos en los pezones rosa pálidos y el suave gemido que emitió lo hizo temblar a Pedro. Se inclinó y abrió la boca sobre la cima del derecho, le rozó con la lengua, tan cálida que Pedro al contacto pensó que era una brasa, y cuando alzó la cabeza el pezón estaba rojo y más tenso de lo que había estado nunca... Los ojos de Pedro se entrecerraron por la pasión cuando Guillermo atendió el otro. Con la lengua transformó el pico suave en un brote tenso, y lo calmó con suaves golpecitos. Pedro se arqueó contra la boca húmeda, su respiración se mezclaba con sollozos. Guillermo sujetó el pezón entre los dientes, lo mordisqueó y le dio un lametazo. Pedro gimió cuando las manos firmes le recorrieron el cuerpo, demorándose en algunos sitios y haciéndolo estremecer enfebrecido. Cuando llegó a los muslos Pedro los cerró y Guillermo ascendió a besarle el rostro enrojecido.

… No tengas vergüenza, estás húmedo, eso está bien, me ayudará a penetrarte, y te humedeceré más y más para evitar el dolor Es bueno, es como se supone que debe ser. La respiración de Guillermo era jadeante.
… Pedrito, déjame amarte, acariciarte, déjame hacerlo todo, sos precioso y te amo, déjame tenerte al fin. No temas, al comienzo nada de lo que haga te causará dolor, sin embargo cundo te penetre lo sentirás, pero el placer será mayor...
… ¿Qué debo hacer?
… Nada, déjame complacerte.

___ Guillermo sentía el cuerpo rígido por el deseo, pesado, tenso, necesitaba hacer suyo a Pedro, deslizarse en su interior y encontrar alivio y aliviarlo a la vez y las manos corrieron a desabrochar botones de cinto y pantalón, a bajar el cierre. Ya no podía concentrase en articular una frase, intentaba ir explicándole lo que haría, dejó de besarlo, se apoyó en los codos mirándolo, tomó aire profundamente… y lo perdió de pronto cuando los pezones de Pedro tacaron el vello de su pecho... Tuvo un estremecimiento, Pedro tembló también y la agitación les recorrió hasta los muslos.

___ Durante toda su vida Pedro había ansiado eso sin saber bien lo que era, esa lenta y asombrosa fusión, esa dulce disolución de sí mismo en el otro. Esa rendición mutua. No le cupo la menor duda que Guillermo era el hombre que esperaba, y lo recorrió con la mirada llena de embeleso. Y sintió que se perdía en sensaciones con el cuerpo arrebolado y ardiente.

Guillermo no le permitió ocultar ninguna parte de sí mismo, tomó lo que quiso, giró y levantó su cuerpo, rodó con él siempre con cuidado y apasionada insistencia. Lo besó bajo los brazos, entre los dedos, en los costados, por todas partes, recorriendo con la lengua cada curva, llano y montículo. Poco a poco el placer que se acumulaba en su cuerpo se fue tornando en algo salvaje y Pedro gimió por el dolor de la aguda necesidad. Los latidos del corazón reverberaban en cada parte de su cuerpo, en su pecho, en los brazos, en el abdomen, incluso en las yemas de los dedos. Apenas podía soportar el deseo despertado. Le pidió liberación.

… Aún no, le dijo Guillermo entre ásperos jadeos.
… Por favor amor.

___ Le cogió la cabeza entre las manos y lo besó vorazmente, y en los labios le murmuró. Déjame demostrarte por qué. No es tiempo todavía, no quiero hacerte daño.

Un gemido escapó de los labios de Pedro cuando Guillermo se deslizó entre sus muslos, inclinando la cabeza sobre su sexo antes acariciado por los dedos, lamiéndolo y luego pasando a la hendidura entre sus glúteos saboreando la salada y delicada hendidura, abriéndola con los pulgares, y Pedro se arqueó y se onduló cuando Guillermo con la lengua húmeda y firme encontró lo que necesitaba lubricar. Pedro estaba extendido bajo él como un sacrificio pagano, iluminado por la tenue luz de la tarde mientras Guillermo lo cataba con cálidos y repetidos lametazos, saboreándolo y entre gemidos le atrapó la cabeza mientras Guillermo mordisqueaba y lamía el interior de los muslos, deleitándose en él. Deseándolo todo.
Y Pedro hundió los dedos en su pelo perdiendo los reparos, guiándolo, aquí, allá, más acá, ahora, y gimió y gimió cuando el movió la boca con rapidez sobre su sexo con un continuo ritmo de húmedos lametazos. El placer lo invadió haciéndolo lanzar un grito de asombro, dejándolo rígido y paralizado durante unos segundos. Cada succión y movimiento, a cada pausa,… cada latido del universo se había concentrado en ese calor apremiante y resbaladizo, había reclamado ese lugar crucial, y en ese momento, todo estalló, todas las sensaciones y las tensiones se liberaron de manera exquisita en la boca amada, y Pedro se dejó llevar por esos estremecimientos desgarradores y maravillosos. Hasta que se relajó impotente cuando los espasmos se desvanecieron.
Se sintió saciado e invadido por un profundo cansancio, una sensación de paz tan profunda, que apenas podía moverse. Guillermo seguía concentrado en el suave remanso que abría entre las piernas esbeltas. La experiencia le proporcionó con detalles gratificantes lo que estaban consiguiendo hacer.

___Guillermo cerró los ojos, trató de cerrar también su cerebro y simplemente hablar.
Pero, en vez de eso, le llegó la voz de Pedro clara, suave, adormilada, como el canto de una sirena, un susurro de pura magia flotando en la densidad del aire.

… Enséñame…

Aquella palabra iba teñida de súplica. En el mismo instante Guillermo dejó que los dedos de Pedro resbalaran hasta cerrarse alrededor de él. Aquel contacto lo hizo apretar con fuerza la mandíbula y contraer cada uno de sus músculos en un impulso salvaje, mientras Pedro continuaba la suave caricia, convirtiendo en cenizas hasta el último gramo de voluntad que le quedaba.

.. Enséñame, le susurró acariciándole la mejilla con su aliento, y a continuación respirando contra su boca…. Enséñamelo todo…

___Aquellas últimas palabras acabaron con lo último de su resistencia, el último resto de precaución, de frío dominio. Desapareció por completo el caballero, todo vestigio de su fachada, y sólo quedó el conquistador.
Lo deseaba con cada resquicio de su cuerpo, con cada gota de su sangre. Pedro lo deseaba a él. Eran almas gemelas. Sobraban las palabras.
Lo único que aún importaba era la manera de unirse en UNO. Con la victoria final asegurada, sus demonios---aquellos espíritus que lo impulsaban, que lo arrastraban---estaban más que dispuestos para prestar su talento a la tarea de alcanzar la meta, la gloria del modo más satisfactorio. Era todo frenesí.
Pedro se percató de ello. Y se recreó en ello, en la dureza de las manos que tomaban posesión de su cuerpo, en la dureza de los labios que volvían a atrapar los suyos. Se aferró con fuerza a Guillermo apretando las manos contra los anchos músculos de la espalda arañándolo, desplazándolas en un instante por sus costados para explorar con ansias su pecho.
Deseaba saberlo todo ya. No podía esperar, soportar la frustración durante más tiempo. Había surgido en su interior un anhelo de saber aquello, ese anhelo había crecido y ahora lo estaba consumiendo. Era lo que lo arrastraba cuando se arqueó ligeramente como respuesta a la exigencia de las manos de Guillermo, de sus labios, de la constante invasión de su lengua.
Guillermo era todo calor, fuego, y sorprendente dureza y tensión. Pedro deseaba succionarlo, atraerlo a su interior para tomar aquel calor y aplacarlo, para aliviar la tensión que lo iba inundando a él nuevamente, poco a poco. Deseaba entregarse a Guillermo, en su totalidad, quería tenerlo dentro de su ser.
Lo sabía, y ya no cabía volver atrás. Sabía quién era,  lo que era posible de lograr. Se había convencido a sí mismo de que entendía cómo iban a ser las cosas. De manera que no había nada que enturbiara su disfrute del momento ni el de Guillermo. Se entregó de buena gana al temblor de emoción que sintió cuando él deslizó  el pantalón junto al bóxer,  no conoció vergüenza  ante la boca que lo acariciaba.
Un agudo placer fue lo que sintió cuando las manos fuertes y expertas, lo poseyeron y comenzaron a dibujar cada curva, cada suave montículo, cada valle, recodo de su geografía. Una mano se deslizó por debajo de la cintura descendiendo hasta cerrarse  sobre sus glúteos. Unos dedos fuertes lo masajearon, lo acariciaban, provocando un dulce ardor que se concentró en su abdomen y formó gotas de rocío en su piel. La mano continuó descendiendo y trazó la larga curva de la cara posterior del muslo hasta llegar a la rodilla, para luego regresar por la cara anterior de la pierna. Hasta su cadera, aquella sensible articulación donde un dedo acarició el pliegue con suavidad, con insistencia, descendiendo… Y Pedro se estremeció, desesperado por tomar aliento mientras los ojos negros lo degustaban en su abandono.
Guillermo entonces lo ladeó separándole los muslos, suavemente pero con firmeza, abriéndolo a profusas caricias a lo largo de la sensible piel de las caras anteriores. Los labios de Guillermo se habían vuelto más blandos y le permitían concentrarse en cada caricia, en cada reacción ardiente, en la excitación, la frenética pasión apenas contenida que se había apoderado de ambos.
Y entonces la mano de Guillermo llegó al final del recorrido y ascendió para acariciar la carne que nunca había sido acariciada, que nunca había conocido el contacto de un hombre por Amor, excepto…, pero ambos olvidaron aquel pasado que en nada se parecía a esta adoración.
El estremecimiento que sacudió a Pedro fue de pura excitación, de exquisita sensualidad al imaginar lo que le esperaba. Se hundió poco a poco más en la blandura del heno con una exclamación ahogada y abrió  más los muslos… y entonces sintió que las caricias se hacían más firmes, más deliberadas. Más precisas. Más íntimas, más sugerentes. Los suaves pliegues del ingreso parecían resbaladizos y Guillermo  separó los glúteos. Sus hábiles dedos  llegaron al puerto de ingreso y al instante Pedro experimentó como dagas de placer que le recorrían el ser. Llamaradas de placer, abrasadoras y urgentes, que lo sacudieron en lo más profundo de sí, que se afianzaron, y se intensificaron. Echó la cabeza hacia atrás y se despegó de la boca de Guillermo ahogado. Él lo dejó hacer y continuó trabajando en la suavidad de su acceso. Pedro aspiró aire de forma superficial y luchó por abrir los párpados.
Entonces vio a Guillermo, vio su rostro como una máscara de concentración contraída por la pasión, vio cómo sus dedos giraban y se movían. Uno de ellos lo sondeó al fin.
El sonido que se escapó de sus labios, fue más exclamación que gemido, más grito que gemido. Guillermo miró clavando los ojos en el rostro estudiándolo Pedro sintió la presión de su mano, y también la intrusión de su dedo, que penetraba despacio pero con insistencia y perseverancia.
Dejó escapar otra exclamación ahogada y cerró los ojos al tiempo que Guillermo presionó más lejos, más hondo. Luego comenzó a acariciarlo,…, dentro, tan lleno de deseo, muy dentro, allí donde estaba caliente y resbaladizo, lleno de pasión líquida. Una pasión que él enardecía, que él estimulaba, avivando aquel fuego interior preparándolo para el recorrido.

.. ¿Estás bien? ¿Duele?
.. No.

Y Pedro, exhalando un tembloroso gemido, se dejó derretir, dejó que sus sentidos se disparasen a las alturas, mientras Guillermo sonreía notando su rendición. A esa altura la mayoría de hombres que había conocido y no, se hubieran visto tan abrumados por el deseo que estarían suplicando ser poseídos. Pero Pedro no, él le había permitido desnudarlo sobre el heno de un pajar, hacerle el amor saciando su sed, sin la confusión propia de un hombre virgen. Parecía disfrutar retorciéndose debajo de él, tanto como él disfrutaba de verlo  hacer. Y, ahora, cunado otros hombres más expertos podrían perder el control, Pedro flotaba…aceptaba todo lo que él quiera darle y esperaba recibir más.
 Y Guillermo le dio más, conociendo su intimidad palmo a palmo, llenando sus sentidos masculinos con sus secretos. Lentamente, lo fue llevando cada vez más alto, dando otra vuelta de tuerca a la rueda de excitación sensual con la facilidad que daba la práctica.

Aun así, Pedro no perdió el control. Exclamó, gimió, se ondulaba y se arqueaba… y su ávido cuerpo suplicó más todavía. Sus necesidades no eran la de los hombres a los que Guillermo estaba acostumbrado, eso le fue quedando fuera de toda duda conforme lo iba estimulando cada vez más, y ya no le preocupaba que no tuviera allí lubricantes para cuidarlo. Pedro lo hacía todo sencillo. Era maduro, seguro y comprendió que su inexperiencia no lo hacía inocente como creía, no tenía nada de ello o por naturaleza, o por el conocimiento de siglos. Sabía lo bastante como para entender lo que estaban haciendo y para decidir por sí mismo.

 Y aquello precisamente era lo que lo hacía único, su personalidad y las consecuencias derivadas de la misma. Pedro era llano, sereno, estaba acostumbrado a tomar las experiencias que la vida pudiera ofrecerle, a escoger entre los frutos del árbol de la vida. Y ya había escogido. Deliberadamente y sin dudar: Aquello, y a él. Eso era lo distinto.

Guillermo lo miró, contempló su rostro ligeramente ruborizado por el deseo, sus ojos brillantes bajo los párpados entrecerrados. Y no pudo respirar más.
Por culpa de un deseo insoportable y mortal, de una necesidad urgente, la necesidad de estar dentro de él. La necesidad de reclamarlo como suyo al fin, se apartó incorporándose para terminar de quitarse la chaqueta y la camisa  lo que le llevó un minuto de agobiante impaciencia. SE puso de pie para  sacarse los pantalones y el bóxer notando la mirada de Pedro fija en él, descendiendo por su espalda. Arrojó el pantalón a un lado y miró un momento hacia atrás, y era el olimpo. Pedro desnudo, tendido sobre el heno, aguardando con calma. Ardiendo despacio en silencio mientras su pecho subía y bajaba como el propio.
Y entonces desnudo y totalmente excitado, se volvió hacia él. En el rostro de Pedro la expresión no denotaba un signo de sorpresa. Su mirada lo perforó al recorrerlo por completo hasta regresar a sus ojos. Y entonces tendió los brazos hacia él invitándolo.
Guillermo fue, lo cubrió, se apoderó de sus labios en un beso abrasador, y se acomodó amoldándose piel a piel sobre su cuerpo y su espalda. Pedro ardía caliente y tenso, y se tensó más cuando Guillermo volvió a sondearlo, un dedo, dos, y gritó ante el empujón calculado.

Guillermo permaneció inmóvil durante largos instantes de dolorida tensión, y Pedro lo rodeó llevando los brazos hacia atrás arañando los muslos y las caderas, empujándolo, con un murmullo somnoliento. La piel de Guillermo era suave bajo sus dedos, y los músculos se tensaron más ansiosos bajo sus caricias. Pedro se rendía de manera absoluta, la mejilla de Guillermo rozó la espalda, Pedro se arqueó y Guillermo empujó despacio, suavemente al principio. La carne inocente por años se resintió, ardiendo por la intrusión. Guillermo empujó con más fuerzas, Pedro contuvo el aliento ante el punzante dolor que provocó su penetración, su primera vez por Amor y deliberadamente. Era demasiado duro, demasiado profundo, demasiado. Se retorció debajo de Guillermo que se echó  inmovilizándolo con su peso introduciéndose a fondo, haciéndolo suyo, pero sin dejar de decirle que se quedara  quieto, que no tenía intención de moverse hasta que no se acostumbrara a la posesión, que luego sería mejor. Ambos permanecieron quietos respirando agónicamente.

.. ¿Quieres que me detenga?, le susurró jadeante.

Incluso en ese punto de ardiente y desesperada necesidad, se preocupaba por él. Comprendiendo lo que debía de haberle costado hacer esa pregunta sabiendo cuánto lo deseaba, Pedro se sintió lleno de ternura y de Amor absoluto.

… Ni se te ocurra detenerte.

Extendiendo  las manos le acarició los costados, las caderas, mientras Guillermo gimiendo comenzó a moverse, su cuerpo se estremeció cuando penetró más profundamente cada vez.

 Aunque cada embestida dolía en el lugar de la fusión, Pedro intentó atraerlo aún más profundamente a su interior.
La sensación de tenerlo dentro de su cuerpo, estaba por encima de cualquier placer o dolor. Lo necesitaba con la desesperación de vidas, de siglos de ausencias.
Guillermo bajó la mirada a él, clavando los ojos negros refulgiendo en su cara ruborizada. Parecía feroz y hambriento, desorientado, como si estuviera experimentando algo fuera del alcance de los mortales. Cuánto había luchado contra el destino, por razones que no entendía aún del todo. Pero ahora poseía  su cuerpo con una reverencia e intensidad que eclipsaban cualquier otro sentimiento.
Y aun así, Guillermo lo amaba como a otro hombre, su par de siglos, no como a un ser etéreo. Sus sentimientos eran puros y ancestrales como Pedro lo deseaba.
 Lo tomó, lo acogió, lo abrazó, envolviéndolo, entrelazando las piernas en los tobillos, los brazos en los muslos. Y amaba los sonidos que emitía: los gemidos, y los suaves gruñidos, el jadeo entrecortando la respiración. Y la fuerza  de él que lo rodeaba, que lo penetraba, que lo poseía en su totalidad. Le acarició por donde se colaba con ternura buscando el beso, e impulsado por sus atenciones Guillermo aumentó el ritmo de las embestidas, mientras de a ratos cerraba los ojos con fuerza.
Guillermo soltó las riendas, sus demonios y sus ángeles se adueñaron de él para arrasarlo, arrastrarlo y arrastrar a Pedro frenéticamente.
Más allá de la razón, de todo pensamiento, te todo raciocinio, de todo excepto  de lo que estaba sintiendo, Pedro aguantó y se dejó llevar por la pasión. Todas las sensaciones eran nuevas, martilleaban en su cerebro y saturaban sus sentidos, y sin embargo se aferró a cada una de ellas decidido a no perderse nada, decidido a experimentarlo todo y el todo que era Guillermo.
 A conocer el goce de sentir el cuerpo duro de él encima del suyo, cabalgándolo, su duro pecho en su espalda, con el vello raspando.A maravillarse de la dureza que lo llenaba, aquel terciopelo de acero que empujaba en el interior de su cuerpo colmándolo, dilatándolo, reclamándolo.

A experimentar, con cada exclamación sofocada, con cada jadeo desesperado, la fuerza con que él arremetía una y otra vez, le flexión y extensión de su columna, la fusión de los cuerpos de ambos en un solo ritmo. A percibir su propia vulnerabilidad en su desnudez, en el peso que lo aplastaba, en el deseo ciego que lo arrastraba. A recrearse en la excitación, en el ardor sin vergüenza ni prejuicio alguno, de insaciable erotismo, que aumentaba sin cesar, crecía y terminaba inundándolos a los dos en una violenta marea que intentaba ahogarlos.

Y a sentir en lo más hondo de su alma, cómo se desplegaba una fuerza avasalladora, más duradera que ninguna otra sobre la faz de la tierra. Aquella fuerza, toda emoción, plata y oro, fue invadiéndolo y adueñándose de su ser y Pedro se entregó con valentía, con entusiasmo, reclamándola para sí.

Se sintió inundado por el éxtasis… y lo aceptó con avidez, lo compartió a través de los labios, de las lenguas y el aliento mezclado, y del ardor de sus besos, a través de la adoración de sus manos, sus miembros, su cuerpo entero.

Guillermo hizo lo mismo, él lo paladeó en su lengua, lo notó en el calor de su cuerpo.
Todo lo que Guillermo necesitaba Pedro se lo daba, todo lo que ansiaba Pedro, Guillermo se lo entregaba. Boca a boca, piel a piel, pecho a espalda, carne y músculo aferrados a dureza de él. Guillermo en un gemido estiró los brazos para apoyarse sobre el heno lo bastante como para separarse un poco de Pedro. Luego volvió a introducirse, saboreando cada milímetro conquistado cerrándose sobre él, deteniéndose en el instante para sentirlo palpitar, antes de retirarse sólo para volver a penetrar. Una y otra vez, saciándose a sí mismo,… y también a Pedro. Haciéndolo a cada embate más y más completamente suyo.

Pedro culebreaba, ardiente, ondulante, urgente debajo de él. Guillermo no había visto nunca nada más hermoso que a Pedro atrapado en ese lazo de Amor y más. Lo vio alzarse y retorcerse, mover la cabeza sacudiéndola mientras buscaba alivio y Guillermo embestía a más profundidad llevándolo aún más alto, pero él seguía conteniéndose… todavía podía subir más. Y Guillermo también porque aquello era divino e inagotable.

No se cansaba de contemplarlo así, espléndido en aquella actitud sin prejuicios, en aquel glorioso abandono, al aceptarlo y retenerlo, al entregarse a él por primera vez. Aquella visión le robó el aliento, se le iba la vida… y algo más. Hubiera deseado tomarlo de nuevo, volver a comenzar antes de acabar, muchas veces, pero ninguna sería tan llena de emoción como esa primera vez.

Guillermo supo cuando todo iba a terminar, cuando iban a lanzarse desde lo más alto imaginado, sintió la tensión a punto de explotar… y notó como florecía el interior del cuerpo de Pedro. Se lanzó hacia allí y soltó las amarras, dejó que su cuerpo hiciera lo que le viniera en gana de forma natural y los llevara a ambos a perderse en el infinito sin control. Y al final contempló la explosión que sobrecogió el cuerpo de Pedro, sintió cómo el deseo se fundía y derretía sus entrañas para transformarlas en un cálido y fértil receptáculo donde depositar su fruto.

Apretó los dientes, aguantó hasta el último instante viendo cómo Pedro agonizaba. Vio sus facciones tensas por la pasión, notó en las profundidades del cuerpo los espasmos invasores fuertes, Guillermo embistió una vez más, sintió un fuerte estremecimiento, y dejó que esa sensación--- la sensación de Pedro--- se adueñara por completo de él, cerrando los ojos mientras Pedro  lo sintió temblar convulsionando de cabeza a pies como si estuviera agonizando gritando su nombre, enterrando la cara en su nuca.

…! Pedro!, esa única palabra contenía la fe y la pasión de un millar de oraciones.

 Y  con el  derrame vino la libertad, y comenzaron a aflojarse enredados, fusionados en cuerpo, alma y más.
Pasaron los minutos sin que ninguno de los dos se moviera. Permanecieron allí abrazados, entrelazados, ovillados, fusionados, juntos, saciados y húmedos, sin querer separarse jamás.

…¿Puedo preguntarte algo?
… Claro.
… ¿Lo recordaste, hubo algo de aquel espanto  en que pensaras o sintieras?
… Shhhh.
Aquello era violencia, era violación. Esto es Amor. Te amo Guillermo Graziani.
… No es un pedestal
… ¿Qué? ¿Qué quieres decir? Pedro le acariciaba las mejillas.
… Dijiste que te tenía en un pedestal o algo así…. ¿recuerdas?
… Sí.

…Jamás fue así, desde el comienzo de los tiempos, siempre te he llevado en el corazón, en el alma. Pensé que con eso sería suficiente.

Cuando los labios se sellaron volvía  a escucharse la lluvia que caía, mientra la luz que sus propios seres emanaban los rodeaba como aura celestial, mientras que se adormilaban uno en el otro, por el otro, con el otro, como siempre y para siempre.



 Continuará.



PREDESTINADOS… EL REENCUENTRO DE DOS ALMAS GEMELAS DESTINADAS A AMARSE  PARA SIEMPRE.

58 comentarios:

  1. Gracias Valeria Soledad nuevamente, besos.

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  2. Hermoso Eve, lleno de sensualidad y mucho amor. Gracias!!!!

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    1. Gracias Amor, me dejó de cama, son todas distintas, pero esta fic es una joyita especial. Te amo.

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  3. Hermoso Eve, lleno de sensualidad y mucho amor. Gracias!!!!

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    1. Tengo que hacer cada fic distinta, y es un laburo de locos, me deja de cama un capítulo como éste, me costó mucho hacer algo sublime pero distinto, son cuatro pares, y ahora voy a mover lo que te gusta en Naufragio, vamos a dar noticias a Kenia, gracias infinitas y mi amor.

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  4. No sé si voy a poder pensar siquiera, después de esa entrega total , todo Amor, todo deseo pero a la vez todo cuidado, todo ternura y locura, todo seducción y pasión...Por Dios Eve, si así es el Amor de Almas Gemelas, vale la pena esperarlo toda la vida y aún más...toda la Eternidad...Qué maravillosa tu manera de narrarlo, que me hace olvidar de mí y vivir la existencia de esos personajes como propia...Genial Eve, como siempre...No sé porqué me vuelvo a sorprender cada vez que te leo, si ya estoy acostumbrada a tu exquisita manera de escribir y a tu talento sin igual...Bellísimo capítulo, increíble la profundidad de un tema tan excitante y tan lleno de misterios...Hermoso mi querida amiga...Como siempre me pongo de pie para aplaudirte, y sigo soñando en las alas de tu imaginación con estos dos hombres que me enloquecen con su Amor Eterno...Beso desde el alma!!!......Alicia Vitolo

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    1. Es tu culpa Alicia, me metiste enésta y fue muy cuidada, parezco turca, veinte capítulos preperando esta entrega que me costó un peru para no repetirme en nada, quedé resfriada y agotada, fui a hacer cinta para despejarme y regresar a Naufragio, creo que es sublime aunque no la releo, me costó mucho, se empacaba la máquina y de relatos breves pasé a 20 páginas como siempre porque me atrapa, la amo y a vos, gracias infinitas por esto y más, besos del alma.

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  5. Gracias infinitas y mi amor María Elena VEntura, es una joyita esta fic creo. Gracias por valorarla.

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  6. Eve capítulo sublime, de predestinados lleno de amor, cuidado y entrega, describiste este encuentro de una manera extraordinaria, rea, original única, esta historia, que es mas que una ficción se vive, de una manera tan plena al leer y es realmente placentero tu manera de escribir tiene esa magia que te atrapa y lo hace tan real, sos increíble, autentica gracias por escribir, por dar tanto te quiero mucho y cada vez te superas mas...siempre a la espera de un nuevo capitulo genia ;)!!!

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    1. No lo puedo releer pero como te dije en face creo que sí es sublime esta fic, 20 capítulo han trascurrido de vidas amándose antes de esta entrega, difícil, capítulo de mucho trabajo y contenido, realmente ojalá muchas estén en esta fic que al comienzo algunas no sabían para dónde iba pero es bellísima, la amo, pero también aa esta etapa dura de El Viaje, a las verdades de Naufragio, y a la puerta de entrada que fue Espérame, pero sobre todo a ustedes. Besos del alma.

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